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Liga dos Autistas

por Josiane Soares

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tiene 22 años, nació en Mato Grosso, reside en el estado de Goiás, Brasil, formada en psicología por la FAMP, y actualmente cursa postgrado en Evaluación Psicológica en la IPOG. Le gusta mucho estudiar y está escribiendo su preproyecto de máster. Es asociada de la Abraza –Asociación Brasileña para Acción por Derechos de las Personas con Autismo– y forma parte de la administración de la Liga de los Autistas con la función de promover campañas de concienciación e iniciaciones científicas.

@liga.dos.autistas

AUTISTA CAMALEÓN

El camaleón posee la capacidad de cambiar los pigmentos que dan colores a su piel para confundirse con el ambiente, siendo esa una estrategia de caza o defensa. Los autistas también somos camaleones, ya que cazamos constantemente la aceptación social imitando al individuo admirado socialmente (ficticio o no), y así camuflando nuestras dificultades en defensa de posibles juicios.

La interacción social exige una interpretación de conductas no verbales, como expresión facial y corporal, además de la necesidad de filtrar los estímulos del propio ambiente (luces, ruidos). En ese contexto, nos sentimos textualmente perdidos, como si fuéramos ciegos, y la consecuencia es la tendencia a siempre esconder nuestra esencia, nuestro yo.

Desde del momento que buscamos aceptación, inclusión y comprensión de nuestra manera atípica, notamos juicios, reprehensión e incluso exclusión. De esa manera, somos “obligados” a adaptarnos, como hacen los camaleones.

Ese fenómeno del autista camaleón tiene como aspecto positivo el presunto camuflaje, al pasarse por persona neurotípica/común. Eso proporciona participación activa, libre de estigmas, sin etiquetas, y al autista se lo considera apenas una persona “normal” más.

Sin embargo, nuestras dificultades se ocultan detrás de todo ese desempeño –es como si estuviéramos en un teatro imitando frases y conductas consideradas satisfactorias por el grupo al que queremos pertenecer. Semejante esfuerzo nos provoca excesiva sobrecarga, como dolores de cabeza, inseguridad, baja autoestima, cansancio físico y emocional, además de crises depresivas.

Autistas no sufren por ser autistas, sino por los prejuicios, que a menudo ocurren dentro de su propia familia, como también en ambientes externos: en las escuelas, grupos de estudios e incluso en nuestro ocio.

Para restaurar nuestra autoestima y minimizar los efectos secundarios, se deben romper los prejuicios, no se deben percibir las diferencias como negativas, sino como oportunidades de aprendizaje con la diversidad.

De esa manera, en lugar de expresiones de juicio, deben ocurrir actitudes de acogida. Sólo así dejaremos atrás toda nuestra habilidad camaleónica y pasaremos a ser auténticos.

Cuando los autistas estamos en un ambiente de respeto, nuestra ansiedad se reduce y logramos vivir de manera más liviana, tranquila y feliz.

Evita juicios, ¡ayuda un autista a enorgullecerse de su existencia! ¡Por menos autistas camaleones y por más autistas orgullosos!

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