EDICIÓN ABRIL 2017

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ABRIL 2017, nยบ 112

IMAGINARIO ,

crรณnicas de lo simple y extraordinario

ANFIBIOS ALTOANDINOS



IMAGINARIO Ya casi no se veía, la carretera comenzaba a iluminarse sólo con las luces de los autos y buses que pasaban, nosotros íbamos camino a nuestras casas, cuando vimos a un costado de la huella, la puerta de una humilde casa...

32 Chilco (Fucsia magellanica)

ANFIBIOS ALTOANDINOS Buscando los derroteros de la herpetología austral muy lejos de los bosques de Drymis winteri y Nothofagus llegamos al anochecer al pueblo olvidado de Lirima sobre los 4300 mts. Aparcamos el vehículo no lejos de la iglesia del pueblo en la única casa que se veía...








L

as circunstancias

Ya casi no se veía, la carretera comenzaba a iluminarse sólo con las luces de los autos y buses que pasaban, nosotros íbamos camino a nuestras casas, cuando vimos a un costado de la huella, la puerta de una humilde casa que estaba decorada con flores y ramas formado algo así como un arco de medio punto, ¿De qué se tratará? Es la pregunta que todos nos hacíamos, decidimos detenernos en un recodo del camino. Pensamos en un funeral o más bien un velatorio de campo, pero no era así, por que se oía música que emanaba del interior de la pequeña casa de doble agua y de material ligero, tres personas fumaban y conversaban animadamente fuera de ella, por ello descartamos de plano que se tratara de un velatorio, aunque a decir verdad, no todos lloramos cuando hemos ido a alguno… No viene al caso dar referencias geográficas o de ubicación de este suceso, por que entendemos que es una tradición en distintos lugares de Chile. Pedimos permiso, y claro está, nos invitaron a pasar con el entusiasmo característico de las personas que no viven en las urbes, el por qué es así, bueno no lo sabemos… La única ampolleta que brillaba sobre el umbral de la puerta no dejaba que nuestros ojos se aclimataran para






entender lo que sucedía exactamente, ¿qué se celebraba? Una desafinada guitarra era tocada en un monótono tono que nos recordó casi instantáneamente al ritmo que emiten los instrumentos de viento que tocan los fieles de los bailes chinos, la guitarra, seguramente era lo único a mano y la verdad, nadie estaba preocupado por la calidad interpretativa ni menos por la melodía, eventualmente las cuerdas de este instrumento eran más un elemento funcional que algo que requiriera una “finesa” distinta para esta ocasión. Tras caminar unos metros desde una improvisada reja hecha con pallets de madera, entre alambres para colgar ropa, perros y unas cuantas gallinas, que ya se preparaban para ir a dormir, descubrimos de qué trataba... era la imagen de la Virgen María, en un altar peregrino o itinerante, montado improvisadamente sobre una mesa. La escena La virgen estaba decorada de un cuanto hay, no había una intencionalidad clara en lo que a ofrendas se refiere, salvo las velas y las clásicas flores plásticas o de genero, era bella en su simpleza física y maravillosa en su complejo significado espiritual para quienes la adoran. Alrededor, algunas sillas cada una con su respectiva fiel, señoras curtidas por el Sol, con sus vestidos tapados con sus delantales para los quehaceres












diarios del campo, surgió una amable invitación para tomar té con pan amasado y empanadas de horno. La escena era curiosa al principio, las señoras estaban ahí… pero nada hacían, sólo la contemplaban, sin orar o cantar, sólo la miraban en silencio, mientras las velas se consumían hasta generar el caótico derrame de cera por los bordes. Más tarde cuando ya la noche había llegado y el viento también, aumentando el frío que se disipó cuando la guitarra volvió a sonar, esta vez entendimos el porqué de monótono ritmo… una señora alzó un pañuelo blanco y de pie frente a la virgen comenzó a bailar, un baile recatado, con ligeros saltitos como si fuera una cueca, pero sin desplazarse, quieta, con los ojos clavados en la figura de yeso, la ampolleta bajaba su intensidad a momentos, las cuerdas de la gastada guitarra seguían sonando sin variar la melodía, otra señora salió a bailar y reemplazó a la anterior, así el tiempo se detuvo… así el viento se detuvo… así la noche llegó y la virgen al día siguiente emprendía viaje a otra casa, donde otras personas la contemplarían y bailarían para ella, era un crónica viva de nuestro patrimonio cultural, ahí la dejamos, silente y esperando más bailes como ofrendas… Revista BIOMA 2017











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uscando los derroteros de la herpetología austral muy lejos de los bosques de Drymis winteri y Nothofagus llegamos al anochecer al pueblo olvidado de Lirima sobre los 4300 mts. Aparcamos el vehículo no lejos de la iglesia del pueblo en la única casa que se veía una luz encendida en esa noche andina. Una señora sale a recibirnos con una mamadera en la mano y atrás la sigue un llamito casi recién nacido. Dice: “¿Buscan alojamiento?” , “Espere, puede tomar esto…” y me pasa la mamadera caliente de la que ya esta tomando el llamito. De pronto aparece otro igual de oscuro y chico que también me pide biberón. Así es nuestra primera bienvenida a uno de los tantos pueblos altiplánicos encumbrados en la falda de los volcanes más altos de la Región de Tarapacá. Atrás, a más de 2000 km de distancia en la zona central de Chile en la Región Metropolitana quedan un torbellino de cosas inacabadas, reuniones, café con los amigos, mails sin contestar, proyectos enviados a concursos de investigación, educación ambiental y esperando que los fondos de investigación salgan de una buena ves. Río Coscaya El camino se abre caprichosamente por entre el rio Coscaya. Abajo en el fondo de la quebrada se ve el bofedal entre pequeñas caídas de agua y plantas cola de zorros. A veces altas paredes de roca se alzan como inmensos acantilados

al borde del río. En todas partes se yergue una pequeña pirca de piedra que alguién alzó hace quién sabe hace cuantos siglos para refugiarse del frío y del viento agreste de la noche altiplánica. Esos ecosistemas fluviales han albergado durante miles o millones de años anfibios (Telmatobius, Rhinella y Pleurodema) y peces del genero Orestia y Trichomicterus. Nos detenemos en un sector del río donde la Dirección General de Aguas (DGA) tiene un sistema de monitoreo del cauce del rio. En ese punto el río Coscaya se ensancha y su cauce pierde vigor haciéndose mucho más lento y llenándose de vegetación acuática. Me tiendo al borde del río y meto la mano al agua hasta el hombro rebuscando a ciegas en el fondo y entre las plantas acuáticas. Algo se mueve delicadamente en mi mano, algo grueso, grande como un pescado pero más blando y suave. Lo persigo bajo el agua con mi mano hasta que queda atrapado entre las algas. Lo tomo con suavidad y lo dejo al borde del agua. Es una inmensa hembra de Telmatobius que mide más de 9 cm, escarba entre las algas y se sumerge lentamente, trato de volver a tomarlo y esta ves la dejo en mis manos para que no escape. La miro por primera ves con detención y creo que es en ese momento en que me doy cuenta de la complejidad de esos vastos ecosistemas alto andinos. No sé que especie de Telmatobius podría ser, nunca nadie a descrito Telmatobius



en esa zona, no hay nada publicado. Hasta podría ser una nueva especie para la ciencia. Su belleza y delicadeza van más allá de todo conocimiento científico. De todas formas es una ampliación de distribución de nuestro absoluto desconocimiento. Asumo más por ignorancia que certeza que podría ser un Telmatobius marmoratus. La observo con el desconcierto de no saber que especie es. Sin duda yo para ella soy igualmente de nuevo y completamente extraño. Me acompaña mi amigo Francisco Ramirez, estudiante de geografía de la P. Universidad Católica de Chile, que en el invierno me había comentado que quería escribir un proyecto para estudiar los anfibios alto andinos de Chile. Le dije que los anfibios alto andinos de Chile son un numeroso grupo que van desde Visviri hasta algún lugar perdido al sur de Altos de Lircay en la VII Región y que un grupo así de extenso era de todas formas inabarcable. Sin embargo yo estaba pensando más o menos lo mismo. Le damos una vuelta al tema y le digo que ya se están estudiando los anfibios alto andinos de la Región Metropolitana, que de la Región de Antofagasta se conoce bastante. Pero de la Región de Tarapacá al norte nuestro desconocimiento es absoluto. Finalmente decidimos escribir un proyecto y postular a los Fondos de Protección Ambiental del Ministerio de Medio Ambiente. Luego de meses de gestiones, el proyecto resulta aprobado favorablemente. El desafío no es menor. Nos proponemos recorrer el altiplano de Iquique en plena época del monzón del invierno boliviano. Buscar anfibios,

describir sus hábitats, contar larvas, evaluar el estado de conservación de sus ecosistemas y evaluar amenazas. Después de la primera prospección queremos generar material educativo y de difusión (póster y poli trípticos) sobre los anfibios presentes en Iquique y entregarlo a las comunidades, colegios de Alto Hospicio, Iquique y la escuela de Chusmiza; Quizás, si los fondos alcanzan hacer una guia de herpetozoos de la región o generar un libro sobre el trabajo realizado en terreno y con la comunidad. El proyecto lo escribimos en conjunto con Francisco Ramirez y Verónica Morales presidenta de la Fundación ECOMABI que trabaja en proyectos relacionados con comunidades, biodiversidad y medio ambiente. Como organismos asociados tenemos al SAG de Iquique, el Centro de Estudios de Humedales de Iquique y varios colegios certificados ambientalmente de Iquique y Alto Hospicio. En algún momento del año una estudiante de antropología que es parte del proyecto debería viajar a la zona y hacer una investigación sobre el conocimiento, valoración y significado que tienen los anfibios para los aymara. Los Telmatobius: En el extremo norte en la cordillera de los Andes sobre los 2300 msnm de altura existe un grupo endémico de ranas que tienen complejas adaptaciones a la altura, bajas concentraciones de oxigeno, fuertes cambios de temperatura durante el invierno, aguas salobres e incluso semi termales, ese grupo son los Telmatobius. Este es un complejo género de ranas endémicas del altiplano, que compartimos con las tierras altas de Argentina, Perú,


Bolivia y Ecuador a ambos lados de la cordillera de los Andes. En Chile existe un número indeterminado de especies de Telmatobius: Telmatobius dankoi, que habita el sector Las Cascadas del río Loa en Calama, Telmatobius vilamensis del río Vilama cerca de San Pedro de Atacama, un Telmatobius sp. Aún no descrito del salar de Ascotán y Telmatobius sp. del salar de Carcote tampoco descrito, ambos del cercano poblado fronterizo de Ollague. Telmatobius phillipii de la quebrada de Amincha a 15 km de Ollague y Telmatobius fronteriensis de la abandonada mina de Puquios. Telmatobius halli descrito hace muchos años en algún sector cercano a Ollague que no se ha podido volver a encontrar desde su descripción hecha por Noble en 1938. Telmatobius marmorata descrito por Dumeril y Bibron los mismos que describieron Rhinoderma darwinii; Telmatobius pefauri en la Quebrada de Zapahuira a 30 km al Norte de Murmuntani, Telmatobius peruvianus en la cordillera de Guatilla; Telmatobius chusmisensis de Chusmiza (Formas et al 2005) y el más raro de todos Telmatobius laevis de algún lugar de la cordillera de los Andes centrales frente a Santiago en un sector llamado Potrero recientemente validado por el herpetólogo de Valdivia Cesar Cuevas el cual no se ha vuelto a ver nunca más desde su descripción en 1902 por Rodolfo Phillipi. Todos excepto T. marmoratus están considerados en peligro o en peligro crítico según las categorías de conservación del reglamento de clasificación de especies. Nuestras prospecciones en la zona del

Altiplano después de 10 días, nos dan 10 nuevas localidades con Telmatobius sp. y dos nuevas localidades para Pleurodema marmorata otra especie muy dificil de encontrar, pero nos es imposible llegar a saber que especie de telmatobius estamos encontrando. Parte de las complejidades de reconocer a estos individuos es que en algunos lugares sólo encontramos larvas (Rio Collacagua), en otro solo adultos de machos (Puente Fierro Pelado), en otro solo juveniles (Isluga y Poroma), en un lugar solo una hembra grande (Río Coscaya) lo que hace extremadamente complejo la comparación de los animales. No logramos tener las series completas de los especímenes para poder entender mejor la taxonomía. Los animales son medidos, cuerpo entero, hocico-cloaca, largo de patas, peso, sexados y se anota también el estado reproductivo y después de las fotografías de rigor son liberados en exactamente el mismo lugar. Uno de los problemas a los que nos enfrentamos al estudiar este grupo es que desconocemos las especies que están descritas al otro lado de la frontera en Bolivia o Perú. Es posible que compartamos algunas especies entre ambos países pero que las tengamos descritas como especies distintas. Todo el extremo norte es tan interesante para los herpetólogos chilenos que el año pasado la Red Chilena de Herpetología después de realizar tres reuniones de expertos en reptiles y anfibios en la zona de Puerto Montt (Katalapi) y Licanray organizó el IV Congreso Nacional de Anfibios y Reptiles en la ciudad de Antofagasta




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en la Universidad Católica del Norte justamente para empoderar la zona y los temas de interés científico y de conservación que existen tanto en anfibios como reptiles. El congreso fue co organizado con el Ministerio de Medio Ambiente y la empresa minera BHP Billiton división Escondida. Al congreso asistieron más de 80 personas y duró tres días. La situación es más o menos la siguiente sabemos que existen anfibios en el altiplano pero no sabemos bien que especies son, sabemos que grupos humanos han co existido con estas especies interviniendo cuencas y haciendo canales de regadío en terrazas ancestrales que en algunos casos aún se pueden ver en las laderas de los cerros, sabemos que hay varias mineras interviniendo toda la zona extrayendo cobre, oro, litio y un sin fin de minerales que ni siquiera sabemos para que sirven y que muchas veces no declaran que se extraen y solicitando los derechos de agua de los ríos, los salares y de las aguas subterráneas. Existen una serie de proyectos para extraer energía geotérmica en la zona, sabemos que estos sistemas son sumamente frágiles y sabemos que si seguimos interviniendo esos bofedales, salares y ríos ponemos en riesgo de extinción a los anfibios endémicos, a los peces endémicos, los flamencos, las taguas, el puma y la vicuña que se come el puma, el gato andino, las vizcachas que se come el gato andino, el ratoncito orejudo de

Darwin y la llareta donde se esconde el soco y la chinchilla de cola corta, la culebra peruana que se esconde en el río, la lagartija de Pacheco y también a la pastora trashumante que cuida su rebaño de llamas perdida en el pasado. Más allá de sus amenazas antrópicas como la destrucción de hábitat, el hongo chytrido presente en esta especie en todos los países, la introducción de especies como trucha en las cuencas de rios altiplánicos, la minería y nuestro modelo económico la mayor amenaza de esta grupo de anfibios sigue siendo nuestro desconocimiento. Bofedal de Isluga: Un poco antes de llegar al pueblo fronterizo de Colchane se extiende el inmenso bofedal de Isluga lleno de llamas y alpacas. Al llegar a Isluga nos encontramos con el carnaval y el pueblo esta lleno de gente bailando, en procesiones, tocando el bombo y tocando tarkas, inmensas flautas andinas talladas en madera, trajes tradicionales, borracheras, etc. Pasamos Enquelga y el pueblo parece un pueblo fantasma. Desde ese punto un camino recorre todo el bofedal de Isluga hasta perderse un poco antes de llegar al salar de Surire. En varias partes bajamos y encontramos un sin fin de larvas de Telmatobius sp. Aquí y allá se ven ruinas de casas abandonadas, techos caídos un corral en ruinas una bicicleta que alguien dejo olvidada. De pronto en medio de la nada a más de 15 km de la última casa habitada nos






encontramos con un señor cuidando su rebaño de llamas sentado en unas rocas al borde del camino. Paramos a conversar con él un momento. Nos habla de que hace 3 años que no llega el invierno boliviano, que hay sequía, que el puma le mata 30 llamas al año y no entiende por que está protegida la especie si le mata sus llamas, que necesita que le protejan su rebaño, que deberían indemnizarlo por las muertes producidas por los pumas, si quieren proteger el puma deberían pagar por los daños, que necesita un corral para que el puma no mate más animales, que tiene que cuidarlas de noche prendiendo fuego y humo por aquí y por allá para espantar a los pumas, que hay un gato más chico y ese no hace nada, solo come vizcachas, no hace daño, que su señora esta un poco mal de salud que le cuesta ya caminar los 15 km que la separan de su casa y sus animales, en fin nos habla de la vida. Antes de irnos nos cuenta que aquí no se comen las ranas por que son muy duras pero que para el dolor de muelas usan piel de rana como anestésico. Sistema de monitoreo de alerta temprana. Allá arriba en los Andes en las tierras altas de Lirima, en Chusmiza o Ascotan se esconde bajo las rocas una rana andina en sus gélidas aguas sin importarle los líos fronterizos en la Corte de la Haya, el precio del cobre o del oro en los mercados bursátiles de Londres, sin importarle el IPSA, los tratados de libre

comercio o los desafíos energéticos que plantea la minería del cobre que amenazan su porvenir en su paraíso de salares y vegas alto andinas. Sin embargo un proyecto de investigación de monitoreo a largo plazo de estas cuencas nos permitiría conocer más a fondo y dar luces sobre la taxonomía, biología, la historia natural, la ecología, los ciclos biológicos, el número de huevos, el desarrollo y la sobrevivencia de las larvas, su distribución exacta, el monitoreo a largo plazo de los anfibios y sus hábitats (cuencas, quebradas y vertientes de los salares) nos permitiría desarrollar un sistema de monitoreo de alerta temprana muy parecido al que se ha querido implementar tras el terremoto del 2010. Una red de monitoreos a largo plazo nos serviría para saber a tiempo cuando actuar y como actuar en caso de que se este secando un bofedal, producto de sequía o intervención antropica, casos de enfermedades como focos de hongo chytrido o la llegada de especies invasoras a los cuerpos de agua (truchas), la canalización de aguas para faenas mineras o consumo humano y la detección temprana de caída de desechos o acido en las cuencas. Un estudio a largo plazo nos permitiría responder preguntas simples como: cuanto miden los huevos, donde los ponen, que coloración tienen, en que época se reproducen, como afecta a las poblaciones de anfibios el invierno boliviano, los por que, los cuando, el como o cuanto tiempo tenemos para


Bofedal de Isluga

salar de Huasco



desentrañar estas preguntas antes de que desaparezcan para siempre. Me parece que el riesgo que corren estas especies es altísimo sobre todo si se considera que muchas de ellas son especies micro endémicas que a veces no tienen mucho más que un breve río como único hábitat. ¿Que metodología usamos para esto? Haciendo largos transectos contando ranas y larvas, marcando a las larvas con elastómeros de colores para identificarlas individualmente, marcando a los adultos con micro chips, tomando muestras de agua y analizándolas, midiendo características abióticas del agua, salinidad, conductividad, temperatura, profundidad del cuerpo de agua y repitiendo esto al menos 4 veces al año por sitio de estudio. Las dificultades no son pocas los lugares están lejos y se necesita tomar aviones y después arrendar camionetas doble tracción para cruzar medio País, la falta de alojamiento también con lleva problemas y no hay que olvidarse del intenso frío y las bajas concentraciones de oxigeno, la puna. ¿Como se logra esto? Tal vez esa es la tarea más difícil de todas. Me parece que con muchísima gestión. Creo en la generación de alianzas estratégicas entre organismos de estado, Ministerio de Medio Ambiente, Servicio Agrícola y Ganadero, Ministerio de Obras Públicas, Corporación Nacional Forestal, Dirección General de Aguas, centros de estudio, universidades, científicos, ONG de conservación y las empresas mineras

que operan en las aéreas, Escondida, Collahuasi, Cerro Colorado, Codelco, etc. Sin duda aquí las empresas mineras que operan en la zona deberían tener un rol fundamental financiando este tipo de proyectos de investigación y elaborando planes de conservación en conjunto con los organismos estatales y los expertos. Cae la tarde sobre el altiplano y algo mágico parece fuera a ocurrir. En medio del bofedal de Lirima veo las llamas y alpacas pastando, a lo lejos veo un camino que se pierde a un costado de un inmenso volcán del cual salen bocanadas de humo amarillo. Me pregunto que fuerzas telúricas habrán formado esos volcanes o si la actividad volcánica formó ese paisaje altiplánico. Más allá a lo lejos, se ve una vega verde a la que no podemos acceder por estar cortado el camino, un río inmenso lo impide. De seguro esa vega esconde en secreto un Telmatobius sin nombre en sus aguas. A mis pies al borde del agua chapotea una inmensa larva de Telmatobius y no puedo dejar de imaginar a la primera alfarera de esas tierras en un tiempo 10.000 años antes de nuestro tiempo buscando el barro para sus vasijas removiendo el fango y observando con asombro y desconcierto cientos de larvas de anfibios saliendo bajo la vegetación acuática, nadando despavoridas buscando refugio bajo las piedras del río. Imagino a esa alfarera, mucho antes del caballo, el alfabeto o la cruz, haciendo la primera observación


herpetológica del hemisferio sur, imagino sus manos sucias de barro primigenio elaborando una vasija con forma de sapo o rana imprimiendo esas primeras observaciones. Ningún herpetólogo ha descrito las formas de sus manos ni los rasgos de sus ojos, razón más que suficiente para imaginarla en este escrito. De regreso en la cabaña de Chusmiza donde hemos improvisado nuestra mini estación biológica hervimos agua para un té, después otro y otro más. Estamos deshidratados por el Sol pero con frío. Abro la libreta y reviso las anotaciones de los días anteriores, números de especies, lugares, tamaño del cuerpo, largo de la pata, peso, distancias entre sitios, georeferencias y escribo: Lo que me interesa es el nuevo relato herpetológico, la narrativa de campo, el ensayo que es donde surgen las nuevas ideas, el regreso a la monografía herpetológica, me interesa lo que subyace al texto científico, lo que se deja leer entre líneas, los silencios más allá del método, el frío y la lejanía soportada como único marco metodológico, proponer y trazar un nuevo camino para la herpetología y un inmenso nuevo desafío para la disciplina en el extremo norte del país. Aquí el único marco conceptual es nuestro propio desconcierto. Aquello que omite toda literatura científica, quiero saber que se sintió cuando vio tal o cual especie por primera vez, quiero leer esas palabras que suenan a chapoteo en el barro.

Necesitamos una disciplina que no solo explique fenómenos o describa especies, necesitamos una disciplina que pueda generar grandes cambios y de soluciones nuevas a los mismos viejos problemas. A veces en la tarde se levanta un suave viento sobre los salares del altiplano entonces pareciera que estamos a punto de presenciar el momento en que el desierto va a revelarnos algo. El viento arrastra las sombras del atardecer y termina por oscurecerse sobre el altiplano y la bóveda celeste se cubre de millares de estrellas. Otras veces creo que nunca termina de revelarnos nada y se guarda su secreto ancestral. Otras creo adivinar que el altiplano tiene su propio lenguaje de símbolos escondidos y que si le pusiéramos atención descifraríamos su mensaje encriptado. Me atrevo a decir que allá en el extremo norte en los bofedales, salares y ríos de Lirima, Coscaya, Chusmiza, Isluga, Ascotán, Carcote, Amincha y tantos otros se escribirán (así lo presiento) los próximos tiernos capítulos de la herpetología chilena. En la precariedad de nuestro conocimiento esta la belleza, la maravilla y también el más absoluto asombro. Ahora escribo esto un poco antes del cierre del próximo número de la Revista BIOMA muy lejos de los bofedales y esos salares lejos del chamán que cada noche se transformará en puma o jaguar consumiendo plantas con alcaloides venidos del amazonas, lejos




de las tierras del enigmático gato andino, el mismo que sacan disecado en procesión envuelto en lanas de colores para santificar la tierra y atraer las lluvias. Lejos de la pastorcita que cuida su rebaño de ochenta llamas y alpacas del puma en Isluga. Yo estoy aquí escribiendo en la capital pero una parte de mi se ha quedado allá atrás perdido y sin regresar como alma en pena buscando el lejano camino de regreso atrapado en el laberinto de la herpetología de los anfibios alto andinos del extremo norte. Como dice Jorge L. Borges en uno de sus cuentos: “Ahora que poseo el secreto, podría enunciarlo de cien modos distintos y aún contradictorios. No sé muy bien cómo decirle que el secreto es precioso y que ahora la ciencia, nuestra ciencia, me parece una mera frivolidad”.

Dedicado a Fernanda Salinas que inspiro el proceso de este viaje.

Texto: Andrés Charrier Fotografía: Andrés Charrier y Francisco Ramirez Departamento de Ecología Facultad de Ciencias Biológicas P. Universidad Catolica de Chile Fundación Senda Darwin-Chiloé-Chile www.sendadarwin.cl Para Revista BIOMA









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