Contrapunto - Número 25

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Comité de redacción Dirección Fernando Larraz Coordinación Verónica Enamorado Ainhoa Rodríguez Cristina Somolinos Miradas Biblioteca Clásica Inéditos Diálogo con las Artes De aquí y de allá Alrededores Polifonías Voces Artículos

Alejandro Rivero Patricia Pizarroso Ainhoa Rodríguez Gema Cuesta Cristina Suárez Sofía González Cristina Ruiz Paula Mayo Javier Helgueta

Corrección Yara Pérez Dirección de Arte Gema Cuesta Diseño y maquetación Gema Cuesta Ainhoa Rodríguez Difusión y gestión web Ainhoa Rodríguez Consejo de Redacción Soledad Abad, Javier I. Alarcón, Candela Fernández, María González, Noelia Izquierdo, Verónica Jiménez, Raquel López, Sandra Mañas, Andrea Merino, Eduardo Montoza, Víctor M. Rodríguez, Ismael Ruiz, María Sánchez, Fabiola Stoian Colaboran en este número Ana Barrera, Rodrigo Cañete, Pablo Domínguez Muñoz, Gonzalo Escribano, Pedro Mármol Ávila, María Sánchez Cabrera, María Luisa Suárez Marín, Eliana María Urrego

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Índice Miradas 4 “Series y sus medios de difusión: feminismo y política”, por María Sánchez Arias Biblioteca Clásica 10 “Lolita: entre el deseo y la prohibición”, por Javier Ignacio Alarcón Flechas literarias 14 Francisco Umbral, por Gonzalo Escribano 16 Inéditos

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Reseñas Diálogo con las Artes De aquí y de allá Alrededores Polifonías

Voces 60 Entrevista a Samanta Schweblin: “La literatura duele, indigna, sacude, sana, enloquece, ilumina”, por Raquel López 65 Entrevista a Ramón Varón Ciudad: “Una cultura para todos a través de la magia de la música”, por Paula Mayo Artículos 71 Eliana María Urrego Arango: “¡Aquí no vive nadie! El desalojo de la tierra en el cuento ‘Las manos en el rostro’ de Manuel Mejía Vallejo” 82 Candela Fernández Caraballo: “Mariano José de Larra: el hombre entre dos siglos”

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Miradas Series y sus medios de difusión: feminismo y política

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n los últimos años hemos visto cómo se han creado nuevas plataformas que permiten la difusión de contenidos audiovisuales de una forma innovadora y, a veces, más inmediata. De la misma manera, muchas veces estas plataformas han mostrado un contenido más crítico con la sociedad, como pudo ser en su día la mítica The Wire o, más recientemente, Mr Robot o Show Me a Hero. No obstante, pocas series reconocieron, o más bien, se atrevieron a mostrar la diversidad de mujeres y de identidades de género, y menos si cabe, si ello suponía un contenido explícito. Estas plataformas son Netflix y Amazon Video junto con YouTube. Esta última, además, presenta diferencias con las dos primeras, puesto que cualquiera que disponga de una cámara puede grabar cualquier contenido audiovisual y colgarlo a dicha red.

reclamando durante varios meses que la

Netflix es la que cuenta con mayor número de suscriptores, exceptuando YouTube, y llegó a España, a finales de octubre. Ello supuso un gran impacto en las redes sociales, puesto que se llevaba

de la plataforma, ya que probablemente

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plataforma llegase a España. Esto se debe en gran parte a que muchos espectadores ya conocían las series que consagraron a Netflix: Orange Is the New Black, House of Cards y, en menor medida, Sense8. Asimismo, la página web funciona como un canal de televisión de pago, por lo que además del contenido original de la cadena se pueden ver películas o series ya emitidas por otras televisiones. También difiere de las televisiones tradicionales en que su contenido puede ser visto en cualquier momento, aunque las temporadas están programadas para un determinado día y mes, y todos los capítulos de una temporada de una serie se abren al público el mismo día, lo que permite verlo en el momento. Por ello su formato resulta novedoso debido a que se le da mayor flexibilidad al telespectador. También habría que pararse a pensar sobre el target de público su contenido se deba en gran medida a que este objetivo son jóvenes (de 16 a 40 años) y, sobre todo, estudiantes aunque no exclusivamente.


Orange Is the New Black quizás sea junto a House of Cards de las series más alabadas, tanto por la crítica como por el público. Tras tres temporadas y anunciada una cuarta, cuenta con un gran número de seguidores y críticas positivas, además de haber conseguido cuatro Globos de Oro y seis Emmy junto con otros premios de gran relevancia en el panorama estadounidense. Su argumento, que se complica añadiendo tramas secundarias en el resto de temporadas, se sitúa en la cárcel femenina de Litchfield, donde una joven reclusa, de familia burguesa y comprometida con su novio, entra en prisión debido a un delito ocasionado por su antigua relación con una narcotraficante. La historia de la protagonista, Piper Chapman, Piper Kerman en la vida real, está basada en hechos reales y así lo cuenta Kerman en su novela Orange Is the New Black: Crónica de mi año en una prisión federal de mujeres. Así, esta serie resultó novedosa desde el primer momento y por ello, también, fue rápidamente aclamada por los movimientos feministas. Esto se debe al modo en el que se muestra la realidad de las mujeres en la cárcel, de manera cómica, ciertamente, pero con unas grandes dosis de ironía y crítica. No solo se enseña la realidad de unas mujeres que por una circunstancia u otra entraron en la cárcel, sino la realidad del colectivo femenino, ya sean miembras negras, latinas, lesbianas, transgénero o atravesadas por el amor romántico.

De hecho, cada capítulo, durante las tres temporadas, muestra la historia de cada una de ellas mostrando así un rostro más humano de las reclusas. De la misma manera, muestra también el acoso sexual, la cultura de la violación o la vida y la transición de una persona transgénero. Por ello resulta novedosa dentro del panorama televisivo actual, tanto estadounidense como español, puesto que pocas veces se han visto narraciones donde las mujeres latinas, negras o blancas muestren su historia sin adornos ni florituras. House of Cards fue estrenada en 2013 por Netflix pero, ciertamente, es una adaptación de una miniserie británica con el mismo nombre que, a su vez, está basada en una novela de Michael Dobbs que se transmitió en 1990 en la BBC. Narra la historia del congresista Francis Underwood y su ascenso político acompañado por su mujer, Claire Underwood. Esta serie es la primera de Netflix que ha conseguido ser nominada a los Emmy y se ha hecho con algunos galardones; además, fue nominada y ganadora en algunas categorías de los Globos de Oro. Asimismo, la crítica alabó su acidez y su descripción tan minuciosa del poder y de la política. Ciertamente, su gran éxito se debe a la crítica constante a la política, al poder y a la corrupción; una política corrupta adicta al poder y que gira en torno a las drogas y al sexo.

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Sense8 fue estrenada en 2014 y la audiencia de realizar dos visionados: pronto fue muy bien recibida debido, uno crítico y otro de entretenimiento. en gran medida, a que sus directores eran los hermanos Wachowski y Joseph Michael Straczynski.

En contraste

con las anteriores, esta es una serie de ciencia ficción pero que contraria a la costumbre del género, nos enseña diferentes problemáticas sociales, desde el machismo a la transfobia, pasando por la homofobia o las desigualdades económicas. Ciertamente, su argumento, ocho

personas

conectadas

tanto

emocional como físicamente, permite, además

de

proporcionarnos

una

trepidante historia de ciencia ficción, explorar temas como los ya mencionados y complejizar el argumento. Ello hace posible que la serie se convierta en algo más que una buena trama o unos buenos efectos especiales. Esto da la capacidad a

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Como vemos, tanto en la comedia, como en el drama o la ciencia ficción, Netflix ha decidido apostar por series que tras su trama, más o menos compleja, muestren una lectura política, ideológica o social, siempre llevada a cabo por directores o actores de renombre, como pueden ser David Fincher, los hermanos Wachowsky, Jason Biggs o Taylor Schilling. Esta selección no es casual, ya que todo ello parte de una muy buena estrategia de márketing, pues esto supone que solo por el uso de nombres conocidos el público se decida a ver el capítulo piloto. Esto, junto al trasfondo político y social de todas, ha supuesto un gran éxito, ya que un público joven, más consciente de lo que ocurre en la sociedad, ha decidido


que estas series sí que aportan un nuevo enfoque dentro de su panorama social, al menos, en Estados Unidos. Por tanto, su irrupción en España era esperada y tras su llegada en octubre ha tenido muy buena acogida, puesto que permite ver todas estas series y otros contenidos en V.O.S.E y en castellano. No hay que olvidar tampoco que el formato streaming ha sido y es muy exitoso, puesto que las nuevas generaciones lo prefieren debido a su mayor flexibilidad.

encontrar, como en Netflix, películas o series ya estrenadas en televisión o cine. Sus series más destacadas, de contenido original, son Transparent, Bosch, Red Oaks o Hand of God. Transparent ha sido la más alabada por la crítica y, en concreto, por los colectivos LGTB, ya que muestra la transición de una mujer transgénero que decide contárselo a su familia después de jubilarse. No obstante, esta plataforma no ha sido tan solicitada por el público como la reciente Netflix, por lo que aún no hay planes de Amazon Video forma parte de que llegue a España Amazon, plataforma destinada a la venta de todo tipo de artículos, sobre Por último, cabe destacar el todo, material y libros electrónicos. Fue mundo de YouTube, que difiere de lanzado en septiembre de 2006 y en un forma sustancial con las dos plataformas principio fue un “videoclub” online mencionadas anteriormente, debido al o como se conoce en inglés Video on hecho de que en esta no encontramos un demand, donde además del contenido contenido original de la plataforma en original de la página, se pueden sí, sino de todos aquellos usuarios que

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estén dispuestos a crear un contenido, ya sea una webserie, un documental o vídeos cortos mostrando su vida. En este artículo tendremos en cuenta solo las webseries; estas son series creadas por diferentes autores y cuyo contenido dependerá de sus gustos personales o de sus intereses que, a su vez, condicionarán el posible público receptor. Además, estas webseries, al no estar sujetas al interés económico de una gran productora o televisión, cuentan con una mayor flexibilidad a la hora de escoger una trama y enfocarlo de una determinada forma. En el panorama español existen algunas webseries bastante conocidas

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como Malviviendo. Sin embargo, debido al contenido del artículo, hablaré sobre la actriz, comediante y guionista argentina Malena Pichot. Esta joven comenzó en YouTube con los videos de La loca de mierda y pronto MTV compró dicha serie para comercializarla en su canal. Pese a esto, Malena ha seguido grabando y subiendo capítulos de sus propias creaciones como Por Ahora o Cualca. Estas webseries muestran historias de jóvenes con una clara crítica al machismo, al sexismo y a las violencias contra el colectivo LGTB+. Por tanto, sus vídeos y sus webseries suponen un punto de inflexión dentro del mundo


de YouTube, que, aunque más liberal en términos sociales, a veces nos hace encontrarnos con contenidos neomachistas o machistas sin más adjetivos.

está virando hacia la izquierda, es decir, hacia la visibilización de los colectivos oprimidos y hacia una crítica social o si bien, lo que mueve a estas empresas en un mero interés económico basado en Lo que llama la atención de todas un muy buen análisis del mercado y del las series nombradas anteriormente posible público receptor. es que casi todas ellas muestran un contenido político o ideológico y, María Sánchez Arias en concreto, de género, puesto que de cuatro, tres de ellas tienen como protagonista, al menos, en algunos de los casos, una mujer. De la misma manera, en YouTube encontramos creadoras de contenido audiovisual que se declaran abiertamente feministas. Y no solo eso, aquí nos encontramos también con historias de mujeres trangénero, latinas, burguesas o de una sexualidad no normativa, y ello tiene un gran impacto, ya que supone una visión totalmente diferente del género mujer, puesto que muestra una diversidad real. Ello ha supuesto un acierto, ya que, como se ha visto, el público ha reaccionado a estas series de una manera muy favorable. Probablemente esto se debe a que el público joven reclama series con una mayor crítica social, ya sea política, feminista o de cualquier tipo, que le haga cuestionarse las estructuras sociales que le rodean, siempre y cuando estas series respeten a los colectivos minoritarios de su sociedad, además de buscar, claro está, una mecanismo de entretenimiento. Cabe preguntarse, pues, salvo en el caso de YouTube, si esta industria fílmica

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Biblioteca Clásica Lolita: entre el deseo y la prohibición

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ué más podemos aportar sobre Lolita (1955)? Después de dos adaptaciones cinematográficas —la primera dirigida por Stanley Kubrick en 1962—, un musical, otras dos importantes adaptaciones para el teatro, incontables ensayos y análisis y un sin fin de referencias culturales que no podríamos terminar de enumerar en estas páginas, pareciera que ya todo está dicho sobre esta obra de Vladimir Nabokov (18991977). Solo al enunciar su título viene a la mente del lector un tópico cultural que hoy, sin lugar a dudas, es capaz de superar a la novela: es probable que incluso quien no haya leído Lolita, incluso si hay alguien que no sepa de la existencia de esta obra, conozca el contenido erótico y tabú que está contenido en el apodo de la nínfula de Humbert Humbert. Resulta paradójico que un autor ruso se haya hecho famoso con una novela escrita en inglés. Sin embargo, cuando consideramos que creció en una casa aristocrática en la cual se hablaba inglés y francés, además de ruso, este

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hecho resulta menos extraño: Nabokov leía y escribía en inglés antes de hacerlo en su lengua materna. Después de la Revolución de Octubre (1917), cuando el escritor todavía no llegaba a los veinte años, su familia emigra a Inglaterra. Volverá a emigrar en 1922, a Berlín, donde conocerá a la mujer que se convertirá en su esposa, y a quién está dedicada la novela que nos ocupa, Vera Evseyevna; y se mudará una vez más en 1937, a Francia. Tres años después, huyendo de las tropas alemanas, la familia Nabokov huirá a Estados Unidos, donde el escritor vivirá veintiún años y producirá gran parte de su obra literaria. Morirá en 1977, en Motreux, Suiza, adonde se mudó después del éxito de Lolita para poder dedicarse de manera exclusiva a la escritura. Fue quince años después de llegar a Manhattan cuando el autor vería publicada su novela más famosa. Le llevó cinco años escribirla. Distintas editoriales rechazaron el manuscrito de Lolita, sin duda, por lo controvertido de su trama. La anécdota es bien conocida: un profesor que supera los cuarenta años


se enamora de una niña de doce, Dolores Haze. En las primeras páginas, Humbert Humbert, pseudónimo del protagonista, explica que está obsesionado con las nínfulas, niñas entre nueve y catorce años, y narra el origen de su inclinación hacia las chicas que entran dentro de esta categoría. Si bien había podido controlar este deseo durante toda su vida, cuando conoce a la hija de su nueva casera, Charlote Haze, se enamora perdidamente. La novela narra la locura del narrador, su perversión, su obsesión, su paranoia, a través de una relación amorosa que reta constantemente al lector. Para Bataille (El Erotismo, 1957) lo erótico se define en la transgresión: existe en el interdicto, es en la prohibición donde se ubica la relación erótica. Lolita, al plantear esta relación de una manera tan extrema, al fijar el deseo de su protagonista completamente fuera del límite moral del lector, tiene la capacidad de evocar esta categoría de una manera particular. ¿Es una historia de amor o de perversión? ¿Humbert Humbert es simplemente un criminal, un violador, como él mismo llega a calificarse, o su amor por Lolita es, aunque anómalo, auténtico? La tensión erótica se sostiene sobre una contradicción inevitable entre la simpatía que despierta el narrador de la novela y el rechazo que siente el lector por el tema narrado. Esta compleja relación se sostiene incluso después de

que la transgresión ha sido realizada: Dolores es, de principio a fin, un misterio, sus verdaderos pensamientos y emociones permanecen mudos ante la voz de un hombre que hace cualquier cosa que sea necesaria para estar con ella, y para mantener una relación que desafía las convenciones del público. Pero la mayor contradicción que representa esta novela se encuentra en la lectura. La prosa de Nabokov está construida de manera magistral, la cantidad de referencias y pastiches literarios son prueba de la amplísima cultura del autor y su narrador es extremadamente elocuente. El producto es, sin lugar a dudas, uno de los más perfectos del siglo xx. Al leerla, es inevitable ser seducido por un narrador que, sabiéndose juzgado desde las primeras páginas —por un jurado mentado explícitamente y, también, por qué no, por el lector implícito, el narratario—, busca despertar simpatía. Así, quien lee este libro queda atrapado por una historia que, si hubiera encontrado en un periódico, probablemente no dudaría en condenar. Nabokov dejó claro que, a pesar de un prólogo ficcional en el cual se advierte de lo incorrecto de la historia, no existe ninguna moral detrás de la novela. Así, las palabras de John Ray Jr., prologuista ficticio de Lolita, que introducen las “confesiones de un viudo de raza blanca”, sirven para acentuar la tensión erótica y para ironizar en torno

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a los juicios convencionales, con los la humanidad que existe en un individuo cuales nos acercamos a una novela tan que, dentro de cualquier otro contexto, controversial. sería tachado de inhumano. En este sentido, Lolita señala las contradicciones Porque no es solo el erotismo lo propias del género humano; y es por que define a Lolita, también el humor. La esto que, todavía hoy, después de sesenta manera en que el narrador ironiza sobre años y a pesar de todo lo dicho, sigue su propia condición así como la mirada hablándonos y sigue siendo objeto de con la cual observa al mundo en el que controversia. Quizá esta es la razón se mueve son esenciales dentro de esta por la cual el autor insiste en negar la obra. Desde este punto de vista, la novela presencia de una moral en la historia, se transforma en un cuestionamiento, porque la vida de sus personajes, como sobre todo, a las convenciones del lector. la de cualquier persona, no se definen ¿No podemos leer en Lolita, el personaje, desde un sistema ético, sino más allá de una hiperbolización del ideal occidental este, a través de las contradicciones que de belleza femenino, relacionado con la surgen en el diálogo entre el individuo y pureza y la juventud? ¿No existe en esta el mundo, entre el deseo y la prohibición. relación amorosa entre el protagonista y su nínfula una deconstrucción de Javier Ignacio Alarcón las relaciones románticas comunes en Occidente, en las cuales la mujer queda reducida a un objeto silenciado por el deseo? Pero este cuestionar no está desligado del erotismo, como afirma Bataille: “El erotismo es en la conciencia del hombre lo que pone en él al ser en cuestión” (El erotismo). Humbert es un hombre que busca ser comprendido, despertar la simpatía de quienes lo juzgan. Su historia es, lo sabemos desde el principio, una tragedia, no solo por la contradicción que define su existencia, sino por la conclusión de la historia. Nabokov construye uno de los personajes más complejos —y completos— de la literatura contemporánea: nos muestra

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Flechas literarias Francisco Umbral

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stán cerrando los últimos antros de la noche. Es cielo sin estrellas, amor eternizado, sombrizos del sol que recién se recuesta sobre la falda de las colinas anexas a la ciudad. Madrid no duerme, como nunca. La tinta de las máquinas ya perpetra su trabajo de lucecitas verdes y adrenalina. Por las callejas pérdidas del Centro camina, enlutado, enguantado, cimarrón, intelectual de izquierdas/ escritorazo de derechas, columnista insaciable, frío, postulante, trágico, sentimental, mortal y rosa, un escéptico Umbral, con una choricillas del brazo. Enamorado. Camina como esfinge mágica y arcana, que nunca quiere revelarse completa, que nunca se muestra, a pesar de ser bosque con mucho ruido de pompas generosas y mucho vuelo de túnicas. Él hizo crónica y crítica de todo un tiempo y toda una gente —esa guapa gente— y nos ha dejado un trozo de sus entrañas puesto en un papel. Sus entrañas, en fin, no las lleva por la calle, las deja en casa, macerándose de poesía y de palabras. Hay que ser sublime, ya se sabe, sin interrupción; pero la sublimidad se presta a muy diversas máscaras y

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mascaradas, y se presta también a la presencia omnímoda, abarcadora, totalizadora, eterna y pujante —que se nos cuela por entre las entretelas del corazón— de un espíritu —por más que lo del espíritu, dicho así, a lo sonso, le suene a Umbral un poco a macana de académico— que vuela sobre la ciudad insípida con caldero inmenso de sabores que va dejando caer sobre sus calles de paja, sobre el pastelón de Madrid —que decía Vélez de Guevara. El sonsonete/ poema de la primera madrugada, tísica, macilenta, atrabiliaria e insignificante, solo pueden poetizarlo gentes como Valle o como Umbral. Solo Umbral podía hacer la mejor novela —y mejor es un decir, porque nunca hay mejores, ni peores, sino gustos y pareceres— de la mitad de un siglo contando la muerte de un niño, de su hijo, la muerte cruenta de un infante; solo un señor como este, tan odiado por derecha y por izquierda, tan odiado por todos los flancos, y tan pleno de guerra, besos, pasiones, existencialismos, positivismos, ensueños, páginas de periódico, tertulias literarias, chanzas políticas, políticas dictatoriales y democráticas, democracias de cartón


o de charol, tumbaguitas gloriosas con pedrolos magníficos, alturas y bajezas, glorias y discusiones literarias, amores literarios, odios poéticos, salutaciones virreinales, madriles obsoletos o principiantes, dialecto cheli y espuma de baño caliente, pastillitas para el colesterol, café, ricino, banderitas y banderones, grapas del ABC, mentirijillas de prensa, radioentrevistas acaloradas, columnitas

en El País o en El Mundo… Un señor, digo, tan pleno de una vida plena y de un país y de una época enterita. Solo un señor como este podía, en fin, hacer de la historia de un infante difunto una historia eterna y lírica que se clavase en nuestros corazones. Disculpen la poesía, y la tristeza. Solo queda leer al maestro. Gonzalo Escribano

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Inéditos He descubierto los pozos más profundos del Averno, la cuna del pecado y millones de demonios transformados en minúsculas gotas saladas recorriendo lo que, tocado por él, antes carne cruda y ahora oleajes de deseo en las entrañas. Hay que probar suerte hasta quedarse sin monedas; la ausente locura de lo divino y muchas y sucias carcajadas son la ofrenda a este altar de lo maldito que perdura. Dijimos adiós a cada partícula de piedra, buscando inmunidad en la perpetuidad firme del tiempo, uno. Rodrigo Cañete En cuestión de segundos Como cuando el reloj se relame, las agujas flirtean, el tiempo resbala, la vida escasea. Se rompe, se deshilacha, se difama y se disuelve. Como la verdad en tiempos de cambio. Pablo Domínguez Muñoz, del 10.º poemario Más de lo mismo

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A punto Quien dijo que no, nos había mentido: el ombligo era el centro del mundo. No solo el centro sino el inicio. Después de él, estaba tu cuerpo expandiéndose sin cuidado alguno hasta formarte. En un primer momento parecías eso —pregúntaselo a tu padre— un ombligo; pronto te convertiste en otra cosa, algo no muy reconocible, un desacato que provocaba mantener los puños cerrados y el pecho a punto de estallar. A punto. Nunca pasaba nada. La vida era la espera de que tomaras alguna decisión, alguna apuesta, algún sentido, religión, dios, alguna forma. Había veces que te encendías terriblemente y tu padre se acobardaba y corría pero antes de esconderse ya te habías colapsado, desaparecido, cual agujero negro y volvías a ser un ombligo flotante, muy callado, pueril, agradable. El mejor adorno de la casa porque en torno a ti se olvidaba uno de cualquier cosa, hasta de sí, y así y alrededor uno podía bailar, dormirse; al despertar tú ya te habías movido de sitio. Nos fuimos acostumbrando a esa mediocridad, luego resultaste imprescindible, pero tomaste el mal hábito de irte haciendo pequeño como los niños, luego callado y por último invisible. Olía a ti. Siempre, toda la casa era tu olor y por eso sabíamos si estabas en la cocina, en la sala, si regresabas de clases. A momentos a tu padre y a mí nos subía la angustia, temblábamos, nos mirábamos, entonces sin haber dicho una palabra, no dábamos cuenta que estabas ahí, oloroso, vuelto hacia ti y nos apresurábamos a echarnos al piso y dormir para hacer lo propio. Pero nunca pudimos volver a la calma de tu desidia y ahí estaba tu peste, sin movimiento e insignificante. Nosotros olíamos, ensanchábamos nuestros pulmones de tu negligencia y por primera vez te odiamos. Con el odio aun empuñado y nuevo incendiamos la casa y no saliste, te esperamos fuera mientras veíamos cruzar remolinos de fuego en las habitaciones de la casa. Ni el calor te hizo hablar. Supimos de ti por el humo, era tu olor limen, como de ninguna cosa. Tu padre dijo que la casa así, quemándose, se parecía mucho a ti cuando te encendías para luego abstraerte en un movimiento pequeño que él y yo nunca entendimos. Seguro pensó que era el mejor momento para bailar sin acordarse de ti, ni de nosotros; yo lo pensé. Pero ninguno lo intento. Había calma: te habíamos perdonado. En lo que a nosotros respectaba, eras un santo aunque sabíamos que significarte era la mejor manera de matarte. Ana Barrera

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Diálogo con las Artes Munch. Modelo de arte

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l Museo Thyssen-Bornemisza nos trae a Madrid Edvard Munch. Arquetipos, la primera exposición del pintor desde 1984. La mayor parte de los cuadros vienen del Munchmuseet de Oslo, aunque también encontramos obras de la National Gallery of Art de Washington D.C. y del Metropolitan Museum of Art de Nueva York, entre otros. La exposición se compone de ochenta obras (54 pinturas y 26 grabados) que recorren la carrera del pintor en la que se muestran las obsesiones de Munch y las de sus contemporáneos, que también siguen siendo las de los hombres y mujeres de hoy en día. Edvard Munch (Loten, 1863-1944) es considerado uno de los padres del arte moderno junto Van Gogh, Paul Gauguin y Paul Cézanne. Su estilo particular se caracteriza por las pinceladas marcadas, los colores fríos y tonos rojizos que despiertan sentimientos de angustia y violencia. Arquetipos es el título de la exposición. Esos arquetipos que se nos proponen no son sino modelos emocionales que revelan las obsesiones de la vida como pueden ser el amor, la muerte, la

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melancolía, el pánico, el deseo, los celos o la pasión. Las obras se reparten a lo largo de nueve salas en las que se acompaña a cada sección con un fragmento de sus escritos que nos ayudan a empatizar con el pintor y lo que nos quiere transmitir a través de su pintura. Para Munch la pintura era su forma de desahogarse. El hecho de pintar la enfermedad, la muerte, la angustia o sentimientos que son negativos era una forma de sanarse de ellos; el arte provoca en él una catarsis. El proceso de la pintura y su contemplación son una cura y una nueva forma de aprender y de vivir. Fuera de la opinión generalizada que relaciona el conjunto de las pinturas de Munch con la oscuridad y la tristeza, cuando contemplamos las obras que forman la exposición nos damos cuenta de que muchos de sus cuadros rebosan belleza, luz y vitalismo. Si bien es cierto que nuestros sentimientos se ven muy bien reflejados en los rostros de los personajes que sufren angustia y celos. La mayoría de sus representaciones se centran en la figura femenina: encontramos una amplia colección de desnudos, con modelos contrapuestos como pueden


ser la femme fragile y la femme fatale. Los paisajes que acompañan a los protagonistas de los cuadros son muy variados: desde habitaciones, como costas, estudios, bosques, la selva o la oscuridad de la noche… Una de las obras que cabe destacar es “El beso” (1898), de la que podemos encontrar varios bocetos e interpretaciones además de una preciosa xilografía. La presencia de bocetos y xilografías que acompañan a gran parte de los cuadros nos ayudan a tener una visión más completa del proceso creativo de Munch a la hora de realizar sus cuadros, en su mayoría óleos sobre lienzo. Si bien no podemos contar la presencia del famoso cuadro de “El grito (1893)”, sí podemos contar con una xilografía de este cuadro que se encuentra en la sala que lleva el arquetipo de “Pánico” acompañada de

otras imágenes como “Ansiedad (1896)” En definitiva, nos encontramos ante una exposición de gran calidad, que consigue llegar al público no solo con la obra pictórica sino también con los breves fragmentos de sus escritos personales que la acompañan. Una buena oportunidad para acercarse a la obra del pintor noruego y adentrarse más en ella si ya se conocía. María González Arias

Edvard Munch. Arquetipos Museo Thyssen-Bornemisza, Madrid Del 6 de octubre de 2015 al 17 de enero de 2016 Comisarios: Paloma Alarcó y JonOve Steihaug Comisaria técnica: Clara Marcellán Precio: 11 euros Tarifa reducida: 7 euros Gratuita para desempleados Contrapunto, n.º 25 | 19


Cuando los dulces amargan

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espués de la gran acogida recibida en Cannes, festival del que es asidua la directora japonesa Naomi Kawase (Nara, 1969), y de recibir el premio a Mejor Directora en la Semana Internacional de Cine de Valladolid, la cartelera nos acerca Una pastelería en Tokio, si bien es cierto que con bastantes dificultades en la distribución, fruto de los problemas a los que se enfrenta el cine menos comercial en estos tiempos de crisis en las salas. Basada en la novela An, de Durian Sukegawa, en este último trabajo de la directora nipona se nos ofrece otra porción de su delicado cine. Kawase es probablemente una de las máximas exponentes de lo que podría definirse como cine contemplativo, en el que se reflexiona una y otra vez sobre la vida, la sociedad o el amor. En el caso del cine de Kawase nos encontramos con unos personajes también reflexivos, como espejos de la mente de la directora. Es un cine intimista, poético y emocional. Delicado como una flor de cerezo a la vez que duro como los conflictos que refleja. En palabras de la propia directora nos encontramos con un cine que trata de plasmar momentos normales de gente normal. La vida de la directora (fue abandonada por sus padres al cuidado

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de su abuela) le ha servido como motor para realizar su cine, tratando de buscar respuestas a estos problemas que sufre la gente a diario. Presenta una obra en la que se atrapa el momento, que no trata de resolver el conflicto de manera simplista, que se toma su tiempo. Si bien es cierto que contiene muchas de las características del cine que venía realizando, en esta ocasión la directora ha aumentado la atención sobre los personajes poniéndolos a nivel del resto de elementos del film, algo de lo que adolecía el cine anterior más centrado en el entorno. En esta ocasión se sirve de una tienda de dorayakis (dulce típico japonés) para presentarnos la relación a tres de los protagonistas. Tokue (Kirin Kiki), una anciana que camina despacio, con un aire impropio de los tiempos que vivimos y de la ciudad que pisa, asombrada por las bellezas cotidianas que todavía se pueden observar en los rincones de las grandes urbes, se topa con una tienda también impropia del momento. Allí nos encontraremos a Sentaro (Masatoshi Nagase) un hombre marcado por su pasado y atrapado en un oficio que no siente como suyo. Por último Wakana (Kyara Uchida) es una joven incomprendida por su madre, más centrada en sí misma que en los problemas sobre los que camina su hija,


que ha entablado una cierta amistad con Sentaro. Esta relación a tres bandas se vertebra en la necesidad que el trío de solitarios protagonista presenta por apoyarse en las otras dos figuras. Es una relación de mutuas necesidades, en la que todos y cada uno de ellos son igual de imprescindibles a la hora de resolver sus conflictos emocionales. Las estaciones se van sucediendo siempre centradas en la evolución de los omnipresentes sakura (árbol del cerezo) a la vez que los conflictos van evolucionando hacia su resolución. Kawase vuelve a realizar un trabajo excelente en la manera de enlazar los sonidos y la naturaleza durante el film. Otro fiel reflejo del cine de Kawase es la especial calma que aporta al

momento de preparación del anko (pasta dulce de judías) mostrando la precisión y el sentimentalismo necesarios para conseguir unos resultados excelentes. La imagen es nítida, pura, sin retoque aparente en postproducción y muestra los entornos de manera delicada y dulce; los sakura o los trenes tan importantes en la vida de los japoneses están presentes como esencia del lugar que visitamos. Ha conseguido construir un drama en el que los conflictos quedan zanjados, haciéndonos partícipes del dolor que sufren los protagonistas aun no habiendo vivido sus mismas situaciones. Una película más cercana al cine occidental y comercial de lo que nos tiene acostumbrados, pero de una calidad extrema. Es buen momento para acercarse a esta directora, si es que todavía no se ha hecho. Víctor Manuel Rodríguez Padilla

Una pastelería en Tokio Reparto: Kirin Kiki, Masatoshi Nagase, Kyara Uchida Dirección: Naomi Kawase Duración: 113 minutos Contrapunto, n.º 25 | 21


El crepúsculo de la aristocracia

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lega al teatro Réplika una de las obras de teatro más representativas de Anton Chéjov, El jardín de los cerezos, un drama acerca de las diferentes concepciones del mundo y el tiempo que tienen los personajes pertenecientes a las distintas clases sociales, mostrándose el inmovilismo con el que cuenta la aristocracia, clase incapaz de abrir los ojos a una nueva realidad que ya no le es tan favorable. Este jardín de cerezos, propiedad de una familia aristócrata rusa, es el símbolo de su poder y su floreciente pasado, el lugar donde los protagonistas jugaban de niños y, en definitiva, eran felices, antes de que los desengaños amorosos, la muerte y las penalidades hicieran estragos en sus vidas. La obra cuenta la historia de la ruina de esta familia y la subasta y tala de su jardín de cerezos, es decir, el fin de su hegemonía. Una adaptación de la mano de Jaroslaw Bielski en la que se consigue la perfecta extrapolación de la situación vivida por los personajes desde la Rusia del siglo xix hasta la España nuestros días mediante la elisión de toda clase de referencias espacio temporales, lo que permite una identificación mucho mayor del público con los distintos personajes. Los siete actores que componen el reparto

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consiguen dotar a su interpretación de la fuerza expresiva necesaria para hacer llegar el texto al público con todas sus connotaciones. Especialmente reseñable es la actuación de Socorro Anadón, en el papel de Amanda, la dueña de la finca, y la de Manuel Tiedra como su hermano. Estos dos personajes se nos presentan como un hombre y una mujer mayores que no hacen más que jugar, dilapidar su dinero y recordar tiempos mejores, desoyendo todos los consejos que reciben de personas de las nuevas clases emergentes con dinero, pero no títulos nobiliarios. Estos dos nobles de actitud infantil contemplan cómo todo su mundo se derrumba ante sus ojos sin que siquiera puedan darse cuenta de cómo han llegado a la situación en la que se encuentran, atendiendo a cómo lo que antes fue suyo pasa a manos de los que antaño fueron sus subordinados. No son malas personas, solo inadaptados. No es esta la mentalidad de los jóvenes aristócratas, representados por Anna, la hija de Amanda, que no duda en dejar su pasado familiar atrás, estudiar y pasar a formar parte de la clase trabajadora, algo impensable para sus mayores, cuyo único medio para conseguir dinero es vender propiedades, nunca trabajar. Lo más llamativo de la trama resulta ver que en realidad no hay antagonistas,


nadie pretende el mal de esta familia ni se opone a sus deseos, al revés: reciben el apoyo de todos aquellos que les rodean, pero ellos cierran los ojos al problema y piensan, inocentemente, que retrasando la toma de las decisiones están impidiendo lo inevitable. Así, Chéjov da una clara lección: no hay más ciego que el que no quiere ver, y quien está ocupado mirando al pasado, ya sea a lo bueno o a lo malo, no sabe cómo prepararse para hacer frente al futuro. La única pega que podríamos encontrar a la obra son las condiciones del teatro Réplika, bastante antiguo y descuidado y con asientos poco confortables, pero cuya mala imagen inicial queda completamente borrada en el momento en el que empieza la representación: el teatro es muy pequeño, por lo que el escenario queda cerca del

público, la visibilidad es total desde cualquier ángulo y la acústica resulta inmejorable. Merece completamente la pena ir a verlo. Candela Fernández Caraballo

El jardín de los cerezos Dirección y adaptación de la obra de Chéjov de Jaroslaw Bielski Interpretación de Antonio Duque, Socorro Anadón, Manuel Tiedra, Raúl Chacón, Rebeca Vecino, Javier Abad y Antonella Chiarini Hasta el 15 de enero Teatro Réplika Madrid Contrapunto, n.º 25 | 23


Los fantasmas existen

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a cumbre escarlata es el esperado regreso a la gran pantalla del director mexicano Guillermo del Toro (Guadalajara, 1964), conocido por sus películas El espinazo del diablo (2001) y El laberinto del fauno (2006), galardonada con un Premio Bafta (Mejor película de habla no inglesa) y un Premio Goya (Mejor guion original). Edith Cushing (Mia Wasikowska) es una joven americana que sueña con convertirse en una gran escritora algún día. Sin embargo, tras la muerte de su madre cuando aún era una niña, no ha conseguido librarse de los fantasmas que la atormentan. Sir Thomas Sharpe (Tom Hiddleston), un misterioso desconocido inglés que busca apoyo económico para poder desarrollar sus inventos, la conquista fugazmente y consigue que esta se case inmediatamente con él. Edith llega a la casa de la familia Sharpe después de dejar atrás su hogar y sus amistades con la ilusión de comenzar una exitosa vida de casada. Pronto descubre, por el contrario, que la hermana de su marido, Lady Lucille Sharpe (Jessica Chastain), también vive con ellos en una mansión lúgubre y llena de secretos. La cumbre escarlata muestra al espectador una historia interesante más propia de una novela gótica del siglo xix. No es este un film de terror, aunque sí que

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transmite una sensación de angustia hasta el final. Además, su desenlace no consigue sorprender demasiado pese a que su cuidada estética se destaca desde los primeros minutos de metraje. Edith comparte con el propio Del Toro una gran pasión por la literatura gótica. La cumbre escarlata es, sin duda, un film que recoge muchas de las características de este género literario. La acción se desarrolla en una vieja mansión casi destruida por el paso del tiempo que posee una atmósfera de misterio y suspense. Allí ocurren diferentes eventos sobrenaturales a la vez que surgen las emociones más desenfrenadas, que incluso llegan a mezclarse en ocasiones con un erotismo irracional. Esta descripción podría pertenecer a las obras de Lovecraft o de Poe, que mantienen también esta aura oscura que tanto atrae al director mexicano. Por otra parte, es aún más reseñable la relación que mantiene esta película con la novela de Daphne Du Maurier Rebecca (1938), que fue llevada al cine por Alfred Hitchcock en 1940. Un escenario lúgubre se convierte en el campo de batalla de una lucha entre mujeres enamoradas que desemboca en un desenlace cruel y sangriento. Aparte, este film no pretende ser una historia de fantasmas más. La cumbre escarlata


muestra que los propios seres humanos actúan como verdaderos espectros cuando se anclan en un pasado y obvian la realidad que les rodea en el presente. Los fantasmas forman parte, por tanto, de la ambientación gótica que busca y que consigue Del Toro en este film. Aunque estos tienen importancia, siempre se encuentran a la sombra de los protagonistas vivos que, por el contrario, mantienen la actitud propia de un espectro. Esta paradoja es una crítica de Del Toro al hombre contemporáneo que deja en ocasiones que su presente se base exclusivamente en un atormentado pasado y que no es capaz de evolucionar.

suave y una fotografía sobresaliente, se llega a mostrar un mundo lleno de color y de contrastes en el que los vivos y los muertos vagan errantes sin estar separados por ninguna frontera delimitada. Destaca por encima de los demás colores el rojo, que se observa tanto en el terreno arcilloso de la colina en la que se sitúa la mansión como en la gran cantidad de sangre que se muestra en pantalla. La cumbre escarlata es, por tanto, una ferviente crítica a la condición del ser humano, aunque destaca sobre todo por crear unos espacios lúgubres y propios de un cuento gótico de los siglos xviii y xix.

Lo más interesante y llamativo de esta película es la estética gótica que envuelve toda la historia. Con un vestuario ampuloso, una iluminación

Paula Mayo

La cumbre escarlata (Crimson Peak) Reparto: Mia Wasikowska, Jessica Chastain, Tom Hiddleston, Charlie Hunnam Dirección: Guillermo del Toro Duración: 119 minutos Contrapunto, n.º 25 | 25


Más que becario, ángel de la guarda

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ste mes de noviembre la cartelera nos ofrece la comedia El becario. Dirigida por la directora, productora y guionista Nancy Jane Meyers (Filadelfia, 1949), esta película va más allá de la típica comedia costumbrista. Meyers, que vuelve al mundo de la dirección después de cinco años, pues recordemos que su última película fue No es tan fácil (2010), con Meryl Streep como protagonista, junta esta vez a otros dos grandes y reconocidos actores: Robert De Niro (Nueva York, 1943) y Anne Hathaway (Nueva York, 1982), después de haber trabajado ya con los también famosos Mel Gibson y Helen Hunt en ¿En qué piensan las mujeres? (2000); con Jack Nicholson y Diane Keaton en Cuando menos te lo esperas (2003), o con Kate Winslet, Cameron Diaz, Jude Law y Jack Black en The Holiday (2006). Esta cinta nos presenta a un buen Robert De Niro en el papel de Ben Whittaker, un hombre de 70 años que, viudo y jubilado, quiere sentirse activo. Por ello, cuando ve el anuncio de una empresa de moda (“About the Fit”, con Anne Hathaway como jefa) que busca gente mayor y desocupada para trabajar como becaria, Ben no se lo piensa dos veces. Así, tras mandar un gran vídeo de presentación, será el elegido para el

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puesto. Sin embargo, este señor bueno y trabajador no tendrá un buen comienzo en la empresa: le han asignado ser el becario personal de Jules Ostin (Anne Hathaway), la ocupada y difícil, como ella misma se describe, directora, a la que no le hace ninguna gracia tener a este hombre bajo su mando. Partiendo de una relación fría y peliaguda se crea, más tarde, una excelente relación entre jefa y ayudante, por lo que este becario de avanzada edad y que cuenta con una gran experiencia, pasa a ser su máximo apoyo, su cómplice, su mejor amigo, no solo en el trabajo, sino también en el ámbito personal, pues poco a poco se hace un hueco entre la familia de ella, mientras que él, a su vez, vuelve a formar la suya propia: encuentra el amor en la empresa. No debe extrañarnos la magnífica actuación que realizan estos dos protagonistas. En esta ocasión también encontramos a un grandioso Robert De Niro, que está más que a la altura de las circunstancias, dándole ese toque especial a la historia que solo él sabe dar y que hace que el argumento funcione. Alejándose de otros reconocidos y destacados papeles como el del joven Vito Corleone en El padrino II (1974); el del tan conocido gánster Al Capone en Los intocables de Eliot Ness (1987);


o siendo un instructor de la Marina que le hace la vida imposible al primer afroamericano que participa en el programa de entrenamiento para el cuerpo de élite de buzos en Hombres de honor (2000), De Niro elige esta vez el género de la comedia. A su vez, la actriz Anne Hathaway repite, después de muchas ocasiones, en esta variedad cinematográfica, haciendo también una notable actuación, hecho que no sorprende después de verla en películas como Brokeback Mountain (2005), El diablo viste de Prada (2006), Siempre el mismo día (2011) o la tan conocida película Los miserables (2012).

espectador, que encuentra en esta película lo que siempre puede esperarse de estos dos grandes actores, aunque tampoco puede considerarse como la mejor cinta que hayan hecho. La mezcla explosiva de esta cinta que cuenta con un óptimo guion, en la que hasta los actores secundarios están bien definidos e interpretados, y con dos grandes de Hollywood, que hacen que todo funcione y fluya correctamente, ofrecen un buen rato al espectador que encuentra, en estas dos horas, situaciones de risa, pero también de amargura. Sin duda, otra buena elección de Meyers que sabe sacar el máximo partido de una película que deja al público con un buen sabor de De este modo, la buena boca. representación de los actores y la gran química que se forma entre ellos no Noelia Izquierdo puede sorprender lo más mínimo al

El becario Reparto: Robert De Niro, Anne Hathaway, Rene Russo Dirección: Nancy Meyers Guion: Nancy Meyers Duración: 121 minutos Contrapunto, n.º 25 | 27


¿Ópera o videoclip?

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ntre los días 27 de octubre y 10 de noviembre irrumpió en Madrid un fragmento del barroco händeliano, Alcina. Esta vez las entrañas del Teatro Real acogieron el mundo onírico y odisíaco imaginado por Ariosto y convertido después en ópera. Sin embargo, lo puramente barroco se quedó en el foso, ya que el “altar” escénico representó una mezcla inconexa del mundo teatral americano. El director artístico, David Alden, acercó al público madrileño una puesta en escena algo confusa, debido a la sobrecarga de elementos culturales —por llamarlos de alguna manera— relacionados con el mundo hollywoodiense, la revista o el musical. El director neoyorkino afirma que se inspiró en la película de Woody Allen La púrpura de El Cairo, y hace así homenaje a un Ruggiero (Josè Maria Lo Monaco) comprometido y asfixiado por la rutina, que se escapa a un teatro abandonado en donde se enamora de una cantante, Alcina (Sofia Soloviy); su prometida Bradamante y su tutor, Melisso, acuden allí para rescatarlo, pero terminan sucumbiendo a los encantos de Alcina y Morgana.

de ser originales y de cargar la escena con elementos visuales hacen que el argumento no se entienda y dificulta por ello el seguimiento de la trama. Destaca el número de modelos-bailarines aparecidos —casi más que el de cantantes— generando una distorsión de lo primordial en la ópera, los cantantes. También es llamativo el vestuario de los danzantes, trajes de gánster con un disfraz en la cabeza de leones o gorilas que, junto con la coreografía algo sucia en ciertas partes, recordaban al videoclip de The Lazy Song de Bruno Mars. Este idílico espíritu americano, junto con las figuras enormes de dinosaurios entre paredes pintadas con colores de guardería y puertas que se abren y se cierran, conformaba el mundo de la Alcina del Real, a cuya escenografía se le torció la dirección del significado, ya que en vez de evocar al mundo del teatro, evocó a un parque temático.

Si atendemos a la parte musical, nuestras deidades no tuvieron su mejor noche; esta vez le tocaba al segundo reparto interpretar las 26 largas arias intercaladas con recitativos en las casi cuatro horas de duración —Alcina fue interpretada por la soprano ucraniana La lujuria y sensualidad del Sofia Soloviy, quien tardó en ajustarse al libreto quedan reemplazadas por la papel— expresando un fraseo escueto incoherencia y lo absurdo; la necesidad y agudos sin brillo, que dejaron algunas

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arias lánguidas. Ya en el segundo acto, feliz por uno más humano, dejando una la anchura de su voz se equilibró con puerta entreabierta entre la realidad y el la coloratura de la música haciendo mundo de los sueños y deseos. destacable Ombre pallide, aria poderosa Verónica Jiménez —seguramente el clímax de esta ópera— y de la que supo expresar la ira y a la vez el dolor del personaje. Su hechizado, Ruggiero, se quedó poco creíble con la mezzosoprano Josè Maria Lo Monaco y su actuación bastante plana y convencional, adjetivos que se podrían aplicar a su voz, algo corta de agudos y falta de articulación textual, sin apenas matices. Sin embargo, en la piel de Morgana —hermana de Alcina— la soprano María José Moreno fue lo mejor del reparto, ya que en la proyección de la voz sobresalía del resto, así como de volumen, articulación y color, nada fácil para la escenografía que tenía; aun así, su aria Tornami a vagheggiar hizo merecer el final del primer acto entre las plumas del burlesque y la coloratura propia del aria. También es de merecer la interpretación de la mezzosoprano Alcina, de Georg Friedrich Händel Angélique Noldus como Bradamante (1685 – 1759) —prometida de Ruggiero— al igual que Ópera seria en tres actos la del barítono Johannes Weisser como Melisso; los dos últimos del reparto, Director musical: Christopher Anthony Gregory (Oronte) y Francesca Moulds Lombardi (Oberto) tuvieron una interpretación merecidamente aceptable. Director artístico: David Alden No obstante, lo mejor musicalmente fue la orquesta que, bajo la batuta de Reparto: Sofia Soloviy, Josè María Christopeher Moulds, supo dibujar Lo Monaco, María José Moreno, el cristal barroco y crear la atmósfera Angélique Noldus, Johannes Weisser, correspondiente. Alden cambió el final

Anthony Gregory, Francesca Lombardi

Duración: 3 horas y 50 minutos Contrapunto, n.º 25 | 29


Nuestra historia bien vale una carcajada

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xpectación es la palabra clave que rodeaba al reestreno de esta entretenida comedia escrita y dirigida en 2011 por el dramaturgo alcalaíno Ernesto Filardi (Toronto, 1974). Doctor en Filología Hispánica por la Universidad de Alcalá, cuya fundación tiene su minuto de gloria en la obra; especialista en Teatro del Siglo de Oro español, al que también hace un guiño, trayendo a escena al gran Lope de Vega; y licenciado en Artes Escénicas por la Real Escuela Superior de Arte Dramático (RESAD), ha llevado el teatro no solo a numerosos espacios en nuestro país, como el Teatro La Galera de la Universidad de Alcalá, el Corral de Comedias de esta misma ciudad o la Biblioteca Nacional de Madrid, sino que también ha acercado a Lope de Vega, Cervantes, Calderón o Quiñones de Benavente a lugares como Francia, Japón, Rusia o Vietnam. Desgraciadamente, su autor no ha podido estar presente en esta vuelta a escena, dado que se encuentra lejos de nuestras fronteras. Sin embargo, puede sentirse orgulloso del trabajo que ha hecho con ella la compañía Dramákina, aunque cabe destacar que la mayoría de los actores formaban parte del elenco original, del que también formó parte su autor. Sobre el escenario tan solo tres actores capaces de poner en juego más de una treintena

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de personajes, individuales y corales, que a lo largo de 70 minutos presentarán las idas y venidas de nuestra caótica historia nacional, comenzando por un gestor inmobiliario que muestra las maravillas de Altamira a dos interesados homínidos, hasta llegar a nuestros días, mostrando la dudosa evolución que desde entonces hemos sufrido. Conquistadores, reyes, guerras, validos, elecciones, dictadores y otros personajes públicos desfilan a vertiginosa velocidad ante los ojos de los espectadores, que, apenas sin poder parpadear, asisten a la procesión de personalidades que han guiado, unos mejor que otros, el camino de nuestro país, si es que realmente podemos definirlo así. Teniendo la Península un lugar estratégico para el dominio del comercio en el Mediterráneo, nuestras tierras fueron objetivo de fenicios y griegos, de la conquista romana, dieron paso a los godos y sin resistencia permitieron el asentamiento de los árabes. Guerras y luchas constantes salpican nuestra historia. Reyes cristianos en busca de alianzas, la llegada del Imperio español, afrancesados, motines, reformas, repúblicas, dictaduras y, en medio de todo, un pueblo, que sufre y cuestiona las consecuencias de tanta implicación. Muchos cambios de pelucas, chaquetas y otros complementos hacen


posible la velocidad de la obra. La caracterización viene reforzada por la proyección de retratos y cuadros de la época, pero especialmente por el trabajo de interpretación que hacen los actores, así como por la amplitud descriptiva del guion, un gran tramado de elementos, a simple vista sencillo, pero que, analizado con atención, demuestra una gran labor tras él. Un detalle a destacar en la escenografía —a cargo de Javier Rodenas— es el papel de un instrumento indispensable a día de hoy, el teléfono, una licencia anacrónica que nos recuerda lo dependientes que nos hemos vuelto de la conectividad. A través de él se ponen en contacto personajes como Colón, Napoleón, Hitler y llegan a palacio las noticias de guerra, aunque también sirve como herramienta para la especulación

urbanística, el tráfico de influencias y la corrupción política, muy en boga. Juego de luces, músicas e imágenes, pero también vídeos de corresponsales en el extranjero y mensajes acústicos complementan la pluralidad de voces recibidas, multiplicando los miembros a escena. 70 minutos presentados en clave cómica que nos recuerdan lo convulso de la historia que atraviesa Iberia, Hispania, Al-Ándalus, España. Una breve pero intensa lección que nos acerca nuestras circunstancias pasadas e invita a reflexionar durante unos minutos. La herencia recibida de nuestros antepasados configura nuestro momento actual. Soledad Abad

Historia de España en 70 minutos

Guion: Ernesto Filardi

Dirección: Dramákina

Interpretación: Carlos Fapresto, Luna Paredes, Javier Rodenas

Teatro Muñoz Seca Miércoles hasta el 16 de diciembre Contrapunto, n.º 25 | 31


De aquí y de allá La vida es breve, vivamos en un cuento

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l franco-chileno Alejandro En esta antología nos Jodorowsky (Tocopilla, 1929) encontramos con una división en dos es difícil de definir dado su partes, ya que Jodorowsky considera que carácter polifacético. Nos se trata de la culminación de su obra El encontramos ante un autor que ha tesoro de la sombra (Siruela, 2003), pues cultivado numerosos géneros pues ha confiesa que este libro fue publicado, de publicado novelas (no solo literarias sino algún modo, incompleto. Los cuentos que también gráficas), poemas, ensayos, publicados bajo ese título configuran la obras dramáticas y cuentos, como el caso segunda parte de esta nueva antología, que nos ocupa. Pero no solo eso, también por lo que no todos son una novedad ha trabajado como director teatral y de para el lector de Jodorowsky. La cine, guionista, mimo, actor, compositor configuración en dos partes está bien acotada. De hecho, cada una de ellas de bandas sonoras, pintor, dibujante y, cuenta con su propio prólogo. A primera además, instructor de tarot y psicomago, vista lo que más destaca de esta obra técnica, esta última, creada y cultivada es la heterogeneidad en la extensión de por él mismo junto a la psicogenealogía. los cuentos, que van desde apenas dos Siempre ha sido una persona líneas a diez páginas, alternando unos y profundamente interesada por el cine y otros sin, al parecer, orden y concierto. la literatura y, desde pequeño, ha estado Cuando nos introducimos en la lectura vinculado al cuento, ya que su padre le podemos confirmar que esta variedad llevaba a una pequeña biblioteca en la se extiende también a la temática y a los que se acercó a Perrault y a los hermanos motivos que mueven la argumentación. Grimm y, poco después, a Alejandro Entre los cuentos más breves destacamos Dumas, Julio Verne o Edgar Allan Poe. aquellos que se asemejan al formato tuit, Él mismo reconoce la influencia que textos muy similares a los que el propio tuvieron sobre su personalidad y añade: autor publica en su perfil personal “todas esas lecturas me formaron el en Twitter (red social en la que se cerebro”. muestra especialmente activo). En estos

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pequeños textos un aprendiz le plantea una pregunta a su maestro, a la que este responde con su sabiduría. Pertenecen a estos títulos como Zen, Fe, Finalidad, Santo, etc. Estos cuentos muestran una de las facetas de este autor, la de docente, ya que es un maestro en su campo que busca transmitir sus conocimientos. Junto a ellos encontramos historias más largas que tratan temas como el amor o el paso del tiempo, aunque si hay un tema que predomina especialmente es la familia, coincidiendo con una de las preocupaciones de Jodorowsky, a partir de la cual crea la psicogenealogía. En estos cuentos el autor va a ahondar en la herencia familiar, en cómo la ascendencia afecta a lo más profundo de los seres, cuáles son las repercusiones físicas y psicológicas que podemos rastrear a

partir de nuestro árbol genealógico. Así, en historias como Memorias de un cabalista devorado por los osos, atendemos al desarrollo de una línea familiar y a los efectos que la pertenencia a la misma tienen en el protagonista. Historias dulces y cuidadas se mezclan con otras más duras y escatológicas en las que términos tabú son utilizados con ligereza y sin pudor, causando en el lector sensación de repugnancia y desprecio. Además, muchos de sus personajes poseen caracteres misóginos, lo que dificulta que se pueda producir identificación. A través de esta antología podemos acercarnos un poco más al carácter de este autor, controvertido en algunas de sus facetas, pero comprometido con las posibilidades que los medios le ofrecen. Sus historias nos transmiten su profunda preocupación por lo más hondo del ser humano, tratando temas como la discriminación religiosa, el abandono familiar, el sufrimiento infantil, el rechazo físico, la violencia y otras injusticias sociales. Sin duda no es un libro para todos los públicos ni todas las sensibilidades, pero encierra joyas dignas de ser descubiertas. Soledad Abad

Alejandro Jodorowsky, La vida es un cuento Madrid, Siruela 280 páginas, 17,95 euros Contrapunto, n.º 25 | 33


Una primavera dedicada

“T

odos tenemos una historia que merece ser contada”. De esta forma, Màxim Huerta (Utiel, 1971) nos invita a la lectura de su nueva historia. Tras la presentación de su cuarta y exitosa obra La noche soñada, con la que además obtuvo el premio Planeta 2014 de la mano de la célebre escritora Ana María Matute, el editor y presentador nos presenta su quinta novela: No me dejes. El espacio protagonista es la ciudad de París, especialmente la floristería del señor Dominique Brulé, lugar favorito de Matilde y Mercedes, dos mujeres españolas que tuvieron que emigrar por distintas circunstancias hace cuarenta años a la capital francesa. De repente llega a sus vidas Violeta, una joven madrileña que huye de su entorno buscando una nueva oportunidad. La novela se divide en veintiún capítulos donde las historias de los distintos personajes descritos se van contando y enlazando mientras nos van haciendo a todos partícipes de lo que trata la vida a través de dos temas principales: el amor y la soledad, junto con las ganas de vivir. Asistimos a la descripción minuciosa y cuidada de tres historias: en primer lugar, la historia de amor y presente del discreto Dominique Brulé, personaje

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principal, que no solo será un artista de la floricultura, como se describe a vista del resto de personajes, sino que su papel es fundamental para la evolución de todos y cada uno de ellos; en segundo lugar, el pasado de Mercedes y, finalmente, el futuro de la joven Violeta. A través de estos tres personajes, estudiados y leídos con detenimiento, llegamos a la interpretación de que el autor trata la evolución del tiempo, y, por tanto, según la edad, las prioridades de la existencia. El objetivo es la presentación de tres perspectivas diferentes a la hora de enfrentarse a la ruptura con la vida y la superación de esta. El paso del tiempo, la fugacidad de la existencia y el saber disfrutar de ella serán entonces otros factores importantísimos en la constitución de la novela. Al mismo tiempo, la ciudad de París cobra vida convirtiéndose en una protagonista más a través de una descripción brillante de la capital haciendo que el lector sea partícipe de un viaje por lugares como L’Étoile Manquante, la librería Shakespeare & Company, la ciudad de Grenoble, la rue Bonaparte, la rue de Rennes o los Jardines de Luxemburgo. Gracias a dicha presentación y a la narración de los acontecimientos de una forma tan verdadera y con un dominio tan objetivo, proponiendo una imagen de la realidad y de los actos concretos, hace


que nos planteemos qué es real y qué es ficticio en la historia, pues se trata de un juego casi perfecto entre ambos polos. Además, se traza una gran complejidad en el lenguaje narrativo cuya particularidad no es otra que la de contar y transmitir unos hechos con la finalidad de que sean asumidos y creídos por el receptor. No obstante, en esta historia Huerta, como recurso novedoso en su literatura, da lugar a la conformación de un esquema distinto y mucho más complejo donde el universo que construye lo comunica el propio narrador en primera persona e interviniendo bajo el nombre de “narrador” en la propia novela, tratándose de un recurso pragmático que actúa como mecanismo para poner en contacto al autor con el lector. De este modo, el narrador es un personaje

más y el autor escribe como “el pájaro que se ha escapado de una jaula [y] observa a la gente que entra y sale”. Por consiguiente, y para terminar esta idea, el cuadro de narradores será complejo, de tal forma que irá cambiando y cada vez un personaje irá describiendo su propia historia en primera persona, asistiendo en contadas ocasiones a una tercera persona omnisciente. El propio narrador participará no solo desde la perspectiva de actuante, contando, sino también hablando con aquel que esté al otro lado en la lectura. Nos encontramos ante una novela breve y a la vez compleja, con un entramado de historias muy bien definidas y descritas con gran cuidado y perfección que dejará al lector con ganas de seguir leyendo. “Es otra historia. Todos tenemos una historia. Y tú también, lector”. Andrea Merino

Màxim Huerta, No me dejes (Ne me quitte pas) Barcelona, Espasa 336 páginas, 19,90 euros Contrapunto, n.º 25 | 35


Un doble compromiso

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n julio de 1907, Joaquín Dicenta (Calatayud, 1862-Alicante, 1917) se embarcó en una travesía marítima que le conduciría a la región más occidental de Francia: Bretaña. Allí recogió sus impresiones en forma de artículos para el diario El Liberal, los que publicaría tres años después en el volumen Por Bretaña (1910) junto con otros textos sobre el paisaje cántabro que el autor haría pasar por experiencias bretonas. Hoy, algo más de un siglo después, Ediciones Evohé ha recuperado este original libro de viajes con el estudio crítico y la introducción de José Ramón Trujillo. La perspectiva de esta obra se ve contrastada y enriquecida mediante la adición de Un paseo por Bretaña (1905), de Rafael Reyes, coetáneo del autor. Es bien cierto que actualmente Dicenta no se encuentra entre los escritores más recordados del tránsito del siglo xix al xx, pero en su tiempo fue uno de los más celebrados por la crítica y el público. La fama que cosechó fue debida, sobre todo, a su labor como dramaturgo —comparable a la de Echegaray y Benavente— y como periodista; también a su actividad como poeta y narrador. En todo caso, destacó por el refinamiento formal de los últimos ecos románticos y la nueva ola modernista, compatible con

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una conciencia ética de base socialista. El conjunto de su obra constituye una crítica estilizada de las profundas divisiones sociales que provoca el capitalismo industrial, como muestran sus dos piezas teatrales más conocidas: Juan José (1895) y Daniel (1907). En términos de género, Por Bretaña se nutre de la crónica periodística, el costumbrismo y el fresco impresionista. El narrador, de marcado carácter autobiográfico, dibuja con buen pulso los paisajes, las gentes y las costumbres de Bretaña vertiéndose sobre ellos, dejando que su yo habite el retrato y le dé vida. Dicenta subjetiviza cuanto ve ­ —como lo haría Francisco Umbral— y le aporta el cariz asombrado de los ojos puros del viajero, en una mirada maravillosa, fabuladora, no reñida con un agudo sentido crítico y reformista: “Es necesario pelear y sufrir el martirio por ideas que ensanchan el futuro social”. Se aprecia su encendido anticlericalismo, su admiración por el modelo de estado francés y su tendencia antiburguesa, así como una defensa de la educación en tanto que motor de cambio social y una llamada a la necesidad del revisionismo histórico. El tono reflexivo y moralizante se vehicula a través de un lenguaje preciosista que consigue situarse en las coordenadas


del modernismo. La adjetivación es sensual, cromática y evocadora —con expresiones como “plegaria druídica”, “labios clavellinos”, “crepúsculo juliano” o “manjares avérnicos”—, en un discurso cargado de figuras retóricas, cercano a la poesía. Valga como ejemplo el siguiente dibujo, lírico y vivaz, de una playa: “Arenada está la de Quiberon con partículas de oro, que oro parecen sus arenas; concha se hace por obra de un cinturón de rocas”. No obstante, el escritor trasciende la corteza ornamental de la geografía para desvelar lo que el espacio evidencia a nivel ético, en una meritoria labor espeleológica que vuelve siempre a España: “Vi al sol reflejarse en la costa francesa, en la patria de los progresos y de las libertades, en la que fue siempre

avanzada del porvenir; vi a las nubes espesarse en dirección de España, y envié a mi patria un recuerdo. En él se mezclaban, como en el recuerdo del hijo, que ve a su madre envilecida, el desdén y el amor”. Pero tampoco Francia será siempre un paraíso; en Por Bretaña el idealismo choca con la realidad y la combate, juzgando ambos países con una ambición moral que no entiende de fronteras. Mucho más realista se presenta Rafael Reyes con su relato turístico Un paseo por Bretaña, que indaga en el paisaje sin el barniz subjetivo con el que Dicenta combina indignación y fascinación. Y es que Por Bretaña constituye una hermenéutica de la realidad. La presente edición nos permite acercarnos a ella para observar el acierto de los juicios contenidos en un libro de viajes que no es solo eso. Es bastante más. Pedro Mármol Ávila María Sánchez Cabrera

Joaquín Dicenta, Por Bretaña Madrid, Ediciones Evohé Edición crítica e introducción de José Ramón Trujillo 204 páginas, 12,50 euros Contrapunto, n.º 25 | 37


Metamorfosis

M

ariana Torres (Angra dos Reis, 1981) presenta en su primera obra en solitario, titulada El cuerpo secreto, una colección de treinta y cuatro cuentos breves en los que se plantean temas como la soledad, la infancia o la imaginación. Anteriormente, algunos de estos relatos fueron publicados en Segunda parábola de los talentos (2011). Tras su paso por la Escuela de Cine de Madrid, Torres fue coguionista de A cara o cruz (2008) y dirigió el cortometraje Rascacielos (2009). En la actualidad, y después de estudiar en el Taller de Escritura de Madrid, la escritora brasileña trabaja como profesora de escritura creativa, novela y relato breve en la Escuela de Escritores, de la que es también socia fundadora. “El hombre araña”, “Esos niños que lloran”, “Después de la caída”, “Todos los colores” o “Volver a la tierra” son algunos de los títulos que se recogen en esta antología. Hombres que sueñan con ser niños, niños que sueñan con ser hombres, extrañas plantas que parecen monstruos, vísceras humanas, sueños imposibles, despedidas inesperadas, amores perdidos, etc. son los elementos que frecuentan las páginas de El cuerpo secreto. También la naturaleza juega un

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papel importante para casi todos los cuentos que la autora recoge en esta colección. Así pues, las plantas y, en especial, los árboles, que, incluso, llegan a crecer en los cuerpos de los niños, se erigen como personajes indispensables en las distintas historias que se nos presentan. Es por ello por lo que un bosque, un mar o una isla, a menudo siniestros, son las localizaciones principales de estos relatos. Asimismo, la memoria, que, lejos de parecerse a un pantano fangoso se asimila, más bien, a las aguas de un río cristalino, trata de ser el hilo conductor de algunas de estas narraciones, como sucede, por ejemplo, en “En la cuerda floja”, siendo esta una de las más extensas de la colección. También se debe destacar que en esta antología tienen cabida prácticamente todas las posibilidades narrativas relativas a la temporalidad: elipsis del pasado, flashback, elucubraciones sobre el futuro, etc. De hecho, en uno de estos cuentos Torres apunta que “el tiempo se las apaña bien para emborronarlo todo, lo envuelve de restos y tapa lo que hay debajo”. Por tanto, la nostalgia y el dolor por lo vivido en otras épocas se instalan en muchos de los personajes que protagonizan esta serie de relatos. Además, la autora pone en boca de uno de los protagonistas de sus historias que “el tiempo es una mentira, un invento


loco del mundo loco, no es cierto que se tarden horas en recorrer quinientos kilómetros, uno se mete en el coche, arranca, no hace la maleta, no piensa ni echa gasolina, y sin darse cuenta de nada llega, y se queda ahí plantado, a las puertas de un tanatorio”. Así pues, no solo el paso del tiempo es una de las principales preocupaciones de sus personajes, sino que la muerte, que resulta ser una de las líneas argumentales más frecuentes de estos relatos, se muestra en sus vidas como un destino final al que abocarse sin remedio. No debe olvidarse que todos los cuentos de la antología se encuentran vertebrados tanto por un estilo sencillo como por un lenguaje cuidado. Este

hecho, junto con la temática surrealista que predomina en muchas de las historias de Torres, invita al desarrollo de la imaginación de quienes se asoman a observar con detenimiento El cuerpo secreto. De este modo, puede que el intento de esta escritora por dejar volar las fantasías tanto de sus personajes como de sus lectores haya contribuido a que muchos de los relatos que se incluyen en esta antología resulten demasiado breves, pudiéndose caracterizar casi como microrrelatos o microcuentos, como sucede con “Desierto”, Pólvora” o “El grito”. No obstante, cabe destacar que tras esta primera incursión como autora en solitario, Mariana Torres se ha convertido, gracias a El cuerpo secreto, en una de las promesas literarias de las formas breves. Cristina Suárez

Mariana Torres, El cuerpo secreto Madrid, Páginas de Espuma 136 páginas, 14 euros Contrapunto, n.º 25 | 39


Pasión y ¿amor?

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ristina Peri Rossi (Montevideo, 1941) escritora uruguaya, publica en 1963 su primer libro y es gratificada con uno de los premios más importante de Uruguay. En 1972 se prohíbe su obra durante la dictadura militar uruguaya que dura hasta 1985. Por esta razón se ve obligada a abandonar su país y llega como exiliada a Barcelona. Aquí continúa su denuncia contra la dictadura, publicando en la revista Triunfo. Vuelve a exiliarse en París debido a la dictadura franquista, pero regresa a finales del 74 a Barcelona, donde obtiene la nacionalidad española. Desde entonces reside en España, donde ha sido profesora de literatura, periodista y conferenciante en numerosas universidades. Sus artículos han sido publicados en multitud de diarios como El País, La Vanguardia, El Periódico de Barcelona y El Mundo, entre otros. También ha sido galardonada con numerosos premios como el Ciudad de Barcelona o el premio de Poesía de la Fundación Loewe con su libro Playstation (2009), primera mujer en obtener este premio. Entre sus títulos destacados encontramos Habitaciones privadas (2012), de relatos breves, El amor es una droga dura (1999), de novela, y La noche y su artificio (2014), de poesía.

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En este caso nos encontramos con un libro de once relatos breves Los amores equivocados, escrito con un estilo particular. Cuando lo leemos nos encontramos con situaciones cercanas a la realidad, o que podrían ocurrir, quién sabe si a nosotros alguna vez. La temática, tal y como el título del libro nos indica, son los amores equivocados, o no. Amores de todo tipo y condición sexual, dando especial visibilidad a encuentros homosexuales. De diferente forma, la autora lleva a la superficie distintas circunstancias en las que el amor se ve atacado, y crea dudas, confusiones: ¿estaré enamorado de mi pareja, de mi mujer, de mi marido? ¿Por qué me siento turbado ante una petición sexual de una desconocida? ¿Por qué tengo un amante? ¿He vivido durante toda mi vida una mentira al experimentar con la homosexualidad? ¿Por qué prefiero la soledad a las relaciones de pareja estables? Reflexiones sobre lo más importante de la vida, el amor y las relaciones que establecemos a raíz de este sentimiento. Además de todo esto, los relatos tienen una carga sexual explícita y alguno de ellos con un toque de humor, no exento de un final dramático como es el caso de “Un maldito pelo”. Los personajes son seres humanos de a pie, como tú y como yo, como cualquier amigo o familiar. Desde un camionero a un estudiante, una


chica joven con problemas familiares, dos hermanas que no saben qué hacer con su madre, parejas de amantes que se encuentran a escondidas del mundo para conseguir la intimidad que tanto buscan, etc. El ambiente es urbano, de nuestra época contemporánea. Los encuentros son rápidos, frugales, para que no dejen un poso profundo en el alma de los personajes y no ocupen su pensamiento durante un largo periodo. En su mayoría, no buscan repetirse en el tiempo, solo quieren la compañía y el placer del momento. El sentimiento de melancolía y vacío suele acompañar a gran parte de los protagonistas de estos relatos breves cargados de pasión y erotismo.

Nos puede gustar más un estilo de escritura en el que poder sentirnos identificados con las lecturas debido al tipo de historias que se cuentan, como podrían ser las de este libro. En este caso, el tono de los relatos se queda en la mediocridad, incluso puede resultar un tanto vulgar. Quizá sea uno de los tantos posibles sentimientos que pueden provocar estos relatos al ser leídos. Dependiendo del momento en el que lector se encuentre podrá sentir aprecio o desprecio por ellos, incluso un alto nivel de identificación o resultarle, más bien, inverosímiles. Desde luego, la indiferencia no es la respuesta ante ellos. Para todos los aficionados de los relatos breves: aquí encontraréis unas páginas con las que disfrutar. María González Escribano

Cristina Peri Rossi, Los amores equivocados Palencia, Menoscuarto 144 páginas, 16 euros Contrapunto, n.º 25 | 41


El difícil camino de las mujeres escritoras

T

odo ese fuego es una novela que nos habla sobre la valentía y la fuerza de unos seres que se rebelaron contra su destino y se atrevieron a soñar. Estamos hablando de las hermanas Brönte, pero también podríamos referirnos a otras autoras que se negaron a aceptar el silencio que sufrieron, y aún sufrimos, las mujeres. La autora de esta novela es Ángeles Caso (Gijón, 1959), historiadora y escritora de numerosos relatos, ensayos, novelas, biografías, libros infantiles y guiones de cine. Sus obras más destacadas son Elisabeth, emperatriz de Austria-Hungría (1993), El peso de las sombras (1994), Un largo silencio (2000), Donde se alzan los tronos (2012) y Contra el viento (2009), que ganó el Premio Planeta, el Premio a la Mejor Novela Extranjera en China (2011) y el Premio Giuseppe Acerbi en Italia (2012). Sus novelas se caracterizan especialmente por su intensa investigación, pero también por dar voz y retratar la psicología de los personajes que contienen.

expresiva— bucea en la mente de estas talentosas escritoras enseñándonos la complejidad y la no convencionalidad de estas valientes mujeres que, sin embargo, murieron antes de saborear en su plenitud la fama que posteriormente tendrían. No obstante, la novela no es plenamente subjetiva ya que hay una gran investigación detrás de ella, tal y como se nos mostrará al final de la obra, donde se indican las fuentes que ha consultado para construir su obra. La formación histórica de la autora también se revela en el enfoque social que le da a la vida de estas escritoras, con el que enfatiza, repetidamente, la falta de oportunidades de las mujeres para estudiar y ser autónomas contraponiéndolo a la rareza de la vida de estas autoras que tuvieron que esconderse bajo seudónimos para poder ser valoradas por sus obras. Por lo tanto, parece que, además de contar la biografía de las hermanas Brönte, la autora quiso denunciar la falta de voz de las mujeres a lo largo de la historia y el daño que eso ha causado.

Esta novela relata la vida de la familia Brönte, desde el breve matrimonio de los padres hasta las vidas y personalidades de todos los miembros de esta unida familia, pero centrándose, especialmente, en las hermanas. Esta novela —de una inmensa fuerza

Sin embargo, el intimismo también está muy presente en la novela ya que logramos meternos en la piel de Charlotte y sentir su rebeldía, experimentar la pasión y entrega de su hermana Emily y la tranquilidad del carácter de Anne, así como las

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complicadas relaciones que tuvieron con Branwell, su hermano, con su padre y con su tía. La presencia de fragmentos de las obras de las hermanas Brönte incrementa la sensación de verosimilitud: intensos poemas como “cuando cansada del largo día y del terrenal camino de aflicciones, perdida, me siento desesperar”, o fragmentos de Cumbres Borrascosas, como “solo iba a decirte que me pareció que el cielo no era mi hogar; y se me rompió el corazón llorando por volver a la tierra: y los ángeles se enfadaron tanto que me tiraron en medio del brezal, en lo alto de Cumbres Borrascosas […] Sea de lo que sea de lo que están hechas nuestras almas, la suya y la mía son iguales”. Estos fragmentos nos introducen la teoría de que las obras de las hermanas Brönte son autobiográficas. Esta es una tesis muy

posible y bastante creíble si tenemos en cuenta que tanto Charlotte como Anne fueron institutrices y sus dos obras más famosas fueron Jane Eyre y Agnes Grey, cuyas protagonistas tienen la misma profesión. Igualmente, gran parte de la vida de Emily Brönte transcurrió en aislamiento, como las de sus protagonistas. Este desarrollo de creación literaria es paralelo novelísticamente ya que desde el principio observamos que todo es un flashback desde el mismo día en el que las hermanas decidieron escribir, en 1846. Por lo tanto, podemos decir que Caso escribió una novela de equilibrio entre tres géneros textuales: una crítica literaria, una biografía y una reflexión histórica sobre la situación de las mujeres. Es una novela que mezcla, de forma maestra, estos géneros, logro que está solo al alcance de unos pocos autores, entre los que se cuenta Ángeles Caso, una escritora cuya calidad queda avalada por su trayectoria. Fabiola Stoian

Ángeles Caso, Todo ese fuego Barcelona, Planeta 256 páginas, 20 euros Contrapunto, n.º 25 | 43


Alrededores La golondrina que alzó el vuelo desde la mesa de la cocina

D

espués de años y años proporcionando al lector numerosas obras de Haruki Murakami (Kioto, 1949), Tusquets Editores acerca al público español las primeras novelas del escritor japonés, Escucha la canción del viento (1979) y Pinball 1973 (1980). Esta colección se convierte en una parte fundamental dentro de la obra de Murakami, permitiendo al lector habitual del escritor llegar a conocer sus inicios, siempre con un estilo personal e inconfundible que desde el primer momento le convertiría en alguien completamente diferente dentro del panorama literario japonés de la época. También puede convertirse en el punto de partida perfecto para aquel lector que quiera introducirse en los mundos que nos propone Murakami a lo largo de su carrera literaria, ya que es en estos relatos en los que empieza a perfilar un estilo y una temática recurrente en sus obras posteriores.

pueblo natal durante unas vacaciones de verano en las que invierte gran parte de su tiempo en el Jay’s Bar con su amigo de la adolescencia conocido como “el Rata”, al mismo tiempo que empieza a desarrollar una extraña relación con una misteriosa chica con cuatro dedos. Como será habitual durante el recorrido literario de Murakami, la literatura y el efecto que tiene sobre los personajes que crea serán centrales en esta novela en la que el japonés nos presenta a un ficticio escritor llamado Derek Heartfield, que aparecerá al principio y al final de la composición para otorgarnos las claves de la naturaleza errática y solitaria del protagonista. Pinball 1973 nos desplaza tres años en el tiempo para presentarnos al mismo protagonista, que vive en la ciudad de Tokio, al mismo tiempo que se nos permite volver a ver a “el Rata”, que ve cómo pasan los días desde la barra del bar, siempre triste y melancólico. En estas dos breves novelas, Murakami crea una historia en la que explota las incertidumbres propias de una juventud En Escucha la canción del viento que ve cómo sus días de adolescencia Murakami nos relata los acontecimientos se acaban y son incapaces de adaptarse que vive el joven protagonista en su a un nuevo estilo de vida que los

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obliga a adoptar responsabilidades y a cambiar su forma de ser. La soledad y lo intrascendente se convertirán en los elementos principales de unas novelas en las que el estilo y el tono será siempre poético, directo y melancólico, con unos personajes que sabrán apreciar la heterodoxa belleza de las cosas más banales del mundo en el que vivimos: un disco de jazz, un jersey descosido o una máquina de pinball; aferrándose así al vacío existencial en el que viven estos jóvenes. Murakami, ya desde el prólogo, nos permite acceder a la génesis de su literatura con estas novelas en las que refleja las vicisitudes de un momento de su vida en el que las preocupaciones e inquietudes de sus personajes eran muy

similares a las suyas propias, del mismo modo que nos confiesa cómo dio lugar a un estilo literario tan característico como es el suyo. La literatura y el ejercicio de la lectura se convierten en el eje central sobre el que se articula toda una forma de vivir y pensar, en un medio de escape ante una realidad enigmática, en un método de que el individuo pueda llegar a conocerse a sí mismo, en una manera de encontrar un sentimiento de trascendencia que nos permita sentirnos parte de un mundo en que la confusión puebla todos los aspectos de nuestras vidas. Murakami, ya en estas primeras obras, ha sabido crear una atmósfera en la que todos los elementos que pone en juego den lugar a una rica composición en la que los sentimientos, por más banales e intrascendentes que sean, se ensalzan para crear una agridulce pieza de jazz. Murakami nos coge de la mano para hacernos vivir historias mediante las que nos sentiremos parte de un mundo en el que cada elemento juega un papel vital para crear una metáfora sin fin. Eduardo Montoza

Haruki Murakami, Escucha la canción del del viento y Pinball 1973 Traducción de Lourdes Porta Barcelona, Tusquets 288 páginas, 19 euros Contrapunto, n.º 25 | 45


Dilema

I

an McEwan (Hampshire, 1948) se adentra con La ley del menor en el mundo de la justicia a través de Fiona Maye, prestigiosa jueza del Tribunal Supremo a punto de cumplir los sesenta. Una tarde de domingo Fiona mantiene una discusión con su marido, profesor universitario; él le recrimina la poca frecuencia de sus relaciones sexuales y le advierte que va a tener una aventura con otra mujer. Esta situación le resulta tan patética a Fiona que la lleva a replantearse toda su vida de pareja. El autor sirve en bandeja la humillación de la mujer madura, abandonada por otra más joven, que tiene que soportar la ominosa pretensión de su marido de seguir aparentando normalidad en su relación porque ella es la culpable de no satisfacer sus necesidades sexuales.

en contra de su religión. En definitiva, Judith afronta los mismos retos que la respetable jueza anglosajona: las dos deben sacrificar su vida personal por realizarse profesionalmente y las dos deben afrontar impedimentos sociales establecidos por culturas tan distantes en apariencia y, en realidad, tan unidas por un arraigado machismo que no distingue entre etnias o clases sociales. A la jueza la humillan por ser mujer y mayor; a Judith por optar por una carrera profesional. De Fiona se espera que se mantenga joven y bella sin importar sus logros intelectuales; afronta en soledad el abandono de su marido y es entonces cuando vuelve a cuestionarse si su vida sería mejor si hubiera tenido hijos, algo que fue posponiendo en favor de su carrera profesional y de lo que no sentía necesidad. Se plantea, así, la eterna duda McEwan describe la situación de de la mujer profesional censurada por la mujer en la sociedad inglesa actual la sociedad por no ser una verdadera a través de varios casos que Fiona mujer. debe juzgar. En uno de ellos, Judith Bernstein, perteneciente a una estricta Al hilo de esta historia, McEwan comunidad judía, tiene que soportar aborda cuestiones vitales en relación con el desprecio de los suyos por buscar los derechos civiles de los menores que se su realización profesional. El señor ven desprotegidos ante las convicciones Bernstein le quiere quitar la custodia de religiosas de sus padres. Es la justicia la sus dos hijas porque Judith las quiere que debe tomar una decisión objetiva llevar a un colegio mixto y ofrecerles las para que prime el bienestar del menor. Tal oportunidades que les brinda la sociedad es el caso Adam Henry: Fiona tiene que británica para ser autosuficientes aun decidir si este adolescente de diecisiete

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años, testigo de Jehová, debe seguir viviendo o no, frente al criterio religioso de la comunidad a la que pertenece. Este caso provoca en Fiona una crisis vocacional en la que todo deja de tener sentido: la religión, la moral, la ética, la justicia, etcétera. Sin embargo, su señoría debe decidir sobre la supervivencia o no de un menor por encima del criterio de este o de sus padres. McEwan nos sumerge en una inusual y preciosa danza entre un adolescente y una mujer que se siente desdibujada que, a pesar de todo su esplendor intelectual, piensa que proyecta una imagen de absoluta debilidad femenina acrecentada por una vejez que se anticipa inexorablemente cercana. Y de repente, Adam, que está ávido de conocimientos, encuentra en

Fiona su razón para vivir, una verdadera revelación en su vida hasta entonces anodina en su aborregamiento religioso. Al igual que en Expiación, el autor domina el arte de la seducción y la descripción erótica del momento que hace que todo en la novela parezca converger hacia ese instante preciso en el que nada más que el deseo tiene importancia. También como en Expiación, algo puro y bello que, visto desde fuera, es condenable podría cambiar el curso de los acontecimientos irremediablemente. La delicadeza de las bellas artes lo impregna todo y con su elegante trazo, McEwan ilustra los conflictos de la élite intelectual de la sociedad londinense, en la que las angustias que asolan al ser humano se convierten en el universo común en el que todos habitamos. María Luisa Suárez Marín

Ian McEwan, La ley del menor Traducción de Jaime Zulaika Barcelona, Anagrama 216 páginas, 17,90 euros Contrapunto, n.º 25 | 47


Genealogía del mal

P

ocos temas literarios despiertan tanto interés como el mal. Y pocos escenarios tan propicios para explicar el mal absoluto y los dilemas que plantean sus contextos como el que se dio en los territorios del Tercer Reich. A estas alturas es difícil pensar que quede alguna posibilidad de expresión literaria original sobre el nazismo y el holocausto. Pero quedan autores —en cine, en teatro, en narrativa— capaces todavía de arriesgarse y tirar de un hilo suelto que puede llevar a dimensiones inexploradas del conflicto moral desatado por el totalitarismo fascista. Lo ha hecho, y por segunda vez, Martin Amis (Swansea, 1949), cuya anterior entrega era la brutal y demoledora sátira de Lionel Asbo. El estado de Inglaterra, tan distinta en lo general de esta novela, pero tan próxima por el interés que despierta en el autor la tendencia humana a la irracionalidad y la violencia. La zona de interés del título es la que rodea el campo de concentración de Auschwitz y de una proyectada fábrica con el que el nazismo quiso impulsar su producción industrial con mano de obra esclava para garantizar la victoria en la guerra. Cada capítulo abarca un periodo de tiempo variable y los hechos acaecidos en él son narrados por tres voces

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disonantes con las que Amis ha querido establecer una polifonía: la de Angelus Thomsen, protagonista de la novela, mujeriego, refinado, culto, encargado del funcionamiento de la fábrica y cuyo poder le viene de su vínculo familiar con Martin Bormann, el secretario personal del Führer; la de Paul Doll, comandante del campo, que representa el fascismo más chusco e inhumano; y, siempre mucho más breve, la de Szmull, el preso judío que ha aceptado ser Sonderkommando al servicio de los nazis y, de esta manera, va alargando una supervivencia que sabe imposible en última instancia. Este contrapunto perspectivista es sin duda uno de los grandes aciertos de la novela, el que le permite sondear más profundamente las causas por las que cada uno han caído en su posición histórica y qué grado de responsabilidad les corresponde. Claro que Doll no se libra de ser el monstruo que arbitrariamente escoge, a la llegada de cada tren de prisioneros, quiénes no le son útiles y van directamente a la cámara de gas, y cuáles pueden ofrecer durante algunos meses algún servicio a la maquinaria productiva. Pero Amis hace un esfuerzo interesante para sondear la justificación —y las limitaciones intelectuales y la castración moral— que puede permitir a un ser humano a llevar a cabo tales cometidos. Lo interesante


es que al lector no resulta en absoluto inverosímil cómo opera el proceso de burocratización del mal del que Doll es un mero peón preocupado por la eficiencia en su trabajo. Quizá tengan más interés los otros dos narradores. Thomsen es una especie de gentleman donjuanesco que se preocupa caballerosamente por la difícil situación de Hannah, la mujer del comandante. Difícilmente habrá quien llegue a pensarse libre de caer en las mismas vilezas si hubiera compartido su coyuntura histórica. Detesta el régimen y a los bárbaros que, como Paul Doll, lo sustentan, pero sabe imposible sustraerse al Reich y a las prebendas que de él recibe. Es, en definitiva, la encarnación del cinismo.

Y por último está el Sonderkommando Szmull, humillado, desleal, cobarde. La violencia ciega, el cinismo y la cobardía, en definitiva: el triángulo de miserias que desveló el nazismo, cuya tentación reside en todas las conciencias y que vertebra la explicación del mal que ofrece La Zona de Interés. La novela se introduce en las ideologías de cada personaje a partir de los conflictos y acontecimientos que protagonizan y también de otros perpetrados por personajes secundarios. La introducción de voces en alemán en determinados campos semánticos — principalmente, aunque no solo, el que tiene que ver con la maquinaria del terror— es otro de los aciertos. Incluso cuando el lector en ocasiones ignore el significado preciso de esas palabras, la asociación a un lenguaje burocratizado por un grupo determinado de hablantes coadyuva positivamente a la sensación de frío terror neutro que tan bien consigue crear Amis. Fernando Larraz

Martin Amis, La Zona de Interés Traducción de Jesús Zulaika Barcelona, Anagrama 306 páginas, 19,90 euros Contrapunto, n.º 25 | 49


Judas, el traidor, y el nacimiento del cristianismo

E

terno candidato al Nobel, la obra narrativa de Amos Oz (Jerusalén, 1939) es un continuo cuestionamiento de los dilemas morales que plantea la historia y, más en concreto, la historia de Palestina en el siglo xx. Su mirada se posa habitualmente en conflictos personales y familiares traspasados por la violencia política y religiosa que impregna la esfera pública en su país de origen. Judas tiene muchos elementos que recuerdan a alguna de las mejores novelas de Oz, quizás sobre todo La caja negra, y, a la vez, añade a ello novedosos aspectos de corte teológico e historiográfico que la convierten en uno de sus mejores títulos. Dos líneas discurren por la narración, al principio lejanas, para ir convergiendo a medida que avanzamos en la lectura: por una parte, la historia del protagonista, Shmuel Ash, un joven veinteañero, socialista y ateo en el tiempo y lugar de la historia —Jerusalén, invierno de 1959-1960— que deja su investigación doctoral desorientado después de una crisis familiar —su padre se arruina y deja de poder subvencionarle los estudios— y afectiva —su novia lo abandona para casarse con otro—; por otra parte, está el tema de su investigación doctoral: la visión que los judíos han tenido de Jesús a lo largo de la historia, que lo lleva a interesarse intensamente tanto

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por la verdadera naturaleza de la figura histórica de Jesús de Nazaret como por Judas Iscariote, a quien llega a considerar una clave de explicación teológica. Oz mezcla con habilidad estos materiales narrativos, a los que une la figura histórica de Shaltiel Abravanel, quien, al igual que Judas, fue injustamente despreciado bajo la consideración de traidor por quienes —como san Pablo o David Ben Gurion— escribieron la historia, la protagonizaron y quizás la falsearon y malbarataron. Tanto Judas como Abravanel, en realidad, señalaban un camino de verdad y justicia. En el caso del segundo, basado en su convicción de que el sionismo solo podría ser admisible moralmente si aceptaba integrar la religión judía en un entorno y una población musulmanas y renunciaba a configurarse como Estado. En sus pesquisas Shmuel llega a crear el parangón entre Judas y Abravanel a través de su propia historia personal, en la que se entremezcla la fascinación que siente hacia la enigmática y atormentada hija de este. Con todo ello, la novela multiplica los significados: está el puramente político, que en esta ocasión hace referencia directa a la fundación del Estado de Israel y a sus promotores; hay una reflexión de tipo religioso sobre el espurio origen de la religión cristiana y


sobre la misma naturaleza divina de Jesús; y está el mismo conflicto del protagonista, sus vivencias y el proceso de maduración que experimenta a lo largo de esos meses. El aspecto religioso y político es, desde luego, sumamente estimulante por su profunda heterodoxia, su coherencia y la energía de las hipótesis que plantea. Con ello, Oz se revela nuevamente no solo como un extraordinario narrador, sino como un pensador profundo que sabe crear discursos coherentes a partir de las grietas argumentales de los dogmas de las grandes doctrinas. En este sentido, las reflexiones de Shmuel y las discusiones que mantiene con el viejo Gershom Wald no tienen desperdicio alguno. Pero el conflicto personal del protagonista, los sucesos que vive, la honda caracterización psicológica de

los personajes, el relieve que toman los espacios de la ciudad de Jerusalén… nos alejan de una seca novela de ideas para mostrar a un excepcional escritor, a un novelista puro que conoce en profundidad las claves del arte que practica. La lucidez de Oz no lo lleva a pontificar, sino a cuestionar verdades y certidumbres, a plantear conflictos a los lectores, y, finalmente, a abogar por la libertad, el humanismo, la paz, el diálogo, la amistad, el laicismo, la inteligencia y el amor. Poco más puede decirse para ponderar el altísimo valor de una obra, Judas, y del conjunto de novelas que componen un proyecto narrativo coherente, el de uno de los mejores y más necesarios escritores del siglo xx y de lo que llevamos del xxi. Fernando Larraz

Amos Oz, Judas Traducción de Raquel García Lozano Madrid, Siruela 304 páginas, 18,95 euros Contrapunto, n.º 25 | 51


Polifonías El ojo en el occipucio

M

arta Sanz cuenta con una dilatada trayectoria como poeta, a la luz de sus tres poemarios Perra mentirosa/Hardcore (Bartleby, 2010) y Vintage (Bartleby, 2013). En ellos, se abordaban preocupaciones tales como los límites del lenguaje y la representación de la realidad, la necesidad de alumbrar ángulos tapados por la sombra del discurso dominante, las posibilidades que plantea la escritura para pensar la realidad desde otros lugares o el cuerpo femenino y sus representaciones. En el nuevo poemario que ha sido publicado por la editorial Bartleby Editores, Cíngulo y estrella, Sanz indaga en el amor y en la posibilidad de construir un lenguaje otro para hablar del amor que discurra al margen de los discursos hegemónicos. En palabras de la autora, Cíngulo y estrella “es un cancionero de celebración de treinta años de convivencia con la persona a la que quiero”. Por tanto, los poemas que se contienen en el cancionero son poemas de amor, de un amor monógamo y heterosexual, pero el interés de Sanz radica en explorar las posibilidades de

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plantear discursos subversivos acerca del amor, y con ello, desmontar tópicos y despojar al amor romántico y a las relaciones de pareja de los significados de corte idealista que les han sido atribuidos a lo largo de toda la tradición cultural. El amor, entonces, se plantea como discurso y, como tal, se revela su naturaleza ideológica (“No se puede hablar / del amor / en abstracto”). De ahí el interés por hacer acopio de los elementos culturales que han condicionado nuestra educación sentimental, y de preguntarse si es posible construir discursos sobre las relaciones de pareja al margen del sustrato cultural, para concluir con escepticismo ante la posibilidad de desligarse del todo de ellos: “¿Podremos amar / sin fingir la postura? / Lo dudo mucho, amor. / Lo dudo mucho”. Con ello, se lleva a cabo una indagación acerca de la pertenencia del amor al espacio de lo privado, en tanto que los discursos que lo impregnan y que lo construyen han venido perteneciendo al ámbito de lo público.


Al mismo tiempo, las relaciones de pareja se muestran en su faceta material, y el dinero entra de lleno en el poemario para bajar de la nube representaciones ciertas representaciones del amor: “El amor solo tiene sentido / entre las cacerolas. / Dentro de las sílabas. / Plumero, / claro de luna / y factura de la luz.” La representación del amor en Cíngulo y estrella se lleva a cabo a través de la intención de dibujar todas las caras del poliedro que constituyen las relaciones de pareja. Por ello, también tienen cabida en el poemario los celos y su cuestionamiento: “La imposibilidad / de imaginarte / amando a otras mujeres / —fíjate qué soberbia—”. Se plantea, en este sentido, una tensión entre la ideología del amor romántico

que establece el amor en términos de posesión y como manifestación de otra de las formas de propiedad privada, y la voluntad de transgredir estos límites impuestos culturalmente. La preocupación de Sanz por el lenguaje, que estaba presente ya en anteriores poemarios (“No quiero la palabra precisa. / Es pobre y es pequeña. / Quiero una palabra / llena de flecos”, decía la voz poética de Perra mentirosa), vuelve a manifestarse aquí en tanto que se plantea lo que queda en deuda con la tradición poética anterior. El lenguaje poético de Sanz en Cíngulo y estrella es directo y la autora maneja una multitud de registros desde lo coloquial hasta el empleo de referencias de la tradición cultural. Es una poesía breve, pero contundente, escrita a martillazos, tal y como la define la propia autora, y esto plantea la exigencia de expresar más contenido en menos espacio, explorando las posibilidades de significación y forzando los límites del lenguaje. Interesa, en este sentido, desvelar y poner nombre a los mecanismos mediante los cuales el capitalismo y el patriarcado operan en la cotidianidad, revelando de este modo las contradicciones que se desarrollan día a día. Cristina Somolinos Molina

Marta Sanz, Cíngulo y estrella. Cancionero Madrid, Bartleby 66 páginas, 11 euros Contrapunto, n.º 25 | 53


El Hitchcock más sensual

H

ablar de Alfred Hitchcock (Londres, 1899) es hablar del genio cineasta que sentó las bases del cine moderno. Sus obras, de total vigencia en la actualidad, son fruto de un trabajo minucioso y casi obsesivo por parte del director, si bien es cierto que no todas pueden ser tachadas de obras maestras, se puede decir que no existe ningún título que desmerezca la genialidad del autor. Cuando uno se dispone a entablar diálogo sobre el director londinense, rápido se ve forzado a hablar de aquello que se ha descrito como una sus mayores obsesiones: las mujeres, más concretamente aquellas de melena rubia. Y es que si de algo se ha escrito sobre Hitchcock es de sus particulares y numerosas filias y fobias sexuales. De todo esto se desprende el hecho de que sea completamente irrefutable que Serge Koster (París, 1940) haya decidido apoyarse en la sexualidad, la provocación y las mujeres para estructurar su último trabajo Las fascinantes rubias de Hitchcock, un libro que se encuentra nadando entre dos aguas: el ensayo y el diálogo ficcionado en el que el autor nos guiará por la mente del director tratando de desenmarañar toda la simbología representada por las féminas en su prolífica obra.

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Como suele ser habitual en todo texto que trate sobre el director inglés, aparece la alargada sombra, que no inmerecida, del manual de referencia en tanto que a Hitchcock nos referimos, Hitchcock-Truffaut (Editorial Akal), el cual recoge una entrevista al director realizada en 1966 por François Truffaut (París, 1932) con la que pretendía acercar un poco más al huraño director a la crítica norteamericana. Koster, habilidoso en la tarea de estructurar, se sirve de los nombres propios más relevantes en la obra del director para nombrar los capítulos del texto. Figuras como Grace Kelly, Kim Novak, Eva Marie Saint o Tippi Hedren serán objeto de estudio, al igual que las obras que protagonizan. Mediante el análisis de algunos rasgos de las protagonistas se podrán esgrimir las líneas básicas del pensamiento del cineasta, tarea que puede definirse como ardua, puesto que la relación entre las actrices y el director no eran profesionales al uso, el carácter de este último provocaba una cierta relación de seducción entre ambos, el público y las omnipresentes cámaras. Debido a esta forma de ser, en numerosas ocasiones, llegó a comportarse de manera ciertamente despiadada con sus amadas protagonistas.


En cada uno de los capítulos Koster procede a dibujar un retrato de la actriz guiando por las propias definiciones de Hitchcock, los papeles que encarnaron y aquello que proyectan en pantalla. Se dibuja a las mujeres como una debilidad de Hitchcock, a pesar de que no le temblaba el pulso a la hora de dirigirlas y manipularlas. Comenzando por su musa, Grace Kelly: fría, elegante, sensual, esnob y ante todo colaborativa; pasando por la infravalorada, por frustración del director, Kim Novak, de la que se postula una belleza dudosa, sin desmerecer, y que hará de su trabajo una de las mejores obras del cineasta; de su mayor conflicto, el de Tippi Hedren, que, negándose a caer en los brazos del director, cerró sus puertas en Hollywood

y, por último, Anne Marie Sant, destacando su capacidad de hipnotizar al público con una sensualidad diferente. Nos encontramos ante un libro que nos hará esbozar más de una sonrisa con sus palabras, cargado de teorías más o menos perversas, un nivel de sexualidad que en ocasiones nos obligará a mirar hacia nuestro alrededor buscando intimidad ante tal dosis de erotismo. Volverá a recordarnos el voyeurismo tan explotado en el cine de Hitchcock. Una obra que invita a revisionar cada uno de los casos en busca de esos pequeños detalles o de una nueva mirada a lo ocurrido. Claramente es un libro para aquellos fans de la obra del londinense, o aquellos menos amigos de su cine que quieran acercarse un poco más a él. Víctor Manuel Rodríguez Padilla

Serge Koster, Las fascinantes rubias de Hitchcock Traducción de Manuel Arranz Cáceres, Periférica 85 páginas, 13,50 euros Contrapunto, n.º 25 | 55


Vivir en una pantalla

E

s prácticamente un lugar común afirmar que vivimos pegados a la pantalla o que esta se ha convertido en una prótesis de nosotros mismos. Sobre esta condición del hombre contemporáneo llama la atención Israel Márquez (Madrid, 1983) en su ensayo Una genealogía de la pantalla. En él, el autor se retrotrae al origen del cine para así abordar la pantalla desde una perspectiva diacrónica. El primer capítulo tiene carácter introductorio: se trata de una visión panorámica del origen del cine. Se aduce como causa principal de su éxito la invitación a soñar que proporciona la pantalla de cine, auspiciada por la oscuridad de las salas oscuras en los que se proyecta una película. Sin embargo, se echa en falta en el capítulo tener en consideración el hecho itinerante de las primeras proyecciones y la acogida de las mismas en bares o clubs, y no en salas especialmente acondicionadas. Además, se podría decir que el éxito del cine no solo vino dado por el sueño de realidad en el que se sumían los espectadores, sino también por un elemento meramente narcisista. Muy interesante es la reflexión del autor en torno al cine como “complejo”, integrado en los centros comerciales y situado en las afueras de las ciudades,

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como es el caso de Kinépolis Madrid. Estos conjuntos de salas inauguraron una nueva experiencia de ocio con fines más lúdicos que artísticos, en los que para completarla es recomendable comprar palomitas y refrescos. “El resultado es que muchas veces la película es lo de menos”. Le sigue a ese capítulo otro sobre la televisión, en el que afirma que “la televisión no sería más que una radio con imágenes, un boletín informativo de carácter audiovisual”. Esta afirmación puede tener parte de verdad, pero se percibe un tanto reduccionista: la televisión puede presumir de mostrar el elemento gestual, de comunicación no verbal que no aparece en la radio. Realmente notables son los comentarios al aspecto educativo de la televisión, a la cohesión social que puede proporcionar, a los reality shows y a los videoclips. Así, se echa en falta una reflexión del autor a propósito de la moda de las series, dada la calidad de sus análisis. El capítulo quinto es especialmente sobresaliente. En él, se disecciona la ciberpantalla y sus concomitancias con anteriores dispositivos, además del comportamiento de los individuos en la Red. A este respecto, por cierto, llama la atención la ausencia de referencias a Giorgio Agamber y a Michel Foucault (este último sí se cita en otros capítulos),


y no mayoritariamente a Slajov Žižek. Según el Israel Márquez, “la pantalla del ordenador (como después hará la del teléfono móvil o smartphone) instaura un nuevo régimen de actualizaciones periódicas, de alertas de mensajes, de noticias, etc., que nos obliga a permanecer conectados en todo momento”. De lo contrario, no existimos para la sociedad. El sexto y último capítulo pone de relieve la omnipresencia del móvil, hasta el punto de que este puede provocar trastornos de sueño y un “deseo de contacto permanente”, lo que se relaciona con “el modo de sentir toxicodependiente”. Solo un apunte para este epígrafe: no creo que el lenguaje abreviado de los SMS responda solo a un deseo de oralidad; hay que tener en

cuenta un factor monetario (los SMS tenían un número de caracteres limitado por mensaje y, al superarlo, el coste se sumaba al de otro SMS). Para terminar, el autor avisa de que lo que hace años podía resultar fantasioso hoy es real y común. Tal vez su próximo capítulo esté dedicado a lentes de contacto que permitan comunicarnos con total naturalidad. Por el momento, es posible leer un florilegio de reflexiones en torno a dispositivos cuya cotidianeidad puede hacer que no deparemos en su naturaleza. Este libro es una buena oportunidad para comenzar a hacernos preguntas. Sofía González Gómez

Israel Márquez, Una genealogía de la pantalla. Del cine al teléfono móvil Barcelona, Anagrama 300 páginas, 19,90 euros Contrapunto, n.º 25 | 57


No me llores, y no nos rindamos nunca. Nunca jamás

I

rene Domingo Longares, más conocida como Irene X, nace en Zaragoza en 1990. Alterna prosa y poesía como medio de supervivencia, a partir de 2008 en adelante. Además de su blog personal, colabora en diferentes magazines poéticos y recitales. Después de publicar El sexo de la risa y Grecia, regresa con No me llores, una obra en la que la luz deja al descubierto la grietas y las sonrisas a la mitad como un cántico dirigido a los valientes. Poemario en el que los versos se corroen, se reafirman, se pulen. Manual de instrucciones para leer en braille una vida que, de cuando en cuando, por exceso de sangre, tiene que curar. No me llores, un bote salvavidas, un jarrón con flores de colores, la bestia a la que todos queremos despertar. Eso es. No me llores es el libro de poemas en el que Irene nos habla de huecos, de agujeros negros, de pedir auxilio: “Mi estómago es una canica afilada clavada a un tronco. / Muero en una lengua que sólo conocen mis desconocidos. / Pido auxilio a los lobos sordos sin dientes”; “Cuando muera quiero que te arrepientas. / Cuando muera quiero que te perdones. / Cuando muera quiero que dones tus órganos/ y me salves”. También nos habla del pasado, de cómo era el ayer y del dolor que se ahoga en

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copas de bar, porque la superficie está demasiado arriba: “Por fin romperme. / No sentir vergüenza o inferioridad. / No sentirme vulnerable. / Exponerme en un museo / cuya entrada es la salida de un agujero negro, en el que llevo años imitando bajito el sonido de las ballenas, […]”; “Acurrucarme a llorar en tu intimidad. / En una intimidad tan íntima concedida/ que ni siquiera pueda percibirte”. Enmarca el peligro en manos de las personas, el desorden se vuelve descomunal y el vacío se satura de silencio. La locura se echa las manos a la cabeza preguntando por el miedo, por la libertad: “Que Madrid es un gamberro al que dejas quedarse a dormir. / Que todos están invitados. / Sé muy bien que eres libre / y libre te quiero/ porque te quiero”; “Quiero levantar una mano para pedir mi turno de silencio/ y quiero explicarme que estoy tan triste, / tan triste/ que todos mis glóbulos se han dado cuenta y me lloran/ las heridas, / que, inconsolables, / son consentidas por mí”. Echar de menos como necesidad que consume, el bienestar como estado de mentira constante, el otro yo que tiene miedo de salir y ponerse a aullar: “A veces no era más que yo buscando la isla en el tesoro, / más que yo buscando niñas con parálisis permanente que echan a volar”; “Mírala echar de menos como si en el desierto siempre lloviese”.


La felicidad como fuego, efímera, instantánea: “He estado tanto tiempo tan triste/ que ahora la felicidad parece una taza de café ardiendo/ y no voy a saber arrojarla/ y quemarme las manos. / La felicidad era jugar con fuego/ y tú ardías”. El amor como resplandor que ciega a los conformistas, a los sedientos de calma, pues, como dice Juana la coja en el prólogo: “El amor no es un consuelo, es luz”. Nuestra autora mantiene una comunicación directa y constante con el lector. Es la poesía en forma de monólogo compartido que todos tenemos. El estilo de Irene es descriptivo, arde y hiela al mismo tiempo, utiliza verso y prosa con la facilidad de quien escribe en automático. Un caos ordenado de palabras que proyectan imágenes capaces de trasmitir universos enfrentados y realidades paralelas a través de metáforas y personificaciones.

“Bienvenidos a la hora de los buenos, a la hora de los valientes. Bienvenidos al mañana será otro día, y quinientas noches”, según afirma Juana la coja. En definitiva, No me llores es la resurrección de Grecia, el acomodamiento de las ruinas, el alivio que encuentras tras un final. La lección que aprendes después de intentar sobrevivir. El corazón de los que deciden quedarse y de los que aprendes a dejar ir. El miedo, la angustia, la jaula social, y de ti… Mientras nosotros seguimos caminando, Irene X nos dirá cuando debemos parar: nunca. Cristina Ruiz Moro

Irene X, No me llores Madrid, Harpo libros 184 páginas, 14 euros Contrapunto, n.º 25 | 59


Voces “La literatura duele, indigna, sacude, sana, enloquece, ilumina” Entrevista a Samanta Schweblin Samanta Schweblin (Buenos Aires, 1978) es la última ganadora del Premio Internacional de Narrativa Breve Rivera del Duero, que consiguió gracias a su libro de cuentos Siete casas vacías. Entre otros galardones, recibió el primer premio en el Concurso Nacional Haroldo Conti en 2001 por su cuento “Hacia la alegre civilización de la capital”, el Premio Casa de las Américas en 2008 por su libro de narraciones breves Pájaros en la boca y el Premio Juan Rulfo en 2012 por “Un hombre sin suerte”. Asimismo, fue elegida por la prestigiosa revista británica Granta como uno de los veintidós mejores escritores en español menores de 35 años. Todo ello la sitúa entre los más reconocidos creadores jóvenes de la actualidad, destacándose sobre todo en el género del cuento, en el que se mueve como pez en el agua. Hablamos con ella de sus primeros pasos, de su última publicación y de su obra; del mismo modo, atendemos a sus reflexiones sobre literatura fantástica, en la que es toda una experta, y del mundo editorial, ligado irremisiblemente a su trabajo como creadora. Usted empezó publicando sus primeros que pensar en eso le corresponda al libros en editoriales argentinas, escritor. Los editores son los que mejor después su primera novela apareció en saben cómo conectar determinados un gran grupo multinacional y, ahora, libros con determinados lectores. Siete casas vacías se ha publicado en En Latinoamérica, las editoriales Páginas de Espuma, una editorial independientes locales pueden hacer independiente española. ¿Qué supone circular los libros en circuitos pequeños esta trayectoria para su reconocimiento y alejados de los centros editoriales como entre los lectores? ¿Es una ventaja o un Buenos Aires, DF o Bogotá, ciudades o incluso países a donde nunca hubiera hándicap? ¿Influye sobre su escritura? llegado un grupo multinacional. Cuando No influye en la escritura porque yo apenas empezaba, mis primeros libros cuando escribo sería imposible, además, se leían (en pequeñísimos círculos, por estar pensando en qué editorial van supuesto), en Guatemala, o en San José, a publicarse los libros. Tampoco creo gracias a las editoriales independientes.

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Las grandes editoriales, por otro lado, tienen redes más importantes y siguen siendo el recurso masivo de los lectores menos frecuentes, así que son importantes también. Páginas de Espuma, la editorial española que publica ahora Siete casas vacías, es un caso raro. Es una editorial independiente, dedicada exclusivamente al género del cuento, pero tiene un espacio y un reconocimiento por parte de los medios y de los lectores que realmente hace la diferencia en la difusión de sus libros, para mí fue toda una sorpresa. Sus relatos se caracterizan por una ambientación de misterio, una forma de cotidianeidad fantástica en la que el lector debe rellenar hechos que apenas están sugeridos. ¿Favorece la creación de esta atmósfera el género breve ― cuentos y novelas breves― que usted cultiva? ¿Cree que podría crear estos mismos ambientes en el molde de una novela larga?

Quizá, no lo sé. Pero lo que es seguro es que los elementos que estás citando no son exclusivos del cuento. Hay muchas historias largas que trabajan también con esto. De hecho, tampoco creo que sean elementos exclusivos de lo fantástico. Creo que, en mayor o menor medida, la literatura siempre juega a construir con la propia cabeza del lector. La literatura sugiere y el lector supone. Rebeca Solnit tiene una frase preciosa sobre eso, dice que un libro es un corazón que palpita en el pecho de otro. El objeto al que llamamos libro no es el libro real, sino su potencial.

© Tamara Somoza

Este entronque con la literatura fantástica se combina, en sus historias, con problemas políticos y sociales, planteados con gran margen de ambigüedad, como el ecologismo ―en Distancia de rescate―, la vejez, eje de su cuento «La respiración cavernaria», en Siete casas vacías… ¿Cómo concibe, como narradora, el compromiso con la

“Cada vez que vuelvo a encontrarme con una nueva historia todos los fantasmas desaparecen”. Contrapunto, n.º 25 | 61


“En este libro las casas están vacías porque los personajes se animaron a intentar salir de esos espacios, y buscar nuevas soluciones”.

realidad? ¿Está la literatura fantástica algo en el control de las palabras, en la enfrentada con la plasmación de precisión, en la manera de acompañar al lector a través de las historias que admiro conflictos sociales y políticos? muchísimo en estos autores. ¿Enfrentada? Todo lo contrario, creo que, de todos los géneros, podría ser Usted es escritora argentina, residente incluso el más frontal para hablar de en Europa. ¿Influye sobre sus elecciones este tipo de cosas. En ese sentido, y como escritora el hecho de no vivir en salvo excepciones, creo que cuanto más su país? banderas y estandartes de una lucha lleva la literatura, cuanto más precisa es en sus denuncias, menos poderosa se vuelve. No solo porque una flecha con nombre sirve solo para una batalla, sino porque la literatura no moviliza desde la información y el moralismo, la literatura moviliza desde los sentidos, la literatura duele, indigna, sacude, sana, enloquece, ilumina. Y eso es lo que al fin de cuentas nos pone en marcha, nos moviliza.

Influye, supongo que sí, pero todavía es difícil darme cuenta cómo. Quizá, incluso, más que en el contenido influye en las formas, en mis tiempos de escritura, y en la libertad de vivir en una ciudad lejos de todo lo que suele distraerme: la familia, los amigos, mucho trabajo. Berlín está lejos de todo mi mundo, y eso me da mucho tiempo y mucha concentración. Aunque ya empieza a convertirse también en mi En ese tratamiento distorsionado de mundo, quizá pronto haya que cambiar la realidad que presenta en sus obras, otra vez. ¿se siente heredera de una tradición Al mismo tiempo, esta residencia concreta? ¿De una tradición fantástica extranjera, ¿cómo influye sobre la argentina, europea…? recepción de su obra tanto en Argentina Me formé leyendo literatura fantástica rioplatense. Adolfo Bioy Casares, Antonio di Benedetto, Felisberto Hernández, Silvina Ocampo, Cortázar, así que sí, me siento muy atraída por esa tradición. Pero también creo que la literatura norteamericana tuvo una impronta importante en mi manera de escribir. Quizá no en los mundos, pero sí en la prosa. Flannery O’Connor, Cheever, Salinger, Vonnegut. Hay

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como en Europa? No alcanzo todavía a darme cuenta si influye en algo en Argentina. Como nunca tuve demasiada participación social en el mundo literario porteño creo que incluso hay mucha gente que conozco que no sabe que hace cuatro años que estoy viviendo en Berlín. En Europa sí noto una diferencia. Tengo un acceso mucho más directo para apoyar las traducciones, para asistir a festivales,


© Samanta Somoza

charlas, lecturas. Berlín queda cerca de David Lynch dice que lo único que todo y es un lugar de contacto fenomenal. puede querer decir siempre una obra Sobre su nueva obra, Siete casas vacías, el jurado subrayó que sus «cuentos vuelven a indagar en la normalidad rara o la rareza de lo normal». Efectivamente, el libro presenta una serie de circunstancias que tergiversan de algún modo lo que entendemos como cotidianeidad, pero sin llegar al terreno de lo fantástico tomado como inverosímil. ¿Qué interés literario tiene de esta tensión entre lo cotidiano y lo anómalo?

es siempre lo mismo, y es “el mundo es extraño”. Cuando me preguntan por qué mi empecinamiento en trabajar siempre en el límite entre lo cotidiano y lo extraordinario, entre lo conocido y lo desconocido, yo me pregunto si de verdad hay algún modo de escribir sin hacer este ejercicio. Hasta el realismo más puro y carveriano tiene que ver con esto. La escritura es una manera de intentar descubrir ese abismo entre estos dos mundos, porque ahí están las

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“Salvo excepciones, creo que cuanto más banderas y estandartes de una lucha lleva la literatura, cuanto más precisa es en sus denuncias, menos poderosa se vuelve”.

respuestas de casi todo lo que tememos, Además, ha obtenido varios premios lo que nos lastima, y hasta lo que nos prestigiosos además de este último alucina. Ribera del Duero y fue nombrada por la revista Granta como una de En Siete casas vacías el mismo las mejores narradoras jóvenes en título hace referencia a un elemento lengua española. Más allá del reclamo que resulta fundamental en toda que suponen estas distinciones y del su producción, como es el de la reconocimiento que gana entre los ambientación, que suele someter al lectores, ¿qué importancia tienen para lector a atmósferas inquietantes. En usted como escritora? ¿Tienen alguna este caso, los personajes rondan las influencia sobre la lectura que se hace casas, pero estas se encuentran “vacías”. de su obra? ¿Es este desarraigo el que determina que las soluciones a los problemas Confieso que a veces me asusta, sean, de alguna manera, peculiares en las expectativas a veces pueden los personajes? inmovilizarme un poco. Pero por suerte, al menos por ahora ―y toco madera―, El desarraigo, dejar esas casas vacías cada vez que vuelvo a encontrarme con y animarse a salir de esa gran zona de una nueva historia todos los fantasmas confort y seguridad ―pero también de desaparecen. Se parece un poco a correr. rigidez y estereotipos― que representan A veces hace mucho frío en Berlín para los hogares, es un principio de la batalla correr, y el frío siempre me da miedo. ganada. En este libro las casas están Ya con las zapatillas puestas camino vacías porque los personajes se animaron de un lado a otro del departamento, a intentar salir de esos espacios, y buscar revisando el servicio meteorológico, nuevas soluciones. Hay “sana locura”, preguntándome si tendré frío, si tendré en muchas de estas historias, y necesito calor, si me mojaré otra vez ―y entonces decirlo así, entre comillas, porque en hay que bancarse el resfrío toda la realidad no sé si hay una palabra para ese semana―, ¡si nevará! Pero cuando al estado en el que a veces logramos circular, fin salgo a la calle, y empiezo a correr, decimos que es cercano a la locura por lo único que importa es la respiración y el prejuicio que puede generar intentar todo lo que pasa por mi cabeza. Jamás encontrar nuevos tipos de soluciones a me resfrié corriendo. los problemas de siempre, y sin embargo ¡qué liberación si de verdad funciona! Raquel López

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Una cultura para todos a través de la magia de la música Entrevista a Ramón Varón Ciudad Ramón Varón Ciudad nació en Xeraco (Valencia), donde inició sus estudios musicales en la Banda Municipal de dicha localidad. Fue alumno de los profesores Fermín Clemente y Aurelio Olivares. Poco después, terminó el Grado Superior con el catedrático Francisco Salanova obteniendo las máximas calificaciones. En 1995 fue solista de la Orquesta Filarmónica de la Universidad de Valencia. Allí realizó diversos cursos de cámara con los profesores del Cuarteto Silvestre. Participó con diferentes orquestas españolas como la JONDE o la Orquesta del Mediterráneo. En el año 1996, tras años de gran dedicación a su instrumento, obtuvo la plaza de oboe en la Orquesta Sinfónica de Radio Televisión Española, donde cursa una excedencia desde hace algunos años. Ha participado en los ciclos de cámara de RNE y del Canal Clásico de RTVE. Además, ha participado en cursos de perfeccionamiento con L. Koch, Maurice Bourgue, Celia Nickling, Ingo Goritzki y E. Abbhul. Desde hace algunos años, Ramón dedica gran parte de su tiempo a la enseñanza. Ha sido profesor de oboe en el Conservatorio Montserrat Caballé de Arganda del Rey, en San Martín de la Vega y en el Conservatorio Profesional de Música de Alcalá de Henares. Desde el año 2014 trabaja como docente en el Centro Integrado de Música y Enseñanza Secundaria Federico Moreno Torroba y en la Asociación La Lira de Pozuelo. Ha impartido cursos en dicha asociación y en la localidad de Altea. Además, compagina la labor docente con la participación en diversas agrupaciones orquestales y camerísticas. Con su peculiar simpatía y cercanía, Ramón Varón Ciudad responde a varias preguntas relacionadas con su vocación artística y docente. Desde su punto de vista, la música debe evolucionar y tratar de adaptarse a las nuevas tendencias que están naciendo día a día, aunque también necesita la directa implicación de todos los sectores de la sociedad. Sin duda, es un verdadero placer poder escuchar la voz transparente y humilde de un gran profesional de la música. La literatura nace en forma oral y se El ser humano comienza a experimentar mantiene desde sus comienzos muy con el arte por su necesidad de ligada a la música y a la danza. ¿De comunicarse y de expresar sus propias dónde crees que nace la necesidad que emociones. Además, el nacimiento tiene el ser humano de transmitir sus de la música y de la danza va ligado experiencias a través del arte?

estrechamente con diferentes actividades

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© Ramón Varón

tales como la caza o la protección del recursos técnicos para poder relatar lo hogar. que quiere en cada momento. De hecho, el estado emocional de cada uno influye Tanto la literatura como la música a la hora de transmitir. No hay ninguna cuentan historias a través de sus sinfonía o pieza musical que se interprete propios códigos. ¿Cómo consigue el igual dos veces. músico de hoy en día transmitir esas sensaciones y esos relatos? ¿Es sencillo La música no se caracteriza por ser o es una de las cosas más difíciles que una profesión fija y rutinaria. ¿Se debe hacer un intérprete? puede vivir de la música hoy en día en España? Contar una historia a través de la música no es ni fácil ni difícil. Es algo que Yo me considero un privilegiado porque sale del interior de cada uno y es eso he tenido la suerte de poder formar parte precisamente lo que consigue que sea de la mejor orquesta de España, que es la algo mágico. Cada uno expresa una idea RTVE, y de hacer lo que me gusta que de una forma diferente y muy personal, es también impartir la enseñanza. Sin puesto que la sensibilidad no es algo embargo, soy consciente de que una impuesto. Lo que un músico estudia son gran mayoría de músicos fascinantes

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“Lo más gratificante es ver salir a tus alumnos satisfechos y con una sonrisa de clase, eso es lo que realmente llena a un profesor”. no tienen ninguna oportunidad y sobre todo en este país en el que la sociedad no termina de darle al artista la importancia que merece. Mucha gente cree que nuestra profesión no es seria. El que no forma parte de la música, ya sea por profesión o por simple afición, no sabe ni de su magia ni de sus características. Desde fuera parece algo sencillo y se desconoce la dedicación que necesita un instrumento, una dedicación que no comprende de vacaciones ni de días libres. Además, la competencia es muy alta. Yo ahora como profesor me doy cuenta de que la música no solo forma culturalmente a una persona, sino que enseña grandes valores tales como el compañerismo, la solidaridad, la tolerancia, la disciplina, etc. Es curioso ver que los mejores alumnos de algunas pruebas externas como la selectividad son alumnos de conservatorio también. La música clásica se percibe como algo demasiado exclusivo, por lo que no suele agradar a un gran número de personas. ¿Cómo se puede acercar la música clásica a los oyentes que tienen grandes prejuicios sobre ella? ¿Qué se necesita en España para que la música clásica tenga el reconocimiento que merece?

muchos años de ser muy clasista. Últimamente están promocionándose mucho los musicales que consigan acercar la música a la gente joven y se están contratando pequeños grupos de cámara en directo para que se pueda actuar al músico profesional en directo. Además, también se están promoviendo conciertos exclusivamente de bandas sonoras o conciertos de artistas más comerciales y de música moderna que están apoyando a la música clásica grabando con orquestas algunos de sus discos. Estas actividades crean un gusto musical que puede llegar ser el comienzo de un futuro melómano. Es fundamental que el músico viva en el mundo real y actual, adaptándose a los nuevos gustos y a lo que está pidiendo el público. Aparte, la magia de la música en directo jamás podrá llegar a la reproducción de un CD. De todas formas, la música clásica necesita ahora más que nunca una gran implicación de todos los sectores de la sociedad, sobre todo de nuestros políticos. En definitiva, creo que el arte, el teatro, la música y la danza deben fusionarse y contar una historia actual, que emocione a todos y que demuestre que no es algo selecto, sino que es cultura, una cultura para todos.

Las cosas en ese aspecto están cambiando paulatinamente. El público que va a los conciertos de música clásica solía ser bastante selecto y de una edad avanzada. La música ha cometido el error durante

Has dedicado gran parte de tu vida a ser un oboísta profesional. El oboe es uno de los instrumentos más desconocidos de la orquesta para la mayoría. Sin embargo, es un instrumento que suele

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“Contar una historia a través de la música no es ni fácil ni difícil. Es algo que sale del interior de cada uno y es eso precisamente lo que consigue que sea algo mágico”.

© Ramón Varón

destacar como solista en la agrupación que salga habitualmente de un grupo de orquestal. ¿A qué puede deberse esta cámara o de una orquesta, no se suele relacionar con actividades tan populares paradoja? como el fútbol, no pertenece a la calle. Lo El oboe es un instrumento que nace que se debe hacer es acercar al público a en el Barroco, por lo que casi toda su esa cámara y a esa orquesta. bibliografía suele ser barroca y romántica. Además, tiene unas características Gracias al mundo audiovisual la tímbricas y constructivas, una sonoridad música clásica ha encontrado una vía tan especial que es difícil acercarlo al para acercarse al gran público. Por gran público. Es uno de los instrumentos ejemplo, gracias a las bandas sonoras. más antiguos, por lo que muchos ¿Podrías destacar algunas de las obras o de los solos más conocidos para oboe compositores de música orquestal de en este ámbito? aquellos momentos decidían poner la mayoría de los solos de viento para él. No En efecto, están surgiendo ahora se conoce porque no es un instrumento conciertos de música clásica que se

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“El arte, el teatro, la música y la danza deben fusionarse y contar una historia actual, que emocione a todos y que demuestre que no es algo selecto, sino que es cultura, una cultura para todos”.

apoyan en la imagen, es una actividad que demanda mucho el público joven. Sin duda, una de las piezas más conocidas de oboe es el tema principal de la película La Misión. En las películas de Star Wars, por ejemplo, el solo de la princesa Leia también está escrito para nuestro instrumento. Aunque, en mi opinión, uno de los más bonitos es el segundo tiempo del Marcelo en la película de Muerte en Venecia. Además, este instrumento, al igual que los demás, exige al músico adquirir otros conocimientos que puedan ayudarle en su día a día. En el caso del oboe se puede destacar, por ejemplo, la fabricación de las cañas. ¿Es esta la parte más tediosa para un oboísta o, por el contrario, también le ayuda a unirse aún más con su instrumento?

La relación que mantiene un oboísta con sus cañas es una relación de amor-odio. Te quita mucho tiempo, demasiado, pero te hace madurar hacia el instrumento, sobre todo porque te ayuda a conseguir un sonido propio y te obliga a depender de tu sonido. Nos influye tanto este hecho que nuestro estado de ánimo depende en gran medida de cómo funcione la caña. En España, se puede comenzar a estudiar música clásica en escuelas privadas o en conservatorios profesionales y superiores. En los últimos años se han recortado las horas de música en colegios e institutos,

¿crees que esta falta de conocimientos musicales puede afectar al futuro de una sociedad alejada del conocimiento artístico?

Por supuesto. En otros países europeos, como formación del niño y como enseñanza de valores se ha reforzado el horario musical. Como he dicho antes, la música enseña una disciplina y unos valores que no deberían perderse en ningún tipo de enseñanza de calidad. Llevas ya muchos años siendo profesor de oboe en algunos conservatorios profesionales. ¿Qué ha sido lo más gratificante de estos años como profesor? ¿Consideras que ha sido mejor o peor que tu vida como oboísta profesional? Lo más gratificante es ver salir a tus alumnos satisfechos y con una sonrisa de clase, eso es lo que realmente llena a un profesor. Ver que cumplen los objetivos es nuestro trabajo, pero quiero que disfruten con lo que han cumplido. No es aprender, es disfrutar con lo que uno aprende. Para mí, ser oboísta profesional y ser profesor son dos etapas complementarias. Creo que cada momento exige una cierta madurez. En mi juventud, yo no me sentía capaz de enseñar, sobre todo a niños tan pequeños. Tienes que educar en clases individuales y esa es una gran responsabilidad. Con los años, uno adquiere muchos recursos técnicos que luego se pueden

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© Paula Mayo

aplicar, además de la experiencia que te proporciona la formación en orquesta. Por lo tanto, para mí ambas etapas han formado parte de mi evolución personal y profesional, por lo que considero que las dos han sido fundamentales. La música puede resultar difícil para alguien que comienza sus estudios. ¿Cómo se explica a un niño de siete u ocho años que acaba de entrar en el conservatorio algo tan abstracto? Con el juego y con la imitación, claramente. Es muy importante cambiar pronto de actividades pero, sobre todo, escucharles. De lo que más se aprende es de los niños, porque de lo que te enseñan puedes sacar unas conclusiones que te ayudan a aplicarlo en los demás, algo que es muy satisfactorio. Hay que cantar con ellos, hacer canciones con las cañas, utilizar juegos para que vean la importancia de una buena respiración como, por ejemplo, hinchar globos. Un profesor debe convertirse en un niño más y ponerse a su altura para construir de manera conjunta.

Finalmente, me gustaría preguntarte cómo ves la evolución que ha tenido la música clásica hasta ahora y, sobre todo, cómo imaginas el futuro de la música clásica, especialmente de tu instrumento el oboe y de la enseñanza en los conservatorios. En resumen, creo que no debe de tratar a la música de forma selectiva, esta debe formar parte de nuestros días. Con la fuerza de los medios audiovisuales es fácil estar en contacto con ella. Además, esos instrumentos más antiguos, como el oboe, también deben adaptarse a las nuevas tecnologías. Creo, por otra parte, que la enseñanza musical ya no es solo la búsqueda de un solista profesional, sino que también es una opción que se plantean muchos padres a la hora de educar a sus hijos. Por tanto, la música clásica debe transformarse, asimilar los cambios y evolucionar, proceso que ya se está produciendo, aunque sigue faltando la implicación de diferentes focos sociales. Paula Mayo

“La música no solo forma culturalmente a una persona, sino que enseña grandes valores tales como el compañerismo, la solidaridad, la tolerancia, la disciplina”. 70 | Contrapunto, n.º 25


Artículos ¡Aquí no vive nadie! El desalojo de la tierra en el cuento “Las manos en el rostro” de Manuel Mejía Vallejo Eliana María Urrego Arango Señora Muerte que se va llevando todo lo bueno que en nosotros topa… León de Greiff Introducción La violencia tiene la potestad de señalar unos límites, deja en la frontera de la sociedad a los sujetos, los convierte en el otro, los despoja de su nombre y de su rostro. Hoy que el Gobierno Colombiano y las FARC-EP se sientan en una mesa

de escenas sangrientas, al ocuparse del tema de la violencia tienen la intención de levantar una memoria a partir de contar lo más trascedente y profundo, lo cotidiano y simple de quien vive en estas condiciones. Manuel Mejía Vallejo (Jericó,

a dialogar sobre cómo conseguir la 1943 - El Retiro, 1998) es uno de los paz, se renueva la vigencia de textos narradores colombianos que más se escritos hace años sobre la violencia en ocupó del tema de la violencia, incluso Colombia. Historias que nos relatan obtuvo el Premio Nadal en 1963 por momentos clave en la vida de personas la novela El día señalado (1964), libro envueltas en situaciones de violencia. Son que trabaja dicha temática. La obra escritos literarios que advierten sobre el de este escritor se caracteriza por la dolor en la guerra, sobre la intimidad voluntad de mostrar las costumbres, el de los sentimientos en la violencia. No habla y los comportamientos del pueblo les interesan estadísticas de muertos ni antioqueño, su interés no está centrado de ciudades destruidas, están lejos de exclusivamente en lo rural, también hacer descripciones pormenorizadas exploró lo urbano, pero a lo largo de

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su trabajo se puede ver un tratamiento especial del campesino, una pregunta por su alma y su situación vital. El cuento que analizaremos aquí forma parte de un conjunto de relatos, Cuentos de zona tórrida (1967), que nos enseñan distintas formas de la violencia, nos hablan del hambre, la sequía, el cobro de una traición, el abandono y la guerra política. Nuestra historia cuenta sobre un niño que mira con miedo desde una hendija de su casa. Hace pocos días unos jinetes cortaron la mano de su padre y la noche antes, dispararon y mataron a su madre. Mientras su padre y el perro “Guardián” se preparan para partir con su madre muerta metida en un cajón, el chico se cubre el rostro con las manos y no quiere apartarse de ese rancho que ha sido su hogar. No es exagerado afirmar que en el acontecer diario de Colombia hay niños que se cubren el rostro con las manos. La violencia que ha atravesado todos los estamentos del país durante más de cien años ha dejado territorios al margen, escenarios que no alcanzan a ser incluidos en los mapas, zonas sitiadas donde los sujetos dejan de sentirse habitantes. Encontramos paisajes avasallados por la mano violenta que pareciera con el poder de exorcizar el alma de cualquiera, la saca, la deja por fuera, en el límite. Esta amenaza, que podría trasladarse a tantos y tantos lugares del mundo, acecha a las personas

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que allí viven, a muchos colombianos, a muchos sirios, a todo aquel sometido al desplazamiento forzado o al exilio. Hay tal destrucción de lo que han construido en el transcurso de su vida que no es posible reconocer quién se es, en qué lugar se está, el mundo ha quedado despojado de los elementos que les permiten nombrarse. El cuento nos muestra, en una sola escena, los afectos de un chico que debe salir de casa, la violencia lo ha expulsado y lo ha dejado inmóvil en el vacío.

El páramo: de la tierra prometida al lugar donde nadie vive Las tierras altas, inhabitadas en lo más denso de la montaña, se convierten en una posibilidad para el campesino, allí puede montar su casa de tapia con sembrados y un fogón de leña para cocinar y dar calor. En la región donde nació Mejía Vallejo y en la que se inspira esta historia, a los lugares de más de tres mil metros de altura se los conoce como páramos. Aunque a veces no sean estrictamente páramos desde un punto de vista geológico, el frío y la cercanía con la cima de la montaña hacen que se presenten como tales a ojos de quienes allí habitan. Al mirar los terrenos en la altura de la cordillera, el campesino, sin esperanzas de un futuro en el pueblo, tiene una ilusión: “—Hay sitio en las tierras altas del Páramo— le habló él


años atrás. Los cuatro ojos viraron hacia la cordillera, con tanta esperanza que parecía sostenida por ellos. La mujer comentó: —Entonces vamos a las tierras altas” (Mejía Vallejo 2004: 123)1. Los seres humanos vamos dando a los lugares sentidos profundos, los cargamos con nuestros afectos y esos espacios se convierten en algo más que un simple paisaje con cielo, tierra y un poco de hierba. Comienzan a nombrarse con palabras que tienen una resonancia de valor: esperanza, hogar, futuro o intimidad. Construir una casa va más allá del instinto de protección y abrigo, no es un impulso netamente dirigido por una función biológica, es un empuje estimulado por algo mucho más complejo: la capacidad del ser humano de simbolizar. Nos dice Bachelard: “Todo espacio realmente habitado lleva consigo la noción de casa” (1975: 35), no por vivir en un lugar ya tenemos una casa, se necesita habitarlo, cubrirlo con nuestros afectos. Para sobrevivir hay que tener un refugio y este no se hace de cualquier manera, se parte de las necesidades, pero estas se enmarcan en significados culturales y personales, así los colores, los muebles y su ubicación, los utensilios de la cocina, el espacio donde se come, se duerme y se conversa

es diferente para cada quien. No se trata de la fabricación de un nido que un pájaro hace igual a otro repitiendo el patrón instintivo, cada casa es diferente, tiene elementos simbólicos que la hacen única para quienes la habitan. En estos elementos vemos ese más allá que hace al ser humano un sujeto atravesado por el lenguaje, en ellos se refleja esa potencialidad del habitar, de hacer suyo el espacio.

La pareja que mira al horizonte y visualiza su futuro en las tierras altas comienza a cargar amorosamente ese espacio, así lo posee, lo hace propio. Acción que se materializa en la medida en que se construyen muros, se hace un fogón, se tiene un hijo y un perro, tal como se comprende en el relato: “Así llegaron al páramo y construyeron una casa de barro y cañas cruzadas y sembraron papas y hortalizas y encauzaron el agua para la poceta y organizaron su vivir entre los matorrales de viento y chamizas” (123). Esta carga simbólica que los padres han depositado en la casa pasa al hijo, quien también hace de este contexto algo suyo, una parte de su identidad, de su yo, está representado en ese espacio: “La casa natal es una casa habitada. Los valores de intimidad se dispersan en ella […] allende los recuerdos, la casa natal está físicamente inscrita en nosotros. 1 De aquí en adelante solo pondremos Es un grupo de costumbres orgánicas” el número de página cuando se trate del cuento (Bachelard 1975: 45). La importancia que estamos trabajando, citando siempre por simbólica de la casa se puede apreciar en esta edición.

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muchos relatos, es uno de los espacios que más ensoñaciones produce, es el refugio, el albergue, el punto de partida o de llegada, un referente, es un anclaje a la tierra, las raíces y la estabilidad. En palabras de Bachelard: “La casa es un refugio, un retiro, un centro […] La casa tiene poderes cósmicos” (2006: 121), se ofrece por lo tanto como nuestro “rincón en el mundo” (1975: 34). Para la familia ese futuro prometedor del páramo va cambiando, se torna cada vez más desolador debido a la violencia que llega al campo y se va apoderando poco a poco de él: “En la distancia otros ranchos ardían, el viento se cebaba en las llamas, las llamas crepitaban al contacto del frío. Disparos intermitentes espantaban la luz de lo cocuyos, tres gritos se quebraron en las cuencas de las manos, ladridos solos se quemaban sobre el humo iluminado” (123). No resulta fácil habitar un lugar esperando que el amanecer irrumpa con las noticias de maltratos, violaciones y muertes. Es inevitable la desesperanza cuando en cada desayuno se habla de que mataron a un vecino porque respondió una pregunta y al otro porque no la contestó, o que se llevaron el hijo de los de la casa del naranjo, o que no se volvió a saber nada de los que vendían leche. Sin embargo, salir de la casa y dejar atrás el terruño no es la primera opción, antes hay una lucha, a pesar del miedo y de las evidencias de muerte:

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Clavaría ahora la tapa, y encerrado en el cajón quedaría un cuerpo de donde por muchos años salieron voces resignadas: —Es

difícil

sembrar

en

este

pegujal. —Aquí está la comida pues. —¿Cuándo se acabarán las matazones? —Cuando nos acabemos nosotros— se había respondido la víspera (122).

En una serie de sucesos, ocurridos en el transcurso de pocas semanas, el cuento nos muestra cómo sus habitantes van cediendo a esa lucha de permanecer y mantener la casa, cómo tienen que dejar atrás la tierra amada y trabajada. Una destrucción paulatina va desvirtuando el páramo, hay fuego, grietas en la casa, Guardián está cojo, el padre fue mutilado por unos jinetes que pasaron una noche y la madre abaleada yace dentro de un cajón construido por el hombre manco. No es posible encontrar un motivo para quedarse, es el momento de partir, la casa ya no es ese refugio todo protector del que habla Bacherlard. El espacio se ve invadido de tal manera por la violencia que, a pesar de que salir significa desenraizarse, dejarlo es apremiante para la vida: “—¡Tierra maldita! / Atajó el sombrero que el viento arrancaba de la cabeza y echó tres palabras más: —¡Nos largamos, muchacho!” (122). El páramo, atravesado por toda esta carga de violencia, expulsa a sus moradores, se convierte en un riesgo permanecer, ya


no hay posibilidad de una vida digna, es compañía del miedo, los disparos y la justamente todo lo contrario: tristeza de dejar el páramo, la tierra que ayer les ofreció un futuro. Se trata de la disolución del sentido

que se conjuga con la pérdida de bienes fundamentales para la vida; con miseria, estrechez, necesidad, pobreza materiales que, trasladadas al plano de los valores, devienen en carencia de valor, en una incapacidad de ser gente, de decencia (Carretero 2009: 101).

De manera metafórica, el cuento comienza con una escena que nos da cuenta de la transformación del páramo en una tierra baldía, imposible de habitar: “No quiso pensar si el jinete era real. Oyó simplemente el ruido de los cascos al galope, oyó el chapotear de la capa de hule sacudida por el viento, creyó oír una voz que preguntaba no sabía qué” (122). Ante esta escena el autor justifica la respuesta del hombre: “Por eso contestó, no al jinete de sombra sino a su propia desesperación: —¡Aquí no vive nadie!” (122). Y realmente nadie vivía, los que no estaban muertos ya no habitaban, porque “no habitar, no tener habitación es no poder quedarse […] Pero también es no poder cuidar libremente del terruño como rasgo primordial de todo acto de morar, alojarse y anidar” (Carretero 2009: 106). El espacio ha quedado vacío, no hay sembrados ni mano para rehacerlos, los tres seres que siguen con vida cargan con su muerta y buscan un nuevo lugar en

—¡Aquí no vive nadie! Y alzó los brazos. Por entre ellos le pareció ver el golpe hacia la fría distancia. Se quedó mirando el muñón como si por primera vez lo descubriera, y lo blandió rabiosamente. —¿Quién aguanta en el campo? (122).

Las manos en el rostro El niño, nuestro personaje principal, no emite una sola palabra en toda la narración, sus gestos y su silencio son significativos, permiten comprender la dificultad de poner palabras a las experiencias violentas. Por momentos parece un ser invisible que observa a los otros mientras ellos cumplen con las tareas de una escena lejana, pero su padre lo invoca y vuelve a ser visto, retorna y se involucra con sus acciones en los acontecimientos. Quizá esto coincida con lo que propone Carretero: “En la mayoría de los seres sin lugar predomina el ‘discurso ausente o el silencio significante’ que los vuelve invisibles ante una mirada atónita y perdida en el vértigo de los cambios” (2009: 108). Los gestos del chico van mostrando su esfuerzo de desprendimiento de la vida

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que deja atrás: pega su cuerpo a la casa, se cubre el rostro con las manos, escucha el ruido de lo que van haciendo su padre y el perro: “Ahora el niño miraba a nada con su mirada húmeda. Su perro se le acercó para lamerle las manos […] El niño se pegó a los costillares de cañabrava que dejó al descubierto la erosión de las paredes” (122).

sucede con los seres amados, les vamos otorgando parte de nuestros afectos, de nuestra energía psíquica, y “si los objetos son destruidos o si los perdemos, nuestra capacidad de amor (libido) queda de nuevo libre” (Freud 1979a: 310), suelta, sin tener en qué fijarse y contenerse. Estos afectos se repliegan, se devuelven hacia el yo del sujeto y allí deben estar un tiempo hasta que el yo comience a cargar con ellos otros objetos, es esto lo que Freud denomina como duelo. Reconocemos en las personas que están atravesando momentos de pérdida cómo el retiro de la energía produce un dolor psíquico muy profundo, la tristeza y el empobrecimiento del sentido vital es común en estos casos. Hay una lucha en el sujeto que se resiste a esta pérdida, la cual no se refiere a un simple dejar de existir de cosas materiales o de personas, detrás de cada cosa se pierde lo que esta representa, aquello que el sujeto depositó en ella y que en la mayoría de los casos él mismo no comprende qué es lo que se le va en ese objeto, pero está convencido de que se va una parte de él que le hace ver el mundo pobre y vacío (Freud 1979b: 243).

Es un momento en el que se movilizan todos sus afectos, no solo tiene que irse de la casa que ha conocido, además su madre ha muerto y afuera hay muchos peligros. El niño se encuentra en una especie de frontera simbólica entre lo que fue y lo que viene, frontera en el sentido que divide lo que está adentro y lo que está afuera, que obliga a pasar un límite a partir de donde se emprende un camino desconocido. Dice Gilda Waldman que “el hombre en la frontera es gestado en el viaje a lo desconocido, y tiene que aprender a vivir con los fantasmas del mundo que ha dejado atrás: solo puede mirar hacia dentro de sí mismo” (2009: 19). El chico solo puede centrarse en lo que ocurre, está atento a su padre y a los ruidos del exterior como una forma de estar atento a sí mismo, porque ambas cosas le preocupan, lo En el cuento el chico nos muestra convocan, el dolor de ver a su padre este dolor: “—¿Querés verla por última armar el cajón para llevar a su madre y vez? –le dijo la voz del hombre desde el miedo a las balas y a los caballos que adentro. Las palabras dejaron huellas en cruzan por el camino. el rostro, como latigazos. El niño sacudió Así como los objetos y la casa se la cabeza negativamente. El perro se van cargando afectivamente, ello también le arrimó” (123). Los sentimientos del

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niño se amplifican cuando el padre se queja por la imposibilidad de velar a su mujer: “—¡No tener cuatro velas!— dijo el hombre. Con ellas alumbraría la muerte de una mujer sin historia” (123). No pueden celebrar un ritual que les ayude a asumir la pérdida, no hay con que despedir a su muerta y en este sentido hay un gran sentimiento de frustración y pobreza. Deben irse, dejar la casa, lo único que les queda es llevar el cadáver con ellos, ante los martillazos que cierran el cajón el chico vuelve a sentir el vacío: “La piedra seguía clavando en la oscuridad de adentro. En ese cajón de tablones yacía una voz que días antes le hablaba: —Hijo, traiga leña para este fogón. Hijo, no salga lejos del rancho, han matado mucha gente” (123). Los golpes sobre la madera le recuerdan al niño que esa voz ya no está: “Ahora lo aturdían el silencio y los clavos al hundirse en la madera tosca para clausurar definitivamente aquella voz” (123). La ausencia, el vacío que deja la mujer y que se representa en la voz que ahora es silencio, se recalca también en el momento en que Guardián se acerca a la caja que hace las veces de ataúd: “El perro estiraba el hocico y daba vueltas en derredor. Dentro había una voz muerta que días antes le daba pabilos de yuca, algún hueso, cualquier sobra: —Tome Guardián. Esa voz de mujer se había apagado en el cuerpo rígido” (124). Lo que la voz representa para el niño ya es un recuerdo, ya no hay posibilidad de

volver a escucharla, los afectos que el niño había puesto a la voz de su madre en este momento no pueden ponerse a nada, solo recalcan la ausencia y generan dolor. Al dolor se suma el miedo, pues la situación de violencia continúa a su alrededor, aún no ha pasado la tormenta. El niño teme por lo que ha ocurrido antes, porque en efecto sucedió y porque pueden repetirse acciones semejantes: “El niño tiritaba viendo sobre la silueta de la cordillera, contra el cielo plomizo, los caballos de viento” (123). En la narración las figuras que ejercen la violencia sobre esta familia se nombran con metáforas que los despersonalizan al tiempo que les asignan características de ferocidad y fuerza, “caballos de viento”, “jinetes de sombra”, con ello Mejía Vallejo logra resaltar el temor que generan, les otorga la categoría de monstruos, dejándolos en una completa alteridad: “El miedo, la zozobra o la mera inquietud se despiertan ante ese Otro tan alejado de las familiares coordenadas de orientación, que su presencia solo ilumina el encuentro con brillos ajenos” (León 2009: 61), en este caso destellos de muerte, de destrucción que no encuentran asidero en la realidad de un chico del campo. Los jinetes de sombra son un Otro, en tanto sus motivaciones son incomprensibles, ajenas a nuestro personaje:

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Los jinetes de sombra le nombraban muerte. Como cuando semanas atrás cortaron de un machetazo la mano de su padre. Como cuando la víspera dispararon y cayó ella al suelo de tierra pisada: dijo dos o tres palabras, hasta que las palabras también se murieron en la boca y la respiración dejó de mecer los pechos magros (123).

El silencio del niño es dolor y miedo, los sentimientos van unidos, se funden en un solo momento: “–¡Cuatro velas siquiera! Con las palabras, del cuartucho salió el golpe repetido de una piedra contra la tapa del cajón. Carreras de otros jinetes machacaron la tierra pedregosa, el repecho de la colina” (123). El sufrimiento ante la pérdida que se rememora en el ruido de la piedra al golpear y el temor a los caballos que deambulan en rededor, en un principio hacían que el niño no pudiera dejar de mirar: “Dos ojos asomaron por una hendija horizontal del muro […] Nunca la vieja barraca del páramo había sentido avidez igual en la mirada de un niño. Ni tanto terror ante ese caballo de sombra y viento” (122). Luego estos mismos afectos son los que llevan al niño a taparse el rostro: “El niño regó en la cara sus diez dedos. Los caballos de viento galopaban en el terror, con sus cascos, sus crines, sus colas esponjadas, sus brillos metálicos, y la oscuridad hacía proyectarlos en la hosquedad del paisaje” (123). Se teme a los jinetes, a

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la silueta de los caballos, al ruido de su trote, al disparo y a abandonar el rancho, lo que queda de él, para ir a tierras desconocidas. Se teme a la propia muerte, que se contempla como una posibilidad mucho más certera que en otro tiempo, el cuerpo se hace vulnerable, aun más cuando es evidente en el cuerpo de un ser querido: El muñón raspaba las paredes brutas. El niño se retorcía por el dolor del muñón en el hombre, y sus

movimientos

imperceptibles

eran los de quien ayuda a soliviar algo pesado. Pero seguía inmóvil, sus diez dedos en el rostro, la paleta fuertemente prensada contra la pared (124).

El miedo aparece para proteger al sujeto, lo alerta ante nuevos acontecimientos que puedan afectarlo, le ayuda a no olvidar lo vivido. Al no encontrar justificación a los actos violentos que se han experimentado, el sujeto queda desprotegido, no hay sentido que le ayude a nombrar los acontecimientos, a simbolizarlos, no hay un filtro que le permita leer su realidad como parte de una historia. Lo sucedido queda desarticulado, no es la muerte explicada por una enfermedad, aparece como un evento accidental, incontrolable, imposible de anticipar o de evitar (Pérez 2004: 163-164). Hay un encuentro cara a cara con lo fatal, la muerte es vista sin discursos médicos,


religiosos o ideológicos, la muerte es simplemente lo real de la muerte. Es una experiencia que puede ser entendida como traumática recurriendo a los términos de Freud: “Una vivencia que en un breve lapso provoca en la vida anímica un exceso tal en la intensidad de estímulo que su tramitación o finiquitación {Aufarbeitung} por las vías normales fracasa”, dicho fracaso se da por la “incapacidad de tramitar una vivencia teñida de un afecto hiperintenso” (Freud 1996: 2294). Después de las experiencias violentas es común que en los sujetos aparezcan temores nocturnos, pesadillas, visiones paranoides y sentimiento de culpa (Muñiz 2003: 27). El miedo viene, junto a la angustia, como un efecto de ese acontecimiento violento, es una respuesta subjetiva a dicha vivencia, forma parte del intento de elaboración del sujeto.

arrastraba el cajón hacia la puerta. Algo se arrastraba dentro de él mismo, muerto ya” (124). Ante los golpes que cierran el cajón, ante su padre cargando esa caja mortuoria, ante los jinetes de sombra y viento, el niño cubre su rostro hasta el momento de desprenderse definitivamente de su casa:

El miedo es un afecto con el que el escritor tiñe toda la percepción del niño, consiguiendo de esta manera resaltarlo: “El miedo del niño formaba parte del rancho. También el ruido de la piedra contra los clavos, y el aullido entrecortado, y el chiflón sobre la paja del techo” (124). El miedo vuelve a encontrarse con el dolor, es quizá uno de los aspectos más repetidos en el cuento, los momentos en que se conjugan estos dos afectos y el niño se lleva las manos al rostro: “Los diez dedos se apretaron más contra el rostro al oír que el hombre

Las manos en el rostro son el gesto con el que se contiene el dolor y el miedo. El gesto con el que el niño muestra la imposibilidad de descentrarse, la soledad de su sufrimiento, el desamparo en el que le deja la violencia y el vértigo de un nuevo comienzo sin nada de lo que se tenía, con un padre mutilado, un perro cojo y el mundo vacío. El niño se desprende del rancho como un sujeto arrastrado a los límites de su sentir, angustiado, temeroso y parado, ahí, en la frontera.

—Bajemos la cuesta— dijo el hombre sin mirar, los pasos ya sobre el camino pedregoso. El niño seguía contra la pared, bregando por atajar el grito. Sus manos crispadas formaban también parte del rostro. El hombre volvió el cuerpo, tallando la nuca en los bordes del cajón, para llamar, definitivamente: —Andemos, muchacho. El niño se desprendió dolorosamente del rancho para seguir al hombre. Junto a él cojeaba el perro (124).

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Conclusión Mejía Vallejo nos muestra en su relato el sentir de un niño en medio de la violencia. A través de una narración sencilla, que evoca una y otra vez detalles sensoriales como los sonidos, las visiones y las acciones, el escritor logra entregarnos una mirada íntima y profunda de la experiencia violenta. Incluso, dando un paso más allá, alcanza a señalarnos las formas en las que el ser humano-niño puede llegar a subjetivar esta vivencia. El cuento nos dice cómo la violencia expropia, no solo porque literalmente despoje de la tierra, sino porque destruye lo que en esa tierra valía algo para el sujeto. Lo deja sin nada de

aquello que lo representa, parado frente al mundo, sin sentidos, vacío, lleno de nada, en la frontera entre el dolor y el viento frío del páramo que irrita lo ojos, que trae los ruidos de la sombra. En la historia de estos personajes entendemos que hay que partir a un no lugar, donde no hay horizonte ni expectativas, donde se pierde la condición de sujeto que habita un espacio y un tiempo. La tierra que antes albergó las esperanzas, queda en llamas y cuando se pregunta por ella no queda otra opción que responder como lo hace el padre en el cuento “¡Aquí no vive nadie!”, los sujetos fueron desalojados a la muerte o caminan hacia la frontera.

Bibliografía Bachelard, Gaston (1975): La poética del espacio. México, Fondo de Cultura Económica. Bachelard, Gaston (2006): La tierra y las ensoñaciones del reposo: ensayo sobre las imágenes de la intimidad. México, Fondo de Cultura Económica. Carretero, Reyna (2009): “El indigente trashumante”. En: León, Emma (ed.): Los rostros del Otro: reconocimiento, invención y borramiento de la alteridad. Barcelona, Anthropos, pp. 99-128. Freud, Sigmund (1979a): “La Transitoriedad (1916)”. En: Strachey, James (ed.): Obras Completas, Vol. XIV. Buenos Aires, Amorrortu Editores, pp. 306-311. Freud, Sigmund (1979b): “Duelo y Melancolía (1917)”. En: Strachey, James (ed.): Obras Completas, Vol. XIV. Buenos Aires, Amorrortu Editores, pp. 336-255. Freud, Sigmund (1996): “Lecciones Introductorias al psicoanálisis: la fijación al trauma: lo inconsciente”. En: López-Ballesteros, Luis (Trad.): Obras completas, Vol. II, Madrid, Biblioteca Nueva.

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Mejía Vallejo, Manuel (2004): “Las manos en el rostro”. En: Cuentos Completos. Bogotá, Alfaguara. Muñiz, Óscar; Arango, María Paulina y Sanín, Ana (2003): “La subjetivación de la experiencia violenta: el miedo en niños desplazados sector de Vallejuelos”. En: Revista Informes Psicológicos, 5, pp. 25-39. León, Emma (2009): “El monstruo”. En: León, Emma (ed.): Los rostros del Otro: reconocimiento, invención y borramiento de la alteridad. Barcelona, Anthropos, pp. 61-96. Pérez, María Paulina; Muñiz, Oscar; et. al. (2004): “Desplazamiento sin sentido. Estudio clínico de la experiencia violenta del desplazamiento”. En: Revista Informe Psicológicos, 6, pp. 161-174. Waldman, Gilda (2009): “El rostro en la frontera”. En: León, Emma (ed.): Los rostros del Otro: reconocimiento, invención y borramiento de la alteridad. Barcelona, Anthropos, pp. 9-21.

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Mariano José de Larra: el hombre entre dos siglos Candela Fernández Caraballo Mariano

José

de

Larra

era

un

escritor perteneciente al período del Romanticismo que, como hijo de afrancesados, estaba muy influido por las ideas ilustradas. Como los ilustrados del xviii, reflejaba la sociedad de su tiempo en sus artículos con el fin de mostrar sus defectos, para así comentarlos, criticarlos e incitar al cambio, deseando sumar España al carro europeo de la influencia de la Revolución Francesa. Este

autor

arremete

contra

la tradición y las costumbres típicas españolas, dando una vuelta de tuerca a otros autores costumbristas, como Mesoneros Romanos o Gil y Carrasco, retratando las mismas figuras que ellos, pero de manera radicalmente diferente. A los retratos pintorescos y entrañables de Mesoneros se oponen las mordaces

Por su título, los dos artículos principales a tratar, “Nochebuena de 1836” y “El día de difuntos de 1836”, parecen centrarse en los usos y costumbres propios de la población española en estas fechas tan señaladas de festividad religiosa. Sin embargo, cuando entramos en el interior del artículo nos encontramos con algo bien distinto: filosofía, desesperación, melancolía y muerte. Larra, en el artículo ambientado en la fecha del 1 de noviembre, no habla sobre la tradición de visitar los cementerios o llevar flores a las tumbas; sino que nos muestra que todo en este mundo es muerte, desde las cúpulas de poder hasta el pueblo: todos están muertos. —¡Necios!

—decía

a

los

transeúntes—. ¿Os movéis para ver muertos? ¿No tenéis espejos

caricaturas de Larra, que a veces rozan

por ventura? ¿Ha acabado también

lo escatológico. En sus artículos, Larra se

Gómez con el azogue de Madrid?

introduce en las casas de sus convecinos y analiza todos y cada uno de sus rasgos desde un enfoque, al mismo tiempo más cercano que el las descripciones de Mesoneros al estar hechas desde su propio punto de vista y dentro de las casas; y a la vez distante, al situarse en la perspectiva de un ser superior y alejado de la realidad que expone, a la que juzga de manera dura y, a veces, cruel.

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¡Miraos,

insensatos,

a

vosotros

mismos, y en vuestra frente veréis vuestro propio epitafio! ¿Vais a ver a vuestros padres y a vuestros abuelos, cuando vosotros sois los muertos? Ellos viven, porque ellos tienen paz; ellos tienen libertad, la única posible sobre la tierra, la que da la muerte; ellos no pagan contribuciones que no tienen; ellos no serán alistados ni movilizados; ellos no son presos


ni denunciados; ellos, en fin, no gimen bajo la jurisdicción del celador del cuartel; ellos son los únicos que gozan de la libertad de imprenta, porque ellos hablan al mundo. Hablan en voz bien alta y que ningún jurado se atrevería a encausar y a condenar. Ellos, en fin, no reconocen más que una ley, la imperiosa ley de la Naturaleza que allí les puso, y ésa la obedecen. […] ¿Y este mausoleo a la izquierda? “La armería”. Leamos: “Aquí yace el valor castellano, con todos sus pertrechos”. Los Ministerios: “Aquí yace media España; murió de la otra media” (pp. 132-135).

Por su parte, en el artículo sobre la Nochebuena, Larra actúa como observador externo: no entra en las casas, no ve cómo se emborracha su criado, que le recibe completamente ebrio: su aislamiento ha llegado a tal punto que ni siquiera es capaz de infiltrarse en las entrañas de los hogares. El artículo continúa con el diálogo existencial entre Larra y su criado, que realmente representa un desdoblamiento de la conciencia del autor. El poner la voz de la razón en boca de un personaje de categoría inferior es realmente curioso, ya que representa parte de la ruptura de Larra con el ideal, que, como dice su criado, es lo que le ha llevado al fracaso. Este ideal puede considerarse de raíz romántica, pero también ilustrada: mientras que el Romanticismo persigue

el ideal del amor, ese que no existe y es capaz de redimir de la locura en la que su búsqueda sume a quien lo anhele; la Ilustración tiene como objetivo la sociedad perfecta, justa, basada en la razón, la tolerancia, la amistad... Larra persigue ambos ideales al mismo tiempo, como bien le dice su criado. El escrito finaliza con el anuncio de lo que sucedería un par de meses más tarde: el suicidio de Larra, a quien la desesperación romántica le ha llevado al nihilismo, a ese mundo muerto del que hablaba en “Día de difuntos de 1836”, que trasciende los planos social y racional. Es el dolor existencial al que lleva la conciencia de la propia impotencia para alcanzar nuestras metas, especialmente una tan difícil (idealista) como la que tenía Larra de cambiar el mundo. —Concluyo; inventas palabras y haces de ellas sentimientos, ciencias, artes, objetos de existencia. ¡Política, gloria, saber, poder, riqueza, amistad, amor! Y cuando descubres que son palabras, blasfemas y maldices. En tanto, el pobre asturiano come, bebe y duerme, y nadie le engaña, y, si no es feliz, no es desgraciado; no es, al menos, hombre de mundo, ni ambicioso, ni elegante, ni literato, ni enamorado. Ten lástima ahora del pobre asturiano. Tú me mandas, pero no te mandas a ti mismo. Tenme lástima, literato. Yo estoy ebrio de vino, es verdad; pero tú lo estás de deseos y de impotencia...! (149).

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Larra, al igual que Cadalso y Menéndez Valdés antes que él, cae en la paradoja de la Ilustración: la negra desesperación de darse cuenta de que todo su esfuerzo es inútil y toda la luz de su razón no puede iluminar la oscuridad en la que se ve sumido. Larra pone toda su energía en el esfuerzo de distanciarse de la sociedad en la que vive para poder juzgarla, para así criticarla y corregirla, pero llegado el año 1836, Larra se ha percatado de que por mucho que intente distanciarse del mundo, vive en él y sus valores han calado en sí mismo desde que era pequeño, porque nadie puede ser nada muy diferente a aquello que sus raíces y educación han dado lugar. Sin embargo, aunque su distanciamiento no ha sido suficiente para alcanzar la objetividad, sí lo ha sido para aislarle del resto de sus congéneres, llevándole a la soledad y al desencanto: está solo y no ha conseguido cambiar nada, y en ese caso, ¿para qué ha servido su sacrificio? Larra encarna a la figura del genio solitario. Suele decirse, y es cierto, que los seres humanos tendemos a aislar a quienes son diferentes a nosotros mismos, lo que incluye a personas como Larra, particularmente inteligente, y además, hijo de afrancesados, minoría marginal, hasta el punto de que muchos de ellos tuvieron que exiliarse. Pero no solo las personas “normales” aíslan a los que son diferentes, sino que también aquellos pertenecientes a minorías

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sociales tienden a apartarse. Es probable que el impulso de Larra de querer distanciarse para cambiarlo todo se debiera también a este fenómeno: un frustrado deseo de crear un mundo en el que pudiera ser capaz de integrarse. En este aspecto, Larra es una suerte de inadaptado vocacional, marcado desde su nacimiento, como el héroe romántico. Integra en sí mismo, como “protagonista” de sus artículos (si es que pueden considerarse personajes aquellos que aparecen retratados en este tipo de escritos) tanto la idea del genio creador romántico, como la del protagonista titánico, deseoso de libertad, bravucón, condenado a vivir una y otra vez las mismas situaciones, que le hastían, molestan y casi torturan. Esta melancolía que todo lo invade, vista como un defecto por los ilustrados, no es tal para los románticos, ya que dicha melancolía no es otra cosa sino la manifestación de la sensibilidad creativa y humana de los autores románticos. Los protagonistas románticos en realidad sí son ideales de perfección: para el autor romántico la melancolía no es un defecto, sino la “cara mala” de su don, el regalo divino de la naturaleza con la que tanto ansían fundirse: la sensibilidad para el arte, la música, la belleza... Sus héroes son ellos mismos, con su misma carga vital, y con todas las virtudes de las que ellos carecen y que plasman en sus personajes, con la finalidad de


engrandecerles aún más. El titanismo de los héroes, esa condena al eterno sufrimiento repetitivo, es el reflejo de cómo se sienten los autores: condenados a vivir, día tras día, en un mundo en el que son maltratados por las demás personas y por las propias vicisitudes de la vida: fracasos, decepciones, pérdidas, enfermedades...

e ilustrado desencantado. Lo que puede incluso llevarnos a plantearnos si el genio creador romántico no es otro sino aquel hombre desencantado con el mundo en el que vive y no puede cambiar (un ilustrado frustrado, al fin y al cabo) y pone sus deseos, sentimientos y pasiones en sus personajes, utilizando la imaginación y la evasión como válvula

Así, se fusionan en él estas tres de escape de una realidad que no ofrece figuras: héroe romántico, genio creador salidas mejores.

Bibliografía Larra, Mariano José de (2002): Artículos. Madrid, Anaya.

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