JULIO 2017, nº 115
WENTELAFQUEN,
un mundo aparte
CHILOÉ LIQË , Chiloé blanco TRABAJANDO CON ORCAS , península de Vladés
WENTELAFQUEN, un mundo aparte En el marco de un proyecto audiovisual de difusión cultural titulado “Gotas en el desierto”, nos inmiscuimos en el alma de un paraje que, a pesar de saber donde estamos exactamente...
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CHILOÉ LIQË, Chiloé blanco Los paisajes como los conocemos, siempre nos sorprenden por su escénico carácter indómito, tanto como sus colores como por su forma y la madre naturaleza sabe muy bien como mezclar esos ingredientes, cautivando nuestra imaginación... TRABAJANDO CON ORCAS, península de valdés El paisaje era digno de una pintura. Amaneciendo, un anaranjado profundo y el mar meciéndose rítmicamente. Las olas rompían despacio en el canal de ataque. La marea subía lentamente y las aletas dorsales, dos de ellas...
Chungungo (Lontra felina)
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n el marco de un proyecto audiovisual de difusión cultural titulado “Gotas en el desierto”, nos inmiscuimos en el alma de un paraje que, a pesar de saber donde estamos exactamente, nos descoloca y nos transporta más allá de los límites de la realidad tangible, porque su naturaleza es de tiempos remotos, con una apariencia muy distante a la que es hoy, dándonos la oportunidad de ver su pasado que yace bajo nuestros pies, conviviendo con un presente que parece desolador, pero que basta con prestar un poco de atención para entender que es un ecosistema rico y de importante valor natural. Millones de años atrás el mar estaba a la vista y al mismo nivel, Huentelauquén era un ambiente de terrazas aluviales, una basta planicie de playas indómitas por donde pululaba una diversa paleofauna que hasta el minuto ni siquiera imaginamos. Así mismo, paleoindios y culturas posteriores deambularon también por estos escenarios aparentemente yertos o desolados y hay vestigios de eso y deben haber muchos más aún por descubrir. La mañana se presenta despejada, pero los vientos precordilleranos helados, resuenan entre las espinas de los solitarios cactus, remanentes de cercos antiguos puestos por agricultores para
delimitar sus tierras, las, que por cierto, ya no dan frutos. Los únicos habitantes que rompen la quietud, son una infinidad de aves que se desplazan apresuradas e inquietas por doquier, es Huentelauquén un paraíso ornitológico para descubrir: dormilonas, chorlos de campo, perdicitas, tiuques, queltehues, loicas entre otras, son de las muchas especies que se pueden avistar fácilmente y en distintas temporadas. Pero los llanos no están sólo con aves, cururos y zorros se confunden en las explanadas y colinas que parecen caer en un horizonte aparentemente sin fin. Un raro escenario para el norte chico costero, sobre todo considerando que estamos en la zona más estrecha del país, donde en un sólo par de horas se puede cruzar desde el borde costero para llegar hasta los mismos pies de la Cordillera de los Andes. Tal ves, esta misma y acotada distancia, atrajo a curiosear a una especie de ave que en Chile no existía, el Carau (Aramus guarauna) y que fue registrada por primera y única ves por estudiantes de la escuela de Huentelauquén y su profesor. Recorremos este hábitat plagado de charcos y lagunas estacionales, que se convierten en verdaderos humedales de importancia a nivel internacional para la avifauna, especialmente para las aves migratorias que vienen desde lejanos ecosistemas americanos a alimentarse o reproducirse.
A la distancia, se divisan construcciones que nos trasladan al pasado, porque explorar las ruinas de la otrora actividad agrícola de la zona nos abre una ventana que permite entender la funcionalidad de esta actividad y su entorno, donde las llamadas “lluvias” suelos preparados para el cultivo, por ejemplo, permanecían ávidos a que las aguas caídas de las nubes durante las épocas invernales, dieran su toque mágico para que los frutos germinaran En tanto, la vaguada costera abraza los cerros colindantes como si estos remontaran olas en el mar, en un constante abastecimiento de humedad para organismos colonizadores, como líquenes, musgos y otras floraciones, quienes a su vez alimentan a una variedad de especies de reptiles, aves y mamíferos menores. Hoy, estas praderas están ricamente decoradas con el verdor profundo del pasto y con el inconfundible matiz de la Oxalis o la llamada flor de mayo, una diminuta flor de amarillo intenso, que es comestible y que en las tradiciones más antiguas de los lugareños marcaba el inicio de periodos estacionales climáticos en la zona. Wentelafquén, que en mapudungun hace referencia al lugar de aguas, es un hito escénico de valor biológico de mucha importancia, ya que representa a un hábitat especial para un gran numero de especies, tanto silvestres como migratorias e incluso endémicas que aún están en el anonimato.
Huentelauquén, ubicado en la antesala del Valle del Choapa es de esos territorios que muchas veces y para muchos es considerado sólo un gran peladero con cactáceas y matorrales secos que se ven desde la carretera cinco norte, entre Los Vilos y La Serena. Sin embargo, es definitivamente todo lo contrario, una caja de sorpresas naturales, con bosques relictos de la era de la glaciación, escarabajos endémicos que habitan sólo en unos pocos cientos de metros cuadrados, roedores nunca antes registrados para la ciencia, docenas de especies de aves migratorias que ven a esta zona costero-andina como un punto de descanso y reproducción único en su ruta anual de viaje, también hogar de culturas prehispánicas de las cuales se tiene muy poca información, etc. Ciertamente hay más que sólo llanos y viento para sentir, proteger estos hábitats es quererlos, pero para ello es necesario conocerlos y entender su importancia más allá del mero vistazo al pasar, vale detenerse a comprender el rol de los biomas y sus contenidos tanto naturales como culturales. Revista BIOMA 2017
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os paisajes como los conocemos, siempre nos sorprenden por su escénico carácter indómito, tanto como sus colores como por su forma y la madre naturaleza sabe muy bien como mezclar esos ingredientes, cautivando nuestra imaginación para convertir todo el entorno en belleza absoluta, es una simbiosis tan antigua como la vida misma, la naturaleza confabulada con la imaginación, de ahí han surgido nuestros sueños más hermosos y las pesadillas más pavorosas que se nos han podido ocurrir. Pero estos escenarios estacionales que los conocemos muy bien, mutan o mejor dicho mutaban de verano a primavera, de otoño a invierno, armoniosamente equilibrados, por lo que podíamos reconocerlos sin dudarlo, tal y como siempre los hemos recordado. Sin embargo, estas facciones geoclimáticas físicas y visibles a diario, producto de agravantes antrópicas, han cambiado dramáticamente donde y cuando no lo esperábamos. En una hora no definida mientras las aguas bañaban las mitológicas costas insulares de Chiloé una inestabilidad posfrontal se agitaba silenciosa trayendo consigo un incremento en los componentes de vientos surwestes extremadamente fríos que provenían de latitudes más altas hacia la zona sur de Chile, generando precipitaciones sólidas desde la novena región hasta en territorio insular. Este evento meteorológico, modificó el paisaje dramáticamente en un
plazo tan corto que la sorpresa de sus habitantes sólo inspiró admiración por la belleza mística del Liqë de la nieve en la praderas, la zona urbana y en áreas costeras que evidentemente muchos, especialmente jóvenes, jamás habrían imaginado ver cubierto de nieve. Era una visión de “Chiloé blanco” Al hablar del factor antrópico en este tipo de fenómenos, es por que se asocia directamente al cambio climático del cual somos causantes, más directa que indirectamente, la problemática de este hecho planetario da para muchas páginas de argumentos y discusiones que, por cierto y por increíble que parezca hay quienes aún no creen que esto sea una realidad latente y en constante aumento. Una de las consecuencias del calentamiento global, de acuerdo a estudios ya realizados en la década de los noventa, manifiestan una fuerte tendencia al incremento de este tipo de fenomenología climática, es decir, los fenómenos extremos van a aumentar su frecuencia materializados como chubascos intensos, nevadas, tormentas eléctricas, trombas marinas, así como también olas de calor (productoras en muchos casos de incendios forestales), etc. y todo acaeciendo en territorios que son atípicos testigos de este tipo de condiciones, donde, vale decir, no sólo los habitantes humanos no estarán listos para soportarlo, sino que el hábitat y sus componentes biológicos tampoco lo estarán y menos en plazos de tiempo tan reducidos.
El calentamiento global, es decir la alza de temperatura, tiene como victima en primera línea a los grandes cuerpos de agua, los océanos. Por lo tanto la materia prima -el vapor de agua en la atmosfera- que generan los fenómenos meteorológicos (como chubascos, nevazones, etc.) va en aumento, por lo que la atmosfera tiene que equilibrar este aumento de energía prácticamente “repentino”, si se compara en una escala de tiempo con pretéritos eventos climatológicos sucedidos a nivel global. an real y dramático es el tema de Global Warming, que se habla del aumento del cinturón de desertificación, indicando un desplazamiento de los climas hacia el sur, en un rango de trescientos kilómetros, afectando no sólo al clima, sino a un “todo” vale decir, los nichos ecológicos de la flora y la fauna silvestre se desplazarán, será una marejada de cambios biológicos que afectaran a la agricultura, sus tiempos y comportamientos de crecimiento dando nuevos o malos resultados en las cosechas (vides, maíz, trigo, etc.) En el 2013, estos fenómenos marcaron precedentes para lo que vimos en estos días en Chiloé, en Jerusalem, por ejemplo cayeron 20 cms de nieve, en Australia la olas de calor de ese
entonces causaron que las agencias climatológicas agregaran dos colores a los mapas ante la posibilidad de llegar a temperaturas nunca antes sentidas, morado oscuro para el rango que supera los 50ºC y rosado para los 52º y en China, las temperaturas cayeron hasta los menos 4ºC a principios de enero, las más bajas en más de treinta años, muchos navíos quedaron atrapados en un mar congelado en la bahía de Laizhou. Los ejemplos sobran y las causas también. Es claro que la tierra, no es primera vez que sufre de este tipo de cambio global, como los periodos donde se produjeron las grandes extinciones, en los últimos quinientos millones de años ha ocurrido cinco veces, si bien es sabido que al menos una de estas extinciones no fue causa del clima, las otras si lo fueron, como la más dramática de ellas, y que sucedió en un periodo llamado el Pérmico. Donde las erupciones volcánicas en Siberia produjeron por cientos de miles de años un calentamiento global que hizo que las corrientes oceánicas se detuvieran sofocando a casi todos los seres vivos del planeta, nueve de cada diez especies desaparecieron.
Metafóricamente nosotros somos hoy… esos volcanes… pero causando una herida en el planeta en un lapso de tiempo tan corto, que casi se puede decir que es instantáneo, basta con situar su inicio aproximado en la segunda mitad del siglo XVIII con la revolución industrial. Las temperaturas y los fenómenos climáticos extremos se convertirán en “normales”, y la frecuencia y duración de condiciones extremas como éstas son pruebas evidentes del cambio climático. ¿Aún está en nuestras manos la solución? *Liqë del mapudungun “luz o blanco plata”
Fotografías de Chiloé nevado: Mauricio Burgos Fuentes de consulta: Randolfo Jorquera Meteorólogo, Centro Meteorológico Valparaíso de la Armada de Chile Luis Zalazar Meteorólogo, Centro Nacional de Análisis y pronósticos de la Dirección de Meteorológica de Chile
Revista BIOMA 2017
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l paisaje era digno de una pintura. Amaneciendo, un anaranjado profundo y el mar meciéndose rítmicamente. Las olas rompían despacio en el canal de ataque. La marea subía lentamente y las aletas dorsales, dos de ellas, iban y venían en paralelo a la costa. Las negras crías de lobo marino del sur (Otaria flavescens) nadaban desprevenidas, ejercitándose para sus futuras incursiones de pesca. Algunos adultos van a la par dentro del agua, otros en cambio, en grupos de tres o cuatro sobre la costa apuntaban su cuello y cabeza en dirección al cielo. Allí producían sus característicos sonidos roncos, manteniendo contacto y comunicándose en todo momento. En este escenario comenzaba un nuevo día de trabajo, acompañando a un grupo de la BBC de Londres dentro del Área Protegida Península Valdés, en la provincia de Chubut, Argentina. Como guardafauna asignado a Punta Norte debía asistirlos en su objetivo de filmar ejemplares de orcas (Orcinus orca) cazando con su famosa técnica de varamiento intencional. Las colonias de lobos representaban otro atractivo para un planificado documental. Nacen los drones Dos integrantes del grupo querían probar un mini helicóptero portador de una cámara, precursor en aquel año 2008 de los drones actuales. El mismo funcionaba con baterías de corta duración, pudiendo realizar interesantes tomas aéreas a control remoto. Diseñado por uno de ellos, esta persona además de ser documentalista para la cadena británica, era un hábil ingeniero que empleaba su tiempo
en diseñar dispositivos que realizaran capturas e imágenes novedosas. Pactamos desde un principio que si al sobrevolar la colonia de lobos se producía un principio de “estampida” hacia el mar, anularíamos de inmediato la toma. Los lobos utilizan sus cuatro extremidades para desplazarse con relativa rapidez en tierra. Sin embargo, son muy sensibles a cualquier estimulo no deseado e instintivamente corren hacia la seguridad del mar, presentando allí una gran agilidad y curiosidad hacia personas, aparatos y embarcaciones. Al ver sobrevolar esa extraña “cosa” por encima de la colonia, los lobos comenzaron a moverse de forma nerviosa, por lo que suspendimos la filmación. Decidieron entonces realizar grabaciones aéreas de paisajes y de las mismas orcas cerca de la costa. El show de los varamientos Cuando la orca vara intencionalmente en la costa, es un espectáculo único. Casi por completo fuera del agua, atrapan crías inexpertas de lobos que nadan en grupos o solas. Lo hacen en un sitio específico donde la formación de la costa con sus restingas les facilita un verdadero canal de “ataque”, pudiendo estos impresionantes delfines hacer lo que mejor saben: cazar. Por la mañana se obtuvieron las imágenes con las cámaras colocadas detrás de un terraplén para no influir en la conducta de los desconfiados lobos que pasaban cerca. Así se lograron las secuencias y fotos tan deseadas. Cuando me era factible, les señalaba el sitio en donde podía producirse el varamiento para que ellos apuntaran las cámaras hacia el lugar.
Ello era posible gracias a la experiencia de estar allí en otras oportunidades, lo que nos habilitaba a “predecir” una posible presa en las arremetidas. Habían dos indicadores claros: uno que la cría de lobo se arrojara al agua para nadar de un extremo al otro del canal de ataque, y el otro, que la aleta característica de la orca primero con movimientos exploratorios diera una repentina aceleración temeraria en dirección a la costa. Ese era el momento exacto. Agua, espuma, alaridos, grava volando y chapoteos. Un cuerpo robusto, cilíndrico y de toneladas de peso fuera del agua y una cría de lobo menos. Así funciona la lógica de la naturaleza y las cadenas tróficas (predador - presa). Seguían a la captura movimientos y sacudones violentos de la cabeza y el cuerpo, lo que permite al Leviatán volver al agua con su alimento ganado. Las veces que lo presencié, no dejé de sentirme un privilegiado en asistir a esta técnica icónica de la conducta de un mamífero marino, totalmente adaptado a una circunstancia específica de alimentación y la cual es traspasada entre generaciones mediante el aprendizaje.
Allí estaba un ejemplar macho con su característica aleta dorsal recta y triangular junto a su mancha blanca o “montura”, especie de huella dactilar que permite identificarlos. Muy cerca una cría o juvenil de menores dimensiones y con su aleta pequeña con el borde posterior cóncavo, seguía atenta la lección natural. Biodiversidad fotogénica Bajada la marea, transcurrimos el resto del día registrando ejemplares de zorro gris (Pseudalopex griseus), peludos (Chaetophractus villosus), guanacos (Lama guanicoe), zorrinos (Conepatus humboldti), machos dominantes de lobos defendiendo el harén de jóvenes desafiantes, elefantes marinos (Mirounga leonina), pingüinos de magallanes (Spheniscus magellanicus), petreles gigantes del sur (Macronectes giganteus), gaviotas (Larus dominicanus), jotes (Cathartes aura) y palomas antárticas (Chionis alba). Se acercaba la puesta del sol, nuevamente la marea alta, el ambiente anaranjado y allí estaban las protagonistas principales patrullado.
Se colocaron cámaras sumergidas en sectores de la restinga que no representaran un peligro durante los varamientos, sujetas a una pesada placa de cemento. Las tomas subacuáticas se complementaron con las ya realizadas por la mañana, sumando nuevas panorámicas. Entrada la tarde y con poca luz, seguían observándose las aletas en el horizonte del bellísimo mar patagónico. Los lobos retirados en las colonias seguían vocinglando pues las crías pedían leche materna. Los machos vigiladores incansables, también delimitaban su territorio. Así nos retiramos lentamente por el sendero. Con imágenes inolvidables en las cámaras, pero también en nuestras retinas. La naturaleza y su fauna como protagonista en estado más puro, en libertad. Esa misma que recuerda Kshamenk en su reducido oceanario, con deseo primitivo de volver a vivir con los suyos, quienes fieles al clan todavía la esperan.
Para Revista BIOMA 2017 Diego Ferrer Guardaparque Guardafauna de Península Valdés entre los años 2007 y 2008.
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