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Contra los márgenes, por Gabriela Gómez
este concepto se extendió a los equipos y las comunidades que conformaron el festival durante los procesos creativos.
El festival, organizado en conjunto con la Liga de Artes Escénicas del Litoral, que está conformada por los colectivos Imaginateatro de Paysandú, Decartón Teatro de Carmelo y El Almacén de Montevideo, es un proyecto que también gestiona y organiza el Festival Internacional de Teatro del Litoral y el Más Allá, realizado en Carmelo, y el laboratorio Germinadores, un proyecto abierto a difundir proyectos en etapas germinales, que ofrece espacios de diálogo, intercambio y reflexión con los participantes.
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En esta edición estarán presentes seis compañías de Chile, España y Uruguay que cumplen con los requerimientos de cercanía e intimidad como premisa de este festival. Para lograrlo, cuatro de los seis espectáculos –dos son la excepción: La chancha y Los vagos–se presentan con el público en el escenario. El festival, que lleva consigo el carácter del teatro litoraleño, “entendido como un territorio más afectivo que geográfico”, comienza con La chancha , una obra de El Almacén, de Montevideo, que, según se explica en el resumen de la obra, se enfoca en el consumismo, la libertad y el amor; preguntas que surgen a partir de una posible compraventa de una chancha a una niña vegana, que la quiere para salvarla de una segura muerte, cuestionando así la sociedad de consumo y sus hábitos, enfrentando a dos familias y sus distintas opiniones sobre el tema: una de la ciudad y una del campo.
Desde Rocha, más específicamente desde Cabo Polonio, llega Tatuteatro con Vivir con honor, morir con gloria , cuyo texto fue escrito y es interpretado por Maricruz Díaz bajo la dirección de Yvonne Wagner, en un homenaje a Salvador Allende y a todos los upelientos:
los partidarios de la Unidad Popular, unión de partidos políticos que sostuvo al gobierno de Salvador Allende entre los años 1971 y 1973.
El grupo Imaginateatro, de Paysandú, se presenta con dos espectáculos: uno de teatro-danza infantil, Sacapunta y compás, que cuenta la historia de Matilde, una niña que encuentra el arte y el movimiento en todos los momentos y lugares de su vida cotidiana; y una producción en conjunto con Teatrería Abril, El ladrón de patinetes, de España. Se trata de un monólogo de un escritor que espera a una mujer y en esa espera se comunica con el público contando historias reales o imaginarias confundiendo ficción con realidad.
De Chile llega el grupo Cuatro Féminas con Ñaque(o de piojos y actrices) –parafraseando la obra del dramaturgo español José Sanchis Sinisterra– y sus ya famosos perso
Carta rechazada..
Parias..
najes Ríos y Solano, dos cómicas del siglo XVI que van de pueblo en pueblo para deleitar al público con sus loas, autos, comedias, hasta que llegan al año 2020. Entrevistada, la actriz Constanza Silva señala: “Nuestra propuesta actoral no se relaciona con la cronología, ya que somos dos actrices que interpretamos a dos hombres, algo impensable para la época, un guiño que incluimos en nuestra propia definición de lo que debería ser esta propuesta teatral”. La segunda actriz, Maite Colodrón, agrega: “Hemos respetado casi en su totalidad la dramaturgia original y le hemos dado el carácter propio del humor y la sensibilidad que dos mujeres, dos amigas, pueden llegar a desprender en escena. Nuestro referente estético para este tipo de humor ha girado en torno a los trabajos de Wes Anderson, buscando lo sutil y controlado en el gesto y la voz”.
Lacy Duarte - Candela Bado
Marzo - Abril 2020
Las obras a presentarse son diferentes visiones de mujeres muy distintas entre sí, en donde el encuentro reside en la creación como resistencia. Ambas trabajando con materiales tan nobles generan cuestionamientos con la finalidad de invitarnos al diálogo a partir del sentir y relacionamiento del espacio en el que habitan.
El recorrido de Lacy Duarte evoca campo, vivencias y memoria individual, la utilización de variadas técnicas confluyen en su abordaje de lo rural, que para esta ocasión cohabita con la obra de Candela Bado en donde sus esculturas se convierten en personajes que recrean situaciones y escenas en diferentes ciudades. Campo y ciudad no enfrentados sino próximos en la búsqueda de símbolos que nos hablan de rechazo y acogimiento en estos espacios habitados.
Lizeth Atencia
Por Felipe J. Fossati
La Banda Oriental vista por un extranjero
Hay libros que quedan en el olvido y otros que pudieron correr la misma suerte de no haber sido rescatados por generaciones posteriores. Quiso el destino que este fuera el caso de La tierra purpúrea, ficción de carácter autobiográfico que transcurre en la Banda Oriental, a fines del siglo XIX, escrita en lengua inglesa por el angloargentino William Henry Hudson cuando ya había abandonado el Río de la Plata para afincarse definitiva mente en Londres.
Hubo que esperar varias décadas para que esta novela publicada en 1885 ganara cierta relevancia en Europa, y más aun para que adquiriese significancia en nuestra re gión: primero fueron sus compatriotas, los argentinos –entre los que se destaca Jorge Luis Borges –, quienes pusieron el ojo en Hudson; de ahí en adelante los uruguayos le hemos dado el valor que merece una obra que atañe tanto a nuestras raíces. Felizmente, hoy no pocos escritores y académicos uru guayos se han encargado de estudiar este texto que, en los últimos años, ha sido repre sentado en teatro nacional, y hasta oportunamente adaptado a la estética de western sangriento en un cortometraje dirigido por Charly Gutiérrez y producido por Oriental Films.
Es, justamente, la sangre de sus habitan tes –los orientales– la que tiñe de color púrpura la tierra del entonces Estado Oriental del Uruguay. Cabe recordar que las peripecias que atraviesa Richard Lamb –protagonista de la novela y reflejo más o menos ficcional de su autor – están ambientadas entre los dos últimos años de la década de 1860. Por lo tanto, las andanzas de Lamb, fugado de Buenos Aires hacia Montevideo para huir del padre de su flamante esposa –dado que este se había opuesto a la boda –, suceden en un período en que, como dijo José Pedro Varela, la gue rra era “el estado natural de la República”. Similares palabras usó Hudson para describir la situación política de un país que constan temente se hallaba en vísperas de alguna revolución. Debe tenerse en cuenta que era un tiempo muy cercano a la guerra de la Triple Alianza, al sitio de Montevideo y a la Defensa de Paysandú; no en vano el protagonista ha bla de la Nueva Troya –como lo hiciera, años antes, Alejandro Dumas – para referirse a la capital uruguaya y también alude a la belico sidad del departamento sanducero, cuando se apea en esas tierras para buscar trabajo.
Más allá de que, a la pasada, se men cione a Manuel Oribe y a Fructuoso Rivera o que sea posible reconocer acontecimien tos de nuestra historia dentro del relato, está claro que no se trata de una novela históri ca. Sin embargo, evoca con bastante fidelidad el espíritu de aquel Uruguay pastoril y caudillesco, así sea con la expresión de un escritor romántico, como era Hudson. De he cho, este ofrece –según Borges– un retrato más verosímil del gaucho que cualquier otra obra canónica de la literatura gauchesca –en la que, por ser el tema central, es excesiva mente dramatizado–. En La tierra purpúrea el gaucho es pintado casi de soslayo, como personaje secundario y, por lo tanto, con ma yor naturalidad. Prueba de ello es el general blanco Santa Coloma, personaje al que no le corresponde un claro referente real, pero que representa una condensación del gaucho y del caudillo oriental, a quien Lamb se une, por compromiso, en un levantamiento fallido contra el gobierno de los colorados.
Ante la polémica de si es posible con siderar una obra escrita en inglés dentro de la literatura gauchesca, en este caso, pue de decirse que es un subgénero al que no pertenece, pero al que tampoco es ajeno. Es una narración que puede leerse de maneras diversas: un lector europeo bien puede en tenderla como novela de aventuras, ya que la fuga de Lamb no es más que un pretexto para que este sea protagonista de un sinfín de pe ripecias. En cambio, para el lector uruguayo supone el interés de ser una obra de temáti ca nacional, un testimonio de cómo se vivía en campaña y de lo que el historiador José Pedro Barrán llamó la “sensibilidad bárbara” de una sociedad proclive a la violencia y a la indisciplina, que fue el panorama caracterís tico de nuestras primeras décadas como país independiente.
Hudson recorrió la Banda Oriental en ese período que podría considerarse el principio del fin de la barbarie. La creciente moderni zación permitió que el país, en el siglo XX, deviniera una república estable y civiliza da –por ende, con otra sensibilidad y otras costumbres –. Este aspecto parece verse reflejado en la melancolía del protagonista al cuestionarse si es conveniente forjar un país próspero, en detrimento del aroma silvestre y de las libertades propias de una sociedad insubordinada: “Si ese aroma característico no pudiera poseerse al mismo tiempo que la prosperidad material resultante de la energía anglosajona, yo expresaría el deseo de que esta tierra nunca conozca tal prosperidad”.
En Historia de la sensibilidad en el Uruguay, Barrán cita varios testimonios de la época que dan cuenta de una estructura social con diferencias más bien tenues, en contraste con la de países europeos, estra tificadas por diferencia de clase o de casta. Esta mayor igualdad o dignidad en la interac ción social está dada por la abundancia de ganado en el campo –es decir, de alimento, lo que permitía a los más pobres vivir de chan gas y establecer relaciones de poca dependencia con los patrones– y quizás porque, años antes, la lucha por la independencia fue la causa común que acercó a los sectores más altos con los más bajos. Por ello, Lamb considera al oriental “un republicano y un hombre libre con una libertad que sería difícil de igualar en cualquier otra parte del globo”, donde “el dueño de muchas leguas de tierra y de innumerables ganados se sienta a hablar con el pastor a sueldo”.
Si bien Hudson fue un naturalista –como ornitólogo, escribió libros sobre aves de nuestra región – y vivió en la época del positi-