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28 de septiembre de 2020: Pandemia y Sociedad Junta Editora: Roxanna D. Domenech { Directora Anto Gamunev Sonia Cabanillas Martín Cruz Santos María José Moreno Juan Carlos Quiñones Carlos García Alexandra Pagán Vélez { Lectora externa Hugo R. Viera Vargas { Lector externo Junta Asesora: Sugelenia Cotto { Presidenta
Portada: Anto Gamunev Montaje: Anto Gamunev
II / REVISTA CRUCE: PANDEMIA Y SOCIEDAD
Para colaborar: En Cruce publicamos artículos de investigación, reflexión; reseñas; notas de opinión; comentarios de textos; fotoensayos o arte plástico; entrevistas; textos creativos; y otro tipo de escrito que suponga un análisis o mirada crítica a la sociedad contemporánea. Toda persona que desee colaborar deberá enviar su artículo por correo electrónico, comprometiéndose a que dicho texto respeta las normas internacionales en materia de conflicto de intereses y normas éticas. Los escritos se someterán a estricto arbitraje y proceso de edición y corrección, por lo que la colaboración puede sufrir alteraciones, a menos de que se trate de un texto literario. Nos enfocamos en los siguientes temas: Política y sociedad: Los escritos de crítica sociopolítica presuponen colaboraciones de los diferentes saberes de las Ciencias Sociales, las cuales a través de principios o esquemas conceptuales o teóricos analizan y explican los fenómenos y estructuras sociales.
Letras: Los escritos literarios de autor (poemas, cuentos, dramas, fragmentos de novela, prosa poética…) que muestran la sensibilidad humana e inspiran a la creación. Asimismo, reseñas, críticas a textos literarios y otros acercamientos literarios o propiamente lingüísticos. Arte: Los escritos dedicados al análisis, el estudio y la presentación de todo aquello que comprenda al mundo cultural. Abarca la gestión cultural, la autogestión, los estudios culturales, la música, el arte plástico, movimiento escénico, danza, la cultura popular y el arte urbano, vistos preferentemente desde el prisma de la cotidianidad. La fotografía como narrativa visual que sirve para retratar la cotidianidad y la realidad social, y los acercamientos a la obra fotográfica de algún autor. Cine: Los escritos que analizan o reflexionan acerca del mundo cinematográfico y cómo se atiende desde lo visual los temas de relevancia contemporánea. Se aceptan formatos audiovisuales. Los derechos de las publicaciones son exclusivas del autor. Todas las colaboraciones y comunicaciones se harán al correo institucional de la revista editorescruce@uagm.edu
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ÍNDICE La sociología del balcón María José Moreno MASKarade 2020 Carlos Dávila Rinaldi Gris María Miguel Dejándolos salir por los suspiros Manuel Clavell Carrasquillo The Turning Point Aydasara Torres Escribir en segunda Anónima Fotoensayo: Puerto Rico en cuarentena Mike Rivera Cuarentena Angela M. Valentín Rodríguez Crónica: atardeceres de pandemia Yolanda Arroyo Pizarro IV / REVISTA CRUCE: PANDEMIA Y SOCIEDAD
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NOTA EDITORIAL Lo que se publica es para algo, para que alguien, uno o muchos, al saberlo, vivan sabiéndolo, para que vivan de otro modo después de haberlo sabido… (María Zambrano, 1934). Dedicamos esta edición especial de Cruce, revista de critica socio-cultural contemporánea de la División de Artes Liberales del recinto de Cupey a temáticas que giran en torno a la pandemia. El 28 de marzo de este año nuestra revista publicó una edición especial titulada “Cuarentena y expresión: nuevo Cruce”. En esta convocatoria inicial compartimos algunos modos de experimentar el mundo al principio de la cuarentena. En esos momentos estábamos comenzando a sentir el temor de lo que podría significar la propagación del coronavirus. Seis meses más tarde continuamos habitando espacios físicos limitados, las clases a distancia se reiniciaron hace un mes con un sinnúmero de contratiempos y bajo mucha incertidumbre. Además, nos han acompañado y abatido una serie de desastres políticos, económicos y de salud pública. Por otra parte, a través de estos meses se han continuado gestando de manera virtual la gran mayoría de nuestras actividades; reuniones de trabajo, celebraciones familiares, talleres, conciertos y manifestaciones artísticas que han provocado diversas exposiciones y acercamientos. Ante la realidad de encontrarnos medio año bajo medidas de confinamiento, surge la urgencia de esta edición titulada “Pandemia y sociedad”. La intención es presentar las maneras en que nuestrxs colaboradorxs examinan el acuartelamiento, los temores al contagio, las restricciones a las cuales hemos estado sometidxs, entre otras miradas críticas a nuestro(s) contexto(s). Este número compila un artículo escrito por la socióloga María José Moreno, varios textos creativos escritos por Manuel Clavell Carrasquillo, María Miguel Manzano, Anónima, Angela Valentín Rodríguez y Yolanda Arroyo Pizarro. Además, incluye obras de arte del reconocido artista plástico Carlos Dávila Rinaldi, entre otras expresiones artísticas como la serie de collages de Aydasara Torres y las fotografías de Mike Rivera. Todxs problematizan y se expresan en torno a los efectos, afectos y acciones que surgen como resultado de la pandemia en Puerto Rico, al igual que en otras partes del mundo. Agradecemos a nuestrxs colaboradorxs y a lxs integrantes de la Junta Editora, en especial a Anto Gamunev por el diseño y montaje de esta edición. Extendemos nuestra gratitud y admiración a Alexandra Pagán Vélez quien dirigió la revista Cruce de manera ejemplar estos últimos cuatro años. Alexandra gestó un espacio de cruces inter y transdiciplinarios dirigido a diversos públicos. Además, logró acuerdos y colaboraciones con otras universidades, organizaciones e iniciativas, al igual que con una impresionante lista de columnistas de alcance internacional. Los números publicados en estos últimos años se caracterizan por las temáticas presentadas y su hermosa estética. A todxs nuestrxs lectorxs, gracias por su apoyo, por promover y provocar modos plurales de transitar y cuestionar la(s) sociedad(es) en que vivimos. Roxanna Domenech Cruz, directora Revista Cruce División de Artes Liberales
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La sociología del balcón María José Moreno Viqueira
1 / REVISTA CRUCE: PANDEMIA Y SOCIEDAD
En el siglo XVII el antropólogo Antonio de la Calancha y el fraile Juan Meléndez describieron los balcones del centro histórico de Lima como “calles en el aire”. Esta singular frase, que plasmaba el vínculo evidente entre el balcón y la calle, exponía metafóricamente el carácter social de los balcones, la particularidad de estos espacios arquitectónicos de enmarcar toda la gama de actividades de la vida social en las calles. Los acontecimientos recientes vividos durante la pandemia del coronavirus han puesto de manifiesto esta dimensión social e interaccional del balcón. A lo largo del encierro domiciliario causado por la pandemia escuchamos y leímos infinidad de anécdotas alrededor del mundo sobre la vida social en los balcones. Desde galerías de arte, conciertos de música, discotecas, cines, gimnasios, bodas, y citas, hasta protestas, manifestaciones, aplausos, y caceroladas, los balcones se convirtieron durante el periodo de aislamiento en nuestras “calles en el aire” del siglo XXI. En cierta forma, la vida cotidiana en los balcones durante el confinamiento constituyó un compendio, un retrato, de las funciones sociales de los balcones a través de la historia. Pareciera como si frente a nuestros ojos hubiésemos visto desfilar la historia social del balcón. Regresamos a las funciones salubristas del balcón de los tiempos pasados y el balcón se convirtió en nuestra vida al “aire libre”, en nuestro único contacto con la luz solar y el aire exterior. Revivimos las funciones comunicativas y ceremoniales del balcón con los aplausos, conciertos, y demás actividades sociales. Revindicamos las funciones contestatarias del balcón con las caceroladas y protestas. En fin, los balcones se transformaron, por un momento, en plazas y cafés desde donde pudimos observar e interactuar con la sociedad. Resulta llamativo por lo tanto, el hecho de que, no obstante su rol protagónico en la sociedad el balcón haya sido un escenario poco estudiado en la sociología. En contraste con la historia y la arquitectura, disciplinas en las cuales el balcón ha sido objeto de análisis de forma exhaustiva, particularmente en cuanto a su diseño y evolución histórica, en la sociología del espacio y de la vivienda son escasas las investigaciones que
se enfocan en explorar el balcón como espacio social. Apenas podemos encontrar un puñado de investigaciones en las ciencias sociales en las cuales el balcón es el eje central del análisis social. En la mayoría de los estudios sociológicos el balcón suele abordarse brevemente en relación a otros ámbitos mayores como es el caso de la vivienda. El presente ensayo pretende llenar este vacío al colocar al balcón en el centro del análisis como artefacto “sociológico” y subrayar el lazo histórico entre el balcón y los procesos sociales. Si partimos del hecho de que el balcón es un lugar situado entre lo público y lo privado, entre lo colectivo y lo individual, entre el Estado y el ciudadano, es evidente que el balcón constituye un escenario idóneo para analizar la relación entre el individuo y la sociedad, que es de por sí, el objetivo de la sociología. La riqueza del balcón como objeto de estudio de la sociología queda constatado de diversas formas. En primer lugar, los balcones son sociológicos porque son constituidos por la sociedad. Los balcones no sólo son producto de procesos sociales que envuelven la interacción social, sino que también están enmarcados dentro de estructuras sociales (económicas, políticas, legales, culturales) que influyen en sus diseños. Tal y como plantea la perspectiva sociológica de la producción de la cultura, las estructuras y los sistemas sociales que forman parte del proceso de creación de los elementos de la cultura (por ejemplo, la tecnología, las leyes, el mercado, la estructura industrial y organizacional), influyen en la forma y contenido de estos elementos (1). En el caso de la “producción” o creación de los balcones, el impacto de muchas de estas variables es inequívoco. Por ejemplo, algunos estudiosos del tema han atribuido la desaparición o la disminución de la presencia de los balcones en tiempos recientes en diversas ciudades del mundo, como es el caso de Barcelona, al mercado económico (ahorros en costos de construcción y priorización del espacio de la vivienda interior), a factores culturales y tecnológicos (la cultura del aire acondicionado en conjunción con el aumento en el tráfico de autos y el consecuente ruido excesivo en las calles), y a factores legales (las normativas y las leyes sobre la construcción y /2
cierre de balcones) (2). Además, las políticas sobre el diseño y la presencia o ausencia de los balcones, también constituyen, obviamente, un reflejo de las ideologías dominantes en la sociedad. Frente al balcón privado, cerrado, e individualista, encontramos el balcón público, abierto, y colectivo. Entre muchos ejemplos, podemos destacar el caso los balcones de la arquitectura socialista, los cuales según Florin Poenaru describe en su estudio sobre la arquitectura rumana, respondían a las doctrinas políticas imperantes (3). Específicamente, Poenaru expone cómo en la arquitectura Leninista los balcones eran rechazados al ser considerados espacios burgueses y replanteados como espacios colectivos y comunitarios, y cómo en la posterior arquitectura Stalinista el balcón se reconceptualizaría como un símbolo del poderío y la magnificencia del Estado y del régimen de Stalin. Ahora bien, los balcones no sólo son sociológicos porque son constituidos o construidos por la sociedad, sino también porque son constituyentes de la sociedad, porque influyen a su vez, en la definición de las estructuras y las relaciones sociales. Según su construcción y diseño, el balcón delimita las relaciones sociales, y la relación del individuo con la sociedad. A saber, la interacción social evidentemente no va a ser la misma en un balcón cerrado que en uno abierto, en un balcón aislado que en uno conectado a otros balcones (como es el caso del balcón compartido), en un balcón frente a una calle que en uno obstruido por una autopista, en un balcón residencial que en un balcón público. Y estas relaciones sociales que establecen los balcones según su diseño, ya sea para conectar o aislar, ya sea de forma armónica o antagónica, constituyen el esqueleto o la base de unidades sociales mayores tales como las comunidades y los vecindarios, y pueden demarcar los niveles de solidaridad y enajenación en la sociedad. Por ejemplo, algunos arquitectos y geógrafos, como es el caso de Oscar Newman y Alice Coleman, investigaron el efecto de los diseños de las viviendas en la interacción social, y consecuentemente, en la incidencia o la tasa del crimen (4). Concretamente, podemos citar el estudio de Coleman sobre las consecuencias sociales del diseño de la vivienda, en el cual 3 / REVISTA CRUCE: PANDEMIA Y SOCIEDAD
la geógrafa establece una correlación entre la disminución en la tasa del crimen y la sustitución de pasillos por balcones en los edificios, ya que, según su planteamiento, los balcones pequeños conducen a una interacción social más íntima y fraternal que los pasillos largos (5). Pero el carácter social del balcón no sólo se basa en el hecho de que el mismo es constituido por y constituyente de la sociedad, sino que además es un espacio “vivido” por la sociedad. Si aplicamos la visión teórica de la sociología de la vivienda de Luis Cortés al análisis del balcón, podemos argumentar que el balcón no sólo es “residido” (en el sentido espacial), sino también “habitado” (en el sentido social) (6). El balcón es constantemente redefinido y rediseñado según las vivencias y el uso de sus habitantes. En contraste con otros espacios de la vivienda, el balcón es un espacio multifuncional, con una identidad cambiante que se deriva del uso asignado por sus ocupantes. Y es esta múltiple identidad lo que le da riqueza a este escenario social. Como es de conocimiento de todos, los residentes suelen usar los balcones como comedor, jardín, trastero, lavandería, gimnasio, dormitorio, oficina, o como lugares de descanso y comunicación o socialización, o simplemente como puntos de observación o vigilancia, entre otras múltiples funciones. En la vida cotidiana los ocupantes de los balcones, pues, (citando al sociólogo Michel de Certeau) “se reapropian del espacio organizado por las técnicas de la producción sociocultural” y lo redefinen en respuesta a sus necesidades (7). En ocasiones, los habitantes de los balcones pueden hasta llegar a violar las normativas establecidas por el Estado en cuanto a su uso y fachada. Por lo tanto, evocando una vez más el lenguaje analítico de Michel de Certeau, frente a las “estrategias” (planificadas) de los productores del espacio”, encontramos las “tácticas” (improvisadas) de los consumidores del espacio” (8). Esta naturaleza vivencial y cotidiana del balcón está atada también a otra dimensión sociológica aún más profunda de este escenario social: su carácter simbólico. Si bien es cierto que el balcón enmarca las relaciones sociales, también es cierto que el mismo no es meramente un espacio arquitectónico, físico, en donde ocurren hechos sociales, sino también lo contrario, el balcón representa la especialización de los
hechos sociológicos. Dicho de otra manera, el balcón es un espacio delimitado en el cual se materializan o adquieren forma las dinámicas sociales. Citando a Simmel: “El límite no es un hecho espacial con efectos sociológicos, sino como un hecho sociológico con una forma espacial” (9). Igualmente, como bien señala Bourdieu: “el espacio habitado (o apropiado) funciona como una especie de simbolización espontánea del espacio social” (10). Por ejemplo, en su ensayo “Efectos de lugar” Bourdieu señalaba como el “homeless”, el desamparado “sin hogar”, constituye la representación espacial de una persona marginada en la sociedad (11). De forma similar, podríamos establecer que el balcón es la representación espacial de lo social. Como muestra, podemos mencionar el verbo “balconear” (aceptado por la Real Academia Española), el cual expresa, de forma espacial, acciones sociales tales como espiar, observar situaciones sin involucrarse, o hacer público asuntos privados. El balcón espacializa y da forma, por lo tanto, a las interacciones y estructuras sociales, como es el caso de las estructuras de poder y la jerarquía social. El poder se espacializa, se materializa en el espacio del balcón. Citemos nuevamente a Bourdieu: “En una sociedad jerárquica no existe espacio que no esté jerarquizado y no exprese las jerarquías y las distancias sociales” (12). El balcón es un claro ejemplo de esta jerarquización. A lo largo de la historia tanto figuras políticas como religiosas han utilizado el balcón como una manera de simbolizar su dominio y posición de privilegio. Entre otros, podemos mencionar a los Papas, los monarcas, los dictadores, y los gobernantes quienes históricamente han saludado a sus seguidores o súbditos desde los balcones de los edificios oficiales. Y si abordamos la relación entre el poder y el balcón, no podemos tampoco dejar de subrayar la utilización ciudadana del balcón como punto de vigilancia, ya sea en un contexto bélico o en un contexto cotidiano. El balcón se ha convertido, en ocasiones, en el equivalente doméstico al panóptico de Foucault. Así quedó evidenciado en los tiempos del coronavirus, cuando se les denominó “policías del balcón” a las personas que vigilaban desde los balcones y llamaban la atención o insultaban a aquellos que aparentemente no seguían los protocolos del /4
confinamiento. Además, a través de la historia el balcón también ha constituido un símbolo de “estatus social”, particularmente durante los siglos XVIII y XIX. Entre innumerables casos históricos, podemos señalar los balcones de madera limeños, los cuales, según plantea Charles Walker, se convirtieron en espacios de “distinción” social por parte de la clase alta limeña frente a la clase baja en el periodo post terremoto del siglo XVIII (13). Igualmente, de acuerdo a Poenaru, en Rumanía durante el siglo XIX la burguesía también utilizaba los balcones para marcar un distanciamiento de la clase baja y distinguir lo privado de lo público (14). Este aspecto simbólico del balcón, como espacio de distinción de clase, también se ve reflejado en muchas obras de arte del siglo XIX, como por ejemplo en las pinturas de “El balcón” de Manet y de “El hombre en el balcón” de Gustave Caillebote. Asimismo, las relaciones de poder materializadas en el balcón también incluyen las relaciones de género. Históricamente los balcones también han constituido una representación espacial de la posición de la mujer en la sociedad, ya sea de sometimiento y aislamiento, o de liberación y rebeldía. En primer lugar, los balcones han simbolizado tradicionalmente un espacio en donde las mujeres eran marginadas o aisladas de la sociedad (y desde los cuales las mujeres podían 5 / REVISTA CRUCE: PANDEMIA Y SOCIEDAD
vigilar sin ser vistas), o en zonas prohibidas fuera del alcance de las mujeres. Tal y como expresa el famoso refrán: “La mujer en el balcón busca su perdición”. Así pues, durante los tiempos de la Inquisición, la ausencia o la presencia de las mujeres en los balcones era considerado un indicador de su conducta moral (15). Otro ejemplo histórico son los balcones cubiertos denominados “mashrabiya” en países musulmanes, los cuales se usaron tradicionalmente para segregar a las mujeres de la sociedad. Por otra parte, el balcón también ha constituido un espacio limitado de “liberación” para la mujer en el marco de la sociedad tradicional. En ocasiones el balcón ha sido la única “puerta de acceso” a la calle y el espacio de los encuentros amorosos. A modo de ejemplo podemos nombrar los balcones cubiertos de Malta denominados “gallarija”, los cuales según plantean algunas teorías, eran el único punto de acceso de las mujeres a la calle durante la ocupación árabe. Este símbolo histórico del balcón como espacio de liberación o rebeldía de la mujer está plasmado en la película israelita “Women’s Balcony”, en la cual el balcón no sólo representa el espacio físico de las mujeres en la sinagoga, sino que además simboliza su posición de igualdad y poder en la sociedad (16). Si bien, en la película la caída del balcón de la sinagoga se asocia con el intento de subyugar y dominar a las mujeres, la eventual reconstrucción del balcón significará la reivindicación del poder de las mujeres en la sociedad israelita.
El balcón por lo tanto, además de convertirse en un símbolo de dominio y poder, en ocasiones también se ha transformado en un espacio contestatario y de protesta social, en un escenario protagónico en diversas manifestaciones sociales. A lo largo de la historia las innumerables demostraciones desde los balcones, ya sea por caceroladas o cacerolazos, banderas, y carteles, han sido pieza clave de muchos movimientos sociales. Así quedó constatado recientemente durante la pandemia del coronavirus cuando cientos de mujeres protestaron en los balcones en contra de la violencia de género, y cuando fuimos testigos de los aplausos de los ciudadanos en apoyo a los profesionales que combatían la pandemia del coronavirus. El balcón, por consiguiente, no sólo puede establecer relaciones verticales, sino además dinámicas y vínculos horizontales, de solidaridad y de apoyo entre los habitantes. Como hemos visto a lo largo de este ensayo, podríamos diseñar todo un curso de sociología utilizando como eje o punto de partida el balcón, ya que el mismo encierra y da forma a conceptos sociológicos y dinámicas sociales tales como la solidaridad o la enajenación social, las estructuras de poder y dominio, las relaciones de género y de clase, los movimientos sociales, la ideología, la cultura, y la desviación social, entre otros. Existen balcones elitistas, balcones contestatarios, balcones solidarios, balcones ideológicos, y balcones policíacos, entre otros. El objetivo de este breve ensayo ha sido hacer una primera aproximación al análisis sociológico del balcón con el objetivo de desarrollar futuras investigaciones sobre la relación entre el balcón y la sociedad en el marco de la sociología del espacio y de la vivienda. Aunque desconocemos qué nuevas identidades o funciones sociales adquirirán los balcones en la posteridad, podemos estar seguros, de que, no obstante los avances tecnológicos del futuro, los balcones volverán a convertirse en protagonistas de lo próximos eventos importantes de nuestra historia social. Notas: (1) Richard Peterson. 2004. “The Production of Culture Perspective”. Annual Review of Sociology. 15(30):311-334.
(2) Clara Blanchar. 3 de mayo de 2020. “El día en que Barcelona renegó de los balcones”. El País. https://elpais.com/espana/catalunya/2020-05-03/ el-dia-en-que-barcelona-renego-de-los-balcones. html (3) Florin Poenaru. 2007. “On Balcony. State/ Citizens Intersection in a Socialist Romanian Bloc of Flats.” etd.ceu.hu.poenaru_florin.pdf (4) Oscar Newman, 1973. Crime Prevention Through Urban Design. MacMillan Publishing.; Alice Coleman, 1987. The Social consequences of Housing Design, ch. 7 of Robson, Brian (Ed), Managing the city: The Aims and Impacts of Urban Policy, Rowman & Littlefield. (5) Alice Coleman, Ibid. (6) Luis Cortés Alcalá. 1995. La cuestión residencial: bases para una sociología del habitar. Editorial Fundamentos. (7) Michel de Certeau. 1984. The Practice of Everyday Life. University of California Press. Página xiv. (8) Michel de Certeau. Ibid. Página xii. (9) Georg Simmel. 1977 (1903). “El espacio y la sociedad”. En Sociología 2. Estudios sobre las formas de socialización. Madrid: Alianza Editorial. Página 652. (10) Pierre Bourdieu. 1999. “Efectos de lugar” en Bourdieu, La miseria del mundo, Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires. Página 120. (11) Bourdieu. Ibid. (12) Bourdieu. Ibid. Página 120. (13) Charles Walker. 2018 (Segunda Edición). Colonialismo en ruinas: Lima ante el terremoto y tsunami de 1746. Duke University Press. Instituto de Estudios Peruanos. (14) Poenaru. Ibid. (15) Starr-Lebeau. 2018. “Gender Investigations in Roman Inquisition Tribunals”. En The Roman Inquisition: Centre versus Peripheries. Editado por Katherine Aron Beller y Christopher Black. Páginas 352-372. (16) Emil Ben-Shimon (Director) y Shlomit Nehama (Director). (2016). Women’s Balcony (Película). Israel. Mememsha Films. /6
MASKrade 2020 Carlos Dรกvila Rinaldi
7 / REVISTA CRUCE: PANDEMIA Y SOCIEDAD
Where
Masked Warrior II
Kingdom Come
Lockdown Portrait
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MASKerade 9 / REVISTA CRUCE: PANDEMIA Y SOCIEDAD
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MASKerade II
Gris
María Miguel Manzano
Vuelvo a ser gris… Nublada, incolora, hecha de lluvia. Tormenta permanente en el cóncavo deshabitado de mi pecho. Vuelvo a ser gris… pálido espectro que deambula, por las recámaras sombrías de un espejismo. Vuelvo a ser gris… como el silencio, como la voz inaudible que a duras penas me piensa…y no me piensa. Gris…como el final, como el abismo, como la flor mustia, agonizante. Como el verbo inconcluso, como el beso que no llega… Gris…como la muerte.
Lockdown Portrait x Carlos Dávila Rinaldi
11 / REVISTA CRUCE: PANDEMIA Y SOCIEDAD
La Marquesa x Carlos Dรกvila Rinaldi
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Dejรกndolos salir por los suspiros Manuel Clavell Carrasquillo
13 / REVISTA CRUCE: PANDEMIA Y SOCIEDAD
Hay gente que no siente dolores, no tiene achaques, pero están también los cargadores del enorme peso de una enfermedad, extraña condición físico mental, y ese hecho irrefutable de ser y estar enfermos los parte en pedazos, los rompe, los debilita y los retuerce entre gritos, ya reprimiendo el próximo quejido o dejándolos salir por los suspiros, sin consecuencia sanadora, mientras intuyen que el coronavirus los estremecerá con más fuerza, entrará en nuestras áreas más íntimas y nos dificultará la respiración, nos dejará sin aire, y esto muchos no lo comprenden, lo que significa quedarse sin aliento, que le falle a uno lo más básico, que es esa paz que trae la suave inhalación tras su contraria, aquella imperceptible entrada y salida del oxígeno, para que como una tempestad que penetra de sopetón una isla pequeña se apodere de ti el peor de los desasosiegos, que es presentir que te asfixiarás en solo dos segundos y asfixiarte de verdad, volver al desespero de tus vías respiratorias hirviendo en carne viva, porque vendrá, inexorablemente avanzará el aire ahogado, provocando que sientas la destrucción de las cavidades que se esconden detrás de tu cara, hincadas por miles de alfileres a la vez pero que te herirán individualmente, te rasgarán las paredes de los globos de los pulmones, inflados por una sustancia maligna, llenos de
aguas inmundas, te quemarán las narices, las bembas inflamadas y, para los iniciados en tales suplicios, el desembarco de la pandemia será una nueva vuelta a esos horrores, que muchos sienten a diario, otros intermitentemente, muy a pesar de la compañía, paliativos y distracciones, porque enfrentar cualquier dolor siempre trae, tarde o temprano, un hundimiento en soledad, un derrumbamiento en la más recóndita habitación de nuestro ser mediante el cual se trituran los deseos de arrastrarse con fatiga por todos los laberintos y desvíos de la persona que uno es o está en proceso de siendo, que esas telarañas reflexivas suponen, un mirarse desde adentro con desde fuera, un juicio que no termina nunca sobre sí hacia el mundo que desemboca en las típicas carreras, pesadillas, de las mentes aturdidas que conforman el conjunto de los adoloridos, pánicos negados a apagarse del todo por los que estamos en la eterna búsqueda de la fuga de aquellas punzadas terribles, de estas señales nerviosas recordadas, imaginadas, lentas en cortar la comunicación con el neuro sistema central, cuya macabra caravana de verdugos hace que nos duela tanto, que nos duela cada vez más fuerte y caigamos por los abismos delirantes de las fiebres, suficientemente lejos de la posibilidad de que cese, este dolor, desaparezca entre la vida o la muerte. / 14
The Turning Point x Aydasara Torres
Escribir en segunda (ร ntima de una distancia desmentida) Anรณnima
15 / REVISTA CRUCE: PANDEMIA Y SOCIEDAD
Fue Carlos Fuentes quien te sorprendió (tenías 16 años) con un relato escrito en segunda persona narrativa. Para tu bien o para tu mal, todavía muchas cosas te sorprenden, más que en la literatura, en la vida. El verano puertorriqueño de 2019, los sismos de enero de 2020 y, sobre todo, el confinamiento global que sucedió al brote del COVID-19, son los asombros más recientes que han tocado tu centro, por mencionar algunos hechos colectivos que te hacen saber que no vives ni escribes en primera persona, ni para ti, al menos no todo el tiempo. Pero sabes que apenas estás pisando el prólogo. Por primera vez en veintiséis años, quedas separada provisionalmente de tu lugar de trabajo profesional, ése del que ahora no sabes si lograrás pensionarte en otros cinco años (¿habrá retiro o, incluso, quedará Universidad de Puerto Rico para entonces?). Porque lo impensable entró en acción en la primera institución de educación superior del país mucho antes que la pandemia: la Junta de Gobierno ya casi logra convertir a la UPR en un Leviatán que se autodestruye. Pero esa es otra historia, y no estás lista para escribirla. Como no estás lista, piensas, para trabajar hasta los 70. Otra primera vez: ésta después de dieciséis años de haber fundado familia. Estás las 24 horas del día y los 7 días de la semana en casa; una casa donde ninguna tarea, excepto algunas que te autoreservas, no se dividen por género, y donde siempre hay mucho por hacer. Al principio, una subida de adrenalina y de endorfina te hizo sentir que habías retornado al paraíso. Eres una madre profesional, como fuiste también una mujer profesional soltera. Pero ya la doble jornada, aunque en tu caso es bastante equitativa, pesa. Tanto, que aún algo terrible, como tener que alejarse de la gente y quedarse en casa para evitar contagiar o contagiarse con una enfermedad potencialmente mortal, que está causando mucho sufrimiento, se te presentó, de momento, como el toque de campana a una boxeadora que estaba a punto de desplomarse. No madrugar, ni maquillarse y, sobre todo, no estar sometida a la tiranía del reloj ponchador, sé sincera, lo recibiste como una recompensa paradójica, y algo de justicia poética, para la asalariada oprimida que te habita y te acompleja desde que tu padre te llevó, hace bastante tiempo, a una de sus huelgas sindicales.
Habrá tiempo ahora, pensaste, “para hacer cosas” (no para escribir, porque sabes que solamente puedes escribir bajo presión, como si le estuvieras robando las horas a alguien o a algo más que se supone atiendas antes, y ahora el tiempo te sobra, eso crees). Te ocupas de gestionarte algunos asuntos largamente postergados relacionados con tu escritura: completar tu blog autorial, arreglártelas para promover un libro de reciente publicación cuya aparición ha coincidido con la pandemia, y organizar inéditos. Pero resulta que, contigo, también ha entrado en casa la escuela de los niños, el trabajo editorial e, incluso, los reclamos afectivos de quienes quedan separados de ti por el toque de queda. No, el tiempo no te sobra. La distancia que se abre entre ti y el mundo, conlleva un acercamiento radical, a veces
The Turning Point x Aydasara Torres / 16
incómodo, entre tú y los tuyos. Es como la diferencia entre ver una escena panorámica y otra en primer plano; ahora los ves a todos ampliados al 200% todo el tiempo, como eres vista por ellos. Ya no les separan ocho a diez horas de distancia. A la cuarta semana, lo que suponías armonioso y perfecto deja asomar aristas y huecos. Se te notan el cansancio y la impaciencia, más que las raíces sin teñir: tus límites. Porque luchar por la supervivencia es natural, por muy extrañas sean las actuales circunstancias; pero mantener la convivencia requiere de estrategias más complicadas que evitar un contagio. Proteger y protegerse no cuesta tanto como aceptar y aceptarse, o crecer y dejar crecer. No hay mascarilla, ni guante, ni desinfectante que pueda esterilizar las relaciones familiares. (…) Escribir en segunda persona este texto que no es una crónica, ni un ensayo, ni un cuento, sino una “íntima”, es otra estrategia que intentas para apalabrar otra cosa. Esa que has logrado evadir hasta este párrafo. La sorpresa más trágica que te han traído estos días de distanciamiento de unos y acercamiento a otros. En segunda, no solamente porque te resulta imposible redactarlo con la cercanía intoxicante de la primera persona narrativa, sino porque a esa fiera voz del Yo conviene mantenerla vigilada, para que no se desmande. (…) Se trata, en esta ocasión, y aunque quisieras tachar esta línea (tú que evades los excesos sentimentales en la escritura porque luego no puedes ponerles brida), del mayor afecto de tu vida antes de tu maternidad: tu padre. Y, cuando escribes padre, fácilmente cambiarías la pe por una eme, pues de él recibiste el afecto desprendido que se suele esperar de una madre. (...) ...El 2020 no te preparó para su hybris. (…) Resérvate la anécdota. No estás en un reality show. Si te decides a publicar la “íntima”, 17 / REVISTA CRUCE: PANDEMIA Y SOCIEDAD
que a tus lectores les baste esta línea: “Una tarde de 2020, mi padre mató a MI padre”. (...) ¿Recuerdas que empezaste por Aura? Estaba redactada en segunda persona y evocaba fantasmas; los espacios y tiempos se superponían, justo como ahora. No es resultado del azar que escribas muchos de tus poemas en segunda persona. Es un resguardo. (…) Random, así le llamarían tus hijos a este texto. Pero odias la escritura automática. Redacción selectivamente rota y fragmentaria, y una forma de barrer los vidrios grandes sin desechar los pequeños. Esos, los que caben entre uña y dedo, son los que valen poema, novela o cuento. (…) Son tiempos confusos, sobre todo para ti que hace tiempo querías desembarazarte de un sistema corrupto que arranca de las personas sus mejores años para luego dejarlas solas con sus restos, y que al artista que no puede vivir de su arte le quita horas y espacio de creación para convertirle en una especie de superviviente de sí mismo: un oficinista triste de haber y deber, o un mercenario grotesco. Ahora que tienes el tiempo servido, ¿quién eres para ti y para quienes no esperan de ti un libro, sino tu presencia? (…) Varios días después, al saludarte, te llama “hermana”, no hija; una forma inusitada de reconocer el mal sin nombrarlo y gestionar el perdón sin mediar más palabra. (…) “Su mente no rige”, tienes que creerte esto. (…) No lo publiques. Reescribe. “Aquella tarde de 2020, MI padre no logró matar a mi padre, pero lo lloré como a un muerto”.
(…) “El auto que una vez…no, segunda vez, conducido por
se avienta por error contra mí no es un error, se avienta por ¿en un “amague” cruel?, no es un hombre. No por ese hombre. (…)
“Lo conduce la soledad, la vejez, la frustración, las enfermedades, la hipermedicación, o el desajuste provocado por este descalabro, me repito. Pero un reclamo furioso, un dolor violento, ha usurpado el amor que le dio cohesión a todo mi mundo, y me lo devuelve roto”. (…) Te en
jodiste. ¿Qué haces primera? Pásate
escribiendo a tercera.
(…) “Aquella tarde de 2020 sus sollozos se oyeron en todo el vecindario, como los que llegaron a sus oídos de pequeña, cuando una madre del barrio perdió al hijo en una balacera”. (…) La objetividad narrativa no entiende de distanciamiento cuando el ser es el objetivo. (…) “Por entonces, se sentía segura de que la fiereza paterna, por todos conocida, solamente se manifestaba un par de veces al año y se dirigía, exclusivamente, contra los dueños de este mundo y los guapos de barrio. Su padre nunca agredió a su familia. Por eso el duelo fue tan real como profundo. “…Y tuvo ella misma que morirse, no a su edad actual, sino a los diez años, para sobrevivirse y amar lo que de su padre quedó vivo aquella tarde de 2020: mi Padre”. The Turning Point x Aydasara Torres / 18
Puerto Rico en cuarentena Mike Rivera
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Cuarentena Ángela M. Valentín Rodríguez
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Llevaba sentada más de cinco minutos con la cabeza recostada en el guía de su automóvil. Había llegado hacía más de cinco minutos y aún estaba encerrada en su auto con la puerta del garaje abierta. Lloraba sin consuelo. Lloraba. Estaba extenuada física y mentalmente. Las cosas, que de por sí nunca iban bien, ahora irían peor. Acababa de recoger todas sus pertenencias en la oficina. Sus pocas cosas… pues su puesto de trabajo era tan precario como su sueldo, como su casa, como su relación matrimonial… todo agarrado con alfileres. Hay que agarrar el patrón con alfileres, hilvanarlo livianamente, así le decía su abuela cada vez que cosía un vestido. Luego parecería que el traje estaba cosido ya, pero ¡no!, ¡simulacro! Si tratabas de entrar en él sin cuidado, aunque fuera solo para probártelo, corrías el gran riesgo de quedarte con las tiras de tela en las manos... Así mismo era su vida, puntadas hilvanadas en la precariedad, el miedo y el desconsuelo… Había recibido el email de los directores: el gobierno había decretado cuarentena. El virus se había regado desastrosamente por el país y la única esperanza sería guardarse, encerrarse entre las cuatro paredes del hogar. ¿Quedarse en casa? ¿Quedarme en casa? Ella había leído el mensaje y un escalofrío recorrió su espalda. ¿Ir allá? ¿Por 14 días? ¿Con él? Tuvo miedo. No, miedo no. Tuvo pavor. Porque no era lo mismo el ir y venir. Eso daba respiro, amortiguaba la situación. La hacía menos intolerable. Pero ir allá, a su “hogar, dulce hogar” por 14 días, sin escapatoria alguna, era una especie de suicido, ¿o de homicidio? ¿Y si se extendía esto mucho más? Sabía que de esta no saldría viva. O la mataba el virus o la mataba él, pero viva no iba a salir.
de ella. Estacionó su auto y bajó la cabeza, apoyó la frente en el guía y comenzó a implorar que se le iluminara una salida para aquel laberinto desastroso que le esperaba puerta adentro. Respiró. Se secó las lágrimas, pero el rímel ya se había corrido, dándole un aspecto fantasmagórico a su rostro demacrado. Había envejecido en par de horas lo que no había hecho en años. Bajó del auto y arrastró sus pies hasta la puerta. Abrió lentamente y comenzó a escuchar ruidos que provenían de la cocina. “Mija, ¿llegaste? A la verdad que aquí tú no haces tres carajos. No hay ná de comer. Uno llega cansao de trabajar, pa colmo con esta mierda de situación y tú te has botao llegando tarde. ¿Qué carajos hacías tú en la calle, que todavía no habías llegao? ¿Y esa cara, qué coño te pasó? ¡No te quedes mirándome como una pendeja! ¡Acaba y responde!” Ella tragó gordo. La saliva no bajaba. Todo empezó a moverse vertiginosamente, pero, de repente, apareció con una claridad prístina la solución a su problema y supo cómo resolver aquello. No, no podía quedarse encerrada con él. Simplemente, no podía. Esa no era una opción. Mientras, él había dado la espalda y continuaba con la labor de cortar los vegetales para su ensalada. Seguía gritando, pero ya ella no entendía sus palabras. Solo veía su espalda y el movimiento de sus brazos mientras cortaba los vegetales. Se acercó. Le tocó la espalda y en aquel momento, él se viró, rápida y bruscamente, cuchillo en mano. Entonces, ella aprovechó y se acercó más aún, como cuando aún no tenía los sueños rotos, y lo abrazó. Mientras el cuchillo se introducía en su cuerpo y ella comenzaba a sentir el calor falda abajo, lo miró a los ojos, a aquellos grandes ojos que no podían creer lo que estaba ocurriendo, y con algo que parecía un esbozo de sonrisa o una terrible mueca, le susurró su despedida…
Recorrió lentamente el camino de la oficina a la casa, paró a echar gasolina, compró algunas cosas, y justo después de entrar a la urbanización, en la curva de la esquina sintió que se quedaba sin aire. No podía respirar, era el pánico. Divisaba desde la curva de la esquina el automóvil de él. Había llegado primero. Y pensó en lo que le esperaba en la cuarentena. Sentía el arqueo violento del estómago, el sudor en las palmas de las manos, y un temblor incontrolable se apoderó / 26
Crรณnica: atardeceres de Pandemia Yolanda Arroyo Pizarro
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