Editorial Letrina continúa implacable, bimestre a bimestre como siempre con la vocación de brindarte, a ti lector, el contenido literario de calidad que no verás en ningún otro lado. Y es en ese afán que nos encontramos en procesos de cambio. Dentro de unos meses daremos las buenas nuevas, Letrina crece, y atraviesa por esos hermosos cambios que todos pasamos: crece bello en lugares que antes no solían, nos empieza a atraer el sexo opuesto, nos llenamos de acné… Esa es la etapa en la que nos encontramos actualmente. Te saluda tu revista Letrina, a la que has visto crecer desde el inicio y ahora es una tierna prebuscente que se lanza febril a descubrir la vida tomada de tu mano con la que a cada click le das vuelta hoja por hoja compartiendo la marca que ella deja en ti.
Director general: Alberto Rivera Mena Editora de Secc. Lingüística: María Guadalupe Gutiérrez Arroyo Editora Secc. Comunicaciones y Fotografía: Itzi Paulina Medina Jiménez Editores Secc. Creación Literaria: Alberto Rivera Mena Corrección de Estilo: Todos Diseño: Marco Antonio Martínez Canales
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Índice
Páginas
Artículos Creación Literaria Artes Visuales Miscelánea
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Colaboran en este número: Angélica Ramos Diana Ferreyra Jonatan Ricardo Murillo Ortíz Carolina López Herrejón Ilich García Moreno Miguel Alejandro Santos Díaz Aleqs Garrigóz Karla Rodríguez R. Eduardo Mozqueda María Guadalupe Gutiérrez Arroyo Itzi Paulina Medina Jiménez
Todos los contenidos de Letrina son responsabilidad de sus respectivos autores, y no necesariamente reflejan la opinión de los editores.
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Seis grados de separación en Cien años de Soledad Angélica Ramos Facultad de Lengua y Literaturas Hispánicas 5to Semestre A partir de la Teoría de los seis grados de separación, que afirma que cualquier persona del planeta está conectada con cualquier otra a través de una cadena de conocidos con no más de cinco eslabones, analizaré la novela de Cien años de soledad de Gabriel García Márquez, publicada en 1967, pero tomando como referencia el árbol genealógico de la familia Buendía, que se encuentra en la edición conmemorativa publicada por Alfaguara en 2007. Esta teoría surgió en 1967, en el mismo año en que la obra de García Márquez fue publicada, cuando el sociólogo Stanley Milgram desarrolló el fenómeno del small-world1 con el fin de probar la teoría, y eligió ciudadanos americanos de la región del CentroOeste, con el objetivo de entregar un envío a un desconocido en Massachusetts. La única información (que les proporcionaba) era: el nombre, la ubicación genérica (no había direcciones concretas) y la ocupación del destinatario. Con esta información, el objetivo para los que iniciaron la cadena era sencillo: entregar el paquete a quien ellos creyeran que podía estar ligado al destinatario, siempre y cuando se cumpliera la condición de tratarse de personas que conocían directamente y con la idea general de que el primer eslabón creyera que el conocido pudiera estar relacionado con él, y que tuviera más probabilidades de conectar al destinatario de un modo u otro. Los receptores debían hacer lo mismo, y la cadena seguiría hasta que el destinatario fuera alcanzado2.
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1 El mundo pequeño 2 Erroreshistoricos.com http://www.erroreshistoricos.com/curiosidadeshistoricas/888-la-teoria-de-los-seis-grados-de-separacion.html
Para explicar la correspondencia que hay entre la Teoría de los seis grados de separación y Cien años de soledad es importante demostrar la relación que existe entre los personajes más alejados, como lo son los de la séptima generación y los de la primera, jugando con el tiempo, de atrás hacia adelante, suponiendo que Aureliano Babilonia intenta advertir a su antepasado de lo que le espera a la estirpe de los Buendía. Aureliano Babilonia, cuando ve a su hijo con cola de cerdo llevado por las hormigas3, corre a ver los pergaminos que había dejado Melquiades “[…] y vio el epígrafe de los pergaminos perfectamente ordenado en el tiempo y espacio de los hombres: El primero de la estirpe está amarrado a un árbol y al último se lo están comiendo las hormigas”. Con esta teoría y la novela, lo que intento es que demostrar que el personaje de la generación más alejada entrega un paquete al personaje de la primera generación de los Buendía y así Aureliano Babilonia puede entregar los pergaminos de Melquiades a José Arcadio. El primer paso será buscar a su madre, Meme y entregarle el paquete que ella hará llegar a Aureliano Segundo; este ahora, sabiendo lo que dicen los pergaminos, hablará con su hermano gemelo José Arcadio Segundo, al cual, además de advertirle que morirán el mismo día, le entregará el paquete con los pergaminos de Melquiades pidiéndole que entregue dicho paquete a su tío Aureliano José; este último, afectado por la enfermedad del insomnio, mandará el paquete a uno de los diecisiete hijos perdidos de su padre. El paquete llegará a manos de Aureliano el Triste, quien llevará el paquete con Rebeca, viuda de José Arcadio e hija adoptiva de los padres de este. Rebeca mandará el paquete con Amaranta; esta, embrollada, hablará con su madre, Úrsula Iguarán, para darle los pergaminos y que ella lleve el paquete al árbol en el que tienen amarrado a José Arcadio, para así descubrir cómo terminará la estirpe que ellos empezaron y revelar el futuro que les espera a los Buendía.
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García Márquez Gabriel, Cien años de soledad, México, Alfaguara, 2007, P. 469
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A pesar de que en la Teoría de los seis grados de separación el objetivo es entregar el paquete a un desconocido y en Cien años de soledad todos los personajes son familia, Aureliano Babilonia se ve en la misma situación pues tiene que entregar el paquete a un total desconocido, pues José Arcadio sería su chozno4, básicamente el papá de su tatarabuelo, pero llega a él gracias a conocidos de línea directa. Si Aureliano Babilonia pusiera los pergaminos en un paquete tendría que poner los siguientes datos: José Arcadio Buendía que vive en Macondo y es productor de tabaco. Así los miembros de su familia de atrás hacia adelante se encargarían de entregar el paquete. Esta obra de García Márquez, además de contar con una serie de relaciones familiares y relaciones que se forman con menos de cinco eslabones, tiene también una peculiar repetición de historias que con las generaciones se convierten en un ciclo, por ejemplo las historias que hay sobre los hermanos Buendía de la segunda y cuarta generación con mujeres que no son sus esposas. Primero los hermanos José Arcadio y el Coronel Aureliano tienen una relación fuera del matrimonio con Pilar Ternera, posteriormente con ella tienen dos hijos: Arcadio y Aureliano José; luego Aureliano Segundo se casa con Santa Sofía de la Piedad y tienen a Aureliano segundo, a Remedios la Bella y a José Arcadio Segundo; los dos varones al igual que su abuelo tendrán una relación no matrimonial con una misma mujer, en este caso su nombre es Petra Cotes. Y si fuéramos más allá con el número seis, sólo por curiosidad, nos encontraremos con que hay seis matrimonios, seis relaciones no matrimoniales y que en las generaciones dos, cuatro y cinco los hijos vienen de tres. Cien años de soledad es la gran novela, no le falta ni le sobran personajes, capítulos o palabras, toda la novela es un conjunto de situaciones predestinadas, circunstancias que ya estaban dichas, un
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4 Nieto en cuarta generación, hijo del tataranieto. Véase Real Academia Española. http://buscon.rae.es/draeI/SrvltGUIBusUsual?LEMA=chozno
destino que sólo puede ser transgredido por Aureliano viajando en tiempo y espacio para llevar los pergaminos de Melquiades. Bibliografía García Márquez Gabriel. Cien años de soledad. (2007). México: Alfaguara. Fuentes Carlos. La nueva novela Hispanoamericana. (1969). México: Joaquín Mortiz.
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Imagen: G
García Márquez Gabriel. Cien años de soledad. (2007). México: Alfaguara
Café Irlandés Diana Ferreyra Egresada de la Escuela de Lengua y Literaturas Hispánicas UMSNH
Sé que podré hoy. La espero. Sé que podré porque me sé su café preferido. Algo así como Café Irlandés. Preparado con whisky para quedarse en el paladar. Me imagino que ella lo contendrá durante cinco minutos mientras hace espuma entre sus dientes. Lo sabrá hacer. Gozar. También desear. Desear porque pedirá otro café, y será la oportunidad para levantarme y hacer lo mismo. Qué difícil es tener que esperar a una mujer. Suelo hacerlo muy seguido, pero ella es mi especialidad. Conozco el perfume que usa. Es extraño que una mujer no use una fragancia, y ella tiene la suya tan natural que, cuando el roce de su falda cambia de pierna para cruzarla nuevamente, expide un olor a naranja. Qué bonito es saber que existe. La miro. Sé que podré hoy. Tiene veinticuatro años, y aún parece niña. Ella es tan fina como yo. El Café Irlandés no debe moverse con la cuchara porque de nada servirá expedir el olor del alcohol, sino simplemente se llena a tres cuartas partes de la taza y se sorbe lentamente hasta terminarlo en un solo suspiro. Lo sabemos bien porque somos expertos en nuestra materia de tomar café. Hace un año terminó su carrera y es licenciada en no sé qué diablos. No importa, de todos modos es bella. No señor mesero, no me sirva leche, se me cruzará, qué no vio que pedí Café Irlandés. Idiota. De seguro es nuevo por aquí. Y por qué ella sí aceptó leche. Pobrecita, está enferma: lo más probable. Una mujer tomando whisky con leche, qué extraño. Recorre la silla. Por vez primera, será acompañada. A lo mejor y ya se acabó su taza. Quién sabe. La miro de frente y se puso el mismo color de labios, rojos, rojos, rojos, y esa naranja cayendo sobre los tobillos y esas mejillas sonrojadas y esos cabellos también sonrojados y ese cuello tan largo y esas joyas que le hacen compañía. Se levanta. Pedirá otro café. Siempre pide dos, por eso sé, y me apresuro para alcanzarla. Por fin cruzaremos palabra. Al fin juntos, y si ella piensa lo mismo, me mirará. Nos acercamos a la barra de bebidas. Su codo suavemente en la madera. 14
Un codo limpio y sin arrugas. Veinticuatro años. Tuvieron que pasar sobre mí quince años para encontrármela. Veinticuatro, y treinta y nueve años. Casi una vida para entender qué era para mí la vida y allí estaba. Disculpe, podría servirme más leche, por favor, Cómo la desea, señorita, Tibia. Tibia, qué egipcia tan salvaje. Rojo y leche. Tibia. Y le sirven demasiado. Qué ternura. Belleza y simpatía. No me ve y sin embargo la sigo hasta su mesa, haciéndome pasar por un vecino de lugar. Llego y hay un bebé sentado junto a ella. Me hago el que no escucho. Ya vendrá papá, no te desesperes, cariño. Entonces levanto el periódico de la mesa y busco la sección de solteras, quizás a alguna le guste el Café Irlandés, aún.
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Tocata para Sophia Jonatan Ricardo Murillo Ortiz Quien se pierde en su pasión, pierde menos que el que pierde la pasión. «Soren Kierkegaard» I Poco allegreto
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Solos tú y yo, nadie que perturbe este diálogo entre silencio y lectura, nadie que se inmiscuya entre tus deseos de saber más y esta hambre de conocimiento que me despertó el haber leído a Nietzsche: —Es de mis favoritos—me platicaba mi compañera de guardia aquella noche del veinte de marzo, no pude comenzar a leerlo porque nos llegó un niño intoxicado. Al día siguiente, tomé el autobús de regreso a casa, serían un poco más de seis horas de camino, en las cuales podría comenzar a leer; el ambiente era propicio, no tendría que tolerar al solitario viajero sentado a mi lado que, ansioso de platicar con alguien, interrumpe tus lecturas con una plática llena de aventuras donde el único protagonista, casi héroe por cierto, era él mismo; ni al niño en el asiento de atrás pateando o recargándose sobre mi respaldo, platicando o haciéndole preguntas de todo tipo a su mamá; tampoco, al despistado dormilón que después de unos cuantos minutos usa tu hombro como su almohada, y por más que lo codees, jamás logras establecer esa delgada línea imaginaria que divide un asiento del otro; qué decir del agradable clima, que cosa rara, se descargaba en pequeñas gotas sobre el entorno, aplacando los nervios de la madrugada anterior, sin llegar a ser esa pesada lluvia que siempre me ponía los pelos de punta cuando pasábamos por las curvas tan cerradas, o esa cálida humedad que recorre el pasillo del autobús una y otra vez, burlándose de los rostros acalorados e impacientes de todos los viajeros. Abro el libro, y me encuentro con esta primera frase: "En vez de resignarnos, de entregarnos y
ser demasiado humanos adorando la perfección, podríamos tratar de mejorar y perfeccionar nuestra vida en este mundo"; era lo que siempre discutíamos en el hospital, la gente no busca mejorar su vida, no tiene una idea siquiera de poder lograrlo. Lo constatábamos noche tras noche al oír toda clase de quejas en la sala de espera, y por más que se repetían los mismos casos, nunca escuchamos una idea que propusiera un cambio; les resultaba incomprensible la posibilidad de cambiar su entorno, de mejorar su vida. Me sumergí inmediatamente en la lectura, no recuerdo si la lluvia arreció o si el calor se pavoneó durante el trayecto; solo sentí una inmensa fascinación por esta clase de literatura, fascinación que me llevaría a profundizar en oscuros pasadizos: decidí entrar al próximo curso de filosofía.
II Albioni — ¿Estás loca?—fue lo primero que dijo mi madre al llegar a casa— . ¡Esa carrera es para marihuanos! Ahí te la haiga si entras, no creo que a Pablo le vaiga a gustar. No sé qué gano contándote esto, supongo que es mi tributo hacia ti, que me has acompañado durante largo rato en estas noches solitarias. —¿Estás pendeja? —fue primera y última vez que me habló de esa forma. Todavía recuerdo la taza estrellándose en la frente de Pablo, y la hermosa cicatriz que le recordará tratar a una mujer como se debe. —Discúlpame —me diría por la mañana—, pero como me pides que acepte cerrar otro consultorio, ya son dos, Caridad, y todo porque según tú, ya no tienes tiempo para atenderlo. ¿Piensas que las tarjetas se pagarán solas? Sólo tuve que fruncir el ceño para hacerlo voltear a otro lado. 17
III Allegreto Creo fue en segundo semestre de la carrera cuando llegaste al estudio. Tenías que esperarte a que lo desocupara, barriera, pintara y amueblara para llegar, no podías haberlo hecho antes: el lugar transpiraba un polvo que oscurecía cualquier intento de reflexión, además de estar adornada por la soledad de muebles corroídos ya por los ratones, por las termitas o incluso las tecatas en forma de moho que la humedad del entorno no supo disimular, tenías que esperarte a que el lugar transpirara café y humo de cigarro. —¡Tú y tus pinches cucarachas! —cómo me arrepiento de haberle dado a leer La metamorfosis, desde entonces, ese sería su único argumento cuando discutíamos. Y debo decir, que en muchas ocasiones llegó a hacerme dudar—. Prefieres continuar leyendo estas mafufadas, a tener la vida que llevábamos. ¡Esta es la última, Caridad! —sentenció Pablo. Aún se escuchó el azote de la puerta de la cochera cuando él decidió marcharse. No sé si por entonces ya te consideraba parte de mis compañeros nocturnos, o simplemente te veía como una especie de señal: una cucaracha atravesando la pared blanca de mi cuarto de estudio; eligiendo entre la veintena de libros que tengo sobre el escritorio, aquel que precisamente explicaba mi sentir en ese instante, El existencialismo, es un humanismo. Cuántas veces reconstruí ese momento para tratar de encontrar alguna explicación posible: no veo por qué comenzar a tragar el forro de piel de aquella edición, si tuviste que pasar al menos cuatro tomos de La Comedia humana forrados también en piel; no veo, por qué, a partir de esa noche, regresabas a la misma hora a continuar tragando del mismo libro. Me gustaba pensar, que de buenas a primeras te decidirías a cambiar de platillo, La comedia humana sería completa si fuera tragada por una cucaracha, pero no, supongo que fuiste lo suficientemente 18
cuidadosa y lista para no indigestarte.
IV Allegro Llegada la noche, y siempre al encender el quinto cigarrillo e ir por la segunda taza de café con un poco de whisky, te aparecías, la trayectoria era la misma: salías del montón de cajas que tengo a mis espaldas; descarada, siempre te parabas al llegar a la altura de mi hombro, y todo indicaba que, una de dos: te detenías a saludarme, o simplemente veías con cara de asombro a ese ser gigantesco que te acompañaba todas las noches y que no se atrevía a comer de la filosofía como tú lo hacías. Al llegar a la esquina de la habitación, tus patillas delanteras siempre trastabillaban un poco, eras la viva imagen de Pablo cuando llegaba borracho; subías el pequeño librero que tengo sobre el escritorio y cerca del lugar donde pongo mi taza de café, hacías una breve pausa, ese olor tan rico y costoso, supongo también te atraía: —Es colombiano —te comenté en alguna ocasión—, el único lujo que me doy. —Ni te inmutaste, pero siempre que no me alcanzaba para comprarlo, y tenía que tomar de otro, simplemente, rodeabas la taza.
V Accelerando Quién lo hubiera dicho, yo, pensando en ti, yo pensando en una cucaracha que de buenas a primeras y tras algunas vacilaciones, recorrió toda una pared en blanco hasta llegar a posarse sobre el librero que tengo en el escritorio. Incontables noches juntas en las cuales comimos del árbol de la sabiduría; diálogos entre Hipatia y 19
Platón: yo era Hipatia y tú Platón; entre tu deber ser y mi querer ser; entre la almohada fría y los ronquidos de mi, ahora, ex-marido. ¿Cuántas lágrimas contamos, justo antes de que se nos nublara la vista, y entonces tuviera que prender un cigarrillo para apaciguar el frío de la madrugada? Batallamos contra la locura de Nietzsche, de su moral hipócrita preferimos el puente tendido, 1812 cañones nos timbraban en los tímpanos; en un crescendo carminesco naufragamos, mientras las teorías de Gödel nos martillaban las entrañas; violentamos la sonrisa machista de algunos filósofos al adelantarnos a la mayoría de la clase, ni Mozart con su Concerto no. 21, logró calmar nuestras aguerridas conclusiones, así como tampoco Sor Juana consoló con su mordaz crítica, teníamos que llevar esto hasta las últimas consecuencias: humillar a la mayoría de los compañeros de clase; confirmamos los límites del Canon por tonos de Bach, mientras mi ex se la pasaba recriminando mi falta de no sé qué, pero que siempre hacía falta; deambulamos de un lado a otro de la habitación para cubrir los escasos seis pasos y medio de largo y cinco de ancho cuando nos sorprendía alguna idea socarrona, y más cuando observábamos venir el reclamo por parte de mis padres ante el deterioro de mi relación; y qué decir de las noches en blanco, cuando las ideas se ocultaban tras los gemidos de placer de los vecinos y yo tenía que huir porque recordaba que seguía siendo un animal con instintos básicos; o como cuando llegaban los primeros rayos de sol y no teníamos más escapatoria que unos cuantos minutos con una almohada en los ojos para no perderme entre el ajetreo de un mundo caóticamente matinal. Y ahora, resulta que a ti también te desagrada la idea de que continúe con mis estudios, supondría que ahora que comienzo la maestría, cambiarías a un sabor un poco más amargo, no que terminarías ahogándote en mi taza de café, y me dejarías completamente sola, sumergiendo mi lápiz en el café una y otra vez, buscando atorar alguna parte de tu cuerpo para sacarte de ese profundo líquido negro, y quizá, no sé, comenzar a tomarme esa sustancia que te hizo ahogarte, para saber qué fue lo que te mató realmente...
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Licencia para hablar Carolina López Herrejón Le digo que soy yo. Lo que pasa es que ese día estuvo muy raro, por eso salgo rara. Mire: yo uso lentes, ¿ve? Mis familiares me habían dicho que en esas fotos hacen que te quites los anteojos, entonces, yo pensé, si me los hacen quitar allá seguro se me van a olvidar, porque tengo memoria de teflón o como se le diga. Entonces los dejé en mi casa, el problema es que sólo veo formas, observe. Señorita, cuidado con los carros, no hace falta que cruce usted el libramiento, le creo. ¡Le creo! ¿Perdón? Es que no se escuchaba nada del otro lado de la calle, ¿qué seguía?... Ah sí, bueno, el camino de mi casa a la parada del transporte no fue tan complicado, me lo sé de memoria, pero al llegar a la colonia esa, arrabalera, donde ustedes tienen sus oficinas, me perdí, literalmente. Andaba yo por una calle donde venden puras refacciones, cosas usadas, yo me dije, entré por atrás, de seguro esto es el corralón. Y no, andaba en un mercado negro, de pulgas, piojos y bichitos. Muy apurada le pregunté a varios vendedores sobre mi ubicación y las oficinas de tránsito. Se burlaron. Ampliamente. Se rieron todo lo que quisieron, a través de mis ojos sólo veía unos hoyos negros con blanco, eran sus bocas seguramente. Un chico, adolescente a penas por el cambio que sufría su voz a cada rato, se apiadó de mí, me dijo que él me dejaría cerca del estacionamiento de tránsito ya que no puede entrar. Ya lo tienen fichado. Y mejor ni le digo cómo es porque luego me lo arresta.
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Otra Odisea e Ilíada juntas, señor. Chocaba a cada rato con los coches y de vez en cuando alguien sonaba su claxon al tiempo de un enfrenón. El problema mayor era que sus oficinas se componen de tres edificios y yo me di un paseo por todos hasta que le atiné. El de la izquierda, como ya sabe, es donde se arregla lo de las multas. Ahí me tiene hablando con todos los encargados que al final resultaron ser personas formadas en fila, yo pensé que ellos trabajaban allí,
nadie me explicó desde un principio que era la hilera para la caja de cobro de infracciones. De nuevo hoyos negros con blanco a mi paso, bocas grandes, abiertas, expulsando burla. Fíjese oficial que no soy de esas personas que se doblegan y se les baja la autoestima, como ve no estoy nada mal, sólo por mi ceguera y mi verborrea, pero de ahí en fuera ninguno de mis novios me ha echado en cara otra cosa. No le estoy guiñando el ojo por coquetería, tómelo con complicidad. Digo, por si tiene algún hijo o sobrino por ahí que me amolde. Guiño. Una señora, muy mayor creo yo, porque carraspeaba a cada rato y parecía que sacaba un pedazo de pulmón cuando tosía, me dijo a gritos, ¿qué trámite va a hacer señorita?, le conté a gritos también, que sólo me tomarían la foto para mi licencia, y con gritos más fuertes me contestó: ¡mija, usted parece tontorrón nomás dando vueltas!, ¡váyase al edificio de enfrente y ahí le toman su foto! Sinceramente, oficial, para ese momento andaba ya muy desorientada y en vez de seguirme en línea recta, doblé un poco a la derecha y caí en las oficinas de placas y tenencias. No sucedió nada especial, sólo que su compañera María Gómez, ¿sí la conoce?, pues muy honesta y buena gente me pidió una cuota para orientarme, me llevó hasta la fila donde toman las fotos y regresó a su puesto de orientación al ciudadano, qué bondadosa. Lo curioso es que cuando fui a recoger mi licencia, ya con lentes, leí un letrero que decía: “Exceptuando los pagos correspondientes a multas, tenencias, placas y licencias, todos los trámites y requerimientos son gratis”. No se abrume, ya casi acabo. Ya en la fila saqué mi carpeta con los documentos, se los di al joven que atendía y me pasó al cubículo donde se toman las fotos, yo no sabía que uno no podía sonreír pero después de tres flashazos me quedó claro. El joven, que no estaba mal yo creo, ya ve que sólo veo formas, pero en su mayoría las personas se ven deformes de ciertos ángulos y este chico se veía muy asimétrico por donde le buscara; me dijo que no me moviera para nada, quietecita, como estatua. En fin, traté de ponerme seria, pero cuando miro fijamente me da por parpadear a cien parpadeos 23
por minuto, por eso salgo con los ojos semi abiertos en la foto, lo del cabello todo enmarañado debe ser por tanto ajetreo que me eché ese día y pues ni tiempo tuve de verme al espejo. En verdad lamento haberme pasado el rojo del semáforo, mi poli, ya que estamos en confianza y somos amigos, guiño. Sinceramente me lo pasé porque venía cantando la de Los Tucanes: izquierda, derecha, arriba y al frente; pues esa, y de repente que muevo el volante así, ahí andaba danzando con el carro y fue cuando usted me vio y ya no pude hacer nada más, sólo explicarle todo lo que me ha pasado estos días creyendo que soy otra cuando lo que soy está plasmado a la perfección en esa licencia.
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El último suspiro Autor: Ilich García Moreno Facultad de Lengua y Literaturas Hispánicas (UMSNH) 2do semestre En un momento de su vida sentía que algo o alguien le seguía los pasos. Era una sensación que tenía poco de haber empezado a sentir. Sabía de antemano de su trágico final pues sus presentimientos no eran nada favorecedores para él y su familia: una hermosa hija de cinco años y su esposa, con la que llevaba diez años casado. Esa sensación indeleble que lo hacía enloquecer, era como si nunca pudiera estar solo. Todo comenzó con su necesidad de tratar de olvidar esa sensación, encontró la solución en la bebida, este fue un problema que se fue haciendo cada vez más grave. Le trajo varios conflictos en su trabajo, pues dejaba de ir por semanas enteras. Un día llegó ebrio a su empleo, maltrató a un trabajador, lo insultó y golpeó, eso fue razón suficiente para que lo despidieran, aun y cuando podía ser indispensable para la empresa. Por consiguiente los problemas económicos, familiares y sociales se estaban haciendo presentes dentro de su pequeño mundo. Continuó con su inicial adicción al alcohol, ya que era la única forma que tenía para salir de la realidad y de sus problemas, eso trajo como consecuencia su divorcio y la desaparición de su vida de quien fue su esposa y su pequeña hija. Así cayó en una terrible depresión, no supo cómo salir de ella. Un día mientras bebía en el bar de costumbre, conoció a una mujer, la que él creía que podía su compañera en esas noches de copas; pero había algo en esta mujer que le causaba una terrible inseguridad, también un temor de conocerla más a fondo. Era una mujer que cualquier hombre voltearía a ver, no por ser una mujer bella, sino todo contrario, pues su cuerpo era extremadamente 25
delgado, su piel tan blanca como una hoja de papel, portaba vestido negro y un sombrero con un velo que le cubría el rostro; así ella llegó a la silla vacía que estaba junto a él, en la barra del bar. Pidió una copa y mientras se la bebía sintió que la miraban de una forma inquisidora, dejó su copa sobre la barra y lo miró, y él le dijo: -Disculpe usted, pero a juzgar por su aspecto, cualquiera podría pensar que es usted la señora de la muerte. Ella regresó la mirada hacia su copa, con una pequeña sonrisa dibujada en esos labios caídos, bebió y contestó: -Gracias por el cumplido. Lo volvió a mirar y dijo: -Parece que usted es un pobre vagabundo, que tuvo la dicha de conseguir unas cuantas monedas y decidió venir a beber un par de copas, prefiriendo así la bebida a un poco de comida. Éste le sonrió y le dijo al cantinero: -¡Sírvale a la señora las copas que quiera y de lo que quiera, yo pagaré por ella! Después de un rato de esos silencios incómodos que a él le molestaban bastante decidió hablar: -Y usted... ¿por qué viene a tomar unos tragos, en un lugar tan inapropiado para la muerte? -Se equivoca. Respondió ella y continuó. -Pues aquí es en donde más trabajo hay para tan despiadada profesión. ¿No le parece? -¿Despiadada? Más bien diría que es el trabajo más noble, para esa mujer que vaga sola por el mundo. -Me parece que usted está buscando a esa mujer, para salvarla de su terrible soledad o ¿me equivoco? -La vida misma me hizo así. Soy una persona que juzga por la apariencia y si la encontrara yo sería el primero en sacrificarme para que ella no sufra de esa enfermedad. -Es sencillo cuando uno le echa la culpa a la vida, pero no vemos cómo es que nosotros la tratamos, cómo la trata usted. Y ¿por qué terminó aquí?, como buscando a un amigo en cada vaso 26
de vino que le sirven y ¿no buscándola, en donde en verdad la puede encontrar? -Pero ahora que usted se mostró ante mí, me hace pensar que ya no buscaré una amistad en cada vaso de vino que me sirvan. Espero usted no sea una decepción más en mi vida y que se muestre ante mí como la mujer que me ha hecho pensar que es... -¿Quién piensa que soy? -¡La mujer de la muerte, claro está! La extraña mujer no contestó nada ante tal respuesta. Pero él sintió una terrible culpa acompañada de una sensación que le enfrió el cuerpo casi en su totalidad, y el mismo sentimiento cuando vio partir a su mujer e hija lo envolvió, sin permitirle decir algo. La mujer se levantó y sin despedirse ni voltear a verlo, se retiró. Y otra vez se encontraba solo. Una noche en su casa estaba bebiendo, llevaba ya varias horas haciéndolo, sintió la necesidad de ver gente, así que se levantó de su sillón y se dirigió hacia la ventana, abrió la cortina y miró hacia afuera, vio que había una mujer, con el rostro cubierto por un velo blanco, el cual no le permitía distinguirla, y un vestido negro, que le hizo recordar a la mujer del bar. Estaba en la acera de enfrente, viendo hacia su casa, justo hacia la ventana desde donde él le miraba. Él se paralizó, pues le era todo muy confuso. La mujer lo señaló con su mano izquierda y caminó de prisa hacia su lado derecho, haciendo que él la perdiera de vista. Confundido, nervioso y aún sin poder comprender qué había pasado, se dejó caer en el sillón, tomó un par de copas y se quedó dormido con la extraña sensación de que era vigilado por alguien. Al día siguiente se despertó con una fuerte resaca, recordaba lo que había pasado en la noche pero creía que era una mala jugada de la bebida. Estiró sus brazos, uno de ellos tocó el asiento que se encontraba al lado de donde él estaba sentado, lo sintió tibio; como si alguien 27
hubiera estado sentado en él toda la noche. Pero no le dio mucha importancia hasta que observó una silla que se encontraba frente al sillón en donde él estaba. Sobre la silla había un velo blanco justo como el de aquella mujer que lo miró y señaló la noche anterior. Exaltado, nervioso, angustiado y con una sensación de náuseas, que no entendía si era por la resaca o por la incertidumbre de no saber quién era esa mujer, cómo había entrado y qué era lo que quería de él. Se levantó, tomó el velo en sus manos y se dirigió hacia el bar. Al no ver a nadie en el bar, entró para tomarse un trago y averiguar si el cantinero le podía dar información sobre aquella mujer con la que había bebido hacía ya varias semanas, entró, y al verle el cantinero le lanzó una sonrisa sarcástica, no entendió de qué se trataba, se sentó en el mismo lugar que la última vez y pidió una cerveza. El cantinero le vio y le dijo mientras le servía la cerveza: -Pensé que ya no regresaría desde aquel día. Dudoso preguntó: -¿Por qué no habría de hacerlo? -Porque ya no había vuelto, parece que había visto un fantasma aquella noche. Se tranquilizó un poco y respondió: -Pues casi,¿no me diga que no parecía un fantasma aquella mujer con la que bebí esa noche? El cantinero se burló de él, pero vio su rostro de angustia, y éste le respondió:-¿Cuál mujer señor? Usted me pedía que le sirviera a una persona, que suponía estaba a su lado, pero a su lado no había nadie. De pronto se levantó usted, aventó unas monedas y salió llorando. ¿Tiene problemas con la bebida señor? Sorprendido por la respuesta y sin decir más nada, tomó un último trago, pagó y se fue. Llegó a su casa, sin entender lo que pasaba, ni qué interpretación darle a lo que el cantinero le comentó. Decidió sentarse en el sillón y comenzó a recordar a esa mujer que le causaba tan fuerte jaqueca. El sueño le ganó, el dolor le era muy intenso y estaba desgastado por esos días y noches en las que había bebido demasiado. En sus sueños estaba esa mujer, le estiró los brazos y le dijo susurrando: "No te preocupes, yo nunca te voy a dejar, no me iré de tu lado, aún en los peores momentos yo seré la que siempre esté contigo". Su sueño lo sintió muy real, y exaltado se despertó con la sensación 28
de que le había hablado al oído. Se levantó, salió y caminó hacia el jardín de su casa, mirando el ocaso, vio que alguien pasaba casi frente a él, intentó enfocar con su vista deslumbrada hacia ella y pudo distinguir que era la mujer del bar, la que lo miró desde la calle y la de sus sueños, así que él corrió hacia ella, le miró como intentando ver su rostro sobre su velo, pero fue inútil; pues era demasiado grueso. La mujer le sonrió y le dijo: -¿Qué tal señor, cómo ha estado? Éste, sin responderle, tocó su mejilla por debajo del velo, sintió una piel sumamente fría, no sabía por qué, retiró su mano rápidamente y dijo: -Señora mía, le exijo que me explique quién es usted... ¿Es usted la mujer que todos los hombres esperamos a que llegue para visitarnos en esas noches de extrema soledad, mientras estamos recostados en nuestras gigantescas camas? ¡Dígame... si es usted la muerte! ¿Por qué me castiga de esta manera? ¡Maldita! ¡Maldita muerte! La mujer enfocó su rostro hacia él y con una voz grave le dijo -Por eso te dejó tu mujer, porque eres un malagradecido con las personas que te hemos apoyado en los peores momentos de tu vida, así me pagas cuando yo he velado tus sueños, pero no seas injusto conmigo, lo único que he hecho es estar contigo, yo no te he abandonado como lo hizo tu esposa, tu hija, tus amigos y toda esa gente que en algún momento te rodeó, que te tendió la mano y cual perro rabioso se las mordiste por estar conmigo, tú dependes tanto de mí como yo de ti, tú dejaste todo por estar conmigo y ahora me maldices... ¿Acaso no te das cuenta de quién soy?
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Atalaya Antes de que te vayas quisiera decirte: traigo rebosantes de lumbre estos pirómanos dedos; no sé cómo lo hiciste, pero la combustión logró su efecto, apenas despierto la mirada voy en busca de temerarias hojas, con un afán estridente de incendiarme por dentro; préstame tus inflamables oídos, a fuego el llanto a fuego la paz a fuego el amor a fuego el trabajo a fuego el alimento, / no hay sexto bueno, Roma se quemó en un día, y tú, no saldrás de aquí sin abrasarte a la vehemencia forestal en que me entrego.
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Estoy demonio, caído en la belleza luz de las almas irreverentes, absorto en el túnel espiral de la tinta que evapora los ojos. ¿Cuál es tu penumbra debajo del sol hermosa sombra? / Recobro el aliento y declaro abiertamente a qué he venido:
a mandar señales de humo para hablar de lejos con aquellos, que se han ido. Antes de partir quisiera despedirme, tifones traigo en estas agitadas manos; ignoro cómo lo hiciste, pero en cada fonema escucho el impetuoso aluvión de mis ancestros, apenas cierro la boca indago hasta dónde llegará el monzón pensamiento, incansable afán por arribar donde el nombre carece de enigmas, préstame tu sagrado silencio, al viento la risa al viento la guerra al viento el odio al viento la pereza al viento el hambre,/ sí, hay sexto bueno, no todos los caminos llevan a Roma, y el nuestro ha sido un abrazo laberinto, por eso no saldrás de aquí sin antes respirar la tormenta euforia en que me entrego. Estoy en trance donde el hermoso oscuro de los espíritus irreverentes, subo por el haz de tinta que extrema los labios. ¿Cuál es tu fulgor 31
bajo la luna rostro delineado por el trazo divino?/ Recobro el aliento y expreso abiertamente a quĂŠ he venido: a ofrendar esta letra, incendio que confĂo a los vientos para llegar junto a ti, cuando uno de los dos, hayamos partido. Miguel Alejandro Santos DĂaz
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DOS POEMAS SOBRE CINES PORNO Aleqs Garrigóz (Licenciatura en Letras Españolas, Universidad de Guanajuato, 9° semestre) EL CINE PORNO El cine porno está entre dos calles lóbregas que la gente transita apresuradamente, donde los borrachos duermen sobre las aceras. Es como cualquier otro cine: oscuro. Sin embargo, en su interior, en las esquinas de sombra, los hombres se masturban unos a otros y, de vez en cuando, se hincan. Todos sabemos lo que en él se proyecta. He visto a los adolescentes que odian las clases entrar con falsas identificaciones, con la mochila atestada de golosinas, y dormitar la permanencia voluntaria. Es como cualquier otro cine: inmundo, construído para albergar multitudes que escupen, eructan, gritan insolencias. He visto sus baños rayados con graffiti donde los tímidos se esconden para orinar y los orgullosos se muestran tal cual. Hay en él un cuarto más oscuro que oscuro, que está allí, anexo, y que sirve para… El cine porno está aquí. ¡Pasen y vean la maravilla del hombre:
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el cinematógrafo!
OTRO CINE PORNO Habitual en toda ciudadela de hierro son los pornográficos cinemas, agazapados en callejas donde se ilumina el rojo. Puedes reconocerlos por sus fluorescentes luces, sus anuncios que son fotos de prostitutas en faldas de colegiala. Cuando te acerques un chistido te llamará para que pagues por sexo en algún motel con regaderas frías. (¿Conoces esos cuartos maltrechos que los adictos rentan para drogarse?) Si entras podrás comprar cigarrillos y gomas para mascar en su deficiente tienda de refrigerios. Son la diversión del obrero pobre que duerme en el mismo cuarto que su madre. Es frecuente que en sus pasillos o escaleras observes ojos buscando al que atiende las señales, manos que encuentran a un bulto pulsante o al botón que encarcela a ese falo que se erguirá en el círculo de jugadores que gana y pierde elementos. Algunas manos cambian a una boca sin rostro en la penumbra, pero no podrás reconocer a nadie afuera entre los que escupen la acera o fingen limpiar su nariz. Son el consuelo del tullido. Al salir entenderás que los dueños del cine 34
-que son la pareja de ancianos que te cobró la entradason cómplices de lo que acontece en los baños, donde residen los espectáculos mayores y un ojo husmea a través de un orifico estratégicamente colocado en las delgadas paredes que separan los pestilentes es cusados. La entrada cuesta un salario mínimo. Y la permanencia es voluntaria.
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…A Casa…
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He de volver ciega y helada Con el vientre rasgado por los rosales del desierto y mi belleza pelada por las piedras de Nazareth… y la piel dulce, dulcemente quemada. He de volver insólita, como el arte de besar a las sombras en el cuello. Y pregonando que me saco las venas a cambio de una túnica de seda. He de volver ejecutando portentos y magia negra, negra, como las alas del cuervo, como los pensamientos de los ángeles lascivos, como las medias con las que ataba voluntades. He de volver enferma de añoranzas y curarme entonces de mis compasiones con infusiones de violetas y caracoles. He de volver abortando latidos para que no los escuche nadie cuando me agarre a las rodillas de todos suplicándoles miradas, miradas, adhesión. He de volver a que me arrastren cuatro corceles de cara por la ciudad mientras me señalan las chicas candorosas, y las mujeres demacradas, todas desde los brazos de sus hombres como conejas. He de volver ciega y helada a podrirme entre la leprosa fachada de la bondad, a imaginar la brisa que sopla desde Egipto, a registrar necedades en mi bola de cristal. A soñar, soñar, soñarte. He de volver con condiciones a escuchar voces hostiles. He de volver amordazada,
he de volver avergonzada, he de volver forzada, he de volver extrañando, rezando las acostumbradas letanías, y sangrándole a la luna todo lo que debo. Mejor abrigarme bajo este cielo colmado de estrellas, Mejor escuchar al viento acariciar a las palmeras, Mejor arrullarme (lento, lento) con tus latidos. Mejor, Mejor no volver… María Guadalupe Gutiérrez Arroyo
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Sin título Karla Rodríguez R
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ME GUSTA, PERO NO SÉ CÓMO DECÍRSELO
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¡¡¡NO PUEDO, AHHHHH!!!
SOY UNA IDIOTA
LA VERDAD ES QUE YO YA NO SÉ...
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ยกAH!
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“HABÍA UNA VEZ…” O LA IMPORTANCIA DE CONTAR CUENTOS PARA NIÑOS ENFERMOS; COMPAÑÍA ARTÍSTICA “SOMBRA EN MOVIMIENTO” México es un país de muchos contrastes, ya que a pesar de la riqueza natural y cultural con la que contamos hay millones de mexicanos que no pueden ni siquiera solventar sus necesidades básicas. Por si esto fuera poco, es costumbre lidiar con las permanentes crisis económicas, políticas, sociales y, de unos años a la fecha, también de criminalidad. Se dice que la esperanza de este país son los niños y los jóvenes. El problema es que parece ser que este país no es la esperanza de esos mismos niños y jóvenes que hoy por hoy carecen de todo tipo de oportunidades. En este contexto, la lectura y en general el acceso a la cultura se convierten en un verdadero oasis dentro del desierto, oasis al que muy pocos tienen acceso. Por si esto fuera poco, hay quienes aparte de enfrentar los obscuros panoramas de la pobreza, la desigualdad y la falta de oportunidades, son víctimas también de las enfermedades, ese azote de la naturaleza que si bien puede afectar a cualquiera, sin importar sexo, edad ni estatus social, siempre se ensañará más con los más vulnerables. Por esta razón el arte es una herramienta fundamental para enfrentar estas circunstancias de vida, no sólo como distractor, sino porque nos permite desahogar las angustias, encontrar otras posibilidades en nuestro entorno y tener un panorama distinto de la realidad para afrontarla de una mejor manera. En resumen, podemos decir que el arte es vida, por lo tanto el arte sana y es un paliativo no sólo en las enfermedades, sino de manera general en la vida. Uno de los grupos vulnerables que causan más impacto son los niños enfermos, particularmente los que están en un hospital y es esencialmente hacia ellos a quienes está dirigido este proyecto. Por tal razón hemos enfocado este proyecto titulado “Había una 46
vez...” al trabajo de cuentacuentos y de música en vivo, ya que en un hospital, sobre todo en los cubículos donde están los niños, son muy pocos, por no decir nulos, los elementos escenográficos y de vestuario que se pueden utilizar. Además, el cuentacuentos se puede adaptar prácticamente a todo cualquier tipo de espacio, aún en un hospital. Aunado a ello, los cuentos tienen la enorme ventaja de que pueden convertirse en una importante herramienta para fortalecer el vínculo emocional entre padres e hijos y por ende ayudar al enfermo a sobrellevar mejor su situación. Por esta razón es importante también trabajar con los adultos y las personas cercanas a los pequeños, ya que por su cercanía con los niños se convierten en un factor fundamental para el proceso que enfrentan los pequeños. Todo esto sin dejar de lado que ellos, las personas más cercanas a los niños, particularmente sus padres, también se convierten en víctimas de la enfermedad pues absorben el impacto emocional y económico de la situación de los pequeños. A todo lo anterior debemos agregar que el compartir historias a este tipo de público les permite ver más allá de las paredes en las que tienen que estar enclaustrados durante los días, semanas e incluso meses que su condición de salud le exija. En este sentido es aún muy vasto el terreno a investigar en cuanto al impacto de la palabra hablada y cantada en la salud física y emocional de los pacientes y las personas que les rodean. Debido a lo anterior, la realización de este proyecto parte de la necesidad no sólo de fomentar el gusto por la lectura y el arte en niños y jóvenes que están en situación vulnerable, sino fundamentalmente de la importancia del arte para afrontar situaciones de vulnerabilidad. El proyecto se realiza en tres instituciones ubicadas en la ciudad de Morelia que se dedican a atender niños y jóvenes enfermos y en situación vulnerable, como son:
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• Centro AMANC-MICHOACAN I.A.P. (Asociación Mexicana de Ayuda a Niños con Cáncer en Michoacán). • Albergue La Esperanza para niñas y jóvenes violentadas. • Hospital Infantil Eva Sámano de López Mateos . La propuesta de trabajo consiste fundamentalmente en presentar una serie de giras de cuentacuentos al interior del hospital infantil de Morelia “Eva Sámano de López Mateos”. Dichas giras consisten en realizar funciones de cuentacuentos en todas las áreas del hospital en donde las condiciones médicas y de salud de los niños así lo permitan. De esta manera se trata de contar historias particularmente para los niños cuyo estado de salud no les permite desplazarse o levantarse de sus camas. El proyecto también incluye la realización de talleres de fomento a la lectura en las instituciones atendidas. Por último, debemos decir que este no es simplemente un proyecto altruista, no se trata de hacer algo solamente por los demás, ya que no se puede hacer algo por el otro sin hacer algo al mismo tiempo por uno mismo. Si bien es cierto como ya hemos mencionado que al contarles cuentos a niños enfermos, muchos de ellos quizá en la frontera de la vida y la muerte, les permitimos ver más allá de las paredes y del cuerpo en que están enclaustrados, ese mismo hecho nos permite a quienes tenemos la oportunidad de compartirles historias, ver más allá de la vida en la que todos, enfermos y sanos, estamos también enclaustrados. EDUARDO MOZQUEDA G. DIRECTOR DE LA COMPAÑÍA “SOMBRA EN MOVIMIENTO”
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DE TIPS Por: María Guadalupe Gutiérrez Arroyo De nuevo sean bienvenidos a su sección consentida de Letrina. Como en cada ocasión nos hemos dado a la tarea de recibir sus peticiones, dudas, aclaraciones y/o comentarios tanto en nuestra dirección de correo electrónico como en nuestra página de Facebook para saber de qué deberíamos hablar en esta sección, pues está creada especialmente para ustedes. Uno de nuestros amigos de Facebook nos escribió preguntándonos lo siguiente: “¿debemos poner mayúsculas después que iniciamos con signo de interrogación o admiración? Luego he visto en textos que las preguntas inician con minúscula...” y es a esta interrogativa a la que le daremos respuesta en esta ocasión. Es una pregunta interesante, pues es comprensible que tengamos dudas acerca de cómo se afectan unos a otros los signos ortográficos. Y es comprensible de igual forma que no sepamos todo en cuanto a esto. En el caso de los signos de interrogación y admiración estas dudas se multiplican porque usamos muy a menudo y en variadas combinaciones estos elementos ortográficos. Y ello nos trae, con frecuencia, muchos conflictos al momento de redactar. Para poder usar correctamente los signos de exclamación e interrogación tenemos que tener en cuenta, primeramente, que estos representan entonaciones exclamativas e interrogativas (respectivamente) en la escritura, y que son signos dobles (es decir, que se colocan obligatoriamente al principio y al final de enunciado correspondiente). Además de estas hay otras reglas que los caracterizan y que normalizan su uso. Nos centraremos en las que responden a la pregunta que nos hicieron en esta ocasión y pondré algunos ejemplos para que las ideas queden un poco más claras. 50
Una de las reglas dice así:
Tras los signos de cierre puede colocarse cualquier signo de puntuación, salvo el punto. Lógicamente, cuando la interrogación o la exclamación terminan un enunciado y sus signos de cierre equivalen a un punto, la oración siguiente ha de comenzar con mayúscula. (Diccionario Panhispánico de Dudas, 2005, P. 295). Mientras que otra dice lo siguiente: Los signos de apertura se han de colocar justo donde empieza la pregunta o la exclamación, aunque no se corresponda con el inicio del enunciado; en ese caso, la interrogación o la exclamación se inician con minúscula. (Diccionario Panhispánico de Dudas, 2005, P.295). Con esto todo queda bastante claro: cuando la interrogación o exclamación pertenecen a la misma oración o sucesión de ideas comienzan con minúscula, y, cuando no es así, cuando comienzan oraciones o conjuntos de ideas diferentes, comienzan con mayúscula, como cualquier otra oración en la que esto sucede así. Ejemplos: Con mayúscula 1.- Ayer murió mi mejor amigo. ¿Cómo puede la tarde ser tan luminosa? (En este ejemplo, se comienza el enunciado interrogativo con mayúscula por respeto al punto, pues como recordaremos, después de punto y seguido se escribe con mayúscula. El signo de interrogación no tiene qué ver con esto, pues únicamente marca una entonación interrogativa. Sin embargo, vemos cómo al final de la oración no hay punto y seguido, sino que de cierta forma el signo de cierre actúa como tal, según lo que nos marcaba la primera regla que observábamos). 51
Con minúscula 2.- Si pasas el examen ¿cómo piensas seguir trabajando? (En este otro caso vemos claramente la aplicación de la segunda regla. Los signos de interrogación están marcando el inicio de la entonación, mas no el del enunciado, por lo que no hay necesidad de que la interrogación comience con mayúscula). Espero que esto haya contestado la duda de nuestro querido lector y que tanto él como ustedes continúen enviándonos sus dudas, comentarios, sugerencias y reclamos a esta sección. Hasta pronto y ¡felices fiestas patrias!
BIBLIOGRAFÍA Real Academia Española, Diccionario Panhispánico de dudas, Colombia, Santillana, 2005.
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Alfonso Reyes, teórico mexicano que se disfruta; terminología en Teoría Literaria Breve guía de algunos conceptos iniciales en la propuesta de un hombre que aportó tanto en tantas esferas, pero que aquí veremos en su faceta de teórico literario. ITZI PAULINA MEDINA JIMÉNEZ
FAC. DE LENGUA Y LITERATURAS HISPÁNICAS • SÉPTIMO SEMESTRE: TERMINAL DE LINGÜÍSTICA
Ameno, claro y conciso, esto puede decirse de “el regiomontano universal”, Alfonso Reyes (Monterrey, 1889- Ciudad de México,1959), quien hace de la Teoría Literaria un encantador espacio para los especialistas de las Letras, cosa que se agradece. Al iniciar el prólogo de Teoría Literaria (2005), de Alfonso Reyes, Julio Ortega nos dice que “La teoría literaria es el pensamiento critico que demuestra la especificidad del fenómeno literario, su calidad distintiva y única […]” (Ortega en Reyes, 2005: 7) y que se define a la literatura por sus límites, formas y libertad (Ortega en Reyes, 2005). En aras de bosquejar esos sellos específicos de la literatura, lo que aquí nos incumbe es mostrar de modo sencillo y breve parte de la terminología que Reyes utiliza en tres capítulos específicos del libro mencionado; el presente borrador es una invitación para adentrarse al resto de la conceptualización –bastante útil para trabajos académicos, por cierto–, y de paso observar la gran capacidad de síntesis que posee este hombre, ya que en un par de líneas encierra un basto contenido, no por nada es referente obligado como teórico mexicano. Entrando de lleno a Alfonso Reyes, éste define lo ‘literario’ como “[…] un ejercicio de la mente anterior, en principio, a la literatura” (Reyes, 2005: 22). Esto guía hacia un trasfondo muy amplio del término, puesto que implica afirmar que lo ‘literario’ es el modus operandis de la mente humana, esa generación abstracta que sólo 54
a veces se materializa, del pensamiento a la literatura; para Reyes, ‘literatura’ es la concreción de una puesta en práctica de la facultad de raciocinio propia del hombre. Posteriormente, Reyes toma en cuenta el peso del lenguaje, y declara que el lenguaje tiene tres ‘notas’ (semántica, acústica, expresiva): “1º La nota comunicativa, significativa o intelectual, que admite el nivel humilde de la práctica cotidiana y el nivel superior o técnico […]” (Reyes, 2005: 36), es decir, la nota que provee al lenguaje la adaptabilidad a cada uno de los registros, la propiedad de contextualizarlo para cumplir la intención del mensaje. Esta diversidad intencional origina un cisma entre la gramática de uso y aquella “[…] científica y lógica, de ideal matemático” (Reyes, 2005: 36). La segunda es la nota acústica, que dota de sonoridad –y de todos los componentes sonoros– al código, cualidad que prepondera a la fonética por ser la musicalidad algo ineludible en el lenguaje y, por tanto, componente estable del mismo. Ante esto, Reyes refrenda la diferencia entre lo usual y lo preceptivo al decir que “El dominio fonético no es lo mismo que la preceptiva prosódica de los manuales […] : aquel dominio es naturaleza, estas preceptivas son arte” (Reyes, 2005: 36-37). Para Reyes, aunque las tres notas se combinen, la acústica adquiere un especial papel, ya que “Mientras existe la palabra […], la inercia prosódica determina en ella […] ritmos, cadencias y unidades melódicas […] que no puede menos de acompañar aún a las manifestaciones verbales más descuidadas e inartísticas” (Reyes, 2005: 37) La tercera es la nota expresiva, una “[…] nota de patetismo o modalidad sensitiva […] palpitante en las realizaciones de la lírica” (Reyes, 2005: 37), pero rescatable hasta de los actos más cotidianos del habla, donde al mensaje le subyace un fin afectivo. Las jitanjáforas demuestran cómo una nota expresiva muy poderosa logra aniquilar una nota semántica. Además de una relación y simultaneidad de las tres notas, dependiente 55
de la intención del emisor y atención del receptor, Reyes habla de la posible anulación de un nivel por la supremacía de otro según la disposición específica del mensaje emitido y la decodificación que se realice en la recepción (Reyes, 2005: 37-38) –como decíamos líneas arriba en el caso de las jitanjáforas–. Siguiendo estas propuestas, únicamente la literatura “[…] intenta, de un modo general, poner en valor las tres notas” (Reyes, 2005: 38), produciendo con ello tres cualidades: ‘comunicabilidad esencial’, ‘cristalización’ y ‘eficacia afectiva’.
BIBLIOGRAFÍA: Reyes, A. (2005). “Prólogo” (7-16 pp.), “Lo literario y la literatura” (2223 pp.), “Las tres notas del lenguaje y sus valores” (36-39 pp.). En Teoría Literaria. México: FCE.
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PASIONES María Guadalupe Gutiérrez Arroyo Este libro, escrito por Rosa Montero, es una opción maravillosa para leer en los momentos de ocio disponibles. A simple vista puede parecer un simple compendio de datos curiosos y morbosos sobre la vida íntima de personajes famosos del pasado (y por supuesto que todos estos detalles le dan un poco más de sabor a la lectura) pero no es únicamente ese el mérito de la publicación. A través de los relatos que reconstruyen lo que pudieron haber sido las relaciones tormentosas entre grandes personalidades de la literatura, la realeza y el mundo del espectáculo (como Lewis Carrol y Alice Lidell, la emperatriz Sissí y el emperador Francisco José, Paul Verlaine y Arthur Rimbaud, Juana la Loca y Felipe el Hermoso, entre muchas otras) se busca encontrar el lugar de la pasión dentro de las relaciones amorosas. Se busca ejemplificar el poder destructivo y avasallante de esta: cómo se va cristalizando poco a poco en la vida cotidiana hasta convertirse, casi siempre, en una obsesión y en algo perjudicial que, sin embargo, nos embelesa y nos ata a ella.
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Pasiones es un libro que entretiene, debido a su lenguaje ameno que provoca el ansia de querer seguir leyendo hasta el final (ya saben, esa sensación maravillosa de estar leyendo un TV Notas histórico o algo así). Pero, al llegar a ese final, uno se queda con la sensación
de que no solamente ha pasado un rato entretenido, sino que ha reflexionado sobre asuntos importantes: sobre cómo la pasión ha afectado a las personas y las ha hecho suyas en todas las épocas históricas. Si les ha agradado esta recomendación ¿qué esperan para conseguir el libro? Les aseguro que no se arrepentirán de leerlo. Si buscan una lectura amena pero reflexiva, Pasiones es una excelente opción.
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