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Las canciones de Idea Vilariño

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La poesía de Idea

La poesía de Idea

Oyendo una voz que canta

Idea Vilariño escribió un puñado de canciones que nutrieron el repertorio de los grandes intérpretes de la música popular uruguaya. La poeta comprometida no hizo concesiones a la vulgaridad y el lugar común, y esas composiciones vibran llenas de vitalidad.

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Por Jorge Costigliolo

El mote de popular nunca le cupo a Idea Vilariño. Si bien gozó de prestigio entre pares y enterados, sus versos, por ejemplo, no llegaron jamás a las tazas, marcalibros, posavasos y demás chucherías que se consiguen en el Mercado de los Artesanos. En cambio, los de su amigo y compañero de generación Mario Benedetti aún se venden por toneladas.

Sin embargo, el 18 de mayo de 1984, algunas de sus palabras, en boca de José Pepe Guerra y Braulio López, las repitieron miles de voces.

“Mi previa indiferencia por comunicar, mi larga vergüenza de publicar lo escrito, dejaron lugar a la alegría de escuchar esos textos tan bien musicalizados, tan bien cantados, que daban cuerpo a sentimientos e ideas que tantos compartían. A la alegría de oírlos difundidos en un acto público, en las radios (bueno, en algunas radios, y nunca en TV), difundidos de manera casi anónima, porque nadie recordaba, por ejemplo, quién había escrito la letra de ‘Los orientales’, pero con qué compartida emoción, a la vuelta de Los Olimareños al país, lo cantó el Estadio entero, y yo, nadie, entre ellos”1. Nadie, decía de sí misma la autora de esa canción. “Entonces no soy nadie”.

En el hogar de Idea Vilariño había música. Se escuchaba y se tocaba. Así, cada uno de los hermanos incursionó en la práctica de algún instrumento. Idea tocó el piano y el violín con pericia, y cantaba muy bien, aunque para ella nunca fue suficiente. Estaba la música culta, sí, pero también el tango, que disfrutó como escucha y que también bailó. Y que estudió con singular lucidez: su consumo no era inocente. Sobre el género escribió Las letras de tango (1965) y El tango cantado (1981), obras todavía de referencia, no solo para comprender el tema, sino para echar luz sobre las controversias que tan solo su consumo generaba en ámbitos intelectuales.

“El tango está justificado, explicado, por sus mejores obras, por aquellas excepcionales que solo tienen parangón en alguna vieja letra de jazz, en algún negro spiritual, en el cante, porque tocan el pobre dolor, la vulgar miseria del hombre, porque hablan de las cosas de la vida, patéticas, sucias, desamparadas, ridículas”.2

De las letras del tango, Idea valoraba que asumían el lenguaje común; “es popular porque alcanza a todos”, decía de Homero Manzi. E Idea amaba el ritmo. “La poesía es, sobre todo, canto3”, escribió a Humberto Megget, y aseguraba que “puede haber poesía sin metro fijo, sin acentos fijos, sin rimas, pero no puede haberla sin ritmo. Le es esencial4”.

Ahora, de amor

Cuando Idea Vilariño compuso algunas canciones buscó, entonces, que tuvieran ese ritmo que habitaba en sus poemas, y que conectara con el lenguaje llano de la música popular. Y si su obra poética transita, a grandes rasgos, los ejes del amor (o más bien desamor) existencialista y la denuncia política y “compromiso”, tan caros en las décadas 1960 y 1970, su escaso pero intenso cancionero no escapa a esa regla.

“Las canciones no son como los poemas que salen como quieren sino que uno, deliberadamente, hace algo. En general me pedían las canciones con determinado tema, con determinada forma. Nunca conseguía que me pidieran una milonga o un tango, siempre terminaban con otro tipo de cosas5”.

Así, sus letras se vistieron, de acuerdo al cariz, de milonga, de guajira, de vidala, de triunfo.

“Una noche cayó [Zitarrosa] en mi casa de Las Toscas, allá a medianoche. Yo estaba pintando la pared [ríe], estábamos en arreglos y él posiblemente esperaría encontrar una persona poética y nocturna. Venía a pedirme la canción que él tituló malamente ‹La canción y el poema›. Se llamaba ‹La canción› y punto6».

‘La canción y el poema’ es, tal vez, su canción más universal e imperecedera. Alfredo Zitarrosa, quien, además de la música, en forma de milonga agregó partes de la letra, imprimió en su interpretación su sello canónico (por más de que haya sido interpretada, luego, por decenas de artistas, hombres y mujeres), los versos “Quisiera morir ahora de amor, para que supieras cómo y cuánto te quería” son inseparables de su oscuro vozarrón. Allí la pena, el vacío del amor no correspondido, el vivir “cada día pensando en la muerte”.

Con Zitarrosa, que no pertenecía a su generación, compartía el amor por el tango, la milonga, la canción criolla y latinoamericana, y el respeto por el qué decir. Ambos, porque el cantor cultivó el oficio de poeta, hallaban, también, su inspiración en la hondura de la existencia, en el valor del héroe caído, en la épica del derrotado. Los dos se nutren del dolor para crear belleza.

En cada esquina esperan

Otras canciones, en cambio, apuntan sus flechas al fervor revolucionario, en el marco de incandescencia de la época. En cierta ocasión, le confesó a Mario Benedetti: “¿Qué haría yo con mi poesía, con mi visión nihilista y escéptica –más que pesimista y angustiada– [...] uno es más que su yo profundo, que su posición metafísica; hay otras cosas que cuentan: el dolor por la tremenda miseria del hombre, el imperativo moral de hacer lo posible por que se derrumbe la estructura clasista para dar paso a una sociedad justa. Aun cuando uno sea coherente con su actitud esencial

Alfredo Zitarrosa.

–hay una sola coherencia posible– no puede evitar ver el dolor, no puede rehuir el deber moral. Y entonces se pone a compartir la lucha, a ayudar la esperanza7”.

No es casual que la Idea Vilariño autora de canciones sea contemporánea de la que, en 1966, publicara Pobre mundo, una obra distinta, por su contenido, a su producción anterior, en la que escribía:

Aquí en el Uruguay los venerados héroes anduvieron también por las cuchillas y dejaron sus huesos por ahí.

Sobre esas preocupaciones construiría un cancionero comprometido, llano y revulsivo, con la misma ética con la que edificó sus poemas: sin concesiones a la vulgaridad, minimizando la metáfora, tendiendo puentes con el habla de la calle y de su tiempo.

“Crecé tus alitas, vidalitá, crecé el corazón, crecé, palomita, vidalitá, y volvete halcón”, escribió en ‘A una paloma’, versos que calzaban justo en el repertorio levantisco y fogonero del joven Daniel Viglietti.

En esos casos, Vilariño se exigía el mismo rigor ético y estético que en sus poemas, buscando la palabra correcta para decir lo que había que decir, incluso cuando la canción tuviera un significado más o menos oculto.

‘Los orientales’, escrita para Los Olimareños y grabada en el disco Cielo del 69 (1970), fue, desde su estreno, un himno de resistencia y de esperanza. Vilariño conocía muy bien el canto criollo y la epopeya gauchesca, y dotó a esa composición de una fuerza narrativa pocas veces vista en la música popular de estos lados del mundo. Su universo refiere, con enorme imaginería visual, a los gauchos en armas de los tiempos de las guerras por la independencia; a las revueltas de los caudillos orientales, sí, pero también a los infelices y marginados que alimentaron las filas de la Redota. “En principio se pensó como un homenaje para todos los revolucionarios de aquella época”, decía José Pepe Guerra8. “Después se le iba a cambiar la letra. Se supone que, cuando se pudiera, se le iba a cambiar la letra, que se refiere a los orientales, del Éxodo del pueblo oriental [...] En aquel momento, toda la juventud, del interior, de todos lados, se integraban a los distintos movimientos que había [...] Como nosotros sabíamos para qué era fue muy emocionante, y fue una gran responsabilidad ponerle la música, porque se podía volver una cosa histórica muy importante”.

Guerra alude a lo que había señalado, tiempo atrás, el musicólogo Coriún Aharonián: “‘Los orientales’ debió haber sido el secreto himno del Movimiento de Liberación Nacional. No lo fue porque nadie supo que había sido concebida para que donde decía una cosa se canta-

Pepe Guerra. ra la otra”; es decir, que donde decía “orientales” dijera “tupamaros”.

Y que tal vez es la mía

Las canciones de Idea han dado lugar a diversas interpretaciones. A la primera versión de ‘La canción y el poema’, grabada por Alfredo Zitarrosa en su disco Adagio en mi país (1978), se suma una muy reciente registrada por Cristina Fernández junto a la Filarmónica de Montevideo, y que será parte de su próximo fonograma. No es la primera vez que Fernández graba esa canción: admiradora confesa de Vilariño, esa pieza forma parte del repertorio del dúo que integra junto a Washington Carrasco desde sus inicios. La actriz y cantante argentina Soledad Villamil grabó también la canción, con arreglos más contemporáneos pero el mismo espíritu.

A ‘A una paloma’, registrada por Daniel Viglietti en Canto libre (1970), hay que sumar las que grabaron Los Olimareños: ‘Los orientales’ (Cielo del 69 (1970), y ‘Cada vez’ (Cantando por el mundo, 1974), ambas musicalizadas por Pepe Guerra, ‘Cuando estábamos lejos’ (Canciones ciudadanas, 1988), con música de Braulio López, y ‘Ya me voy pa’ la guerrilla (Hasta siempre/ Ya me voy pa’ la guerrilla, 1971), sobre la Guantanamera de Joseíto Fernández. A la vez, Pepe Guerra incluyó ‘Tendrías que llegar’ en su álbum en solitario La voz de Pepe Guerra (1991).

Esas canciones acompañaron el cancionero de los artistas durante largo tiempo, pero la poesía de Vilariño también inspiró a otros artistas.

El músico argentino Miguel Wahren musicalizó varios de sus poemas para la obra En lo más implacable de la noche, y el grupo uruguayo Mansalva hizo una versión de ‘Una vez’ en su álbum Invocar9. Y Gabriel Peluffo, cantante y compositor de Buitres, homenajeó a la poeta en ‘Es decir’ (Mientras, 2003), una canción de admiración; “un homenaje en vida a alguien a quien desde hace muchos años le robamos muchas cosas10”, dijo el músico. Así, “la poeta del yo y el no”, como la definió Ana Fornaro, fue capaz, aun a su pesar, de construir un nosotros y un sí para casi todos. D

1. La vida escrita. VV.AA Cal y Canto. Uruguay. 2007. Pág. 98. 2. De las letras de tango, citado por Carina Blixen en http://bibliotecadigital. bibna.gub.uy:8080/jspui/bitstream/123456789/31553/1/12-delmira---carinablixen.pdf 3. La vida escrita. VV.AA Cal y Canto. Uruguay. 2007. Pág. 46. 4. Vilariño en La masa sonora del poema. Sus organizaciones vocálicas. Indagaciones en algunos poemas de Rubén Darío Citado por Coriún Ahronián en http://bibliotecadigital.bibna.gub.uy:8080/jspui/ bitstream/123456789/31612/1/19-el-compromiso-la-cancion-la-voz---coriunaharonian.pdf 5. Peyrou, Rosario y Pablo Rocca. ‘Diálogos con Idea Vilariño: La pasión y el poema’, en El País Cultural, citado por Pablo Rocca en http://bibliotecadigital. bibna.gub.uy:8080/jspui/handle/123456789/31552 6. Idea, de Mario Jacob (1997) https://youtu.be/KahxRa2tIak 7. La vida escrita. VV.AA Cal y Canto. Uruguay. 2007. Pág. 67. 8. La vida escrita. VV.AA Cal y Canto. Uruguay. 2007. Pág. 67. 9. https://mansalva.bandcamp.com/releases 10. https://youtu.be/w0i1r2URhI4

Jorge Costigliolo. Periodista, escritor y docente. Desde 1998 ha publicado en varios periódicos y publicaciones gráficas y digitales. Realizó el ciclo En estudio, donde entrevistó a más de 150 personalidades de la música, la literatura y el teatro. Es productor de contenidos audiovisuales y trabaja en diversos proyectos editoriales.

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