Crónica
Crónicas hormigas por Yolanda García Bustos1
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Baño de recuerdos fotografías de Karen Paredes Ávalos, 2019
A mediados del siglo pasado, los baños públicos de nuestra Ciudad vivían su época de oro, década a década han ido decreciendo. En los años sesenta muchas casas en Azcapotzalco todavía carecían de redes de agua potable, se extraía por pozos que a veces no suministraban suficiente, lo que provocaba que mi Madre me diera la orden —preparas tu maletita: toalla, ropa interior y jabón porque nos vamos a los Baños Públicos, no se te ocurra olvidar tus chanclas—.
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agaba dos regaderas individuales a diez pesos cada una, aunque también había las generales que eran más económicas pero que Mamá no rentaba porque decía eran antihigiénicas, ¡por mi mejor! Ya que en la intimidad de la individual permanecía bajo el chorro de agua caliente sin que nadie me dijera —¡ya ciérrale a esa llave, que el agua no la regalan!— O la amenaza —¡nada más no te lavas bien las rodillas y los codos y te voy a tallar con piedra pómez!— El Tíber, Mercado, San José, Azteca, Azcapotzalco, Clavería, de todos los que conocí en esa época, sólo sobreviven los Costa Azul en la calle de Esperanza. En ese entonces no existía la amenaza de campañas de ahorro de agua; por mí, podría haber pasado toda la vida bajo la regadera de los plebeyos y hormigueantes Baños Mercado (donde ahora está Copel), aunque se cumpliera la amenaza materna de que me iba a convertir en pez. Me despertaban de mi sueño los estridentes golpes en la puerta con el grito de mi Madre ¡Que pasó ya acabaste! y a mi relajada respuesta ¡Yaaa vooooy! Su orden autoritaria ¡Apúrate chamaco que se hace tarde! 1
“Falleció en 1998, para renacer como La Catrina en 1999. Dedicándose a las artes literarias y escénicas, retomó su formación académica consiguiendo
titularse con mención honorífica como Licenciada en Arte y Patrimonio Cultural”.
Revista Azcapotzalco / 78