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TEORÍAS CONTEMPORÁNEAS DE LA PERSONA (PARTE II)
Seminario Permanente de Antropología Filosófica
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Por: Juliana Peiró. juliana.peiro@hapax.ac
Con este Seminario Permanente, cuyo primer ciclo estuvo a cargo de los filósofos Miguel García-Baró, Alfonso López Quintás y Jacinto Choza, Hápax desea impulsar el nacimiento y desarrollo de una comunidad filosófica internacional, en la que prime el diálogo abierto y la sinergia interuniversitaria. En cada una de las sesiones se ha contado con un número muy nutrido de participantes del ámbito universitario y académico de toda Latinoamérica y Europa, en un clima de estudio y profundización del ser humano desde el saber superior.
En la sesión magistral a cargo de Carlos Díaz, el prestigioso pensador presentó su teoría de la persona recogida en la perspectiva filosófica de personalismo comunitario, de la cual es uno de sus principales representantes. Inspirado en el planteamiento de Martín Buber, Carlos Díaz entiende la vida de la persona como un entramado de relaciones intersubjetivas que conforman la identidad de cada uno como un dos En uno: es decir, que “el principio de identidad subjetiva no es “yo soy yo”, ni “tú eres tú”, sino “yo soy yoYtú y tú eres túYyo”. En la relación yo-tú ninguno de ellos es adjetivo (de ad-yacere, lo meramente yuxtapuesto), sino pronombres personales (pro-nombres: en favor personal recíproco).
Este planteamiento pone de relieve que lo relacional es un a priori en cada persona pues sólo gracias a él cabe la reciprocidad. El yo no es una sustancia clausurada, completa y cerrada. Al contrario, al igual que el yo es innato en mí también lo es el nosotros, pues el tú es co-nato a mí, esto es, el tú acontece en la realidad coetáneamente al yo, no antes ni después de mí y de ti.
En este sentido, para el filósofo español, lo nuclear del ser personal se juega en su dinamismo relacional, el cual consiste en permitirse elegir siendo elegido pues unicamente cuando te reconozco en tu alteridad puedo decir yo. Por eso, el nosotros es un hacerse que exige libertad y responsabilidad pues exige un encuentro en el que el tú es prójimo. Y esto solo es posible si se entiende el par yo-tú ligado íntima y constitutivamente por el Y, de manera que el tú no sea solo mi referencia o relato, sino también y sobre todo mi correlato para ofrecer al otro correferencias significativas. En este planteamiento el otro por ser un tú no es límite de yo sino su posibilidad de sentido porque donde se dice tú no se habla de cosas, sino de relación recíproca propia del verdadero encuentro personal.
Para Carlos Díaz, la relación yo-tú fracasa sin un yo-nosotros. Tú/yo: nos. Querer a la otra persona es quererla de tal manera que al quererla se quiera a sí misma, y en ella a otros. El yo sin ti expresa contrariedad, el yo contra ti contra/dicción. Pero el yo real es ad/versus-con/versus. Yo llego a ser en ti y, llegando así a serlo, te llamo tú: nos. Por eso, insistió, la esencia del nosotros es querer a la otra persona de tal manera que al quererla se quiera a sí misma.
De manera que a más disipación de yo-tú-nosotros, peor yo social, pudiendo llegar al extremo de cosificar y objetivar al tú, y por tanto al yo. Porque no hay yo sin tú ya que el yo que maltrata al tú convirtiéndolo en ello (objetivando) deviene ello él mismo. Constituye el yo enfermo; un yo que en su egocentrismo tiende a idiotificar al otro por su apoderamiento de él como si se tratase de una propiedad, un idiota.
Pero, insistió Díaz, lo propio de yo no es lo autómaton, sino la autonomía relacional y eso significa que el yo es poroso, y por eso poderoso, capaz de convivir, relacionarse en un mestizaje existencia. Por eso estamos siempre en crisis, en criba, en dis/cernimiento porque la persona no es un sujeto acabado y cerrado, estático y completo. Sino que el yo es gerundial, pues soy una existencia que es realizandome hasta alcanzar por el adsum fidelizador el ergo sum del soy persona.
Para concluir, el doctor Carlos Díaz destacó que en comunión con los otros, yo soy un yo transfigurado-tras-figurador con el gozo de ir con ellos más lejos y más alto, capaz de transformar el ergo sum en el ergo sursum et prorsum. Por eso se acerca al adsum eternizador: todo amor desea profunda eternidad, algo imposible sin la existencia de un eternizador.