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LA VIDA, fuente inagotable de experiencias de aprendizaje C
ada acción que emprendemos tiene un objetivo, y por lo general tenemos claro lo que deseamos lograr. En el área educativa, quienes destinan años enteros a prepararse y estudiar lo hacen con la clara idea de lograr un futuro mejor.
En ese sentido, la decisión de un joven de continuar con su formación universitaria es algo que a simple vista tiene efectos fuertes sobre la familia y sobre el porvenir del profesional en formación, pero en realidad cada egresado tiene el potencial para beneficiar a una gran cantidad de personas y a la sociedad en general. Algunos favorecerán a sus compañeros en empresas; otros, a sus pacientes, y otros más, a sus alumnos, pero todos tendrán un impacto benéfico en la búsqueda de una sociedad que brinde más y mejores oportunidades a su población, así como una mejor calidad de vida.
Las instituciones educativas deben imponerse como objetivo preparar a los futuros profesionales a través de programas actuales y pertinentes, docentes capacitados y comprometidos, así como métodos adecuados. Por su parte, los profesores enfocan sus esfuerzos en que sus alumnos aprendan, y por ello se preparan leyendo textos apropiados, plasman sus experiencias en documentos, planean mejores maneras de abordar los temas, indagan qué libros deberán leer sus alumnos, y diseñan una gran diversidad de actividades dirigidas a lograr los objetivos planteados, con la finalidad de brindar la mayor cantidad posible de experiencias de aprendizaje.
Sin embargo, ocurre con frecuencia que los docentes olvidamos que las personas aprendemos todo el día y de todas las experiencias que nos ocurren, lo que nos lleva a cometer el error de limitar el aprendizaje a escenarios educativos como el salón de clases, el laboratorio o la biblioteca, o en las actividades que hemos asignado. Efectivamente, es imposible tener un control de experiencias personales las 24 horas del día, pero podemos lograr que nuestros alumnos aprendan a aprender, que su aprendizaje se dé en todo momento, y para ello se requiere un ejercicio de reflexión, además de disciplina para desarrollar el hábito de aprender a lo largo de la vida.
Necesitamos profesionales completos, capaces de ver por el bien de todos, y conscientes de que sus decisiones tienen efectos en la sociedad, por lo que deben poner sus dones y capacidades al servicio de la comunidad. Debemos aprovechar el tiempo para que el paso de los estudiantes por las aulas propicie el acercamiento a realidades distintas a las que están habituados, y que les permitan identificar problemas que aquejan a otras áreas de la sociedad.
Por ello, debemos considerar la formación integral de los alumnos y no solo prepararlos en un área específica, sino acercarlos a la realidad de otras personas. Ciertamente, se requiere formar jóvenes competitivos, pero es necesario que su formación esté asentada en valores humanos. e.zorrero@edu.uag.mx