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Matraquinha
por Wagner Yamuto
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Wagner es papá de Gabriel (que tiene autismo) y de Thata; está casado con Grazy Yamuto, es fundador de Adoção Brasil, criador del app Matraquinha, autor y un gran soñador.
ADOPCIÓN
Y AUTISMO
Mi esposa y yo siempre soñamos con tener hijos, y como a la vida le gusta burlarse, descubrimos que no podríamos tener hijos biológicos.
La gestación en una adopción es un poco diferente de la biológica, que dura un promedio de cuarenta semanas. Para que se haga una idea, la nuestra sobrepasó las doscientas semanas.
Cuando lo adoptamos a Gabriel él estaba con diez meses de vida y su desarrollo seguía según lo esperado para su edad.
Mejor dicho, casi todo era según lo esperado. Él no hablaba, tampoco balbucía, pero siempre señalaba los objetos de su interés.
Yo decía que era por falta de estímulo en el orfanato, pero mi esposa sospechaba de algo más.
A los dos años y medio, lo pusimos en un parvulario para que pudiera convivir con otros niños, y de esa manera trabajar la presunta “falta de estímulos”.
Antes del inicio de las clases tuvimos una entrevista con la psicomotricista de la escuela. Con un mes de clases, ella nos llamó para una nueva conversación y nos entregó un informe recomendando una consulta a un neuropediatra.
Hicimos lo que nos recomendó, y en diez minutos de consulta recibimos el diagnóstico de autismo. Fue un anuncio sin rodeos. “¡Él tiene autismo!”
Mientras regresaba a casa, entre lágrima y lágrima, pensé en procesar la neuropediatra. “Si ni siquiera lo conoce a mi hijo, ¿cómo me da un diagnóstico como ese en tan poco tiempo”, pensé.
De vuelta a casa, empezamos a investigar, y al rato caímos en la cuenta.
Empezamos a observar las conductas de Gabriel, a ver videos caseros, y con ojos más entrenados nos dimos cuenta de que el autismo siempre estuvo allí, con sus movimientos estereotipados con las manos, sus saltitos y grititos.
Lloramos, nos abrazamos, nos secamos la cara y empezamos un nuevo capítulo de nuestra historia.
es profesora y abogada, hoy empresaria y mamá en tiempo integral de Érico, 13 años, y de Bia, 9 años. Su pasión es crear recursos que faciliten la comunicación y la regulación emocional, mejorando, así, la calidad de vida de quienes se encuentran en el espectro del autismo y de toda su familia, una vez que vive retando y superando las dificultades que impone el autismo, incluso antes del diagnóstico. Le encanta la pizza, playa y risas con gusto.
@teraplay /teraplaybrasil www.teraplay.com.br contato@teraplay.com.br
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A MUCHOS NIÑOS LES ENCANTA
A algunos niños les encanta
masticar, morder y roer objetos. Es más: muchos necesitan masticar, morder o roer para sentirse calmados, centrados o regulados. La gama de cosas que se pueden llevar a la boca es ingente. Cuellos de blusa, pelos, dedos de manos y pies, lapiceras, lápices, suelas de zapatos, almohadones, gomas e incluso hormigón y drywall pueden formar parte del listado de preferencia de algunas personas. La pregunta que no calla es: ¿Por qué? Resulta importante tener en mente que morder objetos no alimentares no es “malo” per se. Llevarse objetos a la boca y morderlos a menudo forma parte de la secuencia natural del desarrollo, cuando los niños empiezan a explorar y aprender sobre las propiedades físicas de su mundo en el primer o segundo año de vida. Masticar puede resultar beneficioso para niños más grandes también. La gran entrada sensorial que brinda la boca y la mandíbula al masticar (conocida como propiocepción) puede ayudar a calmar el sistema nervioso cuando sobreestimulado, cuando el niño se siente nervioso u oprimido. Exactamente por eso muchas personas se comen las uñas cuando están nerviosas o ansiosas. Morder objetos también puede ayudar a “acelerar” el sistema nervioso, cuando el niño se encuentra aburrido o cuando necesita entrada sensorial adicional, sobre todo si se trata de un buscador sensorial o si estuvo sentado e inactivo por un rato. La masticación también puede ayudar
El hábito de masticar puede convertirse en motivo de preocupación cuando provoca autolesión, destrucción de objetos, o expone los niños a una potencial asfixia o intoxicación
los niños a reconcentrarse cuando lo necesitan, incluso a bloquear las distracciones y los elementos estresores en su ambiente. Aunque pueda ser algo bueno en ciertos casos, la masticación puede convertirse en un problema cuando la dedicación a esa actividad llega a impedir que el niño sea capaz de participar en o realizar actividades diarias funcionales, como jugar utilizando las manos o realizar su autocuidado en tareas como lavarse los dientes, por ejemplo. El hábito de masticar también puede convertirse en motivo de preocupación cuando provoca autolesión (masticarse las uñas o la piel hasta el sangrado), destrucción de objetos (como lápices, ropas o muebles), o expone los niños a una potencial asfixia o intoxicación por materiales, como pedazos de lápices, gomas o incluso el drywall. Entonces, ¿qué se puede hacer para ayudarlo al niño que necesita masticar? Aquí están cinco sugerencias para ayudar niños que parecen masticar todo: 1º - Busca averiguar por qué el niño se lleva objetos a la boca. 2º - Bríndale más oportunidades de estimulación sensorial pesada para todo su cuerpo, todos los días. 3º - Bríndale oportunidades de aumento de entrada sensorial de la boca al tomar con pajita y comer alimentos crocantes o que necesiten masticación intensa. 4º - Bríndale oportunidades para aumentar la entrada sensorial de la boca por medio de objetos no alimentares seguros.