Trigésimo noveno número

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TRIGÉSIMO NOVENO NÚMERO | JUNIO 2016

ASÍ VIVIMOS ASÍ GRITAMOS

OXXXIXO


Revista: Así Vivimos y Así Gritamos

Autores: Carlos Esteban González, Eduardo Gutiérrez Gutiérrez, Ernesto Rodríguez Vicente, Oliver Marcos Fernández y Federico Esteban Rodríguez.

Junio del 2016 Nº 39

Edición: Carlos Esteban González Portada: Carlos Esteban González. Sin título. Collage; ceras de colores, pinturas de madera y lápiz sobre folio.

Encuéntranos en nuestra página web: www.revistaasigritamos.blogspot.com.es Desde ella también puedes descargarte tu ejemplar. Para cualquier tipo de acercamiento, o si quieres pasar a formar parte de nuestra revista como colaborador, estaremos esperándote en nuestra cuenta de correo: revistasigritamos@gmail.com. La distribución de esta revista se realiza de forma gratuita a través de estos dos medios de contacto. De igual manera nos podéis encontrar en nuestra nueva página de Facebook https://www.facebook.com/revistasigritamos.

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Índice:

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Arenga al voto…………….…………..………………………………………............................................ 4 Digresiones de izquierdas……………..….…………………………...….....…................................... 9 La realización……..………………………………..…………………………............................................ 12 El deseo enamorado y cuatro poemas dedicados......................................................... 13 La hija de la tarde………………...…………………………………………………………………………………… 17

Secciones

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Música............................................................................................................................ 19

Nota del Editor

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El despertar de una noche convulsa que comenzaba con la indudable certeza de que nadie es capaz de dormir con este calor; la certeza que hace aguas en el sudor que acumulaba el hoyuelo que la piel da lugar justo encima del final de la espina dorsal; la tranquilidad de ocultar la ropa dispersa de abrigo en el desván celoso de la niñez; el hastío manchado del rencor a uno mismo por la falta de predicción, sentido al subir la escalera metálica que se despliega abriendo el hueco que el desván al ayer deja adivinar; el calor que vuelve tan sólo para recordarnos a todos que nadie le dice cuando marchar, cuando volver para derribar. Constantes que se repiten en el verano, que siempre había sido la felicidad cubierta con el manto etéreo que presentan las estaciones, que se aparece ahora como otro giro más. La vida se asemeja a una rueda en la que sólo aquellos que alguna vez la vieron parada pueden adivinar los radios gemelos. El trabajo, al igual que su ausencia, marca el devenir del tiempo. Segundos que se agolpan en la espalda del que da la vuelta y todo lo ignora, que gritan e insultan golpeando la puerta exigiendo ser escuchados, tomados uno a uno; que exigen que la vida se postre ante ellos. Pero el hacer y el descanso se confunden entre sí hasta tal punto que su agente se convierte en espectador, olvidando cuál de las dos actividades daba sentido a su vida. Treintaynueve nada más. Que disculpe la vida esta crónica que aún grita.

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ARENGA AL VOTO

por Carlos Esteban González

Sí, les animo a ir a votar, como les podría animar a ir al teatro o a un buen concierto o a un colorido recital de poesía. Muy bien, dirán ustedes. Muchos incluso pensarán, yo igualmente iba a ir a votar. Para ellos ofrezco material para la reflexión, siempre útil. Pero, ¿qué hay para aquellos que no quieren ir a votar? Para mí esa es una sensación conocida. Como muchos sabrán, y otros descubren ahora, soy muy joven. Me sobran dedos en una mano para contar las veces que he tenido la oportunidad de ejercer mi derecho al voto. Sin embargo, la política me atrae desde antes de que pudiera participar en ella.

Al inicio, no era para mí más que aquello que en ocasiones motivaba a los adultos, les hacía hablar, juntarse, enfrentarse. Los diferentes partidos asemejaban su popularidad con aquella que encuentran los equipos de fútbol entre sus hinchas. Ser de no sé quién conllevó para mí un enorme y estructurado prejuicio, que había significado para quienes no eran de no sé quién un montón de cosas por lo general negativas. Si siguiéramos mi temprano juicio, esta aparente semejanza podría llevarnos al error de pensar que, como puede ocurrir con los hinchas, los partidos políticos también son algo ajeno a quien los sigue. Un argumento recurrente de aquellos que no disfrutan del fútbol es señalar que el equipo al que idolatra no le da de comer, cuando algún entusiasta de este deporte se les aparece como molesto o violento. Dicho así puede parecer un argumento trivial, pues, es una verdad ampliamente conocida, pero, esconde una cierta complejidad. Cuando alguien realiza esa afirmación busca expresar al otro que comprende su afición por su equipo, aunque no la comparta, pero que no comprende que, por ejemplo, ponga en peligro su integridad física o afectiva por ella. Cree hablarle desde la voz de la razón y confía en recordarle aquello que necesita para recuperar la cordura: que ni su vida depende del equipo, ni el equipo depende de que le dedique su vida. Pero, aunque podamos coincidir en que lo que hagan o no hagan los partidos políticos repercute en nuestra vida de una forma que nunca estará al alcance de ningún equipo de fútbol –alejemos de nosotros, así, un futuro surrealista-, ¿es esto lo que piensa el grueso de los votantes españoles?

Creía que era una conciencia ya superada, pero aún hoy podemos escuchar a quién ante una injusticia de magnitud social, en la que diferentes decisiones políticas participan

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como variables principales, trata de alcanzar a comprender el porqué de tal suceder y se contesta diciéndose: eso es política. Sin concentrarnos en analizar casos concretos, parece que lo que motiva esta afirmación es la idea de que los intereses políticos son diferentes de los intereses que podamos tener nosotros. Y no sólo diferentes, como pueden serlo nuestros intereses y los de nuestro vecino o los de nuestros amigos, sino también opacos, desconocidos. Desde esta perspectiva, si uno observa el panorama político actual, puede parecerle que descubre, por ejemplo, que estos últimos meses de gobierno en funciones, así como la repetición de las elecciones este próximo domingo, se deben sólo a los problemas derivados de los enfrentamientos entre los intereses de los diferentes partidos políticos política. Pero, ¿qué quiere decir esto? Quiere decir que el inmovilismo de la mayoría de los partidos frente al hecho de que, como se dice, no tengamos gobierno, no se debe sólo a la dificultad del cambio político que vive este país, o que representa un eco de la situación política nacional, sino que más bien radica sólo en los intereses privados de los partidos. Entonces, comprendemos que el hecho de que no tengamos gobierno se debe a la no resolución de un conflicto de intereses privados y pertenecientes a esa esfera ocupada por los partidos políticos; la política en sí. ¿Qué son, desde esta perspectiva, los intereses políticos? Nada más, al parecer, que los intereses de los partidos. Así, como nos dicen en este nuevo tiempo de campaña, no se puso fin a este largo hiato con un «gobierno de cambio» por el ego de éste, por las demandas del otro, por las líneas rojas, etc.

Si nos sumergimos aún más en esta postura, la política se nos aparece meramente como una interminable lucha de egos en la que los damnificados suelen ser aquellos que están al margen: los ciudadanos. Los niños de la rosa no jugaron con los niños de la berenjena porque estos últimos dijeron que querían ser capitanes del patio y que su prima, la que muerde, fuera la princesa de su casa; los niños del babi azul se enfadaron con todos los demás, que les ignoraban chillando y correteando burlonamente, porque la profesora les había elegido como encargados de la clase; los niños de la clase de la naranja no podían entender por qué todos los niños de las demás clases se pasaban el día enfurruñados, alejándose unos de los otros, cuando podían volver todos juntos a la escuela y seguir estudiando; nadie recuerda lo que les sucedió a los niños de las clases de apoyo, incluso, algunos aún se sorprenden al descubrirlos por ahí sentados comiendo arena, y se preguntan dónde han estado estos niños todo el tiempo. Este ejemplo es una reducción al absurdo, pero pensar así nos lleva a la conclusión de que qué más da lo que hagamos nosotros, meros ciudadanos, si esto de la política no nos llega, son cosas suyas; si esto de

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la política tampoco cambia nada, todos los políticos son iguales; si a estos de la política no les importamos, mas que cuando nos cruzamos en su camino.

Yo no creo que ésta sea la realidad y supongo que muchos de los que «iban a votar igual» coincidan conmigo, pero ¿qué pensáis quienes no pensáis en ir a votar? Os he oído multitud de argumentos, desde «son todos iguales» hasta el más actual e icónico «ninguno de ellos me representa». No pretendo dudar de la validez o de la racionalidad de vuestra forma de pensar, simplemente trato de hacer notar que esa interminable variedad de argumentos desemboca en el común y sencillo «yo no voy a votar». Quizá, a lo sumo, quienes no alejen de sí toda política, sino a todo partido, consideren acudir a su mesa electoral y votar en blanco, demostrando que desean ejercer su derecho a voto y a participar en el reparto de escaños, pero utilizando su voz para indicar que no se encuentran representados por ninguna de las fuerzas políticas que tienen a su alcance. Pero estos últimos parecen siempre tener en estima tanto lo político como su participación en la política, por lo tanto, para ellos no dirijo esta breve arenga.

Aquellos que pensáis que la política es algo completamente ajeno a vosotros he de deciros que creo que tenéis razón y que, a la vez, no la tenéis. ¿Cómo es posible esta superposición de situaciones tan excluyentes? El hecho parece ser que, debido como sucede el mundo, tenéis la posibilidad de tener razón, incluso, frente al hecho de que no la tenéis. Todos nosotros hemos nacido bajo un marco constitucional, debido al cual, se nos ha considerado en el mismo momento de nuestro alumbramiento ciudadanos del Estado Español. ¿Qué quiere decir esto? Reduciendo mucho el ámbito de nuestra respuesta, quiere decir que todos nosotros somos miembros de la comunidad política que constituye el Estado Español. Esto implica, como ya sabrán, una serie de derechos y de deberes. Sin embargo, compartiendo las voces más contrarias, uno bien podría pensar que como los derechos no pueden reclamarse efectivamente, es decir, no son más que papel mojado, es el propio Estado quien rompe el acuerdo establecido con la ciudadanía, por lo que la responsabilidad que conllevan los deberes queda disuelta. Incluso, en estos meses en los que el gobierno en funciones se comprendía como ausencia de gobierno, muchos han reído con disfrazada resignación las bromas acerca de que estamos mejor sin «ellos»; este «ellos» al que los niños de la berenjena han colocado el cartel de «casta», ese «unidos» que refiere a un «nosotros» en manifiesta diferencia. Pero, aunque consideráramos legítima tal situación, el hecho es que la política no remite

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exclusivamente a lo que acontece en y entre los diferentes partidos políticos, sino más bien a todo lo que acontece en la vida pública.

El espacio de la vida pública en la actualidad parece abarcar o, más bien, recoger todo espacio humano imaginable. Esto quiere decir, entre otras cosas, que «escapar» del espacio público, es decir, alcanzar algún lugar en el que estemos completamente fuera del espacio público, parece algo impracticable. No busco aburrirles con largas disertaciones que apoyen esta afirmación, pero sí creo conveniente compartir con ustedes un argumento que siempre ha llamado mi atención. Uno puede pensar, por ejemplo, que como el espacio público aparece entre los humanos, si me voy allá donde no disfrute de su compañía habré salido con éxito de él. Sin embargo, como una vez con mucha lucidez me indicaron, ese uno que escapa nació en una situación en la que gozaba de la compañía de los otros y esa condición dibujó su identidad de tal manera que él mismo la construyo en relación a los otros, por lo que los otros suponen algo indivisible de él. En definitiva, si uno se va al desierto, se lleva a los otros con él.

El espacio público se organiza a través de la política, es decir, aquellos entre los que aparece este espacio se organizan en él a través de la política. Cualquiera con algo de memoria histórica sabrá que las formas de organización políticas han sido muy variadas y que todas ellas, sin excepción, han comenzado sobre las formas inmediatamente anteriores y han servido hasta que otras nuevas las han superado. Sea como fuere, ahora en este país vivimos en una monarquía parlamentaria. Hemos de comprender que, tal como suceden las cosas, la mayor parte de nuestra vida ocurre en el espacio público y que, en la manera en que todo aquello con lo que tenemos contacto nos condiciona, cómo suceda este espacio influye en cómo sucede nuestra vida. Por ello, no tomar parte de una forma activa en el espacio público implica delegar en los otros el poder de establecer y decidir cómo será una de las mayores condiciones de nuestras vidas. Es decir, al no tomar parte activamente en el espacio público delego parte de mi poder de decidir sobre mi propia vida en los otros. Además de este hecho, hemos de considerar que tal como surge el sistema democrático, una de las fuerzas que con mayor presencia condiciona el espacio público, el gobierno, se constituye mediante un proceso electoral y en clave representativa. Si no ejerzo mi derecho al voto, lo que hago es delegar en otros mi responsabilidad de configurar el espacio público. Si no lo ejerzo, no sólo no puedo decidir en quien prefiero delegar el gobierno político de la comunidad a la que pertenezco, sino

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que además pierdo poder sobre mi propia vida. Por ello, creo que cuando uno dice que no va a votar porque ni su vida le importa a los de «arriba», ni los de «arriba» le importan a él, olvida que lo que hace es perder voluntariamente poder sobre su propia vida.

Conseguir este poder no es algo sencillo. Votar como quien apoya a su equipo de fútbol en Facebook, clicando un me encanta en la foto-encuesta, porque es el símbolo elegido para su equipo, responde a una servidumbre diferente: la servidumbre a los medios, a los partidos, o a cualquier cosa externa a uno mismo que le ha inducido a votar de ese modo. Para conseguir ese poder sobre uno mismo es necesario que el acto de votar sea un acto libre, es decir, un acto que no esté determinado nada más que por uno mismo, del que uno pueda sentirse responsable y en el que uno pueda reconocerse. Por ello, considero que es necesario comprender qué significa un voto, qué representan las opciones que están a nuestro alcance y qué relación hay entre ambas cosas.

Ya saben que para votar es necesario acudir a su colegio electoral con el D.N.I., después de haber comprobado la corrección de su inclusión en el censo y que, si desean no realizar un voto nulo, han de seguir las instrucciones, votando con el sobre blanco para constituir el congreso y con el sepia para constituir el senado. Pero mucho me temo que este no es más que el primer paso. Les insto a que comprueben, si no lo han hecho ya, cuál es el programa de cada partido y a que se formen una opinión propia acerca de cada uno y del panorama político actual. Todo ello no tiene como objetivo que cada uno de ustedes esté en posición de optar al congreso, ni mucho menos, sino, más bien, que estén en posición de poder elegir por sí mismos entre las opciones con las que todos contamos. Luego, por ejemplo, pueden consultar qué hace cada cámara, cuáles son sus retos y qué papel tiene cada una en el escenario político en el que nos encontramos. Este ejercicio aparece como conveniente en todo momento de la vida adulta de cualquier ciudadano.

No sé si habré hecho un buen papel, o si éste papel es ahora necesario. Pero sí creo que deberían ejercer su derecho al voto y comenzar a creer en el hecho de que cuando hablamos de política hablamos de la organización de las formas en las que sucede el espacio público y que, dada la pertenencia de todos a tal espacio, si uno quiere ser dueño de sí no puede obviar la influencia de lo público en su vida.

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DIGRESIONES DE IZQUIERDAS

por Eduardo Gutiérrez Gutiérrez

De la izquierda y la juventud. No hay compromiso más puro que el que brota de la relación entre la izquierda y la juventud. Izquierda como idea y proyecto de cambio y juventud como agente realizador de esa idea. Ser joven es ser revolucionario: la revolución comparece como línea de falla producida en el choque entre dos generaciones. Hay formas objetivas que sirven para el progreso vital de las fuerzas subjetivas de una generación que la generación siguiente hereda y que no le sirve para la expresión de sus fuerzas productivas. La revolución acontece como negación de lo heredado y construcción de un nuevo legado; la revolución siempre significa un dar la espalda a los que nos precedieron sin negar su labor para con la humanidad, sino asumiendo que aquello que nos cedieron no nos vale ahora. La izquierda es el deseo de cambio; la juventud, su actitud: la izquierda en estado de realizado. La izquierda cristaliza en el espíritu del pueblo cuando la colectividad, en estado de autoconsciencia, expresa su ser joven, que es un ser revolucionario. Hay revolución, de nuevo, cuando la juventud se confirma como estrato rector del destino de la época histórica o de la comunidad en una época concreta. Consiste por tanto en la superación de las formas caducas para la manifestación externa de la energía vital, que siempre supone una transgresión de límites -siempre quiere más, ser-más-. Esta superación radica en la propia vida como momento de conformación de su ser vida: la vida se desarrolla superándose a sí misma. La juventud es portadora de la energía vital libre de forma, expresándose a sí misma desde sí misma. En este sentido la izquierda supone la consciencia de esta superación, cuya aplicación práctica se realiza como continua trascendencia. La juventud es apoderamiento de vida. Y la izquierda, estrategia para su desenvolvimiento histórico.

Del ser de izquierdas. ¿Por qué se habla de la superioridad moral de la izquierda? ¿La lucha por la igualdad, la solidaridad, la justicia social o la libertad es sólo competencia de la izquierda? No lo creo. Lo que es competencia de la izquierda es dotar a todos estos ideales de sentido universal e inclusivo, dado que de por sí son palabras vacías, cáscaras de nuez que esperan a ser conformadas y significadas. Ser de izquierdas no es luchar por la libertad, sino luchar por una libertad despojada de intereses privados; es luchar por la igualdad y la justicia social en España y también en Europa, en nuestro barrio y en las favelas brasileñas -coincido con Sánchez cuando dice que ser de izquierdas es ser internacionalista-. Ser de izquierdas

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es tener pretensión de universalidad para todos aquellos valores que tan ruinmente otros, no sé si son los de la derecha o los de una falsa izquierda, han explotado y mercantilizado hasta el absurdo. Ser de izquierdas es luchar el presente para el futuro y vuelto siempre hacia el pasado; ser auténtico en tanto que proyectado hacia fuera, cuidándonos de cuanto y cuantos nos rodean: estar en el mundo siendo-en-el-mundo -ser es siempre proyecto de ser-. Y es también mirar hacia el pasado para encontrar allí errores y ejemplos, apoyos y escarmientos. Es por ello que tiene tanto sentido hablar de que se 'es' de izquierdas: de izquierdas se 'es' y no puede serse sin 'ser', sin cuidarse y sin proyectarse, sin pensar el ser.

Del sujeto de la izquierda. La izquierda es, lo hemos visto, internacionalista o universalista. La izquierda protege al obrero en tanto que obrero, no en tanto que individuo: el sujeto de la izquierda es sujeto colectivo. Es un sujeto colectivo que tradicionalmente se dio en llamar proletariado, aunque con el acelerado desarrollo de los acontecimientos durante los dos últimos siglos sería necesario para el devenir futuro de la izquierda -para sus planes de liberación, para su revolución, para su propuesta política de cambio- redefinir el sujeto colectivo sobre el que se funda su pensamiento. Es el sujeto enajenado, que vive fuera de sí porque no crea para sí, que no posee nada y necesita de todo, que trabaja para otros y que viviendo para trabajar -y no trabajando para vivir- vive por otros y de otros, con la conciencia puesta en otros que no soy él y que piensan por él. Es el sujeto oprimido por poderes que él mismo ha creado y se le han impuesto: es sujeto trágico, pero no héroe trágico. Es sujeto trágico porque crea aquello que le destruye, pero no héroe trágico porque es incapaz para la acción revolucionaria. El sujeto colectivo necesita del pensamiento de izquierda para convertirse en sujeto revolucionario. A este respecto la izquierda cobra un papel fundamental para el desarrollo histórico en la medida en que se hace necesaria su aparición para que el sujeto llamado a ser sujeto revolucionario -de acuerdo con sus lamentables condiciones de vida- pero todavía solamente proyecto de sujeto colectivo -y es que ni siquiera posee, sin un pensamiento de izquierdas que le proporcione indicios de sus lamentables condiciones de vida, conciencia de clase o de grupo oprimido- se confirme y actualice como tal. La izquierda en tanto que pensamiento es la condición de posibilidad para la construcción del sujeto revolucionario.

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De qué es la izquierda. Lo acabamos de decir: pensamiento, idea de cambio; ideología si como Hannah Arendt entendemos el concepto tal cual se nos presenta, esto es, como la lógica de una idea. Pero a diferencia de lo que piensa Arendt sobre la ideología en términos generales, la izquierda es pensamiento emancipado en tanto que pensamiento emancipador y pensamiento subversivo, no en tanto que emancipado con respecto a la experiencia. La izquierda es pensamiento emancipado y emancipador precisamente porque es pensamiento sobre y con la experiencia: el pensamiento de izquierdas piensa la realidad para la transformación de la realidad. La izquierda piensa la realidad -las condiciones efectivas de existencia del ser humano en un contexto histórico concreto-, y pensar la izquierda es realizar el pensamiento de izquierda, esto es, practicar la teoría. Y sólo pensando la izquierda, realizando la teoría, se completa en proceso revolucionario de la izquierda; son necesarios el pensamiento subversivo y la conciencia crítica, pero sólo como puntos de partida para la verdadera tarea revolucionaria, que es la puesta en práctica de lo pensado. La izquierda sin acción revolucionaria es pensamiento utópico -utópico porque revolucionario en proyecto de ser, porque deber ser que debería ser lo que es pero todavía, todavía, no es-. La izquierda es conciencia subversiva de la realidad acompañada de pensamiento crítico, y sólo cuando a esta representación de la realidad le sigue un programa para la acción revolucionara la izquierda cumple su misión histórica: como vehículo de cambio. Y la izquierda como vehículo de cambio es vehículo y expresión de la democracia, que no al revés. Como dice Pablo Iglesias, "[a] quien se debe lealtad histórica no es a la izquierda, sino a la democracia"; la izquierda es solamente una de las formas de expresión de un deseo de cambio más profundo, de una visión radicalmente subversiva de la realidad que es la democracia. La izquierda morirá, quizás, algún día, pero la democracia siempre pervivirá; y allí donde haya democracia habrá posibilidad de cambio. La izquierda es una forma de pensamiento que cuando se institucionaliza tiende a cristalizarse y a perder su fuerza de cambio. La democracia, a diferencia de la izquierda, es pensamiento que sólo en su institucionalización se vuelve efectivo. La izquierda tiene la tarea de introducir el pensamiento democrático en las instituciones pero, una vez allí, dejar paso a la democracia y morir como sistema de izquierdas. Si la izquierda no ha triunfado verdaderamente o si ha fracasado en sus intentos de cambio es porque no ha sabido leer correctamente su papel para la democratización de las instituciones, que es la democratización del espacio público y, por ende, de la vida social y política. Un espacio público democrático y democratizado sólo es posible a través de la izquierda como vehículo de expresión capaz de propagar el pensamiento de cambio en las actuales condiciones históricas. Como señala Juan Carlos Monedero, la izquierda es un aire de familia al estilo wittgensteniano: no hay personas de izquierdas, sino ideas, programas, acciones de izquierdas. La persona de izquierdas, igual que la institución de izquierdas, consiste en una cristalización de la izquierda en la que toda la fuerza y el sentido del pensamiento de izquierdas han sido anulados.

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LA REALIZACIÓN

por Zambo

Como nunca fui alto ni delgado todos los recreos me quedaba sin jugar al baloncesto. Yo quería jugar al baloncesto. No me dejaban. Era negrito y eso tendría que haber bastado, pensaba, pero me decían «los gorditos no juegan al basketball» (en aquel momento decir basketball quedaba bien, hoy ya no). Entonces decidí que lo mío era el fútbol, todo estaba de mi parte: también era argentino. Estaba destinado a ser el nuevo 10. -

Hola chicos ¿puedo jugar? Si cómo no.- al parecer el fútbol es un deporte más abierto – Chicos, ya tenemos arquero.

Sonreí, pero luego me dijeron que yo era el arquero. Bueno, por hoy pasa. Mañana otra vez que si podía jugar, al arco me volvieron a decir. Entonces deduje que por alguna razón ajena a mi entendimiento yo tenía que ser el arquero. Después de unos días mi amigo Chencho me dijo que yo era arquero porque estaba gordo y me entró como la vergüenza y entendí qué significaba eso tan complejo que es tener complejos. No volví a jugar al baloncesto ni al fútbol. Antes voy a adelgazar y a ponerme guapo, que todos los jugadores de baloncesto y de fútbol son guapos. Me voy a correr le dije a mamá, y ¿por qué hijito?, no sé mamá me voy a correr. Al día siguiente de correr me sentí como el día que me caí de la bici, allá por el monte. Entonces me dije que lo mío son los estudios. Miré a los chicos estudiosos, muy poquitos jugaban al fútbol o al baloncesto y eran malos y algunos estaban gordos. No tenía dudas: voy a ser estudioso. Llegaron los exámenes y me salieron mal, pero era estudioso, no sé qué me pasó. Mamá: cómo que qué te pasó, no estudiaste un carajo, y me cacheteó. Yo: pero si ya no juego ni al fútbol ni al baloncesto y soy malo y-y-y (me dolía el cachetazo y estaba como llorando) y casi no hablo con nadie. Mamá dejó de decir cosas. Me pegó otra cachetada y se fue a hacer la comida. Con el dedo me hizo que no. No comí espaguetis con albóndigas. Lloré, pero no comí. Y ¿qué le hago?, pensé, ¿qué puedo ser? Mi amigo Chencho me dijo que no sabía. Qué es eso que llevas en la mano, le pregunté, un pucho y que cómo funcionaba, chupás y soplás. Entonces me dije que iba a ser chupador y soplador de puchos. Encontré algo que me gustaba y que hacía bien, y además la gente me empezó a mirar distinto como si yo jugara bien al fútbol o al baloncesto. Después me hice más grande y en clase de filosofía nos hablaban de la realización, decían, de la realización personal. Al principio no entendí, pero después me di cuenta de lo que era, levanté la mano y le dije a la profe, profe yo estoy realizado, ¿a sí? ¿Cómo lo hiciste? Chupando y soplando puchos.

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EL DESEO ENAMORADO Y CUATRO POEMAS DEDICADOS _ por Ernesto Rodríguez Vicente Octavio Paz Las masas humanas más peligrosas son aquellas en cuyas venas ha sido inyectado el veneno del miedo... del miedo al cambio.

El deseo enamorado. Bajo las luces de la ciudad, en los cruces de caminos, en las casas abandonadas, en los soportales, en las paradas de autobús, en las montañas, en los escenarios, en el mar, en las azoteas, en el desierto, entre la muchedumbre y hasta en el cementerio, el deseo recorre las tácitas líneas del tiempo y con la vehemencia de un roedor, invade infinitas esencias encerradas en distintos cuerpos. De su inabarcable expansión, vanamente contenida por la imaginación de los hombres, se abren nuevas e inevitables vías de crecimiento, cuyo desarrollo provoca funestas obstrucciones en el corazón humano. Dichas obstrucciones son lo que conocemos como miedos o, digamos, prejuicios, los cuales no necesariamente son un impedimento para el ejercicio de la vida. Si bien es cierto que la vida está llena de cambios, generados por el deseo, y que aceptar esos cambios tal y como son podría ser la forma ideal de vivir sin preocupaciones, pero la verdad es que no podemos desechar el miedo porque sin su actuación podríamos llegar a perder literalmente la cabeza. Para explicar esto creo necesario describir cómo se realiza el acto de amar. Para empezar hablemos de amar como construir, digamos el amor artificial. Amar en este sentido conlleva sufrimiento, un sufrimiento producido en el pensamiento, ya que pensar deliberadamente es tratar de saber qué y cómo amar, y esto no es una fácil tarea. Sufrimos por el reflejo de lo que se ha construido o se va a construir, por tanto se puede sufrir por el Otro en la medida que éste se refleja en nosotros. El hombre solo es feliz cuando ama, no poder amar (construir) es ser infeliz, es decir, causa generalmente infelicidad. Amar la infelicidad consiste en restringir la potencialidad hasta el punto de querer suicidarse; para dejar de ser infeliz se destruye o se aleja del pensamiento un poder amar, construir (que no sabemos o no queremos realizar), o se logra seguir amando el mismo objeto potencial gracias al pensamiento. Cuando el deseo se enamora, el sujeto pierde su integridad para convertirse a la del Otro: construye, sin tener nada más en cuenta, en función del objeto de su deseo, que puede ser animado o inerte. El deseo busca el cambio y el miedo busca mantenerse. Cuando el deseo se enamora, se pierde el miedo. Y cuando el miedo se enamora, se pierde el deseo y se construye a partir del miedo: se construye para mantener. Por ende, amar artificialmente consiste en construir para cambiar o para mantener, se sea o no consciente de esa finalidad. Pero, según mi opinión, amar bien no es saber amar artificialmente en todas las posibilidades, sino saber amar para mantener o para cambiar, y también, saber elegir el sentido o la finalidad por la que se ama. El otro tipo de amor se define por la sentencia amar es admirar, lo que yo llamo el amor natural. El amor natural es independiente, cualquier cosa puede ser objeto de admiración; amar naturalmente solo es prestar atención a algo concreto o abstracto, por ello, el amor natural es algo que se realiza siempre y no puede generar sufrimiento, pues el sufrimiento es un objeto del amor natural. Amar bien es, entonces, saber amar artificialmente aquello a lo que dedicamos

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una especial admiración. El enamoramiento es como el fanatismo, transforma el amor natural en artificial, es decir, hace que admirar pase a ser construir, lo cual permite que el miedo o el deseo se confundan y se pierdan el uno al otro, de esta manera es como el hombre se vuelve incapaz de amar bien y en su corazón se producen las verdaderas obstrucciones que debemos aprender a evitar.

Friedrich Hebbel Cualquier cosa que el hombre gane debe pagarla cara, aunque no sea más que con el miedo de perderla.

Poemas dedicados. I No el amor edificado, ni el ciego admirar impotente, usurpador de humildes voluntades, no a esa fe inclemente que acaba en desierto profano, no el amor edificado, ni la ruina de sangre inmóvil. En tus manos toma mejor el cincel enamorado, la pluma reflexiva, y construye así el amor sin sombra ni prisión sobre la tumba de tu estado. II Tiembla en la bahía la esperanza deslizando sus pies sobre la memoria, recuerdas distante el tiempo de hastío y el velo virginal de la mariposa. -¿A qué esperas?- pregunta una culebra, y en silencio tu lengua se reseca, lames tus heridas, mas las heridas te queman, miras hacia el suelo y la serpiente te contesta: -Mis ojos huelen tus lágrimas, mi nariz contempla un suspiro que se escapa de tus venas, mi oído acaricia el latido que en tu pecho arrecia y mi lengua escucha al rocío que va humedeciendo tu lengua.

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Entonces tus ojos se empañan de joviales y perfumadas lágrimas, tu nariz expira el recuerdo ensangrentado entre renacientes cenizas, tus orejas redirigen el viento como las caracolas el pulso violentado y tu lengua al fin despierta responde en nombre del olvido: -Probé la eternidad y me perdí en la noche, mas hoy el sueño se ha roto y en mi pecho luce otro en el que ya no me puedo perder. III Burla imaginaria A un mohicano impertinente Pálida la luz del día bordando en tus ojos un absurdo inocente, boca más que cuerpo, sapo de inútil lengua, chivo de blandos cuernos, y en la nunca la cola de un jabato caprichoso. Astuto, mas impaciente, lobo de un solo diente, lento gorrión amante de un pájaro mudo con presta lengua de espuma, mezquino galán, mas gentil comediante.

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IV Si pudiera acabar con esta inagotable insuficiencia, ¿qué sería de mí? ¿Se desplomaría el cielo de la incertidumbre bajo mis pies? ¿Podría, entonces, escuchar cómo respiran las estrellas o perdería, tal vez, el juicio, el imperfecto vehículo de la voluntad? Sería, pues, puro ímpetu, cegada ansiedad, sombra vana en un mar de sombras, nada eterna, piedra fría, un inconsciente absoluto también llamado Dios. Mas si fuera Dios qué sería de mí, dime tú si perder lo que un día ganamos merece la pena.

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LA HIJA DE LA TARDE

por Ollie de Ninfo

Embarazada quedó la tarde. Sola vio encendérsele la vida en su regazo descolorido. Como la piedra Si sol escondido, gris espera Llanto contenido, Llanto.

Una sensación de peligro. Llaman a sus pies las hojas sueltas A la vieja que cruza la acequia Y sonríe como una niña Cantándole al cántaro para la partera. Mientras, Ésta, a la puerta de la ca, espera, Recordándole al viento el trato: Que si ella trae la vida A su paso a de dejarla intacta.

Solamente sola, la atardecida queda, Va preñadísima de agua, Y sus vástagos ya crecidos Están escuchando la atmosfera, palpable y aromática, Que se dilata toda para la tormenta. Y el pálido se torna trueno, Y el fuego interno Deja resonar el alma del cuerno, claro, Y la apariencia es aniquilamiento.

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Suma el padre su sueño, y clama a la lluvia (Que es en el cielo naciendo su hija) La milenaria llamada del tempo al caer: Tic,tic,tic,tictictictic…. Millones de trocitos, de ella.

Do en la rama el caracol Conoce la sonata, y la entona con su concha en fa de plata, Menor, la sorpresa mientras crece y crece el clamor. ¡Crece, y crece su voz, y el coro de gotas! Llora ¡Llora! La vida. La brisa suspira.

Llora, abundante, la recogida del alma, En tres, si el uno a la otra, y la otra a la una se calman, Ya sola no queda la Tarde, si no acompañada De la vieja, la partera, el padre y la niña, Noche Que sabe cantarle a la última primavera. Y al caracol, le toco ser, El padrino.

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MÚSICA

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The Great Gig in the Sky – Pink Floyd “Lo único que puedo reprocharle al kaos es esa odiosa manía suya de suceder siempre tan a prisa.” Synphonia Nº7 en Mi Mayor – Bruckner, A. Claudio Abbado (Dir.) “No llego al final, me corro con el Adaggio.” Manifiesto – Nach "Sólo me instruyo en lo cierto, como que la ciencia demuestra que Dios ha muerto, cierto como el fuego abierto en Gaza y Cisjordania, cierto como ver mi fe moviendo tu montaña." Time is running out – Muse "you will squeeze the life out of me bury it I won´t let you bury it I won´t let you smother it I won´t let you murder it" Mr. Sandman – The Chordettes “Mr. Sandman, bring me a dream.”

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