TRIGÉSIMO PRIMER NÚMERO | SEPTIEMBRE 2015
ASÍ VIVIMOS ASÍ GRITAMOS
OXXXIO
Revista: Así Vivimos y Así Gritamos
Autores: Carlos Esteban González, Eduardo Gutiérrez Gutiérrez, Ernesto Rodríguez Vicente, Oliver Marcos Fernández y David Álvarez García.
Septiembre del 2015 Nº 31
Edición: Carlos Esteban González Portada: Carlos Esteban González: Habitación oscura. Detalle; ceras de colores sobre folio.
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Índice:
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De la vulgaridad primitiva del hombre medio español.................................................... 4 He perdido mi escalera.…..……..................................………………….................................. 10 Versos varios #2...………………….....…………….................................................................... 17 La era primitiva………………………................…..…............................................................. 19 Carta de suicidio intelectual y creativo…………………………………………………………………….. 22
Secciones
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Música........................................................................................................................... 25
Nota del Editor
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¡Vaya un mes septiembre! Nada que aportar a aquellos que no distinguen los días, pero es un golpe de realidad para otros pocos. Uno que de derramarse ya se sabe arena que rodando copa las grietas que el suelo le deja siente su fragmentado ser sacudirse y elevarse, abandonando los huecos que tal cobijo y descanso indolentemente le otorgaban. Y vuelve a empezar todo, ¡pobres inocentes aquellos que pensaron que todo se paró! Ahora sólo es tiempo de mostrar y embocar intenciones, de sonreír y comprobar la talla de los colmillos del adversario, colmillos que tanto ha medido y reformado éste en el periodo de descanso. Pues las cosas no paran, sólo se alejan. Nosotros venimos del norte, del sur, del este y el oeste. Algunos se fueron con maletas tan grandes que aún no les llegaron, que aún buscan en el fondo de la vuelta. Quién sabrá lo que éstas aguardan. Cuando uno es pequeño no puede cargar con maletas tan grandes, no se cree capaz. Pero seguro que ya se han sorprendido de lo que puede cargar uno de grande. Soltar es sólo un verbo que realizar de forma consciente y conforme, sino se transforma en perder. Sólo ustedes tienen tal poder de alquimia emocional, no seré yo quien les diga nada. Treintaiuno, sea esto palabra o no lo sea. Nada más que hombres pequeños arrastrando inmensas maletas, si quieren ver su contenido les invitamos a seguir contemplando, quizá estén atentos cuando alguno abra la suya. Así vivimos y así gritamos:
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DE LA VULGARIDAD PRIMITIVA DEL HOMBRE MEDIO ESPAÑOL _ por Eduardo Gutiérrez Gutiérrez No es exclusivamente español el mal contemporáneo del hombre medio y su progresiva invasión del ámbito de la vida social, tanto pública como privada. Es éste un problema europeo que incluso en las últimas décadas comienza a propagarse también por el continente americano: el mal del proceso histórico comprendido como la vulgarización social. El hombre medio español es el desastroso resultado del paulatino desarrollo que la tendencia hacia la vulgarización de la sociedad europea del siglo XX tiene sobre el territorio español; tanto en la España institucional, esto es en el Estado español, como en la España de la sociedad civil. Pero se puede observar un rasgo característico que diferencia al hombre medio europeo, que con diestra mano denominó Ortega hombre masa, del hombre medio español o masa española. ¿Quién es el hombre medio español y cuál su elemento diferencial? Para poder dar respuesta a esta pregunta tendremos que comprender antes qué es eso de hombre medio europeo u hombre masa y cuáles son las consecuencias de su rápido desarrollo por todo el territorio europeo, para determinar después de qué manera puede el hombre medio español con su primitiva vulgaridad dañar el cuerpo social y político español. En primer lugar cabe señalar que por masa no se está haciendo referencia a un grupo más o menos extenso de individuos concentrado en una determinada área geográfica, como podría serlo la población de una ciudad. Esto sería, más bien, una muchedumbre. La muchedumbre es la forma que adopta la masa en las grandes urbes. La muchedumbre, al contrario que la masa y por ser la forma concentrada de ésta, tiene una opinión propia y actúa para la satisfacción de unos determinados intereses que se crean en la puesta en común de las comodidades de la masa. La masa no tiene una opinión propia, porque siempre depende de alguien que le diga qué es lo que tiene que opinar y en relación a qué aspectos de la vida y de la realidad. Masa, dice Ortega, puede serlo un único individuo. De forma más bien escueta, y evitando una prolijidad que pueda espantar a los lectores menos doctos en la cosa sociológica -aunque el tema pueda resultar de un enorme interés para el observador social, es decir para el investigador social, es decir para el sociólogo-, resumiré lo que nuestro ilustre catedrático de Metafísica entiende por hombre masa. Para ello me valgo del conjunto de ensayos recogido bajo el título de La rebelión de las masas.
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Es el hombre masa un hombre desarraigado, extranjero de todo incluso de pasado e historia; el paria moderno. Es un hombre que vive fuera o por debajo de su tiempo -la altura de los tiempos viene marcada por el sistema de ideas vivas según el cual vive el hombre en un momento histórico concreto: las ideas relativas a la física, a la biología, a la filosofía y a la historia que imperan en una época determinada. La cultura del momento.-, encarnación de la mediocridad burocrática que se vive en la Europa del siglo XX y que ya comienza a hacerse notoria en la centuria anterior por ser fruto de ésta. Un cobarde que no cree o no quiere creer en el deber de la responsabilidad: cree que tiene sólo derechos y no cree que tiene obligaciones. Un hombre sin honor. Un hombre que reclama con un hambre voraz cada vez más y más derechos apelando a un fundamento natural que vaya usted a saber de qué mágica manga se lo ha sacado -de la naturalización ingenua que hace de la civilización, considera Ortega, de la idiotización generalizada que el capitalismo moderno trata de hacer extensible a todas las sociedades para el aseguramiento de sus intereses, creo yo-, mientras rechaza la imposición de deberes y responsabilidades que son el signo distintivo del buen ciudadano y del buen hombre. Civismo, por mucho que le pese a la masa, tiene que ver más con los deberes que todo ciudadano por el mero hecho de ser ciudadano ha de afrontar y asumir, que con los derechos que un sistema democrático sano y estable pueda garantizar. La emisión o el reconocimiento legal de los derechos por parte de la autoridad competente no son sino la consecuencia de la buena salud de un sistema de gobierno, debida a la capacidad de los ciudadanos para soportar las responsabilidades para las que se le requiere en el hacer hacer como sinónimo vital de construir, crear, trabajar: actuar- diario por el bien común, y no la causa de este estado saludable. El Estado moderno congrega individuos, hombres, y los insta a formar una unidad de ciudadanos en la que la seguridad, sobre todo la seguridad, les estará garantizada; si no fuese por el trabajo y el carácter de estos primeros hombres no podría, bajo ningún pretexto, hablarse de ciudadanos, ni de derechos, ni mucho menos de Estado. Niega el hombre masa al individuo y a su libertad individual, iguala a todos los hombres a la baja y paraliza el fértil dinamismo que la heterogeneidad de miras, de pensamiento y de acción posibilita. Destroza la diversidad haciendo de la unidad diversa -unidad como equilibrio, la unidad de principios que ha hecho real el sueño idílico de la Unión Europeaunidad mediocre e ingenua. Poco a poco emerge esta grotesca figura del hombre masa devorando todo lo que encuentra a su paso: el joven despierto y colmado de ideas que
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pretende la preciosa empresa de establecer un proyecto -plan- de vida personal acorde a un pensamiento divergente y heterodoxo, cuando sale al mundo, se topa con este monstruo de la era moderna. Tropieza con la masa -literalmente, con las trabas que la opinión pública o publicada le pone a la fuerza vital del individuo, o metafóricamente, con la encarnación de la masa en una persona que posee, hace uso y, las más de las veces, abuso de la autoridad legal o jurídica que ésta le (con)cede-. Y las vagas ideas de la masa, sus tristes porque realistas -limitadas a lo que efectivamente es- aspiraciones y sus más que materiales apetitos lo arrastran consigo, no dejando de su afán de libertad ni el recuerdo.
El principal enemigo al que se enfrenta la masa y que amenaza su supervivencia como masa es el pensamiento liberal del siglo XIX. Es el hombre masa un ser egoísta, pero ser egoísta porque ser pasivo: porque el hombre medio, repudiando los deberes y las responsabilidades, no experimenta el crecimiento interno -espiritual- que sí experimenta el que una y otra vez se propone nuevos retos y nuevas obligaciones que echarse a cuestas. Porque el hombre medio no es capaz de atender a la imperfección manifiesta de la humanidad, y por tanto no se digna siquiera a actuar para que ésta, aunque perecedera, no se haga incompatible con el progreso del hombre. Y por todo ello la masa no reconoce héroes morales entre sus conciudadanos ni toma a otros hombres como ejemplos de
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civismo y corrección ética. Porque no sabe o no quiere saber del genio, del vigor mental ni de la valentía de esos grandes hombres que deberían, de vivir en un mundo ideal, dirigir el cotarro. Egoísta, a fin de cuentas, por querer vivir su vida y nada más. Pero no sabe nuestro hombre masa que parapetado en su ciudadela interna, viviendo estrictamente su vida y no la Vida, se sale de sí y se enajena; muere en vida. Y es que el hombre, como ser social, es un ser volcado hacia fuera, hacia la realización plena de la vida humana, que es histórica y plural, política y social. El hombre medio por no tener no tiene ni memoria. Olvida lo que ha sido y se pierde en los oscuros caminos del porvenir. No tiene ni luz ni guía para construir su sino; vive anclado en el presente, en lo que es, pensando además que lo que es es lo que debe ser, sin reflexión crítica del pasado ni actitud de protesta hacia el estado actual de dominación. Sin memoria el hombre medio se desengancha del carro alado de la Historia, arroja con furia su fusta y se recuesta cómodamente en un tiempo presente ciertamente estable pero aun así sometido a duros vaivenes a la espera de un final tan trágico que ni él se lo imagina. Deja de hacer la Historia. Y cuando uno deja de construir la Historia, no nos engañemos, ésta no se detiene; nunca lo hace. La Historia seguirá escribiéndose, pero serán otras las manos que lo hagan. Hablar del fin de la Historia supone negar la propia Historia. Nunca dejará la Historia de escribirse mientras haya fuerzas humanas que decidan o bien no vivir sometidas a ninguna fuerza ni instancia suprema, o bien vivir como instancia suprema sobre el resto de fuerzas. Negarse a sí mismo como hombre, esto es como animal de realidad histórica -política-, arrojándose al frío abrazo de la masa, equivale a aceptar y legitimar la dominación ejercida por parte de otros que se encargan de hacer Historia en su acaparamiento del lugar del Poder. Por tanto, sin pasado o mejor aún sin conciencia del pasado -memoria histórica, historicidad o pasado de su generación, el hombre ya no es hombre. De su humanitas, como decía Heidegger, cae a la animalitas; nada hay ya en él que lo distinga del resto de animales. La razón, dirán algunos, es lo que verdaderamente eleva al hombre sobre todas las otras criaturas del reino animal. ¿La razón? ¿Qué razón nos queda sin razón histórica?, ¿qué reflexión puede terminar confirmando un pensamiento válido sin un ejercicio de dialéctica con la Historia? En mi opinión las actividades más sublimes para las que la razón capacita al hombre son la crítica, el negarse a aceptar el orden de las cosas del mundo tal y como es, y la protesta que nace a partir de esta reflexión crítica: si no se acepta el como es de las cosas es porque no es como debe ser; por tanto la crítica conduce
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a una protesta que exige una transformación de la realidad para hacerla concordar con el deber ser del pensamiento racional. Este es el camino del pensamiento, desde la abstracción de la realidad por el horror que ésta provoca hasta su concreción en la realización práctica de la utopía. El caso, y a lo que yo quería llegar, es que no hay capacidad de crítica ni de protesta sin memoria histórica, sin conocimiento de lo que fue y sin conciencia de que aquello que fue no era lo que debió ser y por eso tal o cual catástrofe, como la colosal caída del imperio romano. Por eso digo que el hombre medio es un conformista incapaz de echar una mirada crítica a la Historia e inútil para la tarea de la reflexión y de la protesta, es decir, para la tarea del pensamiento. Desde que gobierna el hombre masa España, Europa y el mundo entero viven una época de no-pensamiento, una época de barbarie primitiva en la que el hombre no piensa ni la verdad, ni el deber, ni el bien, ni su propia existencia o la existencia del mundo: una segunda Edad Media en la que la Verdad Revelada ya no proviene de Dios, sino de los designios que emiten los cuatro poderosos que sientan sus posaderas en el trono de hierro -qué metáfora tan distinta a la de sentar cátedra...- y hacer creer a la masa que es en ella en donde reside el poder como fuente de legitimidad. Lo que ocurre cuando no se piensa y cuando se rechaza la búsqueda de la verdad, además de que volvemos de nuevo a aceptar la dominación de aquellos que nos dicen cuál es la verdad que debemos creer y sobre la que debemos montar todos nuestros discursos, es que la civilización entera se queda sin la luz de la ciencia. Por eso es el hombre masa un hombre primitivo: porque no tiene en estima al gran milagro que es la ciencia, que le dota de las comodidades y aspiraciones modernas que hacen de él el niño mimado de la civilización. Acepta como natural todo aquello de lo que dispone y de lo que puede disponer -instrumentos, descubrimientos, innovaciones, derechos civiles, medios de transporte y de comunicación- y, si no los tiene a mano, los exige, exige su pronta fabricación y su mejora sin atender al hecho de que, para que pueda ponerse en circulación un simple automóvil, es necesario que haya habido antes un nutrido grupo de notables científicos que investigara la forma de darle más potencia, seguridad y manejabilidad. No sabe lo que tiene; es el señorito ingenuo y satisfecho.
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Y es el olvido de su historia y de la Historia en mayúsculas lo que convierte al hombre masa en un paria, en un extranjero incapaz de afiliarse -en el buen sentido del término, el que se emparenta directamente con el vocablo latino filias manteniendo intacta su denotación amorosa- a ninguna causa nacional ni a ninguna nación. Sin la conciencia del pasado de su generación el hombre medio se ve a sí mismo como un ente lanzado al mundo. Y éste sólo comienza a rodar en el preciso momento de la proyección del ente. El hombre masa, cabeza tozuda y pesada que han de soportar la Europa moderna y sobre todo la posmoderna, se muestra incapaz de salir de sí mismo -salir en la abstracción de sí como individuo o, lo que es lo mismo, pensar en el ente sociedad o en el ente el otro- , de mirar atrás en su recuerdo y echar un vistazo a lo que ha sido para poder encarrilar lo que será tal y como tiene que ser. Porque los pueblos se forjan a partir del sentimiento común que la memoria de lo ocurrido despierta. Destaca Ortega a Inglaterra como el pueblo que siempre ha llegado antes al porvenir, que se ha anticipado a todos en casi todos los órdenes. Se debe esta superioridad del pueblo inglés sobre el resto de pueblos occidentales a que ha sido capaz de construir su futuro no dejando nunca de mirar al pasado; hasta el punto de que la memoria del pueblo le sirve de fundamento para la construcción de su futuro, de su Historia. Porque, como todo buen pueblo debería hacer para vivir auténticamente como pueblo, Inglaterra vive -o quizás vivió- en el presente mirando hacia el futuro y comprendiendo que el mirar hacia el futuro inexorablemente obliga a echar una mirada hacia el pretérito. Preserse: pasado, presente y futuro conviven juntos en una misma forma de ser, que es la forma de ser verdadera; el pueblo. No quiero extenderme más por hoy. En el próximo artículo seguiremos hablando del increíble pero patético hombre masa orteguiano, de los nacionalismos, de la Europa dominadas por las masas y de muchas otras cosas más. Pero eso, mi querido lector, es otra movida...
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HE PERDIDO MI ESCALERA
por Carlos Esteban González
¿Quién desea la consciencia cuando llega el frío? El azul que rodea mi casa no se parece al blues que siento tan mío. El calor que mi pecho imaginaba se quedó atrás, con la luz y el vuelo perdidos. No hay más casa ni patria. No hay suelo que no se derrame bajo mi pie; ya no estoy aquí. Ya cayeron las paredes y el sol olvidó alzarse. Ya veo la llanura fresca e inunda mi mirada todo el valle. Se fueron los colores, quizá llegué tarde. Ahora sé que no he partido, -como el guerrero sigo aquí parado, sentado en mi cabezala que cortó lazos con el suelo, quien solo de sí y de mi querer se sabe presa. Me falta ritmo y se me mete el pelo en la cara.
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Me balanceo sin cuidado hacia los lados; ruido, el suelo se encara. Ciegas son las almenas, las torres están tapiadas. Ríos de gotas de aire que ahora me separan, océano de pisadas que las nuestras enmascara. Ya no queda nada y aun así sé volver a casa, pero no a ésta. Ya no queda nada. A veces uno sabe que guarda una bestia. Sentirla así le hace no parecerlo, pero apenas la separan tres versos. Se mira las manos de nuevo, ahora puede reconocerlas. Un segundo, ya casi no pesa. El final no siempre es claro, es bueno conocer la meta. El aire antes tan puro, el agua ahora no cesa.
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-Memorias del olvidoOcurre que cuando uno trata de alejarse de algo que él mimo porta, algo que él mismo es, no recorre el espacio, sino el tiempo; no se interna en la distancia, sino en el olvido. Tras todo el tiempo necesario, tras ser sepultado en el olvido, uno que ya no sangra por la brecha sabe que nada ha de darse por perdido, pues de su despertar sólo lo separa un aliento, un suspiro. Una tímida cortina o un fuerte ejército de muros, ambas ante el sentido son débiles, su puerta cede frente a un corazón de derribo. Me caigo y no lo estoy, sueño que he dormido. La habitación ha olvidado el ruido, sólo el rumor aguanta escondido. Me duermo y no lo estoy, sólo había olvidado el ruido. Uno ha de poseerse. Nada más puede poseerse que a uno mismo. No poseo mi palabra, pues ahora es tuya. No poseo mis actos, ahora son de todos. No poseo el aire, más a él le necesito.
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No poseo el amor, él me posee a mí. Uno decide, con suerte, cuanto ha de permitirse morir. No es el suelo el que flaquea, es un sentir desmedido en un mundo finito. Es un saberse creador de realidades sin repertorio conocido. Clack y llega otra gota que va a parar contra el suelo. La puerta zarandea el aire que ahora golpea el dintel, tras él anclaje de cromo cobre y pomo en roble romo. No es el suelo soporte sino escenario del vivir vibrando; el aire, las manos, los versos; el pecho, el soñar y el tempo cuerdo. Tengo una habitación realizada en el caos. Ella viene a mí cuando me pierdo. En ella me veo como se ve en el mar el cielo, tan cercano y desamparado por entero. La felicidad es un esquina al sur del quiero. Era feliz sólo y desconocido, ahora el tiempo regaló mi cuerpo al miedo.
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Él es mayor y llora. Vuelve su rostro en convulso trémolo. No puede admirar su belleza; desperdicia tal oportunidad que lleva ya esperando su destreza. No siente un mundo a su lado, no tiene sentido del peso, del tacto. No recuerda si nació volando. Soy porque he nacido. Es porque estaba cuando nací. Era porque permitió que naciera. Piensa un mundo a su lado, pero aun así no puede tocarlo. Ahora su corazón aconseja la duda, recoge su cabeza y la muda, a otro hemisferio lejano. La palabra no le acompañó ahí abajo. A oscuras están él y su conciencia de oficio buscando. Soy porque siento. Siento porque vivo. Y qué sé yo y no sé qué estaba mirando. La acera se comba, no habría nadie esperando. El sol no proyecta sombra, la gente se está alejando. He nacido a mi vera y ya me he olvidado.
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Sigo aquí, solo sigo. Mi patria es el olvido, así lo he deseado, así lo he necesitado, así lo he vivido. Ya no tengo casa, ni cuerpo ni abrigo. Ya no queda nada, ni luz ni sombra ni testigo. Aquí abajo no había nada y he bajado a costa de mis brazos, mi piel, mis piernas, mi cordura y sentido. Nada más que un yo que golpea el lecho con intensidad; más no queda ningún ruido. Frío quirúrgico de sentimiento provisto de distancia. Nostalgia de un tiempo en el que estábamos vivos.
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El suelo está frío. Yo estoy frío, otra vez, rápido, descubro que soy la habitación y me incorporo la soledad. De pies no es tan grande. Y ahora a subir, no había nada abajo, me empeñé en desalojar por el riesgo de derrumbe y ahora no me queda escalera, ni fría cama, ni adorada lumbre. Son tus pies eco del Abuelo que te cuida. Son tus sones luz de medio día. Son mis quereres mañana tardía que se descubre atardecer; rojo, violento, silencio del volver a nacer. -
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VERSOS VARIOS #2
por Ernesto Rodríguez Vicente Quisiera Quisiera que el dolor entendiera que el daño es solo un desorden, que el orden tan solo responde con el llanto de un recién nacido: vivo por no saber de la muerte, hondo por no conocer el olvido. Quisiera que todos quisieran, que no hubiera guerra ni noche, que fueran dichosos los hombres y las sombras iluminaran el camino: eterno por no tener horizonte, ávido por no estar definido. Quisiera que nunca quisiera, que el temor no tuviera nombre, que el amor no fuera un resorte y mi corazón no estuviera perdido: abandonado por desdén al misterio que jamás hallarán mis sentidos.
… Inmenso expuse mi sombra ante los cuerpos débiles, ante las luces de arena, soportando el crudo peso de la voz que recompone el ánimo agradecido desde la inútil ceniza. Inmenso vi mi caída hacia el infierno evitado en los días de incomprensión, en las noches de desidia, y reduje a un solo efecto la razón de toda causa por la que muero en vida: Inmenso no siento herida.
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Dícese del hombre que camina sobre un reloj dormido que no hay horas que le pesen como sueños, ni sueños que le pesen más de una hora. Dícese del hombre que recuerda un profundo olvido que no hay lágrima más amarga que el recuerdo de haber sido. Dícese del hombre que ya no es sino es él mismo que siempre fue aunque por tanto ser haya disentido. Dícese del hombre que espera y desespera sin motivos que no espera hallar ni desespera por hallarse perdido. Dícese del hombre que duerme sobre un viejo libro que el pasado le pesa tanto como el sueño que despierta sus sentidos. … Me inunda ese aire etéreo que consume al artista, esa calada interminable, libre de significado que disuelve la apariencia. Me rompo en pedazos, me doblo en las esquinas; la calle es un abrazo de ruido, de humo, de viento. Mis sentidos se reparten sobre el río, como aceite, mis palabras resbalan entre dos soluciones. Soy un pobre desdichado, un magnífico soldado al frente de una guerra, un fugitivo desorientado, un suicida, una promesa.
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LA ERA PRIMITIVA
por Ollie de Ninfo Abrid los márgenes Entregad los gérmenes Soltar vuestra mandíbula Preparadla para la era primitiva Que es Y será La noche
I. El que no corre Vuela Pero el que busca A veces no haya… Cuidado con eso
Sí, me escucho Sí, sí, me escucho 1, 2, unooo, doss Si me escucho y te escucho, bien Aunque si el chucho no calla No escucho.
II. Me alivio al saber Que nunca te tendré lo suficiente Me estremezco al pensar Que esta sensación que ahora comparto Perdurará. ¿Cómo recuerda la memoria temprana de la mañana Las gotas? ¿Cómo recuerdan las gotas de la lluvia
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Como deben llegar hasta el rio Justo de donde vienen? ¿Y el remolino, Se recuerda el remolino Y por eso se come a sí mismo? Cuidado con eso.
El agua siempre me trae tu memoria Memoria temprana de la mañana: El aire es concreto Y también libre. Que no corre Vuela. Que abre, abre las alas Y se choca valiente, se choca, atraviesa; Es travieso, se cuela y surge. Se muestra; y dice: nunca más. Muéstrate, dime nunca Nunca más.
III. Sí volver a caer esta noche en los cantos de grillo y en el privado silo de tu mineral de tu trigo.
¿Y el rocío? Algunos están buscándolo Aunque bien saben Que no sabrán nunca
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Si lo encontrarán, o no Pues este vive entre dos mundos, Y se aparece solo cuando el día Ha sido cuidadoso con el sueño de la noche. A veces ni eso.
Esta noche es grata. Aviva los ojos Calma las lenguas y abre las bocas Destrenza las espaldas y las piernas
II II. Temprana es la salida O tardía. Temprano o tarde Se encuentra una salida Del silo de cada cual, Desde lo profundo de las minas Que somos Hacia el placer, el placer Y la dulzura Que contentan Al mundo.
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CARTA DE SUICIDIO INTELECTUAL Y CREATIVO _ por David Álvarez García –La sensación de separación es total; desde ahora estoy prisionero en mí mismo. No habrá fusión sublime; he fallado el blanco de la vida. Son las dos de la tarde.– Michel Houellebecq
Muchas veces he pensado como sería escribir unas líneas que dejar junto al propio cuerpo sin vida. Al final siempre pensaba que poco importaba lo que quedase escrito, puesto que esas partículas y particularidades reunidas en la ilusión del Yo, habrían desaparecido de la realidad constituida por ellas mimas. Para darme ideas en mis momentos suicidas leía la carta de H.S. Thompson o de Kurt Cobain, pero no quedaba convencido y nunca hice ni siquiera eso que llaman “intento de suicidio” o “grito de socorro”. No creo que necesite que nadie me salve, y aun si lo creyese lo negaría una y otra vez. Del mismo modo negaría ser merecedor de la compasión del hombre, cruel estigma de la indiferencia primordial. Pero esto no es una carta de suicidio, o no en el sentido usual, puesto que no pretendo quitarme lo que generalmente se considera “la vida”. Es una despedida (tranquilos, estadísticamente hablando pocas despedidas son definitivas) de esta revista y de la vida tal y como ha sido para mí hasta ahora. Para empezar seguiré el estilo Cobain: Ya no disfruto escribiendo. Más justo sería decir que nunca lo he disfrutado realmente, y que simplemente me valía de ello con la intención de definir e integrar esa esquiva “vida interior” en la imposición exclusiva de la dominancia externa. Ahora bien, esto no significa que vaya a dejar de hacerlo. Simplemente voy a dejar de publicar en este espacio, como una suerte de esperanza hacia un nivel más profundo de mi mismo. Siempre se habla de “conocerse a uno mismo” o de “ampliar los límites de la conciencia” pero muy pocas veces se desea profundizar en ese abismo que nos mira, y que con un primer vistazo superficial ya se intuye infinitamente vacío. El problema que yo veo en esta labor arqueológica de la psicología humana es que, a cada paso, la realidad se desvirtúa y se emborrona. Es un sendero arriesgado en el cual la locura amenaza tras cada curva y cada vuelta. Pero hoy más que nunca la locura misma está en duda, subsumida en función de la interpretación de las relaciones de poder llevadas a cabo en los últimos años. Además eso, en verdad, tampoco es tan importante. Una vez se ha sentido la llamada del vacío, es decir, la desilusión por el sentido común de la realidad aplastante, es absurdo siquiera plantearse el retorno a la seguridad de las masas. Si acaso se volverá a ese amplio terreno de conflicto tras el descenso y el pleno desencanto, nunca antes. Más tampoco esa óptica revisionista de un ingenuo pesimismo, llamado a la ilusión de la superioridad espiritual, es válida para mí. Y esto, en definitiva, me tiene a mí como punto de partida para las posibles conexiones con los diversos organismos de lo real. En este texto pretendo ser directo y simple (¿he ahí la ficción?). En muchos de los textos que he escrito para esta revista adoptaba una visión autobiográfica, falseada por la ficción. Es decir, se os ofrecía la apariencia de que vuestro interlocutor en la lectura era “yo”, pero la verdad es que no era así. A la hora de escribir (exceptuando quizás los textos estrictamente filosóficos –de haberlos-), aun en aras de la sinceridad intelectual y moral, es para mí evidente la presencia de una frontera de ficción que abre el marco para la integración de mis impresiones e ideas. Es en esa frontera donde más atención hay que poner para detectar a ese que escribe, y no en el ámbito que se explicita en las propias palabras. Es como cuando lees Rayuela, pero, obviamente, en un nivel muy inferior de estructura literaria. Además Cortázar tiene la virtud de abrir con una amplitud asombrosa
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ese intersticio entre lo que escribe y lo que desea. Por seguir a Žižek, de lo que se trata es de: en primer lugar, aceptar que la realidad se constituye a través de ficciones, por y para ellas; es decir, que para el hombre no existe esa ansiada realidad libre de ficciones constitutivas, sino que toda realidad está contenida en los sueños, ideas y las fantasías por las cuales nos movemos; y en segundo lugar, una vez aceptado el “principio ficcional o ideológico” de la realidad (por llamarlo de alguna manera), buscar no la causa teórica que deforma lo real, sino los mecanismos prácticos mediante los cuales las ficciones teóricas articulan y constituyen la realidad (aunque esa articulación sea propiamente una deformación teórica de algo desconocido). Así pues, ese “yo real” es un susurro que recorre todos mis “yoes ficticios”, que en este caso son los textos de esta revista. Y ahora viene la pregunta fundamental: ¿existimos, acaso, sin el apoyo de la fantasía? Si nadie me lee para sustentar mi fantasía literaria ¿he existido en algún sentido? ¿En algún nivel? ¿Acaso basta con que me lea yo a mí mismo? A esto último podría responder que sí, siempre y cuando se aceptase que el David que escribe, es radicalmente diferente del David que lee, aunque eso no está tan claro. Pero volvamos a mi suicidio. Aparte de mi creciente disgusto por lo que hago (por lo que soy) he de reconocer que siento un cierto placer al componer una estructura literaria. Con estructura literaria pretendo abarcar desde el ensayo filosófico, hasta el poema, pasando por el relato y la prosa lírica. Es decir, lo que propiamente hago. Ese placer (como casi todo placer) viene acompañado por toda una cohorte de estímulos: culpabilidad, orgullo y vanidad, compasión, sufrimiento, esperanza, repulsa, ira, etc. Y todo ello constituye propiamente ese placer que, como diría Baudelaire, no deja de ser un placer culpable. He tratado de compartir ese placer, y no me arrepiento, pues algo he conseguido. De una forma u otra “eso ahí queda” y ojala algún día mientras algún tipo o tipa se fuma un cigarrillo leyéndome, me encuentre entre tanta palabra. Pero ahora mismo siento que ya he compartido suficiente (en cantidad al menos). No me siento cómodo cada mes teniendo que forzarme a escribir aunque realmente no lo quiera. Esa presión (leve presión dada la magnitud de nuestro público) me resulta sucia, pegajosa y corrosiva, por lo que he decidido abandonar por el momento este prometedor proyecto. Cuando cada mes llega a mi correo la revista, no siento el entusiasmo que me hacía devorarla en minutos, ya ni siquiera disfruto de los textos de mis queridos compañeros. Por otra parte el gran número de abortos creativos que sufro cada mes me asfixia con saña. No puedo saber cuánto durará esta muerte creativa que trato de justificar. Eso no cambia nada de aquellos versos que escribí hace algunos números en los que afirmaba ser escritor. Si desde hoy, hasta el día de mi muerte física, no escribo una sola palabra más (cosa que la verdad me resulta inimaginable), no habrá cambiado nada. La fama, el éxito, la virtud individual, etc., no cambian nada, al menos nada esencial en lo que a mi condición se refiere. No puedo saber más de lo que ya he dicho, asique ahora me dedicaré a olvidarme de mi participación en esta revista y a seguir por mi cuenta: leyendo, escribiendo, estudiando, fingiendo y demás artificios patológicos. Quizás trate de hacer valer mi primer libro que he terminado recientemente, o quizás lo revise una y otra vez hasta que me harte y lo olvide. No dejan de ser una serie de poemas, aforismos y ensayos pero si a alguien le interesa puede tratar de contactar conmigo. Ya no me queda nada más por decir aquí, tan solo despedirme agradecido y expectante. Como último favor, no voy a pediros que me recordéis, que me compadezcáis, o que me reconozcáis en un alarde de reciprocidad; sino que voy a pediros que me dejéis descansar de esta experiencia. Este último envanecimiento es más que nada una broma.
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Y esto último, como no, va dirigido al lector: Hola lector, siento hacerte pasar por esto créeme me gustaría dejarte en paz desearía que te librases de mí tanto como a mi liberarme de ti Aquellos buenos libros de hace años nos permitían soñar sin necesidad de referencias hoy añoramos esas palabras puras y desinteresadas y henos aquí demostrando que no estamos solos. Ya nadie nos lee, apreciado lector. Por eso estamos hablando sobre el texto bajo él no existimos en ningún modo y es por eso que no puedo dejarte en paz.
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MÚSICA
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Nirvana – Where Did You Sleep Last Night “En algún momento del camino, encontré un remanso de oscuridad material, y decidí, más o menos, permanecer en él; permanecer en ella hasta que una luz nos ilumine y podamos hablar de libertad de igual a igual” Extremoduro – Entre Interiores “Para que las quiero todas las palabras si todo lo que sueño está en las entrañas.” Ludwig van Beethoven – Fur Elise “Si alguna vez tocaras el cristal que cubre la noche, tus dedos se fundirían con la luna y las estrellas y tu alma de azul armonía se uniría al universo.” Heroes del silencio – La Herida “Siempre es la misma función, el mismo espectador, el mismo teatro, en el que tantas veces actuó (…)” Police –Message in a Bottle “…”
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