Cuadragésimo número

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CUADRAGÉSIMO NÚMERO | JULIO 2016

ASÍ VIVIMOS ASÍ GRITAMOS

OXLO


Revista: Así Vivimos y Así Gritamos

Autores: Carlos Esteban González, Eduardo Gutiérrez Gutiérrez, Ernesto Rodríguez Vicente, Oliver Marcos Fernández, David Álvarez García, Lorenzo Asensio Jambrina y Jorge Pérez Olmos. Colaboradores: Rodrigo Roig Herrero y Sofía Esteban Moreno (fotografía en p. 13).

Julio del 2016 Nº 40

Edición: Carlos Esteban González Portada: Carlos Esteban González. La dificultad de mi mirar. Ceras de colores, pinturas de madera y lápiz sobre folio.

Encuéntranos en nuestra página web: www.revistaasigritamos.blogspot.com.es Desde ella también puedes descargarte tu ejemplar. Para cualquier tipo de acercamiento, o si quieres pasar a formar parte de nuestra revista como colaborador, estaremos esperándote en nuestra cuenta de correo: revistasigritamos@gmail.com. La distribución de esta revista se realiza de forma gratuita a través de estos dos medios de contacto. De igual manera nos podéis encontrar en nuestra nueva página de Facebook https://www.facebook.com/revistasigritamos.

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Índice:

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Agujas……………..………….…………..………………………………………............................................ 4 Metavida……………………….……………..….…………………………...….....…................................... 6 Prefacio a Poemas de Manicomio….……..…………………………............................................ 7 Odiseo………………………………………………………………........................................................... 8 Varios Poemas…..………………...…………………………………………………………………………………… 9 Abismo sin fondo (1)…………………………………………………………………………………………………. 12 Del pensar al hacer…………………………………………………………………………………………………… 14

Secciones

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Tren de sombras……………………………………………………………………………………………………….. 16 Música............................................................................................................................ 18

Nota del Editor

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Parece reseñable que una de las lecturas más evidentes de aquello que nos acontece sea que existen dos ámbitos diferenciados para lo político. En el espacio público, el que ocupamos todos, surgen una serie de relaciones que alojan una forma de actuar en común que es esencialmente política. Junto a aquellos con los que vivo, más allá del ámbito privado que constituye mi hogar, construyo una serie de relaciones diferentes a aquellas basadas en los vínculos afectivos, que surgen cuando estoy en la mera compañía de los otros; ni a favor, ni en contra, sólo con ellos. Este ámbito es el que todos nosotros conocemos, el que algunos llaman barrio, otros trabajo y otros colegio. En este ámbito nuestro poder se basa en nuestras interacciones directas y en los efectos indirectos de éstas. Cambiar algo de este ámbito es relativamente posible y relativamente sencillo, aunque predecir un cambio, la mayoría de las veces, es algo llanamente imposible. Diferente a este ámbito, tanto que pudiera parecer completamente desconectado de aquel que nos es familiar, surge el ámbito de la política institucional. Esta política, que encarniza a algunos adultos en los bares y aburre sin cuartel a demasiados infantes en los telediarios, tiene una influencia sin igual sobre el ámbito público que antes señalaba. Sin embargo, parece que los agentes de ese ámbito, nosotros, hemos construido tanto nuestra vida en oposición a las instituciones que la desconexión es inevitable. Miren los pasados juegos electorales: les ofrecemos primeramente nosotros a ellos un reto institucional, cuya resolución pasaría por representar en las grandes cámaras el crisol público, y ellos nos devuelven “la pelota”, pelota que en el siguiente acontecimiento procedemos a devolverles. No creo que sea una desconexión benigna pero, mientras solucionan su bloqueo, quizá lo mejor sea continuar creciendo al margen; nosotros, a lo nuestro.

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AGUJAS

por Ernesto Rodríguez Vicente El dolor enseñaba que una forma, aunque opaca, puede ser luminosa. L. Cernuda

I Sangran las horas y las heridas pasan como hojas deshechas por un río insalvable. Tiemblan los montes si las hormigas se inquietan y se quiebran las flores porque el suelo se agrieta. Arden las sombras y las luces se hielan, abierto el abismo para salvar lo que queda. Polvo en las olas, espuma en el viento, las ramas que nacen, las hojas que han muerto. Estatuas andantes, hombres varados, tomad del cielo la orilla y en el mar dejad los astros. II No es el mundo lo que gira en torno a mí, sino el más profundo sueño en el que pude despertarme. Mas para qué despertarme si con ciega pasión me siento pleno. Ah, mi ser vulnerable, buscando una común debilidad para poder fortalecerse; ¡ingenuo! Y más que ingenuo, cobarde, cobarde por no asumir que en este infierno el vacío también es un fraude.

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Mas a quién voy a engañar si al final con esto tampoco podré conformarme. III Por el florido laberinto donde el hombre se envenena, rosas malvas y mustias, hojas frías, candentes espinas, espejimos que anegan las sombras de una luz apenas sensible. Por el florido laberinto donde los sueños se encuentran, donde sólo el hombre se envenena porque solo entra y se pierde entre sombras y espinas candentes, quizá por no hallar una rosa malva y mustia, pero sin frío. IV Antes de caer en la profundidad de este negro abismo palpitante, un vigoroso sentimiento anegaba la sencillez de mis pasiones, una dulce caricia de nácar abrazaba mi sueño perfumado, bandadas de cuervos luminosos giraban en torno a mi soledad y la espléndida dama del destino dirigía su inocente mirada hacia un horizonte infinito, embriagando mi espíritu del delicioso néctar de la inmortalidad.

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METAVIDA

por Lorenzo Ko

Nunca fui fan de esos cuentos que hablan de nuestros abuelos y de sus vidas rurales. Me aburrían mortalmente, todo sonaba antiguo y rancio; esa, y no otra, es la palabra: rancio. He reflexionado sobre ello y he llegado a la conclusión de que, probablemente, sea porque quien los contaba era siempre o un anciano o alguien que intentaba emular sus sentimientos de añoranza, como si el recuerdo fuese propio. La repulsión es tan fuerte que se extiende a cualquier relato que hable de pueblos o sus gentes, de iglesias, de huertos y de pastores –es curioso y paradójico, pero los pescadores y su intrínseca paciencia siempre me atrajeron sobremanera–. Siempre detesté leerlos y, cuando mis estudios me lo exigían, sufría horrores para no dejar la historia a la mitad. De igual manera, si un abuelo me contaba sus batallitas asentía aburrido y callaba. Hoy Julia ha conseguido, como siempre hace, destrozar ese muro. Tiene un don para contar historias y no soy capaz de descubrir en qué consiste. Puede contar la anécdota más sencilla y que en sus labios cobre sentido, recitar un poema opaco y llenarlo de sentimientos. Es una pena que Julia no escriba; me encantaría leerla, descubrir si sus manos esconde el mismo tipo de magia que sus labios. Estaba yo estudiando para el último examen del curso y ella, como queriendo distraerme –cosa que acepto de buena gana–, llenaba mi teléfono de mensajes resumiéndome su día. Hacemos una buena dupla: a ella le encanta contar, a mí escuchar. Uno de los mensajes decía lo siguiente: »A que no sabes qué hizo mi abuelo Eliseo? »Su padre murió muy joven y lo enterraron en un pueblo distinto a Cigales, donde murió. Después murió su madre y la enterraron en Cigales. Él fue a la tumba de su padre, la abrió, sacó los huesos, los llevó a Cigales y los puso dentro de la tumba de su madre para que estuviesen juntos. Empecé a escribir este texto con la intención de hacer mía esa historia, de intentar poder captar la belleza de lo que en ella se cuenta, pero no me he visto capaz. El amor de Eliseo y el de su acto se escapan a mi ingenio. Es precioso. No puede decirlo de manera más simple y, aun así, es precioso. Es la misma historia tantas veces repetida en narraciones de la España de nuestros abuelos, pero también es algo más. Para mí, tiene corazón. Y ni siquiera sé si todo el mundo verá del mismo modo mi pasión por las historias de Julia, si ésta depende en parte de mi amistad o si es universal. Sea como sea, si ese mensaje llega a tocar el corazón de alguien como lo ha hecho con el mío, si es capaz de hacer que alguien descubra que esas historietas de viejos, de la Guerra Civil, del régimen franquista, pueden ser bonitas –aunque sea difícil– y no el mismo rollo de siempre, para mí será suficiente.

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PREFACIO A POEMAS DEL MANICOMIO _ por Eduardo Gutiérrez Gutiérrez Bienvenido sea el lector a las memorias del Manicomio, que son las memorias de la derrota. El silencio de dios en la tierra, la revolución de la duda que nunca fue tal. Aquí, en este manicomio que es un desierto (creía necesario decirlo), en este manicomio que es un espejo en el que nadie se quiere mirar por miedo a verse, en este manicomio, decía, repetiánse todos los días every days el tristísimo espectáculo de la rutina. El aburrido acostumbrarse que escribió, creo, el muy señor Eliot. Quince años abandonado a la suerte de los locos, quince años, quince larguísimos años abandonado a la locura, bailando sin cesar el vals de los cuellos degollados; sólo ahora siento todas mis ataduras (Miguel, Miguel Hernández). Amigo lector, quien aquí te habla no soy yo. Quiero decir. Soy yo. Pero soy yo en el manicomio, soy yo siete años más joven (o siete años más viejo, ya no sé). Te habla el lamento de quien no le encuentra sentido a la vida. Te habla la vida misma desesperada por salirse de sí. Te habla el hombre the man que nunca quiso ser hombre, porque no, porque no quiero y porque no me da la gana. Espero que lo entiendas y que leas en consecuencia. En este manicomio que ahora es una espada aprendí que la esperanza es el mal, es vivir con miedo, y que perdida toda esperanza no hay miedo y no hay mal, sólo la no-esperanza que es tranquilidad de espíritu. Penetra en la oscura profundidad de este manicomio que es un desierto (creo que ya lo he dicho) y observa. Observa con los ojos y con los oídos y con la boca, que es como verdaderamente se observa. No pierdas un solo detalle de cuanto aquí (allí) te encuentres, porque en las pequeñas cosas descansa la razón, inútil y putrefacta, de la miseria que me persiguió durante quince larguísimos años. Aun así, los mejores de mi vida.

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ODISEO

por Ollie de Ninfo

Soñando habita el estancado hueco el erizo Sin problema encaramado a la noche y el día Y tiene el mismo latido que el cobre Amarillenta la caída del plumaje de la bahía La colmena suena grave, el zángano no afloja Pero como estos sonidos, son del todo oídos Surge de la vida como el fango que llevaban los huesos En cuerpo primo sabedor del eco del averno Rezuma el calambre, dentro, golpea sincero Surgen del mar 5 amarrados con colas de lagarto azules Surgen y relinchan y el eco se armoniza con estridente Tridente, extiende al viento el poseído del mar El habitante de la tronada La corona en su cabeza engarzada La costumbre de correr mirando a las olas Que hace enloquecer de pasión en forma nueva Y me hace sentir el sostén de la arena, la mirada en la mirada veraz Anúnciame la lava El prestigio de crear la tierra La sombra en la galerna El insecto atrapado, sin daño La peripecia del guerrero en el transcurso de la derrota La desequilibrada suma de acontecimientos Que precipitan a un hombre al fango Al fango, sin alfanje, sin caballo Como es el sentido

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VARIOS POEMAS

por David Álvarez García

I La emoción es la forma el vacío, el contenido. Otros elementos constituyen la realidad de este poema. Quede su importancia, ahora en entredicho. II Todo lo no-vivido persiste en su amarga condición mientras dure la vida en que no se vivió. Seres a quienes he adorado sepultados por sesudos pensamientos sólo en la noche puedo reconocer que os he amado. Caricias engañadas y clasificadas en categorías de dolor y de miedo: todo lo que he tenido lo echaré siempre de menos. Besos abortados en la mente de dios dejadme saborear el sentido de este abstruso olvido que me permita vivir, una noche más. Una noche más, sólo una, –sólo- así lo he querido pues podría haber dormido en los brazos de Afrodita. Ewige Selbstbetrachtung He vivido cuanto recuerdo de toda esta joven vida en la continua confusión: luego, no he vivido mucho mas, de alguna forma extraña siento que lo he vivido todo.

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IV Hemos tomado Decisiones terribles Y ya, nos pesan. V Pequeño poema lisiado que me asaltas al despertar no te quiero aquí atrapado pero por culo me van a dar. VI ¡Qué injusto es el espacio! Demarcando movimientos estableciendo residencias inventando relaciones Príncipe vacío que nunca nos deja haciendo cuanto quiere sin ninguna resistencia disfruta viéndonos llorar y perder pero no nos desea ningún mal. Si por él fuera seríamos todos inmortales hombres, plantas y animales. Todo lo vivo nunca moriría porque el más despreciable afán que alberga el corazón del espacio es dejar de estar “ahí”: y que sólo no-estemos nosotros. En el fondo, muy en el fondo es un hijo de la gran puta: L’existence. VII No tiene que ser grande No tiene que ser hermoso No tiene que ser bueno No tiene que ser auténtico. Tiene que serlo todo.

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VIII Fue imposible llevar a cabo los planes de amistad y compañerismo. Al volver al coche vi como dos momias de edades indeterminables dejaban a sus perros enanos de la mierda olisquear y morder el cadáver de un magnífico ejemplar de halcón. Juro que allí mismo sentí con cada átomo de mi existencia la necesidad de estrangular a aquellos bichos, a los perros y a sus amos, pero en vez de eso subí al coche lanzándoles miradas de energúmeno y me fui. Tenía cosas que hacer en “el campo de la norma” que, desde luego, no hice. Conduje hasta un aparcamiento en un barrio de las afueras donde antaño iba en busca de una mujer a la que creía amar. Curioso modo de expresarse “Creer amar” ¿Acaso se puede amar sin creer en ello? ¿sin el estado mental correspondiente a una creencia a modo de enlace entre sujeto y objeto, o tal vez, en este caso concreto, entre ente y ser? Más bien parece obvio que la única posibilidad real es “creer que se ama”, fuera de la cual solo hay agonía y desasosiego. Jamás la encontré, a la mujer que creía amar. Pero en aquel trágico instante de mi vida confíe con mis últimas fuerzas en que algún benévolo espíritu propiciase el cruce de nuestros caminos para poder así besar los hermosísimos pies de mi amada fantasma. No obstante, tras fumarme un cigarro en el coche, sin llegar a bajarme, arranqué el motor y desaparecí. Es fácil imaginar cómo acabó todo, a fin de cuentas, ¿aquí estoy no? El ritual ¡Por fin en casa! Un olor acre, como del color de un pergamino antiquísimo, me embriaga al cruzar el umbral, lo que me indica que ya es hora de comenzar. Me quito la cazadora mojada y los zapatos chorreantes y, tras secarlos, los guardo en el armario. Conecto los altavoces y selecciono la música que conviene, al volumen que conviene. Tal vez tarareo algo con desenfadado ánimo mientras me lío un cigarro y preparo una infusión incensada. Me abrigo con la sempiterna chaqueta de lana gris y marrón, bordada con motivos montañosos que recuerdan al desierto mexicano, y que siempre uso cuando estoy en casa y hace frío. Me calzo mis igualmente sempiternas pantuflas de cuadros, desvencijadas por el continuo uso a lo largo de incontables años. Empiezo a sentir una calidez familiar que desde hace tiempo es mi única compañía, pero es fugaz y pronto me abandona. En mi estudio todo está tal y como lo dejé: un cenicero más lleno que vacío de colillas junto a una caja de fósforos largos “para cocinar”, los libros que ando leyendo o intentando leer amontonados unos encima de otros, la pluma y el tintero en su funda negra de plástico, el abrecartas y el matasellos bajo el corcho donde clavo con chinchetas de cabeza negra las imágenes, dibujos y fotos que me atraen últimamente, una taza transparente y no muy alta con restos de café con leche y azúcar, y mi cuaderno de tapa blanda y hojas con líneas, no con cuadrículas, sino con simples líneas horizontales, abierto por la primera página. No hay nada escrito, ningún símbolo, grafía o signatura perturba su incomoda sencillez. Lo miro durante unos momentos en estado de hipnótica atracción. La desnuda delectación me impulsa con suavidad y elegancia hacia la silla reclinable que compré hace unos meses. Y muy lentamente, como la idónea preparación para el acto amoroso, todo atención y entrega, comienzo a despertar del trance mientras voy invocando a los espíritus de la soledad con la despreciable esperanza que albergo en lo más hondo de mi pecho, de escribir de una vez por todas las palabras que habrán de velar mi recuerdo cuando mi cuerpo haya desaparecido –solicitándole una prorroga al tiempo. Diez ¿Dónde hemos de buscar los acuíferos del spleen en estos días tan festivos y estivales?

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ABISMO SIN FONDO (1)

por Jorge Pérez Olmos

Como ya sabéis, a veces me divierto, o simplemente paso el rato, cotilleando blogs de países lejanos y traduciéndolos (no sin ayuda del traductor de google), –el juego realmente está en buscarle un mínimo de coherencia al resultado–. Hace poco me encontré esta entrada que es casi una joya, una lección (o quizá una moralina). Aquí os dejo el texto descifrado por mí, espero que os haga pensar. Si hay alguna cosa a la que no encontráis sentido, lo siento, no he sabido hacerlo mejor: http://jösnstrys.blogspot.com.es/qx/june10_8_14/0yd76j.html EL BLOG DE JÖSN

Esta mañana, ordenando el archivo en el que trabajo desde hace meses, encontré una asombrosa coincidencia: Dentro de la sección Diarios –a la que realmente va a parar casi cualquier traza de papel encabezado por una fecha– hallé dos manuscritos muy similares; no en cuanto a caligrafía, pues se notaba a simple vista que cada uno había sido escrito por un sujeto diferente, sino en cuanto a contenido y datación cercana. Los reproduzco a continuación para que entendáis de lo que hablo: Jueves 18 de Abril de 1996 Nada demasiado reseñable para hoy. Gloriosa rutina. Me desperté abrazado a Sofía. El maravilloso olor de su pelo me dio fuerzas para levantarme antes de que sonara el despertador y desactivé mi alarma para que pudiese dormir a gusto sin ser interrumpida. La besé en la frente sin que se despertara y la dejé sobre la mesilla algo más de 500dens. para que se comprase el vestido del que me había hablado ayer. Se lo merece todo. En cuanto he llegado a casa por la tarde me lo ha agradecido y me ha enseñado lo guapa que está con él puesto... Es una diosa. Me puse el traje y mandé a Sonia, la criada, que fuera vistiendo a los niños. Cuando bajé a la sala Ricardo ya nos tenía nos tenía preparado el desayuno, como cada día. Cogí a los niños y tras besarles en la mejilla les dejé en la puerta del colegio antes de marchar al trabajo, como siempre, como hacía conmigo mi difunto padre. Me acuerdo de él a menudo, allá donde esté espero que esté orgulloso de su único hijo, su heredero, su mano derecha, yo. Le echo de menos. Al llegar al banco, después de aparcar el sedán en mi sitio, he vuelto a encontrarme con el pordiosero que limpia zapatos a la puerta de la sucursal. Hoy tenía un aspecto realmente desagradable. He tenido que decirle un par de cosas e instarle a que se apartara de la puerta. No se ha atrevido a replicar ni una palabra, en realidad él sabe que tengo razón, y que él es el único culpable de la situación en la que vive. Si no quiere trabajar, que no pida ni un dens., no en mi presencia. Cada uno tiene lo que se merece; que se gane el pan con el sudor de su frente. Vago. 20/04/96 He conseguido un cuaderno y he pensado en escribir un diario para contar mi vida mientras viva en la calle. Empiezo mañana. 21/04/96 Me he despertado muerto de frío.

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Pensé que a estas alturas del año sería más fácil dormir, pero el agrego de la entrada del Bansetk Bänk aún no es suficiente para soportar las noches de esta ciudad. Creo que justo hoy se cumplen 3 meses desde que vivo en la calle, no sé cuánto aguantaré. Esto es un infierno, un infierno frío, el peor de los infiernos. Las lágrimas se me escapan a primera hora del día. Me avergüenzo de mi vida. Nunca me ha servido para nada haber sido un hombre honrado. Al final creo que aprendí algunos valores en el orfanato, aunque allí seguramente recuerden más mi comportamiento poco ejemplar. De todas formas, las mujeres no buscan hombres honrados. Sobre todo no quieren hombres tan feos. Se el aspecto que tengo, el reflejo del cristal del banco está mucho más limpio que yo y escupe mi desarreglada imagen y mi labio leporino sin piedad. No quiero sucumbir a la tentación del suicidio. Me gustaría vivir, vivo resignado. Esta es la vida que me ha tocado... Aún queda gente que disimula su asco al verme con una mirada de falsa lástima. No me gusta pedir limosna, al menos intento limpiar zapatos por 1dens. o la voluntad... Es muy triste no tener trabajo, no levanto cabeza desde que cerró la fábrica, luego se me acabó el paro, me echó el casero... Recuerdo como hace unos días el gerente de la sucursal se desahogó gritándome. Le tengo envidia. Me miró de arriba a abajo y me llamó pordiosero, vago... Al finalizar estas letras había como un par de grandes gotas, una mancha descolorida, en su momento me pareció lluvia, pero ahora creo que son lágrimas. Jösn Pulphyn (Investigadora/Socióloga de la Universidad de Eisweer)

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DEL PENSAR AL HACER

por Carlos Esteban González

“(…) Estirando el brazo izquierdo el 404 buscó la mano de Dauphine, rozó apenas la punta de sus dedos, vio en su cara una sonrisa de incrédula esperanza y pensó que iban a llegar a París y que se bañarían, que irían juntos a cualquier lado, a su casa o a la de ella a bañarse, a comer, a bañarse interminablemente y a comer y beber, y que después habría muebles, habría un dormitorio con muebles y un cuarto de baño con espuma de jabón para afeitarse de verdad, y retretes, comida y retretes y sábanas, París era un retrete y dos sábanas y el agua caliente por el pecho y las piernas, y una tijera de uñas, y vino blanco, beberían vino blanco antes de besarse y sentirse oler a lavanda y a colonia, antes de conocerse de verdad a plena luz, entre sábanas limpias, y volver a bañarse por juego, amarse y bañarse y beber y entrar en la peluquería, entrar en el baño, acariciar las sábanas y acariciarse entre las sábanas y amarse entre la espuma y la lavanda y los cepillos antes de empezar a pensar en lo que iban a hacer, en el hijo y los problemas y el futuro, y todo eso siempre que no se detuvieran, que la columna continuara aunque todavía no se pudiese subir a tercera velocidad, seguir así en segunda, pero seguir.”

Todos los fuegos el fuego Julio Cortázar I Cuando desperté las luces se habían apagado. El convulso estallar de millares de partículas coloreadas concluyó significando su destino; el caos me devolvió la realidad de su efímero castillo. Una luz apareció de repente en medio de las infantes tinieblas, la siguieron, al paso, muchas luces pequeñas, risueñas. II La primera despejó a su alrededor la nebulosa de puntos oscuros, de vacíos desagües de ánimas, de inmensas bolas que mueren arrastrando todo a su abismo. Creció brillando inmensa, consumiendo el gas de su esfera.

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Sus paredes se separaron llevadas por la repulsión que les producía su centro.

Justo cuando la vorágine parecía calmarse, que se derrumbara apareció como su camino eterno. Su luz creó galaxias que dieron a nacer un universo que cruzó por entero. Cuando ella cayó la oscuridad lo ocupó todo de nuevo. III Al no distinguir las partes de la oscuridad aprendí a apreciar los haces de colores. Al comienzo de su interminable parpadear me contenté con ponerles nombres. Descubriendo cierto patrón en su aparecer comprendí la virtud de conocerlos en orden. Como aumentaban cada vez más su velocidad, sólo podía concentrarme en unos cientos cada repetición. Cuando sobrevino de nuevo el vacío inabarcable, lamenté con mi muerte no haber comenzado antes.

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TREN DE SOMBRAS

por Rodrigo Roig Herrero

Quería empezar este nuevo artículo de la sección disculpándome a todos los lectores que esperaban un nuevo apartado en la anterior revista, pero por exigencias de la vida diaria me fue imposible escribirla. Superado este trágico percance, me gustaría excusar la particular apariencia que toma hoy Tren de sombras. Frente al tradicional análisis de un film que se han llevado en las anteriores entregas, me gustaría centrarme en un director concreto, fallecido recientemente, al que le debo gran parte de este interés por el séptimo arte: Abbas Kiarostami. En especial, me gustaría centrarme en dos aspectos que, a mi entender, son esenciales dentro de su filmografía: una preocupación constante por el tiempo cinematográfico, y como este se torna eje articulador de la narración cinematográfica, y en segundo lugar, lirismo a través de la composición de los planos. Mi primer acercamiento al cineasta iraní se debió por un pequeño experimento estético llamado Ten, film que recogía diez historias situadas en el asiento trasero de un coche donde se exponen las vidas de estos pasajeros. Más allá de lo interesante del argumento, la esencia del film había sido en entender mejor como los largos planos tenían un peso diferente al que poseían cuando todo el artificio del film reside en el montaje (entendiendo montaje como unión física entre planos). Kiarostami cedía protagonismo al tiempo en el que se desarrollaban estas breves composiciones intrahistóricas: no había espacio en el que se desenvolvieran las acciones de los personajes, como había ocurrido durante la modernidad en los años 60 (recordemos el cine de Antonioni y el famoso final del eclipse), sino que en este caso, la imagen cinematográfica deja caer todo su peso sobre el tiempo. Kiarostami se pregunta, en definitiva, por el paso del tiempo, y como éste afecta a los personajes que aparecen en pantalla, como si fuera una losa que sitúa sobre las espaldas de los protagonistas que deambulan por ciudades. Sin embargo, esta estética basada en la reflexión sobre el tiempo no solo se encuentra de forma latente en el uso planimétrico del iraní, sino también en el profundo lirismo que se extrae del mismo. La obra que consagró su carrera, El sabor de las cerezas, da buena fe de ello. Nada queda fuera de la estética minimalista que insufla al encuadre de belleza, porque no hay nada dejado al azar en estos films. Kiarostami deja de lado accesorio, porque cualquier movimiento, cualquier elemento que a priori pueda parecernos insustancial, cobra importancia, pues las cualidades de los objetos se ven incrementados en el momento en el que se revelan en la pantalla. También los personajes: estos revelan cualidades diversas según como estos sean filmados. La sustancial dimensión de los seres humanos de sus películas toma relieve tanto en cuánto son “redescubiertos” por la cámara. En esto, me recuerda mucho a Bergman, sobre todo el primer Bergman, silencioso, que simplemente permite que la cámara recoja todo el “ruido interno” de lo que filma. No en vano, Kiarostami pertenecía a esa nueva ola de cine iraní que estaba convencido de subrayar ciertas realidades de su vida cotidiana mediante el cine. Sin embargo, nuestro director hacía de la realidad un mundo más poético gracias al cine. Por ello, si bien su primer cine partió del neorrealismo, la auténtica realidad en Kiarostami es la

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creada por el mismo para deleite de los espectadores. Por ello, existe en Kiarostami una pugna entre lo poético de lo temporal y lo trascendental de lo eterno, a base de matices que solo consiguen los grandes autores del cine. Sin embargo, ¿nos dice esto que Kiarostami es un director falto de compromiso? En absoluto. Como todo el Nuevo cine iraní, la precisión quirúrgica con la que observan las realidades sociales de un país como Irán: los niños, como almas inocentes a todo el sufrimiento que a su alrededor existe, la situación de falta de libertad. Sin embargo, frente a la denuncia abierta de sus contemporáneos, Kiarostami siempre se decantó por entender su estética tan minimalista, tan falta de artificio (tanto argumental como formal) como un elemento más de una profunda responsabilidad política para con un lugar y un tiempo concretos. Por ello, esta especie de “realismo mágico” por denominarlo de alguna manera, posee en el cine de Kiarostami una especie de elemento distanciador entre ambos adjetivos: por un lado, su cine se enmarca en una crítica social, pero esta no se da únicamente en sus argumentos, sino que ese lirismo que desencadenan las imágenes tienen sentido en el imaginario subjetivo del propio director, o dicho de otra forma, atienden únicamente a razones estéticas, fuertemente implicadas en unos valores éticos. Esta poesía se muestra entonces como elemento vinculante con una realidad que “existe verdaderamente”, y una realidad que “verdaderamente existe”, parafraseando a Brecht. En conclusión, el cine de Kiarostami representa perfectamente una nueva generación de directores que, más allá de las fronteras nacionales, supieron dotar a su obra de una visión personal, aun basada en la realidad. Por ello, el manejo del tiempo cinematográfico como eje articulador de sus historias y el lirismo como fuente inagotable de realidad se convirtieron en pilares para la articulación de un cine optimista, que en contraposición a lo que vemos hoy en día, no se caracterizaba por un realismo que, por definición, parece estar destinado a aniquilar lo humano de las obras cinematográficas. El cine de Kiarostami define, en definitiva, todos los rasgos que nos hacen humanos: el tiempo como elemento definidor de nuestras vidas, de nuestro carácter, y el lirismo propio del mundo interno que vive en todo hombre y en toda mujer. Son muy pocos los directores capaces de filmar un sentimiento, o fotografiar una sensación… pero está claro que Abbas Kiarostami ha sido y será uno de ellos. DEP Abbas Kiarostami (1940-2016)

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MÚSICA

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Persephone – Kula Shaker “…” Ojalá - Silvio Rodríguez. "Ojalá que no pueda tocarte ni en canciones" All Alone – Mal Waldron Quartet “No deberías creer en esta confusión que cobra ahora la forma de un prejuicio, y que sabemos que a menudo es llamada culpabilidad. Me remito a la canción, es decir, escucha la canción y no te sientas culpable por nada“ Dany California – Red Hot Chili Peppers “Llegar y nacer” ¡Viva Presidente Trump! – Brujería “Yo si quiero que llegue a ser presidente gabacho porque él quiere ver guerra, igual que nosotros. Yo si quiero que gane el presidente Trumpudo porque si lo empieza ¡a huevo nosotros lo acabamos!”

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