Edición especial María Vol. 4, no. 2, 2018

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María: acercamientos transdisciplinarios a la experiencia del huracán y sus efectos en la sociedad puertorriqueña no.2 vol. 4_n.2_2018

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Portada Salinas Anto Gamunev

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Auxilio/ exilio

Rosaura Rodríguez

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*nota editorial

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Todxs somos puerta(s): la vulnerabilidad como narrativa política Jessica González Sampayo

13

El olvido que no encuentra fin: crónica de los estragos de María en Utuado Alison K. Rodríguez Feliciano

18

La breve historia de #65, un desastre-no-tan-natural y el cuerpo de Polinices César J. Pérez-Lizasuain

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27

María: entre el desastre y la catástrofe Javier Santiago-Lucerna

33

Ante el subterfugio político, el refugio táctico en la guerra de posiciones Ernesto Chévere Hernández

38

Juracán: María en tres golpes Francisco Cabanillas

48

Heterologías y nación

Aydasara Ortega + Rubén Rivera Matos

53

Mienten

Máximo Colón

54

Sobre vivir: Resistir o fluir. “PosMaría” la danza de compartir el entre-medio Noemí Segarra Ramírez, PISO proyecto


*índice

63

92

Vulnerabilidad compartida: un fotoensayo sobre nosotros y los árboles

Bocetos

Carlos Dávila Rinaldi

Edrimael Delgado Reyes y Sebastián Ortiz Menchaca

98

67

esperar y estar en tiempos pos-María Teresa Hernández

Foto-ensayo: The quicker picker upper pt2 Anto Gamunev

100

86

Carmen R. Marín

qué decimos cuando decimos

De lo que se habla

103

Máximo Colón

Las pisadas del insomnio o sinfonía de la incertidumbre: crónica personal del huracán María en cinco jornadas

87

De los incontados:

Ana María Fuster Lavín

Edgar Gabriel Ríos Salgado

90

Asalto

José Raúl Feliciano Rivera

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Rio de fuego Alexandra von Gundlach

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Auxilio/ Exilio Rosaura RodrĂ­guez

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cruce { 6

Esta es la segunda tirada de la edición especial de Revista Cruce, María: acercamientos transdisciplinarios a la experiencia del huracán y sus efectos en la sociedad puertorriqueña. En este número se continúa el cuestionamiento en torno al término en boga del discurso masivo: ‘desastre’, pero también se plantean la solidaridad, la resistencia y hasta el optimismo como mecanismos de lucha. Piezas de arte plástico, ensayos, crónicas, foto-ensayos y textos literarios cierran esta edición especial con la intención de provocar espacios de cruce en los cuales podamos discutir, replantear y entrever los efectos de un fenómeno que aún estamos enfrentando y que nos urge continuar abordando de modo transdisciplinario y consciente. Agradecemos nuevamente la colaboración de Carlos Dávila Rinaldi, quien también nos brindó piezas de arte plástico para el primer número. A él se le suman en esta tiradai: Rosaura Rodríguez, Alexandra Von Gundlach, Aydasara Ortega, Máximo Colón y Rubén Rivera Matos. Además, contamos con artículos de Alison K. Rodríguez Feliciano, Francisco Cabanillas, César J. Pérez-Lizasuain, Ernesto Chévere Hernández, Javier Santiago-Lucerna y Jessica González Sampayo. Rodríguez Feliciano utiliza el Campamento de los Olvidados como símbolo de la inequidad en Puerto Rico. Cabanillas presenta una narrativa que vincula a México y Puerto Rico en un paralelismo del desastre en el cual Puerto Rico sobresale por su condición colonial. Pérez-Lizasuain ofrece un texto híbrido que debate dicho


*nota editorial

concepto, ‘desastre’, en el discurso oficial al discutir las medidas gubernamentales ante el evento de María. Chévere Hernández maneja términos de la sociología para hacer un llamado a provocar cadenas de equivalencias entre diversos grupos y enfrentar el sistema del capital. Santiago-Lucerna analiza los sentidos en los que el neoliberalismo hace catástofres de los desastres y cómo los discursos manejan el poder. González Sampayo reflexiona sobre la relación de los sujetos con las puertas como espacios que se transmutan en herramientas de resistencia. Asimismo, los foto-ensayos de Anto Gamunev, Edrimael Delgado Reyes, Sebastián Ortiz Menchaca y Noemí Segarra (PISO proyecto) presentan el paisaje y los cuerpos que luchan y encaran las adversidades desde sus prácticas (y desde su vulnerabilidad). Luego, los textos narrativos de Edgar Gabriel Ríos Salgado y José Raúl Feliciano Rivera laboran uno de los temas dolorosos del huracán: los muertos no reconocidos en la oficialidad, pero también muestran la familia como un santuario casi milagroso. Finalmente, Teresa Hernández ofrece un texto híbrido en el cual poesía y narrativa infantil replantean el trauma desde la libertad que resulta de la creatividad; Carmen R. vol. 4_n.2_2018

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Marín crea un universo poético en el que converge una subjetividad que sirve de portavoz de quien mira con honestidad y sensibilidad todo este proceso de resistencia y recuperación; y Ana María Fuster Lavín nos llevar a recorrer con una crónica los aciertos, desaciertos y dinámicas consecuentes al huracán. Agradecemos el apoyo de los colabordores de ambas tiradas, de nuestros lectores y en especial de los miembros de la Junta Editorial (Sonia Cabanillas, Martín Cruz Santos, Hugo R. Viera Vargas y María José Moreno) y la Junta Asesora (Roxanna D. Domenech y Sugelenia Cotto). ¡Que disfruten de este cruce! Dra. Mariveliz Cabán Montalvo, Decana Escuela de Ciencias Sociales, Humanidades y Comunicaciones Presidenta Junta Asesora Cruce Dra. Alexandra Pagán Vélez Directora Editorial Cruce

i. Véase el primer número de Cruce: María: acercamientos transdisciplinarios a la experiencia del huracán y sus efectos en la sociedad puertorriqueña

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Todxs somos puerta(s): la vulnerabilidad como narrativa política

Jessica González Sampayo

puerta –como todas las cosas que se abren y se cierran– es una palabra mágica. (Anagilda Garrastegui)

Me pregunto cómo rescatamos las historias. Las vivencias que no escuchamos en la radio. Esas, las que cuando vemos una puerta de entrada, tal vez recordamos las horas que unas manos estuvieron luchando con lo que sea que estuviera al otro lado. Me pregunto, en un contexto posMaría, si con el internet como moneda de intercambio, el silenciamiento de nuestrxs desaparecidxs y el forzado atragantamiento de normalidad… hemos olvidado las vivencias de estas horas, estos espacios y estas personas. Ante el claro desfase entre el discurso oficialista y las realidades de nuestros días, buscamos voces críticas que nos guíen entre la niebla. Algunos dirán que es mejor escuchar la academia o a los pocos periodistas con plaza antes que la narrativa oficial. Sin embargo, me pregunto, ¿hemos olvidado escucharnos? Acá intento colectivizar el dolor 8

en aras de visibilizar las voces de la comunidad –que aún 150 días después, no se escuchan en la radio. Pequeñeces ahora cobran vida y sirven como símbolos de apertura o de cierre. Ese mirar, de pronto se fija en las puertas. La(s) puerta(s), como elemento arquitectónico que en sí mismo facilita una transitoriedad, provoca reflexionar sobre los límites, y a la vez, las fugas que estas presentan. Si se les quitasen los marcos —haciéndolas inmateriales– dejándolas en su significado espacial que identifica el borde entre el aquí y el allá, el ahora y antes (o después), el tú y el otro; ¿se pudiese cruzar? Allá, a las historias de un veinte de septiembre. A las historias y temáticas que se han acallado tras el ruido del momento. En un intento de recobrar vivencias enmudecidas, rescatamos las puertas como portal que nos adentra a unos espacios temporales, y para efectos de este escrito, que sirven como matriz dialógica que ponen a conversar la memoria con las complicidades que arrastra y produce. El discurso se construye como camino material y absoluto. Y en este camino, “discurso”, se cubren o se cierran las puertas, o ambas, hacia otros caminos, hacia las realidades que existen fuera del discurso. Lo vemos claro. Nos han pintado el camino, cerrándonos las puertas laterales que nos posibilitan


otras alternativas. Quienes crean el discurso oficialista constatan el límite, sin saber que incitan a provocar la transgresión que surge de la fuga de esos límites flatulentos. El límite se desborda entre voces ahogadas bajo concreto armado y desaparecidos que descansan en nuestros patios. Desaparecidos y muertos que quieren barrer bajo la alfombra. Anónimos, sin cara, sin nombre y sin razón oficial que narre su muerte. Han provocado que el límite se convierta en la respuesta contestaría al discurso oficialista. Los límites, por tanto, provocan las fugas que viabilizan una transitoriedad por puertas recién abiertas. He aquí la imagen de lo que se le fugó al gobierno —la siempre posible apertura de otras puertas. La puerta como hito, periplo y hasta metamorfosis, centraliza la restitución de otras voces, a la vez que mantiene constante varios ‘abrir y cerrar’ continuos. Más allá de su función práctica de cercar un espacio, las recobramos desde su límite material para (re)significar y delimitar acontecimientos. Asimismo, para como instrumento dialéctico, vislumbrar un entrar y salir entre vivencias, temáticas, tiempos y espacios. Desde el umbral se ve allá algo como un sostén de seguridad “Nuestra agonía dentro de ese baño era, mantener a la niña calmada, una niña de cuatro años, pelear con la puerta –ver cómo asegurábamos la puerta– y, tratar de no fijarnos en la ventana que estaba a punto de irse con los chorros de agua entrando”. Abrir la puerta implicaba dejar entrar el miedo y dejar caer la estructura. Bayrex, la niña y el amigo estuvieron catorce horas, más que combatiendo el metal, guerreando por mantener sanidad y coherencia. Todo se había volado en la casa: los gabinetes estaban a la intemperie; los muebles, destrozados; ventanas y puertas, saqueadas; y todo yacía completamente entrivol. 4_n.2_2018

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pado... La puerta se había convertido en el sostén de seguridad que mantenía la esperanza de poder salir a algún nuevo comienzo, aunque fuese uno desde cero y sin precedente. La guerrillai había comenzado a eso de las nueve de la noche anterior, con vientos que palpaban vibraciones de ultratumba. A eso de las doce, se había volado la puerta de la sala, forzando encuentros indecentes y sin retroceso. La decisión de albergarse en el baño llegaba tras la explosión de cristales en la puerta de la cocina. Con el vuelo de proyectiles se hacía menester irse de tú a tú desde un espacio más pequeño y manejable. Después de las dos de la mañana, no quedaba señal que advirtiese a otros de la impotencia que surgía del “sin saber” cómo manejarse. “Yo pensé en amarrar la puerta del baño –y, ¿cómo uno amarra la puerta desde adentro y sin ningún tipo de soga?– habíamos traído los bultos de las computadoras[…] y con el cable de la computadora de Aumar, amarramos la puerta por la cerradura… porque es que no teníamos más nada”. Habían decidido hacer un plan instantáneo que los llevó a entrar comida, cojines, y luego de un rato, hasta un colchón de dos plazas. Estando allí en el umbral de la incertidumbre, sentenciaron abrir la puerta del baño –la que en el momento se convertía en la seguridad– mientras combatían el temor que era dejarlo todo ir. Cerramos la puerta, y entonces quedaba hacia afuera –el matre [colchón] y nosotros al otro lado empujando la puerta hacia afuera– manteniéndolo firme con el matre[…] y ahí, empezamos a coger turnos. Lo que hicimos fue, que cogimos la neverita contra el matre– ahí nos sentamos en la neverita y empujábamos con los pies, del gabinete del lavamano para poder hacer fuerza hacia atrás… y ahí cogimos turnos… no sé, de cinco y seis horas…

Por las próximas catorce horas, en un proceso de solo dejar adentro 9


la estabilidad menguante, se desoía la ventana a punto de estallar y se rechazaba dejar entrar el miedo. “Nos inventamos todo tipo de cuentos,” Bayrex explica que el estar con la niña no les permitía perder el control –dejar entrar el miedo. Se entretuvieron haciendo cuentos por catorce horas, no dejando que la ventana a punto de estallar les causara más revuelo. En un espacio tan pequeño, se perdía la intimidad de poder hacer sus necesidades en privado, y tener hasta un espacio para poder conversar con los terrores que tragaban. Algo tenía que recobrar otra forma que les diese una fuente de luz y sanidad. Una motivación que les permitiese abrir nuevas formas de compartir y mantenerse tranquilos. ¿Pero, tras una guerrilla con la puerta del baño, quién podría convertirse en la puerta que dejara entrar el aire? Lo que antes entendieron como (in) seguro, ahora recobraba otra forma. La puerta del baño, ahora como mero utensilio en la guerrilla sinfónica de sensaciones, pasaba a ser un personaje secundario que absorbía todo tipo de cuentos que allí surgían. La niña, se transformaba en la puerta que viabilizó la construcción de realidades inéditas. La puerta que les dejaría entrar el aire, re-significar espacios y dejar entrar otras posibilidades. Ya no sería la del balo –ahora la puerta había cobrado otra forma. Fue la mezcla de inocencia, curiosidad y astucia que traía la niña que ayudaron a metamorfosear a la niña. La niña se convirtió en la puerta, que desde su umbral les brindaba algún tipo de seguridad. Acá desde otro umbral, impalpable y atemporal, presenciamos el paso de batón, la metamorfosis y la nueva vía en la que atravesaría la seguridad. La niña-puerta, ahora transmutada, sería el nuevo espacio, umbral y vía que les adentraría un sostén de luz y certeza por las próximas catorce horas. Así, desde los límites, surgen y se transforman las fugas. Es en ese transitar que podemos no solo cruzar 10

por los umbrales, sino conversar con las transformaciones que se van produciendo en el camino. La puerta del baño, carga consigo las percepciones que esa noche de ellos se llevó. Es a través de ella, que podemos casi palpar la presión que vibraba. Más, es a partir del umbral impalpable y atemporal, que podemos contemplar la transmutación de una niña a ser puerta que cambió el panorama. Bayrex Rosa tiene 36 años de edad. Vive en el camino El Cabrito en el barrio Mariana en Humacao. Es parte de la comunidad de Arecma. Su casa es sencilla y pequeña. Junto a él, vive en un estudio un amigo con su hija. Cuando le pregunté a Bayrex qué era lo que significaban las puertas en un contexto pos-María, me contestó que “más allá de ser lindas, son estructuras seguras”. El tema de la seguridad siempre estuvo presente en toda la narrativa, sin embargo, estar en el límite –ahí en el umbral– permitió presenciar una puerta metamorfoseada que había cobrado vida, ya hacía unos cuatro años. Desde lo transitorio y constante, se abrió la diáspora del milenio “Si nos vamos, nos vamos los tres y punto...,” explicó Edwin tras un largo silencio. Eso fue lo que contestó cuando le pregunté qué sentía en el momento que agarraba a su hermano, y su papá lo agarraba a él. A las dos de la mañana, en el barrio Mariana se había formado una cadena humana que luchaba por agarrar la puerta de su casa. Edwin, mientras me habla de las horas que formaron una cadena humana, también me visibilizaba la cadena generacional que se volvía a formar tras la expulsión de toda su familia. Sin saberlo, ya no solo me habla de la puerta que agarraban, sino de la puerta que se abrió, dando paso a la nueva diáspora –la que ahora no sabía si regresaba. El forcejeo comenzó a las dos de la mañana cuando de momento explotó


toda la terraza y Edwin, de 55 años, junto a su hermano de 33 y a su padre de 82 años se mantuvieron más de cuatro horas batallando contra la puerta de su casa. Estaban claros, si se iba uno, se iban todos. “Nos quedamos al descubierto y ahí empieza la osadía de nosotros”. La intrepidez que más allá de representar la batalla con la estructura y la resistencia ante la inseguridad, luego constataría el duelo entre los que se quedarían y los que serían desplazados. Las cadenas más adelante se transformarían en otras puertas, abriendo o cerrando otros caminos. “Mi hermano que estaba ahí conmigo, (sic.) agarramos la puerta, él agarró, yo agarré a mi hermano, y mi papá me agarró a mí… y estuvimos ahí hasta las seis de la mañana, aguantando la puerta”. La pared de cristal temblaba, los goznes de las puertas se deslizaban, y todo esto mientras la incertidumbre sobre lo que quedaría, aumentaba. Aguantaban con las manos, más allá de una puerta, la esperanza de permanecer unidos y a salvo. A las seis de la mañana, pudieron soltar la puerta, dejaron antes las máquinas de lavar como soporte. Al fin pudiendo moverse y presenciar la nube blanca que desaparecía el resto de la vista, decían “estamos vivos”. “Yo lo único que dije fue Señor, gracias a Dio’ (sic.) estamos bien –eso es material… estamos vivos”. Pausa en el medio del octavo minuto, me mira a los ojos mientras dice “mi papá no perdió la puerta –mi papá perdió todas las puertas y todas las ventanas, porque se metió el mar y le sacó todo… pero le arreglamos su casa y él se fue del país”. La conversación se torna de ser una mera entrevista al testimonio de los exiliados, los botados. La profundidad de los ojos de Edwin, traen consigo el peso de la noche que le dijo adiós a su padre. La voz, ahora se oye más áspera mientras me explica cómo “toda la familia tuvo que sacar a sus ancianos [de la Isla], y cómo “lo más triste de María es que toda mi familia abandonó al País –es lo más que me duele”. Al décimo vol. 4_n.2_2018

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minuto, pesa el silencio. El silencio de entender que ya no hablábamos de la cadena que estuvo horas guerreando por la vida, no. Las cadenas ahora son las de las generaciones que ahora guerrean entre la violencia simplona del #YoNoMeQuito y la violencia lenta del exilio forzado. Una soslaya y echa a un lado todas las variables presentes en la toma de decisión de esa transitoriedad. No toma en consideración el sin trabajo, la sin tierra o el tener que escoger entre ‘salud o educación’. La otra, la violencia lenta, también conocida como la pobreza que hemos heredado, es la que ha sido increíblemente manufacturada, que ha sido desapercibida hasta que llegó María. Pararse en este umbral también es entender, que eso que está al otro lado, no se sabe qué es. La puerta como personaje y mediadora, nos transporta al forcejeo de aquella madrugada de septiembre, mientras centraliza los distintos cierres que abren nuevas rutas en la diáspora del milenio. Edwin Castro Martínez vive en el pueblo de Humacao, lleva 28 años trabajando en la comunidad de Arecma, y aunque se retira ahora, ha sido maestro de Robótica, Contabilidad e Información Tecnológica hace ya unos 33 años. De la clase graduanda de cuarto año en su escuela, en el último mes, 89 estudiantes han sido expulsados de su Isla, tras la falta de información de poder terminar su último año. Edwin siendo él mismo hijo de la diáspora, tras irse a los seis años junto a sus siete hermanos y su madre en busca de comida; les llama la diáspora del milenio –la que no sabe si regresa, y la que a su vez exilió a toda su familia. La familia que le quedaba es de una comunidad llamada El Botecito. La familia de Edwin tenía 22 casas, de las cuales ahora solo quedan dos habitadas. ¿Se abrió o se cerró la puerta? Edwin dice que solamente se va el “viernes después de su diagnóstico”. Lleva seis meses tratándose un cáncer –solo a partir del último diagnóstico 11


determinará si cierra la puerta en Humacao y abre otra en Houston. La(s) puerta(s), como elementos arquitectónicos son en sí mismas un símbolo de apertura y de cierre. Como elemento espacial, como objeto que tiene un marco que identifica el umbral –el espacio que no está ni aquí ni allá– nos posibilita insertarnos ahí, en medio de la transitoriedad de las vivencias que esa puerta sostiene. Es ahí que se comienza a fluir en las distintas fugas. Ellas, como herramientas que nos permiten entrar en los hogares, espacios íntimos y en las voces que estas cargan; propician la oportunidad de problematizar asuntos que surgen de la memoria colectiva de una colonia enmudecida. En tanto se plasma como estructura concreta, también se transforma en estructura dialógica que concentra la puesta en escena de la puerta no solo como personaje que co-construye una historia, sino como portal que permite el fluir de posibilidades, fugas y transiciones. La puerta cobra vida y se convierte en personaje que aguanta secretos, miradas e instantes; mientras también lleva consigo un umbral dialógico que se nutre del fluir entre la vivencia y los asuntos que devienen a partir de esta. Como terceros en el umbral, presenciamos desde cadenas humanas alteradas a cadenas generacionales que abren paso a nuevos espacios y formas de vida; hasta puertas materiales que ceden su rol, para metamorfosear una niña convirtiéndola en puerta de luz y de certeza. Al final del camino, nosotros acá solo estamos en el umbral. Ellos nos han abierto la puerta un rato –si ahora está cerrada o no… es cuestión de perspectiva.

i. Para efectos de este escrito, la palabra guerrilla se utiliza para referenciar una batalla interna y forzosa, en un contexto huracanado.

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El olvido que no encuentra fin: crónica de los estragos de María en Utuado Alison K. Rodríguez Feliciano

El huracán María fue discriminador, tras su paso por la Isla supo distinguir entre los más vulnerables y los atacó sin pena. Al menos esa podría ser una razón no tan convincente para justificar que aun más de 140 familias de la comunidad Río Abajo en Utuado han perdido la paciencia en una espera que indigna porque el Gobierno simplemente no les responde. Tanto es así, que tuvieron que cambiarse el nombre al Campamento Los Olvidados en un intento por llamar la atención de la prensa luego de que colapsaran tres importantes puentes que conectaban el sector 315 con la carretera principal de Utuado cruzando el Río Grande de Arecibo. En efecto, les dio resultado, pero solo para recibir los alimentos Meal Ready To Eat (MRE, por sus siglas en inglés) y suministros de primera necesidad que provee el Servicio Militar. ‘‘10 días después del huracán vinieron helicópteros de FEMA, aterrizaron en el patio de mi casa, dejaron la comida y como 6 minutos después se fueron,’’ expresó Daniel Pagán, quien posee una vivienda justo en la orilla del Río. Daniel sostuvo que uno de sus vecinos estuvo sin comer durante 7 días y colocó varios cartones en el techo de su casa con la palabra ‘‘HELP’’, esperando que desde el aire fuera identificado. Un día antes de la tormenta Daniel vol. 4_n.2_2018

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decidió mudarse a una vivienda del otro lado del puente y alentó a sus vecinos a que también lo hicieran porque tenía la sospecha de que la estructura colapsaría. ‘‘Ha pasado ya con otros huracanes, George fue uno de esos, y es que ese puente no está bien construido’’, añadió el también empleado de la empresa Ferroviara Agroman. Sin embargo, no todos los residentes corrieron con la misma suerte de Daniel y para mitigar el problema de acceso a la carretera y comunicación con sus seres queridos improvisaron un zip line tendiendo un cable de acero. En este, colgaron un carrito de compra para acarrear no solo el peso de los suministros, sino también el de quien tenga el valor de montarse en él. Cabe destacar que esta alternativa es viable únicamente cuando el río no crece por la constancia de lluvia. Y es así como la comunidad 315 tiene dos opciones: poner en riesgo su vida deslizándose en medio del Río Grande de Arecibo o soportar la angustia de no saber nada de sus familiares, al mismo tiempo en que permanecen sin servicios de agua y energía eléctrica. Así lo refleja el caso de José Candelaria, un paciente de cáncer de 83 años de edad, quien no ha podido ver a su hija desde que aconteció el huracán. ‘‘Estoy sufriendo porque no he podido ver a mis hijos desde María. Sufro porque sé que 13


ellos están preocupados por mí. Si no llega a ser por mi nieto que se atreve a cruzar el puente bajando por la escalera y busca las cositas que necesita de vez en cuando, no sabría nada de ellos’’, relató José. Más allá de las visitas acompañadas de promesas falsas que ha realizado FEMA, la alcaldía municipal y otras entidades federales para evaluar la situación de la comunidad, no se ha observado acción dirigida a reconstruir la estructura o al menos a proveer un puente provisional. ‘‘Tres semanas después del huracán, el alcalde nos prometió que tardarían más o menos tres semanas para que la Guardia Nacional colocara un puente temporero. De eso ya van casi dos meses y aquí no se ha visto ni sombra del puente’’, reclamó Daniel. El hombre indicó que ha escuchado a ingenieros militares comentar sobre posibles formas de reconstrucción de la estructura, todas a largo plazo. Una propuesta fallida la tuvo el personal de la Autoridad de Acueductos y Alcantarillados (AAA), que comenzó a crear un camino de piedras y arena como sustituto al puente, pero las constantes crecidas en el caudal acabaron con el sendero. Por si fuera poco, la caída del puente ha representado también un peligro a la salud de los residentes de Río Abajo. Esto debido a que las tuberías que transportaban la planta de tratamiento de aguas sanitarias de la AAA se rompieron, quedando expuestas al cuerpo de agua y desechando todo en él. El conflicto requiere un trato de urgencia porque el Río Grande de Arecibo desemboca en el Lago Dos Bocas, cuerpo de agua que nutre al Superacueducto y que a su vez les suple a los municipios de Dorado, Manatí, Barceloneta, Hatillo y Arecibo. Por otro lado, la falta de servicio de agua ha provocado que los residentes recurran a bañarse, lavar ropa y hasta consumir de cuerpos de agua 14

contaminados, acción que los pone en riesgo de infección por múltiples virus, particularmente por la leptospirosis. Y aunque hace dos meses se inició una campaña de prevención contra esta enfermedad, la misma ha tenido mayor presencia en el área metropolitana quienes gozan en su mayoría de servicio eléctrico. No ocurre igual en las áreas más remotas que se encuentran totalmente incomunicadas. Para muchos utuadeños aunque la situación les resulta exasperante por tratarse de un asunto de derechos humanos no les parece tan ajena a su realidad antes de María. Utuado, al igual que muchos otros pueblos de la montaña, ha vivido un olvido a nivel social, económico y educativo, sistematizado por las autoridades gubernamentales. Como muestra de esto, entre los planes de ajustes presupuestarios al Sistema Universitario de Puerto Rico, se contempla el cierre definitivo del Recinto Universitario de Utuado (UPRU), ‘‘una joya académica olvidada’’ según lo describe Sandra Enríquez, profesora de la Institución. En su columna del 12 de abril de 2017 publicada en el periódico El Nuevo Día la autora sostuvo: ‘‘La UPRU posee los únicos viveros orgánicos de café certificados en Puerto Rico y el único laboratorio de catación de café certificado por [la] Specialty Coffee Association en el Caribe. La sede del Bosque Modelo de Puerto Rico se encuentra en nuestro recinto y aquí nació la Alianza Paso Fino de la Universidad de Puerto Rico en Utuado’’. El cierre de la universidad representaría un mayor problema a nivel económico en el municipio ya que, de acuerdo al Negociado del Censo Federal, Censo de Población y Vivienda de 2000, el pueblo cuenta con un 60.3% de su población bajo el nivel de pobreza. Por otra parte, su ingreso per cápita es de alrededor de $5,086. Es a través de iniciativas educativas dirigidas a la agricultura o el turismo que el municipio


puede alimentar su economía y la de los pueblos aledaños. Ante situaciones como esta, entidades gubernamentales directamente relacionadas al asunto como el Departamento de Agricultura deciden hacer caso omiso. La agricultura agroecológica por ejemplo, que tiene una presencia significativa en el pueblo de Utuado, ha tenido un desarrollo lento por la falta de incentivos económicos en comparación con los que otorgan a las multinacionales de biotecnología localizadas en tierras de primer orden, según Elena Biamón presidente de Boricuá, organización de agricultores agroecológicos. Al remontarse a la década de los 30 con la conmovedora letra del “Lamento Borincano” como síntesis del vivir de los puertorriqueños durante la recesión económica, se comprende que

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la gente que residía en áreas rurales tenía la obligación de emigrar a ciudades del norte para vender sus productos agrícolas. De esa forma, creaban la diáspora que no culminaba en Puerto Rico, sino en ciudades de Estados Unidos. La injusticia, el maltrato y la segregación que vivieron estos jibaritos fue sanguinaria. 87 años más tarde la historia de Utuado y pueblos rurales se repite. La enajenación brilla por su presencia, la indiferencia cobra más peso que la solidaridad. Entretanto el pueblo cansado de esperar, se levanta por sí mismo. Se escucha el sonido del tractor limpiando los escombros, se observa la risa del niño que junto al abuelo liga el cemento, se corren las gotas de sudor tras el empeño de unir lo que desde siempre ha estado roto.

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La breve historia de #65, un desastre-no-tannatural y el cuerpo de Polinices César J. Pérez-Lizasuain

A Luz N. y César Leonardo El ser que viene es el ser cualsea. En ésta, el ser-cual está recobrado fuera de su tener esta o aquella propiedad, que identifica su pertenencia a este o aquel conjunto, a esta o aquella clase (los rojos, los franceses o los musulmanes); Así, el ser-tal que permanece constantemente escondido en la condición de pertenencia […] sale él mismo a la luz: la singularidad expuesta como tal es cual-se-quiera, esto es, amable. El amor no se dirige jamás hacia esta o aquella propiedad del amado (ser blanco, pequeño, dulce, cojo), pero tampoco prescinde de él en nombre de la insípida abstracción (el amor universal): quiere la cosa con todos sus predicados, su ser tal cual es. Giorgio Agamben, La comunidad que viene 1. Lodo Se respira a ese olor tan peculiar que sale luego de la lluvia. ¿O será ese olor que salía de la grama cuando el viejo Pedro hacía el patio? Sobre todo, si eres del campo, tú sabes de lo que te hablo. Sin embargo, la intensidad en esta ocasión es mayúscula. 18

¿Será ese olor de la hierba recién cortada? Es posible que objetivamente no sea el más placentero de los aromas. Pero caramba, en mi memoria es uno de esos aromas confortables que te hacen sentir en casa. Igual, es que recuerda mi niñez en un modesto pueblo al sur de la Isla. Bueno, miren ustedes, no es que yo sea tan mayor. Me disculpan si en mi alocución haya dado la impresión de que les hablaba un viejecillo. Apenas tengo 33 años. De nuevo, por favor, disculpen si también he dado la impresión de que estoy vivo. Supongo que aún estoy en las de acostumbrarme a esta nueva “condición”. Sí, entre comillas porque no estoy muy seguro de cómo describir el estado en el que me encuentro. ¡Estado! ¡Eso es! Estoy en una especie de estado donde tiempo y espacio se han congelado. Frío. Mucho frío. Ah, el olor, ese maldito olor. Ya no me parece tan reconfortante. En realidad ya no huele a la hierba recién cortada. ¡Es que todo es tan confuso en este estado! Igual es que me recuerda a esos laboratorios de Agronomía que me obligaban hacer cuando era estudiante del Colegio de Mayagüez. Casualmente, en este momento llevo las uñas tan sucias como en aquellos días de laboratorio. Pero hoy no sé distinguir bien si lo que se entierra como alfileres bajo mis uñas es tierra o sangre. ¿O ambas? Ese olor a humedad, hongo y a tierra. Humedad y tierra. Ya está: ¡el olor es de lodo! Apesta y pesa mucho.


Prometo no disculparme más, pero perdonen nuevamente. No por mi lenguaje, ni lo sueñen, es la que hay. Así se habla en el Oeste, esplayao. Si no me cree vaya al barrio Trastalleres y pregúntele a Julito, el dueño del Manantial en Mayagüez, que me mandaba a callar por mal hablao cuando la gente, en plena explotaera del “happy hour”, no me dejaban llegar a la barra. Igual, es que en este estado se me antoja gritar las palabrotas más groseras del universo. ¡Ay, solo si pudiera gritar! Es como si no tuviera pulmones. Tengo la sensación de que se han convertido en dos pesados sacos de cemento armado. He descubierto que puedo sentir. Entonces soy capaz de sentir, pero no puedo gritar. El truco de ir entendiendo cómo se brega en este estado es medio complicado. De seguro le cojo el piso rápido. Bueno, o tal vez no. La verdad es que no sé cuánto tiempo vaya a pasar aquí. ¡Ah! Ya se me olvidaba explicarles la razón por la que les suplicaba que me disculparan nuevamente. Es que creo que quizás debí comenzar por el final para tener esto claro clarito: estoy más muerto que la puta muerte. 2. Un desastre-no-tan-natural: austeridad neoliberal y violación de derechos humanos

El efecto económico, sobre todo en el empleo, es evidente que va a haberlo, ya lo estamos viendo, compañías despidiendo empleados, las reducciones, eso está ahí y es parte del efecto catastrófico que trae un huracán. Carlos Saavedra, Secretario del Departamento del Trabajo y Recursos Humanos Era la noche del 19 de septiembre y todos los medios de comunicación en la Isla se concentraban en una cosa: el inminente paso del huracán María, un ciclón de categoría cinco con vientos de hasta 200 vol. 4_n.2_2018

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millas por hora. A la mañana siguiente, todas las luces se apagaron y la última vez que pudimos comunicarnos con nuestros seres queridos desapareció con los fuertes vientos. Nunca imaginamos que pasarían dos y tres semanas para poder enterarnos de la suerte que corrieron muchos de nuestros familiares y amigos. Al día siguiente del evento, la única estación de radio que quedaba en el aire anunciaba la mala fortuna que había corrido una familia oriunda del municipio de Yauco que fue enterrada entre los escombros y el lodo arrastrados por un deslizamiento de tierra. Las autoridades confirmaron la tragedia, pero no mencionaron la palabra “rescate” en ningún momento. Los días que siguieron al evento descubrimos que cientos de personas habían desaparecido, mientras que centenares también murieron por falta de oxígeno, atención médica, suicidios, inundaciones, deslizamientos de tierra y agua envenenada. También aprendimos sobre la lentitud y el desdén del gobierno local y estadounidense cuando han fallado con negligencia crasa los envíos de misiones de rescate, suministrar el agua potable y la comida que tanto necesitaba la mayoría de la población. En ese momento, comenzaron a realizarse serios cuestionamientos al gobierno estadounidense. El 4 de octubre llegó la “respuesta” caída como maná del cielo: el presidente Donald J. Trump visitó la isla y elogió el trabajo del gobierno local al indicar que el desastre natural había causado un número reducido de muertes (16 confirmadas en ese momento) mientras que al mismo tiempo se quejaba del costo económico invertido en el esfuerzo de recuperación. Tan solo habían transcurrido unas horas desde que el Presidente abandonara la Isla, cuando el gobierno local anunció, con pasmosa tranquilidad, que el número de muertos ascendía a 36. Desde ese momento, la cifra oficial 19


había aumentado a 64 mientras que la prensa internacional ha comenzado a preguntarse acerca de los cientos de personas que han desaparecidas y de las muertes confirmadas, pero que no han sido contabilizadas como víctimas del desastre. El New York Times ha sugerido la posibilidad de miles de muertos. El gobierno local y federal se ha negado a proporcionar mayor información. Por si fuera poco, también nos hemos ido enterando de que, como parte de lo que parece ser una estrategia políticopublicitaria que busca negar el elevado número de víctimas, el gobierno autorizó la cremación a mansalva de cientos de cadáveres en las funerarias de toda la Isla. En la noche del viernes 27 de octubre salió a relucir que en efecto el Departamento de Seguridad Pública había permitido, desde el paso del evento atmosférico, la cremación de 911 cuerpos. Lo que dificulta, ciertamente, que las muertes puedan ser investigadas con el rigor que merecen. Nada nuevo bajo el sol, pues en este país, durante 16 años (1993-2009), las estadísticas relacionadas a la incidencia criminal se trataban con la levedad que lleva una hoja en el aire. Para seguir respaldando las fundadas sospechas que han levantado tanto la prensa internacional como otros medios independientes, el Centro de Periodismo Investigativo fue quien primero levantó la voz de alerta cuando informaba que en el mes de septiembre se registró un aumento de 43% en el promedio diario de muertes reportadas entre los días 20 y 30, del mismo mes, tras el paso del huracán María. El huracán María significa para los puertorriqueños una crisis dentro de la crisis. Puerto Rico ha sufrido por más de un decenio una crisis económica causada principalmente por una deuda pública que asciende a 72 mil millones de dólares. Desde entonces, el gobierno puertorriqueño ha implementado una 20

serie de políticas de austeridad, o lo que David Harvey llama prácticas asociadas a la acumulación por desposesión, lo que resulta en una reducción considerable de la esfera pública, de derechos sociales y la promoción estructural de la desigualdad social. Sin embargo, desde la década de 1990 se vienen aplicando políticas neoliberales en Puerto Rico: el sistema de salud se privatizó por completo, en 1998 se privatizaron las telecomunicaciones, en 2006 se aprobaron nuevos impuestos sobre el consumo, en 2009 se despidieron a treinta mil empleados públicos tras la declaración de un “estado de emergencia fiscal”, en 2010 se privatizaron nuestras carreteras para posteriormente privatizar el único aeropuerto internacional en la Isla durante el 2013, en el mismo año se aplicaron medidas de austeridad en el sistema de retiro de los empleados públicos, la educación superior pública fue desmantelada en 2017 y, en el mismo año, una nueva reforma desreguló las leyes laborales para reducir las protecciones legales en el empleo y los ingresos de los trabajadores puertorriqueños. De manera que cuando el fenómeno natural golpeó el archipiélago caribeño el nivel de pobreza alcanzaba casi el 50% de su población, un promedio de 14 familias perdían sus hogares todos los días por ejecuciones hipotecarias y la tasa de desempleo sobrepasaba, y por mucho, el 12%. De este escenario se desprende la siguiente pregunta: ¿Existe alguna relación entre las políticas de austeridad neoliberales y las condiciones que determinan la situación de las víctimas de desastres naturales? La idea de desastre natural que considero aquí, parte del trabajo de los criminólogos Penny Green y Tony Ward en su libro State Crime: Governments, Violence and Corruption (2004): “El tipo de desastres naturales que nos preocupan aquí [...] son aquellos por los cuales la responsabilidad (en términos de muertes, lesiones,


‘vida segura’ y destrucción del entorno construido) puede rastrearse, en un grado significativo, hasta llegar al estado, pero cuyo valor nominal se le atribuye más fácilmente a causas naturales” (54). En efecto, lo “natural”, bajo este entendido sobre el concepto de “desastre natural”, queda desmitificado en la medida en que podríamos considerar las políticas neoliberales de austeridad como elementos que precipitan los resultados extremos y catastróficos que resultan de estos fenómenos. Se trata, en definitiva, de consecuencias catastróficas que no solamente se explican por la magnitud del propio evento atmosférico, sino cuyo origen se halla, más bien, en decisiones políticas y económicas que terminan precarizando la vida en general. Sobre todo, en la medida en que se deshacen de regulaciones jurídicas que promueven la seguridad social. Podríamos considerar como ejemplos las modificaciones que flexibilizan los códigos de construcción y el uso de terrenos. O bien, el desmantelamiento de agencias de protección civil, como lo han sido el Cuerpo de Bomberos de Puerto Rico y la Agencia Estatal para el Manejo de Emergencias y Administración de Desastres. O incluso, la entrada en vigencia de la reforma laboral de 2017 que ha flexibilizado o elimina protecciones legales en el trabajo y cuyas consecuencias, sobre todo a partir en la alta cifra de despidos posterior al evento atmosférico, aún quedan sin ser plenamente estudiados. En fin, se trata de una crisis humanitaria provocada por un desastre que no tiene mucho de natural. Se trata de un desastre político y del fracaso de la agenda económica que han impulsado las clases dominantes en Puerto Rico. Lo irónico es que tras el desastre-no-tannatural, estas mismas élites económicas y políticas, tan bien representados por el Estado y la Junta de Control Fiscal, pretenden seguir inyectando el mismo vol. 4_n.2_2018

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fallido antídoto: mayores y más intensas políticas de austeridad que terminarán por precarizar la vida puertorriqueña a la vez que ampliará considerablemente la rampante pobreza y desigualdad social que se ha gestado en las últimas décadas. 3. El día antes El frío y el olor a tierra húmeda se han ido. Sobrevienen otros olores mucho menos gratos. El silencio era absoluto. Pero desde hace unos días, bueno o por lo menos yo pienso que han pasado días, se escucha como el rugido de alguna maquinaria. Desde entonces pienso que se trata de equipos de rescate y por eso guardo la esperanza de salir de aquí pronto. ¿La expectativa es lógica no? El Estado debe haber desplegado todos sus recursos, su gente y su tecnología para por lo menos encontrar los cuatro huesos que me queden. Así como lo leen. No ponga esa cara, mire bien, si usted es de los que se atosigaba llorando en el “break de la esperanza” debe parar de leer en este mismo instante pues no prometo finales felices. Si usted es de los “ejecutivos de la noche” que se ha tragado el cuento del “echar pa’lante” y la vaina esa de “reinventarse”, pues me sorprendería mucho más que haya llegado hasta aquí leyendo. Si usted es uno de esos, seguro que termina su lectura aquí y me tilda de “loser”. Si eres de esos, ¡no leas más! Te esperan en Paseo Caribe, síguelo. Bendita suerte la de este país. Una década entera de crisis y ahora con dos tormentas en las costillas. Para acabar de fastidiar, acá se cuela el ruido y logro escuchar un poco las radios encendidas de los vecinos. Las cosas que están pasando, por Dios. La lista es interminable, pero tendríamos que añadir un no tan novel descubrimiento: María ha dejado tan claro como el agua la homologación plena entre la “sociedad política”, como decía Gramsci, y los medios de comunicación corporativos 21


en el país (tú sabe, yo cogí mi cursito de Ciencias Políticas en el Colegio). Los medios de comunicación locales se han colgao. La cosa es que ya no soporto escuchar ese ruido de la onda radial pues ya no tiene correspondencia con el especial estado en el que me encuentro. ¿O nos encontramos? No estoy muy seguro, la información en estas profundidades es mínima y la dichosa onda radial parece un eslogan de publicidad que pretende vender salchicha enlatada e insiste en repetir que Puerto Rico se está levantando. Como decía el caballote de Elliot Castro: ¡Sucio difícil! Bueno ya, a lo que voy. Pienso en el día antes. En cómo eran las cosas, la manera en que jugaba con mis sobrinos o la tarde entera que pasamos en la cocina de la vieja echando chistes y cocinando o cuando iba caminando al chinchorro de Cheíto. Recuerdo que horas antes de la tormenta le decía a mi hermana que todo estaría bien y que al otro día estaríamos con los vecinos cortando ramas. Le dije que se cocinara ese sancocho tan fuera de liga que aprendió hacer observando a la abuela. ¿Qué pasó? ¿Cómo llegamos aquí? ¿Cómo yo llegué a estar sepultado bajo tanto de lodo? Oye, porque te digo una cosa, en este desastre tan desastroso hay como un asunto de seguridad pública. ¿No? O sea, que no la hay. Quiero decir que ha fallado por completo. Pero claro, pienso que algo que básicamente no existe no puede fallar y por ende, no puede tener la culpa. ¿Cómo tirarle los veinte al gobierno por el desastre si el mismo gobierno en los últimos 25 años se ha empeñado en abandonar su responsabilidad hacia eso que se llamaba seguridad social? ¡Ah, ya sé! Es que ahora la seguridad de nuestro hogar, de nuestro trabajo, de nuestra educación y salud, dependen exclusivamente de nosotros. Se me olvida esa vaina del hombre que tiene que ser emprendedor, autónomo e individual. Así me lo han remachado algunos 22

panas sanjuaneros: que si no tengo plan médico es porque no me lo he trabajado lo suficiente. Que si no hay trabajo es que no doy la talla y tengo que reinventarme. Que no hay nada regalao, dicen. Dicen y que las cosas públicas, cuando había salud estatal, que cuando había leyes laborales, que cuando había hospitales públicos y códigos legales para construir mejores viviendas y darles mejor uso a nuestros terrenos, pues que eso y que nos hacía más vagos y no era el escenario ideal para los negocios y que por lo tanto, dañaba la sociedad. Que todo debería correr alrededor un sector privado que se encargaría de promover un ambiente de competencia. Justito como las telecomunicaciones que son privadas desde el 1998. Contra, ¿de qué me hablan? ¡Desde entonces no hay un puertorriqueño que no se queje de los costos y servicios que ofrecen los proveedores de celulares! Y ahí llegamos al meollo gente: es que también nos habían metido las cabras con que ese ambiente de competencia supuestamente libre nos hace mejores, más creativos y productivos. Me disculparán todos los humortivadores de la vida, pero es que parece que esta cuestión que llamamos vida no funciona así. En mi profesión como agricultor, las cosas siempre iban un poquito mejor cuando entre nosotros o bien le metíamos a eso que se llama “economía solidaria” o cuando incluso compartíamos semillas y técnicas de siembra. Pues eso es lo que quiero decir; que lo que llamamos vida, o bueno, lo que yo llamaba vida, ese saber que emana de ella por medio de la interacción con otras personas, es el elemento más común que existe. ¿Y cómo tú privatizas eso? Yo lo aprendí así. A tiempo. Lo común por encima del interés privado es lo único que nos saca de este desastre. Pero miren, todo ese cuento del gobierno y del sector privado es una guasa, pura mentirita. Sí, este desastre tiene culpables y responsables. Con nombre y apellidos. La seguridad social no se desmantela sola, lo hacen los humanos.


Y no cualquier tipo de humanos. La verdad, yo creo que eso son cosas de guaynabitos que no han salido nunca de la Metro. A mí que nadie me meta el mocho, aquí hay responsables porque el origen de esta tragedia es humana y no natural. Por cierto, el ruidito ese como rugido, por lo que entiendo, son varias plantas eléctricas encendidas en el vecindario. Y yo tan tonto pensando que me venían a rescatar con una puerca y par de helicópteros. ¡Bah! ¡Pamplinas! He escuchado que los helicópteros los tienen para desplazar la carne blanca, muy blanca, de algunos miembros del gabinete ejecutivo. Igual, quizás yo aquí estoy mejor que en el mundo de arriba. El de los vivos que están muy muertos. Una vez oí decir que en la Guerra de Irak los cadáveres invasores de los gringos tenían más derechos que los sobrevivientes iraquíes. Eso está fuerte. En ese caso, y bajo mi peculiar estado, aquí parece que me tratan como un rebelde iraquí que ha sobrevivido un ataque yanki. En otra ocasión también escuché que Donald Rumsfeld, tras los atentados del 9/11, había dicho que el mundo se había convertido en un campo de batalla. Parece que Puerto Rico se ha convertido, para la corrupta clase política puertorriqueña y para el gobierno americano de Donald Trump, en su renovado campo de guerra. ¡Que se vayan todos! Pero termino como empiezo, ¿cómo llegamos hasta aquí? Yo lo más que me atrevo afirmar es que al parecer no estamos así por la consecuencia cronológica del paso de María por el país. Al parecer algo hemos dejado de hacer bien mucho antes de que llegara la bestia huracanada. 4. El cuerpo de Polinices o cuando los muertos definen la vida de los vivos

El pobre cadáver de Polinices, en cambio, dicen que un edicto dio a los ciudadanos prohibiendo que vol. 4_n.2_2018

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alguien le dé sepultura, que alguien le llore, incluso. Dejarle allí, sin duelo, insepulto, dulce tesoro a merced de las aves que busquen donde cebarse. Y esto es, dicen, lo que el buen Creonte tiene decretado, también para ti y para mí, sí, también para mí; y que viene hacia aquí, para anunciarlo con toda claridad a los que no lo saben, todavía, que no es asunto de poca monta ni puede así considerarse, sino que el que transgreda alguna de estas órdenes será reo de muerte, públicamente lapidado en la ciudad. Estos son los términos de la cuestión: ya no te queda sino mostrar si haces honor a tu linaje o si eres indigna de tus ilustres antepasados. Sófocles, Antígona En la sociología del desastre se conocen estudios y escritos del siglo XIX sobre la contabilidad de muertos tras catástrofes naturales. Al igual que en el análisis biopolítico sobre el desarrollo temprano de la medicina moderna a partir del siglo XVII, desde hace siglos se emplean métodos de observación, técnicas para establecer estadísticas y regulaciones legales dirigidas a la formulación del saber que se desprende de los cuerpos sin vida tras una catástrofe natural. Ruth Miller en su libro Law in Crisis: The Ecstatic Subject of Natural Disaster (2009), demuestra que no solo la observación de los cuerpos entre escombros arroja luz sobre las condiciones y detalles que provocaron la muerte biológica de un individuo o grupo, pero también la ciencia forense interviene en la producción socio-normativa y en el lenguaje asociado a los desastres naturales. Por ejemplo, desde el siglo XIX se insiste en conocer el estado en que se encuentran los pulmones de las víctimas de un desastre pues de ello se desprende información valiosa al momento de adjudicar fecha, hora y causa de la muerte. Incluso, más 23


allá de los factores observables a simple vista, también se puede establecer la condición psicológica de la víctima al momento de su muerte: si resistió, gritó o intentó escapar de los escombros. El lodo o la sangre debajo de las uñas también han servido como indicadores del estado subjetivo de la víctima antes de morir. Comenta Miller que en las observaciones tempranas sobre la contabilidad y condición de las víctimas de desastres naturales en Europa no estaban ajenas a la subjetividad política del relator o investigador. Insiste la autora que estos relatos, aunque revestidos de cierta cientificidad, llevaban en su contenido una visión marcadamente eurocéntrica. Esa narración ha moldeado el contorno biopolítico sobre las catástrofes naturales en la modernidad. Cita Miller un escrito realizado en 1857 en el que se analiza un terremoto cerca de la región italiana de Nápoles: “the extent of the catastrophe was not nearly as great as that of many of the South American earthquakes (93).” Además del aspecto evidentemente racista, y la increíble similitud con los comentarios que emitiera Donald Trump en su visita Puerto Rico, este tipo de narración instaura al menos dos factores que van a condicionar la supuesta civilidad y grado de desarrollo de aquellas sociedades que reciben el impacto de la catástrofe: 1) el número de muertes; y 2) la agilidad y rapidez en que se desarrollan las etapas de recuperación y reconstrucción. Un elevado número de muertes denota incivilidad y el fracaso económico y político de las élites dominantes en algunas sociedades. De forma muy similar, en Puerto Rico se va generando un marco biopolítico o una gubernamentalidad, es decir un orden normativo de la subjetividad como lo entendía Michel Foucault, alrededor de la negación de nuestros muertos. Pero eso nos es todo. Miller sostiene que 24

históricamente el death toll, durante y posterior a un desastre natural, es políticamente manufacturado. La motivación, sobre todo, nace de una especie de discrimen que puede ser racial, religioso, étnico, cultural, de clase o incluso, heteronormativo. Hay unos cuerpos sin vida al que se les asigna una identidad política, como el de Etéocles en la trama de Sófocles, y que por lo tanto, son portadores de derechos. Hay otros cuerpos sin vida que no son reconocidos y por lo tanto, fueron vidas sin Bios o cuya significación política se declara nula ab initio. Son los cuerpos de Polinices y de la vida desnuda. En el segundo caso, se trata de un tipo de discurso apegado a una razón productivista muy cónsono con las lógicas neoliberales y desde la cual el dispositivo biopolítico asume la forma de la sobrada y grosera estrategia publicitaria del Puerto Rico se levanta que insiste en la reconstrucción del país mediante el fomento de la privatización, la suspensión de los convenios colectivos y la precarización del trabajo. En este sentido, los muertos negados serán aquellos sujetos impolíticos que servirán de cimiento para forjar un nuevo modelo de país y, como sugiere Saskia Sassen, impulsar un nuevo sistema normativo desde el cual se buscaría la expansión del dominio privado sobre el interés público y común. Todo esto transcurre mientras se incrementa el costo de vida de los puertorriqueños en plena crisis y se siguen promoviendo despidos a granel que tendrán el efecto de intensificar el despoblamiento de la Isla. El propósito, sugiere la propia Sassen, es la anulación del interés y escrutinio público respecto a la actividad económica. El Estado consolida su dominio biopolítico alrededor de los muertos negados, motivado no por su condición misma de Estado, sino por su condición de clase. Nuestros muertos son nuestros pobres;


nuestros viejos desamparados; nuestros enfermos; y nuestros olvidados en los campos. El cuerpo sin vida debe poseer cierto estatus político para ser contado como víctima del desastre natural. En este caso, nuestros muertos, aun cuando tenían vida, andaban despojados de toda identidad política. Se trata de una infraclase desechable, como le llamaba Zygmunt Bauman, producida por el denominado Nuevo Modelo de Desarrollo (NMD) impulsado desde el 1992 por el sector bancario-financiero criollo y su brazo político encabezado por el binomio PNP-PPD. Entendamos que los factores que agravaron el desastre ocasionado por María no fueron climáticos, fueron políticos. Adelanto tres de estos factores con la intención de desarrollarlos en otro escrito. Estos son las factores de: pobreza generalizada, corrupción y, según lo entiende la politóloga Wendy Brown, la des-democratización de la sociedad. El silencio criminal, lo que se calla, por parte de la agenda gubernamental, es paradójicamente la columna que sostiene la narrativa política en Puerto Rico a partir de María. Es cierto, nuestros muertos representan el fracaso y la incapacidad de esa clase dominante enroscada en el actual gobierno y en la Junta de Control Fiscal. Pero no perdamos de vista que la muerte también representa el devenir del proyecto neoliberal en Puerto Rico. Todo va indicando que nuestro país será escenario de experimentación en la evolución violenta del capitalismo global. A Puerto Rico le ha llegado su 1973. 5. Nombrar la vida cualsea Siempre voy al revés. Nunca les dije mi nombre. Aunque trato, les juro que ya no lo recuerdo. Debe ser el cansancio. Aunque ya no hay lodo sobre mi cabeza tengo la sensación que de todas maneras no podré descansar por un buen tiempo. Parece que ya no tengo nombre. Alcanzo escuchar vol. 4_n.2_2018

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solamente números. Primero se escuchaba un 65, luego un 912. Todo es muy confuso. Al parecer ustedes, amables lectores, tendrán la pesada tarea de buscarme, no importando cualsea, un nombre. Si es que se buscara reivindicar la vida de los que nos fuimos, entonces esas voces que aún queden con vida tendrán que nombrarnos; y gritar todos nuestros nombres con la misma fuerza. Hace calor. Mucho calor.

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María: entre el desastre y la catástrofe

Javier Santiago-Lucerna The concept of progress must be grounded in the idea of catastrophe. That things are “status quo” is the the catastrophe. It is not an ever-present possibility but what in each case is given. Thus Strindberg (In To Damascus?: hell is not something that await us, but this life here and now. Walter Benjamin

I. Evocando una conocida distinción de Foucault (1998), puede decirse que el desastre pertenece al orden de lo “natural,” de la “naturaleza,” mientras la catástrofe al de lo simbólico; o sea del discurso. Lo que resultaría curioso, cuando se habla de un fenómeno atmosférico de la magnitud del huracán María, es la forma en que lo primero, el orden de lo “natural,” termina subsumido al segundo, el orden de lo simbólico. Dicho de otro modo: la única manera de constituir el desastre natural en catástrofe es por medio del discurso. Ello nos lleva a una segunda operación, relacionada también a las formulaciones de Foucault: esta oposición binaria entre el desastre y la catástrofe es muy similar (quizás deba decirse, sospechosamente similar) a la forma en que Occidente acostumbra formular sus proposiciones espaciales. Al interior de estas oposiciones binarias propiamente modernas (“cuerpo-alma, carne-espíritu, instinto-razón”), opera vol. 4_n.2_2018

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una cierta operación propedéutica de tipo espacial. Es decir: por medio de ellas se constituyen de manera efectiva relaciones espaciales entre un “adentro” y un “afuera.” Lo que no debe olvidarse es que, tal como sucede en la relación entre el desastre y la catástrofe, el “adentro” suele subordinar el “afuera.” Esta propensión a construir y constituir relaciones dentro de un marco propiamente espacial (o sea, entre un “adentro” y un “afuera”) es una de las múltiples maneras en que el liberalismo decimonónico logró articular la dominación y explotación. Al constituir el “adentro” como ámbito de lo privado y el “afuera” como lo público, logró aislar la voluntad individual del interés colectivo, y afirmar su derecho no solo a explotar a quien fuera de la manera que quisiera, sino a dominar, primero al sujeto de la explotación y, más adelante, a la sociedad (Losurdo, 2014; Rancière, 2014). El pensamiento liberal del siglo XIX está repleto de instancias en las cuales se intenta reafirmar este derecho, y en ellas se recurre constantemente al espacio. Entonces, el que María aparezca como una catástrofe implica que, desde el punto de vista del liberalismo contemporáneo (eso que algunos se empeñan en llamar “neoliberalismo”), existe un interés por restablecer las mismas distinciones que le dieron vida al espacio previo al paso del huracán. En otras palabras: que las relaciones de dominación que ordenan la explotación están no solo vigentes, sino también presentes. En la medida en que el discurso de la catástrofe se despliega y subsume el desastre, comienza a operar una macabra lógica cuyo único norte es recuperar la normalidad espacial perdida en un mundo trastocado. Y, por encima de todo ello, hacerle creer a todos que, como dice la proverbial canción de salsa, “aquí no ha pasado nada; todo 28

quedó como estaba.” Por ello, Benjamin (1969, 1999) advertía que la catástrofe es una oportunidad que aparece en un momento crítico cuando el status quo amenaza con prevalecer. Solo allí puede darse el verdadero progreso, aquel que trasciende el tiempo homogéneo y vacío de la historia lineal, y reafirma el poder del presente, del ahora, en la medida en que revela las ruinas del “lo que fue” y muestra el potencial emancipatorio del “lo que puede ser.” II. La respuesta a María “el desastre” (en vías de constituirse como catástrofe) puede y tiene varias lecturas. La deuda y sus dispositivos es uno de ellos: puede aparecer como catástrofe (en el sentido que le otorga Benjamin) en la medida en que acentúa y acelera la sujeción del territorio a las políticas extractivas del capital financiero. En esta instancia, María la catástrofe depende de una peculiar definición del liberalismo contemporáneo, cuyo énfasis descansa sobre el balance de fuerzas entre capital (financiero en su mayoría) y la figura del Estado benefactor: “[t]he privatization of social insurance mechanisms, the individualizations of social policies, and the drive to make social protections a function of business constitute the foundations of the debt economy” (Lazzarato, 2011). Aun cuando se difiera lo suficiente de la apreciación del Estado benefactor como instancia de lo público, está definición del liberalismo depende del acto de privar. Y en la medida en que lo logra, produce a un individuo al margen de lo público (concebido como esfera de lo político, en el sentido que le atribuye al concepto (Mouffe, 2014). Es decir, produce espacio, distancias, que procuran la autonomía de una (lo privado) con respecto de la otra (lo público). Dicho de otra manera: en la medida en que se priva a los individuos


de algún bien común (mecanismos de seguridad social, de protección y la formulación de políticas de corte público), su existencia se convierte en una privada. María “la catástrofe,” entonces, muy bien implica la continuación de esas políticas privativas (o de austeridad) no a pesar, sino a partir de ello. En este sentido, la parte más controvertible de María ha sido la insistencia en restablecer la deuda como elemento coyuntural de las relaciones espaciales de poder en el país. A pesar de la destrucción, y como antesala al discurso de la catástrofe, la insistencia en recapturar la atención pública por parte de la llamada “Junta de Supervisión Fiscal” (JSF) resulta, a lo sumo, sorprendente. Y, sin embargo, en el empecinamiento, revela su propia naturaleza al insistir ya no importarle el pago de la deuda, sino la sana administración de los fondos de recuperación. De este modo, continúa adelantando una versión tecnocrática de la gestión de lo común. Ni la aparente controversia con la administración Roselló (resuelta en los tribunales a su favor) desplaza la atención sobre lo que resulta más que evidente: la lucha entre quién administra los “fondos de recuperación”. Por más que la defensa del Estado apelara a la democracia, y señalara las bases anti-democráticas de la JSF como argumento a su favor, la gestión de lo público en ambos casos sigue respondiendo a los preceptos del liberalismo contemporáneo. A pesar de su insistencia en el autoritarismo anti-democrático de la JSF, la administración Roselló no vaciló en recurrir al decreto a la hora de crear una “Oficina Central de Reconstrucción y Recuperación,” adscrita a la “Autoridad para las Alianzas Público Privadas,” yendo por encima incluso de la rama legislativa (la cual rápidamente le señaló los visos anticonstitucionales de la acción vol. 4_n.2_2018

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ejecutiva). Dicha acción sentó el tono de lo que sería el duro y arduo camino de vuelta a la “normalidad”. Y es que, una vez superada la etapa crítica del desastre, comenzó a asentarse la catástrofe: el gobierno liberal continuó con su agenda privativa, neutralizando lo político, extirpando cualquier discusión acerca de la naturaleza de la reconstrucción y recuperación fuera del alcance de la esfera de lo público, continuando con su agenda de reinventar el gobierno (la cual evoca el trillado discurso de los años noventa). De este modo, se reafirmó el status quo aun cuando la tónica liberal no continuara el sendero de la austeridad. Y es que, debe comprenderse, el liberalismo contemporáneo no es solo austeridad; este persigue restablecer la centralidad del dominio privado por encima de lo público y dibuja un grueso muro ampliamente visible entre ambos ámbitos. O, siguiendo a Brown (2005) (citado en Balibar, 2014), este liberalismo es, a su interior, anti-político, en la medida que intenta neutralizar o abolir todo tipo de antagonismo en la esfera de lo público. De ahí su énfasis desmedido en lo privado, ya que su voluntad es la de privar al individuo de su derecho a lo político. De aquí que el sector privado, declarado como el verdadero campeón de la recuperación por varios legisladores de mayoría, retomará el discurso del “gobierno facilitador”. Le acompañó la recalcitrante insistencia de que lo privado debe a toda costa permanecer como lo privado (queriendo decir con ello, libre de la injerencia del Estado). El grueso y ampliamente visible muro posee, entonces, una cara en cada costado: similares en apariencia, pero que, después de todo, revelan una misma naturaleza: el espíritu del liberalismo contemporáneo. Construir la gestión gubernamental como facilitador e insistir en su independencia con respecto de lo privado permite desplazar los antagonismos inherentes del territorio 29


lejos de la palestra pública. Ocurre, sin embargo, un segundo desplazamiento no menos importante que el primero: lo privado como verdadero motor de lo social. Esta gestión privativa de lo público no es un asunto exclusivo del Estado. Puede que la deuda, bajo el crisol de la austeridad, aparezca como una instancia disciplinaria. Pero ella no pertenece a la sociedad disciplinaria de antaño ni pretende reproducir sus dinámicas particulares. La deuda es un mecanismo de biopoder, es el modo de operar del capital a raíz de la subsunción real de la sociedad que le permite abarcar “la totalidad de la vida.” Su objetivo no es otro que reducir la vida a “reglas económico-políticas” que deben “disciplinarla o controlarla” (Negri, 2006: 197). En este sentido, la deuda no es un asunto puramente económico. Como advierte Lazzarato, su objetivo trasciende el cálculo racional matemático para devenir en una forma de “gobernar dirigida a reducir la incertidumbre en la conducta de los gobernados” (2011: 45-6). Pero esta forma de gobernar no solo es extensiva (como implica el concepto de biopoder), sino también intensiva: reconstituye la relación entre el individuo y su ser bajo la figura del emprendedor, haciendo de él un sujeto responsable. Fue bajo este dispositivo que tomó forma la respuesta cívica al huracán. El derroche de generosidad y bondad de figuras públicas que sucedió al desastre operó bajo la lógica de la responsabilidad y la culpa. En ello no debe quedar duda alguna. Lo interesante al respecto no es quién dio más y quiénes dieron menos. Importa más cómo la respuesta concebida desde este sujeto culpable/responsable se traduce a una gestión individual que construye su cometido benevolente totalmente divorciado de cualquier noción sobre 30

lo común. Así, Chayanne dirigió su ayuda humanitaria a San Lorenzo solo porque nació y se crio en dicho pueblo. Lo mismo Daddy Yankee y Rita Moreno. Esta gestión de la ayuda refuerza la centralidad no solo del individuo, sino también de lo privado. Termina por individualizar la solidaridad (o, lo que es igual, por quebrarla). Pero de igual modo, privatiza la decisión sobre qué es meritorio y que no. Se suprime el carácter público de la recuperación y reconstrucción, establece un canal directo entre el individuo privado que “desea ayudar” y aquel que “necesita” ser ayudado. No extraña, por tanto, que, a la hora de canalizar la ayuda humanitaria, el Estado optara por la creación de una organización “sin fines de lucro.” Así, la ayuda terminó divorciada de otros aspectos, como la administración de la catástrofe. Una vez se aborda el fenómeno de la migración, extraordinariamente magnificado por la catástrofe, se puede aprehender la verdadera escala sobre las cuales operan las lógicas espaciales del liberalismo contemporáneo. Lo que Sassen (2015) llama “lógicas de expulsión” son en realidad la voluntad espacial del liberalismo replicando, a un grado mayor, la división primordial entre lo público y lo privado. Cualquier discusión sobre la reconstrucción y la recuperación, se llevará a cabo al margen de un cuarto de millón de personas que han abandonado el país desde el paso del huracán. III. ¿Existe alguna posibilidad de que esta catástrofe devenga en oportunidad, se convierta, como dice Benjamin, en progreso? Existen tres instancias en las cuales, al menos en apariencia, se cuajó una cierta voluntad en contra del status quo prevaleciente. Cada una de ellas


corresponde a una controversia pública: la disputa de los contratos de Whitefish y JCA; el debate sobre la Central de Palo Seco; y la culminación de los trabajos de reparación del tendido eléctrico. Las tres han servido como punto nodal (sobre todo lo concerniente a la energía eléctrica) no solo en la consolidación de una voluntad cuasi general, sino en hacer un asunto público de aquello que el gobierno ha insistido es una cuestión administrativa (y, por tanto, privativa). La cancelación del contrato a Whitefish y la consecuente renuncia del director ejecutivo de la Autoridad de Energía Eléctrica (y un resultado similar con respecto al contrato de JCA) son instancias donde se puede trazar una línea directa entre la opinión pública y las acciones del gobierno. Pero este asunto también apunta en otra dirección. El hecho de que los cuestionamientos al contrato comenzaran luego de una investigación realizada por la prensa estadounidense, siembra ciertas sospechas sobre la naturaleza de la polémica. Ello se complica cuando se toma en consideración las acciones en las cuales estas gestiones periodísticas desembocaron: el regreso de la JSF (que hasta ese momento naufragaba en un mar de total irrelevancia), y la atención policial del Congreso en cuanto a la reconstrucción y la recuperación (ya que no se puede hablar de mayor injerencia más allá del poder absoluto que ya posee). Que el asunto de Whitefish fuese fabricado desde la prensa estadounidense arroja, de por sí, un terrible diagnóstico sobre la prensa local. Más preocupante resulta la agenda de los medios noticiosos estadounidenses. No debe olvidarse que, en su vocación de crear consenso, siguiendo la fórmula introducida por Agamben (2008), la prensa (en especial la estadounidense, por su naturaleza global) termina por aclamar; es decir, propiciar una concentración cada vez mayor del poder. En este caso, mayores vol. 4_n.2_2018

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poderes para el Congreso sobre los que ya ejerce en términos de la reconstrucción y recuperación. En este sentido, Whitefish se cierne como una catástrofe encima de la ya existente. Claro, si algo logró propiciar este escándalo, es colocar a flor de piel la naturaleza colonial de la relación con Estados Unidos, aun para los sectores más recalcitrantes y pitiyankis del país. Y eso no es poca cosa.

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Sassen, S. (2015). Expulsiones. Madrid: Katz Editores.

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Ante el subterfugio político, el refugio táctico en la guerra de posiciones Ernesto Chévere Hernández

Nota: Este ensayo forma parte de un proyecto titulado Refugiar(se), que recoge la colaboración de diversos autores y artistas, y perfilado en torno al paso del huracán María por la isla de Puerto Rico. Como parte de esta iniciativa, presentamos un extracto para intentar provocar debates a la vez de actuar acorde a los principios colaborativos que el proyecto profesa.

Los refugios forman parte de nuestra cotidianidad incluso desde antes de nacer. Nos refugiamos en el vientre de nuestra madre, nuestro seno familiar, nuestros círculos más íntimos y nuestras comunidades. Quizás no lo percibimos de esta manera, pero los refugios a los que acudimos nos hacen sentir seguros, en paz, inquebrantables. Pero, ¿qué ocurre cuando nuestros nichos de seguridad son vulnerados? El paso del huracán María por la isla de Puerto Rico el pasado 20 de septiembre de 2017 ha reabierto una herida que ya existía, pero que desde el confort era difícilmente perceptible para una gran tajada de la población. No solo se ha cristalizado de manera inequívoca las grandes desigualdades que existen en nuestra Isla, sino, además, el dudoso calibre de la clase política y la situación colonial que nos embarga. Algunas cortinas de humo han intentado minimizar el impacto negativo que padecemos y distraernos de lo medular: somos seres humanos que merecemos dignidad y respeto. Desde algunos refugios se han vol. 4_n.2_2018

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establecido guerras de posiciones contra el capitalismo neoliberal que, de la mano con el colonialismo, tiene a gran parte del País sumido en condición de miseria. Hoy, esos refugios buscan, necesitan, precisan ampliar sus filas de militancia. Para alcanzar un impacto mayor, resulta imprescindible que dichos refugios se asuman como agentes de cambio y transformación trascendiendo algunas de sus diferencias, quizás aquellas menos profundas, ante la subordinación hegemónica que les consume, colocando así el cascabel al chivo expiatorio adecuado. En este caso, resulta necesaria la búsqueda de los elementos en común entre los grupos heterogéneos enfrentados al sistema (en adelante, sistema se referirá al modelo capitalista y neoliberal dominante), que logren constituir un elemento totalizador (un “nosotros”) que consiga articular sus diferencias a través de cadenas de equivalencias frente al sistema (el “ellos”) (Laclau, 1996). Esto es, una búsqueda de denominadores comunes entre los actores en cuestión 33


en la cual, al menos a manera de percepción, se reduzcan las brechas en el espacio político. El efecto de estas cadenas equivalenciales es la unión de grupos heterogéneos en torno a unas construcciones particulares comunes. Ahora bien, el que los individuos reconozcan sus elementos en común a través de equivalencias entre sus luchas no significa que domestiquen sus diferencias. Estas siempre existirán. Según Laclau, las cadenas equivalenciales no pretenden hacer desaparecer las diferencias, más bien infieren un nivel superior de compromiso entre los individuos y grupos afines que escogen unirse sobre la base de lo que les une para alcanzar una demanda en común sin que esto signifique renunciar a sus demandas más amplias (Laclau,1996). Se crea aquí una identidad colectiva con un norte específico en común, en la cual las diferencias continúan operando dentro de la equivalencia, pero no se anteponen a la misma. De esta manera, se posibilita el articular un “nosotros” más amplio, con marcadas diferencias con el “ellos” que representa el sistema –político, social y económico– al que se enfrentan. Cabe destacar que existe una diatriba que busca homogeneizar las diferencias a nivel interno de los Estados. Esto es una totalización institucional que hace que las equivalencias que los grupos dominantes construyen desde sus particularidades se transfieran a la totalidad de la población. Esto no solo suprime las diferencias a nivel interno de los Estados e intenta invisibilizar en cierta manera a las clases dominadas, sino que, además, acrecienta los elementos diferenciales con otros pueblos, etnias, razas o grupos fuera de las propias. Esta normalización de los estándares dominantes hace ver que las clases subalternas lo son porque están inadaptadas o simplemente escogen serlo, es decir, es su propia culpa. Entonces, cualquier cosa que no 34

se parezca a los estándares establecidos por las clases dominantes se percibe como disfuncional y tiene que ser cambiado, modificado o “normalizado”. Esta estrategia suele justificar, dentro de la retórica del sistema, la represión ante quienes se accionen en contra de este y, en ocasiones, su desprecio por parte de otros grupos sociales, además de que puede potenciar enfrentamientos entre las mismas clases dominadas a quienes se les inculca a través de varios medios (educación, medios de comunicación, propaganda, entre otros) que sus equivalencias se articulan con las clases dominantes. Esta estrategia del sistema se interpone también a que dichas clases subalternas –locales y globales– se entiendan como homólogas entre sí. En otras palabras, se emplea el llamado “divide y vencerás”. Esta es la estrategia que emplea el sistema para mantener su hegemonía y evitar cualquier tipo de subversión por parte de las sociedades subordinadas de su Bloque Histórico. El Bloque Histórico es un concepto abordado por Antonio Gramsci para explicar cómo se ejecutan las relaciones de poder. El bloque es el resultado del balance que existe entre dos componentes esenciales, la estructura y la superestructura. Se entiende por estructura las relaciones sociales, políticas y de producción que se llevan a cabo en una sociedad (conjunto de relaciones), mientras que la superestructura se concibe como un reflejo de esas relaciones (representación de las relaciones en un todo). En nuestro caso, la estructura del bloque son los grupos subordinados en el sistema, mientras que la superestructura es el sistema, el cual articula el tipo de relaciones que se llevan a cabo en el bloque. Gramsci sostiene que a partir del reflejo que realice la superestructura de la estructura, es que se construye un imaginario colectivo que se transfiere a la totalidad de la población y le otorga a la superestructura cierto


poder hegemónico al ser el reflejo que recoge la significación del “todo” que representa la estructura. Quien consiga apropiarse de las significaciones de estas construcciones particulares tendrá mayor capacidad hegemónica. Como parte de esta estrategia, la estructura del bloque, en nuestro caso el Estado capitalista y neoliberal, utiliza el discurso y la manipulación del derecho como herramienta. Dice Gramsci (Sacristán, 2013: 357): Si cada Estado tiende a crear y mantener cierto tipo de civilización y ciudadano (y, por tanto, de convivencias y de ilaciones individuales), y tiende a provocar la desaparición de ciertas costumbres y actitudes y a difundir otras, entonces el derecho será el instrumento de esa finalidad (junto con las escuelas y otras instituciones y actividades) y tendrá que ser elaborado para que sea conforme a ese fin... Desde este punto de vista, se legitiman las acciones del Estado ante quien atente contra sus principios, y discursivamente no “castiga”, sino que “lucha” en contra de los elementos de “peligrosidad” en las sociedades. De esta manera, la hegemonía discursiva del sistema ha creado subjetividades que han contribuido en la catalogación de sentido común a elementos igualmente subjetivos y que han pasado a entenderse como normas universales incuestionables. Por ejemplo, las presunciones de lo que significa el trabajo y sus significantes, al igual que el uso paradójico de nociones como “emprendedor” o “flexiguridad” y la significación que le otorga el sistema, trabajan sobre la psiquis del trabajador. En estos casos la clase trabajadora es manipulada de manera subconsciente a, más que apelar a su autonomía, libertad o independencia, a actuar en favor de su subordinación, sujeción y competencia vol. 4_n.2_2018

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(Serrano, 2016: 111). Esto quiere decir que los discursos que se desprenden del economicismo inciden directamente en la conducta de los trabajadores –en este caso concreto constituyendo un homo economicus– para convertirles en agentes que compiten entre sí antes que cooperar. Este espíritu de competitividad, que es uno de los pilares del capitalismo –en la práctica y en el discurso–, pasa a entenderse como un elemento normal y orgánico sin cuestionamiento alguno, arraigándose incluso en nuestros elementos idiosincráticos, como si biológicamente estuviéramos “diseñados” para competir entre nosotros. Las construcciones discursivas del sistema han calado de manera profunda en nuestras conciencias y se han convertido en normas de comportamiento generalizadas. Ahora bien, existen elementos que apelan al surgimiento de nuevas subjetividades de los individuos y nuevos espacios de lucha y resistencia. Si bien es cierto que uno de los mayores éxitos del movimiento neoconservador durante aproximadamente estos últimos cuarenta años ha sido lograr imponer una narrativa única que reduce la relación entre ciudadano y Estado a un contrato, desplazando a un lugar secundario la ética de la inclusión social, la pertenencia, la solidaridad y el igualitarismo de las sociedades, también es cierto, que existen indicios para sostener que, en torno a las crisis, se han ido cristalizado los cuestionamientos de aquellas viejas certidumbres cuadriculadas, enmarcadas por el capitalismo neoliberal y su utilización de las estructuras de la Modernidad, sobre los fundamentos más básicos de nuestra vida común (Morán, 2016: 177-178). “La difusión a lo largo y ancho del mundo de demandas a favor de una regeneración de la vida política democrática, o que defienden cambios profundos del modelo productivo [y de distribución de capitales] –Indignados del 15M, Occupy 35


Wall Street, [Se acabaron las promesas], movimientos altermundistas...– [pareciera] inaugurar una nueva era de movilización colectiva [...] Al mismo tiempo, algunos fenómenos inquietantes revelan también la urgencia de volver a tomar reflexión sobre la ciudadanía” (Morán, 175). Los adversarios del sistema se han mantenido tácticamente enfrentados con el orden mundial de turno y sus defensores en una guerra de posiciones más que en una guerra de movimientos. Según Gramsci, en la política se tiene una guerra de movimientos cuando se trata de conquistar posiciones no decisivas y, por lo tanto, no se movilizan todos los recursos para alcanzarlas. Sin embargo, cuando esas posiciones han perdido todo valor y solo importan las decisivas, entonces se pasa a la guerra de cerco –o guerra de posiciones– recíproca para alcanzar o mantener dichas posiciones decisivas y donde se requieren cualidades excepcionales de paciencia y espíritu de invención (Sacristán, 262). A pesar de menciones de guerra de movimientos por parte del sector que se opone al sistema –por ejemplo, el levantamiento Zapatista en Chiapas de 1994–, se ha asumido mayormente la guerra de posiciones, ya que hasta el momento no se han enfrentado directamente a su “enemigo” más allá de enfrentamientos puntuales entre manifestantes y fuerzas del Estado. Los adversarios del sistema se han aferrado más bien a su posición táctica en las bases, apostando a la constitución y fortalecimiento de una base más sólida. Sus posiciones, que van desde movimientos políticos y sociales, organizaciones comunitarias hasta medios de comunicación de masa alternativos, han ido poco a poco calando en las estructuras pre-existentes de los Estados y adquiriendo mayor visibilidad y contundencia. Ahora bien, Gramsci nos advierte que en el momento en que los elementos subversivos de la estructura, compuesta 36

fundamentalmente por los adversarios del orden global de turno, se plantean reconstruir su propia historia, los propios deseos y las propias pasiones inferiores a la común son causa de error ya que sustituyen al análisis objetivo e imparcial resultando esta acción en un autoengaño (Sacristán, 2013). Resulta imprescindible para los adversarios que identifiquen didácticamente todas las significaciones de sus conceptualizaciones y que lo realicen sobre las bases de las cadenas equivalenciales que les han llevado a constituirse como grupo. De esta manera, garantizan que sus acciones sean cónsonas con sus reclamos y discursos. El sector adversario del capitalismo neoliberal dentro de la estructura del Bloque Histórico está en alzada. Se manifiestan en contra del neoliberalismo, el capitalismo, el control de la información y el despotismo burocrático de muchos de los Estados de los cuales son parte. Se oponen a los sistemas globales que rigen la política internacional y a Estados que en apariencia tienen una base político-social en gente “modesta”, pero cuya estructura es plutocrática y estrechamente ligada al sector financiero global. Gramsci sostiene que: “La historia de los grupos subalternos es necesariamente disgregada y episódica. No hay duda de que en la actividad histórica de estos grupos hay una tendencia a la unificación, aunque sea en niveles provisionales; pero esa tendencia se rompe constantemente por la iniciativa de los grupos dirigentes. [...] Incluso cuando parecen victoriosos, los subalternos se encuentran en una situación de alarma defensiva” (Sacristán, 439-440). Los grupos dirigentes no cederán sus posiciones de privilegio y corresponde a los grupos que alcanzan su autonomía respecto a su enemigo articularse como contendientes unitarios (Laclau, 2005) y buscar que esa unidad adquiera cada vez matices menos


episódicos. En esta articulación no basta solo con críticas al sistema, también hace falta propuestas bien articuladas que apelen a las clases y los grupos a quien se desea llegar para así aumentar las filas de militancia para el enfrentamiento dialéctico contra sus opresores en el camino a la transformación que necesitamos en nuestra sociedad, una más inclusiva y con mayor justicia social.

Referencias Chomsky, N. (1994). El nuevo orden mundial (y el viejo), Barcelona (traducción al castellano 1996), Crítica S.L. Cox, R. (1983). Gramsci, Hegemony and International Relations: An essay on Method.Millenium: Journal of international studies, (12), 2, pp. 162-175. Gil

Villa, F. (2016). La sociedad vulnerable: por una ciudadanía consciente de la exclusión y la inseguridad sociales. Madrid: Editorial Tecnos (Grupo Anaya, S. A.).

Gramsci, A. (1971). El materialismo histórico y la filosofía de Benedetto Croce. Buenos Aires: Ed. Nueva Visión.

Laclau, E. (2005). La razón populista. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica de Argentina. Morán, M. (2016). De ciudadanos a clientes: Los obstáculos para una nueva crisis narrativa sobre la ciudadanía en el contexto de la crisis. En Sociólogos contra el economicismo. Madrid: La Catarata, pp. 156-180. Romanos, E. y Sábada, I. (2016). Redes contra mercados: Medios y modos de coordinación de los nuevos movimientos sociales. En Sociólogos contra el economicismo. Madrid: La Catarata, pp. 197-213. Sacristán, M. (2013). Antología: Antonio Gramsci. Madrid: Ediciones Akal, S. A. Serrano, A. (2016). Colonización política de los imaginarios del trabajo: La invención paradójica del emprendedor. En Sociólogos contra el economicismo. Madrid: La Catarata, pp. 110-127. Taibo, C. (2014). ¿Por qué el decrecimiento?: Un ensayo sobre la antesala del colapso. Barcelona: Los libros del lince, S. L.

Íñiguez, L. (2003). El análisis del discurso en las ciencias sociales: variedades, tradiciones y Práctica. En Análisis del discurso. Manual para las ciencias sociales. Barcelona: Editorial UOC, pp. 83124. Laclau, E. (1996). Emancipación y diferencia. Buenos Aires: Ariel.

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Juracán: María en tres golpes

Francisco Cabanillas

Locura. Violencia. Temblor; rechinar de dientes. I have just met a girl named María, and suddenly that name would never be the same to me. West Side Story La María, qué le importa padecer, llegar a palidecer en su loca fantasía. Héctor Lavoe Los taínos consideraban a Juracán una manifestación de la furia de la diosa de los vientos, Guabancex. Félix Cruz

1. Desde la diáspora I. De martes a miércoles De una catástrofe a otra. Horror y espanto, como en una pesadilla de David Lynch o de Alejandro Jorodowsky. Podredumbre. La poesía apesta tanto como el estiércol. Las imágenes en YouTube desafían la realidad euclidiana. Lo que veo parece mentira. 38

Martes, 19 de septiembre; víspera de una hecatombe boricua en el contexto de un desastre mexicano. II. México Frente a la cámara que lo graba para un video casero, demasiado casero, el muchacho que posa se da cuenta de que algo anda mal. Inmediatamente, la amiga que filma reacciona con espanto: el edificio que está detrás del mexicano se ha empezado a mover. Zigzagueo del hormigón; pedazos del inmueble caen desde lo alto. La cámara que graba tiembla. El muchacho se voltea. Culebreo del horror. “¡Ay, Dios mío; ay, Dios mío!,” las invocaciones de la muchacha que filma resultan puntuales: el edificio de fondo se desploma como si hubiera sido implosionado. Polvareda; cámara en negro. Gritos a granel. En busca de más información sobre el terremoto que acababa de ocurrir en México, un salto en la búsqueda cibernética lleva a Puerto Rico.


Enfoque: el huracán María, que, el lunes 18 de septiembre por la noche, había castigado a la isla de Dominica, enfila en dirección hacia la isla de Rafael Tufiño, cuyo grabado ciclónico, Temporal (195355), recuerda el espanto del huracán San Felipe (1928): “Santa María, líbranos de todo mal, ampáranos, señora, de ese terrible animal.”

horror (con el café en la mano; desde el escritorio) que ha creado la fiera. Animal que hace pedazos la isla de Palés Matos: “los huracanas soplan el brasero” (1942). ¡Las palmas se quieren partir! ¿Vuelan las planchas de zinc por la Ponce de León o por la Fernández Juncos?

Ella sopla con fuerza. Dice Félix Cruz: “Para ellos [los taínos] Guabancex, ‘la que con su furia lo destruye todo’, generaba los huracanes agitando sus manos. De hecho, la mayoría de los cemí [sic.] asociados a la diosa la representaban como un rostro aterrador moviendo sus brazos” (2017).

Puerto Rico, isla del embate. María: ¿madre de todas las madres?

El animal destroza a quemarropa el paisaje creado colonialmente —¡nuestra modernidad!— por el Estado Libre Asociado (1952), tantas veces socavado desde que, en 2015, el impase de la deuda pública, una bestia neoliberal, estalla en el seno de la administración Obama; que, a pesar de la liberación de Oscar López Rivera, nos pasa por la piedra del colonialismo rancio, al reafirmar la subalternidad isleña bajo la ley PROMESA. Sin vaselina, como diría el lenguaje machista de Octavio Paz.

De vuelta a la pantalla de YouTube, miércoles de mierda, ahora para ver el

De Manos a la Obra (1947) a PROMESA (2016); frente a YouTube, todo, como en

III. 20 de septiembre

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Ocean Park se inunda; Kasalta se ahoga.

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un video clip dañado, fuera de ritmo, se aceleraba con el viento. Las imágenes se alargaban. La realidad se estiraba hasta el límite del viento y la violencia; a diferencia, según Frank Mújica-Baker, del peor de todos los huracanes (que no es María): “La mayor tragedia humana que ha sufrido Puerto Rico fue cuando el 8 de agosto de 1899 en el Huracán San Ciriaco murieron en Puerto Rico alrededor de 3,300 personas. San Ciriaco no fue en realidad de tanta intensidad como San Felipe II, pero la producción de lluvia fue extrema y según la historia fue el agua y no el viento lo que ocasionó tantas muertes” (sf). Estremecido bajo la lluvia y el viento —el agua de la playa se mete por el Parque del Indio en Condado; la avenida Isla Verde parece una calle abandonada enfurecida consigo misma; Puerto Nuevo se inunda—, María sacaba a Puerto Rico de sus definiciones, transformándolo en una maldición bíblica; atroz y atea. Radicalidad. Turbulencia. Ferocidad. Entre noticias de Radio Isla y Radio Universidad, vía Internet… artículos periodísticos… YouTube… miércoles infinito… ráfaga tras ráfaga… la patria de Betances, Hostos y Albizu… el ruido… los pedazos… estirones del demonio… alargamientos… tenacidad… insistencia… violencia de una velocidad que pega en la madre. Del 20 al 23 de septiembre: tres días sin poder hablar con Puerto Rico.

templo un mercado, por lo pronto, María les rompió el negocio a los de Wall Street y su Junta de Control Fiscal —escribo a Como el hijo, quien, iracundo, amonestó a los mercaderes que habían hecho del templo un mercado, por lo pronto, María les rompió el negocio a los de Wall Street y su Junta de Control Fiscal —escribo a tres semanas del azote— . Ahora no juega nadie, dijo mientras se relamía los labios como si fuera un personaje de La casa de Ulimar (1988), novela perversa de Yván Silén que empieza también con otro huracán: “María tocó la rata con la punta del pie. Estaba muerta. Las primeras moscas verdes la poblaban.” Un acto de amor, dice, Eros en vez de Tánatos, para que los buitres de Wall Street pasen hambre y no se puedan enriquecer robándole el alma a Puerto Rico con una deuda odiosa e impagable. Ahora, como el culo, que coman caca, dice. Madre de todas las madres: María, “la más puta de todas la señoras, la más señora de todas las putas” (Sabina). 2. Su cólera Las estacas de los antiguos cuartos están aún en pie, algunas de ellas dentro del agua. Enrique Laguerre

IV. Poesía de mierda Ella ha roto de golpe y porrazo la política neoliberal que nos impuso Obama; madre encabronada con la furia de los plutócratas que empobrecen la isla con su kakocracia. Como el hijo, quien, iracundo, amonestó a los mercaderes que habían hecho del 40

Ave María, tía María, tremendo lío. Ismael Rivera VI. Res pública Ahora que la furia de Ella ha pasado y que nos toca vivir entre sus escombros hasta que vuelva, en todos sus sentidos, la luz al país —es 21 de octubre—, los


mitómanos que se la pasan escudriñando información sobre San Ciriaco (1899) y San Felipe (1928) entre pilas de libros viejos (¿Río Piedras?); sublimes o siniestros, han llegado a esta conclusión, siempre tentativa, dada su visión de la historia: la ferocidad mariana responde por lo menos a cuatro desavenencias, dos políticas y dos literarias. Antes que nada, como es sabido, estaba la ferocidad del supragobierno impuesto por Obama en 2016, la Junta de Control Fiscal, cuya naturaleza antidemocrática, oligárquica y plutocrática María no podía soportar. Desproporción descomunal de fuerza económica que los buitres de Wall Street ponían sobre los hombros de los más vapuleados por las asimetrías del capital: lxs trabajadorxs. Frente a la ferocidad de la Junta, violencia que empezaba a asustar al pueblo, cuyo sentido de compasión no podía creer en lo que se estaba transformando, cruel y brutal, el Estado Libre Asociado tras la quiebra de 2015; ¿en un delegado del capital invisible que debía reducir la jubilación a los pobres jubilados del gobierno?; ¿en un portavoz que precarizaba a toda costa el trabajo en general y el de los más jóvenes en particular?; ¿en un facilitador de la privatización?; ¿en un intermediario que permitía el aumento de las tarifas de los servicios básicos?… Ante la ferocidad en que se neoliberalizaba el ELA en calzoncillos, María asumió una responsabilidad brutalmente política. Radical: ser la única fuerza capaz de desplazar por un tiempito a la Junta de Control Fiscal. ¡Furia contra furia!; choque de titanes. Puerto Rico quedó hecho mierda. Todo se vino abajo, menos la intersubjetividad solidaria. Gran cagada del 20 de septiembre de 2017 que todavía se padece hoy —a cinco semanas del abismo. María: ¡no te vol. 4_n.2_2018

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olvidaremos nunca! Además, está la cuestión numérico-bíblica —“los últimos serán los primeros”— que violentó el gobernador Ricardo Rosselló en enero de 2017, al caer en paracaídas, sin haber empezado desde abajo, en la gobernación de la isla-territorio. Cuando le tocaba ser el último, ¡se puso primero en la fila! No quiso esperar su turno. Desprovisto de experiencia política, el gobernador neófito pasó a dirigir una colonia en bancarrota sin haber pagado —él— la cuota mínima. Privilegios del nepotismo. Ferocidad. María se encabrona. Sediento, consiguió lo que quería: ser el gobernador que enviaría una delegación a Washington, que incluía a su padre, Pedro, con una exigencia: la igualdad mediante la anexión. ¡Estadidad ya!: ¡ahora! Si en el proceso tenía que fingir una pelea con la Junta de Control Fiscal, el gobernador llegaría hasta la cárcel. Ese protagonismo, sin embargo, duró poco. De primero en la fila a último en la mesa. María le quitó el plato al gobernador paracaidista, acostumbrado a colarse en las filas. Ahora que María ha borrado del mapa hasta la Junta de Control Fiscal —es 21 de octubre— ; ahora que el Gobierno Federal ha sido lento, demasiado lento en responder a la magnitud de la hecatombe colonial —¿por qué no nos ayuda Trump?, dicen los anexionistas que se toman un café en el restaurante Pelayo’s—; ahora, 41


de lo último que se puede hablar es de la estadidad. Silencio. La anexión. Cuento que, por el momento, María borró también del mapa. El emperador está desnudo. VII. Letralia Desavenencias políticas que, sumadas a las literarias, alimentan la impetuosidad de María. Es decir, su cólera contra la letra de la canción de Luis Fonsi y Daddy Yankee, “Despacito” (2017), y contra el poema de Victor Hernández Cruz, “The Problems with Hurricanes” (1991). Todo menos “despacito,” dice María desde un furor destructor que se lleva por el medio, a la velocidad de una entropía rabiosa, todo lo que se le ponga en frente. Despacito no, despacito nunca, sino veloz, rápidamente veloz, exige; mientras destruye el turismo de la isla que, durante el verano, había aumentado un 45% debido a la popularidad internacional y corporativa de la canción que Fonsi y Daddy Yankee sacaron al mercado en enero de 2017, cuyo video se grabó en La Perla que María maltrató a su antojo. Ante el deshecho que dejó su rabia, algunos pidieron que Fonsi donara rápidamente los dólares que el gobierno de Rosselló le pagó en agosto, $700,000, para promocionar el turismo. Virazón. Con rapidez siniestra y perversa, María cambia de rumbo, desatando ahora su saña sobre el poema de Víctor Hernández Cruz, “Problems with Hurricanes,” que considera un insulto a su potestad destructora: “A campesino looked at the air and told me: 42

With hurricanes it’s not the wind Or the noise or the water. I’ll tell you he said: it’s the mangoes, avocados Green plantains and bananas flying into town like projectiles.” Indignada ante la desfachatez con que el poeta trata su poderoso brío —ese horrísono sentido del humor, dice, que le falta el respeto a su cólera y a su velocidad— , “How would your family feel if they had to tell The generations that you got killed by a flying Banana,” María aumenta su ira al doble de lo que plantea el poema, que juega con la capacidad de destrucción sin darse cuenta de lo que se le viene encima a la isla del poeta, oriundo de Aguas Buenas: “Death by drowning has honor If the wind picked you up And slammed you “Against a mountain boulder This would not carry shame But to suffer a mango smashing Your skull or a plantain hitting your Temple at 70 miles per hour is the ultimate disgrace.” Alevosa, como son las madres de la destrucción mitológica, Ella escucha el final del poema con una sonrisa en la boca. El que ríe último, piensa María, ríe mejor: “The campesino takes off his hat— as a sign of respect toward the fury of the wind and says: Don’t worry about the noise Don’t worry about the water Don’t worry about the wind—


If you are going out beware of mangoes And all such beautiful sweet things.”

big race” (2011), del cubano Yoss.

20 de septiembre. Ruido, mucho ruido; lluvia copiosa que, como si fuera una novela patas arriba de Enrique Laguerre, Cauce sin río (1968), saca los ríos de sus cauces. Inundaciones. Ventarrones; ráfagas. El paisaje se sale de su definición literaria. La poesía se encoleriza con la irrealidad espantosa de María.

Ergo: los anexionistas no entienden la cláusula territorial en la que está enmarcado el Estado Libre Asociado de Puerto Rico. Se rasgan las vestiduras. No registran que, debido a esa normativa, Estados Unidos se arroga el derecho de mantener una colonia como lo es Puerto Rico: isla-archipiélago que pertenece a, pero no es parte de EUA. Geografía. El viento sopla. IX.

Escupe leptospirosis. 3. La realidad que se quedó sin techo

La literatura se encabrona con la realidad, porque esta, marianamente, la superó.

… hasta perder el eco y quedar con el frente hacia la espalda. César Vallejo

Lo que nos ha pasado, a partir del 20 de septiembre de 2017, no se lo podía imaginar nadie.

Ay, noches, brumas, Velocidades paradas Que no detienen mis momentos. Hugo Margenat

La literatura ladra como si fuera un perro salchicha frente a un lobo llamado María.

VIII. A la intemperie. Bajo el sol que quema y la noche que hace sudar. Calor. A pelo; en calzoncillos o a pie, como en la obra de teatro de Yván Silén: El velocípedo de Jesús (2011). Los anexionistas vuelan a Washington; a quemarropa, exigen retóricamente —sin sacar nada de sitio— algo que no tiene base legal: el derecho a que Puerto Rico, un territorio no incorporado de EUA, sea el Estado 51. Algo que, por lo mismo, solo ha ocurrido en el distópico cuento de ciencia ficción, “Fangio’s in memoriam vol. 4_n.2_2018

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X. El gobernador Rosselló delira frente a las cámaras de televisión. Patina sobre mojado sin darse cuenta de lo que se está cocinando en la isla durante la primera semana posterior a María. Tiempo durante el que se pasó subiendo fotos a Facebook. La ferocidad de Ella se le resbala de las manos. Entre poses que cubren el desastre mariano durante la primera semana de la hecatombe, el gobernador se cambia de gorra y de uniforme pitiyanki como 43


si fuera una celebridad ad hoc del cine latino. Se sabe observado; posa para la historia. Pequeñez. No se da cuenta de lo que tiene alrededor: ¡el desastre más grande de la modernidad colonial boricua! El espanto acontece frente a las cámaras: Rosselló se pasa una semana posando, sin pensar en lo que está pasando. A un mes del destrozo de la isla, Trump convoca al gobernador neoliberal a la Casa Blanca para humillarlo, forzándolo a aplaudir la labor que ni el presidente solipsista y sádico ni su administración de deconstructores (según Steve Bannon) habían hecho por la isla-territorio no incorporado. Perro faldero; mascota de un plutócrata que se caracteriza por la crueldad. ¡Terrible combinación! La peor para un pueblo que se encuentra de rodillas, levantándose a pulmón. Ante la poca ayuda que, durante el primer tormentoso mes, llega del Gobierno Federal, al que se debe en su totalidad la isla-archipiélago-territorio no incorporado sin soberanía; ante esa ausencia prolongada de apoyo, la alcaldesa de San Juan habla de genocidio. XI. Desde El Post Antillano, el sable de Daniel Nina corta fino. Por un lado, en “¿Ciudadanos americanos? ¿Y qué?” (2017), les aclara a los anexionistas la naturaleza de la ciudadanía usamericana que llevan los boricuas, la cual, a todas luces, están lejos de entender, ya que, en general, los anexionistas son los que menos conocen la realidad usamericana: El mito con el cual hemos convivido es que, en el 1917 bajo la Ley Jones, se concedió la ciudadanía a los 44

residentes de Puerto Rico. Esto es un dato parcialmente cierto. Lo correcto es que la ciudadanía se les concedió a los hombres, no a las mujeres, salvo que estas se casaran con hombres ciudadanos. Los hijos, debían de ser nacionalizados, como les ocurrió a las mujeres. Es en la Ley de Naturalización de 1940, donde los boricuas, todos y todas, accedieron a la ciudadanía de los EE.UU. ‘tal si Puerto Rico, solo para este propósito, fuera un estado’. Ahora bien, es una ciudadanía por acto de ley, la cual puede ser derogada. No es por un acto de nacimiento en suelo de los EE.UU. Hay una diferencia esencial en este aspecto. Es una ciudadanía de otra clase, la cual puede ser derogada o revocada en cualquier momento. Por otro lado, en “Yulín y Rosselló: ¡basta ya de mendigar!” (2017), Nina empuña el sable contra la alcaldesa de San Juan —cuyo careo con Trump, justificado, demasiado merecido, la ha catapultado fuera de la geografía insular— y contra el gobernador, a quienes considera emblemáticos del modus operandi colonizado: Nuestro argumento yace en el hecho de que no es posible seguir mendigándole a Washington a partir de más fondos, y seguir todos y todas en la misma posición colonial. Pedirle más a Washington es asumir el colonialismo o la estadidad, como la opción de vida de país. El estadolibrismo de la alcaldesa, defensa de un Estado Libre Asociado que, en la ciencia ficción cubana, “Fangio: in memoriam big race,” domina la realidad distópica de una Cuba convertida en Estado Libre Asociado de EUA; una


Cuba que, en 2016, fue retomada por el nuevo-viejo imperio usamericano, ahora posthumanista; el estadolibrismo boricua de la alcaldesa, plantea Nina, no se diferencia, aunque debería, del anexionismo del gobernador: Es interesante que ambos partidos, por vía de sus líderes políticos, Ricardo Rosselló como gobernador de turno, y la alcaldesa de San Juan, Carmen Yulín Cruz, enarbolan la idea de que los fondos federales le pertenecen a los boricuas por el mero hecho de ser ciudadanos de los EE.UU. Sable en mano, Nina corta el viento como si fuera un espadachín anticolonial: Desde una mirada política, si usted coincide con el argumento inevitable que Puerto Rico se debe convertir en un estado de la federación de los EE.UU., pues entonces lo que procede es el trato igual a partir del mejor hecho de ser ciudadanos. Ahora bien, más allá del estribillo, dentro del derecho constitucional federal que se estudia en la isla, el argumento de paridad de fondos es un disparate. En particular… la naturaleza de los beneficios los determina la geografía, y no necesariamente la calidad de la ciudadanía. En esa medida, hoy, ser un territorio, determina que no se reciben fondos de igual manera a si uno fuera un estado. XII. Sin techo, la realidad de Puerto Rico ha quedado al descubierto. Todo el colonialismo que antes de María se podía meter debajo de la alfombra, algo que desde la quiebra oficial del Estado Libre Asociado en 2015 se hacía cada vez más difícil; ahora, toda esa inmundicia vol. 4_n.2_2018

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colonial, como la de la Junta de Control Fiscal de 2016, sale a relucir desde cualquier ángulo que uno se acerque a Puerto Rico. ¡Zona de descarga! La subalternidad del ELA es ubicua. XIII. Lo peor de María ha sido la violencia posmariana; tiempo de ajustes —a un mes y cinco días— en la aplicación de la doctrina del shock. Violencia que hace pensar a la alcaldesa de San Juan, que puede haber un plan para “vaciar” la isla de gente (propuesta que después —a finales de noviembre— desmentirá Rafael Berna-be: “Tampoco hay, por tanto, que imaginar conspiraciones para despoblar a Puerto Rico o remover la población. No hacen falta conspiraciones: el capitalismo es capaz de hacer todo esto sin proponérselo. Ya lo ha hecho en otras partes, desplegándose de acuerdo con sus leyes y tendencias” (2017). Pesadilla de un territorio colonial; distopía sufrida en carne viva. Vaciamiento; crueldad neoliberal que el presidente de EUA encarna a la perfección. El gobierno neoliberal de Rosselló ha sido usurpado por el Gobierno Federal. Los puertorriqueños quedan sometidos a unos poderes que no eligieron cuando, el pasado noviembre, votaron a favor de Rosselló, gobernador sin ninguna experiencia gubernamental. XIV. María ha puesto a Puerto Rico en el mapa de Estados Unidos; territorio no incorporado sobre el que un 50% de los estadounidenses ignoraba, antes que Ella asomara su fealdad, que sus habitantes 45


fueran conciudadanos. Parecería que, a partir del 20 de septiembre, nunca se hubiera publicado tanto sobre la Isla en la prensa estadounidense; que nunca se hubiera identificado tanto el pueblo estadounidense con el boricua, no solo por el desastre llamado María sino también por el llamado Trump… Parecería que nunca se hubiera visto tan feo el colonialismo usamericano en las desgracias económicas y ecológicas de la isla del encanto. XV. Ante la ferocidad de María, Michael Moore planteó, siempre en tono lúdico, que Estados Unidos tenía que reconstruir la isla que de varias maneras había ayudado a destruir, y que, como culminación de su contrición, debía anexar Puerto Rico como Estado 51 de la nación. Desde el comentario de Michael Moore, la ciencia ficción cubana, en la que el narrador habla del riesgo de que Cuba se convierta en el Estado 52 —Puerto Rico se ha convertido en Estado 51—, atenta con convertirse en realidad. Rechinar de dientes; ¿no se da cuenta Michael de la colonialidad del ser? Desde la ciencia ficción boricua, José A. Santos responde con su cañonazo antianexionista: “El terminator boricua” (2007), cuento cuyo protagonista viaja al pasado para matar al general, Nelson Miles, que comandó la invasión de Puerto Rico durante la Guerra Hispanocubanoamericana de 1898, para evitar a toda costa la anexión que está a punto de materializarse en las elecciones del año 2095. XVI. 46

En el programa de radio “Fuego cruzado,” los muchachos (Ignacio, Carlos y Néstor) hablan del progresivo abandono de Estados Unidos respecto de Puerto Rico; seña esta, dicen, de que el imperio se quiere deshacer poco a poco de la isla. Contrario a la ciencia ficción cubana y boricua, que ve en la anexión una culminación del colonialismo, los muchachos de “Fuego cruzado” plantean que Estados Unidos parece estar listo para sentarse a negociar la independencia de Puerto Rico. Todos, menos Ignacio, lo celebran. Tras el impase financiero de 2015, que sacó a relucir la monstruosidad de la deuda pública del gobierno, entre la multitud de artículos y ensayos que se ocuparon de dramatizar las palabras apocalípticas que el entonces gobernador, García Padilla, compartió con el pueblo durante el verano, uno entre tantos artículos planteaba un futuro distópico más o menos como este: reducida la población a un millón y medio de habitantes, Puerto Rico pasa a ser un apéndice de Wall Street, que hace de la Isla lo que le conviene al capital. XVI. Sin techo, la realidad inmediata de Puerto Rico está llena de preguntas. Signos de interrogación que, en vez de resolverse, cada vez se complican más. Ojalá que no suceda lo peor. XVIII. La realidad le ladra a la literatura. XIX. 3 de diciembre. Lo único bueno de María, dicen muchos, como Daniel Nina, ha sido la solidaridad que ha sacado a flote.


Referencias Bernabe, Rafael. “Manifesto de la esperanza sin optimismo para Puerto Rico”. 80 grados. 24 de noviembre, 2017. http:// www.80grados.net/manifiesto-dela-esperanza-sin-optimismo-enpuerto-rico/ Cruz, Félix. “Sopla barlovento… que ahí nos llega el huracán [Irma] y sus vientos”. El Post Antillano. lunes, 4 de septiembre, 2017 http://elpostantillano.net/ cultura/20110-2017-09-04-19-28-1 9.html Fonsi, Luis y Daddy Yankee. “Despacito.” Universal Music Latin, 2017. Hernández Cruz, Victor. “The Problem with Hurricanes.” Red Beans. Minneapolis, MN, 1991. Homar, Lorenzo. Temporal (195355). Graphic Arts Collection. Rare Books and Special Collections, Fireston Library, Princeton University. https://graphicarts. p r i n c e t o n . e d u / 2 013 / 10 / 16 / lorenzo-homar-1913-2004/ Laguerre, Enrique. Cauce sin Editorial Cultural, 1991.

río.

Moore, Michael. Sobre María en Puerto Rico. Facebook. 1 de octubre, d2017. w w w. f a c e b o o k . c o m / m m f l i n t / posts/10154771044161857

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Mujica-Baker, Frank. “Huracanes y tormentas tropicales que ha afectado a Puerto Rico.” Estado Libre Asociado de Puerto Rico Agencia Estatal para el Manejo de Emergencias y Administración de Desastres. http://www.gobierno.pr/ NR/rdonlyres/49EA64D0-305B4881-8B85-04B518004BD5/0/ Ciclones_en_PR.pdf Nina, Daniel. “¿Ciudadanos americanos? ¿Y qué?” El Post Antillano. 13 de octubre, 2017. -----. “Yulín y Rosselló: ¡basta ya de mendigar!” El Post Antillano. 23 de octubre, 2017. http://elpostantillano.net/ politica/20311-daniel-nina.html Palés Matos, Luis. “Menú.” Tuntún de pasa y grifería. Edición de Mercedes López-Baralt. Instituto de Cultura Puertorriqueña y Editorial de la Universidad de Puerto Rico, 1993. Sabina, Joaquín. “Canción para la Magdalena.” 19 días y 500 noches. BMG/Ariola, 1999. Santos, José E. “El Terminator boricua.” Los viajes de Blanco White. Ediciones Callejón, 2007. Silén, Yván. El velocípedo de Jesús. Colección Maravilla, 2011. -----. La Casa de Ulimar. México: Editorial Villicañas, 1988. Yoss. “Fangio’s in memoriam big race.” Isliada, 2011. https://www.isliada. org/fangios-in-memoriam-big-race/

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Heterologías y nación

Aydasara Ortega + Rubén Rivera Matos

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Mienten Mรกximo Colรณn

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Sobre vivir: Resistir o fluir. “Pos-María” la danza de compartir el entre-medio Noemí Segarra Ramírez PISO proyecto En este espacio comparto documentación, sentires, procesos cambiantes que van articulando y deshaciéndose también. Tal parece es la naturaleza de “la realidad” que nos dejó primero Irma y remató María. Cual si fuera arena movediza, lo que aparentaba ser certero o dado, todo eso es ahora muy cuestionable y cambiante. Lo que teníamos arraigado o que tomábamos por sentado, de repente deja de ser así para dar pie a otras formas de ser y hacer. La primordial o que se ha hecho muy evidente es compartir. Forma de ser y hacer desde la coreografía de lo cotidiano. Ha sido placentero ser testigo de cómo, vecinos que no nos hablábamos, colaboramos y nos ayudamos hoy. Gracias María. Esto ya lo veníamos ponderando y cocinando previo a Irma o María en un foro titulado “Sobre Vivir”, frente al Programa de Estudios de Mujer y Género, el 1 de marzo de 2017. Colaboraron Andrea Bauzá, Félix Rodríguez-Rosa, Alejandra Martorell, Marielys Burgos Meléndez, Awilda Rodríguez Lora y los estudiantes del curso Prácticas del Cuerpo (semestre primavera, 2017). Surgieron unos cuestionamientos y sus consecuentes respuestas: ¿Qué es comunidad, compartir, conectar, colaborar? ¿Cuáles son tus recursos? El nuestro es el cuerpo, la fuerza de voluntad y el amor por lo que hacemos. Además, la continuidad o relaciones a largo plazo.

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Cual si la nevera fuera un objeto de antaño. Quizás hay quien ha estado conectado a planta eléctrica y no sabe del desuso de este enser del hogar, que igual que la estufa –a menos no sea de gas– parecieran ser elementos esenciales de la cotidianidad. Igual que un techo, que quizás hace falta, pero quizás no. ¿Cuántos deambulantes o personas sin hogar previas a los huracanes, trazan rumbos y desplazamientos invisibles o efímeros en la ciudad o donde residan o se encuentran? Igual que una educación pública de calidad. Igual que derecho al Arte y la Cultura en todas sus expresiones. Igual que los derechos humanos fundamentales como acceso a recursos básicos necesarios o que cuando estás en necesidad, otras personas te apoyen o cuiden. Y sí, Pos-María esto está pasando de manera informal, comunitaria y solidaria, autogestada.

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Vecinos de la Calle Estrella en un almuerzo improvisado pos-Irma.

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En estos tiempos que Donald Trump es el presidente de los Estados Unidos y desmantela fondos para la investigación y estudio del cambio climático –que nos ha azotado duro no solo al Caribe este año, incluso a Norte América. Mientras también se destituyen leyes que protegen animales, que bien sabemos que no son trofeos ni objetos de caza. Al igual que bien sabemos que los inmigrantes no deben sufrir por su lugar de origen, cultura o por ser distintos. Como si este mundo en el que un presidente tuitea fuera la epítome del “apocaeclipstick” –término acuñado del vecino Eduardo Alegría. Apocalipstick, alude al híbrido del Apocalipsis en drag, con lipstick en vez (s i n o p u e d o b a i l a r y u s a r l i p s t i ck , www.instagram.com/p/BRjUEBlF8Vv/ no es mi revolución ) más “el famoso” eclipse de agosto de este año 2017 que agregó a la ya cargada racha de situaciones extremas y “fuera de lo común.” Y traigo así un elemento sci-fi o milenio para poder acercarnos a los hechos con imaginación y creatividad “fuera de lo normal”. O más bien cuir, lo que sea que es eso. Con intención de generar un imaginario otro a la acción posible. Ahora. La danza del entremedio.

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Surge una colaboración entre Los Ángeles y Puerto Rico. La amiga-colaboradora Glorivette Somoza y su proyecto Queerdos, que levanta fondos como causa filantrópica y de concienciación para apoyar la comunidad LGBTIQ, más la amiga Natana Aldana que diseñó la camisa y ZombieMovement la imprimió. En actualidad está a la venta para recaudar fondos para el mantenimiento y la programación de PISO Fénix. Esta plataforma se encuentra detrás de Casa Lima, frente al Programa de Estudios de Mujer y Género, de la Universidad de Puerto Rico, Recinto Río Piedras. La plataforma ofrece un salón sin paredes para que estudiantes de diversas formaciones e intereses puedan integrar y entrenar mente, cuerpo en movimiento y acción dentro del marco académico institucional que en la actualidad desmantela o reduce cursos no tradicionales como estos que son interdisciplinarios y de avanzada. La plataforma fue autogestada en colaboración con estudiantes a través de la plataforma GoFundMe. Por eso danzamos. Como forma de ser en el mundo tal cual: en su complejidad contradictoria, humana y viva. Y como tenemos la capacidad de lograr cambios a largo plazo, a pesar que comiencen con pequeños gestos que quizás dudamos o ni reconocemos ni vemos. Hay mucha gente tomando decisiones y organizándose, movilizándose, autoconvocándose e identificándose para cursar fuera de la raya dibujando “líneas del deseo” podemos cambiar el rumbo del discurso, de la historia y la percepción de lo que somos capaces. En esta ocasión no seremos “la clase media” o educada, quienes hemos tomado en nuestras manos el resolver los asuntos. Para un cambio hacen falta también quienes a menudo dejamos fuera de la ecuación –porque no los consideramos sea por razones racistas, clasistas, socioeconómicas, xenofóbicas o tantos otros motivos excluyentes. Pos58

María lo derribó y el llamado es “estamos todxs en esto.” “Sale con todo.” El cambio tiene que venir desde abajo mediante la colaboración entre saberes, necesidades, espacios, sectores... Como diría mi madre, “movilización total.” Esto será un procesoi. Como mujer caribeña, puertorriqueña dedicada al arte de la improvisación del movimiento, decido lanzarme ya sea a la plataforma donde llevo a cabo una investigación o práctica (PISO) o sea en la acera “nuestra de cada día”. Como ciudadana soy peatona por convicción y compromiso a conocer y conectar a cuerpo entero con el lugar en el que me encuentro y muevo; igual en la improvisación de movimiento. Sea en el arte, sea en la vida. En vez de la consigna o una idea preconcebida, permito entrever qué es lo que mueve, por qué, hacia qué y cómo esto responde o no a necesidades que brindan bienestar para poder forjar una vida plena, sencilla, capaz de responder a las necesidades o situaciones en relación con lo que me rodea e informa.


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Si me entreno a mover o improvisar solo desde la idea me limito. Abordo la improvisación en espíritu de autoreflexión, de soltar, dejar ser, ver qué me mueve de este re-conocer y reflexionar, aprender y re-construir.

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¿Quizás este entrenamiento es útil en este momento en el que en vez de estar poniendo parches, podemos ser más asertivos y cuál “buenas improvisadoras” estudiar nuestras decisiones y estrategias de solucionar lo básico? Dentro de las decisiones individuales, ¿sintonizar con un bien común o colectivo? Esto requiere estudio y dedicación. ¿Y si es una práctica política en la que a cuerpo consciente te estudias y responsabilizas por ti misma en relación con todo? Esa es la improvisación a la que aspiro, que tiene el potencial de inventar o dar nuevo sentido o significado a la vida misma. En vez de mero acto de sobrevivencia, hacer un hábito de concienciación sobre cómo estamos viviendo. Y sí, para eso hay que verse a una misma. Ante y primero que todo. Pero sin duda, eso pasa en relación con otro o muchos otros. Ya está pasando. Hagámoslo consciente cuerpo-mente: micro-macro.

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Esta es mi invitación.

Ver y ser visto. Mariel Rojas en la danza cotidiana PosMaría en la que encontró un espejo e improvisó con el mismo. Gracias tantas a todxs lxs colaboradorxs por su tiempo, energía, amor, apoyo. Ese es el verdadero piso que nos ofrece apoyo o lo básico para poder seguir. Un paso tras otro. Un día a la vez.

i. Vengo escribiendo sobre esto desde hace ya un tiempo, ver http://www.culturepush.org/issue-4noemi-segarra-ramirez 62


Vulnerabilidad compartida: un fotoensayo sobre nosotros y los árboles Escrito por: Edrimael Delgado Reyes Fotos: Sebastián Ortiz Menchaca

Recuerdo, como si fuese ayer, a pesar de haber pasado una cantidad innumerable de días, que el mero pensamiento de volver a la universidad después de la catástrofe me generaba un desasosiego terrible. Se me acumulaba un buche de palabras tristes en los ojos, no porque el huracán hubiese volcado el recinto patas arriba sino porque, ahora más que antes, me invadía un miedo terrible sobre el futuro incierto de la universidad. Presentía, desde el inicio, que la administración universitaria no iba a ser capaz, como lo ha demostrado incontables veces, de lidiar con la situación que veníamos arrastrando desde mucho antes de la huelga. Supe que las cosas no mejorarían, como efectivamente ha sucedido.

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Días luego de haber comenzado con el tedioso intento de volver a la rutina universitaria, Menchaca me enseña varias fotos de una pequeña sesión que tomó a varios de los escombros que aún quedaban sin recoger. De aquel primer recorrido fotográfico que hizo por el recinto concluyó una cosa clara y contundente. Me dijo: “Imagínate un cuerpo tirado ahí, frente a esos zafacones.” Yo sonreí con cierta complicidad. Sabía lo que andaba buscando.

Fue así como acordamos nuestra primera sesión un viernes. Fuimos tras los árboles caídos. Buscando las huellas que había dejado el viento hace dos meses atrás, y las que habían dejado las sierras hace semanas. Poco a poco los pies y las memorias nos llevaban de tronco en tronco. La escena del desastre andaba amontonada ante la vista de los transeúntes. Las montañas de ramas solo callaban el silencio de una decepción más grande.

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Allí con ellas, era inevitable sentirse igual de vulnerable que los árboles. Me preguntaba cuán largas se les habrán hecho las horas a las hojas caídas. ¿Habrán sentido el dolor del viento? Estar allí tirado, inmerso, me hizo comprender que no éramos nosotros el centro de esta tragedia. Dentro de la catástrofe hay tragedias compartidas y los arboles han sido acompañantes silentes antes, durante y después del paso del huracán. Durante la sesión, con cada toma, nos nacía la urgencia de reflexionar sobre los secretos que esconden todas esas cosas que yacen tiradas en el suelo y cómo las mismas están relacionadas con el cuerpo. El silencio invadía el proceso. Nos enfrentábamos con mi cuerpo y su cámara a una realidad mucho más abrumante. Fuimos vulnerables ante nosotros mismos, ante la estructura colonial que nos “acoge”, ante nuestro sistema eléctrico, nuestra mala planificación, nuestra burocracia e ineficiencia estatal, víctimas de nuestro estilo de vida, del supuesto progreso que se nos prometió en la modernidad. Todo ha sido una fachada, ya nos dimos cuenta. La catástrofe dejó de ser ambiental desde que huyó la última ráfaga. Lo que nos ha quedado han sido meses de pura pena y miseria cuando los grandes errores de nuestro país se desnudaron ante nuestros ojos. María, vino a desnudarlo todo. ¡Qué fresca ella!

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Nuestra colaboración pretende abrirse nuevos rumbos entre los caminos truncados del pasado que aún siguen llenos de escombros. Ejemplo han sido las comunidades más aisladas que han sobrevivido gracias a la autogestión, interdependencia y el apoyo mutuo. Los procesos de producción artística tras el paso de este fenómeno deben repensarse. Como artistas no podemos seguir dependiendo de las condiciones idóneas de producción, sabemos que de ahora en adelante serán difíciles de conseguir. Por ello nos amparamos en lo arrojado, lo abandonado. A través de los troncos en el borde de la acera se nos devela el acto del olvido, pero de ellos también florece el recuerdo. De lo que nos sucedió la memoria no tiene escapatoria. ¿Le costará a Puerto Rico levantarse el mismo tiempo que ha tardado el recogido de escombros? ¿O nos tocará aprender de los árboles que retoñan hojas nuevas de lo caído? Esas son nuestras preguntas.

i. Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras. 66


FOTO ENSAYO The quicker picker upper pt2

Anto Gamunev

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Puerta de Tierra vol. 4_n.2_2018

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Beauty Brother Zito en Monte Mall

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Calle LoĂ­za

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Calle LoĂ­za

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PiĂąones

Condado


Miramar

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Canรณvanas


Canรณvanas

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De lo que se habla Mรกximo Colรณn 86


De los incontados:

Edgar Gabriel Ríos Salgado

— iMami! Abuelo no puede respirar se está poniendo violeta. Ay, mami, papá está violeta. iAyúdenme! Ay, papá, aguanta un poco en lo que busco a mami.— Elena le dice a su abuelo postrado en la cama, que se estaba asfixiando. Había que majarle la comida por mucho tiempo porque ya Felipe no la estaba triturando por sí solo. Los vientos sostenidos de 175 millas por hora aún no comenzaban hacer su agosto, pero una tormentera de madera se había despegado un poco y la familia de Elena intentaba repararla. Elena siempre dice que gritó. Gritó hasta quedarse sorda ella misma. De un momento a otro, rememora Elena, se escuchó el estruendo que jamás olvidaría y que muchos años después seguiría relatándolo y describiéndolo como “El llanto del diablo”. —Aquello no se lo deseo ni a mi peor enemigo. Era un quejido, como si el resoplido de Belcebú, agrio y caliente, te susurrara un “Te amo” al oído. Pronto se escuchó un llanto desgarrador. Estaba en la sala gritándole a mami que papá se asfixiaba y no recibía contestación de Mami, Papi ni de Sergio. Recuerdo que me encontraba en mitad de la sala cuando de un momento a otro el techo de la casa se desprendió y vi el rostro de María, era gris, arrugado, con una sonrisa macabra y desgarradora. Expulsaba un lamento de coraje que se introducía en cada rincón y reclamaba todo a su paso. Sentí que algo me quemaba, la lluvia vol. 4_n.2_2018

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caía a cántaros y me bañaba, pero era tan espesa que parecía sangre, caí junto a los escombros del techo y solo sentí el mundo darme vueltas, sentí un zumbido que a veces pienso que nunca se ha ido, un silencio profundo me arropó y pensé que moría. Todo se apagó, mi tobillo restrillaba y mis ojos se bañaban de un manto de humo. La oscuridad no duró mucho. Cuando la luz se hizo y volví a ver el rostro de María algo había cambiado, esta vez era la cara de alguien que se molesta consigo misma y quiere acabar con su vida. Vi el lamento en ella y siguió su paso arrastrando con más coraje e ira. Antes de que mi mundo se apagara logré articular una palabras. —Mami, abuelo se asfixia.— Mami corrió al cuarto, único sobreviviente de la tragedia. Tras ella Sergio y Papi me cargaron hasta el nuevo refugio. No recuerdo lo que pasó luego, sé que lejos escuché unos llantos humanos, pero fuera de ahí lo único que recuerdo fue despertar entre escombros y encontrar una calma que erizaba los pelos a cualquiera, era la desolación desértica. El cielo contenía el azul más claro que he visto en mi vida y allí donde había estado mi casa se alzaba un gran árbol y de una rama pendían unos corazones maduros, desde lejos parecían latir, me acerqué y cuando justo estaba por tocarlo. Sentí que un perro me mordía la pantorrilla y era tal el dolor que sentí que desperté del sueño justo para escuchar el “Clack” de mi tobillo al acomodarse. Me bebí las lágrimas y abracé a papi, mami se 87


abalanzó sobre mí mientras que Sergio solo observaba la puerta ensimismado en sus pensamientos. Ya era de noche, no sé cómo lo distinguía, pero algo en el aire lo delataba. Era denso, olía a noche y aún María corría por los alrededores. Mis primeras palabras fueron —¿Y papá?— Mami miró a papi y solamente eso bastó. —Fue mi culpa, yo lo maté, mami, no supe cómo hacerlo, sus ojos estaban brotados, el pobre estaba asustado y yo grité, grité, pero no mucho porque no me escuchaste; tenía que gritar más fuerte. Mami, perdón. Es mi culpa.— Mami se abalanzó en llantos sobre mí y me abrazó fuertemente comentando que no había sido mi culpa, que quien había preparado la comida había sido ella y que la culpa era de ella solamente. De ella por dejarme sola y por no majar bien la vianda. Las dos nos fundimos en llanto y quedamos sumidas en un sueño profundo. Pronto papá apareció con su sonrisa de galán de Tango, le encantaban los tangos. Los domingos por la mañana le bañábamos, le colocábamos su camisa de rayas roja y blanca y luego que Celia venía a darle la comunión, lo sacábamos al balcón y allí prendíamos el radio para que escuchara sus tangos. Siempre quise bailar con abuelo y ahora me sonreía desde la esquina de un salón de baile con su camisa de rayas, su pantalón negro, zapatos de charol y brillantina en el pelo que hacía relucir sus canas níveas, me abría los brazos y yo corría hacia él. Le escuché decir —Pequeña, ahora estoy mejor. Ven, vamos a bailar,— y me pellizcó la mejilla como solía hacerlo.— Maestro,— dijo papá mirando al vacío,— adelante con la pieza,— y rápido sonó “A la Gran Muñeca”. Nos desplazamos en la pista y fueron los minutos más largos de mi vida, daba vueltas y abuelo sonreía. Cuando la pieza estaba por acabar abuelo se despegó de mí y emprendió el camino hacia una figura rechoncha con un traje azul estampado de margaritas diminutas, de la cual nunca antes me había percatado y justo ahora se daba 88

la vuelta para que reconociera a abuela Guillermina. La pieza de papá y mía se iba extinguiendo, dando paso a “Milonga del corazón”. Bailaron hasta que me tocó despertar y encontrarme en la penumbra en el suelo frío, mojado y el aire oliendo a la colonia del abuelo mezclada con la humedad. Papi estaba despierto y en la oscuridad me llamó, me acerqué y en su silencio lo dijo todo, me consoló y dormí sin volver a soñar. Al despertar, los vientos habían menguado, pero la lluvia se oía constante. En la habitación faltaba una figura. —Y papi, ¿dónde está? —Bajó al pueblo para arreglar el levantamiento,— contestó mami. La mayor parte del día transcurrió en el cuarto, no se pudo salir ni hacer arreglos. Eran como las tres de tarde cuando papi regresó con la noticia de que el levantamiento no se podía hacer. Los caminos estaban destruidos o llenos de derrumbes, había árboles caídos o sino con quebradas que en su vida había visto. En fin, había una devastación. Según nos comentó fue al cuartel y allí los policías le dijeron que debía esperar a que se abriera una brecha, pero que seríamos los primeros en atender. Ellos esperaban que a las ocho de la noche se pasara a recoger el cadáver. Llegó la noche y el cuarto se impregnaba con la colonia de Papá mezclada con un olor dulzón que empalagaba y se adhería a la piel. Esa noche no soñé y de vez en cuando me levantaba porque escuchaba ruidos extraños. El ruido constante del crujir de las piedras en el río, de los derrumbes que ocurrían en todos los lugares y de los llantos ahogados se me incrustó en el pensamiento sin querer salir de allí. Al segundo día volví a levantarme para encontrarme con que papi faltaba; la misma historia. —Fue al pueblo a ver qué noticias nos


trae. El aire ya comenzaba a tornarse agrio. Algo podrido y espeso flotaba en la oscura habitación, pero era nuestro único resguardo. Esta vez papi no tardó tanto, ya al mediodía estaba devuelta, sus bonitos ojos cargaban años, parecía que la vida le había pateado en dos días, estaba cansado y drenado. —Lo mismo. Hay que esperar. —¡No podemos esperar más! Aquí nos enfermaremos, ya papi comienza a apestar y se está hinchando. —Cariño, no podemos hacer nada. —Sí, podemos. No hay de otra.— Estas palabras se le atragantaron en la garganta. —No estarás pensando...,—preguntó papi, rogando que su pensamiento no era el que mami estaba por ejecutar. Yo no sabía de qué hablaban. —No voy a esperar a que mi padre se nos pudra aquí y no hagan nada. Si viene la policía yo tomo todas las consecuencias. Es mi padre y merece descansar como Dios manda. Anda Sergio,— miró a mi hermano.—Acompaña a tu pai. —Elena busca la camisa de rayas del abuelo. Papi y Sergio salieron en el momento en que la lluvia había menguado un poco. Mi madre y yo nos encargamos de limpiarlo. Al desprender las sábanas, un olor a china podrida nos abofeteó en la cara y las arcadas se hicieron presente. En la habitación se colaron dos moscas enormes y pesadas que casi no podían volar. El aire era fétido, pero el amor por aquello que ya no era nos sirvió de ánimo para tratarlo con cariño, pasarle paños húmedos por sus cuerpo lleno de venas violetas, el pobre parecía una salamandra. Aunque me dolía, no lloré, sentía que hacía lo correcto. Lo limpiamos con mucha cautela para que su piel no se desprendiera en jirones, le colocamos el pantalón, su camisa favorita, lo peinamos con la brillantina y se veía guapo. Entrelazamos sus rígidas, frías y arrugadas manos una sobre otra vol. 4_n.2_2018

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y le colocamos el rosario de camándulas que colgaba sobre el respaldo de la cama. Papi volvió a las cinco de la tarde todo asqueroso, lleno de fango y fatigado, Sergio le imitaba. Esa noche fue la más extraña de todas las que he vivido. Prendimos unas velas y comenzamos a rezar por el alma de Papá, para que cruzara en paz, sin pecados y viviera una vida eterna, la cual yo en ese entonces entendí que también quería. Rezamos hasta que entró la espesa noche y menguó todo ruido exterior, fue la noche más calmada. Era la aprobación para darle sepultura. Entre los cuatro cargamos el cuerpo del abuelo y lo llevamos retirado de la casa justamente donde comenzaba la finca. Allí lo esperaba un hoyo de más de 7 pies de profundidad, justo a la medida. La luna llena abría la comitiva fúnebre y los insectos, antes callados, entonaban ahora su canción mortuoria. No hizo falta tumba-cocos ni muchos carros ni coronas llenas de flores ni primos terceros para darle el último adiós a papá. La luna resplandecía cuando mami comenzó a hablar de lo mucho que quería al abuelo, lo mucho que le enseñó y que no merecía el olvido. —No mereces esto, papi, pero hemos hecho todo lo posible. Espero algún día me puedas perdonar. Todos lloramos. Nos despedimos en silencio y luego de arroparlo, lo lanzamos a su nueva morada donde descansaría por toda la eternidad. Se escuchó el golpe ahogado contra el fango y luego comenzamos a rellenar el hoyo. La madrugada nos encontró agotados, muertos de cansancio con los ojos hinchados y con el orgullo de haber hecho lo correcto. Días después, las autoridades vinieron, no vieron cuerpo y se marcharon. Así fue como papá llegó a ser uno más de los Incontados.

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Asalto

José Raúl Feliciano Rivera

Con el rifle en el hombro, Tita Merced bajó de las montañas a la 106, y vio todavía la carretera convertida en un zafarrancho de árboles caídos que no permitían a nadie pasar. Después del huracán, a Tita se le había muerto su papá, pero se juró que no se le iba a morir su hijo. El viejito había sucumbido porque no se le pudo dar la terapia respiratoria por la falta de energía eléctrica. Su nene de siete años sufría del mismo mal que el abuelo y ya llevaba día y medio sin Albuterol. Ella tenía la máquina, tenía la medicina, pero no tenía luz. El nene la había ayudado a enterrar a don Chindo, mientras lloraba y le decía a Tita que ahora no podría dormir sin los cuentos de Papá Chindo. ―Se nos va a pudrir, Santito, y eso es peor para todo el mundo. ―Vamos a ponerle una cruz, mami, para saber dónde está. ―No, mi amor, porque si viene la policía nos va a regañar. Ya se la pondremos después. Y luego del funeralito, el nene comenzó a toser y a jadear. Tita Merced buscó en el viejo arsenal de don Chindo una carcacha de rifle que él usaba para cazar conejos. Le dijo al nene que ya venía, que se quedara en la casa. Y atravesó, con su humanidad de casi 300 libras los matojos, los toldos, los árboles, los cables y los transformadores que cubrían todo el campo de la carretera hacia Maricao. No sabía bien a dónde iba, pero su mente se enfocó en conseguir dos 90

cosas: una planta y gasolina. Siguió corriendo, su mismo pecho se le apretaba, pero lo único que seguía fijo en su cabeza era Santito y su terapia. De momento, la lluvia comenzó a arreciar. Las bandas del huracán continuaban cimbreando los árboles y soltaban como enormes baldes de agua congelada sobre los montes y las carreteras. Se le congelaban las manos. El rifle pesaba tanto que prácticamente suponía arrastrar con él un remolque de Sea Land. La vista se le nubló mientras se abría camino por la carretera poblada de árboles que parecían cantar con las ráfagas de viento que les daban. La respiración se sentía cada vez más corta y lejana. Eran como las cinco de la tarde y parecían las ocho de la noche. Vio a lo lejos una luz encendida. ―Una casa con luz, una casa con luz ―decía a la misma vez que trastabilló. Se cayó, sintió un golpe en la cabeza, la vista ya no le dio para más, no supo dónde fue a parar el rifle. ―Señora, señora, ―oyó una voz distante que la llamaba. Alguien le daba palmaditas en la cara. Tita Merced vio a una mujer vestida con un delantal de flores, de cara ancha, aceitunada, de nariz chata y trenzas amontonadas en la cabeza. Se fijó en que la mujer llevaba algo cruzado en su hombro, como un bolso de tela. La lluvia le caía por la cara, pero no se podía parar. ―Santito, Santito se me muere. La mujer de trenzas amarradas en moños le dijo: ―Vamos a su casa. El viento casi no la dejaba mover. ―El nene se me muere, necesito una planta. ―No, señora, vamos a su casa. No hay plantas. Yo la ayudo, yo la ayudo. La mujer menuda de delantal de pintura de Diego Rivera la sostuvo, la llevó de vuelta a través del viento, de la lluvia, de los árboles, de los cables. Poco a poco subieron otra vez. Tita Merced, con


Río de fuego Alexandra von Gundlach la respiración asfaltada en la garganta, divisó su choza casi convertida en un ranchón de vacas al descubierto. ―Se me muere el nene, se me muere el nene. ―No se le muere, mi alma, me mandó papito. A Tita Merced los ojos se le querían salir de las cuencas. No se atrevió a pronunciar palabra. Llegaron a empujones a casa. Santito seguía jadeando; tosía, jadeaba, tosía, se asfixiaba. ―Quédese quietecita ahí. La mujer morena sacó unas cosas de su bolso. Fue a lo que quedaba de cocina; sobre la estufa colocó como unas especies de hojas secas y las encendió con un fósforo que extrajo asimismo del bolso. Puso agua que recogió de la lluvia en una olla y la calentó. Hirvió en ellas otras hojas por algunos minutos. Tita la miraba sin decir esta boca es mía. No podía mover ninguna extremidad. ―¿Y el rifle? ―le preguntó a la mujer.

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―¿Qué rifle? ―la mujer echó el agua en un vaso y le pidió a Tita que lo moviera con su dedo. Después fue y se lo dio a Santito. Se lo hizo beber a sorbos pequeños, poco a poco. El nene seguía tosiendo, pero jadeaba menos; en quince minutos ya no tosía. Tita Merced lo vio acercarse a ella. ―Mami, ¿te sientes bien? Mira, ya estoy bien. ―¿Dónde está la señora, Santito? ―¿Qué señora? ―La que vino conmigo y te dio el guarapo. ―Mami, no sé de qué hablas. Me acabo de despertar y te vi ahí tirada como enferma. Tita Merced se levantó con todo el esfuerzo que suponía el dolor de todos los cantazos que había recibido. Miró la estufa, estaba apagada y no había residuos de nada. Buscó las ollas, todas limpias y sin usar. Oteó hacia el patio, la lluvia había amainado, el viento ahora era manso. El huracán había pasado, pero el asalto de Dios llegó con la misericordia.

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Bocetos

Carlos Dรกvila Rinaldi

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esperar y estar en tiempos pos-María

Teresa Hernández

1-mientras (conversación imaginaria con mi-misma) Sentada en una barra cargo mi teléfono. “No es posible conectarse ahora”. Víctor, ¿por dónde andas? Sé que colapsó el puente. No imagino cómo llegas a donde vayas. ¿Tienes trabajo? “Su mensaje se enviará cuando haya red disponible”. Todo puede ser peor. PR se levanta. ¿Cómo? ¿Con quién? ¿De qué lado? ¿Qué parte inicia el movimiento? Espera… ¿está despierto? “Todos los días visito la casa aunque no 98

está. Intento armar un rompecabezas de mi casa”. Uno de los cientos de cuentos pos-María. Me resuena en el cuerpo. No tengo señal. “Vuelve a intentar”. La mujer del lado en la barra tiene señal en su teléfono. Espera. Se entretiene mirando cosas recientes en Facebook. ¿Cuán reciente es lo reciente? ¿Hasta cuándo uno puede estar sin comunicación en estos tiempos globales? Me atrasaré. Se me adelantarán… … sin playas, ni aguas, sin luz, sin abanico que espante los mosquitos, sin trabajo, sin sobras, sin venir el por, sin que suene el teléfono. Veo, veo… ¿qué ves? Hace más de un mes que estamos sin luz. Se me hace que llevamos más tiempo en la oscuridad. ¿Cuánto tiempo crees que llevamos a oscuras? Ay, qué lento carga… ¿Cuánto tiempo me puedo quedar aquí? ¿A qué hora cierran? “No me muevo para no gastar gasolina,” me dice la mujer del lado. Más inundaciones… Me enseña fotos. Se para en este lugar, a menudo. Espera por el tapón de las avenidas inundadas.


¿Cuándo terminará el mal tiempo? ¿Qué le pasó al tiempo? ¿Cuál es este tiempo? Víctor, ¿por dónde andas? Después de Irma, María… tres vaguadas, una tormenta, inundaciones, hojas atrapadas en las alcantarillas, escombros-edificios-torres de escombros. ¿Cómo manejamos los escombros que no se ven… los que hemos venido recolectando antes de estos tiempos posMaría? Practico la mirada nocturna. Nueva práctica artística. Antes comedia, ahora TRAGEDIA… Los mismos sitios se inundan. Lo leo, lo veo. La mujer del lado también. 51% de carga. Ha subido solo 4% en 50 minutos. Tiene problemas mi teléfono. “Red móvil no disponible”. Pero hay red de personas disponibles... Víctor, ¿por dónde andas? ¿Te llamas Víctor o lo inventé?

2-Playita (Re-escritura de un cuento elaborado en un taller en el refugio del Hiram Bithorn, a dos días de la pisada de María, con Aneuri, Mia y Alexander, niñxs residentes del sector Playita colindante con Villa Palmeras, Santurce). Un día la tormenta llegó. Tumbó la casa, las maderas y los cables. Los zapatos y las carteras se rompieron por tanta agua. El sombrero del abuelo Aneuri se lo llevó una paloma que huía de los vientos. La paloma perdió su casa cuando el árbol de Ceiba se peló. El sombrero y la paloma ese día de tormenta volaban tan rápido como un avión. Las flores, las hojas y las matas murieron sin saber cómo ni cuándo. El sucio llegó. Los días eran todos iguales. Los juguetes se mojaron, se fueron. Pero la pollito vecina de la paloma logró salvarse. Cuenta el niñito Javier que la pollito Mia, antes de que los vientos se enfurecieran, se montó en la bicicleta de su hermano Alexander y huyó. No se sabe nada de la pollito Mia, ni de la bicicleta de Alexander. Si ves a una pollita en una bicicleta, dile que en Playita se le espera.

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qué decimos cuando decimos

Carmen R. Marín

1 qué decimos cuando decimos estoy bien después del huracán acaso que sabemos que cinco horas encerrados en un baño que se tambalea son suficientes para desear mirar enfrentar escupir a la muerte y que doce en una fila muy larga no lo son para morir. 2 qué hago con este brazo de amazona a medias que se interpone en el roce vital de nuestros cuerpos cuando nos acercamos fiera levemente a las aspas del abanico que hoy domingo podría vigilar y apaciguar nuestro sueño porque es el único día glorioso después de la hecatombe 100

cuando la planta eléctrica permanece encendida. el huracán no se llevó este brazo y la circulación se detiene rebelde cuando tratamos de juntarnos mucho mucho así para amarnos de esta otra manera cerrados los ojos que intentan vislumbrar una vida linda y despejada los mismos que observan rodar y alargarse la ilusión turbia de lloviznas al otro lado de los picos del cristal granizado que nos dejó. por fortuna no se llevó este brazo que se adormece aquí bajo la carne de tu peso o el mío y cosquillea ahora entre la ternura y el miedo al vórtice que es el amor. 3 tener todas las certezas después del huracán.


que en la penumbra del baño se rasuran al ras las rodillas a fuerza de tenerse el cuerpo por más de cuarenta años. que a esa media luz el pote de crema gris tapa plateada y traslúcida es para la noche específicamente para regenerar las células que dejo desprenderse en cantidades exponenciales cada vez que salgo de casa a enfrentar el monitor la pantalla de esclavitud corporativa. la certeza como las otras de que la madre del poeta murió en estos días por una epidemia que apenas empieza. que el amigo que no llama ni escribe ni nada lo hace por temor a que su voz se quiebre o sus dedos en nuestro intercambio. todas las certezas detrás del huracán. como saber al fin que somos colonia mucho más allá de arreglos políticos y económicos. y asimismo certeza frágil y tanta de que me haces feliz en este día que es el único que existe. vol. 4_n.2_2018

4 menos mal que ya hay verde en las ramas y el cielo no aparece cortado por huesos marrones que resistieron en huracán y el paisaje de invierno tan mal situado se desdibuja tropicalísimo amor. menos mal que ya dejó de entrar agua por esa ventana fisura vena menos mal menos que ya no escucho en las mañanas el inventario de asesinatos sino solo el de escombros que tapan la reja del alcantarillado y en la barriada allá abajo hoy con la lluvia vuelven casas como botellas vidriosas de ojos que desde hace meses no pueden descansar menos mal que ahora las noticias de violencia caben debajo de las visitas presidenciales y personas del año y uno olvida que hubo moretones puñaladas periodistas despedidos ráfagas de vientos y de balas menos mal que ya huele a lechón y a pavo y algún chino se habrá inventado decoraciones navideñas que funcionan con baterías doble a menos mucho menos mal que las velas UMET

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no se han acabado menos mal que el gas aparece en megatiendas gringas y no hay que hacer tanta maldita fila y el paladar ya no pide hielo y las góndolas risueñas aunque medio vacías menos mal que no importan de repente el salario de mierda y el ponchador porque el amo iluminado carcajea lacrimoso que por echar palante empresa hijitos empleados peones se ha vuelto dios menos mal miamor que dice la gente que ahora ve mejor las estrellas y como no hay luz eléctrica no conocemos la cifra exacta de aquellos que ya nunca lo harán menos mal que ya menos más que la menos ya que mal menos yam que mall maal sal menosmás bla.

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Las pisadas del insomnio o sinfonía de la incertidumbre crónica personal del huracán María en cinco jornadas

Ana María Fuster Lavín

a los sobrevivientes puertorriqueños del otro huracán que vino después Y aunque los vientos de la vida soplen fuerte soy como el junco que se dobla pero siempre sigue en pie. --Dúo dinámico

Las pisadas de este insomnio han sido pequeños alfileres en espiral que me llevan una y otra vez a esas doce horas, a las siguientes dos semanas, unos 29 o los posteriores cuarenta y tres días, los insospechados ochenta días, interminables rotaciones sobre el cono de incertidumbre. Y me perforan poquito a poco las corazas. Son estos bocetos de una isla silente y fragmentada donde la empatía es voz y la esperanza, una polifonía en cinco movimientos al otro lado del puente, de la que aún solo percibimos susurros. Pero allí está y estaremos. * Doce agobiantes horas… Adagissimo. Lo peor concluirá (ingenuo consuelo) después de esa docena de horas, eso escucho en la radio. Nosotros encerrados escuchando un carnaval ensordecedor de metales, maderas, vientos, susurros, miedos, como una pesadilla desesperante en la que deseas que suene el despertador, pero todavía faltan horas días meses. Aún no termina. vol. 4_n.2_2018

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¿A dónde llegaremos después de esa fracción de jornada? El eco del huracán ruge y pita estrepitosamente. Miguel duerme junto a mí, encerrados en el estudio del apartamento. La gata me mira angustiada desde el escritorio. Sus sombras a la luz de las velas me transportan a un cuento de Poe. Abro la única botella de cerveza que eché en la neverita junto a otras provisiones para los tres. Cierro los ojos y bebo despacio mientras las ventanas crujen, las tormenteras percusionan, cristales caen; el pitido constante de ráfagas dantescas desde el mar, desde la calle, en círculos. Van más de seis horas. Agarro una botella de agua y la bebo a sorbos en cámara lenta, la ansiedad es una desesperada sedienta. En la radio las coordenadas comienzan a rajar nuestra isla de sureste a norte. Una mujer grita, y grito más duro, ¿dónde estás? El eco de las ráfagas recorre nuestro hogar. Allegro piú vivace. La gata se pega a mí gimiendo... Cleopatra, es el viento, se pega a mí con su colita abrazada... Despierto a mi hijo y le digo que tenemos que salir 103


del estudio. Recogemos nuestras cosas y cruzamos rápido al baño, que no tiene ventanas. Nos recostamos de las dos puertas; en una mi hijo, en otra yo, por temor a que se abran y nos secuestre ese desesperante pitido del eco que ruge acompañado de una caótica sinfonía de cristales, árboles, puertas y pesadillas. De repente, se detiene la rabia huracanada, Miguel pregunta, son ya 8 horas, Cleo con su mirada de universo perdido. Los oídos se sienten como si estuviésemos en un avión a punto de despegar. Abrimos una puerta y nuestra casa es un lago... El pito maldito nos alerta y nos volvemos a trancar en el baño, pasan dos horas más y despertamos abrazados, los tres, sonreímos, nos colmamos de besos, pero no fue una pesadilla... El eco de este interminable insomnio sigue rugiendo pesadillas y silencios en la incertidumbre. Volveremos a la normalidad algún día, pero desde otra esperanza. ** Un día como hoy hace dos semanas... el mar me avisaba desesperado desde la mañana. Un martes hace dos semanas cerramos la tormentera del balcón y a las 10 pm le dije a Miguel, vámonos ya, es hora. Nos abrazamos, agarramos nuestras mochilas y neverita, la cartera felina y nos trancamos en el estudio (la habitación con la ventana más pequeña) con Cleo que ya no se nos volvió a separar. Desde esa hora cada vez más fuerte el dueto de mar y viento, al cual se unían nuevos instrumentos (tormenteras, cristales, un aullido que se multiplicaba formando una jauría dantesca, puertas golpeando desesperadas intentando detener la entrada de un hostil desconocido y aquel demencial pito al que se unían dos tres cuatro doce pitos); todo in crescendo como el Bolero de Ravel, versión grotesca, hasta llegar a una danza macabra... A las 5:30am era una orquesta ensordecedora de vientos, metales y percusión, 104

despierto a Miguel que dormía en el piso a mi lado. Le dije, tenemos que salir de aquí, no se siente seguro. Recogimos en un minuto el equipaje y provisiones, a la Cleo, que no ocultaba en su mirada el terror, y corrimos al baño, que no tiene ventanas y así más horas... todas las horas de aquel concierto que ya cambiaba de movimiento a contrapunto. Finalmente concluyó miércoles pasado el mediodía. Pero no hubo aplausos. Tampoco música para la esperanza. Todavía sentía en mi espalda los latidos de la puerta del baño, en la cual estuve recostada durante tantas horas. Cuando Miguel y yo salimos, pisamos suave, muy suave como si creyéramos que el apartamento podía colapsar en cualquier momento hasta caer de nuevo en ese réquiem huracanado sin final. Observamos en silencio el piso bajo unas seis pulgadas de agua en la sala, el comedor, la cocina y en el estudio donde originalmente nos refugiamos. Mis manos temblaban y Miguel me preguntaba con la mirada, ¿y ahora? Hijo, en dos horas terminaremos…. Y el temor de abrir la tormentera, y ver qué había ocurrido al otro lado, si ese otro lado de nuestra vida aún existía (no nos equivocamos, pues ya nunca volvería a ser lo mismo) no podemos vivir con los ojos cerrados ni con terror. Han pasado dos semanas en este otro lado, con los demás sobrevivientes, sin aplausos; solo el eco de aquellas horas y la incertidumbre... Dos horas sacando agua en nuestro hogar, más dos horas sacando agua en la de nuestra vecina, luego dos horas adicionales sacando agua del apartamento de mis padres (que oportunamente ya habían regresado a su otro hogar en España), más otras dos horas ayudando a recoger escombros en el estacionamiento, dos horas sentados en un muro meditando frente a un lago de seis pies de profundidad en la avenida, dos horas tratando de llegar casi a nado a otro lugar, a los otros que


deambulan como nosotros incrédulos, perplejos, silentes, de dos en dos, son dos semanas y de dos en dos se suma ese calendario de incertidumbres y seguimos deambulando buscando un rumbo hacia lo que llamábamos normalidad pero a la brújula también se la llevaron los vientos. *** Día 29. Todavía las jornadas en el trabajo, por la falta de energía, son más cortas. Mi oficina, a la que llamaba (y ya todas mis amistades conocían como) las catacumbas jurídicas se perdieron, por lo que nos reubicamos en la biblioteca. Intento llegar lo más temprano posible, para traerle agua fría a mi querido amigo y colega Francisco, para preguntarle a los demás cómo están, si han dormido, a Pabsi si tiene gas que como siguen su mamá y Lalo, y a la vez contarles o contarnos a modo de terapia de grupo que seguimos a oscuras, que algunos no tienen ni techo, que el gobierno nos amputa las esperanzas en pequeños trocitos, que muchos se han ido, muerto, enferman, emigran, permanecen…. Llega a lo lejos por el antiguo Parque Muñoz Rivera (ahora cementerio de árboles) hacia la entrada del tribunal. Está envuelta en una bolsa negra de basura. No tiene más de 27 años y su cabello recortado de peluquería no más de un mes, luce saludable en términos físicos. Según se acerca y ve algunos empleados y alguaciles se quita la bolsa, se queda desnuda y balbucea: “lo perdí todo” y se tira a un gran charco de fango. Una de mis compañeras de mantenimiento, bastante mayor, corre a buscar ropa en una oficina. Llegan unos policías, pero no quieren mancharse las botas. Los dos alguaciles hablan con ella, en lo que llega una ambulancia. Ella no quiere salir del fango, no quieren salir más a la calle, no quiere salir más de su mente ya perdida. Poco a poco la logran sacar, al menos su cuerpo, mientras ella vol. 4_n.2_2018

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se resiste. Finalmente la visten con la ropa conseguida y la logran montar en la oficina. Los que hemos ido llegando al tribunal vemos la ambulancia alejarse con la pobre joven. Nos quedamos en silencio unos minutos, mis ojos tratan de contener las lágrimas. Nos miramos con los ojos vidriosos, nos abrazamos en silencio…. Ya son 29 días del paso del huracán. Puerto Rico dolor fango incertidumbre empatía lucha camino... No es un cuento... pasó en la mañana pasadas las 7 am, una joven desorientada y destruida por el parque Muñoz Rivera; al menos el grupo pequeño de empleados del tribunal supremo consiguió algo de ropa y una ambulancia. Y el resto del día con el corazón partido, como el fango adonde la joven quiso refugiarse... **** Cuarenta y tres noches de insomnio y el puente se fragmenta en 61920 minutiesperanzas cada vez más nubladas como cada granito de arena perdido a fuerza de engaños, nos han robado hasta la luz al otro lado del horizonte. Es la sinfonía inconclusa en su segundo movimiento. Y me piden que escriba, y no puedo escribir, y me piden que lea y las palabras huyen como una caravana de hormigas locas por las páginas. Y le debo un escrito a Rosa, una crónica a Caleb, un cuento a José Cáez. 1032 horas después llegó la luz a mi apartamento. El día de los muertos por si faltan más calaveras y espejismos en el camino. Pienso en mis vecinos de toda la isla costa y montaña, en quienes no tienen luz, en los que siquiera tienen techo. Sigo caminando por las calles de Santurce y recuerdo aquellos tres pequeños murciélagos que yacían en una esquina. Lloré de tantas muertes, viéndolos, parecían tres niños que el viento se llevó mientras dormían y nunca despertaron aquella madrugada. No pudieron salir a comer, jugar con la 105


luna en las noches. Son esos niños que aún no saben cuándo tendrán techos, esos que no saben cuándo habrá clases de nuevo, aunque tengan que protestar con la maestra de historia porque no pueden hacer la tarea sin Internet, como esos niños que tuvieron que dejar la isla y recuerdan a sus otros amigos que ni saben dónde están ahora… Lloré esos pequeños niños murciélagos que hace 43 noches los vientos secuestraron del nido familiar y los arrojaron al silencio. **** Ochenta días y me siento a escribir por primera vez, allegro ma non tropo. Celebré antes de tiempo, porque la palabra es más breve y el texto es un oleaje que no se detiene, que no tiene ritmo. Es como pasar las páginas de los fantasmas y las muertes, de los amigos que se han ido. De los que se han emigrado como Ángel Isián, Melvin Rodríguez, Lala, Natalia y demasiados que mis querencias se fragmentan como un rompecabezas de soledades de los que se van pronto como Marlyn o mi Francisco favorito, sumando a tantos a los que se les han muerto familiares cercanos madres, abuelos, primos, tantos que murieron durante y a causa de este desastre natural y gubernamental, y mis palabras sueños se van con ellos y trato de escribir, pero no puedo. Mis palabras siguen en fuga de vientos. Sé que volveré a escribir. NO me rindo. Aunque nos mientan, porque tenemos la verdad, lo sabemos, los que nos quedamos, los que se tuvieron que ir. No me rindo, aunque nos roben, porque el amor, la afinidad o conexión especial con los míos y la poesía no me los pueden arrebatar, nadie. No me callo, aunque me arranquen la voz a fuerza de mentiras. ***** Cien días. Tal vez ciento treinta, doscientos, la cuenta de los días se ha fugado mas no la poesía ni la empatía, 106

cada poema es una mirada, un abrazo, una historia, mi gata que finalmente duerme tranquila a mi lado; mi hijo calculando su promedio para lograr entrar a la UPR en un año; el reunirnos a escuchar las vivencias de conocidos como los compañeros de jornada, de la palabra o de futbol de libros, esas excursiones con Alberto, Carlos Roberto, Alinaluz, Carmen Zeta y con desconocidos en la calle, en todas las calles de esta isla; al igual en las despedidas y en los reencuentros de la piel y la palabra. Este concierto que es la vida, la muerte, supervivencia y escombros sociales. Las pisadas del insomnio son ese lugar al que aún lleva a mi corazón y palabras sin rumbo y llora en el desasosiego de nuestra isla que algún día saldrá del cono de incertidumbre. Mientras, sobrevivimos a fuerza de palabras y llanto, pero esa sinfonía inconclusa de zozobras ya es un tatuaje en nuestra alma… y ya van demasiados días que la cuenta se me pierde entre las lágrimas, escombros y la distante esperanza. Al otro lado del puente está la luz. ¿Lo cruzaremos?


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vol. 4_n.2_2018

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Junta Editorial: Alexandra Pagán Vélez { Directora Editorial Cruce Anto Gamunev { Diseño, montaje y diagramación Sonia Cabanillas Martín Cruz Santos Hugo R. Viera Vargas María José Moreno

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Junta Asesora: Mariveliz Cabán Montalvo { Presidenta Roxanna D. Domenech Sugelenia Cotto

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Escuela de Ciencias Sociales, Humanidades y Comunicaciones de la UNIVERSIDAD METROPOLITANA

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