Ediciรณn especial: Literatura
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Edición especial LITERATURA Verano #3 12 de julio de 2018
Junta Editorial: Alexandra Pagán {Directora Sonia Cabanillas Martín Cruz Santos Hugo Viera Vargas Anto Gamunev María José Moreno Viqueira Junta Asesora: Mariveliz Cabán Montalvo{Presidenta Roxanna D. Domenech Sugelenia Cotto
Portada: Stanley Coll Destripador de ostras Acrílico sobre madera, 24” x 27”, 2009
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Amor
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De líquidos y humores en Trance de Pedro Cabiya
Gabriela del Pilar Calzada Rodríguez
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Reflexiones sobre la novela La herencia del tío gruñón, de Sylma García González. A propósito de su presentación
Luz Rebeca García Álvarez
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El archipiélago es un espejo de mar. A propósito de Puerto Islas; crónicas, crisis, amor de Beatriz Llenín Figueroa
Vanessa Vilches Norat
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De Barrio. Muestra de pinturas
Stanley Coll
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Preguntas para los pájaros.Capítulo 1
Ana Teresa Toro
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Madriguera
Tere Dávila
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Poemas para mis nietos y otros parientes imaginarios
Cindy Jiménez-Vera
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Para colaborar en Cruce:
En Cruce publicamos: artículos de investigación reflexiones reseñas notas de opinión comentarios de textos fotoensayos o arte plástico entrevistas textos creativos y todo tipo de escrito que suponga un análisis o mirada crítica a la sociedad contemporánea. Toda persona que desee colaborar deberá enviar su artículo por correo electrónico, comprometiéndose a que dicho texto respeta las normas internacionales en materia de conflicto de intereses y normas éticas. Los escritos se someterán a estricto arbitraje y proceso de edición y corrección, por lo cual la colaboración puede sufrir alteraciones, a menos de que se trate de un texto literario. Nos enfocamos en los siguientes temas: Política y sociedad: Los escritos de crítica sociopolítica presuponen colaboraciones de los diferentes saberes de las Ciencias Sociales, las cuales a través de principios o esquemas conceptuales o teóricos analizan y explican los fenómenos y estructuras sociales.
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Letras: Los escritos literarios de autor (poemas, cuentos, dramas, fragmentos de novela, prosa poética...) que muestran la sensibilidad humana e inspiran a la creación. Asimismo, reseñas, críticas a textos literarios y otros acercamientos literarios o pro- piamente lingüísticos. Arte: Los escritos dedicados al análisis, el estudio y la presentación de todo aquello que comprenda al mundo cultural. Abarca la gestión cultural, la autogestión, los estudios culturales, la música, el arte plástico, movimiento escénico, danza, la cultura popular y el arte urbano, vistos preferentemente desde el prisma de la cotidianidad. La fotografía como narrativa visual que sirve para retratar la cotidianidad y la realidad social, y los acercamientos a la obra fotográfica de algún artista. Cine: Los escritos que analizan o reflexionan acerca del mundo cinematográfico y cómo se atiende desde lo visual los temas de relevancia contemporánea. Se aceptan formatos audiovisuales. Los derechos de las publicaciones son exclusivas del autor. Todas las colaboraciones y comunicaciones se harán al correo institucional de la revista
editorescruce@suagm.edu. 5
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De líquidos y humores en Trance de Pedro Cabiya
Gabriela del Pilar Calzada Rodríguez
“Puede parecer una persona y hablar como una persona, y tal vez incluso sangrar como una persona. Pero es un monstruo.” –Cassandra Clare “Siempre me pareció que el ejercicio de la literatura tenía que ser un ejercicio de la imaginación”. –Pedro Cabiya
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crimen atroz de manera involuntaria. Finalmente, en “Principiante”, Figueroa se convierte en el intermediario entre seres extraterrestres y los seres humanos de la historia y es quien se encarga de establecer la comunicación entre ambos universos novelescos. La novela encierra sorpresa y horror a la vez que supone una innovación por su hibridez y por las características que operan en el aparato narratológico. Resulta interesante el paralelismo morfológico en los títulos de los relatos ya que todos comienzan con la letra P, pues indica la relación entre éstos, aspecto que se descubre en la lectura de un texto con tramas entrelazadas cuya intersección se da en un accidente automovilístico.
rance (2007) es la segunda novela del escritor puertorriqueño Pedro Cabiya en la que se desarrollan cuatro relatos que convergen al final y en la que los personajes participan en otras tramas como personajes secundarios. Al final, el lector confirma que se trata de una historia que ha sido invadida por una tecnología desconocida y en la que se desenca- La narrativa cabiyana explora las denan hechos fantásticos y monstruosidades y las anomalías Juan Duchesne afirma que en la narrativa de Pedro de ciencia ficción. La trama fantásticas del sujeto en relación Cabiya está presente un de “Perro”, la primera sección de la novela, se articu- con el discurso tecnológico, mediáti- nuevo sujeto puertorriquela desde la primera perso- co, científico y en el caso particular ño, el ciudadano insano, na y su personaje, un perro de Trance, el discurso sobre el cuer- comprometido con quepersonificado, experimen- po, los fluidos y líquidos que lo com- brar los convencionalismos sociales y de identidad, ta incertidumbre cuando ponen y la enajenación del ser. aspecto que no había sido trata de comunicarse con trabajado anteriormente el resto de las personas. en la literatura puertorriqueña. Cabiya irrumpe Este estado confuso se manifiesta a través de en el escenario de las letras puertorriqueñas un monólogo desconcertante y sorprendente. valiéndose de una estética distinta que cultiva La historia detrás de “Poeta”, el segundo relael cruce entre el género fantástico y la ciencia to, trata sobre Hugo, un joven que explora su ficción. Asimismo, incorpora las nociones de lo sexualidad e interviene en una dinámica tóxica grotesco y lo increíble en relatos que trasciencon otros personajes que lo presionan y lo llevan den los discursos clásicos de la literatura y prea renunciar a su identidad. En “Pato”, el protasentan los choques, contradicciones y conflictos gonista es un narcotraficante homosexual muy del sujeto en la contemporaneidad. La narrativa violento, que consume drogas y que comete un cabiyana explora las monstruosidades y las ano-
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malías fantásticas del sujeto en relación con el discurso tecnológico, mediático, científico y en el caso particular de Trance, el discurso sobre el cuerpo, los fluidos y líquidos que lo componen y la enajenación del ser. En este trabajo me propongo explorar las relaciones entre el discurso médico antiguo y la teoría de los humores con la cultura tecnológica de la sociedad actual dentro de la estética de la narrativa puertorriqueña contemporánea. De igual modo, pretendo trazar vínculos entre la teoría humoral y los hallazgos de la fisiología en cuanto al balance de los líquidos que componen el cuerpo humano. Esta combinación discursiva resulta en una narrativa abyecta que, más allá de ser incómoda, repugnante y grotesca, devela la cercanía de nuestra monstruosidad posando la mirada en el sujeto y en su ambivalencia identitaria, aquella que se crea al habitar fuera de sí en la era tecnológica. Por otra parte, su narrativa tiende a la deconstrucción tanto de las estéticas tradicionales como de las estructuras binarias y fijas que pretenden armar una lógica totalitaria y uniforme. Su obra desestabiliza estos constructos convencionales ya que trabaja con personajes desequilibrados, de personalidades contradictorias, violentas y volátiles, aspecto que ha señalado Cynthia Morales Boscio. Por su parte, Luis Felipe Díaz plantea que la obra de Cabiya responde a una narrativa posmoderna que no cuestiona los conceptos de identidad nacional ya que tiende a la heterogeneidad, lo monstruoso y lo sorprendente. La obra de Cabiya es contestaria a la estética del contexto escritural puertorriqueño de las generaciones del 50 y el 70 desde la relación problemática entre la tecnología, el discurso de la medicina, el neoliberalismo económico y los modelos o disciplinas que relativizan el mundo como es el caso de la ciencia ficción en el cine. En la medida en que Cabiya incluye en su novela nociones alusivas al discurso médico científico y al discurso tecnológico, el texto en sí es un híbrido de géneros y estéticas. La dinámica caótica en Trance se sostiene sobre una trama circular que se desarrolla en el entorno violento y heterogéneo de la ciudad. La urbe de la que se habla
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se sitúa en Puerto Rico, por lo que esta novela, a pesar de que es estéticamente posmoderna, se inscribe en el imaginario espacial urbano puertorriqueño y establece un diálogo con las nociones de identidad y la configuración social puertorriqueña. Concuerdo con la crítica que ha visto que la narrativa de Cabiya se acerca a un proyecto de articulación identitaria distinto en tanto es inestable, heterogéneo y novedoso. No cabe duda, entonces, que la ficción cabiyana problematiza las características de la identidad del ser en relación con la tecnología. Cuando leemos Trance encontramos las historias de sujetos enajenados, invadidos y confundidos por entes extraños y ajenos a su humanidad. De ahí la incorporación del cuerpo como receptor de la violencia y el trance, a la vez que como productor de emociones y experiencias. La novela nos sitúa en un espacio de indeterminación que descarta las posibilidades de normativización. Trance se construye desde el entorno urbano más violento y grotesco. El modo de narrar el horror de las escenas violentas trabaja a partir de lo rudo, lo burdo, lo fétido y lo absurdo del espacio citadino. La vida cotidiana no es racional ni ordenada, por lo que el modo de narrar sobre ese espacio supone una mezcla de géneros y disciplinas en la que se insertan el ojo y los acercamientos del cineasta. Trance es un texto que, por su hibridez y estética posmoderna, se resiste a ser considerado únicamente como novela en tanto los cuatro relatos que la componen funcionan de manera independiente, aunque, a la vez, la trama del texto apunte a una circularidad pues todos los personajes y eventos coinciden en una especie de choque violento y fatal. Esta nove-
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la se construye a partir de las diferencias entre los personajes sobre un telón de fondo urbano en el que se desarrollan las historias, al parecer, según lo ha visto Braham, por una intención ajena a la lógica humana. El sujeto híbrido del perro hombre o del hombre que parece perro, podría interpretarse como una mezcla que denuncia la violencia de la sociedad neoliberal de la tecnocultura que se manifiesta en el ser humano y en los animales. La ambigüedad identitaria de este sujeto presenta los límites de la identidad entre lo humano y lo canino. Pero la hibridez del texto se problematiza aún más en el relato titulado “Poeta”, en el que el personaje de Hugo actúa en varias ocasiones como perro, se rasca la cabeza y reclama territorio. En el fragmento de “Principiante”, el personaje de Figueroa actúa de manera inusual y utiliza el cuerpo del perro atropellado para realizar una transferencia con seres extraterrestres utilizando la sangre del perro. El personaje de Cano gruñe como un perro y marca el territorio con orina en el terreno baldío previo a la persecución que acabaría con un desenlace fatal. Por otro lado, el discurso científico se articula desde las posibilidades y las correlaciones que determinan las relaciones entre los sujetos y los cuerpos del texto. La mayoría de las narraciones de los personajes contienen elementos grotescos y de asombro, en el marco de una narrativa ficcional contemporánea. En este sentido, la novela trabaja sobre nociones estéticas que desarticulan la aparen-
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te normatividad de los cuerpos en la sociedad puertorriqueña a través de un texto que se vale de la incertidumbre, lo grotesco y lo inesperado para formular una nueva forma de narrar alusiva a la postmodernidad. En diálogo con esto, los relatos “Perro” y “Poeta” están escritos en primera persona, mientras que en “Pato” y “Principiante” se subraya la narración en tercera persona. La mezcla de voces narrativas y la dislocación de la realidad trabajada desde lo absurdo y lo superreal apunta a la ruptura con la armonía en el territorio textual. Tanto la estructura formal de este texto como su contenido apuntan a una narrativa de abyección, que opera como el ente generador de hechos inesperados y chocantes que suscitan una experiencia límite, que prescinde del binario del yo sujeto y el objeto, capaz de anular ambas diferenciaciones y situarse en un estado intermedio de lo que asedia. La narrativa de Cabiya se vale del discurso médico para armar una narrativa innovadora, desestabilizadora, no lineal y coherente en tanto responde a un estilo de vida cotidiano problemático, de fracasos en las relaciones interpersonales y afectivas en sujetos que consumen sustancias tóxicas, las que alteran su conciencia y les producen un trance. El humor, entendido desde sus dos acepciones, la primera relacionada con el líquido del cuerpo de un animal o planta y la segunda como la disposición anímica proyectada al exterior, ha estado presente en el vocabulario médico desde la práctica de la medicina antigua en la que
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se vinculaba la cantidad de fluidos corporales con el estado emocional y la personalidad de las personas. En Trance se hace alusión a los fluidos de la sangre y la orina dentro del marco de la estética grotesca a la vez que se sugiere una correspondencia con las personalidades de los personajes. En cuanto a los fluidos de los que se compone el cuerpo humano, el texto sugiere que el desequilibrio de estos líquidos lleva a la desorientación y a los estados alterados de conciencia. A ello viene el mareo y la confusión que experimentan los personajes en cada relato. Según la fisiología, el cuerpo humano se mantiene saludable en la medida en que hay un equilibrio entre los fluidos renales y los sanguíneos, ambos componentes vitales para el funcionamiento óptimo. Entonces, observamos que el fluido es un líquido compuesto generalmente por agua que contiene iones y células esenciales para las funciones del cuerpo y el metabolismo. La interpretación simbólica de la sangre y la orina apuntan a una narrativa que apuesta por la plurisignificación y la incertidumbre. Según lo documenta Biedermann, la sangre representa el prototipo de la vida y a menudo se considera como el divino elemento vital que actúa en los cuerpos humanos. Esta es considerada como portadora de fuerzas mágicas y se asocia con nociones irracionales. En lo que compete a la orina, esta corresponde al fuego de la naturaleza interior, según los alquimistas. En la fisiología se trata de un líquido compuesto por diversos componentes que es secretado en los riñones y que se desecha del cuerpo. El electrolito es la solución conductora de la energía o la electricidad y se compone de nutrientes y elementos como el sodio, el potasio, el magnesio y el calcio. Interesantemente, el autor define el espíritu como la parte pura que se extrae de cuerpos sólidos por medio de operaciones químicas. La pérdida del espíritu en la novela se da en el trance y conexión tecnológica que experimentan los seres, que en buena medida renuncian a su pureza. En este contexto, lo abyecto se sitúa afuera del yo y es desde ahí que cada personaje del texto entra en una especie de limbo o viaje que lo desubica, de la misma manera que las transformaciones
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distorsionan la imagen que se tiene del otro. Los síntomas de la abyección están muy presentes en los estados ausentes de los personajes y en el trance a la deshumanización, la exaltación de lo material, el apego a los objetos y la invasión tecnológica. En diálogo con esto, la colocación y definición de los términos orina, sangre y espíritu al comienzo del texto no es gratuita, sino que tiene que ver con el vínculo que existe entre los líquidos corporales y los electrolitos, estos últimos, entendidos como la fuente que produce energía en el cuerpo. La locura de Figueroa se asocia con una arterosclerosis, es decir, con un desequilibrio vascular o sanguíneo que provoca conductas extravagantes y sin sentido. No es accidental que el texto incorpore estas nociones pues el propio Cabiya recurre en numerosas ocasiones a relacionar los fluidos corporales con consecuencias en el estado de ánimo de los personajes. Un ejemplo de esto es el personaje de Cano, colérico, iracundo, de un humor explosivo y violento. Resulta interesante que al final del relato de
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“Pato”, Cano sufra una transformación de humor y que lo invada una profunda melancolía a causa del deseo frustrado por Wichi que lo lleva a mostrar desinterés por la tragedia. Cano es un sicario y vendedor de droga que además, consume cocaína y es homosexual, un personaje que desafía la ilusión de la normatividad social en todos los sentidos. El personaje de Hugo transita en varios estados de ánimo, al principio del relato actúa como un personaje calmado, de un humor flemático que define a los sujetos sosegados, tranquilos y pasivos. Más adelante, este se transforma en la burla de sus compañeros y su personalidad transmuta a un humor “bílico” negro, de acciones descabelladas, violentas e impulsivas. La noción de trance que se sostiene a lo largo del relato se cuestiona al final al mencionar el espíritu y cómo este sirve de puerta de tránsito entre dos mundos opuestos. En el texto, la operación de transferencia del espíritu falla y es por eso que el final se presta para interpretar que el espíritu del perro que no fue asignado a otro cuerpo, se convierta en un “monstruo depredador ultraterreno” (Cabiya, 155) que reclama su espacio con un gruñido feroz. La estética primordial de este texto es el trabajo con la noción de lo inesperado a la luz de una trama chocante que opera desde la violencia material sobre y en los cuerpos. De esta manera, Trance apunta a la lógica de lo abyecto en tanto los personajes de este texto se enfrentan con diversas dislocaciones, transformaciones y trances desde la personalidad, el humor e incluso desde la experiencia con los fluidos corporales de la orina y la sangre. El accidente masivo que une todas las tramas y a los personajes en un lapso breve y que se da en el espacio de una urbanización en la que los vecinos muestran indiferencia ante lo ocurrido, es prueba de la estética surrealista que dialoga con la ciencia ficción en esta novela. Por otro lado, podría trazarse una similitud entre técnicas cinematográficas y la noción de contraste vista desde la coincidencia de estos sujetos en un mismo espacio y tiempo. De otra manera, lo abyecto se manifiesta en la extrañeza que actúa sobre el cuerpo, que según
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Kristeva, hostiga hasta causar repugnancia. Ese yo-cuerpo que es asechado por lo abyecto habita fuera de sí, por lo que se podría concluir que la descarga de lo abyecto en esta novela se traduce en los trances y la violencia. También puede vincularse con la incertidumbre del ser en
la obra de Cabiya según la ha estudiado Cynthia Morales Boscio. En el texto, las instancias que se oponen a la realidad cobran un significa-
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do grotesco, repugnante y desconcertante. En el relato de “Perro”, el olor a “pellejo sarniento” (Cabiya 17) le produce una incomodidad al personaje que no se reconoce como perro, sino como humano, aunque su alma habite un cuerpo canino. En la escena en la que el brazo ta-
tuado de Cano dispara contra el carro de Hugo en el que estaban sus compañeros, se emplea en varias descripciones grotescas a través de la
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cuales se da una mezcla de fluidos y olores. “El plomo le cosió el trasero y le desprendió el ano, del que emanó una catarata de sangres y heces. El olor a excremento se mezcló con el olor a pólvora y a hemoglobina.” (Cabiya 62) Hacia el final del relato se describe y se enfoca una imagen grotesca con un tono sereno. Se trata del cuerpo muerto de Evelyn que exhibe cómo “el globo ocular le colgaba a la altura de la boca”. (Cabiya 65) Asimismo, la descripción detallada del desmembramiento y tasajo de los cuerpos sangrientos devela la violencia extrema que define la trama entera. En contraste, podríamos pensar lo abyecto en este texto desde el trance, ese estado de tránsito y transformación que opera desde las sustancias y la desproporción entre fluidos biológicos esenciales que experimenta cada personaje e incluso la reacción que existe entre los líquidos, los códigos y las experiencias de miedo, confusión y cólera de los sujetos en el texto. Lo abyecto se sitúa afuera del yo y en ese sentido, cada personaje del texto entra en una especie de limbo o viaje que lo desubica, de la misma manera que las transformaciones distorsionan la imagen que se tiene del otro y se renuncia a la humanidad. Los síntomas de la abyección están muy presentes en Hugo y en Cano. Hugo experimenta una sensación de tristeza y asco justo después de atropellar al perro, mientras que Cano le expresa a Wichi que él era capaz de dejar a Shirley por estar con él, a lo que Wichi responde con desprecio y asco. El estado ausente y el trance a la deshumanización, la exaltación de lo material, el apego a los objetos y la invasión tecnológica en el texto conducen a lo abyecto. Esta deshumanización viene acompañada de la despreocupación por el otro, aspecto que señala Braham en Trance como un texto que “denuncia la enajenación y el odio al prójimo como consecuencia de la disolución de los lazos familiares, institucionales y comunitarios en el Puerto Rico actual.“ (Braham 42) De otro modo, el texto está poblado de monstruos que acechan continuamente desde las
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ventanas, en el encierro de una casa en “Principiante”, en el altar de una iglesia y en los sueños de Cano en “Pato”. Cano sueña con un ser peludo que le habla, pero que él no escucha y esto le produce terror. Además, tanto en “Pato” como en “Poeta” aparecen seres que vigilan a los personajes y que se esconden detrás de ventanas y resquicios apartados de la trama principal. El hombre perro se topa con uno de estos seres hurgando en un arbusto, Hugo percibe unos ojos tornasolados que lo observan desde la ventana de una casa, Cano sueña con un extraterrestre con forma y cola de perro y Figueroa habla en códigos con una niña de cinco años quien está involucrada con alguna de las fuerzas ajenas que rigen el mundo terrenal. Cabiya inserta el elemento surrealista en el texto desde los sueños y desde la pérdida de espíritu, elemento que en el propio texto se deshace y se altera a partir de la destrucción de los cuerpos y de los líquidos que lo componen. La pérdida del espíritu en la obra de Cabiya responde a la lógica materialista que coloca lo material sobre el espíritu, de manera que este pasa a reducirse por causa de la materia. El estado de lo abyecto en el personaje de Hugo se da en el proceso de objetificación y ficcionalización al que se induce el propio personaje ya que renuncia a su verdadera naturaleza y actúa con una conducta desafiante, morbosa, confusa, en medio de un trance profundo. La objetificación implica entonces la autohumillación y con esto viene la cancelación de su condición humana. Hugo falsifica su identidad para relacionarse con su entorno. La anulación del yo que se da en Hugo es la causa de lo abyecto. De esta manera, el texto da cuenta de la cara monstruosa de la realidad. El tema de lo abyecto en Trance, se manifiesta a partir de las nociones de lo grotesco, el lenguaje grosero de los personajes, la suspensión del tiempo en los estados de trance. El estado de lo abyecto se instala además en las sensaciones de los personajes y a partir del miedo, la incertidumbre, el estado absorto, el estado de inconciencia, los momentos de irracionalidad, la
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automatización, la enajenación, la risa grotesca y desenfrenada, los insultos, las humillaciones y la confusión propia que produce el tránsito de un estado al otro. El trance podría representar el movimiento, la transición de las emociones y las vivencias de los personajes así como los trastornos de personalidad y conducta que se articulan desde la violencia. A modo de conclusión, me parece que las interferencias de sonido y las brechas de recepción, así como los procesos de anulación del yo en los personajes median el trance. Es decir, que en los momentos en los que se suspende la aparente linealidad de la trama, estos instantes funcionan como interrupciones y negaciones de la identidad de los personajes en la medida en que éstos viven una transformación. El personaje de Figueroa se niega a sí mismo cuando se convierte en un objeto comunicador entre los seres extraterrestres y los seres humanos. Es en este sentido que niega su identidad humana. Ocurre igual con el personaje de Hugo que niega y fragmenta su identidad en relación directa con las expectativas de los otros. Esta transformación da paso a una creación ficcional de situaciones e identidades reales, esto sin pasar por alto la ficción propia del texto. La trama se desenvuelve a través de la representación de los fluidos, los olores y las descripciones grotescas, lo sórdido, lo fétido y lo nauseabundo. El texto funciona como el espacio de encuentro de las teorías de la ciencia contemporánea, la invasión tecnológica en la vida de los seres humanos y la deshumanización que implican estos fenómenos. El cuerpo en este texto pasa a representar lo híbrido por medio de la composición de líquidos y sólidos, estados de la materia que se complementan y dependen el uno del otro. El cuerpo además es el medio para realizar las transferencias de almas en la medida en que se vuelve un objeto como en el caso de Puruca en el que el personaje de Figueroa la convierte en un aparato walkie talkie. Resulta interesante que ese abyecto –que no es ni sujeto ni objeto, porque esta escena transgrede los límites de lo humano y lo tecnológico– permita la comunicación con el otro lado, es decir, que faci-
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conjugan el estado de suspensión de los sentidos por un éxtasis con un momento crítico y decisivo. Los sueños de Cano y el final ambiguo del texto en el que no se sabe si la casa de Figueroa ha sido invadida por un monstruo con características de perro, revelan el carácter paranormal del trance que se trabaja en este texto desde la estética gótica ficcional en tanto el terror de la trama se produce por la aparición de un monstruo. El efecto de lo siniestro en el desenlace del texto invade y ocupa a los personajes. Entonces, todos los trances remiten al trance ficcional como estrategia para narrar de manera verosímil eventos que parecen irreales e improbables.
lite el trance. Sin embargo, vemos cómo Puruca reclama su humanidad, en un pasaje se refiere a la realidad y alude a la defensa de su integridad y dignidad como ser humano. Entonces, Trance es también un texto que trabaja con los límites del cuerpo humano y el cuerpo artificial de los objetos tecnológicos. Por su parte, Figueroa es a la vez un cuerpo ocupado por un espíritu o fuerza ajena, las mismas fuerzas que sobrepasan su entendimiento y su voluntad. Figueroa pasa de actuar como un robot a estar totalmente invadido por el trance de una inteligencia artificial externa que lo domina y que lo lleva a la adaptación, acción que, por ser biológica, se asocia con la función de los electrolitos como agentes que conducen la energía y que si se alteran los porcentajes de las sustancias que los componen, se producen conductas humanas anómalas. En este relato, los líquidos facilitan la transmisión. Esta novela hilvana todas las acepciones del término trance pues en “Principiante”, refiere a ese instante próximo a la muerte, en “Poeta” se
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La estética híbrida y ficcional de Trance muestra que la narrativa contemporánea inserta una multiplicidad de disciplinas, temas y pretextos para responder a situaciones reales que se problematizan en sus textos a través del uso de procedimientos literarios. La narrativa de Cabiya resulta innovadora pues se instala en varios discursos al servicio de lo grotesco y lo inesperado. El trance implica transformación y en el caos de la novela el paso abrupto del estado de inconciencia a un estado consciente apunta a una especie de código abyecto que se maneja desde el código narrativo y el tecnológico que se instala en la trama para expresar la invasión de agentes externos en la comunicación y comportamiento humano. La novela se transforma en un espacio en el que los hechos violentos se funden con lo grotesco, lo monstruoso, lo abyecto. La reproducción del código abyecto se da a partir de lo sucio, lo escatológico, lo vomitivo, los hedores, el esparcimiento de sangre y orina y la espectacularización de la violencia. El alma dañada y mutilada es lo abyecto porque la invaden fuerzas tecnológicas exteriores. En cuanto a los personajes, ese yo anulado que aplasta, hostiga y acecha es lo abyecto en tanto causa, repugnancia y extrañeza. El arrebato colérico de Cano por el consumo de cocaína lo convierte en un sujeto tóxico, irracional y vengativo por un amor no correspondido. La transmutación del personaje de Figueroa en un ser despreciable provoca el rechazo de Puruca mientras que el
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cuerpo ocupado del perro por un espíritu humano recibe violencia, manifiesta síntomas de incomodidad e intoxicación que son intolerables y que redundan en el maltrato de los demás hacia él. La estética abyecta del texto se manifiesta desde la fobia del yo y podría rastrearse desde los estados y comportamientos límites. Según lo plantea Kristeva en Poderes de la perversión, lo abyecto se reconoce fuera de sí, es decir, que se le hace imposible encontrarse y ser en sí mismo. Considerando la presencia de los términos sangre, orina, cuerpo y espíritu al comienzo del texto y su significado, es posible vincular la composición líquida e interna del cuerpo con el tipo de narrativa que explora Cabiya. La narrativa líquida e híbrida de Cabiya resulta innovadora pues se instala en varios discursos al servicio de lo grotesco y lo inesperado a la vez que presenta una pluralidad de elementos que, a través de su estado se reinventan, cambian, se desplazan y crean diversas formas de narrar.
Referencias: Biedermann, Hans. Diccionario de símbolos. Barcelona: Editorial Paidós, 1993. Braham, Persephone. “Problemas de género: narrativa policial y ciencia ficción en Puerto Rico, 1872-2014”. Cuadernos Americanos 148.2 (2014): 33-47. Impreso. Cabiya, Pedro. Trance. San Juan, Puerto Rico: Publicaciones Gaviota, 2010. Impreso. Díaz, Luis Felipe. “La obra de Pedro Cabiya en el contexto escritural puertorriqueño”. Escrituras en contrapunto, estudios y debates para una historia crítica de la literatura puertorriqueña. Eds. Marta Aponte Alsina, Juan G. Gelpí y Malena Rodríguez Castro. San Juan, Puerto Rico: Editorial de la Universidad de Puerto Rico, 2015. 453-479. Impreso. Duchesne Winter, Juan. “Noticias de un país que desaparece: raros puertorriqueños de hoy”. Escrituras en contrapunto, estudios y debates para una historia crítica de la literatura puertorriqueña. Eds. Marta Aponte Alsina, Juan G. Gelpí y Malena Rodríguez Castro. Editorial de la Universidad de Puerto Rico, San Juan, Puerto Rico, 2015, pp. 421-452. Impreso. Gelpí, Juan. “La apropiación de las ficciones de Borges en la literatura puertorriqueña contemporánea”. Escrituras en contrapunto, estudios y debates para una historia crítica de la literatura puertorriqueña. Eds. Marta Aponte Alsina, Juan G. Gelpí y Malena Rodríguez Castro. Editorial de la Universidad de Puerto Rico, San Juan, Puerto Rico, 2015, pp. 526-553. Impreso. Kristeva, Julia. Poderes de la perversión, ensayo sobre Louis-Ferdinand Céline. Trad. Nicolás Rosa y Viviana Ackerman. Madrid: Siglo XXI editores, 2006. 7-16. Impreso.
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Morales Boscio, Cynthia. La incertidumbre del ser, lo fantástico y lo grotesco en la narrativa de Pedro Cabiya. San Juan, Puerto Rico: Editorial Isla Negra, 2009. Impreso. Oloff, Kerstin. “Lo humano es una historia, un cuento de hadas”: Entrevista a Pedro Cabiya. La Habana Elegante 51(2012) http:// www.habanaelegante.com “Personality”. Britannica Moderna. Encyclopædia Britannica, 2016. Web. 5 septiembre 2016
<http://moderna.eb.com/levels/
academica/article/414413>.
“Physiology”. Britannica Moderna. Encyclopædia Britannica, 2016. Web. 5 septiembre 2016
<http://moderna.eb.com/levels/
academica/article/414413>. Rodríguez, Néstor. “Espectros, alienígenas, clones: los sondeos poscoloniales de Pedro Cabiya”. Revista Iberoamericana, vol. 76, no. 229 (2009): 1243-1251. Impreso. --- “Impredecible oficio el de la maravilla: entrevista al escritor puertorriqueño Pedro Cabiya”. Revista Iberoamericana, vol. 74. no. 222 (2008): 1-8. Impreso.
Lista de imágenes: 1. Pilar Vega, Bestiario, 14 x 21 cm. Todas sus imágenes están disponibles en http:// www.lapilivega.com/bestiario/ 2. George Rodrigue, “Tie Me Up”, 2011. 3. George Rodrigue, Blue dog with yellow spiral. 4. Angela Gram, The Nothing Lion 5. Puggle Abstract Dog, Joanna Szmerdt 6. Portada de la novela Trance, E. Norma. 7. Angela Gram, Tomado de: https-// momentsjournal.com/wp-content/ uploads/2015/11/Angela-Gram-Paintings-Northern-Cassowary 8. Angela Gram, Black Leopard.
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Reflexiones sobre la novela La herencia del tío gruñón, de Sylma García González A propósito de su presentación
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ocas veces una herencia nos deja más gananpuede esconderse la pluma de la novela modercias que las pérdidas que causa el engorroso na, de la primera galardonada con el Nobel de y, a veces, desagradable proceso de adquirirla, y Física y que, aunque María Antonieta podría ser más cuando se trata de la que viene de un famisímbolo de realeza y pomposidad, también pueliar extraño y gruñón. Sin embargo, esa no es la de ser la niña pecosa de los dos moñitos feos experiencia de Joaquín, a quien un misterio desde esa serie que acabo de nombrar. Y es que, de la ultratumba, orquestado por su tío postizo con maestría, nuestra autora juega creativameny cascarrabias, logra deste con signos que nos reLas buenas historias nos provocan pegarlo del PlayStation y el cuerdan cómo y para qué ofuscamiento con el fútbol. y siempre tienen algún referente aprendemos. Joaquín queEn un corre y corre buscan- que nos interpela. Por supuesto da seducido ante el reto do las respuestas de acerti- que, además, nos divierten, nos que le lanza su tío Fulgenjos divertidos y muy letra- enseñan y nos emocionan. A mí La cio de encontrar su testados, gira la acción de la más mento que constataba a su herencia del tío gruñón me sugirió padre como único heredero reciente novela publicada por Sylma García Gonzá- varias ideas y reflexiones que me de la fortuna que había aculez. El misterio, la aventura incitaron a jugar. mulado por el exitosísimo y la curiosidad le sacaron el negocio familiar de pomamejor partido a la intensidad de la adolescencia das contra el pie de atleta. El adolescente supo de Joaquín y su nueva vecina, Gabriela, quienes, tan pronto como se enteró del reto, que le remientras descubren a impostores y encuentran sultaría casi imposible entender y seguir las pisel testamento escondido de don Fulgencio, cotas de aquel juego. Pero Gabriela, que ya había quetean un poquito, y se sorprenden de lo mucautivado a Joaquín por su rareza, término con cho que saben y que pueden aprender. el que este advertía su gran capacidad de observación, inteligencia y sabiduría, se sumó al juego Así, “sin querer queriendo” como decían en el tan pronto su amigo se lo contó. Dos cabezas Chavo del Ocho, ambos jóvenes comprendieron piensan mejor que una. Eso lo aprendió rápido. que detrás del nombre de un gato, o de cinco,
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Las buenas historias nos provocan y siempre tienen algún referente que nos interpela. Por supuesto que, además, nos divierten, nos enseñan y nos emocionan. A mí La herencia del tío gruñón me sugirió varias ideas y reflexiones que me incitaron a jugar. Y en aras de sumarme al juego de la búsqueda del tesoro, las he llamado pistas. Primera pista: Sherlock Holmes, Agatha Christi y los lectores en formación... La herencia del tío gruñón coquetea galantemente con el género de la novela negra o detectivesca dentro del gran género que es la literatura juvenil. Con humor y referentes cercanos para cualquier adolescente, la más reciente novela de Sylma García integra de modo original los componentes esenciales de la fórmula de ese género: detectives observadores y listos, un misterio que resolver con un crimen en desarrollo y la resolución del caso con el descubrimiento de los criminales. No obstante, el trabajo estructural de este texto no se limita exclusivamente a conformar un ejemplar de novela negra juvenil. Me parece que las transformaciones y los giros que toman esos componentes característicos de la detectivesca, son parte de otro proyecto, acaso más importante que esta clasificación, y que a mí me ha llevado a pensar en la tarea, siempre pendiente, de la formación de lectores. A los Joaquines y las Gabrielas hay que cautivarlos con lecturas que los diviertan y que los seduzcan hacia el conocimiento. No vale decir que los jóvenes no leen y que solo gustan de seguir el fútbol y jugar Playstation. Leen mensajes de texto, posts en las redes sociales, memorizan datos de sus juegos y jugadores favoritos y devoran ciertos libros sin importar la cantidad de páginas. No es mi intención meterme en la polémica de cuánto y qué leen los niños y jóvenes, pero sí apuntar dos ideas que me sugiere esta novela al respecto de cómo se desarrolla el gusto por la lectura y el proceso de formación de lectores.
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Lo primero es que creo que leerían más y con mayor entusiasmo textos con historias atractivas que les presenten un reto también a ellos, es decir, que alimenten su curiosidad y que les sirvan para cumplir propósitos de su desarrollo y madurez. Como los personajes de esta novela, que fueron cogiéndole el truco a la búsqueda de pistas, así también podrían alcanzar profundidad y mayor interés los lectores en formación si advierten que los conocimientos adquiridos previamente, en la escuela y fuera de ella, les sirven para entender lo que se les presenta en las páginas de un libro. Asimismo, afianzarían su atracción por la lectura, si lo que aprenden en un libro se convierte en la pieza que faltaba en el rompecabezas metafórico que arman, junto a sus compañeros y maestros, en cualquier clase de la escuela. Los videojuegos también funcionan así. Se acceden o se desbloquean nuevas partes o posibilidades según adquiere habilidad el jugador y logra unos objetivos. La verdad, es que todos aspiramos a ser el que descubre una pista y avanza la búsqueda de cualquier misterio. Lo segundo es que, probablemente, se entusiasmarían más por la lectura si en los textos encuentran referentes con los que puedan identificarse, afianzar su estima, debatir estigmas sociales y pensarse en otras versiones. Como con una adolescente llenita con un estilo de moda
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raro y que así resulta para su nuevo vecino, atractivísima; o con un joven retraído y emboba´o con videojuegos que vive solo con su papá. Asimismo, conocer un papá seguro y sin complejos que enseña a su hijo a lavar el baño; y a una mamá y esposa que se fue a terminar sus estudios a Madrid y sigue estando igualmente presente para su familia. También, conocer a un bully que no es tan malo ná, a niños que van a la escuela pública con gusto y que celebran a sus maestros, y a una hermana mayor con estilo gótico que es solidaria y, también, es “pet lover”. Esto me parece vital. Los jóvenes deben encontrar en las lecturas espejos y respuestas a sus enigmas, como lo hicieron Joaquín y Gabriela en esta historia. Ellos no solo descubrieron un testamento, se conocieron mejor, cambiaron su impresión sobre sí mismos y los demás, retaron la autoridad juntos y sufrieron las consecuencias de ello, y descubrieron nuevos gustos y posibilidades de qué ser y querer. Segunda pista: Cervantes, Madame Curie y María Antonieta Aprendemos, muchas veces, por la referencia que nos transmite algo respecto de otra cosa. Lo que nos es más conocido, es más simple y nos permite acercarnos a lo que no conocemos porque comparte algún parecido con lo conocido. Es la receta de los grandes detectives que, luego de observar y analizar, lanzan inferencias
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de hacia donde deben dirigir la nueva búsqueda. Esa búsqueda de pistas, en la novela que hoy nos compete incitan a Joaquín y Gabriela a leer e investigar. Juntos descubren que Cervantes es el autor de El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, que el Quijote luchó con molinos pensando que eran gigantes, que ese libro se divide en dos partes y que hay quien piensa que la segunda es mejor que la primera. Y antes de descubrir esto, supieron que la actriz que hacía de la Chilindrina se llamaba María Antonieta, pero no sin tener que sentarse una tarde a ver varios capítulos del clásico televisivo. La atención a la gata María Antonieta llegó porque encontraron una pista debajo del viejo radio de don Fulgencio que los guio hasta ese aparato por medio del nombre de la gata Madame Curie, que los remitió a la física Marie Curie, quien se destacó por sus experimentos con la radioactividad. ¿Son todos estos conocimientos igualmente importantes? ¿Qué valor tiene saber de la Chilidrina, del Quijote y de Marie Curie? Pues, que todos nos ayudan a llegar al descubrimiento. Con esas preguntas sobre la validez y pertinencia de lo aprendido, me refiero a la discusión, en boga siempre en las escuelas y universidades, que comienza con un: “para qué quiero aprender del Quijote, si se escribió hace tantos años” o “quiero ser periodista, no necesito saber cómo resolver una ecuación”, entre tantos otros ejemplos. Y no dudo que hay que revisar los currículos y creo en la selección de contenidos para privilegiar el desarrollo de conocimientos y competencias, pero también creo firmemente en que, si se fomenta la lectura con buenos libros y se enseña a comprenderla, habremos avanzado años luz en la educación y el bienestar de los niños y jóvenes. Tercera pista: El testamento escondido Pues, creo que Marie Curie, el Quijote y María Antonieta son un buen resumen de lo que aspiramos para la educación de nuestros mu-
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chachos. La travesía de Joaquín y Gabriela fue exitosa porque lograron conectar referentes y reconocer signos. Y cuando no tenían idea de lo que debían buscar, se alimentaron con más lecturas, con videos y discusiones. Las lecturas nos cargan de signos y también lo hacen la machacona tabla de los elementos químicos, las fechas de sucesos importantes y la cultura popular. En la travesía nuestra del diario vivir todo lo que aprendemos viene a cuento alguna vez y siempre sirve. Para encontrar el testamento escondido hay que valerse de la curiosidad, de lo que ya sabemos, de lo que podemos aprender rápidamente, y a veces no tan rápido, de las memorizaciones y, sobre todo, de desarrollar la capacidad de vincular esos conocimientos de modo práctico para cumplir un propósito. Propósitos inmediatos y necesarios y otros más lejanos y duraderos, como el de aprender para seguir aprendiendo.
Vale la pena saber y querer saber más. Hay que apostar a la lectura y a los buenos escritores. Tenemos que seguir escribiendo y leyendo buenas historias. El proyecto educativo más importante tendría que ser incitar y mantener la curiosidad de los Joaquines y Gabrielas de nuestro país. En estas cosas pensaba mientras leía La herencia del tío gruñón y, afortunadamente, en tantas otras ideas y referencias más con las que coqueteé también y que aún no soy capaz de hilvanar. Seguro vendrán a cuento en otro momento, tal vez cuando Sylma nos regale otro de sus cuentos. Eso pasa con las pesquisas y las travesías en las que nos envuelven los buenos libros. Enhorabuena, Sylma, por esta novela que tanto tiene que decirnos, enseñarnos y divertirnos.
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El archipiélago es un espejo de mar.
A propósito de Puerto Islas; crónicas, crisis, amor de Beatriz Llenín Figueroa
Vanessa Vilches Norat
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Vengo del mar, Nunca he abandonado Los peces blancos de la página. “Arena” Irizelma Robles1
do a partir del libreto de la crisis del capitalismo tardío. Lo diverso, el plural, las muchas islas que somos, es decir, el archipiélago, es el carácter principal del libro, que propone desmantelar las ya históricas prácticas cotidianas del país para mejor vivir en un territorio que dificulta la existencia.
n Puerto Islas; crónicas, crisis, amor, publicado por Editora Educación Emergente, Beatriz Llenín Figueroa retoma “los peces blancos de las páginas”, de los que nos habla Robles, para entender el presente Afirmar que somos parte de una Tres motivos seguirán mi y soñar el futuro de este gran cordillera submarina que se en- lectura: el archipiélago, la archipiélago laboratorio animal fiera y tierna, y el que es Puerto Rico. Ilus- cuentra a lo largo del Mar Caribe y mar. trado por Zuleira Soto el Océano Atlántico, que nuestras isRomán, la colección rec- las tuvieron su origen en erupciones oge cincuenta textos, volcánicas hace millones de años es 1.Todo es archipiélago la mayoría previamente comprender geológica, histórica y publicados en Claridad, económicamente nuestro presente. Estudiosa del Caribe, 80grados y Ahora la TurLlenín Figueroa ha examba durante los años 2014 inado en otros textos la al 2017. A la pluralidad de islas que es Puerto insularidad caribeña como espacio experimenRico corresponde una multiplicidad de registros tal para la consolidación y expansión de todas discursivos: crónica, poesía, teatro, diario como las fases del capital-colonial-patriarcal.2 En la ensayo de sobrevivencia a un presente que re2 Ver: “Situar la crisis y ceremoniar su apego: ensayo en pite el pasado de expolio, coloniaje, racismo, cuatro actos” Revista Cruce,(abril-2018): 55-71. También homofobia y desigualdad de un territorio urdi1 El libro de los conjuros, (San Juan: Folium, 2018): 52.
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su tesis, Imagined Island : A Caribbean Tidalectics” Graduate Program in Literature, Duke University, 2012.
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primera crónica del libro, “Escenas para otro país”, la escritora traza su cartografía espacial y conceptual a partir precisamente del término archipiélago, vital en su trabajo. Desde la fila del supermercado, el carro, la universidad y la casa, Beatriz observa, contempla y escribe un país envejecido, violento y arruinado: “Hemos sido sus cómplices, nuestros verdugos, en la medida en que nos negamos las milenarias conexiones regionales y submarinas de nuestro Caribe. Nos hace falta mojarnos en el mar de nuestra región, armar voluntades políticas por el pleno auto-gobierno para conectarnos, de nuevo con nuestros archipiélagos” (26).
Reconocerse caribeña es el primer paso a la posibilidad de futuro. Para estar mejor, para construir una “alternativa política que asuma sin excusas ni subterfugios la responsabilidad propia, es necesaria una mirada que celebre y movilice nuestra escala pequeña, arquipelágica, caribeña“, señala la autora. Afirmar que somos parte de una gran cordillera submarina que se encuentra a lo largo del Mar Caribe y el Océano Atlántico, que nuestras islas tuvieron su origen en erupciones volcánicas hace millones de años es comprender geológica, histórica y económicamente nuestro presente. Quizás es que nos creímos el cuento de Puerto Rico como la vitrina democrática del Caribe, pero la falta de perspectiva histórica recrudece nuestra sensación de aislamiento, de pasado repetido, de experiencia colonial. Beatriz lo tiene muy claro, habrá que partir de llamarnos islas en plural. No en balde, en la columna “Listita para pensar-soñar” el primer número de la lista lo ocupe la palabra archipiélagos, seguida por los vocablos pequeñez, mar, arte, inutilidad y amor. Aún se extiende la cosa. Paul Eluard en su famoso poema surrealista, “La terre est bleu comme une orange”, reconstruyó la mirada del globo terráqueo desde arriba, mucho antes del Google Map. Entonces, a partir de esa perspectiva aérea imaginada (o provocada narcóticamente), la tierra es azul
como una china, diríamos en puertorriqueño. Llenín Figueroa, desde el mismo punto de mira, caribeñiza el planeta; visto desde arriba la Tierra son islas, un archipiélago de diminutas piezas de placas tectónicas: “Todas las tierras son ínfimos pedazos sólidos, trasladándose y chocando y subiendo y bajando al mar”. 2. Animal fiera y tierna Y quisiera ser Para ser un mejor animal, Animal colectivo Que agarra de los otros la tristeza como pan /repartido. Ángela María Dávila3
“Urge el cuerpo todo como herramienta política”, nos dice Beatriz como si fuera tan fácil. Un cuerpo colérico con todas sus pestes y orificios apalabra estos folios. Entre rabias instantáneas, indignación, coraje, hartazgo, ira y más rabia, escribe. La rabia es el tono político de esta animal fiera, que con contundencia y lucidez se sitúa con su cuerpo y emociones frente a la página. No subordina sus emociones a la razón, porque las entiende como prácticas sociales y culturales con potencia política. Estamos frente a una pos-
3 “Animal fiero y tierno”. Aminal fiero y tierno. San Juan,
1977. Tropical Fish, Dereck McCrea.
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tura escatológica centrada en una carne viva, en una piel que piensa. Es lo que Sarah Ahmed, tan reciente como el año pasado, ha llamado, “vivir una vida feminista”, es decir, hacer de lo cotidiano una agenda política, dictum que mucho antes de Ahmed, los movimientos feministas de los sesenta y setenta apalabraron con su consigna “lo personal es político” y aún, mucho antes, decir siglos, Sor Juana Inés de la Cruz calificó irónicamente como “filosofías de cocina”.4 Lo cotidiano anima esta escritura, pues es el lugar que traduce la gramática de las políticas culturales, económicas y sociales. El examen de nuestras prácticas cotidianas nos permite darle coherencia a lo que parece aleatorio y disperso. Escribir desde la particularidad de nuestro día a día nos hace comprender cómo las grandes estrategias de poder estructuran eso que llamamos realidad. Beatriz lo sabe muy bien, por eso habla en primera persona, desde su residencia en la tierra. Su estar como mujer, feminista, lesbiana, queer, caribeña, puertorriqueña, profesora adjunta, como sujeto ético que presta atención a la desigualdad, como una de “las que quedamos”, es vulnerable. Desde tal lugar percibe todos los
días que lo habitual es un bien desigualmente repartido en el país, que las oportunidades aquí tienen nombre y apellido, que la realidad según nos la quieren presentar es la reproducción de una estructura que permea y organiza la vida social sexista, homofóbica, elitista, racista; es decir, que vivimos en una realidad y un mundo construidos para acomodar solo algunos cuerpos y dejar otros a la violencia, a la intemperie, en la indigencia, en la precariedad y el desamor. La indignación se piensa “un lugar insobornable” que hay que proteger y crear en la escritura. Y la rabia es la sintaxis de la indignación.
4 Living a Feminist Life, Durham:Duke UP, 2017.
5 Ultima llamada. 2017.
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Este es uno de los mayores valores de la palabra en el libro: “responder fielmente al sentido de indignación, coraje y/o desesperación”, como concluye Guillermo Rebollo Gil al hablar de la protesta y la desobediencia civil como forma de actividad política5. Beatriz se tira de pecho, Beatriz insiste, pronuncia los No, tacha palabras, “violenta” la gramática desde una escritura impecable. Un lugar importante tiene, considerando que Beatriz Llenín Figueroa es, además, editora- y de las buenas, los desobedientes usos
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del lenguaje a la norma oficial que invisibiliza las cuerpas mujeres y las existencias alternativas con su masculino como regla gramatical. Las palabras finalizan como deben, incluyendo toda posibilidad de ser. Estos usos lingüísticos tienen el interés de transformar el país desde la misma escritura. En eso ha estado Editora Educadora Emergente -y añado yo, Urgente, la editorial que junto a Lissette Rolón, Beatriz dirige desde el 2010. Hay que celebrar los neologismos, las palabras inventadas para llamar, no tanto lo que no existe, sino lo que no se quiere nombrar. Pienso en cuirófobo, por ejemplo. ¿Dónde la animal tierna? La rabia que organiza muchas de estas crónicas no eclipsa la ternura. Hay una insistencia en buscar resquicios al apocalipsis en la naturaleza; en los instantes epifánicos que brinda un coquí o una reinita; en los estudiantes; en la solidaridad de una funcionaria, de una secretaria y de una doctora; en su legendario perro André; en los mínimos gestos de un cuerpo; en el interés de construir espacios solidarios en la Universidad, en el taller de teatro Vueltabajo, en la pequeñez, “en el tomarse de la mano y no soltarnos” y en el irse en un viaje. Si no, ¿cómo sobrevivir en un país que decide que la vida de unos requiere el descarte de otros? Escribir una crónica o una columna es persistir en lo cotidiano desde el mínimo espacio. Algo de esperanza debe tener quien, animada por el deseo de otro mejor país, confía en la escritura y lectura de una columna. La entrega mes tras mes es un ejercicio de resistencia, el de insistir en la literatura, “esa cosa inútil absolutamente necesaria”, como la llama la escritora. Y si algo sabe Beatriz es persistir, confiar en el ritual de la repetición como cura. De aquí la importancia de la anáfora como recurso retórico en sus textos.
3. La mar, siempre la mar El mar devuelve el cuerpo a sus flujos Abre el ático de su lengua donde los muer/tos hablan en lenguas Continentes crujen islas. Caribe “en una esquina” Chloé Georas6
Diré que la cronista es también una animal acuática. Como el personaje del poema de Georas, parece estar “en el medio del océano para estudiar el tuétano incierto de las olas y memorizar sus coordenadas”. Este libro está empapado del líquido en sus formas más bravías- el mar y el llanto. No es un mensaje en una botella tirada al océano, es una carta de amor a este país. En su crónica, Agua prohibida, Llenín Figueroa nos recuerda que somos criaturas del agua, surgidas del mar en el tiempo geológico y constituidas en una líquida subjetividad de flujos. Reivindica el llanto, esas aguas prohibidas de la cultura, al pensarlo práctica política que se opone al régimen del Padre. Ni fracaso, ni fragilidad, el llanto es fuerza que debe ocupar el espacio público. No debe sorprender a nadie el valor de la lágrima para una juangabrieliana, atesoradora de excesivas formas de belleza. Lo que alegra es que lo vuelva imperativo discursivo para invocarlo colectivamente y con ello: “hacer circular el mar primigenio de la humanidad, y encontrar mejores maneras de habitar este planeta Agua” (113). En otro libro sobre el Caribe, Somos islas, Marta Aponte Alsina, en diálogo con el poeta Derek Walcott, nos conmina a movernos de “la tristeza oceánica”, resultado de la brutal historia imperial, y a advertir los espejos distantes de las otras islas del Caribe, para azuzar, con el reflejo especular, nuestra percepción de excepcionalidad y soledad.7
6 “en una esquina”, Rediviva=lost in trance. San Juan: Isla Negra, 2004. 7 “Somos islas”, Somos islas; ensayos de camino. EEE, 2015. p.22.
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En Puerto islas, crónicas, crisis, amor, Beatriz Llenín Figueroa supera la tristeza oceánica, y reta, desde la indignación y los afectos, el presente que es pasado en el mar de los Sargazos. Da alegría saber que la sistemática destrucción de toda forma de humanidad, solidaridad y
Floating Island, Bryan Mark Taylor. 34
amor en que se asienta la lógica del beneficio capitalista-colonial- patriarcal, aún quiera desafiarse desde la rabia, la ternura y el mar.8
8 Texto presentado el 1 de junio de 2018 en Casa Norberto. 12 de julio de 2018
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De Barrio Muestra de pinturas
Stanley Coll
Aquí me quedo, Acrílico sobre tela, 20” x 24”, 2000 36
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Amistad antagónica, Óleo/Acrílico sobre tela, 20” x 24”, 2001 39
Cafetería Madrid, Óleo/Acrílico sobre madera, 27” x 32”, 2003 40
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Encuentro entre dos tribus, Óleo/Acrílico sobre madera, 24.5” x 15.5”, 2004 Edición especial: Literatura
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Caja nostálgica, Óleo/Acrílico sobre madera, 24” x 27”, 2003 44
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Sueño de cartón, Acrílico sobre tela, 20” x 24”, 2009
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Preguntas para los pájaros Capítulo 1
Ana Teresa Toro
—¿Y usted a qué se dedica? diría que de aproximadamente un punto cinco —Colecciono voces. porciento. Porque el peatón debiera entonces —Señorita, le voy a dar una segunda oportunihaber iniciado el cruce de la calle antes de que dad. la luz cambiara para que nos pudiéramos encon—Soy periodista oficial. Usted disculpe, venía trar en el punto medio de la calle, tomando en distraída. Se prendió la grabadora en la cartera cuenta que no iba a exceso de velocidad. Es un y me comí la luz tratando de apagarla. cálculo básico. —Esa excusa nunca la había escuchado. —Mire, tengo prisa y no me gustan las matemá—No es invento. ¿Usted ticas. Vaya, pero solo esta Después de la consabida piña colada, sabe cuántas voces tengo vez y una cosa le digo, grabadas en mis tres gra- de recorrer los dos pisos del bar, ver deje de razonar tanto su badoras? los carteles, los recortes de periódico, suerte. —No tengo tiempo para echar bromas con los meseros y de —Usted, ¿hace cuánto es cuentos. policía? superar el shock que representó para —Pues son muchas y a —Una semana. veces me hablan todas a todos ellos que una mujer, y además —¿Y antes? la vez mientras conduzco. una mujer joven lo iba a entrevistar, —Maestro de MatemátiImagínese el susto. cas. se sentaron por fin en una mesa. —Susto le iba a dar si atropellaba a alguien por comerse la luz o si le Era la tercera vez en la semana que Lucía Arenas pasaba algo a usted. Simonpietri se salvaba de una infracción de trán—Oficial, sí, tiene razón, pero también usted sito y apenas era miércoles. No porque fuera debe saber que las probabilidades reales de temeraria en la carretera, sino porque cada vez atropellar a una persona en esta intersección, que se le encendían en el carro alguna de sus tan poco concurrida y en el segundo exacto en grabadoras le daba un susto que la desconcerque cambia la luz y atravesando la avenida por taba. A veces se prendían dos a la vez y el insel mismo centro, son realmente muy bajas. Yo tante en que tardaba en reconocer las voces, le
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daba una especie de delirio esquizofrénico. Más aún cuando saltaban a hablar entrevistados que ya habían muerto o que hablaban con el apasionamiento con el que hablan algunas personas cuando saben que las graban. Nada revela mejor una voz que el filtro que se le pone cuando se sabe que será fijada en el tiempo. O lo que es lo mismo, los disfraces nos revelan, incluso los que no se ven. Esa claridad de las ondas sonoras. Lucía nunca iba tarde, salía con mucho tiempo de anticipación, porque siempre tenía sus relojes adelantados para nunca, nunca, nunca llegar tarde. Un periodista sabe que llegar tarde es perder los prólogos y a veces los epílogos de las historias. Un minuto separa la gloria del horror de perderse de algo. Ese día iba de camino a entrevistar a Danny López, un boxeador que acababa de obtener el último título que lo consagró como campeón mundial de las cuatro divisiones. Vestía siempre con la bandera de Puerto Rico, pero no lograba articular nada en español, salvo una que otra palabra del slang ya clásico de los boricuas nacidos y criados en Chicago. Danny usaba unas pantallas de diamantes cuadradas lo suficientemente grandes como para verse claramente de lejos. Tenía un cerquillo perfecto, como hecho con regla, era canela de piel con los ojos clarísimos. Era el nene lindo, perfectamente afeado a golpes. Tenía el flow del maleanteo que viene muchas veces con el boxeo y que heredó de su
padre, quien además es su manejador. Pero los ojos color piscina que tenía lo hacían revelarse, era el mismo muchachito asustado que aprendió a pelear profesionalmente porque nunca peleó bien bajo las reglas de la calle. En el ring, al menos, siempre sonaba la campana. Lucía iría a hacerle su primera entrevista extensa en medio de su primera visita a Puerto Rico. El manejador del campeón la citó en el segundo piso de Barrachina en la Calle Fortaleza. Danny quería ir al lugar donde nació la piña colada, andaba ese día como en un ejercicio arqueológico de fe, confirmando cada una de las cosas que le habían contado de niño sobre esa isla que le contaron que era suya pero que nunca había podido tocar, ni mirar. Lucía dejó el carro —un Tercel blanco del 91 con el aire acondicionado recién arreglado— en el estacionamiento de prensa de la alcaldía. El guardia de esa calle, cabello blanco, bigote negro, ya la conocía y con tal de no escucharle sus razonamientos sobre la lógica de que ella ocupara ese espacio le movía el cono anaranjado sin decir nada. Además, sabía que ella siempre, o casi siempre, al regreso, le traería alguna cosa. Una botella de agua, un dulce, un helado, cualquier cosa, un recordatorio de que no estaba ahí solo, invisible todo el día. Atravesó la Plaza de Armas maldiciendo una vez más la que considera la aberración más hedionda de su ciudad, las bien llamadas ratas con
Ilustración de Ellen Weinstein para Columbia Journalism Review Edición especial: Literatura
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alas, las palomas. En medio mundo las erradican y en San Juan, les hacen una plaza o mejor que una plaza, un parque con vista al mar donde les llevan comida y las ponen a jugar con los niños como si fueran dulces palomitas. Valga la ironía. En todo eso pensaba mientras iba atravesando la cuadra que le faltaba y contestándole a dos parejas de turistas dónde podían comprar los sombreros Panamá que se consiguen en Puerto Rico y que exhiben honrosos un sello que los legitima como hechos en Ecuador.
de fascinación. Mirándolo todo por primera vez. Su papá, don Lulo López, al frente. Él, unos tres pasos atrás. Y más atrás aún un grupo como de cinco o seis acompañantes, todos con camisetas con la cara de Danny López, todos hombres, todos con el mismo recorte y el mismo tumbao de pasos cortos al caminar. Después de la consabida piña colada, de recorrer los dos pisos del bar, ver los carteles, los recortes de periódico, echar bromas con los meseros y de superar el shock
Cano ya había llegado, su entrevistado. Se sentó allí con él, entre sus dos mochilas, sus lentes y sus dos cámaras. Su nombre verdadero es Alberto O’neill y siempre aclaraba que no tenía nada que ver con aquel alcalde o con cualquier otro político. Era de los canos del centro de la isla y a falta de encontrar las palabras precisas para cualquier cosa, empezó a tomar fotografías. Ahora, decía todo el tiempo, ya nadie busca las palabras precisas, todo el mundo cree que tiene la imagen precisa. —Lucía, estás tarde. —Claro que no, estoy 15 minutos antes de la hora. —Tarde, en cualquier liga. —Cano, qué mucho ladras. —Hoy es mi cumpleaños. —Ah, sí. Felicidades. ¿Cuántos? —40, creo. —¿Cómo que crees? —Pues creo, aún no llamo a mi madre y me entró la duda. —Eso no te lo cree nadie. Busca tu licencia. —¿Cuántos crees que serán? —Pues seguro que sí son 40. No se olvida un número así tan fácil. —1965. ¡Son 45! —Pero me veo de 40 y lo que se ve es lo que cuenta. —Eres insoportable Cano. —Y tú tienes poca fe.
que representó para todos ellos que una mujer, y además una mujer joven lo iba a entrevistar, se sentaron por fin en una mesa.
Danny llegó tímido, pero con los ojos brotados
—Uhm, are you a journalist?
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Nieman Journalism Lab
—Yes, indeed. —You should be a model, or at least one of those petite models. El estruendo de risas entre los hombres ocupó el espacio. Lucía se quedó seria y Cano, como ya era costumbre, se le paró detrás. Serios. Sin moverse. Poco a poco las risas se disiparon. —Don Lulo, el acuerdo como recordará es hacer la entrevista a solas. Estaremos en el cuarto de al lado.
Él nunca dejaba a Danny atender solo a la prensa, pero quizás fue la vergüenza o el aire cortado, o el pensar que la muchacha periodista era inofensiva, pero don Lulo aceptó y se retiró con sus muchachos al salón de abajo.
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Danny estaba un poco nervioso. Frente a él, Lucía, una mujer distinta a cualquiera que hubiese conocido. Era medio india, pelo lacio, ojos almendrados pero rasgados al final, como si se achinaran por capricho. Su boca era grande, sonrisa expandida. No era flaquísima ni gorda. Tenía definido el espacio entre cintura y caderas. Menos cintura, demasiada cadera y una piel que con media hora de sol engañaba y parecía casi negra y con media hora de sombra daba la impresión de ser una andaluza blancuzca mal estacionada en el Caribe. Ese día vestía mahones sueltos, blusa negra sencilla, dos aros grandes y plateados en las orejas y un montón de sortijas que se quitaba siempre antes de sentarse a escribir. Nunca lo había entrevistado una mujer así, por lo general o usaban mucho maquillaje o no usaban ninguno. Ese punto medio le era desconocido. —Es curioso, son los golpes los que te han traído aquí. ¿Por qué pelear para llegar a San Juan? Así empezó la entrevista que duró una hora justa. A Danny le quedó la sensación de que había hablado demás y a Lucía de que aún no encuentra las preguntas correctas para entender la sabiduría del cuerpo que tienen los atletas. Fue en un spanglish divertido y a la media hora, ya Danny relajado, contó cómo empezó a boxear —su papá le enseñó luego de que le dieran una paliza en la escuela—, de sus ideas de lo que era Puerto Rico —algo así como su tierra prometida—, y de cómo esa bandera era suya, la sentía suya y la defendía como suya cada vez que daba un golpe. Hablaron de las barberías, del frío y del viento de Chicago y de la humedad inesperada de San Juan. Contó del instante de susto que le sobreviene justo antes de empezar una pelea y cómo desaparece después que da el primer golpe. Dijo que el boxeo era cosa de caballeros y de gente que sabe disciplinarse, y que lo más que le gusta es entrenar porque no tiene que pensar. —¿Y por qué te molesta pensar? —’Cause it hurts, más que los puños, you know.
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El Cano le hizo una sesión de fotos larguísima, en la que incluyó a los muchachos que ya estaban medio borrachos de tanto azúcar y ron en piña colada. Lucía agarraba las luces y miraba al sujeto pensando, pensando en la primera oración de su historia. “¿Amar la patria a golpes?” “Pensar como los músculos” “Puños como caricias” Regresó a su carro, con una piña colada en vaso plástico para el guardia, sin alcohol, hace mucho que no bebe nada el hombre bigote negro, pelo blanco. En el carro iba escuchando la entrevista. Y pensando en títulos o primeras oraciones. ¿Qué era lo importante ahí? ¿Cuál era el tema? Si se iba por la sabiduría de los músculos estaba claro que tendría que consultar un médico y que fue muy tonta al estudiar matemáticas y periodismo y no integrar clases de todo lo demás que se le ocurriera. —Te he dicho que para ser periodista y entrevistar a un boxeador no tienes que ser experta en boxeo, tienes que saber hacer preguntas. Lo mismo si entrevistas a un economista, no tienes que conocer cada detalle de la bolsa de valores, no tienes que ser experta en Chopin o Debussy para entrevistar a un pianista, tienes que conocer lo que puedas del tema, eso sí, pero sobre todo y más importante que eso, es que tienes que saber hacer preguntas. Se lo dijo tan pronto llegó a la redacción su jefa, Yolanda García Candelas, la editora de la revista dominical del diario La voz de papel, en el que trabajaba Lucía. La revista se llamaba Siempre es hoy y siempre que era hoy, tenían que explicar que el nombre era muy viejo y que se lo pusieron antes del famoso disco de Gustavo Cerati del 2002. Pero nadie les creía y quedaba siempre una amarga suspicacia de plagio o peor aún de falta de originalidad y de cultura general, precisamente en la revista cultural del periódico.
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Yolanda era una periodista de mucha experiencia y le vio la frustración a Lucía en los ojos. La había vivido ella misma muchas veces. Había cubierto todas las áreas, eran legendarios sus reportajes de temas políticos y fue responsable del ingreso en prisión de una larga lista de funcionarios públicos durante el mandato de Pedro Rosselló. Los del partido contrario tampoco la querían, había sido feroz durante años en los cuestionamientos al Estado Libre Asociado al punto de que se comentaba en las conferencias de prensa que, cuando ella llegaba, se despei-
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Yolanda era ancha de caderas, pelo rojizo largo, muy largo y siempre amarrado en una cola de caballo abundante que un día sí otro no, trenzaba como por aburrimiento. Cuando quería concentrarse hacía eso, se trenzaba el pelo y lo dejaba destrenzarse solo, como si los nudos de la cabeza se resolvieran desde las hebras. En fin, que hay gente que entiende de raíces. Fumaba dos o tres cigarrillos al día. No tanto como para el exceso, pero tampoco tan poco como para ser casual. No comía nada en todo el día, hasta que comía y entonces comía de todo, solo una vez. Vestía cómoda, y conservaba la costumbre de tener unas botas negras de goma en el baúl del carro, una máscara antigas, una capa para la lluvia y baterías suficientes para reanimar cualquier equipo muerto. Siempre lista para cubrir un desastre natural o para meterse en un mangle o en el Capitolio que, a fin de cuentas, era más o menos la misma cosa. La conocían por sus entrevistas extensas a los gobernadores, a los que trataba con un cariño contagioso y luego los destruía en sus textos. Siempre decía lo mismo: no creo en el periodismo de antagonismos, prefiero la empatía, es una ruta más cercana a la verdad.
naban más de la cuenta todas las pavas. Los más duros, la apodaron la Pavona. Nadie podía saber a fondo su lineamiento político. Cuando todos pensaban que era una independentista dura de verdad, salía defendiendo los argumentos de algún estadista en contra del Partido Independentista Puertorriqueño y cuando no quedaba más remedio que ubicarla como estadolibrista, publicaba alguna de sus columnas donde elaboraba con un poco de morbo y otro poco de humor, sus disertaciones sobre lo colonial.
Ilustración de Pep Montserrat para The National Edición especial: Literatura
Decía que no había inventado la rueda, que era lo que por ejemplo Elena Poniatowska había hecho por años, llegar desde la sonrisa a la verdad. Y no por maña, sino porque la verdad es lo suficientemente dura como para además hacer que la escupan a golpes. Digamos que sus entrevistas eran algo así como una experiencia laxativa. Su último gran trabajo como reportera lo fue la cobertura que realizó durante meses acerca de la salida de la Marina estadounidense de Vieques. Ganó todos los premios nacionales de periodismo e incluso dos en España. No porque viviera largamente en la isla municipio en una caseta de
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acampar, sino porque fue la única que entendió el rol de la prensa en el proceso y fue crucial a la hora de usar un lenguaje que le permitiera poner presión desde el periódico para lograr efectos concretos. También tenía muchos contactos fuera del país y se aseguraba de que su información fluyera más allá de su firma. Demostró que la historia, en casos como ese, valía más que la sacralidad del byline. Además, le urgía terminar esa historia, darle conclusión. Quería ser madre. Ya tenía 35 años. Lucía la escuchó como siempre la escuchaba, con la resignación de quien sabe que la otra persona le lee los pensamientos. Yolanda no podía evitarlo, siempre hablaba y respondía a los dilemas del diario con voz de manual de ética periodística. Más ahora que después de llegar a la cima como reportera le pasó lo que suele pasarle a la mayoría de los grandes y buenos reporteros, en lugar de premiarlos con mejores salarios e historias más complejas, los sepultan a la mesa de redacción como jefes de mesa o peor aún, los convierten en editores castrándoles el hambre de calle que los trajo ahí en primer lugar. Ahora Yolanda leía notas, daba instrucciones, sugería ángulos para entrevistas, titulaba, seleccionaba fotos, todo ello desde su escritorio, con sus dos monitores, con su inacabable libreta telefónica que se negaba a digitalizar y desde los ritmos matutinos lentos de la redacción y delirantemente rápidos en las tardes. Quizás por todo eso, o porque no le quedó más remedio, escogió a Lucía como reportera. Le gustaba como escribía y sabía que tenía todo lo que se requería para entrenarla en sus técnicas laxativas. De ahí tanto regaño, tanto discurso, tanta mentoría. —Yo sé, Yolanda. En fin, los tipos estaban medio insoportables. Pero Danny no, es dulce el boxeador. —¿Te enamoraste? —Tú sabes que me enamoro de todos mis entrevistados en los primeros cinco minutos. Luego los olvido.
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—Hasta que te enamores de verdad. —Uy, no. El amor es una pega o peor, es como correr bicicleta estacionaria. —Debería mandarte a cubrir el Tour de Francia a ver si te gusta tanto correr de verdad. Pero y bien, ¿por dónde nos vamos? ¿La cosa chicagorrican? ¿Algo mejor? —No sé, creo que por la cosa del cuerpo. De cómo entrenan, de lo que saben los atletas que los demás mortales no sabemos. —¿Y te interesa la gente que no se mueve?, indagó Yolanda. —¿A qué viene la pregunta?, respondió Lucía consciente de que nunca le hacía una pregunta inocente. —Porque debes irte preparando. Durante el próximo mes vas a entrevistar a mucha, muchísima gente importante. De todo tipo, de todo perfil. Y quiero que lo tomes como un calentamiento porque vas a hacer la entrevista más importante de tu vida. —¿A quién?, preguntó Lucía sin tener genuinamente la más mínima idea de, de quién podría tratarse. —Vas a reunirte con Antonia Negrón. Es la primera vez que la van a dejar hablar desde que fue encarcelada hace 20 años. Nunca ha escrito nada. Nunca se ha expresado. Ni siquiera durante su juicio. Por no moverse, no mueve ni la boca. —¿Y uno qué le pregunta a alguien así? ¿Por qué yo? —Cualquier cosa, menos esas dos preguntas tontas que acabas de hacer. Y de hecho, piensa rápido y escribe más rápido aún. Son las cinco de la tarde y quiero leer tus cuatro páginas a las siete. Lucía sacó la grabadora y transcribió su entrevista al boxeador casi a la misma velocidad de la conversación. Tardó una hora y quince minutos, apenas un cuarto de hora por encima de lo que habían hablado. En la redacción poco más de cien personas tecleaban al unísono, como un zumbido de abejas, un aleteo de los dedos que ocupaba todo el lugar.
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Ilustraciรณn de Victor Juhasz
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Madriguera
¡Me hace cosquillas!, chillaba una. ¡Los dientitos hacen ña-ña-ña!, reía la otra.
Tere Dávila
Allí estaban, entre los escombros, observándome, esperando a ver qué yo hacía. Percibí movimiento bajo las hojas alrededor de Cristina. Entonces lo vi y de mi boca salió un gemido involuntario. Tenía, enroscado en su piernita, el rabo largo de una rata.
Jugaban, metidas hasta las rodillas en una montaña de ramas y hojas, sus rizos de bebé dibujados contra el cielo gris que había dejado la tormenta. Escarbaban por algo que yo no po-•día distinguir. Me acerqué y, al verme, ambas apagaron las risas; se miraron una a la otra con Al principio me pareció simpático que las nenas esa complicidad que antes compartíamos los construyesen una nueva casa de muñecas en el tres, pero que recientemente me había sido patio. Jamás pensé que terminaría siendo un retirada. Cristina me miró hoyo que me encresparía la Percibí movimiento bajo las hojas con ojos grandes y redonpiel. dos; se mordió la boquita, alrededor de Cristina. Entonces lo anticipando un regaño, un vi y de mi boca salió un gemido in- No necesitamos tu ayuda, gesto que solo la hizo lucir voluntario. Tenía, enroscado en su papá, había dicho Zoé con más adorable. Zoé, sin emvoz de campanita. Vamos a piernita, el rabo largo de una rata. bargo, me observaba con hacerla solas. cierta desconfianza, como un animalillo no completamente domesticado. Hablaba de remplazar la casa de juego que yo les había construido hacía un año a ella y a su El mundo de mis hijas se estaba cerrando igual hermana y que acababa de volar, hecha cantos, que la maleza densa que nos rodeaba y atrapaladera abajo. Pero igual pudo haberse referido a ba en medio del monte. Yo no podía evitarlo ni la casa grande, la nuestra. Los vientos le habían culparlas. Estábamos solos los tres y todo lo que arrancado el techo y las paredes que daban al salía de la tierra se había vuelto peligroso, tóxinorte y al este, convirtiéndola en una casa de co, pero ellas no entendían eso; ni siquiera mosmuñecas de tamaño real a la que el huracán, con traban miedo. Solo querían jugar alrededor de su gran ojo, se asomó y con la que jugó, reacola madriguera que habían construido. modándola a gusto.
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Dormiremos en el País de las Maravillas, les había dicho esa noche de la tormenta, tratando de sonar tranquilo, como si se tratase de una vacación. Ese era el nombre que, de broma, le dábamos a la covacha de cemento, un cuartito lleno de todo tipo de cachivaches: juguetes viejos, cajas de fotos, crayolas, escarcha, herramientas, luces de Navidad, bicicletas y comida de perro. Siempre guardaba sorpresas y, por ser el único lugar que quedó con techo, se convirtió en refugio. Ahí pasamos el huracán, apiñados entre la podadora y la máquina de lavar, sobre las únicas toallas que quedaban secas. Al día siguiente, tan pronto se pudo salir al patio, las nenas comenzaron a trabajar. Voy a usar estas, dijo Cristina cruzando un charco de hojas e insectos ahogados para mostrarme las piedritas que acababa de recoger. La casa nueva será tan linda como la que se rompió. No seas, estúpida, Cristi. Zoé le tumbó las piedritas de la mano a su hermana menor. Cayeron, ahogándose también. Necesitamos piedras más grandes que esas. Y esta casa será mucho mejor que cualquiera que hayamos tendido. -•Fue mi decisión vivir alejado de la ciudad; quería que las niñas crecieran conociendo la tierra, con tenis enlodados y fango bajo las uñas. Sofía trató de suavizar en ellas las asperezas del campo. Mastiquen con la boca cerrada, niñas, péinense y, por Dios, lávense las partes importantes antes de acostarse a dormir. Pero la buena educación y los hábitos de aseo se han ido a la porra y las cosas que recalcaba Sofía, como Sofía misma desde que nos dejó, ya no importan. Ahora lo importante es que yo logre sacarnos de aquí antes de que se acabe el agua de beber.
Lo peor de la tormenta no es la destrucción, sino la soledad. Inmensos troncos caídos, escombros y derrumbes obstruyen todo acceso a nosotros y nos separan de la civilización, si lo que hay allá afuera puede llamarse así. Al principio, mantuve la cuenta de cada día que pasaba, pero todos eran iguales: cortar ramas desde que salía el sol hasta que caía, hundido en lodo, perdiendo la pelea contra los mosquitos. El cansancio me desorientó; a veces contaba el mismo día dos veces, a veces me los saltaba. Ahora mido el tiempo solo con relación a cuánta comida queda. -•Por el día, yo trataba de cortar troncos masivos con una sierra eléctrica de mano, de esas para trabajos de taller de fin de semana, y ellas rebuscaban entre los escombros, hacían bolitas de barro, amarraban palitos, colocaban piedras y le daban forma a lo que parecía un cascarón de huevo. Mis reinitas, me dio por llamarlas, porque iban y venían como pajaritos al nido, sin descansar. Me convenía que se entretuviesen y, ocupado como estaba, no le presté más atención a su progreso ni al extraño detalle de que, a pesar de tanta laboriosidad, la “casita” no aumentaba de tamaño, por lo menos en lo que se podía apreciar desde afuera. Solo ahora, demasiado tarde, me doy cuenta de que era una madriguera y que, desde el principio, estaban excavando túneles.
Harry Clarke
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-•¿Bartolo va a estar bien, verdad, papá?, había preguntado Cristi. La tarde de la tormenta, los tres buscamos al perro por los alrededores, pero no valieron ruegos ni promesas de salchichas. Cuando comenzaron los vientos salí solo, recorrí el perímetro llamándolo hasta que las ráfagas cobraron tanta fuerza que me di por vencido. Al verme regresar, Zoé comprendió que su perro pasaría la tormenta lejos de ella y empezó a llorar, lo que hizo que Cristi llorara también. Ya verán que estará bien, dije, abrazándolas a mí. Los animales saben cuándo viene algo malo y se esconden. Me gustaría volver a tenerlas así de cerca, poder pasar la mano por sus cabecitas, no importa cuán emplastadas de tierra e infestadas de gusanos estén. El problema es que se han vuelto ariscas. -•No importa que la mayor insista en que son amigables, que no muerden. O que la menor patalee. Un buen padre no deja que sus hijas jueguen con ratas. ¡Salgan de ahí!, grité al ver aquel rabo enroscado en la pierna de Cristina. No se me ocurrió cuestionar la extraña familiaridad que había entre aquellos animales y mis hijas. Lo único que ocupó mi mente fue agarrarlas y sacarlas de allí a jalones. Les restregué las manos, los brazos y las caritas sin considerar que les podía doler. ¡Podrían morirse!, grité. Zoé y Cristina lloraban, pero no me importó. En vez apunté hacia la madriguera. ¡Les prohíbo volver allí! ¡Las ratas pegan enfermedades que matan! Harry Clarke 58
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Cristi comenzó a sollozar tan violentamente que casi no podía respirar y me dio pena haberla asustado tanto. Ya, ya. Intenté calmarla. No vas a morirte. ¡No! Te prometo que nada malo va a pasar. ¡No, no, no!, gritaba una y otra vez, su vocecita más y más aguda, al punto de que parecía no venir de ella. La idea de que mis hijas pudiesen morir allí en el monte me llenaba de pánico, y no sé si estaba tratando de tranquilizar a Cristina o convencerme a mí mismo. ¡Para ya! La sacudí por los hombros. ¡Vas a estar bien! ¡Déjala, papá!, intervino Zoé. Ella sabe eso. ¡Es verdad, no tengo miedo! Solté a Cristina. Se limpió los mocos y susurró: Solo quiero volver a mi casa. Se refería a la madriguera. El hecho de que yo lo impidiese regresar allí la llenaba de pánico. ¿Por qué? ¿Acaso no estaba en su casa conmigo? ¿Qué poder tenía aquella madriguera sobre mis hijas? Sin embargo, más tarde ambas dormían como si nada sobre el piso del País de las Maravillas. Zoé le echaba el bracito a su hermana, como protegiéndola, y Cristina se chupaba el dedo. Así son los niños, pensé. Se adaptan. -•Cada noche salía a fumar (me permitía solo un cigarrillo para rendir la cajetilla) y, mientras soplaba anillas de humo que se perdían en la oscuridad, afinaba el oído para distinguir entre los sonidos de las ranas y de los insectos. La población de coquíes había amentado —su coro se tornaba más agresivo cada noche— y había también más grillos, sapos y caculos. El aire pesaba,
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preñado del croar y de sus zumbidos. La vibración me oprimía las sienes y llegué a fantasear en que se acercaba el día en que ellos tomarían las riendas. Qué ingenuo. Siempre las han tenido; el hombre solo se engaña con una ilusión de dominio que será aplastada por las tropas de ranas, grillos, mosquitos, cucarachas y ratones que han perdido sus casas y salen errantes, tan desesperados y confundidos como nosotros, sin saber a dónde instalarse ni qué va a pasar. Es como si la tierra se hubiese virado, de adentro hacia fuera, borrando la distinción entre humano y animal. -•Hay alguien cerca, avisó Zoé la primera vez que vio luces al otro lado del bosque caído.
Lo natural hubiese sido que empezara a gritar, a pedir ayuda. En vez, les ordené a las niñas que no hicieran ruido. Si llegan hasta acá, corran a esconderse en su casita. ¿Pueden encontrarla en la oscuridad? Ambas asintieron sin titubear y me pregunto si para ese momento ya se escapaban del País de las Maravillas por las noches, aprovechando que yo quedaba rendido de hambre y cansancio, para dormir más a gusto en su madriguera. Círculos de luz flotaban a lo lejos, sin apuntar a nada en específico. No podía explicarlo, pero les temía. No había voces que acompañaran las luces, ni siquiera un “hola ¿hay alguien ahí?”, y tanto silencio me preocupaba. Sabía que nadie bueno estaba tras aquellas linternas.
¡Shh! ¡Quietas!, reaccioné.
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Mi cuerpo se acostumbró a funcionar con el alimento mínimo. Antes de la tormenta, comer lo mismo dos días corridos me causaba hastío, pero aprendí a agradecer la misma ración de galletas de soda un día tras otro; comía concentrado y de prisa, mirando solo el plato como hacía Bartolo antes de que se perdiera.
Da trabajo sacar a un murciélago, y más con dos chiquillas metiéndose en el medio. Cristina y Zoé no tenían miedo —un murciélago dentro de la casa es común en el campo— así que las dejé entretenerse. Lo perseguían, chillando, mientras yo lo espantaba con una escoba.
Coman algo, les insistía a las niñas, ofreciéndoles galletas, que era lo único que quedaba. Ellas me miraban sin comprender y se iban corriendo a jugar. Habían perdido los rollitos, pero no estaban débiles, sino por el contrario: en una ocasión vi como Cristina brincó sobre una roca casi de su altura y ambas se escurrían rápidamente entre los escombros, como gatos. Tenían que haber estado alimentándose. Quizás de lagartijos. -•No prendía velas por no atraer la atención. Se me habían acabado los cigarrillos, pero tampoco hubiese arriesgado encender uno. Pasaba las noches a lo oscuro junto a la lavadora, arropado por mi toalla sucia, pendiente a los merodeadores. Me espantaba pensar lo que nos harían, especialmente a las niñas. A diferencia de mí, ellas habían perdido el miedo y parecían cómodas en la oscuridad del bosque maltrecho. Pensando que yo estaba dormido y no me daba cuenta, se escapaban de la covacha para dedicarse a lo que supongo eran cacerías nocturnas. Algunas noches, podía distinguir el sonido de sus pasos sobre el coro de insectos y ranas; me las imaginaba escondidas entre los arbustos o detrás de alguna piedra, acechando la cena. La primera noche que se escaparon de la covacha temí que se perderían o les pasara algo. Debí haber salido a buscarlas, no importa que su visión nocturna ahora fuese muy superior a la mía. Es lo que un buen padre hubiese hecho, excepto que me pareció inútil.
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¡Yum, yum!, chillaba Zoé. ¡Yum, yum!, repetía Cristina. Al principio pensé que era solo un juego. Hasta que, de un salto, la grande casi muerde al animalito. ¡No hagas eso!, la regañé. ¡Te puede caer caca de murciélago en la boca! ¡Caca, caca!, rieron ambas, mordisqueando el aire con más ahínco. ¡Yum, yum! ¡Se acabó!, grité antes de sentir la mordida. Algo mojado y caliente bajaba por mi muslo derecho. Miré a Zoé: me sonreía con la boca embarrada en sangre. Le pegué una bofetada. ¡Papá malo!, gritó sorprendida. ¡Malo, malo!, coreó Cristina en defensa de su hermana mayor. Y se me lanzó encima, abrió la boca y me clavó el círculo perfecto de dientitos de leche en el antebrazo. Me la sacudí instintivamente, más fuerte de lo que hubiese querido, y la rastrallé contra la lavadora. Aterrizó con un golpe sordo y se quedó quieta. Corrí hacia ella. Necesitaba verificar si estaba bien, tocarla, abrazarla, pero su mirada de animalito salvaje me detuvo. Entonces, me mostró los dientes y escupió baba.
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-•Cuando las niñas ya no regresaron más al País de las Maravillas, comencé a desvelarme. Volví a ver las linternas al otro lado de la maleza. A veces sentía a Cristina o Zoé en el patio. En los dos casos mi puerta se mantenía cerrada. Una noche escuché un ras, ras, ras afuera. No eran las niñas —yo conocía sus movimientos— y dudaba de que fuesen los merodeadores. Entreabrí y me asomé. ¡Bartolo!, susurré, llamando al perro que pensaba estaba perdido o muerto. No quería alertar a las niñas, pero era demasiado tarde. Ya ellas lo habían olido. ¡Bartolo! ¡Bartolito!, llamaron con voces de campanita.
No hay País de las Maravillas. Ningún lugar proveerá protección contra los círculos de luz que se aproximan. Observo, escondido tras un árbol, cómo siluetas entran y salen de la covacha, luego le dan la vuelta a la casa destrozada. Una se detiene y apunta la linterna hacia mí. Las otras le siguen. Desde donde estoy, podría correr hasta la madriguera sin que me alcancen, pero no logro moverme. Paralizado, siento que la tierra bajo mis pies está más viva que nunca, que hierve con temblores de lombrices y traqueteos de caculos. Escucho un leve zumbido: los insectos escarban túneles y se conectan con mis niñas, o con lo que sea que se han convertido. Un buen padre estaría ahora mismo con sus pequeñas. La madriguera está cerca. Me daría tiempo. Mientras tanto, los círculos de luz crecen en tamaño e intensidad.
El pobre me miró, confundido, y luego miró hacia la madriguera. ¡Ven, Bartolo!, ordené. ¡Bartolito! ¡Bartolito!, insistían ellas, con tanta ternura. ¡Ven!, grité, ya sin cuidar el volumen. ¡Aquí, Bartolo! Pero el perro ya enfilaba hacia la madriguera, meneando la cola, y supe que no volvería a verlo. -•Sabía que llegarían —era cuestión de tiempo— y el sigilo de sus movimientos adelanta su crueldad. Tampoco escucho sonido alguno salir de la madriguera, pero adivino que las niñas ya saben que los invasores están aquí. Los coquíes y los grillos sí los reciben haciendo escándalo, como fanáticos en un estadio al ver llegar al equipo favorito.
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Poemas para mis nietos y otros parientes imaginarios
Cindy Jiménez-Vera
A
DVERTENCIA A LOS LECTORES MENORES
ADVERTENCIA A LOS LECTORES MAYORES
Gracias por escoger este libro. Todos estos poeGracias por leer este libro. Como saben, ademas son para ustedes. Léanlos, píntenlos, escrímás de ser poeta, edito libros para una editobanlos, recórtenlos, y memorícenlos. Canten, rial independientes especializada en poesía en bailen, y jueguen con ellos. Escriban sus propios Puerto Rico, llamada Ediciones Aguadulce. Despoemas, si quieren, usando las palabras de estos de hace un tiempo largo, mi útero lleva carganpoemas o inventen las suyas do un tumor grande, hasta propias. Para ustedes va un Ahora que lo pienso, escribirles ahora benigno, y todo lo besito de agradecimiento y poemas a los hijos de mis amigos que quiero hacer es escribir un fuerte abrazo con mucha poetas es una manera de contar la poemas. En la adolescencia ilusión. Los quiero mucho. historia de una generación de po- tuve quistes, y ahora, en la adultez, tengo este tumor. Les pido perdón por una ad- etas que escribió y convivió junta. En ambas etapas siempre vertencia que le escribiré a escribí poemas. El médico los adultos que lean este libro. Ya sé que es solo dice que debo operarme para remover el tumor. para ustedes, que son los mejores lectores del Pero, al ser uno tan grande, la cirugía será una planeta. Pero, hay algunos adultos que todavía especie de cesárea. Por tal razón, deseo espeestán muy cerca de la niñez, esos son los mejorar para trabajar otros aspectos de mi salud que res adultos. Esos son a quienes ustedes todavía me permitirán recuperarme mejor de esa operales pueden enseñar cosas importantes. A ellos, ción. Que será una especie de parto. A mis cuadejen leerlos este libro y estos poemas. Para renta. Yo que nunca parí. Pienso en mis nietos, ellos va esta advertencia que sigue: esos que nunca tendré y ahora tengo, porque
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cada libro de todos los autores de nuestro catálogo que hemos publicado es también para mí un parto. Gracias a los hijos de los autores de Ediciones Aguadulce que les ha dado por nacer en tiempos posmarianos para llenarnos de esperanza, tengo nietos. A continuación, podrán leer unos poemas dedicados al hijo de Guillermo Rebollo-Gil, y a la hija de Mara Pastor, dos de los autores de la familia de Ediciones Aguadulce. Hay más hijos de autores y muchos más poemas. Para todos ellos y para toda la niñez van estos poemas inéditos que forman parte de mi próximo libro de poemas infantiles, Poemas para mis nietos y otros parientes imaginarios. Hace unos años, mientras leía sobre la poesía infantil de Federico García Lorca, encontré una carta que le escribió a su amigo, el también poeta de la generación del 27, Jorge Gullén. En ella
le contaba que le había escrito un poema para su hija, Teresita Guillén, y que le daría gracia porque hablaba de lagartos llorando. En mi libro de poesía infantil anterior, El gran cheeseburger y otros poemas con dientes, le dediqué poemas a los niños de mi familia y a los hijos de mi amiga poeta, Alexandra Pagán Vélez. Quise honrar esa costumbre tan hermosa de Lorca, pero me quedé corta. Ahora que lo pienso, escribirles poemas a los hijos de mis amigos poetas es una manera de contar la historia de una generación de poetas que escribió y convivió junta. Que luchó por sostener un país y sembrarle esperanza con poemas y niños. Que mis poemas para niños sirvan como registro o memoria poética de todo esto. Y que sean el abono para el mejor huerto de la vida: nuestra niñez. La de antes, la de ahora, y la que vendrá.
LA PRINCESA AND THE PEA. Copyright © 2017, Juana Martinez-Neal. Putnam, Penguin Random House. Edición especial: Literatura
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“La montaña” a Lucas Imar
Si te presento a mi hermana, la montaña, ¿me llevas a conocer el mar? Ella es grande y verde. Yo sé que te va a gustar. ¿Quieres ir a oler sus flores? Una a una las podemos buscar. La montaña está contenta, tanto que quiere cantar. Cantamos para bajarla, la besamos y la vamos a abrazar. Al bajarla muy despacito, si quieres la podemos invitar. Iremos los tres de la mano, De la mano, Lucas, iremos los tres al mar.
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El Gigante, Rafael Tufino
Ediciรณn especial: Literatura
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“Puesta de sol” a Isla Estela
El sol se esconde entre las nubes y la luna, princesa redonda, le sonríe a una Isla pequeña que se mece en una hamaca.
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“Sunset i”, acuarela de Sharon Lynn Williams
Edición especial: Literatura
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Mr. Moon, Carrey Chilton
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“Luna llena”
a las niñas rurales puertorriqueñas Una vez una niña me contó una fábula. Me decía que la nevera llevaba más de cuatro meses sin usarse porque la electricidad se había ido con el último huracán. Con su dedo índice señalaba las sombras de la noche. Decía que eran los dibujos de la luna.
Edición especial: Literatura
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Universidad Metropolitana Escuela de Ciencias Sociales, Humanidades y Comunicaciones
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