9 minute read

LA PAZ ENTRE EL HOMBRE Y LA TIERRA

Reflexiones por el Día de la Tierra

El 22 de abril de 2020, 50° aniversario del Día Mundial de la Tierra, el papa Francisco declaró desde la Biblioteca Privada del Vaticano que “hemos depredado la tierra, poniendo en riesgo hasta nuestra vida”, desarrollando esta idea, al invocar a la humanidad a cuidar el mundo en que vivimos. El obispo de Roma alentó a que “cada uno de nosotros puede hacer nuestra pequeña contribución” y no pensar “que estos esfuerzos no cambiarán el mundo” pues “estas acciones difunden un activo en la sociedad que siempre produce fruto más allá de lo que se puede ver, porque causan dentro de esta tierra un bien que siempre tiende a la propagación, a veces invisible”. En todas partes se conmemoró este aniversario, vía digital, debido a las cautelas propias de la pandemia del coronavirus que, irónicamente, han conseguido que las aguas estén más limpias en las costas y el aire más puro en las ciudades.

Advertisement

Escribe: Federico Prieto Celi. Doctor en Derecho, periodista y profesor universitario.

Un movimiento ambientalista de Estados Unidos donó 20 millones de dólares en 1970 para crear cada 22 de abril el Día de la Tierra y defender un ambiente saludable en el mundo. En la manifestación de ese año participaron más de 20 millones de personas en ese país. A raíz del acontecimiento, nació la Agencia de Protección Medioambiental del gobierno de Washington. La idea de dedicar un día al año a una festividad es el estilo probado dos mil años por la Iglesia católica, que tiene un año litúrgico en el que celebra los principales tiempos religiosos y su rico santoral de los cinco continentes, manteniendo así viva la fe cristiana. El Día de la Tierra tiene en el siglo XXI una participación superior a los mil millones de personas en 180 países de todo el mundo.

En la antigüedad, las gentes adoraban al sol, la luna, las estrellas, y… la tierra. Pero este tipo de panteísmo ha pasado a la historia. Los agricultores, cuando se les menciona la tierra, piensan en el campo donde siembran, riegan, abonan y cosechan los frutos que alimentarán a la humanidad. La tierra ha sido un símbolo de propiedad y de riqueza, de nobleza y de poder. Se nos ha ido la mano en la explotación de la misma, y ahora nos vemos en la necesidad de proteger el ambiente que la hace habitable.

Moisés comenzó el Génesis diciendo: "En el principio creó Dios los cielos y la tierra. La tierra era caos y confusión y oscuridad por encima del abismo, y un viento de Dios aleteaba por encima de las aguas. Dijo Dios: «Haya luz», y hubo luz... Y dijo Dios: «Hagamos al ser humano»… Creó, pues, Dios al ser humano a imagen suya, a imagen de Dios le creó, macho y hembra los creó. Y bendíjolos Dios, y díjoles Dios: «Sed fecundos y multiplicaos y henchid la tierra y sometedla; mandad en los peces del mar y en las aves de los cielos y en todo animal que serpea sobre la tierra.»… Y así fue. Vio Dios cuanto había hecho, y todo estaba muy bien".

En 2015, el papa Francisco publicó la carta encíclica Laudato sí sobre el cuidado de la casa común, en la que observa, entre tantas cosas, que “cuando se analiza el impacto ambiental de algún emprendimiento, se suele atender a los efectos en el suelo, en el agua y en el aire, pero no siempre se incluye un estudio cuidadoso sobre el aspecto de la biodiversidad…”. Ahora bien, añade, “sobre muchas cuestiones concretas la Iglesia no tiene por qué proponer una palabra definitiva y entiende que debe escuchar y promover el debate honesto entre los científicos, respetando la diversidad de opiniones".

Reflexionando sobre la teología bíblica de la creación, Francisco recuerda la aventura de Noé. “Aunque la maldad se extienda sobre la faz de la tierra y a Dios le pesó haber creado al hombre en la tierra -está repitiendo frases del Génesis-, sin embargo, a través de Noé, que todavía se conservaba íntegro y justo, decidió abrir un camino de salvación. Así dio a la humanidad la posibilidad de un nuevo comienzo. ¡Basta un hombre bueno para que haya esperanza!”. Sin duda, el Día de la Tierra apuesta por ese hombre bueno, que quiere velar por la limpieza del mundo, por un clima de libertad natural que acoja al hombre sin pandemias.

En 2015, el papa Francisco publicó la carta encíclica Laudato sí sobre el cuidado de la casa común, en la que observa, entre tantas cosas, que “cuando se analiza el impacto ambiental de algún emprendimiento, se suele atender a los efectos en el suelo, en el agua y en el aire, pero no siempre se incluye un estudio cuidadoso sobre el aspecto de la biodiversidad…”.

Hay que develar el misterio del universo. Siguiendo el magisterio de Francisco encontramos que “para la tradición judío-cristiana, decir creación es más que decir naturaleza, porque tiene que ver con un proyecto del amor de Dios donde cada criatura tiene un valor y un significado. La naturaleza suele entenderse como un sistema que se analiza, comprende y gestiona, pero la creación solo puede ser entendida como un don que surge de la mano abierta del Padre de todos, como una realidad iluminada por el amor que nos convoca a una comunión universal”. Hay verdades troncales en el bosque de las ideas, como amor, verdad, libertad, belleza, que destacan a la hora de ver al hombre en el paraíso terrenal, por muy maltratada que esté la tierra por el pecado original heredado. Es el paraíso que todos tratamos de restaurar de acuerdo al mandato divino de “henchid la tierra y sometedla”, cada uno de acuerdo a su oficio o profesión, admirando sin duda el atractivo estético de un lago, una montaña, un bosque, un valle, un océano o un desierto.

En la exhortación postsinodal sobre la Amazonía, Francisco ha escrito el año 2020: “La Amazonia es una totalidad plurinacional interconectada, un gran bioma compartido por nueve países: Brasil, Bolivia, Colombia, Ecuador, Guyana, Perú, Surinam, Venezuela y Guayana Francesa. No obstante, dirijo esta Exhortación a todo el mundo. Por un lado, lo hago para ayudar a despertar el afecto y la preocupación por esta tierra que es también “nuestra” e invitarles a admirarla y a reconocerla como un misterio sagrado; por otro lado, porque la atención de la Iglesia a las problemáticas de este lugar nos obliga a retomar brevemente algunas cuestiones que no deberíamos olvidar y que pueden inspirar a otras regiones de la tierra frente a sus propios desafíos”. No en vano, Francisco es el primer obispo de Roma americano, argentino por más señas, y por tanto, próximo a la selva amazónica, tan querida por él, como afirma en el título del citado documento.

En la exhortación postsinodal sobre la Amazonía, Francisco ha escrito el año 2020: “La Amazonia es una totalidad plurinacional interconectada, un gran bioma compartido por nueve países: Brasil, Bolivia, Colombia, Ecuador, Guyana, Perú, Surinam, Venezuela y Guayana Francesa. No obstante, dirijo esta Exhortación a todo el mundo. Por un lado, lo hago para ayudar a despertar el afecto y la preocupación por esta tierra que es también “nuestra” e invitarles a admirarla y a reconocerla como un misterio sagrado...

Hablando de este gran pulmón del mundo que compartimos nueve naciones sudamericanas, Francisco ha escrito: “Cada pueblo que logró sobrevivir en la Amazonia tiene su identidad cultural y una riqueza única en un universo pluricultural, debido a la estrecha relación que establecen los habitantes con su entorno, en una simbiosis —no determinista— difícil de entender con esquemas mentales externos: «Una vez había un paisaje que salía con su río,/ sus animales, sus nubes y sus árboles./ Pero a veces, cuando no se veía por ningún lado / el paisaje con su río y sus árboles,/ a las cosas les tocaba salir en la mente de un muchacho»./ «Del río haz tu sangre […]./ Luego plántate,/ germina y crece / que tu raíz / se aferre a la tierra / por siempre jamás / y por último / sé canoa,/ bote, balsa, / pate, tinaja,/ tambo y hombre», citando al colombiano Juan Carlos Galeano y al peruano Javier Yglesias.

Estas reflexiones nos llevan al terreno de la ecología, ‘término que viene del griego, oikos = casa y logos = ciencia. Es por lo tanto, la ciencia que estudia las relaciones de los seres vivos entre sí y con su hábitat’, como apunta Irene Wais. De ahí lo tomó E. H. Haeckel, con el sentido de ‘estudio del lugar donde vive o se halla algo’. Partiendo de la ecología, los últimos papas han hablado de ecología humana, ciencia de las relaciones entre los seres vivos y el medio ambiente. San Juan Pablo II escribió que “además de la destrucción irracional del ambiente natural hay que recordar la más grave aún, del ambiente humano… es necesario preservar los hábitat naturales de las diversas especies animales amenazadas de extinción, porque nos damos cuenta que cada una aporta su propia contribución al equilibrio general de la tierra…” Benedicto XVI, a su vez, escribió que “el hombre, si desea tener el corazón en paz, debe ser consciente de la conexión entre la ecología natural y la ecología humana. De allí surge un nexo inseparable entre la paz en la creación y la paz entre los hombres”. Y Francisco se inspiró en San Francisco de Asís en sus escritos ecológicos, para invocar a la humanidad a proteger el medio ambiente del hombre.

La Santa Sede ha creado una Comisión para abordar los desafíos de la crisis del Covid-19 en cinco grupos de trabajo, bajo la dirección del Dicasterio para el Servicio de Desarrollo Humano Integral “para expresar la preocupación y el amor de la Iglesia por toda la familia humana ante la pandemia, especialmente mediante el análisis y la reflexión sobre los desafíos socioeconómicos y culturales del futuro y la propuesta de directrices para abordarlos”.

Se verá el funcionamiento de Cáritas internacional, el estudio integral de la pandemia, la respuesta informativa eficiente, la coordinación con los estados y el financiamiento del cumplimiento de los objetivos que salgan de esta Comisión.

Por su parte, la Dirección General de Cambio Climático y Desertificación del Ministerio del Ambiente concluyó que sólo por generación eléctrica se dejaron de emitir más de 400 mil toneladas de CO2e [dióxido de carbono, también denominado anhídrido carbónico, un gas cuyas moléculas están compuestas por dos átomos de oxígeno y uno de carbono] durante el encierro social obligatorio en el Perú, lo que equivale a evitar el consumo de más de 31 millones de galones de Diésel B5.

De hecho, el 97% de la energía eléctrica que se consume en el Perú durante el periodo de cuarentena se genera a partir de fuentes renovables. Los habitantes de Lima hemos visto más abierto el cielo, azul y con pocas nubes, cuando lo más común es ese gris de rutina que nos recuerda la contaminación. Es una señal de esperanza.

This article is from: