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De madre a madre Milagro de vida Por Bea Bosio
La historia que elijo compartir en este mes es la historia del coraje de una madre que dio una muestra extraordinaria de generosidad y empatía. Esta nota va de madre a madre, porque así fue concebida. Krysta Davis era una chica normal de 23 años cuando quedó embarazada de su novio. Ellos eran una pareja más, como otras tantas que pueblan el territorio norteamericano. El embarazo los tomó por sorpresa, pero había amor en el hogar que compartían y la noticia fue celebrada con esa mezcla de ilusión y susto que suele aparecer ante la enorme responsabilidad que se les venía. Como en otras tantas relaciones, empezaron a discutir posibles nombres, a pensar en el dormitorio que armarían y a planear un futuro como familia. Todo iba normal, hasta que llegó el momento de los controles prenatales de rutina. El primer control alertó que algo tal vez andaría mal con el bebé. Krysta pensó asustada que le dirían que su bebé tendría síndrome de Down o espina bífida (dos de las condiciones que se evalúan en ese primer examen). Rezó para que hubiera un error en su sospecha. Para saber más detalles, le practicaron una ecografía. Al llegar el día del examen, Krysta amaneció nerviosa. Durante el estudio, la enfermera le contó que era una niña, pero ella sintió angustia cuando la profesional se detuvo en la cabeza de su bebé por un buen rato y luego se ausentó para llamar al médico. Su corazón se aceleró y trató de controlar la respiración mientras. Una vez llegado al consultorio, el doctor se presentó y procedió a analizar en detalle la pantalla de la ecografía. Luego volteó, y con voz sombría le dio una aterradora noticia: su bebé 36 HIGH CLASS
padecía de anencefalía, una condición que se da, aproximadamente, en uno de cada 1000 embarazos, y que no permite que el cerebro y el cráneo terminen de desarrollarse adecuadamente. La mayoría de estos embarazos acaban en abortos espontáneos, y si el embarazo llega a término, la vasta mayoría de los bebés muere durante el parto. A Krysta le llevó unos momentos asimilar la noticia. Básicamente, acababa de escuchar la sentencia de muerte de su hija. El doctor le dio la opción de terminar el embarazo, pero Krysta quiso una segunda opinión antes de seguir ese camino. Lamentablemente, toda esperanza de un mal diagnóstico acabó cuando le confirmaron la condición que padecía la niña. Pero la diferencia, en esta segunda vuelta, fue que el doctor le propuso una alternativa: podía seguir el embarazo, y si el bebé llegaba a término y nacía, donar sus órganos cuando falleciera. En ese duro momento, una nueva certeza se instaló en Krysta: si su bebé podía vivir al menos por un instante para salvar otras vidas, continuaría con ese embarazo en nombre de las otras mamás y de otros niños que tendrían una chance a través de su hija. En ese momento, sabía todo el amor y la desolación que una madre podría sentir. Fue así que esta historia dejó de ser una historia común y se convirtió en una extraordinaria hazaña de fortaleza y valentía. Krysta llevó adelante cinco meses más de embarazo, hasta que en la noche del 24 de diciembre, en vísperas de Navidad, llegó al mundo la pequeña Rylei Arcadia, a las 40 semanas y dos días. Los doctores le habían advertido a los padres que la bebé debería pesar al menos cinco libras (2,27 kg) cuando naciera, para que el transplante fuera viable. Rylei pesó seis y nació
Fue así que esta historia dejó de ser una historia común y se convirtió en una extraordinaria hazaña de fortaleza y valentía.