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Ni siquiera Trump es inmune a la Justicia

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Pedro Galli

Pedro Galli

La fiscalía neoyorquina imputa al ex presidente Trump más de treinta delitos relacionados con el encubrimiento de un encuentro sexual con una actriz porno.

Alfredo Salafranca

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Para los ciudadanos de países democráticos con sistemas judiciales mínimamente razonables, y con la debida separación de poderes que garantiza un nivel aceptable de independencia judicial, lo que está sucediendo desde hace un par de años en los Estados Unidos de América es sorprendente y lamentable. Sorprendente porque nunca creímos que ese gran país tuviera un sistema judicial tan timorato o tan politizado como para no atreverse a procesar a un presunto delincuente, sólo por tratarse del ex presidente. Lamentable, porque si esa es la situación actual del Estado y de la sociedad en ese país, no podemos sino considerarlo como una profunda involución, y temer que pueda extenderse al resto del mundo occidental.

Por mucho menos de lo que se sospecha de Donald Trump han pisado cárcel bastantes políticos en todo el mundo, o, como mínimo, han quedado plenamente desacreditados e incluso legalmente incapacitados para seguir dedicándose a la política. Aquí al lado, en Francia, el ex presidente Sarkozy ha sufrido un auténtico calvario judicial, merecido, que ha acabado con su carrera política. Un país tan serio y avan- zado, tan inserto ya en Occidente y con una economía tan próspera como es Corea del Sur, ha visto hace muy pocos años cómo su presidenta Park Geun-hye se pasaba unos cuatro años en prisión, hasta recibir finalmente un indulto a finales de 2021. Su condena era nada menos que de veintidós años de prisión mayor. Y, en la medida en que esto tenga algún efecto aún, se trata de una mujer. Es importante señalar que los delitos juzgados a Sarkozy y a Park son de mucha menor consideración que los que, presuntamente, podrían imputarse a Trump.

En efecto, es sorprendente y lamentable que, dos años y pico después de dejar el poder, y en las circunstancias en las que lo dejó, la Justicia estadounidense no haya sido capaz aún de procesar al ex inquilino de la Casa Blanca por su papel, siquiera de colaborador por irresponsabilidad, en los hechos acaecidos el 6 de enero de 2021 en la ciudad de

Washington, cuando sus partidarios, llamados por él a la capital y arengado por él para marchar hacia el Capitolio, lo tomaron. Fueron sus seguidores quienes a punto estuvieron de linchar a la presidenta de la Cámara de Representantes y de ahorcar a Mike Pence. Hay testimonios del personal de la Casa Blanca que indican que Trump quiso ser llevado al Capitolio, y cuando se le negó por seguridad esa opción intentó sentarse al volante de su limusina, y que sólo la intervención física del Servicio Secreto lo impidió. ¿De verdad un comportamiento como ese no habría merecido la acción de la Justicia en cualquier país de Europa Occidental, por ejemplo?

De las innumerables actuaciones cuestionables de Trump, antes y después de dejar el cargo, quizá la más grave no sea siquiera la ocultación de documentos de alto secreto, ni tampoco es demasiado importante todo el sórdido asunto del pago a una ac- triz porno para que no hablara sobre su encuentro sexual con el político. Lo que sí es intolerable y merece llegar hasta el fondo del asunto es, además del papel en el asalto al Capitolio, la coacción a un alto cargo del estado de Georgia para que adulterara el resultado electoral de su circunscripción. Está grabado. Lo ha oído todo el planeta. "Consígueme once mil votos más". ¿En qué país democrático y con un sistema judicial digno de tal nombre no estaría ya entre rejas quien hiciera algo así? ¿Se imagina el lector a cualquier líder político español pillado en semejante conversación? ¿Por qué esa dulzura respecto a Trump? No faltan quienes creen que una actuación dura contra él podría desembocar en un conflicto civil de gran magnitud. Pero el daño a largo plazo por no esclarecerlo es sin duda mucho peor.

Con todo, el procesamiento a Donald Trump por lo de la actriz porno es una buena noticia. Significa que ni siquiera un poderoso ex presidente, ni siquiera un potencial candidato a las primarias republicanas de 2024, es inimputable. Todo el mundo es imputable, nadie es inmune a la acción de la Justicia. Parece que los Estados Unidos de América están reaccionan- do tras los años de anestesia populista de este personaje que, como indica su sobrina Mary Trump, profesora de psicopatología, ha sido el hombre más peligroso del mundo. También Al Capone fue muy peligroso en su época, y terminó procesado por delitos menores. Esperemos que a Trump sí se le imputen los delitos importantes.

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