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EL LAMONATORIO
Las abuelas son cruciales en términos evolutivos. Esto puede parecernos paradójico, ya que siempre nos han explicado que el fin último de una especie es la reproducción. Si esto es así, ¿qué sentido tendría que las mujeres sobrevivan décadas después de dejar de ser fértiles, y además mantengan un buen estado físico y de salud hasta prácticamente la séptima u octava década de vida? La comunidad científica lleva años preguntándose lo mismo y según varios estudios, las abuelas, y en menor medida los abuelos, han sido necesarios a lo largo de la historia para cuidar de la prole y asegurar su supervivencia cuando los progenitores debían ocuparse de otros menesteres. Diversas investigaciones sugieren que el principal motivo de que nuestra longevidad haya ido aumentando es nuestra gran dependencia, que perdura muchos más años después de nuestro nacimiento. Somos una especie terriblemente dependiente si nos comparamos con otros mamíferos, sino fijaos por ejemplo en los terneros o en los potros recién nacidos: se ponen de pie en un santiamén y en pocos días se pasean solos por la pradera en busca de pasto fresco. Para rato hacen eso los bebés humanos con unos días de vida, incluso con muchos años a sus espaldas. Necesitamos que nos cuiden y protejan durante largos periodos de tiempo. Somos, en esencia, seres vulnerables. Así que, al parecer, de cuidados va el asunto. Según la ciencia, las personas que criaron a nuestros padres vivirían muchos años más de lo que les tocaría para poder cuidarnos. Qué cosas tiene la naturaleza.
“La hipótesis de la abuela” lleva décadas estudiándose tanto en animales como en humanos. Conocemos bien el papel fundamental que juegan los elefantes más longevos en la cohesión de sus manadas. Se sabe además que los machos ancianos guían a los jóvenes por la sabana y les transmiten conocimiento. Pero las elefantas, que pueden vivir hasta 70 años, nunca pierden su capacidad reproductora. En cambio, las orcas y otros cetáceos como las belugas o narvales, sí lo hacen, y se ha comprobado en el caso de las mal llamadas “ballenas asesinas” que en etapas posteriores a la menopausia su presencia en la manada favorece la supervivencia de las crías. Esto podríamos trasladarlo al ser humano. Kristen Hawkes se hizo popular hace un par de décadas tras estudiar el papel de las abuelas en una población tanzana, los Hadza. La Dra. Hawkes demostró que las abuelas recolectaban alimento y cuidaban de los nietos, permitiendo así que sus hijas dedicaran sus esfuerzos a tener más descendencia. Hay otros estudios que apoyan esta hipótesis, y que además explican por qué ha aumentado la longevidad tras la menopausia, algo que al parecer tiene relación con la actividad física inherente al papel de abuela. Según un estudio de la Universidad de Durham, la longevidad es causa y efecto de la actividad física: correr tras las criaturas, ir a recogerles al cole, cambiarles, cogerles en brazos, etc., todo lo que implique mantenerse activas, podría ser beneficioso para la salud de las mujeres mayores. Pero claro, si las mujeres que no son abuelas y hacen ejercicio regularmente después de los 60 también ven aumentada su esperanza de vida, ¿los resultados de este estudio deberían cogerse con pinzas? Sí y no, porque esta hipótesis hace referencia a cómo era nuestra especie hace miles de años, y el contexto humano actual es completamente diferente al de los primeros Homo sapiens. Este papel cuidador de las abuelas se ha comprobado en otros homininos, como el Homo erectus, especie que emergió hace 1,8 millones de años. Por otro lado, se sabe que hace unos 60.000 años hubo un cambio cultural drástico en las sociedades de Homo sapiens que hizo que su longevidad aumentara respecto a la de los neandertales, y se cree que las abuelas cuidadoras tuvieron en él su protagonismo. Sea como fuere, continúa la controversia en el mundo académico en torno a “la hipótesis de la abuela”, por lo que aún deberán realizarse más estudios para poder probarla o refutarla. Así funciona la ciencia y por eso nos gusta tanto, porque se basa en la evidencia empírica.
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Como este tema tiene mucha miga y seguramente os hayáis quedado con ganas de más, me gustaría recomendaros el libro “Homo imperfectus” de María Martinón-Torres, directora del Centro Nacional de Investigación en Evolución Humana (CENIEH), médica y estupenda divulgadora. María habla de la vejez como el as en la manga de la evolución. “La hipótesis de la abuela” pone de manifiesto que, como ha ocurrido en otras ocasiones, la clave del éxito de una especie podría encontrarse en sus individuos más débiles. Y también coloca en el centro algo tan poco valorado en las sociedades capitalistas actuales como son los cuidados y las personas que los ejercen, que como bien sabemos son mayoritariamente mujeres.