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Ser Caribe 1
3 de marzo de 2020- Ser Caribe Junta Editora: Alexandra Pagán Vélez { Directora Anto Gamunev Sonia Cabanillas Martín Cruz Santos María José Moreno Juan Carlos Quiñones Carlos García Hugo R. Viera Vargas {Lector externo Junta Asesora: Roxanna D. Domenech { Presidenta Sugelenia Cotto
Portada Black Cat (Marcos Garay)
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Ed Díaz Ser Caribe
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índice
6 El pianista del temblor Némesis Mora Pérez 8 Miradas a propósito de Contra la tortura de los números de Luis A. Avilés: 9 Recuerdos e historias: números que suenan y números que cuestionan Cruz María Nazario
16 Contra la tortura de los números de Luis A. Avilés: de Parménides a Marx Carlos I. Hernández-Hernández
24 No, Jay, te lo dice un estadístico: los datos no son los datos (a propósito de Contra la tortura de los números de Luis Alberto Avilés) Beatriz Llenín Figueroa
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30 La ciencia de contar en el Caribe puertorriqueño Sheila Barrios y Ana Nadal Quirós
34 Selección de pinturas Carlos Luis Sánchez Becerra
40 Kirk Douglas (1916- 2020) Manuel Martínez Maldonado 46 Bella Abzug, 1920-1998 Lourdes Vázquez 48 El inmenso Finistere Lourdes Vázquez 50 Black Cat (Marcos Garay) Ed Díaz
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acerca del mundo cinematográfico y cómo se atiende desde lo visual los temas de relevancia contemporánea. Se aceptan formatos audiovisuales.
Los derechos de las publicaciones son exclusivas del autor. Todas las colaboraciones y comunicaciones se harán al correo institucional de la revista
editorescruce@uagm.edu 5
Publicado originalmente en Hound.
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Foto de Ludwig Medina Cruz
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Miradas a propósito de Contra la tortura de los números de Luis A. Avilés Los tres textos compilados en este ensayo híbrido son presentaciones sobre el libro de Luis A. Avilés, Contra la tortura de los números publicado por Editora Educación Emergente en 2019. Cada presentación pone su acento en aquellas dimensiones multi- y transdisciplinarias que suscita el texto partiendo de las áreas de especialidad de sus presentadores. Fueron textos pensados para ser leídos –y de ahí se tono conversacional–, pero también para inspirar el debate y la lectura analítica de un libro sobre estadística crítica que inspira diversidad de miradas. Este texto es un “cruce” de análisis que demuestra que el saber es complejo y se enriquece con la tertulia que trasciende el especialismo excluyente.
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Recuerdos e historias: números que suenan y números que cuestionan
Cruz María Nazario
El título de este conversatorio –Ética, Estética y Estadística– sencillamente me desconcertó. Tuve que llamar al maestro Antonio Martorell para conversar acerca de esta actividad a la cual habíamos sido invitados. Toño me dijo, “a mí no me gustan las estadísticas”; pero como suele hacer, él lo tomó como “un accidente feliz que hay que aprovechar”. Quise corroborar ese pedacito de historia con el otro Antonio, en este caso Díaz-Royo, con quien Martorell cursó sus estudios de bachillerato, y quien me confirmó: “él dirá que no le gustan, pero las aprendió muy bien en Georgetown, cuando estudiaba para la carrera de diplomático”. Me quedé pensando en esas palabras y me pareció interesante que el título del libro de Luis A. Avilés hable de números y no de estadísticas. Martorell interpreta que el libro es acerca de estadísticas y hoy estamos convocados a conversar sobre la ética, la estética y la estadística. La lectura del libro de Avilés provoca múltiples y muy diversas reacciones. La imagen de Martorell que da pie a la portada es excepcionalmente estética al ilustrar el concepto de tortura humana reinterpretando lo plasmado por Ernesto Cardenal en su Salmo 21. Ya desde el prefacio, la profesora de filosofía Anayra Santory nos advierte que, “para la maestra que nos enseñó las tablas de multiplicar (o que fracasó en su intento), las matemáticas, así
en su conjunto, no eran más que la árida, pero dócil, herramienta que permitió al humano a llegar a la luna bebiendo Tang –la bebida de los astronautas– (p. 18)”. Esta mención a un proceso de aprendizaje, particularmente el de las matemáticas, me hizo recordar cómo las aprendí de mi maestra de Matemáticas de quinto grado en el Colegio Guadalupe en Puerto Nuevo. Resulta que un viernes, al terminar la clase, la maestra me pidió que le corrigiera los demás exámenes de la clase, usando el mío como modelo. ¡Qué emoción! El sábado ya había cumplido con la encomienda y le pedí a mi padre que me llevara a entregar los exámenes a la casa de la maestra. Cuando llegamos, tuve la sorpresa de mi vida: ¡la maestra de Matemáticas estaba lavando su auto! ¿Cómo era posible que mi maestra, la maestra que disfrutaba enseñando y con la que yo gozaba aprendiendo, lavara un auto? ¡Pensaba que quien me enseñaba matemáticas era un ser extraordinario!
Tan especial era esta maestra, que cuando me enteré de que el director del Colegio no iba a contratarla para el sexto grado, me indigné de tal forma que organicé mi primera protesta, mi primer piquete. Convencí a los compañeros de clase, para preparar carteles y marchar frente a la casa del padre Aguiló. Sí, aunque 9
Salmo 21 ¿Por qué me has abandonado? Ernesto Cardenal Dios mío Dios mío ¿por qué me has abandonado? Soy una caricatura de hombre el desprecio del pueblo Se burlan de mí en todos los periódicos. Me rodean los tanques blindados estoy apuntado por las ametralladoras y cercado de alambradas las alambradas electrizadas. Todo el día me pasan lista. Me tatuaron un número. Me han fotografiado entre las alambradas y se pueden contar como en una radiografía todos mis huesos. Me han quitado toda identificación. Me han llevado desnudo a la cámara de gas y se repartieron mis ropas y mis zapatos. Grito pidiendo morfina y nadie me oye grito con la camisa de fuerza grito toda la noche en el asilo de enfermos mentales en la sala de enfermos incurables en el ala de enfermos contagiosos en el asilo de ancianos agonizo bañado de sudor en la clínica del psiquiatra me ahogo en la cámara de oxígeno lloro en la estación de policía en el patio del presidio en la cámara de torturas en el orfelinato estoy contaminado de radioactividad y nadie se me acerca para no contagiarse. Pero yo podré hablar de ti a mis hermanos Te ensalzaré en la reunión de nuestro pueblo. Resonarán mis himnos en medio de un gran pueblo Los pobres tendrán un banquete Nuestro pueblo celebrará una gran fiesta El pueblo nuevo que va a nacer.
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lavara su auto, era una maestra especial y había que protestar. Sin embargo, solo pudimos dar dos vueltas en el piquete pues despertamos al padre Aguiló de su siesta y se nos acabó la marcha. Recibimos como castigo, rezar cinco rosarios arrodillados en el patio de cemento de la escuela. Este proceso de aprendizaje resultó inefectivo a largo plazo, pues parece que desarrollé rodillas duras; todavía sigo marchando y protestando cada vez que puedo. Mencionar partes anatómicas, procesos de aprendizaje y protestas parece ser tema obligado en este libro. En uno de los ensayos, Avilés narra que protestó con los pies y abandonó una presentación, como una “estrategia de salvación individual”, ante la perorata del conferenciante que torturaba los números y también a la audiencia (p. 136). Volviendo al proceso de aprendizaje, mi amor por los números –no digo por las estadísticas– empezó con mi padre, quien era contador, lo que ahora llaman CPA. Durante los fines de semana yo lo ayudaba a “cuadrar los libros de los clientes”. El proceso era estéticamente sonoro. Mi padre usaba una máquina para sumar muy vieja que cantaba los números, no como ahora que usamos los teclados silentes o aburridamente atonales de la computadora. En aquella máquina de sumar cada número sonaba diferente y al final de pulsar las teclas se tiraba de una palanca que, a su vez, emitía su sonido particular. Cuando era pequeña, mi padre me permitía tirar de la palanca, pues aún no me sabía los números. Luego subí de rango, fui asistente, y cuando ya sabía de números, me permitía hacer todo el proceso. Él pulsaba los números con tal rapidez y precisión que hoy todavía recuerdo la estética de aquella cantata numérica. Ese sonido se grabó en mi memoria. Fue mi primera experiencia de asociar elementos estéticos a fenómenos numéricos. La lectura del libro de Avilés, provoca reacciones que obligan a quien lo lea a confrontar ideas, conceptos y hasta ideologías. También encontré alguno que otro ensayo que me irritó lo suficiente Ser Caribe
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como para aventurarme a querer llevarle la contraria al autor, aunque tal vez en un conversatorio más íntimo y con una taza de café en mano, seguramente en el Café Don Juan del recinto universitario donde trabajábamos. Empiezo por aclarar mi posición: los números no son estadísticas. Las estadísticas se prestan para deformar los números. Deformamos los números para intentar mejorar las inferencias que podemos hacer de ellos, cuando así se desea. Sin embargo, como apunta este libro, hay quienes se dedican a torturar los números convirtiéndolos en estadísticas para propósitos inescrupulosos y fraudulentos con la intención evidente de engañar, confundir u ocultar la verdad. En el ensayo introductorio Avilés convoca a “volver
de las tasas de mortalidad. Los cálculos estadísticos son útiles para hacer comparaciones, e incluso para llegar a conclusiones éticas, pero esto requiere que los métodos se usen con la debida rigurosidad (p. 23). Concuerdo con el autor, “si las razones éticas no son persuasivas, las razones estéticas deben ser disuasivas” (p. 95). Leí el ensayo titulado “El olfato de la juez Sotomayor” desde la perspectiva de la Epidemiología para determinar si en un caso que llegó al Tribunal Supremo de Estados Unidos, en efecto, no todos torturan los números o abusan de las estadísticas. De hecho, en dicha decisión la juez Sotomayor habla específicamente de números, no de estadísticas. En este ensayo, Avilés nos relata los problemas de
a una estadística militante…” (p. 21) y advierte que “torturar los números no es el simple acto de utilizar un concepto estadístico equivocadamente…” como cuando confundimos el significado de una simple proporción con la tasa de riesgo de morir. A esto me refiero cuando hago la diferencia entre números y estadísticas. En mis cursos graduados de Epidemiología explico que el simple número de muertos en una población –un conteo sin mucho análisis estadístico– puede tener implicaciones éticas y sociales más profundas que las estadísticas
quienes sufren de anosmia, personas que al no tener olfato no saben si se está “quemando la casa del vecino” (p. 126) o no pueden reconocer el “pintoresco y desagradable olor de las calles del Viejo San Juan” (p. 127), con lo cual nos mete de cabeza, con todo y nariz, dentro del olor del capitalismo. Yo asigno el caso Matrixx Initiatives Inc. v. Siracusano como objeto de estudio en los cursos de métodos de investigación epidemiológica. Este pleito contra la compañía fabricante del producto Zicam Cold Remedy, llegó al Tribunal Supremo de Estados Unidos y su decisión fue redactada por la juez puertorriqueña Sonia Sotomayor. Admito que fue mi colega Avilés quien me instigara a asignar una decisión judicial en un curso de epidemiología. La decisión del Tribunal Supremo en este caso fue unánime, por lo cual deduzco que la jueza Sotomayor fue capaz de convencer a algunos de sus compañeros jueces menos aptos para tener consideraciones éticas y a los jueces que eran acérrimos creyentes de la simbología de la significancia estadística y de lo que en estadística se llama el valor de p. Resulta curioso que el pleito judicial se da entre la alta gerencia de la compañía Matrixx Initiatives y los accionistas de dicha compañía. Para mí es sumamente revelador que este pleito no fue incoado por alguien con anosmia que no puede oler cuando
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llega al Viejo San Juan. Los especialistas en derecho y jurisprudencia tal vez nos puedan aclarar, que se podría interpretar que quienes sufren de anosmia no tienen un caso, porque no hay pérdida, más bien ganancia. La alta gerencia de la compañía Matrixx fundamentó su caso en que a pesar de que un número de médicos expertos y algunas investigaciones habían observado que la pérdida de olfato estaba relacionada con el uso de Zicam, los resultados de la investigación no eran estadísticamente significativos. Por ende, la compañía incorrectamente confundió –o quién sabe si maliciosamente ignoró la diferencia entre– significancia estadística y relación causal, como si fueran sinónimos. Según Avilés, el olfato de la juez Sotomayor puso punto final a la controversia legal, al explicar que uno de los argumentos que utilizó la juez no fue el argumento de significancia estadística; por el contrario, ella le dio más peso a la opinión sobre relaciones causales realizadas por médicos expertos, como el director del Smell and Taste Treatment and Research Foundation. Mientras leía, me preguntaba, ¿cuál hubiera sido la decisión del Tribunal Supremo, si el demandante hubiera sido algún sanjuanero pobre y la evidencia a la mano hubiera sido solamente su nariz? Este conversatorio emplazó a los ponentes a reflexionar sobre la Ética, la Estética y la Estadística. La lectura del libro emplazará a la audiencia a reflexionar. También a rememorar. Y a comparar. Y en este tono de emplazamientos, memorias y comparaciones, les comento la historia de un matemático que encontré en el libro Republic of Numbers, cuya vida evoca asuntos muy cercanos para mí. Esta es la historia de Kelly Miller, nacido en 1863 en Winnsboro, en el condado de Fairfields, Carolina del Sur. Su vida
me llevó a pensar en el Puerto Rico de hoy, en la corrupción y en falta de visión de las instituciones académicas. Me pareció revelador cómo el amor por las Matemáticas de Kelly Miller lo llevó fortuitamente a incursionar en la sociología y a participar en debates sobre asuntos políticos. El compromiso con la universidad, evidenciado en múltiples momentos en el libro de Avilés, particularmente en el ensayo “Cuatro tatuajes con sellos de la UPR” y la evidencia persuasiva de su compromiso universitario que todos debemos emular, me llevaron a buscar paralelismos sobre la ética (o la falta de esta) en estos mundos de Puerto Rico y Estados Unidos, aparentemente separados en tiempo y espacio. El padre de Kelly Miller sirvió en Ejercito de
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los Estados Confederados como sirviente –no como soldado– y recibió la emancipación de su estado de esclavo con la proclama del presidente Lincoln en 1863. Mas la acción de la emancipación, que alegadamente lo liberaba de la subordinación y le otorgaba independencia, no fue implantada, sino muchos años después porque en el pueblito de Winnsboro no había nadie que hiciera cumplir la ley, lo cual sin lugar a dudas favoreció los intereses de los esclavistas. Miller comenta en uno de sus escritos que mientras los ideólogos de la esclavitud creían haber demostrado irrefutablemente que “the Negroes” no tenían ninguna capacidad para adquirir conocimiento, consistentemente aprobaban y hacían cumplir leyes para evitar y prohibir cualquier intento
La pasión de Miller por el conocimiento lo llevó a solicitar y a ser admitido al programa graduado de Matemáticas en la Universidad Johns Hopkins (universidad donde Avilés hizo sus estudios doctorales). Una vez ubicado, estudió física, teoría de números y teoría de funciones, entre otras materias, pero el racismo y el acoso lo perseguía pues era el primer estudiante afrodescendiente admitido a dicha universidad. Lamentablemente, luego de dos años tuvo que dejar los estudios sin haber terminado el grado; los accionistas de la universidad hicieron una clara exhortación: ¡hay que aumentar los costos de matrícula! Al abandonar sus estudios, Miller consiguió una posición de profesor en Howard University,
contrario (Roberts, 2019). Tan pronto las leyes permitieron que los afrodescendientes pudieran recibir educación, Kelly Miller y todos sus hermanos acudieron a la escuela local. Miller recuerda a un maestro que marcó su vida, Willard Richardson, un predicador blanco y presbiteriano que fundó una iglesia y el Fairfield Normal Institute. Richardson reconoció el talento de Miller para las Matemáticas, el Griego y el Latín y, posteriormente, lo ayudó a ser admitido a Howard University en Washington, DC. Aquí aclaro que Howard University es parte de los denominados Historically Black Colleges, instituciones creadas a partir de la Guerra Civil Norteamericana que educaban a hombres y mujeres que recién habían adquirido su libertad, ya que el resto de las universidades prohibían, explícita o implícitamente, la admisión de dichos estudiantes. Inicialmente, la administración de Howard University estableció que todos los recursos debían utilizarse para enseñar el cristianismo a los recién liberados y así ellos podrían regresar a África para cristianizar a la población. Algo así como el Go back to your country que recientemente circuló a través de los Twitters del presidente Trump. Afortunadamente, Howard University no se quedó en ese pantano ideológico y amplió su oferta educativa con la creación de una escuela de artes liberales, de donde Miller se graduó en 1886.
siendo el único afrodescendiente que enseñaba Matemáticas en dicha universidad. Para aquellos años, comienza a vincularse al discurso político de la época, particularmente en asuntos raciales. Él polemizó sobre el caso Plessy v. Ferguson en que el Tribunal Supremo de Estados Unidos en1896 declaró legal que los trenes mantuvieran vagones supuestamente similares, pero separados para los blancos y los negros, ejemplo de la doctrina separate but equal. No tenían el olfato de la juez Sotomayor, para identificar el truco. Otra controversia en la que Miller se involucró fue suscitada por Frederick Hoffman, un estadístico que trabajaba para la compañía de seguros Prudential, quien presentó datos para demostrar la inferioridad de los afrodescendientes a causa de su tara genética. Decía Hoffman que como él era alemán de nacimiento, su análisis estadístico no estaba viciado ni sesgado. Miller ripostó en un artículo que destruía los reclamos de Hoffman, particularmente el argumento que predecía que la raza negra estaba a punto de extinción. Una vez Miller entra al ruedo político, ya no se detiene y escribe polémicos artículos, a veces apoyando y a veces criticando a Booker T. Washington (fundador del Tuskegee Institute, precursor de la Universidad de Tuskegee) y a W.E.D Du Bois, sociólogo, (primer afrodescendiente graduado de
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la Universidad de Harvard). Con el tiempo, Miller deja de enseñar Matemáticas pues esa tarea lo alejaba demasiado de los asuntos sociales que cada vez le apasionaban más. Miller dejó la cátedra de Matemáticas y se dedicó a enseñar Sociología, así también como una vez hiciera Avilés. La vida de Miller, en la época que le tocó vivir, me parece una fuente de inspiración para los momentos actuales. Como mencioné al principio, la lectura del libro de Avilés, provoca la reflexión y nos obliga a contextualizar y a enderezar los argumentos sobre los números que algunos se empeñan en torturar. Confieso que algunos de los ensayos me irritaron porque evidenciaban mis prejuicios y desacuerdos, pero en la gran mayoría la provocación también suscitó el ensueño. Más que nada, este me hizo recordar que desde pequeña mi padre fue
modelo de sus principios éticos, me motivó a disfrutar de la estética de los números y me enseñó a identificar la injusticia y a amar a mi patria. Quedamos así convocados a continuar nuestra conversación sobre la Ética, la Estética y la Estadística, salpicados por algo de irritación y mucho de ensoñación. Referencias Avilés, Luis A. (2019). Contra la tortura de los números. Cabo Rojo: Editorial Educación Emergente. Roberts, David Lindsay. (2019). Republic of Numbers: Unexpected Stories of Mathematical Americans through History. Baltimore: Johns Hopkins University Press.
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Contra la tortura de los números de Luis A. Avilés: de Parménides a Marx
Carlos I. Hernández-Hernández
Me gustaría comenzar con un texto un tanto clásico titulado: Poema ontológico de Parménides de Elea, que nació entre el 530 a. C. y el 515 a. C. en la ciudad de Elea, colonia griega del sur de Magna Grecia (Italia), se cree que, en una familia rica y noble, cito: II - Voy a decírtelo ahora mismo, pero presta atención a mis palabras las únicas que ofrecen al pensamiento de entre los caminos que reviste la búsqueda. Aquella que afirma que el Ser es y el No-Ser no es, significa la vía de la persuasión puesto que acompaña a la verdad5 - y la que dice que el No-ser existe y que su existencia es necesaria, esta, no tengo reparo en anunciártelo, resulta un camino totalmente negado para el conocimiento. Porque no podrías jamás llegar a conocer el No-Sercosa imposible- y ni siquiera expresarlo en palabras.1 A tenor con lo antes citado, me pregunto, si toda esta obstinación en fijar un origen –del universo– es una respuesta a la demanda de seguridad sicológica, que nos coloca en un mundo resuelto, por tanto, nacido, “totalmente” compresible, en vez de lo que en verdad sabemos: que no podemos comprender
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Presentación del libro Contra la tortura de los números en la UPR-Recinto Universitario de Mayagüez el 20 de febrero de 2020. Parménides de Elea. Sobre la naturaleza. http://www. nodualismo.com.ar/Poema%20de%20Parmenides.htm
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la Totalidad porque esta carece de causa, Existe, y nos empeñamos en comprenderla de acuerdo con el principio de causalidad.2 Como se verá a lo largo de la reseña del libro: Contra la tortura de los números del amigo y hermano Luis Alberto Avilés, que más que un tratado que pretende concluir un tema, es realmente una invitación a la discusión imperecedera. Y es que estamos en presencia de un prontuario de temas de trabajo desde una jubilación prematura, la del autor, quien procura deslindar el saber de lo que pensamos que es la ciencia estadística y que, según el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, RAE es: Desde el “estudio de los datos cuantitativos de la población, de los recursos naturales e industriales, del tráfico o de cualquier otra manifestación de las sociedades humanas, hasta la rama de la matemática que utiliza grandes conjuntos de datos numéricos para obtener inferencias basadas en el cálculo de probabilidades.3 Lo primero que me llamó la atención al acercarme al texto fue la portada. Un poderoso puño negro que en su muñeca se distinguen los números del 1 al 5, lo me llevó a recordar de inmediato dos
2
Colectivo Humanista. El sentido de lo humano I. (Editorial el Cuervo, República Dominicana: 1995). p.70.
3
Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española. Definición de estadística. https://dle.rae.es/estad%C3%ADstico.
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imágenes que sirvieron de marcadores de contexto de mi niñez en el costero pueblo de Aguadilla. La primera la mano de azabache, ese símbolo protector contra la envidia, los celos y el mal de ojo que se personifica como un puño, con el pulgar asomándose entre los dedos índice y medio. Mi señora madre, responsable de que yo luciera esa pieza, decía que: “Si alguna vez se rompía, significaba que su poder había contrarrestado una mala influencia”. No quiero pensar que el autor lo puso ahí como amuleto para la buena suerte. Sin embargo, el sincretismo y todo el asunto de la ciencia de las probabilidades y las posibilidades, la estadística me habría de perseguir por algún tiempo, fui bautizado católico, criado en una iglesia presbiteriana y vestido con el
portada se refiere a las luchas –que según el pintor Antonio Martorell– libraron los afroamericanos en las prisiones en USA, pero además se trata pues de otro significado, de igual trascendencia de lucha y reivindicación de América Latina, es el cuadro de don Antonio Martorell, elaborado en 1971 y titulado Salmo 21: Pliego del portafolio de Salmos [Xilografía y caligrafía del texto de Ernesto Cardenal]. El ensayo titulado: Salmos de Ernesto Cardenal: un texto exteriorista, Isaac Sanzana Inzunza, elabora una disertación en torno al cuadro de Cardenal y arguye lo siguiente: La historia cultural de América Latina ha estado marcada desde períodos independentistas, por la intervención de los intelectuales en
puño de azabache africano en mi muñeca lo que marcaría una deliciosa armonía de los elementos culturales disímiles que hacen insuperable a nuestro archipiélago puertorriqueño. Lo segundo que me recordó el puño de la portada fue la lucha de las panteras negras en Estados Unidos. Y es que en los Juegos Olímpicos de México de 1968, en la ceremonia de entrega de medallas de la prueba de los 200 metros lisos, Tommie Smith (medalla de oro) junto a su compatriota John Carlos (medalla de bronce) agacharon la cabeza y levantaron un puño en alto con un guante negro mientras repicaba el himno de los EE.UU. como símbolo del movimiento “Black Power” y en protesta por el racismo en EE. UU. y el Apartheid en Sudáfrica. El espacio no nos permite abundar en la solidaridad del atleta australiano Peter Norman, el medallista de plata que se unió a la protesta de los estadounidenses y pagó muy duro su adhesión a las luchas nobles que le tocó vivir. En el año 2018 fue galardonado de manera póstuma con “La Orden del Mérito” que entrega el Comité Olímpico Australiano (AOC, por sus siglas en inglés).4 Para mi sorpresa el puño negro de la
la vida pública a través de sus escritos, ya sean ensayos, obra poética, narrativa o dramática. Durante el siglo XIX, autores
4
Redacción del periódico BBC Mundo versión digital. “Peter Norman: el valiente atleta castigado en las Olimpiadas de México 68 por su gesto en el podio y premiado 50 años después”. 29 de abril de 2018. https://www.bbc.com/mundo/deportes-43936974
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como Sarmiento, Lastarria o Martí, enfocaron su escritura a favor de una causa política que transformara sus naciones. A lo largo del siglo XX, el escritor latinoamericano mantendrá este pensamiento, continuará denunciando un sistema social y político injusto, sin embargo, lo hará de acuerdo con nuevas ideologías. De esta manera, durante este periodo comienza a surgir una compenetración entre la literatura y uno de los fenómenos culturales más interesantes de América Latina en el siglo pasado: la Teología de la Liberación.5 Marta Traba, en Los salmos de Martorell, hace un elogio a esta obra pues considera que formula la protesta de manera muy sutil y poética, además de
Christine Blasey Ford, estadística. La primera Nina Droz Franco, quien fue sentenciada a nivel federal a 37 meses de cárcel tras ser encontrada culpable por conspirar para prender fuego a las inmediaciones del edificio del Banco Popular en la Milla de Oro en las manifestaciones del 1 de mayo de 2017, y excarcelada el lunes 25 de noviembre de 2019.8 Y la segunda Christine Blasey Ford, quien acusó al juez Brett Kavanaugh –confirmado Juez del Supremo– de agredirla sexualmente en una fiesta completamente borracho. Ella tenía 15 años y él, 17.9 Tras el ajuste de cuenta dialécticorevolucionario, de carácter marxista, la extensión de este texto se divide en cinco partes y diecinueve subtítulos en los que se sugieren desde desvaríos
ser una propuesta clara para el destino del grabado latinoamericano. Afirma que el grabado es un “intento de recuperación de lenguaje”, de “decir cosas y comunicarlas” para así plantear formulaciones sobre una determinada visión de mundo.6 El portafolio Salmos incluye grabados en madera hechos por Antonio Martorell y textos en caligrafía de Ernesto Cardenal se imprimió en 1971 y consta de 17 hojas. La última hoja incluye una carta de Ernesto Cardenal a Antonio Martorell. En ella comenta los grabados: “Son sumamente sobrios y cargados de significado. Son un arte para élites exigentes y a la vez, para las masas”.7 Si pensamos que la selección de esta portada fue pura casualidad se equivocan, y es que como se verá, el denominador común que urde los intersticios del texto no es otro que una visión crítico-revolucionaria en toda la extensión del binomio. Dicho eso, no es de extrañar a quien el autor le dedica su preciado libro: 1. a Nina Droz, cito del autor: “torturada” y 2.
demográficos, el anverso a la ilusión democrática, la obsesión por la cuantificación, los parámetros de la ridiculez, hasta una apología singularísima de la Universidad de Puerto Rico. Así pues, en la primera parte observamos el ímpetu lúdico del autor que ocasiones está atravesado por el cinismo. Sin embargo, no se trata pues de un sarcasmo pesimista, aunque debo confesar que en algunas ocasiones hay un dejo de amargura, pero de una amargura saludable a la espera de ser sacudida por acontecimientos más esperanzadores. Es que estamos ante un texto en el cual no hay oraciones vagas, es decir, nunca y esto me gustaría reiterarlo, jamás vamos a encontrar oraciones que no estén matizadas por reflexiones de un carácter profundamente dialéctico derivado del imaginario marxista que franquea la siquis del autor. Como si se trata de una narrativa de estadísticas orientada a resolver entuertos matemáticos, que por cierto no es este el caso, Luis A. Avilés tantea incisivamente como el esteta en la escultura y cincela cada palabra, cada oración que al parecer ha venido pensado, dialogando
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Isaac Sanzana Inzunza. CRÍTICA CL, REVISTA LATINOAMERICANA DE ENSAYO FUNDADA EN SANTIAGO DE CHILE EN 1997 | AÑO XXIII, Salmos de Ernesto Cardenal: un texto exteriorista. Artículo publicado el 03/10/2007. https://critica. cl/literatura/salmos-de-ernesto-cardenal-un-texto-exteriorista.
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Traba, Marta “Los salmos de Martorell.” Revista del
Instituto de Cultura Puertorriqueña. (San Juan, Puerto Rico), no. 56 (julio-septiembre, 1972): 5-9.
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Salmos, comentarios para la ubicación” escrito por
Fernando Cros (véase doc. no. 857700).
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El Nuevo Día, “Nina Droz Franco es excarcelada en Florida”. Martes 26 de noviembre de 2019. https://www.elnuevodia.com/noticias/seguridad/nota/ninadrozfrancoesexcarceladaenflorida-2531703/.
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Pablo Ximénez de Sandoval. El suplicio de la profesora que acusó al juez. El País, España, 6 de octubre de 2019.
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corroboradas De Galileo: cuando murmuró: “pero aún, así se mueve”, frase que indicaba que era la tierra la quedaba la vuelta al sol, las del hijo del barrio Tenerías de Ponce, Pedro Albizu Campos cuando dijo que: “quien comienza a resbalar no para hasta que se escocota”, y las del Premio Nobel de Economía que se le atribuye la frase: “Si torturas los datos por suficiente tiempo, eventualmente confesarán”10 con la intención de establecer del saque que, aun cuando no existe un registro histórico fiel y exacto de tales expresiones, las mismas han resistido el devenir histórico. Se levanta una bandera de alerta al positivismo frenético que generó mucho de lo que hoy llamamos ciencia. En cuanto a la estadística, existen debates
en su interior y que, finalmente, se exterioriza en un tipo de exorcismo didáctico en el cual llama poderosamente la atención los condicionamientos de decenas de años de una ciencia que ha sido vista como la versión matemática de la astrología por su capacidad adivinatoria de predecir el futuro, el cual sin dudas pertenece al campo de la incertidumbre. Así pues, en la apertura del libro: “Para volver a una estadística militante: A manera de introducción”, arranca con un solemne amasijo en el cual se armonizan: las palabras nunca 20
sobre su origen, incluso ya desde el historiador Tucídides en su Historia de la Guerra del Peloponeso,11 describe cómo los atenienses calculaban la altura de la muralla de Plata, contando el número de ladrillos de una sección expuesta de la que estuviera lo suficientemente cerca como para contarlos. El conteo era repetido varias veces por diferentes soldados. El valor más frecuente (la moda en términos más modernos) era tomado como el valor del número de ladrillos más probable. Multiplicando este valor por la altura de los ladrillos usados en la muralla les permitía a los atenienses determinar la altura de las escaleras necesarias para treparlas. Luis A. Avilés advierte su compromiso con las causas justas y es precisamente desde allí en que procura reflexionar sobre la alucinación de torturar los números, asunto que como bien dice: “ha sido uno de los objetos de mi trabajo académico por la última década”. De ahí que, para él, Torturar los números no es el simple acto de utilizar un concepto estadístico equivocadamente, de no procurar el rigor metodológico necesario o de ignorar algunas de las convenciones de la disciplina. La
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Luis A. Avilés. Contra la tortura de los números. (Cabo Rojo: Editora Educación Emergente, 2019). p. 21.
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Thucydides. History of the Peloponnesian War. (Nueva York: Penguin Books, Ltd,1985). p. 204.
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tortura de los números no es un asunto de analfabetismo numérico o innumeracia, entendida como la incapacidad de lidiar con las nociones vacuas de números y probabilidad que hace a alguien llegar a conclusiones equivocadas sobre el mundo que habita.12 Y sentencia Avilés que: “Quienes torturan los números lo que hacen es capitalizar del analfabetismo numérico de la ciudadanía”.13 La tortura de los números para el estudioso: es un epifenómeno, un fenómeno que revela otro subyacente de carácter político al cual responde y como toda tortura requiere de quien la practique un irracional apego a la autoridad, a los números se le tortura
una suerte de confesión con sus lectores Luis A. Avilés, apunta desde el inicio del capítulo que: “Existe una diferencia crucial, de lo científico a lo moral, entre la clásica versión de 1931 de Hollywood y el libro Frankenstein o el moderno Prometeo de publicado en 1818 por Mary W. Shelley”.16 La revelación del autor rememora su presidencia en la Junta de Directores del Instituto de Estadísticas de Puerto Rico. Y es que se tr ataba de un asunto de urdimbre intimista concerniente a la posibilidad de asignación de presupuesto o la desaparición del mencionado Instituto justo antes de comenzar. La preocupación por parte del Estado iba más allá de la búsqueda de fondos y se centraba en si las futuras estadísticas oficiales revelarían la situación económica y social del
para responder a una agenda política que avasalla el rigor intelectual. Quienes torturan los números no reconocen que tienen una agenda en mente y luego típicamente afirma que sus conclusiones emanan objetivamente de sus propios datos.14 Por ejemplo, en “El velorio de la sobrepoblación” seis subtemas dan cuenta de la estadística revolucionaria del autor quien aterriza en Puerto Rico, y deconstruye de manera subversiva el Insularismo de Antonio S. Pedreira y los conceptos estadísticos de la sobrepoblación de Puerto Rico. Estos fueron coreados, como un mantra, por las generaciones escolares y universitarias para inculcarnos lo limitado del territorio insular y la incapacidad para superar esa falacia. Ya para ir concluyendo, me gustaría brevemente mencionar que uno de los capítulos más logrados del texto se titula: “La vocación de la criatura de Frankenstein”.15 En
país, destapando, eventualmente, nuestro fracaso como país, afirma el autor. Avilés relata que conocía de antemano que la madre de Shelly había sido una de las pioneras en la lucha de los derechos de la mujer, en fin, del feminismo británico, pero la curiosidad del autor era
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16
Ibid., p. 97.
Luis A. Avilés. Op.cit., p. 23. Ídem. Ibid., p. 24. Ibid., pp. 97-105.
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conocer si hubo una posible influencia de su padre, autor del libro: An Enquiry Concerning Political Justice. Apunta el ensayista que, a través de la lectura del texto de Thomas Malthus, An Essay on the Principle of Population, supo que del padre de Shelly y que el reverendo Malthus había polemizado con este por sus ideas igualitarias, obviamente la crítica del reverendo privilegiaba a la oligarquía y miraba con apatía el sufrimiento de los pobres. Nos revela el narrador, que Shelly decidió aprender español para poder leer y disfrutar El Quijote en su lengua original.17 La lectura del texto de Shelly le lleva a concluir que estaba frente a un tratado de justicia social más que un libro precursor de la ciencia ficción. Sentencia el autor que, a diferencia
dimensión más humana al estudio de la estadística. Sin descartar que se trata de una ciencia matemática la cual se emplea para representar, investigar y dilucidar ciertas características de la población y otros procesos económicos y sociales, Luis A. Avilés, descorre el velo de la supresión de la aparente autenticidad para mostrarnos el lado oculto con el cual se construye una hegemonía que mediante reminiscencias apocalípticas suprimen la hechura de la creatividad humanitaria, el apoyo mutuo, en fin la colectividad sin la cual el ser humano no hubiera podido vivir en sociedad.
de la película, en el texto de Shelly escrito un siglo antes, los actos de la criatura no se fundamentan en una explicación científica, sino moral. Es decir, afirma el autor que a la criatura le anima un profundo reclamo de justicia ante su creador. Dejando al lado algunos detalles, para que lean el libro, Avilés diserta acerca del poder de persuasión de la criatura frente a su creador, Víctor Frankenstein. Frankenstein, le advierte al capitán de un barco que le jurara que si acaso se encontrara con el monstruo no le dejara vivir y que no debe escucharla, pues la criatura es muy elocuente y persuasiva y sus palabras podrían influir en su corazón.18 Todo este espléndido relato literario le lleva al autor a captar la idea de la evasiva del gobierno contra el Instituto de Estadísticas, los institutos, oficinas o agencias estadísticas no son criaturas que se han de tornar en contra del estado que las creó. Las agencias estadísticas se diseñan con la vocación de la criatura de Frankenstein, afirmar con honestidad y firmeza lo que le corresponda decir, aunque esté en contraposición con los intereses de su creador.19 Finalmente, a lo largo de esta nota hemos podido atisbar un texto que de entrada aporta una
(Cabo Rojo: Editora Educación Emergente, 2019).
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Referencias Avilés, Luis A. Contra la tortura de los números.
BBC Mundo versión digital. “Peter Norman: el valiente atleta castigado en las Olimpiadas de México 68 por su gesto en el podio y premiado 50 años después”. 29 de abril de 2018. Colectivo Humanista. El sentido de lo humano I. (Editorial el Cuervo, República Dominicana: 1995). Cros, Fernando. “Salmos, comentarios para la ubicación” (véase doc. no. 857700). De Elea, Parménides. Sobre la naturaleza. http://www.nodualismo.com.ar/Poema%20de%20 Parmenides.htm Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española. Definición de estadística. https://dle.rae.es/estad%C3%ADstico El Nuevo Día, “Nina Droz Franco es excarcelada en Florida”. Martes 26 de noviembre de 2019. Traba, Marta “Los salmos de Martorell.” Revista del
Ibid., p. 98. Ibid., p. 99. Ibid., p. 100.
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Instituto de Cultura Puertorriqueña. (San Juan, Puerto Rico), no. 56 (julio-septiembre, 1972): 5-9. Thucydides. History of the Peloponnesian War. (Nueva York: Penguin Books, Ltd,1985). Ximénez de Sandoval, Pablo. “El suplicio de la profesora que acusó al juez”. El País, España, 6 de octubre de 2019. Desde que nos convirtiéramos al dogma de la especialización intelectual y creativa, fenómeno que
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No, Jay, te lo dice un estadístico: los datos no son los datos (a propósito de Contra la tortura de los números de Luis Alberto Avilés)
Beatriz Llenín Figueroa
no se consolidó del todo hasta muy recientemente, en el siglo XIX, todes aprendemos –y nos creemos– el mandamiento de su evangelio. Este dicta que las artistas serán las locas y las científicas las cuerdas; que las artistas serán las de la imaginación incontinente y las científicas las de la razón deferente; que las artistas serán las del lenguaje de los sueños y las científicas las del lenguaje de la realidad; que las artistas serán las de lo subjetivo y desordenado y las científicas las de lo objetivo y claro. He dicho todo esto en femenino pa’ jugar un poquito esta mañana, pero sabemos que, aun si estamos woke, podemos bregar mejor con el femenino universal en “las artistas” que en “las científicas.” Y si sustituimos todo por la “e” inclusiva… ¡Uf! ¡Apaga y vámonos! De ese modo, entre arte y ciencia se yergue, según dicta el mandamiento de la especialización, un muro mucho más grande y costoso que el de Trump y muy parecido al que caracteriza el ordenamiento patriarcal de los cuerpos. Contra la tortura de los números (Editora Educación Emergente, 2019), libro que hoy presentamos, y su autor, Luis Alberto Avilés, forman
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parte del notable grupo de lumbres y creaciones que, históricamente, han negado la existencia de tal distinción entre ciencias y artes. Encarnan la imaginativa razón, la sana locura, la realidad soñada, la desordenada claridad. De hecho, mi amigo y camarada Luis Alberto es estadístico especialista en salud pública y también en hermosas y efectivas gráficas y presentaciones power point, jangueos en Boquerón, jazz en la calle y lecturas del tarot. Más aún, desde nuestro archipiélago colonial sin estado, este gran estadístico que es Luis Alberto, puede ver mejor que muches de sus colegas en escenarios privilegiados, las torpezas –en el mejor de los casos– y las violencias –en el peor– de que es capaz la disciplina de la estadística: “Estos ensayos buscan desenmascarar los mecanismos de la injusticia que se ocultan tras fórmulas y argumentos numéricos” (25) y “[…] entiendo que los estadísticos tenemos que recurrir constantemente a la teoría social para poder esclarecer las dimensiones ocultas de nuestro oficio y ejercerlo responsablemente. Es hora de superar el carácter ahistórico y ateórico de nuestra disciplina” (p. 36).
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Ahora bien, si se están preguntando a qué, exactamente, se refiere el autor cuando anuncia en su título que se opone a “la tortura de los números”, sepan que no es solo al modo en que se manipulan los datos numéricos para adelantar “mecanismos de injusticia.” También se refiere a la renuncia de la disciplina de la estadística a comunicar efectiva y estéticamente sus hallazgos, de modo que estos
puedan ser comprendidos y movilizados por el público general. El ensayo titulado “Tortura estadística” (133138) ofrece explicaciones de tres tales torturas a las que muy probablemente todes aquí hemos sido sometidas en algún momento. Luis Alberto las llama: “Fotofobia inducida por tabla con hormiguitas” (se refiere a presentaciones con tablas y gráficas cuyos datos, ofrecidos tan descuidadamente, la audiencia
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no puede ver ni mucho menos distinguir) (134-135); “Atosigamiento de datos por ojo, boca y nariz” (cuando una presentación incluye una aparentemente infinita cantidad de tablas y gráficas) (135) y “Efectos de la privación de sueño” (se refiere a que el desempeño improvisado y aburrido de la persona que ofrece la presentación ocasiona un “debilitamiento de espíritu” en la audiencia) (135-136). Estas torturas se replican en muy variados escenarios académicos, pero son aún más crueles en materia de política pública. El lenguaje incomprensible de “los expertos economistas” –esos de la banca, de las firmas inversionistas y de la junta– parece un esfuerzo deliberado por excluir a las grandes mayorías de las decisiones que tendrán en ellas efectos de vida o
Mas, como sabemos, las transformaciones pueden ser para mejor o para peor. Es responsabilidad nuestra decidir en común qué valoramos más para poder determinar qué sería un cambio para mejor. Por ejemplo, si estamos de acuerdo en que el acceso a la salud, al ambiente, a la educación y a la vivienda dignas y justas es más valioso que las paredes de un negocio y los objetos que hay dentro de este, nuestros esfuerzos en materia de números y letras (me refiero a análisis científicos y literarios, representaciones artísticas y cobertura de prensa, entre otros) deben ir dirigidos a determinar dónde
muerte. Diría, pues, que Contra la tortura de los números es una apasionada defensa de la necesidad de tumbar los muros entre disciplinas y entre el expertise y la experiencia, de modo que se vuelva posible construir, en vez, una sociedad igualmente capacitada en letras y números. Las matemáticas, así como los lenguajes científicos en general, constituyen un gran poema a la abstracción imaginativa propia de nuestra especie. Capacitarnos tanto en letras como en números significa, pues, volvernos capaces de desplegar sus herramientas para, por lo menos, dos fines: (1) interpretar eso que llamamos “la realidad” y (2) transformarla. Todo lenguaje, incluido el matemático y, en general, los de las ciencias, es un sistema de símbolos (es decir, un código) inventado por la humanidad, por lo que debemos aprenderlo para poder usarlo. Esto implica que siempre, entre la realidad y nosotres, hay una mediación. Igual que no lo hacen los poemas o las películas, los números, las ecuaciones, ni los datos científicos en general, ofrecen “la realidad en sí.” (Ya van viendo por qué, Jay, los datos no son los datos…) Lo que nos ofrecen, repito, son herramientas para interpretarla y para transformarla.
hay necesidad de dichas prioridades y a proponer modos sensibles de atenderla, en vez de a contabilizar las instancias de pintura en spray en las paredes y a inventariar “las pérdidas” asociadas. Así, usar para mejor los símbolos que ofrece todo lenguaje es ejercer sus amplios poderes para identificar y fiscalizar las instancias de realidad sociopolítica en que se perpetúa lo peor (la inequidad, la explotación y la injusticia) y para garantizar que cambiamos lo que sea necesario de dicha realidad de modo que se atiendan las prioridades de nuestra vida en común. El autor es claro al respecto: “Como toda tortura, [la tortura de los números] requiere de quien la practique un irracional apego a la autoridad; los
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números se torturan para responder a una agenda política que avasalla el rigor intelectual. Quienes torturan los números no reconocen que tienen una agenda en mente y luego típicamente afirman que sus conclusiones emanan objetivamente de los propios datos” (p. 23-24). Noten que el problema no es tener agenda política (es decir, aspiraciones de incidir en cómo se organiza la vida colectiva de una sociedad). El problema es ocultarla utilizando los números como truco de magia. Y que conste que el mismo argumento aplica a la inversa: para nuestro científico escritor, la existencia de la
vimos, no hay lenguaje que sea la cosa en sí. Pero hay más. Nos enseña Luis Alberto a lo largo de estos ensayos que antes de dar por bueno ningún dato, venga de donde venga, y de crear percepciones, tomar decisiones y ejecutar acciones en función del consabido dato, hay que saber: (1) qué aspecto de la realidad se concibió como “datable,” es decir, digno de interpretarse usando herramientas matemáticas, y según qué criterios; (2) qué metodología y qué premisas se utilizaron –y cuáles se obviaron– para recopilarlo; (3) cuáles de las premisas obviadas podrían ser imprescindibles para ofrecer una más completa y justa perspectiva de la realidad; y (4) a qué intereses respondió (y no respondió) el
magia tampoco es un problema, sino su ocultamiento. Creo que por eso Luis Alberto ama a David Harvey, el marxista, y a Walter Mercado (digo, Shanti Ananda, que en fuerza descanse), el astrólogo, con igual intensidad: ni uno ni otro torturan los números ni truquean con la magia. Con ambos, sabemos la que hay. Por todo esto, la archireconocida exclamación de Jay Fonseca, “¡Los datos son los datos!”, es la capitulación más total del lenguaje de la ciencia al lenguaje de la fe, que históricamente fue, dicho sea, con el peso irónico que corresponde, su enemiga acérrima. Esa frase se pavonea hoy en las redes y en la televisión puertorriqueñas como lápida de una “Verdad” que siempre ha estado muerta, pues, como
ejercicio. Les invito especialmente a considerar aquí un muy manoseado ejemplo en la historia moderna puertorriqueña. Me refiero al sonsonete de la sobrepoblación, que Luis Alberto aborda en el ensayo “El velorio de la sobrepoblación” (p. 52-60). Al argumento del autor sobre el hecho de que no existe fórmula alguna para determinar “sobrepoblación” de manera universalmente aplicable, sino que se usa sesgadamente el criterio de densidad poblacional para dictaminar como “sobrepoblados” solo a países históricamente explotados y adjudicarle así la responsabilidad por la pobreza a la cantidad de personas en lugar de al sistema económico, puede añadirse lo siguiente. Si partimos de la premisa que los históricos proponentes de la sobrepoblación puertorriqueña, tratada casi como condición endémica –aunque sabemos que en última instancia es senda manifestación de sexismo, racismo y clasismo–, le adjudican al fenómeno que defienden la gama de desastres que caracteriza la vida social y política en Puerto Rico, urge preguntarse por qué eluden la obvia evidencia que los desastres continúan –y hasta se intensifican– mientras “la isla se vacía,” tras María en 2017 muchísimo más que cuando Luis Alberto escribió ese ensayo en 2011. Ante tal escenario, qué gran alivio es saber que, a partir del verano 2019, nos gusta la “sobrepoblación”
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en las calles, pues “¡somos más!” –el equivalente boricua del 99% que reseña Luis Alberto– y que, aun cuando “seamos menos” luchando por un mejor país, no cesamos de aportar para crear las condiciones que nos permitan ser más. A propósito de ello, estudiantes aquí presentes, deben saber que Luis Alberto escribe para y por ustedes: Si bien el coraje y la indignación de observar la tortura de los números me dieron la excusa para redactar estos ensayos, fue el activismo de la juventud universitaria lo que me dio la certeza de que este esfuerzo valdría la pena. […] La historia no se cambia con argumentos racionales, ni con datos numéricos, sino con
mejorarla.
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Texto leído ante un público predominantemente estudiantil en ocasión de la presentación del libro en la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Mayagüez, el 20 de febrero de 2020.
Todas las pinturas son de Crockett Johnson.
indignación, rabia, valentía y organización. La valentía que he visto en esta nueva generación sobrepasa cualquier intento de medición. Por ellos recurro a la estadística militante, deseando que este libro les sirva de motivación y apoyo. Sean muchos o sean pocos, cifro todas mis esperanzas en ellos, para que puedan hacer los cambios históricos que mi generación negó y ocultó. (p. 37) Esas palabras son de julio de 2018, ¡así que imaginen lo inflado que debe tener el pecho ahora, tras nuestro 2019! Gracias a los ensayos reunidos en Contra la tortura de los números, que nos seducen desde sus párrafos introductorios con anécdotas cotidianas y muy graciosas ocurrencias (como los juegos de lotería de la madre del autor, la especulación sobre el olfato de la juez Sonia Sotomayor o los tipos de amor y su relación con los moteles en Puerto Rico), aprendemos que el lema “¡Los datos son los datos!” se escribe con sangre en muros trompistas. Para que el lenguaje de los números pueda movilizarse en pos de una plena y justa vida en común, Jay, te dice un estadístico: los datos no son los datos; son, más bien, herramientas cuya historia debemos desentrañar y cuyos usos debemos aprender a movilizar para analizar la realidad y alimentar nuestros sueños de
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La ciencia de contar en el Caribe puertorriqueño Sheila Barrios y Ana Nadal Quirós
A toda costa. Narrativa puertorriqueña reciente (Elefanta Editorial, 2018) es la más joven de las antologías sobre el cuento puertorriqueño. La selección, a cargo de Mara Pastor, es parte de una trilogía de narrativa caribeña -junto a República Dominicana y Cuba- editada por Emiliano Becerril Silva, responsable del sello Elefanta (México). Incluye tanto a autores que aparecieron en antologías anteriores como a otros que han emergido en el género la última década, aunque todos los textos recogidos en ella es la primera vez que se antologizan. El escenario de la narrativa puertorriqueña actual luce muy variado y alentador. Hay una insistencia de los autores por el uso de la parodia, del sincretismo, de la hibridez de los géneros, de los relatos fantásticos, los mitos y leyendas urbanas, el impacto de la tecnología y la ciencia ficción. En efecto, la ciencia es un denominador común de muchos de los relatos que se recogen en esta antología. En el relato Coma, Janette Becerra explora lo sobrenatural, lo inexplicable, la fe, el milagro y su derrota, donde
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los cuestionamientos, tanto a fenómenos religiosos como científicos, levantan posibles denuncias. Una adolescente croata cae en estado de coma y despierta con un dominio del idioma alemán a la vez que olvida su lengua materna. La historia se desarrolla a partir de las explicaciones de este fenómeno según la ciencia, la religión, su familia y la propia joven. La ciencia -real y ficticia- es el pivote o la excusa sobre la cual gira o descansa la trama de este y otros relatos como el de José Liboy, Bienvenidos a la historia de la espía, en el que el narrador nos va llevando por un camino en el que reflexiona sobre la dificultad de concebir un cuento para, de repente, tomar una curva cerrada y adentrarnos con él en el mundo de la ciencia de la embriología y la concepción con células madres. Dos instancias aparentemente inconexas pero que resultarán, a fin de cuentas, una, espejo de la otra. La concepción de un cuento es tan artificial como la concepción de un hijo con células madres; contar es una ciencia, y la ciencia moderna podría ser un cuento, como lo es Pequeña Vitrina de Vanessa Vilches
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Norat, un relato ominoso en el que el lado oscuro del progreso científico es asumido, en un futuro no muy lejano, como parte de una cotidianidad inhumana y consumista: Bueno. Los recién nacidos son pedidos especiales. Si quiere uno tiene que ordenarlo o apuntarse en la lista de espera. Cuando nos llegue algún modelo con las características que especifique, lo llamamos. Así mismo, SOUL-TO-CODE de Pabsi Livmar comparte con estos relatos la necesidad de poner en tela de juicio el progreso de la ciencia y la tecnología, posibles causantes del retroceso y deterioro de nuestra humanidad. La posibilidad de crear vida con tecnología, de codificar almas, ese espacio inalcanzable por su carácter inmaterial y también metafórico, irrepetible, de donde emanan las
dar una charla a la escuela la semana de la Ciencia no sirvieron tanto para encontrar aliens violentos como para descubrir que el respeto también se compra y el verdadero peligro no está en otro planeta sino a la vuelta de la esquina. La droga, más que un peligro, es una realidad que le permite subsistir y enajenarse momentáneamente a un grupo de amigos que viven en un San Juan del futuro y que protagonizan El año 2028, primer capítulo de la novela Caja de fractales de Luis Othoniel Rosa. Parte de un relato de ciencia ficción postapocalíptica en el que el autor nos describe una sociedad que intenta encontrar un orden, un propósito, en medio del caos y los apagones, donde las relaciones personales son al mismo tiempo
emociones y de donde surge, en última instancia, la intuición poética de la que habla Jacques Maritain, nos enfrenta con el deseo egoísta del ser humano de dominar hasta el último reducto de la Naturaleza. El relato de la joven autora actualiza, utilizando un lenguaje casi cinematográfico, el mito de Prometeo, el titán que robó el fuego a los dioses y por lo que fue castigado, y que siglos después Mary Shelly rescataría para dar vida al “engendro demoníaco” creado por el científico Victor Frankenstein, guiado por la sed de conocer “los secretos del cielo y de la tierra”. Bajo estos relatos subyace una misma cuestión: ¿cuál es el límite del libre albedrío del ser humano? Una pregunta ética tan vigente antes como ahora que la ciencia y la tecnología han alcanzado un gran nivel, no siempre a favor del ser humano y la naturaleza. La ciencia es también coto de narrativas paralelas o poco ortodoxas, como son la de los fenómenos paranormales, pretexto que justifica además el relato de dos amigos adolescentes fanáticos de los aliens, Pezuña y Casper. Jotacé López nos sumerge en Géminis en una historia de amistad, lealtad y ciencia ficción en el marco del Puerto Rico de los noventa, cuando la Telefónica se hacía pedazos y la droga era un valor en alza. Los binoculares que le cogieron al astrónomo que fue a
el cemento que la cohesiona y el explosivo que la destruye. Imposible no relacionar estos apagones, sinécdoque del caos que sigue después de la catástrofe, con lo que vino después del huracán María, y que definitivamente condicionaría la narrativa posterior, como la de Alexandra Pagán, en donde la desesperanza convive con un optimismo desinflado que permite, a duras penas a veces, seguir adelante, como si nuestras circunstancias, el sistema en el que vivimos y sus exigencias sociales fueran una “jaula”, como titula la autora su relato fragmentado que aparece en esta antología. En esa lucha por escapar a las circunstancias (drogas, suicidio, enfermedad…), de la imposición de esquemas, de nosotros mismos, la escritura nos reconstruye: Los vecinos se animan a ver la ciudad de frente. Las hojas se conglomeran enlutadas. Las aves de la ciudad yacen resignadas como pequeños puntos que demarcan la desolación. No quiero hablar de solidaridad ni de resistencia ni de apoyo. Hablaré de minas y ventiscas, de ruinas. La necesidad de reconocernos en lo que somos es lo primigéneo, y la naturaleza siempre ha estado ahí para acompañarnos tal y como nos muestra Eduardo Lalo en El relato del viento, un cuento hermoso que nos remite, a la manera del Popol Vuh, al (re)nacimiento de la nación puertoriqueña: Luego del huracán y del perdón del bosque, el Viento
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recorrió palmo a palmo los confines de la Isla. Voló por los inmensos bosques que se extendían en todas las direcciones desde El Yunque. La creación de las montañas, de los animales, del hombre y la mujer se van manifestando y el Viento es protagonista y testigo a su paso. Después de una grave crisis -natural o política- el retorno a lo mítico y ancestral -centro de este relato- posiblemente sea la instancia que nos devuelva y resignifique nuestra identidad. Muchas realidades van entretejiendo estos relatos, a los que se les suma otras como las de la migración y la familia. Ana Teresa Toro en su Brisa caliente -primer capítulo de novela- y Mayra Santos Febres en Aurora, sin exilio se suman a esta amalgama narrativa con dos textos en el que
también a otros espacios tan válidos como aquel para reivindicar un lugar en la literatura nacional e internacional. Como muy bien señala Mara Pastor: “la narrativa puertorriqueña se escribe a toda costa, a como dé lugar, desde muchas orillas, a pesar del costo, con todo el costo.” Ese es el reto del escritor en estos tiempos.
la experiencia del exilio y la vuelta al lugar de origen cobran mayor fuerza por el hecho de ser mujeres -una madre soltera y la otra divorciada y huérfana de padre- las protagonistas que toman el timón de sus vidas para seguir adelante. En esta época en la que se aspira y se lucha por una sociedad más horizontal, estas y otras historias no siempre felices, aunque sí vitalistas como Everything’s fine de Sofía Irene Cardona, Tres de Christian Ibarra y Sofá de Cezanne Cardona, uno de los autores con mayor proyección de la narrativa actual puertorriqueña, son necesarias. La ausencia voluntaria de un criterio de selección generacional (hay autores nacidos entre 1945 y 1986) y temático, así como la diversidad de estilos que conforman esta cuidada antología, posibilita, por un lado, la apertura de nuevos vasos comunicantes entre los autores y, por el otro, permite al lector trazar su propio mapa de lectura. El arte de narrar, de escribir y de publicar, entre otras formas de acercarse al cuento o fragmentos de novelas, forjan la nueva cosecha de autores. No cabe la menor duda que la necesidad de vincularse con un Caribe cada vez más amplio, donde se rompan fronteras y se compartan otros espacios, también es parte importante de las propuestas incluidas en ella. Una narrativa de calidad sostenida que no solo apela a nuestra puertorriqueñidad y sus circunstancias, sino
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Pinturas: 1. La vida cara, 2018 2. Safari, 2018 3. Mucubaji, 2018 Publicadas originalmente en Hound.
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Kirk Douglas (1916-2020)
Manuel Martínez Maldonado
Con el fallecimiento de Kirk Douglas llega
mirarse varias veces al espejo para ver si era verdad
casi a su fin completo (por ahí todavía anda Olivia de Havilland) la era de los estudios y la llamada época de oro de Hollywood. Debutante cinemático en 1946, creció al amparo de Paramount y Warner Brothers, pero muy pronto, con la decisión de la corte suprema de EE. UU. en contra, precisamente, de Paramount, el sistema colapsó, y ya para el 1963, Douglas era, como muchos otros actores, agente libre. Como todo en la vida, hubo un elemento de suerte en cómo entró al cine: fue recomendado al productor Hall Wallis por su amiga Lauren Bacall, quien había estudiado con él en la Academia Americana de las Artes Dramáticas en Nueva York. Pero cuando primero apareció en la pantalla con Barbara Stanwyck, en The Strange Love of Martha Ivers (1946) no dejó dudas de que había nacido una estrella. Era un actor limitado, pero su personalidad era una combinación de bravado y solidez física, de chispa dramática y atractivo masculino. Alguien con quien los hombres en la audiencia se podían identificar sin tener que
(como todos tenían que hacer en el caso de Cary Grant). Al principio, no era el tope del elenco, qué con co-estrellas como Stanwyck, Bacall, Doris Day y Lana Turner, pero participó en uno de los clásicos del film noir: Out of the Past (1947) y de ahí en adelante, comenzando en los años cincuenta, fue una estrella en la taquilla, y adquiría buena crítica por sus actuaciones. Admito que su imagen de bravucón y sus gestos predecibles no me caían demasiado bien, pero, aunque su personaje tenía algo de eso, fueron sus papeles en Ace in the Hole (1951; también conocida como The Big Carnival) y, en particular, The Bad and the Beautiful (1952), las que me convencieron de que se podía hablar de él como un actor de talento sobre el promedio. Más que eso, Douglas sabía lo que era un gran director cuando lo veía. En Ace... lo dirigió Billy Wilder, en The Bad… Vincente Minnelli. Por venir estaba uno de mis filmes favoritos, Paths of Glory (1957). Un testimonio en
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contra de la guerra y sus atrocidades que dirigió Stanley Kubrick y que hoy por hoy se considera una clásico de la época y de los filmes antiguerra. Entonces llegó la película por la cual, pienso, se le recordará: Lust for Life (1956) que lo reunió con Vincente Minnelli, y que le valió una nominación al Oscar por su papel de Vincent Van Gogh. Perdió, pero su coestrella, Anthony Quinn, quien interpretó a Paul Gaugin, ganó, y sus escenas conjuntas muestran que Douglas se creció en su papel y rindió un modelo de lo que deben de ser los demonios que viven en la mente de los artistas torturados. Ayudó a que por mucho tiempo el actor y el pintor parecieran uno, la similitud física de Douglas con Van Gogh, y la compenetración del actor con la situación del pintor resultaron mágicas. Hijo de judíos bielorrusos que emigraron a Nueva York y que vivían en la pobreza absoluta, como el pintor, lo ayudó a trasmitir a la perfección la situación de Van Gogh. Douglas hizo más de 85 películas, pero una en particular es digna de reconocer y recordar: Spartacus (1960). Dirigida por Kubrick y con elenco que incluía a Laurence Olivier, Jean Simmons, Charles Laughton, Peter Ustinov, John Gavin y Tony Curtis, la película fue un éxito crítico y taquillero y, su mensaje sobre los intríngulis de la corrupción en la Roma del primer siglo antes de la época cristiana, un reflejo de lo que había ocurrido con el macartismo en la década de los 50. Los paralelismos, sin duda, fueron incorporados en el guión por Dalton Trumbo, quien había sido puesto en la “lista negra” de Hollywood como comunista (era parte del grupo llamado, The Hollywood Ten, a quienes se les dio bola negra). A pesar de eso, Douglas le dio crédito completo a Trumbo en la cinta, algo que ayudó a terminar la “lista negra” y sepultar las infamias del HUAC (“House UnAmerican Activities Committe”). El caso de Trumbo fue presentado muy bien en la película de 2015 que lleva su nombre (reseñada en estas páginas el 25 de enero de 2016) y vale la pena enterarse de la persecución que, en parte, generó la mordaza en la
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isla. Además de esa contribución a la verdad y a la justicia, con este filme Douglas mostró que era un actor merecedor del reconocimiento que recibió por su carrera y que lo hacía digno representante de la época dorada de Hollywood. Un dato importante de su carrera es que Douglas compró los derechos a la novela de Ken Kesey llamada, One Flew Over the Cuckoo’s Nest, la convirtió en un drama teatral que estuvo en Broadway con él representando el papel principal. No fue muy exitosa, pero en 1975 se convirtió en una película del mismo nombre que se llevó cinco Oscar, incluyendo mejor película del año y mejor Ser Caribe
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actor para Jack Nicholson. De esa forma añadió a sus logros el de ser productor premiado de una cinta de primer orden. Cabe señalar que el filme, que costó $3 millones, recaudó ¡$163 millones! Lo logró sin efectos especiales, ni figuras digitalizadas. Sin duda que, Douglas, no solo era buen actor, estrella y productor, sino un hombre de negocios visionario. Seguiremos viendo sus películas en la televisión y recordando su característica facial más sobre saliente: el hoyuelo en su barbilla. Son las cosas absurdas que pueden hacer de alguien un ícono. 43
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Bella Abzug, 1920-1998Lourdes Vázquez En la isla de Socotra la sábila crece salvaje de la mano del árbol
Con su voz grave y todos sus sombreros, eran presurosas sus visitas: Bella qué gusto verte,
de la sangre de dragón. Tomando el cruce por la península arábica los griegos navegaban hasta su suelo para traer cultivos de la planta.
rompiendo arcoiris, enviando vientos de bienestar, repartiendo talismanes. Reconocer al Otro ha sido una de tus mayores virtudes. Bendecir las fincas de papa que todavía quedan en los Hamptons, los viñedos, los panales de abeja, la ganadería, los quesos y la leche que cultivan los trabajadores es otra de tus fuerzas.
1. Común era ver por a los sacerdotes egipcios en los templos macerar la planta o en el tocador de Cleopatra —como parte de su rutina de belleza— aún más, la planta aparece inscrita en las tablas de arcilla de Sumeria. “Para protección”, señaló Bella—“las mujeres la necesitamos para evitar el Evil Eye.Y me vino a la memoria las pulseritas de azabache que mi madre colocaba a sus criaturas tan pronto salían a la vida. Pero también recordé al dueño de todos los Evil Eyes del Bronx, un judío sefardita, guapo y simpático, el cual conocí íntimamente. Una gran variedad de cristales circulares en azul y blanco adornaban las paredes de su tienda, el carro y también su apartamento. “No hay nada como la sábila”. exclamó Bella, y puso la maseta en mi mesa de trabajo, para continuar su monólogo: “Las vibraciones de cada hoja ayudan a balancear el aura. A pelear las miradas envidiosas. Este lugar lo necesita.”
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2. En un par de años más Bella ya no estaba entre nosotras. Su voz ronca, como los ruidos del monte Montalva, desapareció en la nada. Mas cuando quiero saber de ella, voy a su tumba las veces que quiero y le hablo… Erudita de esta isla, habitante de sus hoteles, loca de amores. ¿En que proyecto te encuentras? ¿Que bebé tienes en tu regazo? ¿Que sedas calgas en tus sombreros? Cuido tu planta, como se cuidan las conchas de mar. Espero que ya estés en la isla de Socatra, debajo de uno de los árboles de la sangre del dragón escuchando las explosiones que causan las olas e inventariando las sábilas con que te topas. Te pido que regreses pronto a esta vida con tu trompa de elefante sabia, con la capa de plumas de falcón de la diosa Freya o como Javah—madre de todas, cargando las piedras de la existencia. Solo dame una señal.
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El inmenso Finistere Lourdes Vázquez
Puedo decir que es posible ver a las almitas que se apresuran a llegar a la Iglesia de San Patricio de Loíza. Le hablo a esos seres y también a las paredes, a sus sonánbulos, a la polilla, al voto de silencio de los caballitos de mar, a su río soñado — sanado, regenerado— al minotauro encerrado en la capilla, a su trono encantado, al violeta imperial. Al oro dulce le hablo. Cultivado por los presos: criando puercos —los presos— sembrando plátanos y yautía —esos presos. La espuma de la mar va arrojando cuerpos a la orilla, con todos sus dedos largos y uñas tan brillantes, que son capaces de reconocerse unos a otros en la plena oscuridad del océano. Son tantos como tantas hojas de palma existen en el litoral. Algunos quedan atrapados en la arena y las aves de rapiña terminan con su sombra. No queda ni el graffiti de los marineros. Y si esto no fuera suficiente le toca al recolector de excrementos (le llaman pocero) desaparecer lo que queda. He visto un trapiche ambulante nutrir a los sonánbulos, aquellos de la iglesia. También a las cabezas atrapadas en el tronco de aquel árbol, junto a otros árboles. Brokenwood—Brokenforest.
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Saturada de visiones amanezco. Es la máquina del tiempo (las visiones). Nothing else matters! Es el radio de un círculo —el planeta. Es un punto (.) imperceptible—la isla. Un tesoro vivo, mas enfermo. Su mayor riqueza es la endogamia que se insiste. Y cada vez que se suelta esa mar a trazar pautas, con todos los ruidos imaginados, con toda la fuerza de su dominio, se abren de par en par las arenas y los barros para descubrir un marco de madera bendecido por algún cura, un bozal de esclavo, un par de cadenas, restos de vasijas, monedas, un dujo de piedra, un escapulario. Es la historia de algún antepasado atracado en la orilla. Tal cual la salamandra en su suelo, de su piedra, con la flecha y sus trampas, con la semilla maltratada, que agarro para enterrarla en otra tierra más firme y menos perfumada. Observo que nadie me denuncia. Observo que nadie me rescata. Preferiría el rescate a esta humanidad lastimosa; mas insisto en mis afirmaciones, porque atraen la tierra ligera, el tierno olor de una librería de viejos, la quimera de un almacén de varitas mágicas y el inmenso Finistere.
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Black Cat (Marcos Garay
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THE HOUND MAGAZINE
HOUND es una revista digital fundada en San Juan, Puerto Rico en el 2014. Somos la única organizacion periodística en español que activamente busca nuevos artistas latinos y les da espacio para exhibir y promover su talento. Desde pintores hasta actores, HOUND muestra a través de sus paginas el arte emergente de la generación de hoy. HOUND esta conectado con cientos de jovenes artistas fuera y dentro de Puerto Rico que buscan un lugar para que se les escuche y vea. En adición a exhibir talento fresco, HOUND es también una revista que cubre lo ultimo de la cultura popular. Reseñas de peliculas, articulos sobre nuevos restaurantes y negocios populares, fotoensayos de viajes culturales alrededor del mundo - HOUND reune todo lo que la nueva generación esta viviendo al día a día y lo expone a un público sediento de cultura.
Su lanzamiento es trimestral y trabaja de forma colaborativa para que su descarga sea totalmente - G R A T I S -. HOUND es producido por Proyecto:Realengo.
Para someter tu trabajo o colaborar comunícate a hellohoundmagazine@gmail.com
Próxima edición en abril.
Escuela de Ciencias Sociales, Humanidades y Comunicaciones
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