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La Fuente Monterrey // Abel Moreno López
La actual Fuente Monterrey es un lugar por sí mismo histórico, pues se trata de uno de los sitios identificados, no sin polémica, como cuna de la ciudad: El Ojo de Agua Grande que según se dice fue el sitio elegido primero por Alberto del Canto para instalar el poblado de Santa Lucía, luego por Carvajal y de la Cueva para fundar la llamada Villa de San Luis, Rey de Francia, años antes de que en compañía de doce familias Diego de Montemayor encabezara el 20 de septiembre de 1596, la fundación definitiva de la que visionariamente llamó Ciudad Metropolitana de Nuestra Señora de Monterrey.
Es el mismo lugar que fue atractivo natural y más tarde sede de la Compañía de Baños Monterrey, conocida popularmente como la Alberca Monterrey o simplemente La Alberca y que desde 1963 fue parque monumento para los fundadores de la ciudad y adquirió la denominación convencional de Fuente Monterrey.
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El Ojo de Agua Grande estaba situado en lo que mas tarde serían las calles de Zaragoza y Allende.
Las crónicas de la época señalan que se trataba de un sitio lleno de nogales, con abundante agua corriente, buenas tierras de labor, lo que pareció propicio para establecer ahí el nuevo poblado.
Durante todo el periodo de la Colonia y muy entrada la época de la república, el Ojo de Agua Grande se mantenía como un paraje cuya belleza natural era atractivo para propios y extraños, amén de su significado como lugar de origen de Monterrey.
Dos ejemplos lo confirman:
El célebre escritor jalisciense Manuel Payno, de paso por Monterrey en 1843, describe este paraje del Ojo de Agua, expresando: “Es un manantial rodeado de árboles, plantas y flores, pero que crecen con tal exuberancia y fertilidad, que casi se entretejen y enlazan unas con otras, formando materialmente una alfombra de flores y un toldo de verdura.
“En ese ojo de agua hay algunas clases de pescado bastante buenas y sobre todo un excelente camarón de tamaño extraordinario que no había visto ni en las lagunas de la orilla del mar”.
Por su parte, en 1865, el poeta nuevoleonés Juan de Dios Villalón escribía su poema
Al Ojo de Agua
Monterrey… bella ciudad,
humilde cuna que me vio nacer,
clara fuente nace allí
que Ojo de Agua el pueblo llama
y que sus linfas derrama
sobre un azul pedregal,
trenzando hilos de cristal
con verdes hebras de lama
hay a orillas de la fuente
un saúz de tronco viejo
que asomándose al espejo
de la límpida corriente,
parece el genio doliente
de raza pobre y caída;
que con faz entristecida,
con labio enjuto y sediento,
pide al árbol alimento
y que le vuelva la vida…
Y cuentan que de la fuente
un cenzontle allí cantando
llegó a conmover el blando
pecho de gentil Ondina
que en la fuente cristalina
se hallaba sola …
y llorando…
Para fines del siglo XIX la ciudad ya tenía un crecimiento considerable, ello hacía necesario dotar a la población de espacios que le permitiesen fomentar la higiene y la salud, aun a costa de ceder transitoriamente a particulares el uso de recursos públicos.
El crecimiento de la población obligó a urbanizar la ciudad y en este sentido en 1886 se construyó el Puente Juárez, sobre Zaragoza, entre Juan I. Ramón y Allende, y unos años después se tomaría la decisión de concesionar el predio y sus recursos naturales para la instalación de lo que sería una casa de baños.
A partir del ejercicio gubernamental del general y licenciado. Lázaro Garza Ayala y sobre todo del Gral. Bernardo Reyes, se inició un periodo de fomento y estímulo a la actividad económica, que se manifestó en el creciente número de concesiones y exenciones de impuestos. En este marco fue que se autorizó la concesión a particulares del uso del Ojo de Agua.
Se otorgó en agosto de 1894 una primera concesión al señor J. Daniel Nations de quien se sabe inició la construcción del edificio de baños; sin embargo, debido muy probablemente a algún incumplimiento, en marzo de 1897 se otorgó una nueva y definitiva concesión del Ojo de Agua al doctor Amado Fernández.
El decreto del gobernador Bernardo Reyes iniciaba por conceder al Dr. Fernández exención de toda clase de contribuciones municipales y estatales durante doce años, por el capital que invirtiera en el balneario a edificar en el terreno que circunda el Ojo de Agua situado en el ángulo Sudoeste que forman las calles Zaragoza y Allende.
Luego, al desarrollar las bases de la concesión, autorizaba al mencionado Dr. Fernández o a la compañía que organice, para construir, sujeto al cumplimiento de los Reglamentos respectivos, un edificio para baños conforme a los planos que presentaría en un término de no más de seis meses. El edificio debería quedar concluido a más tardar en dos años a partir de la fecha de autorización de los planos y en él se debería invertir un monto no menor de 20 mil pesos.
Se estableció que en el local se haría uso del líquido de las vertientes del Ojo de Agua, en el entendido de que por ningún motivo se desviaría el agua de su curso natural.
Transcurridos los 12 años de exención de impuestos, el concesionario pagaría durante los siguientes 30 años, por toda contribución, 360 pesos anuales.
Una vez que pasaran esos 42 años, si el empresario lo decidía podría continuar por 20 años más pagando las contribuciones vigentes sólo por el establecimiento, mas no por el uso del agua. En este caso, si lo deseará, podría continuar por 10 años más, pagando las contribuciones vigentes, y por el uso del agua una cuota anual de 360 pesos.
Quedó establecido que si dentro del plazo legal el concesionario no pagaba la contribución correspondiente, podría ser obligado a pagar incluyendo los recargos de rigor.
Asimismo, se disponía que si transcurridos los primeros 42 años el concesionario ya no quería hacer uso de la franquicia, el Municipio podría optar por adquirir, mediante compra, las instalaciones respectivas.
Por otra parte, se dispuso que la construcción del edificio sería “a la vez que sólida ligera para que su peso no cause caídos que obstruyan los manantiales”.
Se facultó al Ayuntamiento para mandar inspeccionar las vertientes y la obligación de la Empresa de conservarlas y ampliarlas mediante obras adecuadas.
También se dispuso no hacer traspaso en ningún tiempo sin aviso al Gobierno y que la empresa sería en todo tiempo mexicana.
Aquel decreto, publicado en forma definitiva en el periódico oficial del 12 de marzo de 1897, fue firmado por el gobernador Bernardo Reyes, asistido por el Secretario de Gobierno Ramón G. Chavarri.
La empresa se denominó Compañía de Baños Monterrey y con el paso del tiempo se le conoció coloquialmente con el nombre de “La Alberca”.
Esta alberca llegó a ser justamente famosa y tuvo servicios de baños de todos tipos, como rusos, turcos, de regadera tibia y fría, de tina y de estanque; así como departamentos para masajes. La prensa local publicaba casi diariamente anuncios de la Compañía de Baños o La Alberca.
El pueblo de Monterrey tuvo siempre gran cariño por esta instalación cuyas aguas de manantial nacido allí, fueron tradicionales, por pertenecer a lo que se llamó Río de Santa Lucía y más tarde el “Canalón”.
Muchos eventos de natación, cursos y competencias, se desarrollaron en ella y en un considerable espacio de tiempo prestó buenos servicios a los habitantes de la ciudad, llegando a ser centro de reunión muy concurrido.
A través de su historia se registran dos incendios, uno poco antes de 1899 y otro hacia 1920, por lo que el edificio tuvo que ser reconstruido. Asimismo se presentaron varios casos de ahogados y sobre todo la explosión de una caldera que causó serios desperfectos, muriendo varias personas e hiriendo a otras.
En efecto, el 17 de enero de 1941, a las 18:15 horas, la ciudad se conmocionó con la explosión de una caldera que alimentaba los baños rusos de la Alberca Monterrey. Dicha explosión provocó la muerte de cinco personas, dos mas resultaron heridas y la trepidación generó daños físicos en las instalaciones de la Alberca y edificios circundantes. Los muertos fueron el administrador de la Compañía de Baños Monterrey y otras cuatro personas, dos empleados de la negociación y dos ferrocarrileros que trabajaban en la reparación de la caldera. Otra empleada y esposa de uno de los difuntos, y la hija de ambos, resultaron heridas en el accidente.
Por otra parte, se sabe que además del doctor Fernández, el negocio fue regenteado en una época por el señor José Guadalupe Martínez (citado por Eduardo Martínez Celis en El Porvenir) y más tarde por una sociedad que encabezaba el señor Domingo A. Zorrilla.
En 1950, el arquitecto Joaquín A. Mora, publicó en la revista Universidad un artículo de investigación histórica, relativo al origen de la ciudad, en el que concluía que el lugar exacto en que se dio la fundación de Monterrey era en la ribera norte del Ojo de Agua que en ese momento (1950) ocupaba la Alberca Monterrey, en el cruzamiento de las calles Zaragoza y Allende (antes calle del Aguacate).
El trabajo del arquitecto Mora levantó ámpula entre los historiadores; además tuvo la virtud de llamar la atención de los regiomontanos en general sobre el lugar en que nació su ciudad.
A lo largo de la década de los cincuentas se empezaron a hacer sentir voces, algunas públicas y otras aunque calladas no menos efectivas en los círculos sociales y gubernamentales, al grado que varias administraciones municipales se dieron a la tarea de ir integrando expedientes sobre la situación jurídica que guardaba el inmueble.
En ese mismo sentido cabe señalar que ya para esa época el manantial había perdido fuerza y que las instalaciones estaban dedicadas a otros ramos diferentes del usufructo del Ojo de Agua y el servicio de baños públicos, pues la ciudad había crecido considerablemente y ya contaba con instalaciones de su tipo mucho mas modernas y adecuadas.
En el año de 1960, una vez más el Ayuntamiento regiomontano, entonces presidido por el licenciado Rafael González Montemayor, ordenó a su departamento jurídico integrar un expediente sobre la Alberca Monterrey, y no tardaron en hacerse sentir voces pidiendo que se rescatara dicho espacio para la ciudad; a su vez, el gobernador Raúl Rangel Frías solicitó enterarse ampliamente de la cuestión, en tanto que el candidato a presidente municipal, licenciado Leopoldo González Sáenz. en campaña ofrecía trabajar en un proceso de recuperación del patrimonio municipal.
Así llegamos al año de 1961 y concretamente al día 15 de febrero en que aparece publicada, en el Periódico Oficial, la resolución mediante la cual el gobernador Raúl Rangel Frías ordenaba la expropiación de las instalaciones de la Alberca Monterrey, determinando que este espacio histórico debería volver al dominio del Ayuntamiento y que debería dedicarse al establecimiento de un parque y monumento a los fundadores de la ciudad.
El documento partía de establecer que conforme a datos históricos indiscutibles, la ciudad de Monterrey se fundó en el sitio que en ese momento se conocía como la Alberca Monterrey y aludía que el último estudio en que se fundaba esa afirmación histórica era el publicado en los números 8-9 de la revista Universidad, editada el 10 de julio de 1950, escrito por el arquitecto Joaquín A. Mora, y en el que después de analizar diferentes documentos históricos, medidas y colindancias además de otras referencias geográficas, se concluye por establecer que el manantial y Ojo de Agua que ocupa la Alberca Monterrey es el mismo que antiguamente se conoció como Santa Lucía, Ojo de Monterrey, Ojo de la Ciudad y Alberca Monterrey, o sea la vertiente en que Diego de Montemayor fundó la Ciudad de Monterrey en 1596.
El documento justificaba que el grado de desarrollo que había logrado la ciudad a finales del siglo XIX, hacía explicable que el Ejecutivo del Estado otorgara al Dr. Amado Fernández o a la compañía que éste organizará, la autorización para construir un edificio para baños haciendo uso del Ojo de Agua de la ciudad.
Recordaba, además, que la concesión establecía bases para la prestación del servicio mediante el uso de las vertientes del Ojo de Agua, con las facultades señaladas para el poder público, en este caso representado por el Ayuntamiento de Monterrey, pues según cita la base once, reservaba para la autoridad, “la facultad de mandar inspeccionar las vertientes y la obligación de la empresa de conservarlos y ampliar, por medio de obras adecuadas, los conductos para que sean más abundantes las aguas”. Esto reflejaba la naturaleza jurídica de la autorización concedida.
El documento además señalaba que después de tantos años transcurridos desde la época en que se otorgó la autorización, habían desaparecido en su totalidad las circunstancias que la justificaron, dado que lejos de subsistir la escasez de servicios del tiempo de la concesión, ahora los habitantes disponían ampliamente de agua potable, drenaje y establecimientos de baños sostenidos por particulares.
Asimismo, se hacía referencia a que el Ejecutivo del Estado había comprobado que para ese momento ya no se prestaba ningún servicio público por parte de quienes se consideraban titulares de la autorización originalmente otorgada al doctor Amado Fernández, ya que la mayor parte del inmueble estaba ahora dedicado a explotación comercial como superficie rentable y no como baños públicos como era la parte medular de la concesión. También se describía el estado de las construcciones y el descuido de las aguas que se utilizaban para el servicio de baños lo que constituía una seria amenaza para la salud pública debido al uso indebido que se le dio al Ojo de Agua. Para 1960, la llamada Alberca Monterrey ya no estaba en uso.
Una inspección realizada ese año, permitía establecer que la explotación del sitio se realizaba por personas ajenas a los titulares de la Compañía Baños Monterrey, S.A.
En el apartado de considerandos, el decreto señalaba que la Ley de Expropiación vigente en el estado, encuadra como causa de utilidad pública la conservación de los lugares de belleza panorámica, de las antigüedades y objetos de arte, de los edificios y monumentos arqueológicos e históricos y de las cosas consideradas como características notables de nuestra cultura nacional, concluyendo que es indiscutible el interés del Estado de Nuevo león y del Municipio de Monterrey por conservar el sitio histórico en que se fundó la ciudad, independientemente de que la relación jurídica entre el Estado y los particulares, establecida por la concesión, ha bía sido reiteradamente violada y que por ello era procedente expropiar los derechos derivados de la resolución por la que en 1897 se había concedido autorización para el establecimiento de baños públicos en el Ojo de Agua.
Por otra parte, se dice que decretada la expropiación el Ayuntamiento regiomontano entrará en posesión directa e inmediata del inmueble y lo destinará única y exclusivamente a parque y monumento público conmemorativo de la fundación de Monterrey.
El sábado 18 de ese mismo mes de enero de 1961, la ciudad amaneció con la noticia de que la autoridad municipal clausuró las instalaciones y procedió a tomar posesión de las mismas. Para dar cumplimiento al decreto expropiatorio, sobre el destino del predio, la autoridad municipal encabezada por el licenciado Leopoldo González Sáenz anunció que convocaría a un concurso de diseño arquitectónico a fin de seleccionar el proyecto más adecuado. Para la organización y desarrollo del concurso, la Dirección de Obras públicas Municipales contó con el apoyo del entonces Rector de la Universidad de Nuevo león, arquitecto Joaquín A. Mora, quien encabezó el jurado calificador.
A la par del concurso, en el predio se fueron realizando algunos trabajos como la demolición del viejo inmueble. El 29 de mayo del mismo 1961, se hizo entrega de los premios a los ganadores del concurso. Los premios consistieron en diez mil, tres mil y dos mil pesos respectivamente. El primer lugar fue obtenido por el Grupo Unite integrado por los arquitectos Andrés González Arquieta, Roberto Chapa, Gilberto Escobar y Macario Aguirre.
Fue hasta el año siguiente, el 21 de marzo de 1962, cuando se dio inicio a las obras del parque monumento dedicado a honrar a los fundadores de la ciudad, realizándose una breve ceremonia en la que además de las autoridades municipales, estuvo presente el nuevo gobernador licenciado Eduardo Livas Villarreal. En esa ocasión la prensa informó que el predio tenía un área de aproximadamente tres mil 240 metros cuadrados.
Aunque el concurso fue ganado por el Grupo Unite la autoridad municipal optó por realizar algunas modificaciones y, según se dijo, se hizo una combinación de los tres proyectos premiados y pronto se incluyó en el proyecto la instalación de un Mural dedicado a los fundadores de la ciudad, cuya realización estaría a cargo del arquitecto Joaquín A. Mora.
Lo anterior generó que hubiera algunas voces discordantes sobre el proyecto a realizar por no respetarse el resultado del concurso y, en particular, sobre la participación del arquitecto Mora, a quien no terminaba por reconocerse como artista plástico, con todo y que en su trayectoria era nombrado como uno de los principales acuarelistas del país.
No obstante la polémica, el proyecto continuó adelante bajo la denominación indistinta de Parque Monumento a los Fundadores de Monterrey o simplemente de Fuente Monterrey.
El mural diseñado por el Arquitecto Mora era único en su género en la época, pues si bien en su estructura ya se había utilizado esa técnica, no había sido en las proporciones de este mural que medía poco mas de 6 por 22 metros; fue elaborado en mosaico italiano por una empresa de la capital de la República, el proceso local se realizó en el edificio Canavati y la colocación estuvo a cargo de la maestra Carolina Miravet Piana, según se desprende de notas periodísticas de la época. Al respecto, llama la atención una nota que sin dar mayores detalles, indica que cuando se estaba en el proceso de armado en el Edificio Canavati, un extranjero le causó algunos daños, los que tuvieron que ser corregidos por la profesionista italiana encargada de la colocación.
La obra en general del parque monumento a los Fundadores de Monterrey, estuvo a cargo de la Dirección de Obras Públicas del Ayuntamiento de Monterrey que encabezaba el ingeniero Eligio Quiroga Quiroga.
El mural se empezó a colocar en el parque el 13 de mayo de 1963.
La inauguración del que entonces se dijo que podría ser el parque recreativo más bello de la ciudad y quizás de la república, se fijó para el día 21 de julio de 1963 a las 8:50 de la noche.
Al evento concurrieron aproximadamente 3,500 personas, las autoridades encabezadas por el gobernador Eduardo Livas Villarreal y el presidente municipal de Monterrey, licenciado Leopoldo González Sáenz.
El evento inaugural inició con la participación de la Banda de Música del Estado dirigida por don Isaac Flores Varela, acto seguido se hizo reconocimiento al ingeniero Eligio Quiroga Quiroga y al arquitecto Joaquín A. Mora por la ejecución de la obra y el diseño del mural, respectivamente.
Acto seguido tuvo lugar el punto emotivo del evento cuando el gobernador Livas, desde el cuarto de máquinas, encendió los chorros y luces de la fuente. En su mensaje el gobernador dijo: “Hoy 21 de julio de 1963, tengo la satisfacción de declarar inaugurado este parque monumento construido en homenaje y recuerdo a los fundadores de Monterrey, por el Republicano Ayuntamiento de esta ciudad y felicito cordialmente al Cabildo y al Sr. Presidente Municipal por esta importante obra en beneficio de la ciudad. Hago mis mejores votos porque la corporación edilicia continúe así, sirviendo a los intereses de la comunidad que gobierna.”
Luego develó la placa de bronce alusiva a la “Fuente Monterrey” y enseguida oprimió el “switch” encendiendo la hermosa fuente. La placa de bronce decía a la letra: “En este lugar originalmente conocido como el Ojo de Agua Grande, se erige este monumento en homenaje a Luis Carvajal y de la Cueva, Diego de Montemayor, Alberto del Canto, Martín de Zavala y los valientes que con ellos fundaron en estas tierras la ciudad metropolitana de Nuestra Señora de Monterrey. Administración Municipal 1961-63” Enseguida se tuvo la participación del historiador Israel Cavazos quien hizo una documentada relatoría de la evolución histórica de la ciudad, y en su oportunidad el Presidente Municipal Leopoldo Gonález Sáenz emitió su mensaje, expresando la satisfacción por esta otra obra que entregaba a la ciudad, particularmente por el hondo significado histórico que representaba para los regiomontanos.
Al día siguiente de la inauguración la prensa destacó que dicha “fuente ornamental cuenta con iluminación a colores, en nueve tonos, al cambio de los chorros y es accionada, al igual que la hermosa cascada, también iluminada, por dos motores, uno de 50 caballos de fuerza y otro de 10. Estos motores mueven un total de 210 litros de agua por segundo, que no se desperdicia pues constantemente está circulando y alcanza una altura máxima de 15 metros”.
“El alumbrado consta de cuatro lámparas mercuriales y 18 de tipo ‘hongo’, en nueve de las cuales están empotradas bocinas del sonido radio-telefónico”.
Además del mural y la fuente existían dos escalinatas, formando miradores, rampa por allende y un gran mirador por Zaragoza.
Desde su inauguración, la Fuente Monterrey se convirtió además de un espacio de recreo y motivo de homenaje a la fundación de la ciudad, en un espacio para el fomento de la cultura a través de la realización de diversos eventos artísticos como conciertos de música y festivales artísticos y culturales.
En 1982 se iniciaron las obras de la Gran Plaza de Monterrey, coloquialmente conocida como Macroplaza, con lo que el predio que nos ocupa, ahora denominado Fuente Monterrey, volvería a ser objeto de modificación estructural y jurídica.
La campaña política realizada por Alfonso Martínez Domínguez como candidato del PRI a la gubernatura del estado tuvo como lema “el cambio”, lo cual llevaba implícito que don Alfonso, como era conocido este personaje, trataría de impulsar un gobierno con obras y acciones espectaculares, como correspondía a un político de altos vuelos que llegaba a la gubernatura luego de un amplio periodo de inactividad. En su primer mensaje ya como gobernador, Martínez Domínguez señaló que Monterrey era una ciudad fea, sucia y chaparra y que era necesario aplicarle un gran esfuerzo de regeneración urbana.
Así se fue delineando una de las obras insignia de su sexenio. El proyecto tendía a desarrollar un espacio de 40 hectáreas en el corazón de Monterrey. La Gran Plaza, se dijo entonces, estaba llamada a ser el principal núcleo de convivencia, esparcimiento y servicios de Monterrey.
Dentro de este espacio estaba comprendido el predio que consagra la fundación de Monterrey; así, el parque recreativo y conmemorativo conocido como Fuente Monterrey, fue absorbido por la Gran Plaza, conservándose como parte del conjunto que formarían la entonces llamada Torre Administrativa y el Palacio Legislativo.
Se mantendría una fuente con otras características y se reubicaría en el mismo predio el mural que recuerda la fundación de la ciudad. Se añadiría también una estatua dedicada al Capitán Diego de Montemayor.
El 25 de noviembre de 1981, el Congreso del Estado de Nuevo León expidió el Decreto 156 mediante el cual se aprobó el Proyecto de Mejoramiento denominado “Gran Plaza”, que comprendía principalmente la remodelación, renovación o regeneración urbana del sector de la Ciudad de Monterrey localizado entre la avenida Constitución y las calles Escobedo, Washington y Doctor Coss.
El propio decreto estableció en su Artículo Tercero que se declaraba de utilidad pública la ejecución del Proyecto “Gran Plaza” y eran afectos a expropiación los bienes necesarios para realizarlo que se encuentren dentro del sector mencionado.
Asimismo, autorizó el egreso de los fondos necesarios para su construcción, autorizando en su caso la obtención de créditos, y declaró aplicable para esta obra el Impuesto sobre Aumento de Valor y Mejoría Específica de la Propiedad.
De lo anterior se deriva que el predio donde nació Monterrey está ahora bajo el dominio del Gobierno del Estado y aunque se conserva dedicado a recordar la fundación de Monterrey, ya no tiene el carácter “exclusivo” que le había señalado el acto expropiatorio de 1961.
Durante el desarrollo de los trabajos de la Gran Plaza se dijo que el área de la Fuente Monterrey sería rellenada para que tuviera el mismo nivel de la superficie de la macroplaza y que en el mismo lugar sería construida una fuente con una superficie mayor a la que tenía en ese tiempo. De conformidad con el proyecto, se hacía necesario dar una nueva fisonomía a la Fuente Monterrey, que incluía, además de un nuevo espejo de agua y de una nueva cortina, reubicar el mural de la Fundación que estaba en ese lugar desde casi veinte años antes. También se determinó instalar ahí una estatua dedicada al fundador de Monterrey, capitán Diego de Montemayor.
El 28 de mayo de 1985 concluyeron los trabajos de colocación del mural de la Fuente Monterrey; con ello terminó también la restauración, considerada como única en su tipo en ese tiempo. Cabe señalar que en estas tareas se utilizaron los mismos materiales con los que se trabajó en su colocación original. Antes, el 15 de mayo de 1985, se colocó en su lugar definitivo la estatua del capitán don Diego de Montemayor. La Estatua de 4.20 metros y tres toneladas de peso, es obra del escultor Mario Fuentes
La inauguración del conjunto arquitectónico en que se enclava la nueva Fuente Monterrey fue realizada el día 31 de Mayo de 1985 por el presidente Miguel de la Madrid y el gobernador Alfonso Martínez Domínguez.
En diversos momentos de su historia, algunos medios de comunicación han cuestionado el estado de abandono o descuido de que han sido objeto estos monumentos históricos, lo que ha generado acciones de mantenimiento de parte de las autoridades.
Actualmente la fuente luce descuidada, sobretodo porque está vacía desde hace mas de uno o dos años.
Los tres poderes del estado, por simple ubicación, tienen que ver con este espacio histórico, pero en ninguno se advierte el interés por su rescate.
El espacio físico a que se refiere este documento: Ojo de Agua Grande, Compañía de Baños o Alberca Monterrey, Parque Monumento o Fuente Monterrey y nueva Fuente Monterrey, es por sí mismo un sitio histórico de la mas alta trascendencia; por ello es importante mantener viva la idea -aún cuando se haya abrogado el documento que así lo señalaba- de que este lugar sea destinado única y exclusivamente a parque y monumento público conmemorativo de la fundación de Monterrey,
Es necesario que, por parte del Ejecutivo o del Legislativo o de ambos poderes, el destino de este lugar se mantenga inalterable: ser un monumento-homenaje a los fundadores de Monterrey. Sobre todo ahora que se ha determinado fue el lugar donde ocurrió la fundación de Monterrey.
Hay lugares donde la historia se concentra… éste parece ser uno de ellos… conservémoslo como tal…
Referencias
Diccionario Biográfico de Nuevo León. Israel Cavazos. Informe Gráfico del Ayuntamiento de Monterrey 1961-1963. Presidente Municipal Lic. Leopoldo González Sáenz. La Ciudad Metropolitana de Nuestra Señora de Monterrey. Carlos
Pérez Maldonado 1946. La Gran Plaza Monterrey (edición conmemorativa). Los Festejos de la Fundación de Monterrey en 1896 y 1946. Periódico El Norte 1992, 1993, 1994, 1998, 2004, 2011 Periódico El Porvenir, 1920, 1926, 1941, 1961, 1962, 1963, 1981,
1982, 1983, 1984, 1985, 1992, 2011 Periódico Oficial del Estado de Nuevo León de 1894, 1897, 1961 y 1981 Revista Universidad Núms. 8 y 9, de 1950 (Artículo de Arq. Joaquín A. Mora sobre Fundación de Monterrey).