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Shetomatik
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cruce{ Cruce es un proyecto que lleva en gestación activa por más de un año, pero que en realidad comienza como una “visión profética”, para hacer referencia a Cornell West, hace mucho más tiempo. La revista es un proyecto colectivo que invita a pensar y echarle una mirada crítica al mundo socio-cultural que nos rodea creando, como plantea Giorgio Agamben, “esa relación singular con el propio tiempo, que se adhiere a él pero, a la vez, toma distancia de éste”. Cruce es, además y como propone su título, un encuentro; entre disciplinas, generaciones y orientaciones, o un conglomerado de voces, perspectivas y debates, tanto a nivel interno en nuestra comunidad universitaria, como a un nivel amplio, nacional e internacional. Quizá por ello, hemos decidido dedicar esta primera edición impresa a los Intervalos generacionales: de treinta en 30. Por ello y porque el nacimiento de Cruce coincide con la celebración del 30 aniversario de la Universidad Metropolitana, una coyuntura ideal para abordar los debates que siempre se sucitan entre generaciones. Cruce es el resultado de la colaboración de varios individuos, pero como proyecto se inicia gracias al apoyo del Rector de la Universidad Metropolitana, el Dr. Federico Matheu, y a su oficina. Desde un principio sostuvimos que Cruce continuaría el mandato de la anterior Revista Cupey, de acentuar la proyección intelectual y creativa de la Universidad Metropolitana. Ahora bien, siempre entendimos que buscábamos nuevas formas y modos de desplazar dicha proyección. Cruce es,
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por consiguiente, un esfuerzo nuevo, pero en constante diálogo con el legado trascendental de la revista anterior: legado que inicia Emilio Díaz Valcárcel, que continúa Olga Nolla y que sostiene Sonia Cabanillas. Parte de nuestro “cruce” lo constituye su grupo dirigente; primeramente, su Junta Editorial, un grupo compuesto por la mayor parte de los últimos integrantes de la Junta Editorial de la Revista Cupey; académicos más recientes de nuestra Escuela de Ciencias Sociales, Humanidades y Comunicaciones y un grupo de escritores/académicos externos, con quien creamos enlaces directos con otras universidades. El grupo está compuesto por: Sonia Cabanillas, Iván Chaar-López, Giannina Delgado Caro, Julieta Muñoz, Beatriz E. Ramírez Betances, Hugo Viera, al igual que Thelma Jiménez-Anglada, quien funge como coordinadora editorial. Junto a ellos colabora una Junta Asesora, la cual me honro en presidir, y la cual está constituida por los Decanos y Directores de nuestra Escuela —Martín Cruz, Vilmania Mambrú y Alfredo Nieves— junto a Yvonne Guadalupe, en representación de la Oficina del Rector. Mientras, el “cruce” generacional y textual que propone esta primera edición impresa, permite que perspectivas diversas se encuentren en un espacio que privilegia el debate respetuoso. Sonia Cabanllas inicia el recorrido con un breve e íntimo recuento histórico de la revista Cupey. Por su parte, Mariana García Benítez nos ofrece un amuse bouche, que combina ingredientes de la cultura pop y la cultura
nota editorial
canónica, y nos invita a que, antes de llegar al postre, comamos del plato fuerte de la cultura. Quintín Rivera Toro y Osiris Delgado Caro, dos voces imprescindibles de las artes, proponen aproximaciones divergentes con respecto a las figuras seminales del mundo artístico: donde uno ve la necesidad de prescindir de ellas, el otro ve la necesidad de rescatarlas. Miguel Rodríguez-Casellas media entre ambos y, con su característico estilo mordaz, reflexiona sobre la ¿inevitable? consolidación de claques generacionales. La historia de las mujeres y las categorías de género para este nuevo milenio ha quedado a cargo de la pluma de Roxanna Domenech, quien establece que ha estado y estará en manos de la comunidad que las define. Por otro lado, la historia por la lucha a favor de la conservación del medio ambiente encuentra en Javier Laureano y su interloctuor, Pedro Gelabert, un diálogo generacional enriquecedor, que da cuenta sobre lo que se ha hecho hasta el momento y lo que queda por hacer. Además, las páginas de Cruce ceden el paso a otro tipo de lectura: la de la imagen. Papel graffiti (imagen que precede al índice) invita a un artista urbano en cada edición a que interprete el paradigmático cruce citadino. Esta vez le tocó el turno al riopedrense Shetomatik. Continúan la lectura visual los fotoensayos de Nydia Meléndez Rivas y Juan Álvarez Lara, los cuales yuxtaponen la belleza de los años. Y Guillermo Ortiz-Palacios nos permite disfrutar del cortometraje de Vivian Bruckman, 15 años y un día, a través de un
lente fotográfico, que evidencia el gozo de la solidaridad entre generaciones. Finalmente, la despedida queda a cargo de John J. Sanabria, quien relfexiona sobre lo que, en tan poco tiempo, ha conseguido alcanzar nuestra universidad y la trayectoria que, sin duda alguna, habrá de recorrer. A todos ellos y a las decenas de colaboradores regulares que tenemos semanalmente en esta etapa inaugural, mi más profundo agradecimiento por una labor magnífica. A ustedes lectores, esperamos que al pasar el tiempo este espacio que hoy presentamos será de manera marcada, parte integral de las reflexiones e inspiraciones frecuentes de todos. Que este sea el primero de muchos otros cruces y encuentros a la vuelta de la esquina.{
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Eloísa Gordon, Ph.D Decana Escuela de Ciencias Sociales, Humanidades y Comunicaciones
Thelma Jiménez-Anglada Coordinadora Editorial Cruce noviembre 2011
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¿A dónde van las revistas cuando mueren? Sonia Cabanillas
¿Van al mismo sitio donde se hacen polvo los periódicos? ¿Es el destino de las revistas el ser efímeras, caducas e irrelevantes o, quizá, ser apiladas en inútiles montañas de elefantes blancos para obtusos lectores, cuando mucho, o para afanosos candidatos a doctorado? ¿Sobreviven, acaso, para académicos recalcitrantes en busca de un nicho que les asegure la permanencia? Cualquiera que sea el destino que se les depare a las revistas culturales, este texto es un intento de salvar para la memoria una revista hermosa y, para mí, invaluable: Cupey, una revista que constituyó un pedazo de la vida de esta institución donde laboro y de la mía propia. Como directora por diez años de la extinta revista Cupey, que distinguidamente fungió como órgano cultural de la Universidad Metropolitana desde 1984 hasta 2009, deseo, en nombre de su Junta Editorial y de los cientos de colaboradores que allí publicaron, felicitar
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a la nueva revista Cruce y a su hermana Cruce Digital, proyecto que, a modo de relevo de batón, hoy comienza su ruta cultural. Fue un honor para mí editar Cupey y es un honor también formar parte de la Junta Editorial de Cruce. A modo de memoria y clausura, deseo hacer un recuento de la trayectoria de Cupey y del espacio que, laboriosa y dichosamente, ocupó en la historia revistera de Puerto Rico. Repasemos sus distintas etapas y mutaciones. In memoriam La revista Cupey tuvo sus inicios en el 1984. En ese momento, el entonces director del Departamento de Humanidades, el escritor Emilio Díaz Valcárcel, junto con José Luis Ramos Escobar y los ya fenecidos profesores Olga Nolla y Alberto Monserrate, gestaron la idea de crear una revista académica que, primero, estimulara y publicara los trabajos de los profesores de la institución y que, segundo, abriera un canal de diálogo intelectual a la comunidad universitaria, artística y literaria, tanto en Puerto Rico como en el exterior. Pedro Mombille administraba la revista que se conceptualizaba con un contenido de géneros literarios, un formato de libro de bolsillo y un enfoque de arte plástico dedicado al grabado en sus portadas y portadillas. El artista Jorge Sierra, del Taller Bija, creó el diseño y
Portada de la Revista Cupey, 1994
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el artista Nelson Sambolín realizó el logo que identificó a Cupey hasta el final. Cuando el Dr. Valcárcel se trasladó a la docencia en la Universidad de Puerto Rico (UPR) en 1986, Olga Nolla tomó su lugar y transformó la revista al formato que comenzó a caracterizarla gracias a las dimensiones y primeros diseños, realizados por el artista Nick Quijano, que decidió el formato cuadrado, a modo de artefacto. Aunque con Díaz Valcárcel las portadas y detalles de diseño interior ya presentaban al lector el tema plástico, es con Nolla que se le da un destaque mayor a los artistas puertorriqueños con portadas y portadillas a todo color, además de la ilustración lúdica de cada artículo a tiempo y contratiempo. Nolla, quien había cofundado en 1972 (con su prima Rosario Ferré) la experimental revista Zona de Carga y Descarga, le da a la revista un enfoque pluralista y juguetón, y una apertura a temas diversos y trabajos de investigación. Los profesores Jaime Hamilton, Adanid Prieto y Juan Antonio Torres se unen a la Junta Editorial y Nadia Martin colabora en el diseño y la publicación de un cómic para cada número. Poco después, en 1991, esta servidora se une al equipo de trabajo. Bajo la tutela de Nolla (segunda etapa de Cupey), se recogen como sección fija
las conferencias, paneles y conversatorios que formaban parte del Congreso Literario, principal aportación cultural de la UMET organizada por el Departamento de Humanidades durante los años ochenta y noventa, actividad anual que acogió a escritores de la estatura de Manuel Puig, Antonio Skármeta, Luis Sepúlveda, Antonio Benítez Rojo, Angeles Mastreta y Nicanor Parra, entre muchos otros. En 1997, Nolla renuncia a la dirección de Cupey al ser nombrada escritora residente de nuestra universidad y yo asumo el puesto con un enfoque que respeta el excelente trabajo de mi predecesora, aunque añadiendo algunos cambios. Se mantienen las secciones fijas de Artes Plásticas, Literatura, Trabajos de Investigación y Reseñas, pero se le añaden nuevas secciones de Filosofía, Crítica Cultural, Educación Ambiental y un dossier dedicado a la memoria de un/una artista plástico. La poeta Vanessa Droz realiza el diseño de estos nuevos números y se une a la junta editorial; más tarde, los profesores Martín Cruz y Giannina Delgado completan el equipo de trabajo. Al añadir las nuevas secciones e incluir secciones específicas para cada número, la revista se convierte en número doble que se publica de forma bienal.
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En el transcurso de su largo trayecto, Cupey se vistió de lujo por dentro y por fuera con las imágenes de sus artistas invitados de alto calibre: Nick Quijano, Marta Pérez, Arnaldo Roche, Carmelo Sobrino, Myrna Báez, Williams Carmona, Elizam Escobar, Julio Tomás Martínez, Rafael Trelles, María Antonia Ordóñez y José Morales, por mencionar algunos. Muchos de sus colaboradores encontraron en nuestra revista una oportunidad para explorar temas controvertibles y escabrosos, algunos de los cuales habían sido rechazados por otras editoriales por encontrarlos problemáticos. Menciono, a modo ilustrativo —un dossier de literatura gay, una investigación sobre la devastación a la fauna y flora marina de Vieques, justo cuando se planteaba el retiro de la Armada, un análisis de informes no clasificados del gobierno estadounidense sobre lo oportuno que sería un ataque terrorista a las Torres Gemelas, un hermoso cuento sobre necrofilia y otro sobre bestialismo—; esto junto a exploraciones filosóficas y memorables entrevistas. Allí publiqué una inolvidable conversación entre dos amigos entrañables, Rafael Tufiño y Antonio Maldonado. Lo llamé “Del arte de la amistad”, testimonio para la historia de dos seres que compartieron una vida y que se marcharon uno detrás del otro. Cada número de esta hermosa revista documentó de forma consistente el entorno cultural del momento desde múltiples perspectivas: su diseño visual a todo color que honraba a un artista invitado a través del correr de sus páginas, su sección de literatura con poemas, cuentos y ensayos inéditos de lo mejor de nuestros escritores y su apertura a reconocer la voz de los jóvenes que se estaban iniciando, su sección de crítica cultural, arriesgada y punzante, los profundos escritos filosóficos, su calidad sostenida y el amor con que se produ-
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jo, constituyen para mí una experiencia enriquecedora e inolvidable. Quiero agradecer a la Universidad Metropolitana, a los profesores que en ella encontraron un hogar, a los administradores que asumieron su costo año tras año pues estaban comprometidos con la excelencia, a los colaboradores y a los lectores que encontraron un oportuno nicho para temas que no se atendían en otras publicaciones y al equipo de trabajo de Cupey, por haber llevado la revista a un lugar de destaque en este país. En especial, deseo reconocer el apoyo incondicional que le brindó esta institución, libre de toda censura, por el cuarto de siglo en que felizmente vio la luz. Es impredecible lo que el futuro le depara a Cupey en su materialidad de papel, letras e imágenes. Lo publicado, publicado está. Al ser imprescindible referencia sobre múltiples temas, estoy segura de que tendrá Cupey lectores reincidentes y nuevos que, al identificar su cuadrada forma, se deleiten con algún descubrimiento inesperado. A ellos les deseo felices lecturas. {
Portada de la Revista Cupey, 2006
Para provocar el cruce con la herencia, favor de comerse un libro Mariana García Benítez | Periodista de cultura
¿Pudo Gustavo Cerati haber sido quien es sin estudiar detenidamente, como lo hizo, a Queen, The Police y a The Cure? ¿Prescinde la generación de escritores contemporáneos de estudiar la obra Luis Rafael Sánchez, escritor quien, para crear, repiensa la cultura popular y estudió el mundo del teatro de Nueva York de los años 60? ¿Relegan los artistas plásticos de hoy la producción de los virtuosos que compusieron la DiVedCo, muchos de ellos influenciados por el cine italiano y ruso, o por el muralismo mexicano? Se puede despreciar el pasado; pero hacer esto es peligroso si se quiere procurar crear algo con un valor estético real. Hoy día existe una tendencia en las artes a no estudiar el pasado si no solamente lo contemporáneo, o no estudiar nada. Otra tendencia, que es contraria a la primera, lanza a los artistas a convertirse en bibliotecas andantes o por lo menos en autodidactas que se instruyen sobre lo producido ayer y lo producido hoy. De las conversaciones y las investigaciones que he tenido que emprender para escribir artículos sobre cultura, he podido concluir una cosa más que obvia; cuando una persona talentosa lee más y estudia a otros, produce mejor. Cuando indagamos un poco los méritos de una pieza, un cuento o una canción
que nos sorprende de primera instancia, y notamos que en nuestro intelecto rebotan problemáticas y nociones culturales, sociales o estéticas, se ha hecho el trabajo. Entonces la obra provoca conversaciones con esa fábrica de artificios que se llama el ingenio humano. Y, como el arte es precisamente trabajo, no se debe prescindir de lo que se ha hecho antes. Tampoco se puede estudiar todo. Pero hay que provocar el cruce generacional y para entender tendencias del pasado y formas en las que se ha expresado el genio humano, hay que comerse los libros. La cultura está construida inevitablemente sobre los cruces entre una generación y otra. Pero si los artistas a los que hago referencia al comienzo han sobrevivido la prueba del tiempo es porque desayunaron libros, almorzaron talleres y cenaron reflexiones estéticas. Después de todo ese señor llamado Aristóteles, que se murió ya hace un montón de años, dejó dicho para las generaciones siguientes, que las artes: “todas vienen a ser, en conjunto, imitaciones. Pero se diferencian entre sí por tres cosas: por imitar con medios diversos, o por imitar objetos diversos, o por imitarlos diversamente”. Es decir, cuando se crea se parte de algún sitio. Que el lugar sea un risco escarpado, un llano inerte o un bosque tropical quedará en manos del creador. {
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Sobre matar al padre, en tiempos de escasez. Quintín Rivera Toro
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“Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, razonaba como niño; pero cuando llegué a ser hombre, dejé atrás las cosas de niño”. - 1 Corintios 13:11
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“Con tu chulin culin cunflai...Abro la boca y mi lengua se cae...Ojalai, ojalai, ojalai que tu seas mi maaaaiiii...” - Julio Voltio y Residente Calle 13
La revolucionaria figura de Sigmund Freud, neurólogo austro-húngaro y padre del sicoanálisis, presentó, entre volúmenes de textos teóricos, el concepto de “matar al padre”. El parricidio simbólico propone la idea de “superar” las estructuras de poder que nos preceden, en las que crecemos y nos hacemos seres civiles. La lectura patriarcal y anticuada de Freud en su libro Totem y Tabú de 1913, discute las fuerzas operantes en una sociedad. La figura del padre como el poder jurídico, o el tótem, y la de la madre como el objeto del deseo sexualizado, o el tabú. Todo infante desarrollará intrínsecamente una tensión entre la dependencia emocional a sus progenitores y el deseo instintivo de dominarlos y poseerlos. Comienza así una perpetua dinámica entre géneros y generaciones. Las nenas son de papi, los nenes son de mami, chabacanamente dicho. Para un ejemplo ilustrado de cuán complejo se pone esto, empiece no más por leer a Edipo Rey. Para interpretar efectivamente a Freud es necesario no hacer lecturas literales y verlo en su contexto histórico. Freud, propiamente un burgués, atendía pacientes burgueses, que vivían bajo la influencia del modelo puritano del imperio inglés del siglo XIX, donde abundaba la represión sexual, particularmente la femenina. Años luz más tarde, en el Caribe contemporáneo... Residente Calle 13 canta relamiéndose: “ojalá que tú seas mi mai”, proyectando a la madre, su propia figura del deseo, sobre la mujer que acecha. Así supera el tabú y pone de relieve esta incómoda realidad sicológica. Tenemos que matar a la madre, conquistar el deseo y desplazar el tótem (o lugar telúrico) del padre. Dejar atrás la vergüenza sobre nuestra sexualidad y el agachismo ante nuestras ambiciones personales. Por igual, matar al padre es ganar la propia autonomía, superar el miedo del niño a reemplazar al padre. Este desplazamiento generacional reconstruye continuamente la idea de mejorar nuestras vidas en relación a nuestros antepasados. Entonces, “matar al padre o a la madre” en el campo de la cultura, desde una perspectiva sicoanalítica, supone en palabras simples, romper con la tradición y mejorar las hazañas plásticas de los artistas que nos precedieron. Entender los patrones de una historia del arte desarticulada como la nuestra puede ser con-
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fuso, particularmente en la era post-moderna, la cual apunta regularmente a la estrategia de ser auto crítico, obligándonos a los artistas puertorriqueños a mirarnos en el espejo del colonizado. También es molestoso para la autoestima. A continuación señalamientos breves para que el artista se mantenga a flote, sobreviva este período de escasez y de vez, mate al padre.
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El arte contemporáneo carece de mentores, no pierda el tiempo buscando uno. Relaciones romantizadas de maestro y pupilo, a la Matisse y Picasso, no se practican hoy día. Desde que las artes se enseñan con una estrategia filosófica y no desde la tradición técnica/artesanal, es inusual encontrarlos. Yo me la pasé años buscando uno. Se emprende entonces un largo y tortuoso camino hacia romper con ese imaginario paradigmático. Matar al padre, nuevamente. Escuchar, luego rechazar al maestro, convertirse en el maestro propio, que a diferencia del autodidacta, no funciona en el aislamiento. El maestro propio necesita funcionar en el continuo, interactuando con el resto de su comunidad. Se convierte uno en una especie de investigador. Es insólito pensar cómo otras culturas veneran a los viejitos como caudales de sabiduría. Nuestra cultura occidental los descarta, reniega de sus consejos, mientras que glorifica en un culto morboso a la juventud, que aunque bella, es inmadura.
El crecimiento del artista no ocurre dentro de los muros institucionales. Los pocos museos, galerías o escuelas de arte que existen en Puerto Rico no dan abasto, mucho menos sustentan el abarcador espectro creativo, deseo y ambición de nuestras mentes creativas. Las instituciones, por definición, están maniatadas por todos lados a una gama de intereses privados, de mercado y a los placeres de unos pocos. Con regularidad, las instituciones operan en función de juntas de directores, compuesta de una pequeña elite, la cual valora muchísimo el arte, pero por motivos diferentes a los del artista. Las instituciones no pueden más que llegar a un punto medio entre los intereses que man-
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tienen su operación a flote y el producto del artista, ya finalizado, empaquetado y validado. En la institución hay poco espacio para el proceso, la experimentación, la espontaneidad y la rebeldía que caracteriza la voz del artista. El arte llega a las instituciones por añadidura y en tantos casos, independiente a los esfuerzos del artista. Entonces, ¿por qué tenerlo como meta principal? Aproveche su tiempo libre, y estudie el arte puertorriqueño, que existe en un estado perpetuo de adolescencia (de carencia), un estado confuso entre el ser un niño y un adulto, luchando por encontrar su identidad particular. ¿Por qué no sonamos como puertorriqueños en nuestras películas? Simbólicamente continuamos con las necesidades del niño. Como un niño, el artista puertorriqueño trabaja desde la carencia de recursos y la dependencia económica], lo opuesto a la autosuficiencia de un adulto. A consecuencia de esto, estamos imposibilitados de lograr efectivamente una auto-representación acertada, independiente y únicamente nuestra. Es necesario preguntarse cómo llega uno a ser adulto. ¿Cuántos ejercicios de simulacro sobre la adultez necesita un niño? ¿Cuánto queda del padre dejar que el niño crezca hacia su autosuficiencia? ¿Cuánto queda del adolescente arrebatarle de las manos al padre la propia identidad?
Estamos en la hora de la auto-gestión. Es evidente que estamos lejos de los “buenos tiempos”, por ejemplo, la época dorada de la DIVEDCO, en la cual el gobierno central apoyó voluminosamente las artes. Irónicamente representando la escasez de la época, fue cuando más claro quedó el rostro del puertorriqueño. Hemos visto reducciones presupuestarias para todo lo que es cultura al nivel de lo risible, o al nivel del llanto, verdaderamente. Nada más simple y cierto que el dicho que: cuando la vida te da limones, haz limonada. No se debe, ni se puede realmente, vivir por encima de los propios recursos. Al menos no por mucho tiempo. Cuando los recursos son pocos hay que trabajar con poco y la balanza sólo llega a su equidad con las manos de muchos. Es de aquí que surgen los líderes reales, los que sí quieren trabajar. Estos son los indispensables, los que trabajan duro. Todos los días hay que dar un paso hacia el deseo. Trabaje con una práctica auto sustentable.
Tanto a un nivel local, como uno internacional, yo propongo matar al padre. Un rechazo categórico a nuestra herencia global, que nos ha entregado un planeta sucio, congestionado, quebrado, lleno de gente avara y carente de líderes visionarios. Nuestro País, Puerto Rico, uno de tantos que persiste a través de la escasez económica de una recesión innecesaria y que por consecuencia lucha contra la precariedad cultural, necesita de una clase artística que lo critique, lo represente y lo reconceptualice. Hay que tomar la Tierra en nuestras manos y trabajarla. Matemos al padre, colectivamente. Matemos al padre. Matemos la madre. Seamos el padre. Seamos la madre. {
Arte contemporáneo en Puerto Rico: falsedad y autenticidad Osiris Delgado Mercado
A la memoria de mis entrañables amigos Augusto Marín y José Antonio Torres Martinó
Nuevos tiempos: autenticidades y acechanzas Ya superados parcialmente aquellos momentos históricos de urgente afirmación, advenimos a nuevos tiempos de múltiples va-
riantes que afectan tanto nuestra vida interna como su relación con el mundo exterior. En materia de arte nos adentramos en el puntero de las innovaciones internacionales, reto abordado por un número de artistas de Puerto Rico con signo positivo que denota la innata sensibilidad de los nuestros para debatirse con obras significativas dentro de las complejidades de vida y nuevos recursos técnicos del mundo contemporáneo. Pero también hay acechanzas que afectan y pueden desvirtuar los valores que animan al creador y al recreador tanto en nuestra Isla como en cualquiera otra parte. Son precisamente esos aires negativos el eje temático de estas notas. Nos alienta sugerir, proponer, incitar y hasta revolcarnos en la mar de ambigüedades y contradicciones inherentes al mundo contemporáneo en un esfuerzo por despejar en él un camino de autenticidad. Por tanto, nuestra premisa es que la actitud apropiada es una apertura inteligente ante las manifestaciones del arte contemporáneo que implican una saludable sacudida frente a un testarudo atascamiento en lo tradicional, pero también una firmeza necesaria contra cierto tipo de irracionalidad en tal ruptura, así como el afán por la novedad a veces muy ingeniosa pero llena de vacuidad, o lo que en estas líneas llamamos pseudo-vanguardia. Todo ello plantea interrogantes y retos por discernir, reflexiva e intuitivamente, lo auténtico de lo falso en el repertorio de Neorealismo, Hard Edge, Nueva Figuración, Arte Gestual, Informalismo, Junk Art, Objet Trouvé, Arte Povera, Land Art, Arte Conceptual, Action Painting, Pintura Matérica, Op Art, Cibernética, Cinética, Minimal Art, Dripping, Hiperrealismo, Arte del Empaquetamiento, y los Storefront a lo Christo; también tendencias
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El arte puertorriqueño desde finales del siglo 19 hasta casi pasada la primera mitad del siglo 20 respondió esencialmente a un proceso histórico crítico en la vida del País que requirió voluntad y acción pertinente a la despertada noción de que somos un pueblo, una nación que reclamaba la afirmación de su identidad cultural. Fue el momento en que intelectuales y artistas, revestidos de coraje intelectual para acometer su vocación en tiempos nada lisonjeros, tuvieron la necesidad de establecer estrategias e iniciativas conducentes a la afirmación de lo nuestro. Ello constituyó el resorte histórico con profundo sentido ético que animó a las generaciones que hicieron lo mejor de su obra entre los años 40 al 60 del siglo 20. Aquellas generaciones levantaron la bandera de la conciencia colectiva y los artistas produjeron una obra de particulares méritos para honra y prez de Puerto Rico. La misma, dado que apenas hubo expresión vanguardista en Puerto Rico -definida en el contexto más amplio del arte moderno como aquella que se desdobla conscientemente en transformaciones, discontinuidades y rupturas- no hubo de alinearse entonces con la nueva lectura que proponían algunos centros focales de cultura para la era moderna.
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posteriores como Arte Comportamental -o sea, del comportamiento- el Arte Postal -cartas o paquetes por correo por la mera complacencia de enviar y recibir objetos- y el Arte Fractal, tocante al potencial fundamento del arte plástico o visual en la propia geometría microscópica de la naturaleza. Además, otras modas “estéticas” como el Arte Conceptual, del que se ha pensado que pudiera ser otra cosa y no arte (se plantea si se será un error de clasificación como suele ocurrir en la escala botánica y la zoología, donde hay animales que parecen plantas, y vegetales que asumen un ambiguo aspecto de animalidad). Curiosamente en el entorno de este repertorio se ha creado una especie de círculo, un fenómeno de camaradería entre artistas, críticos, mercaderes, directores de galerías, y algunos iniciados. Advierte Mircea Eliade, en Aspectos del mito: “… no existe ya una tensión entre artistas, críticos, coleccionistas, público. Todos están de acuerdo siempre…”. “Hoy –añade Eliade- su solo terror… es de no ser capaces de adivinar a tiempo el genio de una obra a primera vista ininteligible”. Por lo tanto, añadimos nosotros que, ante la duda, le erigen un altar a cualquier obra como al dios desconocido y le rendirán tributo a aquella que pueda propiciarles mayor beneficio económico. De todos modos, los cronistas del arte de hoy se ocupan de registrar tales sucesivas fases de la moda estética reciente y, al igual que tantos, opinamos que ello es deseable en la medida que tal inventario minucioso propicie más adelante, habida ya la necesaria perspectiva y depuración, la precisa historia del arte de nuestro tiempo. Intuición e intelecto en la aproximación al arte Privilegiamos lo reflexivo e intuitivo como recurso de discernimiento. Lo reflexivo implica tener ojo (que es proyección del cerebro) para saber ver algo de experiencia y cultura histórica sobre el arte; y lo intuitivo, la perspicacia natural y sensibilidad que en mayor o menor grado adorna el espíritu de cada ser humano. Razón e intuición son fenómenos excluyentes, pero como ha advertido Niels Bohr, es preciso admitir que las paradojas cuánticas están muy arraigadas en la naturaleza, por lo que éste presenta la noción de complementariedad como un medio legítimo descriptivo de la relación de tales fenómenos excluyentes
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pero imprescindibles para explicar un hecho concreto en su integridad. El flujo entre conocimiento y análisis por un lado y la emoción o sentimiento por otro, hace necesario subrayar la acción interactiva entre ambos. Es condición deseable para aproximarnos a la explicación de una obra de arte precisamente porque lo más característico en el proceso de su entendimiento es la cooperación íntima entre intuición e intelecto. Y como ha advertido Emile Beneviste, si la forma más alta de la capacidad inherente a la condición humana es la facultad de simbolizar, la de representar lo real mediante un signo, y de comprender el signo como representante de lo real, toca a esa conjunción de intuición e intelecto lograr un acercamiento a esa relación significativa entre signos distintos y esperar que ocurran las necesarias convergencias. Tal instrumento de reflexión e intuición presupone condiciones previas. Así como aceptamos que no todos tenemos oído para la música, aceptemos también, como parte del proceso reflexivo, que no todos tenemos perspicacia visual y sensibilidad en magnitud apropiada para colaborar efectivamente en la formulación de juicios de valor artístico. Pero aclaremos que cuando aludimos al juicio de valor, no nos referimos al enfoque subjetivo de la obra como bonita o fea, porque es apreciación objetiva y, como tal, susceptible de discusión. Aceptemos como premisa dilucidante que los valores estéticos se debaten en la objetividad, y por tanto, que la falta de criterios objetivos pudiera ser la razón principal de algunos de los aspectos negativos en el arte del presente. Puede resultar esclarecedor el pensamiento del filósofo y esteta Rudolf Arnheim quien, en su obra Ensayos para rescatar el arte, advierte que no podemos culpar a un artista que proclama que arte es aquello que él mismo decide calificar como tal, cuando aquellos que podrían elaborar las normas para juzgar la calidad artística sostienen que no existen tales criterios objetivos. Así, se ha generalizado el principio de que cualquier cosa sirve, sea arte o no, sea de baja o excepcional calidad, superficial o profunda, y que en el arte contemporáneo “everything goes”. Expuesta queda entonces la realidad del debate, por un lado, entre lo que es mera filfa o barullo psíquico elevado a categoría de experiencia estética por el crítico tan ingenioso como desaprensivo, y por otro, la obra que entraña riqueza en la inteligente
y sensible organización con objetos dispuestos con sentido significativo. En lugar de recrearnos en los fáciles placeres del relativismo, mediante criterios objetivos podemos cobrar conciencia de que el arte desempeña un papel concreto en el desarrollo de la mente humana, así como determinar si una obra es digna de particular consideración. Para discernir entre lo que es y lo que no es en materia de arte, para ejercer tal intelección, para distinguir tal autenticidad, es necesario percibirle sentido a la obra, lo que requiere sensibilidad y conocimiento respecto al simbolismo del color, la textura del grafismo, el juego entre zonas espaciales, la tensión dinámica, paralelismos, contrastes, interacción entre centros focales, centros de energía, escala, ritmo, en suma, percatarse de los elementos perceptibles que simbolizan el tema psicológico de la obra. Para toda tendencia en el arte, el esfuerzo de intelección es absolutamente necesario en el proceso de procurar el mayor acercamiento posible a la obra en aras de la búsqueda de su autenticidad. Y si el valor está presente en ella es porque la configuración de un estilo es el resultado de una larga y penosa construcción por parte del artista, lo que representa la lucha paciente o desesperada entre una técnica, una voluntad de forma y un afán de expresarse a sí mismo y a su época. Y cuando nos acerquemos a su obra, como ha sugerido Francastel, no le preguntemos a ésta ¿qué representas? sino ¿a qué respondes? Y si no nos dejamos llevar por Paul Valery, ésta exige del artista una labor personal de reflexión constante, lo que implica un esfuerzo de conciencia progresiva en el quehacer artístico. Desgraciadamente también ocurre la pseudo-reflexión, lo que nos hace recordar la advertencia de Eugenio Delacroix sobre los comentarios de su compatriota y coetáneo, el poeta Theophile Gautier: “Toma un cuadro, lo describe a su manera y en su descripción está fabricando una obra encantadora”. No pocas veces padecemos hoy una experiencia similar, pero exenta de la aludida interpretación poética. Ocurre particularmente con jóvenes recién egresados de universidades, preparados intelectualmente en materia de arte, con gran destreza conceptual en el manejo verbal de los elementos formales y supuestos significativos de obras particularmente contemporáneas. Pero algunos, aún carentes de la experiencia
reflexiva de años de estudio y brega profesional, en su análisis de obras para consumo de una audiencia menos informada, perciben realizaciones artísticas de gran merecimiento, aunque éstas no ameriten mayor consideración, o no valgan nada.
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Falsas vanguardias Tanto en el ámbito local como en el internacional, la tendencia de parte de los aficionados al gusto de obras de vanguardia ha implicado aceptar indiscriminadamente como bueno todo aquello que tal parezca. Pero el concepto vanguardia implica una nueva forma de pensamiento significativo que engendra consecuencias, y eso no se experimenta fácilmente. Tampoco es producto de los que rinden culto a una novedad ingeniosa, pero intrascendente; ni es prohijada por aquella filosofía estética adoptada por algunos psicólogos, según la cual el placer o hedonismo constituye la finalidad del arte, y por tanto el arte debe definirse meramente como una experiencia emocional. Así, la droga química puede ser un estímulo para incitar esa experiencia emocional, y de hecho ocurre, pero esta experiencia queda divorciada de la primordial esencia que anima a la expresión artística: ser una forma de pensamiento significativo que a la postre redunda, consciente o inconscientemente, en un propósito ético y una voluntad de forma y estilo. También surcan otros tipos de drogas: la actitud nihilista, irreverente, demoníaca, o de entregamiento al falso placer que cultiva fruición ante la vacuidad, superficialidad, regodeo frente al engaño y a la falsa estética creada por el artista frustrado que se atrinchera en la demagogia literaria. También la más común en nuestro tiempo, la del “snob”: el supuesto amante de las artes cuyo paradigma cualitativo es la notoriedad, a lo que se atienen los desarmados de capacidad reflexiva en materia de arte, y son ingenuos valedores, a veces de buena fe, en vehículo de propagación de obras con super-inflado valor en el mercado, con destino a la nada, pero que en la inmediatez decorarán paredes como símbolo de presuntuoso estado socio-económico. La auténtica novedad La novedad parece ser “un destino de nuestro tiempo”. Una época con una aceleración tan violenta como la actual no puede
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meditar, no puede madurar”, su gloria, dirán algunos, es que “apenas terminadas sus naves, tiene, como Cortés, que quemarlas para volver a hacer otras nuevas, peores quizás, pero siempre bajo el signo de la novedad”. Sin embargo, todo esto no conflije necesariamente con el ánimo de la auténtica innovación: puede haber novedad positiva en el arte contemporáneo, y la hay, una que no pretende satisfacer a nuevos públicos o incrementar una nueva clientela. “La novedad en sí no es nada si no engendra a su vez una serie de consecuencias” ha dicho mi maestro Francastel, y añade: “démosle el vapor a un pueblo primitivo y de ahí no saldrá el ferrocarril”. Esto del afán de novedad, tan sintomático de nuestro tiempo, aunque bien puede incidir en consecuencia sólida e inteligente, en términos generales lo que produce es una inmoderada apetencia de originalidad. Recordamos a Manuel García Morente, quien advierte que “cada filósofo grande, mediano, pequeño, cada filosofillo, cada filosofito, y hasta los estudiantes de filosofía, pretenden hoy tener su propio sistema”. Y añade: “así mismo cada pintor quiere ser un renovador total de la pintura y cada músico quiere renovar por completo el arte de la música. Y salen unas algarabías y unos bodrios horrorosos”. Por uno o dos que en efecto son criaturas de genio y traen un elemento original a su arte, hay una infinidad de chapuceros que lo único que hacen es, como dicen en París, ‘epatar al burgués’. De ahí lo apropiado de aquel parecer de Ramón de Campoamor, cuando dice: “la manía de convertir en grandes hombres a tantos medianos artistas es una señal espantosa de la insustancialización de la inteligencia”. También a Pío Baroja, que con rigurosa vigencia señala que “no puede haber arte nuevo fabricado de una manera deliberada. Es una petulancia de algunos pobres de espíritu que se ufanan de audaces al decir que estamos haciendo un arte nuevo. Los que han hecho algo nuevo lo han hecho casi siempre sin proponérselo. Hasta los genios fundadores de las religiones y las sectas han pensado siempre en ser continuadores y no inventores”. Sabios de nuestro tiempo han opinado que la búsqueda de originalidad a todo trance puede ser una desgracia en la vida cultural contemporánea. Desde luego, hay recursos de gran demagogia sociológica y pseudo-filosó-
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fica para justificar la existencia o cultivo de la innovación a la trágala. Se ha aducido, quizás con razón, que eso parte de un sentimiento de inseguridad de algunos artistas a quienes les parece insuficiente lo que piensan espontáneamente. Su opción puede ser la búsqueda de una forma extraordinaria para aderezar lo ordinario y cambiar de pensamiento para adoptar otro que sea extravagante. Sobre todo cuando se atiene a la moda o adopta un modelo y hace de lo suyo un arte imitativo. Otra debilidad es que las obras del artista lleguen a un perjudicial mimetismo de sí mismo al repetir su propia fórmula, apurarla o agotarla. La distancia con la auténtica originalidad es que ésta no se busca, se encuentra, procede de una espontaneidad de ver la vida. Pseudo-Arte Hay quien reclama la necesidad de que el artista se someta a su propio auto-análisis, primero para ver si va por buen camino, o si está equivocado en los medios que emplea. Sobre esto, se ha advertido, quizás en controvertible afirmación, que hay pintores, pero hay otros (pintores) que son, esencialmente, decoradores natos, ilustradores de libros, fotógrafos frustrados, escenógrafos, artistas técnicos de la gráfica. Si bien todos podrían ser magníficos en lo suyo, no así en la ambigüedad a menos que sean genios, pero los genios no pululan. Hay quien ha dicho que “hay una enorme masa de audaces improvisadores que nos afligen y hay que denunciarlos sin piedad. Inclusive que hay que estar alerta de si se procede o no a la admisión de obras perecederas a corto plazo”, una fugacidad inherente a circunstancias propias de la contemporaneidad, pero igualmente susceptibles de ser o no ser signo auténtico de la vertiginosidad que cala en la entraña de nuestro tiempo. También debemos estar en guardia ante los cánticos de sirena de algunos críticos de arte muy dados al vuelo literario y pseudofilosófico que crean prosa poética sobre lo que admiran. Si con tal tipo de crítica se pretende implicar un certero juicio de valor plástico, se trepan así inútilmente al tope de los cerros de Úbeda. Y si la literatura plástica pretende ensalzar lo deleznable, aún peor que el juicio destructivo de quien se complace en desbaratar a sabiendas inclusive lo bueno para construir un ingenioso ensayo literario. Mas juzgamos que la crítica debe desentenderse de
la correcta e imaginativa expresión lingüística para describir o advertir valores, porque es todo lo contrario. Valoración Sin embargo, estamos convencidos de que bastante de lo que se hace hoy va más allá de responder a meras urgencias intrascendentes, porque de hecho hay obras que son faro en el tiempo. Cada una ellas es bujía encendida que orienta hacia nuevos caminos, es consecuencia de un esfuerzo honrado de oficio, una manera de potenciar una vocación en función de ideales, una en que el artista quiere probar algo. También creemos que aquellos que fracturan estrepitosamente y por sistema la totalidad de los valores que tienen atisbo de tiempos pasados, olvidan que son cimiento de vida sobre el cual pese a sí mismos, están parados. Para ellos, Karl Marx tenía un pensamiento muy apropiado: “Para vaciar una bañera no se tira al niño con el agua sucia”. Es así que Rafi Trelles no tiró el valor de El Velorio de Francisco Oller junto al realismo decimonónico de Courbet y realizó el magnífico nuevo Velorio que es obra maestra de justa contemporaneidad. Como tampoco tiran el niño Rosado del Valle, Rodón, Domingo García, Hernández Cruz, Martorell, Nick Quijano, Homar, Félix Rodríguez, Félix Bonilla, Elizam Escobar, Tuto Marín, Tufiño, Sobrino, y tantos otros. Identidad y ética Otra ventana abierta que queda sugerida es pertinente a la idea de identidad. Hoy día abunda el criterio de que ésta responde a un sentimiento obsoleto frente a la expresión de ámbito global en un mundo que se estrecha por vía de las comunicaciones. Pero es de advertirse que la fuerza mayor de la globalización es de orden económico y no para que los sentimientos artísticos y telúricos se dejen estrangular por categorías de existencia que les son marginales. Concordamos con José Saramago que la globalización, como idea, propende a exprimir al mundo de los valores de la identidad y a ser una nueva forma de totalitarismo donde el ser humano puede quedar reducido a mero objeto. Ojo pues con los que le hacen el juego inadvertidamente a lo que atenta contra el valor de la individualidad en aras de cantos de sirena que conducen a la desintegración esencial de lo humano. Y a la par que pretendemos conquistar el espacio
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sideral, que no nos ocupemos de conquistar con el mismo interés el microcosmos que está más al alcance de nuestra mano. Se ha advertido la deseabilidad o necesidad de implicarle un sentido ético a la manifestación artística. Ello, ante lo confuso, contradictorio, oscuro, provocador, cambiante, irritante, inestable, pseudo-conceptuoso, fugaz, vacuo, y tantos otros epítetos, atributos o elementos convergentes y divergentes que aparecen en cierta dosis del arte de hoy. Ante este cuadro, si Francis Bacon lo hubiese experimentado, exclamaría con mayor vehemencia que es más fácil salir del error que de la confusión. La misma circunstancia expresa Herbert Read al decir que el nihilismo contemporáneo no es más que la negación del arte. “He aquí la razón –dice él- por la cual los críticos deben rehusar su aprobación a todas aquellas manifestaciones que se nutren de la excesiva tolerancia, insensibilidad, brutalidad e irónico desapego”. Y siguiendo la misma línea de pensamiento, decimos nosotros, si tal negatividad responde a una faceta de la realidad del presente, es preciso activar la otra cara del valor positivo de lo humano, es preciso estremecer la razón ética que puede expresar el pensamiento plástico, al presente muy acallado por los cientos de factores que nos apremian y anonadan, lo que hemos resumido en el mito de Odiseo, quien para sustraerse al encanto fatal de las sirenas sin dejar por ello de escuchar melodías, taponó con cera los oídos de sus compañeros y ordenó que le atasen a él al mástil de la nave. Todo esto también lo resume Camus en su reclamo por la medida, la moderación necesaria engendrada por la propia rebeldía y saludable inconformidad de los artistas. Sólo así, el arte, además de ser sismógrafo automático de los tiempos, podrá manifestarse como lo que es, una forma de pensamiento capaz de señalar nuevos derroteros de porvenir dignificante. {
*Nota del editor: Este artículo es un extracto de la conferencia magistral del autor en la ceremonia de su designación como Humanista Conferenciante del Año 2005 por la Fundación Puertorriqueña de las Humanidades. Realizado por la Dra. Giannina Delgado Caro.
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Juntas, juntes y juntillas: maqueta de estudio para el conflicto intergeneracional Miguel Rodríguez Casellas
La sabiduría popular, ese renglón disforme de la cultura que lo mismo ratifica hegemonías latentes que sirve de alcantarilla para capturar verdades de difícil admisión, lo sintetiza en los refraneros de “padrinos” y “bautizados”, árboles que aseguran “buena sombra” al oportunista arrimado y el cáustico adjudicador de identidad tras el “dime con quién andas”. Se insiste así desde el ámbito desregulado de lo popular en la naturaleza so16
cial del poder, con sentencias y aforismos que ponen en tela de juicio a las ciencias periciales y a sus espeluznantes rúbricas materialistas, muy prontas éstas a sobrestimarse capacidad para administrar poder dentro del descalibrado universo humano sin tener que abordar su humanidad. Entre las disciplinas pegadas a este credo organizacional salta a la vista la ingeniería, que aún cultiva modelos de control y eficien-
cia empollados bajo un imaginario positivista ajeno a las complejidades humanas, a las asimetrías del poder y a la meteorología social que las encauza. Si en el pasado me he quejado del monopolio discursivo del derecho y la contabilidad en los espacios desde donde se genera el poder, hoy me preocupa aún más la hegemonía del pragmatismo ingenieril en el manejo de la cuestión pública. Es su certeza y asumida autosuficiencia, con la que actúa al margen de ponderaciones éticas o filosóficas, lo que iza banderas rojas. Mientras más sofisticados sean los modelos que visten de empirismo al ejercicio y organización del poder, más desconfío de su valor. Estoy convencido que lo obvio en materia de estudio del poder y su infraestructuralidad se da en el terreno de las relaciones sociales, y a un nivel tan llano y tan poco reflexivo que termina uno dándole la razón a las simplonas figuraciones con las que el refranero popular denuncia los nexos interpersonales que mueven, o peor aun, inmovilizan el desarrollo social en todas sus direcciones. De esta forma quiero insistir en que, a pesar de su azaroso aspecto, existen hábitos de convivencia cotidiana que dan coherencia y estructura al Puerto Rico devenido. Su percibida dismorfia es reproducida inteligentemente desde un ámbito social no muy distinto al maridaje de hacendados y arrimados del pasado rural, que incluye toda esa sustantivación causal de parentescos, ya sean sanguíneos o políticos, derivada de él. El diálogo entre “compadres” y “comadres”, de cierta horizontalidad afectiva, coexiste con la verticalidad jerarquizada del “capataz” y el “jornalero”. La intersección entre estos dos ejes ha creado una compleja geografía de autoridades presta a demonizar a todo aquél que pretenda existir
fuera de su reticularidad normalizante. Quien se auto-represente como figura intersticial en esta matriz será perseguido por sus nodos de autoridad. Si la juntilla es el renglón más íntimo del contexto social del individuo, análogo al “corillo” que emana de lenguas más jóvenes, la junta es el recurso institucionalizador a cargo de ordenar las relaciones sociales desde lo público. A ella se le adjudica un rancio abolengo patricio, asumiéndosele cualidades trascendentales que van entre sensatez, imparcialidad, balance y ecuanimidad, términos cada vez más huecos e ineficientes a la hora de proveer su alegado efecto analgésico. Se avista aquí al consejo de viejos sabios de la tribu, el paladín del desarrollo social que ha inspirado y aún inspira las ansias civilizadoras. Esta figura arcaica es re-empacada hoy con nuevos códigos de selección, procurando burlar las salvaguardas constitucionales del ordenamiento jurídico que persiguen lograr un balance entre derechos comunes y privilegios individuales, al menos en teoría. Es desde este espejismo de voluntad democrática que las “juntas” ejercen su autoridad discursiva sobre los procesos de representación, controlando los instrumentos de significación aún en ambientes de asumida apertura y pluralidad. Un primer problema a vislumbrarse en esta era de crisis social es la insensata coexistencia de lógicas de juntilla con lógicas de
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junta. Convergen colusivamente aquí en el ejercicio del poder los vínculos de parentesco, clase, afinidad ideológica, afluencia e imaginario moral, entre muchos otros apartados de categorización. Recuerdo haberme ensañado contra esta plaga de endogamia institucional en un segmento del programa Cultura Viva, producido por Welmo Romero hace unos años atrás. Vine a enterarme a través del periódico Primera Hora que la pieza había sido censurada tras transmitirse una primera vez en su horario regular. Al ser retransmitida por segunda ocasión, retando las directrices telefónicas que pidieron sacarla del aire, una tormenta represiva cayó sobre los responsables de la insolencia. El incidente, que llevó a la eventual “reestructuración” del programa, es representativo de la lógica de juntilla asistiendo a los intereses de la junta. Tan pronto su neutralidad quedó cuestionada frente al ojo público, se activó la maquinaria de avalúo y reparación de daños. El silencio imperó sobre el ruido. Mi “rant” en aquel segmento televisivo, que también contó con muchas otras voces denunciantes, giraba en torno a la falta de diversidad —particularmente de trasfondos académicos, profesionales y generacionales— en las juntas directivas del quehacer cultural y como éstas tendían a ser extensiones de núcleos de intereses privados incursionando la esfera pública con el fin de perpetuar la uniformidad de mensaje y voz que da acceso a controlar la producción de valor. De ahí viene el inmovilismo conservador que estrangula
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hoy los espacios de invención y experimentación tan necesarios en el clima de agotamiento que vive Puerto Rico. No abordo estas cuestiones con la profundidad de un sociólogo, si bien me permito el esquematismo conceptual del campo en el cual me formé, la arquitectura, para intentar construir una maqueta del problema aceptando el peligro de la relativización o generalización insostenible. La maqueta de estudio, que siempre será un objeto incompleto y torpe, es por otro lado un instrumento de diagnóstico eficiente, tanto por su crudeza e inmediatez como por su capacidad para exteriorizar la mirada fuera de cualquier zona de confort incontestada. La materia prima de esta maqueta de estudio la proveen las notables diferencias generacionales a observarse entre las distintas subjetividades que encarnan la cartografía del poder en Puerto Rico. Se destaca aquí la trillada rivalidad entre “boomers” y “gen-Xers”, tanto como el oportunismo tendencioso de la llamada generación “Y”. Me permito utilizar estas acartonadas rúbricas demográficas que los Estados Unidos imponen a su tejido social a partir de los eventos definitorios del pasado reciente, transfiriéndolas al contexto puertorriqueño sin desatender los ajustes que éstas pudieran reclamar. Espero no defraudar a quienes prefieren líneas de argumentación afines a la evolución “orgánica” entre el pasado rural, San Juan, Ponce y el suburbio atomizador. Quisiera poner a descansar al territorio, por un momento, y volcarme a los actores.
Comprendo las objeciones que los encuadres generacionales levantan, tanto como las limitaciones de esta perspectiva de análisis, como bien pudiera ser su inhabilidad para arrojar luz sobre proezas individuales. Es cierto que no dejan de ser abstracciones con tendencia a estereotipar los hechos. Como también es cierto que la experiencia común de un cuerpo generacional construye modos de pensar muy similares a las culturalizaciones normalizadoras que induce el lenguaje. A fin de cuentas, las diferencias entre generaciones emergen precisamente de los desfases de comunicación que tensan las relaciones entre ellas. Insisto así en la pertinencia del lenguaje y el argumento generacional para la confección de un modelo de estudio, siempre y cuando se pondere lo que puede y no puede aportar una torpe maqueta a la hora de intentar extrapolar sus premisas a escenarios más complejos. Digamos que sabiéndolo me voy a tomar el riesgo. Dejo saber de antemano que voy a centrarme en la generación de los “boomers” —el grupo más influyente por constitución demográfica— aún cuando su reinado parecería estar aproximándose a un desenlace final. Dos buenas razones, sin embargo, impiden este relevo. De una parte, las que fueran sus expectativas de capitalización colapsaron estrepitosamente, y es por ello que a los “boomers” les esperan largos años de trabajo, legítimo e ilegítimo, para compensar por el encogimiento de la economía global, que es agravado por las fallas estructurales del nichito local. Así es como vemos ahora a miembros de esta experimentada generación retomar los espacios desarrollados por sus colegas más jóvenes, tras vaciar sus pozos de afluencia en los últimos cuatro años. Este “des-relevo” generacional es uno de los rasgos definitorios de la extendida depresión económica, y viene avalado por un sistema de producción que no ha dejado de estar en manos “boomers”. De otra parte, la sobre-exposición mediática que han recibido los anhelos, temores y neurosis de estos niños de la posguerra (debido al poder de sus números mayoritarios), ha tendido a enviciarlos de atención. Aunque puedan y deban optar por una salida honorable, a la generación de los “boomers” se le hace difícil existir fuera de esa luz espectacular. Estos héroes nacidos en la gran medianía del siglo veinte han vivido la mitificación ins-
tantánea de su propia historia, lo cual imbuye un deje anticlimático a su percepción del presente. Así es como todo pasado —de luchas, esfuerzos, victorias— les perece mejor. El futuro lo conciben como una vuelta conciente o inconciente a un referente conocido; su original afición a las narrativas de cambio se revierte hoy a un proyecto de restauración. Aunque quisieran esporádicamente tratar algo fundamentalmente nuevo, la rigidez jerárquica de las estructuras que diseñaron para ejercer su autoridad con eficiencia coarta su capacidad para asumir riesgo dentro de escenarios dinámicos. El emergente conservadurismo que trae esta condición, peligrosísimo en tiempos que exigen creatividad, podría ser fácilmente compensado con alianzas intergeneracionales y no dudo que haya individuos con buenas intenciones gestionándolas. Sin embargo, un segmento considerable de estos querendones de la demografía del siglo pasado son torpes articulando los ahora imprescindibles espacios de inclusión. La horizontalidad es para ellos
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una lengua extranjera, ni siquiera un segundo idioma. Los “boomers” no siempre fueron así. Tendían, de hecho, a retar previas demarcaciones con abierto desenfado y una curiosidad deliciosamente perversa. Su criticado paso del libertarismo al liberalismo pareció no alterar este temperamento inquieto y experimental. Ha sido, pues, bajo su reinado de desregulación financiera que se inventó toda una nueva fauna de figuras corporativas de vinculación e intercambio y ha sido su adopción de nuevas tecnologías de información lo que terminó flexibilizando creativamente la manera como intereses en principio distantes convergieron para conveniencias puntuales. Todo ello apunta a un pensamiento de avanzada, de eso no hay duda. El devenir de esa creatividad produjo el régimen de acumulación flexible, que es el proyecto económico más importante impulsado por la generación de los “boomers”. Una de sus grandes limitaciones, sin embargo, es que este sistema macroeconómico no fomenta un clima de reconciliación entre grupos generacionales debido a la desconfianza y ambivalencia ética que afincó. Un ejemplo lo vemos en el acercamiento a la figura patriarcal, donde la “autoridad” se desfasa de la “confianza”, permitiendo que cada uno de estos valores encuentre su propia estética representacional. La figura patriarcal se reduce entonces a un signo-coartada que permite la instauración de una doble moralidad encargada de limpiar el pecado de carrera, siempre y cuando sus dividendos circulen a través del ámbito familiar. Así, el marimbeo persiste sin alterar la incolumidad del marimbero, quien usa su perfil de padre ejemplar como desinfectante de conciencias. Generaciones subsiguientes no han hecho mucho por contrarrestar las bases de esta ética de la elasticidad. En medio del clima de incertidumbre económica, las relaciones de poder, según se manifiestan en la interacción entre instituciones y corporaciones, procuran extender el liderato histórico de la generación dominante, reconstituida ahora como facsímil del padre original. Sus sucesores, por otro lado, andan 20
enfrascados en una guerra fraticida sin considerar la posibilidad de que el conflicto intergeneracional sea en estos momentos la más importante fuente de asimetría en el ejercicio del poder, aún antes que las cuestiones de clase o las desigualdades atribuibles al género. La interconectividad que exitosamente los “boomers” construyeron entre sí constituye un auténtico bloqueo defensivo contra toda gestión que pueda poner sus convicciones en perspectiva. En el lado ofensivo, atacan con la agresividad de un sistema inmunológico al acecho de sustancias exógenas. El propósito es descarrilar toda acción que pueda minar la confianza en sus ejecutorias mediante un discurso de continuismo y abyección al cambio que tiene el efecto contrario a lo que alguna vez plantearon sus aspiraciones heroicas. Peligra así el futuro con las inacciones que se le imponen al presente. Urge encontrar individuos con capacidad para salirse del sectarismo generacional que impulsa a actuar como jauría feroz. Si algo resulta esperanzador de la gesta de los jóvenes universitarios que participaron en el primer acto del reciente conflicto huelgario fue precisamente su renuencia a interpretar el guión de sus predecesores. El insólito hecho constituyó una notable excepción, toda vez que las normas de conducta de generaciones más jóvenes han tendido a perpetuar las doctrinas de sus mayores sin aventurarse al cuestionamiento crítico, actitud que es posiblemente impulsada por un hambre vieja de validación paternal. Si esas nuevas generaciones aceptaran la encomienda de vivir sin el padre conceptual, y sustituyeran su ausencia por lazos de apoyo comunitario —de forma no muy distante a la horizontalidad que desplegaron durante la huelga— habría razón para recuperar una parte del optimismo perdido. Este
residual de esperanza, sin embargo, no resuelve la intransigente presencia de los “boomers”, que no sólo evaden discutir sus insuficiencias y fracasos, sino que vuelcan su secreta frustración en gravar su historia para la posteridad. La preservación del legado parece importarles más que su evolución natural, que requeriría un sinnúmero de “indeseables” autopsias. El cuadro de antagonismo que surge de observar a las otras dos grandes generaciones interactuar con los “boomers” parece un episodio extendido del Real World noventoso. Ahí vemos a la llamada generación “Y” desplegando un descarado velagüirismo en sus transacciones con la generación reinante, aprovechándose de las caídas de los “gen-Xers”, si es que estos alguna vez estuvieron de pie. Los “gen-Xers”, por su parte, parecen acomodarse a la excusa del emparedado generacional que los contiene con tal de justificar su inacción. Es obvio que ni la X ni la Y me inspiran el interés de sus predecesores. El interés, en todo caso, es mezcla de empatía y resentimiento. Empatía al entender su frustración. Resentimiento por el saldo de individualismo anti-social que dejan como legado.
de las juntillas generacionales, cuya influencia, lamentablemente, se ufana en pegarse al cuerpo con la adherencia de un darwinismo más determinista que la receta original. {
• • • Desde la distancia y relativa comodidad con la que puede observarse esta maqueta del conflicto intergeneracional surge la tentadora opción de auto-expulsarse y desertar de la multitud en medio de su incapacidad para juntarse con nadie que no sean sus percibidos pares. Si algo enamora de la exterioridad panorámica de la representación, y la sintética separación entre objetos y sujetos que produce, es que hace pensar que uno está a salvo, que se puede escapar del peso entrópico que hará sucumbir a quienes no puedan desafiar la lógica
*Las fotos que ilustran este ensayo fueron tomadas por Javier Santiago-Lucerna, quien posee una maestría en Psicología Social-Comunitaria de la Universidad de Puerto Rico Recinto de Río Piedras. Enseña en la actualidad en la Escuela de Arquitectura de la Universidad Politécnica de Puerto Rico y en la UPR-Carolina. Su trabajo fotográfico ha sido publicado en revistas como Color Photography y el Harvard Design Magazine.
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La belleza de los años Nydia I. Meléndez Rivas
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Pequeñas vidas Juan Álvarez Lara
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Cortometraje
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15 años y un día Guillermo Ortiz-Palacios Vivian Bruckman
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*Entra a revistacruce.com y lee + sobre 15 años y un día.
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Transformaciones generacionales Historia de las mujeres, la categoría de género y algunos signos identitarios del nuevo milenio Roxanna D. Domenech Cruz
Riccardo Vecchio
Para acercarnos a la diversidad de planteamientos sobre las mujeres y su género, necesitamos analizar la historia de las mujeres y los reclamos feministas de fines del siglo XX y principios del XXI. Esta tarea requiere del estudio de las categorías de género realizados en los últimos años por investigadoras puertorri34
queñas y latinoamericanas. El término género se utiliza como: “el conjunto de ideas, representaciones, prácticas y prescripciones sociales que una cultura desarrolla en torno a la diferencia anatómica entre los sexos para simbolizar y construir socialmente lo que es ‘propio’ de los
hombres y lo que es ‘propio’ de las mujeres” (Lamas, p.84). Esta perspectiva nos permite analizar la historia de los movimientos de las mujeres y redefinir sus experiencias en términos nuevos. En este escrito se definen algunas identidades de las mujeres a través de las vivencias de mujeres activistas, y se expone un nuevo feminismo que se basa en el bienestar de todos y todas. A estas “preocupaciones de la política feminista” le añadiríamos la situación precaria del medioambiente y la organización y preservación de comunidades frente al desarrollo y la pobreza. Un componente importante de la historia con perspectiva de género es su multi e interdisciplinariedad. La historiografía y teoría de género se basa en observar al ser humano, específicamente a las mujeres, dentro de un contexto cultural específico – de clase, raza, tiempo y orientación sexual, entre otros. La multi e interdisciplinariedad nos ayuda a ver a la categoría de género como una amplia y cambiante, no una estática ni esencialista. Durante la década de los 90 en Puerto Rico surgieron debates dentro de los feminismos puertorriqueños contemporáneos. En este contexto, las teóricas y feministas de la Isla incorporaron el término “género” como una categoría de análisis dentro de los feminismos puertorriqueños. Un ejemplo de este tipo de análisis es el ensayo “Las mujeres son, son, son… implosión y recomposición de la categoría” escrito por Nydza Correa, Heidi J. Figueroa-Sarriera, María Milagros López y Madeline Román (1994). Éste presenta algunos de los asuntos históricos relacionados al surgimiento de la categoría de género en Puerto Rico. Indica que la categoría de género “emerge en el interior del feminismo
académico y, a su vez, es incorporada en los feminismos en cuanto a movimiento social” (Correa, Figueroa-Sarriera, López & Román, p.35). Según estas escritoras, los estudios de género se han basado en la búsqueda de dominación-subordinación entre los géneros (entiéndase “hombres” y “mujeres”) y han abierto “espacios a todo lo largo y ancho de los diferentes campos del saber disciplinario” (Correa, et al., p.35). En Puerto Rico, los feminismos, al igual que en otras regiones, “fueron configurando algunas… prácticas reguladoras en las relaciones entre las mujeres y el Estado benefactor” (Correa et al., p.35). Sostienen que en la Isla se le resta importancia a la labor de las mujeres como madres, trabajadoras domésticas no-remuneradas y a aquellas que se interesan en luchar por causas que no están directamente relacionadas con la emancipación o la adquisición de derechos para las mujeres en el mundo asalariado. Las mujeres no han logrado la igualdad al entrar al mundo laboral, o en la esfera pública, ni dentro del hogar donde las tareas domésticas, el cuido de los niños y de los familiares envejecientes, continúan recayendo en las mujeres. En Puerto Rico, al igual que en otros países, “se van configurando nuevas tecnologías de género desde los estudios de las mujeres, desde los feminismos donde se sugiere lo femenino como un ausente; y de ahí el imperativo de incorporarlo en la academia y en los procesos de trabajo” (Correa et al., p.46). Cabe mencionar que las feministas Alice Colón Warren, Elizabeth Crespo Kebler, Margarita Mergal, Idsa Alegría, María Fátima Barceló Miller, Yamila Azize, Norma Valle Ferrer y Ana Irma Rivera Lassén, entre otras, han dedicado gran parte de su lucha y de sus ca-
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rreras al estudio y publicación de trabajos en los que se integran esas voces ausentes de las puertorriqueñas y sus experiencias económicas, políticas y sociales. Se debe destacar que en las últimas décadas muchos de estos trabajos no sólo han ubicado a las mujeres ausentes de nuestra historia y de otras áreas de estudio, sino que lo han hecho desde un análisis crítico de género. Desigualdad de género: vivencias de líderes comunitarias puertorriqueñas Las categorías de género están pasando por nuevas transformaciones en este nuevo milenio. Marcela Largarde coincide con la politización de la categoría mujer en su ensayo “Claves identitarias de las latinoamericanas en el umbral del milenio” (2000). Plantea que la cuestión de género es evadida, a toda costa, dentro de organizaciones y causas socio-políticas no feministas. Manifiesta, al igual que las mujeres entrevistadas, que las organizaciones dentro de las cuales las mujeres militan evaden las necesidades y desigualdades que ellas experimentan. Se les presenta a modo de excusa que no es el momento, que es peligroso, o no es conveniente, o que ya se resolverá más adelante a nombre de metas colectivas. De esta forma se omite la causa oculta o visible de cada mujer (Lagarde, p. 16). En términos económicos el siglo XX trajo más oportunidades de trabajo asalariado para las mujeres. Sin embargo, el salir de la casa a trabajar no significó la emancipación de las mujeres. Para muchas resultó llevar a cabo dobles y triples jornadas, “trabajo visible e invisible, formal e informal… trabajamos extra para ganar unos centavos más y ser más apreciadas, o porque aún no podemos decir no a los reclamos del deber” (Lagarde, p. 17). A pesar de que algunas mujeres se han beneficiado del trabajo fuera del hogar, otras se han visto perjudicadas por ello. Las primeras “han mejorado sus condiciones de vida y han ascendido económicamente”; sin embargo, “la pobreza de género abarca a mujeres de todas las clases y sustenta formas de sobre explotación económica” (Lagarde, p.17). Agrega que “la pobreza 36
de género les impide el acceso a oportunidades y a bienes, entre otros, la tierra, la empresa, los bienes de consumo y los bienes simbólicos que se adquieren con dinero” (p.17-18). Lagarde hace otro señalamiento importante sobre la realidad diaria de las mujeres cuando destaca la doble jornada y la contrapone con lo que ella llama una “doble vida”. Estos dobles tiempos intensificados, en los que las mujeres tienen que llevar a cabo actividades simultáneas, se evidencian en los testimonios de las mujeres entrevistadas. Cada mujer debe realizar “artes malabares para pasar de un ámbito a otro sin equivocarse de clave” (p.22). Lourdes Rodríguez y Carmen Cruz, ambas líderes de su comunidad en Terralinda, Caguas, hablan de cómo ellas realizan “artes malabares para pasar de un ámbito al otro”, todo sin que sus funciones sean valoradas porque ninguna de las dos trabaja fuera del hogar. Ellas gestionaron el primer bosque urbano de dicho municipio, además son madres, esposas, voluntarias de varios comités, y ayudantes en varios negocios que tienen sus esposos. Carmen Cruz es madre y abuela, lleva toda la contabilidad de los negocios de su esposo y le coordina todas las actividades. Acerca de sus múltiples jornadas dijo: Yo te digo que casi no duermo… hay que dividir bien el tiempo… organizar bien, bien, el tiempo… Uno tiene un rol como madre, esposa, como abuela… tu tiempo no es tan amplio… tienes que llegar a tu casa a hacer comida…yo estaba a cargo de los nenes 100%, llevarlos a los médicos y a las actividades de la escuela. … (Conversación 28 de febrero del 2008). Su amiga y líder comunitaria, Lourdes Rodríguez, es madre y voluntaria en comités gubernamentales y no gubernamentales. Ella intervino en la conversación para compartir sus malabares: “Uno tiene que hacer veinte rollos en la casa… de la familia… en cuestiones de la comunidad y cuestiones de otras actividades pues yo voy una vez al mes a unas reuniones en el Departamento de Justicia para mejorar el proceso en los casos de maltrato, en el De-
partamento de la Familia otro proyecto que vela por el sistema y cómo se pueden mejorar los procesos en los casos de maltrato… Piensan que nosotras no hacemos na’, no es que no haga na’, yo no voy ocho horas a un trabajo pero es porque mi esposo tiene su propio negocio, entonces yo tengo que ir a Hacienda para él… tengo que hacer las mismas diligencias que si trabajara de ocho a cinco….” (Conversación 28 de febrero del 2008) Mientras tanto, los hombres siguen siendo los patronos de las tierras, de los territorios y de los espacios latinoamericanos. Además, “son el centro de la sociedad, del Estado y de cualquier círculo particular” (Lagarde, p.18). Aún en pleno siglo XXI la mayoría de las mujeres que viven en los países de las Américas estamos aisladas de “los procesos políticos de gobierno, de administración y planeación” (p.20). A pesar de que formamos parte de la elaboración, organización y sostenimiento de nuestros países, organizaciones, lugares de empleo y hogares, usualmente lo hacemos como “portavoces de los otros”. Somos consideradas como “apoyo o ayuda”. En el caso de la lucha viequense, Conde Pacheco comentó cómo las mujeres se calificaban como un apoyo a la causa, no como sujetos que aportan y promueven el cambio. Este ejemplo nos regresa al sincretismo de Lagarde y cómo éste se manifiesta como un dualismo entre el “yo y los hombres, yo y los otros, yo y la tradición, yo y la revolución, yo y la causa” (p.23). Advierte que para sobrepasar los esquemas binarios, “algunas sincréticas modernas se desubican y disienten de ese destino; al hacerlo, mueven al mundo” (p.23). Traemos un último signo identitario de las mujeres latinoamericanas de acuerdo con Lagarde para señalar la importancia de la política y la ética en las acciones colectivas donde participan las mujeres a fines del siglo pasado y comienzos de éste. Dice Lagarde, que “...las latinoamericanas… experimentamos la política como el espacio de imaginación, colaboración y acción colectivas para hacer vivible la vida. La ética, para nosotras, antecede a la política y la redefine” (p.29). Ampliaríamos
este postulado para incluir específicamente a las puertorriqueñas ya que coincide con lo que hemos constatado a través de los testimonios de las mujeres presentes en este trabajo. Todas las activistas aquí citadas redefinen la política en términos de la ética social y ecológica desde su experiencia como mujeres. En este nuevo milenio tenemos que estudiar los ejes transversales de la categoría de género y cómo las mujeres experimentan y se insertan en la historia. La transformación social de la Isla está en las manos de las comunidades y las comunidades están mayormente lideradas por las mujeres. Las vivencias y necesidades de éstas tienen que ser estudiadas al momento de crear todo tipo de agenda económica, ecológica, política y social. Ellas deben ser una parte fundamental en el diseño de legislación, de la política pública y de las comunidades del futuro. {
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Referencias Conde Pacheco, Judith (2004). Diario con nombre de mujer… Rostros y voces para una cultura de paz. Tesis de maestría del Departamento de Educación de la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras. Correa, N.; Figueroa-Sarriera, H. J.; López, M.M & Román, M. (1994). Las mujeres son, son, son… implosión y recomposición de la categoría en Más allá de la bella indiferencia. Figueroa Sarriera, et. al, Publicaciones Puertorriqueñas. Lagarde, M. (1999). Claves identitarias de las latinoamericanas en el umbral del milenio El siglo de las mujeres. Ana María Portugal & Carmen Torres, editoras. Isis Internacional, Ediciones de las Mujeres N. 8, 13-28. Lamas, M. (1999). Género, diferencias de sexo y diferencia sexual. El siglo de las mujeres. Ana María Portugal & Carmen Torres, editoras. Isis Internacional, Ediciones de las Mujeres N. 8. Lerner, G. (1986). Women and History - Volume One: The Creation of Patriarchy Oxford University Press New York & Oxford. Mergal, M. (1995-1996) ¿Existen las mujeres? Pedagogía Vol. 30, Universidad de Puerto Rico Recinto de Río Piedras. 22-31.
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Pedro Gelabert, el Estuario y los comienzos de la política pública ambiental Javier E. Laureano*
Introducción La entrevista que sigue forma parte de un proyecto más amplio del Centro de Educación Estuarina del Programa del Estuario de la Bahía de San Juan. Su objetivo es capturar voces y experiencias de personas que tienen memoria histórica o han logrado cambios favorables al ecosistema del Estuario. Tiene dos componentes. El primero es de líderes que han participado en el proceso de forma directa, ya sea desde la sociedad civil, la comunidad, el gobierno o la empresa privada. El segundo es de historia oral, personas que recuerdan cómo se vivía e interaccionaba con los cuerpos de agua del Estuario en otros momentos de la historia del país. El propósito del proyecto es de divulgación, dar a conocer lo que es el Estuario, en este sentido, su importancia social, antropológica y cultural. Las entrevistas, que formarán parte de uno o varios volúmenes de libros, estarán también publicadas de forma electrónica en el wesbite del Programa del Estuario y en su boletín informativo. En el componente de historia oral, el Programa del Estuario, como parte de su alianza con el Proyecto Enlace del Caño Martín Peña, se propone hacer un trabajo más específico. El objetivo es recoger la memoria histórica de los vecinos del Caño y su experiencia con su entorno ecológico-estuarino. En palabras de Lyvia Rodríguez, gerente de Enlace, y una de las creadoras y propulsoras del proyecto, la meta de hacer historia oral en el Caño es “documentar el proceso personal y social de la ocupación de esta zona y la organización comunitaria en interacción con entes internos y externos”. De hecho, el proyecto de historia oral del Programa del Estuario surge de una reunión con Enlace. La entrevista a Pedro Gelabert se realizó
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el 30 de noviembre de 2005 a las 2:45pm, en su residencia. Gelabert es el Presidente de la Corporación para la Conservación del Estuario de la Bahía de San Juan y con él comienza la serie del primer componente del proyecto, el de líderes del Estuario. El entorno de la entrevista fue muy especial por la impresionante vista del sistema estuarino que se divisaba desde donde la realizamos. Las preguntas en bastardillas fueron hechas por Javier Laureano, seguido por el texto, que son las respuestas de Gelabert. El problema de la edición constituye un debate en el campo de la metodología de la historia oral. El trabajo sigue un criterio que busca pasar de forma coherente y precisa las palabras de la persona entrevistada, respetando sobre todo la integridad de la información. Pasar del registro oral al escritural representa un reto asumido y estudiado por el trabajo. Si desea una copia electrónica de la entrevista puede acceder la dirección www.estuariosanjuan.org Javier E. Laureano: ¿Cómo comienza
su interés por la conservación de los recursos naturales?
Pedro Gelabert: Cuando era niño mi padre trabajaba como administrador de la Central Soller en el Lago de Guajataca. Allí mi hermana y yo éramos los únicos niños y lo que teníamos era la naturaleza. Quizás es ahí donde comienza este interés por el ambiente y los recursos naturales. Años más tarde, comencé en el 1956 a trabajar con el US Geological Survey haciendo mapas geológicos y topográficos de Puerto Rico. No fue, sin embargo, hasta el derrame del Ocean Eagle en el 1968, que después de ver la destrucción de especialmente la Bahía de San Juan y las playas desde Dorado a Loí-
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Pedro Gelabert
za, fue que el interés mío por la protección de los recursos naturales creció. Lo que estudié fue geología petrolera y ahora teníamos un derrame de petróleo que devastó el ecosistema de la Bahía. Lamentablemente, en el accidente del Ocean Eagle1 tratamos de probar daño ambiental y no pudimos, porque no teníamos una comparación de cómo era el área antes y cómo se impactó con el derrame. Sólo logramos cobrar los gastos de la operación que eran como unos $600,000. El interés de ver cómo podíamos proteger el ambiente surge con el suceso del Ocean Eagle. En la década de los 1960’s hay unos cambios drásticos a nivel mundial y obviamente también aquí en Puerto Rico. Es ahí cuando el movimiento ambiental toma fuerza, se comienzan a preocupar por las playas. En Puerto Rico se extraía arena de las playas y prácticamente sus dunas se eliminaron desde Loíza hasta Quebradillas. JL: ¿La arena se usaba para la
construcción mayormente?
Sí, porque la arena de playa es de la más fina, que servía para el empañetado en esa época. La arena de río, especialmente las del Río Grade de Loíza y el Río Grande de Arecibo, que es una arena de cuarzo, mucho más fuerte, se usaba en la construcción. La arena de playa se lavaba y se usaba para empañetar. Esto causó una erosión significativa en muchos sitios.
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1 Pedro Gelabert trabajó con los tres derrames de aceite que más han impactado al país: el de la Bahía de San Juan, con el Ocean Eagle en el 1968, luego el Zoe Colocotronis el 18 de marzo de 1973 en Bahía Sucia, Cabo Rojo y el derrame de aceite combustible Morris Berman en San Juan el 7 de enero de 1993. V.1_2011
En Loíza la playa retrocedió cien metros y hubo que suspender la extracción. Me tocó ir a suspender la extracción y eliminar sacar la arena de las playas, especialmente en la boca del río. Nos tocó ese año, en 1964, darle la vuelta a Puerto Rico y eliminar como setenta lugares donde se sacaba arena de la playa. JL: ¿Hubo oposición?
PG{ Oh, sí, definitivamente, hubo oposición. Mayormente en aquella época de la industria de la construcción. Tuvimos que hacerlo lentamente para no causar un desajuste total en la economía de la construcción, pero paulatinamente, en un año, fuimos eliminando la extracción de arena de las playas. Claro, la arena aumentó de precio. Los extractores se mudaron a fincas privadas, adyacente a las playas, como pasó en Loíza, y se hicieron lagos en esa área. Entonces vienen las enmiendas en 1968 de la Ley de Corteza Terrestre para controlar las extracciones de fincas privadas adyacentes a las playas y a los ríos y las dunas de arena. De hecho, en Isabela, las dunas tenían hasta trescientos pies de altura. Todavía quedan, pero muy pocas. En Barceloneta y Arecibo, también se fueron eliminando y así por el estilo. En esos años del 60, toma impulso el movimiento ambiental en Puerto Rico y, contrario a Estados Unidos, donde fue un movimiento de masas, aquí fue de una elite de científicos, profesores universitarios y de personal del gobierno que trabajaron para traer estos cambios, sobre todo con la Ley de Política Pública Ambiental y la Ley Orgánica del Departamento de Recursos Naturales. La Ley de Recursos Naturales lo que hace es que integró componentes que estaban dispersos en diferentes agencias. Por ejemplo, Bosques y Vida Silvestre que estaba en Agricultura;
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Minería, que estaba en la Comisión de Minería; Recursos Naturales que estaba en Obras Públicas; la parte de Geología, que estaba en el laboratorio industrial de Fomento, todo eso se integra en el Departamento de Recursos Naturales. Una cosa que no vimos en aquel momento es que creíamos que una vez se hacía una ley, la gente iba a mover e integrarse, desgraciadamente eso no ha pasado. Uno de los problemas que tiene el Departamento es que todas estas áreas siguen funcionando como repúblicas, según operaban antes. Los secretarios se enfrentan siempre a tratar de integrar estos puntos de vista totalmente diferentes en el Departamento. Supongo que con el tiempo se llevará a cabo. Otro paso importante que dio Puerto Rico fue el 1973 con el derrame de petróleo del Zoe Colocotronis. Ese fue en la costa sur e impactó Bahía Sucia en el suroeste. Recuerdo que el mismo abogado que estuvo a cargo del Ocean Eagle, Lcdo. Nicolás Jiménez, vino a verme cuando yo era Presidente de la Junta de Calidad Ambiental y me dijo que teníamos ese caso prácticamente perdido, nuevamente. Le dije que no, que ese lo ganaríamos. En el Zoe Colocotronis nos dimos a la tarea de recobrar los gastos de limpieza más el impacto ambiental. Para hacer esto le dije a Nicolás que buscara en el caso de cuantificación de daños ambientales en un derrame que había habido en California. Ellos estaban trabajando en cómo cuantificar los daños ambientales. Así que Nicolás cogió un avión y se fue a California. La gente de California fue muy prudente con su información, pero nos dieron lo que necesitábamos, el cómo hacerlo. Para cuantificar daños ambientales en California buscaban en un catálogo cuánto valía, por ejemplo, una langosta, y le iban re-
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cortando los costos de pescarla, distribuirla, etc., hasta que tenían los costos en el ambiente. Para esto usaban unos economistas de la Universidad de Minnesota, que nos prestaron para poder hacer ese tipo de análisis. Mientras tanto, la Universidad de Puerto Rico, en el Departamento de Ciencias Marinas, hizo una evaluación de un área similar que no había conllevado ningún impacto y la EPA hizo una evaluación del impacto en el área. Entonces, hicimos nuestros estimados y le pusimos un precio a cada organismo. Cuando me hicieron esa presentación, me acuerdo que lo dije en inglés “I will not buy that”, que cada organismo costaba tanto dinero. Les pregunté por qué no hacíamos otro análisis del costo de restauración. Así que llevamos los dos análisis a la corte. Sorpresivamente, el juez federal, que era el juez Torruellas, optó por el costo por organismo y eso llegaba hasta seis millones de dólares. Claro, que los aseguradores y los dueños del buque Zoe Colocotronis apelaron el caso y cuando llegamos al circuito de Boston, a la parte de la operación, uno de los jueces, porque eran tres jueces, le pregunta a Nicolás Jiménez que cuál es el costo de un mosquito. Nicolás se cuadró allí como oficial de la Marina Mercante, que había sido antes de haber sido abogado, y le dijo “ten cents, Sir”. En el Circuito de Boston no aceptaron lo que el juez Torruellas había aceptado aquí del costo por especie y sí aceptaron el costo por restauración. Finalmente preparamos un plan de restauración y se llegó a un acuerdo para pagar los costos de limpieza y 1.2 millones de dólares por el impacto ambiental. Esto es un precedente mundial que logró Puerto Rico en esa época. El derrame fue en el 1973 y la determinación final del distrito fue como en el 1982 ó 1983, nueve o diez años después. El precedente se usa en todo el mundo. Me
dicen que en la Escuela de Derecho, cuando están trabajando en los casos ambientales siempre sale el caso del Zoe Colocotronis. JL: ¿Nos puede hablar un poco sobre su participación en la creación de agencias de gobierno que trabajan para la conservación del medio ambiente? PG{ El derrame del Ocean Eagle y posteriormente Earth Day, el Día del Planeta, en Estados Unidos, fueron los motores que nos llevan a incorporamos localmente al movimiento ambiental. Finalmente el Congreso aprueba la ley de política pública ambiental de Estados Unidos en el mismo momento en que nosotros estábamos trabajando aquí con la Ley de Corteza Terrestre. Antes se llamaba la Ley de Arena, Graba y Tierra y la expandimos para tratar de reglamentar la extracción de arena, no solamente en las playas y en los ríos, sino en todos sitios de Puerto Rico. Cuando trabajaba en el Departamento de Obras Públicas, la asesora legal, licenciada, le llamaban Bombón, Acevedo, le dimos una copia de la Ley de Política Pública Ambiental de Estados Unidos y le preguntamos si ella podía hacer algo similar para Puerto Rico. Acevedo se interesó muchísimo y hablamos con el Secretario, que era el Dr. Antonio Santiago Vázquez y él, que había participado en el estudio que hizo la Legislatura para crear un Departamento de Recursos Naturales y que logró crear la Secretaría Auxiliar de Recursos Naturales en Obras Públicas, nos dio el visto bueno. Comenzamos a trabajar en esa legislación. De hecho, la parte de Declaraciones de Impacto Ambiental es una copia casi exacta de la federal, con dos cambios, haciendo la de Puerto Rico más restrictiva. La Ley entonces incorpora la Junta de Calidad Ambiental, que antes estaba en el Departa-
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mento de Salud, bajo Calidad de Agua, Calidad de Aire y Control de los Desperdicios Sólidos. En el 1969 viene el cambio de gobierno y el gobernador entonces es don Luis Ferré. Él crea el Consejo Asesor de Programas Gubernamentales y ese Consejo a su vez creó unos subcomités, uno de control de la contaminación y otro de recursos naturales. El Dr. Ángel Alberto Colón, que en paz descanse, fue el Secretario Ejecutivo de ese Comité de Control de la Contaminación, él era el Secretario Auxiliar de Salud Ambiental. Henry Gomberg fue el Presidente del Comité de Control de la Contaminación. El Comité de Recursos Naturales lo presidió Frank Wadsworth y yo fui su Secretario Ejecutivo. Entonces, el Comité de Control de la Contaminación propuso crear una agencia de control ambiental y se creó seis meses antes que EPA. La Junta de Calidad Ambiental fue la primera agencia ambiental mundial, antes de EPA. El Comité de Recursos Naturales propuso la creación de un Departamento, en vez de la Secretaría Auxiliar que ya existía en Obras Públicas. Claro, esa Ley tardó más porque no querían crear más departamentos. Al final se aprueba, en el 1972 y la Junta en el 1970. En ambas participé, conjuntamente con los miembros del comité en la creación del Departamento de Recursos Naturales. JL: ¿Durante qué períodos usted
fue Secretario?
PG{ Fui primero Presidente de la Junta de Calidad Ambiental desde 1977 hasta el 1984. En el 1985, comencé a trabajar en la EPA como el director de la Oficina del Caribe de la agencia. Después en el 1990, luego de cinco años, pasé a la Oficina de Asuntos Internacionales de la EPA. A solicitud del ad-
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ministrador Reilly, también fui Secretario de Recursos Naturales de 1993 a 1996. JL: ¿Cuál ha sido su relación con los cuerpos
de agua del Estuario?
Desde 1968, cuando comencé a trabajar en el derrame de la Bahía de San Juan estuve bastante relacionado con el Estuario y con sus lagunas. Durante la construcción del Expreso Baldorioty, en la Laguna del Condado, que dragaron su arena silícea del fondo para rellenar es parte al norte de Miramar y hacer la Avenida. Después la Baldorioty llevaba un puente por encima de la Laguna San José, pero ese nunca se construyó, ese pasaba por Canteras, más o menos y unía la Baldorioty con la Barbosa y el Aeropuerto. Finalmente eso se construye, pero entonces la que une es la Avenida Central por la Barbosa cruzando por donde está actualmente el puente Teodoro Moscoso. PG{
JL: Desde cuándo usted está trabajando con
el Programa del Estuario
Al ser Secretario de Recursos Naturales era uno de los miembros de la Junta del Programa del Estuario. Estábamos el Administrador Regional de la EPA, el Presidente de la Junta de Calidad Ambiental y el Secretario de Recursos Naturales. Luego que volví a EPA, estuve como el Presidente del Comité de Manejo que en aquel momento se llamaba de otra forma y bajo mi incumbencia es que se prepara el Plan Comprensivo de Conservación y Manejo, el CCMP. Primero trabajamos con la Directora Ejecutiva, Tere Rodríguez y después con Edna Villanueva. PG{
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JL: ¿Cuál es visión como Presidente de la
Corporación para la Conservación del Estuario?
La Bahía tiene un potencial extraordinario de corte turístico y se está viendo con los cruceros. El día que uno de estos recientes huracanes azotó la Florida, la Bahía estaba llena de cruceros. Todos los pasaron de allá hacia acá y la gente tomó los cruceros desde aquí. Desde la época española, Don Juan Ponce de León seleccionó a Villa Caparra por la extraordinaria Bahía de San Juan y se usaban los canales para transportar materiales, el comercio, a través del Estuario por las lagunas, el Canal Suárez y el Caño Martín Peña y traerlo al Viejo San Juan, desde Carolina. Los españoles desarrollaron muy bien todos los canales que van desde Loíza hasta la Capital, aquí en el Viejo San Juan. Por el Oeste también, prácticamente desde Dorado traían a través de los ríos La Plata y Cocal hasta Ensenada Boca Vieja en Bayamón y luego entraban al Viejo San Juan, cuando estaba abierto el cruce entre Isla de Cabras y Cataño. Desde aquella época, San Juan era el centro comercial y turístico del Caribe. Ninguna otra isla ofrece la diversidad que tenemos en Puerto Rico, no solamente mar y playa, pero montaña, con unos atractivos ecológicos y culturales que no poseen las otras. Nada como el Viejo San Juan en el Nuevo Mundo.
PG{
JL: Gracias, don Pedro
Acerca de la Universidad y las Escuelas de Ciencias Sociales y Humanas John J. Sanabria
A propósito del trigésimo aniversario de la Universidad Metropolitana, es conveniente recordar que la Universidad se desarrolla junto con su facultad y en un contexto social particular. Es por esto que paso a reflexionar, muy brevemente, acerca de la labor de la Universidad, su relación con la sociedad y la importancia de la facultad para su constante desarrollo. La Universidad, como institución, se mantiene en constante transformación. Su propósito, estructura, ofrecimientos y personal han variado, desde la formación de sacerdotes, en sus inicios, hasta el desarrollo de tecnología y la formación de investigadores, en la actualidad. Además, actualmente la Universidad no se limita a conferir grados académicos sino que integra a sus funciones la investigación y el desarrollo de las comunidades a las que sirve. Más específicamente, en 1963 el reporte de Robbins discute la naturaleza de la Universidad y concluye que todo sistema universitario balanceado debe incluir cuatro objetivos esenciales. El primer objetivo es la enseñanza de destrezas. El segundo objetivo es el desarrollo de los poderes generales de la mente, de manera que se formen hombres y mujeres no solamente especialistas, sino también cultos. En tercer lugar, aunque cada universidad establece su propio balance entre enseñanza e investigación, la enseñanza debe mantenerse atada al desarrollo del aprendizaje y a la búsqueda de la verdad, dado que el proceso de educar en sí mismo es mucho más vivo en cuanto forma parte de la naturaleza del descubrimiento. Finalmente, el cuarto objetivo de una Universidad balanceada es la transmisión de una cultura común y de estándares comunes de ciudadanía (Anderson, 2010). En
otras palabras, la Universidad debe balancear la enseñanza (de destrezas y cultura general) con la investigación y la transmisión de la cultura y estándares de ciudadanía. Esta conclusión resalta la influencia de la Universidad sobre el desarrollo económico y social de las naciones, ya que la Universidad es la fuente más importante de creación de conocimiento y de talento (Florida, 1999). Cada universidad establece su balance particular entre enseñanza de destrezas, educación general, investigación y promoción de la ciudadanía. En cada caso el balance responde a las condiciones de su entorno, los intereses de sus estudiantes y la capacidad e intereses de la facultad disponible. Por ejemplo, algunas instituciones se concentran en el desarrollo tecnológico, mientras que otras dan mayor énfasis a la participación ciudadana y el servicio a la comunidad. Sin embargo, en cualquier caso, toda institución de educación superior que ostente el titulo de Universidad debe ofrecer a sus estudiantes una formación que vaya más allá del desarrollo de destrezas especializadas. En nuestro Sistema Universitario los cursos que promueven el desarrollo de conocimientos y destrezas generales en los estudiantes se conocen como Educación General. Entonces, la responsabilidad de mantener a la Universidad como “Universidad” recae sobre quienes diseñan y ofrecen los cursos de Educación General. Sin estos cursos las instituciones son colegios o institutos técnicos especializados. En el Sistema Universitario Ana G. Méndez, la mayor parte de los cursos de Educación General son ofrecidos por las Escuelas de Ciencias Sociales y Humanas. Para atender esa responsabilidad, la facultad de las Escuelas de Ciencias Sociales y Humanas debe
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ser diversa en formación profesional, puntos de vista y estrategias metodológicas de enseñanza. Por ejemplo, entre los miembros de la facultad de las Escuelas de Ciencias Sociales y Humanas contamos con profesionales en Derecho, Sociología, Economía, Psicología, Literatura, Lingüística, enseñanza de segundos idiomas, Comunicaciones, Bellas Artes, Trabajo Social, Justicia Criminal, Educación, entre otros. Por tanto, no debe sorprendernos que la argumentación acalorada de paradigmas, ideas y prácticas se de con frecuencia en las Escuelas de Ciencias Sociales y Humanas. Después de todo, son éstas las que reúnen a profesionales destacados en múltiples áreas, interesados en el desarrollo de sus disciplinas, la discusión de las ideas y acostumbrados al debate público. Además, la Universidad recluta a sus profesores bajo la premisa de que espera de ellos una visión particular, una voz clara y criterio independiente, que participen activamente en la transformación de sus disciplinas y así contribuyan al mejoramiento de la sociedad. En otras palabras, la naturaleza de la facultad de las Escuelas de Ciencias Sociales y Humanas exige la diversidad de visiones y la discusión pública de las mismas. Es esto lo que hace a las Escuelas de Ciencias Sociales y Humanas tan valiosas, complejas y desafiantes. La facultad de los cursos de Educación General tiende a disfrutar de las controversias, entre otras razones, porque debe atender en sus clases asuntos tan pertinentes y controversiales como los sistemas políticos y económicos, las relaciones entre países en un mundo globalizado, la importancia de la literatura y las bellas artes, la ética y las relaciones interpersonales. Un buen profesor de sociales y humanidades debe estar preparado y dispuesto a hacer una evaluación crítica de su entorno, exponer sus ideas públicamente y
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debatirlas enérgicamente. El desafío consiste en que ese ejercicio no se limita al mundo fuera de la Universidad, sino que la incluye. Así que los profesores critican a sus escuelas, sus universidades (especialmente la administración), sus estudiantes y hasta a sus colegas. Asía que esa visión crítica y la discusión púbica de ideas no sólo es normal sino deseable. En este contexto, la responsabilidad de la Universidad es generar los espacios adecuados para esa discusión, ponderar las sugerencias presentadas por la facultad y mantenerse en constante desarrollo. Por su parte la facultad no sólo es responsable de debatir sus ideas sino de hacerlo en una forma respetuosa, que promueva el aprendizaje de todos y que permita la presentación de ideas disimiles por parte de sus colegas, sus estudiantes y el personal de la Universidad. En conclusión, al cumplirse treinta años de la inauguración de la Universidad Metropolitana debemos recordar que su crecimiento y desarrollo está ligado inevitablemente a la transformación de la sociedad. Para mantenerse pertinente, la Universidad debe responder y adelantarse a la sociedad; esa responsabilidad recae en todos y cada uno de los miembros de su facultad. Los profesores de Educación General, además, son responsables por mantener a la Universidad más allá del desarrollo de destrezas técnicas especializadas. Por esto, los profesores deben, de forma respetuosa, mantener sus visiones independientes y sus voces críticas, participar en la discusión de filosofías y prácticas y asumir el aprendizaje en su profesión como una constante. Por su parte, la Universidad debe establecer y mantener las condiciones para apoyar a su facultad en ese proceso. Dadas esas premisas, confiamos en encontrarnos celebrando otros treinta años de la Universidad Metropolitana, pertinente y en constante desarrollo. {