TESTIMONIO
UN POCO DE MI VIDA Y VOCACIÓN DE SERVICIO… TESTIMONIOS Y EXPERIENCIAS EN TRABAJO SOCIAL LTS. Macrina Rodríguez Rosales Máster y estudiante del Doctorado en Tanatología
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“La única práctica lamentable del trabajo social es aquélla que se acomoda a una cierta rutina, a la adopción invariable de las mismas medidas ante cualquier situación sin ninguna reflexión previa o espíritu de aventura” - Mary Richmond
ntes que nada agradezco la invitación para poder compartir estas líneas con ustedes, es un honor hacerles partícipes de mi testimonio como Trabajadora Social. Soy la primera de siete hijos de la familia Rodríguez Rosales, nací un sábado 01 de diciembre de 1956 aquí en la ciudad de Zacatecas. Arropada por mis dos grandes maestras de vocación y vida: mi abuela materna y mi madre, de quienes adquiero mi gusto por el trabajo y vocación hacia los demás, por lo que con esa herencia es que decido a los quince años iniciar mis estudios en la Escuela Normal Manuel Ávila Camacho. A los dos meses de haber iniciado mis estudios, el director de la escuela visitó nuestro salón de clases para invitarnos y proponernos, si era de nuestro interés, cambiarnos del magisterio a trabajo social, (en ese momento tenía baja matrícula de alumnos en esa carrera y apenas había egresado la primera generación); tomé la decisión de cambiarme, fui de las pocas alumnas aceptadas y formé parte de la tercera generación. Desde el primer día sentí un gran agrado por mi carrera, la primera clase fue a cargo de la maestra T.S. María Luisa Bañuelos, entendí lo que era trabajo social y dije “esto es lo mío”, mi profesión tiene muchos campos de acción al ser un conducto para gestionar, promover y apoyar a quienes más lo necesitan.
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Cursamos la carrera en tres años y en el último semestre (en 1975) se me presentó la oportunidad de realizar una suplencia en los Servicios Coordinados de Salud ahora Secretaría de Salud de Zacatecas (SSZ); durante tres meses participé en el Programa de Planificación Familiar en el Centro de Salud Urbano (CSU) de Fresnillo, tiempo después se me dio la oportunidad de acceder a una plaza de trabajadora social en esta institución. En dicho espacio, parte de mis funciones era realizar estudios socioeconómicos con la finalidad de otorgar un servicio y cobro acorde a la situación financiera del paciente, ya que es una instancia que atiende a personas de bajos recursos, ello era importante para su salud. Gratos recuerdos me ha dejado mi profesión, uno de los que más tengo memoria es cuando conocí a “Juanita”, una indigente de aproximadamente 80 años de edad con un hijo de 50 años quien padecía de esquizofrenia; ella, por su edad, las condiciones en las que vivía y la dificultad para salvaguardar su integridad y la salud mental de su hijo, le hacían compartirme sus penas. Mi espíritu altruista y vocación de servicio me hicieron buscar los medios y realizar las gestiones pertinentes, en las instituciones con las que en aquel entonces se contaba, para lograr el ingreso de este paciente a un lugar de estancia permanente en la Ciudad de Guadalajara.