«15 Minutos de Fama»

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Texto por Cocó Muro y Horacio French.

Editorial 15 minutos de fama. Dadá Mini edición quince. A(fa)mados lectores. Alguna vez Dadá Mini visitó a un artista que no se veía a sí mismo como pintor ni como artista sino como estrella. Pero esa estrella que decía ser él, era en realidad la que había construído - materialmente hablando - y eso de “Yo soy la estrella” venía a ser una metáfora de aquello, como si él mismo se personificara en ese objeto. …ah, no importa, sólo que pienso que, como él, es necesario celebrarse a sí mismo, tener esos momentos de fama y de reconocimiento. Yo también quiero mi fama. Yo más o menos, depende qué fama (aunque dicen que a Dadá Mini la mala fama le sienta bien). Aquellos que no están interesados en esto tampoco creerán en la felicidad, supongo. Es sólo un momento, nada más. Gozar de 15 minutos de fama es tan inusual y placentero que se hace difícil aguantar los 15 minutos que le siguen bajo el mismo efecto. Narcotizante y agobiante al mismo tiempo, sino mirá pobre Mirtha Legrand que dice extrañar sentarse a comer pizza en Las Cuartetas. Por más goloso que uno sea, no es para cualquiera sostenerse ahí arriba (¡ni hablar si uno quiere hacer vida sana!). Es por eso que considero que, a la usanza de Cortázar, Dadá Mini es más Cronopio que Fama. Dice el autor que el Cronopio se considera ligeramente super-vida, pero más por poesía que por verdad. A Dadá Mini le pasa algo más o menos parecido. Así es, a(fa)mados lectores, y esperamos que esta edición incremente sus índices de felicidad o la revista se autodestruirá en los próximos 15 minutos.

900s... 899... 898... 897... 896... 895... 894... 893... 892... 891... 890... 889... 888... ...



Sumario P.14 | Martín Sastre. (Txt: Mariel Breuer)

P.18 | ¿Qué te dejaron tus 15 minutos de fama? P.22 | ¿Permanecer o trascender?

P.51 | EN LA GALERÍA «La fama jamás tuvo un mejor comienzo»

(Txt: Mariel Breuer)

P.26 | Ciao Edie! Warhol’s Little Queen. (Txt: Valeria Tuozzo)

P.33 | Cuadernos Compulsivos. «La fábrica del señor Zapata» (Txt: Consuelo Cabral) «Esa extraña forma de belleza» (Txt: Erwin Otoño) «Ni por todas las Minujines del mundo» (Txt: Cocó Muro) «De Anisacate a Liverpool» (Txt: Armando Ramírez Iunyen) «La peor groupie del mundo» (Txt: Celina Artigas) «Cero rating» (Txt: Eugenia Sincovich) P.40 | Verbo-Rragia. El Agujero Negro De Celebridades. (Txt: Ayelen Montenegro)

P.42 | Verbo-Rragia. Nadie Nos Dice Perras. (Txt: Leandro Moscardó)

P.44 | Mitos de un periodista sin fama.

(Txt: Joaquín Sánchez Mariño)

P.47 | Errar es airano.

(Txt: Francisco González Brizuela)

P.92 | 8 películas para la transmutación radioactiva. (Txt: Pau Locatelli)

P.96 | La Visita. Martín Di Girolamo. (Txt: Mariel Breuer)

P.104 | LADO D. ¿Cherry o Geraldine de San Bruno? (Txt: Nica + Cocó Muro)

P.110 | Warhol remix. (Txt: Lucía Marroquín)

Alejandro Annicarico Lucía Reátegui Federico Lamas Lucía Tognarelli Celeste Martínez Marymar Toledano



La DadáTroupe. Seguinos en www.dadamini.com Dirección Editorial y RR. II. Nicolás Cacciavillani // direccion@dadamini.com famoso por su desorden capilar (que denota el mental).

Dirección de Arte Horacio French // arte@dadamini.com famoso por haber sido tragado por un pozo en El Panal.

Edición Cocó Muro // edicion@dadamini.com famosa por su cicatriz de nombre Beatriz .

Consejo Editorial y Producción Mariel Breuer // baires.prensa@dadamini.com famosa por sus rulos rimbombantes.

Rosario Villani // baires.produccion@dadamini.com famosa por tomar nota de datos inútiles sobre famosos decadentes.

Dirección Comercial Lic. César Viola Díaz // direccion.comercial@dadamini.com

Comercial Córdoba Sebastian Gullo //cordoba.comercial@dadamini.com famoso por su flequillo seductor.

Prensa Buenos Aires Mariel Breuer // bsas.prensa@dadamini.com Web Luciano Battagliero // net@dadamini.com famoso por ser víctima frecuente de abducciones alienígenas.

Diseño Gráfico Nica™ (Nicolás Cacciavillani) Distribución en Kioscos Nacional: DISA S.A. Buenos Aires: Distriloberto Córdoba: Revicor Oficina Central Achaval Rodriguez #250 Bº Güemes. CP 5000 Córdoba, Argentina

Foto de Tapa Alejandro Annicharico lustración Cuadernos Luciana Ferral Colaboradores Lucía Marroquín Erwin Otoño Sol Santarsiero Leandro Moscardó Ayelen Montenegro Gaby Fernández Francisco González Brizuela Celina Artigas Valeria Tuozzo Joaquín Sánchez Mariño Lucía Baltar Sofia Ungar Nicolás Rivas Consuelo Cabral Nacho Sandoval Eugenia Sincovich

famoso por su verborragia radial.

Para consultas sobre distribución y/o comercialización, escríbanos a hola@dadamini.com AGRADECEMOS a todos los que colaboran y creen en Dadá: Martín Sastre, Martín Di Girolamo, Sol Santarsiero y Gaby Fernández que son increíbles, Luciana Ferral y sus dibujos, Geraldine San Bruno, Marymar Toledano L., Celeste Martínez, Alejandro Annicarico, Federico Lamas, Lucía Reátegui, Lucía Tognarelli, Ricardo Cabral, Yanina e Ivana Griboff de Lua Chea, Leonidas Mono, Sofía Marramá, Sofía Goya, Luciana Ferral, familia Cacciavillani, Nicolás Rivas, Francisco González Centeno, Sora, a Stephen Stills por pasarnos la receta de la empanada vegetariana, Hipólito Giménez Blanco, Aquiles Cristiani y a la Secretaría de Extensiones y RRII. de la Universidad Blas Pascal .

ACLARACIONES IMPORTANTES: * Dadá Mini™ y su logotipo son productos registrados. Se prestan por casa con pileta y asador en el verano. * Esta publicación intenta ser bimestral, así que... ¡esté atento que se agota! * El material periodístico, fotográfico, así como el contenido de los anuncios publicitarios, es de absoluta responsabilidad de sus autores y se hacen cargo de la expresión de sus ideas porque se la bancan. * Dadá Mini™ permite la libre reproducción de los artículos siempre y cuando se cite la autoría y la fuente de los mismos.

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Dadá on the Show Lloren, chicos, lloren llegaron los

Momish Artist Series!

Ignacio Cattaneo nos explica que los Momish son «estas criaturas tan particulares que entran en la categoría de fashion toys con sus variantes de géneros y diseños exclusivos». Nosotros decimos que son entre adorables y temerarios, pero que definitivamente deberían cobrar vida y apoderarse del mundo. Ahora los creadores de MomishToys™ abrieron el juego para realizar una serie limitada hecha por 7 artistas que imprimieron su estilo en cada muñeco (¡atención!): Nasa, Falu, Clarimus, Ignacio Cattaneo, Suba, Pascale y Martin de Marco. Pronto se hará el lanzamiento oficial de Momish Artist Series, mientras tanto sigue siendo un misterio. + información en: Facebook Momishtoys | www.momishtoys.com | hello@momistoys.com




Dadá on the Show

Adidas Originals Blue Porque jean con jean es canchero.

La colección Adidas Originals Blue introduce su primera línea de denim y la colección de accesorios con una gran variedad de carteras de cuero. El nombre de la colección le rinde homenaje al color bluebird, icónico de la marca, y todos los diseños están pensados para usarse con un par de zapatillas. Esta es una colección para divertirse y no preocuparse todo el tiempo por verse bien y con estilo, porque de eso se ocupa Adidas.


Dadá on the Show 4ta edición del

¡Puma Urban Art!

El próximo sábado 28 y domingo 29 de mayo, a partir del mediodía y con entrada libre y gratuita (es decir, no hay excusas), tendrá lugar la 4ta edición de festival de arte urbano PUMA Urban Art en el Centro Cultural Recoleta. Este año se nutrirá de grandes visitas internacionales como la del reconocido escultor y pintor D*Face* (UK), amigo personal de Banksy y famoso por sus imágenes anárquicas; Mark Dean Veca (USA), dibujante, pintor y creador de instalaciones a gran escala sobre dibujos animados surrealistas y paisajes psicodélicos; Frank Kozik (USA), especialista en arte de discos, posters de rock y diseño de juguetes de vynil, responsable de las imágenes de bandas como los Red Hot Chilli Peppers, Nirvana y Pearl Jam. Además Dadá Mini™ va a tener un stand lleno de revistas y sorpresas (por no decir «todavía no salio esa idea increible de nuestras gomas cabezas»).

Comuníquese, notifíquese, difúndase, archívase y váyase.


Club del Logro en Dadá Mini Tienda Bar

Sobreviviendo los días de miércoles.

A pesar del invierno, en el hálito de las veladas en el bar todavía es primavera: la plataforma de difusión itinerante que exhibe la labor de músicos cordobeses presentó 8 conciertos durante el mes de abril. Luego de un lustro de cientos de dificultades para la generación de espacios y la libre circulación de propuestas colaborativas, el anticipo con aroma a septiembre proviene nuevamente desde los márgenes. Club Del Logro es una nueva apuesta que se suma a esta escalada -donde se inscriben también El Ciclón y Descubriendo Música-, con el objeto de generar una plataforma itinerante de conciertos de artistas que poseen escasa o ninguna difusión para exhibir sus trabajos. El formato es reducido pero intenso: dos sesiones de 30 minutos cada una, en donde los músicos perfilan sus puestas con invitados, prescindiendo de batería y seleccionando un repertorio arriesgado. El registro es otro plusvalor que pronto podrá apreciarse en formato documental ya que se graban los ensayos previos al set, se realiza una breve entrevista a los músicos, incluyendo algunas tomas durante los conciertos. En abril, Club Del Logro se asentó en Dadá mini tienda BAR con un cronograma variopinto. En tándem se sucedieron durante los miércoles las presentaciones de Benigno Lunar y Loopers; un especial del sello Depto Rec, junto con Yamil Burguener y Third World Orchestra; un especial de Ringo Discos con Moo y Lautreamont; y por último, Nicolás y el desorden y Claravox. El espíritu del ciclo suscribe a la palabra “logro”, que no remite a fórmulas de éxito/fracaso si no que lleva algo de nostalsong: es el cierre de una labor realizada con esfuerzo y empeño. Al final de la noche, todos tienen premio. + información en: Facebook Club del Logro | www.clubdellogro.wordpress.com


ENTRE_NOS/ Texto por Mariel Breuer.

Mart Sast «Yo sé qué pretenden, como la Coca Sarli»


Ă­n re 15


«La fama no es un valor cristiano», dice la catequista malvada a la pequeña Natalia en Miss Tacuarembó, primer largometraje dirigido por Martín Sastre: un musical que combina drama, comedia, terror y suspenso — imposible de encorsetar. ¿Le importará a Cristo la fama? Sin lugar a dudas superó los 15 minutos y lo logró sin televisión, Internet, ni cine... es decir, a algunos la fama los excede, mientras que otros, la producen y la provocan. Martín Sastre nació en Montevideo en 1976 y es artista audiovisual. El video es su lenguaje -aprendió a hacer cine de chico, al mismo tiempo que aprendía a leer y escribir- y sus obras remiten al inconsciente de la cultura pop contemporánea, «como una versión cover de la realidad», dicen por ahí. Monjas, estrellas porno, la Coca Sarli y hasta un doble de Barack Obama aparecen en sus producciones, es por esto que podemos afirmar que Sastre es un reproductor de fama y él mismo admite que si fuese un personaje de ficción sería Hello Kitty, porque «es la cara más reconocible del mundo». Empezaste a estudiar cine a la edad en que los chicos juegan con soldaditos y aprenden a leer, ¿cuál fue la película que te hizo querer aprender a hacer cine? ¿tenés algún referente? La primera película que fui a ver al cine fue Fantasía de Walt Disney y me marcó mucho porque recuerdo perfectamente verla, es una película que se centra en lo cinmático, la música y la imagen, creo que eso es lo que más me marcó, lo cinmático. Luego vino el videoclub y a partir de ahí me hice un consumidor compulsivo de películas, recuerdo con 9 o 10 años ya estar viendo películas de David Lynch, John Waters, Almodóvar o clásicos de Hollywood

como Casablanca o Some like it hot de Billy Wilder. Las películas que me marcaron fueron las mismas que a los niños de mi generación, The Goonies, Flashdance, Footlose, Can’t Buy me Love, Juegos de Guerra, Tron, Weird Cience, The Gremlings o Volver al Futuro. Reagan era presidente, él sabía del poder de Hollywood. Sos artista audiovisual y hemos visto tus videos en numerosas muestras y ahora se suma el cine que tiene una llegada más “comercial”, ¿qué te da el video que no te da el largometraje? Y viceversa.


en Miss Tacuarembó descubrí que amo trabajar con actores, los entiendo. Me encantaría trabajar con Marilyn Monroe, Lauren Bacall, James Dean y todos los que nombra Madonna en Vogue.

Mi obra como artista y director de cine no la veo muy alejada, sin embargo el cine te lleva a comer con Mirtha Legrand y el arte, a los museos. Son dos formas de perpetuarse, a través de lo masivo y a través de lo institucional, lo que perdura es lo mismo: la obra en la gente.

En buena parte de tus obras hacés referencia a la fama, tanto tuya como de tus personajes o bien de personajes famosos, ¿acaso creés en la fama (para luego echarse a la cama)? Creo en TODO.

Decís que tu generación es la responsable del primer cine uruguayo con repercusión en el exterior, ¿cómo se siente esa responsabilidad? La verdad es que no la siento, por lo tanto, creo que es parte de un proceso natural. En Uruguay se hacen cosas muy buenas, si por algo se destaca - siendo un país tan pequeño - siempre fue por su capital humano, sus artistas, escritores, músicos... ahora tenemos que agregar - por suerte -, su cine.

En el 2002, becado por la Fundación Carolina de España, creaste tu propia fundación para el arte “super pobre”. La idea es que personas o entidades puedan adoptar artistas cuyas obras no tienen lugar en el circuito de comercialización, ¿cómo sigue la Fundación Martín Sastre? ¿Está activa todavía? ¿Hubieron adopciones? Es un proyecto de largo alcance a Futuro, un futuro no muy lejano.

¿Cuál es tu personaje de ficción preferido? ¿Te gustaría serlo en la vida real? Marty McFly en Volver al Futuro haciendo que sus padres se conozcan en el baile de graduación, Scarlet O’Hara levantando un rabanito y jurando antes Dios que ni yo no mi familia vamos a volver a pasar hambre nunca jamás, Sebastian escondiendose en un altillo para leer la Historia Sin Fin, Muriel cuando se despide de Porpoise Spit al final del El Casamiento de Muriel, y sería Hello Kitty porque es la cara más reconocible del mundo.

Teniendo en cuenta que recibiste becas y apoyos internacionales de varias instituciones, ¿te planteás, a lo Coca Sarli, «qué pretende» el arte (cine incluido) contemporáneo de vos? Muchas veces, es mi fase de cabecera: «¿Qué pretende usted de mí?». Sin embargo, como Sarli, yo también sé qué pretenden. ¿Cuál es tu próximo proyecto? ¿En que estás trabajando ahora? Ahora acabo de sacar el libro Sastre! es una colección de libros sobre cómo y por qué hice Miss Tacuarembó,

Verte a vos mismo conversando con Michael Jackson y Nicole Kidman durante el desayuno, ¿sigue siendo tu sueño recurrente o ya las cirujías de ambos los convirtieron en personajes que no podés identificar ni en sueños? Sí, de hecho el otro día me pasó algo bastante sobrenatural, vi el lugar donde siempre charlo con ellos, y sí... aún sigo teniendo el mismo sueño, Michael lives!

«El cine te lleva a comer con Mirtha Legrand y el arte, a los museos. Son dos formas de perpetuarse, pero lo que perdura es lo mismo: la obra en la gente»╣

En el 2010 se estrenó tu primer largometraje y se pudo ver en casi cualquier sala de cine, ¿qué esperabas de Miss Tacuarembó? ¿Te sorprendió la repercusión? No lo sé, es como cuando tenés 13 años y tus tías abuelas te dicen: «¡qué grande que estás!» Sí, sabés que estás más grande, pero no sos totalmente consciente de ello.

es muy divertido por que me encanta escribir y fue la excusa perfecta para hacer algo que disfruto muchísimo que es dibujar. Esta colección de libros cierra el ciclo de la película, a mí, como buen cinéfilo, me encantan las historias “detrás de”. Incluso a veces más que la propia película, porque para hacer un rodaje se pasan por situaciones de ciencia ficción. Además de eso estoy preparando mi envío a la Bienal de Venecia y un nuevo largometraje, entre otras cosas.

¿Te gusta trabajar con “estrellas”? ¿A quién contratarías para tu próximo trabajo - cualquiera, hablamos de cualquier actor/actriz del mundo? Me gusta trabajar con gente, el término “estrella” puede ser un poco despótico, yo soy estrella y aquel no, o al revés, él es una estrella y yo no... ¿Quién decide qué es una estrella? Creo que es una elección personal, todos somos estrellas cuando queremos, bailando frente al espejo con un cepillo como micrófono cuando somos niños. Me gusta involucrarme en las historias de las personas y

Tu discurso si ganaras un Oscar sería... Gané y ganaré muchos Oscars supongo, porque el primero fue frente al espejo del baño de mi casa cuando tenía 8 años y el discurso siempre termina igual: ¡Gracias! 17


¿Qué te ENTRE_NOS / Texto por Cocó Muro.

dejaron tus 15 minutos de fama?


MARCOS MOGUILEVSKY ¿Está bueno vivir como esta gente? Era Marcos ese muchacho que, guitarra al hombro, conquistaba a un apático público proclamando en la publicidad de 7*p que era «bueno vivir como esta gente». Marcos ahora tiene su banda y es Amigo de Kirchner. Las cosas de la vida, las cosas del querer.

Han dicho que he muerto, se ha comentado que viajé alrededor de 72 horas en una jaula cantando el tema de la publicidad de 7up (parando sólo para afinar las cuerdas), me han confundido con el tecladista de Amigos de Kirchner : cito a Ornette Coleman | We Now Interrupt For A Commercial | AMIGOS DE KIRCHNER REFLEXIÓN POSTPUNK, NEW WAVE, PORNOSOFT & CARIOCA: ULTRAERÓTICO DESDE LO POLÍTICO y algo más, ULTRACONCHA SÍ, ULTRACONCHA PARA MI. Ya de vuelta en los suburbios, termino de redondear la idea. Alguien me dijo, fue mi hermano: «mejor que te lleves vos esa guita a que se la lleve un boludo», bueno, Javier Martínez estaría de acuerdo, porque “Basta de BOLUDOS”, y te suena a un DJ re-co-pan-te. La rueda ya se inventó, no me hagas contarte otro cuentito malevo... gracias, volvé pronto.

TÚ. ÁRBOL, SU ALTAR PLANETARIO... ...¿creés ser dios? CACA. Por la pronta impresión de un chorro de piropos y un color gris en el cerebelo, puedo contarte un cuentito matón. Dice la biología de Fela Kuti, reforzada por un toque de Litto Nebbia, que cuando se encuentra la gente en un vagón y habla sobre alguna película de Godard y bailan y cantan, por fin se produce la respuesta a una pregunta “aglutinada”. 15 minutos es muy poco para conocer la fama, 15 minutos es mucho para ser famoso. Un fama (un snob) y un cronopio (un snob) te llaman un día, te dicen que das para su personaje, te ríen, te quieren, te gozan, se llaman, se enciende algo, se apaga, te gritan, se tratan (los psicópatas serán los hombres del siglo XXI). Decime una cosa, ¿no creés que maldad estoy creando? 19


SOFÍA GOYA Youthquaker, como Edie Sedgwick www.loszapatosmeaprietan.blogspot.com Sofi resultó ilesa de no uno, sino dos terremotos durante su estadía en Christchurch, Nueva Zelanda y fue entrevistada para medios gráficos y radiales en calidad de cordobesa en la zona de catástrofe, evidencia de ese narcisismo nacional de tener un representante en cada conflicto, suceso, fiesta loca (ver Leandro Penna en fiesta de Elton John) que sucediere en un país extranjero. Sofi tiene mucho más para decir que «yo estuve ahí».

15 MINUTOS DE INFAMIA. Somos todos conscientes de la magnitud y alcance que tienen los medios de comunicación y, sobre todo, las redes sociales. Evolucionan tan rápidamente, que hacen que sea un tema constante de conversación, o al menos para muchos de nuestra generación. Además de familiarizarnos hasta con información absurda, saca también a la luz del monitor, talentosos (o no tan talentosos) que sin la magia del Internet de otra manera serían inexistentes para el mundo. Abundan en la red los niños prodigio que se destacan en diferentes aspectos, pero generalmente es la música la que los hace trascender y me animaría a decir que Justin Bieber no es el único que le debe sus millones a esta “era tecnológica”. Me pregunto qué hubiese sido de Shakiro el chileno sin YouTube. Y aunque nunca se sabe, simplemente me divierte imaginarlo cantando en una reunión familiar, con un cepillo de pelos reemplazando su micrófono arriba de los cajones de soda a falta de un tablado. Fue justamente a través de Facebook que mi nombre trascendió de muro en muro hasta llegar a los medios tradicionales, que para mí todavía siguen siendo las ligas mayores de la comunicación, no sólo por su capacidad de llegar a las masas, sino también por la credibilidad que muchos depositan en ellos. Lejos de buscar mi talento, perseguían la información que les podía dar

sobre mi experiencia de tener la mala suerte de haber vivido el terremoto en Christchurch, Nueva Zelanda. Si bien fue una entrevista simple y breve, que mi nombre se leyera en los diarios y mi voz se escuchara en la radio, me generó muchos sentimientos encontrados. Por un lado, emergió mi cholulaje descontrolado y por algunos segundos disfruté del sabor que tiene el “ser vista” y el “ser oída”. Pero a los pocos minutos, cuando el diario se usó para el fuego del asado y mi voz se desvaneció en la frecuencia modulada, me cayó la ficha, y me di cuenta que ese momento es efímero, que así como llega, en un abrir y cerrar de ojos, se va, sin preguntar y sin decir adiós. Cuando todo terminó, de repente recordé lo que alguien me dijo después de leer la nota: “Ojalá que la próxima vez que lea sobre vos, sea en la sección de espectáculos y no en la de catástrofes”. Tenía razón, yo no quiero que me recuerden por algo que fue puro manejo del destino. Asi que decidí no dar por usados mis 15 minutos de fama, no voy a gastarlos por el sólo hecho de haber estado en el lugar indicado en el momento preciso (o todo lo contrario). A esos 15 minutos me los guardo, para cuando tenga algo lindo que contar o algo colorido que compartir. Y a estos infames, los 15 minutos de fama, que se los usen a otro. Si al menos hubiese dado con una melodía para contar el terremoto como lo hizo el Delfín con las Torres Gemelas...


HIPÓLITO GIMÉNEZ BLANCO The Apple Boy www.theappleboy.com

O cómo uno puede hacerse famoso sin cagar la fruta.

MIS PRIMEROS 15 (Minutos de Fama) Llegué a Nueva Zelanda a fines de diciembre del 2009 con una obsesión: trabajar en una agencia publicitaria, tal cual lo hacía en la Argentina. Currículum en mano recorrí todo Auckland en un día y me senté a esperar. En vano. El tiempo pasaba, la plata se iba y no me llamaba nadie. No quería hacer lo mismo que la mayoría de los inmigrantes que llegan a Nueva Zelanda, pero no me quedó otra: me fui al campo a recolectar manzanas. Me levantaba a las seis de la mañana, le sacaba la escarcha a los árboles y, subido a una escalera de tres metros, juntaba las manzanas, una por una. «Rápido, rápido, no pares a descansar», me gritaban los capataces chinos. «Not happy, go home». Renuncié. No era lo mío. Me hago cargo: soy bastante fifí. Hablé con un amigo y surgió la idea de hacer una página web contando mis recientes frustraciones, pero alegremente. Volví desesperado a Auckland con cinco kilos de manzanas y durante tres días entregué una manzana a cada uno de los directores de las agencias de publicidad más importantes del país, y en cada manzana pegué un sticker con un link a la página. Volví a mi bunker -la biblioteca de la ciudad, único lugar donde Internet era gratis-, a esperar que mi fama explotara. Y ahí empezó la obsesión. Mandé 1203 mails a distintos medios para que vieran lo que había hecho y me quedaba hasta las tres de la mañana en la biblioteca actualizando la bandeja de entrada de mails, Twitter y Facebook. Aparecieron notas en diarios, radios y blogs. Y

en consecuencia, lo que buscaba: entrevistas de trabajo. Ahí estaba, sentado tomando un café (latte, please) con los publicistas más importantes del mundo. Me sentí un groso. Escoltado por dos anglosajones gigantes, caminaba por la calle cual modelo. Qué onda tienen estos pibes, y yo caminando en el medio. Clarín se interesó en mi caso y también me entrevistaron para una revista de publicidad. En varias universidades todavía cuentan mi caso como un ejemplo de marketing personal. Hasta Rolando Hanglin me quiso en su programa de radio… No me importaba tener que quedarme despierto hasta cualquier hora, quería aprovechar la chance. El esfuerzo dio sus frutos y las manzanas no cayeron lejos del árbol: un día me reconocieron como Apple Man. No. Apple Men. No. Apple Boy quizás. Qué importa. Soy famoso. En la calle esperaba que la gente me salude... pero nada. Fama precoz. El sábado una chica me miró en el boliche. Me señaló tres veces, ¡me había reconocido! Fui convencido a corroborar... pero nada. Sigo pensando que en cualquier momento van a pedirme una “foto con la nena”, una firma de autógrafo con lapicera prestada o así sea un saludo al pasar, de eso se trata la paranoia de la fama, ¿no? Es efímera. La fama pasa rápido, un par de horas que con suerte son algunos días, casi como la sensación de cumpleañero una vez pasado el festejo. Y si he de buscarle el lado positivo, es que uno se vuelve tan adicto a ella, que se ve obligado a reinventarse para no perderla. Y en eso estoy, reinventándome. 21


VARIETÉ/ Texto por Mariel Breuer.

¿Perman o trascen Dime quién te fotografió y te diré cuán famoso eres.


ecer der?

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Robert Mapplethorpe y Alejandro Kuropatwa vieron y congelaron con sus cámaras una sociedad que apenas si estaba lista para empezar a verlos a ellos. Y a sus fotos. Apretar el disparador para tomar una fotografía puede llevar menos de 15 minutos, y una cámara Polaroid ¡en menos de 15 segundos la imprime en papel! A veces con eso alcanza para proveer a alguien de mucho más que sus 15 minutos de fama. ¿Una gran fotografía? ¿De un gran fotógrafo? ¿estar en el momento indicado en el lugar indicado? Este verano, leyendo Éramos unos niños de Patti Smith, me reencontré con Robert Mapplethorpe, artista visual e ícono de la fotografía neo-conceptual. Lo conocía primero de la facultad y después de su muestra Eros and Order que el MALBA (Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires) puso al aire el año pasado. Mientras leía a Patti Smith y pensaba en la obra de Mapplethorpe, se me vino a la mente otro fotógrafo, Alejandro Kuropatwa, y me asomé al catálogo Kuropatwa en Technicolor, también muestra del MALBA. Respondiendo a esta necesidad de generar nexos entre artistas o movimientos, la relación Kuropatwa-Mapplethorpe se me vino de frente. Llena de similitudes y diferencias, llena de claroscuros, pero principalmente me llamó la atención: ¿cómo puede ser que, siendo dos artistas con personalidades tan diferentes, hicieran series tan cercanas, con objetivos de belleza tan altos los dos y dirigidos en una misma dirección? ¿Cómo puede ser que ya en los ‘80, e incluso antes, los movimientos que no necesariamente fueran populares, podían trascender barreras de tiempo y espacio? ¿Cómo puede ser que estos dos artistas visuales pudieron generar un impacto tan grande en el jet set a través de sus retratos? Hace años que admiro la fotografía de Alejandro Kuropatwa, sin embargo no había sido capaz de comprender totalmente la obra de Mapplethorpe. Entendía su belleza, su gran composición y su

armonía, inclusive su importancia para la década en que fue creada, pero ahora entiendo que, sin conocer algunos aspectos de Robert como persona, no me era posible comprender del todo y entrar en sintonía con el concepto de su obra: «Busco la prefección de la forma. Lo hago con los retratos. Lo hago con las pijas. Lo hago con las flores», dice Mapplethorpe. Mirar la obra de estos dos artistas en detalle, conocer un poco de sus vidas -pero de ambos en paralelo- me transmitió la sensación de poder entrar en frecuencia con ese arte. Intentar entender sin palabras sus fotos, o inclusive por qué -como dije antes- que siendo entre ellos tan diferentes, pudieran encontrar en el lenguaje de la fotografía un modo de retratar el momento, el lugar y la sociedad en que vivieron, así sea con imágenes que van desde flores hasta famosos y pasando por ellos mismos como modelos. A fines de los ‘70 y principios de los ‘80 hay un resurgimiento de la fotografía como medio (artístico) y como concepto, y esto se da precisamente en la corriente neo-conceptual, donde el concepto que subyace al objeto sigue siendo lo más importante. Ahora bien, el aspecto material de la obra, su realización, también juega un rol fundamental y son los soportes relacionados a los medios masivos de comunicación los que cobran un valor predominante: me refiero a la fotografía y el video. Tanto Mapplethorpe como Kuropatwa fueron artistas activos durante la década de los ‘80 y pertenecieron a una subcultura, al under, y con el desarrollo de su trabajo y trayectoria se posicionaron en el centro de la cultura predominante, y por sobre todas las cosas, la reflejaron y retrataron. Ambos capturaron flores, personajes sociales,


cuerpos, se capturaron a ellos mismos (trasvestidos a veces) y capturaron una fama de la que se rodearon, pero de la que hoy nos preguntamos si realmente les perteneció. Ambos murieron a causa del HIV antes de cumplir los 50 años. Ambos fueron artistas de un talento tan grande que no fue fácil de comprender en su momento por una gran parte de la sociedad, la misma que inmortalizaron con sus propias cámaras. Y, sin embargo, se introdujeron en el circuito cultural predominante cada uno a su manera, casi opuesta: mientras que Robert fue un observador de una clase social alta y pomposa, Alejandro eligió ser parte de la movida, la fiesta y la noche.

mundo. Y mientras tanto, en Buenos Aires, apenas se conseguía la democracia después de 7 años de dictadura y represión, y artistas e intelectuales empezaban a a volver al país y otros a emerger ya que, literalmente, se posicionó el under. Entre ellos, estaba Kuropatwa. Y todo esto lo vemos con la misma claridad en los portfolios de Alex y Robert. Mientras que del primero vemos retratos de músicos, artistas visuales que se abrían camino en la cultura; de Mapplethorpe vemos retratos de estudio de Warhol, Paloma Picasso o la Princesa Gloria von Thurn und Taxis. Y sí, la estética elegida es muy diferente en uno y otro caso, pero también lo fue el momento que le tocó vivir a cada uno. Pero eso no importa, quiero destacar sobretodo que: de dos contextos distintos y dos caracteres casi opuestos (un frénetico Kuropatwa y un Mapplethorpe voyeur), ellos fueron artistas obsesionados con la belleza, la perfección, la forma perfecta y el buen trabajo fotográfico.

Lo que el flash nos dejó El retrato formó, desde sus principios, un capítulo aparte y fundamental del cuerpo de obra de los dos. Sin embargo, la etiqueta de “retratistas” no es la indicada ya que, con todas sus diferencias, tanto la obra de Mapplethorpe como la de Kuropatwa pueden situarse dentro de esta corriente de fotografía neo-conceptual. Un retrato es mucho más que un rostro, y en

Hoy pareciera que se dejó al retratismo en manos de reporteros gráficos, paparazzis y fotógrafos ligados a la publicidad, en especial cuando hablamos de gente “famosa”. Los artistas visuales que utilizan a la fotografía como medio, parecen más interesados en momentos cotidianos, en escenas más pintorescas que sublimes, más populares que elegantes o de status. Pero es en las consecuencias de la fotografía que radica el meollo de la cuestión, es decir, en lo que queda después del flash. En los ‘80, la figura del artista-estrella comenzaba a ocupar parte de la escena social y cultural, y tanto Kuropatwa como Mapplethorpe, formaron parte de esta escena y dejaron además un documento visual, por lo cual es clave enfocarse en que SÍ importaba quién era el fotógrafo, y casi tanto como quién era el fotografiado. Todas las persona(lidade)s fotografiadas por estos dos artistas, queriendo o no, han trascendido sus 15 minutos de fama, o 15 días o 15 meses, ya no importa, porque no deja de ser un punto en el pasado. De “famosos”, intelectuales o vanguardistas pasaron a ser... ¿obras de arte? Inmortalizar un rostro con una foto es congelar un momento que va a durar varios años, o hasta que la foto se pierda o se eche a perder. Es congelar un momento que no va a volver, pero sí va a perdurar. La fotografía indicada, tomada por el artista indicado, no se conforma con 15 minutos de fama, y lo que le dieron artistas como Robert Mapplethorpe y Alejandro Kuropatwa a determinados personajes de los últimos 20 años del siglo XX fue justamente eso: perdurable trascendencia.

«Mientras que Mapplethorpe fue un observador de una clase social alta y pomposa, Kuropatwa eligió ser parte de la movida, la fiesta y la noche»╣

especial si consideramos las personas elegidas por cada uno para ser fotografiadas. No había nada de azaroso o casual en esa selección, en ambos casos se trata de persona(je)s cuyo trabajo aportó una pieza fundamental a la constitución de una cultura contemporánea. Pienso en la Nueva York de los ‘80 que vivió Mapplethorpe y es vanguardia absoluta, gran libertad, artistas trabajando a la vista de todo el mundo, grandes colecciones, coleccionistas y mecenas, grandes museos. Con todo lo bueno y lo malo que podía encontrar cualquiera, en este contexto una cosa estaba clara: era la capital del 25


LA_PRODUCCIÓN/ Texto por Valeria Tuozzo / Ph. por Sofia Ungar.

Edie Sedgwick usaba enormes aros para equilibrar con contundencia ese hermoso y maravilloso vacío que reflejaba su expresión. Ajena a los cánones que dictaba la moda de los ‘60, provocó tal fascinación en Andy Warhol que se convirtió en la musa perfecta de su factoría pop. Los ‘60, década de revolución cultural, de auge de la cultura de masas, de los medios masivos de comunicación y del primer evento televisado a nivel mundial como fue la muerte de John Fitzgerald Kennedy. La juventud es mirada y contemplada por primera vez como un target del mercado a conquistar,

pero también para vampirizar: son ellos está vez los agentes del cambio. La paz, las movidas culturales, la píldora anticonceptiva, los viajes espaciales y las drogas, generan pequeñas revolciones en cuanto a los valores predominantes y éstos se reflejan indirectamente en la moda. Dejando un poco de lado lo que

pautaba la alta costura hasta entonces como modelo, por primera vez se tiene en cuenta lo que sucede en las calles y qué visten los jóvenes, porque son ellos los que ahora marcan la tendencia. No es casual entonces que en medio de esta revolución cultural -cuyo momento álgido es el Mayo Francés del ‘68-, en el quinto


Invitada a ir nada más que hasta el fondo ¿Tendré tiempo para hacerme una máscara cuando emerja de la sombra? Alejandra Pizarnik La mesa verde (1970-1971) 27


piso del 231 de la calle 47 Este en Midtown, Manhattan, se anclara The Factory. Ese lugar plateado neoyorkino que, desde 1963, recordaría a una fábrica practicando la reproducción en serie, modelo de producción industrial del momento. Ese fordismo se convierte en principio artístico en los ‘70, corriendo de lugar el “aura” –dirá Walter Benjamin- de la obra de arte como única y el happening como acontecimiento artístico efímero, inmediato, incluso chocante. Desde allí Warhol critica a la sociedad y recrea para ella los productos de consumo, pero no sólo eso, porque allí se producen también esos eventos singulares para la moralidad americana como lo eran los happenings, también films, música y toda clase de excesos, de los que aparentemente Warhol no participaba, pero sí toda la vanguardia neoyorquina. The Factory, diseñada por el decorador y fotógrafo Billy Name, producía también sus propias estrellas, las Warholstars y los 15 minutos de fama otorgados para serlo eran creados por el mismo Andy. En este marco plateado, excéntrico, vanguardista y transgresor llega para consagrarse como una Warholstar esta niña mujer, esta youthquaker –terremoto joven- : Edie Sedgwick. “Taxi”, como la llamaba Warhol, provenía de una familia adinerada norteamericana de California, ocho hermanos e historias de psiquiátricos, ebriedad, suicido. Ella misma fue internada muy joven en un hospital psiquiátrico por una anorexia y luego un embarazo abortado. Edie Sedgwick fue acogida en The Factory tras haber conocido previamente a Bob Dylan, y una vez adoptada se convirtió en el alterego de Warhol, cortándose el pelo y platinándolo como su mentor. Sus 15 minutos de fama brillaron traducidos en una amistad que duró sólo un año y medio suficiente para obtener su lugar como ícono de la contracultura. Como una especie de Twiggy norteamericana, hiperdelgada, etérea, frágil y aniñada, reproducía uno de los múltiples looks de la época para las féminas. Edie se valía de enormes

aros para sopesar su aire etéreo y destacar sus rasgos como marca personal. En su momento supo ingresar al mundo de la moda, pero sus adicciones y su costado trash hicieron que -si bien apareciera en producciones de Vogue promoviendo las famosas medias de nylon coloridas sin costura, y los vestidos de línea A-, la misma factoría fashion le diera la espalda al decir de una de Gloria Schiff, entonces editora de Vogue: «en las columnas de la sociedad identificaban a Edie Sedgwick con la escena de artistas que consumían drogas». Socialité de la época, se destacaba por ese look que mixturaba la androginia, la inocencia de una figura aniñada con la trasgresión de una femme fatale, título del tema que Lou Reed escribió a pedido de Warhol para su star, y que figurara en el álbum debut de The Velvet Underground and Nico- otra de las celebrities de The Factory. La moda estaba en las calles más que en el dictado estricto de los

«Las Warholstars y los 15 minutos de fama otorgados para serlo eran creados por el mismo Andy»╣ diseñadores y la libertad en cuanto a las normas estéticas se hacía evidente en las propuestas de diseñadores como Paco Rabanne y sus vestidos de eslabones de cadenas, o André Courréges, y Pierre Cardin con sus trajes sintéticos símil trajes espaciales. Edie rearmó su propia propuesta alternativa, con mallas de ballet, aros gigantes, tapados de piel, camisas de hombres grandes y medias de nylon. Lookeada de esta manera aparecería en los cameos que se incluían en los films que Andy Warhol realizaba, incluso inspirando guiones que la tuviesen como protagonista: Vynil, 28

Horse, The Kitchen , entre otras, todas Warhol trademark. El film más célebre es Ciao Manhattan!, que narra fragmentos de la vida de Susan Superstar, ícono de la contracultura, interpretada por la misma Edie y basada en grabaciones obtenidas cuando se transformó en una Warholstar. La película mostraba la vida de esta mujer niña y su relación con las drogas y la fama. Allí se la puede escuchar con una voz en delay tóxico relatando momentos de su vida: cómo obtenía las drogas, cómo hacía sesiones fotográficas, Edie caminado por las calles de New York con sus aros gigantes y sus ojos remarcados con negro hasta el infinito. ¿En qué consistía ese maquillaje excesivo? Al decir de ella misma, ocultaba el rostro bello que no sabía que tenía: una máscara para soportar las sombras. Si bien Ciao Manhattan! comenzó a rodarse en el ‘67, se estrenó finalmente en 1972, un año después de la muerte de Edie. Tras haberse alejado de Warhol y haber sido cobijada por Dylan -viviendo en ese otro espacio de vanguardias que fue el Chelsea Hotel-, Warhol le revelará en una cena que Dylan se había casado en secreto, de ahí en más el alejamiento de Warhol, la evidencia inconclusa de un enamoramiento, una cena navideña con la familia y la vuelta a los hospitales psiquiátricos. En una de sus estadías conoce a quien será su marido y se casa en 1971, el mismo año de su muerte caratulada como “accidente/suicidio”. Edie Sedgwick tenía 28 años, vivió un año más que otros tantos transgresores que no soportaron las mismas sombras que ya ni el maquillaje podía atenuar. En 1989 la banda The Cult lanza el tema Ciao Baby! que aparece en el álbum Sonic Temple y describe la diferencia de la femme fatale de Reed, como una joven niña, como la pequeña y querida reina de Warhol, que de tanta inocencia no supo entender su lugar en ese mundo irreverente. Edie Sedgwick pasó su corta existencia enredada en las drogas y la fama a la que Warhol supo invitarla por sólo esos 15 minutos para luego ir nada más que hasta el fondo.



Fotografía: Sofía Ungar. Producción: Rosario Villani y Lucía Baltar. Maquillaje: Gaby Fernandez. Modelo: Cocó Muro. 30




Cuadernos Compulsivos ยกDame 5 minutos mรกs!

ILUSTRACIONES/ Por Luciana Ferral. 33


CUADERNOS COMPULSIVOS

La fábrica del señor Zapata Por Consuelo Cabral.

www.eljalabirosado.blogspot.com Un subibaja balanza. Flavia Palmiero bailando con sus tetitas al natural. Mi mamá preparándome un Nesquik bien frío en la cocina. La tele transpirando canciones con olor a Pelines en estéreo. Y un niño sonriente -que bien podría haber sido cualquiera de nosotros -, de mi misma edad y mi mismo peso, llevándose 37 kilos de Sugus todos para él. En los ‘90, la televisión le daba a la desangelada Flavia un poder desconocido y anhelado por los que estábamos del otro lado. Ella podía convertir 30 y tantos kilos de carne humana en miles de cuadraditos multicolores con gusto a frutilla, ananá, limón, manzana, menta y naranja (en ese orden). Y a mi esa alquimia me corrompía de tal forma, que hasta hubiese aceptado meterme adentro del Pelín y bailar peluchemente alrededor de Flavia

con tal de volver a casa con “Mi peso en Sugus”. Cuando tenía 10 años mi dignidad se compraba con caramelos y slogans. Después pasó el tiempo y me volví mucho menos exigente. Entendí que la fama efímera era el precio de algunos sueños y que me había tocado nacer en una década bizarra. Yo no tenía la culpa de nada. Ni siquiera de soñar con ser paquita de Xuxa o llegar a bailar como los New Kids on the Block. Pero para los que vivíamos a 20 años de Buenos Aires y a dos cuadras del Parque Sarmiento la cosa era mucho peor todavía. Acá no era joda. Acá había gente muy hija de puta como el Payaso Ricky o Marina y sus Chipicopos que hacían competir a la gente por un kilo de helado en Tío Elvio, un par de entradas para el Circo Orfei o un par de zapatos

de Calzados Nico, calzados que nada tenían que ver con las gloriosas Bubblegummers. Acá la fábrica de la fama se llamaba Audiovisión y quedaba en Espora 665 de barrio Alto Alberdi. Era regenteada por el Señor Zapata, que además de Marina creó monstruos como Cristian Bazán o Celeste Benecchi. Con Telemanías, Zapata le cumplió el sueño de Bariló Bariló a montones de púberes cordobeses, nos enseñó que nuestra dignidad era mucho más prostituíble de lo que imaginábamos y que por un pasaje al Parque de la Costa éramos capaces de salir en Canal 12 con bañador, ojotas y bolso playero abrazando a Celeste. Petinatto siempre dice que si te acordás lo que viviste en los ‘80 es porque no viviste los ‘80. O al menos no los ‘80 que tenías que vivir. Acá pasa lo mismo, pero al revés y con un estilo más tirando a Ana María Alfaro. A mí me gusta pensar que los que no se acuerdan de Marina y sus Chipicopos es porque no vivieron los ‘90 como había que vivir los ‘90. Pero hay un momento donde la verdad se revela ante ellos. Un momento muy “teoría de los seis grados de separación” en el que descubrimos que todos estamos conectados - a través de una cadena de conocidos que no tiene más de cinco intermediarios- con otro cordobés que alguna vez pisó la fábrica que el Señor Zapata todavía hace humear en Espora 665 de barrio Alto Alberdi (*).

(*) Y así fue como Cocó Muro se vio tentada a confesar que: «entre tanto Bariló Bariló en Telemanías, llegamos a la semifinal y cuando perdimos porque nos preguntaron quién había sido el vicepresidente de Menem y alguien soltó “Domingo Cavallo”, ya no nos importó nada, asi que pedí micrófono para pedirle a Celeste Benecchi que le mande un saludo a Pablito Gómez Sánchez que estaba con hemorroides. Pablitoito Gómez Sánchez me quitó el saludo hasta la fiesta de egresados más o menos. 15 minutos de fama también para el culo de Pablito». 34


Esa extraña forma de belleza Por Erwin Otoño.

La conocí durante un curso de primeros auxilios. Era sumamente bella, una bailarina con tanta flexibilidad que una vez la vi rascándose los omóplatos con el talón. A la salida de nuestra tercera clase -sobre accidentes domésticos- me acerqué a ella con una pregunta irrelevante sobre gases tóxicos y, por un afortunado viraje en el bote del destino, terminamos acordando juntarnos ese mismo viernes a ver la película “Fama”. La había conseguido en DVD una semana antes: la versión original de 1980 con Irene Cara. Cuando el día llegó y, después de tocar el timbre, atravesó la puerta. Instantáneamente me di cuenta que había encontrado mi media naranja: «La vi cuando se desprendía del tendedero del balcón», dijo sosteniendo mi zoquete. La recibí con una copa de vino y los nervios propios de un hombre que está a punto de saltar de la torre Eiffel con un paraguas y alpargatas. Ya entrada en la primera copa y la segunda conversación, me di cuenta que Carolina Goldenberg no sólo era una mujer muy bella, sino también intelectualmente interesante. Discutimos acerca del dualismo espíritu-cuerpo. Ella sostenía que lo más importante era el espíritu, yo le dije que el espíritu estaba bien, pero que por otra parte el cuerpo era de suma utilidad si se quiere lucir un traje o trasladarse hasta la heladería. Una vez tirados en el sillón, puse el DVD de “Fama” y nos dispusimos a verla mientras cenábamos. Yo seguía tan nervioso por la apabullante belleza e inteligencia

de Caro que no podía hilvanar una frase coherente ni lograr que la comida china se quedara en mi boca. Al final de la cena mi apariencia era patética, me había chorreado tanta salsa de soja que mi remera parecía un test de Rorschach. No iban ni 15 minutos de la película cuando decidí hacer un estratégico movimiento romántico-verbal y halagar sus rasgos faciales. Es que me encantaba su angulosa nariz, llena de actitud y decisión, completamente opuesta a las narices tímidas, débiles y atrofiadas que se encuentran en mi familia de orígenes alemanes e italianos. De estos, los primeros eran hombres fríos que nunca aprendieron a disfrutar de los aromas y las flores, mientras que mis parientes tanos eran personas que discutían y comían tanto que hicieron de la boca su órgano facial favorito, hasta el punto de anexarle la función respiratoria dejando a la nariz

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la ingrata tarea de sostener los lentes. Lo que yo elaboraba como un elogio a su agraciado perfil, ella interpretó como un insulto y lo resumió con un «¿acaso me estás llamando ‘narigona’?». Entré en pánico y mis intentos por remendar los comentarios fueron extremadamente torpes. Y de una torpeza de tipo física: al tratar de acariciar su rostro, mis dedos le aplicaron un piquete de ojos que provocó un reflejo en ella, una fuerte sacudida de su cuerpo, como la de esos muñecos inflables que se encuentran en estacionamientos y gomerías. Su brazo golpeó la copa y terminó con un corte en profundidad en su muñeca. Por suerte ella pudo autoaplicarse un torniquete con mi media naranja. Dos minutos más tarde, estaba camino a su casa. Así terminó mi noche: sin Carolina y con sólo 15 minutos de “Fama”.


CUADERNOS COMPULSIVOS

Ni por todas las Minujines del mundo Por Cocó Muro (Con ilustración propia) . www.refrescodelimonada.blogspot.com Cada vez que uso el vestido que me regaló Agus automáticamente me siento más linda. Será que me recuerda lo mucho que nos queremos y me alimenta el amor propio. O que su diseño afina mi cintura y el efecto visual que provoca aumenta el volumen de mis lolas. Ayer me lo puse. Llovía, así que lo combiné con unas botas de lluvia azules y una cartera floreada a tono. A las 7 salí rauda de la oficina y me encontré con F. y R. en el MALBA para ver la muestra

de Marta Minujin; por segunda vez y de manera concienzuda, ya que fui a la inauguración, pero las inauguraciones no son precisamente momento de recogimiento artístico. Además era miércoles y los miércoles la entrada vale la mitad: un respiro para nuestros bolsillos capitalinos cada vez más exigentes. Estaban los dos ahí sentados en uno de esos bancos de piedra de la entrada, y el vestido, más el halago visual que significaba tener a ellos dos esperándome, me hizo sentir

aún más linda y afortunada. No pude menos que conmoverme, largar la cursilería, llamarlos «mis dos bombones» y repartirles besos. La muestra hace un recorrido por toda la obra de Minujin desde los ‘60 hasta la actualidad. El día de la inauguración, con F. nos referimos a ella como «la trillada y sobrevaluada Marta Minujin», pero salimos pensando que habrá sido culpa de nuestro tardío arribo al mundo que nos quedamos

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solo con el perfil mediático de la Minujin, obviando el valor ideológico y vanguardista de sus obras. En uno de los pasajes de la mini reproducción de su famosa puesta “La Menesunda”, recrearon la ambientación de un cuarto que incluye una pareja en pijama recostada en una cama actuando como si estuviesen en su casa. Apenas entré, la chica exclamó «Qué lindo vestido», pero sin remitirse directamente a mí, sino comentándoselo a su “pareja”. Pasé de largo mirando de reojo, de por sí la escena en vivo de dos personas desconocidas en la intimidad me provoca cierto pudor, y encima habían recalado en mi persona. Una vez afuera comentamos acerca del trabajo de estas gentes, a la que le pagan por estar tirados en una cama con aire acondicionado: nada más lejos de nuestra realidad cotidiana. «¿Les pagarán por hacer eso?», preguntó F. «Claro que les pagan» y volvimos a entrar para comprobarlo. Esta vez fue el turno del chico, que le dijo a su “pareja”: «Ahí vuelve la chica del vestido». Obviamente hablaban de mí y me di por aludida de una vez: «¿Viste qué lindo? Era de una amiga y me lo regaló». La chica sugirió: «Te lo cambio por este camisón». Sonreí y seguí de largo, no lo cambio ni por todas las Minujines del mundo, así sobrevaluada y todo.


De Anizacate a Liverpool Por Armando Ramírez Iunyen (Con ilustración propia). Soy famoso por haber usado la misma camisa durante 35 años, pero más famoso soy por el intenso aroma que llegó a desprender mi cuerpo día a día como un inodoro público roto en el que sólo la diarrea es bienvenida. En mi cumpleaños número 55 esa camisa fue el regalo de Raquel, una porrista muda con la que salía en Anizacate en mis gloriosas épocas de bañero cuando vendía anfetaminas a los muchachos en la playa y era taxi boy de veteranas aficionadas a la canasta. Raquel era perfecta, tanto por sus pechos operados que siempre tropezaban y se balanceaban sobre mis labios, como por su espíritu, silencioso, que llegaba a ser casi un sueño. Nunca decía nada, ni se quejaba.. Se las rebuscaba emitiendo sonidos, gemidos de tipo guturales, que jamás llegué a entender, sin embargo tenía pasta de buena sonidista, casi el talento de una cantante. Pero un día vino Eddie Sierra, la besó apasionadamente agarrándole los glúteos y se la llevó en su Renault Fuego, fumando un Parliament y riendo mientras me miraba de reojo pensando “viejo fracasado, a vos seguro que no se te para”. Dura y larga escena que partió mi corazón y alejó al amor de mis sueños de mi humilde y bondadoso ser. Nunca pude olvidarme de ella y fue por eso que nunca me saqué esa camisa, regalo de Raquel en mi cumpleaños número 55. Así fueron pasando los años y de la camisa brotaron moho, hongos y algodones de dudosa naturaleza. Hasta las pelusas del pupo pasaron a ser parte de su textura. Con un cepillito me dedicaba a rasparlas, procesarlas y de ahí la materia prima para un

perfume que vendí en la peatonal de la ciudad de Córdoba durante un par de años. Ácido e intenso, lo patenté “Le Chemisse de Armandi” y se vendía en cantidades industriales. Al no bañarme nunca, el moho adquirió una forma esponjosa que transformaba el aroma de “Le Chemisse de Armandi” en una transgresión dentro de la gama. Sobrevinieron los conflictos, la envidia de las farmacias

y mercerías, y las injustas acusaciones sobre mi inmunda forma de vida, que llevaron a quitarme los clientes y a ganarme el rechazo total de la sociedad de una forma escandalosa. Luego de este nuevo fracaso, decidí volver a Anizacate. La camisa seguía pegada a mi cuerpo, y en mis sueños se aparecían los pechos de Raquel, aceitados, sacudiéndose circularmente y guiñándome un pezón. Empecé a deprimirme y a inyectarme morfina mañana y noche para matar el dolor de la ausencia de esta mujer fatal. Perdiendo la razón, y acordándome a veces de que existía tirándole un chutecito a mi autoestima, visualizaba el mundo que afloraba entre mi cuerpo y la camisa: pulgas, gusanos y babosas con bigotes borrachas bailando chamamé y procreando irrefrenablemente formaban parte de 37

la fauna de mi cuerpo, y no me molestaban. Necesitaba chequear sentir que la camisa seguía un poco viva, para regocijarme en mi eterna nostalgia. Una tarde, mientras me miraba en el espejo ensayando una buena puteada a Eddie Sierra, salió un bicho muy grande de la manga derecha, me miró fijamente a los ojos, me cagó en el brazo y se fue volando. Su estiércol flúo se encarnó en mi piel, penetrando la carne como aceite hirviendo. Desesperadamente quise quitármelo de la camisa, pero fue imposible, y caí en el piso dando espasmos hasta que el techo de mi casa explotó en mil pedazos y apareció San Ignacio montando un flota flota y diciendo: “Llegó el tiempo de la justicia, os enviaré a tu salvador”. Se abrió la puerta de mi habitación y entró un diseñador cabalgando un pony, con millones de fotógrafos y mujeres desnudas bailando y cantando el aleluya. Así fue que, luego del reportaje, me ofrecieron vender la camisa al Strong Smell Museum en Liverpool. Viajé a Inglaterra, estuve en un hermoso hotel, cambié mis trapos por un traje limpio y gané un premio en la fiesta de gala en la cual tocaba una banda que, según el traductor, dedicaban el tema a mi obra de arte. Advertí anonadado que la cantante era la mismísima Raquel, sus sonidos guturales llenaron mis ojos de lágrimas y, en medio de la canción, se quitó la ropa, dio un sacudón de tetas, y mostró el tatuaje enorme de su espalda con la leyenda “Armando perdoname”. Bajó del escenario con un pantalón de regalo para mí, el mismo que hasta el día de hoy llevo puesto, porque esa noche se resbaló en la cocina y murió. La fama es un bicho que te caga y se va volando…


CUADERNOS COMPULSIVOS

La peor groupie del mundo Por Celina Artigas.

www.celinaartigas.blogspot.com «Una vez fui a la playa y volví blanco», dice susurrándole desesperado al micrófono como susurra desesperada cada una de sus canciones sobre el precario escenario que han armado en una playa lejana donde toca su banda, entre otras. Nadie –entre todos los veraneantes superficiales que lo escuchan con displicencia– entiende el chiste. La playa se extiende serena a esa hora de la tarde en que enero también puede ser un lugar feliz y soportable. A decir verdad: él tiene algo de razón. Siempre tiene algo de razón entre sus labios o en lo que dice, como los locos, los genios y los estúpidos. Y yo muero de amor viéndolo preso de sus mejores verdades. Si alguien pudiera salvarlo de sí mismo, pienso… Pero esas cosas son tan difíciles… Con intenciones más modestas y periodísticas espero hasta el final del recital. Camino desandando

montones de pisadas efímeramente marcadas en la arena hasta el atrás del escenario. Voy a esperar que baje esa escalera con su camisa leñadora de manga larga, transpirado, desgarrado, veraz porque quiero algo de él. Aún no sé bien qué, cuando él efectivamente baja la escalera tambaleándose, aferrado –ahora sí– a su vaso de whisky; cuando ni el reloj de vacaciones ni el sol supremo del verano han dado la hora para que se inicie el rito del alcohol y de las confesiones. Me mira, se ríe, me saluda y mi nombre queda entre sus labios tan hermoso como una flor blanca podrida. Le beso la mejilla y ahora sé que huele a un alcohol más añejo y enquistado que el del primer sorbo de ese whisky. En medio de la caminata que emprendemos por la rambla del pasillo de carpas amarillas tengo una epifanía. Lo amo, pero es como una bolsa de carbón:

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podría quedarse quieto sin saber a dónde si lo arrojara con precisión a cualquier rincón, al ras del suelo. Un hombre así sólo me va a servir para encender un fuego. Y hace demasiado calor este verano… y mi cielo está demasiado limpio ahora… Así que le miento. Le juro que vengo por una entrevista, le juro que estoy desinteresada en él, mientras la gente se levanta de sus sillas y reposeras, se acerca desde sus carpas al pasillo y lo aplaude. Tanta gente nos aplaude, le grita: «¡grande!» Él avanza y yo empeoro en un color fucsia que no me dieron jamás los rayos de sol de todos los veranos del mundo. Toma otro trago, me dice: «vení, vení». Yo necesito hacer algo para que no note todos los sueños que he soñado arropada en su voz y le pego en la espalda brutalmente, como si quisiera que escupa una moneda de cincuenta centavos, como si quisiera que no se entere de nada mientras me mira desconfiando de todo, sin saber qué responderme y yo me alejo de él, de los aplausos gratuitos que me han perseguido hasta acá y me voy otra vez hacia la orilla. Como si así pudiera salvarlo de algo. De mí, de él, de todos ellos.


Cero rating Por Eugenia Sincovich.

Lo sintonizás porque está ahí. Porque alguien te dijo que eso es lo que había que ver. Tiene que ver con vos. Con lo que sos hoy por lo menos. Sos eso. Querés eso. Buscás eso. Y como pasa seguido, encontrás esto. Al principio todo tiene olor a nuevo, a recién hecho, a inmaculado. Lo mejor de la idealización es que la realidad nada tiene que ver con eso que hiciste en tu cabeza y plasmaste en el otro. Si así fuera, rápidamente desmoronaríamos las fantasías que construimos en momentos de vulnerabilidad. Pero no las demolemos, las afianzamos y nos aferramos a ellas hasta que no haya de dónde, para de una vez por todas… soltar. Pero hasta que eso pase, pasamos, pasamos, y volvemos a pasar por el mismo camino errado; hasta que pasados de vuelta, pesados de angustia, volvemos a ver lo que no es. Lo que no sos. Como buena productora, no escatimé en los recursos que te construyeron. Eficiencia, sí, pero con eficacia. Te quise hacer bien. Yo te hice. No sos. Te hice. La parte que te tocaba a vos, es otra historia. La programación en mi cabeza te tenía en el prime time. Los espacios publicitarios valían mucho más por estar cerca tuyo. Yo valía mucho más por estar cerca tuyo. Pero claro, ¿en qué escala? ¿a qué precio? Yo sola trataba sin éxito de medir ese valor que te di, que no acababa, que crecía en un espacio vacío que yo tenía y llené con vos. No tenía fin. Vos sí. Yo también. Hasta el día de hoy no sé por qué no me cansé antes de la misma programación. Los mismos

cortes, los mismos chistes. Serían las risas superpuestas en la pantalla, que me ordenaban a reír; el cartel de “aplausos” al que obedecía sin cuestionar; las publicidades que me decían qué comprar de vos; tu desprecio por el público. Sí recuerdo, sin embargo, el momento en que empecé a demolerte sin saberlo. Alguien me dijo alguna vez, que cuando un programa no está bien hecho, o es débil en su naturaleza, dejás de prestar atención a lo principal y fijás tu vista en los detalles de equivocación: el decorado mal pintado, las verborragias insostenibles, las repeticiones en contenido, el vacío. Te convertiste en un rerun de vos mismo. ¿Tan pocos capítulos tenés? ¿Y tus guionistas? ¿y lo que te hizo grande? Ya sé, yo te hice. Ese es mi fracaso. Pero es tu fracaso tener nada cuando todo lo que yo hice se cayó. Cuando me cansé de sostener a más no poder eso que no existe y que vos habías decidido aceptar. Porque no te cuesta. Porque te encanta que te admire. No te equivoques. Admiro lo que quiero que seas. Duró poco. Me aburriste. Cambio de canal.

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VERBO_RRAGIA / Texto por Ayelen Montenegro.

El agujero negro de las celebridades Prefiero ser una talentosa (驴?) an贸nima que una famosa en el fondo del pozo. 40


Cuando era chiquita, siempre decía que iba a ser actriz. Una actriz famosa, claro. Nadie sueña con ser actriz de teatro under y actuar por el pancho y la coca para tus amigos o familiares, que van porque te quieren, pero que les rompe las bolas pagar veinte mangos la entrada para estar incómodos en un sucucho del Abasto. No, una se sueña en grandes producciones, saliendo en la tele, haciendo entrevistas, vistiendo de diseñador en la alfombra roja, aplaudida y ovacionada por su público. Mientras los años pasaron, fui reviendo el sueño de la fama por el de tener algún día un mango para poder hacer un curso decente de teatro. De más está aclarar que existen diferentes tipos de famosos y grado de fama. No es lo mismo formar parte de un elenco importante del Teatro Colón que salir en Tinelli; no es lo mismo haber bailado con Julio Bocca que haber bailado con Artaza-Ceruti; no es lo mismo ser Brad Pitt que ser Mariano Martínez. Sin embargo, el denominador común a todos los famosos es LA OPORTUNIDAD. Hay que estar en el momento y lugar indicados. No importa cuán lindo o talentoso seas, si no tenés un público que aplauda lo que hacés (algo así como la comunidad carismática es a su líder) no sos nadie. Evidentemente, hay gente que fue premiada por el azar y se encontró sin querer con la popularidad, mientras que otros, han buscado sistemáticamente tener su momento y han estudiando cada paso a seguir para dar el gran salto. Sin éxito. Para ser famoso en estas latitudes, bastan apenas unos segundos televisivos, (sí, segundos, nada de minutos); un culo mostrado en el momento justo o un escándalo amoroso con algún jugador de fútbol mata cualquier conservatorio. Incluso una tragedia te puede catapultar a la fama, como a ese tipo que tuvo un accidente y su traumatismo de cráneo le hizo preguntar muchas veces por Candela y por la moto frente a las cámaras de un reality patético de casos policiales. Ese mismo que en cualquier momento va a lanzar a la fama a mi vecina de enfrente, que llama a la policía una vez por mes, porque cree que sus vecinos la estamos envenenando con gas. Ese mismo -el otro, el de Candela- terminó empapelando la ciudad como protagonista de una publicidad de Internet. Y es “la Internet”, justamente, otra herramienta de consagración para muchos que vieron la veta de subir videos haciendo su “gracia”. No olvidemos a esa chica que empezó a hacer videos mostrando lo que es ser mujer carajeadora y despechada y terminó con programa en MTV y espectáculo de stand up. El puente hacia la llamada “farándula” o “medio” es a veces muy cretino. Hay que aceptar que casi nadie hoy entra por la puerta grande, pero, ¿a quién le importa?, diría Thalía, si todos sabemos que los beneficios de pertenecer al jet set son incontables. Si sos famoso, automáticamente, te volvés lindo. Parece joda, pero es así, salir en la tele hace que aumente tus posibilidades reproductivas al mil por ciento (este detalle se le escapó a Darwin en su teoría evolutiva). Podés ser feo o alguien “medio pelo”, pero la fama te trae la belleza que nunca tuviste, es la magia de la televisión o la magia de que te contrate el director de cine de turno. Puede ser que alguno, ni 41

con nuevo corte de pelo ni maquillado quede lindo, bueno, ese se vuelve “atractivo” o “interesante”… o una chica Almodóvar. En el caso de las mujeres, hay un plus, porque además de volverte linda, te volvés flaca. Es decir, la fama adelgaza… siempre y cuando no te hayas hecho famosa por un personaje de gorda, en ese caso, si adelgazás seguramente te quedás sin laburo. Hasta se puede garronear cirugías plásticas de arriba y tratamientos en spa o lugares de adelgazamiento rápido y efectivo, si es que sos lo suficientemente popular como para representar una buena publicidad para el cirujano, médico o establecimiento. Tu vida se vuelve un canje, no pagás nunca más nada. Empezás a ser V.I.P en boliches, te invitan a las mejores fiestas, para las cuales algún diseñador o una marca de ropa te presta equipos para que se los luzcas; no pagás más la peluquería; ¡hasta pegás vacaciones gratis, si lográs alguna producción en la maravillosa isla de Cxras! La fama te da privilegios por la que algunos han luchado toda una vida. Pero esa posición, muchos no la pueden mantener y caen... caen al Agujero Negro de las Celebridades, que vendría a ser como un infierno dantesco a donde van aquellos con una fama malograda o mal mantenida, ponele. El Agujero Negro de Celebridades Argentinas está colapsado. Ha tenido momentos de descongestión, gracias a las fiestas Bizarren y a algunos programas de televisión que han levantado muchos muertos. Pero si sigue existiendo Gran Hermano, va explotar y va a ser una tragedia, no es joda, la situación se puede salir de control. ¡Por favor, es un llamado de “emeLgencia”, déjenlos ahí, no es sano para la población que esa gente ande suelta de nuevo! Por eso, en acto solemne propongo una real renovación del Agujero Negro de Celebridades Argentinas, en base a una política real de descongestión consciente. Sabemos que está atiborrado, pero creo que algunos ya han pagado su culpa con años de ostracismo y merecen salir y reinsertarse socialmente con un trabajo digno, sin poder volver a pertenecer a ningún medio. Sería algo así como una libertad condicional. Por ejemplo, podrían largar a Nancy Anka, a los personajes perdidos del elenco de Clave de Sol, a la que conducía la Isla de los Wittys, a Charanguito, a Jazzy Mel, a Gamuza... pero, por si lo estaban pensando, lo siento, todavía no es tiempo de largar a los ex Jugate Conmigo... hay casos que requieren más tiempo que otros. Y Luciano Castro será una excepción, quizás habrá sido su cabellera que, cual Sansón, le dio fuerza para escapar. Yo por lo pronto sigo prefiriendo ser una anónima digna y creer que la vida me depara otras cosas buenas en las cuales destacarme, antes que entrar a la fama por la ventana. Aunque sigo pensando que es una injusticia que todavía no firme autógrafos, que no tenga un programa de radio o mi show de stand up, pero que otros ineptos sí: ¡es eso lo que me indigna más que mi propia NO fama!


VERBO_RRAGIA/ Texto por Leandro Moscardó.

Nadie nos dice perras

El futuro es de ustedes, abanderadas del buen coger. A) ¡Perra!

socialmente valorada, positivamente valorada. Nadie nos dice perras. A las mujeres que comparten con nosotros esta sed, sólo que de pijas, todo el mundo les dice perras y hablan a sus espaldas. En algunos casos, incluso son señaladas con el dedo. Mártires de los tiempos de hoy, patriotas, heroínas en medio del bombardeo. Entonces me pregunto cuál es la diferencia, a esta altura del partido, en este momento de la historia, entre la voracidad sexual de un hombre y la de una mujer. Si un hombre mata a una persona, es un asesino. Si lo hace una mujer, es una asesina. Los tipos son chofer de bondi y las minas son chofer de trole. Si un tipo maneja un taxi es tachero y si lo hace una mujer es tachera. ¿Cómo es, entonces, que si un tipo coge todo el tiempo con chicas distintas está en la cresta de la ola, pero si lo hace una flaca, está a la cabeza del ranking de las estigmatizadas y todos hablan calamidades de ella? Las mujeres que llaman perras a otras mujeres me parecen unas traicioneras envidiosas, lo más detestable del colaboracionismo. Los tipos que llaman perras a las mujeres tienen problemas de bragueta, igualmente envidiosos.

A ver, pongámonos de acuerdo: ser perra no es cogerse a mil tipos. Ser perra es dejarse coger por un tipo, que no es lo mismo que cogerse a un tipo, o que coger con un tipo. Hasta el más progre de nosotros dice de una mujer a la que le gusta la pija que es una perra. Y cuando lo dicen, veo en cada una de sus frentes, las imágenes de lo que dicen odiar ideológicamente en sellos grabados sobre su cuero. Una perra no es una mina que se cogió a todo un grupo de amigos. Que quede claro, yo cogería con dos hermanas, con la madre y sus tres hijas, con todas las primas de una familia, con dos mejores amigas, con un equipo de hockey completo, con todo un grupo de amigas, con diez compañeras de laburo. Y cada uno de los tipos que, hablando de una mujer, le dicen perra, también. También se cogerían, si pudieran, a una familia entera, a la tía solterona y a su hija inválida. Pero a nosotros nadie nos dice perras. Nuestra sed de culos, tetas y conchas no es una debilidad socialmente cuestionada. A lo sumo, sincerémonos, es una debilidad 42


B) Sí es sí. No es no. No es tan difícil.

C) Definición de perra.

Cuando las flacas cumplen, no te digo 25 ni 30 (¿para qué esperar tanto?), cuando una mina cumple 20 años, hay que regalarle una hojita que diga, simple, sencillo: Sí es sí. No es no. Se acabo la pelotudez del histeriqueo. Muchachos, lo mismo. Parece que hasta hace algunas décadas, el histeriqueo estúpido era propiedad exclusiva de las mujeres. Bueno, según ellas, ya no lo es más. Sin necesidad de entrar en las causas de por qué uno le tira onda a alguien y después se tira para atrás, y después vuelve a la carga, y después nuevamente retrocede, es bueno tener claro que este comportamiento es patológico, que es pelotudo, que en algunos casos pone de mal humor al otro, y que potencialmente puede ocasionarnos daño. Es un ejemplo más del gatillo fácil. Uno primero hace un tiro y después se fija a quién, qué hay del otro lado. Y no estoy hablando de tirar onda por chat y después conocer algo que físicamente no te atrae. No. Estoy hablando de que estoy viendo a la flaca que tengo en frente, le tiro onda, y después advierto que no me gusta o que no me cabe lo que antes creía que sí. Es un moco si hacemos eso, no lo hagamos más. Ahora bien, existe otro comportamiento aún más estúpido, y éste me atrevo (con toda la fuerza de mi prejuicio) a atribuirlo mayoritariamente a las mujeres (y quizás a hombres extraterrestres que vienen de planetas donde ser papo es una ocupación bien remunerada). Este comportamiento consiste en “hacer laburar al otro”. ¿Cómo es esto? La flaca tiene onda con vos, le gustaría tener algo con vos, pero te hace creer que no, entonces sale con vos un día, el fin de semana siguiente está ocupada y no te puede ver, la invitás a tomar algo un martes y tampoco puede. Quiere. Y puede, por supuesto que puede y quiere! Pero quiere ver cómo la remás. ¡Qué imbécil! Finalmente, la manía más idiota dentro de estos comportamientos histéricos y dignos de ser castigados, es eso de “tener que esperar”. Si saliste con alguien un viernes y pegaron buena conexión y entonces te nace naturalmente llamar a este alguien el domingo, es posible que alguno de tus amigos te diga «-No, pará, esperá unos días, llamala tipo martes o miércoles, no sea que crea que estás desesperado». Pero qué carajo?! Esto no es la guerra, no estás invadiendo Polonia para anexarla a tu país, no estás hablando con tu jefe a ver si te ascienden el año que viene, la concha de tu madre. ¿Qué clase de pelotuda te va a limpiar porque la llames “demasiado pronto”? ¿Qué es toda esta estrategia, como si pegar buena onda con alguien requiriese los mismos pasos que una negociación para liberar rehenes? Si no puede, te dirá que no puede, pero si le cabés, cuando pueda ella te llama y punto. Si la flaca no quiere saber nada, no va a querer saber nada un día y medio después de que la hayas conocido, una semana después, o si te tomás un año y la llamás. Si le cabés, pero te limpia porque “parecés desesperado si la llamás tan rápido” es una pelotuda y deberías mandar alguien que le ponga la traba cuando baja por una escalera.

Una mina que se tira a la cama, a que la cojas, y no hace ningún esfuerzo, no sólo es perra, es mala leche, mal llevada y pelotuda. En este caso sí me parece que hay diferencias con los pibes. Nosotros somos más leales: siempre somos proactivos cuando se trata de ponerla y lo vivimos como una fiesta. Por ese motivo vamos a hacer una distinción que nos permita llegar a un consenso donde podremos saber qué es una perra y qué no, analizando sólo al sexo femenino. En el punto 1 de estas reflexiones, quedamos en que las mujeres a las que les gusta ponerla no son perras. Los tipos somos iguales y nadie nos dice perras, está claro. Ahora, si hay un uso de la palabra perra, me parece que debe direccionarse hacia aquellas mujeres que no se hacen cargo, que se tiran a una cama o se dejan llevar al asiento de atrás de un auto, pero no cogen, dejan que las cojan. Es un moco para un flaco cogerse a alguien, lo que es lindo es fornicar con alguien. Tal vez a un inseguro que necesite tener el control le guste una muñeca que haga caso y no tenga iniciativa. Pero a un flaco medianamente sano me parece que le gusta compartir la cuestión. Yo le digo perra a una flaca que se deja llevar, que se deja coger. Que se deja. Una chica que se deja es una mina sin compromiso. Esa flaca a la que invitás a subir a tu departamento y te dice «-Bueno, pero mirá que no va a pasar nada». Le sacás la remera y te dice lo mismo. Le sacás el pantalón y te lo repite, le sacás el corpiño y ahí sigue, como un contestador automático: «-No va a pasar nada». Por supuesto que ella a vos no te saca ni el reloj. Entonces uno, mientras mete mano para motivar y para desvestirla, tiene que desvestirse a sí mismo (pocas cosas hay más tristes que tener que sacarse uno la ropa) y encima esta pelotuda con la misma cantinela, que no va a pasar nada y qué sé yo cuántas pelotudeces más. Y todo el bardo para que finalmente “termine pasando algo”. Y mientras qué? En la previa, tuviste que laburar como un bombero para que esta malnacida termine dejándose coger. Andá a la mierda, para eso me quedaba jugando a las cartas con mis amigos. Y no se trata de que uno haga bien o mal las cosas. Hay minitas que sencillamente no saben hacerlo de otra manera. Estas condenadas no sólo son perras, son personas malas, y no las otras fanáticas de la cama que le bajan la caña a diez tipos en cinco días, pero que a cada uno le dejan temblando las rodillas y el corazón. Esas mujeres que dejan al alma en la cancha y que juegan en cualquier terreno y contra cualquier equipo, no merecen el insulto de ser llamadas perras. Las que se dejan coger, aunque sea sólo por su novio lindo y bueno, pero le dejan todo el laburo al flaco, esas son unas perras y deberíamos obligarlas a usar un distintivo cuando caminan por la calle, así uno sabe de qué clase de persona estamos hablando cuando aparece una de éstas a la vuelta de tu casa.

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VARIETÉ / Texto por Joaquín Sánchez Mariño.

Mitos de un periodista sin fama 44


Todo lo que usted siempre quiso saber sobre Rial y nunca se animó a preguntarle a Alfano. La idea de que estar en contacto con famosos es una fuente inagotable de privilegios y aventuras es un enorme prejuicio. Un periodista de la revista Gente patea el tablero y nos pincha el globo de las ilusiones sobre la trastienda farandulera. forman parte de nuestra gran obra como seres humanos, eso no lo sé, pero espero que así no sea. Son tantas las cosas que hacemos a lo largo de nuestra existencia que sería un terrible quilombo tener que elegir en cuál de ellas estamos dejando nuestra impronta más esencial. O una impronta cualquiera. Digo: una huella. En todo caso, prefiero que la mía no sea la que el inconsciente colectivo tiene de mi labor en una revista mediática, sobre todo si los prejuicios se basan en las siguientes preguntas y comentarios que se reproducen cada vez que menciono mi lugar de trabajo:

Cuando le preguntaron si era mejor el sexo o la masturbación, Carlos Perciavalle respondió sin dudar que prefería el sexo. «¿Por qué?», repreguntó el periodista, «Y... conocés gente», respondió el actor. Como cronista de la revista Gente, me tocó entrevistar a un joven actor - cuyo nombre prefiero reservar- y se me ocurrió preguntarle qué era lo mejor de la fama, aquello que más extrañaría si se la quitaran. El entrevistado vaciló un momento, simulando un especie de acto reflexivo, para luego contestar: «y… el sexo, saber que al conocer minas casi siempre vas a tener la posibilidad de acostarte con ellas». Ahora bien, podríamos concluir entonces que lo bueno de la fama es la cantidad de gente que uno conoce. Casi como ejercer el periodismo, donde sin necesidad de tener sexo, uno puede conocer a una cantidad de gente increíble. Algo así me pasa desde hace dos años cuando entré a trabajar en Gente. Semana a semana mi vida gira en torno a un protagonista distinto: un día me encuentro con un actor, otro con una modelo y luego con un músico. El ritmo es bastante frenético y es difícil no marearse. Pero a no confundirse, que uno trabaje en la factoría de la gran parafernalia mediática no significa que uno pertenezca al ambiente. Si uno deja un pedazo de alma en lo que produce, o si el resultado final de las horas de trabajo

1. Empieza así: «¡Uh! ¡Contame algo!”» «¿Algo de qué?» «No sé, de algún famoso». La gente siempre quiere saber cosas de los famosos. Lo disimule más o menos, tiene la esperanza de que les cuente algo revelador. Al margen queda el hecho de que nunca sé qué carajo contar, es como cuando a un músico le piden que se toque algo. Sí, algo. 2. «¿Ricardo Fort es puto?». Claro que es puto. Y Julio Bocca también, casi tanto como Pablito Ruiz. Y Ricky Martin y Muscari y Sean Penn en la película Milk. Que se los diga yo o sus tías o un taxista, es lo mismo. 45


3. «¿La Alfano en persona está buena?». Fórmula también usada para referirse a Susana Giménez, Moria Casán o Carmen Barbieri. La verdad es tan subjetiva. Por lo pronto les aseguro que de esas cuatro la mejor es la Alfano, que está bastante bastante bien, casi que podría responder que sí, que está buena. Por las demás…, sería como darle masa a un G.I. Joe.

8. «¿Cuál fue el más groso que te tocó entrevistar?» Para algunos la respuesta debiera ser Marcelo Tinelli, para otros Ron Wood… Y hay un tercer grupo que diría Amigacho. La condición de grosura es directamente proporcional al nivel de instrucción del preguntador. 9. «¿Conocés a Susana Giménez?» Sí, la conozco. Pero ella a mí no, ¡y no soy amigo!

4. «¿Estuviste con alguna famosa?» Voy a confesar: sueño con responder que sí y que mi mano pueda acompañar la respuesta con un ademán soberbio al estilo «uf, no sabés cuántas»… Pero la verdad es que no. Entérense: no tengo ese poder. Por lo demás, es notable que casi todo el mundo sueña con estar con una famosa. No con estar con un terrible minón, sino con una famosa, con alguien a quien reconozcan al mirarla. Supongo que es una manera de que los reconozcan a ellos también.

10. «¿Vas a las fiestas?» Sí, voy... a trabajar ¿Para qué piensan que las hacen? ¿Para divertir famosos? No, para contarlas y vender revistas. 11. «¿Es verdad todo lo que dicen o lo inventan?» Cada periodista hablará por sí mismo. Pero cuando un entrevistado te responde “estoy muy sorpresa” por «estoy muy sorprendido», ¿hasta qué punto reproducir la verdad es transcribir la fórmula correcta en la nota final? ¿Que si el ejemplo es inventado? En las entrevistas a Jaqueline Dutra están las pruebas.

5. «¿Sos amigo de algún famoso? ¿Te conocen?» Otra fantasía de muchos: ser amigo de los famosos. Que “te conozcan” los conocidos. Algunos me conocen, sí, como cualquiera conoce a su panadero, portero o peluquero. Alguien dijo alguna vez que los periodistas son los más pobres entre los ricos. Algo de eso hay (sobre todo la parte de la pobreza), pero además es una manera de retratar ese “estar ahí” sin pertenecer. Y sin ser amigo.

12. «¿Y te gusta tu trabajo?» Esta es casi siempre pronunciada con cierta mueca de desprecio y es la típica pregunta elegida por el recorte más progre de la juventud y en su formulación se oculta la premisa “cómo puede gustarte”. Son aquellos que están convencidos de que el producto refleja a quienes lo realizan, y que todo en la vida de quien trabaja en un medio dedicado principalmente a pelotudeces, es un pelotudo. Pero, después de dejar en claro su desagrado, van directo al primer comentario de este dodecálogo, e inmediatamente aclaran: «ojo, no me interesa, es por intriga nomás». Cuidado, intelectual, la intriga es prima hermana del interés.

6. «¿Los famosos pagan por las notas? ¿Cuánto sale una tapa en Gente?» o «Susana Giménez tiene un arreglo para salir en un número determinado de tapas por año, ¿no?». No. Si sale 70 veces en tapa es porque esa tapa vende 70 veces más. No me pregunten por qué, probablemente la gente querrá ver si le cambiaron las tetas o qué, pero ese es el único parámetro para hacer tapas: que a alguien le interese. Sin embargo, que hay determinada gente dispuesta a pagar por ser “conocida”, de eso no tengo dudas.

A este dodecálogo le sumo un último punto que no agregué en la lista original porque no sé cómo llamar a las enumeraciones con 13 puntos. A veces, tras escuchar que trabajo en Gente, simplemente me sueltan un «¿y cómo lo conseguiste?». El comentario es revelador: muchos consideran que trabajar en un medio y tener acceso a los famosos es algo que “se consigue” o que se gana en un concurso de Axe o Gillette.

7. «¿Y podés hacerme una nota a mí?» La más sincera de las maneras de confesar el ansia de fama. Lo más llamativo es que algunos están convencidos de que serían un gran entrevistado, personas seguras de que podrían dar respuestas formidables a preguntas que, dicho sea de paso, ellos mismos imaginan.

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VARIETÉ / Texto por Francisco González Brizuela*.

(2010) El error Título: ésar Aira 2010 Autor: Cl: Mondadori, Editoria 186 Páginas:$50 Precio:

Errar es airano * ADVERTENCIA: El autor no está seguro de haber salido ileso tras leer la obra reseñada, por lo tanto, quizás replica ciertas características de esta novela de Aira: pueden presentarse personajes e historias que luego queden en el camino, tal vez se da cierta irrupción de elementos ficcionales entre datos cotidianos, el narrador puede notarse dubitativo. Léase con precaución este texto que en alguna medida reseña y a la vez funciona como relato de ficción en sí mismo.

En mi barrio, cuando un vecino termina de leer el libro de turno lo deja en el umbral de la casa colindante con su medianera izquierda. De mediar un baldío, un comercio o una propiedad abandonada se debe proceder igual. Así me lo hicieron saber ni bien me mudé: «Alguien retira, invariablemente, lo ofrendado», añadieron.

Aquello fue lo segundo que dijeron al saludar nuestra llegada. Lo primero fue que los basureros no pasaban los domingos. Así ha sido desde entonces; cuando una lectura se repite, el afectado debe leer otra obra y luego pasarla a fin de iniciar otra serie de posibilidades. La lectura previa es condición sine qua non para pasar 47


un libro. De lo contrario uno se expone al escarnio público y duradero en la verdulería, el quiosco, la mercería, la plaza... en fin: su armonía sufre diversos atentados. Se imaginarán que llegan alternativamente obras de calidades, épocas, estilos y géneros de los más diversos. El comprador original debe permanecer en el anonimato, y sólo él o ella pueden retener el libro una vez finalizada la vuelta determinada desde hace ya décadas por vaya a saber quién. A su vez, cada comprador conservará el ticket correspondiente para acreditar su derecho a conservar el libro ante las inspecciones sorpresivas al final del ciclo. Lo sé, es inquietante y bastante autoritario, pero el alquiler en la zona es accesible y proliferan los espacios verdes. Además -y si bien lo conservo en el más estricto secreto-, escribo para una revista de arte y cultura que no me permite mucha holgura financiera. A cambio, tengo bastante libertad a la hora de escoger qué libro reseñaré en cada número. En fin, no me viene tan mal. Hace pocas horas, cuando iba a salir de casa encontré un libro: El error, de César Aira. Lo levanté, volví sobre mis pasos, cerré la puerta y le avisé a la bella y sagaz editora que a pesar de una conjuntivitis muy contagiosa que engullía mi ojo izquierdo le enviaría la nota demorada. Debía llamarla: ella confía en mí, sólo que, ante las múltiples influencias que la ficción introduce en mi realidad, oscila entre la expectativa y la irritación. Mi demora existía, era cierto; también lo era que Aira siempre me atrae desde una ambivalente desconfianza efectiva. Tal lectura movilizaría mi trabajo. Desistí de leer en casa porque de día se ve muy desolada, así que intenté sentarme en la vereda. La viuda del frente barría con oficio e intentó entablar un diálogo como de costumbre, haciendo referencia a esa obsesión suya con la idea del tiempo como cuarta dimensión planteada por Stephen Hawking. Asentí con cortesía, y mientras ella añadía algo sobre la espuma cuántica me escabullí como pude. Caminé velozmente en busca del banco de siempre en ese parque cercano que me sirve de jardín. Al primer intento de comenzar la lectura, pasó el gordo dueño del hostel nuevo y me vociferó algo acerca de lo imponente de la selva centroamericana y las bondades alucinantes de no sé qué fruto extraño. Me limité a saludar sosteniendo mi mano en alto hasta que se alejara, recordando mi promesa incumplida de visitarlo y juntarnos con Juano y Maxi; hubiera querido explicarle que yo también quería compartir con ellos una larga noche, pero siempre pasaba algo. O nunca pasaba nada, porque todos nos mentíamos un poco para disculpar la rutina de cada uno. Pero era en vano. Ya se alejaba, y en el campo visual que él dejaba pude ver a pocos metros a la Coca -una vecina que acostumbraba últimamente a andar por los barrios-: acomodaba un cajón de cervezas vacío, se paraba y a grito pelado monologaba cual profeta literaria en éxtasis. Vi cómo me señalaba, aunque quizás no era a mí, sino al libro. Lo cierto es que acto seguido toda su vigorosa teatralidad empezó a exhortar:

Comencemos recuperando la distinción ya clásica de la narratología: autor / narrador. El primero crea al segundo como aquella voz que asumirá el relato. Simplificando, es correcto. ¿Se ha buscado diluir esa distinción apelando a múltiples identificaciones del narrador con nombres propios o personajes que permitan confundir a lectores no prevenidos? Sí, pero eso corre por cuenta de cada lectura. Además, ¡quién puede sostener aún que la frontera entre realidad y ficción sea infranqueable! Dicho esto se bajó, sacó de entre sus bártulos un ruinoso equipo de música y logró que The Doors comenzara a sonar con omnipotencia. La banda parecía estar tocando por duplicado en el pabellón de cada uno de mis oídos. Cerré los ojos y cuando todo pasó volví a abrirlos. El parque lucía inmenso y vacío. Parecía haber llegado el momento. Abrí la tapa y busqué el comienzo de la novela; encontré allí una nota adhesiva manuscrita por vaya a saber qué vecino. Tamaño atrevimiento, por inusual, despertó mi curiosidad. Decía: La ¿novela? más reciente de Aira es un ejercicio narrativo que insinúa comenzar desde el error: el narrador sale de una puerta que así lo anuncia y desde allí comienza el relato de una serie de tramas que van ligándose por la vinculación –ya sea más o menos directa- de algunos personajes o de retazos de sus pasados entre sí: a)la extraña pareja que en El Salvador se interna en la obra de b)un escultor que mantiene correspondencia con c) una mujer que asesinó a su esposo y se alojó en el selvático y fabuloso refugio de d) aquel misterioso científico enano que motivará el regreso de la prófuga a su destino carcelario en el que leerá las andanzas épicas y bizarras del bandolero e) Pepe Dueñas. Justo es señalar que también funcionan ciertos tópicos tales como el límite entre ficción y realidad o los límites de la representación que funcionan como bisagras invisibles pero efectivas en el relato. Sin embargo, conviene advertir – de allí el motivo de estas líneas- que en primer lugar el error parece ser un riesgo que corre por cuenta del lector que se acerca a leer a Aira esperando historias bien cerraditas, finales de gran intensidad o tramas que aludan a lo cotidiano desde algún compromiso militante. En este caso tampoco encontrarán eso; a cambio se ofrecen trayectos impredecibles, inverosímiles que su pluma transforma en momentos bien logrados e incuestionables y cierta meta reflexión sobre asuntos de teoría literaria más allá de que Aira lo acepte o no. ¿Qué hacer tras estas líneas? Lo de siempre: emprender trayectos propios de lectura evitando quedarse en certezas ajenas. En mi caso, comencé desde una duda: el error deliberado, ¿puede seguir siendo considerado como tal, o pasa a ser una estrategia para ignorar el canon? 48




GALERÍA / Texto y dirección por Horacio French.

La fama jamás tuvo un mejor comienzo otra perfección que ahora, ni más cielo ni infierno que ahora.² Esa sensación de fama no duerme, es un YA eterno. Celebrarse a sí mismo es autoproclamarse como artista, es elevar el ego del artista a la altura de su obra, y a veces más todavía. Es ubicarse primero y, después, su obra. Hay artistas que sienten esa fama al exponer sus propios cuerpos durante una performance. Exaltar la obra autorreferencial, para un artista, tiene también esa experiencia: el artista que se muestra reproducido en sus propias obras. En otro sentido, hay artistas que se celebran a sí mismos frente a sus propios dibujos o creaciones en sus talleres, de manera personal e íntima. Más allá de lo circunstancial, estamos construyendo acá una fama sensorial, llena de vida y color, pasional y romántica, que sacude emociones a la propia persona que la genera. A partir de allí, toda fama exterior que flota por los medios masivos, se disfruta o se es indiferente. A esa altura, da igual. Tenemos entonces en esta galería un grupo de artistas que se manejan en diferentes ámbitos, ya que sus obras van por distintos caminos. Cada artista, desde su lugar, trata aquí de acercar lo que para ellos significa la palabra fama y hasta dónde lse la puede incorporar en sus obras.

La fama podría ser vista como uno de los grandes logros de los medios de comunicación. Unos la ven como algo heroico, admiran célebres y proclaman a sus famosos, mientras que otro público bien podría tomarlo como un parásito para el crecimiento de la sociedad. La cuestión es que está en todos lados. Hay famosos porque la carrera no les dio otra opción, como las artes. Hay famosos que lo fueron porque estaban en el ojo de un tsunami y sobrevivieron. A todos nos puede tocar, sea por el motivo que fuere. La diosa Fama de la mitología clásica –quizás más alegoría que fama-, le llamaban «la voz pública», encantada con el morbo, el chusmerío y las primicias de la vida cotidiana de los héroes allá en la morada de los dioses¹. Esas efemérides llevaron a más de uno a vivir al menos unos minutos de fama. Sin embargo, no me interesa el cuchicheo popular de la fama, ni de lo que uno se alimenta con los medios de comunicación, tampoco el derecho de co-autor que se merece la fama en muchos campos del arte contemporáneo, sino más bien aquello de celebrarse a sí mismo. Son 15 minutos el tiempo suficiente para celebrarse a sí mismo: Jamás hubo otro comienzo mejor que ahora, ni más juventud o edad que ahora, ni habrá jamás

¹Diccionario de Mitología Griega y Romana, Pierre Grimal, Ed. Paidós, BsAs 2008. ²Canto a mí mismo, Walt Whitman, Ed. Edaf, Madrid, 1984. p. 70. 51


LA GALERÍA /

Alejandro Annicharico La fotografía habla por medio de un lenguaje universal, y en mi caso la he interpretado de varias maneras, algunas veces infantiles, otras veces orgánicas, por estos días algo bizarras y eróticas. La fotografía, y la estética que va implícita en ella, es la constante evolución que vivo todos los días de mi vida, es cómo veo el mundo, cómo lo transito, cómo lo saboreo, y así se ven mis fotos: son el reflejo de todo lo que pasa por mi mente, desde lo más ordinario y factible, hasta lo más irreal. Por eso cuando los chicos de la revista me dijeron que apareciera en esta edición «15 minutos de fama», no se me pasó otra cosa por la mente que pensar en una crispeta popcorn y ver la forma tan rápida en que revienta su grano de maíz y es consumida por un feliz niño que va al cine. Eso, para mí, son «15 minutos de fama»: un consumo rápido, sencillo y sin piedad.

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Bogotá, Colombia.


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LA GALERÍA / Texto por Laura Reginato.

Lucía Reátegui ENTRE CANIBALES Dichoso el alacrán madre, que devora a sus hijos. Dichosa la araña. Dichosa la serpiente, que muda de camisa. Dichosa el agua que se bebe a sí misma. ¿Cuándo acabarán de devorarme estas imágenes? ¿Cuándo acabaré de caer en esos ojos desiertos? Octavio Paz

entendimiento a través del control profesado en nuestras sociedades, se transfigura en cuerpo alterado por las intensidades del mundo; un banquete, prohibido y erótico, que origina y hace devenir el encuentro entre el cuerpo y las fuerzas del mundo que lo agitan. Un acontecimiento que rebasa lo contemplado y establecido, liberando el acceso a lo sensible que nos acerca a un otro, al contexto, a lo vivo. Ir al encuentro de otro; advenimiento de una Movimientos de atracción y de repulsión se reciprocidad, la ventura de un destino fatal acoplan; las formas se invalidan por una mezcla y dulce. La escenografía pétrea de la espera de afecciones. Desorden erótico, sentimental, se vuelve coreografía del caos, dinamismo estético, sensible… Y el cuerpo sigue depenepidérmico, golpe y contragolpe coagulado en la diendo de la carne atravesada por vibraciones sutil relación con un otro-hombre. nerviosas: siempre intensidades, desde el mismo Provocados todos los afectos del pequeño duelo momento en que nacen e hilvanan el movimienque inaugura una catástrofe amorosa, la hembra to del deseo. come con rudeza y avidez cada mínima parte El imaginario cósmico que crea Lucía Reátegui de todo. Parece que en este banquete nada es la transforma, indudablemente, en cartógrafa demasiado bueno para ella, ni para su propia de los pliegues del cuerpo. La mujer que devora muerte, que es la vida, tan perpetua que, de sol al hombre, su metamorfosis en insecto, la a sol, ella existe y es. equiparación del mundo animal con el humano La femme-insecto, devorando con hambre son líneas de fuga que brotan de una única y el placer de la insurrección, se expande para misma fuerza: la vida. Una vida que es huella dejarse mirar y mirar al otro, potencia el de un modo de existencia que deconstruye, feencuentro desde la corporeidad propia y ajena, cunda, devora y vomita la alteridad en múltiples volviéndose espacio que convoca y perturba materias de expresión. dejándose tocar. Su brutal y misterioso cuerpo Desde los dibujos que crea la artista, fluye hiere una condición, una forma de ser, una un cuerpo que vibra en todas las insistencias mirada, un existir al nivel de la creación. Ya no se posibles y nos entrega una suerte de relato trata de un receptáculo que contiene fríamente visual concebido en tanto acontecimiento el pasado y demarca el accionar; al contrario, adyacente a las voraces mutaciones; en aquellas se vuelve potencia vital de otro en mí, motor de zonas donde las imágenes nunca se cansarán subjetividades que recorre a contrapelo y por los de devorarnos. En un instante, nosotros, como bordes los límites entre territorios. cuerpo partido en dos, incendiaremos el mundo, Aquella obsesión femenina que instaura el común despiadadamente y entre caníbales.

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Lima, Perú.


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Catรกstasis-Registro fotogrรกfico: N.MOLTE



Prez-Registro fotogrรกfico: G.VIVANCO



Memoria de mi piel-Registro fotogrĂĄfico: D. DEL RĂ?O


Federico Lamas LA GALERÍA /

La inmediatez. Tenerlo ya. En la naturaleza de mis herramientas de trabajo como artista visual, está la urgencia de no esperar a que se cocinen las cosas. Tentarse a querer sacarlas del horno ya. Pero toda esa ansiedad, se transformó en querer controlar todos los aspectos de la creación de cualquier pieza. No paro ni un segundo de construir hasta que la cosa está terminada, y no dependo de nada ni de nadie (odio/ amo los renders). Cuando llega finalmente la satisfacción de que ya está lista para compartir al resto de los humanos, aparece la ansiedad no controlada de esperar que empiece el diálogo. Y si llega, mientras dura el momento de correspondencia inmediata de agrado, empatía, o conexión, disfruto los primeros momentos. De cualquier manera, con el tiempo y el trabajo constante, todo ese aprendizaje que me exigió el control de la producción para no esperar nada, me recompensó con mi propia mirada. Reconocer mi trabajo, mi autoría. En un nivel mínimo y eficaz, en donde todo empieza a calmarse bien, en el que uno está lleno mucho antes de compartirlo. Lo multidisciplinario en mis obras como artista viene de esa ansiedad reciclada en energía. Al mismo tiempo no pertenezco 100% a todos los ámbitos, es decir, como realizador, director, animador, ilustrador, diseñador, VJ o animador; pero esa variedad es la que enriquece el cruce de

+ info_ http://www.federicolamas.com.ar

información de herramientas de texturas de una disciplina a otra. También creo que esa velocidad de querer corresponderse con el que vive la obra viene cuando uno pertenece a disciplinas menos inmediatas, donde probar ser autor es difícil. Mostrar el pulso que uno tiene, incluso el error. Como músico o pintor, uno tiene una ejecución inmediata de la obra. Es ahí, en ese momento. Y la autoría en la mayoría de los casos, por más choto que seas, está ahí. Todas las minivibraciones, minidesplazamientos que sólo pertenecen a esa obra y a esa persona. Por eso cuido mucho en mis trabajos cómo involucrarme y si involucro a otras personas. Filmando, por ejemplo, el proceso de traducción de la cabeza al resultado es largo y atraviesa mil capas. Cuidar la mirada propia es difícil. Por eso también estoy ilustrando mucho últimamente. Amo el trazo del lápiz. Es inmediato, tiene todos los errores, las texturas. Hago trabajos más cortos, que cuido, pero que tienen un proceso mucho más limitado respecto de otras obras mías. Se comparte. Tiene sus minutos de atención, gusta y voy a otro. Eso llega a pasar en un mismo día. Me relaja y me descansa ilustrar, aunque inmediatamente después estoy extrañando la complejidad invisible que queda en mis trabajos filmados/producidos y la ansiedad vuelve a atacar.... ¡ahhhh!

Buenos Aires, Argentina.


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Fragmentos del VJset “Brilla y Resiste, clases de Ataque y Danza con Tacho “The Most”


*Afiche ilustrado para fiesta HEY.


Cuadro ilustrado “Cacería” de la serie/instalación “Casémonos”, y su develación bajo los efectos de la Visión Infernal.



Mural para la inauguración de la muestra “Vete al Diablo” y presentación del libro homónimo en galería Vertigo, MexicoDF.


Fragmentos del videoclip “So Mad” de Mompox


LA GALERÍA /

Lucía Tognarelli Me gustaría imprimir el disco rígido de mi vida. Lo que hago lo hice siempre, lo que varía son las técnicas, las formas de materializar la idea, la satisfacción personal puesta en distintos soportes, cambiar, prueba y error constante, amor/odio todo junto en un cuerpo, aburrirse de uno mismo como lo más frustrante, la autocrítica como lo más heavy metal. Mis dibujos hablan de mí más que yo misma. Son los reflejos totales de una mente estimulada por su época y contexto. Nací en el ‘86, época extrañísima, una amiga me decía que yo iba a estar en la tele de grande, que iba a ser famosa. Casi que la fama me da risa. Siento que apenas terminé de escribir la palabra, se prendió fuego y todos la olvidaron. Jugar con lo efímero me interesa. Confío en que si produzco cosas en las que creo, con el tiempo se genera una coherencia que vuelve a hablar más de mí que yo

misma, y ahí la trascendencia, pero una vez más… ¿para quién? Cuando produzco no pienso en si va a gustar o no, si lo estoy disfrutando mucho sigo para adelante. Me interesa que el espectador se hunda en un dibujo, que lo vea flotando y lo tome, que lo sienta como propio, que se identifique, que le guste o que le moleste, las dos cosas me satisfacen. Tendrían una parte de mí en sus retinas, en sus cerebros, resignificadas a sus vidas y sus ánimos. La fama no me importa, me importa tener la capacidad de nunca dejar de expresar, y de sentir, de no volverme apática como el mundo entero hacia los hombres mismos, que lo que salga de mí siempre vibre. Dejar a libre interpretación, dar todo el tiempo lugar a la resignificación, no quiero que nada se entienda bien, no quiero explicar o intelectualizar tanto un dibujo, no lo quiero cargar con nada, habla por sí solo, cuando los juntás con los demás te dicen otra cosa y algún día seguro me conocés.

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Rosario, Argentina.


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LA GALERÍA /

Celeste Martínez Vanitas vanitatum omnia vanitas vanidad de vanidades, todo es vanidad. (Pasaje antiguo) Pocas frases fueron tan premonitorias como la de Andy Warhol: «En el futuro, todos tendremos 15 minutos de fama». Es interesante analizar este concepto de fama ligado a la visibilidad, como parte primordial de nuestra contemporaneidad. Visibilidad extrema de cualquier fenómeno o acontecimiento que llega en sincronía y notoriedad inmediata. Lo más destacado hoy es esta posibilidad de que cada insignificante gesto o acción personal sea llevada a escala global a través de los medios como Youtube y las redes sociales, logrando ese objetivo de difusión y atención, aunque sea en un instantáneo y efímero resplandor. En los albores de los massmedia, ya anticipaba Warhol

esta obsesión narcisista permanente para demostrar nuestra existencia que es enfrentada una y otra vez a una fragilidad y fugacidad constante. Es ese sentido de percepción del tiempo y su caducidad que me interesa investigar y representar a través de mis proyectos y obras. En cada imagen e instalación que genero está esa insistente multiplicación serial de lo mismo: apariencias inmaculadas, estáticamente bellas, pero que demuestran a la mirada atenta lo que estas contienen, marcas del cuerpo enfermo sobre la superficie de las cosas. La metáfora reside en esta utilización y resignificación de las imágenes extraídas del repertorio médicocientífico. Con esa misma ilusión, creo que a través del arte se intenta poner en cuestión este tema de la persistencia, el registro del tiempo en que se vive y como contradicción tiene por objetivo el perdurar, aunque a veces se confunda con la mirada mezquina de la fama.

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Córdoba, Argentina.


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LA GALERÍA /

Marymar Toledano Mientras unos la buscan, otros la encuentran... Quiero que todo el mundo sepa de qué estoy hecho, ya que, para muchos, tanta fama no cabe en 15 minutos, mientras que para otros es demasiado. ¿Por qué se conforman con tan poco? Qué ironía. Qué importa si la fama es buena o es mala... just do it! Vivimos el tiempo que nos tocó vivir porque hoy nadie se salva de esta popular frase. No dudo que sea verdad que, como predijo Andy Warhol, «en el futuro, todos tendremos 15 minutos de fama», o que seamos testigos en este “futuro”. Todo pasa por algo, nunca sabemos cómo, cuándo, ni dónde.

El papel blanco me invita a jugar sobre él y no puedo rechazar tan sutil y tentadora propuesta, con infinidad de técnicas existentes que liberan mi estrés a través del trabajo constante. ¿Cómo negarme a los colores brillantes que caracterizan la forma en la que veo las cosas? Pues es así como me gusta expresarme y si hay una noble causa de por medio, ¡excelente! estoy en pro de las ideas visionarias. La fama tiene su lado importante, pero más importante es tener la capacidad creativa para expresarnos en tiempo y forma, o bien ser lo más natural, auténtico y libre que se pueda. Probablemente sea la manera en que llegue a ti de forma espontánea y sin buscarla.

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Veracruz, México.


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TOMA_MARTINI/ Texto por Pau Locatelli.

¡Transmutación radioactiva!

8 películas que no podés dejar de ver … si querés convertirte en mí. Ante todo voy a darte tres consejos: 1) Cuando pienses que todo tiene sentido, pensá mejor. 2) No le huyas a la incomodidad de vos mismo. 3) Volvé cada tanto al punto de partida, si mirás bien podés darte cuenta de que nada permanece idéntico salvo en la muerte. Incluso un film. Incluso vos y yo. Volvé a mirar. Y a lo mejor nos encontramos:

Si pensás que no me conoces, pensá mejor. Soy la que ve a través del punto arriba de tu nariz cuando te emociona un primer plano. En nombre del caos y del azar, me meto en tu cabeza y desordeno. Soy hija de Feme, diosa de los rumores, de la fama, de la gloria. Soy el murmullo eterno, es decir, aquella de la que todos hablan. Si te tienta ser yo para ver qué se siente ¿adiviná qué?: te voy a dejar. Serán más de 15 minutos, hasta 136, pero tenés que animarte a transar (con lengua) con un par de películas. Porque sí. Porque hasta dónde llegues adentro mío depende de vos. Hay recovecos infinitos y depende de hasta qué punto sos capaz de dejarte afectar. El primer paso de un camino iniciático: 8 películas que no podés dejar de ver si querés empezar a ser yo.

Podés pensar lo que quieras de un film, pero es siempre transmutación cósmica. Desde el mundo trash más urticante a la celebración más nietzscheana de la vida, algo te tiene que pasar. Algo siempre pasa. (Siempre).

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8½ De Federico Fellini (Italia, Francia, 1963, 138’) Un director de cine atraviesa la más fulminante crisis creativa de su carrera y todo su universo lo acosa, al mismo tiempo que lo interroga sobre el sentido de su vida. Suma sofisticación de las imágenes y fotografía impecable. Gran amplitud de recursos narrativos. Rotura con el realismo y comienzo de la etapa simbólica de Fellini. Mucha referencia al mundo onírico y fantasioso. Gran despliegue audiovisual y teatral que explota en el final. Psicología extrema del personaje principal, Guido Anselmi. Y resolución salvajemente vital del conflicto existencial de Guido: hacia el final la vida es celebrada injustificadamente, desmesuradamente, con todo lo que ésta traiga encima, aunque esto sea un enorme elefante blanco

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El discreto encanto de la burguesía de Luis Buñuel (Le charme discret de la burgeoisie, Francia, 1972, 97’) No hay argumento, es cine surrealista Voilá! Lo que puede decirse es que la película versa sobre una serie de intentos fallidos de un grupo de burgueses de celebrar una cena. Y una lección sobre cómo ver una película surrealista. Por la vacuidad del argumento, por las condiciones fortuitas de su concepción, por el constante escape a la resolución de la acción (en este caso: la consumación de la cena), y la evasión a un análisis social de la burguesía. El discreto encanto de la burguesía es casi una predicación burlesca dirigida al espectador que está como diciendo “tan sólo se trata de disfrutar de este fragmento de film”.

3

El bebé de Rosemary de Roman Polanski (Estados Unidos, 1968, 136’) Rosemary y su marido son una joven pareja neoyorquina que se muda a un nuevo apartamento en el centro de Nueva York. Influenciada por su marido y por la tradición, Rose busca tener un hijo, pero su plan se complica cuando conocen a sus extraños vecinos. Excelente matrimonio entre el horror y el humor. Humor sarcástico en el seno de lo horripilante y diabólico. También toca muy de cerca la temática social de la mujer en el matrimonio y los embarazos en pleno auge de la píldora anticonceptiva. El suspenso se construye a partir de climas y no mediante la introducción de indicios o dilatación de la acción. La firma del director está en ese clima tan particular de introducir el horror de manera sutil, a partir de un climax siempre in crescendo. Ira Levin, autor de la novela sobre la que se basa el film, consideró que «el estilo de Polanski de no dirigir la cámara de lleno al horror, pero en todo caso, dejando que el espectador lo descubra en una orilla de la pantalla, coincide con mi propio estilo de escribir».

4

Nosferatu, una sinfonía del horror de F. W. Murnau (Nosferatu, eine Symphonie des Grauens, Alemania, 1922, 94’) Primera adaptación al cine del mito de Drácula. Genial muestra del cine mudo expresionista. Esta película inauguró muchas de las fórmulas del cine de terror. Murnau trabajó con las sombras que cobran un especial protagonismo y el uso de los claroscuros, diagonales, como la visión barroca de un mundo dividido en dos: el de los vivos/de los muertos, el día/la noche, el bien/el mal, adentro/fuera del castillo. El Nosferatu de Murnau es un monstruo sin matices, feo, narigón, de manos hiperbólicamente largas, que duerme entre ratas. En la exageración de los temas y las formas es que el espectador es afectado emocionalmente.

5

Hiroshima mon amour de Alain Resnais con guión de Marguerite Duras (Francia, Japón, 1959, 90’) Se dice que Hiroshima mon amour se planteó como un intento de documental sobre la devastación de la bomba atómica, sin embargo devino en este film que escarba más profundo en el tema del “extremo”, cuyo polo posible puede ser el horror. Una reflexión cinematográfica sobre lo irrepresentable del horror, pero también del amor, de la memoria. Sobre los límites del arte y de lo humano en general. ¿Hasta dónde puede llegar nuestra memoria? ¿Hasta dónde la historia puede ser registrada, plasmada, contada? ¿Hasta dónde queda marcada en los cuerpos? ¿Hasta dónde puede hacerse una película sobre una ciudad aniquilada por la bomba atómica? Se resuelve un asunto cuando se lo puede nombrar (es uno de los posibles enunciados del film), aunque eso signifique la traición de un secreto, de una intimidad, la conclusión de una historia de amor de la adolescencia, la violación de un hecho tan increíblemente devastador como la guerra. «Te he traicionado hoy con un extraño», dice ella, «he contado nuestra historia».


6

Trash de Paul Morrisey (EE.UU., 1970, 110’) Segunda parte de una trilogía hecha por Morrisey en colaboración con Andy Warhol. Semi documental, muchas de las escenas son improvisaciones de los actores, que son básicamente ellos mismos drogándose, teniendo sexo, durmiendo. En Trash el protagonista, Joe D’allesandro, es heroinómano y un trabajador sexual que vive en los barrios más bajos de Nueva York junto con una andrógina fetichista que colecciona objetos recolectados de la basura. Cumbre del cine de los cuerpos, es decir, se piensa a sí mismo como cuerpo de imágenes, escenas, planos, fragmentos, pero que también abunda sobre el cuerpo, y que al mismo tiempo afecta al cuerpo de uno directamente. Esto queda perfectamente planteado en una de las escenas más corrosivas en Trash: el protagonista irrumpe en la nueva casa de un matrimonio de clase media alta de Nueva York de los ’70 y se inyecta una buena dosis de heroína para el entretenimiento de ambos, mientras la chillona mujer no para de hablar y de quejarse. En términos de Deleuze, sería un cuerpo sin órganos. Un cuerpo disolvente, en constante licuefacción, en disolución de sus órganos/organizaciones hasta el límite con la muerte. Cómo lucen los personajes, las escenas que elige filmar el director y el comportamiento de los actores: todo es cloacal en la película, políticamente incorrecto.

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Sauve qui peut –la vie de Jean Luc Godard (Francia, 1980, 87’) Estructurada en episodios entre los que se cruzan las vidas de Denisse, una escritora que trabaja para la televisión, un director de cine llamado Godard e Isabelle, la prostituta. Totalmente rupturista, Sauve qui peut… es una auto reflexión profunda del cine sobre sus propios mecanismos, una toma total de conciencia de los artificios cinematográficos que llevan a una revelación del hermoso potencial del medio. Aquí este potencial no tiene que ver con el ocultamiento de los dispositivos específicamente cinematográficos a favor de una narración, pero tampoco hay renuncia a la narrativa. Hay una puesta en relieve de lo secundario, lo que pasa por detrás de la escena principal, incluso uno de los personajes lo remarca cuando se refiere a la novela que está escribiendo Denisse: «de hecho, describiendo los eventos secundarios, se echa luz sobre los acontecimientos principales, el papel secundario es el fundamental». Las detenciones de las imágenes se dan siempre alrededor de las mujeres y alrededor de los contactos, siendo la última una magnífica confusión en donde no sabemos hasta qué punto se trata de un contacto amoroso o uno violento, el límite se vuelve borroso e indiscernible: ¿quién traza la frontera entre una caricia y un golpe?

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Blow Up de Michelangelo Antonioni (Italia, Inglaterra, 1966, 111’) Un fotógrafo realiza una serie de fotografías en las que luego descubrirá un detalle fundamental. Blow Up está inspirada en el magnífico cuento de Cortázar Las babas del diablo, y es un ejemplo de cómo se puede hacer una película increíble inspirándose en una fuente literaria y respetando la autonomía de ambos. Al mismo tiempo, es una interesante reflexión sobre la fotografía y el acto de fotografiar, pero sobre todo del fenómeno de la mirada y la mirada fotográfica. La relación de la mirada entra en un juego entre cuatro elementos: lo que está, lo que se ve, lo que no se ve y lo que no está. Se pone entre paréntesis un tipo de realidad de la que se jactan tanto el cine como la fotografía.

The End. 95


LA_VISITA / Texto por Mariel Breuer. PH: Sol Santarsiero.

Mart Girol

ÂŤLa obra se tiene que banc sino es un mes laburando p


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ín Di amo

ar más de una lectura, ara ¡15 minutos de fama!» 97


«Inquietante» es el adjetivo que usó un periodista para definir a la muestra Diosas, de Martín Di Girolamo, presentada en el 2008. Y difícil es quedarse quieto frente a estas mujeres en extremo sugerentes. Su obra tiene un hilo conductor que se ha mantenido firme a lo largo de su carrera y explica: «no intento hacer un acercamiento a lo que es la mujer, sino a la construcción de la imagen de la mujer, y a la manipulación de esta imagen en el contexto de mercado y de consumo y demanda». Primero inspirado en las estrellas porno norteamericanas y después por las modelos y lolitas argentinas, la belleza comercial pareciera ser el leit motiv de su obra, pero lo que subyace es la carga simbólica y social de la frágil belleza física. Los temas comenzaron a trascender estas ideas y apareció la problemática de los desórdenes alimentarios y las cirugías dolorosas, que se convirtieron en la segunda lectura de sus trabajos. Con una estética hiperrealista, la obra de Di Girolamo moviliza pasiones. Vemos señoritas cuyas caras tal vez no recordemos cuando termine el film o el desfile (¿alguien dijo 15 minutos?), sin embargo, cuando se acaban los planteos existencialistas y entendemos que somos todos parte de la misma sociedad que exige y produce a estas chicas, nos preguntamos ¿quién no quiere ser elegido por una de estas diosas?


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¿QUIÉN ES MARTÍN DI GIROLAMO? Arranqué a finales de los ‘80 trabajando sobre la imagen de artistas porno del mercado de los Estados Unidos o Europa. Ese tema fue mutando e intenté hacer un paralelismo con la Argentina y me encontré con que no había referentes pornográficos, pero estaba puesto el foco en la mujer modelo, y esas modelitos mediáticas que surgían también de la nada. En Buenos Aires funcionaba de una manera medio pacata, había un destape en la televisión, pero predominaba la frase “un desnudo cuidado”... mostrar, pero aclarar que no se mostró. Se permitía hacerlo porque había cierta marca atrás o porque tal programa tiene rating, y había una hipocresía muy grande entre mostrar el cuerpo y el erotismo, en el consumo de ese erotismo. Terminan todos haciéndose una paja mental gigantesca, pero nadie lo dice y todos tratan de disfrazarlo de otra cosa.Ese era el entorno de los íconos sexuales de acá. Luego, en relación a las modelos y la moda, me metí con el tema de la anorexia que también está presente en algunas de mis obras. Hay una serie de 4 o 5 obras que se llama Pathological Beauty: ese límite entre la belleza y lo patológico, esa tensión y esa ambigüedad entre lo que debería ser bello y las exigencias culturales y sociales del momento. Esto deriva en algo ya patológico, y hasta la muerte. Algunas facciones del periodismo cultural y un que otro artista de generaciones anteriores, critican a los “artistas de los ‘90” por su falta de compromiso político y, sin embargo, en tu serie Pathological Beauty hay un compromiso muy fuerte, sólo que es social y no político, ¿cómo es tomada esta opinión entonces? Es un tratamiento mucho más tangencial, no es panfletario. Esa crítica que se hacía a los artistas de los ‘90, y la mala lectura que se hacía del arte de los ‘90, fue una discusión que quedó a mitad de camino y, en muchos casos, mal encarada. La producción de cualquier artista tiene algún tipo de compromiso. ¿Pensás que se dijo porque fue algo del momento y hoy, 10 años después, puede ser visto de otra forma? Sí, capaz se puede decir que ciertos artistas no eran críticos con el sistema que estaban viviendo, sino que estaban catalizando ese momento. Capaz de esa manera estaban interpretando una realidad y no de una manera explícitamente crítica, pero a veces había mucha ironía, mucho humor. Había criterios estéticos que eran muy ácidos y no era el panfleto político. ¿Estaban esperando un compromiso mucho más “fácil”? Claro, es una locura esperar del arte un panfleto, porque además es absolutamente empobrecedor. Hay artistas políticos que tratan en su obra temas políticos, pero que le dan un tratamiento artístico en que hay determinadas tensiones, determinados ángulos de lectura diferentes y entonces deja de ser

un panfleto y es una obra de arte verdaderamente. Tenemos el caso de León Ferrari que tiene una obra que a veces es muy crítica, muy directa y otras veces no, pero tiene una poética increíble y una carga política excepcional. Y León Ferrari es un artista que ha compartido con artistas de los ‘90 muchísimas opiniones y ha estado al lado de ellos. Con lo cual, esa discusión que se dio sobre si el arte de los ‘90 era o no comprometido es algo muy mal entendido: fue un blanco/negro que no tenía lugar. ¿La necesidad de poner alguna etiqueta? Sí, y esas etiquetas tienden a empobrecer. Otra etiqueta, ahora yéndonos del arte político, es la de “arte erótico”. Yo, por principios, no participo en ninguna muestra que me inviten que arranque con la carátula “arte erótico”. Porque tienden a convertirse en una especie de sex shop, en donde se juega a ver quien es el más zarpado. Y no pasa por ahí la cosa, el arte es arte. Hay artistas que tratan una temática que tenga que ver con el cuerpo, con lo erótico. Pero el arte es arte, hoy hago estas chicas, pero mañana puedo estar haciendo otras cosas. Soy artista, no “artista erótico”, ahí encasillado. Es como decirle a Miguel Ángel o a Leonardo que, porque hizo algún desnudo, es artista erótico. No, es ARTISTA. MATERIAL GIRL Es la imagen de la mujer y no la mujer lo que trabajas, hablás de un canon de belleza comercial, de ahora, de acá, ¿cómo evoluciona tu obra con el cambio en este canon de belleza? Evidentemente cambia cada 10, 20 o 30 años, ¿tu obra se adapta a ese cambio o buscás dejar marca de un determinado lugar y momento? Totalmente, va cambiando, pero mi obra se va adaptando. Y va cambiando porque mi apreciación como sujeto de la realidad también va cambiando, porque la realidad va cambiando. Los estímulos y el material para trabajar también son diferentes y la obra está en permanente cambio. Y el canon de belleza obviamente va a cambiar. Y además hay como distintos canones que van en paralelo en este momento, ya no es único, hay una especie de pluralismo en relación a eso. Por supuesto que no es parejo, siempre hay un dominante que determinados tipos de belleza están asociados al éxito social, económico, a la fama. Las chicas exitosas que son así bellas y esculturales y queseyó, pero además están los tipos que están con esas chicas. Un tipo exitoso tiene que tener una de estas chicas y ahí tenés la parejita Ken y Barbie. El canon de belleza también encierra un discurso social, político e ideológico. Hay una frase que me viene ahora a la cabeza, no me acuerdo bien, pero es algo así como que no hay mujeres feas, sino mujeres sin dinero. Como que si es fea, pero tiene plata, se la tira toda encima y se hace linda. Tus esculturas son de un gran realismo, ¿eso no te lleva a personificarlas? Y eso se suma a que las


representás congeladas en un momento, en una pose, ¿pensás «qué será de la vida de estas minitas en unos años»? - ¡Se le va a caer la cola y va a dejar de ser estrella porno o lolita! (Risas) ¡Sí! ¡Eso seguro! La belleza es efímera, por lo menos la belleza corporal, la que responde a ese canon, es absolutamente efímera y no se puede mantener. La naturaleza hace su trabajo y entonces cada persona que ponga como material de trabajo eso, sabe de antemano que le tiene que sacar el jugo rápido porque se acaba pronto. Entonces sí, son 15 minutos de fama. Termina al final de la pasarela o o al final del orgasmo Si vos ves hoy actrices y modelos de los ‘80 , decís «Uy, no, no puede ser», ¡y los esfuerzos que hacen para mantenerse! Operaciones y demás, y terminan pareciendo monstruos espantosos, se someten a cosas tremendas. Hay algo muy bizarro metido en eso, una devaluación del cuerpo, tan lejos de lo que uno quisiera, de conseguir una persona integral, con cuerpo, alma, espíritu y pensamiento y razón, está totalmente fragmentado. ¿Por qué una persona somete su cuerpo a esas cosas? ¿A qué cabeza está respondiendo eso? A una demanda del mercado y nada más. Y no quiere sentirse huérfana o por fuera de esa demanda del mercado. La construcción que hace de su propio yo es tan pobre, tan dependiente de la mirada del otro que desde el punto de vista humano es tremendo. Me da escalofríos, se llega a extremos.

«Las muestras con la carátula “arte erótico” tienden a convertirse en una especie de sex shop en donde se juega a ver quíen es el más zarpado. Y no pasa por ahí la cosa, el arte es arte.»╣ Arrancaste con pintura, ¿cómo vas en dirección a la escultura? Yo hacía un tipo de pintura que era muy modelada. Ya cuando estaba en la Pueyrredón (N.de la R.: Prilidiano Pueyrredón, Academia Nacional de Bellas Artes de Buenos Aires) tenía compañeros que viendo mis pinturas me decían que era más escultor que pintor. Hacía el típico modelado de los cuerpos, dándoles volumen y ubicándolos en un espacio (21:11) y en determinado momento empecé a necesitar que verdaderamente tuvieran cuerpo, que se pudieran palpar, que pudieran ocupar un lugar. Y mis primeras esculturas eran de tamaño natural, pero no eran así, con este realismo, eran mucho más... ¿Académicas? No, la misma temática, pero más burdas, más grotescas. Fui aprendiendo la técnica y adquiriendo algunas

cosas. No hice muchas de tamaño natural, hice tres o cuatro porque se quedaban muy pegadas a la idea de maniquí, entonces generaba un efecto rápido, pero se agotaba instantáneamente y ya pasaba a ser un maniquí más como cualquiera de cualquier vidriera. De hecho se referían a mis trabajos como ”los maniquíes de Di Girolamo”. A veces me daba la impresión de que tus chicas salen de cubos de blancos como salían los esclavos de Miguel Ángel de los cubos de mármol, pero después me enteré de que eran modeladas y no pude evitar desanimarme un poquito Bueno, las primeras, estas que te cuento de tamaño natural... ¿... los maniquíes? Perdón Martín, no lo pude evitar (Risas) Sí, esas, salían de cubos, pero de telgopor porque de eso eran: me compraba el cubo de telgopor y ahí las tallaba. (Me inunda un sentimiento de satisfacción y alivio) Bueno, si hubiera sacado una foto de ese proceso era eso mismo. Claro, unas esclavas medio especiales ¡con charol! (Risas) ¡Sí, claro! ¡Y bucaneras hasta arriba! Que lástima que no queda registro de eso porque ilustraría perfecto esa idea. 3D ¡Y NADA DE ANTEOJOS! ¿Tenés referentes en el mundo artístico? ¿Algo que hayas visto antes que haya disparado la idea de las chicas? Sí, a nivel local, Pablo Suárez es una especie de padre artístico, ya falleció. Estuve estudiando con unas becas dirigidas por él y me ayudaron muchísimo las conversaciones y sus críticas. Pablo Suárez es para mí un referente importantísimo, y después hay otros que me gustan mucho, como Marcelo Pombo, que es un artista que me encanta y me siento muy cerca, a pesar de que su obra y la mía no se parezcan en nada, pero me siento muy cerca en lo que es el espíritu. A pesar de que hoy en día con el arte contemporáneo sea un error hablar de movimientos, ¿te parece que podés incluir tu obra en alguno? Y hago hincapié en esto porque la escultura es un soporte que, con todo el academismo que comporta, ha sabido adaptarse con el correr del tiempo a las nuevas exigencias del arte... Sí, principalmente es un lenguaje que permite trabajar con las tres dimensiones, pero ha ido variando enormemente y hoy todavía es una herramienta de comunicación increíble. ¿Genera otra reacción? Sí, porque apela a los sentidos, a la sensorialidad, al tacto, a la textura visual, a un montón de cosas que en lo virtual no lo ves o lo ves de una manera virtual precisamente. Y la escultura sigue teniendo una cosa de peso específico, de ocupación en el espacio y de 101


poder interactuar físicamente con quien lo mira. Eso todavía sigue teniendo un valor e importancia para determinadas cosas y como referencia. Hoy en Internet podés encontrar todo: representaciones de esculturas, de instalaciones, de ensamblajes, de todo; pero no es lo mismo verlo en una pantalla a estar metido ahí en el medio y ver las dimensiones, los colores, poder tocarlo. La escultura es vivencial, ¿no? Claro, la escultura te puede asombrar aunque ya lo hayas visto. Uno ya está preparado, porque antes de ir al Louvre podés recorrerlo por Internet y ya lo viste, pero con las esculturas es diferente. No es lo mismo un plano que lo ves en un plano que una escultura que la viste en un plano. Hay una cuota más de asombro que te aporta. Y EL 6TO DÍA TOMÓ ARCILLA Y LA CREÓ ¿En qué estás trabajando ahora? ¿Alguna serie nueva? No, no estoy trabajando en una serie ahora. Estoy trabajando en obras sueltas que me quedaron en el tintero entre serie y serie y no hice en su momento y ahora las estoy haciendo. Y además estoy repitiendo algunas porque trabajo en ediciones y cada obra tiene una edición de 6. Hago un molde en caucho y después tengo la posibilidad de repetirla hasta 6 veces, que es un número que me puse como límite. ¿Hay alguna figura que sea tu preferida? Preferida, preferida (piensa)... tengo unas cuantas que me siguen seduciendo a pesar del tiempo que ha pasado. Sí, hay algunas imágenes que... La mirás y seguís pensando... ¡Ay, qué linda que me salió esta! (risas) Hay algo de creación que entra en juego... Como los personajes que salen del barro. Exacto, y encima está la serie Diosas, y qué jugado y fuerte que suena esto de crear diosas, ¡bien por ti! Hay un textito... Son una idea y su imagen. Ya no se representan de barro. Son una idea y su imagen. Ya no se representan de barro. Su construcción digital inunda las páginas de las revistas e Internet y se les rinde culto en el altar de las pasarelas. Sus cualidades parecieran hacerse carne en las supermodelos. Inhumanas, adoradas, inmortales, bellas, perfectas, inalcanzables, omnipresentes y omnipotentes. Su esencia es la de ser adoradas. Su existencia surge de la devoción de sus admiradores. En el ritual de la admiración, el inconfesable deseo del mortal es

el de sentirse elegido por ellas. Ser elegido por las diosas, transferiría al elegido alguna de sus cualidades. Por eso también se elige a la diosa. Las diosas están allí, jugando su rol. Los mortales aquí, esperando ser tocados. Aparece por una parte el deseo de ser elegido por una “diosa” y, al mismo tiempo, este doble concepto de víctima y victimario -no precisamente en el texto, sino en la obraSí, es una dialéctica muy interesante la que se genera. Y el ser elegido es algo que está en todos. Apela a algo interno tan pasional en el ser humano que supera al género del espectador. Y entra en juego la bendita -e indeseable- pregunta “¿qué es arte?”, y a muchos parece gustarle esto de que una pieza es una obra de arte cuando te mueve algo adentro Y algo mueven... ¡¿Algo?! ¡Marcan 8.9 en la escala de Richter! (Risas) Una obra de arte debe ser cuando moviliza algo... El primer impacto de tu obra es pasional, fuerte y directo, pero -aprovechando la metáfora- tiene los aftershocks, réplicas de temblores, que son esos impactos que vuelven, ya no apelando capaz tanto a los sentidos, sino a algo más racional Se tienen que bancar una segunda o tercera lectura, sino se queda en algo muy efectista, como las primeras obras en tamaño natural, ¡y encima eran mucho más grandes, daban más trabajo y el efecto se terminaba enseguida! ¡Tenían sólo 15 minutos de fama! Claro, ¡pero un mes laburando para 15 minutos! ¿Qué te ves haciendo en muchos años? 30, ponele. ¿Con 75 ya? ¡No sé si voy a llegar! (risas) La verdad es que no me lo puedo imaginar. Tengo una expresión de deseo, de poder seguir manteniendo el deseo vivo. Primero, de vivir a esa edad y después, de disfrutar y de poder seguir produciendo algo. No sé si con mis manos, pero intelectualmente o algo. ¿Estás en un lugar donde te podés llegar a quedar los próximos 30 años? No lo sé. Si me preguntabas 3 o 5 años atrás te hubiera dicho que iba a seguir haciendo escultura, pero la verdad que todo cambia tanto... Supongo que seguiré ligado al arte que, por lo menos hasta ahora, no pude -ni intenté- deshacerme. Y es algo que me sucede a pesar mío. Ojalá que me siga pasando porque es algo que me ha traído, y me trae, gratificaciones y una manera de vivir que entiendo que es la mejor, para mí por lo menos. Ojalá que el arte me siga atravesando y seguir teniendo la posibilidad de producir algo en el formato que sea, quién sabe en ese momento qué es lo que será... ¡a lo mejor es la telepatía!

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LADO_D / Texto por Nica y Cocó Muro.

Geraldine de San Bruno es...

… y también, es Chichi.


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Elefante de Leche: En colaboraci贸n con Juli Garc铆a Vazquez - Ivi Kiss - Connie. Para Wipe.


Cherry estudió diseño gráfico y dibuja desde que se acuerda que dibuja. Formó parte de Estudio Piña, junto con Estefanía Giandonoto y Mario Caputo, y luego se asoció a Tomás Lerner para armar Tomi & Cherry Studio. La combinación helado + verano le provoca éxtasis emocional, se debate entre la jardinería y el animé, y en su próxima vida le gustaría ser un águila. Te caracterizan los increíbles detalles, en tu obra a veces no se percibe dónde empieza o termina la hoja, ¿hay espacios en blanco? Sí, siempre. Nunca nada es perfecto. Ni nadie. Y está bueno que sea así. Algo de pop, algo de popular y bizarro, mucho color y ningún límite… ¿Cómo se forma tu criterio a la hora de encarar un nuevo proyecto? ¿Siempre has trabajado para marcas o tenés algún proyecto secreto que quieras revelarle al mundo en este momento? Es una mezcla de muchas cosas que me fueron sucediendo a lo largo de los años. Hasta hace algunos largos meses trabajaba con

Tomás, nos llamábamos «Tomi & Cherry», y muchos trabajos los hice junto a él. Me gusta trabajar con amigos, lo hace más placentero y divertido.

encontrados. Hace mucho que no quiero ir al zoológico, pero pienso que si nunca hubiera ido, no hubiera conocido al elefante, a la jirafa… es difícil.

¿Cuál de tus trabajos tiene la mejor anécdota? ¿Cómo fue trabajar con Calle 13? Fue divertido. Ese trabajo lo hice con Tomi y con ayuda de un montón de amigos. Está bueno cuando imaginás algo tan complejo y lográs resolverlo bien (y te gusta el resultado). Y anécdotas… ¡le di un beso a un delfin! En un viaje a Cancún, fuimos a hacer unas fotos y tuve la oportunidad de abrazarlo y jugar con él un rato… morí de amor. Aunque me dio tristeza que esté en cautiverio. Son sentimientos

¿Qué querías ser de chica? ¿Qué es lo que más te gusta hacer hoy? Veterinaria. Hasta que me di cuenta que me daba mucha tristeza la muerte. Eso cambió mi paradigma. Después me empezó a gustar diseño gráfico, y me anoté en la Universidad de Buenos Aires (UBA), y recién hace algunos pocos años recibí el título de diseñadora. Hoy me gusta hacer un poco de todo: dibujar, sacar fotos, hacer escenografías, pensar ideas, imaginar (creo que esa es la palabra ).

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¿Cuál es la aventura más intensa de esta artista? Más intensa … no sé. Más divertida: viajar y hacer snorkel. Estar abajo del agua y ver muchos peces y plantas, y encontrarte con un calamar y mirarlo a los ojos, y perseguir un cardumen de peces amarillos con turquesa. Tocar un tiburón, darle un beso a un delfín, nadar con mantarrayas y que me de miedo… la naturaleza.

(Elfen Lied, Death Note, Nana). Hace algunos años que sigo un animé que se llama Bleach, me encanta. Hoy me junto con unos amigos a verlo proyectado gigante en la pared.

¿Cómo es tu relación con las publicaciones independientes? Imaginar y crear es tu don, ¿Cómo sería una revista ideada para vos? Me gustan los fanzines y las ediciones especiales, muy caseras. Consumo revistas varias, algunas de diseño de afuera y muchas de plantas. Hice un curso de huerta orgánica el año pasado y me fanaticé.

Leí por ahí que un lápiz puede ser el puente hacia cualquier lugar que uno imagine, ¿es cierto? Qué linda frase, me gusta :)

¿Cuál es tu dibujo animado preferido? Me cuesta elegir uno solo. Totoro, La Pantera Rosa, El correcaminos, mucho animé

¿Qué tamaño tiene la cartuchera en el escritorio de Cherry? Antes era una caja de zapatos, se mudó a un bolsito que no cierra y a una lata, ¡ah! y una bolsa con cintas.

¿Qué pasa cuando se corta la luz? Me voy a dormir. En este rubro pareciera que el tiempo nunca es suficiente, ¿qué pensás al respecto? Estoy muy de acuerdo. ¿A quién admirás? Hayao Miyazaki, Nagi Noda, Mizo, Keith Haring, Misaki Kawai, Daft Punk, Takashi Murakami,

Dame bola: en colaboración con Juan Biderman y Sofi Bastanchuri. Imagen de producto: Caballito de madera. 108

Kandinsky, Andy Warhol, David Lynch, Erwin Wurm, Johnny Depp, Takeshi Kitano, Olafur, Eliasson, Tim Burton, David Bowie, Michel Gondry, Brigitte Bardot, Jeremy Scott, Sonic Youth, Sophie Calle, Manish Arora, Matt Furie, Radiohead... y a un montón más. ¿Un buen lente o una caja de colores? Las dos. : ) ¿Te daría lo mismo ser costurera, doctora de la sala de urgencias o un recorte de papel glacé? Nooo... doctora no podría. Costurera no está mal, un recorte de papel es raro, pero divertido. Tres objetos imprescindibles Un lápiz verde. Uno azul y uno rojo. Tres websites preferidos www.tokyomango.com www.neatorama.com www.stuffonmycat.com



War rem VARIETÉ / Texto por Lucía Marroquín.

Ahora ya todos tienen sus 15 minutos de fama. Basura mediática: la pesadilla de Andy Warhol... o su más ambiciosa profesía hecha realidad.


hol ix En 1968, en el catálogo de su exposición en el Moderna Museet de Estocolmo -con poco texto y muchas fotos e ilustraciones-, Andy Warhol se despachaba con su frase: «En el futuro, todos serán famosos por 15 minutos». Diez años después, en 1979 lo repitió: «mi predicción de los ‘60 finalmente se hizo realidad: en el futuro todos serán famosos por 15 minutos». Recién ahí se avivaron: tenía razón. Ese futuro llegó hace rato. Cada vez que la rapidez y fugacidad de la fama aumentan, nos encontramos perplejos, escandalizados ante un nuevo e inesperado escalón. La voz de Warhol se reactualiza y el show debe continuar.

la “Argentina mediática”. Las dos obras no tienen nada en común más que el nombre Trash (basura), palabra que nombra quizás lo que los autores ven en ese universo que narran. Trash: onomatopeya de desprecio y fascinación. Seselovky se pregunta «¿por qué alguien exhibe la intimidad de su vida, la de sus muertes, la de sus amores y la de su cuenta bancaria, la intimidad de su sexo, su salud, sus relaciones filiales, sus sueños, sus cuerpos, por qué?». Y a través de las historias que hilan el libro, busca algo más detrás de la exposición, quizás captar el segundo en el que el mediático se saca la careta, descansa, afloja. A veces encuentra una estrategia, destello de una inteligencia muy particular, pero casi siempre se choca con que los verdaderos mediáticos “se creen lo que son” y son eso todo el día. Como si la cámara nunca se apagara y su vida estuviese hecha del material trash de ese medio por y del que viven. Pero las cámaras sí se apagan y entonces el vaticinio

TV basura En 1969 Warhol produjo la película Trash, dirigida por Paul Morrisey, cuyo argumento gira en torno al mundo de la heroína y las sobredosis. Un poco más acá, el reciente y homónimo libro de Alejandro Seselovsky (Editorial Norma, 2010) explora el mundo bizarro de 111


de Warhol se cuela en las palabras de Seselovky y se vuelve triste: «Y todo terminó. Mañana volverá a empezar, pero por hoy, todo terminó porque se fueron los veinte minutos, se fue el bloque, y ya nadie te poncha y parás un taxi y el chofer te dice a dónde, por dónde, vos sos Guido, ¿no?; vos sos Silvia. Y resulta que sí, sos: todo terminó por hoy, pero vos seguís siendo un Süller, el que más te guste, o peor, sos el que te tocó ser, y lo vas a seguir siendo el resto de tu vida. ¿Y entonces?». Eso es lo que a todos nos intriga: el momento –que visualizamos patético- en el que los Süller de la fauna mediática argentina vuelven a su casa en taxi. Será que, como aclara Seselovsky, la galaxia trash está hecha de miserias. Esas que un grupo más o menos grande, aleatorio, a veces hasta renegado de consumidores queremos ver y espiar, «queremos sangre». Parece tan básico que no valdría la pena decirlo, pero el contrato entre público y sujeto es la condición de existencia del mundo trash: «…baila para nosotros Zulma. Te pagaremos con el pancho y la Coca de una fama residual. Y Zulma baila, y nosotros pagamos, y todos de acuerdo». Dijo «todos de acuerdo».

«Broadcast yourself: con sólo un click, en 15 minutos todos seremos famosos»╣ YouTube: como por un tubo al mundo bizarro Se dice que años después, cuando le seguían preguntando por el comentario, Andy Warhol empezó a aburrirse. Dicen también que, cada vez que le preguntaban -y se aburría-, cambiaba las cosas de lugar: «En el futuro, 15 personas van a ser famosas» o «En 15 minutos todos van a ser famosos». Quizás esta última se nos viene acercando, desde que YouTube le ganó a la televisión en lo que hace a máquinas de fama. Claro que la consistencia es diferente, un ex mediático parece haber sido famoso por siglos si se lo compara con cualquiera que aparezca en la categoría de “Más Populares” de YouTube por un rato. Si Gran Hermano fue un salto respecto de la manera en la que estábamos acostumbrados a consumir miseria ajena, si llevó la galaxia trash a un extremo que no podíamos concebir hasta que lo tuvimos titilando enfrente de nosotros, entonces YouTube es, por ahora, la nueva maravilla. Warhol reloaded. Andy remixado.

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La solapa de YouTube te invita a Broadcast yourself. A mí, a vos y a todos. Broadcast es transmitir, emitir, difundir, divulgar. «Difúndete a ti mismo»: con sólo un click, en 15 minutos todos seremos famosos. Entre los espeluznantes videos del Shakiro chileno, el nene pastor, otro que tiene “ocho años, una cresta y pasta de campeón”, entre los famosos nuestros de cada día, la última –la última hoy- es la historia de Edgar. Edgar es un chico mexicano de 11 años. Su primo Raúl lo filmó mientras su otro primo Fernando lo hacía caer a un arroyo -de una manera que la TV mexicana caracterizó como “aparatosa”- y Edgar gritaba «¡Ya, güey! ¡Pinche pendejo güey!». Raúl lo subió a YouTube y yo fui la número 23.586.623 en mirarlo. No sólo explotaron las versiones –videojuego de Edgar, Edgar versión Matrix, versión Mario Bros, Edgar rescatado por soldados romanos, versión Star Wars, Edgar pateado por Zidane- sino que el güey llegó a la televisión. Primero se preguntaban por qué se había hecho tan famoso. Cuando las respuestas posibles resultaron a todas luces insuficientes («el niño es per se simpático y el tono de voz norteño, sobre todo en los niños, es muy atractivo, muy grato»), lo llamaron a Edgar, a ver qué tiene este chico: «-¿Crees que eres famoso por algo bueno, por una acción buena que hayas hecho? -Mmm... no. -Simplemente fue cómica la caída. Y ya. -Sí. -¿Y sabés hacer alguna otra cosa? -… -¿Te podrías caer aquí en vivo para nosotros?» Y Edgar se tira, se revuelca en el piso del estudio y repite su línea. Haz lo tuyo Bart. Trash. *** Las preguntas se multiplican. Cómo llegamos a esto. Cuándo se termina. A dónde vamos a parar. Y en realidad sería más interesante pensar qué cambió de la idea de fama, qué se fue transformando en nuestra idea de fama para “llegar a esto”. La dificultad está en pensarlo mientras pasa, aunque parece que de ahora en más va a ser así: no hay tiempo de masticar. La información, los medios, la comunicación, la sexualidad, todo empieza a plantear un mismo tipo de cuestionamientos y es mucho más fácil hablar con el diario del lunes. Quizás no se trate de buscar las razones o vaticinar los alcances, sino de redirigir las preguntas y redefinir las reglas del juego para aprender cómo sacarle el jugo a la movida de piezas. Está claro que no va a haber una llegada, sino más bien una escalera irregular que se pierde muy arriba, a donde los ojos no llegan.

+ info_ El original de la caída de Edgar en: http://www.youtube.com/watch?v=b89CnP0Iq30&feature=fvwrel 112




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