De sobrevidas hablamos - Revista Humor Argentina - Elena Maidana

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AUTOR ELENA MAIDANA

DE SOBREVIDAS HABLABAN


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LA HISTORIETA ARGENTINA EN LA DICTADURA

A los treinta años del nacimiento de Humor®

“Cuanto más oscura es la noche, más fácil es ser una estrella” (en editorial, revista Superhum® Nº 20, septiembre 1982)

Dicen algunos que para los 70 la historieta argentina estaba muerta, que atrás había quedado su “época de oro”. Dicen algunos que justo entonces, cuando se estaba muriendo, comenzó a ser objeto de ciertas atenciones “cultas”: estudios académicos impulsados desde la incipiente semiótica; aventuras artísticas de la mano del pop art. Dicen y con bastante razón que para esos días la historieta “realista o seria”, la que llegó a vender 165 millones de ejemplares anuales en semanarios que eran una parte viva y poderosa de la cultura de las clases populares, sobrevivía paradojalmente gracias a los abordajes realizados por parte de sectores de “la elite ilustrada”, que anteriormente la había ignorado, negado. Ejemplos de ello: los trabajos teóricos y críticos de Oscar Masotta, la Primera Bienal de la Historieta (1968); ambos promovidos por el Di Tella; el fascículo 6: De la historieta a la fotonovela, escrito por Jorge Rivera y Eduardo Romano, para la colección “Las literaturas marginales” editado por el Centro Editor de América Latina (1972). De los márgenes pasaría al centro, como tanto saber popular. Justo entonces, dirían que había muerto. Sin embargo, sería en esa década, cuando, cual ave fénix, iba a renacer de sus cenizas; en el preciso tiempo histórico que haría de nuestro país un extendido cementerio. Dos editoriales –protagónicas en ese período– colaborarán para hacer posible ese renacimiento. En primer lugar; Ediciones Record que se inicia en 1974. En las revistas que editará su director

Alfredo Scutti –Skorpio, Tib Bits, Pif Paf, Corto Maltés...– se publicarán muchos de los principales autores de la época (Mandrafina, Enrique Breccia, Carlos Trillo, Saccomano, Barreiro, Lucho Olivera, Carlos Albiac, Trigo, Caloi, Altuna; entre otros); junto con una revisión de la “edad de oro” basada en la recuperación de obras de José Luis Salinas y, sobre todo, de Héctor Germán Osterheld, de quien se publican historietas de los años 50 (El eternauta, Sargento Kirk) como de su nueva producción (El Eternauta II, Nekrodamus). Asimismo, se editarán nuevas obras de otros autores centrales de aquella época como Alberto Breccia y Hugo Pratt. En segundo lugar, será la revista Humo® , plataforma gráfica de Ediciones de La Urraca, (Director: Andrés Cascioli), la que incidirá en ese regreso con gloria –aunque nunca como en los 50– de la historieta argentina. En Junio de 1978, justo cuando la sociedad buscaba aturdirse con el mundial en marcha; cuando los militares usurpadores del poder intentaban convencer al mundo que “los argentinos éramos derechos y humanos”; cuando ya habían secuestrado, torturado, desaparecido a guerrilleros (menos) a militantes de izquierda, políticos progresistas; obreros, estudiantes (más), a jóvenes, mujeres, abuelas...; cuando Martinez de Hoz y su modelo de destrucción de la economía del país estaba en su apogeo; en esos mismos días del mirar para otro lado de muchos, del “en algo habrá andado”; comenzó esa revista lentamente a abrir ciertas grietas en el edificio del poder, a dejar entreabiertas algunas puertitas por donde entrever lo “otro posible” aún en medio del horror.

De esa revista y sus logros se ha dicho mucho, pero lo que no siempre se ha acentuado es el papel clave que jugó para la continuidad y crecimiento de la historieta argentina. Borrando límites entre lo serio y lo humorístico, entre realidad y ficción, entre periodismo y literatura; capitalizando tradiciones gráficas –la de “El Mosquito”, “Caras y Caretas”, “Patorucito”, “Rico Tipo”, “Tía Vicenta”, “Satiricón”, “Mengano”, “Chaupinela”... –; abrevando en influencias diversas del comic de autor europeo y de la contracultura norteamericana; en plena época de censuras al por mayor; los mejores humoristas, guionistas y dibujantes argentinos ensayarían formas diversas de contar lo que (nos) estaba pasando. El existir como desafío Y el humo® echó a andar, y creció, creció, creció, cuando no se podía “hacer el amor en público –en dibujos–, ni decir palabrotas- en guiones, cuando no se podía ni aquello ni esto tampoco”. Y se comenzaron a tratar “cuestiones bajas, de cama o aledaños. Cuestiones tristes, depresivas, negras, perdedoras y eso...la cosa crítica, satírica, irónica, ni comprometida ni nada...” (1) Lo reconocerían sus propios editores : “Hace 16 años, una revista de humor que se llamaba Tía Vicenta, publicó en su tapa una morsa con la cara de Juan Carlos Onganía. Semejante atrevimiento provocó la prohibición de la publicación y un largo, demasiado largo, período de censuras, autocensuras y palabras dichas sólo hasta la mitad, porque no se podían decir enteras.


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Revista Satiricón Revista SuperHumor MarcoMono publicado en SuperHumor.

Hacen menos años –seis solamente– otra oleada de silencio acalló, entre otras, las voces de los humoristas. Que volvieron, porque siempre vuelven. Y poquito a poco ayudaron a horadar, con su chiste, con su historieta de todos los días, la caparazón de quietismo que nos inmovilizó durante mucho tiempo”; (en la Superhum®, Nº 13, de Noviembre de 1982). Con su mera presencia desafiaron al poder del momento. Y les hicieron decir a sus personajes, cosas como estas: “Estamos dibujando una nueva realidad, mi general”... aunque “...esos no la ven ni dibujada... mientras se empecinan en hacernos creer que eso que cuentan es la historia argentina”; para quien quisiera leer que leyera. “La censura no existe mi amor. La censura no existe. La censura no. La censura...” cantará Baglieto más adelante. “Basta de censu” expresará la pintada en letras negras sobre el muro. “O se le acabó la pintu, o no pu termi, por razones que son de domin publi” dirá Mafalda. Es que por aquellos días el dominio público era de esos ellos, quienes en la Bienal de Historieta de 1979 en Córdoba y, como en el catálogo

editado para el evento aparecían algunas viñetas con desnudos, dibujados por Richard Corben; enviaron a unos conscriptos para que estamparan sus huellas dactilares sobre los cuerpos de los personajes. Esos dibujos, salpicados por dedos intrusos, son, sin duda, una aterradora muestra de la maquinaria dictatorial puesta en funcionamiento para la censura. (2) Por eso aunque movieran a reír no era risa lo que decían. “El dibujante está sentado en una redacción y al observar por la ventana tiene ante sí una realidad no siempre dócil y condescendiente, para peor, aunque el objeto primero sea una sonrisa, contarla no es ningún chiste” (Saccomano, en Superhum® Nº 3, Diciembre 1980,p.11) Apocalipsis Baires. A mi me pasa lo mismo que a Ud. ¿Cómo decir lo que estaba ocurriendo en un contexto de silencio impuesto, de espacio público inexistente, de voces ahogadas, de encierros forzados? ¿Cómo narrar la actualidad cuándo

la autocensura se enseñoreaba en todas las redacciones, cuando los canales de televisión habían sido repar tidos entre las tres fuerzas militares, cuándo periodistas, escritores, guionistas habían desaparecido o se habían exiliado en el mejor de los casos? También en esta oportunidad como en otras de nuestra historia ciertos desvíos volvían posible gestos de resistencia, de disidencia. En ese sentido, la metáfora y el humor en todos sus matices devinieron una vez más en formas privilegiadas para decir lo que no se podía de otra manera. Tretas del débil, tácticas coyunturales para jugar el juego del decir en cancha expropiada; lengua travestida para volver decible lo indecible. Para eso sirvió el grotesco, lo bizarro, el uso del collage, de la experimentación formal, y de todo aquello de lo que se podía echar mano. ¿Es que era posible decir de otro modo esa Argentina en pedazos? La historieta se volvió de tal manera en modelo para armar esa realidad que no todos querían ver, al ofrecer piezas de un rompecabezas disperso, huidizo. Cada tira, ilustración, viñeta, contaba a su


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Revista Humor Tapas

modo –casi siempre satírico, irreverente– una parte de la historia y guardaba para el futuro las claves de intelección / de comprensión de un presente compartido entre autores y lectores. Tenía razón Saccomano al decir: “Cuando los historiadores venideros pretendan entender algo sobre los argentinos de estas décadas, acudirán, con seguridad a las revistas de gran circulación. En esas publicaciones una viñeta o una secuencia los iluminará sobre el devenir histórico” (en rev. Superhum® Nº 3, p.11) Y así, entre chistes van y chistes vienen, se fueron hilvanando relatos de ese presente ominoso, profundamente doloroso. Por eso, fue primero –y siempre– la vida cotidiana la cantera inagotable de esa empresa editorial. Y así con historietas costumbristas –que resignificaban formatos tradicionales– se iba narrando cómo se vivía en esos días de plomo, cómo afectaba –a unos más que a otros– el plan económico que volvió indispensable la dictadura; cómo ciertos sectores urbanos de la clase media –cholula y tilinga, uno de los blancos preferidos de la revista– se subían a la cresta de la ola de la importación y de los viajes al exterior en plan “deme dos”, mientras otros sentían en sus bolsillos y en sus cuerpos la carencia creciente. De tal forma, y cómo no se podía decir lo que se quería o pensaba de modo directo, ni tampoco era factible en aquellos tiempos recurrir al humor político, fue ese despliegue de modo burlón, corrosivo, punzante, satírico de “costumbres argentinas” residuales / emergentes una de las estrategias narrativas para contar lo que estaba ocurriendo. Por eso más que proporcionar evasión al estilo tradicional, lo que se generaba era la mirada cómplice y los posicionamientos críticos en narradores, dibujantes y lectores; ante esa realidad que golpeaba a la mayoría de los argentinos. Por todo ello renovarían para siempre la vertiente costumbrista que había caracterizado al humor gráfico y a la historieta argentina en particular.

Perlitas Humo®ísticas Un sistema para darse el gusto y ahorrar muchos pesos. Para aprender a vivir con la inflación. Ahora Usted puede disfrutar de esas cosas carísimas que tanto ansía, ¡a mitad de precio! Ensaye este novísimo método de uso compartido eligiendo de entre sus vecinos más próximos, al más cuidadoso, de mayor confianza o al de más mosca. Y compre a medias con él todo lo que está lejos de su bolsillo. (Propuesta de Ceo y Sanz S.A. Nº 4. Sept1978) Para combatir la fiebre de lo importado, lo mejor es la aspirina neocelandesa. Graciela Alfano no existe: es un truco publicitario. Fractura de cráneo, fuga de cerebros. “Rodando, rodando, me van pagando” (Una autopista) (Nº 25- Diciembre 1979) Bienvenidos al mundo del demi-Sec (Un clase media) No compre de más. No compre nada. Por TV vimos votar a los bolivianos. Ud. ¿ se acordaba cómo se hacía? (Nº 38-Julio 1980) De tal manera, con esa interpretación ácida, para nada complaciente de las luces y sombras de la vida cotidiana acercaban de modo oblicuo pero contundente los efectos socioeconómicos de la dictadura. Fue así como en los primeros años hablaron de ella sin hablar de ella.


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DE SOBREVIDAS HABLABAN. LA HISTORIETA ARGENTINA EN LA DICTADURA. Boogie el aceitoso de Fontanarrosa Tapa revista humor infantil HUMI

De héroes y tumbas. Aventuras en el país de no me acuerdo.

Juan Gelman Mientras eso ocurría con el humor gráfico y la historieta humorística, con las de aventura publicadas en Skorpio; en especial las que conseguían escapar de la ley de la estereotipia impuesta por el mercado editorial; iban a posibilitar efectos de sentido contrarios a la ley (marcial) imperante, permitirían asimismo lecturas más allá de la evasión; al proponer claves interpretativas del presente a partir de la narración de lo que ocurría en el espacio sideral, en planetas desconocidos, en tierras lejanas o en pasados remotos… pero que también ocurría aquí: persistentes dictaduras, opresiones, violencia, muertes, torturas, atropellos... Desde los márgenes metaforizaron con su lenguaje la gran desventura que se estaba viviendo, transmutaron en poesía el dolor, el desconcierto, el terror, construyeron sentido sobre lo que estaba aconteciendo. Claro que tenían un antecedente para hacerlo: El eternauta de Héctor Oesterheld. Fue este guionista uno de los que mejor transgredió las convenciones del género, al construir héroes comunes y colectivos; al conectar lo que narró en esa su historieta mayor con la ciudad de Buenos Aires; al anclar esa ficción y otras que escribió en realidades cercanas; al contar conflictos más que entre buenos y malos entre seres humanos signados por debilidades y contradicciones. Quizás por eso, dicen que fue con él que la edad de la inocencia de la historieta argentina había terminado. Quedaban para adelante héroes sobrevivientes

para lectores sobrevivientes saliendo de páginas de un medio de comunicación también sobreviviente: la historieta. Condición compartida, no por destino sino como consecuencia y efectos de procesos sociopolíticos comunes.

Experimentaciones para narrar el horror Humo® fue el puntapié inicial para otras aventuras editoriales (¿acaso en estas nuestras tierras todo no es una aventura?): Suplemento de Humo® y Ciencia Ficción, Superhum®, El Péndulo, Hurra, Humi (joyita infantil inolvidable), Sexhumo®... Con esas producciones se promovió a partir de 1980 la publicación de historietas (nacionalesextranjeras) de autor, experimentales, de gran despliegue creativo. A los nombres ya incorporados a la nave madre: Fontanarrosa, Cilencio, Grondona White, Fati, Crist, Rep, Lawry, Tomas Sanz, Garaycochea, Altuna, Limura, Meiji, Tabaré, Ceo, Santiago Varela, Fortín, Trillo, Saccomano, Nine; se agregarían en Superhum® los de Breccia (Alberto, Enrique, Patricia), Solano Lopez, Daniel

Reinoso, Sanyú, Mandrafina, Dose, Macagno...; quienes al reforzar el grotesco y el expresionismo transformarían una vez más la historieta, creando así un lenguaje nuevo para una Argentina otra, que ya no volvería a ser como antes. Ya no servía el lenguaje ar ticulado ni las convenciones de la historieta tradicional, realista/seria; era necesario recurrir a caminos ya transitados, sobre todo por el comic europeo y el under nor teamericano. Claro que acá las experimentaciones conectarían con otras realidades terribles y traumáticas. Así se fue creando un nuevo lenguaje visual, una nueva manera de narrar con imágenes aventuras y desventuras, de héroes, superhéroes, antihéroes, de villanos y víctimas al por mayor; contextualizadas en Buenos Aires (Los misterios de Ulises Boedo, Los enigmas del Pami), en ciudades, modernas, violentas, desangeladas (Merdichesky, Sol de noche, Buscavidas), en el pasado latinoamericano (Historia de Indias), en lugares ficticios del pasado y del futuro (Julián Estrella); en espacios metafóricos (Bosquivia); publicadas en particular en Superhum®: que para muchos llegó a ser “...una buena vacación


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Alvar Mayor de Breccia Historia de Bosquivia

Tit Bits Tapa Skorpio Tapa con el Corto Maltés

de Infierno, ese tan temido que nos chamusca y pincha con tridentes de tasas, salarios y censuras...” En esa historia estarían también las historietas nómades, las que circularían de revista en revista, siempre vivas: Las puertitas del Sr. López, de Trillo/Altuna; Boggie, el aceitoso e Inodoro Pereira el renegau, del magistral Negro Fontanarrosa. Tanta búsqueda, tanta experimentación irían preparando el camino para ese otro gran momento de la historieta argentina, el que escribiría la revista Fierro...

Sentimos que no estábamos solos Y así como los recitales de rock, Teatro y Danza Abierta, e incluso las procesiones a San Cayetano se fueron convirtiendo en expresión de nuevos movimientos sociales, al permitir juntarse e identificarse a miles de personas en un país en estado de sitio permanente; también la historieta renovada que hizo posible esa aventura editorial permitió encuentros, canalizó deseos e imaginarios, promovió reconocimientos (había otros a los que

les pasaba lo mismo, había otros como uno que estaban pensando, sintiendo, imaginando cosas parecidas); acompañó la lenta y difícil superación de los aislamientos sociales. Con ella se participó del proceso de unión de algunos de los hilos y cabos sueltos de la Argentina fragmentada de aquellos días nefastos. Con pedacitos, cuadro a cuadro, viñeta a viñeta, mano a mano y boca a boca; se iría armando el tejido necesario para tapar los agujeros que “los ellos” nos dejaron como herencia. Y en ese proceso, fue la historieta, esa que dijeron que se había muerto la que ayudó, en su medida por cierto, a revitalizar a los lenguajes (y a nosotros) en un país con 30.000 desaparecidos. Y aún hoy, siempre se encuentra en ella algo nuevo, como en todo lo vivo. Es que la historieta no estaba muerta, sólo andaba de parranda.

Notas: (1) Los textos de las citas han sido extractados de revistas Superhum®, el compaginado es personal. (2) http: //www.revistasudestada.com.ar Fuentes: http:absynet.com/recursos/comics/esp2argent1.html Alabarces, Pablo: Narrar la violencia. De El Eternauta a Operación Masacre; en www.samizdat.com.ar. Trillo, Carlos y Saccomano, Guillermo (1980). La historia de la historieta Argentina. Buenos Aires. Ediciones Record. Colección personal de revistas Skorpio, Tib Bits, Pif Paf; Humo®, Superhum®

FIN


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