4 minute read
EL LAMONATORIO
La época victoriana (1837-1901) es el periodo histórico que coincide con el reinado de Victoria de Inglaterra, una señora que tuvo 42 nietos y cuyos genes aún se pasean por las grandes casas reales europeas. Además de tener una serie de características políticas y socioculturales, esta época fue clave para el desarrollo científico y tecnológico. Imaginaos vivir en el año en el que un inglés llamado Charles Darwin publica un libro titulado “Sobre el origen de las especies”, que pone en duda que la naturaleza, incluida la humanidad, sea una creación divina. Gran parte de la sociedad lo consideró sacrílego, pero sus hallazgos comenzaron, poco a poco, a agitar conciencias. Imaginaos también vivir en una época en la que cada día se construyen más y más kilómetros de vías de ferrocarril, acabando con el aislamiento de muchas poblaciones que hasta ese momento no podían comunicarse y fomentando el intercambio demográfico y cultural. Sin duda, un perfecto caldo de cultivo para que prospere el conocimiento. Entre los inventos o descubrimientos que podemos atribuir a la era victoriana están, entre otros, el refinado del petróleo, la pasteurización, la dinamita —Alfred Nobel, el de los premios suecos, tuvo la brillante idea—, el teléfono, el fonógrafo o la radiografía. En este periodo, aunque se popularizara de manera tardía, podríamos incluir la “doctrina de la neurona”, promulgada por nuestro flamante neurocientífico Santiago Ramón y Cajal, que puso patas arriba la idea que teníamos sobre el funcionamiento del cerebro y la transmisión de la información en el cuerpo humano.
La farmacobotánica y la química también experimentaron un gran auge durante la era victoriana, desembocando en la creación de nuevas drogas y anestésicos. El opio fue el estupefaciente más popular durante estos años: se podía fumar, mascar o tomar en forma de láudano, y creó un gran problema de salud pública debido a su potencial adictivo, por no mencionar que causó conflictos bélicos, las Guerras del Opio, cuyos perpetradores perseguían el control de su comercialización. Recordad que el opio viene de una resina contenida en los frutos de la amapola adormidera y que a partir de dicha resina se fabrican todo tipo de sustancias narcóticas, incluidas la morfina, la heroína, la metadona o la codeína. Además de este derivado de la Papaver somniferum, durante la segunda mitad del XIX también se popularizaron anestésicos como el óxido nitroso o gas de la risa y el cloroformo. Durante la era victoriana el consumo de drogas “duras” estaba bastante generalizado. No hay más que leer obras como Sherlock Holmes, Drácula, Alicia en el País de las Maravillas o El retrato de Dorian Grey, para darnos cuenta de cómo le daban a la mandanga.
Advertisement
Otro gran avance fue el descubrimiento del origen de muchas enfermedades infecciosas y la toma de conciencia sobre la importancia de la higiene. Ya os hablé en el Especial VAMPIRISMO de cómo este concepto fantástico era una metáfora de la enfermedad. Y es que a finales del siglo XIX los microbios malos campaban a sus anchas, no se hablaba de mascarillas, aislamiento o distancia social, tampoco del lavado de manos o del lavado en general, y era muy fácil contagiarse y muy difícil curarse. Pensad que la penicilina, el primer antibiótico, no se descubrió hasta 1928. Por suerte, la ciencia llegó al rescate: Louis Pasteur inventó un proceso para eliminar las bacterias chungas de la leche y otros alimentos, Robert Koch descubrió la bacteria que producía la tuberculosis, Ronald Ross describió cómo el mosquito anófeles transmitía la malaria y John Snow —no, el de Juego de Tronos no—, desveló que el cólera se propagaba por el agua, lo cual puso en marcha una mejora en el sistema de alcantarillado de Londres, evitando que mucha gente siguiera enfermando. Todos estos descubrimientos dieron pie al nacimiento de la microbiología clínica como disciplina médica, tan importante hoy día por motivos que conocéis de sobra, aunque paso de hablar más de la Covid-19.
Si bien en el período victoriano hubo grandes avances en ciencia, se investigaba de manera muy distinta a hoy en día. Mientras que en la actualidad se trabaja en equipo, hay una gran cooperación internacional y las personas que se dedican a la ciencia están formadas específicamente para ello, entonces los científicos eran mayoritariamente hombres occidentales de buena familia que investigaban en solitario por puro amor y fascinación por el mundo natural. Niños ricos con tiempo y recursos de sobra. La democratización de la ciencia, si es que podemos hablar de tal cosa, no llegó hasta finales del siglo XX. Pero aún queda mucho por hacer, sobre todo si hablamos del reconocimiento del trabajo de las mujeres y de las personas no blancas o no heteronormativas. Si no fijaos, aunque sea un baremo regulero, en los premios Nobel de ciencia de este año. Me da a mí que mucha gente sería feliz si siguiéramos en la época victoriana, y no solo por ponerse hasta arriba de opio o por vestir chistera y capa.