Letrina #6 marzo - abril 2013

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EDITORIAL

Dirección general: Alberto Rivera Mena Diseño: Marco Antonio Martínez Canales y Alberto Rivera Mena Corrección y estilo: María Guadalupe Gutiérrez Arroyo Estephanía Vega Susana León Ambríz Itzi Paulina Médina Jiménez

A pocos meses de festejar nuestro primer aniversario, seguimos con todo en LETRINA, y nos esforzamos cada vez más en cada edición para traerte un contenido de calidad. Pronto estaremos iniciando con presentaciones en algunos lugares de Morelia, así que estén pendientes. Esperemos te encuentres en el lugar indicado para disfrutar tu revista LETRINA. 1


ÍNDICE

Página

ÁRTICULO...................................................

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CREACIÓN LITERARIA ......................... 11 FOTOGRAFÍA ............................................ 41 ENSAYO ....................................................... 53 MISCELÁNEA ........................................... 57

Colaboran en este número: Angélica Ramos, Miriam García Parra, Ana Lilia Gaspar Alejo, Mayra Juárez Herrera, Celeste Zulema Reyes Rojas, Josefina Llanos, Karen Itzel Gabriel Froylàn, Eduardo Médina, Ramón Guzmán Ramos, Dorian Yabín Cruz Reyes, Artuto Ireta.

Agradecimiento especial a Luis Abraham Calderón Bejar por el soporte técnico

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LOS ELEMENTOS CONSTANTES EN EL LIBRO VAQUERO Angélica Ramos Facultad de Lengua y Literaturas Hispánicas, 4to semestre.

Los cómics a manera de comunicación gráfica aparecieron en el siglo XIX; llegaban a los lectores por medio de los periódicos. Las historias ilustradas en El Libro Vaquero están ubicadas en el lejano Oeste de finales del siglo XIX, se publican desde 1978, convirtiéndose en la primera historieta mexicana con formato de bolsillo. El título del primer ejemplar fue “Racimo de Horca”, a la fecha su tiraje actual es de 400mil ejemplares semanales, convirtiéndose en la revista semanal más vendida en México. En El Libro Vaquero los buenos siempre son buenos y los malos siempre son malos. La historia tiene la misma fórmula, aunque en algunas ocasiones cambia el orden de las acciones y como en todas las fórmulas también hay excepciones, en algunas el malo es el protagonista, en otras el personaje principal es una mujer y no sólo juega el papel de símbolo sexual, sino también de vengadora de la justicia. A lo largo de este artículo tomaré tres ejemplares de El Libro Vaquero, para realizar el análisis. En Mina Ensangrentada (2009), como la fórmula ideal de El Libro Vaquero, 3


me apoyaré en su historia para el desarrollo de las oposiciones entre buenos y malos, así como otras tantas que se repiten inevitablemente en cada libro de esta colección. Para reforzar esto, Sacrificio Sublime y Billy Tres Dedos servirán de ejemplo. En Mina Ensangrentada tenemos un matrimonio que trabaja arduamente, todos los días en su pequeño terreno; la pareja se ama sinceramente hasta el momento en que llegan los maleantes del pueblo a buscar el mapa de una mina, que piensan posee el protagonista, y éste sin saberlo lo tiene desde la muerte de su padre. Los cónyuges se encontrarán el mapa e irán en busca de la mina; en el camino se toparán con una mujer que aparentemente fue atacada por los maleantes, para después darse cuenta de que es cómplice de ellos. La esposa del protagonista, que siempre es buena y abnegada, muere. Él no se quedará solo porque la otra chica (la cómplice de los ladrones) tomará la decisión de ser una buena persona pues pretende ser su esposa.

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1. La oposición de los caracteres y de los valores. El libro Vaquero es una fórmula en la que únicamente cambia el orden de los factores y en algunas ocasiones nos encontramos con excepciones, como las relaciones de engaño de los protagonistas o las batallas de blancos contra indios. a) Bueno-Malo b) Blancos-Indios c) Bueno-Chica d) Malo-Chica e) Violación-Coito consentido f) Lascivo-Inocencia g) Fidelidad-lealtad h) Ambición-trabajo La relación entre Bueno-Malo es gobernada por el Malo, pues es éste quien va en busca del Bueno, provocando siempre el enfrentamiento para beneficio propio. El Bueno representa el trabajo y la virilidad, pero también hay excepciones como Billy Tres dedos (2010) donde el protagonista es el Malo y no logra demostrar su virilidad ante la chica buena; también entra la oposición Bueno-Chica en donde ninguna de las veces es necesaria una “escena de amor” entre estos dos, pero en El Libro Vaquero esta es una parte importante, ya que después de esta escena, será la llegada de los maleantes y en muchos de los casos la chica será raptada. El Malo continuamen5


te será ambicioso y buscará el oro, que siempre posee el Bueno; por ejemplo en Mina Ensangrentada los Malos buscan el mapa para llegar a la mina. En Billy Tres dedos, el protagonista es un bandolero, que tiene su casa llena de oro robado; la excepción al estereotipo de El Libro Vaquero es Sacrificio Sublime (2010), en donde nos encontramos otra oposición, pues aquí el hombre blanco enfrenta a su padre por humillar a una india. Ambición y Trabajo son muchas veces contrapuestos, pues el protagonista Bueno se ve tentado en algunas ocasiones por la ambición y tiene dilemas entre lo que está bien o mal. La relación entre Violación y Coito consentido se vuelve más estrecha después de que el Bueno rescata a la chica Buena del Malo o de alguna escena en donde los dos son agredidos, por ejemplo: en Mina Ensangrentada el protagonista Bueno ve morir a su esposa en manos del Malo; el Bueno se ve impotente ante esta situación siendo que está encerrado en la mina con la otra mujer, entonces la relación se ve más estrecha, por tanto el Bueno tiene que salvar su propia vida y la de la otra mujer que se convertirá en su esposa. 2. Las situaciones de juego y trama como “fraccionado” A) B)

Escena violenta Llegada de los maleantes 6


C) D) E) F) G) H)

Encuentro entre Bueno- Malo Encuentro de Bueno con Chica Suplicio Femenino Pasión liberada Búsqueda del oro o justicia Bueno vence al malo

Esta puede ser una combinación de la historia, podemos mezclar estos elementos y crear una nueva, por ejemplo: D, E, B, A, C, G, F, H, después agregamos alguna excepción como la aparición del padre de la chica en defensa del Malo y tenemos un nuevo ejemplar de El Libro Vaquero con la misma fór- mula. En Mina Ensangrentada hay una excepción: la mujer buena, esposa del protagonista, fallece y la chica mala termina convirtiéndose en buena, para que el protagonista, joven, guapo y trabajador, la acepte. En Sacrificio Sublime, el protagonista Bueno conoce a la india, estando él comprometido, y pese a sus encuentros amorosos con la india, éste la deja para casarse con la chica rubia. Años después el hombre blanco busca a la india para que ella sea la madre de su hijo ya que la chica rubia ha muerto; en el caso de los malos, existe un grupo de vándalos que es liderado por un malo más malo, para


que en el transcurso de la historia el Bueno vaya venciéndolos. En El Libro Vaquero las combinaciones son simples y fáciles, tiene un indispensable toque erótico, que no cae en lo pornográfico, donde siempre el bien vence al mal y al final hay una pequeña enseñanza moral. Las moralejas que se figuran en El Libro Vaquero, representan al público al que va dirigida la revista, al final lo importante es demostrar que es el mejor hombre por tener oro y una buena mujer. Es así que al igual que la teoría de Eco sobre los libros de Ian Fleming en la que nos demuestra como las novelas de Bond siempre cuentan con elementos que se repiten, novela tras novela, en las que únicamente cambia el orden los factores, en algunas Bond se enfrenta con el Malo desde el inicio, otras a mitad de la novela, pero siempre podemos encontrar a la chica Buena de por medio, la relación de Bond-M siempre es de amor- odio recíproco y es constante durante las novelas de Bond. En conclusión, El Libro Vaquero cuenta con una serie de elementos indispensables, que se repiten a lo largo de la historia, pero en diferentes posiciones, su final siempre es el mismo, la pareja protagonista Buena es feliz y el Malo siempre recibe un castigo. Eco, Umberto. James Bond: Una Combinatoria Narrativa (1999). México: Coyoacán. El Libro Vaquero. Billy Tres Dedos (MMX). México: Niesa. El Libro Vaquero. Mina Ensangrentada (MMIX). México: Niesa. El Libro Vaquero. Sacrificio Sublime (MMX). México: Niesa. 8




Sin título Me gusta saber que amanece después de las estrellas Contarte historias y que sea nuestra una de ellas. Me gusta quererte y ser anónima de este pecado Sin embargo, mi corazón ya no quiere estar silenciado. Escribir es mi ciencia, Buscarte, mi espera Mi escuela, tu cuerpo El tiempo, un reto. A destono, cantarte canciones Viajar en globo y conocerte rincones Recitarte regaños y besos en las habitaciones Y estar juntos en todas las estaciones. Me gusta mis domingos darte Tu voz escuchar y hacerte esperar Me gusta saber que no somos perfectos Y que me digas “Gracias por estar en mis sueños”. Me gusta saber que amanece después de las estrellas Contarte historias y que sea nuestra una de ellas Me gusta quererte y ser anónima de este pecado Sin embargo, mi corazón ya no quiere estar silenciado. Miriam García Parra

Ex alumna de la ahora Facultad de Lengua y Literaturas Hispánicas

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Sentimientos Ana Lilia Gaspar Alejo.

Cada gota que recorre mi garganta Es la vida de tu ser Estremeciendo mi pupila al verte. Me encanta tu gratitud hacia el abismo Cada paso me lleva a tu lejanía Para alcanzar la eterna fuente de vida Que excita mi ser, mi latido, mi alma. Quisiera gritarte las hermosas palabras De dos enamorados sumergiéndose En la desgracia de su amor. Hablarte con el breve espacio De esa letra vacía “O” Que alimente mi ego hasta saciar mi alma. Sin embargo la pureza de tus ojos refleja esas gotas De agua puerca Que escupe la lluvia en un atardecer.

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ENCONTRAR, AMAR, MORIR

(*) Encontrar amar, morir. Elegancia, palabras sin dudas. Miradas vagando en la inmensidad. Corazones que de un sueño no puedan escapar. Encontrar, amar, morir. Besos plasmados en los fragmentos de tu poesía. Unísonos de inocencia y dolor. Enamorando a las libélulas de mi interior. Encontrar, amar, morir. Olvido sin respuesta. Inhalar el humo de nuestras presencias. Contemplar pupilas y misterio… Siluetas desnudas, trémulas de pasión. Arreboles tiñen su obsesión. Perdidas en ambiguos y efímeros deseos Ignoradas, desterradas de tu mirar. Abismo de súplicas, sin lugar. Callan, se calma la voracidad de su mar. Llanto y suspiros Idílico anochecer. Dibujando la historia.Bajo tu piel… Encontrar, amar y morir. 15


DEJA QUE BRILLE TU VIRTUD.

(*) Deja que el viento transforme tu virtud. Deja que la oscuridad le tema a su esplendor. Deja que el cielo elogie su sabiduría, Deja que tus lágrimas rompan su enigma. Sí, solo deja que brille tu virtud Déjala salir de tu ciega y sorda razón Ámala, transfórmala en paz y amor Sí, solo deja que brille tu virtud. Cambia el sendero, con su voz y sus respiros Embriágate de dolor y serenidad Con su delicado y extasiante elixir Empapa con su magia a todo ser. Acurrúcate en la alegría de saber…Que vive en ti. Que su palpitar desconcierta tus sentidos, Que perturba al mar con sus suspiros. Ahora, siente y deja. Sí, solo deja que brille tu virtud Que te llene de sueños. Y tapice de silencios al dolor. Sí, solo deja que brille tu virtud. * Mayra Juárez Herrera Fac: Economía

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Eterno amor

Nadando se encontraba él, entre tanta nube casi no podía ver. Pero no se dejó vencer, al final del recorrido un arco iris tuvo que Pero siguió nadando casi sin poder oír, al principio de esa estrella ¡Claro! Él sin poder ver ni oír. Tomados de la mano se marcharon Para tener ellos otro final feliz les bastó con parpadear, pues al pa Naufragando ellos sumergidos en tal sueño, bastó eso para darse eterno.

Sin ni una salida, t

Sin comp

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e ver. a esta ba ella tratando de salir. ¡Juntos de nuevo! n de ahí. arecer ya era tarde para llegar a la inmensa realidad. cuenta que tan solo un sueño podría ser paralelo y a la vez muy

Sin título

En el silencio me aprisionas. La agonía llora. Pero no es mi esencia la que está cautiva en tal tortura, tú a la orilla de la melancolía, y al borde de tu propia existencia... El tiempo hace de ti lo que nunca me atreví a decir. pasión, te marchita dejándote olvidado en las aguas naufragando, con añoranzas de volver a vivir en algún sueño realizado. Celeste Zulema Reyes Rojas

Escuela de Lengua y Literaturas Hispánicas Primer semestre

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No vengo a contarte mi historia trágica Josefina Llanos Facultad de lengua y literaturas hispánicas Sexto semestre Porque no la tengo, porque no nací en tu más violento seno y mi familia no está rota, mi corazón no conoce ese dolor que tú estás sintiendo. Mi México querido, lloro en tus brazos. Desearía no llenarme de impotencia ante tu imposibilidad de cambiar, ojalá pudiera comprender las cadenas que te atan al suelo y que son el precio que tuviste que pagar para mirarme volar; es que es por eso que te escribo este poema, porque sé que mi próspera situación no existiría sin los desfavorecidos, dos caras de una misma moneda. Perdóname, México, por no haber nacido en tu pobreza y tu folklor, por haberme criado en este hogar donde no hay días grises ni sueños imposibles, sé que por eso no puedo comprenderte y 19


ahora que mis ojos se están abriendo finalmente a tu realidad lloro desesperada porque no te puedo cambiar. Sé que me amas y te amo, y que es por eso que aún me dejas estar aquí, en tu regazo, y me acoges con ternura, pero soy tu hija no deseada que a veces encuentra en tus enaguas espinas venenosas, porque por ratos me odias. Al caminar por tus calles, miradas de desprecio se posan sobre mí; me odias porque en tus brazos pude ser feliz, tus hijos repudian mi felicidad, me detestan porque me das a probar tus delicias, pero nunca me has alimentado con los tragos amargos del dolor. Perdónenme ustedes, hermanos, por haber nacido en esta cuna de abundancia mientras que ustedes se reparten una hogaza de pan. México, por favor recibe de mí el arte que te dedico y tómalo como una forma de devolverte toda la gracia que vertiste sobre mí. Tal vez no sea mucho de mi parte y nunca compense con ello tus carencias, pero tendré la esperanza de algún día a mi lado verte volar. 20


ELLA

Karen Itzel Gabriel Froylàn

Facultad de lengua y Literaturas hispánicas 3er. Semestre

Ella es un nombre que parece pronombre, pero es solamente Ella. Ella tomaba sus cosas. Su bolsa grande-vieja-negra estaba repleta de libros. Cervantes, Sor Juana, Nabokov, Kafka, Tolstoi, Stendhal, Poe, Márquez, Fuentes, Velasco, y hasta la revista porno que había comprado hace unas semanas, hubiesen deseado salir corriendo de ahí… Ella sentía que si no huía de ese lugar vomitaría con palabras hermosamente altisonantes toda la ira que él le había provocado. A pesar de amar las Letras quería salir de ahí, la facultad ahora también le daba asco, todo le daba asco, todo le recordaba la escasa sangre menstrual que rara vez salía de su vagina. Ella salía corriendo-tropezándose-levantándose. Su silueta delgada y sus senos pequeños inmortalizaban el cuerpo de una puberta que aún no termina de desarrollarse. Como si fuera un caballo fino a galope, su cabello largo azabache volaba, se elevaba como queriendo escapar de su cabeza. Su piel morena ahora era más bien pálida, insípida, era despectivamente desabrida. Sus ojos almendrados, maquillados siempre ahumados, ya no eran ojos, ya no veían lo que pasaba a su alrededor, sus labios entreabiertos querían vomitar palabras despiadadas, de esas tan bonitas que incitan al ya metaforizado orgasmo auditivo. 21


La avenida Madero, como siempre, estaba llena de basura (gente, gente y más gente). A la vuelta de la esquina, por Salinas & Rocha, estaba tirado un billete que se le cayó a un anciano pensionado, un billete con el espantoso pero artístico rostro de Diego Rivera. La bolsa de su pantalón en ese momento deseó ser un imán, un imán que atrajera papel. Esa bolsa ya estaba cansada de recibir por la mañana solo doce pesos para el transporte público, y por consiguiente a esa hora tener ya solo seis. Pero Ella no lo vio, no vio al muralista mexicano. Ella estaba cruzando la calle. El semáforo cambiaba a verde. Ella estuvo a punto de ser atropellada. Dos autos seminuevos chocaron por su culpa. En el asiento trasero del chevy plata, el llanto de un infante brotaba. Adelante estaba una mujer muerta, estrellada contra el vidrio bañada en sangre. Su marido soltó el volante, tomo una pistola que traía en la cajuela y mató al otro conductor, para después él también suicidarse. El niño de 3 años seguía llorando, ese infante quedaba huérfano, tan desamparado, tan abandonado como Ella. Ella seguía corriendo y por fortuna nunca se enteró de esa historia novelesca. Mientras corría derramó una lágrima espesa, azucarada y negra. Corrió, corrió, y se subió a un camión verde todo destartalado que arrojaba humo al avanzar. Metió su mano a la bolsa derecha, estaba vacía y rota, luego a la bolsa izquierda, ahí tenía los ya esperados seis pesos. Sin verlo a los ojos, dio todas sus monedas al gordo chofer que volteaba a ver su trasero, mientras susurraba grose22


rías que ella parecía no escuchar. Ella buscó el asiento más alejado del pigchofer. Con su bolsa ocupó el asiento de al lado para estar sola los veinte minutos restantes, tomó una pluma y su cuaderno. Escribió sólo una línea. Ella ya no sabía qué era lo que le provocaba más lástima. Que después de unas cuantas pláticas, cordialmente un pervertido-seudo-desconocido-novato-escritor de pacotilla vía chat la invitara de la manera más atenta a pasar una noche con él, en su casa, en su cama, haciendo quién sabe qué cosas, es decir, que le hubiera olido lo bitch. O que ella, la lectora estúpida hubiera leído con tanta devoción sus dos insólitos libros publicados con ayuda del gobierno (por supuesto). Sentía tanta rabia por haber devorado esas páginas, por enamorarse de ese que ayer por la noche entre cuentos y poesía la había humillado de la manera más elegante y cruel que puede existir. Después de unos minutos cortó la hoja del cuaderno, la arrugó y la guardó en su puño. Yo quise hablarle, quizás darle un abrazo, pero no pude, me congelé, me congelaba, ante mis ojos estaba viendo el reflejo más claro de mi vida. Ella ya no tenía amigas, ni amigos, mucho menos ídolos escritores. Ella ahora sabía algo. Sabía que la hoja barata, entintada y arrugada que llevaba en su puño rebelaba todo el dolor que guardaba celosamente en su corazón. Mis ojos exageradamente maquillados y cegatones no alcanzaron a distinguir muy bien las letras que escribió, 23


pero antes de que arrugara por completo la hoja vi una frase, una frase que acribilló nuevamente a mi ahora rígido corazón. Esa frase sonaba más o menos así, una sola línea, unas cuantas letras.

Ella creía en el amor hasta que conoció a un escritor.

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Possesus Eduardo Medina. Estudiante de Creación Literaria en la Universidad Autónoma de la Ciudad de México.

Alguien me habló todos los días de mi vida al oído, despacio, lentamente. Me dijo: ¡vive, vive, vive! Era la muerte. JAIME SABINES

Dea se levantó de la cama; todavía le temblaban las piernas. El semen escurría por su sexo hasta la mitad del muslo. Pero no del sexo, del recto, más adentro, de sí misma. No se molestó en limpiarse. Quería tenerlo hasta el final, hasta el último instante, apenas, quizá, como un susurro, o un espasmo, pero adentro al fin. El Coloso fumaba en la cama sin voltear a mirarla. Dio tres pasos hacia el baño y la puerta se abrió con un soplo espectral que entró por la ventana; era el exacto refugio para su vencimiento, para lidiar con el asco y con la culpa. Cerró la puerta tras su espalda y apenas pudo aguantar las lágrimas. ¿Dónde estás? Le preguntó al espejo y sólo se vio a sí misma en silencio. Esta es la última, pensó, es la última… Cerró los ojos e intentó encontrarse con su orfandad, con su primera pérdida, con el primer recuerdo de su primer dolor: ésta fue la última, pensó, y volvió a mirarse al espejo esta vez sin preguntar nada. 25


No sabía si el Coloso seguía afuera, esperándola, o ya había partido; no se atrevió a abrir la puerta, ni siquiera a imaginar el cuarto de hotel vacío, sólo con el humo del cigarrillo flotando, y los pasillos vacíos más allá de la entrada (y luego la arena roja de algún mar perdido, o la sombra de algún recuerdo, o la ciudad herida). No, no podía hacer nada, ni llorar, para evitar el gran final de sus encuentros. Y algo ya se lo había dicho: la manera en cómo tocó la puerta tres horas antes para invadirla con su olor y con su sexo de animal: se posó tras la puerta como una bestia y dio tres toquidos roncos que ella apenas pudo resistir, tuvo que desnudarse en el acto, para que él, al encontrarla desnuda y dispuesta, se sirviera a placer. Entró con el cigarro entre los dedos, sin fumarlo, y se quedó parado por horas, por días enteros, sin tocarla, ni mirarla siquiera, y ella en su mutismo sólo pudo voltear los ojos al viento y pensar que todo iba a terminar pronto; pero no quería que terminara, lo supo cuando él posó sus manos ardientes sobre su boca y la pellizcó como si fuera una vaca, como si fuera ganado que se prueba para encerrar al matadero. Ella gimió apenas y besó los dedos monstruosos que tenía dentro de la boca. Inclínate, dijo él, y ella obedeció. Se tocó los dedos de los pies con las manos y abrió lenta, tiernamente, como una lechuza, o como una fruta nocturna para que él lamiera su culo o soplara el humo de cigarro dentro de sus entrañas. Pero él prefirió tomarla de los cabellos y azotarla en el vientre hasta que enrojeciera, hasta que trazas ligeras de sangre se marcaran, o como mínimas explosiones en forma de pecas rojizas bajo la piel hinchada. Y ella gemía, gemía para librarse de sí misma, para librarse del poder que la 26


condenaba a estar dentro de su cuerpo, a estar esclavizada a sí misma; porque ella era esclava, estaba abandonada al poder del Coloso; porque no soportaba ser dueña de ella misma se entregaba al sueño del hombre que venía con su cigarro y sus manos de fuego a penetrarla cada que caía la luna llena, o cada que el mar se alzaba en contra de la inocencia. Le golpeó el rostro y la hizo caer al suelo. No gritó, no podía ni pensar en gritar, en cometer una falta, en no complacer la voluntad que sobre ella se imponía, no podía plantearlo siquiera, estaba fuera del acuerdo, fuera de toda verdad; pero cuando el Coloso la tomó de los cabellos y la arrastró hasta el marco de la cama, entonces gritó, pidió perdón y pidió piedad, pero el Coloso estaba sordo, él era pura acción, pura roca viva. Con el cable de la televisión la amarró a la cama y le pateó las nalgas, le partió la carne con el cinturón hasta que gritó; y ella se desplomó como un saco de huesos sobre el suelo helado. Y se había venido. El Coloso la tomó del cuello y le abrió el culo, entró sin dificultad aunque Dea tuvo que ceder de manera extraordinaria, dilatándose hasta su centro, para no romperse. Pero ella lo sabía, a pesar de todo ésa iba a ser la última, ella lo supo cuando las manos del Coloso se iban enfriando y de pronto se tornaban en unas manos enjutas y tibias, luego unas manos de esqueleto que la tomaban del trasero y que estaban totalmente frías; lo supo cuando volteó a mirarlo y su mirada de roca se había extinguido y se había erguido sobre él una sombra anónima y un velo de tristeza, de piedad sin nombre; aunque el embate de su 27


sexo era igual de insoportable; el sexo carnoso y caliente se había enfriado, se había vuelto torpe, absurdo, como si no le perteneciera a nadie. Y en efecto encontró que el objeto que la penetraba estaba hecho de plástico y que estaba sostenido por un cinturón: un cinturón que ella conocía bien, porque era el que ella misma había comprado para jugar con sus amigas, para no echar en falta la verga ni los anillos rotos. Supo que era la última vez, entonces se echó a llorar como una niña perdida en el supermercado y las manos, que ya estaban lejos de ser las de un coloso y eran más bien las de una madre menopáusica, le soltaron las nalgas. El Coloso, vuelto a su espacio, vuelto a su inminencia despedaza, otra vez mujer, le sopló en el oído que no pasaba nada, que todo iba a estar bien… pero el eco de todas las desgracias sonaba en esa voz telepática, en esa voz oscura y perdida en las horas de silencio. Y Dea lloró hasta sentirse joven de nuevo, y pidió que ya no más, que ya estaba suave de tanto estarla chingando, y gritó para que la desamarrara de la cama, y ella aceptó, terriblemente empequeñecida, como dueña de su miseria. Dea le miró los pechos arrugados y caídos como dos higos maduros, pudriéndose en un jardín que nadie visita, y extrañó al Coloso, extrañó palidecer ante la fuerza de un espectro inmóvil, irrazonable, capaz de asesinarla, de arrancarle las tripas, de beberse su sangre. —¿Hice algo mal? –preguntó ella, completamente desconcertada. —Me desgarraste. 28


Y Dea se paró del suelo y se sentó en la cama y se prendió un cigarrillo. Porque ya nada servía. Ya nada podía acercarlas a esa llama, a ese espacio incendiario de deseo; ya nada podía tenerlas juntas sin empezar a decir o pensar pendejadas. Y ella le cruzó los brazos por encima de los pechos. —Te necesito. —Yo no. Se acostaron a la cama y las dos se habían dado cuenta de que era la última. Y Dea le pasó el cigarrillo y pensaron en morirse. Y se levantó de la cama y la sangre le salía del culo y le escurría por los muslos, y ya no podía hacer nada sino imaginar, imaginar el futuro sola, enfrentada a la miseria y a la soledad como una mascota en una tienda viendo un par de niños del otro lado de un cristal. Sabía que ya no eran jóvenes, que ya había pasado su tiempo. Sabía que las dos estaban condenadas, en fin, sabía que era la última vez, por eso lloraba en el baño, en silencio. Se limpió con la toalla y se puso los calzones. El azulejo del baño estaba frío como los huesos de un muerto. Se miró en el espejo una vez más y se enjugó las lágrimas. Abrió la puerta: ya no había nadie en la cama. Sólo unos billetes en el buró. Hija de su chingada madre, pensó, y se derrumbó en el piso a llorar. En un desgarro se arrancó los cabellos 29


hasta dejar su cabeza como una llaga sanguinolenta. Se arrancó la ropa y lloró hasta romperse el cuello. Y es que no había nada mejor que sus pechos viejos, que su aliento pasado de cigarro y cerveza gratis en el bar de la esquina. No había nada mejor que verla dentro de sus pantalones de cuero negro y sonreírle al sol; pensar en su cabello lamentable, pestilente, rodeándole el rostro flácido y arrugado, pero suyo al fin, tremendamente suyo, como la vieja cama en la que se acuesta todos los días; así de suyo era ese cuerpo, ese aliento de muerte. Y no podía aceptar que estuviera afuera, en el mundo, lejos de ella, de su miedo, de su fractura; no podía aceptar perderla. Rompió todos los espejos del hotel con los puños y con un trozo afilado se cortó las venas de los brazos. La sangre le escurrió por entre los dedos como si fueran lágrimas, y con ellas dibujó un círculo alrededor de su cuerpo. Gritó al cielo con un grito de hembra herida, de madre martirizada y se derrumbó sobre su llanto. Se arrancó la piel de los brazos y de la cara, para quedar limpia de ella, quedar limpia de su tacto, de todos los códigos inscritos como cicatrices; y se metió las manos en el vientre y sacó metros y metros de vísceras que arrojó por todo el cuarto, y que terminaron colgando del ventilador o del marco de las persianas; y toda la sangre formó un gran charco negro, por donde ella quería mandar todo a la chingada, quería olvidarse de todas las sonrisas, de todas las palabras a media luz del olvido, (como debajo del sueño) como esas palabras extrañas que hablan los muertos en las noches lluviosas; y metió sus manos hasta sus piernas, hasta su sexo, que de pronto explotaba como un volcán rabioso, explotaba con la furia de los niños masacrados, explotaba 30


como un vómito de vagabundo para formar un pedazo de carne colgante, sangrante, olvidado por los años, mascullado por los gritos y los reclamos de toda una vida de lucha. Tomó su pene entre las manos y lo apretó hasta formarlo un haz de luz, un relámpago, y lo arrancó sin titubeos. Luego sus piernas y sus muslos, los músculos y los cartílagos y… gritó una vez más pidiendo que volviera, que regresara a él. Porque no podía estar sin el ensueño de su cuerpo, sin toda la mentira de su existencia. Arrancó finalmente la piel de sus pies hasta dejar sólo unas ligeras tiras de carne cayéndole en los huesos: se afirmó para sí mismo el final de todo. Porque todo estaba realmente perdido. Él jamás podría ser nada parecido a una doncella de la muerte, ni ella un musculoso espartano. Todo estaba perdido. Se miró un segundo en el espejo y contempló su rostro sin carne: seguía siendo el rostro de un hombre condenado. Se echó a llorar hasta que los ojos le saltaron del cráneo y rodaron hasta cubrirse de sangre y volverse todo rojo. Rojo. Y se derrumbó en su aniquilamiento. Unos instantes antes de entregarse, las imágenes de una vieja cena se presentaron a su muerte. Había niños, y la mesa estaba puesta y todos sostenían una vela en la mano y cantaban en latín. Y todo estaba oscuro, y qué va, todo se borró como si se lo hubiera llevado la marea. Entonces la puerta del cuarto se abrió lentamente. —Volviste. Se escuchó en el aire, y un soplo de tinieblas convirtió los huesos en ceniza.

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La máquina roja Ramón Guzmán Ramos

Profesor de Secundaria y del Colegio de Bachilleres del Estado de Michoacán.

Tres días a la semana: lunes, miércoles y viernes; tres horas cada vez, de las cinco de la tarde a las ocho de la noche. Ella tenía que llevarlo en el auto hasta el hospital, donde lo esperaban los de blanco para conectarlo a la máquina que le limpiaba la sangre. Era como un ritual que se hacía mecánicamente y con los tiempos precisos. Ella salía de su trabajo a las tres de la tarde y llegaba a calentar la comida que había dejado preparada desde el día anterior. Su esposo tenía tres años que se había jubilado y ya no hacía otra cosa sino dedicarse a su hortaliza familiar. Ella resentía aún que él se hubiera apoderado de su jardín para convertirlo en terreno de cultivo. Pero se resignó porque pensó que si su esposo recién jubilado no tenía alguna actividad para entretenerse acabaría por morirse del mal del ocio. A la hora de la comida se sentaban ellos dos y el hijo de veinte años que les quedaba soltero. El hijo comía lo más rápido que le era posible y se retiraba a su habitación, cerraba la puerta con seguro por dentro y se conectaba a otra máquina, la del ciberespacio. Ella intentó desde el principio, cuando el nefrólogo les confirmó el diagnóstico y les informó sobre el tratamiento, de convertir la enfermedad de su esposo en un asunto también familiar, un tema que pudiera tratarse con naturalidad a la hora de la 32


sobremesa o en cualquier otro momento del día, de los días que empezaban a tener la lentitud y la pesadez de la resignación. Una noche, de pronto, él se dio la vuelta sobre la cama y le ofreció su espalda ancha y desnuda, desolada como un trozo rojo del desierto. Ella lo esperaba con su cuerpo convertido en árbol frondoso, abierto y verde como una promesa refrescada por la lluvia. En medio de los dos comenzó a florecer el vacío, ese abismo que desde entonces se hacía más grande y más profundo, del que brotaban criaturas oscuras que invadían la casa y se apoderaban de todos los espacios. Él dejó de mostrar interés por ella. Decía que su inapetencia sexual era por la fatiga, por las tensiones de esa nueva vida de jubilado que no le servía para nada. Había creído que al jubilarse encontraría el descanso, el sosiego, el tiempo con una perspectiva abierta para dedicárselo a ella. Pero el tiempo que se le vino encima era un tiempo enemigo, que se le escurría entre las manos como neblina blanca. Ahora se daba cuenta que en todos esos años de trabajo lo único que había hecho era desperdiciar su vida. Aún podía recordar sus proyectos de adolescente: la idea loca de convertirse en científico y viajar por el mundo para que el mundo dejara de ser ese misterio inagotable que es. Pero terminó por ser el encargado de ventas de aquella tienda transnacional. Tenía que ser eso. De ahí la fatiga, los mareos, la sensación de desvanecimiento que lo aterrorizaba porque creía que era la sombra de la muerte que llegaba a reclamar su vida. Quizá por eso el dolor opresivo en el pecho, esa otra sensación de 33


ahogo. Y los calambres en las piernas, como si la sombra de la muerte se le metiera por los poros y le diera tirones a los nervios. Y el dolor de cabeza. La cabeza convertida en una enorme masa de dolor. ¿Cómo iba a pensar siquiera en ella como en la mujer hermosa y firme que todavía era si su propio cuerpo estaba experimentando cambios que lo enfermaban? Hasta que ella lo convenció de ir al doctor para que lo examinaran, para que le dieran esa información que no ha dejado de provocarle angustia. Insuficiencia renal. Sus riñones habían perdido la capacidad de limpiar la sangre de todas las impurezas que la contaminaban, sobre todo los residuos de potasio y urea, y las toxinas. Todos esos desperdicios que se le quedaban en el cuerpo y lo enfermaban, lo enervaban, lo convertían en un organismo desahuciado. La probabilidad de un trasplante de riñón era tan remota que él decidió dejarse morir. Fue cuando le dijeron que tenía la otra opción: la hemodiálisis. Una máquina sustituyendo la función de los riñones durante tres horas tres días a la semana. Ella lo llevaba en el auto, se lo entregaba a las enfermeras y volvía a casa para regresar por él a las ocho de la noche. En el trayecto de ida el silencio era una roca que los aplastaba sin ningún miramiento. Y de regreso a casa él se convertía en una lagartija que se retorcía en su asiento hasta que podía arrojarse a su cama y refugiarse entre las cobijas. Cada uno tenía su habitación, de manera que dormían separados. Ella se acostaba temprano y terminó por sustituir a su marido con la lectura. Todo empezó por una novela que le prestó una compañera de trabajo: Madame Bovary de Gustave Flaubert. La obra la mantuvo despierta toda la noche, hasta que llegó a la última página y cerró el 34


libro en medio de un suspiro profundo y prolongado. La mujer también tenía derecho a soñar, a imaginarse viviendo una vida diferente, sobre todo cuando la rutina acaba con el amor, o mejor dicho, con el compromiso que se tiene con el marido, y todavía hay mucho que dar desde abajo de la piel. Ella nunca haría lo que al final hizo la Bovary: suicidarse. ¿Pero se atrevería a hacer lo que hizo el personaje de Flaubert: pasar de la imaginación ardiente a la vida pasional con otro, con otros hombres? Como el reo que se pone a dar vueltas en el patio central de la prisión, corriendo hasta sentir que el corazón se le desboca y se le sale por la garganta, y que en esos momentos, al entrar en contacto con el aire, siente la libertad rozando su rostro, elevando sus pies del suelo y del cautiverio, así ella sentía la libertad en la lectura. Devoraba los libros que su compañera le conseguía y hacía suyas todas esas experiencias intensas de vida que se narraban en las novelas. Cada vez que se arrojaba a las páginas del libro se olvidaba de este mundo terrenal, tan lleno de adversidad y de mentiras, y se dedicaba a volar por entre las oleadas frescas y transparentes de esa atmósfera desconocida. Era como navegar hacia otra realidad y vivirla con el espíritu que debería ser suyo pero que había estado agazapado toda su vida. Cuando cerraba el libro y se disponía a dormir, sabía que el sueño habría de ser la continuación natural de la lectura. En efecto, durante el sueño ella era el personaje que siempre quiso ser, y convivía con los personajes de los libros que estaba leyendo. La veían llegar como de otro mundo, y ella les decía que así era, ella llegaba desde este lado de la realidad para decirles lo que les podía pasar si hacían o no tal o cual cosa. Hasta que se 35


dio cuenta que no tenía derecho a manipular desde afuera su destino y entonces se dedicó a vivir la vida con ellos como si no tuviera en sus manos los signos y los horizontes de cada quien.

Aquella experiencia intensa, irrenunciable, con la lectura, la cambió totalmente. Se volvió amable con la gente que acudía a su oficina a solicitar sus servicios. Para todos había una sonrisa auténtica que sabía detenerse en la raya donde podía ser confundida con coquetería. Aprendió a mirar las cosas que le rodeaban con optimismo y siempre tenía una frase de aliento para los otros, los que se atrevían a confesarle algún problema. Con su marido no fue diferente. Se volvió tolerante con sus requerimientos, como una sirvienta que no protesta ni se queja ante la carga que se le ha echado encima. Recorría las horas del día con ese ánimo porque sabía que al llegar la noche la esperaba una puerta que ella podía abrir a la libertad, a esa otra vida que le provocaba las palpitaciones del corazón y el ardor en la piel que nadie más por acá, de este lado de la realidad, podía provocar. Luego probó con la poesía. Su compañera de trabajo empezó a proporcionarle 36


libros de poesía. Aquello fue una experiencia mucho más intensa. Con las novelas ella se metía al mundo de los personajes y padecía y gozaba con ellos las vicisitudes de la vida, de esa vida. Con la poesía era como una incursión a su interior, un viaje lleno de pulsiones que se incendiaban con intermitencias y le prendían fuego a todo su ser. Era el conocimiento de la llama, la experiencia directa de ser fuego y luego cenizas, polvo gris que se lleva el viento hasta otra hoguera gigante para que todo vuelva a ser. Un fuego que le encendía los sentidos pero que le daba sosiego. Era a fin de cuentas la explosión de la vida y la calma clara del sueño en toda su plenitud.

Una mañana lluviosa llegó su compañera de trabajo hasta su escritorio y le entregó entusiasmada la invitación. Era para la presentación de un libro de poesía. Mi esposo conoce al autor, le dijo, así que podremos abordarlo con calma para que nos autografíe su libro y luego lo acompañaremos en el brindis y en la cena que se le va a ofrecer. Ella hizo todos los arreglos que se necesitaban para que su hijo llevara ese viernes a su marido al hospital. Se vistió como si se tratara de una cena de gala. Estás hermosa, le dijo su amiga cuando la recibió en el salón y se encaminaron juntas a tomar asiento en primera fila. Ella no entendió lo que se dijo en la mesa sobre la poesía y sus signos 37


cargados de misterio. Pero sintió un aturdimiento intenso cuando el autor, un hombre maduro, de unos cincuenta años, con una apariencia de científico descuidado que se niega a envejecer, leyó poemas que él mismo escogía de su libro. Esos poemas son mis palabras, pensó ella, son mi lengua, son mi imaginación rediviva, el espejo en el fondo del abismo que me devuelve una imagen que ni siquiera yo adivinaba. Era la palabra que se metía en sus entrañas convertida en antorcha y en serpiente. -Vi cómo me veías cuando estaba leyendo - le dijo el poeta en el momento en que ella se le acercó para que le pusiera una dedicación al libro. -Sentí como si estuvieras interpretando todo lo que yo hubiera querido decir en todos los años que tengo de vida- le dijo ella. - ¿Como si fuera el vocero de tu corazón? -¡Sí!- exclamó ella. - Tengo muchos más sólo para tus oídos- le dijo él, con provocación. - ¿Más qué?, preguntó ella, siguiendo el juego. - Más versos- contestó él, mirándola a los ojos - versos secretos. Abrió el libro al azar y escribió en el margen blanco de la página un número. - Es de mi celular- le dijo él -. Llámame cuando te atrevas, cuando estés lista, y nos vamos por allí a hacer una fiesta de la palabra, con la palabra. El poeta tuvo que atender a otros del público que recla38


maban también su firma. Ella se alejó de él con el libro abrazado sobre su pecho, como si se tratara de un pedazo de la vida que siempre quiso tener y que ahora se le ofrecía como un regalo intempestivo. Su amiga se le acercó y le preguntó sobre esa expresión de maravilla que traía en el rostro. Ella se lo dijo. - ¿De verdad?- le preguntó su amiga. - ¡Sí! - exclamó ella-. No sé cómo tomarlo. - ¿Cómo que no sabes? Tómalo sin dudar y no lo sueltes porque se te va. - ¿Qué quieres decir? - le preguntó ella. - Ay, mujer, es la oportunidad para que salgas de esa prisión en la que te ha metido tu marido, para que vuelvas a ser tú en toda tu plenitud, o una mujer nueva, que siempre podemos sorprendernos de nosotras mismas. Fue como una fiebre que la mantuvo en un estado de inconsciencia parcial. Le parecía que veía a la gente, al mundo terrenal, desde una niebla que no le pertenecía. Era una experiencia que disfrutaba mejor durante la noche, cuando se encerraba en su cuarto a leer y tenía la oportunidad de dejarse llevar por esa nube que le oprimía el cuerpo y le liberaba los sentidos. Una noche en que la lluvia se había apoderado del mundo y no dejaba escuchar sino el estruendo del agua estrellándose contra los techos y las calles, contra las soledades negras, ella se atrevió y le envió el mensaje: "Estoy lista". "¿Quién eres?", fue la respuesta. "Soy a la que le dijiste que eres el vocero de su corazón". "¿Cuándo te dije eso?" "El viernes de la semana pasada, en la presentación de tu libro". "Me he de haber sentido muy solo ese día. Eso hago cuando me 39


siento así: busco una mirada de mujer que me salve el día y la vida". "Me dijiste que si me atrevía tenías muchos otros versos para hacer conmigo una fiesta de la palabra". "¿Eso te dije?". "Sí". "No hagas caso de lo que te diga un poeta cuando trae la sombra de la muerte atravesándole el corazón".

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“Abrázame“

Dorian Yabín Cruz Reyes

“Berrinche” 43


“Incólume” “Incólume”

“Atavíos” “Atavíos”

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“Azul” Ana Lilia Gaspar Alejo 45


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“Transportando” Ana Lilia Gaspar Alejo 47


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“Aspecto Lago de Patzcuaro” Arturo Ireta

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“La vía”

Arturo Ireta

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“Neófita” Karen Itzel Gabriel Froylàn

Facultad de Lengua y Literaturas Hispànicas Secciòn 01 3er. Semestre

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La cuestión dialectal y de contexto en "Las Guananchas" de Xavier Vargas Pardo Alberto Rivera Mena

Alumno de octavo semestre en la Facultad de Lengua y Literaturas Hispánicas

Resumen “Las Guananchas” es un cuento contenido en el libro Céfero (1961) del mexicano Xavier Vargas Pardo, en el cual el narrador y protagonista en la mayoría de los cuentos del libro, es el mismo Céfero, y en “Las Guananchas” relata lo que aconteció en una animada fiesta en la que aparecen, sin invitación, “las guananchas” (danzantes disfrazados de mujeres), uno de los cuales (aparentemente el diablo) saca a bailar a una jovencita y, en una especie de encantamiento, todos ven ascender a la pareja que baila en el aire. El festejo termina con la súbita muerte de la bella muchacha. El carácter folclórico del cuento “Las Guananchas”, así como de todos los cuentos contenidos en Céfero, es el de un folclore que sólo puede comprenderse en su totalidad en el contexto de la región a la que el texto remite, la región de la Tierra Caliente en Michoacán y municipios aledaños. En el cuento, Vargas Pardo hace alusión a diversos elementos de esta cultura, los cuales van desde la dinámica de las fiestas en los pueblos, las tradiciones, hasta la comida, el dialecto y las supersticiones de la gente 55


de la región. El propósito de este ensayo es comprobar así como aclarar algunos de los elementos del cuento, ubicando y contextualizando en primer punto, desde una perspectiva semiótica algunas situaciones culturales y sociales del texto. En el segundo punto, analizaré un fragmento del cuento a un nivel léxico valiéndome también de un análisis traductológico , y de traducciones hechas por mí, partiendo primero de una traducción al inglés, y pasando después, a una traducción inversa de nuevo al español para poder así, aclarar el cuento de una manera más completa a nivel semiótico y contextual. Y cierro con un glosario que elaboré apoyándome en el Diccionario Breve de Mexicanismos de la Academia Mexicana de la Lengua de Guido Gómez Silva. La ficha de la edición con la que trabajé es la siguiente: VARGAS PARDO, Xavier 1961, Céfero. Ciudad de México: Editorial Los Reyes 2002 Le

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DE TIPS María Guadalupe Gutiérrez Arroyo Bienvenidos de nuevo a su sección “De tips”… yo sé que se encuentran impacientes por la segunda parte del tema de los verbos irregulares; de manera que comenzaremos inmediatamente con lo que resta de él. Lo que veremos, básicamente, serán ejemplos de verbos irregulares que pueden prestarse a que los usemos de manera impropia, o bien, verbos regulares que pueden parecer irregulares, veremos cómo identificarlos y no confundirnos al usarlos. Como ya les comentaba en la ocasión pasada, los verbos irregulares son aquellos que tienen alteraciones ya sea en su raíz o en sus terminaciones. Ahora veremos algunos verbos que sufren esos cambios pero que, realmente, no son irregulares. Este grupo de verbos está integrado por: *Los verbos terminados en CAR, CER o CIR, cuando deben cambiar la C por Q o Z, para mantener el sonido “original” de la palabra: tocar, vencer, zurcir en sus formas toqué, zurzo, venzo. *Los verbos terminados en GAR, GER o GIR, cuando deben cambiar la G por GU o J, por la misma razón: llegar, recoger, colegir en sus formas llegué, recojo, colijo. *Los verbos terminados en AER, EER u OER, cuando deben

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cambiar la I de alguna terminación, por una Y, para evitar la cacofonía: caer, creer, roer en sus formas cayó, cayendo; creyó, creyendo; royendo. *El verbo DELINQUIR, alguna de cuyas formas conjugadas deben cambiar QU por C: Yo delinco. Los anteriores son los verbos que, por así decirlo, son falsos verbos irregulares. Ahora pasemos a los verdaderos y sus clasificaciones para que sepan distinguirlos cuando aparezcan en sus vidas, estos grupos de verbos son: *Verbos que tienen O en penúltima sílaba cambian la O por UE en presente de indicativo, de subjuntivo y en imperativo, como: Colgar en sus formas: cuelgo, cuelgue, cuelga tú. *Verbos que terminan en ACER, ECER, OCER y algunos de los terminados en UCIR, intercalan una Z antes de la C en presente de indicativo, de subjuntivo y en imperativo: apetecer, lucir en sus formas apetezco, luzco; apetezca, luzca; apetezca él, luzcas tú. *Verbos que terminan en DUCIR, además de la irregularidad antes indicada, sustituyen la C por J en otras formas del pretérito indefinido de indicativo, pretérito imperfecto y futuro imperfecto de subjuntivo: reducir en sus formas reduje, redujera o redujese, redujere. *Verbos que terminan en ETIR, ESTIR, ENDIR, ENCHIR, EMIR, EGIR, EGUIR, EDIR, EBIR, sustituyen la E de la raíz por I en formas del presente de indicativo y subjuntivo, imperativo, pretérito indefinido de indicativo, pretérito imperfecto y

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futuro imperfecto de subjuntivo: vestir en sus formas visto, vista, viste, vistió, vistiera, vistiere. *Verbos que terminan en EIR, EÑIR, además de la irregularidad anteriormente indicada, y como su consecuencia de cambiar la E por I, pierden la I de su terminación, que se repetiría; en formas del presente de indicativo y subjuntivo, imperativo, pretérito indefinido de indicativo, pretérito imperfecto y futuro imperfecto de subjuntivo: reñir en sus formas riño, riña, riñe, riñó, riñera, riñiere. *Verbos que terminan en UIR, agregan una Y en formas del presente de indicativo y subjuntivo, e imperativo: instituir en sus formas instituyo, instituya, instituye tú. *Diversos verbos que sustituyen la E por IE y además cambian la E por I; en formas del presente de subjuntivo, imperativo, pretérito indefinido de indicativo, pretérito imperfecto y futuro imperfecto del subjuntivo: hervir en sus formas hiervo, hierva, hirvió, hirviera, hirviere. Y, finalmente, diversos verbos que en la segunda persona del singular del imperativo, suprimen la terminación A o E: salir en la forma sal tú.

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Espero que estas “pistas” les ayuden a identificar a los verbos irregulares… sin embargo, la cuestión principal no es que memoricen estas reglas, sino que observen, cómo se aplican y que vean muchos ejemplos de palabras de este tipo. De esta manera, podrán identificar a los verbos irregulares más fácilmente. Espero que les sea de utilidad. !Hasta la próxima… !

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Recordando Octavio Paz

Foto: eluniversal.com.mx

Escritor y diplomático mexicano. Nace en la Ciudad de México el 31 de marzo de 1914, y fallece en la misma el 19 de abril de 1998. Galardonado en 1990 con el Premio Nobel de Su obra, ha sido influencial en América tanto para quienes lo alaban como para quienes lo repudian.

“Las masas humanas más peligrosas son aquellas en cuyas venas ha sido inyectado el veneno del miedo... Del miedo al cambio.” Gabriela Mistral

Poetisa chilena, nace el 7 de abril de 1889 en Vicuña,y perece el 10 de enero de 1957 en Nueva York. Una de las principales figuras de la literatura chilena y latinoamericana, fue la primera persona latinoamericana en ganar el Premio Nobel de Literatura en 1945.

“El futuro de los niños es siempre hoy. Mañana será tarde.” 63


a los grandes Milan Kundera

Escritor checo en las lenguas checa y francesa Nace en Brno, 1 de abril de 1929 en la entonces Checoslovaquia. Afamado por su obra La insoportable levedad del ser. Sus libros fueron vetados por el regimen comunista de Checoslovaquia hasta la caida de este en 1989

“La verdadera bondad del hombre sólo puede manifestarse con absoluta limpieza y libertad en relación con quien no representa fuerza alguna.” William Shakespeare

Poeta y dramaturgo inglés. Se registra su bautizo el 25 de abril de 1564 y muere el 23 de abril de 1916. Considerado como el más grande escritor de la lengua inglesa así como el más grande dramaturgo a nivel mundial. Sus obras hoy en día siguen siendo las mas representadas a nivel mundial .

“Es mejor ser rey de tu silencio que esclavo de tus palabras.” 64



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