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Phobos: Sobre el toro y el caballo de Armando López // Alfredo Gracia
Se representa una acción, es decir, un drama. Se requieren “dos personas”. La acción es contingente pero el final del drama está fijado de antemano. Es de “necesidad”.
El dibujo es narración imitación, según Aristóteles. Narración más próxima a la tragedia que a la épica. Se imita o representa una acción, un suceso, con personajes simbólicos que nos afectan de manera indirecta, aludiéndonos y suscitando en nosotros temor y piedad.
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Los simbólicos personajes, el toro y el caballo, nos sugieren juicios en polaridad: el malo y el bueno, la perversidad y la inocencia, lo diabólico y lo angélico… Pero el toro no es la maldad o la perversión o lo diabólico total, sin fisuras de concepto; tampoco el caballo es la bondad o la inocencia o lo angélico sin remedio. El toro y el caballo del Guernica ¿qué papel representan en la tragedia? Todavía no está dilucidado. El toro podría ser una alegoría de la fuerza bruta; igual en Pablo Picasso que en Armando López. Bien; ¿pero ya se ha pensado en que la fuerza bruta es inocente, que es una creación de la naturaleza? Tampoco el caballo es la víctima perfecta; para serlo tendría que estar absolutamente desprovisto de defensas. Sin embargo, en el drama que se desarrolla entre el toro y el caballo, todos tenemos el final. Las emociones en Armando las crea su arte. Y la exitación de esas emociones, nos produce catarsis imperfecta. Depuración incompleta del ánimo que despierta la sed de otras acciones con los mismos actores. Piedad más temor, igual a phobos. Temor y piedad, frutos benignos del campo de la estética de las emociones cultivado por un artista que vive esas emociones con la misma intensidad con que nos las transmite: Armando López.
2 de junio de 1984