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El Minimalismo y la dicotomía de tener o ser // Cris Villarreal Navarro
Producto de una reacción desilusionada de las estresantes demandas que impone al individuo el sistema de vida capitalista, un gran segmento de la población mundial ha decidido replantearse el modus vivendi de la sociedad actual.
Este segmento poblacional que se ha percatado de la asfixiante manipulación que los mecanismos de control masivo ejercen rampantemente sobre la conciencia colectiva, ha decidido iniciar un estilo de vida más acorde con las reales necesidades humanas rechazando los artificios y exigencias de la sociedad de consumo. Su reacción de rechazo se puede calificar como un ejercicio de vida subversiva cuya plataforma ideológica se basa en el Minimalismo.
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El Minimalismo, que surge como una variante cultural de la corriente artística que lleva este mismo nombre, es un movimiento que antepone una reacción humana a la sociedad de consumo. Frente a la ideología que dicta el perfil de un ser humano exitoso de acuerdo a la acumulación de bienes materiales, el Minimalismo proclama la importancia del ser y no del tener. Con este replanteamiento del enfoque humano y no materialista de vida lo que se busca es intentar encontrar la libertad del individuo.
Erich Fromm, en su clásico El miedo a la libertad fue un precursor de esta nueva trinchera moral que es el Minimalismo. Movimiento que antepone la importancia de ser libres ante el callejón sin salida de la cultura orientada a la adquisición desorbitada y excesiva de posesiones materiales.
No hay nada recriminable en la simple tendencia a acumular bienes de consumo, el problema es cuando esos bienes terminan coartando la libertad del individuo. Esto sucede cuando las cosas, al formar parte cardinal de la imagen que un individuo pretende vender en su entorno, terminan controlando su tiempo y espacio. El cuidado de las posesiones y el temor a perderlas reclaman tanta atención y obsesionan tanto al hombre contemporáneo que terminan absorbiendo en gran medida su energía vital.
Por el contrario, las personas que abrazan el Minimalismo buscan un modus vivendi enfocado en lo esencial y no en lo superficial. Abrazar esta causa no es sencillo, ya que es necesario reprogramar los marcos de referencia que la cultura imperante ha establecido como paradigmas de la felicidad. Intentar llevar un estilo de vivir más significativo no a través de la adquisición de posesiones sino del disfrute de la vida misma, requiere asumir cambios radicales en el modelo de crecimiento en el que fuimos formados.
Para empezar, un primer paso sería revalorar la importancia que las posesiones juegan en nuestras vidas y eliminar las que son prescindibles, las que estorban. Esta sencilla operación de comprometerse seriamente a vivir con menos, dejaría espacio abierto para un mejor aprovechamiento de nuestro tiempo. Quedaría tiempo personal para emplearlo, por ejemplo, para cultivar relaciones humanas.
El desprendimiento de objetos materiales puede adoptar distintas modalidades dependiendo de la sociedad en que se implemente. En los países con economías más desarrolladas, nómadas laborales, el no entablar nexos emocionales con objetos materiales es algo culturalmente aceptado. Así cuando una familia se ve en la necesidad de mudarse de estado por razones de trabajo del proveedor o proveedora de la familia, se pone un anuncio en el periódico con el encabezado: “Venta de mudanza” y con ello se da por entendido que todo se vende. Los estadounidenses tienen muy claro que muchas veces los gastos que origina un camión de mudanza son más elevados que el valor de los muebles y objetos, así que deshacerse de todo y comprar un menaje nuevo para llegar a la nueva casa o departamento resulta más rentable.
Una situación distinta se presenta cuando los que deben deshacerse de objetos y mobiliario que no se usa son personas de países con economías en vías de desarrollo. Aquí el desprendimiento de los objetos reviste una carga emocional muy fuerte derivada de la cultura de la pobreza en donde la acumulación de muchas cosas en el hogar, aunque éstas sean innecesarias e inservibles, representa un estatus de mayor nivel y aceptación social.
El Minimalismo en estas sociedades es complicado de implementar. Por ejemplo uno de los segmentos de objetos a deshacerse, recomiendan los profesionales avocados a la disminución del sobre atestamiento de objetos domésticos, son los libros y los videos. Desechar estos objetos, sumamente preciados en las sociedades subdesarrolladas, implica un verdadero shock cultural.
El movimiento del Minimalismo carece de gurús significativos, no hay una bibliografía clásica a la que se pueda acceder para analizar y considerar sus principios. La mayoría de sus millones de adeptos simplemente se han adherido a través de publicidad boca a boca o de buscar información en Youtube, en donde se pueden encontrar cientos de videos de adeptos en todo el mundo que explican su experiencia personal al iniciarse como minimalistas. Generalmente se trata de consejos pragmáticos para abordar este estilo de vida.
Este movimiento que proclama la frugalidad, la austeridad, la reducción de bienes personales frente a los excesos de la presunta prosperidad, el ser frente al tener, puede considerarse como una respuesta moral de la sociedad informada contra la voracidad salvaje de las corporaciones. Es una respuesta de los habitantes de países altamente desarrollados que han descubierto que la propagada abundancia, el famoso éxito materialista que tanto vende el modelo actual de vida no redunda en alcanzar una vida satisfactoria, por el contrario cuando más llena está la lista de expectativas consumistas cumplidas del ser contemporáneo, más vacío se encuentra su interior y más grande es su descontento.
Observar los principios del Minimalismo implica un reto personal de proporciones bíblicas. Es volver a lo esencial y atreverse a renunciar a los designios adictivos mundanos que el sistema de la esclavitud consumista impone. Es dejar de ser prisionero del universo de cosas que nos rodean, muchas de ellas obtenidas con sacrificados pagos a tarjetas de crédito, que nos exigen estar pendientes de su cuidado, mantenimiento y demandas de reparaciones. Es desatarse del apego a la colección de cosas que fuimos acumulando con el paso del tiempo y darle la bienvenida a los espacios libres que una vez se mantuvieron atiborrados de cosas que realmente nos estorbaban e impedían el paso para circular mejor por la verdadera vida.
En los videos de divulgación del Minimalismo es común escuchar historias de personas que se pasaron todo el tiempo libre de años: fines de semana, días festivos y vacaciones, organizando el descomunal acumulamiento de objetos en cocheras, closets y cuanto lugar de almacenamiento que tenían sus casas, para percatarse al final que todas esas cosas seguramente iban a ser tiradas a la basura por sus descendientes a la hora de su partida o en el mejor de los casos serían destinadas a instituciones de caridad. Muchos minimalistas decidieron deshacerse de todos esos objetos innecesarios que les robaban su tiempo y energía, pararon de comprar, decidieron acostumbrarse a contar con el mínimo de objetos para las necesidades cotidianas y optaron por dedicarse a vivir.
Reducir los bienes materiales, reciclar, simplificar y disfrutar de las espontáneas vivencias: de un día en la playa, de una cena con los amigos, de una salida al campo, de un amanecer lluvioso, de una película nostálgica, de una pieza musical que trae añoranzas… contra la intermitente preocupación por el mantenimiento de las cosas que poseemos puede llegar a ser, en los tiempos que corren, un verdadero acto revolucionario.