Letrina #8 julio agosto 2013

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Editorial Aquí seguimos implacables como nos hemos caracterizado, sin faltar un bimestre. Algunos quizá no se dieron cuenta del aviso, pero nuestra previa cuenta en Issuu.com fue vaciada de nuestro contenido en conjunto con todo nuestro archivo en correo en Hotmail.com a pocos días de que publicáramos el pasado número por supuestas violaciones a reglamentos de derechos de autor de Issuu que a la fecha siguen sin ser aclaradas. Ahora estamos en Joomag.com y manejamos cuenta en gmail.com con una cuenta alterna como respaldo. Te dejamos con este, tu número 8 de Letrina dedicado a Manuel Ortiz (es broma) . Pero fue uno de los autores de quién más recibimos material para este número. Les recuerdo que Letrina es abierta a todo público y aspiramos a ser un lugar de expresión cultural y artística para que todos exhiban su talento. En los siguientes números ya publicaremos también contenido de tinte político, siempre y cuando sus opiniones estén sustentadas.

Director general: Alberto Rivera Mena Editora de Secc. Lingüística: María Guadalupe Gutiérrez Arroyo Editora Secc. Comunicaciones y Fotografía: Itzi Paulina Medina Jiménez Editores Secc. Creación Literaria: Susana León Ambríz, Alberto Rivera Mena Corrección de Estilo: Estefanía Vega Guillén, María Guadalupe Gutiérrez Arroyo. Diseño: Marco Antonio Martínez Canales

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Índice

Páginas

Artículos Creación Literaria Fotografía Miscelánea

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Colaboran en este número: Manuel Ortíz Sharazada Escobar Gomez Violeta Martín Barrales Francisco Enríquez Muñoz María Guadalupe Gutiérrez Arroyo Alberto Rivera Mena Portada: Título: El árbol Arturo Ireta.

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La pasión de las letras: de la crítica al parricidio. Por Manuel Ortíz

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ace apenas tres años, el escritor tijuanense Heriberto Yépez liberó un texto en Revista Replicante que llevaba por título “Carta a un viejo novelista”, el cual, constituía una crítica enérgica a la literatura mexicana del siglo XX y estaba dirigida (en primera persona) a Carlos Fuentes, quien alrededor de esas mismas fechas cumplía 80 años en medio de una gran celebración al interior de los “círculos de la cultura” nacionales e internacionales. En el texto, Yépez ubica a Fuentes, junto con Octavo Paz, como los “sucesores”, del presidencialismo del “Partido” único en la literatura mexicana al grado de compararlos con Luis Echeverría y Gustavo Díaz Ordaz en su dinámica de sucesión oficialista, también los cataloga como caciques protagonistas del modelo literario centralizado que aún hoy domina la República de las Letras (proyección de la dictadura del PRI en la cultura), esa tradición mexicana de “el escritor como caudillo que, en realidad, es terrateniente”. El hecho de que buena parte de los intelectuales y literatos de la cultura mexicana tenían a Fuentes y a Paz en los lugares más altos de sus pedestales, generó una postura de defensa automática ante Yépez, la carta también provocó una cierta polémica ya que denunciaba la supuesta censura de ese mismo texto en la revista Tierra Adentro por temor a que Fuentes pudiera molestarse, además de la manera en cómo comparaba la tradición literaria desarrollada por estos escritores con el fenómeno político alrededor del PRI. En síntesis, este escrito fue en su momento, la materialización de una reflexión atinada totalmente opuesta al júbilo y al elogio en torno a Fuentes durante su festejo octogenario, propiciando a su vez, una revaloración de la verdadera aportación de este escritor considerado como pilar de la literatura mexicana y hasta hoy día como una figura “intachable” para una parte significativa de la crítica literaria en México, sobre todo porque Fuentes jamás respondió a la misiva. Todo esto ocurrió tan sólo dos años antes del retorno del PRI a la presidencia, y a pesar de que el mismo Fuentes se manifestó en contra de dicho regreso. 6


Yépez inicia su carta aseverando que las generaciones de escritores emergentes vinculan de manera inevitable la idea del “parricidio” a la idea del quiebre generacional, lo que la ubica como un ejercicio crítico que parte del lugar común. El parricidio, o bien, “el asesinato del padre”, es la forma más común a través de la cual se materializa la noción de la “ruptura” en la cultura occidental y se ha convertido en una referencia habitual en la mitología occidental para explicar la disociación como origen de todo cambio. Sin embargo, a pesar de que la misiva del tijuanense parece buscar principalmente una reflexión que se traduzca en la apuesta por una literatura más auténtica sin la necesidad de negar el origen, es perceptible en su discurso una honda sensación de ruptura, pues más que dirigirse a Fuentes como individuo, a quien por cierto le hace un afanoso juicio ético partiendo de su rol de “vaca sagrada” de la cultura y su responsabilidad con el devenir de las letras en México, el tijuanense le habla a las nuevas generaciones y su mensaje es, palabras más, palabras menos, que hay que cambiar el rumbo para liberarse del anacronismo. Yépez ha sido recurrente en aseverar que en México no hay crítica, sólo intelectuales que al menor cuestionamiento se hacen los ofendidos, así mismo, en entrevistas y conferencias siempre se ha mostrado en contra del protagonismo y del tutorado como la expresión de una relación de sucesión y legitimación recíproca. Sin embargo, poco después Joaquín Peón Íñiguez, ex co-editor de Revista Replicante, dio a conocer su escrito “Heriberto Yépez: El nuevo mexicano”, en el cual realizaba una crítica al tijuanense igual a la que había aplicado el tijuanense a las vacas sagradas de la literatura mexicana, tal y como él lo había hecho previamente (es decir, partiendo de su presunta responsabilidad moral como escritor hacia la sociedad), pero también, criticando las fallas elementales de su libro La increíble hazaña de ser mexicano así como la coherencia entre su actuar y su discurso. El afán crítico presuntamente imparcial de Yépez se vio trastocado a partir del escrito y protagonizó una memorable discusión virtual ante los ojos de numerosos lectores de Replicante contra Peón Íñiguez, y contra el editor, Rogelio Villar7


eal, lo que lo llevó al punto de asegurar que había un movimiento en su contra orquestado desde el interior de la revista, a la cual también acusó de derechista y conservadora. Tomando en retrospectiva la “Carta a un viejo escritor” de Heriberto Yépez, un documento esencial en la comprensión del proceso histórico referente a la literatura (por el cual también se interesó Roberto Bolaño en Los detectives salvajes), resulta fascinante cómo las nociones que dan sentido a la idea de ruptura de la literatura mexicana están definidas de manera tan frágil y voluble por el ejercicio mismo de la crítica, sobre todo si consideramos que la crítica de un tiempo está fuertemente influenciada por su visión estética y parte también de una postura ética. El parricidio en la literatura mexicana sería, hoy por hoy, la expresión de los cambios provocados por los procesos históricos y sus efectos en las brechas generacionales, el concepto nos remite al mito edípico, pero un parricidio no necesariamente significa la aniquilación del origen en el sentido mitológico de la palabra, sino que más bien se refiere a una ruptura metafórica, una reinvención que responde a nuevas necesidades creativas, como cuando los hijos crecen y es necesario una casa más grande o de lo contrario podrían escapar, por lo que el padre debe elegir si les cede el poder por la paz o por la fuerza.

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Hotel Soledad

Por Manuel Ortiz

Ven a dormir conmigo: no haremos el amor... él nos hará Julio Cortázar 1. Regresión Nocturna No te das cuenta, pero las tardes siempre regresan a acurrucarse en el viejo sillón rojo cuando la urbe -incandescente- engendra afilados vigías mientras tú miras desde la ventana, paciente en insomnio, sopesando la liviandad funesta que secuestra tu mirada. Entran sigilosas, se disuelven al chocar sofocadas con el muro de la quietud, esa coraza que fabricas cuando afirmas lo humano, cuando recargas tu nuca sobre el respaldo y tu lengua marca el rumbo que seguiría el placer de lo clandestino. Todo ha ocurrido El rastro taciturno de tu ausencia en la alfombra, la espera siniestra del que observa la penumbra, el regreso inasible de lo nunca antes conocido, y la ausencia divina de algo inexplicable que ha entrado por la ventana Inmutable ignoras los objetos, esquivas el ambiente te deslizas con satisfacción asumiendo la inmundicia repasando sobre la destrucción conocida una y otra vez. 12


2. Alicante Impasible Aquello que escurre desde el vértice mismo de mi indiferencia es el hartazgo de haber lamido tu cuerpo con la sensación y la certeza de nunca estuviste ahí. Las orillas se derriten, se eclipsan al interior, presencian lo otro como una mutilación y se cierra así el círculo del simulacro eterno acogiendo la cercanía como un pretexto. Eso que emerge a partir del vuelco voraz llamado orgullo es una manera de palpar con labios vacíos el goce inmune de lo enteramente insatisfecho. Se retuercen los cultos, restringen su tutela el parricidio se desliza absorbiendo un éter falso y se reintegra la gris vulnerabilidad del silencio, desconfiamos cada vez más de los orígenes. Mientras, el alicante impasible… aquél humilde serpenteo que delinea tus muslos no se inmuta, sólo sirve al placer sin mirar atrás, desgarra lo humano a través de lo ingenuo, es la perplejidad sexual.

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La Novia Púrpura El primer día ahí estaba, trasnochando su feminidad desde la cocina como si no hubiéramos sido sus verdugos favoritos intentando adelantar la humillación sin antes haber huido sabíamos acerca de su ausencia, del por qué moría temprano -justo cuando apenas todos recapitulábamos el turbio porvenirpercibíamos cómo la devoraba el silencio en cada esquina, presa ingenua de sí misma y de su reflejo paternal heroico antes era el mar inflamado, la inmensidad indefensa, la novia el último día jaló la puerta abierta y no pudo ver nada sino el destino la regresión absurda al origen de sus dudas primarias un estanque de agua tibia donde se orinaba sin querer fue la víctima inicial de un gran pasado indestructible de un torrente que a la larga le mojó el vestido y la convirtió impávida, involuntaria, cautelosa, carismática… en verdugo, en vigía de lo infrahumano, en cautela hecha escrutinio ahora es el yugo del origen, el aguijón eufórico, la madre Por Manuel Ortiz

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Afán Soy tu estulticia tus caderas al vacío, al fondo del pasillo desfallece tu incertidumbre. Eres mi albedrío, mis ocasos en una lancha, la escalera desolada donde un rumor subterráneo nos desnuda mentalmente hasta la angustia. Por Manuel Ortiz

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Sueño Sueñas que vives, que amas, que esa mirada triste se desnuda ante ti que la colmas de besos, y por ende, de muerte; que cedes ante el verso irrealizable, la efigie que adormece tus párpados repasando puntal, una y otra vez, en el origen de la destrucción

abres los ojos en la penumbra, te hallas en el vaivén de un miedo apacible cargado de una energía silenciosa provocada por un vértigo inexplicable piensas ya no en el todo ni en la nada, sino sólo en la forma: en el aliento en las yemas encendidas de tus dedos haciendo fuego en el borde de los lab

mueves tu mano en el vacío para poder alcanzar el vaso de agua y crees rec el roce de algún cuerpo oculto, de un fruto extraño engendrado en el silenci piensas que la noche es un escape, una prueba de que todos quieren desvane de que nadie tiene el tiempo suficiente para saberse real frente al espejo

afuera, el eco de alguna maquina ruidosa que ha estado operando toda la ma las grietas de luz se filtran por la ventana y se disuelven en aquel abismo sin piensas en aquellos ojos petrificados en indiferencia, desesperados por extin sabes entonces que no hay tiempo –realmente nunca lo hubo– para dormir Manuel Ortiz

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bios

conocer io ecerse

adrugada n forma, nguirse

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EUTANASIA

Sharazada Escobar Gomez

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Adictivo sería la palabra correcta para describirte, la más simple y más completa, para no hablar de todo aquello que suena cursi y enamorado. Hoy mis ánimos no están para decir que eres “el amor de mi vida”, pero tampoco puedo negar que cada beso, que cada aliento, que cada nube de aroma que brota de ti, es adictivo, es querer más, quererte más, querer estar más contigo, devorarte, comerte, amarte, soñarte, besarte, es imposible dejar de pensarte, eres como una droga que te inspira, te transporta, te vuela y te regresa más intensa, más yo, más mujer. La circunstancias me hicieron decidir que hoy era momento de desintoxicarme, ahí fue cuando caí en la cuenta de que no eres un tóxico, una droga que te consume y te mata poco a poco, que crees que viajas y alucinas pero solo es eso: una alucinación una ilusión, tú no eres así, es real la gloria a la que me llevas, puedo tocar y ver de cerca las estrellas, es real que mi piel se eriza con una sonrisa, que me siento viva, que respiro de tu ritmo. Es la dependencia más independiente que he vivido, pero no deja de ser lo primero, no deja de ser mi costumbre y mi patrón, las secuelas de una vida mal vivida hasta que llegaste tú. Y aunque seas o no mi droga el proceso de separación será duro, vomitaré, lloraré, sufriré y sudaré todo lo que me has dado, hasta intentar quedar vacía, pero no sé si lo lograré, me siento tan llena de ti que creo que es imposible sacarte de mis venas, de mis pensamientos, de cada instante, de cada recuerdo, de cada movimiento…parece un suicidio. Pero no lo es, no se puede matar lo que no está vivo, lo que solo se mantiene porque está conectado a un respirador, a un aparato, cuando estás en coma, muerte cerebral, o desprendimiento del alma, de los sueños, de los anhelos. Así me siento yo, conectada a ti viviendo no por ti, ni para ti, pero tan débil como para saber que si me suelto, si te dejo, si me alejo, dejaré de respirar ese hilo de vida que tú me das. Pocas cosas ya temo, una es no morir, seguir deambulando por ahí, como un espectro sin sonrisa, o peor aún, engancharme tanto a ti


que me convierta en un carga dependiente de tu ser, solo para vivir. Si ya sé que vivo porque estás aquí, pero aún estoy consciente de ello, no quiero que llegue el momento en que piense que este amor podrá cambiar todo, que todo lo puede, no quiero regresar a vivir en un cuento de hadas, no quiero prolongar esta muerte, que no lo es, que solo es dejar de sufrir, para sufrir más, para tocar fondo. Sé que me amas tanto que si te pidiera que jalaras de los cables, que oprimieras el botón, lo harías, porque no eres egoísta, sé que con solo pedirlo todo se desvanecería y de solo pensarlo siento en el pecho un gran peso que me oprime, que me impide respirar y desisto de la idea, vuelvo a respirar pero jadeante, como la idea que ronda. Que no te sorprenda que un día, un día de furia, un día de lluvia, me levante y me desconecte…

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PENDEJADAS

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- ¿Ya podemos empezar? – dijo Heriberto luego de echar un vistazo a su celular con impaciencia. A pesar de que llevaban platicando un rato, nadie había tocado el tema aún. Después de un breve momento en silencio, Arturo se limpió el resto de cerveza de los labios con el dorso de la mano y lo observó rápidamente con un rastro de antipatía, luego desvió la mirada al cenicero, dejó salir lentamente el humo de su boca, le quitó el exceso de ceniza a su cigarro para después dejarlo ahí, y recuperando el aliento, dijo calmadamente con la mirada clavada en la etiqueta amarilla del envase de cerveza al tiempo que lo giraba entre ambas manos: Victoria. -Yo no estuve ahí, pero sé cómo pasaron las cosas por boca de Claudia, mi ex, ella iba en el mismo salón en el que iban algunos de esos weyes en la prepa, y como en esa época también estaba metida en eso, a veces se juntaba con ellos. Me contó lo que hacían en sus pedas… pero nada más. -¿Y qué hacían?- Dijo Sonia antes de darle otro trago a su Tecate light en lata. Sus ojos, atentos, reflejaban curiosidad pero también una especie de resistencia: un apremiante escepticismo encriptado, sin embargo, por una coraza de miedo. -Pues… pendejadas. - Ja… ¿Como cuáles?- Lo presionó Heriberto. -Pues… hacían rituales que según ellos eran satánicos… se cortaban para hacerse marcas en algunas partes del cuerpo, sacrificaban animales, se ponían pedos, hacían orgías, bebían sangre de gato… pendejadas. -¿Tú fuiste alguna vez?– preguntó Sonia. Arturo no la miró, sólo se limitó a mover la cabeza negando la pregunta con una actitud reservada que aparentaba la seriedad propia de un adulto “consumado”, acentuada por su espesa barba de los treintas y sus lentes negros de pasta estilo hipster, esa presunta ‘madurez’ rozaba con un sentir doloroso del paso del tiempo en su semblante, y le proporciona la confianza necesaria, a decir por sus movimientos, para saberse y mostrarse como “el más experi-


mentado” en ese lugar. Heriberto miraba el cenicero colocado al centro de la mesa como si buscara ahí las palabras para continuar la conversación, el ambiente se había vuelto raro desde que hizo la primera pregunta, que fue ignorada por Arturo, quien parecía dar vueltas a la charla para evitar llegar al tema aún cuando ya sabía en torno a qué giraría la plática. -¿Y tú la conociste?– Sonia, incisiva y práctica, era la única que se arriesgaba a preguntar cuestionamientos más directos. -No. Bueno… sólo de vista. Cuando la encontraron yo acababa de salir de la prepa, sí me enteré y Claudia me platicaba cosas, pero no, nunca la conocí en persona. Sólo me di cuenta de que eran ellos cuando todo salió en los periódicos, como todo el mundo. El reloj marcaba poco después de las diez de la noche, Sonia se paró en dirección al sillón, sacó el celular de su bolsa luego de que timbrara varias veces y demoró algunos segundos en una breve conversación. Durante ese momento Arturo se dirigió a la cocina y volvió con otra ronda de cervezas, mientras las destapaba, Heriberto buscó sus ojos, pero tal y como si tratara de evitarlo, él jamás despegó su mirada de las botellas al abrirlas y una vez que terminó, se quedó mirando su cigarro. -Es Rodrigo… dice que se le atravesó un problema familiar y que no podrá venir. Sonia supo aparentar muy bien la decepción en sus palabras, acomodándose nuevamente en su silla. No era la primera vez que Rodrigo le cancelaba alguna cita de último momento… o como en esta ocasión, una hora después. Cuando eran novios la dejó esperando en varias ocasiones y a pesar de que siempre aparecía al final, con algún regalo y una mueca de remordimiento, el resentimiento no se iba por completo sino hasta después del sexo, y a veces ni siquiera así. Tratando de evadir sus pensamientos, Sonia dio un nuevo trago a su cerveza y retomó la entrevista: 21


-¿Y qué le hicieron? – Continuó. -Pues según lo que sé, todo estaba planeado desde antes: su amiga quería demostrarle quién tenía más poder en el grupo luego de algunos desencuentros entre las dos y le organizaron una fiesta para festejar que cumplía 14, fue un ritual como los que siempre hacían, pero al final, luego de ponerse pedos, la asfixiaron por el cuello usando una cadena mientras cogían y la golpearon hasta que dejó de respirar. Cuando se dieron cuenta de que había muerto entraron en pánico y decidieron cortarle los brazos, las piernas y la cabeza para tirarlos por separado en diferentes contenedores de la ciudad, y evitar que alguien la reconociera. Así fue como paso todo, o al menos, esa fue su explicación… -Qué pendejos… – comentó Heriberto interrumpiéndolo. Arturo no hizo caso al comentario, tampoco Sonia; sin decir palabra, parecían asumir que se trataba de una irracionalidad, de un acto propiciado por la superstición y la decadencia de un grupo de adolescentes que no rebasaban ni los 20 años, pero que ya se habían introducido en el inframundo fanatista de los dogmas sectarios… un mundo oscuro de abrigos negros, ambientado por el eco de una música gótica mezclada con sonidos indescifrables, cigarros a medio fumar tirados en el piso junto a algunas botellas rotas crujiendo al ser aplastadas por las botas negras de un séquito de jóvenes nocturnos, liderados por alguna figura de humo que los guía siempre hacia ningún lado y que se disuelve entre el anonimato. Sin embargo, luego de leer varias notas impresas y pseudoreportajes en internet acerca de “Los darketos” (también conocidos como “Los descuartizadores” por los medios locales), Sonia nunca pudo terminar de creer que el baño de sangre y el desmembramiento de Erika fuera una situación eventual, ocurrida en el momento y no premeditada; nuevamente cruzó sus piernas para mostrar sus muslos a través de su pantalón de vestir, como le gustaba hacerlo en medio de cualquier entrevista (aún cuando se tratara de una entrevista informal y relativamente improvisada como ésta). Heriberto 22


la miró con atención, pensó que de haber estado desprovista de ese atractivo sexual, la pretensión como reportera que tanto la identificaba hubiera resultado, sin duda, hueca, chocante. -¿Y tú qué crees? -Que son pendejadas. -¿Y ya?… ¿Sólo eso?... -¿Pues qué quieres que te diga? -No sé, algo más significativo… eres abogado ¿no? La mirada antipática de Arturo regresó nuevamente a sus ojos, ésta vez enfocado en Sonia, luego prosiguió con una actitud similar a como si estuviera recitando el pasaje de alguna ley que nadie recuerda con exactitud en alguna mesa de trabajo con sus colegas: -Pues en el momento todo mundo se dio golpes de pecho pero a mí siempre me pareció una mamada… ¿tú crees que en realidad sabían lo que hacían? ¿Que realmente estaban inmersos en una doctrina seria? Eso fue una moda, un refugio ideológico para adolescentes sin identidad, como pasó con los emos. No pensaron en las consecuencias y se les salió de control la situación, tanto es así que dejaron el torso y las partes restantes todo en la misma zona… si la intención hubiera sido ir más allá, el crimen hubiera estado mejor planeado, los motivos hubieran sido más trascendentales. Aquí más bien los queretanos se fueron por el hecho que se hacían llamar “darketos”, pero en realidad no eran más que unos chavitos influenciables… Sonia lo miraba fijamente. Ya lo había visto antes en presentaciones de libros y exposiciones pero nunca lo había tratado en persona, sin duda sus gesticulaciones eran severas y estaba seguro de lo que decía, después de dos cervezas empezó a considerar seriamente sus labios como deseables, por momentos se perdía en su frente. Arturo parecía no creer en nada o en nadie, a pesar de que en alguna parte de su rostro se escondía un pasado de gabardinas, botas y maquillaje negro que difícilmente alguien notaría a simple vista, hoy era una persona completamente distinta: al fin 23


la docencia, la investigación, la vida académica como pauta infalible, lo habían convertido en un “estadista” de la sociedad sin más frontera que el determinismo de una visión anacrónica propia de un burócrata. -…para mí estuvo bien que cayeran en la cárcel, todos los actos tienen consecuencias, y en éste caso en particular… ¿cómo te diré? les salió el tiro por la culata; porque estamos en que esto no podía quedar impune ya que fue un hecho que sacudió a la ciudad entera como nada lo ha hecho. La inocencia tiene límites… yo vi muchos weyes así, depositar su responsabilidad en credos para justificar su propio pendejismo; los vi pasar por la universidad, esforzarse el mínimo para tener el título, y salirse siempre con la suya con un choro, o con un paro. Sonia no pudo evitar explorar en su mente la posibilidad de coger con él cuando escuchó la rispidez de éstas últimas palabras, pero como iba acompañada de Heriberto supo que todo quedaría al final en una masturbación frenética en su cama, se descubrió sumamente necesitada de un hombre y se sintió avergonzada consigo misma. Respiró, se miró las palmas y se dio cuenta de que no estaban tan húmedas, se decidió entonces a hacer la pregunta más importante, la que según lo que le había platicado Rodrigo, sería el cuestionamiento que cambiaría radicalmente el rostro de Arturo… para bien o para mal. Lo dijo sin pena, sin tapujos, pero con el suave sigilo de lo inevitable: -¿Y tú sabes algo del “maestro Bruno”? Arturo se enfrascó en una sombra de consternación bien simulada, lo habían emboscado. Sonia entonces sintió una gran excitación al confirmar las sospechas de una reacción premeditada, movió su trasero dentro de la silla como buscando algo: un hombre que le detuviera siempre el micrófono o la pluma, mientras vomitaba lo inimaginable frente a las planas o a las pantallas de la hipnosis, pero no encontró sino la figura mesurada y austera de un Arturo 24


acabado, desprovisto de cualquier contratiempo. Ella también era un adulto prematuro, uno muy insatisfecho, reportera desde los 21, todos a su alrededor asumían que su mayor habilidad era recrear historias únicamente a partir de los indicios, pero con éste encargo en particular, había llegado al límite mismo de sus fantasías pretenciosas como presunta líder de opinión. El escrito (que había iniciado como una nota, se había convertido después en un reportaje y actualmente era una crónica) tenía como principal objetivo, según la redacción, conmemorar los 15 años del crimen, pero a medida que se acercaba el cierre de edición tenía cada vez menos forma; y es que Sonia no podía ir más allá de la simple información, de los datos básicos que no decían nada sino sólo lo evidente, los cuales se repetía a sí misma frente a la pantalla de la computadora una y otra vez hasta que perdían todo sentido: “su cumpleaños era el martes pero decidieron celebrarlo el viernes”, “el cuerpo fue cercenado con una segueta”, “la Procuraduría General de Justicia no había identificado el cuerpo ni tenía ningún sospechoso, pero en la calles ya se sabía el nombre de la asesinada y de los homicidas”, o “luego del crimen los grupos de darketos sufrieron un intenso hostigamiento por parte de la autoridades policiacas”. Por su lado, Arturo supo finalmente con esa última pregunta a qué se debía todo, trató de impostar la voz con ese tono agrio, pero sutil, que había delineado la seriedad de sus palabras hasta entonces, y dijo: -Pues según lo que recuerdo fue el único que no fue condenado a ninguna sentencia por falta de pruebas… no sé mucho de él, lo último que supe por un amigo que estaba investigando el caso después de la sentencia, es que actualmente se dedica a vestir santos, literalmente; y que tiene un negocio en Lomas de Casablanca. Heriberto sintió entonces una punzada de intuición: Arturo había recitado la información tal y como si la hubiera consultado del mismo blog, del mismo párrafo que Sonia y él la tarde anterior. 25


Realmente no les había dicho nada nuevo, pero la manera en cómo lo dijo, sobre todo la palabra “literalmente”… era como si hubiera hecho una gran síntesis de lo más importante y se las hubiera presentado a manera de resumen. -¿Tú sabes dónde queda su negocio? ¿nos podrías llevar? – prosiguió Sonia. -¿Pues qué me ves cara de preparatoriano influenciable? No lo conozco, no sé donde viva, desde hace años no me meto con esas cosas y no pienso involucrarme con eso nunca más… -Pensé que sólo tu novia era la que andaba en eso… Arturo intentó fulminarla con la mirada pero ella se mantuvo firme. Como siempre, Sonia se había pasado de lista al proseguir con una serie de interrogantes que formaban parte de una espiral que iniciaba y terminaba precisamente en lo que ella quería escuchar. A partir de esa pregunta, Arturo empezó a cerrar las posibilidades que podrían dar nuevos rumbos a la conversación con una actitud de ofendido que supo combinar muy bien con un creciente desinterés por el tema (incluso llegó a bostezar un poco, lo que le pareció despreciable a Heriberto). Después de ese momento, únicamente aportó datos aislados de la política represiva propiciada por el gobernador panista de ese entonces, Francisco Loyola, en la que “durante un buen tiempo, todo aquel que vistiera de negro y rondara por la ciudad después de las 12 de la noche era registrado y cuestionado sin justificación alguna”, había un rastro de resentimiento en su explicación. Después de poco más de dos horas de conversación Arturo se disculpó con la excusa de tener que levantarse temprano al día siguiente, Sonia y Heriberto se miraron con una insatisfacción periodística propia de los ebrios que apenas están agarrando el ritmo y que repentinamente se termina el alcohol o se les acaba la fiesta muy pronto. Él, sin haberse quitado nunca su saco y sus lentes, los despidió con la misma actitud con la que los recibió en el umbral de su departamento: construyendo una barrera hecha de una cortesía acartonada que muy en el fondo se mostraba a la defensiva. Sonia lo observó con recelo mientras caminaban juntos 26


hacia la puerta, se acabó de golpe el último trago de su cerveza y le entregó el envase a Arturo sin mirar a Heriberto, a quien terminó de considerar esa noche como un gran estorbo en sus expediciones de reportera salvaje. -Gracias por todo. Sonia se despidió de él con un beso en la mejilla mientras que Heriberto sólo estrechó su mano sin decir nada. Afuera, el frío de enero era áspero y la madrugada había sumergido las calles del centro de Querétaro en una lentitud sigilosa propia de las ciudades coloniales: “una ciudad tranquila”, no tan grande ni tan pequeña, en la que ningún cuerpo se mueve en la penumbra de la madrugada a no ser que sea motivado por el suave rumor clandestino porque el turismo se acaba temprano. Sonia apagó su cigarro en la pared de la calle y se abotonó bien el abrigo, Heriberto, la miraba desde la sombra del reflector con un rostro pálido y joven, reflejando una cierta fragilidad que despertó en ella un dejo de lástima: -¿Quieres que te lleve? Le preguntó por cortesía. -No, traigo mi bici… buenas noches. Heriberto se dio la vuelta y se fue caminando en dirección hacia avenida Zaragoza, Sonia subió al carro y lo miró alejarse por el retrovisor (realmente no traía su bicicleta). “Qué pendejo”, se dijo a sí misma y giró la llave para encender el motor, condujo por la calzada Ezequiel Montes tratando de superar el mareo de la cerveza frente al volante, luego se dirigió hacia el Templo de la Cruz, con el impulso de terminar de una vez por todas con el drama producido por este encargo periodístico, subió por calle Independencia a toda velocidad y dio la vuelta en la Plaza de los Fundadores para bajar por Emiliano Carranza, redujo la velocidad y se detuvo por un momento en la esquina con Altamirano: el sitio donde los trabajadores de limpia habían encontrado el torso desmembrado, bañado en vino con sangre. La remodelación urbana de hace cinco años había borrado todo 27


rastro de humedad en las paredes, los vecinos aún dejaban ahí sus bolsas de basura, lo que apestaba el lugar a frutas fermentadas y comida podrida. Mientras observaba las bolsas negras fumando otro cigarro, repasó mentalmente lo que le había platicado Rodrigo días antes, quien conocía demasiado bien a Arturo luego de cuatro años de licenciatura… lo escuchó acostada en la cama mientras él se vestía para dejarla en esa habitación de hotel sola, volvió a revivir sus palabras y se dio cuenta de que, como siempre, había desaprovechado la oportunidad de ir más allá de la información y sus tediosas entrevistas para rozar con esas verdades que nadie encuentra y que, sin embargo, todos buscan: -Al menos hubo otros cuatro homicidios relacionados con esos weyes, como siempre lo que salió a la luz sólo fue la superficie… todo aquel que en ese tiempo estuviera metido en esas ondas sabe que el “maestro Bruno” manejaba todo desde arriba y que aún después de lo que pasó siguió reclutando chavitos por un tiempo, por eso nunca pudieron encontrarle nada, porque él jamás se ensució las manos, en la facultad algunos cuentan que lo visitaban priístas de alto rango para que les hiciera trabajos y que por eso estaba bien apadrinado… yo lo vi una vez, cuando fui a una de sus reuniones en la prepa, ahí conocí a Arturo, él no se acuerda de eso pero yo sí, era uno de sus pupilos el muy pendejo, luego se mandaron a la chingada no recuerdo porqué motivo… de lo que sí me acuerdo era de cómo le decían a Erika en sus reuniones, le llamaban “la mascota”, eso era para ellos: una mascota, aún después de muerta. Sonia tiró su cigarro por la ventana y piso el acelerador, atravesó la ciudad desierta por Corregidora Norte y se detuvo a la altura de Álamos, balbuceó para decir alguna queja irreconocible cuando se dio cuenta de que no estaba abierto el Oxxo (donde pensaba comprar otra cerveza), frustrada, se internó lentamente por el camellón principal de la colonia mientras encendía otro cigarro, la mayor parte de los vecinos aún no quitaban los adornos de navidad. Se detuvo en un parque a unas cuadras de su casa, bajó del carro tropezando, caminó como sonámbula hacia la oscuridad, se sostuvo 28


del borde de un barandal negro y comenzó a vomitar. Entre gemidos y regurgitaciones, Sonia alcanzó a verse reflejada en un ventanal ubicado enfrente del barandal del que se sostenía, sólo se miró por una fracción de segundo pero la imagen de sus ojos llorosos y desorbitados quedó grabada en su mente. Se sintió entonces muy pendeja, sumamente infantil… con una honda deuda para con la descuartizada, incapaz de superar la visión sobrecogedora de los hechos y pasmarlos en papel… ¿Qué había pasado? ¿había sido la cerveza… tenía algo? ¿había sido ese antiguo resentimiento hacia Rodrigo que no pudo evitar sentir también por Arturo? ¿la indecisión de seguir trabajando por $50 pesos la nota en el Diario de Querétaro? ¿o sólo el impulso creciente de cogerse a Heriberto y quitarle esa cara de ‘niño bueno’ de una vez por todas?… se imaginó seleccionando la opción “todas las anteriores” pero después cayó en cuenta que el responsable de todo su delirio había sido el hombre de los santos, el “maestro Bruno”, un adulto prematuro, el mentor de una juventud eternamente aburrida. Lo vio en la penumbra, distinguió sus ojos redondos y su mirada oblicua, se acercó, y cuando se relamió la boca para besarlo percibió un fuerte sabor a cerveza quemada en los labios, mezclado con la sal de las lágrimas que le cubrían el rostro.

Por Manuel Ortiz.

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PRINCIPIO SIN FIN Caminas desde hace media hora por la calle de Madero en el Centro Histórico. Es el cuarto cigarro que enciendes; crece la angustia por las ganas que tienes de voltear desde que decidiste dar el primer paso y dejarla atrás, eres el hombre más estúpido, te repites a cada instante, pues pensaste que ella te tomaría de la mano, te abrazaría y quizá hasta te induciría con su cinismo para que nuevamente le hicieras el amor. Ya no puedes más, dejas ir tu orgullo junto con el humo del cigarro, te detienes; una mujer pasa por tu lado derecho empujándote porque te encuentras obstruyendo el paso. Te sientes tan infeliz, porque unas horas antes mientras tus labios humedecían sus pezones, su vientre, y entre tus caricias se olvidaba de él, creíste que era suficiente para que ella lo dejara y comenzara algo serio contigo. Ahora, parado entre la multitud, el cariño que le habías demostrado en el hotel se convierte en un sentimiento de preocupación porque sabes perfectamente que no te será fácil olvidarla. Después de pensarlo, sabes que nada tienes ya, después de todo, tú mismo fuiste el que se empeñó en demostrarle amor a pesar de tu entera certeza de que salía con alguien más. Rápido giras y regresas por la misma calle, deseas que siga en la esquina, te apresuras un poco más, el sudor cae por tu espalda hasta que la camisa de algodón lo absorbe, tu respiración se agita y tu boca comienza a resecarse, no quieres parar. Desde una esquina antes la miras bajo las luces del viejo bar que apenas ilumina su cara. Ella te sonríe y sientes un pequeño resentimiento porque imaginas lo que piensa de ti, no te importa, sigues adelante; “quizá hoy sea el gran día”, piensas. La invitas a cenar, te ofreces a dejarla en la puerta de su casa, pero te rechaza; la tomas de la mano, ella se suelta con indiferencia, te desesperas. “Comprende que él no es todas las personas, y tú sólo eres viento, eres nada”, careces de palabras, por un momento sientes las mismas sensaciones de vacío cuando aquella tarde enterraste a tu primera mujer. Das un paso hacia atrás, te das la media vuelta, caminas lento, ella se queda en el mismo sitio donde se conocieron. 30


Violeta Martín Barrales Universidad Autónoma de la Ciudad de México Séptimo semestre de la Lic. en Creación Literaria

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El รกrbol Arturo Ireta



Demente Abierta Arturo Ireta



Carrusel Violeta MartĂ­n Barrales



Evocando al amor Violeta MartĂ­n Barrales



Paso a la penumbra Violeta MartĂ­n Barrales


Siga volando


Francisco Enríquez Muñoz















DE TIPS María Guadalupe Gutiérrez Arroyo

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Pues de nuevo sean bienvenidos a esta, su tan esperada sección de tips. En esta ocasión seguimos atendiendo las peticiones que nos hacen por medio del facebook y el correo electrónico. Una de ellas es la que trataremos el día de hoy y que esperamos, sea de utilidad para todos nuestros queridos lectores. Pero, antes de eso, quiero hacer aclaraciones importantes sobre lo publicado en la sección pasada. Si recuerdan (y si no lo recuerdan, ahora se los recuerdo) en la ocasión pasada hablamos un poco acerca del dilema de conjugar verbos como “saber” en la primera persona del singular. Entre otras cosas me atreví a resaltar que por ser un “verbo impersonal” ocurrían fenómenos como el de no saber cómo conjugarlo de esta manera. Sin embargo encontré, gracias a la observación de una profesora que es una de nuestras queridas lectoras también, que las gramáticas usan el concepto “verbo impersonal” para referirse, no simplemente a un verbo que por sus características de significado no se puede conjugar o utilizar para referirse a un quehacer o acción de una persona o ser humano, como yo lo estaba tomando en esa ocasión, sino que estos verbos son aquellos que se usan únicamente en infinitivo y en las terceras personas del singular y del plural de todos los tiempos del indicativo, potencial, subjuntivo e imperativo. Cuando significan fenómenos atmosféricos se usan solamente en el infinitivo y en la tercera persona del singular. En otras palabras son verbos que se conjugan, no en todos los tiempos, sino sólo en los tiempos y modos mencionados anteriormente. Así que, como verán, utilicé esta terminología de una manera imprecisa, vaga (y de hecho refiriéndome a algo muy distinto) en la sección anterior, sin embargo, esa es la explicación


concreta de lo que es un verbo impersonal. Espero que les haya quedado clara la manera en la que se utiliza el concepto de “verbo impersonal” tanto en el artículo pasado como en las gramáticas. Ahora sí, pasando a otros asuntos, comenzaré con el tema que nos ocupa ahora. Tiene que ver con una pregunta que nos hizo un amigo del facebook y dice así: “tengo una duda para la sección de tips que escribe Guadalupe ¿cuándo debemos acentuar los cuando, como, por que, donde? Me han dicho que sólo cuando se pregunta pero no estoy muy convencido”. Pues bien, nuestro querido amigo tiene una duda muy razonable, porque es verdad que no da, solamente se acentúan estas palabras cuando se formula una pregunta. Se acentúan también cuando no están usándose dentro de una pregunta concreta pero sí cuando se da o manifiesta énfasis en alguna expresión u oración. Por ese motivo este tipo de acento es llamado acento enfático y también se le llama acento diacrítico porque cumple la función extra de ayudar a diferenciar las funciones de un “que” sin acentuar y un “qué” acentuado. Y por sus características especiales aparece principalmente en oraciones exclamativas y/u oraciones que son como una especie de “pregunta indirecta” o también como “una respuesta a una pregunta”. A continuación veremos ejemplos muy ilustrativos de este acento enfático o diacrítico: 1.- ¡Qué horroroso está el vestido de Valeria! 2.- Quiero saber qué te dijo el mentiroso ese sobre mí. 3.- ¡Cómo que reprobaste todas las materias! 4.- No puedo creer que esa mujer te dijo cómo me robé sus joyas. 5.- ¡Cuándo entenderá la gente que no debe tirar basura! 6.- Le dijeron que cuándo vendría a recoger su coche cuando estábamos aquí. 7.- ¡Por qué quitaste mis cosas de la mesa! 8.- Ella no me avisó por qué se fue de repente.

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9.- ¡Dónde han dejado mi dignidad! 10.- Y es que no sabemos dónde habrá podido ir ese niño. Espero que estos ejemplos les ayuden a comprender mejor a estas palabras y los momentos en los que se acentúan. Recuerden siempre alguno de estos casos y podrá ayudarles. No olviden que seguimos esperando sus dudas, preguntas y comentarios sobre esta sección. Muchas gracias por su atención y hasta pronto. Bibliografía: Océano. Océano Ortografía. España: Editorial Océano.

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La voz encendida de Carolina López Herrejón Alberto Rivera Mena ¿Qué tal amigos? Quiero recomendarles la obra de Carolina López Herrejón, joven moreliana ganadora del Sexto Concurso de Ópera Prima en la categoría de Narrativa apenas el año pasado. Su obra se titula La voz encendida y contiene 13 cuentos donde López Herrejón hace gala de una prosa sencilla y fluida en la cual nos narra escenas y personajes, en su mayoría asediados por la rutina de la monotonía diaria que, Carolina rompe de tajo con algún suceso fantástico o relata la percepción desde un nuevo enfoque que viene a romper con el orden establecido. Los temas de La voz encendida son diversos: la infancia, la cultura popular y pop, los sueños rotos, la carnalidad, la indiferencia en las parejas, el matrimonio, la fantasía (mas no necesariamente irreal), el amor, la ansiedad provocada por la vida urbana, así como la pérdida de un ser querido. Es en la sencillez de la prosa de López Herrejón que fluye su genialidad. Sin necesidad de un vocabulario rebuscado logra en esta obra darle vida a niñas, mujeres insatisfechas y hombres indiferentes, así como transgredir la cotidianeidad y hacer lo que los artistas deben hacer, como dijera el pintor Alfonso Villanueva, crear nuevas visiones de la vida. La voz encendida, una obra que vale la pena leer, y ustedes juzgaran el talento que Carolina, plasma en papel y que sin duda merece una mayor difusión y de quien espero leer más en el futuro y que

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sin duda pone en alto la cultura actual de los michoacanos. Se encuentra disponible en la librería de la Casa de la Cultura de Morelia en 50 pesos o pueden contactar a la autora que también tiene ejemplares en venta, este es su perfil en Facebook: Caroy López Herrejón: https://www.facebook.com/car0y Foto tomada del muro del Centro de Lectura y Formación Lectora - Michoacán https://www.facebook.com/CentroDeLecturaYFormacionLectoraClfl

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