Revista destiempos Revista de curiosidad Cultural destiempos.com Año 12 N°61. Septiembre-Octubre de 2018. Es una publicación bimestral editada por Grupo Destiempos S. R. L. de C.V. Av. Insurgentes 1863 301B - C.P. (01020) Col. Guadalupe Inn, CDMX, México www.editorialdestiempos.com Directora General y editora responsable: Mariel Reinoso Ingliso Reserva de derecho al Uso Exclusivo: N° 04-2013-101814413100-102 otorgado por el Instituto Nacional del Derecho de Autor. Responsable de la última actualización de este número: Mariel Reinoso I. Av. Insurgentes 1863 301B C.P. (01020) Col. Guadalupe Inn, Del. Álvaro Obregón, Ciudad de México, México. Fecha de la última actualización: septiembre de 2018 -ISSN: 2007-7483 Portada: Mariel Reinoso Ingliso. Las opiniones expresadas por los autores no necesariamente reflejan la postura de la editorial de la publicación. Queda estrictamente prohibida la reproducción total o parcial de los contenidos e imágenes de la publicación sin previa autorización de Grupo Destiempos S.R.L. de CV
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Antonio Rubial Universidad Nacional Autónoma de México Leonardo Sancho Dobles Universidad de Costa Rica Lillian von der Walde Moheno Universidad Autónoma Metropolitana
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Revista indexada en
LATINOAMERICANA. Asociación de Revistas Literarias y Culturales
Revista consorciada
Septiembre-octubre 2018
ISSN: 2007-7483
Revista destiempos N°61 ÍNDICE ARTÍCULOS Y RESEÑAS NUEVAS APORTACIONES A LA HISTORIA DE LA CASA-PUERTA. UNA VILLA DE ESTILO ITALIANO EN EL MADRID DEL SIGLO XVII
Mercedes Gómez Oreña
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LA FUNCIÓN DE LA ENUMERACIÓN EN LA
Víctor A. Ávila Garnica
47
LA FIGURA FEMENINA Y LOS ESPACIOS EN “DOMINGO” DE ÁLBUM DE FAMILIA, DE ROSARIO CASTELLANOS
Jinsol Choi
56
EL LIBRO DENTRO DEL LIBRO: UN JUEGO DE ESPEJOS EN LA NARRATIVA FANTÁSTICA
Salomé Guadalupe Ingelmo
GRAMÁTICA DE LA LENGUA ESPAÑOLA: CLASES DE
Pilar Máynez
68
ENDIABLADA
PALABRAS
91
CREACIÓN LITERARIA SIMBIOSIS
Emilio Sánchez
LADRONES INCORREGIBLES
Ernesto Castro Herrera
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98
103
Editorial Grupo Destiempos convoca a los especialistas en Susan Sontag
al envío de colaboraciones inéditas para someterlas a consideración de publicación en un libro sobre la obra de tan transcendente intelectual del siglo XX. Son bienvenidos los estudios que aborden cualquier tipo de asunto que haya cultivado Sontag, por lo que el volumen a editar tendrá carácter multidisciplinario.
Esta convocatoria cierra el 30 de noviembre de 2018. Los resultados de la evaluación se harán llegar en febrero de 2019. Enviar propuestas a: grupodestiempos@gmail.com Se dará acuse de recibo. Lillian von der Walde Moheno Directora académica
Mariel R einoso Ingliso Directora editorial
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SE REQUIERE CUMPLIR CON LAS SIGUIENTES ESPECIFICACIONES: Sólo se aceptarán trabajos inéditos y/o que no hayan sido publicados en formato digital. Poemas y cuentos: enviar sólo uno (1) para dictamen. Máximo cinco (5) páginas
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El material que no sea enviado en las condiciones antes indicadas no será tomado en cuenta. La publicación parcial o total del material publicado por esta revista será permitido siempre que se mencione al autor (único y exclusivo responsable de sus textos), la fecha de publicación y el enlace a la revista destiempos DENTRO DEL TEXTO Libros:
(Bertini, La mujer medieval) (Menéndez Pidal, Orígenes, 426) (Poema de mio Cid, 2342-2343) Artículos en revistas o libros: (Spitzer, “On «Moça»”, 136) (Smith, “Introducción”, 51) (Leonardi, “Baudonivia”, 65) Cuando el sistema empleado no es por Entre paréntesis indico el número páginas y ello se presta a confusión, debe de composición que asigna Margit incluirse una nota aclaratoria; por Frenk (Corpus). ejemplo: Cuando el material que se cita proviene de una misma edición, basta poner entre paréntesis la(s) página(s) o número(s) del sistema de notación que se emplee (versos, estrofas, parágrafos, etc.), previa nota aclaratoria. Si en el texto se mencionan datos de la referencia, éstos se omiten en la información entre paréntesis. Ejemplo: EN LA BIBLIOGRAFÍA LIBROS Los títulos deben aparecer completos. No hay que traducir los nombres de autores, editores, ciudades, editoriales y colecciones. La entrada se hará por título cuando se trate de textos anónimos.
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En lugar de la teoría de la historicidad, Colin Smith propone tres consideraciones que aparecen resumidas en su “Introducción” al Poema (27-32).
BERTINI, FERRUCCIO (ED.), La mujer medieval, trad. de Margarita García Galán, Madrid: Alianza, 1991. BOASE, ROGER, The Origin and Meaning of Courtly Love. A Critical Study of European Scholarship, Manchester: Manchester University Press, 1977.
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Cualquier otra información que se desee proporcionar va entre corchetes y al final de los datos de imprenta.
FLORES, JUAN DE, Triunfo de Amor, ed. de Antonio Gargano, Pisa: Giardini, 1981. FRENK, MARGIT, Corpus de la antigua lírica popular hispánica (siglos XV a XVII), 2ª ed., Madrid: Castalia, 1990. MENÉNDEZ PIDAL, RAMÓN, Orígenes del español. Estado lingüístico de la península Ibérica hasta el siglo xi, Madrid: Espasa-Calpe, 1956 [1a. ed., 1906]. MEYER-LÜBKE, WILHELM, Grammaire des langues romanes, 4 vols. 1890-1906, Genève: Slatkine, 1974. Poema de mio Cid, ed. de Colin Smith, trad. de la introd. de Abel Martínez-Loza, 13ª ed., Madrid: Cátedra, 1986 (Letras Hispánicas, 35).
ARTÍCULOS EN REVISTAS O LIBROS
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Se reciben colaboraciones para el próximo número de la Revista Destiempos: Artículos, reseñas, entrevistas, creación literaria. Todos los trabajos se someten a dictamen de publicación. Consultar normas editoriales. http://www.revistadestiempos.com/normas-editoriales/
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ARTÍCULOS Y RESEÑAS
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NUEVAS APORTACIONES A LA HISTORIA DE LA CASA-PUERTA. UNA VILLA DE ESTILO ITALIANO EN EL MADRID DEL SIGLO XVII
RESUMEN: La historia de la Casa-Puerta, una huerta ubicada a
las afueras de Madrid, se convirtió, por deseo expreso de Juan Bautista Cassani, un hombre de negocios genovés afincado en la corte española en la segunda mitad del siglo XVII, en una hermosa villa de recreo con un delicioso jardín similar a las edificadas en Roma. Su acceso al cargo de embajador de los Cantones Suizos y su inclinación hacia la suntuosidad serán los desenca-denantes que lo lleven a erigirla. No obstante, al verse afectado por los problemas económicos derivados de una coyuntura económica deflacionista le obligaron a venderla judicialmente a un compatriota y acreedor suyo, Pablo Spínola Doria, marqués de los Balbases, quien ha venido señalado por la historiografía como el verdadero artífice de la misma, sin embargo, la documentación consultada nos permite poner en valor al autentico inspirador de tan magnífica obra. PALABRAS CLAVES: Huerta, palacio, siglo XVII, diplomático,
suntuosidad.
En el siglo XIX el escritor y periodista Ramón de Mesoneros Romanos publicó una serie de escritos históricos sobre la ciudad de Mercedes Gómez Oreña Madrid, en ellos relataba las costumbres de Universidad Nacional de Educación a sus habitantes y describía la corte y villa Distancia, Madrid, España con las curiosidades y leyendas que en Recepción:22 de agosto de 2018 Aprobación: 03 de septiembre de 2018 torno a ella se fraguaron. Sus obras tuvieron un gran éxito, lo que le valió que le fuera otorgado el título de cronista y bibliotecario perpetuo de la capital. El 21 de abril de 1861, en la revista Museo Universal, sacó a la luz la historia de una finca cercana al río Manzanares, que era conocida por el pueblo madrileño como la Casa-Puerta 1. A comienzos El citado artículo también fue incluido en la publicación que los hijos de Mesoneros Romanos realizaron con motivo de su nacimiento. Ramón de Mesoneros Romanos “El curioso Parlante”. Trabajos no coleccionados. Reformas de Madrid y de su Administración Amena 1
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del siglo XX otro cronista de la villa, Pedro de Repide, se interesó por ella, aunque realizó un canto poético que apenas tenía nada que ver con la realidad histórica 2. La atracción por esta propiedad llevó al conservador de numismática del Museo Arqueológico Nacional, Ignacio Calvo y Sánchez, a divulgar en la revista del citado archivo más información sobre la misma, e incluso aportaba algunas fotografías del pésimo estado en que se encontraban en ese momento las edificaciones que permanecían en pie. La desidia y la ampliación de la villa acabaron definitivamente con esta heredad, que dejó de interesar a los investigadores hasta la centuria siguiente cuando María Isabel Gea y José del Corral en sendos trabajos la traigan a nuestra memoria. Ambos tomaron como referencia principal los escritos de Ignacio Calvo 3. Sin embargo, no aportaron nada nuevo, salvo la ubicación de la misma 4, de ahí que retomemos la historia de esta posesión para esclarecer algunas cuestiones que se han dado por válidas, pero que tras una revisión exhaustiva de la documentación notarial relativa a la época que fue propiedad de Juan Bautista Cassani, nos indican lo contrario. No perseguimos con ello menoscabar la labor de los autores citados, todo lo contrario, queremos poner en valor que gracias a su trabajo se conozca esta finca, que de otra manera no hubiera salido del olvido de las cosas Literatura, Madrid, tomo I, Imprenta de los Hijos de M.G. Hernández, 1903, pp. 364-372. 2 Según José del Corral Pedro de Repide escribió primero un artículo y después incluyó este en dos libros que publicó en diferentes fechas. Hemos tomado la referencia del último editado. REPIDE, PEDRO DE, El Madrid de los Abuelos, Madrid, Pérez Villavicencio, 1908, pp. 9-18, y La villa de las siete estrellas, Madrid, Mundo Latino, 1923, pp. 273279. 3 CALVO Y SÁNCHEZ, IGNACIO, “La Finca madrileña «Casa-Puerta»”, Revista de la Biblioteca, Archivo y Museo del Ayuntamiento de Madrid, julio 1924, n. 3, pp. 269-285; CORRAL, JOSÉ DEL, Casas madrileñas desaparecidas. Misterios, amores e intrigas, Madrid, Silex Ediciones, 2004, pp. 15-28, y GEA, MARÍA ISABEL, “Posesión de la CasaPuerta”. Diccionario Enciclopédico de Madrid, Ediciones La Librería, 2002, p. 561, y “Finca Casa-Puerta”. Revista Madrid Histórico, nº 15, mayo-junio, 2008, p. 63. 4 La finca se localiza en el barrio de Legazpi, distrito de Arganzuela, entre las calles de Embajadores, Antracita, Bronce y Hierro. GEA, MARÍA ISABEL, “Finca Casa-Puerta…, p.63.
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venidas a menos que terminan por desaparecer sin pena ni gloria. Para adentrarnos en el tema que nos ocupa es preciso conocer algunos detalles de la vida del verdadero artífice de la magnificencia de la Casa-Puerta, Juan Bautista Cassani 5. JUAN BAUTISTA CASSANI VIVALDO, ORÍGENES Y ACTIVIDAD ECONÓMICA. La Historia de este personaje comienza en Taggia, ciudad de la República de Génova, la fecha de su nacimiento la desconocemos, pero nuestras investigaciones apuntan a que se produjo a finales de los años veinte o comienzos de la década de los treinta del siglo XVII 6. Su padre, Juan María Cassani, casó con Benedicta Vivaldo, de la estirpe de los Vivaldo, miembros destacados del gobierno Ligur y una de las principales casas bancarias genovesas que extendieron sus redes financieras por las principales ciudades europeas 7. Esto nos hace suponer que la actividad del Sobre este personaje véase GÓMEZ OREÑA, MERCEDES, La casa y negocio de Juan Bautista Cassani. Un financiero genovés en la España del siglo XVII, tesis doctoral, Universidad Nacional de Educación a Distancia, 2015; “La espiritualidad de un hombre de negocios genovés asentado en el Madrid del siglo XVII. Juan Bautista Cassani Vivaldo” [en línea] Revista Destiempos, Revista de Curiosidad Cultural, 44, abril-mayo 2015, y http://www.destiempos.com/n44/RevistaDestiempos44.pdf, “Juan Bautista Cassani Vivaldo. Un hombre de negocios genovés representante diplomático de los Cantones Esguízaros en el Madrid de Carlos II”, Cuadernos de Historia Moderna, 42, n. 1, 2017, pp. 85104. 6 Uno de los motivos en que nos basamos para señalar que la fecha de nacimiento se situaba en esos años es porque la mayoría de edad, tanto en Génova como en España, era los veinticinco años. Juan Bautista Cassani desde 1656 firma como testigo en documentos notariales, lo cual no hubiera sido posible si no dispusiera de la edad reglamentaria para hacerlo. 7 El más importante de todos ellos fue el de dux, que lo desempeño Agustín Vivaldo en 1559; el de senador fue ocupado por Jácome Vivaldo en 1577, Andrés Vivaldo en 1581, Juan Bautista Vivaldo en 1590 y Jerónimo Vivaldo en los años 1628, 1640 y 1646; el puesto de gobernador y capitán de Chavaris lo ejercieron Jácome Vivaldo en 5
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padre estaría relacionada con el comercio y las finanzas, pues los enlaces matrimoniales entre los miembros del mismo gremio era una práctica habitual. De esta unión nacieron cinco hijos: Juan Bautista, Domingo María, Marcos, Francisca y Ana Teresa. Los hijos varones fueron enviados desde la más tierna infancia al colegio jesuita de Roma, donde debían prepararse para posteriormente entrar a formar parte de la compañía familiar, mientras que las dos hembras, una fue unida en matrimonio con el banquero romano Carlos Ghirlandari, y la otra fue recluida en el convento de clausura de las terciarias franciscanas de Santa Margarita del Trastevere. La estructura mercantil de las compañías bancarias genovesas venía marcada por el páter familias, quien desde la casa matriz, localizada en Génova, dirigía y controlaba todo el entramado financiero de la empresa. Estaba asistido por algunos familiares, el resto de los parientes se instalaban en las delegaciones foráneas 8. Cuando Juan Bautista Cassani terminó sus estudios, como era habitual, continuó su formación empresarial en la propia organización de la firma, lo que le obligaría dentro del ciclo instructivo a trasladarse en algún momento a una de las filiales del exterior. Debido al fallecimiento de varios familiares en muy corto periodo de tiempo fue comisionado para incorporarse en la de Madrid. En 1656 estaba ya 1565 y Lelia Vivaldo en 1600; el consulado de Génova en Tana fue dirigido en 1429 por Andreolo Vivaldi, mientras que la capitanía de la Armada Genovesa en 1423 fue dirigida por Felipe Vivaldo. Véase RIVAROLA Y PINEDA DE, JUAN FÉLIX FRANCISCO, Historia Chronológica y Genealógica, civil, política, y militar de la Sereníssima República de Génova, Madrid, Diego Martín Abad, 1929, p. 419. 8 Sobre las compañías genovesas véase ÁLVAREZ NOGAL, CARLOS, “Las compañías bancarias genovesas en Madrid a comienzos del siglo XVII”, Hispania, LXV/1, 219, 2005, pp. 67-90; IGLESIAS RODRÍGUEZ, JUAN JOSÉ, El árbol de Sinople. Familia y patrimonio entre Andalucía y Toscana en la Edad Moderna, Sevilla, Secretariado de publicaciones de la Universidad de Sevilla, 2008, p. 54; SANZ AYÁN, CARMEN, Los banqueros de Carlos II, Universidad de Valladolid, 1988, y MAIXÉ ALTÉS, JUAN CARLOS, Comercio y banca en la Cataluña del siglo XVIII. La compañía Bensi & Merizano de Barcelona (1724-1750), Universidad de la Coruña, 1994.
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instalado en la capital bajo las órdenes de su primo y administrador de la delegación, Juan Francisco Pascua. Sin embargo, dos años más tarde, la presencia de este último en Italia era ineludible, por lo que Juan Bautista Cassani, que conocía ya las actividades cambistas de la corte española, quedó al frente de la sociedad. Los Vivaldo ya venían operaron desde 1494 en las ciudades españolas de Medina del Campo, Sevilla y Madrid. Dentro del entramado comercial de esta organización tuvieron una preponderancia mayor las actividades de servicios y gestiones financieras. Desde muy temprano se constituyeron, junto a sus paisanos los Grimaldo, en los segundos banqueros más importante en expedir desde la capital española a Roma letras de cambio de los beneficios eclesiales que la Colectoría de España les arrendaba 9. La infraestructura montada para realizar estas operaciones les supuso que la Cámara Apostólica depositara en ellos la tesorería. También, entidades como el Consejo de Italia se valió de sus servicios, principalmente para que le fuera transferido al personal de la citada institución el numerario que debían sufragar el Estado de Milán y los Virreinatos de Nápoles y Sicilia. Por otro lado, grandes personalidades de la nobleza, que tenían asimismo intereses en territorios italianos, utilizaron las infraestructuras de esta compañía. El volumen de negocio de la casa Vivaldo fue de una gran envergadura, pues además de las actividades anteriores se constituyeron como asentistas reales, concedieron préstamos a particulares y participaron en actividades comerciales tan dispares como la exportación de lanas o la venta de títulos nobiliarios y mercedes reales. Gestionar todos estos movimientos precisaba de un cuantioso personal, de cuyo número exacto no tenemos constancia, aunque si conocemos el nombre de alguno y las funciones que desempeñaban. Entre ellos podemos citar a Jácome Cristiani, abreviador del CARRETERO ZAMORA, JUAN MANUEL, “La Colectoría de España en el siglo XVI: los mecanismos de transferencia monetaria entre España y Roma (cambios y créditos)”, Hispania, vol. LXXIII, n. 243, 2013, pp. 79-103. 9
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nuncio, quien se puso al frente de la firma cuando Juan Bautista Cassani tuvo que ausentarse un tiempo de la corte, y Bernardino Delli, ocupados ambos en todo lo concerniente a la tesorería de la Cámara Apostólica; Diego Puche ejercía de secretario, y su hijo Román le asistía en lo que precisaba; Nicolás Antonini, Juan de Larralde y Clemente de Cora y Quirós trabajaron como oficiales de la pluma, mientras que Manuel Carvallo Valdés servía como paje. A pesar de que no era un empleado directo de la oficina señalaremos también a Juan Bautista Ruxero, el mayordomo, pues como encargado del abastecimiento de la vivienda firmaba los correspondientes documentos de compra que avalaban los gastos realizados y que después eran registrados en el escritorio de comercio. También incluiremos dentro de la nómina de la oficina al cochero, del que no conocemos el nombre, pero tenemos constancia documental de su existencia 10. Juan Bautista Cassani, siete años más tarde de su llegada a la corte, contrajo matrimonio con una joven huérfana de catorce años, Francisca Antonia, hija del abogado de los Reales Consejos Miguel Fernández de Merodio, y de Francisca de Valdés 11. La desposada aportó al matrimonio una cuantiosa dote: dinero en metálico; las rentas de una finca y tierras en el pueblo de Casarrubue-los, y dos edificios de cinco plantas en Madrid, uno en la Plazuela del Ángel y el otro en la calle de Santiago. Una vez celebrado el enlace, el matrimonio no tomó como residencia uno de estos inmuebles, se 10 Biblioteca de la Real Academia de la Historia (BRAH), Papeles Particulares. Borrador de carta manuscrita de Juan Bautista Cassani para el padre Francisco Morejón en Roma, 10 de julio de 1687. 11 Antonia de Valdés era hija de un rico boticario de Madrid, casó en primeras nupcias con el hijo de otro boticario, Jerónimo de Villaizán, pero al contrario que su progenitor ejerció como abogado de los Reales Consejos y dramaturgo de éxito. Sus obras fueron muy aplaudidas por Felipe IV, que las veía en un aposento privado del Teatro de la Cruz, cuya entrada al mismo se accedía a través de una casa de la Plazuela del Ángel, previsiblemente desde la del propio autor, que fue aportada por su esposa al matrimonio. Su temprana muerte fue lamentada por Lope de Vega. URZÁIZ TORTAJADA, HÉCTOR, “Del entremesista-bufón al “hijo del Boticario”: perfiles del dramaturgo del Siglo de Oro”, Revista de Investigación Teatral, n. 9, (2002), pp. 9-26.
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instaló en la vivienda donde estaba situado el escritorio de comercio, que estaba ubicado en la calle del Lobo, actual Echegaray, en el barrio de las Letras, donde se asentaba la colonia de italianos residentes en Madrid 12. La casa se hallaba apenas unos pasos de la Carrera de San Jerónimo, vía neurálgica que unía el Palacio Real con el Palacio del Buen Retiro, motivo por el cual en ella se establecieron los banqueros reales y la alta nobleza. La llegada de los hijos no se hizo esperar, tras el nacimiento de dos niñas, Dorotea Francisca María y María Teresa Blasa, llegó Juan Bautista Manuel. Pero quiso el destino que un brote de viruelas acabara con la vida de los pequeños en tan solo cuarenta y cinco días, lo que supuso un duro golpe para sus progenitores. Esta tragedia se vio suavizada tres años más tarde con la venida al mundo en 1673 de un nuevo retoño, José Félix Joaquín Domingo, que sería el único descendiente que sobrevivió a sus padres, puesto que otros dos que nacieron posteriormente, Juan Francisco Felipe y Nicolás Antonio Felipe, más otro, del que desconocemos el nombre y la fecha de nacimiento, también fallecieron en la más tierna infancia 13. 1.
EL CARGO DE EMBAJADOR Y EL NUEVO ESTATUS SOCIAL Si en la vida familiar Juan Bautista Cassani sufrió grandes desdichas, en los negocios conoció importantes éxitos durante la década de los sesenta y principios de los setenta, después estos fueron decayendo hasta que en 1684 le sobrevino la bancarrota. Pero antes de conocer el alcance de la misma nos centraremos en la primera época, que es cuando comienza la relación de este personaje con el tema que ocupa este trabajo, la finca Casa-Puerta. Para ello debemos puntualizar algunas cuestiones que tienen que ver con su adquisición. Ya hemos señalado que las actividades comerciales eran
12Archivo
de la Iglesia de Santiago de Madrid (AISM), Libro de Matrimonio n. 4, fol. 84. Existe además una certificación de la partida en el Archivo de la Iglesia de San Sebastián de Madrid (AISSM), Libro de Matrimonio n. 10, año 1664, fol. 188b. 13 AISSM, Libro de Bautismo 15, fol. 323 Y 509; 16, fol. 108; 18, fol. 509 e Índice de Bautismos de 1680, fol. 102v.
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de una gran magnitud, gracias a ellas estaba en contacto con las personalidades más relevantes de la élite política y religiosa. Dentro de la primera podemos citar entre otros a los presidentes del Consejo de Italia, el conde de Castrillo y el duque de Alba; así como a los gobernadores de Milán, el marqués de los Balbases, el duque de Osuna, el príncipe de Ligne, el conde de Melgar, el conde de Fuensalida o el marqués de Leganes; senadores de ese estado como el conde Carlos Borromeo, y los virreyes de Nápoles, el marqués de los Vélez, el marqués de Villafranca, el marqués de Castelrodrigo y el cardenal Portocarrero. También podemos señalar a los validos, duque de Medinaceli y duque de Oropesa, así como la reina madre Mariana de Austria, que intercedió por él cuando peligró su puesto diplomático. Las personalidades citadas son una pequeña muestra de las relaciones que mantuvo con la alta nobleza, a las que hay que añadir las instancias eclesiásticas. Su cargo de tesorero le llevó a mantener un estrecho vínculo con los nuncios apostólicos destacados en Madrid Savo Millini, Federico Borromeo y Galeazzo Marescotti, estos dos últimos padrinos de dos de sus hijos. Las relaciones clientelares con las personas señaladas y el importante volumen de negocio fueron determinantes para que los Cantones Católicos Suizos o Esguízaros, como eran más comúnmente conocidos en esa época, lo eligieran en 1667 como su representante diplomático ante la corte de Carlos II. El motivo de precisar esta nación de un embajador en Madrid, no era, como apunta José del Corral, para asistir a la numerosa colonia de oriundos de estos territorios que se instalaron al husmeo de la plata de las Indias y dedicados a toda clase de asuntos financieros 14, es más, todo apunta a que los naturales de los territorios helvéticos en la capital eran escasos porque trabajaban a través de correspondientes, como lo hacía la casa Locher de San Gallo, territorio confederado con los Trece Cantones. La verdadera razón para tener una delegación diplomática se debió a que desde 1520 la 14
CORRAL, JOSÉ DEL,
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Op. Cit. p. 23.
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defensa de los territorios de Flandes y de Italia precisó de la contratación de regimientos de mercenarios suizos para integrarlos en las huestes hispánicas. De hecho, en 1663 Felipe IV proyectó una gran ofensiva para restituir Portugal a la Corona 15, lo que obligó a solicitar nuevas levas a las autoridades cantonales. Después de unas negociaciones difíciles, por la falta de indemnizaciones de los servicios prestados con anterioridad, se llegó al acuerdo de establecer en el frente extremeño a dos regimientos cantonales. La manutención de los efectivos militares corría a cargo de la hacienda española, pero la vestimenta y el armamento estaban obligados a sufragarlos los Cantones Suizos, por lo que el coronel Carlos Conrado de Beroldinghen 16, encargado de los acuerdos con las autoridades españolas, se vio forzado a solicitar prestamos a los banqueros asentados en Madrid. Uno de ellos fue Juan Bautista Cassani, quien debido al gran desembolso efectuado y a sus conexiones con el Consejo de Italia, del que por proximidad territorial dependían las relaciones exteriores con esa nación, le supusieron quedarse al frente de la embajada 17. El estatus de diplomático precisaba de una serie de cambios en su vida cotidiana, que se tradujeron en una mayor magnificencia en todo lo que le rodeaba. Lo primero que hizo Juan Bautista Cassani fue reformar la residencia donde habitaba, que la había adquirido en Sobre este conflicto véase VALLADARES RAMÍREZ, RAFAEL, LA Guerra Olvidada. Ciudad Rodrigo y su comarca durante la Restauración de Portugal (1640-1668), Salamanca, Centro de Estudios Mirobrigenses, 1998 y La Rebelión de Portugal 1640-1680. Guerra, conflicto y poderes en la Monarquía Hispánica, Valladolid, Junta de Castilla y León, 1998. 16 Los Beroldinghen fueron una familia de militares que estuvieron sirviendo en las huestes españolas desde 1520. En torno a ella se formó el partido pro español en los Cantones Católicos. Eran originarios de Altdorf, ciudad del cantón de Uri, pero pronto se transfirieron a Lugano y Mendrisio en el Cantón de Ticino, donde formaron parte de la élite política, alcanzando un gran prestigio, de hecho, son reconocidos como personajes ilustres. Oldelli, GianAlfonso, Dizionario Storico-Ragionato delli uomini illustri del Canton Ticino, Lugano, Francesco Veladini e Comp., 1807, pp. 31-35. GÓMEZ OREÑA, MERCEDES, Op. Cit., 2015. 17 GÓMEZ OREÑA, MERCEDES, Op. Cit., 2017, pp. 85-104. 15
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1649 su tío Pedro María Vivaldo y que en 1664 compró él a sus herederos 18. Ocupaba la manzana 217, sitio 16, según la Planimetría General de Madrid 19. En el solar edificó dos viviendas con similares características, sin embargo, solo conocemos las dependencias y ornamento de una de ellas por el inventario que se realizó en 1704 tras su fallecimiento 20. Esta descripción nos permite poner al descubierto el derroche en lujo y suntuosidad que empleó en ella, que podemos contrastar con lo realizado en la Casa-Puerta, de ahí que realicemos una breve exposición. Se construyó con ladrillos traídos expresamente de las tierras de Toledo y estaba compuesta por cueva, sótano, tres plantas de calle y desván. Grandes puertas carreteras daban acceso a un amplio zaguán losado con piedra berroqueña, elemento distribuidor que daba paso a las dependencias de la planta baja, donde se localizaba el escritorio de comercio, de grandes dimensiones a tenor de que en él distribuyeron trece bufetes, cuatro escritorios, dos papeleras, un cajón, dos mesas, dos escaparates y dos estanterías 21. Todos realizados en ricas maderas con incrustaciones de marfil y concha. También a través de él se accedía a una amplia cocina, a varias dependencias de las que desconocemos su función y a dos patios. El más grande de estos últimos estaba losado con piedra berroqueña, en el cual Juan Bautista Cassani mandó instalar una columna con pedestal, basa y capitel de casi cinco metros de alto 22. El más pequeño comunicaba con las 18 ARCHIVO HISTÓRICO DE PROTOCOLOS NOTARIALES DE MADRID (AHPNM) Protocolo (Pº) 5702, fols. 434-444 y Pº 7925, fols. 542-546. 19 AHPNM, Biblioteca, signatura (sig). 1430, Planimetría General de Madrid y Planos sig. 1431, y CORRAL, JOSÉ DEL, Las composiciones de aposento y las casas a la malicia, Madrid, Instituto de Estudios Madrileños, 1982, p.107. 20 BRAH, legajo (leg.) 20 Jesuitas, sig. 9/7234, tasación realizada el 26 de octubre de 1704. 21 Para las características de los muebles señalados véase AGUILÓ ALONSO, MARÍA PAZ, El Mueble en España durante los siglos XVI y XVII, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Ediciones Antiqvaria, 1993. 22 La citada columna costó mil reales de vellón y el importe de los ladrillos y la piedra berroqueña necesaria para la restauración
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caballerizas, donde descansaban las cinco mulas —la Pulida, la Galga, la Corza, la Ciega y la Parda— que precisaban para mover los diferentes carruajes que disponía —dos estufas, dos forlones, varias sillas de manos y un carrocín—, los cuales estaban profusamente labrados y decorados con ricas telas que protegían de las inclemencias en grandes cocheras ubicadas en esta misma planta 23. Del citado zaguán partían las escaleras que daban acceso a la cueva, al sótano y a los pisos superiores, la que comunicaba con el principal era de planta monumental, en cuyos descansillos exhibían dos grandes espejos de dos metros y medio de alto con el marco dorado y decoración floral, siendo la belleza de los mismos significativa, pues ambos fueron tasados en 21.000 reales de vellón. La planta noble contaba con una habitación de respeto, lugar destinado a recibir las visitas más sobresalientes. Las de género femenino eran introducidas en la zona del estrado, que estaba compuesto por una tarima de madera elevada unos centímetros sobre el suelo, en la cual se extendían grandes alfombras y cojines para su mejor acomodo. También se ubicaban pequeñas mesas y bufetes para poder colocar las viandas con que eran agasajadas las invitadas, estando separadas de los hombres por una barandilla. En el resto de esta estancia se exhibían lujosos muebles de ricas maderas de palo santo, nogal, caoba y ébano decorados con incrustaciones de plata y marfil. La pieza principal era una gran mesa rodeada de sillas y adosados a las paredes se situaban los escaparates y vitrinas donde lucían, entre otros objetos, bellas esculturas, piezas de plata y cajas. El suelo de este lado del cuarto también estaba cubierto por aparece reflejado en los siguientes documentos notariales. AHPNM, Pº 11447, fols. 26-26v, 50-50v, 75-76v y 372-372r. 23 BRAH leg. 20 Jesuitas, sig. 9/7234, tasación realizada el 31 de octubre de 1704. Sobre carruajes véase Alejandro LÓPEZ ÁLVAREZ, Poder, lujo y conflicto en la Corte de los Austrias. Coches, carrozas y sillas de mano, 1550-1700, Madrid, Editorial Polifemo, 2007, y “Coches Carrozas y Sillas de Mano en la Monarquía de los Austrias entre 1600 y 1700: Evolución y Legislación” Hispania, vol. 66, n. 224, (2006).
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alfombras, y las ventanas y puertas estaban resguardadas con gruesos cortinajes de Mesina, seda y Damasco, mientras que en las paredes colgaban tapices de Bruselas y bellos cuadros de los que Juan Bautista Cassani era un acreditado coleccionista, como lo demuestra el hecho que en la vivienda hubiera setenta y seis obras pictóricas de distinto formato, tamaño y temática, aunque sobresalían las de carácter religioso. Además, en un aposento de la planta baja se almacenaban otras cincuenta y cuatro pinturas, las cuales creemos fueron depositadas allí tras la venta de la Casa-Puerta. En este piso se situaban los dormitorios, compuestos de alcoba, pieza sin ventanas donde se instalaba el lecho con dosel y grandes cortinas de Damasco que salvaguardaban la intimidad y protegían del frío del invierno 24, y la pieza principal, con grandes ventanales que daban a la calle o a la galería que se extendía por el lado del patio. En esta estancia se ubicaban armarios y arcas para guardar la ropa, sillas y un biombo para ocultarse mientras se cambiaban de vestimenta. En otra de las estancias de la zona noble había un oratorio. Cabe señalar que no todas las viviendas podían disponer de un lugar sagrado, era condición indispensable contar con la aprobación del arzobispo de Toledo, no a todos se les concedía este privilegio 25. Este fue consagrado a la Virgen de las Viñas y a San Juan Bautista, de los que los propietarios eran fervientes devotos, imágenes realizadas en alabastro y pasta de Lucca, respectivamente, coronada la primera con una diadema de plata. Entre otros elementos decorativos destacamos urna guarnecida de flores y plantas, en la cual se contemplaba un Niño Jesús; una concha de La descripción en el inventario de una de las camas de la casa es sorprendente, fue fabricada en pino con cuatro mástiles de hierro decorados con mazorcas en el centro y los extremos y sobre ellos se colocó el techo de un antiguo coche que estaba profusamente tallado; la belleza de la misma debía ser comparable al precio, pues fue tasada en 1.100 reales de vellón. BRAH leg. 20 Jesuitas, sig. 9/7234, tasación realizada el 8 de noviembre de 1704. 25 VILA VILAR, ENRIQUETA, Los Corzo y los Mañara: Tipos y Arquetipos del Mercader con Indias, Universidad de Sevilla, 2011, p. 184. 24
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plata en forma de cueva que contenía un nacimiento con numerosas figuras, en las que incluso había un gaitero; dos crucifijos, uno de metal y otro de marfil con peana y cruz de madera de ébano; varios relicarios, dos de ellos con forma de pirámide, y seis pinturas de pájaros con piedras de ágata de Florencia. La mesa del altar estaba ubicada sobre unas gradas talladas y doradas con espejos, cubriendo un dosel el espacio que ocupaba. Para los ritos litúrgicos contaban con un cáliz de plata con patena sobredorada; una caja de madera en la que se guardaban las hostias consagradas; una campanilla de altar de bronce; varios platillos labrados con decoración de imágenes; flores y orlas, y un misal. La indumentaria para celebrar el culto: alba, casullas, corporales, estolas y manípulos fueron realizadas con ricas telas de Damasco y raso, quedando guardadas en un cofre pequeño de concha guarnecido de bronce. En cuanto al mobiliario estaba compuesto por dos bufetes negros, tipo a los de estrados, y algunas sillas. Para la iluminación utilizaban catorce candeleros de diferentes tamaños y estilos, siendo los de latón para el altar, mientras que las bujías de cristal de Bohemia iluminaban las imágenes. En un aposento contiguo al oratorio se hallaba la biblioteca, aunque en aquella época no se distinguían estos recintos con tal nombre. Estantes de escalerilla rematados con lujosas cornisas de madera contenían ciento cincuenta y nueve libros mayores y menores del negocio. Además, Juan Bautista Cassani tenía una importante colección de libros con doscientos diez ejemplares de diferente temática, estando los religiosos entre los más numerosos, aunque también se contabilizaron de historia, medicina, derecho, dibujo, atlas y diccionarios, algunos en español, otros en toscano y francés. En esta estancia asimismo había arcas pequeñas de pino y ciprés en el que guardaban piezas de tela y un cofre de baqueta con tachuelas repleto de diferentes piezas de porcelana. En el segundo piso se hallaban las habitaciones de los criados, una cocina y las escaleras de acceso al desván, donde se acumulaban los utensilios en desuso: cunas, bancos, braseros viejos, marcos, piedras de
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bufetes deterioradas, escobas de palma, sogas de esparto, serones y horquillas para las caballerizas. También podía servir de almacenaje la cueva y el sótano, pero preferentemente en estos lugares se conservaba el carbón, el vino, los alimentos y el sebo destinado a la iluminación. La vivienda creemos contaría con suministro de agua, pues desde 1621 se permitió su venta a particulares para sufragar el coste de las conducciones a las fuentes públicas que estaban proyectadas instalar en diferentes calles de la capital. En 1631 estuvo operativo el viaje de agua del Alto Abroñigal, cuyo ramal principal pasaba por la Carrera de San Jerónimo, a escasos metros de la casa de Juan Bautista Cassani 26. Además, la vivienda contigua a la de él, que perteneció al marqués de los Balbases, disponía de un cuartillo de agua que había comprado por 22.000 reales de vellón. Será precisamente este último el que se encargue de llevar el preciado líquido del citado arroyo al jardín de la Casa-Puerta 27. En la restauración de la vivienda Juan Bautista Cassani gastó 770.000 reales de vellón. La realizó teniendo en cuenta el gusto preponderante en Roma, así lo señaló en una carta al coronel Carlos Conrado de Beroldinghen, al que le comentó que el embajador del emperador en Madrid, conde de Lobkowitz, le había alquilado la vivienda contigua a la suya, que presentaba las mismas comodidades que la que él habitaba, porque de todas las casas que había visto en Madrid el citado diplomático, ninguna le había agradado como la suya28. El tamaño de la vivienda y la nueva condición de diplomático precisaba de un importante personal que asistiera a todas las cuestiones concernientes al buen desarrollo y sostén de la misma, pero en este caso, además del ya citado mayordomo, Juan Bautista Ruxero, solo tenemos constancia de las dos criadas que Sobre el abastecimiento de agua en Madrid véase PINTO CRESPO, VIRGILIO, Los viajes del agua de Madrid durante el Antiguo Régimen, Madrid, Fundación Canal, 2010, pp-53-79. 27 AHPNM, Pº 21657, fols. 781-809v. 28 BRAH, sig. 9/3625, Negocios de Estado entre varias coronas. Misiva escrita al coronel Beroldinghen el 12 de septiembre de 1690. 26
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servían en el momento del fallecimiento de Juan Bautista Cassani, Teresa Goñi y Catalina de la Peña, también Vicenta de Cora y Quirós pertenecía al servicio doméstico, fue durante años la doncella de Francisca Antonia. 2.
ADQUISICIÓN PUERTA
Y EDIFICACIÓN DEL PALACIO DE LA
CASA-
La descripción que hemos realizado de la residencia habitual de Juan Bautista Cassani pone de manifiesto la exquisitez y buen gusto de este amante de las artes y las letras que llevó a su máximo esplendor a la CasaPuerta. Secundando el gusto preponderante de la alta sociedad romana de poseer una villa en las cercanías de la ciudad, decidió comprar una finca donde poder gozar del campo en los días del caluroso verano madrileño29. Su estrecha relación con los jesuitas desde que realizó sus estudios en el Colegio Romano le facilitó la ocasión para hacerlo, pues estos poseían una huerta en la Ribera y Soto del Manzanares, conocida como la Huerta de San Miguel. La adquisición se produjo el 21 de mayo de 1669 en la notaria de Andrés de Caltañazor, donde acudió su amigo Domingo de Amisa y Torres, agente de la casa y negocios del duque del Infantado y ayuda del guardajoyas de la reina, quien actuó en su nombre como comprador, y como vendedor el padre Antonio Muro, procurador general del Colegio Imperial. Ese mismo día Domingo de Amisa y Torres firmó otro documento notarial ante el escribano Andrés Lorenzo en el que aseguraba que el dinero abonado por ella pertenecía a Juan Bautista Cassani, y que por tanto él era su legítimo propietario. La descripción que de ella se realiza en ambos documentos es de una casa huerta con su noria, cercado y demás anexos, que lindaba por Dentro del círculo de amistades de Juan Bautista Cassani hubo personalidades que compraron una villa en Roma, incluso él contribuyó a hacerlo, un ejemplo significativo es el del nuncio Federico Borromeo, quien, cuando concluyó su mandato en España y partió para Italia, le solicitó un préstamo de 20.000 escudos de oro para pagar la viña Ludovisi que había comprado al príncipe de Pomblim. AHPNM, Pº 11447, fols.751-755v.
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la parte de abajo con tierras del secretario del rey, Íñigo de Cárdenas; por la espalda con la encomienda de Moratalaz, y por delante con el camino Real que conducía a la venta de Santa Catalina y otras partes 30. El padre Antonio Muro le entregó a Domingo de Amisa y Torres las escrituras anteriores de la finca, la más antigua se remontaba al 25 de enero de 1563, fecha en la que Ana Martínez, viuda de Diego Monsalve, la vendió a Federico Ricardi; otra del 3 de marzo de 1563, del cerramiento que se realizó por el apeo, es decir, deslinde y demarcación, que ordenó el teniente corregidor Cabezas, por apropiarse de más terreno del que le correspondía a la hora de delimitar la propiedad; otra del 14 de marzo de 1675 de la venta efectuada por parte de Policiano Ricardi a Juan Carrero, y finalmente, una del 19 de marzo de 1675 entre este último y Simón Sauli, andante en la corte de su majestad, expresión que Ignacio Calvo no pudo averiguar en su día y que significaba que no era residente de la ciudad, sino que estaba de paso 31. Simón Sauli, al igual que Juan Bautista Cassani, era genovés y pertenecía a una importante familia de banqueros ligures con intereses en Italia, España y Flandes. Asimismo, desempeñaron los más altos cargos políticos en la República de Génova 32. Su llegada a Madrid posiblemente tuviera que ver con alguna comisión de negocios de la compañía de su familia, pues su estatus de religioso no queda aclarado en ese momento, si nos consta que nueve años más tarde era sacerdote en la casa profesa que los jesuitas poseían en el municipio conquense de Villarejo de las Fuentes. Allí le sobrevino la muerte, por lo que sus testamentarios, AHPNM, Pº 9820, fols. 568-570r, y 11447, fols. 400-401r. CALVO, IGNACIO, Op. Cit., pie de página 2, p. 271. 32 Sobre la familia Sauli véase BUONADONNA, SERGIO Y MERCENARO, MARIO, Rosso doge. I dogi della Repubblica di Genova dal 1339 al 1797, Genova, De Ferrari e Devega, 2007; IVALDI, ILARIA, “Il palazzo di Antonio Sauli a Genova”, Atti della Società Ligure di Storia Patria, nuova serie LIII, (CXXVII) fasc. I, 2013, y BEN YESSEF GARFIA, YASMINA ROCIO, Una familia genovesa entre la República y la Monarquía Hispánica: Battista Serra como modelo de red transnacional en un sistema policéntrico (finales del S. XVI- mediados del S. XVII), tesis doctoral, 2015. 30 31
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el padre Miguel García y Juan de Aranda, siguiendo las disposiciones del finado procedieron a vender la huerta para pagar sus deudas y llevar a cabo sus últimas voluntades 33. El Colegio Imperial de Madrid estaba interesado en adquirirla a pesar de la pragmática real de 1563 que prohibía que se vendieran o donasen heredades a las iglesias u órdenes religiosas. No obstante, cuando se procedió a la venta judicial de la misma no hubo nadie que pujara por ella, por lo que el procurador del citado colegio, el padre Muxica, ofreció por la finca 4.000 reales. Los pregones que se realizaron por las calles de Madrid para informar de la operación no contribuyeron a que apareciera ningún interesado, por lo que se remató en ese importe. El acto de posesión se produjo el 12 de abril de 1585, desde esa fecha hasta el 21 de mayo de 1669, que la adquirió Juan Bautista Cassani, fue propiedad de los jesuitas 34. A lo largo de los ochenta y cuatro años que estuvo en manos de la Compañía de Jesús fue conocida como la Huerta de San Miguel, sin embargo, desde que la compró Juan Bautista Cassani no fue reconocida con el nombre del santo, sino que cambió al de la Casa-Puerta. Ignacio Calvo señaló que el citado cambio se produjo por una paronimia o relación semántica entre las palabras huerta y puerta, ya que permutando la h por la p el significado cambia sustancialmente. José del Corral también apunta a este hecho, porque considera que al situarse muy alejada de las antiguas puertas de Madrid no tenía sentido que se le diera este calificativo. Otra explicación plausible que anotamos pudiera estar vinculada a la bella verja de hierro que le servía de ingreso, que es mencionada por Mesoneros Romanos. Fuera como fuere el porqué de este apelativo, lo cierto es que el nuevo propietario para referirse a ella lo hacía como su jardín. Lo que si hemos podido constatar es que después de casi cien años de haberla comprado el marqués de los Balbases, el nombre que se le dio en los
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AHPNM., Pº 13704, fol. 25-91v. CALVO, IGNACIO, Op. Cit., p. 271
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documentos notariales fue el de la Huerta que llaman de Cassani 35. El importe abonado por Juan Bautista Cassani por esta propiedad ascendió a 17.000 reales de vellón. Cien años antes, cuando se produjo la primera venta, el valor de la misma fue de 1.478 reales de vellón, sin embargo, en la segunda transacción el montante se elevó a 3.033 reales de vellón, pero sin lugar a dudas el incremento mayor se produjo a los cuatro días de producirse esta última operación, que aumento su cuantía en 1.477 reales de vellón más, curiosamente lo mismo que lo satisfecho inicialmente 36. Ascenso que atribuyen los investigadores que nos han precedido a la especulación inmobiliaria, aunque también se podría imputar a que la finca fuese ampliada con los terrenos de labor adyacentes, pues hemos comprobado que Federico Ricardi y su hermano Policiano tenían tierras repartidas por varias zonas de Madrid 37, por lo que quizá Juan Carrero adquirió ambas heredades, vendiéndolas posteriormente con la substancial subida mencionada. Esta hipótesis se basa en que en el primer documento de transacción de 1563 la parcela ocupaba tres fanegas, lo que equivale, si tomamos como medida métrica los aproximadamente 7.056 metros de la fanega castellana, a 21.168 metros cuadrados, mientras que Ramón de Mesoneros Romanos citaba doce fanegas, u 84.672 metros cuadrados. Por otro lado, si admitimos los 198.111 pies cuadrados que se señalan en el documento de venta judicial de 1694, que traducidos a metros, asumiendo como valor los aproximadamente 0,28 centímetros del pie castellano, se eleva a 55.471 AHPNM, Pº 21657, fol. 811v y Pº 17572, fol. 615v. CALVO, IGNACIO, Op. Cit., p.270-273. 37 Las escrituras entregadas por los jesuitas tras la venta de la CasaPuerta las hemos consultado, pero la deficiente digitalización por el mal estado de conservación de los documentos nos han impedido poderlas contrastar. Si bien en uno de los protocolos hemos hallado un documento referido a Sebastián Ricardi, hijo y heredero de Policiano Ricardi y de Federico Ricardi, su tío, en la que indica que su padre dio a censo dos tierras que tenía, una en Valdemojones de Pozuelo de Aravaca, y la otra en Valdecasillas, en el término de Alcorcón. AHPNM., pº 659, sin foliar. 35 36
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metros cuadrados, lo que viene a ser casi ocho fanegas, que distan mucho de las tres primeras. La adquisición de esta propiedad no le supuso a Juan Bautista Cassani un gran dispendio, que fue particularmente oneroso fueron las obras que realizó en ella, que superaría con creces lo sufragado en su vivienda de la calle del Lobo, ya que mandó edificar un palacete con su respectivo jardín. Obras que se han venido atribuyendo a Pablo Spínola Doria, marqués de los Balbases, pero que no pudo realizarlas porque según cuenta Mesoneros Romanos, las pinturas que decoraban uno de los salones fueron firmadas por Dionisio Mantuano en el año 1674. En esa fecha la propiedad era de Juan Bautista Cassani, como podemos constatar a través de varias fuentes, la primera por el conde boloñés Ercole Zani, quien durante su estancia en Madrid entre 1669 y 1670 señaló en su diario de viajes que el citado pintor trabajó para la residencia campestre de Juan Bautista Cassani 38; la segunda, por los documentos de embargo de 1684 que solicitó la Cámara Apostólica sobre esta propiedad hasta que Juan Bautista Cassani satisficiera la deuda que tenía contraída con ella, y su posterior devolución en 1686; la tercera, por la firma en 1688 del contrato de alquiler entre el marqués de los Balbases y Andrés Squarzafigo y Centurión, administrador de la casa de Juan Bautista Cassani 39, y la cuarta, y última, por su posterior venta judicial en 1695, que fue cuando realmente fue propiedad del citado marqués 40. Su fallecimiento cuatro años después de la adquisición nos revela que fue materialmente imposible construir dicho palacio y, mucho menos, embellecerlo Dionisio Mantuano, pues el deceso de este último se produjo en 1684. Lo que es incuestionable es que cuando Pablo Spínola Doria Esta información la hemos tomado de GARCÍA CUETO, DAVID, Relaciones Artísticas entre España y Boloña durante el siglo XVII, Tesis doctoral, Universidad de Granada, 2005, p. 351. 39 Andrés Squarzafigo y Centurión fue el administrador elegido por el concurso de acreedores contra la casa y negocio de Juan Bautista Cassani, no su mayordomo como señala CALVO Y SÁNCHEZ, IGNACIO, Op. Cit., p. 277. 40 AHPNM, Pº 11455, fols.78-80r y 13704, fols. 25-91v. 38
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estuvo como inquilino en la finca efectuó una serie de arreglos centrados principalmente en el jardín y en algunos retoques en la mansión y en la casa de labor41. La descripción del domicilio familiar de Juan Bautista Cassani nos sirve de ejemplo para verificar que le gustaba rodearse de una gran suntuosidad y belleza. Nos consta que era un gran amante de las artes, especialmente de la pintura, como queda reflejado en la amplia colección que poseía y en los frescos que mandó realizar en el citado palacete a Dionisio Mantuano y a Andrés Smidt. La decoración pictórica que ha llegado a nosotros se reduce a la parte noble de la vivienda, el resto, la zona más íntima, es previsible que fuera muy similar a la de la calle del Lobo. La puerta de entrada que daba acceso al vestíbulo con grandes columnas estaba coronada por una estatua de San Juan. Desde esta estancia se pasaba al salón principal que presentaba una forma cuadrada, el cual a su vez servía de antesala a otras dos estancias y al oratorio. A pesar de haber sido ya descritas en otras investigaciones, creemos indispensable indicarlas a continuación porque pone de manifiesto la fastuosidad de esta edificación, que no tendría nada que envidiar a las villas barrocas romanas en las que se inspiró este personaje. Quizás el libro que poseía de Escuela Perfecta de Dibujo lo adquirió para revisar la ejecución de las obras pictóricas. En el oratorio estaban representadas tres copias de Luca Giordano, una media naranja del Nacimiento de Cristo rodeado de ángeles y pastores, una Trinidad de la Tierra y una Huida de Egipto, estas dos últimas a los pies de la capilla. Al igual que en el oratorio de la calle del Lobo el altar estaba dedicado a san Juan Bautista, pero en esta ocasión no era una escultura, sino una pintura con marco tallado y dorado de metro veinticinco centímetros. Al lado del anterior se ubicaba otras dos de la misma medida, una representaba a María Magdalena, y la otra, a Santa María Egipciaca. Encima del altar derecho de medio punto había una Encarnación y en el otro medio punto de enfrente la 41
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Cena del Señor y una Mujer Adultera. En una de las paredes se podía contemplar un Ecce Homo y un Nuestro Señor cuando lo llevaban a poner en la Cruz, de más de un metro y medio cuadrado, un poco más pequeños eran la Oración del Huerto y un Prendimiento de Cristo. Encima de la puerta, frente al altar, se hallaba el sepulcro de Cristo. El techo estaba representado de niños con la Santa Cruz, decorándose los espacios vacios entre las pinturas con niños en grutesco, jarrones de flores y espigas. En la sala contigua a la capilla se hallaba una serie iconográfica mitológica: una pintura grande de la Sangría de Séneca con sus discípulos atendiéndole; Europa con el Toro; una Batalla de Teseo; unos bacanarios o la Bacanal de los Andrios, copia de Tiziano; la Piedad Romana; Diógenes con la linterna buscando hombres, y en el techo, la Aurora con muchos cupidillos y ramilletes en jarrones. Además de estas escenas había siete pinturas de poetas insignes de metro y veintiséis centímetros. En el techo de la segunda sala después de la capilla estaba personificada la Inmortalidad con las cuatro partes del mundo. Encima de las puertas ventanas o puertas cristaleras estaban representadas Las Columnas del Non Plus Ultra y una Santa Elena. El resto de las paredes estaban adornadas con una centuria o genealogía de la casa de Austria con la figura de Set, del que surgían ciento veinte volcanes con tarjetas de oro con los nombres de los antecesores del rey Carlos II. En el salón principal de la entrada Dionisio Mantuano pintó en el techo una arquitectura en perspectiva con los cuatro elementos. En los dos grandes lienzos del salón se representaban todas las posesiones de España en África, en Italia, Flandes, América y las Islas de Cerdeña, Sicilia, Canarias y Filipinas. Encima de ellos, ejecutados por las manos de Andrés Smidt, había dieciséis óvalos en los que estaban representados obispos y capitanes insignes, así en las letras como en las armas. Según Mesoneros Romanos, que los pudo contemplar, estaban los retratos de medio cuerpo y de tamaño natural de los reyes Carlos II y su
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esposa; los santos Domingo de Guzmán, Ignacio de Loyola, Pedro de Alcántara y Teresa de Jesús; los gobernadores cardenales Jiménez de Cisneros y Gil de Albornoz; los jurisconsultos o doctores el Tostado y Covarrubias; los generales duque de Alba y Gran Capitán; los escritores sagrados fray Luis de Granada y el padre Eusebio de Nieremberg, y los profanos Góngora y Lope de Vega. Debajo de cada uno de ellos aparecía su nombre y el calificativo correspondiente de santo, gobernador, doctor, escritor, etc. En la imagen siguiente podemos ver una de las obras que pudo contemplar el decimonónico escritor y que fue publicada en el artículo que escribió sobre la Casa-Puerta. EL OBISPO DE ÁVILA, ALFONSO DE MADRIGAL, CONOCIDO COMO EL TOSTADO, Y MARÍA LUISA DE ORLEANS, PRIMERA MUJER DE CARLOS II
Cuatro mapas ocupaban toda la longitud de la sala, frente a la entrada principal los planos de España e Italia, sobre ellos los reyes con una tarjeta debajo con la inscripción: DOMINADORES. España sustenta la fe: ella el mundo, y a los dos, habéis de sustentar Vos. Bajo el plano correspondiente a los Países Bajos fue donde Dionisio Mantuano estampó su nombre y la fecha de ejecución. La belleza de los frescos de estas salas se perfeccionaba en el exterior con el espléndido jardín que mandó componer Juan Bautista Cassani. La vuelta a la Antigüedad Clásica en el Renacimiento reactivará el con-cepto de este espacio como lugar placentero de
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armonía entre naturaleza y arte 42. Esta percepción que pudo contemplar en su juventud en las villas romanas, junto a las numerosas obras pictóricas que representaban estos lugares idílicos, más las referencias que tomaría de los libros que disponía en su biblioteca sobre las variedades de plantas medicinales 43, que solían estar separadas por parterres del resto de la floración, así como las líneas seguidas por los artistas que lo elaboraron, le sirvieron para crear este jardín, cuya belleza fue sobresaliente en la época, pues el cardenal Savo Millini, siempre que sus obligaciones se lo permitían, se deleitaba en él 44. Si el citado personaje era un asiduo invitado de Juan Bautista Cassani, entendemos que el resto de su amistades también lo disfrutarían, así como las damas de la corte amigas de su esposa, entre las que se encontraba la misma duquesa de Alba, Guiomar de Silva Mendoza y Corella 45. El terreno ocupado por la finca era un gran cuadrado que estaba atravesado por un camino que la partía en dos y definía los distintos usos del suelo. Uno estaba dedicado a la huerta, por lo que en él se localizaba la casa de labor y las construcciones destinadas a los animales, el otro al jardín y al palacio. Desde la rotonda que se hallaba en el centro del citado camino partían dos paseos, el que iba directo a la mansión, que estaba ubicada en un extremo del lado de Sobre los jardines de la época véase LUENGO AÑÓN, MÓNICA, “El jardín barroco o la Terza Natura. Jardines Barrocos privados de España”, en EGIDO MARTÍNEZ, AURORA, LAPLANA GIL, JOSÉ ENRIQUE (Coord.), Mecenazgo y Humanidades en tiempos de Lastanosa: Homenaje a Domingo Ynduráin, Instituto de Estudios Aragoneses: Institución Fernando el Católico, 2008, pp. 89-112. 43 SUVERTI, EMMANUELIS Florilegium, Francofurti, 1612, Amstelodami, 1647 y LAGUNA VELÁZQUEZ, ANDRÉS, Pedacio Discórides Anarzabeo. Acerca de la materia medicinal y de los venenos mortíferos, Edición de 1566, Biblioteca de Clásicos de la Medicina y de la Farmacia Española, 1999. 44 GARCÍA CUETO, DAVID, Op. Cit., pp. 355-356, nota al pie 1223. 45 La amistad entre ellas la hemos conocido a través de la correspondencia de Juan Bautista Cassani. BRAH, signatura 9/3642, Papeles Particulares. Borrador de carta manuscrita de Juan Bautista Cassani para Francisco Barlettani en Roma. Madrid 20 de agosto de 1687. 42
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poniente, a la derecha de la puerta que daba acceso a la propiedad, y el que delimitaba en dos cuadrados iguales el jardín, que continuaba girando a izquierda y a derecha por tres lados del perímetro del cerramiento. Los macizos de flores formaban en la parte más cercana a la casa dos trapecios rectángulos, mientras que en la otra zona un óvalo de vegetación rodeado por un sendero estaba inscrito dentro de un cuadrado. Las plantas más extendidas y que delimitaban espacios eran los boj, sin embargo, el marqués de los Balbases los mandó retirar para en su lugar colocar siete mil rosales, también ordenó plantar espinos y veinticinco árboles frutales, además comisionó a adquirir nuevas plantas y utensilios para encajarlas. Según el plano, el palacio pare-cía estar elevado sobre una gran terraza, lo que permitía una visión global del conjunto, característica muy típica del jardín francés. Plano “Noticiero-guía de Madrid” 1930 46
La decoración del jardín fue completada con bellas esculturas que se diseminaban a lo largo de él, Este plano publicado al final del “Noticiero Guía de Madrid” de 1930 lo hemos consultado en la BIBLIOTECA REGIONAL DE MADRID “JOAQUÍN LEGUINA”. 46
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quince representaban al natural y de medio cuerpo a los reyes de la dinastía austriaca. Otros elementos ornamentales eran las fuentes, la más sobresaliente de todas fue fabricada en mármol blanco, disponiendo alrededor de ella nueve figuras de metro veintiséis centímetros de este mismo material. A pesar de que faltan estas últimas, podemos contemplar su magnificencia en la imagen siguiente.
Fuente del jardín de la Casa-Puerta 47
En la zona del huerto se plantaban todo tipo de ver-duras, de hecho, nos consta que la producción de espárragos era significativa, pues con ellos agasajó Juan Bautista Cassani a los más de cien jesuitas que visitaron su finca en 1687 cuando celebraron allí su día de campo 48. Para realizar las tareas agrícolas debieron contar con bastante fuerza de tiro animal, pues el aumento del consumo de cebada se disparó al año siguiente de comprar esta hacienda. Según la documentación cónsul-tada en 1667 adquirió para el CALVO, IGNACIO, Op. Cit. pp. 285. En la imagen podemos observar también los muros del vallado con grandes contrafuertes. 48 BRAH, signatura 9/3642, Papeles Particulares, borrador de carta manuscrita de Juan Bautista Cassani remitida al padre Francisco Morejón en Milán el 17 de abril de 1687. 47
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sustento de los animales de la casa 300 fanegas de cebada y la misma cantidad de sacas de paja, mientras que en 1670 compró en la villa de Carranque 400 fanegas y en la villa de Vallecas 500, más otras tantas de sacas de paja, lo que triplicaba la cuantía 49. Tanto la huerta como el resto de las plantas se irrigaban con el agua del Arroyo Abroñigal que pasaba por la finca. El sistema de regadío fue mejorado por el marqués de los Balbases cuando estuvo de inquilino en la Casa-Puerta. Como ya hemos señalado, se ocupó de llevar el agua al jardín, también aderezó la presa de la huerta, arregló los encañados de todas las fuentes de la finca y abrió una zanja en el prado exterior de la citada huerta. Todos estos arreglos supusieron un coste de 53.634 reales de vellón 50. El esplendor que lució en esta época la CasaPuerta se desvaneció con el paso de los tiempos, siendo tal la decadencia a principios del siglo XIX que incluso el palacio desapareció. Según cuenta Pedro de Repide en 1889 fue derribado, por lo que Ignacio Calvo en 1924 solo pudo tomar una serie de fotografías de la casa de labor y de las dependencias para los animales y los aperos de labranza, algunas de las cuales habían sido ampliadas o construidas por los franceses durante la Guerra de la Independencia, como el palomar, que fue edificado en el lugar que ocupaba la noria, que se aprecia en el extremo izquierdo de la imagen siguiente 51.
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AHPNM. Pº 11447, fols. 25-25v; 757-758r y 827-829v. AHPNM, Prot. 13704, fol. 25-91v. CALVO, IGNACIO, Op. Cit. pp. 278-282,
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Casa de labor y dependencias anexas
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La pérdida de la preciada joya El dispendio desembolsado por Juan Bautista Cassani en esta villa de estilo romano quizá contribuyera a que una década más tarde de su finalización cayera en bancarrota. No obstante, la concatenación de varios negocios fallidos fue lo que verdaderamente afectó a su casa. El primero de ellos le sobrevino el mismo año que compró la finca, pues el tesorero de la media anata de mercedes Manuel de Perea no le devolvió los 400.000
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reales de vellón que le había prestado con anterioridad. Los procesos judiciales que sobrevinieron después del concurso de acreedores que se formó contra el susodicho extendieron en el tiempo la deuda 52. A esto había que sumar que el citado tesorero estaba encargado de pagarle la renta del juro que por privilegio real disfrutaban los Cantones Católicos como pago por el servicio de los regimientos integrados en las huestes hispánicas, cantidad que a pesar de no haberla recibido fue adelantada por Juan Bautista Cassani a sus superiores. Estos en 1680, ante la imposibilidad de poderle satisfacer todo lo desembolsado para el sustento de los soldados que sirvieron en Extremadura, decidieron transferirle una parte importante del citado juro. El alivio económico que hubiera supuesto esta operación no se tradujo efectivamente, pues el nuevo tesorero de la media anata, sin tener constancia la hacienda real, dejó de pagar a los beneficiarios los juros durante más de siete años. Esto se produjo en un contexto de contracción económica por causa de la reforma monetaria que se llevó a cabo en España, lo que afectó a muchas compañías financieras, incluso hasta las más solventes cayeron en bancarrota. La coyuntura de deflación alarmó a la Cámara Apostólica que, viendo la difícil situación de liquidez de Juan Bautista Cassani, solicitó que se ajustasen las cuentas que llevaban más de diez años sin asentar. Ante la imposibilidad de poder satisfacer el importe en que fue alcanzado, el fiscal de dicha institución abrió un proceso judicial contra él, embargándole en diciembre de 1684 bienes muebles, raíces, joyas y la CasaPuerta. No obstante, por su estatus diplomático la Corona le concedió un juez conservador para que velase por sus intereses frente a los acreedores que se había constituido contra su casa 53. Esto le permitió ganar tiempo y saldar la deuda con la institución eclesiástica, por lo que en febrero de 1686 le fueron restituidos los AHPNM, Pº 11477, fols. 186-187v y 545-546v. El Consejo de Estado nombró como juez conservador a Jerónimo de Villamayor, primer marqués de Villamayor. Archivo General de Simancas (AGS) Sección Estado de Milán, leg. 3405, fol. 189.
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bienes confiscados que había estado depositado en la compañía genovesa de los Grillo 54. Juan Bautista Cassani recuperó la propiedad, pero solo pudo disfrutarla durante un par de años, ya que en enero de 1688, como ya hemos señalado, el administrador Andrés Squarzafigo y Centurión alquiló la finca al marqués de los Balbases por un periodo de siete años y por una renta anual de 825 reales de vellón. En el contrato de alquiler se especificó que como la intención última era venderla, si hubiera algún comprador interesado en ella antes de cumplido el plazo establecido debía abandonarla sin ningún impedimento. Además de esta cláusula se añadieron tres más, la primera tenía que ver con los arreglos que precisaba la finca, que debía realizarlos el marqués, pero se descontarían de la renta, si excediesen del importe señalado se abonarían después de efectuada la venta; la segunda hacía referencia al abastecimiento de agua al jardín, cuyo importe al ser elevado debía costearlo el marqués para después recuperarlo tras la enajenación de la Casa-Puerta, y la tercera, y última, estipulaba que pasado el periodo contractual el arrendador no podía expulsarle de la propiedad para alquilarla a otra persona o para su propio disfrute 55. El marqués de los Balbases desde el primer momento tuvo intención de quedarse con esta finca, pues los arreglos y demás condiciones señaladas anteriormente apuntan a ello. Es posible que Juan Bautista Cassani estuviera de acuerdo en que pasase a sus manos, pero no en la forma que se llevó a cabo y mucho menos en la cantidad en que la adquirió. Las relaciones entre ambos fueron siempre muy estrechas, compartían Las joyas que se le embargaron fueron: cuatro almendras de diamantes con copetes de plata y oro; otra joya de diamantes en cuyo centro estaba un retrato del rey Carlos II, la cual estaba tasada en 9.600 ducados de plata; otra con forma de corona cuyo precio era de 5.600 ducados de plata; una venera del hábito de Santiago con una esmeralda, rubíes y diamante que a la muerte de Juan Bautista Cassani fue valorada en 6.450 ducados de plata, y una joya redonda con un lazo cubierto de zafiros, topacios y diamantes con el revés esmaltado en fondo azul, nácar y blanco, su precio en 1704 fue de 1.450 ducados. AHPNM, Pº 11455, fols.78-80r. 55 AHPNM, Prot. 13704, fol. 25-91v. 54
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los mismos orígenes geográficos y sociales, ambos pertenecían a la élite de la sociedad genovesa y habitaban en el barrio de los Italianos de Madrid 56. Cuando el marqués venía a la corte después de las misiones encomendadas por la Corona 57 Juan Bautista Cassani lo visitaba para darle la bienvenida 58. En 1680, este último, ante los problemas económicos que se le presentaron y debido a la amistad existente entre ambos obtuvo del marqués una orden para retirar de la ciudad italiana de Novi 12.000 escudos de oro de marco que le fueron entregados por Vicente y Francisco Spínola, los cuales debían de ser devueltos en el término de un año. Sin embargo, las dificultades señaladas anteriormente le impidieron liquidarlo en el plazo fijado. Durante los años sucesivos fue sufragando parte del principal y los consiguientes intereses. Cuando se produjo la venta de la finca el montante adeudado todavía ascendía a 4.000 escudos de oro, a los que se añadieron otros 2.006 por los arreglos que realizó el marqués en la finca. Desprenderse de su preciado jardín supuso para Juan Bautista Cassani un duro golpe, y más tenerlo que hacer por tan exigua cantidad. El 10 de enero de 1693, dos años antes de cumplirse el contrato de arrendamiento, el marqués de los Balbases por medio de su apoderado, Juan Bautista Monti, propuso en una junta de acreedores que del reparto del tres por ciento de intereses que les correspondían de ese año él aceptaba la Casa-Puerta como pago del crédito que tenía contraído contra Juan Bautista Cassani. La puja, que 56 El marqués de los Balbases tenía dos viviendas en este barrio, una en la Carrera de San Jerónimo y la otra en la calle del Lobo, que lindaba con la de Juan Bautista Cassani. AHPNM, Pº 21657, fol. 811811v. 57Desempeñó cargos importantes dentro de la administración española: gobernador de Milán, plenipotenciario, consejero de Estado y de Guerra, gentil hombre de cámara y mayordomo mayor de la reina 58 En noviembre de 1687 regresó a Madrid el marqués de los Balbases, pero Juan Bautista Cassani no pudo darle la bienvenida hasta varios días después por las numerosas visitas que recibió. BRAH, signatura 9/3642, Papeles Particulares, borrador de carta manuscrita de Juan Bautista Cassani remitida al coronel Carlos Conrado de Beroldinghen el 27 de noviembre de 1687.
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fue aceptada, era de 6.006 escudos de oro, sin embargo, la cuantía le pareció muy escasa a Juan Bautista Cassani que intentó por todos los medios paralizar la venta, para lo cual se valió de algunos acreedores de Roma, a los que notificó que la postura ofertada no llegaba ni a la mitad de su valor. Teodosio y Simón Homen mostraron su descontento y se interesaron por ella, por lo que solicitaron nuevas tasaciones y requirieron a Juan Bautista Cassani y Andrés Squarzafigo y Centurión una declaración jurada de todos los acreedores que había contra su casa y los débitos contraídos con cada uno de ellos, asimismo demandaron una relación de los que habían asistido a la citada junta. Esto generó el enfadado del marqués, quien defendía que se cumpliera lo dictaminado en la reunión. A los retrasos provocados con estas peticiones se sumaron otros, como el ejecutado por Juan Bautista Boero, agente de Julio Spínola y los hermanos Durazzo de Génova, quien se negó a recibir los autos judiciales alegando estar muy enfermo para tratar de asuntos de negocios. La pérdida de tiempo con esta estratagema fue mínimo pues al final se dio como válida la entrega realizada a los criados. También Juan Bautista Cassani aplazó la venta alegando que los tasadores que evaluaron las obras realizadas por el inquilino no tenían los conocimientos suficientes, por lo que solicitó que se realizaran nuevamente. Su petición fue aceptada y se nombraron para tal fin a Miguel Chocarro, maestro de obras y alarife, y al fontanero Gaspar Romo, quienes estimaron un importe inferior al presentado por el marqués de los Balbases, pero como no pudieron calcular el valor de algunas partes que se hallaban bajo tierra, de las cuales existían recibos, el juez dio por válidas las primeras 59. Todos estos artificios para paralizar la operación solo alargaron en el tiempo su ejecución, de hecho, el 22 de diciembre de 1694 el Las pinturas habían sido previamente valoradas por el pintor madrileño Pedro Ruiz González, que tenía el taller del Arte del Pintor. Sobre este artista véase LÓPEZ SÁNCHEZ, FERNANDO, Pedro Ruiz González pintor barroco madrileño, Madrid, Ayuntamiento de Madrid, Área de Gobierno de las Artes, 2000. 59
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pregonero público de Madrid, Juan Galiano, informó en las calles de la villa que en el oficio del escribano de provincia Francisco Bueno de Arévalo se iba a proceder a la venta judicial de la Casa-Puerta por un precio de 6.006 ducados de oro, por lo que si había alguien interesado en ella era el momento de ofertar. Esa misma noche, al no haber ninguna otra puja, el citado escribano se dirigió a la casa de Pablo Spínola Doria para notificarle que era el nuevo propietario. Desconocemos el momento exacto en que se rompió la amistad entre Juan Bautista Cassani y el marqués de los Balbases, quizás se empezó a resquebrajar tras la firma del contrato de arrendamiento. De lo que sí tenemos constancia es que iniciada la proposición de compra entre ellos surgió un enfrentamiento directo, que incluso quedó patente en un documento notarial en el que el escribano Benito Figueras anotó que Juan Bautista Cassani llevado del odio y mala voluntad que le tiene [al marqués de los Balbases] por sus fines particulares, no le quería abonar los trescientos doblones que la razón bancaria de Francisco Barlettani y José Giudici tenían contraídos contra su casa y que habían traspasado al marqués de los Balbases para que los cobrara. En realidad no es que se negara a pagarle, sino que, atendiendo a que el interés del prorrateo que se estipuló para ese año a los acreedores era del dos por ciento, quiso aplicar este porcentaje a la cantidad señalada, cuando realmente la cesión que le correspondía del repartimiento eran los citados trescientos doblones. Por otro lado, debemos señalar también que las intenciones de Pablo Spínola Doria al adquirir este traspaso tuvo un punto de perversidad importante. Es más, para que la afrenta fuera mayor, eligió como su representante en el pago a Vicente Cantuchi, el tesorero de la Cámara Apostólica que relevó a Juan Bautista Cassani cuando esta institución lo destituyó del cargo 60. La bancarrota sufrida por Juan Bautista Cassani no mermó ni su estimación ni el respeto que ostentaba.
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AHPNM, Pº 13542, fols 278-280v.
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El descredito no fue tal como apunta Ignacio Calvo61, todo lo contrario, a pesar de las dificultades económicas siguió viviendo con un notable lujo y ostentación. Aparte de la asignación para alimentos que estaban obligados a destinarle los acreedores de los beneficios que se iban recolectando, y de los intereses producidos por el mayorazgo de su mujer, que eran significativos, contaba con el sueldo que gozaba como embajador, ya que de este cargo no le pudieron apear sus enemigos, al que iba además aparejado la concesión de las franquicias, alimentos exentos de pagos de impuestos que concedía la Corona, los cuales los arrendaba para sacar un mayor beneficio de ellos. Prueba de que continuó con una significativa riqueza lo podemos contrastar también a través del inventario post-mortem, en él se contabilizaron numerosas joyas, obras de arte, ricos muebles, y un sinfín de objetos de valor. Epílogo A lo largo de estas páginas hemos dejado patente que la Casa-Puerta con su palacio y jardín fue una bella villa de recreo de las afueras de Madrid. Su interior podía ser contemplado a través de la verja de hierro de la entrada por los paseantes que concurrían a refrescarse a la ribera del Manzanares las tardes del caluroso estío de la villa. Juan Bautista Cassani fue su verdadero inspirador y en ella plasmó el estilo preponderante de su amada Roma, para lo cual contó con artistas italianos o formados en Italia, eligiendo copias de obras de pintores naturales de este territorio, como Luca Giordano y Ticiano. Demostró a lo largo de su vida ser un gran mecenas que disfrutaba contemplando a su alrededor refinadas obras de arte de escultura y pintura, aunque tampoco le era ajeno la arquitectura, como lo prueba el hecho de la construcción del citado palacio y por las conversaciones que mantuvo con el padre Juan de Palazol sobre la comparativa entre el Monasterio de San Lorenzo del Escorial y el Colegio
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CALVO Y SÁNCHEZ, IGNACIO, Op. Cit., p. 277.
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Romano de Roma, o la relativa de San Pedro del Vaticano 62. Juan Bautista Cassani pudo deleitarse en la finca durante diecisiete años, durante los cuales gozó de grandes momentos de felicidad junto a su esposa e hijos, pero también le sirvió de refugio cuando grandes nubarrones se cernieron sobre sus negocios y, sobre todo, tras la pérdida de sus vástagos. Este consuelo no lo pudo tener cuando falleció su mujer, pues el deceso se produjo apenas pasado un año de la venta judicial, lo cual debió influir significativamente en la decisión de hacerse hermano de la Compañía de Jesús, aunque nunca ingresó en la institución, muriendo en 1704 en su domicilio de la calle del Lobo.
BRAH., Papeles Particulares. Borrador de carta manuscrita de Juan Bautista Cassani para el padre Juan de Palazol en Roma, 1 de Mayo de 1687. 62
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LA FUNCIÓN DE LA ENUMERACIÓN EN LA ENDIABLADA
RESUMEN: La enumeración es uno de los recursos retóricos
más comunes en la literatura, y su presencia en La endiablada es muy notable; sin embargo, todos los trabajos de este texto se han enfocado en cómo se describe la sociedad virreinal. Las funciones que la enumeración cumple en el texto de Mogrovejo de la Cerda se ven apoyadas por otras cuestiones mencionadas en los textos de retórica latina, como De la invención retórica y Retórica a Herenio.
PALABRAS CLAVES: Literatura hispanoamericana, Literatura virreinal, Literatura peruana, Mogrovejo de la Cerda, La endiablada La literatura del virreinato hispanoamericano ha recibido atención desde Víctor A. Ávila Garnica muchos enfoques, pero no todos los autores Universidad Nacional de Educación a la han obtenido de la misma manera, pues Distancia, Madrid, España Recepción:22 de agosto de 2018 basta ver cómo Sor Juana o Juan Ruiz de Aprobación: 03 de septiembre de 2018 Alarcón son más estudiados que otros. En tal situación puede colocarse La endiablada de Mogrovejo de la Cerda, cuyos estudios han sido pocos y han focalizado principalmente sobre la visión de la sociedad virreinal. Tal hecho ha dejado fuera temas vinculados a la estructura del texto. De La endiablada no se ha dicho tanto como se esperaría, a pesar de ser un texto relacionado con la picaresca española (perceptible en la influencia de Quevedo y Vélez de Guevara) (Gostautas, “La endiablada…”), una posible parodia de La cristiada de Hojeda (Rodilla, “Espacio simbólico”), una asequible imitación de Ementita nobilitas de Erasmo (Gostautas, “La endiablada…”, p. 997), por haber influido en escritores sudamericanos sucesores de Mogrovejo (Chang, “La endiablada…”), y por ser la primera ficción novelesca peruana (Rodríguez-Moñino, “Manus-critos…”, p. 99).
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Al hablar del análisis retórico de cualquier obra, surgen muchos puntos para discusión, por la consideración de las varias partes de tal teoría literaria, y de las figuras que se pueden revisar en cada una de éstas. 1 Una de las figuras más notables en el texto de Mogrovejo de la Cerda es la enumeración, la cual se ha definido como una figura de construcción basada en la acumulación de conjuntos o partes de un todo (Beristáin, Diccionario, p. 173), es una parte de la amplificación y de la distribución 2 que sirve para decir el número de argumentos a tratar –los cuales no debe ser más de tres, para evitar sospecha de preparación y artificiosidad– (Retórica a Herenio, I,10, 17), y suele ser parte de descripciones (Beristáin, Diccionario, p. 175), cuya finalidad es la de conmover mediante lugares comunes (Retórica a Herenio, II, 30, 47). 3 Con base en lo anterior, puede decirse que la enumeración es el depósito de una lista de elementos que forman parte de algo. Hay varios tipos de enumeración, de manera que ésta puede ser simple (cuando sólo son mencionados los elementos), compleja (cuando se dice algo de cada uno), unívoca (cuando son sinónimos), diversívoca (cuando no hay sinonimia) (Beristáin, Diccionario, p. 174), o caótica (con un orden anárquico por diversidad inconexa que le da coherencia interna) 4 (Ib., p. 176). La endiablada puede dividirse, por su forma narrativa, en dos partes: 5 Las partes de la retórica clásica son invención, disposición, elocución, memoria y acción (Cicerón, De la invención retórica, I, 9). No obstante, en la Retórica a Herenio, estos elementos son considerados como las cualidades que debe tener un orador, y no como las partes de la retórica (I, 2, 3). 2 Figura para asignar funciones a cosas o personas diferentes (Retórica a Herenio, IV, 35, 47). La otra parte de la distribución es la exposición. 3 Tal finalidad es la de la amplificación (considérese que la enumeración es una forma de amplificación). 4 Muy común entre los escritores barrocos (Beristáin, Diccionario, 177), como se aprecia en la poesía de Góngora y en el texto de Mogrovejo. 5 Esta división no responde en ningún sentido a una imitación a La cristiada, como podría suponerse a partir de lo antes 1
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• Fol. 2r – 6r: Diálogo con un narrador testigo. • Fol. 6r – 9v: Preguntas y respuestas entre los diablos. 6 La acción presentada en ambas partes es constante entre los personajes, pues se mantienen solamente hablando, aunque en la primera parte hablan del viaje a Indias y la facilidad para ganar almas para el infierno, mientras en la segunda se focaliza en una serie de preguntas y respuestas acerca de la sociedad virreinal. Como ya he mencionado antes, la enumeración es uno de los recursos retóricos más notables en La endiablada, que se encuentra a lo largo de todo el texto, pero sobre todo en la segunda parte de éste. La función cumplida por la enumeración es la de crear una corografía 7 de las Indias occidentales, con una presentación de tipo caótica. Las listas de elementos que presenta el texto se pueden clasificar de la siguiente manera: 1. Oficios en España (fol. 2v): Enumeración complementada con las preguntas del chapetón, y sirve para comparar lo que se presentará más adelante en el texto. Su más claro referente es el segundo libro de El buscón, en el que Pablos convive con arbitristas, clérigos, soldados, hidalgos, etc., personajes llenos de vicios (Quevedo, El buscón, II). 2. Navegantes y sus pecados (fol. 3r): Enumeración apoyada en la notatio –de manera que resulta compleja–, y cuyo objetivo es caricaturizar a quienes viajan con el diablo en el barco, aclarando qué tipo de personas se trasladan a Indias, lo que puede remitir al final de El buscón. A esta lista se le puede añadir aquella de personas que sirven de cuerpo al chapetón. comentado, porque el poema de Hojeda coloca en cada canto una situación distinta de la vida de Cristo; mientras, en La endiablada, no hay un cambio en la acción de los personajes. 6 Debe aclararse que en el cierre del texto vuelve el narrador testigo. 7 Figura retórica que describe una región (Lázaro, Diccionario, p. 117).
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3. Adjetivos usados (fol. 3v): Breve enumeración de caracterismos usados en la región, la cual es rematada con una ironía de lo enlistado, comentando que sólo al daño se le sigue diciendo “daño”. 4. Mandamientos del caballero (fol. 4r): Euteprismo que concluye de manera irónica en una apagóresis con la que se vitupera sobre la sociedad llena de hidalgos venidos a menos, a los que se les augura ser pícaros. Esto puede tener influencia tanto del Lazarillo de Tormes, donde se presenta un escudero para quien la imagen es lo más importante; como también del tercer libro de El buscón, por los intentos del personaje de entablar relaciones afectivas en la corte. 5. La familia (fol. 4v): enumeración que finaliza con humor en su último elemento, diciendo que “los cuñados, cuñados” son, como si no pudiesen ser algo peor, comicidad que busca amplificarse con el siguiente comentario: “con lo que me paresçio que sobraua en aquella casa. Y así dejé a don Suero aún más endiablado”, el cual deja entender cómo ante ciertos tipos de familias, no es necesaria la intervención de los diablos. Esto es un claro ejemplo de la mencionada influencia de la picaresca, pues el destino de los personajes de aquel género está siempre determinado por los oficios de los padres. 6. Oficios femeninos (fol. 5r): enumeración hiperbólica con comparaciones que recuerdan la obra de Rojas, por la descripción de una mujer con los oficios de Celestina y la cantidad de ventas de una mujer. 8 7. Oficios masculinos (fol. 5v): enumeración con clara influencia de Quevedo, por el ataque que éste hace a las convenciones en que todos los hombres son una burla de lo que deberían ser. Esta lista resulta un complemento de los oficios en España, y los mandamientos del caballero.
El texto más importante como referente para esta enumeración debió de ser La Celestina, aunque también hay muchos ejemplos con el mismo trato a la mujer en La lozana andaluza.
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8. Quejas de la nobleza (fol. 7r): breve enumeración que compara a quienes se dicen nobles en Indias con otros presumidos de la región, cuyo objetivo es dejar mal parados a los primeros, a manera de insulto. 9. Cambios de nombre (fol. 7v): enumeración de caracterismos, esto con fines cómicos, a partir de los intereses de los diablos, quienes explican que el motivo del cambio es evitar mencionar santos. 10. Salidas de la mujer (fol. 8v): breve enumeración misógina que presenta a las mujeres como devotas con salidas lejanas para ganar indulgencias, cuando realmente van a cometer infidelidades. 9 No obstante, esta lista debe funcionar como introducción para las siguientes dos. 11. La “tapada angelicata” (fol. 8v): enumeración con effictio de la donna angelicata, visto así a partir de las conveniencias de los diablos, parodiando con ello la tradición petrarquista al colocar ciertos mismos rasgos en mujeres que resultan feas. 12. El desengaño de las tapadas (fol. 8v): enumeración vinculada con la anterior, escrita a modo de ubi sunt, cuyo objetivo es desilusionar al lector sobre las características de las mujeres que habitan en Indias, aquellas que un momento antes habían sido enaltecidas mediante recursos petrarquistas. 13. Quejas de amigos (fol. 9r): enumeración que describe las costumbres, hiperboliza las prácticas, y remite a la cultura clásica. Aunque puede ser una descripción de la sociedad peruana, es posible que haya influencia de El buscón, por la relación que tienen Pablos y don Diego, que no se defienden entre ellos, sino que buscan colocarse como superior del otro. Estas enumeraciones responden a los tipos de lugares comunes que se presentan en la Retórica a Herenio. • Primer lugar: oficios en España. Corresponde a elementos superiores (Retórica a Herenio, II, 30, Ejemplos de este trato a la mujer se encuentran en Cornudo y contento de Lope de Rueda, así como en el Lazarillo de Tormes.
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48), en este caso todos vinculados a superintendentes de tribunales, litigantes, abogados, procuradores, secretarios, solicitadores, jueces, alguaciles, escribanos, mentirosos, homicidas y fulleros. • Segundo lugar: navegantes y sus pecados, adjetivos usados, mandamientos del caballero. Corresponde a las personas afectadas por lo denunciado, ya sean superiores, inferiores o iguales (Ibid.), siendo inferiores los navegantes, los adjetivos usados iguales, y los mandamientos de la caballería moderna algo que los haría superiores como pecadores. • Tercer lugar: la familia. Corresponde a elementos posibles de ocurrir si no se castiga (Ibid.); sin embargo, la enumeración enlista elementos que parecen ya estar castigando, toda la familia. • Cuarto lugar: quejas de la nobleza. Busca motivar que no se repitan los actos (Ibid.), lo que hacen los demonios al enlistar rasgos de la falsa nobleza indiana. • Quinto lugar: cambios de nombre. Suele recurrir a comparaciones porque su finalidad es la de mostrar que no habrá manera de solucionar el error que cometerían los jueces si fallan en contra de la causa expuesta (Ibid.), de manera que se compara la manera de decir ciertos nombres, cuya finalidad es evitar es evitar mencionar santos. • Sexto lugar: salidas de la mujer. Busca mostrar que el acto ha sido premeditado y deliberado (Retórica a Herenio, II, 30, 49), como son las salidas de las mujeres, según comentan los diablos. • Séptimo lugar: desengaño de las tapadas. Busca mostrar que el acto ha sido un delito atroz (Ibid.), y funciona como complemento de las enumeraciones que le anteceden (salidas y tapadas). • Octavo lugar: quejas de amigos. Corresponde a elementos que hacen único al acto (Ibid.), lo que se muestra sobre todo cuando se señala que no hay relaciones como las de Pintias y Damón, etc., mostrando con ello que es un sitio donde la amistad no se practica.
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• Noveno lugar: oficios femeninos y masculinos. Corresponde a la comparación de las faltas (Ibid.), hecho a partir de cómo son mujeres y hombres en Indias en relación con la forma de cómo deberían ser. • Décimo lugar: la “tapada angelicata”. Corresponde a circunstancias que acompañan al acto (Ibid.), y que, al vincularse con los lugares sexto y séptimo, amplifica la premeditación y atrocidad del acto, hablando de cómo las mujeres feas se disfrazan de bellas. Las trece enumeraciones de La endiablada pueden clasificarse en cuatro grupos, ajenos a los propuestos por Mabel Moraña como núcleos del relato; 10 pero sí fáciles de vincular con los atributos de negocios establecidos por Cicerón. 11 Así que las agrupaciones de enumeraciones resultarían en: 1. Oficios. Considera oficios españoles, femeninos, masculinos, y lo referente a las tapadas, cuyo núcleo principal es la cuestión laboral y obtención de bienes (en el caso de las tapadas). Mucho de lo dicho en estas enumeraciones son elementos que no cambian. 2. Llegados a Indias. Considera navegantes pecadores, mandamientos de caballeros, y quejas de la nobleza, pues todos se identifican como viajeros o características de los recién llegados. Lo mencionado aquí puede entreverse como lo que uno debe realizar para conseguir llegar a América. 3. Caracterismos. Considera adjetivos usados y cambios de nombre, cuyo núcleo principal es el tema del habla indiana. Estos son elementos que cambian su forma de España a Indias. 4. Costumbres. Considera familia y quejas de amigos, cuyo núcleo es la etopeya hecha por el diablo que ha llevado más tiempo en América. Todo esto es consecuente a la realización de la llegada a América. Se han propuesto cuatro núcleos principales del relato: Falsa nobleza, misoginia y matrimonio, profesiones y costumbres, y la práctica literaria (Moraña, “La endiablada…”, p. 564). 11 En De la invención retórica se proponen, como atributos de negocios, lo colindante, lo de realización, lo añadido y lo consecuente (I, 26 – 28). 10
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Con base en lo hasta aquí expuesto, es claro que la enumeración cumple diversas funciones en el texto de Mogrovejo de la Cerda, pero todas ellas enfocadas en una corografía de las Indias occidentales, todo esto a partir de la retórica latina, viendo el viaje quizá como un negocio y apoyándose en los lugares comunes propuestos para alcanzar determinados objetivos literarios. No obstante, es claro que La endiablada tiene muchos temas que deben ser revisados y sobre los cuales el análisis de sus aspectos más notorios, como la enumeración y las descripciones, serán útiles. BIBILIOGRAFÍA BERISTÁIN, HELENA, Diccionario de retórica y poética. México: Editorial Porrúa, 2013. CHANG RODRÍGUEZ, RAQUEL, “La endiablada. Relato peruano del siglo XVII” en Prosa hispanoamericana virreinal. Barcelona: Borras Ediciones, 1978, 43 – 76. CICERÓN, De la invención retórica. Trad. de Bulmaro Reyes Coria. México: UNAM, 2010. GOSTAUTAS, STASYS, “Del Árbol de las veras a La endiablada” en Estudios de historia, literatura y arte hispánicos ofrecidos a Rodrigo A. Molina. Madrid: Ínsula, 1977, 181 – 199. ___________________,“La endiablada de Don Juan Mogrovejo de la Cerda y El diablo cojuelo de Luis Vélez de Guevara” en Bulletin hispanique. T. 85, N. 1 – 2, 1983, 137 – 159. Lazarillo de Tormes, Ed. de Alberto Blecua. Madrid: Editorial Castalia, 2001. LÁZARO CARRETER, FERNANDO, Diccionario de términos filológicos. Madrid: Editorial Gredos, 1980. MORAÑA, MABEL, “La endiablada de Juan Mogrovejo de la Cerda: testimonio satánico-satírico-burlesco sobre la perversión de la utopía” en Viaje al silencio: Exploraciones del discurso barroco. México: UNAM, 2005.
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QUEVEDO VILLEGAS, FRANCISCO DE, El buscón. Ed. de Domingo Ynduráin. Madrid: Editorial Cátedra, 2012. Retórica a Herenio. Trad. de Salvador Núñez. Madrid: Editorial Gredos, 1997. RODILLA LEÓN, MARÍA JOSÉ, “Espacio simbólico y sociedad en un relato de la Colonia: La endiablada (c. 1624) de Mogrovejo de la Cerda” en Kipus. Revista andina de letras. N. 8, I semestre, 1998, 78 – 83. RODRÍGUEZ-MOÑINo, Antonio. “Manuscritos literarios peruanos en la biblioteca de Solórzano Pereira” en Caravelle. VII, 1966, 93 – 100. ROJAS, FERNANDO DE. La Celestina. Comedia o tragicomedia de Calisto y Melibea. Ed. de Peter E. Russell. Madrid: Editorial Castalia, 2001. STEIN, SUSAN ISABEL, “Juan Mogrovejo de la Cerda’s La endiablada and other fictions of colonial identity” en Hispanofilia. Sept; 112, 1994, 39
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LA FIGURA FEMENINA Y LOS ESPACIOS EN “DOMINGO” DE ÁLBUM DE FAMILIA, DE ROSARIO CASTELLANOS
RESUMEN: En la lectura de textos literarios, el espacio no solo
refleja aspectos de lugares que funcionarían como contextos situacionales sino que, en ciertos casos, hasta genera el sentido del texto, sirviendo de orientación para el análisis. Este artículo observa la relación entre la protagonista y los espacios en “Domingo”, el segundo cuento de Álbum de familia, de Rosario Castellanos. Hay dos espacios en “Domingo”, un estudio para pintar y un salón. Debido a la tendencia feminista que caracteriza a la autora, ha habido lecturas que ven el estudio como espacio que permite a la protagonista liberarse y realizarse como un sujeto femenino y, contrariamente, el salón se ha interpretado como un espacio sofocante donde confluye la sociedad en la que se encuentra inserta. Sin embargo, comprobaremos mediante nuestra lectura que los dos espacios no se oponen, sino que ambos prolongan la apatía y el vacío de la protagonista.
PALABRAS CLAVES: espacio, configuración de personajes, reconocimiento de sí mismo, vacío. INTRODUCCIÓN
Jinsol Choi Universidad Nacional de Seúl Recepción:16 de agosto de 2018 Aprobación: 31 de agosto de 2016
Las acciones de la protagonista de “Domingo”, el segundo de los cuentos de Álbum de familia, ocurren en dos espacios. Antonio Garrido Domínguez (El texto narrativo, 207210) destaca la importancia del espacio como elemento imprescindible en la construcción narrativa que influye en el establecimiento del género del cuento. Especialmente, en cuanto a la configuración de los personajes, el espacio puede servir de “un signo del personaje, y en cuanto tal, cumple un cometido excepcional en su caracterización, tanto en lo que se refiere a su ideología como a su mundo interior o personalidad, y, cómo no, su comportamiento” (216).
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Con base en esa premisa, identificaremos la relación entre la protagonista y los espacios del texto. Elia Saneleuterio Temporal hace alusión a la relación entre la configuración de las mujeres en el libro de cuentos de Castellanos y el espacio codificado de las convenciones sociales (Saneleuterio Temporal, “Familia de cuentos”, 3-4). Joanna O’Connell (O’Connell, Prospero’s Daughter, 191) ha señalado como el tema central en Álbum de familia la “toma de conciencia” de los personajes femeninos. Esta observación se destaca mayormente en el primer cuento, “Lección de cocina”, siendo la cocina el espacio donde la protagonista reflexiona y se autorreconoce. Este espacio del primer cuento es un tema muy estudiado por la crítica y hay numerosas interpretaciones (O’Connell, 192-195; Sánchez Ramos, “El retrato de la mujer en tres cuentos”, 105-109; GacArtigas, “La cocina: de cerrado espacio de servidumbre a abierto espacio de creación”, 19). Podríamos preguntarnos si este tipo de espacio del reconocimiento de sí misma también se hallaría en el caso de “Domingo”. Por lo tanto, en este estudio analizaremos la relación entre los espacios y la configuración de la protagonista en “Domingo”, uno de los cuentos menos estudiados de Álbum de familia. EL SECRETO DEL ESTUDIO DE PINTURA Hay dos tipos de espacio en “Domingo”: el estudio y el salón. Edith, la protagonista, está casada con Carlos y tiene un acuerdo con su esposo sobre tolerar sus aventuras a no ser que lleguen a constituir una amenaza para su matrimonio. Edith llega al punto de considerar a la amante de su marido como “un complemento indispensable” (Castellanos, Álbum de familia, 31). 1 Por su parte, el narrador refiere que Edith también tuvo una aventura con un artista, Rafael, que le permitió despertar en ella su lado artístico; pero, finalmente, el pintor la deja y se va de la ciudad: “Edith Se cita por esta edición. En adelante, se indicarán las páginas entre paréntesis.
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lo recordó sin nostalgia ya y sin rabia tratando de ubicarlo en algún punto del planeta” (24). Sin embargo, Edith sigue pintando en su propio estudio. Según la alusión sobre el estudio, la percepción de la protagonista es de un espacio secreto e íntimo, no porque esté escondido sino porque los recuerdos asociados con dicho espacio se relacionan con el amor de Rafael: Después de todo a Rafael le debía el descubrimiento de su propio cuerpo, sepultado bajo largos años de rutina conyugal, y la revelación de esa otra forma de existencia que era la pintura. De espectadora apasionada pasó a modelo complaciente y, en los últimos meses de su relación, a aprendiz aplicada. Había acabado por improvisar un pequeño estudio en el fondo del jardín. [...] Edith llenaba las telas con esos borbotones repentinos de tristeza, de despojamiento, de desnudez interior. Con esa rabia con la que olfateaba a su alrededor cuando quería reconocer la querencia perdida. No sabía si la hallaba o no porque el cansancio del esfuerzo era, a la postre, más poderoso que todos los otros sentimientos. Y se retiraba a mediodía, con los hombros caídos como para ocultar mejor, tras la fatiga, su secreta sensación de triunfo y de saqueo (23-25).
En la cita anterior, destacan los sentimientos que permanecen en Edith gracias a su actividad en el estudio, “tristeza”, “despojamiento”, “desnudez interior”, los cuales se enuncian sin valorarse como positivos o negativos: “sensación de triunfo y de saqueo”. Si consultamos el DRAE acerca de la definición de la palabra ‘secreto’, del latín secrētum, veremos que se refiere a lo oculto que tiene valor o poder para cambiar en el caso de que se revele, además de que se guarda a conciencia para beneficiarse con dicho secreto: “Cosa que cuidadosamente se tiene reservada y oculta”, y en su segunda acepción consigna: “reserva y sigilo” (s.v. DRAE). De dicha definición podemos deducir que para configurar un secreto se necesita la intención o acción de ocultar una acción o un elemento de valor, sabiendo
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que aquello tiene poder para provocar cambios. En el caso de Edith, se puede pensar que, con la devoción artística, la que le recuerda los momentos felices mayormente relacionados con Rafael, se presentan algunos cambios en su vida. Descubre su cuerpo y logra expresarse a través de la pintura. Edith sentía “secreta sensación de triunfo” (25), porque apreciaba la actividad realizada dentro del estudio. La ubicación del mismo, “en el fondo del jardín” (24), también resuena con su rasgo secreto. Con el hecho de que Edith considere su estudio como un espacio del secreto, se puede suponer que Edith ha logrado sublimar su secreto en el arte. En este sentido limitado, Elia Saneleuterio Temporal (Saneleuterio Temporal, “Familia de cuentos”, 2-5) hace una analogía entre el estudio y el cuarto propio de Virginia Woolf. Saneleuterio Temporal afirma que el estudio le permite a la protagonista hacerse libre porque interpreta que Edith podía reconocerse a sí misma dentro del estudio. Sin embargo, para decir que el estudio influye en la protagonista de forma decisiva, la alusión al estudio es demasiado breve en el relato. Además, la protagonista no muestra coherencia ni continuidad de las debidas acciones a lo largo del cuento. Para decir que Edith hubiese tenido el estudio como el verdadero espacio del secreto, donde ella pudiese reconocerse, deberían haberse presentado las señales que indicaran ese reconocimiento de sí misma en el resto del cuento; señales como comportamientos, pensamientos y actitudes distintos debidos a la existencia del estudio. Así, habría sido imaginable la presencia e influencia del estudio por corta que fuera su alusión. Pero la protagonista no los demuestra. Más bien, después de la breve presentación del estudio, Edith solo muestra su letargo frente a la vida durante el resto del cuento. La existencia del estudio queda invisible a lo largo del cuento y su trascendencia va disminuyendo. Es como si la protagonista se hubiese olvidado del estudio o no le hubiese dado tanta importancia. La protagonista tiene su propio secreto y un lugar vinculado con él, pero faltaría integrar lo que pasa en torno al estudio en la otra parte de la vida, la cual se desarrolla mayormente
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en el salón, en este cuento. Tras la introducción de la relación con Rafael y el estudio, el narrador empieza la anécdota del domingo cuando se realiza la reunión y en donde “tenía que renunciar a sí misma en aras de la vida familiar” (25). Ahí tiene lugar el cambio del espacio y el estudio del secreto queda al margen de la voz narradora. EL SALÓN DEL VACÍO El salón es un espacio para mantener el estatus social y civil de los personajes. El matrimonio del cuento tiene una reunión de amigos en un domingo, de la que se trata en la única conversación entre la pareja. En su matrimonio, el único gesto que “conservaba su frescura, su espontaneidad, su necesidad” (26) era “un grito estentóreo e indiferenciado para aplacar la vitalidad de sus cachorros” (25), refiriéndose a sus hijos, y “los otros se habían estereotipado y por eso mismo resultaban perfectos” (26). En esta situación conyugal en crisis -o ya fracasada-, la reunión de los amigos no tiene como fin la comunicación íntima entre amigos sino solo para sostener ante la sociedad la imagen del matrimonio de la protagonista: La reunión ya es un mero acto repetitivo de la vida familiar y el espacio del salón se presenta como el de los rituales del matrimonio. Ante esta situación rutinaria, los esposos no muestran ninguna voluntad de confrontar el problema de su distanciamiento ni propician una conversación que pueda ayudar a mejorar su relación conyugal. Se conforman con vivir juntos porque no hay sentido en separarse sacrificando lo que han conseguido: Antes también Edith hubiera hecho lo mismo que Luis y Jorge: separarse, irse. Ahora, más vieja (no, más vieja no, más madura, más reposada, más sabia) optaba por soluciones conciliadoras que dejaran a salvo lo que dos seres construyen juntos: la casa, la situación social, la amistad [...]. Se encontraba uno en todas partes, donde no era posible retorcerse de dolor ni darle al otro una bofetada para volverle los sesos a su lugar, ni arrodillarse suplicante. Entonces ¿qué sentido tenía irse? Aunque se quiere no se
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puede. Edith tuvo que reconocer que no todo el mundo estaba atado por vínculos tan sólidos como Carlos y ella. Los hijos, las propiedades en común, hasta la manera especial de tomar una taza de chocolate antes de dormir. Realmente sería muy difícil, sería imposible romper (2627).
La protagonista no muestra interés por salvar su matrimonio pero tampoco lo quiere romper. Sólo deja que su vida corra como sea porque todo se repite y va a seguir igual. Esta resignación prevalece durante el resto del cuento y Edith se va convirtiendo cada vez más en espectadora que participante, aunque cargada de poder por la función que realiza como focalizadora de la narración 2. La mayoría de sus acciones se limitan a contemplar las situaciones dentro del salón pero con actitud de apatía. De hecho, actúa como si todo le diera igual porque solo busca los placeres pequeños o las gracias por las atenciones que ofrece a sus invitados que sustituyen temporalmente el hastío. Por ejemplo, en cada reunión, “muchos [llevaban] una compañía que iba a permitir a la dueña de casa trazar el itinerario sentimental de sus huéspedes. Esa compañía era el elemento variable que Edith aguardaba con expectación” (28). Una de esas compañías que le llama la atención es Renée, una actriz francesa, amante de Vicente Weston. Renée llega a abortar al supuesto hijo de Vicente y, ante la noticia, la actitud de Edith es indiferente y apática: -¿Renée?-preguntó tranquilamente Edith. Vicente se golpeó la cabeza con los puños. -¡Abortó! Ella sola, como un animal. -Yo la vi representar esa escena de La salvaje de Anouilh en la Academia de Seki Sano. A pesar de las objeciones del Maestro, Renée no lo hacía mal. [...] -Los parlamentos de La salvaje, cuando narra este hecho, son siniestros. No me extraña que te hayan Mieke Bal (Teoría de la narrativa, 110) señala: “La focalización es la relación entre la «visión», el agente que ve, y lo que ve. [...] Si el focalizador coincide con el personaje, éste tendrá una ventaja técnica frente a los demás”.
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alterado tanto...aunque los hayas oído sólo por teléfono. -¿Crees que es teatro? [...] -Ay, Vicente, qué ingenuo eres. Todo vuelve a ser igual, con Renée o con otra. La vida es más bien monótona. Ya tendrás muchas oportunidades de comprobarlo (42-43) 3.
Los comentarios sobre la interpretación de Renée, inadecuados y burlescos en esta situación trágica, muestran que Edith se comporta como una espectadora hacia la vida en general. No quiere empatizar con nadie y valora la miseria del otro como un happening, un espectáculo improvisado de la vida. En la conversación de la cita anterior, se mencionan dos artistas, Jean Anouilh y Seki Sano, que criticaron la decadencia e hipocresía del burgués a través de sus obras literarias. El primero, con su corriente existencialista, focaliza la atención crítica en la condición humana y los ideales burgueses (Pronko, The World of Jean Anouilh, 17-21 y 73). El segundo, destacado por su devoción al comunismo, vivió sus 28 años creativos en México, después de haber sido perseguido por el gobierno japonés por su compromiso ideológico con el comunismo y por haber viajado a la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. Seki Sano vio que era importante hacer conciencia en la gente para liberarla de la manipulación de la elite social, por lo cual se consideró su obra literaria como “teatro popular” (Tanaka, “Seki Sano and Popular Political and Social Theatre in Latin America”, 59). Aunque durante su estancia en México una de sus mayores actividades fue la de promover el “Anti-Nazi-Fascismo”, Tanaka (53-69) afirma que la base de su crítica apunta a la hipocresía y a la corrupción del burgués. Cuando Edith se burla de Renée, con la alusión irónica hacia aquellos artistas, Un poco después, como si fuese para cumplir lo que dice Edith, en el final de cuento, Vicente ya es uno de los tres hombres que esperan seducir a una nueva mujer, esta vez la alemana Hildegard, novia de Hugo; entre ellos está también Octavio, que había intentado seducir a Edith unos instantes antes, descontento de su matrimonio. Así, se mantiene la repetición de engaños y seducciones. 3
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paradójicamente se burla de sí misma sin darse cuenta. En consecuencia, la absurdidad reforzada por la resignación de los personajes se repite formando una cadena interminable. El único remedio es que pase el tiempo porque “los domingos son mortales. Pero luego viene el lunes y...” (46). Los puntos suspensivos refuerzan la actitud de apatía hacia la vida, a tal punto que la protagonista convierte a Lucrecia, la amante de su marido, en “su confidente y de pronto ambas se descubrieron como amigas íntimas sin haber luchado nunca como rivales” (32); incluso, la invita a la reunión porque “es la única manera de tener con nosotros a Carlos” (44). A Edith le importa mantener el estatus social, aunque la manera de hacerlo sea destruyendo su integridad. Esta contradicción es posible porque, según afirma la protagonista, en esta vida “todo se vuelve igual” (43). Será un mero caso agregado e igual que antes. Por lo tanto, podemos valorar este salón como el espacio del hastío y del vacío. ESPACIOS Y CONFIGURACIÓN DE LA PROTAGONISTA Antonio Garrido Domínguez (210-215) ha categorizado en cuatro los tipos de espacio. Según el teórico, hay espacios que circunscriben o provocan las acciones, que representan y simbolizan los personajes, que sirven solo para referirse a los lugares determinados y los espacios fantásticos. Todos estos espacios sirven como un “soporte” del texto, construyendo la verosimilitud, el sentido y la estructura del texto (Garrido Domínguez, 216). El espacio no es solamente un lugar en donde se condensan los sentidos, sino que también funciona como una variable que ofrece y lleva su propia significación independientemente de cómo sea su representación; aunque un espacio dado no se mencione de manera explícita como marco de la narración cumple su función de impulsar o controlar otros elementos narrativos. El estudio de Edith da la impresión de ser el espacio donde se encuentra el secreto o lo valioso de la protagonista, el lector puede relacionarlo con el espacio metafórico o el signo central de la caracterización de
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este personaje. Y el salón donde se realiza la reunión se podría considerar como un fondo o un lugar referencial como un salón común y corriente, porque no se explicita su descripción para poder conceptualizarlo. Este efecto se debe a que las formas de enunciar cada espacio son diferentes. En el caso del estudio, solamente se alude dentro del texto, mediante la explicación del narrador. Vinculado con el amante del pasado, el estudio refuerza la imagen de un signo íntimo de la protagonista y las acciones que allí realiza se describen como hechos del pasado por medio del narrador. Sin embargo, en el caso del salón, se omite su descripción como un espacio determinado y el lector puede recrear su imagen solo por las actividades de los personajes que se encuentran allí. Además, la intervención del narrador disminuye a medida que avanzan las escenas que se representan por los diálogos de los personajes, como el de Edith con Vicente arriba citado. No obstante, el espacio que domina el ambiente general del cuento es el salón. Por no hablar del volumen que ocupan las escenas ahí realizadas, también el salón sirve como un espacio de metonimia para el personaje, en este caso, de manera inductiva. El sentido del salón se produce sumando las acciones y las actitudes de los personajes. Podríamos afirmar que las actitudes coinciden en la mayoría de los personajes dentro del espacio, por medio de las cuales el salón cobra el significado del hastío y de vacío. Esta actitud es también la que Edith sigue manteniendo hasta el final y el relato no ofrece ninguna salida. Así, el salón tiene más peso en el desarrollo y en el sentido de la trama. Aunque con la descripción primera del estudio puede dejar la idea de ser el foco secreto, no sirve más que para reforzar el vacío que reina en el cuento, representado en Edith: Se vio a sí misma excluida de la intimidad de Carlos y Lucrecia del dolor de Jorge, del juego de los otros. Se vio a sí misma, borrada por la ausencia de Rafael y un aire de decepción estuvo a punto de ensombrecerle el rostro. Pero recordó la tela comenzada en su estudio,
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el roce peculiar del pantalón de pana contra sus piernas; el sweater viejo, tan natural como una segunda piel (46).
Cuando la protagonista está a punto de reconocer su infelicidad, el estudio le sirve de tranquilizante para dejar que corra el tiempo en igual dirección, pero no para plantear dudas ni para renovarse fundamentalmente. El estudio no es un espacio emancipador porque no funciona para que Edith pueda realizar su toma de conciencia, sino que solo prolonga su vida aparentemente tranquila. En cuanto a la relación de los dos lugares, el estudio se disuelve en la narración para dar paso al salón, formando un círculo donde todo se repite y se mantiene igual. El salón, además de ser el contexto, representa la vida que lleva la protagonista y el estudio no cambia la vida representada en el salón, porque es un lugar que se mantiene apartado de los personajes que acuden el domingo a la casa de la protagonista. Los dos espacios construyen un círculo, el salón que abre y cierra el relato comprendiendo en su interior al estudio que se alude también al inicio y como el espacio en que proseguiría la acción al lunes siguiente. En dicho espacio circular, los personajes siguen repitiendo las mismas acciones vacías de su vida burguesa. Irónicamente, mantener ese vacío no es fácil. La protagonista tiene que hacerse amiga de la amante de su marido e invitarla a la reunión. Ha pasado por varias infidelidades de su marido, una propia aventura suya, los dolores causados y hasta la resignación. Edith reconoce su situación cuando dice: “Nunca he pretendido ser más que una burguesa. Una pequeña, pequeñita burguesa. ¡Y hasta eso cuesta un trabajo!” (44-45). Acerca de dicha actitud, Rosario Castellanos evalúa a su personaje diciendo: Y un vago afán de arte... ¿No será por allí el camino? Pero Edith es perezosa, frívola y le gusta vivir a gusto. Mientras la pintura le proporcione satisfacciones seguirá recurriendo a ella. Pero en cuanto empiece a plantearle exigencias va a abandonarla. Y la figura amorfa de su cuadro inconcluso será ella misma. Lo
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sabe y lo acepta de antemano con una cierta sonrisa. 4
En conclusión, el estudio no es un espacio equivalente al propuesto por Virginia Woolf que le permita a Edith liberarse a través del arte, sino que debilita poco a poco su autonomía coadyuvando a que se establezca en el vacío. Es la misma estrategia que la protagonista había optado para aliviarse de los amores perdidos y para mantener cerca a Carlos, a fin de parecer una familia normal: encontrar sustitutos para no aburrirse y dejar que la vida siguiera su curso igual. Así pues, a Edith no se le puede llamar artista sino que su papel es el de la madame del salón, el espacio que domina el “Domingo”. BIBLOGRAFÍA BAL, MIEKE, Teoría de la narrativa. Una introducción a la narratología. Trad. Javier Franco. Madrid: Cátedra, 1990. CASTELLANOS, ROSARIO, “Domingo”. Álbum de familia. México: Joaquín Mortiz, 1971. 23-46. GAC-ARTIGAS, PRISCILLA, “La cocina: de cerrado espacio de servidumbre a abierto espacio de creación”, Ângulo, 117:8, 2010, 18-22. GARRIDO DOMÍNGUEZ, ANTONIO, El texto narrativo. Madrid: Síntesis, 1996. O´CONNELL, JOANNA, Prospero’s Daughter. Austin: University of Texas, 1995. PRONKO, LEONARD CABELL, The World of Jean Anouilh. Berkeley: University of California, 1961. SÁNCHEZ RAMOS, NÉLIDA JEANNETTE, “El retrato de la mujer en tres cuentos”, GénEros, 15:4, 2016, 103-116. SANELEUTERIO TEMPORAL, ELIA, “Familia de cuentos. Sobre la narrativa breve de Rosario Castellanos”, Revista Crítica de Narrativa Breve, 2, 2017, 1-12. Rosario Castellanos citada por Victoria E. Urbano (“La justicia femenina de Rosario Castellanos”, 14). 4
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TANAKA, MICHIKO, Tanaka, “Seki Sano and Popular Political and Social Theatre in Latin America”, Latin American Theatre Review, 27:2, 1994, 5369. URBANO, VICTORIA E., “La justicia femenina de Rosario Castellanos”, Letras Femeninas, 1:2, 1975, 9-20.
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EL LIBRO DENTRO DEL LIBRO: UN JUEGO DE ESPEJOS EN LA NARRATIVA FANTÁSTICA
La certidumbre de que todo está escrito nos anula o nos afantasma. La biblioteca de Babel, J. L. Borges Alguien me dijo: No has despertado a la vigilia, sino a un sueño anterior. Ese sueño está dentro de otro, y así hasta lo infinito… La escritura de Dios, J. L. Borges
RESUMEN: El libro emana un innegable halo de seducción que
ha fascinado desde su mismo nacimiento a la impresionable mente humana. El libro ha cautivado a numerosos escritores, convirtiéndose incluso en objeto fetiche para grandes iconos literarios. Un ejemplo emblemático lo constituye Borges, que, como en un juego de espejos ‒esos ingenios que tanto lo fascinaron y atemorizaron al tiempo‒, retoma con insistencia, obsesivamente se diría, el recurso literario del libro dentro del libro. No obstante, Borges, a su vez, es hábil receptor de Salomé Guadalupe Ingelmo una larga tradición cultivada por la narrativa en Universidad Autónoma de Madrid Recepción:5 de agosto de 2018 lengua inglesa, que había explotado ya Aprobación:22 de agosto de 2018 precedentemente con enorme éxito, en el contexto del género fantástico y de terror, el recurso del libro maldito, del cual el Necronomicón de Lovecraft constituye ejemplo paradigmático pero en absoluto aislado. PALABRAS CLAVES: Bibliofilia, Gabriel García Márquez, Howard
Phillips Lovecraft, Jorge Luis Borges, Libro maldito, Magia de la palabra, Necronomicón, Sacalidad del libro.
BORGES EL BIBLIÓFILO Borges declaró sin tapujos su pasión fetichista por el libro en numerosas ocasiones: en obras de narrativa, poesías, conferencias y entrevistas. En El libro de arena,
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el protagonista, un misántropo bibliotecario recién jubilado que nutre una gran afición por el coleccionismo de libros como Borges, confiesa esa debilidad que casi se puede considerar trastorno y que al final lo expone a la amenaza del pernicioso texto que da nombre al relato. Borges, que se enfrascó en la lectura de la biblioteca paterna con tan solo cuatro años de edad, reconocía haber adquirido su experiencia sobre la vida a través de los libros. “En realidad, creo no haber salido nunca de esa biblioteca”, admitía, consciente de que parecía más familiarizado con los libros que con las personas. Efectivamente, algunos estudiosos están convencidos de que, fundada su identidad en la biblioteca paterna, ésta se convirtió en su verdadera patria (Woodall, La vida, 54). Parece confirmarlo el hecho de que, si bien el Borges ya anciano se muestra a menudo hastiado de la vida y desprecia abiertamente la inmortalidad, recobra el entusiasmo por la longevidad e incluso por la posible eternidad ante la idea de un Paraíso con aspecto de biblioteca: Carrizo: Borges, usted alguna vez imaginó "el paraíso bajo la forma de una biblioteca". Borges: Ah, eso sí. Carrizo: En este caso. . . Borges: Sí, bajo la especie de una biblioteca. Carrizo:. . . . piensa en un paraíso. . . Borges: Eso sería muy lindo (Borges el memorioso, 48).
Antes de su entrevista con Antonio Carrizo, durante su presentación de Catálogo de la exposición de libros españoles, Buenos Aires, octubre, 1962, el escritor había confesado que sólo podía imaginar el Paraíso como una biblioteca: “Cada cual imagina a su modo el Paraíso; yo, desde la niñez lo he concebido como una biblioteca. No como una biblioteca infinita, porque hay algo de incómodo y de enigmático en todo lo infinito, sino como una biblioteca hecha a la medida del hombre.” (Borges, El Círculo, 27) 1. Estas palabras se recogen por primera vez en el Catálogo de la exposición de libros españoles, Buenos Aires, octubre, 1962, que Borges presentó en calidad de director de la Biblioteca Nacional, y para el 1
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Curiosamente, a pesar de las limitaciones impuestas por su enfermedad, Borges se declara cautivado no sólo por el texto, sino también por su presencia física, de la que aún podía seguir disfrutando a través del tacto y el olfato. “El libro, como el hombre que lo creó, se compone de alma y de cuerpo. De ahí el deleite múltiple que nos brinda: felicidad de la vista, del tacto y de la inteligencia”, afirmaba en aquella misma presentación el 9 de agosto de 1962 (Borges, El Círculo, 27). Borges, en efecto, manifestó una bibliofilia tan pertinaz que ni siquiera pudo aniquilarla su ceguera. “Yo sigo jugando a no ser ciego, yo sigo comprando libros, yo sigo llenando mi casa de libros”, reconocería en la Universidad de Belgrano, en otra conferencia sobre el libro pronunciada el 24 de mayo de 1978 ―y publicada al año siguiente bajo el título “El libro” (Borges, Borges, oral, 23)―. Según se desprende de algunas de sus entrevistas e intervenciones públicas, como la conferencia apenas citada, incluso no pudiendo ver ya los libros que se seguían agregando a su nutrida colección, las nuevas presencias parecían sosegarlo, le aportaban, según sus propias palabras, felicidad, y decía advertir su presencia benéfica alrededor: Los otros días me regalaron una edición del año 1966 de la “Enciclopedia de Brokhause”. Yo sentí la presencia de ese libro en mi casa, la sentí como una suerte de felicidad. Ahí estaban los veintitantos volúmenes con una letra gótica que no puedo leer, con los mapas y grabados que no puedo ver; y sin embargo, el libro estaba ahí. Yo sentía como una gravitación amistosa del libro. Pienso que el libro es una de las posibilidades de felicidad que tenemos los hombres. Extractos de una conferencia sobre el libro pronunciada por Jorge Luis Borges en la Universidad de Belgrano el 24 de mayo de 1978 (Borges, Borges, oral, 23).
que redactó un prólogo (pp. VII-VIII). El texto fue incluido después en El círculo secreto, obra recopilatoria aparecida tras la muerte del escritor que reúne las presentaciones de libros y los prólogos concebidos por él entre 1957 y 1985.
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Naturalmente, aunque en sus declaraciones el autor pareciese haber asumido con estoica resignación su condena, la pérdida de la visión debió de convertirse en una tortura mayor si cabe para un lector empedernido como él. El propio Borges se refiere en sus obras a la dolorosa penitencia que suponía depender de la lectura realizada en voz alta por los demás. Así se expresa en el Poema de los dones: Nadie rebaje a lágrima o reproche Esta declaración de la maestría De Dios, que con magnífica ironía Me dio a la vez los libros y la noche. De esta ciudad de libros hizo dueños A unos ojos sin luz, que sólo pueden Leer en las bibliotecas de los sueños…
Sin embargo, Borges, fiel a su veneración por el libro, sigue defendiendo que las bibliotecas han de ser salvadas. Si no para él, al menos para otros. Y me pregunto si quizá esta idea no subyace bajo un fragmento muy significativo de La biblioteca de Babel, donde el protagonista ruega para que el libro total, el reflejo de dios y compendio de toda la sabiduría, realmente exista y alguien pueda encontrarlo un día: “Si el honor y la sabiduría y la felicidad no son para mí, que sean para otros”. En el poema El guardián de los libros, efectovamente, se desarrolla la idea de que hay que salvar los libros a toda costa. Hay que proteger de la barbarie la cultura, aunque ésta sea ya sólo una sombra de lo que fue y quizá los antiguos textos, los últimos, ni siquiera puedan seguir siendo leídos. Porque, además, como el poema sugiere, la memoria individual se convierte en memoria colectiva, memoria de la humanidad, en el libro. Decía Borges que “de los diversos instrumentos del hombre, el más asombroso es, sin duda, el libro. Los demás son extensiones de su cuerpo. El microscopio, el telescopio, son extensiones de su vista; el teléfono es extensión de la voz […]. Pero el libro es otra cosa: el libro es una extensión de
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la memoria y de la imaginación” (Borges, Borges, oral, 13). Como es bien sabido, Borges nutrió una especial admiración por el Poema de Gilgamesh, texto que en vista de lo sofisticado de su lenguaje simbólico, especialmente en algunos fragmentos ‒pienso, por ejemplo, en todas las elaboradas metáforas sobre la muerte y en los personajes con ella relacionados‒, y sobre todo desde la perspectiva de un lector actual, podría catalogarse perfectamente en el género fantástico. En el Poema de Gilgamesh confluyen varios argumentos y circunstancias que seguramente justifican esa fascinación. Borges, el niño que creció en una biblioteca, debió de quedar impresionado al saber que un soberano asirio, ya en el siglo VII a. C., se había encargado de recopilar un ingente número de tablillas en su biblioteca. Pues para Borges la principal virtud del libro consiste en ejercer de memoria para el ser humano. “Si leemos un libro antiguo es como si leyéramos todo el tiempo que ha transcurrido desde el día en que fue escrito y nosotros. Por eso conviene mantener el culto del libro”, afirmaba (Borges, Borges, oral, 24). Partiendo de esta premisa, la lectura del Poema de Gilgamesh debía de ser interpretada por Borges prácticamente como un viaje a los orígenes de la historia de la humanidad. Y de alguna forma esta afirmación trasciende la mera metáfora, pues en la trama del poema mesopotámico Borges pudo encontrar los argumentos que después se desarrollarán en las tragedias griegas y que habrían de reproducirse en adelante; los grandes conflictos que han asediado y siguen asediando al ser humano. Además, Borges se lamentaba de que los escritores hubiesen abandonado la épica, ese género al que pertenece el ciclo de Gilgamesh y que sí ha seguido cultivando el cine. Ese género que está indisolublemente vinculado al nacimiento de la propia literatura y que, a su modo, también él intentó enriquecer exaltando a sus pendencieros gauchos.
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Por otro lado, Borges, para quien los sueños se convierten en un recurso habitual, seguramente supo apreciar la importancia que adquiere la revelación onírica en el Poema de Gilgamesh ―especialmente en el sueño premonitorio con el cual se le anuncia la llegada de Enkidu a la madre del héroe―. Así parecería corroborarlo el que abriese su Libro de los sueños precisamente con la historia de este rey. Borges, ese hombre insatisfecho y angustiado 2, perdido en el incomprensible laberinto existencial que en su literatura toma la forma del laberinto físico ―La Biblioteca de Babel, La casa de Asterión, La muerte y la brújula, El inmortal, El jardín de los senderos que se bifurcan, Abenjacán el Bojarí, muerto en su laberinto, Los dos reyes y los dos laberintos... 3―, que como Gilgamesh ―como cada uno de nosotros― fue un hombre en busca de respuestas, por fuerza hubo de identificarse con el protagonista de la antigua saga. Cada vez que Borges era invitado a hablar sobre el libro, cuando había de mencionar las obras cumbre de la literatura universal, aquellas que habían servido de sustrato esencial para el resto, además de nombrar el Poema de Gilgamesh, citaba Las mil y una noches, para él pieza maestra de la cultura árabe 4 ―porque, explicaba, le encantaba que le contasen buenos cuentos (Borges y Carrizo, Borges el memorioso, 50)―, la Biblia y los textos relacionados con la Cábala, estas dos últimas fruto de la tradición hebrea. Borges se revela sumamente ecléctico y sincrético. Cuando, partiendo de su poema Mateo, XXV, 30, Carrizo le pregunta de qué cultura se considera heredero, él contesta: “¿Yo? De todas. Sí. Hasta donde llega mi 2 Sus dos obsesiones, el espejo y el laberinto, se unen en una pesadilla recurrente de la que habla en su vejez: el escritor pasa de un cuarto a otro, todos idénticos, que acaban conformando un laberinto infinito del que no puede escapar. Ambos elementos, el laberinto y el espejo, se combinan también en La biblioteca de Babel. 3 Pero, además, la propia estructura de sus relatos, consciente o inconscientemente, es a menudo enrevesada y laberíntica. 4 Borges decía tener varias ediciones, entre las cuales la traducción del capitán Burton ‒con la que comienza El informe de Brodie‒, la de Lane y la de Weil al alemán.
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conocimiento. Pero yo creo que, sobre todo, hay dos. Que son Grecia y… Israel. Pero… ¿por qué negar otros países? ¿Por qué negar a la China, al Japón? ¿Y al Islam, también? Bueno, el Islam procede de Israel, desde luego.”. Además aclara que no menciona a Roma por ser una “extensión” de Grecia. Borges afirma: “Yo diría que todos los hombres occidentales, digamos, son esencialmente judíos y griegos. Porque sin la Biblia no existiríamos; sin Platón y sin los «presocráticos», tampoco.”. “De manera tal que para usted hay dos o tres libros realmente clásicos: la Biblia y algunos griegos”, indaga Carrizo. “Sí. Pero al mismo tiempo, pienso en «Las mil y una noches». Claro que «Las mil y una noches» son del Islam y el Islam es de Israel. Es decir, «Las mil y una noches» continúan la Biblia, de algún modo. Y quizá la Biblia sea más extraordinaria para nosotros que «Las mil y una noches», actualmente”, responde Borges (Borges y Carrizo, Borges el memorioso, 55-56). Son numerosos los relatos borgeanos que guardan algún género de relación con la Biblia ―La secta de los treinta, Las tres versiones de Judas, Los teólogos, El evangelio según San Marcos…―. Pues si bien Borges no fue creyente, hizo uso de la religión, igual que de la filosofía, como pretexto literario, atraído por las posibilidades estéticas que ambas disciplinas ofrecen en especial a la narrativa fantástica. De hecho, Borges no dudaba en catalogar públicamente la Biblia dentro de este género 5, y sostenía que Dios es la mejor creación que el mismo haya dado al mundo. En definitiva, Borges se sumerge en estos argumentos y maneja las fuentes relacionadas con un interés puramente metodológico y hermenéutico. Por eso se sintió atraído también por la Cábala, una de las doctrinas más herméticas que han existido, pero tras la cual se esconde un enorme esfuerzo por racionalizar el universo ―ya que los cabalistas intentaban acceder al sentido primigenio de la escritura, acercarse a la divinidad perfeccionando el Cuando, en una entrevista, Ernesto Sábato le pregunta por qué escribe tantas historias de carácter teológico, Borges responde: “Es que creo en la teología como literatura fantástica. Es la perfección del género” (Borges y Sábato, Diálogos, 34).
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conocimiento del lenguaje sagrado― que sin duda habría de complacer al cerebral Borges. De hecho, la Cábala, de una u otra forma, inspiró relatos como El acercamiento a Almutasim, Las ruinas circulares, El Zahir, El Aleph y La escritura de Dios. Y así, según diversos estudiosos, hasta cincuenta textos narrativos en los que podemos encontrar la influencia de los principales libros sagrados o argumentos de naturaleza religiosa en general, como: El golem, El milagro secreto, La muerte y la brújula, Tlön, Uqbar, Orbis Tertius, Los teólogos, El indigno… Borges, que se declara agnóstico, se aproxima a los textos bíblicos, al Antiguo y al Nuevo Testamento, de una forma muy personal, a menudo empleándolos como excusa para la reflexión. Porque el libro parece para Borges, ante todo, una vía de gnosis y de conocimiento en general. “El libro puede estar lleno de erratas, podemos no estar de acuerdo con las opiniones del autor, pero todavía conserva algo sagrado, algo divino, no con respeto supersticioso, pero sí con el deseo de encontrar felicidad, de encontrar sabiduría” (Borges, Borges, oral, 24). El recurso literario del libro maldito ahonda, precisamente, en la interpretación del libro como fuente de conocimiento, aunque éste acabe demostrándose peligroso y conduzca a la locura o la propia muerte. Pues, en efecto, el conocimiento superior corresponde únicamente a los dioses, y la revelación de la verdad universal, por fuerza, ha de originar la aniquilación de la frágil mente humana. EL RECURSO LITERARIO DEL LIBRO MALDITO Como apuntábamos al comienzo de esta exposición, sin duda, el libro dentro del libro se convierte en uno de los recursos literarios más afortunados y fecundos, sobre todo dentro del género fantástico. Si lo analizamos detenidamente en su conjunto, observaremos que un grupo muy concreto está constituido por libros malditos a los que dieron vida diversos autores que cultivaron el género de terror. La literatura en lengua inglesa se revela especialmente rica al
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respecto. Borges, que siempre se declaró muy influenciado por los autores ingleses y americanos, al tratar el argumento del libro prohibido o maldito, en efecto, recoge la herencia de Lovecraft y Chambers, creadores de los dos textos que habían de convertirse en iconos de este provechoso recurso. A la febril mente de Lovecraft debemos el nacimiento del libro maldito por antonomasia, el que posteriormente se convirtió en ejemplo para incontables autores. No obstante, el Necronomicón, a su vez, surgió bajo la influencia de El Rey de Amarillo, una antología de cuentos de Robert W. Chambers ―que recientemente inspiró la primera temporada de la aclamada serie True Detective― en la que un homónimo libro prohibido induce a la desesperación y la locura con tan solo leer algunas de sus páginas. El Necronomicón, ese misterioso y terrible grimorio ficticio, presuntamente obra de un árabe loco que lo habría escrito en la primera mitad del siglo VIII d. C., hace su aparición por primera vez en El sabueso, que data de 1922. En este relato dos decadentes aristócratas, hastiados tras haber probado todas las corrientes posibles en el plano estético e intelectual, buscando emociones, se convierten en saqueadores de tumbas y acaban desenterrando, en cierto cementerio holandés, unos restos con un amuleto que el Necronomicón vincula al culto de los devoradores de cadáveres de Leng. Pero lo cierto es que la presencia del Necronomicón se descubre o intuye, aquí y allá, en buena parte de la obra de Lovecraft: en La ciudad sin nombre (1921), cuyo protagonista posee una copia del abominable libro, que parece conocer casi de memoria y del cual recita fragmentos en su descenso al mausoleo donde antaño se veneró a una antigua raza reptiliana; en El ceremonial (1925), donde ya aparece asociado a repulsivos ritos para invocar a seres monstruosos ―perros alados similares al ser que se venga de los profanadores en El sabueso―, capaces de hacer perder la razón a un hombre cuerdo; en El morador de las tinieblas (1935), que lo menciona como una de las obras de cabecera de la sacrílega secta que profanó en el pasado una antigua
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iglesia donde aún se ocultan los cuerpos de remotas criaturas alienígenas; en El caso de Charles Dexter Ward (1941), donde el protagonista descubre que su antepasado, Joseph Curwen, oscuro nigromante originario de Salem, estuvo en posesión del libro y decide retomar las investigaciones del brujo, que lo conducirán a un irreversible deterioro físico y mental… Además, la huella del omnipresente Necronomicón se rastrea en las obras de otros escritores del circulo lovecraftiano ―como August Derleth o Clark Ashton Smith― y de numerosos admiradores del maestro. El libro entendido como un medio para alcanzar la revelación, una herramienta con la que rasgar el velo que normalmente oculta lo innombrable y atisbar así el terror más descarnado, también se convierte en pieza clave en El gran dios Pan, de Arthur Machen, autor que influyó profundamente en Lovecraft. En esta obra, las ilustraciones del libro desenmascaran el mal que, bajo forma de cautivadora mujer, ha perdurado entre los mortales a lo largo de los siglos, arrastrando a la depravación, la locura y la muerte a los hombres. Un mal que, naturalmente, está personificado por el fauno por excelencia, el pagano espíritu de los bosques que más tarde la Iglesia tomó como modelo para dar forma a su macho cabrío, el dios de los abismos, que perpetúa esa abyecta estirpe plantando su semilla en las imprudentes mujeres que osan asomarse a sus misterios. Libros ominosos y prohibidos a causa de la peligrosidad que entrañan fueron concebidos por una larga listas de escritores consagrados. Robert Bloch, en El vampiro estelar, publicado por primera vez en 1935, nos presenta a Luwdig Prinn, cruzado capturado por los árabes y adiestrado en las artes oscuras por hechiceros sirios durante su cautiverio. Este brujo habría sido autor, a lo largo de su dilatada y clandestina existencia, prolongada artificialmente mediante la magia negra, del grimorio ficticio De Vermis Mysteriis. La trama del relato comparte numerosas similitudes con El caso de Charles Dexter Ward, y de hecho Lovecraft, en cierto modo, reconoce la herencia de Bloch al mencionar el grimorio De Vermis
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Mysteriis en otras dos obras suyas: El morador de las tinieblas (1935) ―donde también se cita el Unaussprechlichen Kulten de von Junzt― y La sombra fuera del tiempo (1936). Efectivamente, El vampiro estelar pertenece al ciclo de Los Mitos del Cthulhu, que se debe esencialmente a Lovecraft, pero que recibe aportaciones también de otros autores coetáneos, posteriores e incluso precedentes. Robert E. Howard, por su parte, atribuye a un tal Friedrich von Junzt, miembro de diversas sociedades secretas que habría encontrado una muerte violenta y misteriosa, la redacción de Unaussprechlichen Kulten, otro peligroso libro esotérico citado, en 1931, en dos de sus relatos, Los hijos de la noche ―donde se descubre la existencia de una raza nocturna, antigua dominadora sobre la tierra, de apariencia humana pero con reveladores rasgos ofídicos que han sobrevivido, aunque atenuados, a lo largo de los siglos en unos pocos aborrecibles descendientes― y La piedra negra ―objeto alrededor del cual existió un culto sangriento y aberrante en tiempos inmemoriales, vinculado a un antiguo ser que habita las entrañas de la tierra esperado su momento―, pero al que posteriormente aludirán otros textos de diversos autores, pues de hecho en este fértil terreno hunden sus raíces más tempranas Los Mitos del Cthulhu. También Clark Ashton Smith inventa un tratado mágico prohibido, el Libro de Eibon, que será citado por Lovecraft en varios de sus textos ―El morador de las tinieblas, Los sueños en la casa de la bruja, El horror en el museo y La sombra fuera del tiempo―, pero cuyo contenido se revela parcialmente por primera vez en La llegada del gusano blanco, un relato escritor por Ashton Smith en 1933 y publicado en 1941. Allí se explica el origen del hermético ensayo, presuntamente redactado por el mago hiperbóreo Eibon, quien mediante la necromancia descubre los ritos con los que antaño se rindió culto a una abominable deidad con forma de gusano gigante. Los autores del círculo de Lovecraft se retroalimentan de estos tratados de brujería de su invención, a los que dotan de un marco que confiere consistencia:
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una historia llena de detalles que explican sus orígenes o las peripecias por las que pasaron, particularidades distintivas de las presuntas ediciones o supuestas biografías de sus autores. Todos estos artificios confieren visos de veracidad a su ingeniosa ficción. Citando esos legendarios tratados de magia de forma cruzada en sus respectivas obras, tejen conscientemente una intrincada maraña muy difícil de desembrollar. Además, saben que mencionando en varias fuentes de diversa autoría esos libros malditos, respaldan su presunta existencia. Mediante este tramposo mecanismo, los autores implicados en la farsa recrean una ilusión y perpetúan el engaño, generando confusión y haciendo pensar a más de un lector que, en efecto, los oscuros libros citados son fuentes realmente existidas. Incluso se cuenta que Borges, tan aficionado a este tipo de argucias bibliográficas, entró en el juego y abrió una ficha sobre el Necronomicón en la Biblioteca Nacional de Argentina. A su modo, Borges retoma el viejo argumento del libro maldito en varios de sus relatos. En La biblioteca de Babel, el hombre comprende que el intento por encontrar un sentido a la mente divina, en último término el libro que todo lo compendia y que se conserva en una laberíntica biblioteca donde se custodia todo el saber, sólo puede conducir a la locura6 ―En parte como castigo por la osadía de intentar acceder a la sabiduría total, que sólo pertenece a Dios, lo que convierte al libro en un trasunto del fruto prohibido del Paraíso, que también representa el sumo conocimiento 7―. Esta idea 6 No corresponde al hombre desvelar los misterios de la existencia. Por eso, en La biblioteca de Babel, tras el entusiasmo inicial al pensar que si el universo entero está recogido en una biblioteca el entendimiento del mismo es posible, quienes esperan obtener respuestas caen en el desaliento e incluso la demencia. Con la enajenación se paga también la búsqueda del conocimiento de Dios en El zahir. 7 En el Génesis, efectivamente, el fruto representa el sumo conocimiento. No obstante, en los textos mesopotámicos encontramos paralelos en los que la tentación, el objeto ambicionado―que curiosamente también es de naturaleza vegetal―, toma la forma de otro atributo divino: la eterna vida o la eterna juventud
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se reafirma más claramente aún en La escritura de Dios, donde, para colmo de lo absurdo, se descubre que el indescifrable plan divino está escrito en las manchas de la piel del jaguar, tan arbitrariamente distribuidas. En El libro de arena, esa obra indescifrable y demencial toma la forma concreta de un homónimo libro sagrado ―con una cantidad infinita de páginas numeradas de forma totalmente caprichosa―que le es ofrecido al protagonista, narrador en primera persona y misántropo bibliófilo como el propio Borges, por un vendedor de Biblias. Obsesionado hasta en el sueño por su nueva adquisición y persuadido de que en realidad tiene entre las manos un libro monstruoso, acaba escondiéndolo en la Biblioteca Nacional para eludir su perniciosa influencia. No se puede descifrar la mente de dios. Por eso, en la obra borgeana, el laberinto simboliza en Ocasiones, como en La biblioteca de Babel, la sabiduría divina o la inexpugnabilidad de esa ilimitada sabiduría divina. Un argumento que recuperaría después Umberto Eco en El nombre de la rosa, con su enrevesada y casi infinita biblioteca. La idea de que el libro ―en tanto compendio de la sabiduría 8 y alegoría de la mente divina 9― y el laberinto en el Poema de Gilgamesh y la capacidad de engendrar, de dar la vida, en Etana. 8 De toda la historia del pensamiento, comprendidas las falacias, como se indica en La biblioteca de Babel: “Todo: la historia minuciosa del porvenir, las autobiografías de los arcángeles, el catálogo fiel de la Biblioteca, miles y miles de catálogos falsos, la demostración de la falacia de esos catálogos, la demostración de la falacia del catálogo verdadero, el evangelio gnóstico de Basílides, el comentario de ese evangelio, el comentario del comentario de ese evangelio, la relación verídica de tu muerte, la versión de cada libro a todas las lenguas, las interpolaciones de cada libro en todos los libros, el tratado que Beda pudo escribir (y no escribió) sobre la mitología de los sajones, los libros perdidos de Tácito”. 9 La biblioteca de Babel: “Los místicos pretenden que el éxtasis les revela una cámara circular con un gran libro circular de lomo continuo, que da toda la vuelta de las paredes; pero su testimonio es sospechoso; sus palabras, oscuras. Ese libro cíclico es Dios”. El libro se identifica con la mente divina, con los pensamientos de Dios, también en La busca de Averroes: “Optó por musitar que con el Señor están las llaves de las cosas ocultas y que no hay en la
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son la misma cosa se desarrolla sin tapujos en El jardín de los senderos que se bifurcan, donde la casualidad y la causalidad se confunden. Y como la mente divina es impenetrable, también lo es el universo que ésta ha creado, en el que el hombre se encuentra perdido como dentro de un laberinto: el mundo es caos y por lo tanto el individuo, por mucho que se esfuerce, se descubre incapaz de ordenarlo y comprenderlo mediante su intelecto. En el marco de la literatura en lengua hispana, también García Márquez, máximo exponente del realismo mágico, un autor en cuya obra resultan recurrentes las alusiones bíblicas, rinde homenaje al libro más terrible, al libro de libros, al libro por antonomasia, aquel en el que todos los destinos están escritos, en el desenlace de su novela más emblemática, Cien años de soledad ―Un texto que, como los mitos de creación, las narraciones cosmogónicas y antropogónicas antiguas, intenta explicarse los orígenes―. Así confirmamos que el ser humano no puede escapar de su sino, escrito ya de antemano en el pergamino de Melquíades, personaje que sigue los cánones de otros dioses y héroes civilizadores de diversas culturas ―Enki en Mesopotamia, Osiris en Egipto, Prometeo en Grecia, Odín en el ámbito nórdico, Bochica en Colombia, Quetzalcóatl en México, Viracocha en Perú…―. Aunque únicamente logrará descubrirlo demasiado tarde. LA MAGIA QUE ENTRAÑA LA PALABRA El tratado mágico que hace acto de presencia en la mejor literatura fantástica bajo la apariencia del Necronomicón, El Rey de Amarillo y tantos otros escritos esotéricos hasta llegar al papiro de Melquiades, es en realidad heredero de una larga tradición en la cual el libro es interpretado como un misterioso receptáculo de la palabra, potencia creadora y fuente de vida en las tierra una cosa verde o una cosa marchita que no esté registrada en Su Libro”.
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antiguas ‒aunque no las primeras‒ cosmogonías, donde el universo surge en respuesta a la orden divina. “Dijo Dios: «¡haya luz!». Y luz hubo”, explica el Génesis 1:3. Elohim llama a la vida a toda la creación, y ésta se va desarrollando a medida que ordena, mediante la palabra, la aparición de cada elemento. Por su parte, Juan 1:1 ratifica la versión expuesta por el Génesis, llegando a identificar al Creador con la propia palabra: “En el principio era el Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios”. Un pensamiento muy similar revela el Evangelio Gnóstico de los egipcios: “Entonces el gran Logos, el divino auto creador, y el hombre incorruptible Adamas se mezclaron los unos con los otros. Un Logos de hombre llego a ser. Sin embargo, el hombre vino a ser a través de una palabra...” (NHC III, 2, 49: 16-22. Bohlig y Wisse, Nag Hammadi, 92-94). La creación se identifica con la propia verbalización. Y es también el poder de la palabra el que permite que Jesús cure, pues con ella logra incluso devolver la vida 10. Tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, la fuerza creadora radica en la palabra. Nombrar algo marca el paso del no ser al ser. Un hecho al que García Márquez alude en clave de humor en Cien años de soledad, cuando, durante la epidemia de insomnio que aflige Macondo, José Arcadio, receptor de la sabiduría de Melquiades, desempeñando su papel de visionario y héroe fundador como Rómulo, Teseo, Cadmo, Perseo y tantos otros, conjura el olvido pegando por doquier etiquetas con el nombre de las cosas. En esto consisten las cosmogonías más sofisticadas, las que se alcanzan al final de un largo proceso de progresiva abstracción en el que se irá desvinculando la creación ―el universo y el hombre― de la reproducción sexual ―con la que originalmente se la representó―, en la cual la mujer desempeña un papel protagonista. En la resurrección de Naím (Lucas 7:14): “Y se acercó, tocó el féretro; quienes lo transportaban se pararon, y él dijo: «Joven, a ti te digo, levántate»”. También en la resurrección de Lázaro (Juan 11:43) “gritó con fuerte voz: «Lázaro sal fuera»”.
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No obstante, las fuentes textuales y arqueológicas nos permiten reconstruir un pasado arcaico en el cual la única responsable de la creación es una diosa: en la mitología egipcia, la diosa Nun, primitivo océano, da a luz en solitario al dios solar Atum, que después crea el resto del universo; la diosa sumeria Nammu alumbra por partenogénesis al Dios del cielo An y a la diosa de la tierra Ki, que posteriormente se aparean y completan la creación 11; entre los griegos, la diosa de la tierra Gaia origina, en un parto virginal, al dios del cielo Urano... Resulta obvio que en los primeros mitos sobre el origen se celebra la capacidad creadora de la mujer, que se identifica con las fuerzas de la naturaleza. La cúspide del panteón toma, por ello, rasgos femeninos: los rasgos de la madre, esa primera figura protectora con la que el recién nacido tiene contacto. Sin embargo, con la domesticación de los animales y el desarrollo de la ganadería, la participación masculina en el proceso de la concepción se hizo más evidente 12. Así la Diosa Madre, durante el cuarto y tercer milenio, pasó a tener una pareja que normalDe hecho, esa hierogamia cósmica a veces es descrita de forma muy explícita. En la composición sumeria Árbol contra caña leemos: “…la noble Tierra se había engalanado para el Cielo, y el Cielo, el dios sublime, hundió su pene en la Tierra espaciosa…” (Árbol contra caña, 5-6. Bottéro y Kramer, Uomini, 510). Y es así como, naturalmente, surgen las plantas y los árboles. En el Himno de la azada, en una curiosa antropogonía ‒huella de una tradición minoritaria en Mesopotamia‒, también el propio hombre brota de la tierra, fecundada por el cielo: “Enlil, para que la simiente del país germine, se dispone a separar el cielo de la tierra, se dispone a separar la tierra del cielo. Para que el Uzumua haga germinar los primeros hombres, produce una hendidura en Duranki [la cella del templo de Enlil en Nippur]… Él pone la semilla de la humanidad en la hendidura…” (Himno de la azada, 4-9. Bottéro y Kramer, Uomini, 541). 12 Hay que considerar que los pueblos primitivos atribuyen todo el mérito del nacimiento a las hembras de la especie. El embarazo y el parto vinculan claramente el nuevo ser a la madre; sin embargo, el misterio de la concepción y la participación masculina en la misma resultan demasiado complejos para ser entendidos sin contar con suficientes conocimientos médicos. De hecho, en las culturas primitivas a menudo se piensa que la mujer puede concebir únicamente con la ayuda de dioses o animales, pero sin la intervención masculina. 11
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mente es un hijo o un hermano. Ella sigue conservando el papel protagonista en la creación, pero ahora la mitología reconoce la intervención masculina en la misma como una cooperación necesaria, aunque el consorte aún sea sólo una figura secundaria. Finalmente, en el tercer y segundo milenio, se introduce un nuevo concepto religioso: la existencia a través del nombre. La realidad cobra vida cuando se la nombra mediante la palabra. Porque esa palabra se identifica también con el concepto o el proyecto, con la planificación de la creación: una labor intelectual que normalmente, para entonces, depende ya de una divinidad masculina, aunque la ejecución manual de la obra pueda quedar en manos de una diosa, como sucede en varias antropogonías mesopotámicas 13. Constatamos que, en las cosmogonías más primitivas, como producto de la mera observación, el origen de la creación está en el sexo. Sucesivamente, a medida que, en coincidencia con el gran cambio En las tradiciones mesopotámicas, siempre es una diosa quien se encarga de modelar la humanidad, pero el proyecto de la creación es urdido por un dios. Esto equivale a admitir que es la divinidad masculina quien establece el destino del hombre, o lo que es lo mismo su esencia. En el poema Enki y Ninmah, Enki “estudia” en primer lugar la matriz creada por él y, sólo después de haber “puesto a punto” el “proyecto”, hace responsable de la ejecución a la diosa Nammu (Enki y Ninmah, 26-36. Bottéro y Kramer, Uomini, 192-193). Es cierto que, en el verso 36, Enki promete a la diosa el privilegio de establecer el sino del hombre; sin embargo, lo cierto es que la intención del poema, al presentar el desafío de Nammu como una insensatez, es demostrar que sólo Enki puede fijar los destinos. De igual forma, en el Inūma Ilū, lo único que en realidad hizo la diosa Nintu fue repetir “la formula que le dictaba Ea, en pie delante de ella” (fragmento de la Biblioteca de Assurbanipal del British Museum K. 7816+9-11). De hecho, en el manuscrito de Kasap-Aya, 200-202 (Bottéro y Kramer, Uomini, 570) es la propia diosa quien reconoce que no puede realizar tal obra sin la colaboración de Enki. Esta misma capacidad proyectiva de la divinidad masculina tendría un reflejo mucho más sutil también en la creación del Enūma Elish, como sugiere el uso de un precativo en el discurso de Marduk, estado verbal que vendría a subrayar el carácter volitivo de la creación: “Quiero condensar sangre, construir una osamenta y crear así un prototipo humano, que se llamará Hombre” (Enūma Elish, VI 5-6. Bottéro - Kramer, Uomini, 679).
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económico y político, la mujer va siendo relegada a un segundo plano social, desbancada la antigua Diosa Madre –cuyo culto, asociado a estatuillas femeninas de rasgos sexuales muy marcados que insinúan la maternidad, también denominadas Venus, estuvo generalizado durante el Neolítico y Calcolítico–, se elaboran artimañas ideológicas para reducir la participación de las diosas en la creación hasta hacer depender ésta totalmente de una divinidad masculina, a quien pasa a atribuirse la potencia creadora y el único mérito de la aparición del universo y del hombre. Para ello, necesariamente, la creación habrá de desligarse progresivamente del sexo, en el que la mujer resulta clave. El último estadio, el más sofisticado, de este proceso que permite reorganizar el panteón y redistribuir el poder se concretará en el acto de crear mediante la palabra. La estrategia, por tanto, consiste en alejarse de la fertilidad femenina observable en la naturaleza y conceptualizar, en un nivel superior de pensamiento abstracto, un poder creativo simbólico que tome forma a través del nombre, un atributo que sí puede depender plenamente de una divinidad masculina más acorde con una sociedad patriarcal. A comienzos del tercer milenio, con el surgimiento de estados controlados por monarquías fuertes y necesariamente militaristas, gracias a esta triquiñuela, las diosas son definitivamente degradadas, para convertirse en sumisas hijas o esposas de las divinidades masculinas que usurpan su lugar, dioses guerreros de la tormenta que pasan a liderar el panteón (Lerner, La creación, 223). A ese dios, que también llama a la vida mediante el poder de la palabra, se responsabilizará de la creación, en la cual ningún principio femenino volverá a intervenir. Innegablemente, ya en periodo muy temprano, se constata una enorme fascinación por la palabra en sí, aislada de cualquier contexto. El ser humano parece advertir precozmente el gran progreso que conlleva ese descubrimiento que nos cambió la vida como especie y nos convirtió en los animales sociales, gregarios y cooperativos que somos.
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Pero el hombre, orgulloso de su creación, ha sospechado desde antiguo que esa invención se le escapa de las manos: qué él, en el fondo, ha sido únicamente mensajero e instrumento necesario; que la creación es a su vez creadora porque encierra una fuerza sobrenatural que no le pertenece, que es de naturaleza divina y que sólo algunos seres humanos alcanzan a intuir, aunque ello les cueste la cordura. La palabra, por tanto, entraña una potente magia ―que puede llegar a ser peligrosa para los no iniciados―. Lo advertimos también en la reiteración con la que se dota de fuerza a los conjuros e incluso a la poesía ―como en el poema de la creación Enuma Elish― de la antigua Mesopotamia, donde la fórmula de la repetición de palabras, versos enteros o incluso tiradas de versos resulta habitual. Esa reiteración que tenía en la antigüedad, además de un valor estilístico, una función mágica añadida, evidencia un ancestral poder evocador e invocador de contenido místico y ritual. Sugiere la capacidad de llamar a la vida por el poder de la palabra, por el poder de la palabra reafirmada, que va surgiendo y, al tiempo, creando. Tanto en el pensamiento mesopotámico como en el egipcio, la esencia de las cosas reside en su nombre, que se identifica con la propia existencia 14. Por este motivo el nombre tiene un poder mágico sobre lo nombrado. Este concepto perdura, por ejemplo, en ciertos cuentos de hadas, como el de Rumpelstiltskin o El enano saltarín. Pero la idea de que el nombre revela la naturaleza más íntima, y que por tanto su conocimiento implica el control sobre lo nombrado, constituía ya un pilar básico de la magia egipcia. Esta creencia justifica la redacción de largas listas de nombres de demonios, ya que el control absoluto sobre uno de estos seres malignos requería el conocimiento de todos sus nombres. El Libro para vencer a Apopi, por ejemplo, nos ofrece una lista de todos los nombres de la serpiente El Enūma Elish, 1-10 (Bottéro y Kramer, Uomini, 642) identifica los conceptos nombre, existencia y destino, que en la práctica son usados como sinónimos. Por otro lado, resulta bastante significativo que la expresión “nombre propicio” sea equivalente a “destino feliz” (Bottéro y Kramer, Uomini, 168, n. 14). 14
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porque se pensaba que si no se invocaban todos ellos mientras se quemaba simbólicamente la figurilla que representaba al monstruo, éste tendría la capacidad de renacer (Budge, Magia, 116-17). EPÍLOGO En el libro, en efecto, reside una suerte de sacralidad. Una sacralidad que se vincula en parte al respeto por cuanto del autor ha quedado impreso en él. Pero que también tiene su origen en el incalculable valor que el mensaje de la obra, premeditado o no, puede llegar a adquirir para los lectores, para el resto de la especie. Un libro permite que los autores nos hagamos escuchar por personas que ni siquiera conocemos, que residen a miles de kilómetros. Y un cierto género de intimidad, de fraternidad aun en la distancia, se afianza entre nosotros, pues nuestra obra provoca reacciones emocionales en los lectores y sobre ella reflexionan. Es algo mágico. El libro acorta las distancias entre los seres humanos, pues nos ayuda a comprender al otro y sus circunstancias y motivaciones, aumentando nuestra tolerancia. “Cualquier papel que encierra una palabra es el mensaje que un espíritu humano manda a otro espíritu”, aseguraba Borges en su introducción a Tesoros de España: Ten Centuries Of Spanish Books, el catálogo de la exposición sobre tesoros bibliográficos españoles realizada en Nueva York en 1985. Pero el libro, favoreciendo al tiempo el diálogo interior del lector consigo mismo, también allana el camino hacia la introspección y la consecuente trascendencia. Esa capacidad del libro para suscitar diálogo fue ya advertida en la antigüedad. Platón, en su afán por superar las deficiencias que los intelectuales del mundo clásico creen detectar en el texto escrito respecto a la oralidad 15, le sacó el máximo partido al inventar el diálogo como género. Un género para el que, no Porque el mensaje de los grandes maestros y guías espirituales se difunde entre sus discípulos, originalmente, mediante la transmisión verbal. Es el caso de Buda o del propio Jesús, tan aficionado a las parábolas. 15
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obstante, podemos encontrar precedentes en los menos conocidos poemas de disputa sumerios y acadios, diálogos en los que dos objetos inanimados, animales o plantas defienden posiciones opuestas para demostrar su superioridad frente al contrario mediante ingeniosos argumentos. Unas composiciones breves generalmente consideradas entre la literatura didáctica y sapiencial, como: Palmera datilera contra tamarisco, Azada contra arado, Pájaro contra pez, Cereal contra ganado menor... Poemas de este tipo aparecieron por primera vez en el antiguo Iraq en el siglo XVIII a. C., y se transmitieron, a lo lago de milenios, del sumerio al acadio, del acadio al arameo y siríaco, del siríaco al árabe, del árabe al hebreo y al turco. Sirviendo, en cada periodo, para reflexionar, por lo general en tono humorístico, sobre problemas de su tiempo. La comunicación nos resucita; niega la muerte y afirma la vida. Mediante la palabra y el libro, el ser humano cede sus experiencias y transmite su legado. Y de ese modo logramos prolongar artificialmente nuestra existencia y perfeccionamos su sentido. Decía Borges: “Pitágoras no escribió voluntariamente, quería que su pensamiento viviese más allá de su muerte corporal, en la mente de sus discípulos” (Borges, Borges, oral, 15). El libro es, en efecto, mágico, porque cuenta con una facultad que nadie más posee: el libro es vida y da vida; materializa lo contado, que es al tiempo evocado y llamado de nuevo a la existencia ‒fundado, creado y recreado‒. Exactamente como hizo el primer narrador antes de descansar, merecidamente, al séptimo día. Desde esta perspectiva, la figura del narrador, la del mago y la del propio dios inevitablemente se funden en una sola. Nos lo corrobora el relato Las ruinas circulares, de Borges, que puede ser interpretado como un texto cosmogónico cuyo propósito, al menos en uno de sus varios niveles de lectura, consistiría en explicar el origen de la civilización. El hecho de que las ruinas sean circulares, como la concepción del tiempo mitológico ‒ opuesto al tiempo lineal histórico‒, parece confirmarlo. El templo, además, se diría un ambiente fundacional,
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vinculado a la magia y a la transmisión iniciática del conocimiento, como sucede en los mitos antiguos según los cuales el hombre es introducido en la civilización por benefactores divinos o heroicos ‒es decir parcialmente divinos‒: el Enki sumerio, que pasará a ser recordado bajo el nombre de Oannes gracias a Beroso ‒según Alejandro Polímata, Abideno y Apolodoro‒, el griego Prometeo y tantos otros. En esta lectura simbólica, pues, el incendio al que alude Borges habría de ser interpretado como un signo de revelación. Por otro lado, el hecho de que Borges defina los sueños creadores del protagonista como originalmente caóticos, constituye otro indicio en favor de la interpretación del relato en clave cosmogónica. El mago, soñando, crea al hombre, que se revela una emanación de su pensamiento. Para Borges Dios es fundamentalmente una mente creadora, pura sabiduría. Y por ello, en tanto compendio de todo el saber, pasa a identificarse con la biblioteca y con el libro, un objeto realmente sacralizado por el autor. La Biblioteca, que según Borges existe ab aeterno, contiene el entero universo porque es el entero universo: “El universo (que otros llaman la Biblioteca) se componte de un número indefinido, y tal vez infinito, de galerías hexagonales…”. BIBLIOGRAFÍA BOHLIG, ALEXANDER – WISSE, FREDERIK (EDS.), Nag Hammadi Codices III, 2 and IV, 2: The Gospel of the Egyptians (The Holy Book of the Great Invisible Spirit), Nag Hammadi Studies, 4, Leiden: Brill, 1975 [Edición bilingüe en inglés y copto]. BOTTÉRO, JEAN – KRAMER, SAMUEL NOAH, Uomini e dei della Mesopotamia: alle origini della mitologia, ed. de Giovanni Bergamin, Turín: Einaudi: 1992 [traducción al italiano del original francés Lorsque les dieux faisaient l'homme: mythologie mésopotamienne, Paris: Gallimard, 1989]. BORGES, JORGE LUIS, El Círculo Secreto: Prólogos y Notas, ed. de Sara Luisa del Carril y Mercedes Rubio de Zocchi, Buenos Aires: Emecé Editores, 2003. ____________________, Borges, oral: El libro, La inmortalidad, Emanuel Swedenborg, El cuento policial, El tiempo,
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Buenos Aires: Emecé Editores/Editorial de Belgrano, 1979. ____________________, Obras Completas, ed. de Calos V. Frías, Barcelona: Emecé editores, 1989. [3 vols.]. ____________________, – CARRIZO, ANTONIO, Borges el memorioso: Conversaciones de Jorge Luis Borges con Antonio Carrizo, FCE, México 1982. ____________________, – SÁBATO, ERNESTO, Diálogos, Emecé, Buenos Aires, 1976. BUDGE, ERNEST WALLIS, Magia Egizia: Riti, Incantesimi, Misteri dai Testi delle Piramidi ai Papiri, Roma: Newton&Compton. 1996. CHAMBERS, ROBERT WILLIAM, El rey de amarillo: Relatos macabros y terroríficos, trad. de Marta Lila Murillo, Madrid: Valdemar, 2015. GARCÍA MÁRQUEZ, GABRIEL, Cien años de soledad, Valencia: Círculo de Lectores, 1970. HOWARD, ROBERT ERVIN, La piedra negra y otros relatos de horror sobrenatural, trad. de Santiago García, Madrid: Valdemar, 2007. LERNER, GERDA, La creación del patriarcado, Barcelona: Editorial Crítica, 1990. LOVECRAFT, HOWARD PHILLIPS, Narrativa Completa, ed. de Juan Antonio Molina Foix, trad. de Francisco Torres Oliver, José María Nebreda y Juan Antonio Molina Foix, Madrid: Valdemar, 2005-2007. [2 vols.]. MACHEN, ARTHUR, El gran dios Pan y otros relatos de terror sobrenatural, trad. de Juan Antonio Molina Foix, Madrid: Valdemar, 1999. REVENGA, LUIS – LOPEZ-VIDRIERO, MARÍA LUISA (EDS.), Tesoros de España: Ten Centuries Of Spanish Books, Madrid: The New York Library / Ministerio de Educación, Cultura y Deporte, 1985. [Prólogo de Jorge Luís Borges]. SMITH, CLARK ASHTON, Hiperbórea, y otros mundos perdidos, trad. de Marta Lila Murillo, Madrid: Valdemar, 2014. VV. AA., Catálogo de la exposición de libros españoles, Buenos Aires, octubre 1962, Madrid: Selecciones Gráficas, 1962. [Prólogo de Jorge Luís Borges: pp. VII-VIII]. VV. AA., Cthulhu. Una celebración de los mitos, trad. de Francisco Torres Oliver, Madrid: Valdemar, 2001. WOODALL, JAMES, La vida de Jorge Luis Borges: el hombre en el espejo del libro, Barcelona: Gedisa, 1996.
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RESEÑA: GRAMÁTICA DE LA LENGUA ESPAÑOLA: CLASES DE PALABRAS
El lenguaje ha sido, desde tiempos remotos, producto Irma Munguía Zatarain de numerosas y variadas Gramática de la lengua reflexiones. Platón (427-347 española: clases de palabras CDMX, México a.C) en el Cratilo exponía ya UAM (Iztapalapa) – Gedisa sesudos planteamientos a 2016 través del diálogo sostenido entre Sócrates, Hermógenes y el propio Cratilo en torno a la motivación existente entre el objeto y su nombre, y reconocía que el acto denominativo a partir de las letras, sílabas y Pilar Máynez finalmente de las palabras correspondía a FES- Acatlán- UNAM Recepción: 27 de agosto de 2018 dos grandes categorías: el onoma (nombre) Aprobación: 05 de septiembre de 2018 y el rhema (verbo). Con ambas, además, según el ilustre ateniense, podía conformarse un pensamiento bello y perfecto. Esta clasificación inicial fue retomada y complementada por Aristóteles a través de una tercera clase heterogénea denominada syndesmos, que agrupaba al resto de los elementos gramaticales, que no pertenecían ni a la sustancia y su cualidad ni a la idea de acción platónica representada por el rhema. Pero no es sino hasta el siglo I a.C. cuando Dionisio de Tracia (170-90) propuso la primera agrupación completa de las partes de la oración. De Tracia perteneció al grupo de alejandrinos interesados en la fijación de los textos antiguos, la cual sólo podría llevarse a cabo, a su entender, mediante el conocímiento profundo de la gramática; de ahí que en su breve Teckné Grammatiké haya sentado las bases de la tradición occidental para poder acceder, con las herramientas necesarias, al conocimiento de poetas y prosistas. La Teckné de Tracia fue el modelo a seguir, el cual se ajustó y modificó según las características propias de las lenguas que se
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describieron a lo largo de los siglos. La definición de cada una de las ocho partes identificadas se planteó desde criterios que hoy llamaríamos formales, funcionales y semánticos, y estuvo fundamentada en la concepción de la dictio, entendida como la parte más pequeña con significado, y de la oratio, concebida como la expresión de un pensamiento completo. Ésta fue retomada por su sucesor Apolonio Díscolo (siglo II d.C), quien cultivó, con especial interés la sintaxis, hasta los modernos estudiosos que proceden de la mencionada tradición occidental. La Gramática se ha considerado como disciplina preparatoria de la retórica. Ya el filósofo romano Boecio (c.480-524/525 d.C.) establecía en los albores de la Edad Media las características y componentes del trívium que rigió igualmente por siglos, donde la gramática encabezaba tanto las disertaciones lógicas como los recursos expresivos que imprimían ciertos efectos en el discurso. Sirva este somero preámbulo historiográfico como marco de referencia para comentar una pormenorizada y muy útil propuesta de acercamiento a un tema que actualmente pierde terreno ante las tendencias simplistas y limitadas de la enseñanza, que hoy desafortunadamente imperan en la educación de nuestro país. Se trata del libro Gramática de la lengua española: clases de palabras de Irma Munguía Zatarain, caracterizado por la orientación didáctica que ha distinguido sus más recientes trabajos. En efecto, en el año 2009 Irma Munguía publicó un manual de consulta para la elaboración de trabajos académicos intitulado Líneas y perfiles de la investigación y la escritura, en donde, además de ofrecer una pormenorizada exposición respecto a la estructura y normas a las que se debe apegar una investigación del área que aquí especialmente nos atañe, se incluía un muy práctico apartado sobre el uso correcto de ciertos términos y frases. A éste se suma hoy el volumen publicado en coedición por la Universidad Autónoma Metropolitana y editorial GEDISA que, como la propia autora aclara en la introducción: “está dirigido a investigadores universitarios, estudiantes, profesores y profesionales de
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distintas disciplinas en el medio académico de cualquier nivel educativo y, en general, a todas las personas interesadas en obtener un conocimiento más preciso y contemporáneo” (p. 18). Dicha propuesta, cabe señalar, se enmarca específicamente en el ámbito propio de la gramática generativa. Irma Munguía inicia su exposición advirtiendo el lamentable fracaso escolar de las últimas décadas tanto en México como en América Latina relativo a la enseñanza de los contenidos gramaticales, los cuales resultan imprescindibles para ejercitar las habilidades lingüísticas de los hablantes, respecto al funcionamiento de las diferentes clases de palabras y estructuras del español. De ahí su preocupación por proporcionar una herramienta práctica al estudiante, al profesor, al investigador y al curioso lector, “sin tener que enfrentarse a una excesiva terminología especializada” (ídem). La autora de la Gramática de la lengua española: clases de palabras, el libro que hoy nos ocupan, presenta en el apartado preliminar un muy breve panorama historiográfico en el que se mencionan dos diferentes tradiciones: la hindú, a través de la síntesis de alrededor de sesenta gramáticos, ofrecida por Panini en su libro Asthadhiayi y la que rige desde hace más de veinte siglos el pensamiento occidental, inaugurada por Dionisio de Tracia ya mencionada. Munguía define, también en el capítulo inicial del volumen, las implicaciones de su exposición morfológica y sintáctica: “Estudiar la gramática de la lengua materna implica hacer consciente el conocimiento que todo hablante nativo tiene sobre el funcionamiento de las distintas unidades de su lengua, y sobre las reglas y principios generales que permiten formar palabras y oraciones en esa lengua” (p.24). Siguiendo la tradición de Dionisio de Tracia expuesta en su Teckné, pero asentada en una disquisición teórica actual, la propia de la gramática generativa, Munguía comienza el primero de los trece capítulos que conforman su libro con la presentación de los elementos básicos de la lengua española hablada y escrita: los sonidos, fonemas y grafías del español. Explica en el segundo apartado las diferencias de pronunciación advertidas en algunos lugares de España e Hispanoamérica
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de esta lengua que, según la mayor parte de los estándares de medición, ocupa el segundo lugar en el rubro dentro de las más usadas por hablantes nativos en el mundo después del chino mandarín. Sin perder de vista su propósito didáctico, Munguía expone los modos y puntos de articulación; la manera correcta de pronunciar ciertas palabras, incluso de algunas que proceden del sustrato indígena, que particulariza, en cierta forma, el español hablado en México. En el tercero y cuarto capítulos entra de lleno en la materia que especialmente le interesa. La morfología, esto es, la estructura interna que ostentan las palabras y su pertenencia a una determinada clase. Recordemos que esta parte de la gramática, es decir, la que se refería a la dictio fue la más cultivada por la tradición occidental hasta llegar a los gramáticos especulativos, quienes dejaron notables aportaciones en lo concerniente a la sintaxis. De un modo sencillo y claro, Munguía explica las nociones de morfema y palabra, de flexión, derivación y composición en el capítulo tercero. Posteriormente se aboca a la naturaleza de la oración y a su estructura jerárquica. Del capítulo cuarto hasta el décimo cuarto, la autora inicia el repaso de las clases de palabras. Sistemáticamente incluye: La explicación de cada categoría, sus clases y funciones, más un último apartado de ejemplos. En su exposición se conjugan definiciones que se enmarcan en un claro criterio nocional, con el objeto de que el lector identifique y relacione lo aprendido en su educación básica y media superior con la arborización que propone la gramática generativa para ilustrar el funcionamiento de la categoría gramatical dentro de la jerarquía de sintagmas y oraciones: Así, respecto al sustantivo, después de precisar que pertenece a la clase de las categorías léxicas, señala que se “caracteriza porque se emplea para designar todos los seres y entidades, como personas, animales, objetos, sentimientos, ya sean concretos o abstractos” (95). Proporciona una puntual referencia sobre sus propiedades formales, así como de los demás elementos que lo acompañan en el sintagma: los determinantes o especificadores y la función que cumplen en la frase. También da cuenta de
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algunas infracciones que suelen cometerse, como el incorrecto uso del leísmo y dequeísmo. En cada uno de los apartados, la autora ofrece innumerables ejemplos que siguen a los postulados teóricos. Además del sustantivo, pasa revista también a los cuantificadores, al adjetivo, al pronombre, al verbo, al adverbio, a la preposición, a la conjunción y a la interjección, que tantos dolores de cabeza dio a los antiguos gramáticos grecolatinos que en principio la incluyeron con el adverbio y que ya en el siglo I d.C. con Remio Palemón se clasificó de manera independiente, precisando sus propiedades semánticas y funcionales específicas. Uno de los grandes méritos del volumen que aquí nos ocupa, además de la pertinente organización y clara explicación de los contenidos respecto a las clases de palabras, es el abundante número de ejemplos que acompañan a la exposición teórica, los cuales aparecen resaltados mediante diversas formas tipográficas, dependiendo del aspecto que se desee enfatizar. Volviendo a la tradición, la Instituciones grammaticae de Prisciano (siglos V y VI d.C.), obra que representó la unión de la Antigüedad con la Edad Media, se distinguió por los numerosos ejemplos que introdujo, extraídos de las obras de poetas y prosistas del latín clásico como Plauto y Terencio. En el libro de Irma Munguía, esos ejemplos están tomados de la lengua cotidiana del español de México lo que simplifica sustancialmente la comprensión de cada uno de los presupuestos teóricos que trata y con lo cual se logra el propósito didáctico que persigue su trabajo. Este objetivo se refrenda con una última sección en la que se responden los ejercicios propuestos en atención al planteamiento que permea su manual: el de la gramática generativa. Según explica la autora ésta “se concibe como el conjunto de principios y parámetros que le permite, al ser humano, adquirir una lengua natural de la manera como lo hace” (p.24), y a lo que nosotros añadimos, tener la facultad de identificar las oraciones gramaticales de su lengua. De tal suerte que en la parte final del libro, Munguía proporciona las posibles oraciones gramaticales que se pueden desprender de una estructura profunda específica,
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imprimiendo con ello, la formalización y generalización a la que aspira la teoría a la que se afilia. Celebramos esta primera edición de una espléndida propuesta para el aprendizaje del español. Hacemos votos porque sigan a ésta numerosas reimpresiones y ediciones aumentadas.
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SIMBIOSIS Emilio Sánchez Los primeros cuatro meses de noviazgo, mi actual mujer y yo teníamos relaciones sexuales diariamente y dos veces los domingos. Un año después, aquella orgía delirante fue trocada por encuentros sexuales más esporádicos en los cuales ambos podíamos hacer gala del conocimiento erótico mutuo acumulado en meses anteriores. Aquellos encuentros tenían como marco las mañanas dominicales y solían extenderse, perezosos, hasta mediodía, cuando me levantaba a preparar el té, para ella, y el café, para mí. El paso del tiempo trajo consigo el matrimonio, los posgrados, la escritura de las tesis, la entrada al medio profesional y el inevitable agotamiento de viernes por la tarde que no dejaba más energía que para uno o dos episodios de la serie en boga, de nueve a once de la noche, las manos ocupadas, no en caricias mutuas, sino en el levantamiento recurrente de copas de vino y hogazas de pan con queso. En este esquema televisivo cumplimos seis años de pareja y una tarde de abril nos dimos cuenta, al terminar de ver la primera temporada de Masters of Sex, que llevábamos más de cinco meses sin intimar. Los dos sentimos una profunda vergüenza.
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Para amainar aquella agria sensación, le dije a mi mujer: —¿Te doy un masajito? —¿Por qué no? —dijo ella. E hicimos el amor en la alfombra de la sala. Pero volvimos a las mismas. Solo que ahora con menos tiempo para la vida conyugal, pues a mi esposa le habían dado un trabajo más demandante en el cual debía estar ocupada también los fines de semana. Cuando cumplimos un nuevo ciclo de cinco meses sin tener sexo, se apoderó de mí una indecible ansiedad. Acudí a los amigos, para ver cómo lidiaban ellos con aquel trance. —Yo voy con putas —me dijo Andrés, casado desde hacía quince años con Rubí, amiga de mi mujer. No son exigentes como una amante, no son un costal de papas como mi esposa, y me evitan involucrarme sentimentalmente con alguien más. Mi amigo Josué, el único casado monógamo que conocía, tenía otras estrategias: —Medito — me dijo. Al meditar, desaparece el deseo por otras viejas. Así, automático. —¿Pero coges con tu mujer? —No —dijo, melancólico. No cogemos desde hace tres años. Luego desvió el tema hacia lo que era el karma. Fue Miguel Ángel, mi tío abuelo, quien me dio el consejo más certero: —Cuando lleguen los hijos ni tiempo tendrás de pensar en sexo —me dijo. Así que ya deja de preocuparte por mamadas. Y así fue. Con la llegada de mi primer hijo, los sinsabores de no tener vida conyugal quedaron sepultados bajo la vertiginosa vida parental. Felizmente, pediatras, pañales, biberones, extractores de leche, chupones y una dosis de pipí y caca empequeñecieron nuestras tribulaciones eróticas. Y de pronto, después de un año, la pareja de antaño evolucionó hacia un pequeño equipo de futbol en el cual dos jugadores animaban a un tercero a dar sus primeros toques al balón. En estas circunstancias deportivas… ¿cómo perder el tiempo pensando en sexo?
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El tiempo pasó y un día, cuando nuestro hijo tenía cuatro años, nos dijo que quería quedarse a dormir los jueves en casa de su abuela. Aceptamos gustosos. Así que, por fin, después de tanto tiempo, mi mujer y yo volvimos a tener un tiempito exclusivo para nosotros. Para festejar la llegada de este nuevo espacio íntimo, nos fuimos al cine, luego a cenar y después volvimos a casa a coger. Ese jueves descubrí que tenía eyaculación precoz. —No te preocupes —dijo mi mujer. Esto pasa a veces. Dos jueves después lo volvimos a intentar y, otra vez, terminé el acto amoroso rapidísimo. Sentí una enorme frustración. —¿Por qué no vas con el urólogo? —dijo mi mujer. Igual y es algo de fácil solución. Rubén Escamilla es el nombre del urólogo más prestigiado de la ciudad. Gracias a un amigo que tenemos en común, obtuve una cita con rapidez. El día de la consulta, el doctor Escamilla me recibió en ropa deportiva. —Usted disculpará —me dijo—, pero usted es el último paciente y de aquí me voy ya al gimnasio. Le expliqué el porqué de mi visita. Mientras yo hablaba, él me miraba, risueño. —Seguramente usted está preocupadísimo —me dijo—, dando click al mouse de su computadora. Pues no tiene nada de qué preocuparse. El 60% de los hombres mayores de 40 años sufren su misma condición. Si no me cree, vea estas estadísticas. Vi, en el monitor de la computadora del médico, varias gráficas cuyo contenido no pude descifrar. —Usted se encuentra justo aquí —dijo —, apuntando a una de las gráficas. Está entre el 30% de los hombres que terminan sus relaciones sexuales en menos de dos minutos. ¿Ya vio la enorme cantidad de hombres que están en su misma situación? Las palabras del urólogo no me daban consuelo alguno. Él debió de haber notado mi desazón porque dijo inmediatamente: —No se me apachurre. Para su fortuna, la ciencia médica ya encontró una solución a su problema. ¿Conoce Priligy? —Yo no lo conocía—. Es una pastilla
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que retarda la eyaculación por medio de aminoácidos que entorpecen la comunicación entre los neurotransmisores —dijo, satisfecho de poder emplear los terminajos aprendidos con denodado esfuerzo. Mis pacientes que lo toman me han dicho que pueden durar horas poniéndole, así, quitadísimos de la pena. —¿Y tiene algún efecto secundario? —pregunté. —En rarísimos casos, urticaria —dijo, escribiendo la receta en su computadora. Pero, hasta ahora, ninguno de mis pacientes la ha sufrido. Y ahora —dijo, imprimiendo la receta y entregándomela—, si me perdona, corro porque se me hace tarde para la clase de spinning. Salí del consultorio del doctor exudando optimismo. Le comuniqué la buena nueva a mi mujer. —Pues probemos este mismo jueves —dijo, mientras se iba al trabajo—. A ver qué tal. El jueves siguiente me tomé la pastilla una hora antes del acto sexual. Para calentar motores comencé a darle un masaje a mi mujer; unos minutos después de haber comenzado, estaba empapado en sudor. —¿Estás bien?—, dijo. Te ves pálido. —Estoy mareado—, le dije, y me acosté en la cama, bocarriba. —¿Quieres que llame al doctor?—, dijo. —No, no, ahora se me pasa—, dije. —¿Quieres que yo te dé un masajito? Acepté la oferta de mi esposa. Su masajito condujo a un encuentro sexual que duró dos horas y media y en el cual yo me debatí entre el éxtasis, el mareo y la náusea. En aquellas condiciones, decidí que no quería volver a tomar Priligy. Durante los meses siguientes ensayé diversos tratamientos alternativos contra la eyaculación precoz, entre ellos el tantra tibetano y la acupuntura, pero ninguno la mejoró. Fue entonces que mi mujer comenzó a tener visibles irregularidades en su flujo menstrual. —Estoy menopáusica —dijo. Y se tiró a la depresión. Por mi parte, había conseguido un nuevo trabajo en el cual debía de viajar con frecuencia. Ya ni siquiera podía ver a mi esposa los jueves en que nuestro hijo se iba a casa de su abuela. Uno de los domingos en que volví a
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la casa al final de un viaje, encontré a mi esposa muy pensativa en el comedor, cenando una sopa azteca y sosteniendo en una mano un ejemplar de Cosmopolitan. Nos saludamos y luego ella me dijo: —Este artículo dice que la eyaculación precoz es síntoma de la andropausia. ¿Será que estás andropáusico? —Puede ser —le dije, tomando asiento a la mesa. —Leí también que, a veces, la mujer menopáusica jala a su marido a la andropausia. Le da un empujoncito, digamos, para que ambos estén en la misma situación de cambios hormonales. La revista lo llama “sincronía biológica de la edad madura”. Es una especie de simbiosis. ¿No te parece romántico? —Mucho —le dije, tratando de dilucidar el hilo conductor entre el romanticismo y la andropausia. Han pasado dos años desde aquel domingo. A la fecha, llevamos ya treinta meses sin tener sexo. Ahora mi hijo se queda a dormir con frecuencia en casa de sus amigos. Esas noches, mi esposa y yo cenamos pan, queso, jamón y vino mientras vemos series de televisión. Después ponemos música y ella se pone a hacer collarcitos de cuentas en la mesa del comedor y yo escribo un poco. Nos vamos a la cama como a las diez; solemos abrazarnos un ratito en el lecho antes de caer dormidos.
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Donna Durán publicó dos novelas antes de Liderazgo de las palmeras. Una, a muy corta edad, que trata sobre una pareja de mujeres suburbanas adictas a las motocicletas y a los dildos en la Argentina peronista (Tijeras sin frenos); y otra, apenas terminó la universidad, que se desvive en una explicación sosa sobre la inutilidad de la tristeza, a través de las fatídicas
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experiencias de un hombre llamado Roboald en su granja de ornitorrincos (El pico deforme de la desgracia). Pero no fue hasta que vislumbró la vejez de cerca ―rondaba ya los cuarenta― en que quiso escribir sobre algo que la apasionase de verdad, con altos grados de locura y rareza, y fue en ese entonces cuando nacieron los primeros párrafos de la novela que le daría fama. La trama de esta gira en torno a un personaje hecho de petróleo ―llamado Fifikus― que gusta de asesinar niños con asfixia y explosiones en las costas venezolanas. Liderazgo de las palmeras fue un éxito de ventas desde sus días de lanzamiento. Pronto Donna estuvo en librerías firmando autógrafos y siendo amable con gente que no conocía (ni llegaría a conocer). La portada de su novela estaba en cada escaparate; no había afiche donde no se leyera su nombre. La gente la rodeaba y le acariciaba las mangas de su chaqueta. Eran tardes de flashes. Así fue como se topó con Samuño, el gran lector. Lo vio detrás de dos mujeres flacas y de gafas de montura gruesa en la fila. Lo primero que llamó su atención fue la vestimenta del hombre (que, sí se le veía atentamente, no era más que un muchacho apergaminado): una pijama color malva, y su calzado, no cabía duda, eran pantuflas en forma de león. Rugían anestesiadas desde el suelo. En una sala donde todos iban de negro y con códigos de expresión basados en la simpleza, él se hacía notar. Luego le llamó la atención su fealdad desgarbada y el modo en que miraba al techo. Debía sentirse enjaulado, o quizá condenado. Donna se apresuró con las mujeres antes que él, y en cuestión de minutos tomó el libro que el muchacho le tendía. Era su novela, por supuesto. Liderazgo de las palmeras en su último respiro: extremadamente manoseada, con el lomo partido en tres secciones. Donna, muy profesional, le preguntó: —¿Cuál es su nombre? —Samuño. —¿Sin ningún apellido? —Samuño es mi único apellido.
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—¿Entonces sin ningún otro nombre? —No me gusta mi primer ni mi segundo nombre. Déjelo así. Donna firmó el libro y le escribió una dedicatoria que se le ocurrió en el momento: «Para el hombremuchacho que camina dormido y salvaje. Fifikus amaría sus pantuflas». Trató de usar su mejor letra cursiva, aunque le salió algo ilegible. Sopesó lo de «hombre-muchacho» mientras escribía. ¿No eran lo mismo acaso? Un muchacho es siempre un hombre. Aunque, bueno, se contradijo, un hombre no siempre es un muchacho. Se espantó el pensamiento. Eso ahora no tenía cabida. Le devolvió el libro a Samuño. Samuño, al leer la dedicatoria, torció los labios. Le dijo: —No creo. —¿Cómo dice? —Que no creo. No creo que Fifikus amaría mis pantuflas. —¿Por qué no? —Porque a él no le gustaba la infancia; la creía un castigo de la vida. Un engaño con fecha de caducidad. No había algo peor para él. Y mis pantuflas simulan ser leones bebés: Fifikus las repudiaría. Donna Durán pensó al respecto. Esperaba que nadie hubiese oído que un fanático le hiciera una aclaración sobre uno de sus propios personajes. Por fortuna todos ahí parecían estar atentos de la lentitud de la fila, y de nada más. Donna, sonrojada, dijo: —Tiene usted razón. —Lo sé, señora Durán. —No me llame por mi apellido. Todavía me incomoda. —¿Sí? ¿Por qué? —Ya ve. No sólo usted tiene manías con la forma en que le gusta ser llamado. —Lo sé, señora Donna. Los nombres son importantes, aunque la gente los tome a la ligera. —Tampoco me diga señora. Aun no me he casado. —Lo sé, Donna.
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—Bien. Y usted, que todo lo sabe, ¿podría decirme si hay algún bar decente cerca de esta cuadra? —Hay uno, sí. Pocas veces conocía a un hombre interesante. (Le llamaría únicamente «hombre» de ahora en adelante. Era más cómodo para ella.) En el mundo de las letras que Donna frecuentaba —escritores premiados y depresivos— la mayoría sólo se interesaba en los libros que escribían, en la imagen que daban en entrevistas televisivas, en conceptos dogmáticos de Literatura. Siendo ella una escritora seria, y encima famosa, dedicada más a la emoción que a la intelectualización, no miraba en ellos más que un grupo de megalómanos a los cuales ignorar. (Donna, en añadidura, tenía un repelús profundo por las discusiones con esos tipos; escribía para obtener calma en la contemplación del mundo, no para estar en acuerdo o desacuerdo con nadie.) Algo de esa superioridad viperina tenía Samuño, pero era lector y no escritor, y en él resultaba encantadora. —Espéreme al final de la fila entonces ―le dijo Donna―. Me gustaría tomarme una copa con usted, ¿le parece? Samuño acarició la contratapa de Liderazgo de las palmeras. Enarcó una ceja y preguntó: —¿Por qué? —Porque me apetece hacerlo. ¿A usted no? Samuño asintió, y dio la vuelta. Donna firmó los autógrafos que hacían falta con más ligereza y trató de escribir dedicatorias menos extensas. Dejó de conceder fotos; dijo que tenía el rostro cansado. Los fanáticos no pararon de acumularse a su alrededor, pero con la espera también se aburrieron. Con este paso logró terminar en una hora. Se despidió de su editor, de la junta de libreros de Málaga, y en un santiamén, que fue casi orgásmico, estuvo con Samuño de camino al bar. Ambos caminaban de forma pausada, aunque más Samuño. El sonido de sus pisadas se entremezclaba con el cambio de luces de los semáforos, con la intermitencia de los seres que retornaban a sus hogares
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con el desdén de la obligación. A Samuño no le molestaban las miradas de soslayo que despertaba en las calles y de vez en cuando constataba el estado de varios libros que cargaba en un bolso. —¿Estuvo en la firma de autógrafos con otros escritores hoy? —preguntó Donna en broma. —No. Para nada. Sólo en la suya. —¿Y esos libros? Lleva muchos. No he escrito tantos. —Los acabo de robar de la librería. —¿Es en serio? —Sí. Es fácil cuando todos prestan atención a un escritor que sólo sabe hablar sobre sí mismo. Se les olvidan los libros a su alrededor. Me robé seis. —Yo no sé hablar sólo sobre mí misma, atrevido. —¿Segura? —Claro. Y, para que sepa, el hurto es despreciable. —¿Jamás ha robado un libro? —Por supuesto. Robé muchos en mi adolescencia. Era muy pobre, apenas una estudiante de Letras becada y sin el interés de mis padres; no me quedó de otra. Pero me arrepiento: es un acto que nada más se fija en los intereses propios. Y a medida que uno crece como escritor desarrolla una compasión profunda; me afecta mucho el sentir de los otros. Ya no lo hago más. —Se nota que le importan mucho los otros —dijo Samuño—. Les mantiene robando sus historias y si pudiera, les robaría más. Conozco bien los de su gremiecito. No intente sonar bondadosa conmigo. —No sé qué trata de decir. —Sí lo sabe. Los demás le sirven nada más para su escritura. Transforma personas en personajes sin su consentimiento. Eso es robo de identidad. Un robo que en el fondo, también es muy egoísta. Ese hombre no tenía escrúpulos. Nadie nunca le había dicho eso de forma tan mezquina; ni siquiera los críticos asiáticos, que la tildaban de inverosímil. Donna, simulando displicencia, dijo:
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—Quizá sea ladrona, pero no hago gala de ello como usted. No lo muestro tan deliberadamente, como si me valiera un rábano. —Es lo que usted cree. —Al parecer le encanta ver las cosas con pesimismo. —Es lo que resta. No tengo de otra, Donna. —Eso no tiene sentido. Pero a ver, ¿qué libros se robó? Sin hacerse rogar, complacido, Samuño mostró las siguientes novelas: El guardián entre el centeno, JD Salinger. El lenguaje perdido de las grúas, David Leavitt. Los labios de vermut, Manuel de Lope. Seda, Alessandro Baricco. Algún día este dolor te será útil, Peter Cameron. Monsieur Pain, Roberto Bolaño. Tenía que aceptar que Samuño exhibía un gusto refinado. Algunas de las novelas, que sonaban de escritores de peso, ni siquiera Donna las había leído. Donna se consideraba una ávida lectora de narrativa; se sintió apocada. Samuño le explicó que él sí las había leído todas. Que eran novelas buenas, no magistrales, pero que le entretenían y le gustaban por varias razones que estaba de más explicar. Se las había robado porque los ejemplares que tenía en casa estaban algo gastados y los de esa librería se miraban de mejor calidad, y tenían portadas de lo más atractivas. «Observe ésta de Seda, ¿no le parece hermosa? Me provoca ganas de irme a Asia...» En sus ojos se observaba un brillo condescendiente que a Donna le puso los pelos de punta. —Me gusta El guardián entre el centeno —dijo ella—. ¿Sabía usted de los rumores de que Salinger bebía su orina en mitad de ataques de ansiedad? Lo dijo su propia hija. Pero entre las familias todos se llevan tan mal, que no sé qué creer. Pudo ser un intento de difamación. —No hablemos de él, por favor. —¿Por qué no? Pensé que le gustaba. Es uno de mis escritores favoritos. Hasta diría que tiene cierta influencia en mí. Pero no lo comente con cualquiera. A
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los periodistas les digo que nadie me influye; que mis escritos son muy independientes. —No quiero hablar de Salinger. Me tienen harto esas conversaciones, esos largos artículos. Ya se ha hablado mucho de él. Resulta cansino tanto blablablá sobre sus libros y poca lectura de ellos. ¿O acaso usted ya los leyó todos? Donna no sabía que Salinger tuviese otros libros aparte de El guardián entre el centeno. A decir verdad, recordaba poco de esta novela (ella no solía releer libros). La leyó en su juventud y en su juventud prestaba escasa atención a lo esencial. Ella respondió con enfado: —Usted no tiene límites. Mejor caminemos más rápido. Me comienza a dar frío. El invierno siempre me cala hondo. Detesto esta ciudad; aquí se siente peor. El bar estaba casi vacío. Era uno pequeño, ambientado con calaveras a la mexicana, muy pintadas y alegres. El suelo estaba cubierto con algo que simulaba ser serrín, aunque parecía demasiado plástico. Música de Vicente Fernández en la roconola. Era, en sí, un bar en el que Donna jamás entraría en otras circunstancias. Un mesero preguntó: —¿Qué van a pedir, señores? La última vez que Donna estuvo en un bar fue en una conferencia de escritores en Atlanta. La editorial le pagó sus gastos de estadía; en teoría pudo haberse bebido todas las botellas a su disposición. No lo hizo. Luego de charlas diarias de rigor —aburridas expresiones sobre el estilo o sobre otros escritores clásicos con inmensas citas sobre aspectos banales del aburrimiento— los escritores bajaban al bar a chocar vasos y conversar sobre sus recientes conquistas u organizar orgías relámpago. Donna asistía para observarlos, y claro, para tener algo de acción vaginal. Pero no bebía ni un sólo trago. Las drogas la alejaban de la realidad, de su imaginación; la perdían en un espacio desconocido del que temía no poder salir. —Un jugo de mango, por favor —contestó al mesero—. Que no esté tan helado. —Muy bien. ¿Y usted, señor?
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Samuño se acomodó en su asiento. Dijo: —Nada. —¿Nada? —se asombró Donna. —No tengo ganas de nada. No me gusta beber en bares. Ni comer. —Oh. El mesero ya había escuchado suficiente y se fue con mesura hipócrita. —¿Por qué no? —se exaltó Donna—. Quise venir acá porque pensé que a usted le agradaría este ambiente. —Lo siento, pero no me agradan los bares. Están llenos de mucho desgaste. Suficiente desgaste existencial hay en mi biblioteca. —Lo hubiese dicho antes... —No lo creía conveniente. Además, no quise arruinar un ritual que al parecer hace con algunos de sus lectores. —No suelo invitar a mis lectores a bares. ¿De dónde saca eso? —¿Ah, no? —No. Samuño preguntó con sorna: —¿Qué me hace tan especial para recibir ese privilegio? —No es que usted sea especial. Es que usted me parece diferente. —¿Diferente? ¿En qué sentido? —En todos los sentidos. Se nota sólo con verlo a la cara. Y no, no me haga explicárselo. Es muy incómodo. —Como usted diga, Donna. De todos modos ya me hartan las explicaciones de la gente sobre mi supuesta diferencia. Y ni me convencen. El jugo de Donna llegó: estaba muy helado, muy dulce, de un amarillo pálido; apenas lo saboreó sorbiendo de la pajilla. Se le erizó la piel de los brazos. Lo puso sobre la mesa donde las luces hicieron lo suyo con el vidrio. Vio a Samuño. Se dijo que quiza no era el hombre más guapo con el que quisiera compartir una noche, pero algo en su interior ardía por saber si era bueno en la cama. Si era tan peculiar, predispuesto a
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las revoluciones oscuras, como simulaba ser en los demás escenarios de la vida. Se mordió el labio y preguntó: —¿Soltero? —Sí. —Interesante. Lo que la gente desconocía de Donna al ver su fotografía en la solapa de los libros, en las primeras planas de revistas literarias, era que ella no era una mustia. Eso no se captura tan fácilmente con el flash. Letrada sí era, pero no por eso era un cuerpo disecado de museo. Era, como dirían las jóvenes de hoy en día, una puta, una bitch. En el buen y delicioso sentido de la expresión, sin duda. Le encantaban los hombres, las eyaculaciones, las diversas anécdotas de los suspiros desnudos. Los consideraba muy necesarios: ¿Cómo llenar páginas y páginas de sus novelas sin ellos? Y esa noche tenía largo rato sin un hombre. Samuño estaba a la mano, le intrigaba, había que probar. ¿Estaría él interesado en ella? Hasta donde sabía los lectores tienen cierto enamoramiento con sus escritores favoritos. Idolatría exagerada. Donna podía utilizar eso a su favor. —¿Le gusta mucho mi novela? —¿Cuál? —Pues la última. La que le firmé hoy. —¿De las otras no le gusta hablar? —Lo adoro. Pero a los demás no. No les gustan mucho. ¿A usted sí? —No tanto. Son buenas, pero no en exceso. Se nota que usted las supo escribir, pero le hizo falta un toque más entretenido. Al menos para mi gusto. A Donna le disgustó ese comentario. Dijo: —Supongo que entretener a los demás no estaba en mis prioridades. Sólo quise entretenerme a mí misma. —¿En su última novela sí logró entretener a los otros? ¿Eso piensa? —No necesariamente. Digamos que fue un giro del destino. Algo conspiró. Resulta que en Liderazgo de las palmeras lo que me entretuvo a mí, también le entretuvo a ellos. Pura coincidencia.
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—Fifikus no es que entretenga —dijo Samuño dejando de verla a los ojos y suspirando hacia la puerta—. Él encarcela. Sí su novela tuviera más páginas, las leería gustoso. Sin cesar. —Pues lea la novela otra vez. —Sabe usted que no es lo mismo. Y no es a lo que me refiero. —Bien. —¿Bien? —Sí, bien. —Va a la deriva. ¿Cómo alguien como usted puede ser la autora de una novela como ésa? Me impresiona verla, oírla hablar, e imaginar que de sus dedos fofos salió una historia como la de Fifikus. No sonaba a una reprimenda, una crítica despiadada. Era una duda sincera. Donna adoraba la sensación de engendrar enigmas. Le explicó a Samuño, sorbiendo de su vaso: —Siempre he creído que mi yo escritora no es el mismo yo que proyecto a los demás. No me afecta lo que usted dice. Es lo que pretendo hacer. No me agrada que mi lado más sublime, artístico, quede a la intemperie. Que los demás se conformen con mi cascarón; no me importa lo que digan. Samuño asintió y cerró los ojos. —Siendo así, hace muy bien. Aunque es decepcionante de todas formas. Esperaba más profundidad de su parte. —No la tendrá. —Bien. —Bien. Cambiaron de tema. Él le contó acerca de su vida, pero sin demasiados detalles. Tenía veinticinco años, era informático y trabajaba en la comodidad de su casa (por eso se acostumbró a vestir sin darle importancia a la eterna pijama; no tenía alta gerencia que lo coaccionara), en ocasiones salía a los prados de la ciudad a correr un poco, visitaba a su madre anciana en el campo los domingos, veía las películas del momento en el cine nocturno, oía música en los trenes de las once, pero en lo que más invertía tiempo era en la lectura. «Leo desde
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los nueve años. Comencé con Las Crónicas de Narnia en un banquillo del colegio y hoy leo Rayuela en un sofá viejo y roto de mi apartamento en la periferia. Género negro, erótico, romántico, fantasía, terror, ambigüedades... Leo todo lo que se me da la gana.» Era un hombre muy perceptivo, le gustaba observar los gestos de la gente, interpretaba esos gestos casi a la perfección, y sabía desde hace rato que Donna se quería acostar con él. Donna, con una sonrisa afectada, dijo: —Si lo sabe debería actuar de una buena vez. Este bar tampoco me gusta. ¿Su cuarto o el mío? ¿Ninguno? Quizá no le atraigan las mujeres, o no le atraigo yo en específico. En ese caso, Samuño, no me molesta. No acoso a nadie. Pero igual vámonos. —En mi cuarto no. Prefiero que se mantenga desconocido; es mi santuario. Como su yo escritora. —No hay problema. Estoy alojada en un hotel; me da igual que conozca mi cuarto. —¿Queda cerca? —Sí. Muy cerca. A unos quince minutos caminando. Aunque mejor tomemos un taxi. Tomaron un taxi, en el que no conversaron en lo absoluto; viajaron por una carretera oscura y silenciosa, Donna le tocó una pierna en el asiento trasero, se rio, se rieron, y entraron en un hotel corriente. Donna lo guió entre las habitaciones que se confundían unas con otras, números y números en colores dorados que se sucedían en centenas cerradas, lo guió entre personas umbrías que no saludaban, lo guió hasta que ella abrió una puerta de madera impersonal. Su cuarto olía a limpieza transitoria; a una soledad viajera que se corría por la cama y se zambullía en el agua de los floreros al lado de la ventana. «Un cuarto muy neutro, así es» quiso comentar Donna, pero mejor se calló. No quiso agregar más pesar a su entorno. Samuño la tomó de la cintura, le mordió el lóbulo de la oreja izquierda, y le dijo: —Ya vi las novelas que tiene sobre la mesita de noche. ¿Cuáles son? Donna, jadeando:
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—Varias son de Orham Pamuk y de Dickens. El libro más grueso, el negro, no es una novela. —¿Ah, no? —No. Es el diario completo de Kafka. Lo amo. No pude dejarlo en casa. Voy a estar dos semanas en esta ciudad maldita; tengo que rodearme de la mejor compañía. Y este ejemplar es uno que cuido con especial esmero: tiene muchos años; está firmado por el mismísimo Max Brod, que fue el mejor amigo y albacea de Kafka. Gracias a él este diario pudo ver la luz. —Exquisito... —dijo Samuño y le desabrochó el primer botón de la camisa—. Ahora cállese. Ella también lo desnudó a él. Samuño tenía pies muy bonitos. Pies viriles, con pelos en los gonces, blancos, largos, anchos, de uñas bien cortadas. A Donna le excitaron muchísimo. Cuando Samuño llegó al orgasmo, minutos de movimientos borrosos después, gimió diciendo una frase de la novela de Donna: «Fifikus era capaz de incinerar niños porque no creía que les estaba haciendo mal alguno: creía que les estaba regalando la luz benigna de la muerte justa». Donna se durmió pensando en la locura pasional que observó en los labios de ese hombre fanático de la ficción. Al despertar, casi a mediodía, con las sábanas manchadas de un blanco amarillento, Samuño ya no estaba en el cuarto. Tampoco estaba ninguno de los libros que ella había dejado sobre su mesita de noche. —Maldito ladrón —escupió. Imaginaba que eso pasaría, pero, una parte de su ser, la más ingenua y vil, le nubló el cerebro. Eso es lo malo de ser escritora, pensó Donna levantándose de la cama. Había momentos en los que ella creía que podía cambiar la realidad, y cuando se daba cuenta que eso no era cierto, sufría más que nunca. Desayunó, se bañó, y se fue a firmar autógrafos a eso de las nueve. Aunque esta vez, se dijo, no hablaría más de lo necesario con ningún lector por muy atractivo que éste fuese. En años posteriores Donna Durán escribió un cuento basado en este episodio dejando a Samuño sin
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cualquier tipo de encanto (casi sin éxito). Le concedió la razón: ambos eran ladrones, pero dejó claro que al menos ella no hacía daño a nadie; no en un modo irreversible y despiadado. Ésta fue la única venganza que se quiso permitir.
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Terminaste de leer el n° 61 de la Revista Destiempos, perteneciente al bimestre Septiembre-Octubre de 2018. ¡Nos vemos en el próximo número!