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Hay que cuidar al cuidador
Según la Organización Internacional del Trabajo (OIT), cerca de dos mil millones de personas en el mundo trabajan como cuidadores a tiempo completo, pero sin remuneración.
En Colombia a pesar de los avances en algunas leyes y beneficios para los mismos, falta mucho para llegar a quienes no están recibiendo ninguna clase de ayuda.
El 5 de noviembre se celebra el Día Internacional del Cuidador y en honor a cada uno de los que desempeñamos tan ardua labor quiero contarles mi historia.
Mi nombre es Carolina Ruiz Pulecio. Hace 7 años mi padre fue diagnosticado con Alzhéimer. Cuando ves en los resultados la palabra demencia, esa palabra te cambia la vida.
En un comienzo, los cambios no fueron alarmantes. Él seguía su vida normal, parecía no pasar nada… hasta que un día, al salir a comprar el periódico como acostumbraba y encontrar cerrado, decidió buscar en otro lugar del barrio y se perdió.
¡Estuvo perdido por seis horas! No saben la angustia que sentimos. Se me salían las lágrimas de pensar en cómo se sentiría al verse perdido, qué pasaría si no lo encontramos, lo medicamentos que debe tomar por ser un paciente crónico… en fin, vienen muchos pensamientos de cuestionarnos: ¿por qué no fuimos más precavidas? ¿Por qué no tenía una manilla con los datos en caso de que sucediera esto, si ya tenía un diagnóstico? ¿por qué, por qué, por qué?
Con la ayuda de un gran amigo de la casa, emprendimos la búsqueda. Fuimos al hospital más cercano, y a los lugares que pensamos podría haber ido. No podía creer que estuviéramos pasando eso, es algo que escuchas en las noticias, pero vivirlo es otra cosa.
Lo cierto es que por la misericordia de Dios dejé un papel en su billetera con mi número celular y gracias por ese angelito que puso en el camino, que vio a mi papá sentado en la banca de un parque por horas y al haber pasado esta experiencia con su abuelo le hizo reconocer que mi papá estaba perdido. Ella logró que mi papá le mostrara la billetera y me llamó. La pesadilla terminó.
A partir de ese día jamás volvió a salir solo y yo comencé a ser entrenada día a día en esta ardua labor del cuidador.
Un trabajo invisible
Antes de convertirme en cuidadora, conocí algunos casos de familiares y conocidos que desempeñaban esta labor, pero siento que la atención siempre estuvo en quien padece la enfermedad, porque sin duda alguna no la pasan nada bien; son quienes sienten el dolor, los cambios en su cuerpo y en el caso de una enfermedad como la de mi papá, se enfrentan a perder su independencia, lo que hicieron por años para construir un futuro. Y aunque no los veamos plenamente conscientes de lo que están viviendo, hay algo emocional que los deprime porque sienten que han perdido algo.
Pero nunca imaginé lo que debe vivir un cuidador. Es la negación a sí mismo más real que se puede vivir para que esa persona a quien cuidas esté confortable. Y claro, soy cuidadora por vocación, pero pienso en quienes sin quererlo o sentirse llamados a esto deben enfrentar el día a día con sus retos, con una carga física y emocional que empieza a traer sus frutos de frustración, desánimo y pérdida de propósito.
¿Dónde quedan los sueños de estos miles de cuidadores que por vocación o no, decidieron entregar sus vidas al servicio de otros? Renunciar a sus trabajos, a un servicio de salud, a cotizar para una pensión, a una vida “normal” … Y claro, sueño con ver que en mi país se siga trabajando por más beneficios económicos, acceso a salud y que el tiempo dedicado a cuidar a otros, que es un trabajo arduo, de tiempo completo, sea tenido en cuenta como semanas de cotización para una pensión.
Casa Roca punta de lanza
Soy privilegiada de trabajar en nuestra iglesia Casa Sobre la Roca desde hace 20 años. Hace 18 comenzó todo el deterioro en la salud de mi papá al enfrentar el primer ACV (accidente cerebro vascular). El momento en que me dice el médico: “su papá tiene sangre en su cerebro”, siempre lo describo como quedarme sin piso.
Me sentí cayendo al abismo, luego fue entender que esa fue la sensación de ver caer un muro gigante que había entre mi papá y nosotras porque no lo habíamos perdonado, aunque este es otro tema del cual espero escribir y dar testimonio, porque vivimos muchas cosas que no entendemos por qué o para qué, pero donde Dios siempre tiene un propósito para nuestra sanidad.
Mi papá enfrenta la cirugía y un proceso de tiempo y paciencia, fue como comenzar de nuevo. Aunque consideré la posibilidad de renunciar, siempre estuvieron ahí para apoyarme trabajando medio tiempo mientras pasábamos ese proceso de rehabilitación.
En todos estos años hemos tenido que vivir un proceso fuerte en la salud de mi papá, otro
ACV, una fractura de cadera, y hace un año Covid, con una neumonía que comprometió altamente sus pulmones. Procesos que en lo normal son difíciles, pero que en un paciente con alzhéimer hacen que necesite de supervisión 24 horas.
Hoy soy una de las cuidadoras en tener el apoyo de la iglesia para poder seguir trabajando mientras desempeño mi labor en el cuidado de mi papá. Hoy tomo la vocería de quienes hemos recibido esta ayuda por parte de la iglesia para decir: GRACIAS.
Estoy segura de que Dios recompensará lo que hacen por nosotros, porque Casa Sobre la Roca es ejemplo y punta de lanza de una empresa que cuida al cuidador.
Un propósito de vida
Y lo más importante en todo este proceso ha sido precisamente el no llevar una vida normal, porque la normalidad te vuelve cómodo y conformista, pero el servicio te reta cada día, te saca de la comodidad, te enseña más del amor. En el servicio encontré plenitud y propósito.
Siempre encontrando en Jesús, nuestro modelo a seguir. él si que nos modeló el servicio 24/7, la negación a sí mismo por amor.
Pues, si yo, el Señor y el Maestro, les he lavado los pies, también ustedes deben lavarse los pies los unos a los otros. Les he puesto el ejemplo, para que hagan lo mismo queyo he hecho con ustedes. Juan 13:14-15 NVI.
Gracias al ministerio de Mujer Integral Bogotá, que el año pasado nos dio la enorme bendición como cuidadoras de participar del Taller Virtual “El cuidado del cuidador”. Fueron muchas las enseñanzas que nos impartieron porque fue eso, enseñarnos a través de su propia experiencia y eso vale oro. No voy a decir que no me he sentido cansada, ¡por supuesto que he pasado temporadas donde el cansancio es extremo! No es algo que podamos hacer en nuestras fuerzas porque claudicaremos. Pero, lo más hermoso ha sido ver cómo, de manera sobrenatural, siempre hay nuevas fuerzas. Se cumple lo que dice la Palabra: pero los que confían en el Señor renovarán sus fuerzas; levantarán el vuelo como las águilas, correrán y no se fatigarán, caminarán y no se cansarán. Isaías 40:31.
Algunas veces me han dicho: ¿y dónde queda tu vida, tus sueños? ¿Qué pasará cuando tus padres ya no estén? Y me emociona contestar que hay mucho por hacer. Esto ha sido toda una escuela y lo que he aprendido no puede quedarse en mí. En esto encontré un llamado, y sueño el día en que pueda ayudar a otras cuidadoras e impartirles lo que en todos estos años he aprendido.