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Pepe Mujica

El estilo es el hombre

La voz de un anciano notable, que ha sido caudillo, expresa a sus 88 años, recientemente cumplidos, una visión serena de la política, en un país pequeño pero lleno de títulos respetables sobre su madurez como nación democrática. Vale la pena meditarlo a la luz de la vida de Pepe Mujica.

Por: Federico Prieto Celi. Miembro de la Academia Peruana de Ciencias Morales y Políticas

El uruguayo José Alberto Mujica Cordano, Pepe para los amigos, tiene un itinerario vital en el que, a lo largo de sus 88 años, ha sabido anteponer la búsqueda de la felicidad personal sobre los propósitos ideológicos de su adolescencia. Para un hombre que ha sido guerrillero, y miembro del Movimiento de Liberación Nacional Tupamaros, no está nada mal. El haber llegado a la presidencia de su país del 2010 a 2015 y haber sido senador de la República, elegido por el pueblo, le habrá servido para reflexionar sobre el valor de la acción política al servicio del bien común, sobre el intento de imponer a todos un pensamiento partidista radical. Si bien la izquierda ha estado de moda en Sudamérica, o todavía lo está en algunas naciones, no ha tenido los logros de gobiernos con economía social de mercado, en cuanto al control de la inflación y a la promoción del empleo. Éxitos que gallardamente reconoce este líder sudamericano al que hay que mirar con interés, hablando del actual gobierno de su país.

Habiendo yo escrito una biografía del líder cajamarquino Eudocio Ravines, que fundó el partido comunista peruano, estuvo en París, Moscú, Santiago de Chile, Barcelona, como militante a las órdenes de Stalin, y sufrir persecuciones, cárceles, exilios y antipatías, para desengañarse del marxismo al final de su vida y volver al liberalismo defensor de programas de crecimiento y desarrollo, no puedo evitar que leyendo la vida de Pepe Mujica se me venga a la memoria la biografía paralela de Ravines. La verdad es que al uruguayo le sonrió un poco más el destino, aunque igualmente no le evitó sinsabores como el haber sido herido seis veces en su lucha armada contra el Estado y el sumar casi quince años de prisión por sus actos subversivos. Tenemos en el Perú la experiencia, entre otros, de los líderes apristas, que en sus años aurorales aprendieron muchos valores existenciales, en las cárceles y en los exilios, adquiriendo moderación en la conducta política partidaria. Un antecedente histórico, un esbozo notable, de lo que le ha ocurrido a Mujica en su interior.

Hay actitudes sociales que dicen mucho de la persona, como el hecho de que Pepe Mujica decidiera dejar las corbatas en el armario para significarse como un hombre de izquierda, amigo de campesinos y sindicalistas. En un país que no llega a los tres millones de habitantes y su territorio apenas se puede igualar al de Lima, las relaciones humanas son ineludiblemente más cercanas que en el Perú, cuyo territorio puede ser selvático, andino, desértico o urbano, en una extensión varias veces mayor que la llanura cultivada de Uruguay. Su manera de ser y de hablar ha sido un activo de su promoción de caudillo político que ha llegado a lograr lo que se propuso a título individual.

El uruguayo José Alberto Mujica Cordano, Pepe para los amigos, tiene un itinerario vital en el que, a lo largo de sus 88 años, ha sabido anteponer la búsqueda de la felicidad personal sobre los propósitos ideológicos de su adolescencia. Para un hombre que ha sido guerrillero, y miembro del Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros, no está nada mal.

Al final, no se puede decir que Pepe Mujica haya renegado de sus ideales juveniles, pero de alguna manera parece haberlos dejado de lado, para insistir a sus conciudadanos en que no se olviden de los valores trascendentes que hacen una proximidad a la felicidad humana, dentro de lo que cabe, como el vislumbrar que después de la muerte, que por su edad ya no la tiene lejana, hay algo o alguien que lo espera.

El paso de Pepe Mujica no ha sido traumático para su país, si tenemos en cuenta que según las Naciones Unidas es el país de América Latina con el nivel de alfabetización más alto; y según Transparencia Internacional el segundo mejor ubicado de América, por detrás de Canadá.

El Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) dice que es el tercer país de Latinoamérica, después de Chile y de Argentina, con mayor Índice de Desarrollo Humano (IDH). De acuerdo a la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), es uno de los países de la región con una distribución de ingresos más equitativa, con un Coeficiente de Gini de 0,39. También es el cuarto país de Latinoamérica, después de Cuba, Costa Rica y Chile, con la esperanza de vida más alta.

Y eso no es todo. La Corporación Latinobarómetro lo sitúa como el país más pacífico de América Latina. La revista estadounidense International Living dice que es el mejor de Latinoamérica para vivir. Esta misma publicación asegura que se encuentra entre los veinte países más seguros del mundo, mientras que la publicación británica The Economist, lo ubica entre los veinte más democráticos, siendo el único país sudamericano considerado como una democracia plena.

Hace años estuve en Montevideo para asistir a un congreso internacional, representando al Perú. Efectivamente, me pareció una nación tranquila y despreocupada, pero los vecinos de mi hotel no sabían donde había una iglesia católica. Les falta la luz de la fe para que los uruguayos se puedan presentar ante el mundo, también Pepe Mujica, habiendo superado la oscuridad del agnosticismo y gozando de los valores cristianos de la Iglesia católica, que actualmente ya está en el país, pero con pocos fieles.

Pepe, como lo llaman propios y extraños, cumplió 88 años el 20 de mayo, pensar en él nos evoca su amor por la vida y sus reiterados mensajes enfocados a “ir ligero de equipaje” y “luchar por la felicidad que está dentro tuyo”. Su humildad le ha permitido reconocer errores y seguir construyendo desde el compromiso y la coherencia. Pepe permanentemente invita a tener coraje para vivir, dice que ha vivido remendando y remienda a conciencia. Recalca que hay que tener tiempo libre para cultivar los afectos y no confundirse porque “hay quienes creen que el poder está arriba y está en el corazón”.

Su humildad le ha permitido reconocer errores y seguir construyendo desde el compromiso y la coherencia. Pepe permanentemente invita a tener coraje para vivir, dice que ha vivido remendando y remienda a conciencia.
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