ENERO 2017, nยบ 109
VIDA EN LA CORDILLERA de Nahuelbuta JARDIN SECRETO, el Pangue de Jovita
VIDA EN LA CORDILLERA de nahuelbulta
Chile es un país con una gran riqueza culinaria, una mixtura de sabores desde la lejana Visviri a la solitaria Tierra del Fuego, en sí es una preparación natural Gourmet y esto aplica también a su geografía bioclimática...
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EL JARDÍN SECRETO, el pangue de Jovita Al borde del camino seguramente la hemos visto, es el pangue o nalca, es una planta regularmente común que muchas veces pasa desapercibida, por ello no podemos dejar de narrar que en un viaje, hace muchos años, en lo profundo de un valle en la décima región, encontramos un bosque de nalcas tan grandes que nos pareció haber entrado en un limbo del tiempo...
Vida en la cordillera de Nahuelbuta
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hile es un país con una gran riqueza culinaria, una mixtura de sabores desde la lejana Visviri a la solitaria Tierra del Fuego, en sí es una preparación natural Gourmet y esto aplica también a su geografía bioclimática. Por cierto, en esta receta natural, Chile tiene muchos ingredientes que dan sabor, color y aroma a esta preparación de la madre naturaleza, climas extremos de tupidas lluvias que no cesan ni al atardecer ni al amanecer, calores tan intensos que hasta las piedras podrían sudar, nieve y vientos blancos tan peligrosos como hermosos, es una realidad que nuestro territorio contrasta dramáticamente pero también se complementa como hábitat… Pero, vale decir que una de las cosas más interesantes de esta metáfora de la variedad alimenticia con la variedad geográfica chilena, es que hay compatriotas, que han hecho de estos ingredientes geográficos… su hogar. Lo hemos visto anteriormente, sin embargo nunca nos deja de cautivar el tesón y el coraje de ellos. En la Región del Bio Bio, un lugar de tanta controversia étnica y un daño bio-ecológico sin precedentes causado por las empresas forestales, aún es posible hallar paisaje nativo, que no defrauda en lo absoluto por su majestuosa existencia. Ahí, en medio de la Cordillera de Nahuelbuta
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encontramos a un matrimonio que no sabe más que de paisaje, aire puro, naturaleza y simbiosis con el entorno. Casi podríamos decir que en la cima de una montaña en el sector de Trongol alto, en la comuna de Los Álamos, entre bosque nativo y nubes estrechamos las manos de Don Juan Vergara y la señora Inés Castro que con la magia tan tradicional que caracteriza a estas personas nos invitan a pasar a su casa y antes que nos diéramos cuenta, estábamos en una increíble cocina rustica, con una intensa capa de hollín en el techo que más que tizne por el humo de la cocina a leña, parecía ser un cúmulo de palabras e historias apiladas y tan apretadas que se veía absolutamente negro, en eso, la mesa ya estaba servida con pan de rescoldo, carne asada, huevos cocidos de campo, ají tostado en las cenizas y tomates con cebolla un verdadero espectáculo visual en esta aventura de arte culinario geográfico. Así salió la primera historia del León y el Chivo, que por cierto compartiremos al pié de la letra, narrada por la señora Inés…: “Una noche, de octubre… sentí un ruido y sentí algo que venía y de repente baló un Chivo y me levanto… ¡el león, el león se lleva un chivo! Y le hablo a mi compañero y aaaah estaba durmiendo… ¡quee! Me dijo –no le voy a decir que me dijo…- pero que no era el león… levántate si es el león hombre…! Le dije yo… partimos a
mirar y los perros habían salido a los conejos… no había ni un perro… en eso llego un perro, pero de los otros, un leonero que había comprado yo… que supuestamente era leonero… así salí para allá con una lámpara a parafina estaba oscuro la lesera, no había linterna… y yo salía hasta una parte donde yo escuchaba que balaba el chivo y por ahí lo mató… pero no era así, y salí pa’ bajo metiendo boche… con mi perro que me acompañaba… mi compañero… ¡animando al huascar! ¡el Huascar! Ehahahah!!! …. Quee el perro era más cobarde que yo!!! … De repente sentí una cosa que hacia “grrr.. grrr” pero yo nunca me imaginé que era el león que estaba tan cerca de mi… estaba cerquita… y pega un feroz grito… claro el león me grito… seguramente me retó… yo no le entendí y yo lo reté a él… y seguimos así poh’… y ya después el león agarro su chivo y dijo “me lo llevo” y siguió camino abajo con el chivo y el chivito balaba, no lo había muerto… y balaba, balaba y yo a la ciega de él… y animé al perro y qué! el perro, mi compañero… se arrancó pa’ la casa… me fui sola… de a poco pa’ bajo… y ya… vio el león que era imposible ganarme a mi… me entregó el chivo… lo largó poh’ y yo agarré el chivo y el león se arrancó pa’ allá…
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En eso llegan los otros perros yo animo a mis perros y parten pa’ donde el león venía… ya… el león se metió ahí y yo con mi chivo… y dije yo esta lesera me lo va a quitar… se me va a venir a mi ahora… y ahí me empezó a dar un poquito de miedo… aquí dije yo… le laargo el chivo que se lo coma mejor!!... Por que indefensa… por que no tenia a nadie a mi lado… y mi compañero (Don Juan) no llegaba tampoco… ya en eso llegaron los perros, tomé mi chivo en brazos… llegó Juan y partimos pa’ arriba… le dije el león se metió pa’ allá… no –le respondió Juan- si los perros ladran pa’ allá pal norte… noo si yo lo sentí meterse ahí… y era así… y ya trajimos al chivo… se lo quitamos no más, me lo traje pa’ la casa no más… después me lo comí yo cuando estuvo bueno pa’ comérselo….” Ahí las risas en la mesa no pararon, entonces con un trozo de pan de rescoldo en la mano nos dimos cuenta que a pesar del agravio del puma nunca hubo intenciones de matarlo, sólo de recuperar su chivo.
De eso se trata al final todo, de experimentar y asimilar quienes somos y cómo somos, una introspección que nos permite crecer y ser simbióticos con nuestro entorno. Son las historias que condimentan esta geografía, a veces cuando nos las cuentan quedan en la memoria y pocas veces son reproducidas. Cocinando nuestra memoria colectiva con los condimentos exactos de aventura, compresión y oído atento, dan como resultado un abundante plato de cultura nos enriquece y satisface pero de igual manera nos predispone a seguir saboreando las historias, los paisajes y los aromas de Chile.
Revista BIOMA 2017
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l borde del camino seguramente la hemos visto, es el pangue o nalca, es una planta regularmente común que muchas veces pasa desapercibida, por ello no podemos dejar de narrar que en un viaje, hace muchos años, en lo profundo de un valle en la décima región, encontramos un bosque de nalcas tan grandes que nos pareció haber entrado en un limbo del tiempo que se quedó congelado en un remoto instante en que los dinosaurios aún existían, eran nalcas enormes, que nos hizo sentir como hormigas en un jardín de tréboles. Así de extraordinaria es esta planta de hojas descomunales, los pueblos primigenios la utilizaron hasta de paraguas, además de un sin fin de usos tanto alimenticios como prácticos. Eso no ha cambiado tanto, claro podría ya no usarse como paraguas, pero la nalca es dueña de un alma que va más allá de su existencia material, es en sí misma un símbolo tradicional de los pueblos originarios, por ello recurrir a la nalca para aprovechar sus virtudes es un acto de intercambio de energía entre la planta y el ser humano. En un pequeño valle, de un sector conocido como la aguada en la región del Bio Bio, hay un jardín secreto, que si bien no es tan secreto, sí lo parece por que está en un lugar de complicado acceso, ensimismado por bosque nativo casi en 360º no es un paraíso,
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hay que decirlo, pero este rincón en su naturaleza solitaria es hermoso, el viento se encajona y se desprende de fuertes ráfagas, en el medio hay una pradera de hierba y pastos entre secos y verdes… pero la historia de este jardín no comienza ahí sino más bien con una señora… La Señora Jovita Lagos no hace… ella crea… sabores con esta planta, exprimiendo de su alma la magia de un universo de texturas que se esconden en sus ásperos y espinudos tallos, ella tiene la habilidad –creemos nosotrosde comunicarse con las nalcas, ella busca sus secretos y la nalca se los entrega en delicados manjares que sólo ella sabe preparar. La nalca (Gunnera tinctoria) se extiende desde la región de Coquimbo hasta Magallanes, pero su valor gourmet no está en todas la plantas, hay hábitats que por su biomasa la hacen de mejor calidad a la hora de explorar sus atributos alimenticios. Y la señora Jovita sabe escogerlas, en una caminata en busca de las mejores encuentra ella tallos seleccionados sólo con su experticia, los corta, los pela y nos da a probar, un gusto ácido pero delicadamente dulce se siente, pero el arte viene hasta tres días después cuando aparece ante nosotros como una exquisita mermelada de nalca.
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El Maqui (Aristotelia chilensis), también forma parte de su aventura culinaria de descubrimiento, pequeños frutos morados que pintan la lengua, un caramelo de la despensa natural. Esta nota hace referencia tanto al arte de hacer cosas con los productos que la madre naturaleza entrega, como al cuidado y sacrificio que significa ir en busca de cada fruto silvestre que sólo naturalmente alcanza la excelencia, sin químicos, sin fertilizantes ni menos con intervención genética. Sí, esa es nuestra madre naturaleza, simple, compleja, suave y áspera a la vez, sin más crece y se dispersa con frutos y secretos para todos, sólo hay que saber encontrarla… pero también hay que saber cuidarla.
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