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EL PROCESO DE MADUREZ DE LA NACIÓN PERUANA

Visto culturalmente

La Nación, cualquier nación, tiene un trayecto cultural a lo largo de su peregrinaje por la historia, con hitos que son solo muestras de muchas otras cosas de igual, o quizá menor o mayor, magnitud a la vista de los hombres. Este ensayo busca presentar sucintamente muchos siglos de vida de peruanos cobrizos, blancos, negros, mestizos, etcétera, que conviven tranquilamente, con orgullo, en la mitad de Sudamérica, mirando al Océano Pacífico.

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Por: Federico Prieto Celi. Miembro de la Academia Peruana de Ciencias Morales y Políticas

1. El imperio incaico

La historia de las civilizaciones originales y del posterior Imperio Incaico, a causa de la falta de escritura, quedan en manos de las leyendas y mitos, así como en las narraciones de los cronistas de la época. Símbolo de ellos es el Inca Garcilaso de la Vega (Cuzco, 1539 - Córdoba,1616), considerado el primer cronista peruano. Era hijo del conquistador español Sebastián Garcilaso de la Vega y de la princesa incaica Isabel Chimpo Ocllo. Bautizado como Gómez Suárez de Figueroa, renombrado como Inca Garcilaso de la Vega a partir de 1563, fue un escritor e historiador mestizo nacido en el Perú.

En 1609 apareció publicada en Lisboa la primera parte de su obra cumbre, los Comentarios Reales de los Incas, impreso en una buena edición por Pedro Crasbeeck y dedicado a la princesa Catalina de Portugal, duquesa de Braganza. Hacia 1612 culminó la segunda parte de esta obra, que fue publicada póstumamente en Córdoba, en 1617, con el título de Historia General del Perú y dedicado a la Virgen María. Tiene también otras obras.

Entre las construcciones precolombinas que han llegado hasta nosotros tenemos a la ciudad perdida de los incas, en las montañas de Machu Picchu y Huayna Picchu, rodeada de templos, andenes y canales de agua, construida en lo más alto de una montaña en medio de una selva amazónica tropical. Se supone que es obra del Inca Pachacuteq, guerrero que llevó a su máxima extensión el Imperio del Tahuantinsuyo.

Otro ejemplo es Chavín de Huántar que se ubica a 462 km al noroeste de Lima y a 86 km de Huaraz, a una elevación de 3177 m s. n. m., en la Sierra Oriental de Áncash al este de la Cordillera Blanca. Sus estructuras, de forma de pirámide trunca, están construidas a base de piedra y argamasa de barro. Presenta una compleja red de caminos y galerías interiores de piedra únicamente iluminados por haces de luz que penetran a través de ductos estratégicamente dispuestos. En su interior aún puede apreciarse el Lanzón monolítico, piedra tallada de 4,54 m. de altura. Fue construido y ocupado aproximadamente entre los años 1500 y 300 a. C.

La población precolombina ya había comenzado a hacer así la personalidad de la Nación peruana.

2. El nombre del Perú

Raúl Porras Barrenechea, ilustre historiador y profesor de la Universidad de San Marcos de Lima, en su libro titulado El nombre del Perú escribió al inicio de la primera página:

"El nombre del Perú, aplicado al Imperio de los Incas por los españoles, se difunde en el mundo a partir de 1534, después de la llegada de Hernando Pizarro a Sevilla y del desfile, ante la vista azorada de los habitantes y de los mercaderes genoveses y venecianos, del fabuloso tesoro de tinajas y de barras de oro, a que se habían reducido los esplendorosos adornos del templo de Coricancha que sirvieron de irrisorio rescate al Inca Atahualpa" (1).

Acompañan a la historia de ese país la leyenda del Dorado, con el cúmulo de riquezas que los naturales llevaban a Francisco Pizarro a Cajamarca para salvar la vida del último inca, Atahualpa, que escondieron al saber que había sido ejecutado; y la leyenda de la supuesta capital de esos primeros días de llegada de españoles a tierra peruana: Jauja, un lugar idílico por sus fáciles riquezas imaginadas en el viejo continente, pero que no fue elegida capital por Pizarro, que prefirió fundar Lima en el desierto costero del país, entre otras cosas, porque pensaron que los caballos no se reproducían en las alturas andinas.

Es un hecho que la aventura de Francisco Pizarro y los trece del Gallo constituye el inicio de una aventura épica, que incluyó lo que el historiador Juan Vicente Ugarte del Pino llamó la primera guerra del Pacífico. El impacto de estos hechos se proyectan a toda la historia peruana.

El nombre del Perú fue un mensaje al mundo, que regresa trayendo a los habitantes de este país la conciencia de que tenemos valores de los cuales podemos sentirnos contentos. El nombre del Perú es una marca que dio la vuelta al mundo.

3. El virreinato de España

Pasada la conquista, el Perú pasó a ser un virreinato de España. Lo hemos sido casi tres siglos, en los que hemos mantenido los valores de los naturales del territorio patrio, mediante un esfuerzo algunas veces certero y otras frustrado, de las leyes de Indias impulsadas por Isabel de Trastámara, la conocida reina católica casada con Fernando de Aragón. El hombre natural de esta tierra ha cultivado un carácter estoico, una habilidad para el trabajo, un espíritu guerrero (que se tuvo que rendir ante los adelantos militares europeos que traían los españoles), y un amor a la tierra.

Los españoles no entendieron a los territorios ocupados por ellos en el nuevo continente como un lugar para explotar y volver a Europa, sino como una extensión de España. Había españoles peninsulares y españoles americanos. Se puede considerar que la lectura y escritura en castellano terminó con la ausencia de abecedario en el incanato, apenas suplido parcialmente por los quipus. Con la lengua castellana vino, pues, la cultura española y europea, que levantó el nivel intelectual de todo Hispanoamérica.

De ahí que hicieran universidades, como las había en España. Las primeras fueron las de República Dominicana, que se interrumpió mucho tiempo, quizás demasiado; la de México, que fue la primera en funcionar, si desconocemos a la de Santo Domingo por su silencio multisecular; y la segunda en recibir la bula de creación: y la Universidad de San Marcos de Lima, la primera en ser creada, si consideramos más importante la fecha de creación que el momento de su iniciación en el dictado de clases y, otra vez, pasando por alto a la de Santo Domingo.

El nombre del Perú fue un mensaje al mundo, que regresa trayendo a los habitantes de este país la conciencia de que tenemos valores de los cuales podemos sentirnos contentos. El nombre del Perú es una marca que dio la vuelta al mundo.

Los reyes católicos, que impulsaron el descubrimiento de América como patrocinadores de la aventura de Cristóbal Colón y los españoles que lo acompañaron, consideraban esa tarea como la que hacían en su reino: junto con gobernar eran custodios de la fe cristiana y por ende de la Iglesia católica. La venida de religiosos -dominicos, franciscanos, agustinos, mercedarios, etc- es la prueba de esa motivación. La respuesta de los naturales a esa misión fue positiva, por lo que hispanoamerica -también el Perú- es hoy una región mayoritariamente católica, a pensar de los esfuerzos de algunos gobiernos estadounidenses de infiltrar misioneros protestantes y evangélicos, aprovechando la falta de clero secular y regular.

Pasado el tiempo tocó al Virrey Abascal, el antepenúltimo de los virreyes, enviar efectivos militares, poderosamente equipados, para atacar los focos de insurrección de Quito, Alto Perú y Chile, con positivos resultados para la bandera del Rey. Es lo que Ugarte del Pino llamó la segunda guerra del pacífico.

Idioma, fe, cultura, pilares sustantivos de un pueblo que ya se sentía, al margen de todo, porque lo era, la Nación Peruana.

Cristóbal Colón en la corte de los Reyes Católicos

Los españoles no entendieron a los territorios ocupados por ellos en el nuevo continente como un lugar para explotar y volver a Europa, sino como una extensión de España. Había españoles peninsulares y españoles americanos.

4. La independencia

Observa José Agustín de la Puente, profesor de la Universidad Católica e historiador de la independencia:

"El problema de nuestra autonomía política es en primer lugar -antes que problemática de la guerra y del estado- tema espiritual, afirmación de un propio estilo de vida, de una manera de ser, de ser peruano, que requiere por su singularidad espiritual la necesaria singularidad política. Así, la emancipación se convierte en el testimonio del Perú, de lo peruano y de la forma de vivir de los peruanos. La independencia se realiza porque el Perú existe y es el Perú -la comunidad peruana y los peruanos- quien rompe con España y obtiene la soberanía". (2)

Para el Perú, la ruptura del vínculo con España fue un reto económico, si consideramos que el comercio entre Sevilla y el Callao era favorecido y privilegiado por la corona (esa política controlista desapareció con la independencia). En otro aspecto, la corona nos había privilegiado enviándonos arzobispos de Lima de la categoría de Santo Toribio de Mogrovejo, hoy patrono del Episcopado Latinoamericano (casi todos los obispos se regresaron a España cuando San Martín proclamó la independencia). Igualmente la libertad de pensamiento da fruto, con la promoción de la Sociedad de Amantes del País y la revista el Mercurio Peruano. Por fin, el poder del virrey del Perú proyectaba su influjo más allá de las fronteras de su circunscripción, teniendo en cuenta que siendo tan vasto el territorio dominado por España en el nuevo continente, era lógico que se considerara a México y Perú como dos centros importantes de influencia, a los que se sumaron después Buenos Aires y Bogotá.

En las ciudades españolas y americanas se forman Juntas, que buscan gobernar en ausencia del legítimo rey de los españoles. La Junta Central convoca a Cortes. Inspiradas

por las ideas liberales de la época, las Cortes funcionan desde el 24 de setiembre de 1810 hasta el 21 de febrero de 1811 en la isla de León; y desde entonces hasta mayo de 1814 en Cádiz, ciudad que no está bajo dominio francés. (3) José Agustín de la Puente Candamo sintetiza:

"Es la primera oportunidad en la historia en que sesionan en conjunto, americanos y españoles, para analizar asuntos de interés común. Además, está presente el tema americano; están presentes los pedidos que reclaman libertades dentro de la fidelidad al rey; está presente la noticia –cada vez más grave- de levantamientos subversivos en Hispanoamérica. En suma, la posibilidad de la Independencia americana es cuestión que no es ajena a los debates". (4)

El 21 de marzo de 1811 los diputados suplentes Vicente Morales Duarez, Ramón Feliú y Dionisio Inca Yupanqui informan al Cabildo de Lima que han sido aprobadas sus solicitudes, encaminadas a implantar la libertad de agricultura, minería, comercio e industria, de la igualdad entre indios, criollos y españoles […], de dar la ciudadanía a los esclavos venidos de África, de impulsar la educación, y de respetar el ejercicio de la libertad de imprenta. (5)

Rey de Castro Arena considera tres elementos en la evolución ideológica de los peruanos de entonces: las ideas de los líderes políticos que dieron sustento a la revolución emancipadora; las motivaciones que hubo detrás de las diferentes conspiraciones, rebeliones y revoluciones; y los acontecimientos internacionales que formaron el contexto histórico del proceso de formación de la nacionalidad peruana. (6)

Fue un noble, el conde de San Isidro, en su calidad de Alcalde de Lima, quien el 15 de julio de 1821 tuvo la claridad de visión para invitar a los vecinos a firmar en un libro su independencia, sin rechazar los valores y riquezas que ya teníamos, y que desde el principio, por razón de la geografía, la convivencia y el respeto mutuo, eran nuestras.

Comercio en el virreinato

Para el Perú, la ruptura del vínculo con España fue un reto económico, si consideramos que el comercio entre Sevilla y el Callao era favorecido y privilegiado por la corona (esa política controlista desapareció con la independencia). En otro aspecto, la corona nos había privilegiado enviándonos arzobispos de Lima de la categoría de Santo Toribio de Mogrovejo, hoy patrono del Episcopado Latinoamericano (casi todos los obispos se regresaron a España cuando San Martín proclamó la independencia).

5. El Perú, ¿Un reino?

Distinguidos peruanos habían propuesto al virrey Abascal, un gobernador eficaz, que se autoproclamase rey del Perú, con el apoyo de los criollos más destacados del país, pero el gobernante español prefirió ser leal a la corona y regresó a España (7).

Mientras tanto, San Martín pensaba en convertir al Perú en un reino, trayendo de Europa un príncipe capaz de gobernarlo. Intuía que podía pasar lo que ya ocurría en Argentina: una vez libre, los caudillos autócratas se sobrepusieron a los civiles demócratas. No éramos países con una tradición democrática. El incanato había sido un imperio. El virreinato había sido la vicaría de un reino, con una corte de aristócratas, nacidos en España o en el Perú indistintamente, aunque los virreyes venían siempre de España y los principales puestos de gobierno, como intendencias, estaba reservado para españoles. Roxanne Cheesman ha narrado con erudición un suceso recientemente publicitado de esa época:

"Entre 1817 y 1820 el almirante Thomas Cochrane habría proyectado y posiblemente planteado a San Martín y al gobierno de O’Higgins en Chile un arriesgado plan: enviar dos navíos de guerra hasta Santa Elena, en el Atlántico, atacar el contingente de Hudson Lowe, carcelero de Napoleón, y trasladar al ex emperador al Perú, país que por su monarquismo requería de una fuerte autoridad real. ¿Fue conocido este plan por San Martín antes de su expedición al Perú? ¿Convino en él por sus tesis monarquistas? Tal vez el único que lo supo fue Bernardo de Monteagudo, el hombre de confianza del libertador.

Ya Bolívar en varias de sus cartas expresaba el temor de que en cualquier momento Napoleón huyera y buscara “apoderarse de uno de los nuevos países” para ejercer su poder. Así, la de Cochrane era una propuesta factible y, tal vez, hombres como Andrés de Santa Cruz, el más ferviente admirador de Napoleón y al que buscó imitar en muchos temas, hubieran apoyado la acción. Pero Napoleón murió en 1821, según se dice, envenenado con arsénico, y el plan, como muchos otros proyectos u hojas de ruta, quedó solo en eso, en un plan". (8)

Habíamos dejado de ser imperio cuando llegaron los españoles, dejábamos de ser reino cuando se iban; y nos lanzábamos a la aventura de ser una república, en la que el papel de cada ciudadano iba a ser más activo y participante.

General Don José de San Martín

6. La República

El Alcalde de Lima, Isidro Cortázar y Abarca, conde de San Isidro, convoca al Cabildo que, en sesión solemne del 15 de julio de 1821, aprueba el acta, que es firmada por los fundadores de la independencia, en la que se proclama formalmente que: «la voluntad general está decidida por la Independencia del Perú de la dominación española y de cualquiera otra extranjera». (9)

El general José de San Martín, que proclama la independencia nacional el 28 de julio, intenta conciliar intereses entre españoles peninsulares y españoles americanos pero no lo logra. Se proclama Protector del Perú, toma las primeras decisiones libres del gobierno de Lima y convoca al primer Congreso de la República.

Antes de que llegara Simón Bolívar a Lima, ya los criollos peruanos habían pensado en una república peruana, por influencia de la emancipación de las trece colonias inglesas de Gran Bretaña; y de la proclama de Libertad, Igualdad, Fraternidad de la revolución francesa. Por ejemplo, José Faustino Sánchez Carrión escribía, bajo el seudónimo de El Solitario de Sayán: Patria es una asociación de individuos formado bajo leyes justas”. (10)

Proclamación de la Independencia del Perú

Habíamos dejado de ser imperio cuando llegaron los españoles, dejábamos de ser reino cuando se iban; y nos lanzábamos a la aventura de ser una república, en la que el papel de cada ciudadano iba a ser más activo y participante.

La historia ha consignado, en suma, que el primer presidente del Perú fue el mariscal José La Mar, de quien Bolívar dijo que era el mejor militar y el mejor civil del Perú; el segundo, el marqués de Torre Tagle, y el tercero el general José de la Riva Agüero. Así será, en términos generales, el siglo XIX peruano: los presidentes salen del ejército como líderes capaces de tomar el mando de jefes de estado y de gobierno, ya sea en los primeros años por su participación en las batallas de Junín y Ayacucho, ya sea en las últimas décadas de ese siglo por su participación en la tercera guerra del Pacífico (1879 -1884-1929), al decir de Ugarte del Pino. El único presidente civil fue el fundador del partido civil, Manuel Pardo y Lavalle, que después de ser alcalde de Lima fue presidente del Perú (1872 – 1876). Con apenas 44 años, murió asesinado de un balazo en la espalda, disparado por un sargento del ejército, Melchor Montoya, cuando ingresaba al recinto del Senado.

Mariscal José de la Mar

La historia del siglo XX peruano alterna civiles con militares, lo cual es un avance significativo desde el punto de vista del estado de derecho (dejar de vivir en una situación de hecho); y de la democracia política como sistema de gobierno, muy imperfecto y poco adecuado, quizás, de la manera de ser y de pensar de muchos peruanos, no solamente indígenas y mestizos.

Los presidentes que han dejado más huella en el siglo pasado son los que han gobernado más tiempo y han hecho más obra, sea su origen legítimo o ilegítimo, pero que sus eficientes gobiernos les han dado legitimidad de ejercicio: Leguía, Odría, Belaunde, García y Fujimori.

Marquéz de Torre Tagle

Queda decir que el parlamento, bilateral o unilateral, ha intentado ser un contrapeso al gobierno, mediante dispositivos constitucionales, bien o mal utilizados, que a lo largo de doscientos años se ha convertido, como me decía el parlamentario arequipeño Enrique Chirinos Soto, en “un club exclusivo en el que te pagan por formar parte”.

Dos siglos nos ha costado convertir el ideal de una Constitución republicana, en base a varios intentos en el XIX y XX, hasta llegar a la constitución de 1993 que, de alguna manera, al recoger los valores de las anteriores -lo que Pedro Planas llamó la constitución histórica del Perú- queremos que sea la carta magna de un país definitivamente constituido.

General José de la Riva Agüero

7. La constitución histórica

Los peruanos hemos escrito nuestra constitución histórica en calidad de creyentes. La constitución de 1823 comienza afirmando, en el prólogo, que se ha hecho “en el nombre de Dios, por cuyo poder se instituyen todas las sociedades y cuya sabiduría inspira justicia a los legisladores”. Las siguientes cartas magnas dicen lo mismo pero de distinta manera, menos la de 1933 no tiene preámbulo (11). Esta es la única constitución que no menciona a Dios, es decir, es la excepción a la regla. (12)

Las dos últimas constituciones retoman la buena costumbre de la constitución histórica del Perú. La de 1979 lo hace: “invocando la protección de Dios” y la de 1993 “invocando a Dios Todopoderoso” (13), de tal manera que así ambas cartas magnas subsanan la ausencia de Dios en la constitución de 1933. Los peruanos hemos redactado nuestra ley fundamental de acuerdo al derecho natural, aunque no lo hayamos dicho así; al sentido común, que puede tomar el nombre de experiencias administrativas y jurídicas previas; al derecho comparado, viendo lo que han hecho antes otros estados; y, de acuerdo a lo que dicen los textos de historia, a ideales y principios políticos, proclamados en momentos estelares de la edad contemporánea.

Siendo como era el Perú en 1800, cuando bullían este tipo de doctrinas en las élites intelectuales, un pueblo por constituirse, lo razonable fue que se fueran escribiendo varias constituciones con el mismo espíritu, perfeccionando las normas a lo largo del tiempo. Con la llegada de Pedro Castillo Terrones a Palacio de Gobierno se ha iniciado una disputa de los demócratas que defienden la constitución de 1993 dándola por adecuada al orden administrativo del país, como país constituido; mientras que el gobierno ha propuesto una asamblea constituyente de carácter marxista con lo que echaría por tierra siglos de madurez política, cultural, religiosa, económica y social, que tanto nos ha costado lograr a los peruanos.

Dos siglos nos ha costado convertir el ideal de una Constitución republicana, en base a varios intentos en el XIX y XX, hasta llegar a la constitución de 1993 que, de alguna manera, al recoger los valores de las anteriores -lo que Pedro Planas llamó la constitución histórica del Perú- queremos que sea la carta magna de un país definitivamente constituido.

1. P. L. Villanueva, Editor. Lima. 1073.

2. José A. de la Puente Candamo, Notas sobre la causa de la independencia del Perú, 3° edición, Lima, 1971, pp. 43 y s.

3. Cfr. Federico Prieto Celi, La Independencia del Perú, USIL, Lima, 2021, pp. 22 y s.

4. José Agustín de la Puente Candamo, La Independencia, Historia General del Perú, tomo VI, Ed. Brasa S.A., Lima, 1994, p.180.

5. Cfr. Federico Prieto Celi, La Independencia del Perú, USIL, Lima, 2021, pp. 24.

6. Cfr. Alejandro Rey de Castro Arena, El pensamiento político y la formación de la nacionalidad peruana, 1780-1820, Fondo Editorial de la UNMSM, Lima, 2008.

7. Vicente Rodríguez Casado y Antonio Calderón Quijano, Memoria del gobierno del Virrey José Fernando de Abascal y Sousa (1806- 1816), 2 Vols., Sevilla, Escuela de Estudios Hispanoamericanos, 1944.

8. Roxanne Cheesman, ¿Pudo Napoleón ser rey del Perú?, El Comercio, Lima, 24/05/2014.

9. Citado por Percy Cayo Córdova, El Comercio, tomo II, Lima, 2004, p. 22.

10. Cita seleccionada por Porras, en una semblanza sobre el autor publicada por el Patronato del Libro Peruano, con el título Precursores de la Emancipación, Lima, segundo Festival del Libro (omite checha).

11. Sin embargo, en el artículo 232 afirma: “Respetando los sentimientos de la mayoría nacional, el Estado protege la Religión Católica, Apostólica y Romana”, fórmula que con distintos modos aparece en todas las constituciones.

12. Durante el gobierno de Augusto B. Leguía (1919-1930), monseñor Lissón, arzobispo de Lima, con la aprobación de todo el episcopado peruano, y del nuncio apostólico Gaetano Cicognani, propuso la consagración del Perú al Sagrado Corazón de Jesús, como se estaba haciendo en otras naciones. Víctor Raúl Haya de la Torre alentó una manifestación estudiantil y obrera protestando contra la consagración, argumentando que tenía connotación política. Así, la Iglesia desistió de hacerla. Cabe suponer que este suceso motivara la omisión del preámbulo constitucional mencionando el nombre de Dios en la constitución de 1933, ya que esa carta magna responde al triunfo de la revolución de Sánchez Cerro contra el presidente Leguía.

13. Esta fórmula, entre las muchas propuestas, y que fue la elegida, fue redactada por Francisco Tudela.

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