Letrina 15

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Director general: Alberto Rivera Mena Editora de Secc. Lingüística: María Guadalupe Gutiérrez Arroyo Editora Secc. Comunicaciones y Fotografía: Itzi Paulina Medina Jiménez Editores Secc. Creación Literaria: Alberto Rivera Mena Corrección de Estilo: Todos Diseño: Marco Antonio Martínez Canales


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Eric Fritz

Colaboran en este número: Ricardo Carvajal Medina Belén Crisóstomo Miguel Martín García López Gwenn-Aëlle Folange Téry Adán Echeverría Paola González Barriga Cut Dominguez Ana Pobo Castañer

Todos los contenidos de Letrina son responsabilidad de sus respectivos autores, y no necesariamente reflejan la opinión de los editores. Reserva de derechos al uso exclusivo de Letrina: 04 - 2014 - 022015214400 - 203 Imagen de portada: Stock image Svenja Milautzcki mercurycode.deviantart.com 3



Svenja Milautzcki mercurycode.deviantart.com


ALGUNOS PARALELISMOS ENTRE CERVANTES Y TOLKIEN Por Ricardo Carvajal Medina 276 años es la friolera cantidad de tiempo que separa la muerte de la máxima figura de la literatura española, del nacimiento del mayor representante de la literatura fantástica. Ambos pertenecen a contextos históricos muy dispares; Miguel de Cervantes (1547-1616) vivió el esplendor del Imperio Español en el siglo XVI, mientras que a J.R.R Tolkien (1892-1973) le tocó ver en primera fila el desmoronamiento del Imperio Británico, después de las dos conflagraciones mundiales del siglo XX. Cervantes cultivó los géneros habituales de la segunda mitad del siglo XVI -poesía, teatro y novela-, mientras que Tolkien fue filólogo, poeta, profesor universitario, y como novelista le dio forma a un género de ficción que cuenta con gran éxito hasta nuestros días. Ante tal situación nos preguntamos ¿cuáles podrían ser los paralelismos entre ambos autores? Sí bien existen pocos, creemos que estos no dejan de ser dignos de ser analizados y estudiados. Nuestra intención no es abrir una línea de investigación ni mucho menos elaborar una hipótesis compleja, mas no hemos querido desaprovechar el espacio que se nos brinda para exponer algunas de nuestras lucubraciones –atinadas o no–, que versan sobre el mundo cervantino del Quijote y el legendarium de Tolkien (legendarium es una palabra que Tolkien tomó del latín para nombrar al conjunto de historias sobre Arda). 1 El primer paralelismo tiene que ver con la vida de ambos autores, pues combatieron en guerras de gran importancia histórica. Cervantes luchó en varias ocasiones, una de las más importantes fue en la Batalla de Lepanto acaecida el 7 de octubre de 1571, frente a las costas de la ciudad de Naupacto, al occidente de la Grecia continental. En ella se enfrentaron el Imperio Turco Otomano contra una coalición de estados europeos denominada la Liga Santa, la cual tenía por objetivo detener la expansión de los turcos, y efectivamente, esta batalla frenó el avance otomano sobre la Europa Occidental y el Mediterráneo. Cervantes llega a referirse –en

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tercera persona– a su vida de soldado y participación esta batalla de esta forma: Fue soldado muchos años, y cinco y medio cautivo, donde aprendió a tener paciencia en las adversidades; perdió en la batalla naval de Lepanto la mano izquierda de un arcabuzazo, herida que, aunque parece fea, él la tiene por hermosa, por haberla cobrado en la más memorable y alta ocasión que vieron los pasados siglos, ni esperan ver los venideros, militando debajo de las vencedoras banderas del hijo [Juan de Austria] del rayo de la guerra, Carlos V, de felice memoria." (Cervantes, 1972, prólogo, p. 1.).

Por otro lado, a Tolkien le tocó combatir en las trincheras de la Primera Guerra Mundial; participó en la batalla del Somme, como oficial de comunicaciones. Esta batalla librada en 1916 fue de las más largas y sangrientas de la Gran Guerra, en ella Inglaterra y Francia trataron de hacer retroceder a Alemania, sin éxito. Sólo para darnos una idea de la magnitud del enfrentamiento, es necesario mencionar que el primer día de combate, los británicos perdieron 60 000 soldados, avanzando en un mes sólo dos millas y media; al finalizar la batalla, Alemania había perdido 500 000 soldados, y británicos y franceses 600 000 efectivos, sin contar con desaparecidos y heridos (Thomson, 1992, Pp. 81-82). La batalla del Somme perteneció a la fase de la guerra llamada “Guerra de posiciones” o “Guerra de trincheras”, que se produjo tras el estancamiento del avance de los ejércitos europeos; se siguió la estrategia de crear posiciones reciamente fortificadas, donde la infantería cavaba trincheras para protegerse del fuego enemigo, los británicos trataron de romper las defensas con aviación, y un nuevo vehículo blindado: el tanque. Precisamente fue en esta clase de campo de batalla en el cual Tolkien estuvo involucrado, le tocó ver los edificios en ruinas, explosiones, centenares de hombres heridos y mutilados, cadáveres espantosamente destrozados por granadas, tropas cavando tumbas, olor a podredumbre, trincheras infestadas de ratas, piojos e inundadas de aguas negras. Los amigos de Tolkien murieron en la guerra, él salió ileso del combate,

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pero por las condiciones insalubres adquirió la llamada “fiebre de las trincheras”, por lo cual fue retirado del frente de batalla y posteriormente llevado a Inglaterra, donde se recuperó sin tener que regresar al infierno de la guerra (Carpenter 2002, pp. 96-102). Años más tarde escribiría cómo su experiencia en la Gran Guerra había influido en la redacción de algunas partes de El Señor de los Anillos: “Las Ciénagas de los Muertos y las inmediaciones de Morannon deben algo al Norte de Francia después de la Batalla del Somme” (Tolkien, 1993, Carta núm. 226, De una carta al profesor L. W. Forster, 31 de diciembre de 1960, p. 354).

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2 En el terreno literario, las concordancias son más abundantes. Cervantes y Tolkien se presentan a sí mismos como historiadores o traductores de obras ya existentes. Cervantes nos cuenta cómo los eruditos debatían sobre las hazañas de un tal Alonso Quijano, y él sólo presenta parte de sus inquisiciones sobre los archivos y tradiciones manchegas. A partir del capítulo IX de la primera parte, Cervantes nos narra cómo encuentra en el mercado de Toledo un manuscrito escrito en caracteres arábigos. Después de contratar los servicios de un traductor y comprar los papeles viejos, descubre que el manuscrito es nada menos que una Historia de don Quijote de la Mancha, escrita por Cide Hamete Benengeli, historiador arábigo (Cervantes, 2004, Primera Parte, Cap. IX, pp. 85-88). A partir de este momento, Cervantes se muestra como editor, comentarista y enmendador (pues el autor original es un musulmán enemigo de España, ha tergiversado la historia) de dicho manuscrito, con lo que él puede presentar y dar a conocer la verdadera historia del Caballero de la Triste Figura, tanto en la primera como en la segunda parte de El Quijote. En los borradores de lo que sería su legendarium, Tolkien nombra un personaje llamado Ælfwine o Eriol. Según los borradores más tempranos, Ælfwine de Inglaterra fue un marinero anglosajón, nacido alrededor del siglo X, único mortal de “nuestros días” que al navegar por el mar, naufragó en la isla de Tol Eressëa habitada por elfos. Ahí conoce a Pengolodh, el mayor cronista de la Tierra Media, quién le cuenta la Ainulindalë, el Quenta Silmarillion, el Libro Dorado, la Narn i Chîn


Húrin, los Anales de Aman y los de Beleriand. Ælfwine-Eriol regresa a Bretaña donde vuelve todas estas historias al inglés antiguo, de las cuales Tolkien traduciría al inglés moderno y serían las historias que él presenta (Björkman, 2002). Al editarse El Silmarillion en 1977, ÆlfwineEriol queda fuera de la historia, perdiéndose la relación entre la realidad primaria y la Tierra Media. También en El hobbit y en El Señor de los Anillos Tolkien aparece como historiador-traductor, de una serie de libros que menciona en el prólogo, nos da títulos como Historia de una ida y de una vuelta también conocido como Libro Rojo de la Frontera del Oeste (donde se encuentra la fuente “histórica” de El Hobbit), Cronología de la Comarca, Herbario de la Comarca, Palabras y Nombres Antiguos de la Comarca (Tolkien, 2013a, prólogo, Pp. 15-36). En los Apéndices, aumenta significativamente el número de nombres y la referencia a “archivos antiguos” sobre las edades pasadas (Tolkien, 2002b). Un último ejemplo lo encontramos en Egidio, el granjero de Ham, donde más que historiador, Tolkien se presenta como traductor de un manuscrito en latín insular (Tolkien, 2012, pp. 103-154), ambientado en el periodo más oscuro –historiográficamente hablando– de las islas británicas, la llamada Alta Edad Media, es decir los siglos V y VI, desde que el Imperio Romano abandona la isla, y se produce la llegada de invasores anglos, sajones y daneses (Malet e Isaac, 1959, P. 126), es en este período donde se localizan temporalmente las leyendas del ciclo artúrico. 3 Tanto Cervantes como Tolkien retratan un pasado idílico, un pasado desaparecido por la degeneración de los valores antiguos. Don Quijote nos habla de este mundo en el denominado “Discurso de la Edad de Oro”, donde se presenta un pasado cuasi comunista de inspiración edénica: los habitantes de esa edad ignoraban las palabras de tuyo y mío, todas las cosas eran comunes, la humanidad vivía en sintonía con la naturaleza, todo era paz, todo era amistad, todo era concordia. No había fraude, ni engaño ni malicia, la justicia estaba en sus propios términos, no había

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qué juzgar ni quién fuese juzgado (Cervantes, 2004, Primera Parte, Cap. XI, 97-99). Con la desaparición de ese mundo, fue necesario instaurar la orden de caballería andante, “para defender las doncellas, amparar las viudas y socorrer a los huérfanos y a los menesterosos” (Ídem). El mundo caballeresco sólo era el ideal de cómo debía ser la sociedad medieval, un ideal que sólo existía en los libros de caballería, universo y género literario que estaba en su declive para principios del siglo XVII. Cervantes le da el golpe de gracia a los libros de caballería al escribir Don Quijote de la Mancha, la historia de un hombre maduro que pierde el juicio por leer libros de caballería, saliendo de su pueblo creyéndose caballero andante, para enmendar el mundo, desfacer los tuertos, rescatar princesas y matar criaturas mitológicas. Irónicamente, cuando Cervantes escribió la parodia de los libros de caballería, inmortalizó al caballero andante más famoso de todos los tiempos. Tolkien va mucho más lejos que simplemente retratar un pasado perdido, él tenía el “deseo de crear una mitología para Inglaterra” (Carpenter, 2002, P. 106). Para entender esto debemos de revisar un poco la historia de Inglaterra. Desde el siglo V a.d.n.e., las islas británicas estuvieron habitadas por pueblos de origen celta. Después del periodo de dominación romana –que abarcó de los siglos I a V d.n.e. –, la antigua provincia romana de Britania fue invadida –como mencionamos arriba– por anglos, sajones y daneses, trastocando el estilo de vida celta. Una segunda invasión a manos de los normandos en 1066, borró los vestigios de leyendas celtas existentes. Tolkien lamentaba que la mitología típicamente inglesa había desaparecido tras esta serie de conquistas, a diferencia de las Eddas islandesas, o el Kalevala finlandés. Por tal motivo se propuso crear un pasado mitológico inglés, un corpus de leyendas que estuviera a la altura de las grandes creaciones mitológicas de la humanidad: “…tenía intención de crear un cuerpo de leyendas más o menos conectadas, desde las amplias cosmogonías hasta el nivel del cuento de hadas romántico -lo más amplio fundado en lo menor en contacto con la tierra, al tiempo que lo menor obtiene esplendor de los vastos telones de fondo-, que podría dedicar

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simplemente a Inglaterra, a mi patria. Debía poseer el tono y la cualidad que yo deseaba, algo fresco y claro, impregnado de nuestro «aire» (el clima y el terreno del Noroeste, Bretaña y las partes más altas de Europa, no Italia ni el Egeo, todavía menos el Este); y aunque poseyera (si fuera capaz de lograrla) la sutil belleza evasiva que algunos llaman céltica (aunque rara vez se la encuentra en los verdaderos objetos célticos antiguos), debería ser «elevado», purgado de bastedad y adecuado a la mente más adulta de una tierra ahora hace ya mucho inmersa en la poesía. Trazaría en plenitud algunos de los grandes cuentos, y muchos los dejaría esbozados en el plan general. Los ciclos se vincularían en una totalidad majestuosa, y dejaría márgenes para que otras mentes y manos hicieran uso de la pintura, la música y el teatro” (Tolkien, 1993, Carta núm. 131, A Milton Waldman [borrador], finales de 1951, p. 172).

El génesis del legendarium de Tolkien se remonta a los años 1917-1925, después de su convalecencia por la “fiebre de las trincheras”. Durante este periodo escribió El libro de los cuentos perdidos, donde se esbozaron las historias de Los hijos de Húrin y Beren y Luthien. Estos relatos serían el borrador de lo que posteriormente sería publicado parcialmente como El Silmarillion en 1977. Tres fueron las motivaciones para que Tolkien emprendiera la creación de una mitología completa, una tarea con pocos paralelos en la historia de la literatura: el amor por los lenguajes, un lugar donde expresar sus sentimientos, y crear una mitología para Inglaterra. A Tolkien le gustó desde su juventud inventar lenguas, lo que llevó a crear una realidad literaria completa (Carpenter, 2002, Pp. 105-115). El universo fantástico fue hecho ex profeso para que los idiomas inventados, como el Eldarin, Quenya o Sindarin, tuvieran un escenario donde situarse. Tolkien nos presenta un mundo ficticio con un grado de complejidad pocas veces logrado (pocos son los universos ficticios que han logrado ese nivel de complejidad, existen los casos de Conan de Robert E. Howard, las Sagas Robots, Imperio y Fundación de Isaac Asimov, Star Trek de Gene Roddenberry o Star Wars de George Lucas, los dos últimos con ayuda de otros autores): una tierra mágica con geografía y toponimia propias, habitado por criaturas y culturas exóticas, diversas razas y pueblos como los elfos, magos, hombres, enanos, hobbits, orcos, trolls, dragones, cada

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uno con lenguas, alfabetos y fonologías propias, y una historia de varios miles de años en común, es lo que tiene Arda con sus continentes de Aman y la Tierra Media, separados por océanos. Tolkien no trataba de dar a entender que lo que él describía hubiese ocurrido en la antigüedad, sino dar la ilusión de un pasado mitológico: “La Tierra Media es nuestro mundo. He situado (como era de esperar) la acción en un período de la antigüedad imaginario por completo (aunque no del todo imposible), en que la forma de las masas continentales era diferente” (Tolkien, citado por Carpenter, 2002, P. 107).

4 Las épocas en las cuales vivieron nuestros autores fueron de grandes cambios en los ámbitos políticos, sociales, culturales y tecnológicos. Fue el rubro tecnológico sin duda uno de los que más repercutió en la vida de nuestros autores, pues los avances en la tecnología bélica de sus respectivas épocas revolucionó la forma de hacer la guerra, de llevar la violencia mortal a otro nivel. Ya mencionamos cómo en la Batalla de Lepanto, Cervantes recibió un arcabuzazo en la mano izquierda, dejándole dicha extremidad inmovilizada de por vida, la cual menciona que él tenía esa herida por hermosa; por este motivo se ganó el apodo de “El manco de Lepanto”. Cuando Don Quijote pronuncia el “Discurso sobre las armas y las letras”, se vuelve a mencionar la herida en la mano, en esta ocasión se mencionan los premios que recibe el soldado con el símil de los académicos: “Lléguese, pues, a todo esto, el día y la hora de recibir el grado de su ejercicio: lléguese un día de batalla, que allí le pondrán la borla en la cabeza, hecha de hilas, para curarle algún balazo que quizá le habrá pasado las sienes o le dejará estropeado de brazo o pierna” (Cervantes, 2004, Primera Parte, Cap. XXXVIII, P. 395).

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Estas reflexiones probablemente fueron producto de los años restantes que vivió sin poder mover la mano izquierda. ¿Cómo sería la


historia si esa bala de arcabuz hubiera impactado en la mano derecha? ¿Habría escrito Cervantes El Quijote? Preguntas sin respuesta que caen al saco roto del “hubiera”; lo que sí nos gustaría resaltar, es el choque que debió de sentir el joven Cervantes (de 24 años) al estar luchando con fiebre, en una batalla naval tan grande, y de la nada recibir tres impactos de arcabuz. La pólvora se había convertido en un invento que en la guerra era mortal, para conocer la opinión de Cervantes sobre las armas de fuego, conviene traer la siguiente cita del “Discurso sobre las armas y las letras”: Bien hayan aquellos benditos siglos que carecieron de la espantable furia de aquestos endemoniados instrumentos de la artillería, a cuyo inventor tengo para mí que en el infierno se le está dando el premio de su diabólica invención, con la cual dio causa que un infame y cobarde brazo quite la vida a un valeroso caballero, y que sin saber cómo o por dónde, en la mitad del coraje y brío que enciende y anima a los valientes pechos, llega una desmandada bala (disparada de quien quizá huyó y se espantó del resplandor que hizo el fuego al disparar de la maldita máquina) y corta y acaba en un instante los pensamientos y vida de quien la merecía gozar luengos siglos. Y así, considerando esto, estoy por decir que en el alma me pesa de haber tomado este ejercicio de caballero andante en edad tan detestable como es esta en que ahora vivimos; porque aunque a mí ningún peligro me pone miedo, todavía me pone recelo pensar si la pólvora y el estaño me han de quitar la ocasión de hacerme famoso y conocido por el valor de mi brazo y filos de mi espada, por todo lo descubierto de la tierra (Cervantes, 2004, Primera Parte, Cap. XXXVIII, P. 397).

El Quijote es una crítica de cómo las instituciones tradicionales son desplazadas por los nuevos organismos del Estado moderno: los ejércitos regulares, la Santa Hermandad, los Consejos de letrados y juristas, ocupaciones que antes eran desarrolladas por los caballeros, y ahora son realizados por un cuerpo de burócratas. De igual forma, la defensa de la paz ya no recae en los caballeros, sino en los ejércitos modernos, pagados Eric Fritz por el Estado, la soldadesca y artillería; la guerra moderna ya no permite la búsqueda de la gloria y honra personales. En El Quijote, vemos cómo Cervantes considera la profesión de soldado por encima de la de los religiosos y letrados (recordemos que Cervantes estuvo ligado al Estado profesando como soldado y alcabalero). En cierta ocasión, cuando le dicen

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a Don Quijote que la profesión de caballero andante es una de las más estrechas de la tierra, que aun la de los frailes cartujos no es tan estrecha, responde: “—Tan estrecha bien podía ser —respondió nuestro don Quijote—, pero tan necesaria en el mundo […] Porque, si va a decir verdad, no hace menos el soldado que pone en ejecución lo que su capitán le manda que el mismo capitán que se lo ordena. Quiero decir que los religiosos, con toda paz y sosiego, piden al cielo el bien de la tierra, pero los soldados y caballeros ponemos en ejecución lo que ellos piden, defendiéndola con el valor de nuestros brazos y filos de nuestras espadas, no debajo de cubierta, sino al cielo abierto, puestos por blanco de los insufribles rayos del sol en el verano y de los erizados yelos del invierno. Así que somos ministros de Dios en la tierra y brazos por quien se ejecuta en ella su justicia. Y como las cosas de la guerra y las a ellas tocantes y concernientes no se pueden poner en ejecución sino sudando, afanando y trabajando, síguese que aquellos que la profesan tienen sin duda mayor trabajo que aquellos que en sosegada paz y reposo están rogando a Dios favorezca a los que poco pueden (Ibíd. Cap. XIII, Pp. 112-113.).

Sobre los letrados da su opinión en el famoso “Discurso de las armas y las letras”, donde se pronuncia sobre la importancia de las armas sobre las letras, también aquí Cervantes –por medio de Don Quijote– expresa que la única forma de vivir ordenadamente es a través del monopolio de la violencia por parte del Estado: Y, entre las que he dicho, dicen las letras que sin ellas no se podrían sustentar las armas, porque la guerra también tiene sus leyes y está sujeta a ellas, y que las leyes caen debajo de lo que son letras y letrados. A esto responden las armas que las leyes no se podrán sustentar sin ellas, porque con las armas se defienden las repúblicas, se conservan los reinos, se guardan las ciudades, se aseguran los caminos, se despejan los mares de cosarios, y, finalmente, si por ellas no fuese, las repúblicas, los reinos, las monarquías, las ciudades, los caminos de mar y tierra estarían sujetos al rigor y a la confusión que trae consigo la guerra el tiempo que dura y tiene licencia de usar de sus privilegios y de sus fuerzas (Ibíd. Cap. XXXVIII, P. 396).

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Durante los años de vida de Tolkien también se suscitaron grandes cambios


tecnológicos, y las dos guerras mundiales provocaron la industrialización a gran magnitud de las islas británicas. En el legendarium de Tolkien no solamente se crea un pasado mitológico perdido, sino también un estilo de vida rural como en el que creció, y que para su madurez, había desaparecido. Tolkien creció en Sarehole, aldea pequeña cerca de Birmingham, este lugar tenía todo lo que Tolkien expondría como la idílica vida de La Comarca: campos verdes, árboles, aire fresco, un río con molino, áreas que explorar e ir de picnic (Crabbe, 1985, Pp. 14-15). En la dicotomía bien-mal de El Señor de los Anillos, existe la lucha entre lo natural y lo artificial, lo bello y lo feo. Por el bando del bien vemos el uso de tecnología, cuyo fin es crear, mientras que la maldad usa la tecnología con el fin de corromper las cosas creadas. Existen ejemplos en los escritos de Tolkien donde muestra su aversión por las máquinas, por la tecnología que corrompe; en los últimos meses de la Segunda Guerra Mundial se expresa así sobre las máquinas: “Bueno, la Primera Guerra de las Máquinas parece estar acercándose a su capítulo final y carente de conclusiones, dejando a todos, ¡ay!, más pobres; a muchos, desgraciados o mutilados; a millones, muertos, y sólo una cosa triunfante: las Máquinas. Como los servidores de las Máquinas se están convirtiendo en una clase privilegiada, las Máquinas han de ser enormemente más poderosas” (Tolkien, 1993, Carta núm. 96, A Christopher Tolkien, 30 de enero de 1945, p. 134).

La creación, la imaginación es una cualidad sublime de las criaturas bondadosas de la Tierra Media, mientras que las criaturas malignas sólo buscan la destrucción y el dolor. Sobre estas menciona: “Es probable que ellos [los trasgos] hayan inventado algunas de las máquinas que desde entonces preocupan al mundo, en especial ingeniosos aparatos que matan enormes cantidades de gente de una vez, pues las ruedas y los motores y las explosiones siempre les encantaron, como también no trabajar con sus propias manos más de lo indispensable […]” (Tolkien, 2013b, P. 72). En El Señor de los Anillos vemos cómo el uso de tecnología por parte de la maldad es con el fin de destruir. Basta ver el daño a los bosques para usarlos como combustible, la reacción de Bárbol y los elfos, y la industrialización

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forzada de La Comarca por parte de Zarquino (Saruman), para conocer la opinión de Tolkien sobre las máquinas. (Tolkien, 2001a, 2002a, 2013a, pássim.) Incluso en las facciones opuestas, existe una marcada oposición entre lo natural y lo humano (entendiéndolo como corruptor): Los Elfos del Bosque, los Enanos de la Montaña; el estandarte de los hombres Rohan es un Caballo Blanco, y el de Gondor es un Árbol Blanco con Siete Estrellas. Mientras que por el lado del mal, vemos un Ojo Rojo en el estandarte de Barad-dûr y la Mano Blanca de Saruman (Crabbe, 1985, P. 123). 5 Una última concordancia que podemos mencionar es que ambos están en contra de la guerra –la vivieron en carne propia– pero aceptan la guerra cuando es justa o en defensa de lo correcto. La “guerra justa” es una doctrina teológica-política del cristianismo, desarrollada durante la Edad Media por Agustín de Hipona, y continuada por Tomás de Aquino, Francisco de Vitoria, Francisco Suárez y Luis de Molina, que se mantuvo prácticamente sin actualización hasta Pío XII. Esta doctrina establece bajo qué criterios es tolerable la guerra siguiendo los preceptos de la religión cristiana; a grandes rasgos puede decirse que la doctrina de la guerra justa clásica “distingue entre las condiciones que se deben satisfacer antes de iniciarse la actividad bélica (ius ad bellum), y aquellas que han de presidir su desarrollo (ius in bello)” (Segura, 2002, Pp. 53-54). El derecho antes de guerra consiste en los siguientes puntos (Ídem):

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1- La guerra debe ser declarada y llevada a cabo por una autoridad legítima (legitima potestas). 2- Debe servir a la defensa de bienes y derechos de carácter esencial, puestos en peligro por una amenaza injustificada (iusta causa). 3- Antes de optar por la utilización de la violencia deberán agotarse todas las alternativas posibles (ultima ratio). 4- El mal que se produzca a consecuencia de la guerra no debe ser mayor a la injusticia que se pretende combatir (proportio


effectuum): 5- Debe existir una perspectiva de éxito suficientemente justificada (bonus eventus). Aparte de respetar los puntos anteriores, debe de seguirse cierta normatividad en la guerra directa (Ídem): 1- Proporcionalidad: los medios utilizados han de estar en relación con los bienes que se persiguen. En otras palabras: para que un acto militar esté justificado, el fin perseguido debe tener más peso que cualquier consecuencia negativa que pudiera resultar del mismo. 2- Discriminación: la fuerza militar debe utilizarse de tal forma que se respete la distinción entre combatientes y nocombatientes. Y, en cualquier caso, la matanza intencional de no-combatientes no puede justificarse. Nuestros dos autores –de religión católica– comparten esta doctrina para realizar la guerra en sus mundos literarios. Las ideas de la guerra y la paz cervantinas son producto del contexto europeo. Cervantes defiende el imperialismo hispano, y en sus comentarios está a favor de enfrentar a los enemigos de la Monarquía Católica: el Imperio Turco, los cismas protestantes en Inglaterra y Países Bajos, las traiciones políticas de Francia, y la piratería en el Mediterráneo y América (Insua, 2007a). Explícitamente Cervantes menciona –por medio de Don Quijote– que la forma correcta para conducirse en el uso de las armas es la doctrina de la guerra justa; argumenta sus locuras por pertenecer a la Orden de Caballería Andante, que le permite usar la fuerza para "deshacer agravios y enderezar entuertos": “Los varones prudentes, las repúblicas bien concertadas, por cuatro cosas han de tomar las armas y desenvainar las espadas y poner a riesgo sus personas, vidas y haciendas: la primera, por defender la fe católica; la segunda, por defender su vida, que es de ley natural y divina; la tercera, en defensa de su honra, de su familia y hacienda; la cuarta, en servicio de su rey en la guerra

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justa; y si le quisiéremos añadir la quinta, que se puede contar por segunda, es en defensa de su patria. A estas cinco causas, como capitales, se pueden agregar algunas otras que sean justas y razonables y que obliguen a tomar las armas […]” (Cervantes, 2004, Segunda parte, Cap. XXVII, P. 764).

Las opiniones de Cervantes por la guerra justa están marcadas por su época, así ve débil la política exterior de Felipe II (que reinó en los años 15561598), pues no supo sacar partida de Lepanto, ni supo sacar provecho de la anexión de Portugal en 1580. Al final de su reinado, Felipe II tiene que aceptar una serie de paces que trastocan el orden hispano, una situación en que “las letras” superaron a “las armas”: las treguas con Turquía en 1577 y 1584, la Paz de Vervins con Francia en 1598, el Tratado de Londres en 1604, y la Tregua de los Doce Años o Tregua de Amberes, con las Provincias Unidas [Países Bajos] en 1609, que empantanaron la política de Felipe II y su sucesor Felipe III (Insua, 2007a). Tolkien por su lado era anti-belicista, el haber luchado en las trincheras y perder a sus amigos en la Gran Guerra fue suficiente para que se manifestara en contra del uso de la violencia como herramienta para acabar con los males del mundo, pues ya “[…] bastantes miserias y dolores hay en el mundo sin que las guerras vengan a multiplicarlos” (Tolkien, 2002a, P. 314). Se horroriza con la noticia del estallido de las bombas atómicas sobre Japón (Tolkien, 1993, Carta núm. 102, A Christopher Tolkien, 9 de agosto de 1945, p. 139), y declaraba su dolor y repugnancia por el imperialismo norteamericano y británico en el Lejano Oriente (Ibíd., Carta núm. 100, A Christopher Tolkien, 29 de mayo de 1945, p. 139). Aunque en sus escritos existen elementos suficientes para identificar el concepto de la guerra justa en su pensamiento, siguiendo la dicotomía bondad-maldad del cristianismo. Tolkien opinaba sobre las guerras lo siguiente:

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“El estúpido desperdicio de la guerra es tan enorme, no sólo material, sino también moral y espiritual, que desconcierta a quienes tienen que soportarlo. Y siempre lo hubo (a pesar de los poetas) y siempre lo habrá (a pesar de los propagandistas); por supuesto, no es que no fue, es y será necesario enfrentarlo en un mundo maligno” (Ibíd., Carta núm. 64, A Christopher Tolkien, 30 de


abril de 1944, p. 93).

Sobre sus amigos muertos en la Gran Guerra, hace el siguiente juicio: “el ofrecimiento de sus varias vidas en esta guerra (que, a pesar de todo el mal que por ella nos advenga, es, desde una perspectiva más amplia, buena en su oposición al mal)” (Ibíd., Carta núm. 5, A G. B. Smith, 12 de agosto de 1916, p. 18). Para Tolkien, la guerra es un mal que en caso de defensa, es necesario, y esto está reflejado en su legendarium. Si bien en todo su mundo fantástico existen diversas guerras, por lo menos en la “Guerra del Anillo” narrada en El Señor de los Anillos, vemos cómo el lado del bien cumple la mayoría de los puntos de la ius ad bellum y el ius in bello, mientras que el lado de la maldad incumple los preceptos de la guerra justa. El bando del bien, conformado por reinos legítimos de elfos, enanos y hombres, se ve obligado a defenderse de la amenaza de Mordor e Isengard, fortalezas defendidas por hombres malvados y orcos, criaturas corruptas gobernadas por los traidores Sauron y Saruman. El bando del bien sólo tiene dos opciones frente a la guerra: sucumbir o pelear, por lo que no puede producirse un mal mayor y la perspectiva de éxito no necesita justificación. La facción del mal sólo busca corromper el mundo, por lo que no hace distinción entre combatientes y no-combatientes. Todo lo anterior puede resumirse en lo que menciona Faramir a Frodo cuando le explica por qué defiende Minas Tirith: “Guerra ha de haber mientras tengamos que defendernos de un poder destructor que nos devoraría a todos […]” (Tolkien, 2002a, P. 347). A manera de conclusión, consideramos que existen cinco paralelismos entre la obra literaria de Cervantes y Tolkien: 1) Un hecho capital es que ambos fueron soldados, sus vivencias en la guerra influyeron notablemente en sus creaciones literarias y en la forma de concebir el mundo. 2) Otro paralelismo notable, es que ambos se presentan como historiadores, así inventan títulos de manuscritos de dónde han tomado los datos “históricos” para escribir sus historias, es decir, existe un juego entre el escritor y lector en el que se pretende que lo narrado pertenece a la realidad primaria. 3) Las guerras en que combatieron se situaron en épocas

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de importantes cambios tecnológicos, que propiciaron una revolución en el arte bélico, pero también se extendieron a otros ámbitos de la sociedad humana, en especial en el pensamiento, así se palpa un cambio importante en los sistemas de creencias y valores, que ya no son los mismos con los cuales crecieron nuestros autores. 4) Por eso en sus mundos literarios encontramos una lucha constante entre lo viejo y lo nuevo, lo correcto y lo incorrecto, en cómo en el pasado desaparecido las cosas eran mejores y ahora las cosas se están transformando en otra cosa, no siempre para bien. 5) Por sus escritos podemos ver que compartían los preceptos de la doctrina de la guerra justa, de origen cristiana. Estos paralelismos son –los que a nuestro juicio– podemos resaltar de estos dos soldados-poetas. FUENTES BIBLIOGRÁFICAS CARPENTER, HUMPHREY. (2002) J.R.R. Tolkien: Una biografía. Traducción de Carlos Peralta. España, Planeta DeAgostiniMinotauro, (Biblioteca Tolkien). CERVANTES SAAVEDRA, MIGUEL DE. (1972) Novelas ejemplares. Comentario de Sergio Fernández. 11ª edición, México, Editorial Porrúa, (Sepan cuantos… núm. 9). (2004) Don Quijote de la Mancha. Estudios de Mario Vargas Llosa y Francisco Ayala; Edición y notas de Francisco Rico. 6ª reimpresión, México, Real Academia Española-Alfaguara, (Edición del IV centenario). CRABBE, KATHARYN F. (1985) J.R.R. Tolkien. Traducción de Federico Patán. Fondo de Cultura Económica, (Breviarios núm. 408). MALET, ALBERTO; ISAAC, J. (1959) La Edad Media. Con la colaboración de Narciso Binayá. Edición enteramente refundida y puesta al día. Buenos Aires, Librería Hachette. THOMSON, DAVID. (1992) Historia mundial de 1914 a 1968. Traducción de Edmundo O‘Gorman. 10ª reimpresión [de la 2ª edición], México, Fondo de Cultura Económica, (Breviarios núm. 142). TOLKIEN, J.R.R. (1993) Cartas de J.R.R. Tolkien. Recopilación de Humphrey Carpenter con la colaboración de Christopher Tolkien. Traducción de Rubén Masera. España, Planeta DeAgostini-Minotauro, (Biblioteca Tolkien).

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(2001a) El Señor de los Anillos 2. Las dos Torres. Traducción de Matilde Horne y Luis Domèmenech. 10ª reimpresión, México, Editorial Planeta-Minotauro. (2001b) El Silmarillion. Edición de Christopher Tolkien. Traducción de Rubén Masera y Luis Domèmenech. Reimpresión, Minotauro. (2002a) El Señor de los Anillos 3. El retorno del Rey. Traducción de Matilde Horne y Luis Domèmenech. España, Planeta DeAgostini-Minotauro, (Biblioteca Tolkien). (2002b) El Señor de los Anillos. Apéndices. Traducción de Rubén Masera. España, Planeta DeAgostiniMinotauro, (Biblioteca Tolkien). (2012) Cuentos desde el Reino peligroso [Antología de relatos]. Ilustrado por Alan Lee. Traducción de Estela Gutiérrez. 3ª reimpresión, Editorial Planeta-Minotauro-Booket, (Biblioteca J.R.R. Tolkien). (2013a) El Señor de los Anillos 1. La comunidad del Anillo. Traducción de Luis Domèmenech. 3ª reimpresión. México, Editorial Planeta-Minotauro-Booket, (Biblioteca J.R.R. Tolkien). (2013b) El Hobbit. Traducción de Manuel Figueroa. 7ª reimpresión, Editorial Planeta-MinotauroBooket, (Biblioteca J.R.R. Tolkien). ARTÍCULOS DE LIBROS SEGURA ETXEZÁRRAGA, JOSEBA. (2002) “La teología cristiana ante la guerra justa” en: CARRILLO CÁZARES, ALBERTO. La guerra y la paz. Tradiciones y contradicciones. El Colegio de Michoacán, Zamora, Vol. I, Pp. 47-69. PÁGINAS WEB BJÖRKMAN, MÅNS. (2002) Los Cronistas de Arda. Traducción de “Eviore”, en: http://www.uan.nu/dti/trad-cronic.html (Consultado 18 de septiembre de 2014) INSUA RODRÍGUEZ, PEDRO (2007a) “Guerra y Paz en El Quijote, I”, en: El Catoblepas. Revista crítica del presente. Núm. 59, enero, 2007. En: http://www.nodulo.org/ec/2007/n059p12.htm (Consultado 15 de octubre de 2014) (2007b) “Guerra y Paz en El Quijote, II”, en: El Catoblepas. Revista crítica del presente. Núm. 68, octubre, 2007. En: http://www.nodulo.org/ec/2007/n068p10.htm (Consultado 15 de octubre de 2014) Semblanza: Egresado de licenciatura de la Facultad de Historia, tiene por línea de investigación el estudio del pasado prehispánico de las culturas mesoamericanas. Actualmente se encuentra realizando el proyecto de tesis que versa sobre la antigua cultura tarasca, titulado “La guerra en el Michoacán prehispánico en el siglo XVI”. Moreliano de nacimiento, ha realizado su formación media superior y superior en la UMSNH. Ha participado como asistente y como ponente en diversas actividades académicas especializadas, destacando las ponencias sobre El armamento prehispánico michoacano. Acercamiento iconográfico y documental en el “IV Coloquio de jóvenes historiadores de Tlalpujahua, Michoacán: La guerra a través del tiempo. Personajes, batallas y tratados”, y Socialismo, ¿Alegoría histórica de la maldad en “El Señor de los Anillos”? en el “III Coloquio de Perspectivas Multidisciplinarios en la Cultura”. Ha coordinado algunos eventos, entre los que se encuentran ciclos de conferencias y de cine. También ha participado en el programa de radio de la Facultad de Historia, Contratiempo.

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HILAR IDEAS PARA REDACTAR UN TEXTO EXPOSITIVO Belén Crisóstomo Miguel Benemérita Universidad Autónoma de Puebla

Consideramos que la escritura es un proceso que se aprende mediante la práctica, por este motivo, debemos ofrecer a los alumnos las herramientas necesarias para la producción de géneros textuales. A continuación, presentamos una propuesta de enseñanza- aprendizaje para la redacción de un texto expositivo, la cual fue puesta en práctica y tiene como finalidad, guiar el proceso de escritura a través de siete pasos agrupados en cuatro etapas: a) diagnóstico de la escritura, b) secuenciado de ideas, c) cohesión y d) coherencia. Etapa 1: Diagnóstico de la escritura Tiene como objetivo conocer la manera en que se estructura y da coherencia a las ideas e identificar si se tiene conocimiento sobre la tipología del texto expositivo. Es importante realizarla porque permite contrastar y valorar el avance en la redacción del texto inicial y el final. De acuerdo a Daniel Cassany (2007), el proceso de la escritura es difícil de accionar y para iniciarlo es posible recurrir a diferentes técnicas que permiten la exploración del tema y la selección de datos. Para ayudar a superar dificultades relacionadas con el bloqueo o la escasa aparición de ideas decidimos proporcionar una lista de datos sobre el tema de los moluscos y a partir de éstos, solicitar la elaboración de un texto de acuerdo a los criterios que establezca cada alumno, la extensión no es un rubro importante. El material mencionado ha sido tomado de la sección Al grano de la revista ¿Cómo ves? (Núm. 183).

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Al pedir esta primera tarea, la mayoría de los alumnos enfrentan dificultades para estructurar un texto, debido a que ordenan oraciones de acuerdo a sentidos lógicos, pero no logran estructurar párrafos uniendo las


ideas. A continuación, mostramos un ejemplo:

Tabla 1: Primera escritura del texto En el mundo se tienen clasificados 93195 especies de moluscos; de éstas 4100 especies viven en México. La Colección Nacional de Moluscos de la UNAM cuenta con 4100 lotes de ejemplares; 144 familias de moluscos marinos, 12 de agua dulce y 52 terrestres. Existen 8 ocho grupos de moluscos. Los caracoles, almejas y pulpos pertenecen al grupo de los moluscos. El cuerpo de los moluscos, generalmente, tiene 3 partes: la masa visceral, la cabeza y el manto. Los moluscos comestibles aportan: proteínas, cinc, fierro, vitaminas y ácidos omega 3. Los caracoles, las babosas, los mejillones, las ostras, los ostiones y las almejas representan el 98% de los moluscos. Hasta ahora se han descrito 70000 especies fósiles de moluscos.

Etapa 2: secuenciando ideas La finalidad de esta etapa es estructurar los datos de acuerdo a la tipología del texto expositivo. 1.- Orden de ideas Una vez que se ha realizado el diagnóstico de la escritura, se cuestionará a los alumnos sobre el tipo de texto que construyeron y la manera en que ordenaron los datos, esto permitirá contextualizar las características del texto expositivo y su situación comunicativa. Posteriormente es necesario ordenar las oraciones con ellos, la sugerencia es colocar números a los datos de manera que queden ordenados de lo general a lo particular y de lo particular a lo general. En esta segunda actividad difícilmente logran argumentar el tipo de texto construido y manifiestan que ordenaron las ideas de determinada manera porque así “se escuchaban mejor”. Una de las respuestas que se pueden tomar en cuenta para contextualizar la tipología del texto científico, es la que surge de la siguiente pregunta: ¿qué es lo que pretenden con su texto?, la mayoría de alumnos menciona que “informar”. Esta respuesta es correcta partiendo de la explicación que da Carlos Lomas (2001) al retomar las superestructuras de Van Dijk (1978) y la tipología que propone Adam (1985): “El texto explicativo es un tipo específico de texto cuya

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función es informar con el fin de hacer entender algo a alguien (una idea, un concepto, un hecho…) con una intención didáctica” (Pág. 218). En esta fase, la intervención didáctica docente consiste en hacerles saber que están en lo correcto en cuanto a la función de su escrito, pero es necesario comunicarles que las ideas deben tener cierto orden para que se puedan entender, de esta manera, les comunicamos que si las ideas van de lo general a lo particular, su lectura resulta más fácil. En el momento de enumerar los datos, nuevamente surgen dificultades porque no hay acuerdo, hasta que se establece, informar en un primer momento sobre las características de los moluscos en general, posteriormente de los que hay en México y finalmente de especies en particular. 2.- Reescritura de ideas en oraciones simples Esta fase consiste en reestructurar el texto de acuerdo al orden de ideas que cada alumno determine (de lo general a lo particular y de lo particular a lo general). De esta manera se empieza a trabajar la estructura. Lo que logran los alumnos es parecido al primer paso, pues solamente escriben las ideas, sin lograr unirlas. Etapa 3: Cohesión (Fusión de ideas) De acuerdo a Halliday y Hasan (1976), la cohesión hace referencia a las relaciones gramaticales que se presentan en el texto. Por este motivo, los pasos de esta etapa tienen como finalidad unir los datos. 3.- Formando párrafos El escrito logrado tiene una secuencia de ideas de acuerdo a la tipología del texto expositivo y en específico a los que refieren datos científicos, pues se organizan mediante “una lista de propiedades o detalles de un objeto” (Lozano, 2009: 33), pero aún no se han logrado cohesionar los datos porque no se han unido o relacionado entre sí. Para empezar a trabajar la cohesión debemos pedir a los alumnos que enlacen los datos con palabras

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o signos de puntuación que consideren pueden unir el sentido de las ideas. Un ejemplo de esta etapa se muestra en la tabla 2.

Tabla 2: Nuevo texto En el mundo se tienen clasificadas 93195 especies de moluscos; de éstas 4100 especies viven en México, hasta ahora se han descrito 70000 especies fósiles de moluscos. Los caracoles, las babosas, los mejillones, las ostras, los ostiones y las almejas representan el 98% de los moluscos, su cuerpo tiene 3 partes: la masa visceral, la cabeza-pie y el manto, y hasta ahora se conocen 8 grupos. Los moluscos comestibles aportan: proteínas, cinc, fierro, vitaminas y ácidos grasos omega 3, en los que los caracoles, almejas y pulpos están clasificados. La Colección Nacional de Moluscos de la UNAM cuenta con 4100 lotes de ejemplares: 144 familias de moluscos marinos, 12 de agua dulce y 52 terrestres.

4.- Relaciones endofóricas En los textos se presentan referencias de carácter situa­cional, es decir, aquellas que no están presentes en el texto, a las que Halliday y Hasan (1976) denominan exofóricas, en oposición a otro tipo de referencias que sí se encuentran en el interior, denominadas endofóricas. El texto logrado hasta este momento tiene unión de ideas, sin embargo, la aparición de palabras repetidas es constante porque sólo nos hemos enfocado en dar orden. Por este motivo recurriremos a las relaciones endofóricas para dar mayor claridad a las ideas; los mecanismos utilizados son: sutitución léxica y elipsis. Los alumnos deben desarrollar las siguientes actividades: 1.- Ubicar las palabras que se repiten y eliminarlas o sustituirlas por otras (pronombres anafóricos: aquellos que pueden sustituir una palabra sin que se altere el significado). 2.- Verificar que las ideas no se hayan alterado y si es así, orientar para que se vuelvan a reconstruir. El alumno del cual se ha presentado el ejemplo de redacción ubica que las palabras repetidas son las siguientes: moluscos y especies; al eliminarlas o tratar de sustituirlas, su texto presenta una mejor secuencia de ideas.

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Etapa 4: coherencia de ideas De acuerdo a Van Dijk (1996), la coherencia refiere al contexto, es decir, tiene que ver con la información pertinente, la manera y grado de precisión con la que se comunica. En esta fase buscamos crear criterios de agrupación de acuerdo a subtemas propuestos por los alumnos. 5.-Separación de temas “Los textos pueden presentar indicaciones sobre el tipo de texto –por ejemplo, en forma de subtítulos– para una identificación más efectiva del tipo de texto y, con ello, de las funciones específicas y la importancia del texto para el lector “(Van Dijk, 1996: 169). Partiendo de este postulado, notamos que los trabajos realizados presentan agrupación de ideas bajo cierto orden, pero debido a que la intención comunicativa del texto expositivo es estar dirigido a cualquier tipo de lector, resulta necesario establecer criterios de distribución de información, es decir, los datos deben ser agrupados por temas para facilitar la lectura y captar la atención del receptor. Con la finalidad de lograr las características mencionadas, cada alumno debe revisar su texto para separar las oraciones que no pertenezcan a la misma idea, establecer subtemas y colocar subtítulos. Este paso es uno de los más productivos porque a pesar de que ya existe una secuencia de ideas, los alumnos detectan que algunas se deben cambiar de lugar porque no presentan coherencia con las anteriores y al tratar de establecer subtítulos no corresponden con la información que éste enuncia. El texto final queda estructurado de la siguiente manera:

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Tabla 3: Texto final Características de los moluscos En el mundo se han clasificado en 8 grupos a 93195 especies de moluscos, de éstos 4100 viven en México (Hasta ahora se han descrito 70000 especies fósiles). Su cuerpo generalmente tiene tres partes: la masa visceral, la cabeza-pie y el manto. Los caracoles, las babosas, los mejillones, las ostras, los ostiones y las almejas representan el 98%. BENEFICIOS Los moluscos comestibles aportan: proteínas, cinc, fierro, vitaminas y ácidos grasos omega 3. ¿Sabías qué? La Colección Nacional de Moluscos de la UNAM cuenta con 4100 lotes de ejemplares: 144 familias marinas, 12 de agua dulce y 52 terrestres.

7.- Colocar título La última actividad consiste en pedir al alumno que sugiera un título para su texto. Las opciones presentadas son: Los moluscos en el mundo, Grupos de moluscos, Las diferentes especies de moluscos y sus clasificaciones, ¿Y qué son los moluscos?, Una mirada a los moluscos, Estudio sobre los moluscos, Clasificación de los moluscos, Clasificación e importancia de los moluscos, etc. Al pedir justificación sobre el título, se empiezan a descartar opciones por considerar que no abarcan toda la información y que otras no van de acuerdo con el objetivo, así que el alumno decide que su texto se titule “Los moluscos en el mundo” porque considera que engloba todos los datos presentados. Conclusión Consideramos que la propuesta presentada es un primer paso para empezar a desarrollar la habilidad de producción escrita porque con este ejercicio los alumnos comprenderán que es importante tener en cuenta al lector para quien va dirigido el texto, por lo tanto sabrán que la información debe ordenarse y presentarse de forma esquemática. Creemos que la práctica constante permitirá que las habilidades se adquieran de manera implícita y en momentos posteriores esta misma técnica podrá lograr textos con

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mayor extensión al solicitar que se vayan anexando más datos. BIBLIOGRAFÍA Cassany, D. (2007). La cocina de la escritura. Barcelona: Anagrama Cassany, D., Luna, M., y Sanz, G. (2000). Enseñar lengua. Barcelona: Editorial Graó Gómez Arazúa, D. (2007). Hagamos descripciones pictóricas. Una propuesta didáctica para trabajar coherencia y cohesión en educación Media Superior. En G. E. Baez Pinal, La enseñanza del español. Problemas y perspectivas en el nuevo milenio. (Págs. 289-300). México: Universidad Nacional Autónoma de México. Halliday, M. A. y Hasan. (1976). Cohesión in English. Londres: Longman. Lomas, Carlos. (2001). Cómo enseñar a hacer cosas con las palabras. España: Paidós Lozano, Lucero. (2009). Competencias en lectura y Redacción. México: Nueva Editorial Lucero Van Dijk, Teun A. (1996). La ciencia del texto. México: Paidós

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Eric Fritz




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Svenja Milautzcki mercurycode.deviantart.com


HIJOEPUTA

Martín García López

A mí me mandan traer con un silbido seguido de mi nombre, Hijoeputa. Salgo corriendo agitando la cola, ni sé pa´ que; sí, es la niña, se me montará en el lomo y me jalará las orejas con sus “¡Arre!, ¡Arre, pedito!, ¡Arre!”. Si es el niño, él me trae un gato. Ojalá que sea gordo y peludo pa´ que no corra y le de sus azotones con el hocico contra la pared. Si es el patrón, me cuido. Que agite la cola no le bastará, ahí tendrá en su mano el cinto. -Venga, Hijoeputa- dice mi patrón, con la barriga para el cielo, en la hamaca, mandándome a traer con el movimiento de sus dedos- venga, Hijoeputa. Me acerco agitando la cola, pero me resuenan las orejas por la voz pesada del patrón. Le lameré los dedos, siempre le saben a grasa salada y picosa. Eso le gustará. Saco la lengua y la extiendo a sus dedos, pero antes de que se los toque, su mano izquierda cae en mi lomo y lo jala. -¡Así te quería agarrar Hijoeputa!- El se levanta de la hamaca y con la mano derecha que le iba a lamer, me da un golpe en el hocico. Yo gruño mostrando los dientes y clavando mi mirada sobre el patrón -¡A ver! ¡A ver! ¿Me rezongas? Hijoeputa ¿me rezongas?- Él levanta los labios y muestra sus dientes podridos y amarillos mientras hace – ¡GRRRR! ¡GRRRR! ¡Hijoeputa! ¡Chingada madre contigo perro pendejo!- otro golpe en mi ojo izquierdo- así me gusta, Hijoeputa; mansito, wey, mansito, wey; ahora dime, pinche perro ¿por qué te comiste la carne que dejé en la mesa?- su mano suelta mi lomo y la pasa a mi oreja jaloneándola. ¡Cómo arde!

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-Contéstame, hijo de puta o te rebano la oreja y me la como- El patrón se acerca a mi hocico escupiéndome mientras habla.- ¡Que me contestes, pinche perro! -Oigaa apaa, deje Hijoeputaa- escucho cantadito detrás de mi lomo- iio le dii los bisteces a la carnalaa, que le rugiaa la tripaa pus, amaa estaba en la milpaa y usted apaa estabaa en la pulquee. El patrón suelta mi oreja, deja de sacar los dientes, se aleja de mi rostro, me da una caricia pesada sobre la cabeza. -Váyase Hijoeputa, váyase- ordena el patrón, azotando la espalda en la hamaca. Volteo y veo al niño sucio y enlodado de la cara sosteniendo una rama de mezquite en su mano. -¡Apúrele, Hijoeputa!- grita por última vez el patrón. Yo paso por entre las piernas del niño acostado, arrastrando la barriga contra la tierra, ahora meto la cola por entre las patas. Cuando llegue a mi lugar echaré el hocico al sol, estiraré las patas, me acostaré en el lado izquierdo, pa no lastimarme la oreja, y, cuando esté por dormirme, la niña llegará montándose en mi barriga y dirá: -¡Arre!, ¡Arre, pedito!, ¡Arre!

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MEROLICO DE TINTA Pásele, pásele, le traigo el gran milagro, el sanador, el objeto que lo salvará de sus desdichas. Contra el hastío, el frío y extraños destinos. Bara-bara, bara-bara, bara-bara. Hay de muchos precios, formas y sabores. Y no le traigo uno ni dos, sino la infinidad que usted quiera. Contiene filtros con tinturas de Dante, Esquilo, Shakespeare, Goethe, Rimbaud, Artaud, Maiakovsky, Chomsky, Saussure, Lotman, Ingarden, Ricoeur, Rulfo, Tolstoi, Wittgenstein, Del Paso, De Vega, De Rueda y muchas otras tintas. (Explosión de frases vivas). Llévelo. Siéntalo, Úselo, Vívalo. Have a book. Tenha um livro. Tenga un libro. Leo Monroy

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Eric Fritz


OBSESIÓN

Ajá… ¿Porque tú nunca te has obsesionado con nada verdad…? Ajá… Cómo no… No me digas que no te repites una y otra vez lo mismo, lo mismo, lo mismo. Que si esto… Que si aquello… Que si ya fue, ya vino, ya dijo… O que si va, viene, o repite. Que si está o no está. Que si es él o fue otro. Que si rojo o mejor carmín. Que las rosas, y las nubes. Que si el cielo o la laguna. Que cuándo, que cómo, que por qué, que a qué horas, ¡ya pues! ¿No me digas que no has sentido el perro orejón de las caricaturas, el que iba y venía cavando un surco en la tierra? Sólo que el surco te lo está cavando, rayando en el cerebro… Que no es tierra ligera, sino masa gelatinosa, sanguinolenta… Y que los surcos van y vienen, se cruzan, te lastiman, te gritan incesantemente: ¡¡Piensa, PIENSA, PIENSA!! No me digas que no te pasa… A todas horas, en todo lugar, con todo, con todos. Que no puedes respirar. Que la obsesión te lleva, te trae, te hunde y te asfixia. No me digas… ¿A poco no estás piense y piense y piense? ¿A poco no sientes tu cabeza estallar, tus ideas repetir una y otra vez lo mismo, lo mismo? Que si esto, que si aquello, que lo otro y lo de antes. Y otra vez, y otra vez, y otra vez.

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¿A poco no te quedas sin respirar, por tanto pensar? Y es la misma cosa, hora tras hora. Por la noche, en la calle, bajo el agua, hasta cuando estás cogiendo… Lo mismo… HAZ LAS COSAS. Muévete. No esperes. PREGUNTA. Calla. MAÑANA. HOY. Lo mismo. LO MISMO. ¿Y a poco no sientes que tu cerebro estalla, que tu corazón ya no sabe ni pa’ dónde, que tu cuerpo se retuerce, y que el dolor te arrebata? ¿No me digas que tú sí respiras hondo, que puedes leer, que no se te traba la espalda ni te tiemblan las manos? Y continuamente, frente a tus ojos, los surcos… Más y más profundos, más y más rojos, humeantes… Y te llevas las manos a la cabeza, para frenarlos, gritando, ¡¡GRITANDO!! ¿A poco no te quieres bajar del tren? ¿A POCO NO? Sólo que pa’ bajarse del tren hay que ser rápido, y astuto. Porque las palabras te siguen, se vuelven pesadilla, monólogo. Y sabes que sólo un pasito, chiquitito, ligerito, te separa de la locura. Que de todas maneras, ni te creas: no se vuelve loco el que quiere, ni que fuera tan fácil escapar.

Gwenn-Aëlle Folange Téry

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ÚLTIMA JUGADA Fue el temblor de manos cuando le levantaban la blusa. Ella intentando complacer a mamá aceptando la compañía de un hombre hundido en la mediocridad, y el tipo con las erecciones después de cada roce que la joven le hace en el brazo. ¿Cómo se ha divertido con él? Pero el sudor de macho y su pestilente aliento le obligan a apretar las piernas y rechazarlo con un mohín de asco.

- Ricardo ha respondido como dijiste. Es la repetición de algún síndrome.

- Tú insististe en probar.

- Me has enseñado a dudar de todo ¿y ahora quieres que crea siempre en lo que dices?

Ricardo olfatea el aire, percibe el olor de sus axilas, y se da cuenta del charco bajo sus rodillas. Mira la mujer bajo su cuerpo, hecha un ovillo, rechazándolo.

- ¿Te has orinado? –le pregunta. Paula ríe sin mirarlo.

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La madre de la chica mira la escena desde la puerta. Ve a Ricardo levantarse y gruñir, y se tapa la boca con la mano derecha conteniendo la risa. Paula ríe a carcajadas, golpeando el colchón con la palma de ambas manos. Su madre aprueba; siempre aprueba con el movimiento de cabeza de quien todo lo sabe. ¿Acaso Ricardo creyó que tendría que soportar estar


a la defensiva, que así se enamora a una mujer inteligente?

- Hace seis meses que salimos. –discutía Ricardo momentos antes, con el miembro rígido y sin querer detenerse. Paula apenas le contenía las manos, apartándolo. – Seis meses y aún no permites que suceda. ¿Qué pasa contigo?

- Si no te llena lo que ofrezco, vete. No estoy hecha para el sexo y los amoríos -acabó diciendo Paula. Ricardo se levantó y salió azotando la puerta. Este mismo Ricardo, con las rodillas embarradas de orina, pasa por la puerta empujando con su hombro a la madre de Paula, que intenta hacerse un lado sin quitar la sonrisa de los labios.

-¡Las dos están locas!

Annie y sus costumbres de espiarla. No podía evitar seguir a Paula en cada uno de sus movimientos. En el fondo, una especie de calor se acumulaba en el pecho cada que Ricardo venía a la casa. Sabía que el tipo no era del agrado de Paula, pero su amiga tenía que ceder por los caprichos de su madre. Annie no podía evitar las ganas de defenderla.

No podía impedirse el gusto que le provocaba estar junto a Paula en la cama, buscándola en la escuela, intentando ser más simpática, mejor arreglada, solicitada por los hombres, tratando de convencerse de que su cuerpo o su rostro eran mucho más atractivos que los de su amiga. La derivación de sus celos permanecía atenuada por la forma de vestirse provocativa, coqueteando con ese Ricardo, tan ansioso de penetrar en algo, en alguna mente para sus músculos, en algún caño donde pueda jugar a ser domador y victimario. A Paula no le interesa el juego de las vanidades. Para Annie encandilar a los hombres es reconocerse plena.

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Annie se pasea por los patios y corredores del colegio segura de su caminar de lince. Ricardo la ve a momentos y ella logra sentir esa mirada escalando pantorrillas y llegar hasta la nuca. Hay mucho de hoguera en este cuerpo, mucho de asedio en esa mirada abrasiva. Es una provocación insana de parte de Annie. Paula está segura que lo hace por molestar. Pero Annie no puede remediarlo. Han sido muchos meses sin dejar de verla y competir. Quizá fueron los besos de Paula, quizá el calor de los senos de ambas bajo las colchas, o la forma en que Paula le talla la espalda en la regadera.

- ¿Por qué tienes que verlo?

- Tengo y punto. No te metas. Al final, la noche siempre será de nosotras.

- Es tan poca cosa. De esos que sólo buscan penetrar una mujer y listo.

- Así es Ricardo.

- ¿Y?

- Jamás lo hará conmigo. No te preocupes.

- Es que te dejas besar tanto.

- No podrá hacérmelo. No pasará, no me hagas repetirlo y repetirlo.

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-Paula mantenía el control y se apartaba de los sentimientos.

Para la pasión Annie tuvo que conformarse con Rebeca, esa hembra poderosa que Paula era en los momentos de perderse en el espejo. Cuando Paula no podía controlarse aparecía Rebeca; Annie le tenía miedo pero la deseaba con un ardor de espina enterrada. Ante esa doble hembra no podía luchar ni resistirse, estaba dominada, condenada a seguir en esta casa como un náufrago en pleno océano. Sólo le quedaba descubrir con cuál de las dos mujeres que habitaban el mismo cuerpo se encontraba a cada instante, si con Paula la mujer de hielo, obsesionada, o por la mujer de los espejos que era Rebeca.

Annie se duele el vientre, se lastima la quijada por desearla, por defenderse de esas manos delgadísimas que la escarban como un cuervo lo hace con las tumbas. Vidrio irreal, a eso sabe Paula, a beso y ambrosía de redescubrirse sanas y pequeñitas, cada una para su espera, como dos niñas límpidas en un cerrazón de mañanas que ya no pueden desprenderse del cuello. Hay un mucho de vampírico en hacerse irresistible. Annie la busca y Paula la ha encontrado en su cabellera.

Era Ricardo un mono desnudo de razonamientos, para qué competir por él. Ofrecer sin entregarse, y ver qué ocurre. Nada de celos, no los merece, mucho menos de tu parte, dulzura, no llores ni me saques de quicio, decía Paula mientras le besaba los párpados.

Ellas se han pertenecido desde la era del fuego, desde las calderas del aquelarre donde descolgaron el péndulo para sitiarse hogueras una en la otra; alas y alas que no dejan de agitarse. Así es la cordura de las hembras que ya no desfallecen, fálicas y absolutas en el reconocerse intactas y voluntariosas. Annie la buscaba, Paula se ha dejado encontrar. Y en medio de ambas, la madre de Paula como un Dios.

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- Cómo puedes despreciar a Ricardo con lo hermoso que es. Qué tonta.

- Si te gusta, tómalo. – a Paula no le agradaba que su madre se fijara en Ricardo. No lo quería, pero constituía una pertenencia que le hubiera gustado que fuera sólo para ella. Una tiene derecho al egoísmo con sus presas. Eso que son los hombres sin saberlo, trofeos, una tarjeta de crédito, quien las lleva y trae de todos lados. Alguien para pagarse los caprichos. Ya era demasiado saber que Annie se vestía provocativa para su novio, como para que su madre saliera ahora con esto de los reclamitos. Mucho menos su madre quien siempre saltaba de un hombre a otro.

Paula intuye sus desdoblamientos, conoce de sus arrebatos de doncella bipolar cuando se maquilla: un poco de rubor por este lado, los párpados y el negro, o ¿acaso el blanco es una imposición? Y en el espejo observa la similitud con Annie o con Rebeca, el maquillaje, como un grillete, del que quiere soltarse.

- No me descubrirás las arrugas, aunque te quedes mirando. –dice Annie sonriendo.

- Quisiera saber cuándo estás alegre, cuándo lloras.

- No más juegos Paula, por favor, toma mi mano y dime que soy preciosa. – Annie se para sobre el taburete, con las manos en las caderas, como un Peter Pan alucinante, lleva una bata de seda blanca, abierta y colgando de los hombros, que baja hasta sus pantorrillas.

- Brillas de tan oscura.

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- ¿Y ahora? – deja caer la bata.

- Me agradas desnuda.

- Me encanta que pueda gustarte.

- ¿Es a mí a quien quieres gustar? –pregunta Paula mientras recorre con su dedo índice la espalda de la mujer, tomándola de los cabellos y jalando su cabeza hacia atrás. – ¿Saldrás hoy?

- Iremos a bailar –coge la mano de Paula, intentando soltarse.

- Bailar y bailar.

- No vienes porque no quieres. –Annie desciende del tabureteSomos jóvenes y la piel empieza a aburrirse. Cuando te des cuenta ya nada será lo mismo.

- Eso dices. – Paula sale del cuarto y deja a Annie sentada frente al tocador. Prefiere meterse al baño y no mirar cuando se vaya. Su amiga hace un último intento acercándose a la puerta del baño. Se detiene a escuchar. Sólo el agua de la regadera.

- No tardaré.

- Que te diviertas. – dice Paula, y Annie da media vuelta y sale de la casa.

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Noche de juerga, insomnio, llantitos en la madrugada, un coche se detiene, pequeñas voces de despedida, se abre la puerta y los cuentos de siempre: fuimos a tal lado, la música estaba padre, no sé por qué no vienes, estás haciendo de Ricardo un perfecto idiota. Eso era Annie, un lugar común que siempre la sitiaba.

Paula sabe que no quiere recrearse en otros ojos que no sean los propios. No necesita actos del amor y esas derivaciones que todas corren a buscar al final de un carnaval, cuando se han entretenido en la monotonía de la salsa, el reggae o la cumbia que los vuelve ajenos a la idiosincrasia. Está harta. Necesita olvidarse de la voz de esas mujeres: su madre, Annie y hasta Rebeca. Annie y su lengua que todo lo escarba, la vagina, las axilas y la comisura de la boca. Eres tan necesaria, piensa, y yo tan delgadita y aterrada.

- Un vampiro con ropaje negro y las hormonas en el horno, eso eres -decía Annie para molestar, pero Paula no mostraba signos de prestar atención.– Te piensas que soy tonta, pero me divierto. Los hombres disfrutan verme. Sí, soy la más tonta. –el maquillaje se corre con la lágrima - ¡pero la más bella!

- Tú lo has dicho -responde Paula recostada y alzando las piernas, la mirada en el techo.– Lo enojoso es que me confundan contigo. Sé bella Annie, sé la más hermosa, pero te pido que no se me acerquen.

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Su madre cree que la única cuerda de la familia es ella. Se lo dijo mientras le arrancaba la ropa. Estás en edad, déjate de estupideces y trata que no quede huella de los hombres que te he regalado. Paula aún era niña, y su madre quería derribarla. Para sobrevivir tenían que estar juntas, luchar juntas, así que nada de mojigateces: Tienes que actuar, no todo es observar desde el armario o detrás de las cortinas.


- Madre te lo pido, no me obligues. – y el silencio aleteaba por las ventanas de la casa. Tres mujeres viviendo juntas y los hombres esperando por un beso.

Desde ese día apareció Rebeca. Y Rebeca es la única verdad que Paula se ha impuesto, el sobrenombre de no recuperarse. Creo que tengo doble personalidad, y parece ser una silueta buscándose la delgadez en el espejo. Su piel seca, su cuerpo de cadáver y tanta cafeína. Esa capacidad de mostrar los ruidos blancos de las ideas, la aptitud natural para el estudio que, como su madre, las compañeras del colegio no logran ver. El orden y la limpieza por los rincones, y su falta de sueño; su aroma sin el remolino de los perfumes artificiales. Todo lo tiene Paula cuando sale transformada en otra, sin saberlo ni recordarlo, hacia las discotecas en esa cacería de siempre, cacerías que Rebeca vive contándole en el espejo. Para la caza, poca ropa. Para la casa y la vida solo Paula.

Su madre la interroga cuando la descubre en un sex shop comprándose ropa e instrumentos sexuales:

-No me gusta que te vayas a escondidas.

-¿Quieres que te invite a mis recuerdos?

- Deja de juzgarme. La vida que te he dado, y el ejemplo, son para hacerte vivir como estás acostumbrada. No para que andes regalándote, dios sabe donde.

Y lo dices tú que no puedes controlar la hormona, piensa Rebeca de su madre, con el rencor al borde de los dientes, Que no has sabido

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protegerme de tu lujuria. ¡Ustedes no serán quienes logren apartarme!, -grita Rebeca hacia el rostro de Paula en el espejo. -Y si quiero salir y no volver hasta la mañana, o arrancarme la ropa en las azoteas, lo haré.

Paula continúa guardándolo todo, como si lo hiciera debajo del colchón en que se mueve ufana, solitaria, mirando sus piernas que tocan el techo. Ahora todo es un crujir de huesos: mírame Rebequita, mírame sangrar ajena a todas esas costumbres que mi madre nos impone.

- Mi madre ha sido la más acomplejada. Ahora lo entiendo. De niña le guardé rencor.

Siempre supo que Ricardo no podría con el respeto a sus ideas. Había azotado la puerta al salir, esperando que lo detuvieran. Paula no lo hizo, pero su madre lo llamó al día siguiente. El deseo cumplió lo que Paula suponía. Tendrán sexo, es seguro.

- Las mujeres maduras compiten con sus hijas. Tu madre intentará todo para no sentirse vieja. – le escupió Annie mientras le lavaba el cabello. Annie le ayudó a recuperar aquel bloqueo. La infancia antes que el padre las abandonara.

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- Me veo caminando por el pasillo hacia el cuarto, con el sigilo de siempre, para avisar que quería irme a casa; mi madre quiso que la acompañara a cobrar el dinero que le debían, ir al taller mecánico del hombre que ahora sí le pagaría los encargos. Y fue cuando la descubrí cogiendo con el mecánico que se decía amigo de papá. Ella se me quedó mirando sin dejar de gemir, yo estaba paralizada, perdí el habla momentáneamente, y mi madre sonreía mientras le apretaba las nalgas al tipo y le daba mordiscos en la oreja.


Luego fueron los regalos y la solicitud de silencio, acumular los secretos que entre madre e hija deben guardarse. Pero a Paula sólo le importaba que la dejaran en paz. Una tarde que no paraban de fastidiarla le contó a su padre.

- Mamá no me ha perdonado. Papá huyó de nosotras, y supe que su matrimonio era algo que mal llamaban amor o tradición impuesta.

Annie le seca el cabello con una toalla blanca. Paula se abraza a sus piernas, dócil y tierna. Y así se descubren de nuevo: Annie dejaba al novio en la sala y subía al cuarto de Paula para entretenerse con su piel. Y cuando descubrió a Rebeca dentro de ese mismo cuerpo, no pudo evitar fundirse con ellas para siempre. Los novios de Annie fueron apartándose. Paula le consumía todo el tiempo, Rebeca la enardecía. Y sin haberlo planeado, un día Annie despertó en casa de Paula, y decidieron que podría quedarse.

- La vida, juntas, será divertida.

- Alguna vez tendrás que irte.

- Cuando muera.

- Es una opción interesante, pero, -Paula hizo una pausa y sonrío divertida- cuando mueras seré yo la que se marche.

Paula tuvo la certeza cuando miró la luz que se apagaba en el cuarto de su madre. Como una chispa algo comenzó a incendiarse en su interior. Annie junto a ella, sobre ella, dentro de sus piernas, con las manos

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agitadas, mordiéndole la nuca. Habían escuchado las escaleras, las risas y que cerraban la puerta de la habitación contigua.

- ¿Quién eres ahora? – se detuvo Annie al ver esa chispa creciéndole en los ojos.

- Soy Rebeca carajo, para dominarte siempre seré Rebeca, - y la tumbó en el colchón. Se sentó sobre su vientre, apretándole el cuello con ambas manos -mírame de frente, puta, que ellos llegaron para hacerse cariñitos.– con sus rodillas detenía los intentos de Annie por moverse, manteniéndola con la espalda en el colchón, y atrapando sus muñecas.

- Déjala que se divierta. ¿Acaso te importa ese hombre? –apenas pudo decir Annie.

- ¿No lo entiendes? No hay paz en esta casa, si tú no me limpias los recuerdos. Sabes cómo me ha tratado, me ha vendido desde chica.

- Ella te ha mantenido… -y ya enojada Annie le ordenó- Muévete, vamos, quítate de encima. –peleaba por soltarse.

- Para tener a su puta y asegurarse la vejez. Yo no seré de Ricardo ni de nadie. Ella no puede tolerar que yo te quiera.

- No tuviste que decirle. –y Rebeca la golpeó con el dorso de la mano. La boca sangrante de Annie manchaba las sábanas.

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- Nunca serás mi machito. Sabía que no lograrías amar esta doble hembra que soy.

Y se ahogan los gemidos. Ha cerrado a golpes la garganta de Annie, sus manos cuelgan fuera de la cama. El rencor sigue palpitando, nada lo suple en esta adrenalina. Paula sale de la habitación, coge la pistola de una cajonera situada en el pasillo y se acerca a la puerta del cuarto de su madre, la carga y entra de golpe.

- Ven hija, Ricardo aún tiene fuerza para otra. ¿No es así cariño?

No hubo respuesta. Sirenas, luces y correr por las calles que se van achicando, haciendo largas, achicando, haciendo largas, y luego la mujer se mira dentro de la amplitud del campo, lo verde que ahora la refugia. Rebeca mira el rostro de Paula en los charcos. Ella es un charco que no termina de ahogarse.

Adán Echeverría.

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UNOS LENTES PARA JESSICA Mis sospechas eran ciertas y el oftalmólogo sólo las confirmó: necesitaba usar lentes. En un primer momento me entusiasmó la idea, usar lentes de alguna marca reconocida o de algún famoso diseñador me haría ser la más “chic” de mis amigas, pero el ver que su consultorio sólo contaba con modelos básicos y que carecían totalmente de estilo fue decepcionante. Me sentí insultada cuando el viejo oculista colocó sobre mis ojos aquellos lentes rectangulares y de armazón guinda que lucían tan horribles sobre cualquier rostro y le dije: — ¡Disculpe! ¿No tendrá algo más elegante? ¿Con más estilo? Algo que vaya más de acuerdo conmigo. — Claro que sí. Y colocó sobre mi rostro unos lentes redondos de armazón dorado. Me miré al espejo y me sobresalté al ver lo feos que eran, parecían los lentes de Gandhi, o los del tipo ese que vi en la clase de sociología; ¿John Lennin? Pagué muy molesta mi consulta y salí de ahí lo más rápido que pude. Entré a una tienda de lentes de diseñador y aunque me probé los más caros y finos que encontré, ninguno me convenció, ninguno iba de acuerdo con las delicadas pero definidas líneas de mi perfecto rostro ovalado.

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Al día siguiente, en la preparatoria, descubrí que nunca en mi vida podría usar lentes, al ver al séquito de hombres que me cortejaban. Todos coincidían, al igual que yo, que el color azul verdoso de mis ojos era único. Era como un suicidio social el cubrir aquellos hermosos atributos naturales. Me decidí a no usar lentes, siendo consciente de que mi vista se degeneraría cada día más. Tampoco quise usar lentes de contacto, porque si alguien fijaba sus ojos sobre los míos, se daría cuenta del plástico círculo concéntrico en mi mirada. Al fin y al cabo, cuando se es una joven rubia y hermosa, es un hecho que las personas siempre te ayudarán a cambio de una sonrisa falsamente llena de inocencia.


Cada día el mundo era más borroso, las anotaciones de los profesores en el pizarrón eran sólo garabatos, parecían recetas médicas o clases de gramática árabe. Pero nunca faltaba algún joven crédulo que a cambio de una caricia mía en su mejilla, hacía mis tareas. Así pasé de semestre. Cuando llegó el primer día de mi último semestre en la preparatoria yo no podía ser más popular, las mujeres querían ser como yo, los hombres se peleaban por hablar conmigo y todos se disputaban la dicha de tener una mirada de mis preciosos ojos aguamarina sobre sus insignificantes humanidades. Cierto día vi una difusa pareja de novios que se abrazaban tiernamente y para ocultar mi falta de visión, pregunté a Karla, mi rastrera amiga más cercana: — ¿Quiénes son esos insignificantes bichos que se aman en la distancia? Ni siquiera los conozco por lo bajo que están en la escala de popularidad de la vida. Ella rió agudamente y me contestó: —Son los neófitos de nuestro salón, Clara y Germán. De pronto mi mente se inundó con recuerdos nítidos sobre ella: Estábamos en primer año, todos éramos sujetos invisibles, pero teníamos que luchar por dejar de serlo. Para ser popular hay dos maneras: la primera es estudiar mucho, ser bonita y tener algún talento artístico, pero eso es ser sólo una “ñoña notoria”. La segunda es más fácil y divertida: molestar a otros para que todos se fijen en sus defectos y se olviden de los tuyos. Yo opté por la segunda opción y mi víctima era Clara. Recuerdo que pasé dos años molestándola y humillándola por el hecho de… usar lentes. Siempre que podía le gritaba cosas como: “cuatro ojos”, “ojos de marciano”, “ojos de vidrio”, “ya bebí muchas botellas para que puedas recortar el fondo y usarlo como lente”, “yo los llamo: ‘ojos de rana’, tú los llamas lentes”, incluso un día que me enojé porque un profesor la felicitó

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por ser la única en obtener diez de calificación en un examen, dije en voz alta: “pues claro, si trae un acordeón en cada lente”. Todos nos reímos de ella. Recuerdo muy bien, aquella ocasión en la que pusimos en su banca un bastón con una tarjetita mientras ella no estaba. Cuando llegó y leyó su contenido se puso a llorar, siendo aún más, la burla del salón. Nunca supe porque lloró tanto, si porque era día de su cumpleaños o porque la tarjeta decía: “Para la ciega más estúpida del salón”… Recordar todo eso revivió mi antipatía hacia ella. Cuando vi que estaba tan feliz con su feo novio Germán y con sus lentes puestos, pronto me acerqué a ella, tomé sus lentes, los puse sobre mis ojos y me di cuenta de lo bonita que era. Miré sus delicados labios y sus lindos ojos almendrados emanando una sorpresa temerosa. Sentí una rabia inmensa y tiré sus lentes al suelo, los pisé y los rompí en mil pedazos. Tuve que comprarle otros lentes y me dolió cada centavo que mi “daddy” destinó para eso. Dos días más tarde, al entrar al salón, todos se burlaron de mí. Tal vez mi falta de visión había hecho que mis otros sentidos se desarrollaran más, pero esas carcajadas eran retumbantes. La estúpida de Karla puso un espejo frente a mí, pero yo no pude distinguir nada entre las borrosas formas de mi cara. Ahogada en sus carcajadas me dijo: — ¡Ay Jessica! ¡O sea, cero qué ver! ¿Te maquilló “La Chupitos”? Pronto me tomó de la mano y me llevó al baño, lejos de las resonantes burlas y me preguntó consternada: —O sea, ¡¿qué onda con tu vida?! ¿Estabas “peda” cuando te arreglaste? —No, ¿por qué? —Porque tienes los ojos como de piruja trasnochada, las pestañas postizas te las pegaste en las cejas, tienes una sombra por debajo del ojo, el delineador parece que te lo puso alguien con párkinson y la boca la traes de Guasón atropellado.

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Intenté reír, pero las burlas de los compañeros de mi salón sonaban fuerte


en mi cabeza, me partían el alma y las ideas. Karla dijo riéndose: —Ay “amigui”, tanto decolorante que te pones ya hasta hizo que se te olvidara como maquillarte. Jajajaja. —¿Qué yo no me sé maquillar?—Dije enfurecida.—Soy la que mejor se arregla en toda ésta cochina escuela y te lo demostraré. La amordacé con mi bufanda y ella reía a simplonas carcajadas. Saqué de mi mochila mi estuche de maquillajes y comencé a pintarrajearla y aunque ella comenzó a gritar escalofriantemente yo no me detuve. Cepillé su cabello con ímpetu, desde la raíz, le hice un bello crepé con el que gritó estruendosamente suplicando por su cabello, hice una raya para definir su peinado, ella lloró. Delineé con fuerza sobre sus párpados y después de chillar como un puerco se quedó con los ojos muy abiertos el resto de la sesión de belleza, tal vez se sorprendió al ver mis habilidades como maquillista. Pinté sus labios con aquel cremoso labial que ella traía dentro de su mochila y me pareció que tenía muy mal gusto por elegir un color tan pálido que no iba bien con su piel morena. Ella se silenció por un momento y luego empezó a sollozar agudamente, le dije que era para que todos se rieran de ella como lo habían hecho de mí, que las mejores amigas debían estar unidas en las buenas y en las malas. Palpé una cinta y le dije: —Te la pondré para que se te quiten los puntos negros de la nariz, siempre se te notan y eso le ha de dar mucho asco a Julio, por eso no te hace caso. Y así lo hice, sólo que creo que no la acomodé ni muy derecha ni a buena altura. Ella comenzó a retorcerse violentamente y mientras yo intentaba saber lo que le ocurría, se quedó quieta y en silencio para siempre. Miré perpleja mis manos y vi que estaban manchadas de un rojo impreciso. Más personas acudieron al baño, llegaron maestros, llegó el director, se armó un gran escándalo, llegó la policía, llegaron mis padres, llegó la prensa. Y una semana después supe, (porque me lo dijeron en prisión), que me había equivocado, que aquel día no había sacado mi bolsa de maquillajes, si no mi estuche de la clase de manualidades. Así es, la peiné con una

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navaja grande, arrancando su cuero cabelludo, le delineé los ojos con una navaja delgada cortándole los párpados, sellé sus labios con pegamento en barra y tapé sus fosas nasales con cinta adhesiva hasta que ella se ahogó y murió.

Hace tres días me llegó un paquete y un sobre a prisión, tuve que pedir que me lo leyeran. Lo enviaban Clara y Germán, eran unos lentes de mi graduación, los coloqué sobre mis ojos, pero pronto me los quité, una vida sin libertad, no vale la pena ser vista.

Paola González Barriga Pintora

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Eric Fritz


TIERRA BLANCA O cómo los que sueñan de día, aman tanto o más que los que sueñan de noche..

Por Cut Dominguez Ilustración por Ana Pobo Castañer



Mi casa, la casa de ustedes, como acostumbramos decir con sinceridad en provincia, para beneplácito de huéspedes y anfitriones, estaba acomodada en los pliegues de una pequeña loma de un pueblo guerrerense, que tiene la gracia de llamarse Tierra, y como imitación del alma de sus habitantes, apellidarse Blanca. De ella recuerdo las más cálidas noches que ha saboreado mi piel, así como los nardos y plantas de nochebuena que cultivaba mi madre. El dormitorio que compartía con mi hermano mayor, si así se le puede llamar a un cuartucho de madera, techo de dos aguas y coronado con teja rojiza, tenía dos ventanas encontradas; una miraba a un extenso patio con manglares y bananeros, quizá más allá algunos sauces y ciruelos; la otra daba a un corral de leños, gruesos y prietos, que por la forma de estrecharse a una frondosa bugambilia guinda, nunca dudé que estuviera enamorado de ella. Era en este segundo mirador, respaldado siempre por un cielo azul, que hasta hoy se viste de estrellas para salir de noche, por donde dejaba escapar mis sueños de niño. De noche, y visto desde mi segunda ventana, el panorama de mi pueblo era una verdadera poesía. En esos momentos, incluso el frío que inquietaba mis pies desnudos, se hacía tibio de tan sólo mirar la competencia fascinante entre luceros y luciérnagas que tapizaban el horizonte convirtiéndolo en un lago de luces palpitantes. Siempre creí que el fulgor de las estrellas tintinaba permanentemente porque respiraba y se movía con vida propia; lo imaginaba como pequeñas embarcaciones en una gigantesca laguna. Quién lo diría… Esa casa, mi casa, de todos, de siempre, es ahora apenas una pequeña mancha parda trepada en una loma agreste y, como en un acto de venganza por el paso del tiempo a la que ha sido sometida, se ve de rodillas ante ese cielo claro que la vio erguirse hace más de cincuenta años. Se dice que los adobes, que antes fueron paredes, resguardan las ánimas de algunos muertos y un vivo: yo; que sin duda, junto a mis sueños, el alma que me impulsa ha definido el tránsito de mis vidas pasadas y encaminará las que me faltan.

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Transpirando en una oscilante nostalgia y el alma de la mano, no sólo para aparecer en mi cara como una gota fresca de rocío en tarde calurosa, sino para recordarme quién soy y qué hago aquí, me animo y hago, no exento de temor, este repaso. Algún pariente me confió que cierto día don Goyo, nevero famoso en Teloloapan, el pueblo más cercano a Tierra Blanca, dijo a mi madre: “Este mocoso no tiene un carajo de nariz, está chato”, cuando apenas sumaba yo cuatro o cinco meses de edad. Este señalamiento, que me identifica hasta la fecha entre amigos y familiares de considerable edad, se lo llegué a dispensar a aquel Santaclós de sombrero y huaraches poco después de saborear su nieve de chocolate, que, según él, “era especial para dioses”. Debo admitir, también, las habilidades filosóficas y de buen consejero del contundente teloloapense, a cuyos dominios nos habíamos mudado en mis años de preescolar, después de un viaje más de mi padre a los Estados Unidos en calidad de bracero. Una mañana el nevero sentenció: “Si de veras crees que estás en la razón, pelea con todas tus fuerzas para hacer las cosas a tu modo. Sólo los pescados muertos no van contra la corriente parientito ¿eh?”, explicaba, mientras le ayudaba a dar vueltas y más vueltas al bote de las delicias. Contrario a Tierra Blanca, a donde uno llegaba bajando por un camino real, algunas veredas bordeadas de huizaches y cacahuatales y por el mismo monte, Teloloapan, podríamos decir era un pueblo de altura, a cuya iglesia, cerca del Palacio Municipal, plazoleta y cine, se arribaba por empinadas calles empedradas; las mismas que hace más de cincuenta años a los niños de entonces nos servían como los precisos toboganes de nuestros vertiginosos bólidos en que se convertían nuestras viejas tablas de madera, que, embadurnadas con cera de veladora, no tenían otro encargo que deslizar lo mejor de nuestras fantasías y emociones. Sin embargo, fue en Tierra Blanca donde viví los mejores momentos de mi niñez. Tan pronto llegaban las vacaciones de la escuela primaria

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“Macrina Rabadán” de Teloloapan, montaba el burro que tenía mi abuelo y arriaba con él (con el burro, mi abuelo arriaba conmigo) hasta donde nos esperaba la abuela, con las tortillas de nixtamal, frijoles de la olla, cecina de venado, queso, nata fresca, salsa de molcajete, agua de canela con piloncillo y, a veces, un carácter de la tiznada. En ese pueblo más bien pequeño, como un barquito de papel, colaboré en las tareas propias del lugar y de aquel tiempo, como sembrar y pizcar maíz, fríjol, cacahuate, calabaza, cortar leña y ordeñar. “Hoy te toca llevar las bestias - caballos o burros - al ojo de agua Chato y les das bien de tragar”, era, entre otras, una instrucción común de mi abuelo. Y luego de cumplir la tarea: ¡el gozo!, a recorrer potreros y cerros en el lomo de mi caballo “El Gacho”, cuya oreja derecha caída no le impedía retozar conmigo. Nadar en sus arroyos y treparme a las ramas de guayabos o ciruelos para recibir sus frutos o amparar mi descanso, fueron otros tantos regalos de Tierra Blanca. En una ocasión, en plena siembra de fríjol, los cuervos aparecieron en grandes parvadas, causando un grave problema al rascar y sacar la semilla, recién depositada en la tierra de un extenso llano. De modo que mi abuelo tuvo la genial idea de nombrarme “cuida cuervos”, aunque yo, en secreto, claro está, preferí el título de “cuida estrellas”. Mi labor consistía en impedir que “volara” y fuera devorado el fríjol, quedándome toda la noche sobre un árbol, en una improvisada cama de manojos de zacate de maíz, a la espera de la aparición de los alados saqueadores; es decir, muy de mañana, y, resortera en mano, acabar con la amenaza.

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¡Ah, qué mi abuelo tan llano e ingenuo! Como era de esperarse, fracasé en la encomienda; en la de mi abuelo, desde luego, que no en la mía. Al comenzar la noche, estuve dispuesto a dormir de inmediato para estar fresco a la mañana que seguiría, pero fue tan seductor y poético el cielo, con su cobija de estrellas, que mis energías se agotaron en las horas y horas que pasé ejecutando uno de mis mayores ejercicios: mirar el infinito y soñar y soñar y soñar... Ya se sabe que la memoria es una compañera poco confiable y que sólo recordamos aquello que queremos. Sobre todo, olvidamos o amortiguamos los dolores, cosa que por otra parte, me parece poco


sana y hasta peligrosa, si me atengo a la promesa que le hice a Teresa - así le llamaré a mi ánima, alma, conciencia, o hasta árbol, como se prefiera - de explorar lo más que pueda de mi vida en este recorrido. Tierra Blanca y Teloloapan son mi tierra y mi tierra fue mi jardín hasta los once años. En ella, conocí los amigos que Teresa llamaba “invisibles” y que, según yo, brotaban en forma de manantiales. Otros fluían como ríos o viento en extensos prados verdes. Otros más, se me aparecieron como jacarandas o geranios en sus huertos; como pichones o colibríes con los que nunca dejé de conversar, a pesar de un padre siempre ausente de la casa. Fue elevado mi jardín, que duda cabe. Lo rodeaban barrancos, lo azotaron tormentas; algunas flores se marchitaron, algunos arroyos se secaron. Pero en el centro de ese jardín, mi jardín, hubo siempre un árbol que resistió permanentemente a todas las borrascas y cuyo tronco era su fuerza, la fuerza mía. Sus ramas fueron siempre frondosas, renovadas, protectoras. A su sombra me crié, en sus hojas aprendí. Árbol duro solamente de corteza, a veces hostil, pero igualmente sabedor de la importancia de sonreír para sí mismo y para sus retoños. Árbol que aprendió el difícil arte de envejecer con generosidad y sentido del humor. Árbol que no buscó los halagos y mucho menos los agradecimientos; prefirió los afectos. Árbol que para mí era Teresa, pero que mis hermanos preferían llamarle mamá. Hasta aquí podría decir que mi niñez fue “normal” y, si me apuran, hasta feliz. Si bien no tuve regalos en navidad, los paseos y las comodidades que otros chamacos de mi edad con justicia presumían, disfruté, en cambio, mi intimidad con el campo. En su inmensidad, y con quienes lo conformaban me reuní a ejercer dos de los milagros de la condición humana: amar y conversar. Él y yo conversábamos; esto es, conversaba conmigo o, mejor aún, me conversaba a mí. De igual manera, amé los sábados de gloria, con sabor a feria y baile y canutos de mil sabores; degusté el mole de mi tía Ángela, jugué con mi perra “Gorila” y disfruté emocionado las tardes de buen toreo del tío Pancho, las historias que nadie creía de Celerino el peluquero, así como las clases de Lengua Nacional del maestro Gelasio, a pesar de los borradorazos que nos

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lanzaba a quienes lograba agarrarnos distraídos; las películas de Tarzán en el cine de los Salgado y hasta las peleas “a mano limpia” entre “El Plebe” y “La Cucha”, que el mocoserío festejaba en el callejón que unía la calle Victoria con la capilla de la Cruz de la Vidriera tenían su goce aparte. No obstante, la alegría que mi corazón advertía ante el paisaje que rescataba en Tierra Blanca, mi ánimo decaía apenas me encontraba frente a cualquier persona desconocida y en un espacio que no fuera el llano. Mi timidez rayaba en el sonrojo fácil e incluso en el gesto huraño y hasta fiero. “A veces, se pone como un cabrón lobo”, le escuché refunfuñar más de una vez a mi madre. No recuerdo muchos amigos en la escuela, a excepción de mi primo Apolinar, “El Cometa”, quien se aparecía en clase cada quince o treinta días. Si algo me comenzó a distinguir entonces fue una creciente incapacidad para eso que los eruditos llaman “sociabilizar”. Una facha de despiste y enojo denunciaban en mi cara pecosa un sentimiento de desconfianza que aumentaría con el tiempo. A este racimo de contrariedades se uniría la congoja a poco de que Joaquín, mi padre, anunciara lo que para mí fue un contundente golpe: “Que tu madre te ponga en una caja de cartón una camisa y un pantalón; mañana nos vamos a la capital, a la ciudad de México”. Así daría un cambio radical mi vida...así cambiaría el burro por el tranvía. Y ahí quedó Tierra Blanca, mis estrellas, mis sueños y Teresa…Y recorro ese camino que mi padre puso en mis pies y me trajo hasta aquí. (Morelia, Mich. / 7/10 / 2013).

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Svenja Milautzcki mercurycode.deviantart.com


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