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No compre deuda pública

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Pedro Galli

Pedro Galli

Comprar la deuda que emiten los Estados es contribuir a su indisciplina fiscal y a la adopción de sus políticas liberticidas de todo tipo. Es una inversión inmoral.

El presente artículo tiene la apariencia de consejo o incluso de exhortación a la no tenencia de deuda pública de Estados. Surge como respuesta a las colas que se produjeron frente al Banco de España para comprar deuda pública española. El título se lo debo al pensador y activista estadounidense Frank Chodorov. Más en concreto a su libro autobiográfico Out of Step: The Autobiography of an Individualist (1962). Antes de continuar, cabe mencionar, que este consejo que da título al artículo se basa en principios puramente morales, no fiscales ni financieros. De hecho, antes de pasar al contenido central del artículo, vamos a analizar, siquiera sea someramente, el bono como producto financiero.

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Definamos qué es un bono. El bono de un determinado país es un título de deuda pública emitida por éste para financiarse. Es decir, el Estado español pide dinero prestado y promete que pasado un tiempo te devolverá el principal más el tipo de interés que se haya establecido de antemano. Existen, según su plazo, diferentes tipos de productos que se engloban dentro de la misma categoría: Letras del tesoro (corto plazo), bonos (medio plazo) y obligaciones (largo plazo).

De los tres tipos, el que se puede catalogar de menos arriesgado son las letras del tesoro ya que sus vencimientos son a 3, 6, 9 y 12 meses, y previsiblemente es complicado que España caiga en default en este corto periodo de tiempo.

Las letras del tesoro están dando un tipo de interés anualizado de aproximadamente el tres por ciento. Es cierto que esto no es la panacea y menos en un entorno inflacionista como el que estamos viviendo (de enero de 2021 a enero de 2023 el incremento del IPC ha sido del 12,4%), pero ayuda a amortiguar el golpe. Es una inversión para tener en cuenta si atendemos a la ratio seguridad/rentabilidad.

En contexto, este dato de aproximadamente el tres por ciento de ren- tabilidad nominal es especialmente atractivo cuando lo comparamos con la remuneración media que obtienen los depósitos en España, que, según los datos del Banco de España, en febrero fue del 0,86%. El motivo de tan exigua remuneración en los depósitos bancarios españoles es que el sector es un oligopolio artificial creado por el Estado, no obstante, si cada vez más y más gente se desplaza hacia la compra de deuda pública, utilizando para ello el dinero que tenía en depósitos bancarios, tendrán que empezar a remunerarlos para mantener y atraer capital.

Visto este pequeño análisis en el que se valora positivamente la deuda pública como instrumento financiero, pasemos a la parte central del artículo, la parte moral.

Si nos suscribimos a la «Teoría de la conquista del Estado» y estamos, por lo tanto, en contra de este monopolio de la fuerza bajo el cual vivimos, ¿deberíamos financiarlo? ¿no es la idea de los liberales reducir el poder y las competencias del Estado? ¿no es la idea de los anarcocapitalistas acabar con él? Difícilmente veo compatible aminorar el poder del Estado y ayudar a su financiación.

Además, la deuda pública es perversa por varios motivos. Al financiar al Estado le estamos ayudando a que no cuadre sus cuentas. Es decir, le estamos respaldando para que continúe por la senda del derroche. De esta manera contribuimos a la fabricación de un Estado adicto al gasto y al crédito, que no hará sino cargar mayores volúmenes de deuda a las generaciones venideras bajo la excusa de invertir en ellas (la deuda pública se situó en enero de 2023 en 1.489.796,89 millones de euros frente a los «solo» 384.661 millones de euros antes de la crisis de 2007).

Pero el uso de la palabra inversión no puede aplicársele al Estado ni a ninguna de sus «empresas». En palabras del economista francés Pascal Salin: «La empresa pública sí puede tener la apariencia de una empresa, pero no lo es realmente, en el sentido de que no hay empresarios, es decir, propietarios responsables.». Sentada la principal diferencia, cuando compras un bono industrial, prestas tu dinero a una corporación privada para que pueda incrementar su producción en el mercado (sea mediante la compra de maquinaria, la contratación de nuevos trabajadores, la inversión en investigación, etc). La empresa, una vez consigue llevar más producto al mercado, está en disposición de pagarte esa prima (el interés) por el dinero que le prestaste. Sin embargo, el Estado lo gasta, que es todo lo que sabe y puede hacer, y los ahorros desaparecen. Para pagarnos el interés, el Estado tiene dos opciones principalmente. Recurrir a la emisión de más deuda pública para pagar a los primeros creando de esta manera un sistema piramidal que explotará tarde o temprano. O bien, recurrir a mayores impuestos para hacer frente al pago de esa deuda. Con lo que estarías contribuyendo con tu dinero. Es decir, te estarías pagando una parte a ti mismo además de haber constituido un incentivo para que aumenten o se creen impuestos nuevos que continúen saqueando al ciudadano.

La compra de deuda nacional es, en definitiva, una institución completamente inmoral.

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