Contrapunto - Número 21

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COMITÉ DE REDACCIÓN Fernando Larraz Cristina Somolinos

Alejandro Rivero

Patricia Pizarroso

Cristina Ruiz

Alexandra Chereches Yara Pérez Noelia Izquierdo Raquel López

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Gema Cuesta

Ainhoa Rodríguez

Sofía González

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Verónica Enamorado

FIRMA INVITADA MIRADAS Página 6

Javier Helgueta Paula Mayo Cristina Suárez

INÉDITOS Página 12

Soledad Abad Javier I. Alcarcón

RESEÑAS Página 14

VOCES Colaboran en este número: Sonia de Andrés, Ignacio Bosque, Ma-

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rio Bueno Aguado, Lucía Cervera, Luisa

ARTÍCULOS

Iglesias, Pedro Mármol Ávila, María Lui-

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sa Suárez Marín.


Firma invitada Dos clases de palabras

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o sé si somos conscientes de hasta qué punto nuestra educación es y ha sido nominalista, y de hasta qué punto estamos transmitiendo a nuestros estudiantes el nominalismo que a nosotros mismos nos imbuyeron. Una de sus múltiples manifestaciones es el hecho de oscurecer una distinción necesaria, y casi evidente, entre dos clases diferentes de palabras: las que nos vienen dadas con el mundo y las que creamos —o llenamos de conteni­do— para tratar de entenderlo. Más de una vez he pensado que una parte de los males que arrastra la educación es el resultado de confundir una clase con la otra; el resultado de nuestra incapacidad para transmitir a los estudiantes la diferencia que existe entre el mundo que hemos de ir descu­briendo e interpre­tando, y esos otros universos nocionales que tenemos derecho a poner a nuestro servicio para hacernos una idea cabal de él. Las palabras del primer grupo son las de la lengua común. Como hablantes, las aprendemos poco a poco, las asociamos con determina­das situaciones, percibimos sus matices porque las leemos o las vemos usadas en múltiples contextos. Entende­mos estas palabras como vamos entendiendo el mundo que nos rodea, puesto que son parte de él. Sean abstractas o concretas, nuestros hijos nos preguntan por las acepciones nuevas que descubren y no comprenden, como nos preguntan por un nuevo animal o una nueva fruta, o por la capital de un nuevo país. Tengamos la edad que tengamos, nos vemos obligados a mirar el diccionario cuando nos asaltan nuevos sentidos de voces conocidas, o cuando algún escritor nos sorpren­de con un adjetivo que, sencillamente, desconocemos. Las palabras del primer tipo forman parte del mundo que percibimos y que nunca acabamos de conocer. Las palabras más comunes, las más simples, constituyen, de hecho, complejos objetos de conocimiento para cualquier lingüista porque forman parte del mundo natural. Los lexicógrafos, los lexicólogos y los gramáticos llevan milenios tratando de aprehender su significado, y proseguirán esa tarea infinita mientras exista el interés por el lenguaje.

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Las otras palabras son las de la ciencia. No nos vienen dadas con el mundo, sino que las creamos o las dotamos de contenido porque necesita­mos instrumentos para analizarlo. Con las limitaciones naturales que impone la etimología y la morfología, esas palabras significan lo que nosotros queramos que signifiquen. Somos sus dueños, así que están enteramente a nuestro servicio. Nuestro papel ante ellas no debe ser el de desentrañar sus múltiples acepciones ni escrutar sus matices ocultos, y carece de sentido memorizar los múltiples signi­ficados que ha tenido cada una: tal vez sean tantos como el número de usuarios (ilustres o no) que las han puesto en su boca o en su pluma. El estudioso de cualquier campo tiene todo el derecho del mundo a acuñar cuantos términos le vengan en gana para designar los conceptos que le parezcan apropiados. Tal vez esos conceptos resulten enteramente inútiles, o tal vez, por el contrario, estén bien encaminados y sean verdaderamente provechosos. El estudiante avanzará en su trabajo si averigua alguna de esas dos cosas, pero no avanzará si se pierde en la contemplación misma de las palabras que los designan.

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Las nomen­claturas no forman parte del mundo que tratamos de entender. Todo lo contrario: están a nuestro servicio si nos ayudan a entender el mundo. Si no nos ayudan, las sustituimos por otras, las rechaza­mos, las reinventamos o usamos letras, comodines o cualquier cosa que se nos antoje y que nos sirva para precisar los conceptos que nos parezcan provechosos y productivos en la comprensión de la realidad. Por desgracia, las palabras de esta clase no son siempre, en las manos del estudiante, herramien­tas ni instrumentos, sino nuevos códigos que descifrar, nuevos objetos de estudio en sí mismos, nuevos arcanos que los separan de las cosas en lugar de llevarlos a ellas. Todos recordamos cuántas veces nos han preguntado qué sentido daba tal o cual autor a tal o cual concepto. A mí no me parece que esa fuera una buena pregunta. Una posible respuesta habría sido “el que quisiera darle”. Lo importante hubiera sido comprobar si ese sentido era útil, si aportaba algo o si el término era más bien un envoltorio con escaso contenido. En mis años de estudiante (fuera en la enseñanza media o en la universitaria) me pidieron muchísimas veces que memorizara y clasificara palabras, conceptos, términos, frases, oraciones o textos, pero nunca me pidieron que juzgara una clasificación. Ningún profesor me pidió nunca que explicara si la consideraba o no redundante, si contenía o no criterios cruzados, si me parecía fructífera o la encontraba inútil. Tampoco me pidió nadie que juzgara un determinado concepto; que explicara si me parecía que estaba dotado de verdadero contenido o si pensaba que en realidad estaba hueco; si yo creía que nos ayudaba a entender y a avanzar, o si, en mi opinión, introducía una distinción que se terminaba en sí misma.


A lo largo de todos mis estudios, fuera en el colegio o en la universidad, mi único papel ante los conceptos, los términos y las clasificaciones fue siempre el de aprendérmelos de memoria y ser capaz de repetirlos. La enseñanza que recibimos los estudiantes de mi generación fue buena en muchos sentidos, excepto por el hecho de que le sobraba nominalismo. No siempre éramos conscientes de la diferencia que existe entre resolver un problema y tener un buen nombre para él. Recibíamos infinitas lecciones en las que se nos enseñaba que casi todos los fenómenos tienen nombre, que casi todo lo que encontramos ha recibido alguna etiqueta (con frecuen­cia venera­ble), que debíamos conocer. Sabíamos identificar­lo casi todo y estábamos muy satisfechos de ello. Solo mucho más tarde nos fuimos dando cuenta de que podríamos haber ganado conside­rable­mente en nuestra capacidad para compren­der unos cuantos fenómenos si hubiéra­mos dedicado a esa tarea una parte del tiempo que empleamos en etiquetar otros. No soy el único de mi generación que confesará haber llegado a pensar alguna vez que ese universo intermedio e instrumental de nomenclatura y terminología era el objeto mismo de nuestro conocimiento. En lugar de resolver el problema, mi impresión es que la enseñanza actual ha acentuado el exacerbado nominalismo que en mi época de estudiante caracterizaba las ciencias humanas, y muy especialmente la lingüística, que constituye mi profesión. Es habitual que los estudiantes que saben identificar un fenómeno lingüístico (sea fónico, léxico o gramatical) no sepan cuáles son las variables que lo hacen posible. Ello es así porque siguen a sus profesores en el hecho de dar más importancia al etiquetado que a la verdadera comprensión. No quiero decir, desde luego, que sea fácil pasar de uno a la otra. En realidad, lleva años comprender que unos sistemas terminológicos son asideros concep­tuales firmes, otros constituyen aproximaciones mejorables, y otros, finalmente, resultan ser carcasas huecas y sonoras. En cierto sentido, nos pasamos la vida tratando de distinguir unos de otros. Aunque solo sea una estrate­gia, siempre es bueno relativizar su valor y recordar que —como los bastones y las escaleras— las nomenclaturas nos son útiles en la medida en que nos permitan movernos y llegar a algún otro lugar. Ignacio Bosque Universidad Complutense de Madrid. Real Academia Española

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Miradas Blogs literarios: ¿una nueva plataforma para una nueva crítica? Yo recuerdo que cuando empezamos la editorial, si el sábado tenías una reseña amplia y buena en un suplemento, especialmente Babelia, el lunes sonaba el fax y llegaban los pedidos. Ahora tú tienes tres páginas en Babelia de un libro y no entra el correo electrónico con la reposición. Juan Casamayor, Contrapunto (n.º 18)

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n efecto, hubo un tiempo en el que los suplementos culturales (El Cultural, Babelia, ABC Cultural, Revista de Libros, etc.) eran un considerable foco de promoción para los libros. Pero eso pertenece al pasado. Consolidado Internet y gracias a plataformas gratuitas como Blogspot y Wordpress, empezó la fiebre de los blogs; entre ellos, se diferencia un grupo reducido y especializado: los blogs literarios. Hay que distinguir entre blogs de creación literaria y blogs de crítica. Aquí vamos a hablar de estos últimos. Tener un blog supone libertad para el que escribe. Un crítico de un suplemento, dependiendo del prestigio que tenga o de su antigüedad, tendrá mayor o menor espacio para sus reseñas; por el contrario, el bloguero dispone de un número ilimitado de palabras. El suplemento suele ser semanal; el blog puede ser actualizado tantas veces como

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se desee. El bloguero compra sus libros y da cabida a pequeñas editoriales —salvo en casos muy específicos de blogueros prestigiosos a los que las editoriales mandan libros, de hecho algunos anuncian su apartado postal…—, mientras que el crítico se debe ajustar a la línea del suplemento o, si tiene la facilidad de elegir, debe comunicar su decisión y que esta reciba un visto bueno (cabe mencionar ese oficio periodístico cuyo nombre parece un oxímoron: jefe de opinión); además, no pocas veces se encuentra ante la lectura de un libro cuya edición corre a cargo de una de las editoriales del grupo al que pertenece el periódico. Los blogs ofrecen un espacio de debate: los comentarios. Se trata de cartas al director inmediatas (en algunos casos, los comentarios se “moderan”, es decir, se envían primero al bloguero, quien decide si los hace públicos o no), que pueden recibir réplicas de otros


comentaristas, anónimos o no. Decía Tzvetan Todorov (Crítica de la crítica, 1991) que la crítica es el diálogo entre el crítico y el autor; pues bien, gracias a los blogs, nos encontramos ahora entre un diálogo libre entre el crítico, el autor, los lectores y las editoriales.

ser ferviente defensor de lo electrónico, ha llegado incluso a publicar en un volumen las reseñas aparecidas en su blog: El lectoespectador (2012). Alberto Olmos, por su parte, tiene algunas publicadas en Vida y opiniones de Juan Mal-herido (Melusina, 2010).

Evidentemente, las editoriales son conscientes del cambio que se está fraguando desde hace tiempo y, por eso, no dudan en ser actantes de la nueva forma de diálogo. Así, por ejemplo, en 2008 Random House Mondadori fomentó la creación de blogs con una plataforma propia: megustaescribir.com; Alfaguara hizo lo mismo ese año con blogs.alfaguara.com y todavía se puede acceder al sitio: allí, Agustín Fernández Mallo regenta el blog El hombre que saltó por la ventana. Editoriales como Páginas de Espuma y Salto de Página incluyen las reseñas de blogs en sus páginas web y, en general, la mayoría no duda en retuitear enlaces de críticas de la blogosfera en Twitter.

La relación entre las editoriales y los críticos es más problemática, puesto que, por un lado, están en juego intereses comerciales y, por otro, la autoridad del crítico para recomendar o no un libro; en otras palabras: para que se venda o no. Es conocida la historia de Ignacio Echevarría, un intelectual que se atrevió a hacer una reseña crítica en El País de El hijo del acordeonista (Bernardo Atxaga, 2004), que salió en Alfaguara cuando aún pertenecía al grupo PRISA (en 2014, Penguin Random House compró Alfaguara, Taurus, Aguilar y Suma). El número de Babelia en el que se publicó estaba casualmente dedicado a Bernardo Atxaga, así que su reseña causó cierto revuelo en el grupo ya mencionado, a pesar de que con anterioridad ya había publicado muchas otras tanto o más críticas. Ignacio Echevarría decidió entonces marcharse de El País, no sin antes escribir una carta pública abierta a Lluís Bassets, director adjunto del periódico. En ella, se hizo preguntas como la siguiente: “¿Tiene sentido tratar de hacer una crítica más o menos exigente e independiente en un medio que parece privilegiar y defender a

El blog de Vicente Luis Mora, uno de los primeros, Diario de lecturas, es original porque incluye la relación que comparte con los autores y las editoriales, en aras de la objetividad: “[Relación con A. L. Ginés: muy cordial; con Fraile y Vrachnos, ninguna; con D. Arjona, combates epistemológicos constantes en Facebook, dentro de la cordialidad]; [Relación con las cuatro editoriales: ninguna]”. Mora, a pesar de

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ultranza, sin el mínimo decoro, los críticos de nuestro país. Mal-herido, intereses de una editorial que pertenece desde entonces, reseña libros con a su mismo grupo empresarial?”. honestidad; cuando un libro le parece La polémica sirvió para, en primer lugar, otorgar a Ignacio Echevarría la prestigiosa consideración de adalid de la crítica independiente; en segundo lugar, para que un episodio corriente en la redacción de algunos periódicos se visibilizara. Ante esta situación, los blogs se presentan como lugares públicos autónomos y alejados del amiguismo e intereses empresariales. En 2011, surgió un blog que revolucionó la crítica española: Lector Mal-herido. Juan Mal-herido es un personaje creado por Alberto Olmos (Segovia, 1975), uno de los más originales escritores y

bueno, lo dice; cuando no, también. La novedad que supuso su blog no radica solo en la sinceridad, sino en un estilo particular. Olmos emplea un estilo coloquial, beligerante a veces, sarcástico siempre:

“500

páginas

irregulares,

inconexas, ocurrentes. Saviano tiene un par de momentos en los que parece decir: yo de lo que quiero hablar es de mi vida fugitiva, no de cocaína. También tiene cachos de su libro de cocaína que parecen estar escritos con cocaína. Pienso que hubiera sido estupendo que el autor dijera ‘estoy escribiendo este libro puesto de coca’. Si la cocaína gobierna el


mundo, poco se dice de cómo gobierna por tocar los huevos a los demás. La la sintaxis. Partamos de la sintaxis y ya verdad es que odio la literatura. A mí lo luego llegaremos al mundo”. que me gusta es cabrear a la gente y he descubierto que, después de privatizar la A los cinéfilos lectores este estilo sanidad, esto es lo que más”. les puede recordar un tanto a Carlos Boyero, comentarista de cine en El País. La nave de los locos, blog de Este último se caracteriza por escribir Fernando Valls, trasciende el rótulo de como si estuviera hablando en un bar. blog literario. Las entradas no suelen ser Suele hacer críticas ad hominem (cfr. muy extensas pero, en él, encontramos un crítica de La vida a veces y su desprecio abanico de temas culturales amplio. Valls por Javier Cámara) y cada jueves participa puede hablarnos tanto de Bach como de en un encuentro digital de El País, en el Buñuel con total naturalidad. El estilo, que se habla de temas dispares. Pero los a diferencia de los mencionados más textos de Boyero hablan de impresiones; arriba, es serio, pero esto no es obstáculo Olmos extrae párrafos de los libros, de para que, en ocasiones, comparta con modo que se pueda apreciar una base los lectores anécdotas personales o, en a partir de la cual critica o halaga. Si la otras, parta de una vivencia suya para crítica no es muy amable, por lo menos deslindar un tema concreto. la convierte en un texto gracioso. Siguiendo con las intersecciones Un caso extremo de crítica entre lo personal y lo cultural, si es que disidente con el establishment editorial se puede establecer una demarcación, el puede ser La medicina de Tongoy. Tongoy blog más interesante de Alberto Olmos o Carlos Tongoy empieza muchos libros, es Hikikomori. Esta palabra japonesa — pero no termina tantos, como él mismo Alberto Olmos residió durante tres años dice en su blog. Pocos parecen ser de su en Japón— significa “aislamiento social agrado, hasta el punto de que al leer sus agudo”. No es que Olmos viva aislado, entradas da la sensación de que comienza sino que lo escrito te provoca el deseo de las lecturas pensando en que no le van apartarse de la sociedad: observaciones a gustar. Es la máxima “no hay libro sobre el mundo contemporáneo, críticas malo que no tenga algo bueno” aplicada veladas al mundo podrido de los premios totalmente a la inversa. Es imparable: literarios, sutiles comentarios sobre lo ha llegado a escribir entradas con el más turbio del mundo editorial, etc. El libro a medias (p.e. La casa de hojas). formato es parecido al de Visto y no visto En una entrevista a la revista Tanyble, a de Antonio Muñoz Molina, aunque este Tongoy le preguntaron que si le gustaba último tiene quizá una orientación más leer. Contestó lo siguiente: “No. Lo hago política. Otros escritores tienen blogs en

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los que escriben de temas heterogéneos: Andrés Trapiello en Hemeroflexia, Sergio del Molino en El blog de Sergio del Molino, etc. Hay otros blogs que hablan de edición y bibliofilia, como Negritas y Cursivas, de Josep Mengual, Los futuros del libro de Joaquín Rodríguez y el blog de José Antonio Millán. Para un grupo de escritores, entre los que huelga mencionar a Javier Marías y a Félix de Azúa, el blog es el sitio donde alojar sus artículos publicados en periódicos.

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que hemos recogido, las reseñas en los suplementos garantizaban ventas. Porque se leían. Las críticas de esos suplementos, aunque más mediadas, son elaboradas de manera escrupulosa y académica: muchos de los críticos de los suplementos son catedráticos de literatura (p.e. José Antonio Gurpegui y Ángel Basanta en El Cultural, José María Pozuelo Yvancos en ABC Cultural, etc.). Y no olvidemos al recientemente fallecido Ricardo Senabre. Ahora, con los blogs, cualquiera puede ejercer de En 2014, Alberto Olmos decidió crítico; ya no parece imprescindible ser dar un paso más allá. Aunque muchos poseedor de una formación específica en de los blogs ofrecen un enlace de PayPal Filología o en Periodismo. para que los lectores donen dinero, “Si lo que lees en esta página te gusta Las críticas de los blogs están y consideras que debe ser retribuido menos mediadas pero más mediatizadas. para hacerlo posible”, como dice Andrés Los blogueros se han convertido en Trapiello en su blog, Olmos se cambió a figuras visibles que se implican de una web propia, dejando atrás Wordpress. manera social en su trabajo. Por un lado, En el nuevo Malherido, las publicaciones está la necesidad de ser visitados. No es solo pueden ser leídas si estás suscrito. nada nuevo afirmar que, si uno escribe, Además, ha incluido como novedad suele querer que le lean. Por otro lado, la sección “La mala entrevista”, en la la proliferación de redes sociales y la que conversa con personajes notables masificación de las mismas hacen que de la cultura. Y ya ha cumplido un año predomine la inmediatez visual a la con “El primer blog de reseñas que lectura calmada y crítica. Es decir, si una vale algo”, en palabras del anfibológico “autoridad” sube una foto en Instagram subtítulo del blog. En realidad, el precio de un libro y pone “Buenísimo” o algo mínimo es casi simbólico: por cinco similar, seguramente muchas personas euros, puedes acceder a sus dos blogs pensarán en comprarlo. En cambio, durante un año. Pero supone un cambio si una persona pone un tuit con un importante hacia la revalorización del enlace de una reseña, cabe preguntarse oficio de crítico literario. Hace décadas, cuántas personas realmente la leerán como decía Juan Casamayor en la cita por completo. El problema no solo


estriba en el hecho de que nuestra sociedad sea la del espectáculo, como hace tiempo advirtió Guy Debord, sino en que la autoridad ya no es el crítico literario. Por ejemplo, estas navidades Pau Gasol subió una foto de El impostor (Javier Cercas). Su tuit tuvo miles de “favoritos”. Y seguro que, gracias a eso, el libro se convirtió en un regalo ideal para muchos. Porque lo recomendó Gasol. Las editoriales están atentas a esas fotos, así que en cualquier cuenta de Twitter de las mismas se puede ver un continuo estado de retuits de fotos de lectores con un comentario que no supera los 140 caracteres. Este sí es el verdadero cambio de formato (los blogs, al fin y al cabo, son como columnas; el texto sigue siendo lo principal), puesto que vías que no son la palabra promocionan libros. Hay incluso una red social de libros: GoodReads, que Amazon compró en 2013. Este último dato es suficiente para asustar al lector riguroso, pero debemos añadir una información más. Esa red funciona por un sistema de escala de estrellas, a la manera de Filmaffinity, por ejemplo; es decir, hay cinco estrellas, y el lector deberá clicar entre una o cinco en función de cuánto le ha satisfecho la lectura. Se puede añadir un breve comentario si se quiere también; en algunos casos, se pueden leer foros de discusiones. En Alabanza (Random House Mondadori, 2014), Alberto Olmos

imagina la desaparición de la literatura. Es ficción, claro. Pero, con lo que hemos expuesto, es pertinente preguntarse si lo que va a desaparecer es la crítica rigurosa. Puede que desaparezcan los suplementos, a pesar de estar financiados por bancos, o tal vez su influencia será cada vez menor; pero puede también que, lo que parecía una revolución (los blogs), no lo sea tanto en lo que debería (experimental, intertextual, etc.), sino en calidad del texto; o sea, en la devaluación del oficio de crítico literario y en la conversión de la crítica en espectáculo. Sofía González Gómez 11


Inéditos

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no quiero ser la niña del bosque el monstruo velado el triángulo a veces equidistante donde yacen tus miedos donde tus miedos se huelen sin mirarse a los ojos donde tu miedo animal me muerde las manos y mastica mis dedos siempre en silencio este silencio cómplice en el tejido de la espalda tan parecido a las palabras que adivinamos pero no decimos nunca la vida es una consecuencia innecesaria una resolución que nadie nos enseña a decir pero que debemos mantener firmemente sobre los hombros un patíbulo arqueado enraizándose en lo que queda de mi cuerpo

soy un espacio frágil minúsculo cada vez que te vas destrozando mi eje de equilibrio pienso en cuántas veces puede un cuerpo romperse por la mitad pero acaso no se dividen las células hasta el infinito la vida es una cadena de ADN mal duplicada [hasta el infinito] una autopsia de hielo en la que intentamos reflejar nuestra historia pero no se puede luchar contra el viento [y los pájaros no se puede luchar contra el viento y los pájaros Luisa Iglesias


Tempus fugit Se oye mucho decir últimamente y primeramente y siempre a las personas humanas y a los humanos no tan personas que el tiempo está loco. Y yo he venido aquí a romper una lanza en favor del tiempo, que lo único que hace es pasar y pasar de nosotros, y que ni siquiera lo hace queriendo, el pobre. El tiempo no está loco; lo que nos ocurre es que nos pasamos la vida entera literalmente habitándolo y nunca jamás llegamos a comprenderlo del todo: por eso decimos que está loco (como me pasa a mí con la luz de las escaleras de mi casa: siempre le doy al interruptor contiguo y dejo a oscuras a quienes estén en el comedor, o doy luz al comedor si en el comedor no hay nadie, y nunca acierto a la primera). Pero el problema es que los locos somos nosotros y no queremos reconocerlo. Porque, a ver, si unos dijeran que el tiempo pasa muy deprisa y otros que hay tiempo para todo, la división sería terrible, daría para guerra civil o yo qué sé qué; pero no, la cosa está todavía peor: unos y otros dicen que el tiempo pasa muy deprisa y los mismos unos y otros dicen que hay tiempo para todo. Vamos a ver: que se aclaren, por mi vida y por las suyas respectivas. Pero no, es mejor decir que el tiempo está loco. Como si en realidad no fuera el tiempo el que nos vuelve locos a nosotros. Como si hoy no pareciese que apenas ha pasado media hora desde la mañana del domingo pasado, o como si no pareciese que el domingo pasado hubiera durado tres semanas seguidas. En serio: el tiempo no está loco, sólo se hace el loco para hacernos enloquecer a nosotros. Es como eso de ver la paja en el ojo ajeno y no ver la viga en el propio. Estamos muy locos y el tiempo lo sabe muy bien, porque está muy cuerdo siendo una cuerda, que no ata pero de la que no podemos soltarnos nunca, como cuando íbamos de excursión en preescolar todos en fila india, agarraditos de la cuerda. Aunque tengamos la sensación de que los quince, veinte o veinticinco años que han pasado desde aquellas excursiones hayan durado el doble que los treinta, cuarenta o cincuenta que faltan para que seamos viejos de verdad. Pero seamos educados por un momento, dejémosle pasar y pensemos: da igual el momento en que nos decidamos a hacerlo, siempre que cojamos un reloj y contemos los tictacs, veremos que un minuto cuenta con treinta tics y treinta tacs, invariablemente. Lucía Cervera

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Diálogo con las Artes Los androides no sueñan con ovejas mecánicas

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uién iba a decirle al físico Roger Penrose que se llevaría a la gran pantalla su ópera magna: La nueva mente del emperador, un ensayo sobre la posibilidad de crear una inteligencia artificial basada en la computación. Ex Machina, título de la cinta que dirige y escribe Alex Garland en su debut como director, nos trae uno de los temas más antiguos de la ciencia ficción tratado de un modo muy innovador, sobre todo para lo que nos tiene acostumbrados. Siguiendo la estela de películas como Metropolis, Blade Runner o Inteligencia Artificial, Garland nos hace participes del sempiterno deseo de la humanidad por crear una versión exacta de sí misma y de los sucesivos problemas éticos que conlleva su creación. Una cinta en la que el británico se resarce de los dolores de cuello que provocaron las siestas en la audiencia al ver su anterior trabajo, solo como guionista, en Dredd.

informático, ante el ordenador de su oficina, incapaz de hablar al recibir el mensaje que le informa de que ha sido el ganador de un viaje de una semana en la residencia del presidente de su empresa, un premio algo decepcionante si no fuera porque el magnate acostumbra a vivir aislado en los fiordos noruegos. Caleb es llevado a la casa de Nathan (Oscar Isaac) —una especie de Steve Jobs de gimnasio—, que propondrá a Caleb la realización de un test de Turing, una prueba para determinar si una maquina tiene conciencia plenamente humana, con uno de los nuevos proyectos robóticos de la compañía. Así, Caleb conoce a Ava (Alicia Vikander), una androide encerrada en el laboratorio privado de Nathan y con la que Caleb irá desarrollando algo más que una relación profesional, obligando al protagonista a tomar decisiones cuyas consecuencias llegarán a límites que ni él mismo sospecha. A simple vista Garland nos ofrece un tema quizás algo desgastado y La historia comienza con un más que predecible. Nada más lejos de primer plano de Caleb (Domhnall la realidad: si normalmente esta clase de Gleeson), un joven programador films exponen a humanos y máquinas


como victimas inevitables de una cosmogonía determinista, Garland nos proporciona un punto de vista distinto, en el que subraya la posibilidad de que la mente humana no tenga una base computacional, que su comportamiento no esté programado, al contrario de lo que intenta decirnos gran parte de la ciencia ficción de nuestros días. Además, Garland va más allá y hace que la audiencia se cuestione no solo si el hombre puede crear una psique similar a la suya sino también qué derechos tendrían los creadores de cara a su obra, una obra que de tener conciencia propia nos haría plantearnos la moralidad de su uso interesado. No obstante, no todo son coronas de laurel para la cinta, pues ciertas dosis de pedantería y la constante (y a veces confusa) explicación de todo concepto teórico o frase célebre hacen romper el ritmo de la película. Esto puede hacer que el

espectador se pierda en una vorágine de conceptos especializados, los cuales, encima, no suelen tener una relevancia ni en el argumento ni en el mensaje de la trama. Así, en ciertas escenas, algunas de ellas cargadas de gran significado y fuerza emocional, Garland atenúa la belleza del momento para demostrarnos su gran labor documental en la preparación del guion. Bien hecho Alex Garland, no esperábamos menos de ti. Pese a esto, el director y guionista británico aporta una nueva visión a este espectro tan popular de la ciencia ficción, algo que no acostumbra a verse especialmente en la gran pantalla, y que desde luego le otorga un más que merecido lugar en el top 100 de películas que, circuitos y tuercas aparte, nos hacen plantearnos aspectos antiquísimos intrínsecos en nuestra narrativa cultural. Así pues, Ex Machina se nos propone como una más que perfecta opción para los amantes de la ciencia ficción seria, especialmente frente a su aspirante en taquilla y “gemela” temática Chappie, de Neill Blomkamp, digna aspirante a los premios Razzies de este año. Alejandro Rivero

Ex Machina Dirección y guión: Alex Garland Reparto: Domhnall Gleeson, Oscar Isaac, Alicia Vikander Duración: 108 min. País: Reino Unido

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Un encuentro con la historia del arte

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l Kunstmuseum Basel está considerado el primer museo público municipal de la historia del arte. Con motivo de su ampliación, se ofrece en Madrid una oportunidad única para ver las obras más destacadas de la institución suiza. Las donaciones privadas particularizan la adquisición de fondos del museo, como la de Raoul La Roche, que da inicio a la exposición. Se compone de obras de estilo cubista, como las firmadas por autores como Pablo Picasso, Georges Braque y Juan Gris. La sala inmediatamente posterior viene a matizar los postulados cubistas, desde la estética maquinista de Fernand Léger a las naturalezas muertas de los suizos Amédée Ozenfant y Le Corbusier. La siguiente colección es una de las más interesantes en cuanto a su formación, pues fue adquirida en la celebración en Múnich de una subasta en 1939 titulada Arte degenerado. Con esta denominación, el régimen nazi pretendía ridiculizar el arte de vanguardia. Por su parte, el director del museo suizo, Georg Schmidt, vio en esto una oportunidad para incrementar sus fondos a un precio asequible. En este sentido, la exposición presenta obras que permiten ilustrar el primitivismo y el expresionismo abstracto con autores como Ernst Ludwig Kirchner, Edvard Munch, Max Beckmann o Lovis Corinth.

La colección en la que se presentan las tendencias más abstractas de la vanguardia se constituyó gracias a la donación de Marguerite ArpHagenbach, realizada en memoria de su marido, el artista Hans Arp. En obras como Flèche de nuage (1932) se aprecia la abstracción y la técnica de la composición aleatoria, que sacrifica la expresividad ante un cierto aspecto lúdico. En el mismo ámbito se muestran obras de Vassily Kandinsky, László Moholy-Nagy, Josef Albers o Max Bill. Las propuestas neoplasticistas están representadas por Piet Mondrian, Theo Van Doesburg y Georges Vantongerloo, que reducen la pintura y la escultura a su mínima expresión. Destaca la propuesta de Paul Klee, cuya presencia se debe a la donación de Richard Doesch-Benziger. El artista suizo se aparta del arte de vanguardia en una búsqueda por la pintura espontánea. Será este un referente para otros artistas expuestos como Jean Dubuffet, posterior a la Segunda Guerra Mundial. Marca el acontecimiento bélico un antes y un después en las conciencias de los artistas europeos, desorientados por la violencia del conflicto que acababa de ocurrir. Se puede observar en los fondos de la Fundación Alberto Giacometti, ya que el artista suizo, traumatizado tras la tragedia, abandona el surrealismo y decide optar por la


corriente existencialista. Las esculturas de creadores activos como Gerhard expuestas son la imagen de la fragilidad Richter, Pierre Huighe, Steve McQueen del hombre, hundido y demacrado. o Fischli & Weiss. La exposición que presenta el museo madrileño, además Tras la excelsa representación de suponer un recorrido por la historia de las vanguardias europeas, la segunda artística del siglo xx, es también una gran sección está formada por piezas forma de reconocimiento a todos de artistas estadounidenses. Se debe aquellos benefactores que dedicaron esto a la visión del nuevo director del gran parte de su fortuna a crear un fondo Kunstmuseum Basel, Franz Meyer, y artístico de gran importancia. Es también de su sucesor, Christian Geelhaar. La una muestra de la mentalidad del pueblo muestra acoge autores de la primera suizo, y en concreto de la ciudad de generación del expresionismo abstracto, Basilea, que desde el siglo xvii mantiene como Mark Rothko o Franz Kline, un museo ligado al presente desde una aunque posteriormente su interés se perspectiva pública. El museo Reina centró en propuestas más depuradas, Sofía, por su parte, rinde homenaje a la como es el caso de Agnes Martin, Robert colección con una exposición en la que Ryman o Barnett Newman. Este último no faltan las visitas guiadas gratuitas, es autor de la obra que da nombre a la 17 que ayudan a descubrir la historia del exposición, White Fire II [Fuego blanco arte contemporáneo en una muestra II], con una preciosa historia detrás espectacular que madrileños y foráneos que animo a descubrir al visitante. no pueden dejar de visitar. La tendencia hacia líneas más frías particulariza la visión contemporánea Raquel López del museo en el panorama europeo, que en ese momento apostaba por los tonos cálidos de la estética pop. En los últimos compases de la exposición se Fuego blanco. La colección moderna incluyen esculturas minimal, firmadas del Kunstmuseum Basel por artistas como Bruce Nauman que enlazan con prácticas de arte conceptual, Museo Nacional Centro de Arte representado por las piezas de, entre Reina Sofía otros, On Kawara y Walter de Maria. Desde sus inicios, el Kunstmuseum Basel apostó por adquirir obras contemporáneas, espíritu que continúa en la actualidad con la presencia

Edificio Sabatini (calle Santa Isabel, 52), Madrid

18.03.15 al 14.11.15 Entrada general: 8 euros (permite acceso a Fuego blanco y al resto del Museo)


Un paseo por el pasado

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n la exposición temporal que acoge el Museo Arqueológico Regional, un torso masculino nos da la bienvenida. No resulta extraño a nuestros ojos, acostumbrados a los productos de la cultura de gimnasio, y sin embargo se trata de la copia romana de un original griego proveniente del Ágora de Atenas, datado en el siglo v a. C. Las fotografías de principio del siglo pasado, que muestran unos gimnastas tan musculosos como la más perfilada escultura de un dios griego, dan fe de lo poco que han cambiado los gustos en cuanto al canon de belleza. La pregunta que inmediatamente surge es por qué un cuerpo tan difícil de alcanzar a los sufridos gimnastas o maniquíes ha perdurado en el tiempo, situándose como un ideal inalcanzable para casi todos. La exposición plantea la pregunta y, por fortuna, nos da la respuesta. Un impresionante Kouros del santuario de Apolo Ptoios, datado en el siglo vi a. C. es una muestra de perfección corporal, rayando el imposible. Y es que en las tribus del Ática el cuerpo musculoso no era en absoluto común; es más, se trata de una construcción intelectual. Es una belleza inventada, una representación idealizada del aristos, es decir, aquel ser humano excepcional que posee la areté o virtud. El cuerpo

desnudo, por consiguiente, no era tanto la exposición de la propia anatomía como una forma de presentar a la clase dominante, pues este cuerpo esculpido necesitaba de cuidados específicos. Solo los aristócratas en época arcaica o los hombres libres en etapas posteriores dispondrían del tiempo de ocio suficiente para lograrlo. El “extraño” desnudo que inventan los griegos, con sus órganos genitales de niño y su musculatura cincelada no era lo común en Grecia. Una cuidada selección de piezas, entre las que se encuentran bustos, vasos áticos y estatuas, ilustra a los elegidos de entre los griegos a quienes se les reservaba el honor de portar un idealizado y bello cuerpo. Son estos los dioses, paradigma de las glorias y penas de los hombres, y los héroes, valientes, jóvenes y bellos. En las polis, solo los atletas, símbolo de la virtud del hombre libre griego, mostraban su cuerpo cincelado. Pero el desnudo griego no solo creaba un muro entre el hombre libre y el esclavo o extranjero, sino también entre hombres y mujeres. La primera vez que una mujer fue esculpida en toda su anatomía la encontramos en pleno helenismo. Se trata de la Afrodita de Cnido de Praxíteles, y supuso toda una revolución. A partir de este hito, recreado para mayor claridad en la muestra alcalaína, la imagen desnuda de la mujer se convirtió en


habitual en las representaciones míticas. Aunque las diferencias se mantuvieron siempre en el imaginario helénico, ya que el desnudo masculino dignificaba desde sus inicios y la imagen de la mujer se identificaba con el deseo erótico. Es otra de las imágenes que han pasado a la concepción del cuerpo en nuestros días.

encuentra en conceptos trascendentales como la democracia, quizá abstractos para una mayoría, sino en nuestra percepción del mundo y de los demás. La situación del museo, en pleno centro histórico de Alcalá de Henares, y la brevedad y claridad de lo expuesto, hacen de la exposición una visita altamente recomendable, ideal para todas las Toda tesis tiene su antítesis: edades. Sus visitantes disfrutarán de un la belleza exige fealdad. Un apartado paseo por un pasado no tan lejano como de la exposición muestra caricaturas ellos pensaban. y seres grotescos, que representan no solo un cuerpo diametralmente opuesto Raquel López sino también un estilo propio, un estar al margen del ideal intelectualmente elaborado por los hombres libres en las ciudades griegas. Termina la muestra con dibujos de estudiantes creados 19 durante los siglos xviii y xix, como reflejo de la importancia otorgada en las bellas artes y en el imaginario colectivo al cuerpo inventado por los griegos. Se destaca en ellos un dibujo del Cuaderno italiano de Francisco de Goya, elaborado en su viaje por Italia en plena fascinación por las atléticas estatuas griegas y romanas. En definitiva, más que una erudita exposición de piezas Dioses, héroes y atletas. La imagen del cuerpo en la Grecia Antigua exquisitas, el recorrido didáctico que se ofrece al público en el patio del M.A.R. Museo Arqueológico Regional es una lección de historia comentada, una mirada al pasado con ojos del Plaza de la Bernardas. s/n, Alcalá de presente que nos ayuda a comprender Henares la importancia de una de las más 12.03.15 al 26.07.15 fascinantes civilizaciones que jamás hayan existido. Su impronta no solo se

Comisarias: Carmen Sánchez e Inmaculada Escobar Entrada gratuita


De aquí y de allá Movimientos Anfibios

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os sapos que dan nombre a este libro de relatos, lo engloban y le dan un sentido. Estos anfibios ponen en riesgo su propia vida al seguir un camino que les impone la naturaleza. Dominados por sus hormonas, se nos explica en el primer relato, son absolutamente inconscientes de los peligros a los que se someten en su éxodo. De la misma manera, los protagonistas de Caminos Anfibios (2014), de Ernesto Calabuig, se mueven a través de historias que distorsionan —o distorsionaron— su existencia: aunque sean conscientes de las paradojas morales que enfrentan, aun si se dan cuenta de que el camino que están siguiendo no es el correcto o el esperado, avanzan a través de él. En pocas palabras, el título señala el motor de los trece relatos que conforman el libro. Esto, aunque presente en todo el texto, se hace especialmente evidente en el primer relato, que da título al libro, y en el último, “Nocturno de Ruhr”, en los que el deseo mueve a los protagonistas a romper la estabilidad personal y moral que

habitan. Las narraciones, en su mayoría, giran en torno a crisis personales. Más que el punto de quiebre, los narradores se dedican a reflexionar en torno a la ruptura existencial, que muchas veces no es más que la mera consciencia del cambio: en “Padres, hijos… distintos automóviles”, por ejemplo, el relato inicia con un hecho casual que evidencia un cambio definitivo. Somos testigos de un desdoblamiento de los protagonistas. En “Caminos anfibios” y “La vida en unas líneas” los personajes se narran a sí mismos desde la tercera persona, en un acto de alienación con respecto a su propio yo. La nostalgia es, también, otra forma de desdoblamiento: los personajes son dos, el del pasado y el del presente, como podemos apreciar en “Del ahogarse en un vaso de agua”. Predomina una voz de matiz filosófico, reflejo del autor. El tono reflexivo en el que hemos insistido, así como la alienación que sufren los personajes, se vuelve la característica esencial de un libro en el cual la existencia de los protagonistas parece ser una excusa para las meditaciones filosóficas de los narradores. Por otro lado, las referencias a filósofos se hacen


hasta el cansancio, en epígrafes y dentro fuerza. Los movimientos anfibios de los de la narración, determinando la lectura protagonistas del libro tienen un doble de los relatos. rostro. En ocasiones, pueden ser una metáfora inteligente y sórdida que atrapa A medida que avanzamos por el al lector y lo hace testigo de existencias libro, vamos notándolo: el tono reflexivo complejas frente a las cuales resulta deriva en un ritmo lento, a veces tedioso, difícil permanecer inmóvil. En otros y las referencias filosóficas, así como el momentos, sin embargo, los caminos desdoblamiento de los personajes, se anfibios nos muestran su cara más vuelven obstáculos para el lector, a quien tediosa, como el ritmo lento y pesado le puede resultar difícil involucrarse con el que avanzan los sapos en su éxodo. con las historias y los protagonistas. Este es el mayor problema del libro: Calabuig construye un libro de aunque en relatos como “Nocturno de relatos sólido, con un sentido unitario Ruhr” los caminos anfibios retoman innegable. Mas esta unidad es la que toda su fuerza, en una historia compleja termina comprometiendo, en algunos y un protagonista redondo que queda momentos, sus propios relatos, en los atrapado en su propia paradoja moral; cuales el lector se pierde en los caminos en “Burbujas” el tono reflexivo-filosófico anfibios, incapaz de sentir empatía por resulta pesado y la narración pierde los protagonistas que los transitan. Javier Ignacio Alarcón

Ernesto Calabuig, Caminos Anfibios Palencia, Menoscuarto 168 páginas, 16 euros

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El que espera no necesariamente desespera

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uince años después de la primera publicación de su libro de cuentos, El que espera, y con motivo del también decimoquinto aniversario del nacimiento de la editorial Páginas de Espuma, Andrés Neuman (Buenos Aires, 1977) ha decidido deleitar nuevamente a sus lectores con una edición rejuvenecida de la que supuso su primera incursión en la narrativa breve. El que fuera ganador del Premio Hiperión de Poesía en 2002, del Premio Alfaguara de Novela en 2009 y del Premio de la Crítica en 2010 remite, en sus páginas finales, al concepto que el aclamado crítico literario David Lagmanovich expuso sobre su teoría de los microrrelatos: “el cuento clásico suele acometer el desvelamiento de un determinado enigma, mientras que la micronarrativa consiste más bien en la revelación de la existencia de ese enigma”. En torno a este supuesto danzan las distintas “miniaturas” y “brevedades” que conforman más de cien páginas cargadas de pura filosofía de vida. La confesión desesperada de un suicida, la animalización inminente de la sociedad, la futilidad que las personas otorgan a aquello que ya poseen y el deseo irrefrenable que las invade por conseguir aquello de lo que todavía no disfrutan, la intromisión en

las existencias ajenas que a veces tornan en propias, el erotismo del intelecto o futuros y pasados reflejos de uno mismo. En definitiva, reflexiones que se antojan como una pausa en el ritmo frenético que ostenta la modernidad y que hacen plantearse determinadas preguntas que, de no ser por la lectura, quizás no habrían sido formuladas. ¿En qué momento los recuerdos dejan el pasado para instalarse en el presente y condicionar nuestras vidas? ¿Qué ocurriría si nuestras aspiraciones y sueños truncados se reencarnaran en un odioso álter ego? ¿Hasta qué punto desconocemos la muerte y en qué medida aprovechamos la sabiduría que concede su antagonista, la vida? Toda una serie de cuestiones que dejan al lector, como dice el grupo de rock español Extremoduro en su canción Stand by, “siempre en estado de espera”. Pero ¿en espera de qué? De un desenlace, por supuesto, respondería Neuman. Este libro de cuentos, que originalmente iba a recibir el título de Equilibrio precario, queda concebido, de acuerdo con el autor argentino, como un acervo de posibilidades que aparecen ante los ávidos ojos del lector y crean en él un clima de tensión interna. El motivo fundamental de la misma reside en la escritura de los propios relatos; en la concentración de su esencia en apenas una oración (“Paganini non


ripete”), en el uso extraordinario de los tiempos verbales (como ocurre en “Diario de un hombre promedio”) o en la interrupción de la historia en un punto cualquiera (“‒Me temo que no comprendemos, señor/ ‒¡Mucho mejor! Empiecen!”). Esto quedaría confirmado gracias a la crítica enunciada en el diario La Nación por el también escritor de microcuentos, Raúl Brasca, según el cual, Andrés Neuman “remite a las fulguraciones de los maestros: bellas acrobacias desencadenadas por un mecanismo vertiginoso y perfecto”. Y es que, El que espera no es sino el exquisito resultado de una hibridación de géneros; el lirismo de la poesía, las cosmovisiones y metafísica de la filosofía

y los misterios que oculta la narrativa. Hay quienes continúan creyendo en una supuesta pobreza de la narrativa breve y la asocian con historias pueriles. Nada más lejos de la realidad, las breves joyas que integran esta obra permiten subrayar el alzamiento de Neuman como una de las figuras literarias más relevantes en el panorama actual y se presentan, al mismo tiempo, como una auténtica experiencia que deja al lector con ganas de “devorar tiempo”, que diría Machado en Juan de Mairena. Solo queda, por tanto, invitar a curiosos y a escépticos a embarcarse en una apasionante travesía que promete hacer esperar (no por ello defraudar), pero también disolver esas falsas creencias. Y sobre todo, satisfacer; deleitar a todos aquellos que se aventuren y generar nuevas inquietudes íntimas por conocer y disfrutar. Al fin y al cabo, la extensión de las “miniaturas” y “brevedades” de Neuman resulta inversamente proporcional a la de la mente y el corazón de quien los lee. Sonia de Andrés

Andrés Neuman, El que espera Madrid, Páginas de Espuma 128 páginas, 15 euros

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Secretos, fantasmas y memoria

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ustavo Martín Garzo (Valladolid, 1948), quien lleva casi treinta años en el mundo de las letras españolas, destaca en su nueva novela, Donde no estás, la importancia de la memoria oculta, de la identidad e, incluso, de los fantasmas. Además de fundar las revistas literarias Un ángel más y El signo del gorrión, Martín Garzo ha escrito más de veinte obras narrativas entre las que se encuentran La luz no usada (1986), su primera novela, Marea oculta (1993), El lenguaje de las fuentes (1994), El pequeño heredero (1997), Las historias de Marta y Fernando (1999), El jardín dorado (2008), Y que se duerma el mar (2012), etc. Además, este autor ha recibido diferentes galardones como el Premio Miguel Delibes (1993), el Premio Nacional de Narrativa (1994), el Premio Nadal (1999) y el Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil (2004). Tras la muerte de su madre, Ana viaja al vallisoletano pueblo de Villalba de los Alcores para pasar el verano con su familia. Una vez allí, conocerá a Ismael, su primer amor, a Fernanda, la criada de la familia, a su abuela materna, enferma de Alzheimer, a doña Daniela, la vieja maestra de su madre, etc. Sin embargo, lo que parecía un pueblo tranquilo, en la década de los sesenta, resulta ser un lugar

plagado de misterios y secretos que harán que los lectores se remonten a los años anteriores a la Guerra Civil española. ¿Por qué la madre de la protagonista era conocida en el pueblo como “la amiga de la loca”?, ¿quién era Sara y qué extrañas razones la llevaban a comportarse como lo hacía?, ¿qué le sucedió en realidad al señorito Orestes, el tío abuelo de la muchacha?, ¿y a Mariana de Castro, la actriz portuguesa con la que este se casó? o ¿qué escondían las paredes de la vieja torre que se alza junto a la casa familiar? son algunas de las muchas preguntas cuyas respuestas se irán revelando a lo largo de las páginas de Donde no estás. En palabras del propio Martín Garzo, “a medida que uno va sumando años y se va despidiendo de un montón de personas a las que ha querido y que han estado a su lado, cada pérdida es un agujero en el tejido de lo real, pero ese agujero es un poco como los agujeros negros del universo interestelar, está activo, es decir, son agujeros donde pasan cosas, cosas que tienen que ver con lo que viviste en la relación con esa persona, de ahí el título de la novela, Donde no estás”. De esta manera, la obra se configura como una novela de fantasmas en la que, si bien son muchos los vivos que ocultan secretos, más son los muertos que revelan verdades. Además, resulta curioso, y casi


pasa inadvertido, el homenaje a Manuel Azaña que realiza este autor mediante la introducción de una camisa suya en diversos acontecimientos de la novela. Asimismo, se debe señalar que Martín Garzo entrelaza la historia de Ana y su familia con una minuciosa descripción del bello paisaje rural en el que se desarrolla la acción. A pesar de la cuidada elaboración de esta novela, así como de su lenguaje y de sus personajes, el final de la misma se presenta, en cierta medida, como un conjunto de datos desconcertantes e inconexos puesto que se entremezclan en él demasiadas voces narrativas: la de la madre de Ana a través del diario que

le escribió a su hija, la de la abuela, la de las criadas de la familia, la de la propia joven, etc. No obstante, cabe recapitular que Gustavo Martín Garzo ha logrado crear en Donde no estás un fantástico mundo de secretos y verdades ligados a la memoria, tanto a la individual, como es el caso de Ana y su familia, como a la colectiva, la de un país sumido en la más dura posguerra. “No hay una verdad absoluta, la verdad siempre es fragmentaria, la verdad siempre escapa de nuestras manos”, señala el autor, “¿sabes dónde no está la verdad? En manos de quien dice tenerla.” Cristina Suárez 25

Gustavo Martín Garzo, Donde no estás Barcelona, Destino 368 páginas, 20 euros


La felicidad y el dolor: las emociones que nos mueven

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a presente obra, Ocho centímetros, es obra de una autora con una voz diferente y que muy difícilmente te deja indiferente: Nuria Barrios (Madrid, 1962). Esta autora comenzó su andadura literaria con Amores patológicos, publicada en 1998. En esta obra encontramos uno de los rasgos más propios de su obra: la idea de la irracionalidad inherente del ser humano, que siempre está presente detrás de su aparente equilibrio. También publicó dos poemarios, como El hilo de agua (2004), ganador del premio Ateneo de Sevilla, y Nostalgia de Odiseo (2012), un libro de viajes —Balearia (2000)— y un libro de relatos —El alfabeto de los pájaros (2011)—. Escribió numerosos relatos independientes que publicó en varias antologías de relatos; algunas de estas antologías son Páginas amarillas, Vidas de Mujer, Cuentos de mujeres solas, Pequeñas resistencias, Tu nombre flotando en el adiós o Cuentos breves para ir y venir. Ocho centímetros nos presenta varios relatos que tienen un nexo o idea común: la relación tan íntima que el dolor y la felicidad pueden tener. En esta obra, descubrimos que a pesar de que aparentamos ser personas lógicas o razonables, en realidad, los seres

humanos somos seres dominados por las emociones; emociones que nos pueden llevar a superarnos como personas pero también a destruirnos de manera irreparable. Las historias que se utilizan para plasmar esta idea son diversas y muy diferentemente contadas: mientras las primeras están interconectadas —su nexo de unión es la presencia mayor o menor del pueblo gitano—, las demás son historias individuales en las que se cuenta el dolor y la felicidad tan intensos que se pueden encontrar detrás de situaciones más o menos cotidianas: la inminente muerte de un ser querido, la próxima separación de dos amigas de la infancia, el quiero y no puedo en una falsa relación de amistad entre un hombre y una mujer… Todas son situaciones comunes que podemos vivir cualquiera. Este uso no es casual: nos indica que la irracionalidad está presente incluso en los actos más cotidianos. Las patologías mentales reflejan mejor que nada cómo el equilibrio mental entre razón y emoción en los seres humanos puede ser muy frágil, cuando no aparente: la obra acaba con la afirmación de una chica internada en un psiquiátrico que dice que los seres humanos buscamos la felicidad pero también necesitamos el dolor. Hoy en día, relacionamos la irracionalidad con costumbres o pueblos que van en contra del progreso y este motivo o prejuicio


social está presente en la obra ya que uno de los elementos que más presente está en el relato es el pueblo gitano, que en la obra se presentan divididos en dos grupos sociales: los gitanos evangelistas que creen en los milagros y en la oración y los que consumen o trafican con drogas. La utilización de un pueblo que aparece retratado como irracional y resulta marginal en la escala social nos indica simbólicamente la contradicción bajo la que vivimos. Cada relato de Ocho centímetros está contado desde el punto de vista de un personaje y cada personaje se fija más o menos en su situación externa algo que otorga individualidad a cada uno de los narradores de la obra y lo hace más

personal y único. Esta individualidad no es aparente: tan subjetivos son los narradores como lo somos, en realidad, todos los seres humanos. El lenguaje de la obra es cercano y sencillo empleando la autora numerosos vocablos muy coloquiales. Sin embargo, la estructura es cuidada ya que, a pesar de la sencillez, el lenguaje está muy bien escogido, creando un impacto que perdura incluso después de haberlo leído. El lenguaje perfectamente escogido lo observamos en las situaciones que nos cuenta la obra, que van en crescendo y desembocan en la inevitabilidad de relacionar la felicidad con el dolor. El lenguaje claro es un recurso que puede recordarnos a Bécquer, un autor que nos llega al corazón a muchos lectores de hoy en día, uno de los autores paradigma en emocionalidad y en una retórica sencilla pero cuidada. En muchas ocasiones, la claridad y falta de lenguaje retórico se identifican con autores que son principiantes, sin embargo, este no es el caso: la composición cuidada de la obra siempre es un signo de habilidad literaria y, por lo tanto, de un autor que vale la pena leer. Fabiola Stoian

Nuria Barrios, Ocho centímetros Madrid, Páginas de Espuma 184 páginas, 15 euros

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Predestinados al fracaso

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uisgé Martín (Madrid, 1962) es uno de los mejores urdidores de historias que tenemos en nuestro campo literario. Sus novelas poseen una notable tensión narrativa, derrochan capacidad de invención, ya sea dentro del registro del thriller político –Las manos cortadas– o en el de la novela erótica –La mujer de sombra–, por citar solo dos de sus mejores novelas. Esto se corrobora con La vida equivocada, donde se explora el muy literario tema del fracaso. Fracaso que aquí es heredado, pues se trata de los rumbos errados de dos personajes, padre e hijo, Elías y Max. El narrador de ambas historias, cuyo nombre y circunstancia coinciden con los del Luisgé Martín autor del libro, y Max se conocieron en los años de juventud de ambos. Entonces mantuvieron una apasionada relación amorosa. Se reencontraron muchos años después, convertido ya Martín en novelista y Max en un marginado social que recordaba aquella historia juvenil con viveza. Solo entonces el narrador pudo comprender el enigmático comportamiento de Max, que, junto con su belleza casi adolescente, tanto lo atrajo en aquellos lejanos años. Este hilo le permite relatar ambas biografías a través de un legado escrito que le sirve de fuente, en una estructura muy bien armada que solo al final cobra pleno sentido.

Elías y Max responden a un tipo de personajes de estirpe cervantina, muy apreciados por autores como Luis Landero, que aspiran a una existencia ideal que los redima de la mediocridad a la que su origen los aboca y que trágicamente excede sus posibilidades, causando frustración a sí mismos e infelicidad entre quienes están a su alrededor. Están marcados por su diletantismo y por su incapacidad para comprender el medio y poner un rumbo firme hacia el éxito. Tanto en el caso del padre como en el del hijo juega un papel capital su sexualidad: agresiva y comercial en el caso de Max; culposa y desviada en el de Elías. Lo que no posee igual relevancia sobre las biografías de ambos es el medio ambiente en el que viven, que para el narrador resulta completamente irrelevante a la hora de explicar sus vicisitudes. Los años en los que se gestan los respectivos fracasos –la moral pública, las ideologías o las coordenadas del orden social y político– apenas tienen relieve en La vida equivocada. Los personajes quedan en una cierta atemporalidad que mengua el valor del relato, en favor de la reflexión sobre la fatalidad de las decisiones tomadas y sobre la falsedad de las apariencias, con el trasfondo de un acusado escepticismo ante la capacidad de conocer las razones profundas del otro, escepticismo que se


extiende también a la posibilidad que tenemos de construirnos nuestra propia biografía, lo cual es una constante de la obra de Martín. Al mismo tiempo se incide –cabría preguntarse sobre la originalidad de las ideas que al respecto se vierten en la novela– en la belleza, el sexo y la felicidad, que son, junto con el fracaso, los temas principales de esta novela. De hecho, parece decirnos, el camino que estos personajes quieren emprender hacia el éxito parte del error de partida de menospreciar la felicidad de las cosas naturales y sencillas. El lenguaje de Martín está caracterizado por su eficiencia y convencionalidad, con escasa voluntad de novedad, tan escasa que son frecuentes

las caídas en banalidades y lugares comunes; el estilo resulta cronístico, con leves concesiones a la sentenciosidad superflua cuando se pretende obtener enseñanzas de los ejemplos de vida de los personajes. Como ya se ha dicho, el tiempo de la historia discurre con llamativa rapidez a lo largo de las casi trescientas páginas de la novela. No hay predominio de diálogos, antes bien, se impone la sucesión de acontecimientos. Lo más interesante quizá resulte cómo juega el narrador con la ordenación de los sucesos, narrando la historia en el mismo orden en que la averigua, que no es el cronológico, pues en el discurso del narrador va primero la historia de su propia relación con Max, luego la de Max, el hijo, y finalmente, la de Elías, el padre. Ello dota de una rara y apreciable unidad a la novela a través de elipsis rellenadas al final y de personajes y sucesos cuyo sentido solo nos es dado cuando conocemos la historia completa de los dos protagonistas, cuyos destinos se unen en unas comedidas y emocionantes páginas finales, cuando el desastre y la incomunicación están ya consumadas. Fernando Larraz

Luisgé Martín, La vida equivocada Anagrama, Barcelona 288 páginas, 18,90 euros

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El peso del corazón, una historia de equilibrio, supervivencia y pasión

osa Montero nace en Madrid en 1951. Estudió Periodismo y Psicología. Es autora de numerosas novelas como Crónica del desamor (1979), La hija del caníbal (Premio Primavera, 1997), El corazón del Tártaro (2001), Historia del Rey Transparente (Premio Qué Leer, 2005), Lágrimas en la lluvia (2011 y 2015) y La ridícula idea de no volver a verte (2013). También es autora de un libro de relatos, Amantes y enemigos (1998), de varias obras relacionadas con el periodismo e incluso de libros infantiles como El nido de los sueños (1991). Su trayectoria periodística ha sido reconocida con algunos premios importantes como el Premio Nacional de Periodismo, el Premio de Periodismo de El Mundo y el Rodríguez Santamaría. Actualmente colabora en el diario El País.

vista, resulta sencillo, pero que encierra todas las preocupaciones de un mundo que, aunque futurista, no se aleja de la realidad social actual. Bruna Husky se enfrenta a una trama de corrupción relacionada con la energía y la fragilidad entre una dictadura religiosa y una tierra amenazada por el desequilibrio social y humano. En esta nueva aparición, nuestra detective de Lágrimas en la lluvia regresa acompañada de nuevos personajes como Yiannis, el inspector Paul Lizard o la violinista. Además de una niña rusa de diez años de la que se hará cargo, y con la que experimentará nuevas sensaciones y cuyas repercusiones harán de nuestra protagonista un personaje vital y decisivo. Un análisis sobre el comportamiento humano dentro de una sociedad corrompida y una vida compleja en la que hay una disposición al cambio y a la superación. Una novela política y de verdad, y sobre el amor y la necesidad que tenemos los humanos de “ser con otros”. Los personajes son más profundos, más hondos y con más dificultades, aunque es esa carga emocional la que les permite crecer. Una historia que invita a la reflexión, tanto vital como cultural y de creación.

Bruna Husky regresa al mundo de la ficción para luchar por la libertad y las injusticias sociales, una reflexión sobre las perspectivas, no siempre luminosas de la vida, también de muerte y, por supuesto, de amor. El peso del corazón es una obra que gira en torno a la detective Bruna Husky, en pleno siglo xxii, cuando ha sido contratada El estilo de Rosa Montero para resolver un caso que, a primera es hipnótico y tentador. Utiliza la


verosimilitud como un recurso imprescindible para conectar con sus lectores, pues la obra se enmarca en un paisaje futurista. La narración es natural, fluida y espontánea. A través de la descripción logra dibujar un relato plagado de imágenes a gusto del receptor y su capacidad imaginativa. La temática es de interés colectivo como por ejemplo, las relaciones amorosas, el abuso de poder, el machismo, la segregación social, la búsqueda de uno mismo y de la felicidad. El factor tiempo resulta efímero y depende de las acciones de los personajes y la rapidez de sus decisiones. La coherencia textual dentro de un mundo que juega con la fantasía es impecable, lo que deja entrever su madurez como

narradora y escritora, al mismo tiempo. El definitiva, El peso del corazón es una historia de claroscuros sentimentales, de héroes que luchan contra sí mismos para volverse a encontrar, de dolor e investigación que marcan un principio en la vida de Rosa Montero, pero no un final en Bruna Husky, pues la complicidad de ambas hace que su relación sea unívoca. Un thriller arriesgado que nos convierte en cómplices, amantes y, como no, en un poco más tigres. Cristina Ruiz Moro 31

Rosa Montero, El peso del corazón Barcelona, Seix Barral 400 páginas, 19 euros


Alrededores Los amigos, una lectura de la vida

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uando leemos un libro que pertenece a una cultura tan lejana a la nuestra como la japonesa, corremos dos riesgos. Por un lado, dejarnos seducir por lo exótico del texto y omitir, en consecuencia, los lugares comunes en los que cae la obra, así como otros defectos que puedan existir en esta. Por el otro, podemos caer en el error de criticar el libro, guiados por nuestros prejuicios, olvidando la cultura que lo produjo. El lector de Los amigos (1992), de Kazumi Yumoto, corre estos riesgos. La novela cuenta la historia de tres amigos de doce años que, curiosos ante la muerte, deciden espiar a un anciano que supuestamente está por fallecer. Es así como el excéntrico Kawabe, el “gordinflón” Kamashita y Kiyama, a quien llaman “espaárago” por ser alto y flaco, se dedican a vigilar a un viejo que vive en una casa descuidada y sucia. Durante un verano, estos niños cambiarán su perspectiva sobre la muerte y, en general, sobre la manera en que ven y viven sus vidas.

El libro gozó de un éxito incuestionable cuando se publicó originalmente, en Japón, hace más de veinte años (hasta tuvo una adaptación al cine) y todavía hoy recibe una buena acogida por la mayoría de sus lectores, incluidos algunos que se aproximan a la novela por primera vez en la traducción de José Pazó Espinosa, publicada este año por Nocturna Ediciones. Es una novela de iniciación, dirigida a un público joven y que aborda el problema de la madurez a través de las reflexiones que los protagonistas hacen sobre la muerte. La anécdota resulta tan interesante como predecible: desde el momento en que leemos la sinopsis de la novela podemos imaginar no solo cómo va a terminar, sino algunos momentos claves de su desarrollo. Para no arruinar la lectura, no daremos detalles al respecto. Pero la historia resuena constantemente en nuestra cabeza: la hemos leído antes o la hemos visto en alguna serie de televisión o película. Los jóvenes protagonistas son los típicos preadolescentes, incómodos con sus cuerpos y sus vidas, que nos revelarán sus problemas y sus historias mientras nos adentramos en novela.


Poco a poco, las cáscaras estereotípicas se quebrarán y nos permitirán ver el carácter verdaderamente humano de los personajes. Por lo menos, resulta claro que esa es la intención de la autora. Más allá, para el lector novato, al que está dirigida la novela, esto no será un problema. El narrador sabe llevarnos con cuidado a lo largo de la historia, con un tono ameno y manteniendo siempre el interés del lector. De la misma manera, más allá de lo tópico de ciertos elementos, los personajes son redondos y las reflexiones que hacen nunca caen en la frivolidad. Por eso, incluso el lector experimentado, el que es capaz de deducir toda la trama en las primeras páginas, podrá aproximarse a un tema tratado hasta el cansancio, la muerte, de una manera fresca y nada ingenua.

Kazumi Yumoto, sin ser pretenciosa, aborda un asunto de alta complejidad y el resultado no decepciona. La construcción de la novela es precisa y la trama se desenvuelve sin problemas. Trata un tema personal para la autora y no le importa hacérnoslo saber. Quizá esa es la clave, más allá de las distancias culturales y de los tópicos en que pueda caer: este libro pretende acercarnos al mundo íntimo de sus personajes, que se revela ante nosotros y nos hace pensar, más que en la muerte, en la vida. Javier Ignacio Alarcón

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Kazumi Yumoto, Los amigos Madrid, Nocturna Ediciones 210 páginas, 14,90 euros Traducción: José Pazó Espinosa


Ambición transformada en independencia

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a vida puede tomar muchísimos derroteros distintos y, aunque un hombre sea el capitán de su alma, necesita un buen timonel a su lado para surcar mares inexplorados”. Bess Steed narra su vida en la novela Una mujer de recursos, una historia llena de imprevistos y triunfos. La historia comienza en el año 1899, cuando la independencia de la mujer aún era relativa, y termina a finales de la década de los sesenta. Tras la pequeña herencia que recibe, Bess comienza a forjar un futuro. Se conoce a la protagonista a través de sus cartas y de los telegramas que esta escribe a lo largo de toda su vida. Fue publicada por primera vez en 1978 por la periodista Elizabeth Forsythe Hailey (Dallas, 1938) y se convirtió en un best seller rápidamente. La autora confiesa en el prólogo de la novela que la vida de Bess está inspirada en la historia de su abuela, historia que era “un retrato en miniatura de los grandes cambios que se produjeron en el siglo xx en la vida estadounidense”. La correspondencia de Bess consigue atrapar y refleja a la perfección el papel de aquellas mujeres que tuvieron que ganarse su independencia en la primera mitad del siglo xx. Debido al éxito de la novela, se realizó una miniserie en el año 1995.

Estados Unidos aprueba el sufragio femenino en el año 1920, aunque este país fue uno de los primeros en reconocer este derecho universal. Bess nace con el carácter necesario para plantarle cara a las adversidades. Quiere crecer como un individuo más y no como una marioneta, decisión que se observa desde las primeras páginas. La relación de Bess con los hombres que la rodean siempre ha sido de igualdad y eso puede advertirse en su primer matrimonio. Se casa con Rob, amigo de la infancia y de pocos recursos económicos, cuando son muy jóvenes. Es Bess quien consigue que Rob ascienda y sea capaz de fundar con ella una empresa próspera y fuerte. Bess, que puede permitirse viajar y estudiar, se convierte en una madre ejemplar y llena de vitalidad a lo largo de los años. En esta novela epistolar el lector puede entrar dentro de la intimidad del personaje y conocerlo desde dentro. Sin embargo, aunque sea Bess la única narradora también se perfilan muy bien el resto de personajes, quienes están muy bien definidos a lo largo de toda la novela. Aunque las cartas pueden dar en ocasiones un ritmo lento a la historia, son los telegramas los que consiguen sorprender y cambiar la vida de Bess en solo un instante. Por otra parte, se puede advertir claramente cómo evoluciona


y madura el personaje de esta mujer durante sus setenta años de vida. La protagonista expresa en sus cartas cómo se siente y qué piensa con una total sinceridad. Por ejemplo, en aquellos pasajes en los que pasa por un momento más difícil, Bess escribe cartas más largas y menos espaciadas en el tiempo. Por el contrario, cuando está alegre y disfruta de un momento próspero, sus cartas comienzan a ser más breves y escasas. Una mujer de recursos es una novela que recuerda a todas aquellas mujeres que lucharon por hacerse oír en un mundo en el que solo podían dedicarse a la familia y al hogar. Bess, una mujer aventurera y decidida, vive con intensidad y con optimismo en todas

las etapas de su vida. Son numerosas las referencias al teatro, a la literatura y al cine de cada una de las décadas en las que habla la protagonista. Por otra parte, sus viajes también aportan datos históricos muy interesantes, como en el caso de las dos Guerras Mundiales. Bess comprende con los años que no necesita a ningún hombre que la sostenga. Si tiene que dirigir su barco, lo mejor que puede hacer es tomar el timón y dirigirlo hacia un futuro próspero y deseado. Paula Mayo

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Elizabeth Forsythe Hailey, Una mujer de recursos Barcelona, Libros del Asteroide 336 páginas, 21,95 euros Traducción de Concha Cardeñoso


Soledad

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on Lila, Marilynne Robinson (Sandpoint, Idaho, 1943) continúa con la tradición literaria del Midwest ya que la novela se sitúa en Gilead, Iowa, un pequeño pueblo asolado, al igual que todo el país, por la crisis del veintinueve. Lila, una joven marginada, nos va relatando su miserable peripecia vital pasada a la vez que nos cuenta su historia actual de amor con John Ames, un hermoso anciano y reverendo de Gilead. Lila evoca otras voces al oeste del Mississippi: Toni Morrison y su lucha en favor de los derechos civiles de la población negra y sobre todo de las mujeres; William Faulkner y su fotografía de la decadencia sureña; Upton Sinclair con su descarnada visión de un MedioOeste cruel y deshumanizado; John Williams, que hace que la vida de una persona insignificante cobre sentido y nos parezca bella en Stoner. Y ahora Marilynne Robinson, con su trilogía compuesta por Gilead, En casa y Lila, se arraiga a ese suelo geográficamente literario y nos adentra en la desesperación de la población más necesitada y desprotegida de los EE.UU. tras la Gran Depresión. Lila es una más de los desposeídos, su familia la maltrata y Doll se la arrebata para cuidar de ella. Se unirán a un grupo de jornaleros que

caminan de Estado en Estado buscando trabajo en los campos. La supervivencia se convierte en su único motivo para seguir adelante, hasta que Lila empieza a plantearse el porqué de las cosas, el sentido de todo. En esta búsqueda hacia algo superior que dé sentido a su vida la ayuda el reverendo que terminará convirtiéndose en su marido de una forma poco convencional. Lo que parecía una extraña relación abocada al fracaso se convierte en una preciosa historia de amor y de mutuo entendimiento. A Lila la han abandonado tantas veces que ya no confía en nadie mientras que el reverendo sufrió una pérdida trágica en su juventud de la que no se ha repuesto. Los dos personajes parten de la máxima soledad y, cuando ninguno de los dos puede esperar nada de la vida, se encuentran y por eso aprecian más el poco tiempo que, intuyen, les queda juntos. A pesar de la felicidad que está viviendo, John no se fía de Lila, sabe de su necesidad de moverse sin parar, de huir de todo y de todos. Lila no se ve capaz de adaptarse a la vida en un pueblo siendo la esposa de alguien. Asistimos a la catarsis de Lila, que se desprecia y avergüenza constantemente de su vida de humillación e indignidad y por fin vuelca todas sus miserias en el hombro amable del reverendo. Pero a


Lila le resulta absurdo lo cotidiano, no encuentra sentido a la vida más allá del mero hecho de sobrevivir como hacen los animales. No se deja engañar por el estado de tranquilidad y protección que la envuelve ahora, siempre alerta para cuando la crueldad del mundo vuelva a abatirse sobre ella y la devuelva a la hostilidad a la que pertenece. La eterna contradicción del ser humano: una vez que es feliz, no se atreve a dejarse mecer por su dicha, sino que permanece alerta para cuando se termine, porque sabe que de una manera u otra se acabará.

ser amado y, por tanto, a entregarse por completo. Lila es realista, atea, sin esperanzas, intenta que su marido dé respuesta a sus preguntas, estableciendo una continua dialéctica en el matrimonio en torno a la existencia de Dios. ¿Realmente existe algún rincón donde cobijarse? ¿Y si fuéramos capaces de ser absolutamente felices y desafiáramos a nuestro propio ser alimentando nuestras esperanzas sin limitaciones? Lila y el reverendo son lo suficientemente valientes para intentarlo. Ella posee una sabiduría que el anciano reverendo no ha adquirido ni con su edad avanzada ni Robinson plantea dudas con sus múltiples lecturas de la Biblia y universales como la fugacidad de la vida es que Lila se da cuenta de que incluso y de la felicidad y el miedo a perder al su marido, el reverendo, siente miedo, un miedo que nunca había visto en los pobres paganos harapientos que jamás pensaron en que el Todopoderoso sintiera el menor interés por ellos. Y Lila comprende que no hay nada, como ella ya sabía. Ni siquiera creer en Dios supone sentirse a salvo. María Luisa Suárez Marín

Marilynne Robinson, Lila Barcelona, Galaxia Gutenberg 297 páginas, 19,90 euros Traducción de Vicente Campos

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Libro sin interés

Q

ue al comprar el último libro de Murakami, Hombres sin mujeres, tengas la opción de obtener, a un precio mayor, una camiseta adornada con una especie de lema (“Keep calm and read Murakami”) puede inducir a sospecha por el tipo de producto que se está adquiriendo, ya que de ese modo parece que se antepone el puro márketing al hecho de que un eterno candidato al Nobel haya publicado una antología de relatos.

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relaciones extramatrimoniales, ya sea por parte del hombre como por parte de la mujer. Sorprende no una doble moral, sino la total normalidad con la que se afrontan las infidelidades. Esto puede ser un indicio de la falta de personalidad que tienen los protagonistas; el libro se titula Hombres sin mujeres, pero bien podría llamarse Hombres sin identidad, porque esta depende de otra persona. La siguiente frase puede servir para entenderlo: “Un buen día, de repente, te conviertes en un hombre sin mujer. Ese día sobreviene de repente, sin mediar el menor indicio o aviso, sin corazonadas Como esa camiseta de propaganda ni presentimientos, sin llamar a la puerta cuando dentro de unos años tal vez y sin carraspeos”. pierda el valor comercial que puede tener El libro lo configuran, pues, hoy —o se revalorice, quién sabe—, los siete relatos que forman parte de este individuos cuyas vidas se han fabricado libro se caracterizan por la melancolía. junto con otras personas que, cuando Los personajes sienten un vacío vital faltan, dejan una vacante que es en al situarse permanentemente en el realidad su propia personalidad. A pasado, un particular locus amoenus que esto hay que añadir la obsolescencia tuvieron momentáneamente pero al que programada de tales amoríos, puesto jamás volverán. Los relatos transcurren que estos no duran una eternidad y se en etapas de su vida que los marcaron consideran de usar y tirar, como en cada para siempre y cuyo peso continúan relato se puede comprobar. De hecho, arrastrando, sin intención de cambiar es ilustrativo el título de uno de los más ni de superarlo; les gusta regodearse interesantes, “Un órgano independiente”. en el dolor del recuerdo, lo cual resulta En él, el personaje arquetipo de tedioso y hace que en ocasiones la hombre maduro con una vida holgada complementada narración se vuelva repetitiva. Pero hay económicamente un agravante: ese pasado lo conforman con un gran éxito entre las mujeres se


enamora de una mujer casada y con hijos. Pero esta le abandona; le da de su propia medicina, ya que ese hombre presume de dejar a las amantes cuando le apetece. Se titula órgano independiente porque ha experimentado un sentimiento ajeno a él en particular y a la corporalidad contemporánea en general.

vida, y “Sherezade” es una suerte de versión contemporánea de la homónima protagonista de Las mil y una noches, aunque carece de la belleza original y, con sus flash-backs de juventud, se presenta a los ojos del lector como una mujer que sufre brotes psicóticos; es un relato, en definitiva, inverosímil y que, con caracterizaciones como “ladrona Otro relato que cabe destacar del amor”, resulta ciertamente kitsch. es el primero: “Drive my car”, en inglés quizá por un afán de modernidad. Un El estilo es quizá lo que más actor conoce a su nueva chófer; cuando sobresalga en el libro; se nota que se lo previsible sería que comenzaran una concede importancia a determinados relación, estos establecen una suerte sintagmas, de los que a veces parte la de relación psicóloga-paciente, puesto historia de cada relato. Se repiten a que el actor, recientemente viudo, ve la manera de premonición; una vez en la conductora una persona con la terminado, cobran pleno sentido. Y que compartir sus preguntas sobre el modo de trasladarnos rasgos de los su matrimonio. “Kino” es un relato personajes: “La mención del alcohol desconcertante que puede resultar de ensombreció el rostro de Kafuku”. Sin interés por la entereza con la que el embargo, la traducción en ocasiones protagonista cambia radicalmente de no está demasiado lograda: el adjetivo “esponsorizado” y la cacofonía “incluso en clase” pueden ser dos ejemplos. Haruki Murakami puede tener libros magníficos; lamentablemente, este no es uno de ellos. Sofía González Gómez

Haruki Murakami, Hombres sin mujeres Barcelona, Tusquets Editores 272 páginas, 19 euros Traducción de Gabriel Álvarez Martínez

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Fascinación y locura

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a mujer se arrodilló ante su amante, y con el rostro y el cuerpo rígidos de pavor se miró la mano manchada de sangre. Estaba tendido con el brazo estirado y la palma vuelta hacia arriba, como rogándole que le diera algo; la vida, quizá”. Así es como comienza la nueva novela de Donna Leon (Nueva Jersey, 1942), bajo el título de Sangre o amor, Peligroso es aquel que nada tiene que perder. Tras éxitos como Las joyas del paraíso (2012), Sobre Venecia (2006) o El sabor de Venecia (2011), la gran dama de la novela negra regresa al mundo de la ópera y al teatro de la Fenice, trayéndonos otra aventura protagonizada por el famoso commissario Guido Brunetti, de tal manera que Leon nos vuelve a transportar a la fantástica Venecia y su ambiente después de veintitrés novelas protagonizadas por este personaje, el cual apareció por primera vez en el año 1992 con Muerte en la Fenice, y que continuó en las librerías bajo títulos como Muerte en un país extraño (1993), Mientras dormían (1997), El peor remedio (1999), Amigos en las altas esferas (2000), Malas artes (2002), Pruebas falsas (2004), La chica de sus sueños (2008), La otra cara de la verdad (2009) o La palabra se hizo carne (2012), entre otros.

Tras recibir una gran cantidad de ramos de rosas amarillas, la cantante Flavia Petrelli empieza a preocuparse. No solo por la abundancia de estas, sino también por los lugares en los que aparecen, encontrándolas desde el escenario hasta en la puerta de su propia casa. Así pues, este hecho será el motivo que dé origen a la trama en Sangre o amor. Así pues, en esta ocasión, el señor Brunetti tiene la misión de proteger a su amiga Flavia, una conocida cantante de ópera que está siendo acosada por un seguidor que hace tiempo ha dejado de ser solo eso, pues lo que en un principio puede resultar insignificante, curioso o incluso un acto que provoque satisfacción en la estrella, pasando a ser, simplemente, una anécdota más de todas las que componen la vida de los famosos, llega a ser extremadamente peligroso no solo para la vida de la propia Flavia, sino también para los que la rodean. Todos y cada uno de ellos. Mostrándonos los límites a los que puede llegar el ser humano, ya sea por reconocimiento como por fama o incluso admiración, a través de esta historia se aprecia cómo se puede cruzar la línea que separa la normalidad de la locura, traspasando todos los límites que no deben cruzarse. De esta manera, en esta gran novela de misterio se aprecia


una trama que no deja insatisfecho a ningún lector, siendo este otro de los libros que causan furor entre el público de esta conocida escritora que vive, hoy día y desde el año 1981, en la propia Venecia, motivo por el cual las detalladas descripciones crearán y mantendrán ese fantástico clímax que recorrerá todas y cada una de sus páginas.

perfección el don de la escritura, siendo capaz de cautivar al lector desde la primera línea, como hace en todas y cada una de sus obras, estando publicados hasta en treinta y cuatro países, llegando así a ser un fenómeno de crítica y ventas en la mayor parte de Europa y Estados Unidos. De este modo, es seguro que en su próxima novela, Leon nos deleitará con alguna nueva intriga que, sin duda, Teniendo en cuenta las numerosas estará a la altura de las circunstancias. y grandes críticas como: “La dama del crimen más popular de la actualidad”, Noelia Izquierdo “Probablemente la mejor escritora de novela negra” o “Donna Leon es un clásico de la literatura policíaca”, se entiende cómo esta escritora americana utiliza a la 41

Donna Leon, Sangre o amor Barcelona, Seix Barral 312 páginas, 18,50 euros Traducción de Maia Figueroa Evans


La grandeza del AMOR

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es que dicen que la fe mueve montañas pero en este libro vemos cómo es posible dejarlo todo para acompañar a una persona a la que conoces de poco tiempo pero que para ti se ha convertido en vida. Así es el sentimiento de Dora hacia el doctor. Ella deja su vida en Berlín para acompañarle en los sanatorios y no dejarle solo en los que serían sus últimos momentos de vida. Michael Kumpfmüller (Munich, 1961), historiador y periodista alemán –que también mostró su interés por la literatura alemana– nos trae una novela estructurada en tres partes, divididas a su vez en doce capítulos repletos de pequeños párrafos en los que predomina la primera persona y la conversación expresada sin guiones, todo va seguido, es fluido, lo que hace que la novela sea rápida, como la relación que se establece entre sus protagonistas, por lo que esta presentación es de lo más apropiada. Todo comienza en el verano de 1923, en Müritz, a orillas del mar Báltico. Ella es una joven que apenas supera los veinte y trabaja como cocinera en unas colonias de niños judíos. Él, rozando los cuarenta, está profundamente afectado por la tuberculosis. A pesar de la diferencia de edad (quizá lo más significativo), las circunstancias y la

enfermedad de Franz, comienza entre ellos a surgir eso que se denomina amor y que Kumpfmüller describe tan bien. Los primeros paseos por la costa, las visitas del doctor a la cocina de las colonias, las mañanas en la playa en las que todavía queda alguna fuerza para nadar, los planes de marcharse juntos a Berlín... “Dora se ríe mucho con esas historias. Ambos están sentados en la playa y se cuentan historias sobre la espera. También el doctor lleva media vida esperando, al menos esa es la sensación que tiene después de tanto tiempo: uno espera y no cree que vaya a llegar nadie, pero de repente ocurre justamente eso”. Berlín no era el mejor destino al que acudir en el periodo de entre guerras. La moneda no hacía más que devaluarse y los precios eran cada vez más altos, pero eso no importa si tienes junto a ti a la persona adecuada. Del mismo modo empiezan a sentirse los prejuicios hacia el pueblo judío. Al principio la convivencia es casi casual, Dora conserva su propia habitación, pero al final es un gasto innecesario y se da un paso oficial, aunque antes había sido una decisión difícil para él, con Dora todo es fácil y natural. Pero la realidad presiona y el dinero es una dificultad, él escribe cada vez menos y los precios suben a diario, por no mencionar la enfermedad que en


el crudo invierno berlinés se hace cada vez más patente hasta que, comenzando la primavera, se hace imposible que Frank siga allí y han de marcharse. La separación para ambos es muy dura, son semanas eternas, pero el deseo del reencuentro lo hace soportable. Por fin juntos se dirigirán hacia el final del camino en un sanatorio de Viena en el que Kafka poco a poco se dejará ir. “Durante unos días tiene miedo. Por las noches, cuando está despierto, cuando solo hay silencio a su alrededor, cuando se esfuerza por escuchar si hay algo ahí, en esa espesura de silencio, el rumor reconfortante de algún tipo de agua, unos pasos, un susurro en la habitación de al lado, así tendría algo a lo que agarrarse, una mínima

prueba de que la vida no se acaba, de que solo es de noche y a la mañana siguiente despertará, sano y salvo”. Dora demuestra su madurez cuando apenas tiene veinte años, pero es que esa es la grandeza del amor, pues ella cuida de él, día tras día, sin preocuparse de sí misma y lucha y reza y desea a cada momento que él se recupere y volver a Berlín y pasear y reconocer de nuevo los viejos rincones. Como lectores sabemos que fue el último amor de Kafka y por qué terminó, pero también soñamos con ese milagro y con un final de la historia alternativa. ¿Románticos? Puede ser, pero ¿por qué no serlo? Soledad Abad

Michael Kumpfmüller, La grandeza de la vida Barcelona, Tusquets 265 páginas, 18 euros Traducción de Belén Santanta

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La modernidad y el amor romántico

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aolo Giordano (Turín, 1982), autor de la novela Como de la familia, es un autor con una voz diferente. Este autor es un joven de 26 años que se doctoró cum laude en Física por la universidad de Turín. Sus lectores descubrimos que esta educación científica es ciertamente importante en sus obras pues así es su estilo literario, aparentemente frío y científico pero que se mete de lleno y llega al corazón de la sensibilidad más pura. Giordano comenzó su andadura literaria con La soledad de los números primos, publicada en 2008. Esta primera novela nos esbozaba un estilo que iba a convertirse en propio: un estilo científico que busca llegar hasta las motivaciones más íntimas de sus personajes. Gracias a esta novela ganó el premio Strega en 2008, siendo el escritor más joven en recibirlo. Durante su estancia con el ejército italiano en Afganistán escribió su segunda novela El cuerpo humano. También ha publicado numerosos relatos cortos, la mayoría en la revista literaria Gioia. Como de la familia es una novela breve de apenas 144 páginas que nos describe la vida familiar de un matrimonio moderno, formado por el protagonista masculino, desde cuyo punto de vista se cuenta la novela, Nora, la

esposa, y su hijo Emanuele. El equilibrio de la vida familiar es más precario de lo que parece y está en realidad basado en un personaje que aparentemente es secundario pero cuya presencia es vital para la vida de los demás personajes: el de la señora A., sin duda, el personaje principal de la obra. La señora A. es descrita por el narrador como una mujer marcada por una educación patriarcal y machista que, sin embargo, es muy fuerte y vital; también es la principal ayuda para que el matrimonio del protagonista y Nora funcione. El protagonista y Nora son dos personajes con una personalidad muy independiente a los que les cuesta compartir y que, sin embargo, están enamorados. Su amor no es apasionado pero observamos que sí es profundo, al menos por parte del protagonista masculino. Sus personalidades tan diferentes (el protagonista insiste en que su mujer era vital y él no, él tenía problemas para dormir, ella no, él era un hombre de pensamiento científico y algo distante, mientras que ella lo sentía todo a flor de piel…) casi les lleva a separarse. Esta novela retrata muy bien los problemas que atraviesan las parejas en esta época moderna que, por el propio mensaje contradictorio que manda nuestra cultura, a veces no saben cómo adaptarse. Vivimos en una cultura que acepta mejor la conducta sexual liberal


pero, al mismo tiempo, observamos que las viejas instituciones sociales como el matrimonio o la familia tradicional se resisten a desaparecer. Vivimos en una época en la que buscamos un punto medio que, sin embargo, observamos que es difícil alcanzar pues la cultura que nos precede nos marca y siempre está en nuestro inconsciente, aflorando cuando menos lo esperamos. El ambiente que nos describe la obra es frío; la emoción no es desbordante, impactante, sin embargo, siempre está presente, contenida y vista desde la distancia pero presente La emoción contenida se corresponde con la mentalidad del protagonista, que es científica. El estilo del autor

nos recuerda al rigor y “frialdad” de la ciencia que, como ya se ha comentado antes, es propio del estilo de Giordano. En esta novela observamos una cierta maduración literaria ya que el lenguaje es más íntimo y más sofisticado que en la Soledad de los números primos. La composición de la novela también es mejor, al cambiar el punto de vista omnisciente a uno que se corresponde con un personaje de la novela haciendo que el mensaje de la novela llegue mejor al lectorado. Estos cambios nos hablan de un autor que ha pasado un proceso de maduración literaria y que, sin embargo, es fiel a su propio estilo. Si buscáis un autor diferente que os llegue al corazón, Paolo Giordano es tu autor, una de las mayores promesas de la narrativa italiana.

Fabiola Stoian

Paolo Giordano, Como de la familia Barcelona, Salamandra 144 páginas, 15 euros Traducción de Carlos Mayor

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El placer de la lectura

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Jean-Paul Didierlaurent (La Bresse, 1962) le ha llegado el éxito comercial con El lector del tren de las 6.27, su primera novela, donde quedan manifiestos los inicios de un escritor que se internó en el mundo de la narrativa a una edad relativamente tardía: en el año 1997. Sus primeras producciones literarias están constituidas por relatos cortos, los cuales le han permitido alzarse con algunos galardones tanto en el ámbito francés como fuera de sus fronteras. De hecho, ha llegado a obtener el premio Hemingway, de prestigio internacional, por partida doble: en 2010, con Brume, y en 2012, con Mosquito. La literatura de Didierlaurent no se había difundido en español hasta la reciente publicación de esta novela en Francia, donde se ha convertido en un best-seller que está recibiendo una calurosa acogida en otros países, como lo demuestra el hecho de que se encuentre en vías de publicación en más de veinticinco. No parece casual que en España la editorial Seix Barral haya apostado fuertemente por ella. El lector del tren de las 6.27 ubica en su centro un asunto sobre el que incide una y otra vez: el valor de la lectura, en el sentido más humano y vital que caracteriza el acto de acercarnos

a las páginas de un libro. Esta idea se transmite mediante una historia protagonizada por un personaje a cuya perfecta medida está configurado el universo literario. Nos referimos a Guibrando Viñol, cuyo nombre no pasa inadvertido: “Guibrando Viñol había hecho su entrada en la vida con la carga del desafortunado retruécano surgido de la unión entre su apellido y su nombre de pila: Vibrando Guiñol”. Lleva una vida que podría ser la de cualquiera, a pesar de que trabaja para una extraña compañía: la Sociedad de Tratamiento y Reciclaje Natural. Su tarea consiste en poner en marcha la Zerstor 500, una máquina que destruye los libros que no se consumen, sin la cual “la fábrica no habría sido más que un almacén inútil”, nos indica el texto. Al final de la jornada, Guibrando busca las pocas páginas que no han sido devoradas, para leerlas en alto cada mañana mientras se dirige al trabajo, en lo que para él constituye una salvación, absolutamente cotidiana, de la literatura y de sí mismo. La lectura es un hiato del penoso transcurrir de los días del protagonista. Sin embargo, su vida experimenta un cambio total una fría mañana del mes de marzo, cuando en uno de sus habituales viajes descubre algo trascendental. Asimismo, junto a este personaje, otros participan en la historia, los cuales se encuentran


configurados a partir de su relación con el protagonista. Descuellan tres, a los cuales él mismo se refiere: “Mi único bien es un pez rojo que se llama Rouget de Lisle, y como amigos tengo a un tullido que se pasa la vida buscando sus piernas y a un versificador que solo sabe hablar en alejandrinos”. Además, resulta fundamental otra figura que irrumpirá con fuerza durante el desarrollo de la novela. En definitiva, el gran mérito del libro estriba en su capacidad para recordarnos la capital importancia de la lectura, agente que puede hacernos superar los problemas más complejos o, incluso, variar nuestra propia vida en

algún sentido. Urge lanzar un mensaje así en una sociedad como la nuestra, donde leer no está de moda, como tampoco parece estarlo la actividad reflexiva e introspectiva, que ha quedado para solo unos cuantos. Sí que gozan, en cambio, de una notable actualidad la práctica y la idea de que el conocimiento solo vale cuando es directamente aplicable, lo que no extraña si pensamos en la relevancia concedida, hoy por hoy, a los parámetros de la productividad y el beneficio. Ahora bien, debemos cuestionar que El lector del tren de las 6.27 solo profundice en este aspecto, que falten otras claves que, a simple vista, podamos tratar de descifrar. Esto juega en contra de una novela tan celebrada por la crítica. Al igual que la normalidad se erige en la principal seña de identidad de Guibrando Viñol —quien no es “ni guapo ni feo, ni gordo ni flaco”—, únicamente podemos calificar nuestra novela con este apelativo, si bien su mensaje de fondo debiera elevarse entre el ruido de muchos otros, así como su irresistible optimismo. Solo eso, aunque no es poco. Pedro Mármol Ávila

Jean-Paul Didierlaurent, El lector del tren de las 6.27 Barcelona, Seix Barral 200 páginas, 17,50 euros Traducción de Adolfo García Ortega

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Polifonías La protesta: las voces de los nadies

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n Protestar en España 19002013 Rafael Cruz realiza un acercamiento a la historia de la protesta en España durante el pasado [y corto] siglo xx y la evolución que ha tenido la misma en los primeros años del siglo xxi. El libro está dividido en tres partes perfectamente diferenciadas: en un primer lugar analiza la protesta entre los años 1900 y 1939 con el auge de la protesta obrera, los años de la dictadura de Primo de Rivera y el auge de las contradicciones sociales durante la II República y la Guerra Civil; posteriormente estudia las formas de protesta clandestina durante los años del Franquismo y postfranquismo (1939-1977); y finalmente dedica una última tercera parte a ver la evolución de la protesta durante la restauración monárquica hasta la actualidad, caracterizada inicialmente por una institucionalización de los actores sociales y políticos (1978-2013). En las páginas de este ensayo destaca la variedad de formas de protesta que se han ido dando a lo largo de estos años y que han estado condicionadas

por la realidad social del momento: no es lo mismo la forma de protesta en una sociedad postfordista, que en una sociedad agrícola; o la protesta en la clandestinidad que con un sistema democrático donde los partidos y sindicatos están institucionalizados. De esta forma, Rafael Cruz analiza cómo a principios del siglo xx en función de cómo las capas populares españolas van adquiriendo mayor protagonismo político, relacionándose con ideas y propuestas políticas de ámbito internacional (por ejemplo, el socialismo), se va desarrollando una protesta que el autor considera “cosmopolita”, que es coordinada y organizada, en detrimento de un tipo de protesta “comunitaria”, con una perspectiva más localista. Determinados sectores económicos y políticos tienen muchos espacios para plantear sus ideas y llevarlas a cabo. Los que son propietarios de los medios de producción, de comunicación y que tienen más relación con los partidos que lo sustentan no tienen que recurrir a otros mecanismos para difundir una


idea. Sin embargo, los nadies —que diría Eduardo Galeano— no tienen otra forma de llevar a la esfera pública sus ideas, luchas y reivindicaciones si no es con la toma del espacio público. Plazas, paredes, calles, muros, hojas de firmas, panfletos, pasquines, manifestaciones, concentraciones, escraches, huelgas… son solo una pequeña exposición del amplio repertorio que analiza Rafael Cruz. Es importante destacar que en el libro aparecen pocos nombres propios, pues la protesta es por definición amplia y colectiva, por lo tanto el autor decide de forma intencionada referirse a las personas que participan de forma genérica y nunca personalizada. Debido al amplio marco que es analizado en el ensayo, no se profundiza en exceso en las dinámicas de la protesta, limitándose a hacer un esquema de la evolución de la misma. Sería interesante profundizar en algunos aspectos, como por ejemplo la diferencia de

consignas entre la protesta al final del franquismo, sus mensajes (“ruptura”, “propiedad colectiva”, “democracia de base”, “autogestión”) y cómo ellos no se correspondieron con el marco orgánico e institucional que surgió de la transición (“reforma pactada”, “consenso”, “concertación social”, “monarquía parlamentaria”), algo que sí que se analiza en otros ensayos, como el de Juan Antonio Andrade sobre El PSOE y el PCE en [la] transición. Es interesante analizar la protesta como una extensión de conflictos, en los cuales distintos modelos, clases sociales o ideas confrontan entre sí y resultan victoriosas o derrotadas. Estudiar de qué manera se corresponde el discurso hegemónico en una época histórica con el de la protesta es importante para analizar qué modelo resultó vencedor, sobre todo si de forma tradicional se trata de invisibilizar el conflicto. En definitiva, Protestar en España 1900-2013 resulta un ensayo interesante que introduce las pautas y dinámicas de la protesta en España y su evolución en relación con las condiciones sociales y políticas. Resultaría interesante una profundización más en algunos análisis pero tal vez no sería acorde con el formato en que está planteado el ensayo. Mario Bueno Aguado

Rafael Cruz, Protestar en España 1900-2013 Madrid, Alianza Editorial 332 páginas, 22 euros

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El cepillo a contrapelo

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a aparición en las últimas décadas de una cantidad ingente de novelas sobre la Guerra Civil ha llevado a David Becerra a reflexionar en esta investigación acerca de cómo nos están contando la historia española reciente: el autor revisa a conciencia un corpus extenso de novelas sobre la Guerra Civil publicadas en los últimos treinta años y pone contra las cuerdas la narrativa de autores como Antonio Muñoz Molina, Almudena Grandes, Andrés Trapiello, Javier Marías o Javier Cercas, entre otros, con el fin de dirimir el discurso que encierran y de sacar a la luz las trampas ideológicas a las que estos autores nos someten. Isaac Rosa habla en el prólogo de “ese lugar central que viene ocupando la ficción en la (re)construcción del pasado a efectos ciudadanos” y de la responsabilidad que ello conlleva. Por ello, en La Guerra Civil como moda literaria se analiza el lugar desde el que se narra nuestro pasado reciente.

en el que se presentaban algunas de las cuestiones que se desarrollan en La Guerra Civil como moda literaria. Ahora, en este estudio bien documentado, la hipótesis que maneja el autor parte de la consideración de que la moda literaria de la Guerra Civil es una consecuencia lógica de la posmodernidad —entendida esta como lógica cultural del capitalismo avanzado, de acuerdo con las tesis de Fredric Jameson—, de modo que la vuelta al pasado de la novela actual se explica como un efecto del fin de la Historia: en un mundo concebido como perfecto y sin contradicciones, es necesario buscar un conflicto en el pasado para articular la trama de la novela, pero en ningún caso esta vocación de mirar hacia el pasado tiene un propósito transformador en el presente. Esta hipótesis de que la moda de la Guerra Civil se debe a las estructuras del capitalismo conlleva el establecimiento de fechas marcadas en el inicio y fin del corpus de novelas que se consideran: 1989-2011. Aunque se plantea la posibilidad de fijar una fecha anterior (1975 o 1982), el autor se decide por 1989 para atribuir la causalidad del fenómeno a la lógica cultural de la posmodernidad.

La preocupación de David Becerra por la capacidad o incapacidad de la ficción de generar discursos deslegitimadores de un orden en el seno del capitalismo avanzado no es una novedad, sino que se encuentra El ensayo consta de varias partes ya en su anterior ensayo, La novela de diferenciadas en las que se presentan las la no-ideología (Tierradenadie, 2013), características de los discursos sobre la


guerra que se pueden encontrar en la novela actual: la reproducción del mito de la cruzada de Franco y la imagen de la República como un desencadenante de la guerra —que plantea una relación perversa de causa-consecuencia y anula el valor autónomo del proyecto político republicano—; el mito de las dos Españas y del enfrentamiento fratricida, ligado a atavismos y esencialismos; la desproporción en la descripción de la represión en la zona republicana y de la represión franquista, que se alargó varias décadas después de 1939; la adopción de un punto de vista equidistante; la caracterización de los personajes que privilegia su condición humana al margen de toda definición ideológica o el cuestionamiento de la noción de Historia y de la posibilidad de conocer

el pasado. El planteamiento de David Becerra busca conocer el pasado reciente para construir nuestro presente y nuestro futuro en relación con él: se trata de revisar los discursos que se han producido, desmitificar y generar contrarrelatos no por el valor que el pasado tiene en sí mismo, sino por la proyección que puede tener en el presente. En La Guerra Civil como moda literaria, el hecho literario es considerado como un acontecimiento social y por tanto se pone el énfasis en el lector: es necesario analizar e indagar acerca de las ideas que defiende o critica la narrativa actual para así ver qué valores presentan al lector. Porque según Walter Benjamin en sus Tesis sobre filosofía de la historia, la labor del materialista histórico es la de “pasar a la historia el cepillo a contrapelo” y la del crítico literario no puede ser muy distinta a esta. Cristina Somolinos Molina

David Becerra Mayor, La Guerra Civil como moda literaria Madrid, Clave Intelectual 464 páginas, 21 euros

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“La imagen delirio”

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ensar en la editorial Delirio significa rememorar la imagen genuina de sus libros – imaginar en el sentido olvidado de la palabra– pues si hay algo que a sus creadores preocupa sobremanera es la relevancia de lo visual, tanto en sus contenidos como en sus formas. Relevancia en sus contenidos, porque son ya varios los grandes intelectuales que abordan esta problemática en la Colección La Bolgia desde El giro visual (2009) de Fernando Rodríguez de la Flor, director de dicha colección, pasando por Lecturas de la ilegibilidad en el arte (2011) de Túa Blesa, hasta llegar al décimo número, que aquí se reseña, Pensar la imagen / Pensar con las imágenes (2014). Relevancia también en sus formas, porque el logotipo mismo –laberinto en plena transformación–, el diseño de su página web o de sus coloridas cubiertas, el formato inusual que rompe –a través de un enigmático pero regular 17x17– la lógica tradicional del libro en Occidente, responden de forma coherente al tiempo de la hiperstesia en que nos ha tocado bregar. Seguramente sea este décimo volumen, número redondo, una manera de recoger en un solo libro muchas de las perspectivas ideológicas que se pusieron en marcha con esta aventura

editorial. Como indica la editora, Aurora Fernández Polanco, en el prólogo, “ninguno de los artículos reunidos en este libro plural que recoge nuestros trabajos pretende hacer ontología de la imagen”, es decir, que muy pronto pretenden desligarse de tradiciones clásicas como la fenomenología idealista de Bachelard o la aproximación mitocrítica propia de las Teorías de lo Imaginario. Más bien, se analiza la imagen desde la perspectiva socio-política, situando el foco de atención en la Estética de la Recepción, para desde aquí deducir la presencia de Benjamin, Foucault, Guattari, Rancière o Bauman en esta problemática. Precisamente, en torno a las teorías de este último se revisa el valor de las imágenes, diluidas en el carácter líquido desde el cual se interpreta la semiótica social o artística (Josu Larrañaga, Jaime Vindel, a través de la poesía de Pasolini, y Tania Jacinto) que puede llevar a interpretar las imágenes de las manifestaciones políticas espontáneas, como el 15M (Daniel Lupión, Pablo Martínez) o, en un nivel individual, las imbricaciones entre tecnología y cuerpo (Jaime Vindel, Loreto Alonso). Esto conduce a una reactualización de los imaginarios, ya sea el imaginario de lo monstruoso, para entender nuestro pensamiento moderno


(Santiago Lucendo), ya sea el imaginario de la locura (Yayo Aznar), o ya el de los imaginarios coloniales y colonialistas que laten aún en la actualidad (María Íñigo). En otras ocasiones, los autores se acercan al problema desde el cine (Fernando Baños Fidalgo, Tania Castellano) y sus subgéneros (Carlos Fernández Pello) o desde una revisión de la enseñanza de la historia del arte, a la luz de las nuevas tecnologías (Aurora Fernández Polanco) o del museo como concepto (Larrañaga, Natalia Ruiz). Se trata, en definitiva, de un pensar imaginando que cambie nuestra manera de leer (Diana Weschler) las narrativas oficiales.

de la anestesia y sobreexcitación a que se ve impuesto; que tenga en cuenta que la mirada es un proceso, una construcción cultural, que se puede y debe modificar, si se aspira a la libertad; y que el arte es una herramienta útil en ese camino.

Pues esta es, seguramente, otra de las pretensiones de la editorial: escapar del academicismo, de la expresión canónicamente robotizada, para dejar vía libre a un discurso más personal en donde la bibliografía, pertinente y de altura, se integre sin aspavientos pretenciosos. Quizás todas estas actitudes sean el mejor medio de demostrar la sinceridad del alcance Llevar a cabo un análisis de social que pretende cada articulista, así estas características implica reflexionar como la manera de recuperar la frescura no solo sobre el producto, la imagen, del género. sino principalmente sobre la acción, la Se trata, por tanto, de un mirada. De este modo, esta compilación volumen imprescindible para quien recupera el sentido de intervención en quiera acercarse a la semiótica de la la sociedad que el ensayo suele perder: posmodernidad, pero sobre todo de se le dice al lector que vuelva a ser la alter o hipermodernidad, a través y consciente, que despierte de los efectos desde el mirar (de) sus imágenes. Javier Helgueta Manso

Aurora Fernández Polanco, Pensar la imagen / pensar con las imágenes Salamanca, Delirio 396 páginas, 17 euros

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Voces Alberto Olmos: “leer es oponerse al progreso” Flamante finalista del Premio Ribera del Duero de Cuentos, Alberto Olmos (Segovia, 1975) es un escritor prolífico y un bloguero polémico. Ha escrito numerosas novelas, algunas galardonadas con premios tan destacados como el Premio Ojo Crítico de Narrativa —por

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El estatus, en 2009— y relatos. Pero lo que verdaderamente le catapultó a la fama, en todos los sentidos de la palabra, fue el blog Lector Mal-herido. Como ya esbozamos en el reportaje que complementa a esta entrevista, a través del personaje Juan-Malherido, del que en esta entrevista Olmos nos hablará con más detalle, publica reseñas que, a diferencia de la praxis de la crítica literaria en España, no son ni complacientes ni conformistas. Olmos, a quien agradecemos enormemente la concesión de esta entrevista, ha respondido en ella a cuestiones relativas al mundo editorial, a la crítica literaria y a la literatura española actual. El caso de El cura y los mandarines, de G. personas que sí la sufren, no deberíamos Morán, ha tenido una gran repercusión llamarlo alegremente “censura”. A fin mediática. ¿Has tenido alguna de cuentas, el libro se ha publicado y experiencia similar de presiones sobre con un plus de publicidad. Yo nunca he tu obra? ¿Tenéis los autores amplios o recibido presión alguna sobre mis libros.

suficientes márgenes de libertad sobre También es verdad que no hay mucho lo que escribís y publicáis? donde presionar, pues escribo ficciones Compré el ensayo de Gregorio Morán y ya se sabe que las ficciones son (o y no me gustó demasiado. Creo que parecen) inocuas. le falta estructura y también una tesis

sólida. Además, el rencor acaba por Has optado por publicar tus novelas echar a perder muchas de sus páginas. en un sello multinacional. ¿Qué La censura no existe en España: a veces ventajas y desventajas te ofrece una una empresa editorial decide publicar o casa como Penguin Random House no lo que les parece adecuado a sus jefes. sobre otras editoriales más pequeñas y, Eso, aunque solo sea por respeto a las supuestamente, independientes?


“Pocas instancias del mundo editorial me generan tanta animadversión como los premios literarios: una trayectoria cuajada de premios es exactamente la trayectoria de un escritor al que no hay que leer.” Ojalá uno pudiera optar por publicar en una multinacional. Lo cierto es que los editores de los grandes sellos deciden a quién publican y eso significa que hay cientos de autores deseando que los elijan a ellos. No hay que engañarse: es mucho mejor publicar en Random House o Seix Barral que en —por citar editoriales que adoro— Salto de Página o La Uña Rota. Dan más dinero, distribuyen mejor, los medios hacen más caso a los autores y dentro del propio mundillo se cuenta con más reputación. Toda esa imagen de grandes grupos como lugares inhóspitos donde solo importan las ventas es bastante inexacta. En realidad, Literatura Random House son tres o cuatro personas, como lo son en Salto de Página. ¿Cómo ves el sistema de premios literarios? ¿Lo consideras una manera de que autoras y autores con talento ingresen en el campo editorial o, por el contrario, crees que es una mera estrategia comercial que no premia a los mejores? Pocas instancias del mundo editorial me generan tanta animadversión como los premios literarios. En los que llevamos de siglo, no hay ni una sola novela premiada que tenga visos de ir a perdurar más allá de la siguiente década (si acaso solo El viajero del siglo, de Andrés Neuman).

Me gustarían los premios si fueran completamente limpios, pero basta ver los ganadores para darse cuenta de que hay profesionales del éxito, que obviamente saben mucho más sobre ganar premios que sobre escribir novelas. Digamos que una trayectoria cuajada de premios es exactamente la trayectoria de un escritor al que no hay que leer. En Alabanza (Random House Mondadori, 2014) has imaginado la desaparición de la literatura. ¿Es una predicción que vale también fuera de la ficción de tu novela? Y, en caso afirmativo, ¿cómo valoras esa posible desaparición y cuáles son los elementos que podrían provocarla? Me gustó plantear ese supuesto porque me resultaba estimulante. La literatura no desaparecerá, pero creo evidente que sus mejores tiempos han pasado. Dicen que siempre leyó una minoría, pero quizá ahora mismo esa minoría se ha quedado pequeña para su propia definición. Los lectores literarios —por decirlo de alguna manera— somos ya casi una secta. Vender 1.000 ejemplares a día de hoy de una obra de ficción es una locura. Novelas estupendas que venden 234 ejemplares las hay por decenas. Para vender 234 ejemplares vale más que uno suba su obra gratis a la red o que la mande por email a sus amigos y

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“El achicamiento del espacio social para los libros se debe a que la tecnología no es aliada de la literatura: no le aporta nada. Leer es oponerse al progreso.” contactos. Por otro lado, el achicamiento del espacio social para los libros se debe a que la tecnología no es aliada de la literatura: no le aporta nada. De hecho, leer es oponerse al progreso. Uno lee y está solo, no puede leer en pareja o en grupo ni comentar la lectura en directo con otras personas, como sucede con las películas, las series de televisión o los videojuegos. Veo a los hijos de mis amigos con solo tres años manejar un Ipad como si fuera un yoyó; dudo mucho de que esos niños, cuando crezcan, sean capaces de llevar a cabo la hercúlea tarea de pasar una página, pasar otra página, pasar otra página… y todo sin fotos ni vídeos ni colores. 56

universal. La gente se sorprendería de la cantidad de comentarios adulterados que circulan por el mundo sobre libros que, en rigor, a nadie le gustaron y muchos ni siquiera leyeron. Por otro lado, los blogs han supuesto una des-jerarquización de la crítica literaria. Antes, una reseña demoledora en Babelia acababa casi con la carrera de un escritor; ahora hay muchas más opiniones y, por lo tanto, nadie detenta ese poder omnímodo de consagración o destrucción de una firma. ¿Hay alguna diferencia entre un crítico filólogo y un crítico escritor? En tu caso, la crítica no la hace Alberto Olmos sino Juan Mal-herido. ¿Por qué?

Haces crítica literaria en “El Lector Juan Mal-herido surgió sin que uno Mal-herido”. ¿Cuál es la función del sepa cómo. Lo cierto es que eran crítico literario? ¿Ha cambiado mucho tiempos muy mojigatos y estaba un desde de la irrupción de los blogs? tanto harto de lo políticamente correcto. La función del crítico literario es halagar Recordar a determinados ministros del las novelas de los amigos y silenciar, PSOE me pone aún los pelos de punta. no ya la de los enemigos, sino las de la ¡Qué pánfilos eran! Creo que de ese gente que no conoce. Prefiero, por ello, aherrojamiento excesivo de la libertad no ser considerado crítico literario. En de expresión surgió esta voz mal-herida mi blog hago reseñas de los libros que en la que yo exploraba lo que se puede leo y que me parecen interesantes, ya decir. Yo mismo leía las barrabasadas sea porque son muy buenos, ya porque que escribía y me escandalizaba. Pero su torpeza no ha sido señalada en los era muy liberador y muchísima gente medios de comunicación tradicionales. entendió el experimento y disfrutó con Independientemente de mi inteligencia él. Ahora soy menos macarra, pero sigo y de mi gusto personal, ser honesto en utilizando la máscara de Juan Mal-herido mis opiniones me parece ya toda una porque me permite no estar siempre de aportación a la historia del pensamiento acuerdo con mis propias opiniones. La


mayoría de las frases que me gustan de pública que nunca, ¿crees que estos han Juan Mal-herido no se producirían si podido extender la ficción a los textos estuviera escribiendo como “Alberto periodísticos y que nos encontramos Olmos”. Parece complejo de explicar o ante (im)posturas? de entender, pero lo puede comprender cualquiera que se haya puesto a escribir con la intención de ver adónde le lleva el lenguaje. Son pocos los casos de escritores que no tienen Twitter. Algunos escritores de novelas han encontrado en esa red una vía para llegar a más público y plantear polémicas con las que cobrar notoriedad,

a

menudo

haciendo

uso de la demagogia. Leo en Vida y opiniones de Juan Mal-herido un episodio protagonizado por J. Marías y A. Pérez-Reverte en el que se burlan de un mendigo; en “La mala entrevista” a R. Reig, este reconoce que escribe para ligar. Al ser la figura del escritor más

Dice un amigo mío que los escritores de éxito no tienen Facebook, solo Twitter. Por otro lado, es falso que un escritor se abra una cuenta en Twitter para promocionar su obra: entonces, ¿por qué se abre una cuenta en Twitter Pedro Pérez, para promocionar qué? Obviamente, hay escritores que dan este uso a su perfil en las redes sociales y a mí, particularmente, me resulta indigesto seguir a alguien que no para de anunciar sus éxitos y de recomendar sus propios libros. Pero, en mi caso, utilizo las redes sociales porque vivo en el año 2015 y muchas personas las utilizan igualmente. No tiene nada que ver con ser escritor. Por otro lado, determinados escritores pertenecen a un estirpe de creadores que

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lo primero que crean es su propio mito. Yo detesto la impostura, la bufanda, el alcohol que tomaba Hemingway y las drogas que se metía Kerouac. La pose es la peste de la literatura.

explícita, ¿te planteaste algún tipo de intervención social? ¿Aspirabas a influir de alguna manera en el comportamiento o las creencias de los lectores de la novela?

Con Ejército enemigo (Random House No. El concepto de intervención social Mondadori, 2011), que es tal vez tu me parece una estupidez. Dado que nadie novela con una implicación social más lee, resulta cuando menos cándido que


“La función del crítico literario es halagar las novelas de los amigos y silenciar, no ya las de los enemigos, sino las de la gente que no conoce.” alguien crea que su novela va a cambiar el mundo. De cándido pasamos a cínico cuando se busca ese “cambiar el mundo” —digamos que desde postulados de izquierdas— publicando en Penguin Random House o el Grupo Planeta. Lo primero que debería hacer alguien que quiere intervenir en la sociedad con un texto es publicarlo gratis en la red. Si no es gratis, es un producto; y, si es un producto, es capitalismo. Ejército enemigo es una novela sobre asuntos sociales y políticos que no busca otra cosa que reflejarlos, analizarlos, ponerlos en cuestión y proponer una visión concreta de la sociedad. No me doy tantos aires, la verdad. Algunas veces has manifestado tu escepticismo sobre las novelas que, en la actualidad, abordan la Guerra Civil y el franquismo. ¿Podrías decirnos brevemente por qué? Creo que alguien que escribe sobre la Guerra Civil, si nació después de 1960 y no digamos si lo hizo en democracia, es alguien que no tiene absolutamente nada que contar. Hay cientos de libros extraordinarios sobre la Guerra Civil (sin ir más lejos, Informes diplomáticos, de Carlos Morla Lynch). El franquismo me parece tan rancio que hacer una novela sobre él no puede contar con mi beneplácito. Yo estoy a favor de una literatura del presente, que es la literatura realmente arriesgada. Saber captar

las líneas de fuerza de nuestro propio tiempo y consignarlas para que, cuando pase, alguien pueda quizá entendernos en el futuro. La novela de taxidermia, que toma un cuerpo histórico muerto y disecado, es fácil y mediocre. Por último, ¿podremos leer pronto otra novela de Alberto Olmos? He quedado finalista del Premio Ribera del Duero de Cuentos con un libro que quizá alguien me publique el año que viene. Tengo además algunas ideas para una nueva novela, pero de momento sería solo otra novela y lo que yo quiero es sentir que mi nueva novela es eso, “nueva” y no que es simplemente “otra”.

Sofía González Gómez

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Artículos Memoria y olvido en el exilio republicano en México. Una visión a través de la lectura de El eslabón perdido, de Luisa Carnés Mario Bueno Aguado Introducción. Un acercamiento tanto de los exiliados, como de sus hijos.

al conflicto El exilio nunca se ha planteado como una situación objetiva: es vivido de manera 60

individual, en función de la subjetividad del exiliado (Groppo 2002: 25). Esta idea es la que gravita en torno a la novela de Luisa Carnés El eslabón perdido1, escrita en 1962 y centrada en la conflictividad que se produce entre el colectivo de exiliados

republicanos

en

México

durante el año 1959, al cumplirse 20 años de su éxodo. Con esta novela, Luisa Carnés (militante del PCE y exiliada en México) trata de narrar los conflictos que implican el mantenimiento y la vigencia de la causa republicana durante estos largos años, así como la distinta evolución –y adaptación a México– 1 La edición exactamente es la siguiente: Carnés, Luisa: El eslabón perdido [edición de Antonio Plaza Plaza], Sevilla: Editorial Renacimiento, 2002.

Durante las siguientes páginas se van a tratar las conceptualizaciones y los procesos de representación subjetiva del exilio que realiza la autora a través de la ficción. Como cualquier novela que trata el conflicto del exilio hay que ir a la raíz de su situación, o al “mito fundacional” de su memoria: la Guerra Civil. No se puede entender el exilio si no partimos de esa realidad, los exiliados de 1939 llevaron consigo el trauma de su derrota (Alted 2005: 399). Con la caída de Tarragona, la pérdida de Barcelona y el desmoronamiento de la resistencia republicana se produjo una huida improvisada y caótica hacia Francia de hasta casi 470.000 personas, una cifra muy superior a la que había manejado el gobierno de la II República. El gobierno francés improvisó campos de concentración al aire libre, en pleno invierno, cercados y vigilados


por el ejército y sin condiciones de habitabilidad ni higiene. Ante esta situación, el gobierno mexicano, presidido por Lázaro Cárdenas, se ofreció a recibir a los refugiados y combatientes republicanos en número ilimitado, con la única condición de que fueran los organismos republicanos en el exilio y las organizaciones humanitarias las que se comprometieran a costear el transporte y contribuyeran con los gastos de instalación (Vilar 2006: 342-363). En este contexto es en el que se encuentra el protagonista de la novela, César Alcántara, Doctor en Filosofía y Letras, que viaja con sus dos hijos pequeños, Pepe y Amparo, desde Francia hacia Veracruz (México) a bordo de un buque fletado por el Servicio de Evacuación de Refugiados Españoles (SERE), el Sinaia. Atrás deja su patria, sus recuerdos, pero también a su esposa asesinada por los bombardeos franquistas (con el vacío emocional que ello conlleva) y llega forzosamente a un país desconocido que será el que eduque a sus hijos: Y que no me digan a mí que el tiempo

Estamos

juntos,

pensamientos

pero

siguen

nuestros distintos

derroteros. Ellos le tienen apego a todo esto. […] Hemos engendrado hijos para una patria ajena. (Carnés 2002: 82).

Este es el centro del conflicto al que se enfrentará César a lo largo de toda la novela, o al menos el que más le afecta de forma personal: la digresión entre la adaptación de sus hijos al país que les recibía (en principio de forma temporal) y la suya propia. La identidad y la adaptación juegan un papel fundamental en la novela y en general en el colectivo de exiliados y exiliadas. Como plantea Claudio Bolzman (2012: 12), la identidad no es algo sustantivo, interno al individuo, sino que se construye en interacción con el medio; es forjada a partir de las experiencias a las cuales los individuos son confrontados en su entorno social habitual. Por eso, César sufre cuando ve los primeros síntomas de aculturación mexicana de sus hijos, producida sobre todo cuando empiezan a recibir una educación diferenciada a la que recibirían en España:

todo lo cura y que esas cosas se olvidan, porque yo lo tengo guardado

Me dio tanta tristeza la primera vez

aquí, muy dentro, y aquí está mientras

que los vi enfrascados en las tareas que

yo viva.

les habían impuesto en la escuela. En aquel momento comenzaron mis hijos

De eso se libran los chicos. En ellos,

a desprenderse del cordón umbilical

los recuerdos son cosas menos crueles

de su madre patria. Al estudiar la

y casi se han extinguido. Ésa es una

historia de México, aprendían a

de las muchas cosas que nos separan.

exaltar a unos héroes que no eran

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los míos, a honrar unos hechos del pasado que no eran aquellos que les hubiera correspondido honrar. En aquel punto, aunque en forma débil todavía, se establecía la línea divisoria que había de alzarse más tarde entre los tres (Carnés 2002: 110).

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Los procesos migratorios por norma general llevan consigo visiones y conductas donde la familia y la red migrante familiar juegan un importante papel en la definición de la escala de valores y pautas de comportamiento de la segunda generación a la vez que crean espacios propios para la primera generación (Moreno Ródenas 2002: 15). Aquí juega un papel importante el hecho de que César viniera solo a México (su hermano se exilió en Argentina), pero sobre todo la muerte prematura en la guerra de la esposa de César y el reparto tradicional de roles de género y el papel que le hubiera tocado desempeñar. En España, durante la II República y a pesar de los avances legales en materia de género, seguía imperante el discurso de la domesticidad, que se ve en la rígida división de las esferas pública y privada, la segunda en exclusiva para la mujer, relegada al ámbito doméstico y al cuidado de los hijos y del hogar (Morcillo Gómez 2007: 100). Pero al haber sido asesinada, César se ve forzado a asumir un doble papel de “padre y madre para mis hijos. Como padre buscaba su sustento […] como madre, debía vigilar que se

alimentaran, cuidar de su aseo y de su salud, no perder de vista su conducta ni las personas de que se rodeaban” (Carnés 2002: 107). Aunque se vea que el protagonista asume un “doble rol”, también es cierto que buena parte de la tarea de cuidados2 la había delegado en una sirvienta mexicana (98-102), lo que sin duda también contribuyó para que los valores sociales y culturales que transmitiría la familia a sus hijos estuvieran más desligados. Sin embargo, poco a poco el protagonista va descubriendo que el proceso de desarraigo no es algo que afecte exclusivamente a su ámbito familiar, sino que es una dinámica en la que se ve implicada la mayor parte de la comunidad de refugiados republicanos en México. Son muchos los factores los que juegan en contra de la pervivencia de la causa de la II República entre los exiliados. 2 No es el conflicto fundamental que se plantea en la novela, pero sí que está presente en toda ella la pervivencia de la sociedad patriarcal entre la comunidad exiliada; algunas veces de forma más clara y otras más invisibilizadas, pero siempre latente. La mayoría de las mujeres que aparecen en la novela ejercen papeles secundarios como “hija de”, “esposa de”, pero pocas veces en la esfera pública. Esto es una realidad del exilio, pues, como recuerda Juan B. Vilar (2006: 368) aunque las mujeres representaban el 40% del exilio, debido a la pervivencia del sistema patriarcal, por norma general tenían un nivel de cualificación bajo. Son aspectos que se verán también con más claridad en las siguientes páginas.


La comunidad exiliada y su entorno. Adaptación y evolución

café mexicano […] La esperanza en su

Los exiliados se ven amputados de los puntos de referencia espaciotemporales, donde se desarrollaban sus vidas familiares, profesionales, sociales, política, etc. Por esas razones tratan de crear espacios sociales transnacionales que les permitieran insertarse en las sociedades de acogida, preservando, al mismo tiempo, los lazos con su sociedad de origen (Bolzman 2012: 1119). Es por eso por lo que los españoles crearon espacios de muy diverso tipo para conseguir estos objetivos. Aunque algunos estaban relacionados con los organismos de ayuda, otros surgieron de forma espontánea, como puede ser el caso de los cafés. En la novela estos espacios estaban representados en el Café Español que frecuentaban los refugiados atraídos por los debates y las tertulias políticas que allí se producían:

pronto […]. (Carnés, 2002: 116)

lucha en contra del olvido. El anhelo de regresar a la patria y de regresar

Para César Alcántara, ser exiliado significaba también una forma de vida caracterizada por la modestia. No solo por el hecho de que los inicios no fueron fáciles, pues, como analiza Alicia Alted (2006: 229), muchos de los exiliados perdieron inicialmente la posición acomodada en España y tuvieron que emplearse en actividades que no eran acordes con sus conocimientos (como fue sobre todo al inicio el caso del protagonista); y además siempre estaba presente la esperanza del retorno: La esperanza iba unida a la estrechez […] Pensar en España, vivir para España. Era honroso el exilio de la pobreza, el sentarse a comer frugalmente ante una mesa de pino sin pintar, sobre sillas de paja o de madera. ¡Cuidado con pensar

En ningún café de México se hablaba

en sillones o en cortinas finas! Se

de política [española] más que en

compraba siempre lo más barato,

aquel café. Se comentaban las cartas

porque no se podía comparar lo más

que llegaban del interior, los últimos

caro y porque, además, no se quería.

chistes que circulaban por Madrid,

Se gastaba lo indispensable porque

en sus calles y en sus prisiones. La

había que pensar en el viaje de vuelta.

vuelta a España parecía estar detrás

En México solo estábamos de paso

de cada puerta. Y ése era el sueño

[…] No debíamos vincularnos a nada

que alimentaba nuestra soledad,

material [...] Nosotros estábamos de

nuestro destierro: la vuelta a España.

paso en México o en cualquier otra

Eso era lo que nos congregaba en el

parte donde nos hallásemos […] En

Café Español, lo que hacía a dicho

1940, a nadie se le hubiera ocurrido

recinto diferente de cualquier otro

pensar que algún día habitaría en

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México una casa confortable o poseería coche propio, sin que se le motejara de traidor, sin tener que sonrojarse ante los demás ni ante sí mismo (Carnés 2002: 116-117).

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Esta dinámica los diferenciaba del resto de españoles que vivían con anterioridad en México, los denominados “guachupines”. Hay que tener en cuenta que existe una diferencia abismal entre el perfil de los exiliados y los antiguos emigrantes españoles en México. La migración tradicional en México era claramente privilegiada, insertada en sectores sociales y económicos favorecidos y con una estrecha relación con las élites políticas y económicas del siglo xix. Estos españoles prosperaron sobre todo gracias a la acumulación de capital en la propiedad y producción agrícola y en las industrias de todo tipo (textil, transporte, comercio y banca, esencialmente) (Lida 2006: 121-124).

ni renegados, porque el ser tertuliano del Café Español ya era un signo de amor a España. ¿Y para qué se reunía uno allí sino para recordar y mantener viva la esperanza del regreso?” (Carnés 2002: 127). Sin embargo, los exiliados se enfrentaban a otra adversidad a la que no tenían que enfrentarse los viejos españoles: a la incertidumbre que se deriva de no saber cuánto tiempo tienen que esperar para poder retornar a su hogar: Al principio todos pensábamos en regresar, y regresar pronto. Fueron los largos años de la emigración los que acabaron con muchas ilusiones, los que fueron encalleciendo los sentimientos

y

embotando

los

corazones […] Los parroquianos del Café Español se fueron curtiendo por los muchos años de ausencia de la patria. No voy a poner en duda que les dolieran sus recuerdos y la situación de España, para la que no llega nunca la liberación, mientras que otros

pueblos que un día fueron esclavos del Había una fractura política, social fascismo disfrutan de su albedrío. Y y económica entre los españoles lo malo era que hasta mis contertulios de “la vieja colonia” y los exiliados comenzaban a aceptar como una republicanos en México; unos habían fatalidad las cosas y a hacerse a la venido de forma voluntaria a México y idea de no regresar a la tierra de uno. otros forzados por motivos políticos; ¡Como si eso fuera posible aceptarlo! además, ambos representaban a ¡No regresar nunca! ¡Dejar aquí los clases sociales antagónicas y se eran huesos! (Carnés 2002: 127). mutuamente hostiles. Esto separaba a los “guachupines” de los espacios que iban Pero el tiempo, “el peor enemigo del construyendo los exiliados en México: exiliado” (276), no constituye el único “En nuestra tertulia no había millonarios factor que puede provocar la pérdida


de memoria entre los compatriotas de César. Como planeta Bolzman (2012: 23), la incorporación a la nueva sociedad no es un proceso lineal, ligado solo a la temporalidad, sino que juegan en ella otros factores, algunos más sutiles y eficaces. Aunque existía una gran hostilidad entre exiliados y “guachupines”, esto no fue impedimento para que muchos de estos últimos aprovecharan el talento y aptitud de los refugiados para expandir sus propias empresas (Lida 1997: 117). También se produjo el proceso a la inversa: refugiados que buscan el apoyo de los “guachupines” para poder progresar e insertarse en ese sector privilegiado. El desclasamiento es un factor más perdurable y profundo que el paso del tiempo ya que se basa en prosperar económicamente mediante la renuncia de aquello por lo que han tenido que exiliarse: su compromiso político y su identidad ideológica. Este proceso también se podía manifestar en el caso de antiguos exiliados que, a la par que se declaran ideológicamente de izquierdas, adoptan una postura conservadora en lo que al país de acogida se refiere (Cordero Olivero y Lemus López 1999: 233). Este es un dilema que se ve frecuentemente en El eslabón perdido y que afecta de cerca a César en distintas ocasiones, incluso con compañeros con los que había compartido viaje en el Sinaia o estancia en el campo de concentración francés. Un caso es su

antiguo compañero de viaje marítimo, Eloy Santacana, quien tras luchar por la causa republicana y exiliarse en México se casó con la hija de un “guachupín” que tenía influencia en la España franquista y se integró en su empresa. En referencia a este caso esto era lo que pensaba César: Los que en España eran pobres y aquí son ricos no solo han cambiado de manera de vivir, sino de modo de pensar, lo último a consecuencia de lo primero. Sus amigos son distintos a los de entonces. Cuando nos reuníamos en el Centro Republicano, todos parecíamos miembros de la misma familia, ramas de un mismo tronco. Nuestras inquietudes y penas eran semejantes […] Nos acuciaba el deseo de hablar con el amigo o el compatriota […]. Eso era entonces, pero actualmente, las condiciones económicas de muchos lo han cambiado todo. (Carnés 2002: 171-172).

Se produce una paradoja en muchos exiliados españoles en los que mientras “la guerra le[s] colocó en el frente de la República, el destierro le[s] alineaba en México al lado de los enemigos del signo democrático por el que expusiera la vida en la patria lejana” (257). Es muy interesante ver cómo se reproduce esta divergencia en la novela: en un diálogo con Eloy Santacana, el exiliado “aguachupinado”, éste le comenta a César que el cambio en su situación social y

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económica es lo que ha propiciado su felicidad, mientras que para César la felicidad sería “el regreso a mi tierra y el triunfo de los ideales a los que consagré los mejores años de mi juventud, y por los que tanto españoles cayeron” (204).

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Esto es lo que marca la diferencia entre los dos tipos de exiliados que perviven en México: mientras que uno marca la importancia en la acumulación de riquezas y capital, así como en el avance en la escala social y empresarial; otros no son capaces de mirar al margen de la causa por la que están ahí, ni de convertirse en otro tipo de persona y aculturarse sin más, porque “España no ha sido destruida por un terremoto, ni tragada por el mar […] España está bien viva […] [,por eso,] lo real es mirar a España con los ojos bien abiertos y no decir que todo está perdido” (205).

Participación, debate y diversas visiones políticas en la comunidad exiliada En El eslabón perdido no hay excesivas referencias a la participación política de los exiliados ni entre su propia comunidad en solidaridad con la lucha del pueblo español en el interior, ni en la vida de México. Esto puede ser debido a que una de las restricciones que le puso el gobierno mexicano a

los refugiados fue la prohibición de participar en la política mexicana, lo cual fue respetado por los refugiados no sin cierta frustración (Alted 2006: 242-243). Algo que plasmaba Pepe Cano, el mejor amigo de César: “No hemos venido aquí a hacer dinero con los guachupines […] Hemos venido por política y debemos ser políticos hasta el fin” (Carnés 2002: 126). A la imposibilidad de participar en la política nacional de México se suman las disensiones entre los grupos políticos del exilio y el profundo desencanto por la permanencia de Franco en el poder, que les llevó a orientar sus energías en la vida profesional (Alted 2006: 243). Teniendo en cuenta el contexto del año 1959, hay un claro resentimiento hacia las potencias occidentales y más concretamente EE.UU. a quien por sus acciones y omisiones se le considera el principal responsable de que el gobierno franquista siguiera en pie: El esfuerzo del mundo en decadencia por sobrevivir sostiene a Franco en el poder en contra del pueblo español y de las personas que en todo el universo aman la justicia y la paz. Esa política de oposición al avance y al progreso de los pueblos nos mantiene en el destierro a los españoles que abandonamos España [en] el año de 1939, huyendo del fascismo […] Aunque solo sea por su actitud de apoyo al franquismo, los españoles exiliados nos inclinamos a mirar con desconfianza a ese conjunto de países


que se autonombra “mundo libre”, y para imponer y sostener su “libertad” apoyan con dinero y soldados a los tiranos que mantienen en cautividad a sus pueblos, entre los que se encuentra el nuestro (Carnés 2002: 169).

Pero en estos debates, recuerdos y reflexiones no solo cuenta la política internacional; las divergencias entre los partidos políticos y sindicatos que habían apoyado al Frente Popular se ven plasmadas en la novela en bastantes ocasiones. Muchas veces estas se producen por sucesos que se produjeron en la propia guerra civil, como el golpe de Casado: “¿Caer Madrid? Madrid no podía caer. Pudieron haberlo traicionado, como así fue, pero lo que se dice ‘caer’, Madrid no cayó. Lo entregaron. Eso es: lo entregaron.” (119). El ambiente en la comunidad exiliada estaba tan enrarecido por las divergencias de las organizaciones políticas que hasta la petición de firmas en solidaridad con la huelga estudiantil de Barcelona en 1956 y contra su represión generaba bastante conflicto entre la comunidad refugiada, incluso el propio César (bastante concienciado con respecto a la lucha en el interior) era consciente de las limitaciones que tenía el difundir la campaña en el colegio donde trabajaba ya que la mayoría de sus compañeros docentes eran “prietistas” y se mostraban reacios a cualquier actuación de “el partido” (162).

La situación política del exilio, en el cual el PCE se encontraba aislado del resto de fuerzas de la oposición, complicaba cualquier tarea que pudiera partir de la organización comunista. Es un fenómeno que se da en casi todo el exilio, pero sobre todo en México, donde la postura de Indalecio Prieto (contrario a cualquier acuerdo con los comunistas debido a las divergencias en la Guerra Civil) era hegemónica en el PSOE. Así, Crisanta, esposa de un militante socialista, alega ante la petición de firmas que su marido se lo tiene prohibido y no quiere que se meta en política. Frente a las quejas e insistencia de Pepe, ella insiste: “Déjeme usted en paz. No quiero disgustos en casa. Mi marido no quiere saber nada de los comunistas” (163). Este clima de apoliticismo afecta con más fuerza a las mujeres, que no solamente tienen que hacer lo que les diga su partido; sino que además en política (en la esfera pública) tienen que hacer lo que les planteen sus maridos, pues es el ámbito que ellos controlan y del que están excluidas las mujeres. Las críticas al activismo político son más claras por parte de aquellas personas que se integraron a la élite de viejos españoles y habían renunciado a las ideas por las que habían estado en el exilio. Esas ideas, que entonces habían apoyado, ahora podían perjudicar sus nuevos intereses como clase. Por ejemplo, más adelante, el exiliado “aguachupinado”

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Eloy Santacana criticaba el activismo de Pepe. En esta crítica está su razón de ser, porque es la manera de justificar su evolución:

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¿Y aquella manía de estarle sacando siempre dinero a uno para los presos políticos, para periódicos o algo por el estilo? Y que el angelito tenía una cara dura para sacar los cuartos. A veces se presentaba en la fábrica y se ponía a pedir dinero y a repartir octavillas y hacer propaganda política en las narices de mi suegro, que será todo lo bueno que se quiera, pero nadie le quita lo carcunda [carca]. Cano no comprendía esto, y a mí me ponía negro, porque sus cosas me perjudicaban. Ya no estábamos en los tiempos de la guerra de España […]. Ahora estamos en un país extranjero que nos ha acogido generosamente, y no es cosa de que mezclemos a México con nuestras cosas […] a mí no me gustaba que les metiese a mis empleados en la cabeza ideas que, a la larga, podrían perjudicarme a mí (177).

La muerte de Pepe, único lazo de unión con el mundo pasado, fue un mazazo muy duro para César. Sin él, el exilio se mostró con toda su crudeza, generando en el protagonista un sentimiento de muerte social aumentada con la imposibilidad del regreso, confrontando al sujeto con un medio al que no se adapta, que le es extraño, con costumbres diferentes y en el que en algunas ocasiones hay hostilidad y desconfianza, pero ante

todo incomprensión (Bolzman 2012: 21-22). Por su falta de conexión con su entorno más inmediato, con sus amigos y con sus hijos César se considera como “un eslabón perdido” que no puede vivir en su país de origen pero que tampoco se adapta al país de acogida, ni quiere adaptarse. Esta es la idea fundamental de la novela y sobre la que abunda todas las relaciones personales del profesor.

Afrontar el conflicto generacional: entre la memoria, el olvido y la esperanza El exilio, por tratarse de una etapa eventual dentro de la temporalidad de las personas, no tiene por qué ser heredado (Muñiz Huberman 2012: 146147). Bajo esa premisa, Pepe y Amparo, los hijos de César, siguieron sus vidas, creciendo y desarrollándose en México, mientras se afianzaba en el protagonista “la sensación de haber perdido a mis hijos o de estar en camino de perderlos” (Carnés 2002: 154), incapaz de “hacerles comprender que sólo son huéspedes de la tierra que pisan”, ya que el mundo “que tantas veces he intentado resucitar en mis hijos les es desconocido (132-133). Tras la muerte de Pepe el desarraigo de César aumenta. Sin embargo, es la posibilidad de que su hija se casara con el hijo de Abasolo, Manolín, lo que


acelera todo el proceso que llevaba años gestándose. El pretendiente de Amparo era una persona que, a pesar de ser hijo de exiliado, estaba totalmente integrada en la sociedad mexicana, por lo que era “lo más opuesto al hombre que hubiera podido contribuir a conservar en mi hija la llama del amor a España, que yo había tratado de mantener encendida en ella durante los años de destierro” (Carnés 2002: 240).

Finalmente, con resignación, César comprendió que sus hijos “no estaban interesados en volver a una tierra que no conocían.” (255). Aunque no cumplió con todo el rigor que se le requería por parte de la que ya era su familia política (como llevar a su hija al altar y ponerse de rodillas delante del cura), César afrontó la ceremonia con el anhelo de “dejar de ser el enemigo de mis hijos” (263), sin claudicar en sus ideas, pero sin oponerse al matrimonio de su hija, porque habría Ante la boda, se produce una reubicación sido “lo mismo que resistirme a que mis de la relación en torno al proceso hijos crecieran, o imponer un molde a identitario de César o la necesidad de sus pensamientos.” (277). pasar página. No es un proceso lineal, en algunos momentos el protagonista A esta reafirmación en su identidad sacaba su versión más paternalista política contribuyó el descubrir un y sobreprotectora llegando a pensar rebrote de dignidad por parte de la que “hubiera encerrado a mi hija bajo comunidad de exiliados. No por aquella siete llaves” (239) y entristeciéndole de generación que ya había perdido la sobremanera la “alegría con que mi hija esperanza del retorno y se había hecho se desprendía de mí” (241). Poco a poco ya a la idea de permanecer en México; se va pasando de un reclamo colectivo sino por la de los hijos de los exiliados. para que no se quede en el olvido los tres El hijo de un compañero de César en la años de lucha contra el fascismo, a un escuela es detenido por realizar pintadas reclamo personal e individualista para en el edificio de la delegación franquista que su hija viva atada de forma constante e intentar incendiar el coche del a su padre. La boda de su hija hace que representante de Franco. Algo que fue las contradicciones del propio César se bastante criticado por su padre, quien consideraba que ya habían aportado expresen con más virulencia. bastante a la causa republicana (266). Por otro lado, la boda también implicó Tras hablar sobre el suceso con Lola que por primera vez el protagonista Estrada, compañera sentimental en esos empezara a asumir que habían pasado momentos de César, ésta la recrimina casi veinte años desde su llegada a México que estos jóvenes sean unos rebeldes y no se vislumbraba la hora del regreso. sin causa. Visión que el profesor no

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comparte en absoluto:

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Estos muchachos son rebeldes, pero con causa, con una buena causa, tan buena que todavía nos tiene aquí a todos, en el destierro, después de cerca de veinte años. Eso demuestra que todo no está perdido. Esos chicos me dan la razón. En vez de criticarlos tenemos que estar orgullosos de ellos. Ellos nos trazan nuestro camino y gritan al mundo que no todos los refugiados se han perdido, como por ahí se cree […] no estaba equivocado cuando decía que el amor a la tierra natal es más fuerte que todo, que él nos ligará siempre a España y nos mantendrá junto a ella siempre, pese a todo, a través de la distancia y el tiempo […] en estos momentos lo que más me quema por dentro, lo que me reconcome, es que entre esos chicos detenidos no esté mi hijo […] a mí me

en su actitud celebrar ese acto. Las autoridades mexicanas decidieron denegar el permiso. Al hilo de esta actuación nació el Movimiento Español 59, como movimiento de solidaridad con el interior representando a todas las corrientes ideológicas del exilio y que llegó a aglutinar a unos 300 jóvenes exiliados (Hoyos Puente 2012: 258).

Esto supone para César la resolución del conflicto que estaba viviendo y en el que casi claudica sus ideales por reconciliarse con su familia. Había aceptado que no podía condicionar cómo eran sus hijos, ni podía decir a su hija con quién podía casarse y con quién no (por mucho que le desagradara), pero eso no implicaba tener que dejar de luchar por la causa que le había traído a México. La lucha por la dignidad y por la libertad no habría llenado de orgullo (267). estaba cercada por criterios biológicos y aunque pertenecieran a otra generación Lo que se narra en la novela tiene que que no había combatido en la guerra ver con la organización del Movimiento civil, tenían más en común con ellos Español 59, surgido ante el descontento que con cualquier otro viejo exiliado que estaba causando en sectores del “aguachupinado”. exilio los apoyos internacionales a la Su esperanza era mi esperanza. dictadura franquista. El embajador El tronco familiar roto, mi hija oficioso de Franco en México, Manuel malcasada, los nuevos ricos perdidos Oños de Plandolit, organizó en 1959 para la patria eran apenas leves surcos un banquete conmemorativo del 18 de producidos por el paso de los largos julio en el Casino Español. Un colectivo años en la emigración republicana. de jóvenes republicanos indignados La única verdad, la realidad única, la con la noticia, asaltó las oficinas de gran fuerza que todo lo arrollaba, era la embajada oficiosa, destruyéndolas una sola: España. Había que regresar a España. Y volveríamos. (Carnés 2002: casi por completo, e incluso planteó el secuestro del embajador si persistía 301)

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Conclusiones El eslabón perdido de Luisa Carnés no está escrito al margen de las condiciones sociales de los exiliados. Esta novela, escrita en 1962, realiza un retrato fidedigno de la situación del exilio republicano, de sus conflictos y de sus contradicciones. A través de esta narración, Carnés expone y analiza los conflictos del exilio desde su punto de vista y por lo tanto, se posiciona ante ellos en una reflexión a través de los mecanismos de la ficción. Sorprende que esta novela no haya sido publicada hasta 2002, ya que es una novela de gran calidad en la que la autora profundiza en aspectos que constituyen un dilema en buena parte de la comunidad exiliada: decidir entre la posibilidad del retorno o pasar página, renunciar a sus principios y adaptarse al país de acogida; un aspecto que también ha sido tratado por gran parte de los escritores del exilio, como comenta Maryse Bertrand de Muñoz (1999: 321356). Esto puede ser debido al triple estigma que según Antonio Plaza Plaza (2002: 51-52) tiene Luisa Carnés, como mujer, comunista y exiliada, así como su temprana muerte en 1964. A través de esta novela, la autora plantea una visión problemática y crítica de la situación del colectivo de exiliados y exiliadas en el que ve una

pérdida de la identidad, en la que el tiempo y la distancia juegan un papel fundamental, pero no el único: también cumple un papel fundamental el afán de enriquecerse a costa de perder su identidad política e ideológica. Sin embargo, es una narración también cargada de esperanza, ya que no todo está perdido, pues siempre hay alguien que recoge el relevo de aquellos que ya han perdido la ilusión y las ganas de luchar. Esto hace que la novela tenga un final esperanzador, pues su generación “no había luchado en vano” (Carnés 2002: 302). Es muy importante considerar estas demandas de una parte de la comunidad del exilio a principios de la década de los sesenta, sobre todo si tenemos en cuenta que el cambio político en España acabó derivando en un sistema sustentado en el olvido y la falta de memoria colectiva: las mismas características que la autora critica en buena parte de la comunidad exiliada a través de su protagonista principal. Este conflicto, el de la memoria o el olvido, es uno de los campos de batalla en los que se va a seguir planteando el conflicto de España, y que esta novela no haya sido publicada hasta el año 2002 da cuenta de cómo se resolvió el mismo.

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Bibliografía Edición de la obra estudiada Carnés, Luisa (2002): El eslabón perdido [edición de Antonio Plaza Plaza]. Sevilla, Editorial Renacimiento.

Bibliografía complementaria Alted, Alicia (2005): La voz de los vencidos. El exilio republicano de 1939. Madrid, Santillana. Bertrand de Muñoz, Maryse (1999): “El regreso: tema candente de los exiliados”. En: Cuesta Bustillo, Josefina (ed.): Retornos (De exilios y migraciones). Madrid, Fundación Francisco Largo Caballero, 1999, pp. 321-356. Bolzman, Claudio (2012) “Elementos para una aproximación teórica al exilio”. En: Revista andaluza de antropología, 2, pp. 6-32. 72

Cordero Olivero, Inmaculada y Lemus López, Encarnación (1999): “Donde no habita el olvido”. En: Cuesta Bustillo, Josefina (ed.): Retornos…, pp. 221-270. Groppo, Bruno (2002): “Los exilios europeos en el siglo XX”. En: Yankelevich, Pablo (coord.): México, país refugio. La experiencia de los exilios en el siglo XX. México, INAH-Plaza y Valdés, pp. 19-42. Hoyos Puente, Jorge de (2012): La utopía del regreso: proyectos de estado y sueños de nación en el exilio republicano en México. Santander, Universidad de Cantabria. Lida, Clara E. (1997): Inmigración y exilio. Reflexiones sobre el caso español. México/ Madrid, Siglo veintiuno. _______ (2006): “Españoles inmigrantes y exiliados: el caso de México”. En: Alted, Alicia y Asenjo, Almudena (coord.): De la España que emigra a la España que acoge. Madrid, Fundación Francisco Largo Caballero / Obra Social Caja Duero, pp. 121131. Morcillo Gómez, Aurora (2007): “Feminismo y lucha política durante la II República y la guerra civil”. En: Folguera Crespo, Pilar (coord.): El feminismo en España: dos siglos de historia. Madrid, Editorial Pablo Iglesias, pp. 89-102.


Moreno Ródenas, Pedro (2002): “Reflexiones en torno a la segunda generación de inmigrantes y la construcción de la identidad”, Ofrim/Suplementos, nº 10, pp. 9-30. Muñiz-Huberman, Angelina (2002): El canto del peregrino: hacia una poética del exilio. Alicante, Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, http://www.cervantesvirtual. com/obra/el-canto-del-peregrino-hacia-una-poetica-del-exilio--0/, última visita: 19.04.2015. Plaza Plaza, Antonio (2002): “Introducción”. En: Luisa Carnés: El eslabón perdido [edición de Antonio Plaza Plaza]. Sevilla, Editorial Renacimiento, pp. 11-72. Vilar, Juan B. (2006): La España del exilio. Las emigraciones políticas españolas en los siglos XIX y XX. Madrid, Síntesis.

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