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«Tantágora és una bèstia qui ha cara de hom, e ha tres endanes de dents, e lo cors de lahó, e coha de estor, pits e ulls de cabra, e és vermella, e ha veu de serpent, e és pus hiversosa de correr que altre bèstia» (Bestiaris. Volumen II. Barcelona. Editorial Barcino 1964. Pág. 119 )
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va de pensar Lengua, literatura y cosmovisión indígena en el Lago de Maracaibo (I) José Quintero Weir . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 6
Contar en Marruecos. Tetuán Ana G. Castellano . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 12
Filandón o el gusto de contar José María Merino . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 16
va de charla Entrevista con Antonio Reyes Ana G. Castellano . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 22
Conversación con Antonio Reigosa Paula Carballeira . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 26
Encuentro con Pep Bruno Roser Ros . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 30
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ario va de cuentos Cantos añú Jesús Lozada . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 34
Runa Mula Cucha del Águila . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 38
va de libros Cuentos y relatos de Andalucía y Marruecos Ana G. Castellano . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 42
7 llaves de cuento Antonio Rubio y Marta Cardona Calvo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 45
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La narración oral en su conjunto forma parte, qué duda cabe, de la cultura. Pues nace de los modos de vida y costumbres, conocimientos y desarrollo artístico, científico e industrial de los diferentes grupos sociales en una época determinada. Desde siempre los cuentos, sobre todo los de tradición oral, han demostrado una gran capacidad de adaptación a cada tiempo, pereciendo de pura inanición los que no la tienen.
conflictivas que mediante una obra de arte verbal efímera es capaz de poner en pie una modalidad de relación de evidente función poética e intención estética, características que le vienen dadas por su filiación literaria y, por ende, artística”.1
Pero ¿quiénes, sino los narradores y sus oyentes, son capaces de darle nuevas formas a viejos cuentos? Estas personas cuya capacidad de comunicación era certificada, antaño, por toda su comunidad y que casi nunca buscaban sus cuentos entre las páginas de los libros, tienen un perfil y una formación muy distintos en la actualidad, aunque sí comparten unos y otros su pericia comunicativa.
La etnopoética ha sido desde tiempos inmemoriales el espacio donde se ha cocido, y así sigue siendo el arte de contar, que nunca será completo si no se sazona con el arte de escuchar, y es practicando ambas —oír, contar— donde las personas aprendemos a amar la palabra viva, a gozar del boca-oído. Pero en nuestros tiempos es también leyendo, informándose sobre las formas que toma dicha comunicación en las distintas comunidades y épocas, así como reflexionando sobre su significación y cultivo, como podemos aprender cuantos no dedicamos a contar y también los que apreciamos el mundo de la palabra viva.
Por lo que respecta a su formación, forjábanse los narradores tradicionales en la escuela de la etnopoética, al practicar “este tipo especial de comunicación que surge en situaciones especialmente difíciles, delicadas, o potencialmente
Y con este objetivo proponemos a nuestros lectores un elenco de autores que desde diferentes ámbitos y bajo diferentes formatos nos hablan y escriben acerca de sus inquietudes, consideraciones y conocimientos prácticos.
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orial Unos nos ofrecen su testimonio y reflexionan sobre los orígenes y existencia de distintas comunidades de narrantes. Así, José Quintero Weir nos presenta a los añú de Venezuela y el papel que juega en ellos la narración oral, además de ofrecernos una muestra de algunos de sus cantos y cuentos presentados en su lengua acompañados de su traducción al español. Mas no termina aquí la aportación cuentística, pues Cucha del Águila, narradora peruana, ha tenido a bien verter al escrito su particular versión del relato de la selva amazónica de La Runa Mula. José María Merino da emotiva noticia de los filandones, narradores crecidos y horneados en las mesetas de León; pero también hay lugar para dar a conocer un proyecto nacido en Tetuán y Marrakech a favor de la palabra, contado esta vez por Ana G. Castellano, una habitual de nuestras páginas, que además entretuvo una interesante charla con Antonio Reyes, alma mater del mismo. Pero alrededor de la narración oral por las tierras de esta variopinta y rica España se mueve mucho más, como lo atestiguan sendas entrevistas mantenidas con Antonio Reigoso y Pep Bruno.
Contamos además con la presencia de otro Antonio, apellidado Rubio, cuyo libro 7 llaves de cuento ha merecido nuestra atención, por lo que le hemos dedicado una reseña. Y si al empezar nos hemos referido a la cultura como algo que nace de lo humano comunitario, no queremos terminar sin recordar que también es cultura el conjunto de conocimientos que nos permiten desarrollar juicios críticos. Pues aquí va uno: puesto que tenemos la fortuna de practicar y comunicarnos por medio de un arte tan antiguo como el de contar cuentos, sería una pena no aprovechar lo bueno que tiene lo viejo, componiendo así nuevas sarrias que permitan una mejor andadura por los caminos de la comunicación, que dicho sea de paso, gozan de buena salud y no parecen tener ninguna intención de desaparecer mientras las gentes sigamos teniendo deseos de relacionarnos.
1 Pujol, Josep M. Beninguts al club de la sida. Presentació. Generalitat de Catalunya, 2002.
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Lengua, literatura y cosmovisión indígena en el Lago de Maracaibo (I)
José Quintero Weir Profesor de la Escuela de Letras de la Universidad del Zulia
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Cuentan los añú1 que antaño, muy antiguamente, sólo agua había en el mundo. Únicamente peces habitaban la tierra. No existían los hombres, y Sol y Luna circunvolaban las aguas marcando así el tiempo y la vida de todo lo existente. Durante el día, mientras Sol caminaba el cielo calentando el mundo, los peces huían a las profundidades, pues él quemaba las aguas con su calor. Pero, al desaparecer Sol tras los últimos manglares y al emerger Luna en el horizonte, los peces, felices, ascendían a la superficie a disfrutar de la calmada frescura de su luz plateada sobre el oleaje. Entre todos ellos, Cotí y Pámpano2 eran quienes más gustaban de ver la apacible luminosidad de Luna tan cerca de sus ojos. Era tal la pasión que sentían por esta visión, que todas las noches se iban hasta el mismo lugar en el que afanados saltaban una y otra vez, emergiendo por encima de las aguas y estirando sus brazos en un vano intento por atraparla, bajarla de las alturas y, así, poder llevarla con ellos al fondo de la laguna. Esto hacían ellos todas las noches. Hasta que una de tantas, Luna se percató de sus deseos. Entonces, cuando Cotí y
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Pámpano comenzaron a saltar fuera del agua, Luna los transformó en el instante y fue así como Cotí se hizo hombre y Pámpano mujer. Desde ese momento y para siempre, allí, sobre las aguas, quedaron, viviendo entre los manglares, alimentándose de sus propios hermanos: los peces. Fueron éstos los primeros añú que emergieron al mundo. Y el lugar del que brotaron como gente fue para siempre a’inmatualee.
He allí lo que pudiéramos considerar el Canto de Origen del pueblo añú. Su relato nos habla de las condiciones, momento y lugar en el que, por obra del mito, se produce el nacimiento al mundo de los añú. La historia forma parte del conjunto de cantos (areei) que conforman lo que la comunidad suele denominar como El Gran Canto de
a’inmatualee3 , del que —podemos decir— constituye la relación, o mejor aún, la memoria general de los hombres de agua. Se trata, pues, de una de las narraciones más significativas para la comunidad. Más no sólo por ello hemos querido iniciar nuestro estudio con su palabra.
En este sentido, es de notar la relación establecida en el Canto entre peces y hombres, mediada por el mágico acto de transformación realizado por la luna. La asignación de la capacidad de transformar peces en hombres fija la imagen de la condición divina del cuerpo celeste que, por demás, está estrechamente vinculado al movimiento de las aguas y por tanto, a la escasez o abundancia de pesca. Así, la construcción simbólica de la luna como dadora de vida y benefac-
1 Relatado por Flor María Galué. Grabado en el barrio Nazareth de El Moján, por estudiantes de la Cátedra “Literatura y Cultura Indígena” de la Escuela de Letras de la Universidad del Zulia. Maracaibo, 1996. (La presente versión es nuestra). 2 Cotí y Pámpano (trachinotus spp.) son especies comunes en la Laguna de Sinamaica procedentes del río Guasare (Wasaaleee) o también llamado Limón. El Cotí es de piel rayada con tonalidades atigradas. Esta fisonomía tal vez ha propiciado que, en muchos relatos, aparezca vinculado al tigre y también al sol. Por su parte, “la” Pámpano posee una forma casi redonda y un intenso color plateado, lo que parece haber inducido en el imaginario añú su conexión con la luna y, por esta vía, a lo femenino. Puede decirse que su número es escaso o no abundante su captura, lo que se ha ido agravando en los últimos tiempos debido al deterioro ambiental presente en la Laguna, producto de la contaminación y sedimentación acelerada por la industria minera en las alturas del Guasare. Lo cierto es que su escasa captura y su vinculación al mito de origen pareciera provocar el hecho de que, cuando un pescador logra atrapar un pámpano en sus redes, es considerado como algo muy positivo, señala buen augurio para éste y su familia, lo que pudiera leerse como aquel añú que tiene a la luna de su lado, o también, que está por hacerse de una mujer. El cotí, en cambio, abunda en gran proporción y su captura no es tan apreciada, aunque nunca rechazada. 3 Para una mejor apreciación del significado del Canto de a’inmatualee, ver mi ensayo: “Tradición oral y construcción de la historia”. En El camino de las comunidades. Editorial Redez. México, 2005, pp. 47-64.
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tora de la supervivencia añú no puede ser desprendida de lo que la cultura entiende como trascendental elemento constituyente de su hacer o wakuaipawa: el pescar. Decimos se trata de un elemento del hacer porque, tal como veremos más adelante, para los añú (como para otros pueblos amerindios de la cuenca del Lago de Maracaibo), este hacer no sólo se conforma mediante acciones inducidas por necesidades materiales o que estén dirigidas hacia lo material, sino que el hacer material siempre estará en relación inseparable con un proceso de construcción simbólica que igualmente, lo constituye como compleja totalidad. 8 | TgRa.9
Por otro lado, es posible precisar el punto de vista desde el cual el espacio geográfico es nombrado, la perspectiva desde la cual es entendido y expresado por la cultura. Y esto es así porque sabemos que “al ver, imaginar y nombrar las cosas por los nombres que les damos, manifestamos una perspectiva determinada de enfocar, captar, representar, explicar y analizar la realidad de parte de nosotros los hablantes” 4. Es por ello por lo que las palabras que usamos, los nombres que damos, no sólo dicen o nombran cosas, sino que igual constituyen la imagen y expresión de la manera en que vemos esas cosas y lo que ellas significan para nosotros. Pero de la misma forma, tal perspectiva está en estrecha relación con el espacio que, de esa manera es territorializado mediante un conjunto de correspondencias que la sociedad humana en
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constitución establece con el espacio territorial, y que sustentan sus particulares cosmovisiones. Regresando a nuestro primordial Canto, el hecho marcado con énfasis en el que los personajes-peces evidencian su enorme placer por la imagen generadora que acaba por convertirse en pasión pareciera hablarnos, no es sólo del poder de la imagen como tal, sino que es la pasión la que impulsa a la acción y ésta al emerger, que así se configura como punto de origen de la perspectiva desde el cual es en el emerger dónde y cuándo ocurre la transformación mediada por la divinidad lunar y por la que los emergidos se hacen hijos, y en consecuencia, eternos habitantes de las aguas5. Ahora bien, de lo anterior podemos aún precisar dos aspectos relevantes a nuestra idea del emerger como lugar y tiempo en la construcción de la perspectiva desde la cual se conforma la cosmovisión añú, a saber: queda claro que la metamorfosis mítica pez-hombre sólo ocurre en el exacto instante del emerger, por lo que más bien se trata de un nacer al mundo. Esto supone la consideración femenina de las aguas. Ciertamente, esta consideración expresa un arquetipo presente en diversidad de mitologías, pues
“lo que constituye la irremediable femineidad del agua es que la liquidez es el elemento mismo de la menstruación (...). Es lo que confirma la relación frecuente (...) del agua y la luna” (…) “Las aguas están ligadas a la luna porque su arquetipo es menstrual (...). La mayoría de las mitologías confunden las aguas y la luna en la misma divinidad.(...). La luna está indisolublemente unida (...) a la femineidad y, precisamente, a través de la femineidad llega al simbolismo acuático”6. En segundo lugar y en inmediata correspondencia con lo anterior, el hecho de emerger (-ou-) o ser emergidos, los convierte no sólo en habitantes sino muy particularmente, en hijos de las aguas madres. Esta condición determina la perspectiva desde la cual es comprendida la relación con el espacio a territorializar. Es decir, la relación se entiende como de pertenencia y nunca como apropiación. La pertenencia, consecuencia del emerger, se constituye en principio angular de la cosmovisión añú, orientando desde allí su lengua, su palabra y, por ende, al hacer que los hace, es decir, su wakuaipawa. Emerger hijos de las aguas es, pues, aspecto fundamental en la conformación de toda la cos-
4 Lenkersdorf, C., (1998). Cosmovisiones. Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades, Universidad Nacional Autónoma de México, UNAM, México, p. 16. 5 Como bien señala Durand: “El agua, al parecer, constituye el espejo originario. Lo que nos impacta tanto como el simbolismo lunar”. Durand, G. (2004). Las estructuras antropológicas del imaginario. Fondo de Cultura Económica, Traducción de Victor Goldstein, México, p. 104. 6 Ibídem, pp. 105-6.
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movisión añú. A su vez, orienta la configuración del sistema de la lengua, que se expresa en formas de vivir y convivir correspondiente evidenciadas en el proceso de despliegue de la cultura, esto es, un decir y un hacer desde la perspectiva en que el mundo y el espacio territorial es visto, sentido e interpretado por el grupo. Igualmente, esto conlleva una autodefinición manifiesta en un autonombrarse. Así, por ejemplo, añú, palabra mediante la cual se autonombran y autodefinen los hombres de agua, está dirigida por el sentido que registra la acción de emerger en tanto que, añú deviene de la palabra-frase ayou, cuyo significado se refiere a la acción de “arribar”, “brotar”, “emerger”, “hacerse presente” en el mundo. No obstante, es importante señalar que en el Canto la decisión de emerger humanos no está en manos de los personajes, lo que de alguna
manera es posible ver manifiesto en la forma en que la lengua expresa la acción del emerger en el habla cotidiana. Así, por ejemplo, la norma de cortesía establece que, a la llegada de un visitante, el saludo corresponde en primer término al visitado, quien, de no hacerlo, da por entendido que la visita no es bienvenida o de su agrado. Pero, en efecto, ante la presencia del visitante en el muelle o planchada de la casa del visitado, éste exclama: —¡ayou piá? (“llegaste”; “arribaste”; “te presentas tú”, o la castellana comúnmente usada: “boyaste”). —aa. Ayou te. (“Sí. Llegué”; “arribé”; “presente yo”, o sencillamente, “boyé”). Si observamos con cuidado, podemos darnos cuenta que en ambas frases, (pregunta y res-
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puesta), el pronombre personal se ubica al final de la frase. Ello se debe a que el verbo de la acción —ou— corresponde a lo que Lenkersdorf denomina “verbos vivenciales”, que son aquellos que obligan al sujeto a vivenciar la acción más que a ejecutarla. Así, en lengua añú, la ubicación del pronombre en posición posterior a la frase verbal es generalmente indicativo de que nos encontramos en presencia de un verbo de esta clase. En todo caso, el sentido de la frase está dirigido a enfatizar que el sujeto no ejecuta la acción sino que la vive o, por mejor decir, la experimenta. Así, para el caso que nos ocupa, la acción de hacer emerger se presenta tácitamente vinculada a otro sujeto agente que para los añú vienen a ser las aguas, espacio territorial al que por demás pertenecen y han habitado milenariamente en la cuenca del Lago de Maracaibo, al occidente de Venezuela. J.Q.W.
Bibliografía —Durand, Gilbert (2004). Las estructuras antropológicas del imaginario. Fondo de Cultura Económica, México. —Lenkersdorf, Carlos (1998). Cosmovisones, Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades, Universidad Nacional Autónoma de México, UNAM, México. —Quintero Weir, José (2005). El camino de las comunidades. Editorial Redez. México. TgRa.9 | 11
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Contar en Marruecos Tetuán Ana García-Castellano Narradora y escritora
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Este año he tenido la suerte de ir a contar a dos ciudades que, inevitablemente, te internan en sus medinas y allí te transforman en testigo de sus historias incesantes. Tetuán y Marrakech viven como los cuentos, indiferentes al tiempo. Y yo, una simple narradora de historias, me he dejado convencer por los ecos de sus viejas almonedas, para hacer relación de cuanto en ellas he visto. En Tetuán perviven abiertamente huellas de la presencia española en esas tierras, sorprendentemente ricas del norte de Marruecos. No se trata sólo de los letreros de los viejos hostales, o de las calles con nombres españoles. Se trata de algo menos visible, pero mucho más prendido en las raíces de sus gentes, que nos paran en la medina para hablar un castellano que aprendieron de niños y añoran escuchar. Se trata, seguramente, de que sobre sus calles, la voz del muecín y el repi-
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car de campanas conversan con los pájaros en un mismo idioma: el de la convivencia amable del día a día, que nunca tuvo normas escritas. En el camino desde Tánger, la lluvia me hizo pensar en prados pasiegos, mientras Tetuán me recibía verde y lluvioso, y sus gentes se defendían del agua con chilabas talares de capucha. Mientras Amín conducía a través de las carreteras embarradas, me hablaba en un español cantarín de “erres” sordas, sembrado de “¿sabes?” y “pues de puta madre”, que le daban cierto aire de experto y cosmopolita. Escuchándole, no era extraño que se fundieran tradiciones de una y otra cultura, como ocurre en los cuentos de la Yemá El-Fná que recogió Lola López Enamorado, y que las historias y sus personajes tejieran tapices parejos con hebras diferentes. Pero esto no es nada nuevo. Antonio Reyes lo supo ya hace tiempo, cuando visitó Tetuán por primera vez. Entonces sintió la necesidad de plantar una tienda en la que ambas lenguas pudieran dialogar haciendo lo que mejor hacen las lenguas: expresarse en forma de poesía y cuentos. Y en colaboración con la ONG “Desarrollo y Solidaridad”, comenzó a buscar apoyos y locales… Así nació el Centro Cultural Al Andalus, asentado junto al mar, mirando las aguas que nos separan y nos unen, en la localidad costera de Martil, muy cerca de Tetuán. El Centro Cultural Al Andalus comenzó su andadura el 30 de mayo de 2004 con el firme propó-
sito de ser foro y estrado, y punto de encuentro de la cultura hispano-marroquí. “Fruto de un acuerdo de colaboración entre el Municipio de Martil y la Asociación Desarrollo y Solidaridad”, su objetivo es el de “profundizar en las relaciones culturales entre ambas orillas del Estrecho”. Así reza su presentación oficial, en la página web www.centroalandalus.idoo.com. Y en fiel cumplimiento de estos objetivos, Al Andalus ha sido lugar de encuentro con escritores, narradores orales, artistas plásticos, traductores y poetas. Sólo por poner un ejemplo, en el ciclo “La costumbre de leer”, durante el curso 20062007, pasaron por la sede de Martil José Manuel Caballero Bonald, Fernando Iwasaki y Bensalem Himmich, entre otros. Y en el ciclo “La magia de la palabra” pusieron voz la narradora Latifa Labsir, o Ahmed Bouzfour, o Mohammed Mrabet. Desde España han llegado Mohammed Hammú y Victoria Gullón. Y el afán de saborear luego, en el silencio, la palabra dicha, trajo el empeño de acuñar libros que repitieran las historias en las dos lenguas; y cuadernillos que recordaran cuanto se había escuchado a los autores. Así nacieron los Cuadernos Alfar-ixbilia, entre otras muchas publicaciones: Antología de la poesía femenina marroquí, Cuentos y relatos de Andalucía y Marruecos, que fue presentado en febrero del 2007, en el Salón del Libro de Casablanca.
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Vendrían a ocuparlas amigos y alumnos del centro. Todos de lengua franco-árabe, posiblemente conocedores del español, aunque no se podría adivinar cuántos y en qué grado… Por eso nos habíamos planteado hacer mi sesión en francés, o en todo caso, contar en español, mientras que Abdellatif El Bazi, traductor y coordinador de actividades del Centro, fuera vertiendo mis palabras al árabe…
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Cuentos en Tetuán Y en Noviembre de 2008 se ha iniciado un espacio específico de narración oral: El “Taller de narrativa oral”, dentro del cual tuve la oportunidad de compartir estrado con Mohamed Bariz. Y con Abdelghafour, su hijo, que con sólo diez años deslumbra con su palabra decidida al círculo de escuchadores asombrados. Más tarde, en diciembre nos volveríamos a encontrar en la Yemá El-Fná de Marrakech… Pero esa es otra historia a la que daremos paso en otra ocasión. La noche del 29 de noviembre de 2008 llegamos pronto al Centro Cultural Al Andalus, para dar los últimos retoques a la sala. La tormenta había traído conchas enormes y blancas, como alegaciones de espuma, hasta la playa endurecida por la lluvia. Dentro, en la sala de actos, las sillas estaban dispuestas en círculo, en torno a un estrado.
El espectáculo de ver y escuchar a Mohammed Bariz me hacía volar en la silla, de tal modo que en algún momento me pregunté si no estaría sobre una alfombra mágica tan al uso por esas latitudes… Mohammed se había vestido con sus mejores galas de narrador: bombachos y chaleco de seda azafrán brillante, turbante a juego… y sobre todo, su báculo, un báculo de bronce que asevera sus gestos, amenaza o dicta sabias sentencias mientras su lengua, repleta de rotundos sonidos guturales, nos hacía comprender la sabiduría de un rey que no cede ante la avaricia del cadí. O nos transporta a la sempiterna guerra de los sexos, siempre superada con astucia femenina… ¿Que cómo pude enterarme al detalle de su narración? A mi lado, Abdellatif convertía en fonemas castellanos las erres y las jotas marroquíes… porque las miradas y los gestos son universales. Después narró Abdelghafour con el mismo vestuario que su padre, que lo convertía aún más en el príncipe heredero de su cuento, donde el rey probaba cuál de sus tres hijos debía suceder-
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le… Su mirada de brasa prendía en el círculo de escuchadores que lo rodeábamos estupefactos. Y después, subida al estrado, inicié mis relatos… “Cuenta en español primero”, me había pedido Antonio, pues el Centro Al Andalus quiere ser lo que es: hispano marroquí también en la narración oral. Así pues, empecé a desvelar la historia del origen de la Verdad y la Mentira en castellano… “En caso de que no te entiendan —me había aconsejado Antonio— pásate al francés. Pero no fue necesario. A veces la propia lengua te sorprende. Vocalizándola cuidadosamente, para que ningún fonema quede condenado al limbo inexistente, te convence de que los sonidos son capaces de levantar palacios. Y creo que así fue… Según avanzaban las historias, sentí que las palabras tejían un más y más tupido tapiz entre nosotros. Tanto la narradora como el círculo de escuchadores, asistíamos al milagro de la narración con la misma sorpresa. Las risas, o el aliento retenido nos servían de nexo de unión, para recordarnos unos a otros que al contar historias nunca estamos solos. No hicieron falta ni el francés ni la traducción de Abdellatif El Bazi, que escuchaba atento a intervenir cuando fuera necesario, explicando en árabe lo que no alcanzara el español. Al terminar, las sonrisas y, ¿por qué no?, los aplausos que compartimos Mohammed, Abdelghafour y esta narradora, nos hicieron saber que las lenguas unen, y no separan culturas.
Luego, al cálido aroma de un té de hierbabuena, nos adentramos en reflexiones sobre las realidades española y marroquí, en sus visiones del mundo, en la necesidad de recordar que —aparte el contencioso saharaui: “lagarto, lagarto...”— españoles y marroquíes tenemos más cosas que nos unen que obstáculos que nos separan. Fuera, la lluvia había cesado, y el pueblo silencioso de Martil miraba desde el sur la costa mediterránea, con el temblor de una historia que quizás, a esas horas, partía en una patera rumbo a Algeciras… A.G.C. TgRa.9 | 15
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Filandón o el gusto del contar José María Merino Escritor. De la Real Academia Española
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Una de las instituciones menos conocidas de la tradición oral en el mundo rural español, muy relacionada con las tierras leonesas, es la del llamado “filandón”. Que estuvo muy implantada lo demuestra no sólo lo peculiar de la denominación, sino también las variantes que conoció según las comarcas: hilandar, hilandorio, hilandoiro, hila…, aunque la que seguramente fue más habitual y se conservó durante más tiempo, en distintos valles de las montañas, fue la de “filandón”. La institución es parecida a ciertas reuniones invernales rusas —recordemos las “Veladas en Dinkanka” de Nicolai Gogol— y a muchas otras celebradas a lo largo de Europa y que también tenían lugar en otros lugares españoles, pero no es corriente que hayan acuñado un nombre específico, lo que muestra el arraigo de la institución en las tierras de León.
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Filandón viene de “hilandón”, aunque utilizando la “f” inicial de la vieja lengua leonesa y, en principio, significa “reunión para hilar”. En realidad el trabajo de hilar era un motivo para que se celebrasen reuniones en las que participaban las hilanderas pero también otras mujeres, los hombres y hasta los niños, agrupadas las familias vecinas en alguna de aquellas grandes cocinas que en las casas rurales servían de sala comunal, al arrimo del fuego del hogar. Eran concentraciones propias del invierno, cuando ya todas las faenas agrícolas habían concluido, la tierra dormía en el descanso propio de la estación, se había hecho el acopio de los alimentos necesarios para los seres humanos y las bestias y sólo quedaba esperar hasta la primavera, aprovechando las largas veladas invernales para preparar tejidos, instrumentos, utillaje, los repuestos necesarios para la vida diaria. El filandón está muy relacionado con los lugares que cubría la nieve, hasta el punto de que los vecinos de algunos pueblos que quedaban sepultados bajo ella abrían túneles para mantener la comunicación entre las casas. Así, por las noches, después de la cena, el pueblo se distribuía en unas cuantas cocinas y mientras las mujeres hilaban se contaban historias: se hilaban el lino y la lana, pero también se hilaban las palabras. En algunos lugares, como el valle de Laciana, se celebraban también reuniones de este tipo antes de la cena, y recibían el nombre de “calechos”. Todavía en casa de mis abuelos leoneses, que se habían trasladado de un pueblo de la ribera del Esla a la capital, había el gusto de reunirse para contar
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historias, aunque ya no se hilase, de manera que, en cierto modo, yo conocí el espíritu del filandón. Las historias eran muy variadas: de fortunas y desdichas, de amores y desencuentros, de guerra, sobre todo las de Cuba y África, por lo mucho que las sufrió la gente popular —de la guerra civil se hablaba menos, aunque como en León hubo guerrilleros, maquis, “huidos” los llamaba la gente, también había historias de ellos—, de emigraciones a América, catástrofes, hambrunas, despoblados, sucesos misteriosos, fantásticos… Se iban intercalando con un extenso repertorio de cuentos populares. 18 | TgRa.9
Recientemente José Manuel de Prada Samper, que hace pocos años tradujo al castellano parte de la famosa Colección Bleek de cuentos orales bosquimanos1 ha publicado un libro que, aparte de recoger varios cuentos orales de la recopilación que hizo Aurelio M. Espinosa hijo poco antes de la guerra civil, reconstruye la preciosa historia de la singular narradora que los transmitió2, y no es extraño que haya sido leonesa, aunque luego trasladada a tierras palentinas, pues sus relatos están impregnados de ese “gusto del contar” propio del filandón.
“Gusto del contar” que estaba en los narradores y narradoras pero también en los oyentes. Yo he recordado en otra ocasión3 el último “filandón” al que asistí en mi vida, en el año 1984, con ocasión del rodaje de la película del mismo nombre4. A lo largo de varios días, la mayoría de los escritores que interveníamos en una secuencia cinematográfica que mostraba una reunión nocturna para contarle historias a la imagen de un santo, en una ermita abandonada en la montaña —me acompañaban Luis Mateo Díez, Pedro G.Trapiello y Antonio Pereira—, residimos en una aldea del Vallegordo, en León. El último día de rodaje tuvimos noticia de que una anciana de la localidad cumplía muchos años, decidimos ir a su casa a felicitarla, y con ese motivo se improvisó aquella noche un filandón verdadero en la cocina. El director de la película y los escritores —que éramos actores en la secuencia en que empezábamos a presentarle al santo nuestras respectivas historias— estábamos sentados en el gran escaño y frente a nosotros se dispersaban los anfitriones. Los vecinos habían traído asientos de sus casas y la cocina estaba llena de gente. Aunque nuestra intención era la de festejar a la cumpleañera, durante largo rato fuimos nosotros
1 La niña que creó las estrellas. Relatos orales de los bosquimanos. Selección, traducción y prólogo de José Manuel de Prada Samper. Ediciones Lengua de Trapo, Madrid 2001. 2 El pájaro que canta el bien y el mal. La vida y los cuentos tradicionales de Azcaria Prieto (1883-1870). José Manuel de Prada Samper. Ediciones Lengua de Trapo, Madrid, 2004. 3 Palabra oral, Palabra escrita, en “Ficción continua”. Ed. Seix-Barral, Barcelona 2004. 4 El filandón. Película dirigida por Chema Sarmiento, 1984. DVD en Impromptu, 2006.
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los festejados y aquella gente nos contó muchas cosas. Entre ellas recuerdo unos versos en loor de la Virgen del Pilar y de Santiago Apóstol, patronos de la comarca, que recitó con mucha gracia la anciana anfitriona. A continuación, otro anciano leyó un romance de su cosecha en el que recordaba sus tiempos de pastor, cuando andaba enamorado de una pastora y en las noches de verano se bañaban juntos en el río mientras las truchas pasaban entre sus cuerpos desnudos… Otros contertulios narraron diferentes historias: la leyenda de una casa abandonada que se encuentra en lo alto del monte, alguna experiencia de niño frente a los lobos, la verdad sobre el antiguo caldero de oro que al parecer un forastero había encontrado en una cueva y se había llevado furtivamente… Después, nuestros contertulios quisieron conocer los cuentos que la película iba a poner en imágenes. Cada autor tuvo que contar el suyo y yo viví entonces la memorable experiencia de tener que desmontar y recomponer de improviso mi relato, un cuento literario, escrito, para convertirlo en una historia oral, modificando la estructura e introduciendo diálogos y otros elementos para hacerlo más vivo en la transmisión mediante palabras habladas… La narración oral no necesita, en el que cuenta ni buena voz, ni demasiado código lingüístico, sino una gracia especial para enhebrar la historia, para jugar con los silencios y los énfasis gestuales tanto como con las palabras, para simular súbi-
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tos olvidos o recuerdos… Al evocar aquella experiencia he escrito que la imbricación de gruñidos, chasquidos de la lengua y otros sonidos no vocálicos en los narradores orales primitivos, estaban también al servicio de un relato en el que la palabra no era el único agente expresivo.
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Por su parte, el cuento literario reposa exclusivamente en la palabra escrita, y sus énfasis no pueden ser apoyados por los silencios, los gestos o los ruidos no vocálicos, sino que deben ser defendidos también con palabras y signo escritos, estableciendo imágenes y metáforas u organizando el texto mediante el ritmo más adecuado, para sugerir lo que el narrador oral controla directamente, administrando el progreso del relato. Sigo creyendo que entre la narración escrita y la oral hay una diferencia formal sustantiva, porque en el modo oral está la personalidad física de quien narra, la cercanía de sus oyentes, el clima colectivo incomparable que se construye, una vivencia que no se puede transmitir certeramente ni mediante los medios audiovisuales ni a través de la más rigurosa de las transcripciones. Sin duda por eso los hermanos Grimm, por ejemplo, en sus recopilaciones optaron por una redacción neutra, que prescinde irremediablemente de todo el aparato gestual y de interjecciones y otros recursos verbales que cada narrador o narradora debía poner al contar la historia. En este sentido, solo algún escritor, como Hans Christian Andersen, ha conseguido, en algunos de sus cuentos, suscitar esa viveza tan difícilmente reproducible del narrador oral.
¿Podemos recuperar el filandón, en un tiempo en que el mundo rural tradicional ha desaparecido, el televisor se ha convertido en el único narrador de historias e Internet en el modo habitual de encuentro —¡virtual!— de mucha gente? Desde 2006, cuando tuvo lugar el primer “Hay Festival” de Segovia, Luis Mateo Díez, Juan Pedro Aparicio y quien suscribe estas líneas hemos ido celebrando en diversas ciudades de España y Gran Bretaña, y en Nueva York, unos recitales que llamamos “Filandones literarios”, en los que pretendemos recuperar el formato y el espíritu de la institución charlando, contando alguna historia y, sobre todo, leyendo microrrelatos. La buena acogida de esta especie de “filandón posmoderno” nos ha hecho pensar que la antigua disposición a reunirse para contar y escuchar narraciones breves, suscitando una atmósfera llena de estímulos para la imaginación, sigue vigente entre nuestros contemporáneos. Promover ese tipo de reuniones para narrar y para leer, puede ser una forma placentera, no ya de recuperar el “filandón” originario, sino de estimular ese gusto por el contar y escuchar historias que seguramente está en el homo sapiens desde que existe como especie en nuestro planeta. J.M.M.
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Después de la sesión de cuentos en el Centro Hispano-marroquí Al Andalus, nos refugiamos de la lluvia en uno de los pocos bares que a esas horas estaban abiertos. A nadie sorprende que, con la cerveza que piden Antonio y Amín, también se disponga una tapa, al más puro estilo ibérico. Yo prefiero un té. Y mientras me caliento las manos contra el latón de la tetera, un chaval de apenas quince años viene a ofrecer un cigarro por unos dírhams… Cigarros sueltos… Es tan cotidiano acá como lo era para mí en tiempos del instituto, cuando aún fumaba y no me daba para comprar la cajetilla. Antonio le compra y lo prende, mientras me cuenta que así, vendiendo cigarrillos sueltos, el chico ha sobrevivido, y aho-
ra está estudiando… Antonio conoce a fondo la vida de Martil, de sus gentes, sus penares y su luz, tan blanca como la de nuestras costas veraniegas. “Esto, en verano, se pone como Gandía”. Escucharle hablar es internarse en la realidad marroquí, en los lazos que nos unen, y despertar a la desalentadora verdad de cuánto ignoramos de su historia y su literatura. Así, entre sorbo y sorbo de humeante té verde, yo dejé libre mi curiosidad de narradora, y le pedí a Antonio Reyes, profesor, escritor, polígrafo y fundador-director del Centro Cultural Al Andalus, que nos hablara del Centro, de las gentes que trabajan en él y de las muchas que lo visitan.
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¿Por qué y cómo nació tu interés en crear el Centro Cultural Al Andalus?
Fue un intento de trasladar al campo de la cultura el concepto de la Cooperación descentralizada. La cooperación cultural está demasiado impregnada de tintes institucionales, con lo cual se favorecen más los intereses políticos que un verdadero acercamiento entre los pueblos. No hay que olvidar que los pueblos se entienden, son capaces de comprenderse en la medida en que se conocen. Y en este sentido, la cultura juega un papel fundamental. Insisto, el Centro Al Andalus es un intento de cooperación descentralizada en materia cultural, ajeno a la institucionalización, que, además, no pretende competir con nadie.
ria cultural: narrativa, poesía, música, teatro, narrativa oral, etc. Es como si los catorce kilómetros que nos separan fueran una distancia insalvable.
Llevas muchos años conociendo la cultura marroquí y sus relaciones con la española… ¿Qué nos hace más cercanos, y qué es lo que más nos separa?
La cooperación cultural está demasiado impregnada de tintes institucionales, con lo cual se favorecen más los intereses políticos que un verdadero acercamiento entre los pueblos. Los pueblos se entienden en la medida en que se conocen. Y en este sentido, la cultura juega un papel fundamental.
Lo que más me sorprende es el enorme desconocimiento mutuo existente, como si la historia de ambos pueblos, en materia del conocimiento cultural, se hubiera quedado detenida en Al Andalus o en el Protectorado. Fuera de los tópicos al uso y de la historia “compartida”, Marruecos y España son dos grandes desconocidos en mate-
En España la literatura árabe es muy poco conocida. El Centro Cultural Al Andalus se ocupa de remediarlo. ¿Qué nos aportan autores como Mohammed Chukri, Ahmed Bouzfour, o Mohammed Berrada o Abdelkader Chaui?
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En general, la literatura árabe verdaderamente es una gran desconocida en España, salvando los casos de Naguib Mahfuz, gracias al Premio Nobel, o de los marroquíes Tahar Ben Jelloun o Fátima Mernissi. Igual ocurre en Marruecos, que se quedó anclada en García Lorca y la Generación del 27. La única isla en este océano es Juan Goyitisolo.
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En Marruecos la narrativa oral formaba parte del ámbito privado. Ahí la mujer desempeñaba un papel esencial. Pero el ámbito público es otra cosa. Es el espacio masculino. Eso puede explicar la dificultad de encontrar contadoras femeninas.
La historia de la cooperación con Marruecos está preñada de “salvadores”. Hay que tener los pies en el suelo. Nosotros, junto a otros muchos (Ediciones de Oriente y el Mediterráneo, Cantarabia, Quórum…) hacemos, con escasos medios, lo que podemos: intentamos poner nuestro trabajo al servicio de tender puentes de comunicación cultural entre las dos orillas del Estrecho. Es una labor compleja y a largo plazo, pero necesaria e interesante.
Por cierto, tu relato en el libro Cuentos y relatos de Andalucía y Marruecos se basa precisamente en la vida de Chukri… ¿Qué representa este autor en tu trayectoria literaria y personal? Para mí Chukri fue el prototipo de la libertad personal y social. Vivió como quiso, y como pudo, sin atender al medio social y político en el que estaba inmerso. Sus obras expresan con fidelidad esta libertad personal y la dureza de su vida. Es un buen ejemplo de supervivencia y una muestra muy interesante de la literatura marroquí contemporánea. A mí, como a muchos otros antes, me cautivó su persona. Y una vez producido este milagro, me fascinó su literatura. El relato que escribí es una especie de homenaje a un personaje esencial en la narrativa marroquí del siglo XX. Y en el plano de la narración oral, ¿qué diferencias encuentras con los narradores o narradoras españoles? En la elección de historias, en las formas de expresión… Y otra cosa: hay muy pocas narradoras marroquíes “profesionales”. ¿A qué crees que se debe? En Marruecos la narrativa oral ha pervivido en el seno familiar de la mano de las mujeres: abuelas, madres…, que han ido pasando el testigo oral unas a otras. La narrativa oral formaba parte del ámbito privado. Ahí la mujer desempeñaba un papel esencial. Pero el ámbito público es otra cosa. Es el espacio masculino. Eso puede explicar la dificultad de encontrar contadoras femeninas. En cualquier caso, salvo los escasos contadores
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que quedan en la Plaza Yemá El-Fná de Marrakech, caso de Bariz, no es demasiado fácil encontrar contadores en Marruecos que mantengan esta tradición milenaria. Terminamos el té y las cervezas. Nos cruzamos con los últimos noctámbulos por las calles de Martil, que desbaratan la luna llena de los charcos. En el viejo Renault de servicio del Centro, Amín nos acerca hasta el hotel. “Ahora las calles ya están asfaltadas”. La reconciliación de Mohammed VI con esta región del Norte (Hassan II juró no pisar jamás esas tierras a raíz de un levan-
tamiento en su contra) ha traído un desarrollo de las infraestructuras de la región. “Es un hotel familiar, nos conocen desde hace tiempo, tenemos confianza con ellos”, aclara Antonio en el trayecto. Efectivamente, el trato es familiar: a la mañana siguiente, en el desayuno, están calientes, en mi mesa, mis tortitas preferidas… Al despedirme, les digo que espero regresar pronto a Martil: Inshalá, me responden con una sonrisa. Y yo repito para mis adentros, deseándolo hasta el fondo: Inshalá, quiera Alá, o el Dios de los cristianos…, que viene a ser lo mismo. A.G.C.
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Conversación con Antonio Reigosa Paula Carballeira Escritora, narradora y actriz
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Antonio Reigosa (Zoñán, Mondoñedo, 1958), trabaja en el Museo Provincial de Lugo y es coordinador de contenidos de la página web “Galicia encantada” (www.galiciaencantada.com). Cofundador de “Chaira”, grupo de Investigación Etnográfica, participó en campañas de recogida de literatura oral en ayuntamientos de la provincia de Lugo. Es conferenciante y colaborador de diversos medios de comunicación y revistas especializadas y tiene en su haber trabajos de divulgación relacionados con la historia, el arte, la etnografía, la mitología popular y la literatura oral. Es coautor, con Xosé Miranda y Xoán Ramiro Cuba, del Diccionario dos seres míticos galegos
(Edicións Xerais, 1998) y de los veinte volúmenes de cuentos de la colección Cabalo Buligán de Edicións Xerais, recogidos de la tradición oral. Con Xosé Miranda, es coautor de los volúmenes Contos Colorados. Narracións eróticas da tradición oral galega (Xerais, 2000), Pequena mitoloxía de Galicia (Xerais, 2001), Cando os animais falaban (Xerais, 2002), Arrepíos e outros medos (Xerais, 2002), y Antoloxía do conto galego de tradición oral (Xerais, 2002). Como autor de literatura infantil, ha recibido el Premio Merlín en 1998 por Memorias de un raposo, y el Premio Raíña Lupa por Resalgario en 2001, entre otros.
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¿En qué actividades relacionadas con la tradición oral está trabajando en este momento? Desde la vocalía de Literatura Oral de la Asociación de Escritores en Lingua Galega (AELG), estamos llevando adelante un proyecto que se denomina Polafías y que está dando muy buenos resultados. En el año 2007 se desarrolló en cuatro lugares (Serra de Outes, Mondoñedo, Vilar de Santos y Cerdedo), y en el 2008 en Riotorto, Friol y Vilamartín de Valdeorras. Las polafías son reuniones de carácter festivo en las que la literatura de tradición oral es la protagonista, sea contada, recitada o cantada, y en las que participan cantadores y contadores tradicionales, no profesionales. En breve podremos ver en la web de la AELG algunos resultados más. Objetivamente, tanto por la gran asistencia de público como por la enorme implicación en la organización de colectivos culturales y personas de cada lugar, tenemos que decir que los resultados son muy alentadores. ¿Qué importancia tiene la recogida de cuentos de tradición oral? Recoger es imprescindible para saber, conocer y reconocer a los informantes o portadores. Recoger es imprescindible para garantizar la conservación del patrimonio inmaterial, tan delicado y frágil, para documentarlo y para ponerlo en el mundo.
¿Por qué una página web dedicada a la tradición oral? Hay muchos motivos por los que me decidí a hacer la web de Galicia Encantada (www.galiciaencantada.com) y no me caben todos en una respuesta. Los principales serían dar a conocer entre los gallegos y gallegas un patrimonio margi-
www.galiciaencantada.com
nace por varios motivos, entre los cuales dar a conocer entre los gallegos y gallegas un patrimonio marginal, desprestigiado. Las sociedades sensibles con su patrimonio inmaterial lo estudian y lo conservan, destinando para ello recursos públicos importantes.
nal, desprestigiado y casi olvidado por estar asociado al pasado de las clases sociales más humildes. Las sociedades sensibles con su patrimonio inmaterial lo estudian y lo conservan, destinando para ello recursos públicos importantes. La web no pretende ni puede sustituir las obligaciones de la administración pública, pero sí llamarle la atención y sugerirle algún camino posible. Otro
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motivo no menos importante es demostrar que la tecnología está ahí para ayudar a hacer visible nuestra cultura, incluso la tradicional, en el resto del mundo.
ar en forma de espectáculos, con lo que entendemos por tradición como comunicación del saber de los antepasados. Son dos ámbitos diferentes, bien diferenciados, pero no tienen porque ser antagónicos.
¿Cómo vive la tradición oral en el siglo XXI?
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La oralidad como forma de comunicación no corre peligro de desaparecer, o eso creo. Lo que puede desaparecer es el patrimonio que depende exclusivamente de la oralidad para sobrevivir: la literatura, la transmisión de conocimientos, de oficios o técnicas a punto de extinguirse. Hay que insistir en la idea de la oralidad como soporte de cultura digna y moderna. ¿Somos conscientes de nuestra tradición? Creo que no. La modernidad desprecia la tradición y los modernos no se dan cuenta de que para ser moderno hay que revisar, recrear constantemente el pasado. Si conociésemos mejor nuestro pasado sin renegar de él, estoy convencido de que estaríamos en mejores condiciones para, cuando menos, saber adónde queremos ir. Con la profesionalización de la narración oral puede parecer que la tradición oral vuelve a recuperar su poder de explicar el mundo por medio de la palabra, de la fabulación. ¿Es eso cierto? Yo creo que no hay que confundir las propuestas que se fijan en la tradición oral para crear o recre-
El narrador profesional, como es lógico, elabora un repertorio para un público sin reparar necesariamente en la fuente oral, escrita o virtual. Crea espectáculos públicos, y se sirve de la palabra como puede hacerlo un cantante de cualquier estilo. El narrador tradicional tiene referentes tradicionales, reproduce y transmite lo aprendido casi exclusivamente por vía oral, y, lo que es más importante, con las lógicas excepciones, su auditorio forma parte de la cadena generacional. ¿Desconocen los profesionales de la narración oral buena parte de su tradición oral? Hay de todo, pero abundan los que desconocen su tradición. Hay cierta tendencia al exotismo sin haber viajado nunca por los alrededores. También es verdad que no sobran las publicaciones, estudios e investigaciones sobre literatura oral. ¿Piensa que existen diferencias entre los cuentos que cuentan los hombres y los que cuentan las mujeres? ¿Y entre los cuentos que se cuentan cuando hay niñ@s y cuando no l@s hay?
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Tradicionalmente hubo diferencias y todavía las hay. Las mujeres tienen mejor memoria que los hombres y más calma para contar. Los hombres somos más de contar chistes, sucedidos, relatos breves. El auditorio condiciona el repertorio y el lenguaje empleado siempre, sean niños o no, adultos, jóvenes o mayores. En los libros de ficción que escribe, a veces están presentes recursos estilísticos o temas de la tradición oral. ¿Son hermanas a oralidad y la escritura? La primera literatura se transmitió por vía oral. Después, con la escritura, los recursos de transmisión de un texto ya no dependen de la memorización, aunque los temas suelen ser más coincidentes de lo que parece. Yo aprendí a leer con los oídos lo que otros escribían con la boca. Estoy condicionado por ello y me siento más cómodo cuando escribo paseando por las orillas de la oralidad. ¿Qué cuentos cuenta? ¿Cuáles son sus preferidos? Más que contar cuentos, lo que hago es contar la historia de algunos cuentos. De dónde vienen, por qué partes del mundo se sabe de ellos, qué escritores y en qué épocas hicieron uso de sus argumentos y motivos… Los cuentos tienen vida y yo intento dialogar con ellos. P.C.
Los modernos no se dan cuenta de que para serlo hay que revisar, recrear constantemente el pasado. Conocer mejor nuestro pasado sin renegar de él, nos permitiría, cuando menos, saber adónde queremos ir.
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Encuentro con Pep Bruno Roser Ros Pedagoga, narradora y escritora
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Hoy entrevistamos a Pep Bruno, un cuentista y escritor nacido en Barcelona, en 1971, que vive en Guadalajara desde hace 30 años y acaba de ganar el IV Concurso Internacional de Álbum Ilustrado Biblioteca del Cabildo de Gran Canaria, que edita Edelvives.
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¿Qué te consideras más: narrador, escritor, editor?
¿Cómo te sitúas tú dentro del colectivo de neonarradores de España?
Es como si me preguntaras qué me siento más: padre, amante o hijo. No veo que sea incompatible ser las tres cosas y sentirse las tres cosas. Es verdad que desde bien pequeño tenía claro que quería escribir, y esta vocación por la escritura me llevó al placer de la lectura y al gusto por las historias. Así pues, primero fui escritor.
Yo diría que pertenezco a una segunda generación, la de los que empezamos a contar y a cobrar por ello a principios de los noventa. Antes que nosotros hubo precursores como Vicent Cortés, Estrella Ortiz, etc. No eran muchos, pero fueron capaces de ir abriendo espacios en los que la na-
Luego vino la narración oral. Ya en casa había tenido un maestro que no sabía que lo era, mi padre, un estupendo charlatán, un narrador espontáneo. Pero fue Guadalajara y su tierra abonada de palabras dichas la que me empujó a contar e hizo de ello mi oficio. Guadalajara, con Blanca Calvo, Estrella Ortiz, el Seminario de Literatura y la Biblioteca Pública del Estado a la cabeza, claro. De modo que luego vino la oralidad. Y fue para quedarse, sin duda, porque si en verdad me siento algo es cuentista. Soy cuentista y vivo de contar cuentos. No puedo imaginar un oficio que me haga más feliz.
Entre los profesionales se da una continua búsqueda de la propia voz. Lo que realmente da valor a lo que hacemos es la honradez: nuestra palabra se llena de sentido cuando es verdad.
Y finalmente fue la edición. Pero crear una editorial y ser editor ha sido más bien una necesidad: Palabras del Candil nace cuando descubres que no hay ninguna editorial interesada en publicar libros de y para narradores orales, de y para los amantes de los cuentos y de contar cuentos. Disfruto mucho editando, y también aprendo mucho. Pero creo que, en puridad, no me siento editor, sino un cuentista que edita los libros que le gustaría leer.
rración oral como oficio pudo desarrollarse. Luego vinimos nosotros (pienso en Félix y Pablo Albo, en Paula Carballeira, Cristina Verbena, etc.) y no sólo encontramos lugares para contar, sino que también tuvimos modelos en los que apoyarnos para comenzar nuestra andadura en este oficio que, por aquel entonces, era casi secreto. ¿Qué tendencias, a tu parecer, se dibujan en la neonarración española actual? Yo diría que no hay escuelas definidas. Pienso que entre los profesionales se da una continua
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Oralidad y escritura son dos territorios diferentes. A veces hay puentes entre ambos pero utilizan recursos diferentes, suceden en espacios distintos, su pervivencia en el tiempo es también diferente.
comparten paisajes, pero son territorios distintos: utilizan recursos diferentes, suceden en espacios distintos, su pervivencia en el tiempo es también diferente, la relación escritor-lector y narrador-público es muy distinta. Desde luego el Pep escritor es distinto al Pep cuentista, y aunque a veces haya textos que se manejan bien en los dos espacios (escrito-oral), yo los percibo de muy distinta manera dependiendo desde la orilla en la que me encuentre.
búsqueda de la propia voz: los hay que cuentan con objetos, los hay que buscan su estilo en la oralidad más o menos gestual, los hay que se apoyan en libros ilustrados… Creo que no es esto lo que más importa. Lo que realmente da valor a lo que hacemos es la honradez: nuestra palabra se llena de sentido cuando es verdad. Y para que sea verdad nosotros tenemos que ser honrados: no puedes engañar contando cuentos, porque se nota. Contar es contarse. Y si lo que haces es mentira (porque no quieres contarte) las palabras son papel en blanco, son hojas muertas, son aliento huero. Así pues, partiendo de la simple premisa de que contar es contarse, creo que lo importante no es tanto cómo cuentes sino que hayas llegado a esa forma de contar desde la propia búsqueda, desde la reflexión, y sobre todo, desde la verdad.
¿Cuáles son las relaciones (o las fronteras) entre el teatro y la narración oral? Teatro y narración oral pertenecen al ámbito del espectáculo, y dentro de ese ámbito comparten recursos (escenarios, disposición del público, iluminación, etc.), pero luego cada uno tiene sus propias herramientas para desarrollarse. No es lo mismo ser Hamlet que contar Hamlet. Creo que la confusión entre narración oral y teatro es absurda, las líneas que las diferencian son bien claras. Una cosa es contar y otra es actuar, lo veo tan claro desde hace años que no entiendo a los que continúan con este debate. Conozco a buenos actores que también son buenos narradores, no sé qué problema hay si se conocen los diferentes rudimentos de cada oficio. Para mí un claro ejemplo es Paula Carballeira, excelente actriz y cuentista excelente.
¿Cuáles son las relaciones (o las fronteras) entre la narración oral y la escritura?
¿Cómo se deviene narrador oral?
Oralidad y escritura son dos territorios diferentes. A veces hay puentes entre ambos, a veces
Es un asunto complejo. Creo que no eres tú quién elige el oficio, es más bien al revés: los
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cuentos te eligen. Pienso que como en todo oficio artístico, además de conocer unas herramientas, debes tener unas aptitudes. Conozco a gente con mucho interés por contar, que asiste a muchos cursos y se esfuerza mucho pero no cuenta con las aptitudes imprescindibles para manejarse en el territorio de la oralidad, al menos no profesionalmente. Todo el mundo puede (y debe) contar cuentos, pero no todo el mundo puede vivir de ello. Además, como no hay un itinerario más o menos consensuado para la formación, sucede que los caminos por los que se llega a la narración oral son muy variados. En mi caso, como dije anteriormente, gran culpa de ello la tuvo Guadalajara y toda la gente apasionada por los cuentos que allí vive. ¿Qué constituye tu repertorio a la hora de contar: cuento popular, cuentos de autor? En esto también voy trazando mi camino. Comencé contando mis propios cuentos, pero con el paso de los años son cada vez menos los cuentos que yo escribo para contar y más otros textos de los que me nutro. En la actualidad, y creo que en gran parte por culpa de la editorial, estoy ampliando mi repertorio con un montón de cuentos tradicionales. Y dentro de los cuentos para niños, también utilizo muchos cuentos de autor: no suelo contar cuentos que los niños no puedan encontrar publicados, por si quieren acercarse después al libro. Sí, estas son las tres vías que uso para mi repertorio: los textos que creo (tanto de
forma oral como escrita), los textos tradicionales y los cuentos de otros autores. ¿Siempre cuentas cuentos o utilizas otros elementos narrativos? Siempre y sólo cuento cuentos, no sé hacer otra cosa, aunque en algunos casos sean cuentos cantados o en verso o retahílas… Sólo cuento cuentos, mi herramienta fundamental es la voz, como mucho puedo apoyarme en la ilustración, pero lo único verdaderamente importante para mi trabajo, lo único que verdaderamente me ocupa y preocupa, es la palabra dicha. TgRa.9 | 33
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Canto de la Casa
Nanareei tü araurakan Nanükü keeti shiañunya watta mmokarü Karu eepe kunuun, Karu eepe yakua Karu eepe keetar Mou mmokarü tü Maaneichaa jou’tei wüinpümüin Mana joukai, mana mayikiichon Chakaeei niá nuyapaí napüito weí wata Aka watta nunakaí Watta karu paraakarü Chakaeei niá nawiitaí mané mmokarü Nayeei kaaya keikan amo nükeichikan Aka keetar, nawiitaí pe keetar Maaneichaa shüüwüin pürü paraakarü Mana jou’tei wüinpümüin Muliashi na’in nüütoí Aka nnawa nüütoí No’uí wattayü mane ntunachaa Keeti yee mpi ouparaayü Natairai ntunachaa Aka nütü amo nüütoimi nüeikan
Esto cuentan los ancianos. Dicen que vivían los añú en una lejana tierra donde no había árboles, donde no había sombra, donde no había nada de nada. Tierra mala era esta. Sólo el viento del norte soplando. Una mañana, un joven quiso reclamar ayuda al padre para todos. Entonces se fue lejos lejos, en el mar quería encontrar otra tierra, pasó muchos soles con sus lunas pero nada. No encontró nada. Sólo el agua salada del mar. Sólo el viento del norte, soplando, sufriendo en su corazón, regresó. Y en su regreso, vio de lejos un ramito, que se mecía en el mar. Lo levantó y con él regresó al lugar de sus padres.
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cuentos Nota del transcriptor: El Canto de la Casa me lo cantó Isabelita Rodríguez de La Ponchera en la Laguna de Sinamaica. Ella murió en 1990. Mientras que El Canto del Taata (Ta'tüi) me lo narró Alberto Sánchez de Puerto Cuervito en la misma Laguna. El tío Alberto murió en 1997. Ambos cantos fueron transcritos al añú por mí, pero El Canto del Taata fue una versión no cantada y me la dijo solamente en español, pues ya el tío Alberto no hablaba la lengua, así que la versión en lengua la hice yo y fue finalmente corregida por Josefita Medina (anciana que junto a Guardina y Kapajana fueron mis maestros en lengua añú; todos han fallecido)..
Jürüko naintaü chiki niá Nüiki pe nookoti pe niá Maaneichaa ntunachaa Jürüko nüliarü na’in Nanakaru natümaí Kaaya muliashi na’in keeti jürüko Ntunachaa napüttü naürí Ntunachaa aponei niá ouparaayü Aka manakai, mana ai Nayou inkii kunuunkarü Jürümi kunuun eei kaaya aküürü Kaaya walua, kaaya keiwi Kaaya morena, kaaya aronna Kaaya kamaronna, kaaya aküürü Jürüko akamü kunuunkarü Jürüko nanauna ouparaa chiki Aka pürü kunuuntá Nanawiita ía nanawanna Nanayakua nanaküürü Aa nanapotoí Aka jmaayinkii Yeí apañakai
Todos lo rodearon, él no dijo palabra sólo el ramito. Todos, tristes en sus corazones, se fueron a dormir. Mucho más triste que todos lanzó el ramito y el ramito se plantó en la orilla del mar. Entonces, en un día y una noche, crece un árbol grande. Dentro hay muchos animales para comer, mucha babilla, mucho caimán, mucho pato, mucha garza, mucho camarón, mucho alimento. Todos hicieron como el árbol, se fueron a la orilla y de sus bosques buscaban el abrigo, la sombra, la comida. Allí se quedaron. El joven, entonces, fue la mano de la casa.
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Areei ta’tucha
Canto del abuelito
Jmüiwo Taata araurakai watta Tüyücha maleeiwa Nüeintatü jarüpi washakan Ouparaayü Aka, jarüpi neinta washá Jürüko añunkan Nairapü namo nü Aka Ounü mmokarü Namo pupiña Aka Anii aye keetar añunkan ouyapeyatü nü - taata, wachaka weküi washá - ajá, jachaka ekaa washá já? anii na ayé – nünükü. Wakay Jürüko aaito Eerü kaaya washá Aka Ta´tucha noueiiatü Noueeii ¡FUUUIIIISSSS! Aka jürüko oumotoroü wuinkarü Nüma ein Washá uuya karooya Wa’in üroukarü Namo eiikarü maleeiwa Wekaa
Antaño abuelo era uno muy viejo abuelito de la tierra y la lluvia. Llegaba cuando las yaguazas aparecían desde el mar. Entonces, cuando llegaban las yaguazas toda la gente lo soñaba, y él emerge de la tierra con su casa. Entonces, he aquí que la gente le pide: —Abuelo, queremos comer yaguaza —Sí, ¿quieren comer yaguaza? Helas aquí –decía. De repente, todo el cielo se llena de muchas yaguazas. Entonces, abuelito soplaba su soplo: ¡FUUUIIIISSSS! y todas se desploman al agua como lluvia. Tormenta de yaguazas en el lugar de los espejos. Nuestro corazón celebra con el soplo de Dios. Comeremos…
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Nunüiki Wayuu
Palabra Wayuu
Ja’alia piá stuma ee akumüjüin sa’alain Pa’anapala tüü pünüiki paáshajkat Pa’anapala tüü püshein punainkat Pa’anatü-tü pukúwaipakat Pa’anapala tüü mmakat eepunaakai piá Wayuu piá, paashajaa wayunaiki Wayuu piá, kashe’in piá sushe’in wayuu Wayuu piá, püshata skuwa’ipala wayuu Wayuu piá, suúmain wayuu tüü puumainkat Nojot punjulüin wayuuin piá Aká ja’ayain sünain pu’upúnaa shia Jamakuwa’ipat pütüma pi’iratüin Pushá, pütá, piólojo. Ja’itaichi jamatatawalain pia shi’iree Pi’irateeinpa’in Jaitairu punjulüin tüü punjuleekat Ayatüshi wayuuin piá soukai
Cuidado con las falsedades. La lengua que hablas es prestada. El vestido que llevas es prestado. Tus costumbres son prestadas. Y hasta la tierra que habitas es prestada. Eres wayuu, habla tu lengua. Eres wayuu, viste tu traje. Eres wayuu, sigue tus costumbres. Eres wayuu, tu tierra es la wayuu. No puedes negar lo que eres. Tu rostro te denuncia, dice lo que eres. De ninguna manera puedes cambiar Ni tu sangre, ni tu piel, ni tu raza, aunque tengas los trajes mas extraños y quieras cambiar tu corazón. Aunque quieras ocultar lo más oculto será wayuu todo el tiempo.
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Runa Mula Cucha del Águila
Siempre me gustaron los cuentos. Tal vez porque nací en la selva, allí donde todo suena. Como dice el poeta César Calvo1:
Suenan los vegetales, los peces, las aves, las culebras y víboras, los insectos…tantos y tantos animales que han aprendido a hablar y pensar… Pero más que nada suenan: 38 | TgRa.9
Los pasos de los animales, los pasos de las piedras, los pasos de los vegetales y las cosas que cada humano ha sido. Todo eso suena en la selva… Y en la noche de la selva dentro de uno mismo, suenan los recuerdos, lo que uno ha escuchado a lo largo de la vida: bailes y pífanos, promesas y mentiras, miedos y confesiones, y alaridos de guerra y gemidos de amor.
Me gustaron los cuentos tal vez por culpa de mi abuelo, de mis abuelas, de mis tías, de mi madre. Ellos, a las orillas del río donde vivíamos, en las tardes luminosas y rojizas, a la hora en que todos los bichos comienzan a alborotarse, en ese mismo momento, encendían con sus palabras la pantalla que mis hermanos y mis primos llevábamos dentro. Y los relatos que siempre volvían eran los del Ayaymama, dos niños abandonados que se convirtieron en pájaros; los del Chullachaqui, un ser protector de los bosques con una pierna más corta que la otra; los de misterios de la planta sagrada del Ayahuasca; los de Yacuruna, la gente que vive bajo el agua; y los de la Runa Mula , mujer centauro... Estos y otros relatos habitan en mi memoria y a veces vuelven, no siempre como me los contaron, sino como yo los recuerdo.
Todo eso suena en la selva, todo eso y mucho más, porque en la selva …hasta el silencio suena.
1 Calvo, César (1940-2000). Poeta y escritor amazónico. Autor del libro Las tres Mitades de Ino Moxo y otros brujos de la Amazonía. Proceso Editores y Gráfica Labor, 1981.
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El relato En los pueblos de la selva amazónica se cuenta que la mujer que seduce y hace el amor con curas, hombres casados, el esposo de su mejor amiga y hasta su hermano, está maldita. En las noches de luna llena se transforma en centauro hembra, en Runa Mula, mitad mujer y mitad caballo.
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Esas noches la Runa Mula sale a cabalgar frenética mientras el demonio galopa sobre ella. Esas mismas noches, aquellos que se han sentido engañados y aquellas que se han sentido traicionadas, hombres y mujeres despechados, la esperan al acecho hasta que ella pase. Cuando La Runa Mula pasa galopando, le lanzan piedras, la golpean con ramas y garrotes. Al día siguiente, ella amanece adolorida y con heridas. Ella no sabe por qué. La gente del pueblo, sí. Pero lo que la gente no sabe es que la Runa Mula, en las noches de luna llena, luego de galopar, salta muy alto y con sus propias manos arranca la luna. La verdadera luna. Y luego la pasea por los cinco rincones de la tierra.
Porque hay lugares sin luz ni luna, ella... les presta la suya. La gente tampoco sabe que, en las noches de luna llena, ella, vestida de novia, se va hasta un embarcadero. Allí, donde llegan y desde donde parten todas las canoas a surcar los caminos de la vida. Allí, vestida de novia, ella espera al dueño de aquella canoa que le hará cruzar a la otra orilla. La gente maldice a la Runa Mula. Ella no se sabe Runa Mula. Ella se sabe amante, poeta, soñadora, compañera eterna de los que transitan los senderos infinitos del amor.
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Nota de la autora En la selva existen muchas versiones que hablan de la Runa Mula. Suele ser aquella mujer del pueblo que es considerada como una persona de mala reputación porque que se ha enamorado de un hombre prohibido; por eso sufre una maldición. En las noches de luna llena, se transforma en mujer centauro, en RUNA MULA (del quechua RUNA, que significa hombre o mujer, y MULA, animal). En un pueblo siempre habrá una vecina, una joven, una mujer viuda o una divorciada que es acusada de ser Runa Mula. La única que no lo sabe es ella, porque lo que para algunos es pecado, para ella es amor y osadía. Siempre será
una mujer de la que se habla mucho y a quien se margina. En mi pueblo, mis abuelas y mis tías siempre me contaron historias de la Runa Mula. Esta versión nació con la música de Tavo Castillo y los cuadros del pintor amazónico Gino Ceccarelli, como homenaje y redención para las Runas Mulas. Se encuentra en un libro del que soy autora: No se acaban las palabras (2002), y en el CD Ayahuasca–Viaje de Curación (2003). Después de cada espectáculo en donde cuento este relato siempre se me acerca una mujer o dos, a veces más, jóvenes o viejas, ricas o pobres, y me dicen al oído: “Yo soy una runamula”. Y se van ligeras... Muchos hombres de las grandes ciudades sueñan hoy con encontrar a esa Mujer de la Selva. Ella es el mito, el fantasma de los que visitan esas tierras, donde se habla cantando y también bailando.
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Cuentos y relatos de Andalucía y Marruecos Ana G. Castellano Narradora y escritora
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Cuentos y relatos de Andalucía y Marruecos Alfar-Ixbilia 2006 (ed. bilingüe)
Antonio Reyes Ruiz (ed.)
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Al inicio del libro podemos leer la advertencia: “Este libro es el resultado de la participación de escritores españoles y marroquíes en las actividades desarrolladas por el Centro Cultural “Al Andalus” de Martil (Tetuán) durante los años 2004 a 2006.“ Esta nota del editor nos pone sobre la pista de lo que vamos a encontrarnos en sus páginas. Entre el 2004 y el 2006, el Centro “Al Andalus” de Martil (Tetuán) ha acogido autores de uno y otro lado del Estrecho, que se han detenido en este pequeño oasis literario para compartir sus ideas y sus cuentos. El libro recopila sus relatos en los dos idiomas que conviven en el Centro: árabe y castellano. En su introducción, Rachid Barun nos invita a leerlo con estas palabras: “¡Dime quiénes son tus invitados y te diré quién eres!“. Y a renglón seguido vemos que los invitados del libro son amigos como Mohammed Bariz, Eliacer Cansino, Rabia Rayhane, Lola López Enamorado, Reduán Aisatin, Latifa Baka, Mohammed Anakkar, Antonio Rodríguez Almodóvar, Mohammed Hammú, Agderrahim Mudem o el propio Antonio Reyes… En tal reunión, podemos adivinar que encontraremos cuentos literarios de realismo descarnado, como “Ice cream”, de Latifa Baka (donde el recuerdo del padre, “un buen musulmán que bebía vino”, nos hace viajar por las calles de su ciudad
marroquí, y los recuerdos de infancia), “Operación de infiltración”, de Mohammed Anakkar, o “Matagatos”, de Eliacer Cansino. Otros de corte surrealista, como “Observaciones sobre las puertas”, de Anis Rafli o “Jamón en escabeche”, de Hipólito G. Navarro, que, sorprendentemente, nos dejan un regusto incierto a Cortázar… Pero también están la voluptuosidad y la crueldad, trenzadas en un tapiz oriental, como en el cuento de Bensálem Himmich: “La sultana señora de todos”. Y en “El cuadro de Choukri”, de Antonio Reyes, he visitado paisajes sórdidos, que me han traído imágenes de algún cuento del libro “Cuentos ciertos e inciertos”, de Naguib Mahfuz; a la vez, su recorrido me transportaba a al misterio inquietante de “El retrato de Dorian Gray”, de Wilde. De esta mezcla nace un relato exquisito, homenaje a Mohammed Choukri, un canto a la vida de este autor, atormentada y libre de cualquier atadura social… Sólo que aquí, Antonio Reyes, al contrario que Wilde, decide dar al protagonista una segunda oportunidad: el amor aún es posible cuando uno escapa de su propia imagen… Y por último, en esta edición no podían faltar cuentos de la tradición oral más pura, reconstruidos por el hábil verbo de Antonio Rodríguez Al-
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modóvar, que trae —¡cómo no!—, “La mata de albahaca” para recordarnos que la picardía masculina y femenina son patrimonio universal. Y el misterio, la sombra, lo oscuro, vienen retratados por Lola López Enamorado, en el cuento ”La extraña historia de Abdallah, el comerciante, y su sirvienta negra”. En él podemos ver sin tapujos que la tradición oral marroquí recoge también, en sus relatos, la simbología del mal en un imaginario sexista y racista: la misteriosa criada negra que devora ratas, hasta que la señora descubre que se trata de un ser maligno en forma de serpiente... (¿alguna referencia concomitante con la famosa serie “V” de los ochenta?). Y Mohammed Bariz, el narrador oral de la Yemá El-F´ná, deja en el libro, por escrito, algunas de sus perlas —en este caso perlas negras sobre blanco— de tradición oral, con el título: “Cuentos orales en la Plaza Yemá El-F´ná”. Ahí encontramos clásicos como “El rey al-mutamid y el halcón rubio”, “El león, el lobo y el asno”, tan difundido en las fábulas occidentales (entre otros, recogido por el arcipreste de Hita en el Libro de buen amor), y algunos otros que el mismo Bariz ha recogido en su viaje a Francia. Tampoco falta Mohammed Hammú, con historias que le hemos escuchado de viva voz, como “Los tres hijos y el tesoro”. En definitiva, que este libro, Cuentos y relatos de Andalucía y Marruecos, constituye un referente de la narración hispano marroquí, porque así lo concibió el Centro Al Andalus, donde se dieron cita todos sus autores a lo largo de dos años. Y porque, como dice Rachid Barhún en su intro-
ducción, “a través del cuento, el mar Mediterráneo deja de ser una mera frontera marítima, riqueza piscícola y punto de tensión geoestratégico, convirtiéndose en un espacio donde habitan leyendas, cuentos y sueños, y en un mar que une y no separa. Los narradores lo cruzan sin necesidad de acudir a los hipócritas cónsules. Les basta con ser acogidos por un lector en una sesión de lectura, en un espacio como Al Andalus”. Y yo añado: o en una velada de narración oral, en torno a un humeante té con hierbabuena. A.G.C.
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7 llaves de cuento Marta Cardona Calvo Periodista
7 llaves de cuento es un libro que contiene una pequeña colección de cuentos originales dirigidos al público infantil, pero igual de interesantes para los adultos. Si nos adentramos en su lectura, encontraremos divertidos cuentos populares e historietas con animales como protagonistas. Se trata de cuentos formulísticos de tradición oral que se iban transmitiendo de generación a generación, y que hoy en día siguen cautivando por su magia. Escritos con la misma estructura poética que la de los cancioneros tradicionales, dirige al espectador hacia una lectura entretenida y amena. TgRa.9 | 45
El libro está distribuido en capítulos que son, a la vez, cada una de las siete llaves. Encontraremos en cada uno de ellos tres cuentos con las estructuras poéticas siguientes: verso y estribillo, enumeraciones, encadenados, adición y sustracción, diálogos, pareados y aleluyas, y finalmente romancillos.
7 Llaves de cuento Antonio Rubio Ilustraciones de Violeta Lopiz
Kalandraka 2008
Estos cuentos son recomendables para niños y niñas que empiezan a adentrase en el mundo de la literatura. Su estructura en forma de piezas de rompecabezas estimula al niño y le ayuda a desarrollar la mente. Son importantes porque resultan ordenados, desarrollan la memoria y educan musicalmente el oído. Constituyen una buena vía para que aprendan nuevo vocabulario, formas, animales y objetos. M.C.C.
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Boletín de suscripción a la revista Tantágora Nombre y Apellidos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Organismo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Dirección . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Ciudad . . . . . . . . . . . . . . . Distrito Postal . . . . . . . . . . . . . . . . País . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Teléfono . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Fax . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . e-mail . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Deseo suscribirme a la Revista Tantágora: Por 2 números (1 año)
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