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Guillermo Tell

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UANDO ROSSINI PRESENTÓ ESTA ÓPERA a finales del año 1829, él era ya la mayor estrella del mundo de la ópera. Y, a pesar de que a sus 37 años, no estaba ni en la mitad de su vida C todavía, esta fue la última ópera que escribió. La naturaleza es el verdadero punto central de esta ópera. La gente reorganizó sus vidas para poder estar en el estreno de la ópera Guillermo Tell en París en los calurosos días del verano de aquel año. Los parisinos normalmente pasaban fuera de la ciudad sus vacaciones. Pero aquel año, cuando se programó el estreno de la última ópera de Rossini, todo el mundo se había quedado en la ciudad para asistir a aquel evento extraordinario.

Guglielmo Tell en italiano o Guillaume Tell en francés, es una de esas óperas que autores como Verdi, Wagner o Meyerbeer tomaron siempre como punto de referencia en sus carreras. Los ensayos de la ópera antes de su premiere en 1829 empezaron dos meses antes. Ahora, esos dos meses no son nada extraño, pero en aquel tiempo era verdaderamente infrecuente. La ópera requería unas innovaciones técnicas verdaderamente inusuales para la época, y tuvieron que ensayarlas con bastante antelación. Había muchos problemas de logística que solucionar que las óperas anteriores no tenían. Contaba incluso con una avalancha en escena, algo muy difícil de solucionar técnicamente en aquellos días. Los espectadores que asistieron no estaban preparados para ver tales innovaciones en un teatro de ópera.

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La historia está basada en una obra del dramaturgo alemán Friedrich Schiller escrita en 1804. Schiller es un autor que se ha usado bastante para los guiones de ópera como por ejemplo en Don Carlo de Verdi, y algunas más. Y la mayoría de sus obras van acerca de la libertad y la identidad nacional, aunque no en la manera que la palabra nacionalismo es usada en el día de hoy, sino en un sentido más cerca del patriotismo, y muy específicamente centrada en la naturaleza. Estamos hablando del arte de principios del siglo XIX, del romanticismo, no de estar enamorados, pero sí de encontrarnos nosotros mismos en la naturaleza. Lo que la música de Rossini hace de una manera muy cinematográfica es describir todo tipo de paisajes, todo tipo de naturaleza, como lagos, avalanchas, nieve, el florecer de las flores, en definitiva, todo lo que encontramos en la naturaleza. Si hablamos de su famosísima obertura, básicamente es una descripción del estado de la naturaleza. Además, ¡hay hasta un par de caballos en la ópera!

Pero la trama de la ópera está ambientada concretamente en un lugar, un pequeño pueblo suizo del lago que baña Lucerna. Es un lago increíblemente bello. Y la escena debe reflejar esa belleza para el público, algo que no es nada fácil. Para el público del estreno parisino, Rossini intentó captar su atención desde el principio. La gente que acudía a ver esta ópera tenía que hacer por primera vez una transición entre sonido y retrato del lugar. Claro que antes existían óperas que demandaban exigencias técnicas para describir este tipo de ambientación, pero nunca hubo una hasta este momento igual que Gui-

llermo Tell, ni siquiera Don Giovanni donde tenían que ingeniárselas para representar el infierno a continuación de la escena de la cena. Si el oyente cierra los ojos y escucha la música, ya desde la misma obertura, seguro que se le viene a la mente el retrato de una naturaleza imponente en los Alpes suizos. Y Rossini hizo esto como nadie haría, ni incluso después Wagner. Es más, si Rossini no hubiera descrito así un paisaje, quién sabe si Verdi hubiera podido hacerlo tan bien como lo hizo en Aida. Casi todo lo que vemos en Verdi y Wagner, los dos compositores más importantes del siglo XIX, podemos verlo antes en Guillermo Tell.

Vayamos a uno de los highlights de la ópera, la obertura, ¿cuánta gente al oírla la reconocerá de alguna película de Hollywood? Pero el hecho que sea tan conocida no tiene que desmerecer su brillantez, al revés. Cuando la gente la oyó por primera vez en París en 1829, sintió algo salvaje. Podemos pensar en esta obertura en tres secciones diferentes. El solo de cello sería la primera parte, el pensamiento. Es brillante empezar una obertura con un solo de cello. Es en sí la idea central, nacionalismo en el sentido antiguo de la palabra. Pero cuando piensas en una persona, la cual está pensando y de repente escucha como murmuro en el bosque, con el retumbar del cielo y sus precipitaciones, no son sólo precipitaciones de la naturaleza, son también el retumbar del deseo por la libertad. Esto Rossini lo plasma de una manera genial con la poderosa llamada de las trompetas. Y, si nos fijamos en esa parte final, con las llamadas de los cuernos de caza, es altamente dramática. Todo va como galopando, y sí, hay como una semejanza a la carga de las caballerías, describe la acción que va a venir a continuación.

Pero más allá de la obertura, la ópera tiene otro momento que retrata la grandeza de esta, la famosísima aria final del tenor en el último acto, Asile héréditaire. Es un momento en el que un hijo, Arnoldo, recuerda a su padre y le llora, y después redobla su deseo de liderar la carga para liberar Suiza de los austríacos. Es una aria que más de algún estudioso ha insinuado que Verdi copió en su Trovatore y el aria Di quella pira, ya que es la misma historia en el fondo. Claro está que Verdi no necesitaba copiar a Rossini porque él también era un genio, pero cierto es también que la influencia de Rossini está presente en

su obra ciertamente. Y, podríamos decir, que, en cierta manera, es cruel lo que Rossini le hace hacer al tenor al final de la ópera, y más una ópera larga como esta. Es una aria dificilísima y dura, con un registro muy agudo. Quizás este sea uno de los motivos por los que no se representa tan a menudo como su calidad merecería. De hecho, el mismísimo Pavarotti, tenor con un gran agudo, renunció a hacer una producción que tenía con la Sutherland en el MET para hacerla en grabación porque dudaba de poder hacer en directo una interpretación acorde a su calidad. Además, hay que reconocer que el montaje en sí resulta también muy caro, y cuenta también con un gran coro y ballet.

Pero Guillermo Tell es principalmente una historia acerca de la opresión política, y la lucha por la libertad política. Hay algo también de esto en otras óperas, como Romeo y Julieta, que en un principio va sobre dos enamorados de familias rivales, pero finalmente también tiene algo de lucha por la libertad política. Rossini estaba muy interesado en la política europea. Cuando antes hemos hablado de La italiana en Algeri, ya hemos dicho que es una ópera muy política, y pensemos que es una ópera de 1813, dieciséis años antes que esta. Era una Europa que acababa de pasar una gran guerra con Napoleón, y Rossini ya estaba muy comprometido con sus ideas políticas. Europa estaba bajo ocupación, y los austríacos acababan de ocupar Venecia. En cambio, Rossini fue capaz de insertar toda esta arenga política contra la ocupación a través de una gran comedia.

Rossini escribió casi cuarenta óperas, y Guillermo Tell fue la última de ellas. Pero Rossini vivió casi cuarenta años más, y entonces, ¿por qué paró de escribir óperas? ¿Fue una decisión musical? O, ¿había algo más? Cuando Rossini tenía catorce años contrajo sífilis, y él vivió con la sífilis el resto de su vida. Debió ser muy doloroso, ya que entonces, claro está, no tenían los medicamentos que tenemos hoy en día, y es muy destacable que así consiguió vivir hasta los 76 años. Cuando la gente se pregunta entonces por qué se fue a vivir de Italia a París, no fue exactamente por la comida, sino porque buscaba ciertos cuidados médicos. Él fue a ver cómo trabajaban este tema los mejores médicos que entonces había en el mundo. Y, aunque él vivía en Bolonia donde había médicos de reconocido prestigio, Rossini

quería a los mejores del mundo, por lo que fue a buscarlos a París, así que básicamente ese fue el motivo de su traslado a la capital de Francia. Hubo gente que describía a Rossini como una persona con un cierto humor complicado o difícil, pero era precisamente por este motivo de salud que le atormentaba. Llegó a tener depresión, algo increíble si escuchamos su música. Cuesta creer que una persona capaz de crear una música tan divertida y tan jovial pudiera padecer depresión. A causa de su enfermedad tomó medicaciones muy duras, cargadas de mercurio, lo que le hizo perder su cabello a una edad muy temprana. Muy famosa fue la cantidad de tupés que tenía, siete, ¡uno para cada día de la semana! Y, es famosa la anécdota de lo mal que olían especialmente el tupé del miércoles y el sábado. La razón es que los miércoles y sábados eran los días en los que recibía gente y por tanto se preparaba mucha comida en su casa. Por tanto, Rossini socializaba mucho en París. Era una persona no sólo ingeniosa, sino que además ayudaba mucho a la gente, especialmente a otros compositores. Tenía un corazón muy generoso. Él paró de componer principalmente porqué tenía el suficiente dinero para hacerlo. Había estado componiendo de una manera furibunda durante varias décadas y había llegado a un punto que no tenía esa necesidad ya.

Hay mucha gente que le tiene miedo a esta ópera porque es larga, porque tiene pasajes difíciles de absorber o algún otro motivo, pero aún siendo cierto que es una ópera larga y compleja, es una obra maestra. En estos tiempos actuales donde se supone que el público está capacitado para entender todo, y donde el entendimiento está en lo que sentimos más que en lo que aprendemos, Guillermo Tell es una ópera para despertar sentimientos. En el aria del barítono, Sois immobile, donde Guillermo Tell se dirige a su hijo, Jemmy, antes de dispararle una flecha a una manzana sobre su cabeza, es una aria maravillosa acerca de las relaciones paterno filiales, algo que Verdi y Wagner explotarían muchos años más adelante. Sin embargo, hay que tener en cuenta que aquí es un padre dirigiéndose a un niño pequeño, no como por ejemplo en La Traviata, donde Alfredo Germont es un hijo, pero no deja de ser una persona bien adulta. Y, lo sorprendente es que es el hijo el que alienta al padre, el que le dice que confía en él.

La historia de esta ópera fue bastante relevante en la política del 1800, y hoy incluso, en nuestra época, aún tiene mucho que decirnos. Hubo un jurado censor en París que puso problemas antes incluso de leerse el libreto, y el mismísimo Rossini tuvo que lidiar con ellos. En un primer momento le dijeron que había algún problema en el último acto. Rossini, inteligentemente, para salvar este problema puso la acción en la música en lugar de en las palabras. Si nos fijamos bien en la música, sin necesidad de escuchar las palabras, en ese último acto, lo que la música nos está diciendo es ¡rebelaos!, un mensaje sin duda que sigue igual de vigente hoy en día. El mensaje de la ópera es que la gente, aunque no comparta la visión de determinadas cosas, sí que tiene algo en común, y es que todos somos seres humanos y las ideologías no pueden separarnos. Las diferencias entre las personas no nos hacen más débiles, al contrario, nos fortalecen como comunidad. Lo que nos une es más importante que lo que nos separa. Y eso, en la Suiza de la ópera, es la paz.

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