Lecturas para la cuarentena- 12 de abril de 2020

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Lecturas para la cuarentena 12 de abril de 2020


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12 de abril de 2020 Lecturas para la cuarentena

Junta Editora: Alexandra Pagán Vélez { Directora Anto Gamunev Sonia Cabanillas Martín Cruz Santos María José Moreno Carlos A. García Rodríguez Juan C. Quiñones Santiago Hugo Viera { Consultor, lector externo Junta Asesora: Roxanna D. Domenech { Presidenta Sugelenia Cotto

Portada: Andrea P. Montañez González (Cuarentena creativa)

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índice 4

Cuarentena creativa Andrea P. Montañez González

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El toque de queda [se queda]...la biopolítica del encierro Daniel Nina

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Todavía tiembla en el sur Ludwig Medina Cruz

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Un Acercamiento desde la Psicología Social del Coronavirus (COVID-19) Ruth Nina-Estrella

36

Ernesto Cardenal: el poeta sacerdote revolucionario y el revolucionario sacerdote poeta Juan Carlos Fret-Alvira

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René Marqués, “Operación Serenidad” y el sistema educativo puertorriqueño Mario R. Cancel Sepúlveda

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Frustrado Lynda G. Rivera Rosado

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La increíble y triste historia de una gata loca que se creía perra Daniel Torres 3


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EL TOQUE DE QUEDA [SE QUEDA]...LA BIOPOLÍTICA DEL ENCIERRO Daniel Nina

“Tonight you are going to be part of a social experiment.” The Joker1 Recoge mijo Mira que vas pa’ la calle Dile a Pancho Que me mande algo pa’ la comisaria Ave María títere, que breike De las tumbas quiero irme No sé cuándo pasará Las tumbas son pa’ los muertos Y de muerto no tengo ná Cuándo yo saldré, de esta prisión Que me tortura, me tortura mi corazón Si sigo aquí, enloqueceré, ¡suelta! Ya, pero mira ya las tumbas son crucifixión Monotonía, monotonía, cruel dolor Si sigo aquí, enloqueceré De las tumbas quiero irme No sé cuándo pasará Las tumbas son pa’ los muertos Y de muerto no tengo ná Cuando yo saldré, de esta prisión 1 El Guasón (the Joker, “esta noche ustedes van a ser parte de un experimento social”) hace alarde a esta expresión en un momento dado donde lleva a la “humanidad” representada en dos barcos-ferries, repletos de seres humanos y donde a cada una de las embarcaciones se les ofrece un dispositivo que haría explotar la otra embarcación. Esto en la película The Dark Knight (Dir. Christopher Nolan, EE. UU., 2009). Para un análisis sobre esta escena, véase Nina (2010). Para el texto original, véase (Nolan & Nolan, 2008). 13


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Mira, yo saldré de esta prisión Que me tortura, me tortura mi corazón Si sigo aquí, enloqueceré Ya que mira, pero ya las tumbas son crucifixión Monotonía, monotonía, mira cruel dolor Si sigo aquí, enloqueceré, ¡suelta! De las tumbas quiero irme No sé cuándo pasará Las tumbas son pa’ los muertos Y de muerto no tengo ná Dale pa’ lante preso humilde Recoge, ya te dije que te vas Mira, títere parece que estás bien acostumbraito, ah Dale pa’ la calle Te tenían bien mangao, ¡suelta!

el efecto social que tiene el “cierre” en la vida de cada uno, tomando en cuenta que “quedarte en casa” es por tu bien. En ambas premisas iniciales, nos encontramos ante la posibilidad de explorar el alcance de aquel concepto desarrollado por Michell Foucault, definido como la bio-política. Es decir, se trata el cierre por parte del Estado, de un ejercicio de poder sobre la geografía, población y vidas de los ciudadanos. En esta medida, el gobierno de Puerto Rico ha realizado un ejercicio perfecto sobre la biopolítica del cuerpo y del poder. Se trata de administrar la vida del cuerpo, y, por otro lado, desarrollar las coordenadas de lo político de cómo se hace ese ejercicio (Foucault, 1980; 1982). Se trata de dos ejercicios en paralelo, que el Estado ha sabido articular para alcanzar un nivel de control jamás visto ante en Puerto Rico. Ante este cuadro, hay que explorar en el contexto del “toque de queda”, si este se queda o no se queda. En particular, las implicaciones que tiene el momento para la ciudadanía en general. Esto es reconociendo que en el cuatrienio político de 2017-2020 la utilización del toque de queda se ha hecho muy popular, para cualquier asunto que sea declarado “emergencia nacional”. Exploramos en este ensayo el concepto de biopolítica según desarrollado por Foucault (Foucault, 1982). Exploramos la historia reciente de los toques de queda en Puerto Rico y cómo los mismos se han ido perfeccionando, a beneficio del Estado y no necesariamente de la población. Procedemos luego a examinar cuál es el futuro de la experiencia, si alguno. Finalmente, ofrecemos la conclusión a este trabajo.

Ismael Rivera2 Dale pa’ lante preso humilde Recoge, ya te dije que te vas Puerto Rico vive una experiencia única. La isla, como el resto del planeta, sufre los embates de la pandemia del COVID-19, mejor conocido por Coronavirus. Desde el 15 de marzo del 2020, a Puerto Rico se le impuso, por parte del gobierno, un periodo especial de confinamiento social, o aislamiento social, todos de forma [in]voluntarios (Orden Ejecutiva, 2020-023). Mediante el mismo, la población no puede salir de sus hogares, salvo en excepciones provistas por ley. Este proceso ha dado paso, luego de las primeras dos semanas, a una segunda extensión clasificada como “toque de queda” (“lockdown”) por la propia orden (Orden Ejecutiva, 2020-029). El debate social ha sido importante, más allá de la representación del poder simbólico del Estado. Por un lado, tenemos la urgencia de controlar el efecto de la pandemia del coronavirus en la isla. Por otro lado, la situación nos mueve a analizar dos aspectos de la política de restricción domiciliaria por parte del Estado. Primero, el poder simbólico a partir de la abrogación de la libertad del hombre y la mujer común que hace el Estado en la historia reciente de Puerto Rico.3 Segundo, 2 Ismael Rivera, el “Sonero Mayor”, letra de la canción “Las Tumbas” de Bobby Capó. La canción hace referencia al periodo en que Ismael Rivera estuvo preso (1962-1966) y fue publicada en el disco de Rivera “Soy feliz” (1975). 3 Durante la incumbencia de Ricardo Rosselló, luego del paso del huracán María, el 20 de septiembre de 2020, emitió una resolución ordenando un “toque de queda” de 6am a 6pm de forma indefinida mientras

“...Las tumbas son pa’ los muertos Y de muerto no tengo ná” Es curioso que luego del paso del huracán María, en la noche del 20 de septiembre de 2017, el entonces incumbente de la fortaleza, Ricardo Rosselló Nevares, declaró un estado de emergencia nacional e impuso un toque de queda (Orden Ejecutiva, 2017-049). Ese toque fuera necesario y no fuere revocada (Orden Ejecutiva, 2017-049). En ese momento nadie cuestionó la decisión toda vez que, entre otras cosas, no estaban operativos los sistemas de comunicación ni de luz eléctrica. Dicho lo anterior, luego de haber sido suspendido el toque de queda, el incumbente Rosselló, y al amparo de la Orden Ejecutiva 2017-049, ordenó un toque de queda para el 31 de octubre de 2017, la noche de “Halloween” (Moscoso, 2017). Este acto fue antecedido por el municipio de Caguas, el cual por vía de su alcalde William Miranda, también había proclamado a un “toque de queda” municipal para ese mismo día (Moscoso, 2017a). 14


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de queda duró el mes de septiembre de 2020; se impuso casi por dos semanas. Simplemente, y variando la hora de inicio, el incumbente Rosselló fue estableciendo distintas horas mientras siempre reabría el país a las 5am. Este toque de queda pasó sin gloria ni llantos. Pasó y nadie le hizo caso. De forma subsecuente, el incumbente Rosselló volvió a solicitar otro toque de queda, este en la noche del 31 de octubre de 2017, el cual duraría una sola noche, amparado en la misma orden ejecutiva. El motivo era contener las salidas sociales esa noche que se celebraba la noche de brujas. Nadie habló de esto. Pasó y se justificó en que, ante la situación de no haber luz eléctrica, era meritorio contener al país, salvo un alcalde de la isla que tuvo la misma iniciativa (Noticel, 2017). Posiblemente, esto fue pensando que la gente se habría de mal comportar, al estilo de la película The Purge (Dir. James De Monaco, EE. UU., 2013). De estas dos experiencias recientes, no reconozco trabajo de investigación alguno que se haya realizado. No obstante, sí hubo arrestos, realmente incidentales a actos de vandalismo y robo. Por el toque de queda hubo arrestos, pero su tratamiento fue desorganizado sin mucha relevancia para el Estado (Moscoso, 2017a; 2017b). No hubo una campaña mediática; es decir, de poder simbólico

del gobierno, de arrestar por violentar el toque de queda. Vivimos hoy la tercera experiencia reciente de toque de queda. Todos los hemos vivido para la dirección política del partido incumbente, el Partido Nuevo Progresista (PNP). En este momento, bajo la dirección de la gobernadora de turno, Wanda Vázquez Garced, quien sucedió al saliente Ricardo Rosselló, se ha proclamado mediante orden ejecutiva dos momentos de estado de excepción: el primero como uno de aislamiento social e internamiento voluntario en los hogares (Orden Ejecutiva 2020-023) y el segundo propiamente hablando como toque de queda (Orden Ejecutiva, 2020-029). Ambas órdenes ejecutivas han tenido interpretación en Cartas Circulares que han sido emitidas por el Departamento de Desarrollo Económico y Comercio. La política pública asumida por el gobierno de Puerto Rico ha sido que toda persona, por su bien, se debe “quedar en casa”. A partir de ahí, el encierro no es infligido, sino autoasumido. Ahora bien, en la prolongación — hoy definida— del toque de queda, se van desarrollando prácticas de gobernanza desconocidas, pero que sirven para articular el toque. En otras palabras, todas y todos estamos aprendiendo a vivir de forma “permanente” bajo un toque de queda. El confinamiento social voluntario y el toque de queda, impuestos por Wanda 15


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Vázquez Garced, constituyen una elaboración mucho más sofisticada de control social, de estado de excepción (suspensión del estado de derecho) y de intervención del Estado en la libertad de los ciudadanos, muy por encima de lo que en su momento hiciera Ricardo Rosselló. El toque de queda [que se queda] nos va determinando varios asuntos de la vida cotidiana que nos sirven para consagrar el confinamiento social (Orden Ejecutiva, 2020-029). Por un lado, el control de las carreteras, en la medida que el tráfico vehicular se ve restringido por el uso de los automóviles con placas que terminan números pares e impares. Por lo tanto, el país se comienza a ver de forma fragmentada, si uno tiene solo placas que terminan con números pares (días de salida, lunes, miércoles y viernes), mientras los números impares crean otra realidad (martes, jueves y sábado). De igual forma, las horas de control de salida, solo las justificadas, nos invitan a pensar que nuestras socializaciones tienen un límite diario. Por lo tanto, ya no podemos salir a nuestro libre albedrío, sino por la disposición establecida por el gobierno quien determina a qué salimos y con quién socializamos. En particular, que desde el segundo toque de queda, se restringió por vía de “directriz” del Estado, quién entra al hogar de una persona. Finalmente, el Estado ha utilizado el poder simbólico durante las primeras dos quincenas del toque de queda para demostrar su capacidad de controlar la vida de los seres humanos (El Vocero, 2020; El Nuevo Día, 2020a). En particular, es a partir de los arrestos de las personas que violan el toque de queda. Esto ha sido interesante, pues el Estado ha utilizado la prensa no como disuasivo a autorestringir (los abusos de poder del Estado), sino para ilustrar la consecuencia de los actos de los que violentan el toque de queda. En este sentido, la vida continúa como una manifestación en negativo, por la cual el Estado nos va diciendo lo que no podemos hacer, nos restringe continuamente por todas las campañas mediáticas que se autoimponen a diario y, finalmente, proclama que a los violadores de ley se les impongan las sanciones que se requieran. Con este cuadro, ha sido interesante que las noticias policiacas describen en todo momento el acto de violar la ley del toque de queda, la medida de restricción impuesta por la policía como medida cautelar ante la violación de ley y, finalmente, se impone como una medida educativa la suerte que reciben en los tribunales los casos de los violadores, donde se nos recuerda que la mayoría de los procesados han sido encontrados preliminarmente incursos de violar la ley (Figueroa Cancel, 2020).

“...Monotonía, monotonía, mira cruel dolor Si sigo aqui, enloqueceré, ¡suelta!” Al final de su carrera [por la vida que se le fue], Michel Foucault acuñó el concepto de biopoder (Foucault, 1980; 1982). En el mismo, intentaba explicar cómo en la modernidad tardía, los estados [modernos] intentaban regular la vida, y no así la muerte (Foucault, 1982). Ante lo que él consideró un quiebre con la etapa formativa de los estados nacionales, en la modernidad temprana, para Foucault se había dado un cambio de paradigma. Se intentaba administrar la vida y dejar morir. Antes se administraba la muerte y se dejaba vivir. El efecto de este proceso, en la lógica de Foucault, se da una relación entre el mundo de la disciplina, que intenta controlar el cuerpo, y el mundo del poder soberano que ya no administra en cercanía al cuerpo, sino al conjunto completo de la masa, de la ciudadanía, la población. En esta relación para Foucault, y según su interpretación de los momentos que rigen las distintas etapas de la modernidad, a lo cual él llamó la época clásica, se perfila un proceso desde el control de la locura, la sexualidad, el deseo, y más que nada, la administración de las pandemias y epidemias como forma de administrar la vida. Garantizar que uno esté vivo es el proyecto del Estado en esta etapa más reciente de la administración de la población. Este proceso combina un proyecto de biopoder, el cual se narra a partir de una biopolítica en la cual el Estado asume, y la población deja que este lo haga, un poder soberano sobre el cuerpo [disciplina, y un poder de autoridad disciplinario sobre el alma de ese cuerpo, en su conjunto, dirigido a la población. A la biopolítica le interesa el control de la población (Foucault, 1982:198)]. Lo interesante de esta conversación es que el Estado logra amasar toda esta base de poder, real y simbólico, a partir de la concesión que el pueblo le ha concedido a él en la teoría clásica del Estado moderno [poder soberano/poder delegado del soberano pueblo]. Dicho lo anterior, en el manejo de la disciplina sobre el cuerpo y de los conjuntos de todos los cuerpos surgen relaciones extendidas de control. Por lo tanto, se aplica de forma concatenada, a partir de las micro relaciones de poder, una articular para efectuar este ejercicio de control y dominación. Ante esto, está el trabajo de Jacques Danzelot. El trabajo de Jacques Danzelot, original en sí mismo, pero también en el contexto del trabajo ascendente de Foucault en las décadas de 1960 y 1970, permite entrever cómo la institución formativa de la familia se constituye en un eje de dominación. 17


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La familia es el núcleo primario donde el Estado, sin promulgarlo entra y condiciona la vida de los individuos, como cuerpo, y de los individuos como una población administrada (Danzelot, 1976). La familia es un ecosistema en el cual el Estado no tiene que entrar diariamente a regularlo. No obstante, a partir de sus propias consideraciones, la familia se autorregula y promueve su razón de ser de conformidad con el orden dominante. En ese sentido, la familia es un instrumento de control, pese a también ser una instancia de satisfacción personal. La biopolítica, a partir del ejercicio del biopoder, permite que el Estado viva en nuestros hogares, residencias, y tome control de una institución tan primaria como lo es la familia. Pero esta instancia requiere de una estructura física: la casa. Es ahí donde hoy, en el caso de Puerto Rico, bajo el estado de toque de queda, se ha instaurado el poder del Estado sobre el cuerpo y alma de los ciudadanos que conforman la población general del país.

14 días (Orden Ejecutiva, 2020-023, sección 2da). Es curioso que, en la primera orden ejecutiva, la cual fue hecha con cierta premura entre el 12 de marzo, declaración de estado de emergencia nacional, y el 15 de marzo, declaración de medidas de control social sobre la población, mediaron a apenas tres días, lo suficiente para reflexionar qué tipo de medida de control se habría de imponer al país. Esto nos provee un espacio de reflexión crítico, en particular porque la gobernadora no invocó un estado de ley marcial, según lo dispone la Constitución del país. No había estado de guerra, ni agresión externa. Según dispone la Constitución en el Artículo IV, sección 4, donde se definen las facultades y prerrogativas del poder ejecutivo, se define, entre otras, que este podrá: Proclamar la ley marcial cuando la seguridad pública lo requiera en casos de rebelión o invasión o inminente peligro de ellas. La Asamblea Legislativa deberá inmediatamente reunirse por iniciativa propia para ratificar o revocar la proclama. De igual forma, la Constitución, en el Artículo VI, sección 17, menciona qué poderes tiene el ejecutivo en caso de una emergencia nacional. En dicha disposición se establece que: En casos de invasión, rebelión, epidemia o cualesquiera otros que provoquen un estado de emergencia, el Gobernador podrá convocar a la Asamblea Legislativa para reunirse fuera del sitio en que tengan su asiento las cámaras, siempre con sujeción a la aprobación o desaprobación de la Asamblea Legislativa. Asimismo, podrá ordenar el traslado e instalación provisional del Gobierno, con sus agencias, instrumentalidades y organismos fuera de la sede del gobierno, por el tiempo que dure la emergencia. Tanto en Artículo IV, sección 4, o en el Artículo VI sección 17, se establecen las prerrogativas del ejecutivo para declarar un estado de emergencia nacional, ya sea bajo una ley marcial (por agresión militar) o bajo emergencia (por motivo de epidemia). Pero el alcance de ambas disposiciones constitucionales no prevé para que el ejecutivo le indique a su población que se tiene “que quedar en casa”. Lo que es curioso de la Orden Ejecutiva 2020023, la cual detuvo el país el pasado 15 de marzo, es que, a nivel de la Constitución, la gobernadora Vázquez Garced se amparó en disposiciones de administración de dinero.

Dale pa’ la calle Te tenían bien mangao, ¡suelta! En las pasadas cuatro semanas (15 de marzo al 10 de abril de 2020), Puerto Rico ha vivido un momento histórico y único. Se ha impuesto una política de control social, carente de referentes anteriores, por medio del cual el Estado, en aras de nuestro bienestar, ha detenido el país. Ha detenido tanto al sector público, del cual el Estado tiene control y jurisdicción, como al sector privado. Por primera vez, el Estado ejerce un poder, implícito o inherente en la Constitución de Puerto Rico de 1952, el cual no es nombrable [la fuente constitucional de referencia]. ¿Puede el Estado cerrar el país a partir de una crisis de salud? La contestación es sí, pero bajo una dudosa premisa. La gobernadora Wanda Vázquez Garced, el pasado 15 de marzo de 2020, emitió una orden ejecutiva por la cual determinó que podía detener las actividades sociales y económicas del país y pedirle a toda la población que cumpliera con un proceso de distanciamiento social. Es decir, a la población en general, le era requerido quedarse en su hogar y solo salir bajo ciertas excepciones. Para esto, proclamó un toque de queda (Orden Ejecutiva, 2020-023, sección 1ra y 2da). Además, la gobernadora también dispuso que, para toda persona que hubiese dado positivo al Coronavirus o tuviese sospecha de estar infectado, la medida de control sería el aislamiento social. Es decir, tenía que permanecer recluido en su casa/hogar por 18


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En la primera orden ejecutiva, entre otras disposiciones legales a las cuales hace alusión, está de forma prioritaria la Constitución, en el Artículo VI, secciones 5 y 6. En estas secciones se dispone lo siguiente: Sección 5. Las leyes deberán ser promulgadas conforme al procedimiento que se prescriba por ley y contendrán sus propios términos de vigencia. Sección 6. Cuando a la terminación de un año económico no se hubieren aprobado las asignaciones necesarias para los gastos ordinarios de funcionamiento del gobierno y para el pago de intereses y amortización de la deuda pública durante el siguiente año económico, continuarán rigiendo las partidas consignadas en las últimas leyes aprobadas para los mismos fines y propósitos, en todo lo que fueren aplicables, y el Gobernador autorizará los desembolsos. A renglón seguido, la orden ejecutiva del 15 de marzo de 2020 hace alusión a la Ley Orgánica del Departamento

de Salud, legislación que data del 1912. En la Ley 81 de 14 de marzo de 1912, según enmendada, se dispuso en el Artículo 5 lo siguiente: En caso de que alguna epidemia amenazare la salud del Estado Libre Asociado, el Secretario de Salud tomará las medidas que juzgue necesarias para combatirla y con la aprobación del Gobernador incurrirá en los gastos que sean necesarios por cuenta del Gobierno Estadual, con cargo al Fondo Estadual de Emergencia, creado por las secs. 457 a 465 de este título. Finalmente, la orden ejecutiva hace alusión a una ley especial que crea el Departamento de Seguridad Pública de Puerto Rico. En la Ley 20-2017, en el Artículo 6.10, se definen los poderes y atributos de la gobernadora para casos de emergencia nacional. Allí se dispuso: En situaciones de emergencia o de desastre, el Gobernador de Puerto Rico podrá decretar, mediante proclama,

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que existe un estado de emergencia o desastre, según sea el caso, en todo el territorio de Puerto Rico o en parte del mismo. El Gobernador, mientras dure dicho estado de emergencia o desastre, tendrá, además de cualesquiera otros poderes conferidos por otras leyes, los siguientes: (a) Podrá solicitar del Presidente de los Estados Unidos de América todo tipo de ayuda federal que conceda la legislación federal vigente, aceptar dicha ayuda y utilizarla a su discreción y sujeto únicamente a las condiciones establecidas en la legislación federal bajo la cual se concede. (b) Podrá dictar, enmendar y revocar aquellos reglamentos y emitir, enmendar y rescindir aquellas órdenes que estime convenientes para regir durante el estado de emergencia o desastre. Los reglamentos dictados u órdenes emitidas durante un estado de emergencia o desastre tendrán fuerza de ley mientras

dure dicho estado de emergencia o desastre. (c) Podrá darle vigencia a aquellos reglamentos, órdenes, planes o medidas estatales para situaciones de emergencia o desastre o variar los mismos a su juicio. (énfasis añadido). En otras palabras, bajo medidas de regulación socioeconómica, en particular en lo que tiene que ver con la Constitución, el gobierno de Puerto Rico ha impuesto un control sobre la población. El mismo se manifiesta por un decreto, la orden ejecutiva emitida por la gobernadora el pasado 15 de marzo (y luego extendida el 30 de marzo de 2020). Dicho lo anterior, no hay ninguna justificación que establezca el control sobre el cuerpo; por el contrario, es sobre las leyes que rigen el país, los reglamentos que controlan las actividades de vida diaria, y, finalmente, las disposiciones de salud, si alguna para momentos de pandemia o epidemia. Se trata de un ejercicio de biopolítica manifestado a través del biopoder (la ley y el derecho). No existe legislación especializada. Lo que sí había era el poder de la gobernadora de suspender todas las leyes y reglamentos; hacerlos por el periodo 20


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en cuestión inexistentes. De forma tal, las escuelas no tienen reglamento; los hospitales no tienen reglamento; los comercios no tienen reglamento. El único reglamento que determina cómo se opera en este estado de excepción lo es la propia orden ejecutiva, y subsecuentes Cartas Circulares del Departamento de Desarrollo Económico y Comercio. A partir de la Orden Ejecutiva (2020-023 y 2020-029), el país se gobierna por decreto. No obstante, lo anterior, la sana administración no se basa en la presencia omnipresente del Estado, sino en la administración de la unidad llamada casa/hogar, donde el individuo, hombre o mujer vive. Es allí, a partir de la policía de la familia, como lo definió Danzelot, que surgió el poder y autocontrol de la población. Este se da a partir del sentido de disciplina que cada unidad familiar pueda tener. Para eso, el Estado de forma selectiva, arresta a los que violentan el estado de derecho de excepción. Finalmente, la segunda orden ejecutiva de 30 de marzo de 2020 (vigente hasta el 12 de abril de 2020, constituye un ejercicio de endurecimiento de las bases que se establecieron en la primera orden ejecutiva. En particular, es porque en esta se reproduce el concepto normativo de “toque de queda” y se introduce su equivalente en inglés (“lockdown”), el cual aunque presente [toque de queda] en la primera orden ejecutiva no se enfatizó con tanta claridad como en la segunda orden ejecutiva. Por lo tanto, el toque de queda, ahora de lo simbólico a lo real, constituye un movimiento cultural para un país que nunca había vivido un toque de queda por una epidemia o pandemia, y en la cual la memoria reciente lo fue por eventos asociados a fenómenos climatológicos y su secuela (ausencia de energía eléctrica). La segunda orden ejecutiva lo que hace es consolidar el proyecto del estado de excepción, operar fuera del marco de la ley (justificado por emergencia) y organizado por decretos del poder ejecutivo. En esta medida, es algo novel, pues realmente hablando, y por “el bien de cada uno”, la gobernadora emitió una orden que lo que hace es controlar de forma más estricta los movimientos de los cuerpos, de la masa convertida en población, que se administra no como reces sueltas, sino como familias organizadas en sus respectivos hogares. Bajo disposiciones similares a la primera ordenanza ejecutiva, se establecieron nuevos controles sobre la libertad del ser, el individuo, el ciudadano y, más que nada, la población en general. El toque de queda crea algo insólito, que es la obligación compulsoria de permanecer en el hogar 24 horas al día los 7 días de la semana, solo permitiendo salir bajo excepciones cualificadas en la Orden Ejecutiva (OE 2020-029, sección 1ra). Esta mirada en la que el gobierno puede controlar

el movimiento total del individuo es una experiencia única. Se trata de una medida sin igual de control social, que requiere de una ciudadanía muy disciplinada. Esto se dice en la medida que los arrestos en Puerto Rico, por razón de quebrar el toque de queda, no llegan, al momento de redactar este artículo, ni a 720 personas (luego de un mes; El Nuevo Día, 2020b). Eso significa que, y bajo la variable de arrestos efectuados, la cantidad total sigue siendo muy baja para una población de 3.1 millones de habitantes. El cumplimiento ha sido mayoritario. Por otro lado, a nivel de control del individuo, y a manera de ejemplo, el control sobre el tránsito vehicular es una medida interesante (es curiosamente pro medioambiental), que simplifica quién está en la carretera y quién no, para unos días (lunes, miércoles, y viernes) las tablillas pares y para otros días (martes, jueves y sábado) las tablillas nones. Es decir, el gobierno ha regulado, por nuestro bien, quién puede estar en la carretera. Esto tiene el efecto de limitar por todos los niveles, las formas de socialización de la población (OE 2020-029, sección 2da). El estado de excepción, gobernado por órdenes ejecutivas (dos en el periodo del 15 al 30 de marzo de 2020), representan un momento de desarrollo del gobierno de Puerto Rico, el cual no conocíamos. El mismo ejerce su autoridad, a través del biopoder, la regulación de los comportamientos humanos a partir del mundo disciplinario y la biopolítica, el control de la libertad de la población. “Tonight you are going to be part of a social experiment.” El proceso que vive Puerto Rico es uno interesante, en la medida que no hay referentes previos, pero a su vez es aterrador. Lo interesante no ha sido el comportamiento del Estado, que ha logrado hoy recibir el endoso y aval de la población en términos generales. Lo interesante es pensar por qué la población ha seguido el orden normativo impuesto por un estado de excepción, que derogó de facto todas las leyes existentes en el país (desde la regulación de las escuelas hasta el sistema de usos y permisos estatales y municipales). De un plomazo, la gobernadora Vázquez Garced estableció las normas para el control absoluto del país. Lo que sí podemos argumentar es que, en el 2020, Puerto Rico, tanto el gobierno como la población, estaba acostumbrado a vivir en estados de emergencia (desde el 2006 bajo la administración de Aníbal Acevedo Vilá) hasta la administración del incumbente Ricardo Rosselló en el 2017. Cada uno de los últimos cuatro gobiernos ha declarado un 21


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Foucault, M (1982) Genealogía del racismo. Argentina: Colección Caronte Ensayos.

estado de emergencia por la razón que sea, lo cual ha establecido una cultura de aparente normalización. Es decir, la gente ve como normal que se gobierne por órdenes ejecutivas, aun cuando cada una de ellas nos ofrece menos garantías constitucionales que la anterior (en particular la relación entre las Órdenes Ejecutivas 2020-023 y 2020-029). La cultura de las órdenes ejecutivas para determinar un estado de emergencia y determinar un estado de excepción jurídica lleva con nosotros por lo menos 20 años, y su razón de ser ha sido la crisis de administración en la gestión pública; esto incluye desde la falta de liquidez, quiebra económica, destrozo de la infraestructura pública, y ahora una pandemia. Nuestra preocupación, a partir de la biopolítica de Foucault, es si el toque de queda se queda. Lo interesante es que se trata de una determinación de los gobernantes en su gestión pública. Ahora bien, el efecto cultural, determinado por el biopoder, ese que trasciende a los gobernantes y se inserta en el tejido social a partir de los individuos, es una condición para evaluar en el futuro. Habría que examinar si el toque de queda, bajo estados de emergencia prevalecientes, ha calado y se ha interiorizado en el comportamiento social. Es decir, que la colaboración de la población en general es un acto voluntario a partir del reclamo que “esto es por tu propio bien”.

Moscoso, L. (2017a) “Desconocido el número y paradero de personas arrestadas por violar el toque de queda”, Centro de Periodismo Investigativo, 1 de octubre. Moscoso, L. (2017b) Toque de queda en Puerto Rico da paso a muerte y uso de taser contra empleado de la AEE” , Centro de Periodismo Investigativo, 30 de noviembre. Nina, D (2010) Batman, el Guasón y Ciudad Gótica: la nueva ética del mal[bien], Cinefoever [Mexico]. Recuperado de: https://www.cineforever.com/2010/07/27/ batman-el-guason-y-ciudad-gotica-la-nueva-eticadel-malbien/ Nolan J y C Nolan (2008) The Dark Knight. N/a Lugar y edición. Noticel (2017) “Caguas también establece toque de queda”, Noticel, 30 de octubre. Orden Ejecutiva de 15 de marzo de 2020, OE 2020-023. Orden Ejecutiva del 30 de marzo de 2020, OE 2020-029.

Referencias

Carta Circular de 17 de marzo de 2020, CC Núm. 2020-02 Carta Circular del 3 de abril de 2020, CC Núm. 2020-05 El Nuevo Día (2020a) “Se reducen los arrestos por violar el toque de queda” El Nuevo Día, 30 de marzo. El Nuevo Día (2020b) “Asciende a 113 los arrestados relacionados por el nuevo toque de queda”, El Nuevo Día, 9 de abril. El Vocero (2020) Ascienden a 220 el número de arrestados por toque de queda”, El Vocero, 22 de marzo. Figueroa Cancel, A (2020) “La mayoría de las denuncias por el toque de queda progresan en los tribunales” El Nuevo Día, 2 de abril. Foucault, M (1980) Microfísica del poder. Madrid: La piqueta. 22


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Un Acercamiento desde la Psicología Social del Coronavirus (COVID-19) Ruth Nina-Estrella

El coronavirus (COVID-19) ha provocado un estado de emergencia a nivel mundial que resulta ser altamente estresante. Dos elementos que afloran en primera instancia como consecuencia del efecto psicológico de este tipo de cuarentena son el miedo y la ansiedad. Estos elementos se sostienen en la combinación de tres aspectos: (1) el miedo a una nueva enfermedad que la gente no comprende; (2) el confinamiento prolongado por el distanciamiento social y (3) el estigma hacia aquellos que están enfermos o existe sospecha de ello. Son tiempos que causan mucha incertidumbre,

confusión y un sentido de urgencia (Taylor, 2019), lo cual requiere reflexionar sobre los efectos de esta experiencia. En este trabajo se abordan tres aspectos del COVID-19: el aislamiento social, el miedo y la discriminación desde una perspectiva psicosocial. Aislamiento social En esta pandemia, el aislamiento social es uno de los elementos que más quiebra a las personas. Aunque se ha validado que el aislamiento de las personas resulta 29


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ser la medida más efectiva para prevenir la reproducción del virus (CDC, 2020). Estar en aislamiento dentro de los hogares implica reorganizar la vida como respuesta a la pérdida de las rutinas, el funcionamiento en el diario vivir y la relación con las amistades o familiares. Además, con ello se incrementa el sentido de aburrimiento, la frustración y el sentido de soledad. De igual forma las personas pueden adolecer de sus redes de apoyo: la cercanía emocional, la confianza y el afecto de sus amistades y familiares.

Puerto Rico tiene hoy en día un número bajo de muertes, comparado con las muertes producidas a nivel mundial. Si revisamos los datos en el Caribe hispano vemos que la situación en nuestro país esta bastante controlada, para el 9 de abril de 2020 (República Dominicana 1.956 casos positivos y 98 muertes; Cuba 515 casos positivos y 15 muertes; Puerto Rico 725 casos positivos y 39 muertes). (CDC, 2020). Esta es una noticia altamente positiva que amerita resaltarse como parte del esfuerzo que ha hecho el estado para prevenir que se propague esta enfermedad. El brindar noticias falsas (fake news) en este momento produce pánico, contribuyendo al complicar el panorama en el país. Estas noticias falsas o el crear sensacionalismos pueden tener consecuencias nefastas

Son sentimientos y emociones que se agravan en la medida que la persona se expone a una inestabilidad psicológica que se ve afectada por la cuarentena y la saturación de las noticias que en algunas ocasiones es imprecisa. Ejemplos recientes sobre ello, fue cuando el Task Force COVID-19 reportó 40 muertes por la enfermedad, y luego retiró esta información al reconocer que era un error estadístico. Es un hecho que amerita reflexionar sobre cómo se están reportando las estadísticas (tampoco se informa de los pacientes que han superado la enfermedad), dado que esta acción requiere una alta responsabilidad al brindar información a los medios de comunicación. Sobretodo porque estos datos no atañen tan solo al país, sino que se reportan a nivel mundial. Es un error de contabilizar muertes sospechosas bajo la creencia de que eran pacientes sintomáticos de coronavirus, cuando lo que oficialmente se debe reportar son las muertes de

en nuestra sociedad, pues con tanta información circulando a las personas le resulta difícil diferenciar los hechos de las realidades. También, es importante mencionar que las consecuencias psicosociales de la pandemia se agravan con eventualidades que atañen a la estabilidad financiera, la cual se ve comprometida el aislamiento social (Qui, Rutherford, Mao & Chu, 2017). El trabajo remoto es un remedio a corto plazo, ya que es alta la posibilidad de perder el trabajo, de sufrir una disminución de horario de trabajo con un salario menor, y el de tener que asumir vacaciones forzadas. Escuchar de manera recurrente sobre la posibilidad de ser parte de la estadística del desempleo hacer repensar a las personas sobre su cotidianidad en cuanto su calidad de vida y su estatus social. Al ver que su mundo puede ser modificado en tan corto tiempo le puede causar pavor y desasosiego.

pacientes confirmados con el virus, lo cual provoca una falta de credibilidad. En estos momentos de saturación informática el Departamento de Salud no puede darse el lujo de crear ambivalencia.

Por otro lado, las personas expuestas a la cuarentena o al autoaislamiento corren el riesgo de aumentar sus niveles de confusión y enojo. Estas tendencias emocionales pueden ser explosivas cuando varios miembros del hogar los soportan simultáneamente durante semanas o meses. Al estar conviviendo por mucho tiempo juntos en un mismo espacio físico resulta ser contraproducente (Brooks et al., 2020). Ello conlleva

Otro ejemplo que podría contribuir a una inestabilidad psicológica son los reportajes tales como el que recién público el periódico MetroPR (8 de abril de 2020) bajo el título “Puerto Rico entre los primeros 10 países latinoamericanos en casos de coronavirus”, para indicar el estatus de la pandemia en esta parte del globo terrestre. Pero lo que no se aclara en dicha noticia es que 30


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un confrontamiento entre personalidades y conflictos por diferencias e intereses, de modo que hasta las nuevas rutinas adoptadas pueden transformarse en aburridas. Igualmente, algunos estudios sugieren que la proximidad forzada es un factor de riesgo para la agresión y la violencia doméstica (Brooks et al., 2020; Van Bavel et al., 2020). Precisamente en este mes se ha reconocido a nivel mundial, el incremento en los niveles de violencia en poblaciones vulnerables: mujer, adultos mayores y los menores de edad. Se reconoce que un elemento de ayuda en el proceso del aislamiento social es hablar sobre los aspectos positivos de la experiencia, dar las gracias aquellos que han participado en el proceso de recuperación de los enfermos, y desarrollar conductas solidarias con el objetivo de poder ayudar a otros en su confinamiento (como hacer compras a los vecinos adultos mayores o crear portales de diversos intereses para compartir de manera virtual).

Miedo Una de las respuestas emocionales centrales durante la pandemia es el miedo. Una reacción que resulta normal al enfrentar lo desconocido y ante el temor de ser contagiado, pero de lo cual se habla poco en nuestro país. Sin embargo, resulta necesario que las personas sean conscientes de sus reacciones, debido a las consecuencias de asumir las diversas maneras de afrontar esta difícil situación. Por ejemplo, las emociones negativas que surgen por la amenaza pueden reproducirse colectivamente, y crear un imaginario apocalíptico. Así se dio la orden ejecutiva del cierre total de los supermercados y farmacias en Semana Santa (entre Viernes Santo y Domingo de Resurrección). Comprender cómo el miedo nos hace reaccionar al enfrentar esta pandemia, es importante. En una recopilación de estudios dedicados a los efectos de la pandemia se establece que el miedo lleva a las personas

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a cambiar su comportamiento al enfrentar una amenaza, pero genera reacciones defensivas cuando se sienten incapaz de actuar (Van Bavel et al., 2020). Por lo que, se recomienda que los encerramientos por cuarentena deben mantenerse en períodos de tiempo lo más cortos posible. El encerramiento no resulta prudente extenderlo, debido a que las cuarentenas largas conllevan secuelas psicológicas (Brooks et al., 2020). Sobre todo, con ello se incrementan el sentimiento de desesperanza, la desmoralización y la vulnerabilidad. Otro desafío presente en el proceso de las reacciones del manejo del miedo es cuando las personas exhiben un sesgo de optimismo: la creencia de que las cosas malas tienen menos probabilidades de ocurrir en sí mismas que otras. Adoptar una postura de optimismo sesgado puede ser útil para evitar las emociones negativas, pero puede llevar a las personas a subestimar la probabilidad de contraer la enfermedad. Esto puede provocar que la persona ignore las advertencias de salud

pública, adoptando la postura de que “a mí eso no me va a pasar”. Por tal razón, se requiere hacer un balance entre las estrategias de comunicación y la información educativa de prevención con el objetivo de lograr un equilibrio entre romper el sesgo de optimismo sin inducir sentimientos excesivos de ansiedad y temor (Van Bavel et al., 2020). El miedo es una emoción desagradable, pero es al mismo tiempo saludable, necesario y adaptativo. Sin embargo, el miedo que se está viviendo por el COVID-19 es de tipo intenso o extremo, lo cual podría provocar un bloqueo emocional que hace en muchas ocasiones logra paralizarnos. Además de que puede anular la capacidad de reaccionar, de buscar soluciones o alternativas que nos ayuden a estar mejor (Callejo, 2020). De manera que la huella psicológica del coronavirus a nivel individual va a depender de cómo cada persona lidie con esta situación y de la red de apoyo con que pueda contar. Por ello se necesita brindar atención al autocuidado que podemos adoptar para

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poder estabilizarnos psicológicamente luego que pase esta eventualidad.

moralidad, siendo las acciones individuales las que fundamentan la estigmatización de la enfermedad y todo lo asociado con ello. Los estudios sobre pandemias demuestran que cuando existe un temor al contagio, las personas tienden a ser más severas cuando juzgan la falta de cumplimiento sobre una regla o cuando ven a alguien que no respeta a una autoridad (Van Bavel et al., 2020). Al asignar un atributo moral se está otorgando una etiqueta discriminante. Finalmente, considerar los aspectos psicosociales del coronavirus (COVID-19) será vital para poder contribuir en el proceso de educación de las personas al asumir nuevas conductas y hábitos para evitar la propagación de la enfermedad. Del compromiso que se asuma, dependerá en parte el éxito de esta misión mundial. Hay que combatir el miedo con la razón, el pánico con la paciencia y la incertidumbre con la formación. Es una ocasión para aprender mucho sobre la higiene sanitaria y la forma de limitar la propagación de innumerables enfermedades transmisibles en nuestra sociedad. Afrontemos este reto juntos con el mejor espíritu de compasión por los demás, con paciencia y, sobre todo, esforzándonos sin descanso por acceder a la verdad, los hechos y el conocimiento en lugar de basarnos en las conjeturas, las especulaciones y el catastrofismo. Abdu Sharkawy (Médico canadiense, 2020)

Discriminación La situación mundial que vivimos sobre el COVID-19 ha contribuido al incremento de conductas discriminatorias, así como de actos xenofóbicos y de racismo en respuesta a la enfermedad. Ciertamente la experiencia del miedo y sentirse amenazado por ese otro “el paciente positivo de coronavirus” no tan solo demuestra cómo piensan las personas acerca de sí mismas, sino también cómo se sienten y reaccionan. Las investigaciones reconocen que el temor y la amenaza percibida se asocian con un mayor nivel de intolerancia y de castigo hacia los grupos externos, lo cual puede provocar que aumenten los niveles de deshumanización y de impunidad o de castigo (Brooks et al., 2020). Asimismo, hemos recibido noticias de ataques físicos contra grupos estigmatizados como las personas asiáticas en países predominantemente anglosajones, por entender que son los responsables del virus. Esto es un hecho lamentable que se ve reforzado por algunos gobernantes al utilizar el referente como el “virus de Wuhan” o “virus chino”. También se dan las posturas de ciudadanos vigilantes quienes denuncian aquellos que están transgrediendo las normativas de cuarentena. Ejemplo de ello es España, donde están los llamados “justicieros de balcón”, quienes se dedican desde sus balcones a insultar toda persona que esté en la calle, sin conocer sus motivos. Además, se ha podido identificar que las personas enfermas, para no ser estigmatizadas no se atreven ir al hospital teniendo esto otro tipo de consecuencias para la salud. En estas situaciones sostenidas representan una construcción de nuevas normativas sociales, las cuales tienen un mosaico de interpretaciones y consecuencias sociales. En toda normativa existe un elemento de

Referencias Brooks, S. K., Webster, R. K., Smith, L. E., Woodland, L., Wessely, S., Greenberg, N., & Rubin, J. (2020). The psychological impact of quarantine and how to reduce it: Rapid review of the evidence. Lancet, 395, 912920.

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Callejo, A. Claves para el manejo emocional del miedo al coronavirus 13/marzo/2020 CuĂ­date Centers for Disease Control and Prevention (2020). Coronavirus disease 2019 (COVID-19): Situation summary. https://www.cdc.gov/coronavirus/2019ncov/cases-updates/summary.html

Qju, W., Rutherford, Mao, A., & Chi, C. (2017). The Pandemic and its Impacts. Health, Culture and Society, 9,1-11. https://doi.org/10.5195/hcs.2017.221

Taylor, S. (2019). The Psychology of Pandemics. UK: Cambridge Scholars Publishing. Van Bavel, J. J., Baicker, K., Boggio, P., Capraro, V., Cichocka, A., Crockett, M., ‌ Willer, R. (2020, March 24). Using social and behavioral science to support COVID-19 pandemic response. https://doi.org/10.31234/osf.io/ y38m9

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Ernesto Cardenal: el poeta sacerdote revolucionario y el revolucionario sacerdote poeta Juan Carlos Fret-Alvira

A sus 95 años, ha muerto1 el nicaragüense Ernesto Cardenal, quien nos dejó una vida plena y bien vivida en poesía, cristianismo y revolución. Hoy, que esas palabras se usan tan fácilmente, debemos pensar en su ejemplo. Visitó Puerto Rico en varias ocasiones para actividades poéticas en las que leyó sus textos y compartió con el público. Siempre se mostró humilde, sencillo y enfocado en su ministerio humano. Podía reconocerse su presencia física por sus largos cabellos y barba blancos, por su boina negra, camisa blanca, mahones y chancletas. Era esa, usualmente, su apariencia externa. Fue una de las figuras importantes de la llamada Teología de la Liberación, cuando –en los años sesenta, setenta y ochenta del siglo XX– varios sacerdotes se identificaron con los pesares de sus comunidades, con los individuos que pastoreaban más allá de sus circunstancias particulares, cuando decidieron no predicar que había que esperar al cielo para una mejor vida, cuando comenzaron a involucrarse en luchas sociopolíticas para lograr sacar dictaduras y alcanzar cambios 1 Falleció el 1o de marzo de 2020. 37


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radicales en sus países para beneficio de la mayoría de las personas. Cardenal se unió al Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), un movimiento armado revolucionario que, a finales de la década del setenta, logró sacar del poder a la dinastía sangrienta de los Somoza, que era apoyada por el gobierno de Estados Unidos. Luego del triunfo revolucionario, cuatro sacerdotes fueron parte del gobierno sandinista, entre ellos Cardenal, quien fungió como ministro de cultura. Su participación revolucionaria le trajo consecuencias negativas cuando el derechista papa Juan Pablo II lo sancionó, apartándolo injustamente del sacerdocio. La misma persecución sufrirían otros tantos sacerdotes. Hay una escena famosa de ese pontífice durante su visita a Nicaragua en 1983, cuando le niega el saludo a Cardenal y lo regaña en pleno aeropuerto, apenas acabando de pisar la pista de aterrizaje. La razón hipócrita del papa fue que los sacerdotes no debían involucrarse en política. Mientras, el mismo Juan Pablo II conspiraba junto al presidente estadounidense Ronald Reagan para derrocar los gobiernos socialistas de Europa. En la tarde, el papa dio una misa y habló en contra de los sandinistas, a lo que el pueblo le respondió al unísono: “Entre cristianismo y revolución no hay contradicción” y “La iglesia de los pobres”. Tan alto hablaron los nicaragüenses que el papa no pudo continuar la misa y tomó rumbo de vuelta al aeropuerto. Uno de sus grandes proyectos fue la fundación de una comunidad artística, cristiana contemplativa y revolucionaria en el archipiélago Solentiname, en el lago Cocibolca. Establecida en 1966, la dictadura somocista la destruyó en 1977, a raíz de los cual muchos de sus integrantes formaron parte del FSLN, con cuyo triunfo resucitó la comunidad. Los trabajos hechos por los habitantes reflejaron importantes aportes sociales, pictóricos y poéticos. Al final del mandato sandinista, el FSLN fue dominado cada vez más por la figura de su presidente,

Daniel Ortega, quien se corrompió y secuestró el movimiento que ya dejó de ser revolucionario. Esto, en parte, llevó a la derrota del FSLN en 1990 y a que cuando en 2007 volvió al poder, se fuera convirtiendo cada vez más en un partido y gobierno dictatoriales. Por ello, Cardenal se separó de esa organización política y ha sido uno de sus grandes críticos, junto a otras importantes figuras, como los también escritores Gioconda Belli y Sergio Ramírez (quien fue vicepresidente durante los comienzos del sandinismo). Por ello, sufrió por años persecución del régimen orteguista, especialmente a raíz de las protestas masivas que vienen dándose desde hace dos años y la represión del gobierno, que ha llevado a miles de encarcelados, torturados, exiliados y asesinados. Ni siquiera muerto, la dictadura lo dejó de mancillar. Durante la misa de cuerpo presente en la catedral de Managua, las turbas orteguistas fueron a insultar, agredir y robar a los presentes. Ernesto Cardenal, una de las figuras más importantes en la historia política, religiosa y literaria de Nicaragua y Latinoamérica, para evitar nuevas ofensas del régimen y sus lacayos, tuvo que ser enterrado en secreto en la isla Mancarrón del archipiélago Solentiname. Sus cenizas se integraron a la tierra donde yacen siete exguerrilleros isleños antisomocistas. Su muerte y las respuestas a ella pueden verse como su último poema. La poesía de Cardenal presenta unas propuestas que marcaron la literatura hispanoamericana del pasado siglo. Presentó un estilo relativamente sencillo, influenciado por los medios de comunicación contemporáneos y por tareas cotidianas, y exploró temáticas en que fundió ámbitos que para muchos son contrarios: lucha revolucionaria y cristianismo, ciencia y creencia divina. Entre sus muchas obras poéticas, destaco las siguientes: La Hora 0 (1957), Epigramas (1961), Salmos (1964, reescrituras de los salmos bíblicos, llevados al contexto que le tocó vivir), “Oración por Marilyn Monroe” (1965) y Cántico cósmico (1989). También

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publicó importantes textos ensayísticos en los que dejó ver sus ideas, preocupaciones y amores: Fidel Castro: cristianismo y revolución (1974), El Evangelio en Solentiname (1975), Democratización de la cultura (1982) y La revolución perdida (2004). En el ámbito artístico, también exploró la pintura y la escultura. Además, fue promotor cultural, traductor y fundador de varios proyectos comunitarios, el más importante de los cuales fue la comunidad de Solentiname. Nos queda seguir leyéndolo, nos queda ser revolucionarios. A los que escriben, les queda tener ese compromiso con la literatura. A los creyentes, les queda ser ese tipo de cristiano. A los que quieren un mundo justo, les queda tomar esa clase de acciones. En fin, que no ha muerto mientras sus ejemplos vivan en nosotros.

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René Marqués, “Operación Serenidad” y el sistema educativo puertorriqueño Mario R. Cancel Sepúlveda

Antecedentes Puerto Rico tuvo estudios universitarios, pero no tuvo universidad en el siglo XIX. Esa fue una de las quejas más persistentes de un segmento de la clase criolla en un entorno autoritario que hermanaba las instituciones de altos estudios con la imagen de la modernidad como una amenaza a sus intereses. Las secuelas de aquella realidad fueron muchas. El producto de las universidades modernas –intelectuales y profesionales orgánicos del poder o contestatarios- se vio forzado a formarse en el extranjero. Quienes no podían financiar una educación superior costosa, tuvieron que instruirse por su cuenta. Puerto Rico tuvo educación universitaria y universidades en el siglo XX. En 1900 se inauguró en Fajardo la Escuela Normal Industrial, trasladada en 1901 al pueblo de Río Piedras. En 1903, bajo la dirección de Paul G. Miller y el cuidado del Comisionado de Educación Martin G. Brumbaugh, nació una universidad pública cuyo deber era la preparación de maestros acorde con el ideal de la educación popular masiva de tradición estadounidense. La universidad en general terminó siendo uno de los signos más visibles de las virtudes del 42


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nuevo régimen y de que la promesa de Nelson A. Miles se iba a cumplir. El proyecto no satisfizo a todos: se trataba de una universidad territorial, un instituto que serviría a las autoridades de las cuáles emanaba y cuya función sería facilitar el proceso colonial iniciado tras la invasión. Debería servir como caja de herramientas para el propósito modernizador impuesto por Estados Unidos y a la vez atenuar las fricciones que los cambios acelerados podían generar en la gente común. El jurista y escritor Emilio. S. Belaval documentó aquellos dislates en sus Cuentos de la universidad (1977), redactados entre 1923 y 1929, cuando era estudiante de la Facultad de Derecho en Río Piedras. Sus textos narrativos delataron la doble vida, las vacilaciones culturales de los estudiantes, las visibles desigualdades sociales que surgían como aristas entre ellos y la ramplonería y artificialidad de muchos de los universitarios. Tras la lectura cuidadosa de los cuentos de Belaval, la idealización del pasado institucional resulta por demás cuestionable. La crisis de 1929 transformó a la universidad pública en un lugar apropiado para la construcción de una identidad alternativa capaz de equipar al país para enfrentar las rupturas que se vivían, hecho que generó otra curiosa contradicción. Aquel centro de estudios había sido creado con el propósito de promover la modernización / americanización desde 1900 en términos armónicos con el “otro”. Treinta años después, se había convertido en un espacio marcado por nichos de rebeldía que consolidaron un discurso identitario crítico. El nacionalismo cultural y político florecieron en la universidad territorial. La relación entre el nacionalismo de todo tipo y la institución estuvo llena de complicaciones. Los ejemplos son numerosos. Pedro Albizu Campos compartía la visión de Belaval de que aquella entidad atentaba contra la nación. El Partido Nacionalista que el abogado reinventó desde mayo de 1930, aspiró a ocupar espacios de influencia en la universidad con el propósito de transformarla. Ello explica que desde 1931 ayudara a fundar la Asociación

Patriótica de Jóvenes Puertorriqueños (APJP) cuya meta era organizar y politizar a los estudiantes tanto de la high school o secundaria como los de la universidad. Sobre ese mismo principio estimuló a partir de 1932 la creación de la Federación Nacional de Estudiantes Puertorriqueños (FENEP) agrupación que se proponía organizar y politizar jóvenes muchos de los cuales solo adquirirían el derecho al sufragio después de graduarse (Rosado 2008, 187-188). Para Albizu Campos la universidad era “desmoralizadora” y el deber del estudiantado era enfrentarla (Rosado 2007, 31). El líder nacionalista les recordaba a sus interlocutores la responsabilidad que poseían los sistemas educativos modernos de engendrar patriotas valientes y viriles. El reclamo resultaba paradójico porque le exigía a la universidad territorial los compromisos que, desde su punto de vista, poseía una universidad nacional. Declarado persona non grata por inspiración de un segmento de militantes del anexionismo estadoísta la disputa desembocó en la conocida Masacre de Río Piedras del 24 de octubre de aquel año. La incomodidad de Albizu Campos no era con la universidad como institución de enseñanza sino con la universidad como instrumento del imperialismo que minaba las posibilidades de desarrollo de su proyecto nacionalista. En alguna medida, el retorno de Albizu Campos de la prisión de Atlanta, Georgia, luego de su larga estadía en el Hospital Columbus de Nueva York, representó la posibilidad de una revancha. En diciembre de 1947, la situación era distinta. Ese año se formalizó el programa desarrollista dependiente “Operación Manos a la Obra” y se aprobó una Ley de Incentivos Industriales que, bajo el amparo de la sección 931 del Código Federal de Rentas Internas, lanzó a Puerto Rico a la desbocada carrera industrializadora, nueva metáfora para la ansiedad modernizadora en el contexto de la segunda posguerra. El Estado Interventor, artefacto que tanto debía al keynesianismo de la era de la Gran Depresión, cambió las reglas de juego en la colonia. La 43


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En el año 1930, izquierda Edificio Roosevelt (Torre) y Edificio de la Escuela Normal a la derecha. Foto cortesía de Oficina de Registro de la UPRRP.

ruina del obrerismo radical se consiguió aplicando las regulaciones, propias de la Guerra Fría, de la Ley TaftHartley en 1947 y favoreciendo un activismo moderado y colaboracionista en el seno de la Confederación General de Trabajadores. La ruina de la oposición nacionalista y socialista se aseguró mediante la aprobación de la Ley 53 de 1948, conocida como la de “la mordaza” o “del candado”. El rector de la universidad, quien desde 1942 era el Lcdo. Jaime Benítez, terminó por convertirse en la figura más emblemática de las tensiones entre el nacionalismo y la universidad territorial en todo el siglo XX. Si en la década del 1930 el sueño del nacionalismo puertorriqueño giró alrededor de la consolidación de una universidad nacional; en 1948 la filosofía de la “casa de estudios” había hecho retroceder aquel discurso de manera ostensible. La universidad debía mantenerse al margen de los debates públicos vivos, la “casa de estudios” se abrogaba el derecho a la censura en el marco de la Guerra Fría. La inconsistencia en las relaciones con la universidad pública no fueron exclusivas de Albizu Campos y los nacionalistas. El gobernador Muñoz

Marín tuvo también una conexión muy tensa con el orbe universitario. En 1941, cuando Muñoz Marín fungía como Presidente del Senado del entonces emergente y radical Partido Popular Democrático, había cometido un desliz a tenor de la administración universitaria y su Cancillería. Aquella era una posición de gran poder y prestigio que dotaba a quien la ocupara con una significativa influencia política. El senador Muñoz Marín, con toda probabilidad extraviado entre la inocencia y el cálculo, insistió en que el gobernador Rexford G. Tugwell, un novotratista radical, ocupase además de la gobernación la posición de Canciller de la Universidad. La Ley Universitaria de 1942 fue, en cierto modo, un intento de domesticar una institución que se había convertido en un balón político. El proyecto de una universidad nacional maduró en el contexto de la Gran Depresión y el Nuevo Trato. En su arquitectura y diseño cumplieron una función protagónica los hispanistas de la Generación del 1930 con su comprensible ansiedad de pasado. Pero la universidad del 1950, emanada de las reformas de la del 1930, no fue solo responsabilidad de aquellos. 44


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Entre los gestores del sesgo habría que contar, a no dudarlo, a Muñoz Marín, a Carlos Chardón, a Benítez, a Tugwell y, con este, al mismo presidente Franklyn D. Roosevelt, cuyo nombre recuerda la torre del Recinto de Río Piedras. La universidad renació en medio de una situación complicada. El ensayista Carlos Gil ha hecho en su ensayo “Pedreira o el parricidio” (Carrero Peña y Rivera Villegas 2009) una afirmación iluminadora a ese respecto: la utópica y añorada universidad nacional se inventó sobre las cenizas de la problemática y ambigua universidad territorial. A la altura del año 1942 el nacionalismo político había sido expatriado de la institución educativa del estado. Un nacionalismo cultural aséptico e inofensivo se impuso de la mano de la nostalgia del pasado hispánico y fue equiparada con la imparcialidad u objetividad académica. La universidad nacional retornó a su cauce y volvió a ser una universidad colonial con toga doctoral. Las suturas puestas a la herida abierta que era la universidad, con sus virtudes y sus defectos, no sanaron nunca y, por el contrario, volvieron a abrirse a principios de la década de 1950. Las observaciones vertidas por

René Marqués en torno a “Operación Serenidad”, el sistema educativo preuniversitario y universitario público y los intelectuales en su colección El puertorriqueño dócil y otros ensayos 1953-1971, continuaban aquel debate. Dilucidarlo es el propósito central de esta reflexión. René Marqués: imágenes de “Operación Serenidad” Una de las cosas que Marqués lamentaba de forma reiterada respecto a la situación de su país era que aquel vivía una ilusión de desarrollo y progreso. La inocencia y la candidez habían conducido al pueblo a convencerse de ello y comprar la retórica triunfalista de Muñoz Marín, figura a la cual consideraba el epítome de “Hombre de Acción” por oposición al “Hombre Excepcional”, es decir, el intelectual. El Estado Libre Asociado, “Operación Manos a la Obra” y “Operación Serenidad”, habían transformado a la nación en una confusa caricatura de la modernización cuya expresión más visible era la sensación de falsa opulencia (Marqués 1977, p. 33) y el espejismo del “high standard of living” que enmascaraba las rostros nuevos de la pobreza surgida 45


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Escuela Normal de Río Piedras.

en medio del proceso de industrialización y urbanización (Marqués 1977, p. 156). Su juicio sugería que interpretaba aquellos esfuerzos como una parodia. El “show off ” dependía de la industrialización por invitación, del desarraigo del hombre del campo y de la sumisión de los actores del patio ante los invitados, subordinación que se plasmaba en los privilegios que reconocía el poder local a los segundos y que transformaron a Puerto Rico de un enclave agrario en un enclave industrial. Los restos del orden tradicional heredado del siglo XIX con el cual Marqués se identificaba estaban en proceso de disolución en la medida en que se reducía la competitividad de la

burguesía puertorriqueña ante la estadounidense bajo las nuevas condiciones del mercado. El estupro autorizado por las autoridades coloniales encabezadas por el “Hombre de Acción” y sus “cerebros mágicos”, había sido el marco adecuado para la maduración de la enigmática metáfora del Estado Libre Asociado como “vitrina” o “escaparate” del progreso material bajo el ala del capital estadounidense. La “relación especial” e “innovadora” inventada entre 1950 y 1952, se había transmutado en una vulgar prisión. Su imagen del Puerto Rico de su tiempo era atroz: no difería de cualquier otro “estado totalitario” y Muñoz 46


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Marín no pasaba de ser un vulgar “dictador” (Marqués 1977, p. 57). El Estado Libre Asociado constituía el compendio de la “docilidad”, un “engendro político”; es decir, un objeto informe, sin proporción, feo, mal concebido o, a lo sumo, “expresión auténtica de la componenda, encarnación del eufemismo, producto acabado del arte espurio de dorar la píldora (y) síntesis psicológica del hombre débil, tímido, dócil” (Marqués 1977, pp. 170-172). El Estado Libre Asociado, en última instancia, racionalizaba la docilidad elevándola a la “categoría de dogma político” (Marqués 1977, p. 171) Las metáforas con las que representaba al Estado Libre Asociado llaman la atención. Aquello no era más que un eufemismo del Puerto Rico aislado del resto de la comunidad internacional (Marqués 1977, pp. 232 y 239), una forma de “colonialismo de líneas aerodinámicas” (Marqués 1977, p. 245), fachada y espejismo líquido. Carecía de las virtudes que se le adjudicaban porque “bajo el epíteto de democrático se mueve dócilmente, si dificultad alguna, una gigantesca máquina política, cuyo combustible vital es el patrón autoritario” que se apoya en “el eufemismo paternalista” (Marqués 1977, p. 172). Y, por último, Muñoz Marín no merecía ser interpretado como el independentista víctima de un engaño mayor que “en algún instante remoto del futuro, si las circunstancias providenciales así lo justificasen, habría (…) de evolucionar ideológicamente hacia la independencia” (Marqués 1977, p. 201). La idea del Muñoz Marín, “Hombre Excepcional” transformado en “Hombre de Acción” como resultado de circunstancias que le excedían y, por lo tanto, disculpable o irresponsable de sus actos que han alimentado numerosos ideólogos populares soberanistas hasta el presente, no le convencía. El fracaso del Partido Popular Democrático y el “desengaño” experimentado por los intelectuales revolucionarios que habían respaldado aquel plan explicaba la sensación de “frustración” que ocupaba a su clase y su generación. Se percibe un profundo sentido de culpa en algunas de sus interpretaciones. Marqués, hay

que decirlo, fue uno de los primeros intelectuales que se aventuró a afirmar que “Operación Manos a la Obra” y “Operación Serenidad” habían fracasado por lo que no merecían ser celebradas (Marqués 1977, p. 67). Las posibilidades de que esa afirmación fuese bien recibida eran pocas. También aquí el pensador navegaba contra la corriente. La idea no era del todo nueva. En 1955, cuando se presentó el proyecto de ley que pretendía dar vida al Instituto de Cultura Puertorriqueña en la legislatura la resistencia de la oposición auguraba su fracaso sobre bases distintas. Aquella institución era la pieza clave de objetivo de serenar o sosegar un pueblo en medio del cambio acelerado. Tanto los representantes del Partido Estadista Republicano, Luis A. Ferré Aguayo y Leopoldo Figueroa Carreras, como el del Partido Independentista Marcos Ramírez Irizarry, sospechaban un interés oculto detrás de la propuesta de los populares. Para aquellos serenar mediante la cultura olía a dirigismo, abría las posibilidades de que el partido en el poder manipulara los asuntos culturales en beneficio suyo y de que excluyera componentes activos de la misma como era la cultura sajona, pieza clave del ser nacional desde la perspectiva de los estadoístas (Flores Collazo 1998 y Ramos 2007, pp. 94-98). Los paralelos entre aquella argumentación de 1955 y la de Marqués en sus ensayos de 1953, 1955 y 1966 en donde tocaba el dístico nacionalismo / universalismo son notables (Marqués 1977, p. 72). El discurso celebratorio y las metáforas engoladas y progresistas que emanaban de Muñoz Marín con el respaldo de los intelectuales desarrollistas eran una falacia seductora cuyos efectos sobre el “Hombre Promedio” equivalían a los de un hechizo o un encanto. Marqués objetaba también la metáfora del “puente” o “eslabón” entre culturas distintas y hasta antinómicas que el populismo había impuesto. Detrás de aquel esfuerzo estaba la intención de dejar atrás el arielismo interpretativo que había irrumpido en el nacionalismo puertorriqueño desde principios del siglo 47


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Luis Muñoz Marín y René Marqués.

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XX. En el marco de la Guerra Fría la domesticación de las diferencias culturales se había transformado en una herramienta útil para la incursión de los intereses estadounidenses en Hispano (Latino) América. Debo aclarar que aquella concepción que ponía en duda las posibilidades de un sano hibridismo entre latinos y sajones no fue privativa del discurso hispano (latino) americano. También fue una de las columnas vertebrales de la representación de una parte de la intelectualidad estadounidense de los puertorriqueños según hemos corroborado en dos volúmenes editados con el sociólogo José Anazagasty Rodríguez. Un experto en jurisprudencia colonial que estudió el caso de Puerto Rico tras su ocupación reconocía en el prefacio de su libro que este era un país hispanoamericano y que el 1898 representaba el choque de dos civilizaciones distintas. No solo eso. También dejaba entrever el poco optimismo que guardaba respecto a las posibilidades futuras de la sana integración de aquellas (Rowe 1904, p. vii). Los argumentos de Leo Stanton Rowe se apoyaban en la devaluación de lo que los intelectuales del 1930 y el 1950 apreciaban: el pasado hispánico (Rowe 1904, p. 144). La originalidad de Marqués radicaba en que su acto de resistencia remitía con ironía a la tradición que se diluía ante los avances del progreso. No negaba la validez de la metáfora del “puente” pero aclaraba que “no tiene cimientos de ausubo (autóctonos o nuestros) sino de “pichipén” (pitch pine) importado (exóticos o ajenos): se lo come la polilla” (Marqués 1977, pp. 43 y 156; y Vaquero y Morales 2006: p. 607). El “puente” era una ficción tan impugnable como el “high standard of living”. El reconocimiento de la incompatibilidad entre latinos y sajones o insulares y continentales no era, por lo tanto, un rasgo exclusivo de los arielistas del sur. De un modo u otro los nacionalistas de allá y de acá convergían en que la fundición entre lo puertorriqueño y lo estadounidense era una utopía. En 1905 Edward S. Wilson, si bien favorecía una forma de “benevolent

assimilation” que traducía las aspiraciones del fallecido presidente William McKinley durante los primeros días de la invasión, reconocía que “the Latin-Indian flavor will outlast centuries” y que la asimilación total del puertorriqueño era una quimera (Wilson 1905, p. 127). De igual modo, José Coll y Cuchí, uno de los fundadores del Partido Nacionalista en 1920, afirmaba que Puerto Rico era un territorio pequeño, pero respetable, civilizado e inasimilable a pesar del dominio “por la fuerza de las armas” de Estados Unidos (Coll y Cuchí 1923, p. I) postura que Albizu Campos haría suya desde 1927 (Albizu Campos, 1978), y utilizaría para legitimar el optimismo independentista desde la presidencia de aquella organización en 1930. Las condiciones en las cuales los nacionalistas habían hecho aquella afirmación, las décadas de 1920 y 1930, habían cambiado de modo dramático a la altura de las décadas de 1950 y 1960, según ya se ha indicado. La sociedad tradicional con la cual Marqués se identificaba se había desmoronado y su proceso de quiebra era inevitable. La amargura marquesiana era por completo comprensible. La fragilidad del anclaje en la tradición ahondaba su incomodidad ante el coloniaje glamoroso e ilusorio de nuevo cuño que le rodeaba. La aflicción intelectual de Marqués, si cabe un concepto de esa naturaleza, sugería un hondo desencanto, común a los intelectuales del 1930 y el 1950, con el hecho de que los proyectos de modernización articulados a lo largo de la historia de Puerto Rico habían quedado en algún sentido truncos por el efecto de fuerzas fuera de su control. Cuanta precisión tenía el conocimiento del pasado colectivo de Marqués es un asunto imposible de aclarar. La trampa de la historiografía es que siempre se conoce el pasado desde presentes distintos que inciden y modulan la mirada. La imagen del pasado nacional compartido siempre ha sido y será el resultado del juego de múltiples, complejas y confusas subjetividades fraguadas en los escenarios concretos de procesos de cambio sobre los cuales se posee un elusivo control. 49


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agobiaba no había comenzado. Marqués estaba seguro de que el Partido Popular Democrático, el Nuevo Trato, “Operación Manos a la Obra” y “Operación Serenidad” habían sido los artilugios manipulados por el “Hombre de Acción” para edificar aquella engañosa modernidad y estimular el optimismo artificial del “Hombre Promedio”. Aceptaba incluso que un sector significativo de “Hombre(s) Excepcional(es)” se habían dejado “convencer” por aquella retórica -el “intelectual cayó en la celada”, dice- y estuvo de acuerdo con “postergar la lucha por la independencia” (Marqués 1977, p. 52). La transacción de aquellos intelectuales fue un acto de buena fe producto de su imprevisión y, en consecuencia, perdonable. En el argumento había una aceptación tácita de la “teoría de la traición” que el nacionalismo en general había diseñado para explicar el giro ideológico de Muñoz Marín, debilidad que no vacilaba en excusar a los intelectuales colaboracionistas que trabajaron para el proyecto cultural del gobernador sin renunciar a sus posturas ideológicas, como era su caso. Su explicación tenía sentido, pero la situación era mucho más compleja de lo que aparentaba. Es cierto que el optimismo capitalista, significado por el Nuevo Trato, Roosevelt y el capitalismo de guerra, fue un componente legitimador de aquellos procesos. Pero lo cierto es que no fue el único. El optimismo socialista significado en la planificación quinquenal de los soviéticos, Josip Stalin y el comunismo de guerra convergieron en el optimismo populista de Muñoz Marín tanto como la tradición sajona. Por eso Marqués no dudaba en equiparar los dos polos de la Guerra Fría: no había diferencia alguna entre Washington y Moscú. El liderato tradicional del Partido Nacionalista, el conjunto de ideólogos que rodeaban a Albizu Campos, habían tomado una postura similar de rechazo a Washington y Moscú en el marco de la alianza táctica entre Roosevelt y Stalin desde antes de la segunda guerra. En el plano puertorriqueño, la decisión los condujo a rechazar cualquier alianza con los

Todo sugiere que Marqués reconocía, si uso una interesante construcción del filósofo francés Bruno Latour, que “nunca fuimos modernos” (Latour, 2007). El problema era que para aquella generación de pensadores puertorriqueños del 1930 y el 1950 la condición moderna no era un discurso subjetivo, manipulable o utópico sino una condición objetiva, alcanzable, meritoria y un lugar al cual se llegaba de la mano de la flecha del tiempo. En el caso de Marqués la antilogía más ofensiva era que nuestra modernización era una farsa resultado de la manipulación del “Hombre Promedio” por el “Hombre de Acción” y sus acólitos con el respaldo del imperialismo estadounidense. En ese sentido Marqués no era un pensador antimoderno tradicional retrógrado en su sentido estricto, sino un opositor a la modernidad que se forjaba a su alrededor, situación que lo conminaba a apelar a un momento del pasado, anterior al 1940, en el cual el proceso que le 50


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activistas comunistas del país, actitud que generó roces y divisiones entre los nacionalistas que habían estrechado lazos de colaboración con aquellos sobre la base de que también defendían la independencia para Puerto Rico. Las complejidades de la política internacional tuvieron el efecto de separar a los nacionalistas a la luz de su relación con los comunistas y, a la larga, alimentaron la imagen tan llevada y traída del nacionalismo como una organización homogéneamente anticomunista, postura que no traduce su situación real. El enfoque de Marqués podría interpretarse como una respuesta a aquel dilema de los años 1940. Después de todo, desde 1947 los viejos aliados tácticos, comunistas y capitalistas o bien sea Moscú y Washington, se disputaban el control del mundo sin que sus pugnas adelantaran en nada la causa de la independencia de Puerto Rico. Por último, el Marqués profeta, intérprete, aurúspice, agorero o vidente se expresaba de manera original no exenta del optimismo en torno al futuro del “Hombre de Acción”. Dos vaticinios concretos marcaron su ensayística: una cumplida y la otra no. La primera, formulada en 1959, partía de la premisa de que el Partido Popular Democrático “es” Muñoz Marín. El categórico aserto reconocía el poder del caudillo paternal de los populares. Muñoz Marín había sido, junto a Albizu Campos, el continuador moderno del poder de seducción emocional que tuvieron Luis Muñoz Rivera y José Celso Barbosa y Alcalá en el cambio del siglo XIX al XX, es decir, en el contexto de la sociedad tradicional. Marqués presumía que la influencia del caudillismo que marcó la era muñocista se reduciría tras su deceso porque el pragmatismo de la era de la industrialización y la urbanización se lo tragaría del todo. A su muerte “desparecerá la cohesión precaria de sus huestes”, aseguraba, y “(l)as figuras subalternas explotarán su nombre al repartirse a pedazos su obra, pero la obra total en sí, con sus logros y sus fallas, morirá con el hombre” (Marqués 1977, p. 73). Marqués, desde mi punto de vista, sobrevaloraba

el papel del caudillo y la cohesión del partido en la década de 1960, momento en el cual las fisuras de aquella organización monumental comenzaban a hacerse visibles. Lo cierto es que a la altura del 1964 el Partido Popular Democrático había sufrido el desengaño del poco interés de Estados Unidos en reconocerle más autonomía al Estado Libre Asociado, el reto de una “Nueva Generación” soberanista y, en 1967, estaba dividido y fracturado. Por eso en 1968 el estadoísmo llegó al poder con Ferré Aguayo a la cabeza del Partido Nuevo Progresista. Cuando en 1976 se dictó la defunción de “Operación Manos a la Obra” a Muñoz Marín solo le quedaba unos años de vida: el vate falleció en 1980. El país ya era otro, también lo era el Partido Popular Democrático. El inicio de la era del bipartidismo y del virtual sistema de “turnos” entre populares y progresistas, confirmaría en alguna medida la pérdida de la “cohesión precaria” que Marqués auguraba. La retórica de Marqués sugería que el ensayista medía los efectos de la futura muerte de Muñoz Marín como una reiteración o un retorno, en condiciones harto distintas y confusas, de la muerte de Baldorioty de Castro en 1889: su desaparición sería el fundamento de un semillero de disputas imposibles de resolver alrededor de los despojos del maestro. De igual modo, Marqués presagiaba que “Operación Serenidad” fracasaría “en los años de poder que por delante le quedan” porque los “antiguos problemas” y los “nuevos problemas sociales” excederían sus capacidades mediadoras. Su opinión reflejaba una dura crítica a la ficción de la planificación racional concebida como “Elixir de Fierabrás” que traducía su filiación con el vitalismo filosófico antes indicada (Marqués 1977, p. 73). La segunda profecía tenía que ver con lo que resultaría del Puerto Rico posmuñocista. Como para Marqués “Operación Serenidad” no era sino la otra cara de “Operación Manos a la Obra”, dudaba de su sinceridad y transparencia. Por eso ironizaba sobre la “serenidad” y se preguntaba qué significaba aquello: “¿meditación? 51


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¿contemplación?”. O tal vez, sugería que el país debía ingresar a una “era de posnacionalismo”. Era posible que condujera a que “se declara a Puerto Rico batey internacional” o “espectáculo montado en el Caribe”: la parodia agresiva de la “vitrina de la democracia” era palpable. Desde su punto de vista, el resultado neto de todo ello sería “el arrollador incremento de la ideología anexionista” y el “resurgimiento de la intransigencia nacionalista” (Marqués 1977, p. 74 y n.14). Todo le indicaba que a Muñoz Marín no lo derrotaría “la tan temida y combatida independencia (…) sino el polo opuesto: la anexión” (Marqués 1977, pp. 74-75), aspecto en el cual tampoco se equivocó. La tercera profecía era un auto de fe más que

otra cosa. “Puerto Rico será libre” en el “trascurso de la presente generación” pero después de la independencia habrá que hacer “la liberación nacional” (Marqués 1977, p. 228). La falsa modernidad iniciada desde la década de 1940 había aumentado los efectos nocivos del coloniaje hasta el punto de que, a la larga, la independencia no bastaría para alcanzar la “descolonización”. Marqués intuía que la experiencia del imperialismo político y plutocrático estadounidense marcaría al país aún después de su liberación jurídica formal, preocupación compartida por Hostos Bonilla y Betances Alacán quienes reconocían el escollo que la “media independencia” de las otras Antillas representaba para las posibilidades de que Puerto Rico y Cuba que consiguiera su “independencia

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absoluta” por su propio bien y por el del resto de las Antillas en el camino de la confederación (Estrade 2000, pp. 3-13).

el cuento “El cleptómano” de Pablo Morales Cabrera incluido en el volumen Cuentos populares de 1914. El “pobre Indalecio”, personaje central del relato, “en vista de que nada sabía, se le ocurrió hacerse maestro” porque después de todo el magisterio estaba formado por “los desheredados del mundo” (Morales Cabrera 1966, p. 106). El Tony Pérez de Belaval en los Cuentos de la universidad antes citados, no era sino un “niño flan” concepto que en castellano valía por excitable y nervioso pero que en el relato de Belaval significaba la ambivalencia ridícula de un chico de la “montaña” que se había dejado invadir por el “exotismo”, en síntesis, un Antonio metamorfoseado en Tony seducido por su particular “Dama de Occidente” (Belaval 1977, pp. 19-20). De modo análogo, como ya se ha demostrado, Albizu Campos en un discurso pronunciado en octubre de 1935 en Maunabo y transmitido por radio, denunció el asimilismo dominante y que la meta de la “escuela norteamericana en Puerto Rico era crear traidores, cobardes y afeminados para que sirvieran de buenos instrumentos al imperio en la colonia” (Rosado 2008, pp. 224-225). La tirantez entre la intelectualidad, la escuela y la universidad, insisto, parece haber sido mucha a lo largo del siglo XX. La ansiedad de Marqués por documentar el colonialismo del sistema universitario público resulta innegable. En el ensayo de 1953 “Un autor, un intríngulis y una obra”, achaca al “universalismo” mal administrado la cancelación del curso de literatura puertorriqueña con lo que “evade el estudio de lo autóctono” a la vez que equipara la expresión de lo nacional a mera “manifestación de incultura” (Marqués 1977, p. 19), tema sobre el cual vuelve en “Pesimismo literario y optimismo político…” de 1959 (Marqués 1977, p. 69). La ironía vuelve cuando reconviene al Instituto de Literatura Puertorriqueña por premiar el libro de Biagio Di Venuti, Money and Banking in Puerto Rico publicado en 1950 publicado por la Editorial Universitaria (Marqués 1977, p. 37). La universidad colonial pecaba también de

René Marqués: el asunto de la educación en la colonia Marqués aplicó su juicio sobre los choques entre el “Hombre Excepcional”, el “Hombre de Acción” y el “Hombre Promedio” a una de las plataformas más importantes del proyecto cultural de “Operación Serenidad”: el sistema educativo preuniversitario y universitario público. El hecho de que ambos fuesen manipulados por las articulaciones del coloniaje para un fin que el ensayista rechazaba, la occidentalización como culminación ideológica de la apócrifa modernización, justificaba el lenguaje abrasivo que utilizaba al evaluar a aquellos. Su representación del “estudiante promedio” de la universidad territorial o colonial, en cuyo Colegio de Agricultura y Artes Mecánicas de la ciudad de Mayagüez se había hecho agrónomo por la presión de su madre, es por demás expresiva de sus posturas. Los chicos del sistema de la institución de enseñanza superior estatal no superaban la condición de “masa universitaria inerte, sin vocación auténtica, ideales, orientación definida o criterios propios…” (Marqués 1977, p. 191). Las aulas alimentan la “docilidad” que el pasado histórico y la asimetría colonial habían patrocinado. Se trataba de una juventud víctima del quimérico “high standard of living” que vivía abocada al mercado y al consumo neurótico teorizado por Erich Fromm, psicoanalista al cual recurrió en alguna de sus referencias al calce. El signo de esa anomalía los había marcado de manera indeleble. La relación de una parte significativa de la intelectualidad puertorriqueña con el sistema de instrucción y la universidad pública estatales parece haber estado llena de tensiones asunto que nunca ha sido estudiado de manera apropiada. Ejemplo de ello es 53


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utilitaria y de ponerse al servicio del capital foráneo. De hecho, el volumen de Di Venuti, quien también escribió sobre Honduras y África pero era especialista en asuntos financieros de Puerto Rico, tuvo una sola edición acorde con su registro bibliográfico. Tampoco la instrucción pública preuniversitaria le merecía mucho respeto porque era “uno de los campos donde la cosecha nos llega más pobre en relación al (sic) esfuerzo, al tiempo y al dinero invertidos”, razón por la cual catalogaba sus “logros” como un “fiasco” (Marqués 1977, p. 70). La razón principal para su desencanto era que ambos sistemas coadyuvan al “incremento en la sustitución de valores autóctonos por extranjeros” (Marqués 1977, 58). La nacionalidad, la identidad, el yo colectivo estaba inerme, abandonado a su suerte. Su único bastión era el “Hombre Excepcional”. La decepción de Marqués con el régimen colonial, su proyecto cultural y sus instrumentalidades al igual que su convicción de que el sistema de instrucción pública preuniversitario y universitario no eran sino instrumentos prestos a estimular la asimilación al “otro” es obvia. Desde su situación de “Hombre Excepcional”, muy pagado de sí mismo y convencido de que observaba el mundo en el cual vía desde una posición de privilegio y de que debía ser escuchado por el “Hombre de Acción” y el “Hombre Promedio”, pontificaba amargamente a la nación. La situación de los intelectuales a la altura de la década de 1960 le autorizaba en cierto modo a hacerlo. Hasta qué punto fue escuchado es un asunto que no se puede medir con precisión. La lectura de sus ensayos, sin embargo, demuestra confirma dos cosas. Primero, hasta qué punto la asimetría colonial aislaba a aquellos sectores de la intelectualidad que no siempre estaban dispuestos a colaborar con un orden que rechazaban. Segundo, su predisposición a enfrentar un cambio que no podía detener con los instrumentos de la tradición como quien vivía atrapado en su propio laberinto.

Bibliografía consultada Pedro Albizu Campos (1978) “Manuscrito recién descubierto de Pedro Albizu Campos”. Revista Review Interamericana 8.2: 331-361. José Anazagasty Rodríguez y Mario R. Cancel (2012) Porto Rico hecho en Estados Unidos. Cabo Rojo: Editora Educación Emergente. Emilio S. Belaval (1977) Cuentos de la universidad. Río Piedras: Cultural. José Coll y Cuchí (1922) El nacionalismo en Puerto Rico. San Juan: Partido Nacionalista. Biagio Di Venuti (1950) Money and banking in Puerto Rico. Río Piedras: EDUPR. ----World Catalog Identity URL https://www.worldcat. org/identities/lccnno96053182/ ----Library of Congress Catalog URL https:// catalog.loc.gov/vwebv/h?se archArg=Biagio+Di+Venut i&searchCode=GKEY%5E *&searchType=0&recCount =25&sk=en_US Paul Estrade (2000) “El heraldo de la independencia absoluta” en F. Ojeda Reyes y P. Estrade, Pasión por la libertad (San Juan: Instituto de Estudios del Caribe / EDUPR, 2000): 3-13. Erich Fromm (1975) Marx y su concepto del hombre. México: Fondo de Cultura Económica. Carlos Gil (1994) “Subjetividad nacional y dispositivo cultural de estado: la modernización cultural de Puerto Rico” en El orden del tiempo. San Juan: Postdata : 151-187. ----- (2009) “Pedreira o el parricidio” en Amarilis Carrero Peña, Carmen M. Rivera Villegas, eds. Las vanguardias en Puerto Rico. Madrid: Ediciones de La Discreta: 323-350. Bruno Latour (2007) Nunca fuimos modernos. Buenos Aires: Siglo XXI.

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Partido Nacionalista

René Marqués (1977) El puertorriqueño dócil y otros ensayos 1953-1971. San Juan: Antillana.

Marisa Rosado (2008) Pedro Albizu Campos: las llamas de la aurora.Acercamiento a su biografía. San Juan: Puerto.

Pablo Morales Cabrera (1966) Cuentos populares. San Juan: Coquí.

Leo Stanton Rowe (1904) The United States and Porto Rico. With Special Reference to the Problems Arising Out of Our Contact with the Spanish-American Civilization. New York: Longman, Green, and Co.

María Margarita Flores Collazo (1998) “La lucha por definir la nación: el debate en torno a la creación del instituto de cultura puertorriqueña, 1955” en Op. Cit. 10: 175-200.

María Vaquero y Amparo Morales (2006) Tesoro lexicográfico del español de Puerto Rico. San Juan: Academia Puertorriqueña de la Lengua / Plaza Mayor.

Mario Ramos Méndez (2007) Posesión de ayer. La nacionalidad cultural en la estadidad. San Juan: Isla Negra editores.

Edward S. Wilson (1905 / 2005) Political Development of Porto Rico. San Juan: Ediciones Puerto.

Marisa Rosado (2007) El nacionalismo y la violencia en la década de 1930. San Juan: Puerto. 55


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Frustrado

Lynda G. Rivera Rosado

Era mi cumpleaños número once y mami decidió llevarme a comer a McDonald’s después de la iglesia. No teníamos mucho tiempo o eso me dijo mientras me apresuraba a caminar hacia el carro. Trabajo, me dijo después, tu padre te va a recoger allí. Me puse nerviosa al llegar al sitio. Esa mañana me había prometido que ya era hora, que no podía esperar más. Papi me había dicho que tenía que ser paciente cuando le dijera lo que quería hacer, lo que sentía. Le dije que quería ir al baño, me acompañó. Terminé primero que ella y en eso una mujer vestida de negro entró. Me sonrió, le sonreí y mami salió. Me agarró de la muñeca fuertemente y me puso detrás de ella. La mujer nos miró extrañada mientras se lavaba las manos, la cara... En eso me di cuenta de que su ropa se veía rara, sucia, desaliñada. Mami no se movió, pero me apretaba cada vez más la muñeca. Me duele, comenté. Shh, cállate, me dijo bruscamente mientras me arrastraba fuera del baño pegadas a la pared y la mujer entraba a uno de los cubículos. Me soltó, llamó a la policía. Le dijo a un hombre extraño que había un tipo vestido de mujer en el baño de damas con un espejo. Él fue a aguantar la puerta. Me sentí rara…molesta, tal vez, incómoda por el drama que estaba haciendo mi madre en mi cumpleaños.

Esto no era necesario. El policía llegó y mami frenética le dijo lo que había pasado. No entendía nada, yo no vi a ningún hombre dentro del baño. El policía le pidió al hombre aguantando la puerta que se retirara y la mujer salió asustada bajo la mirada disgustada de este último. El policía le dijo a ella que tomara asiento, mi madre intentaba que no viera. De pronto, me di cuenta de lo que pasaba y un frío me corrió por la espalda. Sentí que todo se hacía pequeño y callado. Mami me hablaba de lo puerco que era el tipo… Mujer, pensé. El policía la dejó ir, ella se levantó, me miró, le sonreí, bajó la vista. Sentí como si me hubiesen dado un puño en la cara. Papi llegó y mami le contó lo que pasó. Él me miró preocupado cuando entendió lo que ella no podía aceptar. Se montó en el carro con el celular en la oreja, olvidando para siempre mi cumpleaños. Mientras se alejaba, supe que nunca iba a ser un buen momento para decirle que me sentía como un Miguel y no como Ana.

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La increíble y triste historia de una gata loca que se creía perra Daniel Torres

“Lloverá y ya no seré tuya, seré la gata bajo la lluvia y maullaré por ti”. Rafael Pérez Botija

Érase la increíble y triste historia de una gata más loca que una cabra, que se creía perra, y andaba por la vida con la cola erguida como penacho en estandarte de guerra. Les ladraba a cuantos pies se cruzaran por su camino. Maullaba denunciando a todo el mundo de acoso, señora de horca y cuchillo cuya voluptuosidad de hacer el mal era el rasgo más humano que podía hallarse en ella. Hacía llamadas anónimas a gente famosa para prevenirles que se cuidaran de ella, porque ella era oriunda de Aguadilla, donde le decían “la húngara”, que en realidad quería decir: l a u n g a r a b a t o, y por eso, le pusieron el ilustre nombre, en el bautismo gateril, de Misinga. Era de mucho cuidado y meterse con ella era como hacer ruido con el Santo Oficio. No que fuera misa de difuntos ni agua de piringa para la sed de nadie, sino que era gaga, porque maullaba como si ladrara, y a todos engatusaba con sus maullidos como ladridos, hasta volverse inevitablemente en contra de todo el mundo conocido y por conocer. Era rabiosa como perra, pero astuta como felina. Un día salió de paseo por el vecindario y se topó de frente con un perro loca que se creía gata, éste maullaba cuando ladraba, pero era un Sol de mediodía y era más bueno que el pan. Misinga en seguida se dio cuenta de que su presa era cosa fácil. Lo trató de seducir con su gatidad demente, sus maullidos y ladridos de

actriz de cine, y el perro loca que se creía gata le dijo que no, que él era bien loca, pero no porque estuviera como las cabras, las pobres, sino porque le gustaban los gatos supermachos que corrían por las cloacas y los callejones de Río Piedras y San Juan, de pelos en pecho y garras de oso. Misinga vivía en Barrio Obrero, y deambulaba por el Condado mientras Sato, que era el nombre del perro loca que se creía gata, patiperreaba por la Placita del Mercado de Santurce, pero era de Yabucoa. Ambos vivían como dos blanquitos venidos a menos de San Juan, aunque eran color balsino. Miren ustedes por dónde hasta se parecían como si fueran madre e hijo. El encuentro entre los dos fue prodigioso porque Misinga cayó en cuenta que lo podía coger de mangó bajito y hacer con Sato lo que le diera la real gana. Lo puso a trabajar inmediatamente en la edición completa de sus maullidos y ladridos en celuloide, porque Misinga era gaguera, y sus gaguerías las tenía desperdigadas en cortometrajes y películas documentales que no se habían exhibido ni en un cine de barrio. Pero la gata loca que se creía perra, y estaba más loca que una cabra, era genial. Gagueaba como pocas gatas locas frente a la cámara, y su locura tenía la lucidez del maullido y el ladrido, a tiempo, de las divas del cine de la época de oro, en el momento preciso en que encandilaba a quien era maullado y ladrado a una. Sato quedó prendido de las 58


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gaguerías exquisitas de Misinga y se hizo su fan número uno, aunque él era apenas un empleadillo de oficina en un bufete de abogados del Viejo San Juan, donde le daban leche tibia y destasajaba cuanto legajo ponían a su alcance. Se dio a la acuciosa tarea de editar las gaguerías totales y absolutas de Misinga por las noches, cuando no había nadie en las oficinas, donde contaba con el programa iMovie en su MacPro propia. Los abogados lo usaban para filmar a los testigos mientras los preparaban para el juicio. De tal colaboración nació una entrañable amistad. Misinga le maullaba y le ladraba indistintamente a toda hora del día y de la noche, desde su ayFón 9, para

pedirle las nuevas tomas. Ella estaba más adelantada que todo el mundo con sus nueve vidas de gata que se creía perra. Él le texteaba desde su Go Phone de EiTíanTí que: “sí, mamita, sí, cambio y edito lo que tú quieras, y pego y corto la imagen que me pidas, por piedad, que te edite”. Hasta que un buen día le vino la virazón inevitable de la lucidez a Misinga y, el pobre Sato fue expulsado de su reino sin ninguna explicación lógica, posible ni imposible. Lo acosó i n m i s e r i c o r d e m e n t e, como decía que la acosaban a ella. Maulló mucho más todo su escarnio contra Sato y en el bufete de abogados no le hicieron caso, fallaron al final el desagradable asunto de la garata de una gata loca cineasta que se creía 59


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ladridos certeros, en el glorioso Spanglish de un cine independiente y alternativo que la reclama como propia, y quiere llevar a la próxima edición del Festival de Cine de San Sebastián del Pepino, con el motto de toda su producción cinematográfica: “Nunca dejes que nadie te desprecie”.

perra, contra el pobre perro editor que se creía gata loca, como una disputa personal: el caso “Misinga versus Sato”. Finalmente, salió la película porno Gaguerías, protagonizada por Mesingava (que era el nombre artístico de la gata que se creía perra), en todos los papeles estelares, narrada con la voz en off secuestrada de Sato, y la crítica de cine gateril la trató como una auténtica perra miope, mientras la crítica perruna la acusó de gata diva loca. Entonces, y solo entonces, Misinga recuperó otra vez de verdad la razón y siguió maullando diatribas en Facebook, en Twitter, hasta en (C)Academia.edu, contra todo mundo, y ladridos al ilustre gobernador del Estado Libre Asociado y a la honorable plana mayor del PPD y el PNP, buscando la fama que la atrapó sin tregua en una azotea de San Juan. Allí donde todos los gatos y los perros que habían visto su Gaguerías pedían a gritos más, pero muchas más gaguerías juntas y revueltas, pero ella los desilusionó a todos y a todas, con un nuevo proyecto de reflexión, filmado y editado por sus propias garritas. Llamó la película Perrerías 1969-2019. Cincuenta años de creerse perra cuando en realidad había sido siempre gata, filmados y confesados maullido a maullido, entre ladrido y ladrido, en el film que hizo historia, tanto en el cine gateril como perril, según crítica famosa del periódico semanario regional La cordillera de Cidra, Aibonito, Barranquitas, Cayey, Comerío, Corozal, Naranjito, y Orocovis. Y esta historia nunca tiene fin, porque Misinga sigue filmando, como Andy Warhol, incoherentes documentales de libelo contra todos los pies que se cruzan en su camino y, mucho más contra Sato, y otros perros locas como él, que se creen gatas, así como otras gatas locas, como ella, que se creen bien perras. Al final del día, todo sigue siendo cuestión de género y de mucha mala leche en su altivez, sin tener el menor deseo de congraciarse con nadie. Beware of Mesingava Because She ALWAYS Strikes Back! es el título del documental que prepara, como una amenaza, entre maullidos y 60


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