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ALICIA ESCRIBANO

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RAÚL OLÓRIZ

RAÚL OLÓRIZ

aliciaescribano

Las mejores cuentistas no siempre se guardan los secretos, y Alicia confiesa con gusto: “De pequeña contaba unas mentiras gordísimas. Después descubrí que si las escribía en un papel podía llamarlas cuentos y así nadie me castigaba”. En junio de este año, que por lo visto existió e incluso tuvo 30 días, le publicaron La barba de Marita, uno de los cuentos que más ha disfrutado ella escribiendo y el resto de las mortales leyendo. Hemos hablado con Alicia, le hemos preguntado cosas, y ella no solo ha respondido, sino que nos ha dedicado un cuento de exótica temática monesca. Hashtag magazine goals. Tenemos que preguntarlo... ¿Nació Marita en el confinamiento?

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Marita llevaba ya un tiempo conmigo, pero durante el confinamiento nuestra editora nos habló de la posibilidad de que saliera publicada en julio, así que, aunque la historia ya estaba terminada, tuve que atracar a Patri de Blas que terminó las ilustraciones como un cohete.

Entonces el cuento ya existía antes de ponerte en contacto con Patri de Blas, su ilustradora, a quien por cierto entrevistaremos en el próximo número. ¿Cómo le entregaste a un personaje como Marita? ¿Le diste más pistas que las del propio cuento?

Llegué hasta Patri porque vi parte de su trabajo y me encantó, estaba segura de que iba a dibujar una Marita preciosa. Contacté con ella y nos entendimos enseguida. En los primeros bocetos que me enseñó ya me quedé enamorada de su barba.

Se rumorea en las redes que Marita ya ha viajado más que tú. ¿Se ha saltado alguna frontera confinada? ¿Le guardas un poquito de rencor?

Un poquito sí, porque la puñetera está paseando por México y Miami y nosotras aquí sin poder cambiar siquiera de comunidad. Nos hizo mucha ilusión prepararle la maleta y que conozca el mundo. En México nos distribuye la librería Había una vez y en Miami participamos en la muestra de literatura infantil y juvenil organizada por la Fundación Cuatro gatos.

¿Para quién escribiste “La barba de Marita”? ¿Qué van a encontrar en su historia?

Marita apareció un día en mi cabeza, una preciosa niña barbuda. Pensé que alguien así tendría una buena historia que contar. Quería que su barba fuera algo que los demás admirasen, nada de aceptación, admiración. Que fuera una historia divertida y que quien la leyera deseara tener una enorme barba como la suya.

También te han publicado recientemente el cuento “Umeme” dentro de “¡Peligro! Animales desapareciendo”, de editorial Tes patas y pico. ¿Está Marita abriendo las puertas que la pandemia podía estar cerrando?

¡Totalmente! Julia, que es la editora de Tu cuento y tú, con la que publicamos “La Barba de Marita”, contactó conmigo para ofrecerme participar en otro proyecto, “¡Peligro! Animales desapareciendo”. Es una preciosidad de libro que apareció gracias a verkami. Un proyecto de varios autores en los que cada animal tiene su propio cuento y una ficha en la que se explican sus características. Su ilustrador es Héctor Borlasca y el trabajo ha quedado maravilloso. Yo elegí quedarme con el cuento que habla sobre los guepardos y ahí estaba en pleno confinamiento obligando a todos en mi casa a ver montones de documentales, viendo guepardos correr y

correr por el Serengueti, mientras nosotros sólo podíamos caminar por el pasillo.

Gastón Moustache, el señor calvo y maligno de la historia, quiere robarle la barba a Marita a pesar de lucir él mismo un barbón estupendo... “para decorar su pared”. ¿No será para ahorrarse el viaje a Turquía?

Gastón es el barbero de su barrio y cada vez que Marita aparece para hacerse unos retoques a él se lo llevan los demonios. No puede soportar que una mocosa luzca semejante barba, tan brillante y tan bonita, así que en lo único que puede pensar es en quedársela para él. No descarto que haya estado ojeando algún viajecito a Turquía para lucir pelazo en breve.

Por la doble lectura que ofrece el cuento, sus descripciones, su rima... Nos da la impresión de que podías haber escrito algo para adultos. ¿Por qué te decantaste por un público joven?

Cuando escribo mis historias no suelo pensar en que vayan a leerlas sólo niños. Yo misma leo mucha más literatura infantil y juvenil que adulta. No lo hago para inspirarme o ver qué se escribe, sino porque me gusta. Hay auténticas maravillas en álbum ilustrado, historias que condensan en pocos párrafos temas como el amor, el dolor, la libertad, la muerte, el deseo… Tenemos que desechar la idea de acercarnos a las estanterías de infantil sólo para buscar libros para niños.

¿Podemos retarte en esta entrevista a que confecciones una breve historia sobre monos que ganan un viaje a Turquía en la revista “El Mono”?

Lo que voy a contarte es una historia verdadera que ocurrió en Turquía hace muchos, muchísimos años y que alguien me contó una vez, cuando todavía se la llamaba Constantinopla… “Teodora fue una princesa muy famosa por su larga cabellera. Llegaban curiosos de todo el reino para poder admirarla y cubrirla de regalos. Sus padres solían sentarla en un pequeño trono dorado y extendían su pelo tan largo como era, cubriéndolo de flores y piedras preciosas. Teodora pasaba horas y horas sentadita en el trono, aburrida, aburridíiiisima. A ella lo que le gustaba era dar volteretas, saltos, hacer el pino… Las pocas veces que lo intentaba perdía el equilibrio por el enorme moño que debían colocarle, así que desistía y volvía a sentarse en su trono para aburrirse otro rato más. Un día, entre todos los viajeros que llegaban para admirarla, apareció un domador de monos para entretenerla. Con él llevaba a una pareja de monitas trapecistas que no paraban de dar saltos y hacer piruetas. Se colgaban de los arcos del palacio y balanceaban sus cuerpos boca abajo mientras la princesa aplaudía emocionada. Teodora decidió que eso era lo que deseaba hacer el resto de su vida, quería ser una mona trapecista. Así que esa misma noche, aprovechando que las monitas dormían en palacio hasta continuar su viaje, Teodora tomó unas tijeras doradas y cortó sus largos cabellos desde la raíz. Colocó su cabellera sobre la cabeza de una de las monas y la vistió con un brillante vestido de seda. Después la dejó sentada en su trono de oro y escapó con su calva brillando bajo las estrellas, dispuesta a convertirse en una famosa trapecista bizantina. Por la mañana siguiente nadie reparó en el cambio. Sus criadas peinaron la melena como cada mañana, su madre roció agua de rosas sobre sus bucles y mirándola a los ojos suspiró: -Hija querida hoy estás resplandeciente, hoy estás ¡más mona que nunca!”

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