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165 NOCTURNOS

El apocalipsis según

NICK CAVE



DIRECTORIO COLABORAN EN ESTE NÚMERO Aarón Enríquez, Eduardo H.G., Carlos A. Ramírez, Erika Rosette, Rafael Tiburcio García, Alejandro González Castillo, Jacobo Vázquez López, Valeria Álvarez, Deachete.

PRESIDENTE CECILIA VELASCO MARTÍNEZ ceci@marvin.com.mx EDITOR UILI DAMAGE uili@marvin.com.mx

REPRESENTANTES EN EL INTERIOR DE LA REPÚBLICA

DIRECTOR DE CONTENIDOS PABLO PULIDO pablo@marvin.com.mx

TOLUCA EDUARDO URIBE MORALES aliasdg@gmail.com PUEBLA JOSÉ ANTONIO FLORES CABRERA joseantonio@marvin.com.mx

DIRECTOR DE ARTE HÉCTOR MONTES DE OCA hector@marvin.com.mx

PACHUCA ALFREDO GARCÍA r.u.d.o@hotmail.com

DISEÑO GRÁFICO ADRIANA GALLARDO adriana@marvin.com.mx

IMPRENTA IMPRENTA AJUSCO, S.A. DE C.V. José Ma. Agreda y Sánchez 223, Col. Tránsito, Ciudad de México, 06820, México Teléfono +52 (55) 5132-1100

RESPONSABLE DIGITAL ITZEL ROJAS itzel@marvin.com.mx

VENTAS ÓSCAR PADILLA oscar@marvin.com.mx ALIANZAS Y OPERACIÓN MONTSERRAT ASCANIO montserrat@marvin.com.mx EDITOR CÓMIC ÓSCAR G. HERNÁNDEZ oscarghx@marvin.com.mx ESTRATEGIA DIGITAL AURELIO VARGAS aurelio@marvin.com.mx Portada_MVN_165.indd 1

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NICK CAVE :: NOCTURNOS

DIRECCIÓN COMERCIAL Y RP DELHY SEGURA delhy@marvin.com.mx

MVN 165 :: NOCTURNOS

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PROJECT TRACKING ISRAEL ARIAS israel@marvin.com.mx

NOCTURNOS

El apocalipsis según

NICK CAVE

ILUSTRACIÓN DE PORTADA :: DEACHETE

9/21/18 4:31 PM

PRODUCCIÓN FERESHDE MOLUK feresh@marvin.com.mx ADMINISTRACIÓN JESSICA FRAGOSO jessica@marvin.com.mx DISTRIBUCIÓN EDUARDO CORTÁZAR ROSAS MARVIN TV PEDRO VELASCO pedro@lphantfilms.com

CONTACTO

Cozumel #61- PB. Col. Roma Norte CP 06700. México DF. Tel. (55)1998 0808 (55)1998 1818 Contacto: contacto@marvin.com.mx Suscripciones: suscripcion@marvin.com.mx

MARVIN

VENTA EXCLUSIVA PARA MAYORES DE EDAD.

Título de la publicación: Marvin Música • Cine • Arte Editor Responsable Cecilia Velasco Martínez. Edición 165 correspondiente a: OCTUBRE 2018. Prohibida la reproducción parcial o total por cualquier medio físico o electrónico sin el permiso expreso de los editores. Los contenidos de artículos y colaboraciones firmados son responsabilidad exclusiva de sus autores y no reflejan necesariamente la opinión de los editores. Certificado de Licitud de Título y Contenido: 15372. Certificado Reserva de Derechos al uso Exclusivo del Título: 04-2016-011911392500-102. MARVIN es una Marca Registrada.


Contenido

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NOCTURNOS OCTUBRE 2018

NOCTURNOS CAPÍTULO 1 - K. Cigarettes after sex CAPÍTULO 2 - EL SILENCIO ES EL PRELUDIO. The Cure CAPÍTULO 3 - DIJISTE ALGO IMPORTANTE. PJ Harvey CAPÍTULO 4 - NO PIENSO DETENERME. Beak CAPÍTULO 5 - VOY TRAS DE SUS DIENTES. Cat Power CAPÍTULO 6 - SIEMPRE SUPE QUE ERAS MI NÚMERO 2. Lene Lovich CAPÍTULO 7 - LABIOS COMO AZÚCAR. Echo and the Bunnymen CAPÍTULO 8 - CUANDO DECIMOS ADIÓS. Chromatics CAPÍTULO 9 - NADA ES CASUALIDAD. Nick Cave CAPÍTULO 10 - PUEDO SER TU BILLY PULLMAN. David Lynch CAPÍTULO 11 - ¿DÓNDE ESTÁS?. The Smiths



Editorial

S

i hay un mes del año que pueda dedicarse a la noche, no podría ser otro que octubre. En la cultura anglosajona tiene lugar aquí, todo lo relacionado -aunque sea mercadotécnicamentea la obscuridad, los seres de las sombras, las actividades siniestras, arropado todo en el frío clima de otoño. Pero mucho más hay tras la puesta del sol que la experiencia tenebrosa y que acomoda mejor que bajo los rayos de sol. La vida nocturna, plena de aventuras de toda índole y que obedecen más a la liberación personal y quién sabe cuántos otros motivos, que al ocultismo… Te damos la bienvenida a un número experimental de Marvin, dedicado a los Nocturnos y a algunas de las posibilidades que la noche nos pone en frente.

Uili Damage @uili

Uili Damage @uili



Tecnología

EMBER café o té inteligentes

MOTOROLA ONE México es el primer país para conseguirlo El nuevo smartphone con Android One te brinda el software más innovador con tecnología basada en IA de Google, listo para usar; se trata de un dispositivo inteligente, seguro y simple: Reconoce texto, busca recetas, traduce palabras, busca las prendas que más te gustan y más con el potente Google Lens integrado a la cámara. Te ofrece espacio ilimitado para fotos de alta resolución en la nube, realiza llamadas, busca respuestas y te permite disfrutar videos en YouTube utilizando tu voz con Google Assistant. Su procesador octa-core Qualcomm Snapdragon 625 de 2.0 GHz integrado te garantiza que funcionará siempre a máxima velocidad. El motorola one está programado para recibir dos actualizaciones a la última versión del SO AndroidTM, con el respaldo de Google Play Protect y actualizaciones mensuales de seguridad por tres años. Reemplaza las aplicaciones precargadas por lo esencial del SO Android y las moto experiencias. Cuenta con pantalla expansiva Max Vision HD + 19:9, diseñada con estructura de cristal. Te permite grabar videos en 4K, hacer cuadrar más contenido en una misma página para leer tu libro favorito o tomar notas y ejecutar varias tareas a la vez con pantalla dividida y con una sola mano. Tiene doble cámara inteligente de 13 MP, y cámara para selfies de 8 MP: modo retrato, cinemagrafía, y de intervalos (time lapse). En cuanto a la duración de la batería, obtén todo un día de pura potencia con una carga única. Incluye cargador TurboPower, que te brinda hasta 6 horas de pura potencia con apenas 20 minutos de carga.

“El internet de las cosas” es una realidad y ember es una empresa dedicada a la fabricación de tazas inteligentes, la taza hecha de cerámica cuenta con una base que ayuda a regular la temperatura de la bebida, misma que a su vez, se conecta con la aplicación donde podemos configurar la temperatura ideal, además de tener la capacidad de guardar presets dependiendo de lo que estemos tomando.

GO PRO tiene un nuevo upgrade

La Hero Black 6 es la cámara más reciente en la familia de las GoPro, con una calidad de imagen de 12 Megapixeles, video de hasta 4k, pantalla táctil, comandos por voz y resistencia al agua. Esta cámara denota la evolución que la marca ha tenido en muy poco tiempo: el llamado chip GP1 ofrece el doble de rendimiento que su predecesora además de aumentar la calidad en la cámara lenta capturando video en 4K a 60 fps y 1080p a 240.

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En megáfono

Festival Monkey Week SON Estrella Galicia

celebra diez años y avienta la casa por la ventana

Este año #FestivalMarvinCDMX viaja nuevamente hasta España para presentarse dentro de las múltiples actividades del magno evento Monkey Week, llevando un escenario que estará en activo del 21 al 24 de noviembre, presentando actos que han marcado huella tanto en las ediciones anteriores del festival mexicano, como en la escena musical de nuestro país: ¡Carmen Costa, Los Viejos y Quiero Club, en vivo, el 22 de noviembre en Sevilla! Además, la misión local llevará a cabo una presentación especial con las tres bandas, fechada para el 20 de noviembre en la capital española, Madrid, de mano del legendario sello independiente Subterfuge, el cual irá representado por uno de sus talentos más candentes: El Meister -alter ego de Javier Vielba, voz, frontman, compositor de Arizona Baby y Corizonas y uno de los personajes más prolíficos e imprevisibles de la escena madrileña. Pero las actividades de Monkey Week harán arder la cuidad, con un cartel musical implacable, que incluye a: María Arnal y Marcel Bagés, Pony Bravo, Novedades Carminha, Toundra, The Parrots, Perro, Biznaga, The Limboos, Tomasa del Real, Futuro Terror, Salto, Perlita, La Big Rabia, Baywaves, Exnovios, Raúl Cantizano, Terry Vs. Tori, The Magic Mor, Derby Motoreta’s BK, Mounqup, Vera Fauna, uniforms, Dreyma, San Jerónimo, Coppermine, Pet Fennec, El Imperio del Perro, Bittersweet, Casas y la Pistola, Astropálido, Los Mejillones Tigre, Palo Alto y Vita Insomne; puedes escuchar a cada uno de estos actos en el sitio oficial del festival, www.monkeyweek.org Igualmente, en esta décima edición, el Monkey Week SON Estrella Galicia ofrece una serie de jornadas profesionales, con exponentes procedentes en su mayoría de América Latina, delegados que participarán activamente en conferencias, talleres, speed meetings y sesiones de networking estrechando las relaciones entre las industrias musicales de España y Europa con este lado del Atlántico. Eventbrite Monkey Brain, como se titula esta sección, es un encuentro integrador con todo tipo de talleres, mesas redondas, actividades networking, mini showcases y entrevistas públicas donde cualquier profesional o músico acreditado podrá participar como verdadero agente activo, codeándose con promotores, agentes, periodistas, sellos, artistas e invitados internacionales. La agenda se engalana con la participación de Joel Moya (Remezcla, EE.UU.), Carolina Gómez (Circulart / BOmm, Colombia), Manú Charritton (Grupo Pata Negra / Forastero Show & Media / Festival Marvin CDMX, México), Andrés Sampedro (Festival Invazión / Música MAMM, Colombia), Eduardo Calvillo (Ruido Fest, EE.UU.), Antonio Agudelo (Eafit / Comfenalco Antioquía / Festival Altavoz, Colombia), Felipe Grajales (Festival Altavoz, Colombia) y Francisco Medina (Boogaloop, Colombia). Los invitados de lujo presentados por la Agencia Andaluza de Promoción Exterior, EXTENDA, enriquecen la lista con la presencia de Diana Rodríguez (Criteria Entertainment, EE. UU.), Philippe Siegenthaler (Páramo, Colombia), Herminio Gutiérrez (Freelance, México), Cecilia Velasco (Creative Works / Festival Marvin CDMX, México), Martín Rea (Festivales de Buenos Aires, Argentina), Francisco Wechsler (DF Entertainment / Lollapalooza Argentina, Argentina), César Sánchez (La Roma Records, México), Rodrigo Duarte (Festival Centro / La Roma Records, Colombia), Chucky García (Rock Al Parque / Colombia Al Parque, Colombia), y Daniel Cross (Record-Play, Reino Unido / España). Monkey Week SON Estrella Galicia se celebrará en la Alameda de Hércules y alrededores, Sevilla, España.

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MUSIKPLATZ LLEGA A MÉXICO 1,000,000 de beats nunca son suficientes

Musikplatz llegó a la ciudad para convertirse en el suceso de música electrónica más emocionante del año. Los eventos de esta plataforma, creada por Jägermeister del 27 de agosto al 1 de septiembre en la CDMX, hicieron vibrar a los amantes de los beats durante una semana totalmente intensa en la que vivimos talleres, sesiones de grabación, música en vivo y por supuesto, mucha fiesta. Esta locura sónica, que ocurrió por primera vez en México, busca convertirse en el semillero de las nuevas propuestas musicales del país reuniendo a los productores de electrónica más emocionantes de Latinoamérica y poniendo sobre la mesa todas las herramientas necesarias para generar los próximos himnos del dance floor. Claro, las horas de estudio van incluidas. Los asistentes al primer Musikplatz mexicano tuvieron la oportunidad de crear música y recibir asesorías de la mano Ernesto García, Gabo Barranco, Humberto Polar, Lauro Robles y Uriel Esquenazi, entre otros senseis que se encargaron de impartir los workshops del evento durante una semana en la que todo fue posible. Los participantes que obtuvieron su lugar en Musikplatz, a través de un registro previo, crearon una canción desde cero, pasando por la composición, grabación, mezcla y masterización para después estrenar su música en un par de fiestas de locura en el Foro Normandie y Malaquita, que serán recordadas por años y años por venir. Las nuevas canciones fueron grabadas y producidas en tres de los estudios más reconocidos de la ciudad: Panoram, Fonobox y Mendrix. Estos santuarios de la música se convirtieron en verdaderos laboratorios que vieron nacer los nuevos himnos de la noche. Musikplatz también ofreció talleres en la calidez de Departamento y Casa Awolly (dos de nuestros lugares favoritos de la ciudad); aquí se habló de producción y de todo lo necesario para profesionalizar un proyecto musical, posicionarlo dentro de la industria y recorrer el mundo gracias al poder de la música. Nosotros ya estamos contando los días para vivir toda la adrenalina de Musikplatz 2019.

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BUD LIGHT HELLOW FESTIVAL 2018 Say Hellow,wave goodbye TXT:: Pablo Pulido FOT:: Orquídea Vázquez

Y él arrancó a toda velocidad, dejando atrás todos los recuerdos de un día tan caluroso. Le subió el volumen a una canción que le recordaba a ese amor pasajero que había conocido apenas hace unas horas. Su nombre era Daniel. De entre todos los miles de Daniel que se reunieron en el Parque Fundidora, tenía que conocerlo a él. De cabello castaño, la sonrisa de televisión y la camisa medio abotonada, ese Daniel era todo lo que había deseado para una tarde, tan calurosa como la de ese día, en el Hellow Fest. Este año fue tan diferente. Se había peleado con todos sus amigos, no había razón para nada; así que se dispuso a vivir el festival hasta todas sus posibilidades. Escuchó a Álvaro Díaz, con un featuring sorpresa de Jesse Baez; después se dejó envolver por un chicle pop sabor a Grouplove, para luego bailar candente con Kali Uchis, la estrella del indie pop que está conquistando a todos, excepto a él. Entre más pasaban las horas, más era inevitable pensar en la vida. Así que bebió una cerveza más hasta que los beats de French Montana y Tyler the Creator sonarán más fuertes que sus pensamientos. Y abriéndose paso para encontrar el mejor lugar para disfrutar de Maroon 5, ahí es cuando chocó con Daniel, vaciándole la mitad de la cerveza encima de esa camisa a medio abrochar que dejaba ver un tatuaje de pinguïno. Qué estupido tatuaje, pensó él mientras se detenía a observar el resto de su rostró del cual quedó fascinado. Juntos cantaron durante más de una hora las canciones más cursis, y sin escatimar sus labios se juntaron para recrear las escenas que Adam Levine cantaba, hasta que Daniel separó su aliento repentinamente y sólo le quedó verlo retirarse sin un adiós. Sólo por esta noche..

Kali Uchis

French Montana

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Tyler the Creator Maroon 5

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Álvaro Díaz


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LIFE IS BEAUTIFUL LAS VEGAS2018 El festivalque no deja de impresionar

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Una verdadera locura es el cartel del festival Life is Beautiful 2018, celebrado por quinta ocasión en el Downtown Las Vegas. En esta magna celebración, además del abrumador cartel de tres días de conciertos increíbles que puedes ver en la imagen, se suma el stand-up comedy con Hannibal Buress, Michelle Wolf, Natasha Leggero, Trixie Mattel, Jimmy O. Yang, Rory Scovel, Nicole Byer, The New Negroes con Baron Vaughn y Open Mike Eagle, The Goddamn Comedy Jam con Josh Adam Meyers, Boast Rattle con Kyle Ayers, Jaboukie Young-White, Anna Drezen, Patti Harrison, Brandon Wardell, Langston Kerman y Choir! Choir! Choir!, todo, talento de primera qué perseguir. En el programa culinario, se enlista la Cocktail School con una selección de los mejores mixólogos del momento, presentados por Bryant Jane y Lyle Cervenka de Starboard Tack, y Gene Samuel, de The Fabulous Swiggavino Bros. The Cookout, un evento de cocina al fuego, al aire libre, presentada por el Chef Justin Kingsley Hall de The Kitchen at Atomic, y muchas más actividades. En el terreno del arte urbano, los invitados de esta edición son: André Saravia (Francia), Lakwena (Reino Unido), Egle Zvirblyte (Lituania), Sebas Velasco (España), Saddo (Rumania), Bordalo II (Portugal), y de E.E.U.U., Retna, Aware, Stereobot, Christopher Schardt, Fire Skee Ball -con Tomas Toulec y Dirk Schmidhofer-, Xander Phoenix, Bart Kresa con Josh Harker, Tyler Fuqua, Playmodes y Jon Leonardo. Este gran evento es sólo la celebración anual que festeja el renacimiento de la zona antigua de la ciudad, el Downtown Las Vegas, el cual ya rebosa de una serie de experiencias renovadas todo el año incluyendo restaurantes, boutiques dedicadas, moda, espectáculos, deportes, spas, turismo de aventura, actividades de esparcimiento bajo techo y al aire libre, paseos en helicóptero, museos temáticos, arte, horticultura, arquitectura, cine y más, albergando y cultivando a la “gente real” de Las Vegas que habita y trabaja en la zona más nueva, y además desarrollada bajo una nueva oferta ambientalista y socialmente diversa e incluyente, que aflora la historia de la ciudad con un refinado gusto vintage. Decididamente, Life is Beautiful es el pretexto que te faltaba para visitar la ciudad cada año, si acaso te parecía que no era un destino ideal para ti. Descubre más de lo que sucedió entre el 21 y el 23 de septiembre 2018 en www.lifeisbeautiful.co

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¡VUELVE DOCSMX CON SU DÉCIMO TERCERA EDICIÓN, COMPLETAMENTE RECARGADA! FOT:: Cortesía DocsMX

Muchas cosas han pasado desde la última edición, misma en la cual el equipo de DocsMX estrechó filas para salir adelante, enfocando sus energías en ayudar a los damnificados por el sismo. Tras enfrentar su deber y responsabilidad como festival para aportar su granito de arena y revitalizar las calles, perder el miedo y recuperar la ciudad, DocsMX vuelve y celebra una nueva edición colmada de novedades, empezando por su estupenda programación: Grandes películas que aspiran a los galardones que se otorgan en cada sección, seleccionadas de entre más de mil doscientos trabajos inscritos, de 150 países. DocsMX es un festival dedicado a la no ficción, por lo cual no presta tanta atención a las modas de la industria, como sí a lo que pasa en el mundo, lo actual, lo que ocurre día a día. Se trata de un ente vivo, dinámico y constantemente cambiante. Asimismo, mientras las selecciones se muestran en las salas, muchas otras películas se estarán cocinando en el DocsLab, más de treinta nuevos proyectos que siguen en proceso de realización. Por otra parte, en el Reto DocsMX se producirán cinco nuevos cortometrajes en menos de cien horas; en el DocsForum los participantes podrán acercarse aún más al proceso creativo de los documentalistas que vienen a presentar su trabajo, desde rincones del planeta muy diversos. Y en esta edición número trece, DocsMX rinde un homenaje más que merecido a Dominique Jonard, realizador y artista plástico multigalardonado, de origen francés, pionero de los cortometrajes de animación con niñas y niños indígenas en México. En esta edición se celebra el primer encuentro de colectivos de comunicadores infantiles, una nueva iniciativa para que los llamados «nativos digitales» tengan acceso a más y mejores relatos, historias y narrativas. A continuación, una lista de las cintas que no debes perderte, celebrando junto con DocsMX: 1. Vatreni de Edson Ramírez Martell (Croacia, México | 2018) 2. Carta desde Masanjia de Leon Lee (China, Indonesia, Estados Unidos | 2018) 3. El ladrido lejano de los perros de Simon Lereng Wilmont (Dinamarca, Finlandia, Suecia | 2017) 4. Libertad para el lobo de Rupert Russell (Alemania | 2017) 5. El café del desierto de Mikael Lypinski -¡Co-presentada por Marvin!- (Polonia | 2017) 6. El Mossad. Espías imperfectos de Duki Dror (Alemania, Israel | 2018) 7. Los limpiadores de Hans Block y Moritz Riesewieck (Brasil, Alemania | 2018) 8. En sus hombros de Alexandria Bombach (Estados Unidos | 2018) En esta edición de DocsMX participan proyectando la cartelera: Casa Elena Poniatowska, Cine Lido, Cine Tonalá, Cineteca Nacional, Ciudad Universitaria, Futura CDMX, GoetheInstitut Mexiko, Huerto Roma Verde, La Casa del Cine Mx, Parque México, Pulquería Los Insurgentes, Teatro de la Ciudad Esperanza Iris y la Universidad del Claustro de Sor Juana. ¡Ingresa a http://docsmx.org/ para ver detalladamente todo el programa, convocatorias y más información!

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Of Fathers and Sons

In the Starlight

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ILUSTRACIONES:: Valeria Ă lvarez | @vals421


En portada

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“K”

Cigarettes after Sex E

dgar es un odontólogo cuya vida podría pasar desapercibida ante el ojo extrovertido. Su cariño está marchito pero la vida sigue. Pasa cinco días y medio en su consultorio extremando sus habilidades para arreglar los imperfectos molares, premolares, caninos e incisivos, con el fin de conseguirle a sus clientes una sonrisa de comercial. Podríamos perdernos entre la suave técnica de la que se presumen sus manos, una decena de dedos han percibido el aliento de cientos de almas que como hoy, vienen a recubrir los vestigios del tiempo. Todos los días te levantas a las 7 de la mañana. No hay necesidad de madrugar porque la gente no llega a tocar tu puerta hasta las 9 de la mañana. Nunca te ha gustado levantarte tan temprano, lo hiciste durante más de 20 años y hoy eres un adulto que quiere disfrutar de las bondades de la responsabilidad voluntaria. 5 minutos. Repasas un poco los planes para este jueves, que poco se diferencia del día de ayer y dudas que mañana pase algo emocionante. 4 minutos. Flexionas las piernas hasta esperar el chasquido de las rodillas que te recuerdan que hoy eres un poco más viejo y que aún esperas pagar por lo que has hecho. 3 minutos. Sentencias el momento que te colocó aquí, pero en la vida tienes que hacer lo que tienes que hacer. 2 minutos. ¿Cuál sería la diferencia entre estar y no estar? ¿Acaso contemplar es lo único que esperas hacer en esta vida? 1 minuto. La cama comienza a sentirse incómoda. En la vida tienes que hacer lo que tienes que hacer. No puedes quejarte de la rutina si no tienes planeado cambiar tu vida. Las sandalias que llevas puestas lucen tan relucientes como hace cinco años cuando ella te las obsequió, apenas han salido de tu cuarto cuando tienes que abrir la puerta cada que el mensajero te entrega tus estados de cuenta. No hay mucho drama: pagos en tiempo y en forma, una felicitación por los buenos intereses que generas con tu cuenta de ahorro –tan bien cuidada, tan bien solucionada– y la aburrida gaceta de exalumnos de tu universidad (¿en qué momento decidiste que era buena idea suscribirte a ella?).

50 minutos le toman a Edgar preparar su diurno ritual que consiste en afeitarse la pelirroja barba que desentona con su cabello apenas surge de sus poros. No es fácil acostumbrarse a la incómoda mirada de los curiosos, por lo que prefiere deshacerse de esa ambivalencia de pigmento. A veces logra rasurarse dos veces al día, pero el fuerte enrojecimiento de su piel despierta aún más el interés de los juzgones, “¿se trata de un maniático?” pensará la gente, pero eso a él poco le importa. Continúa sumergido en la danza habitual de sus manías. Lavarse los dientes, evidentemente, es un acto tan específico que el movimiento de sus manos podría inspirar poemas o sonetos. El resto es responsivo. Dos tonalidades, no tan brillantes pero tampoco lúgubres. Un traje que se adopte a los diferentes climas de esta ciudad, de la que a veces se queja por su carácter impredecible. El verdadero color es el que entra por sus oídos. Y a pesar de seguir escuchando los mismos discos desde hace ya una década, por momentos se arriesga y reproduce la lista de recomendaciones que ofrece la app; y es que se ha encontrado ahí joyas que hubiera deseado escuchar antes, canciones que pudieron bien musicalizar esas cenas y bailes que hoy tanto extraña y que por raro que parezca, se resienten como si hubieran sucedido el miércoles anterior, cuando nada emocionante ocurrió más que la nostalgia que le ahonda por instantes. Pasas de largo la cocina, porque nunca has sido de los que cocinan. Apenas un frasco de mayonesa y algo de pan seco resguardan en tu alacena. Salir a comer es de tus momentos favoritos para entrar en contacto con el mundo, los cuchicheos son el puente para descubrir que a la gente aún le interesa otra gente, así que sólo pasas por un café y un breve bocado camino al trabajo. Cuando finalmente llegas, apenas 20 minutos antes de que el reloj marque las 9, decides quedarte un momento en el estacionamiento y cierras los ojos. Entonces suena esa guitarra que te hace apretar la piel sintética del asiento, como si ese acto te acercara a aquella otra piel que te gustaba rozar para asegurarte que alguien te esperaba de regreso a casa. Maldito el momento cuando decidieron arruinarlo todo. Maldito el momento cuando esa canción se tituló con la letra que empieza su nombre. “K”. Ka-ssan-dra. ¿Quién diablos se llama así?, piensas aún sentado frente al volante. Seguro alguien que no quiere que olvides su nombre. Cigarettes After Sex, ¿quién le pone ese nombre a su banda? O peor aún, ¿a quién se le ocurre fumar después del sexo? ¿quién querría contaminar de nicotina el dulce ambiente que se respira en una habitación en la que acaba de ocurrir tan tierna batalla? Sales y subes las estúpidas escaleras. 4 pisos te separan del viejo consultorio.

TXT:: Pablo Pulido

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A

penas Edgar cruza la puerta y Tania le recibe con una sonrisa amable, él se pregunta si debería saludar a su asistente una vez más con un beso en la mejilla, como lo hizo ayer y antier y el día antes de antier. No le ve la necesidad y se reduce a desearle un buen día. Cruza una nueva puerta y “K” sigue sonando en su mente –¿o es en su pecho? – pero no quiere analizar tanto el tema así que solo se prepara para recibir a su primera paciente, una mujer de 49 años cuyo incisivo superior derecho presenta una fractura a causa de abrir un frasco de mermelada. ¿Pero qué estúpida tiene que ser para utilizar sus dientes para una tarea pensada para sus manos?, se pregunta Edgar mientras prepara todo el utensilio que le devolverá la sonrisa a esa mujer que responde a un nombre cualquiera menos al de Ka-ssan-dra. —Ay, doctor, verá usted, que cuando llega uno a cierta edad, las cosas parecen ser más complejas de lo que antes eran. Solo uno de mis hijos vive conmigo, él tiene 22 y no encuentra razón para la vida. Ha hecho ya 3 veces el examen de admisión para 3 distintas carreras y ya que entra, deserta a los pocos meses. No sé por qué me cuesta tanto hablar con él e inspirarlo como lo hice con mis otros hijos. Parece que no me escucha. Además, se la pasa todo el día encerrado en su cuarto escuchando esa música tan ruidosa que ni se le entiende qué dice, para mí que es como rock de esos de puro guitarrazo y de un hombre que se la pasa gritando, ¿sí sabe cómo? Yo le digo a mi hijo que debería… —¿Podría empujarse un poco más hacía arriba del asiento? —le señala Edgar, mientras acomoda la luz para alumbrar esa dentadura que claramente se ve afectada por años de tabaquismo. —…Que debería buscarse por lo pronto un trabajo. No es que me haga gastar tanto, si viera está delgadito, delgadito, y ahora tiene un color tan pálido porque apenas sale a la calle cuando le pido que me acompañe al supermercado y eso, siempre quiere hacerlo de noche. Tal vez sea hora de buscarle uno de esos terapeutas que les dice a los chicos qué hacer con su vida, porque verá, yo ya voy para los 50 años y apenas tengo tiempo para hacer mis cosas. Seguro ustedes los doctores se conocen entre sí, no conoce a uno que pueda platicar con mi hijo… —Abra bien la boca, por favor —Ajá… —Puedo ver la ruptura. ¿Le duele si toco acá? —Un poco. No. No. Espere. No. La verdad es que no duele, solo se siente como chistoso. Nunca me había pasado, verá, es que estaba preparando el desayuno para mi… —Por favor, no hable. —el tono de Edgar adopta un tono más estricto. —Perdone usted. —Lo que vamos a hacer aquí es muy sencillo, vamos a poner algo de resina y pulir para darle la forma. Ahora, se verá un poco distinto en tonalidad, ya que sus dientes tienen un color amarillento y resaltará un poco la diferencia con la resina… —¡Como su barba! —la casi quincuagésima mujer suelta una risa juguetona.

Cure

The El silencio es el preludio

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TXT:: Pablo Pulido | Alejandro Mancilla

—Le repito que no hable, por favor. —El procedimiento no nos tomará mucho tiempo así que sólo trate de no abrir la boca. Edgar prefiere el sonido de sus herramientas en el proceso de arreglar el incisivo de esta mujer que en definitiva no es Ka-ssan-dra, a seguir escuchando la vida de alguien que está a punto de cumplir 50 años y cuyo hijo padece de una severa crisis de mamitis y, por ende, incapacidad para construir su propia vida lejos de la computadora y el porno amateur grabado en OXXOs. Aunque si él pudiera, conectaría su celular a una pequeña bocina que está sobre el escritorio y pondría nuevamente “K” para darse solito una nueva puñalada, en esta ocasión, en la espalda. Pero no, su ética profesional le evita hacerse daño y prefiere no darle play a nada y escuchar el eyector de salida haciendo su trabajo. Ese sonido que lo acompaña en todas sus sesiones, es lo más parecido al silencio absoluto para él. —¡Pero si casi no se ve la diferencia, doctor!, continúa la señora, quien ahora le suelta una mirada a su creciente barba, una mirada de reojo, pero lo suficientemente juzgona como para hacer sentir a Edgar una breve, pero incisiva punzada en el estómago. De repente tiene ganas de comentar a la señora, quien para ese punto no para de parlotear, que su hijo ve porno del OXXO en XVideos, al tiempo que inserta con cizaña un bisturí sobre los nervios de su encía; pero se contiene y se limita a hacer una mueca que está muy lejos de parecerse a una sonrisa. Por lo que se apresura a limpiar el área de trabajo e invita a la mujer a pasar a recepción para realizar su pago y desearle un buen regreso a casa, en donde el hijo apenas ha terminado con su tercera masturbación del día. —Hasta luego. —La mujer agradece mientras toma su bolso gris con olor a nicotina. —Cuídese. Apenas se cierra la puerta, cuando ésta se vuelve a abrir. Es una nueva paciente que parece mostrarse preocupada por algo que ha visto antes de entrar. Edgar aparenta no tener el tiempo ni la paciencia para escuchar otra historia de vida, así que evita toda palabra que no sea relacionada con temas odontológicos. Una de sus maldiciones como dentista es el tener que fingir cordialidad con

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personas que no le interesan en los más mínimo, pero que transitan en su consultorio buscando algo más que un remedio a su dolor de muelas. Esos pacientes son, paradójicamente, la astilla que lacera su propia pulpa dental de lunes a viernes de 9 a 6 de la tarde. Suena nuevamente la puerta del consultorio, pero esta vez se trata de una cara conocida. Tania permite el acceso a Arturo, un viejo amigo de Edgar, quien por primera vez en el día sonríe con honestidad cuando se saludan. Tras el saludo, lo primero que viene a tu mente es que fue justamente Arturo la primera persona con quien te sentiste a gusto escuchando a The Cure en compañía, aún no olvidas aquella tarde saliendo de la clase más aburrida de la prepa, cuando descubriste que no eras el único freak que escuchaba a la banda de Robert Smith en las penumbras de su alcoba. Aquellos desencuentros con los bullys metaleros que ocasionalmente te confrontaban por tus gustos musicales, pasaron a segundo término el día en que Arturo te invitó a su casa para escuchar el vinil del Kiss me, Kiss me, Kiss me. Arturo también puede ser un imbécil a veces, pero al menos es un imbécil con buen gusto musical. Y, de repente, una retrospectiva llegó a tu mente: “Cuando iba en la universidad, unos imbéciles pensaron que me molestarían sus indirectas al estilo ‘The Cure es para mariquitas’. Estábamos en un café, y si no mal recuerdo, yo llevaba una playera con la portada del disco ‘Disintegration’. Ellos, en la mesa de junto, lucían sin pena camisetas de Metallica o algo por el estilo. ‘Ay sí, a esos fans de The Cure les excita ver a Robert Smith con su lápiz labial cantando Friday in in Love’ vociferaban para provocar, como si fueran discípulos de una especie de Cobra Kai musical (nunca salió el Karate Kid que había en mí, por cierto). Y es que viéndolo en retrospectiva, The Cure, nunca fue un grupo tan fácil como pareciera. Que una pandilla de idiotas pensara que una canción totalmente alejada de los atormentados cimientos post-punk o goths del grupo, representaba el universo vasto y ecléctico de Robert Smith y compañía (y a todo esto, qué buena es Friday I’m in Love), es señal de que el grupo nunca fue bien comprendido si no estabas muy enterado o si sólo los conocías en la superficie. Es decir, te puedes quedar con la idea de que es un grupo pop ochentero que tiene éxitos como Why Can´t

I Be You o bien puedes saber que grabaron discos como el sicodélico y extraño ‘The Top’ o canciones desesperadas y oscuras como Strange Days. Este año, la banda cumplió 40 años de trayectoria, entre celebraciones, nostalgia y promesas incumplidas (no existe ni una versión oficial de ’Standing on the Beach’ en DVD o Blu-Ray ni ha salido a la luz el famoso u esperado documental. Como dijera Jerry Seinfeld “nuestro negocio es NO darle a la gente lo que le ellos quieren). A Robert Smith lo que le gusta es tocar en vivo. O al menos eso ha demostrado en las últimas dos décadas que no ha sido muy prolíficas si tomamos en cuenta que tan solo en los años 80, publicaron 8 discos de estudio imprescindibles. En su última visita a México (esperemos que vuelvan pronto) en 2013, The Cure tocó ni más ni menos que 50 canciones, tembló (literal) y nos dejó con ganas de más a todos (menos a otro imbécil al que me topé en la fila de la cerveza que dijo ‘ya está aburrido, muy largo, ya me voy’). Además, hace pocos meses, el grupo conmemoró su aniversario con un concierto en Hyde Park, y un festival curado por R. Smith (que incluía a otras glorias como The Church), el relanzamiento del disco de remixes ‘Mixed Up’ (con nuevos temas incluidos) y la disponibilidad del catálogo completo de The Cure en Spotify. Cuatro décadas han pasado desde que “los primeros y únicos punks en Crawley” (según palabras del Lol Tolhurst, uno de los miembros originales y amigo de Robert desde el kindergarden) decidieran montar un grupo y tocar por primera vez con el nombre de The Cure, influenciados por el movimiento en boga, por ¡Jimi Hendrix! y por los otros fantasmas que habitaban el universo de aquellos “tres chicos imaginarios” (como se titula su primer disco lanzado en 1979). Si, en sus inicios, el grupo estaba más bien emparentado al rock-pop, el new wave con tintes pop de esos años en que el punk se convertía en post-punk (me da la impresión de que pretendían ser unos XTC locales). Pero pronto, la oscuridad cayó sobre Robert y compañía y, su segundo álbum (ya con los primeros cambios de integrantes, tendencia que se mantendría toda la década) Seventeen Seconds (1980) ya cargaba con los trágicos elementos de esas sombras litúrgicas y existencialistas no tan evidentes hasta entonces en su sonido. Según la biografía de Lol, Robert Smith siempre se debatió entre hacer música comercial o digamos, pop (como la de muchos de sus ídolos), sin sacrificar la parte artística y melancólica que siempre ha estado presente incluso en los momentos más tonos pastel de la historia de la banda. Sí, me refiero a la nostalgia permanente, a las pesadillas, los lamentos eternos sobre relaciones desquebrajadas o los cuentos sobre tipos solitarios e existencialistas matando a un árabe (como uno de sus primeros singles, Killing an arab, que no era sino una recreación de la novela de Camus, El Extranjero) mientras El Cairo ardía (Fire in Cairo dixit). Y sí, por supuesto que también me refiero a esas odas al desengaño (recordemos ese monumento a la soledad —con ecos incluidos— llamado A Forest). Pero la densidad se hizo aún mayor tras una breve pasantía de Robert Smith en Siouxsie and the Banshees, donde ejercería de guitarrista y adoptaría de ellos, uno de esos característicos peinados alborotados que nunca los

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abandonarían y que posteriormente serían imitados por todas las bandas que surgieron inspiradas por el after-dark, y por algunas contemporáneas al grupo, llámense The Jesus and Mary Chain, Cocteu Twins, Clan of Xymox, Ministry, Echo and the Bunnymen o en Iberoamérica: Soda Stereo, Fricción, Parálisis Permanente, Danza Invisible o los Caifanes de su primera época. Eran tiempos oscuros y el grupo aterrizó como en un colchón de plumas de cisne en el género que bien reflejaba la angustia de la década de los 80 como una especie de resistencia ante el neón del pop y la inmadurez adolescente del glam y el hard-rock (traduzcamos una letra de Mötley Crue, comparémosla con, digamos, How Beaufitul You Are de The Cure —con todas sus referencias a “The eyes of the por” de Baudelaire—, y luego hablamos). “Faith” (del 81) fue la primera entrega en tonos grises de los entonces reconvertidos en profetas oscuros que cantaban sobre religión, muerte y el suicidio. Tanto, que incluso se temía que Robert Smith pudiera seguir los pasos de Ian Curtis de Joy Division. Primary, canción que Robert solía dedicarle justo a Ian (el primer mártir del goth) cuando la tocaban en vivo, estaba incluida en el disco. Luego vino ‘Pornography’ (1982), obra clave del rock gótico (la NME dijo que el disco era ‘el año cero’ para el goth) , y la prueba palpable de que pese a que Robert quisiera deslindarse del género (como declaró recientemente), ahí está su gran hijo bastardo lleno de himnos como One Hundred Years o Cold para echárselo en cara.. Por esa misma época, ya habían publicado el single Charlotte Sometimes, acompañado de uno de los videoclips más emblemáticos que sirviera de modelo para toda una tendencia dark: ropas negras (evitando la mezclilla deslavada, por favor), maquillaje, palidez vampírica, cero sonrisas, nada de vello facial, cabello convenientemente negro y pose fantasmagórica, como de haber pasado todo el día leyendo poesía mórbida. Y luego vino una gran vuelta de tuerca, de esas que desconcertaron a muchos chicos pálidos que se sintieron un poco traicionados. Y es que tras otro paso por The Banshees de Robert Smith (esta vez más en serio, pues grabó un par de discos),The Cure vuelve a la escena ahora como un dueto (Simon Gallup, el emblemático bajista se había peleado con Smith). La nueva formación eran el eterno Lol (que luego acabaría peleado a muerte con demandas de por medio con R. Smith, pero que recientemente se ha reconciliado) y el cantante. La portada del single Let´s go to Bed mostraba en una cara del cartón a Smith entre sombras, y la parte posterior, al ahora tecladista en una clásica pose muy 80s. Era como si Hall and Oates hubieran decidido hacer canciones enigmáticas como la que daba título al sencillo o como The Walk, otra canción de la época de la que más de un detractor advirtió una semejanza con ese paradigma del pop llamado Blue monday (New order). ‘Era muy buena, teníamos que sacarla de todos modos, hubiera sido un error no hacerlo’, declaró Robert Smith posteriormente. El ecuador de los 80 trajo a unos The Cure desmarcados de las sombras góticas, sin perder ese espejismo de tristeza y letras crípticas que los acompañaría en los siguientes discos, indispensables en la historia del rock de todos los tiempos: el deslumbrante pop de ‘The Head on the Door’ (1985), el eclecticismo oscuro (pero también funky, guitarrero, intenso y romántico) del disco doble bautizado como “Kiss me Kiss me

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Kiss me” (1987) y la coda, ésa con que la historia pudo terminar en 1989 sin un ápice de reproche: “Disintegration”, quizás el disco más importante del grupo, denostado por su disquera como un “suicidio comercial” que a la postre se convertiría en su álbum más emblemático y más vendido, no obstante esa aura oscura y melodramática que los llevaba de vuelta a las mazmorras de romanticismo maldito consagrado en sus discos más atormentados de los primeros años. Plainsong, la canción que abre “Disintegration” es un susurro melancólico hacia una chica que deseaba estar muerta, pero que sonríe “mientras el viento sopla como si fuera el fin del mundo”. Sí, todo se puedo haber terminado en 1989 con la irrupción de la obra maestra del grupo, pero Robert Smith y sus chicos no tan imaginarios, siguieron caminando por el sendero que los ha traído hasta hoy. “Wish” (1992) fue un regreso sincero y emotivo pero menos sorprendente. No así “Wild Mood Swings” (del 96), donde arriesgaron de más y se perdieron en su propio laberinto. Luego, vino otro disco que hizo que los vampiros que no los habían abandonado pese a Friday I’m in Love (qué buena canción, repito) salieran de sus castillos góticos (o de su rincón en El Chopo) a celebrar, desde cada rincón del mundo. El disco “Bloodflowers” fue una reconciliación que inauguraba el 2000 con una oscuridad a la The Cure que le hizo sentir al mundo que aún había esperanza. O más bien dicho, desesperanza (que es la materia prima de su música). El más reciente disco del grupo: “14:13”, data de diez años atrás y, aunque hay indicios de algún nuevo álbum en el horizonte, el grupo se ha limitado a participar en alguno que otro compilado (como su versión a Hello, Goodbye de The Beatles en el disco homenaje a Paul), colaboraciones como la que hiciera Robert Smith con Crytal Castles y claro, a seguir desplegando su sombra de influencia en bandas actuales como The XX, Future Islands y demás discípulos de ese sonido más personal, oscuro y enigmáticamente pop del mundo. “Whenever I’m alone with you You make me feel like I am young again” reza otro de sus himnos románticos, Lovesong, y la última línea nos deja la impresión de que Robert Smith (porque no nos engañemos ÉL es The Cure) rejuvenece como un vampiro cada vez que alguien escucha uno de sus discos en soledad. Sí, como Dorian Gray descubriendo el 2018”.


TXT:: Pablo Pulido

Harvey

Pj

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Dijiste algo importante

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—¿Cuántos años tiene, eh? —pregunta Edgar al mismo tiempo que se coloca los guantes blancos para darle un vistazo a las encías de Arturo, quien se acomoda en la silla del paciente. Ha llegado a cita para revisar un color extraño, parecido al mármol, que invade su boca. —¡Madres! ¿Qué dirías?... Más de 15 años, seguro. —Arturo mira hacia la nada hasta que de repente abre los ojos, como si hubiera visto a un fantasma y comienza a reír— ¡Claro! Todavía andabas con esta morra que jurabas no te gustaba y terminaste enculadísimo. No sé qué le viste, en serio era la tipa más aburrida de la prepa, pero un par de chelas te hicieron caer ante su encanto… Si es que tenía alguno. —Teresa… Se llamaba Teresa y era muy interesante. Ya no me acordaba de ella. Sí que me volvió loco, ¿eh? —por primera vez, Edgar respondía incluso alegre a un comentario que en otro tiempo habría sentido agresivo y al cual habría respondido con alguna indirecta convertida en un dardo pensado para atravesar la piel de Arturo. La obligatoria apertura de un viejo ritual entre amigos que se arrojan comentarios punzocortantes el uno al otro, como para recordar los viejos tiempos, cuando ambos eran un par de pre-adolescentes que portaban, con ingenuo orgullo, esa especie de pelaje delgado que les crecía con timidez justo en la región de la cara en donde se supone que debe ir el bigote. —Pues es lo único loco que te pasó en la vida, ¿no? —¿A qué te refieres? —Fue suficiente, Edgar está a punto de atacar. —Digo, siempre fuiste tan correcto, tan propio, medio de hueva. —Arturo se ríe y trata de darle una palmada a Edgar, quien se mueve ágilmente para evitarla. —¿Y tú? Siempre tan innecesariamente extravagante. ¿Aún tienes en casa esos frascos con fetos de gato que guardabas con tanto recelo?

—Edgar, se coloca el cubrebocas y solicita (mejor dicho, ordena) a Arturo que abra la boca. —¡Sí! Desde entonces sabía que mi vocación era la veterinaria. Oye, ¿te acuerdas cuando esa morra te cortó y escuchabas ese disco tan aburrido todo el tiempo? ¿Cómo se llamaba? —No era aburrido, era PJ Harvey. Abre la boca, por favor. —Edgar, trata de cortar la conversación, pero es inútil porque Arturo ha comenzado a indagar en los recuerdos y si algo es característico de Arturo es poseer esa manía de llegar siempre al fondo de las cosas. —Anda, ponlo acá en mi celular, al menos para poner algo durante la consulta, ves que me caga el silencio. —Está bien pero ya, deja veo tus encías. — Edgar siente la pantalla rota del celular de Arturo, posterga por un momento el análisis que se disponía a hacer sobre las maltratadas encías de su amigo y teclea: Stories from the city, stories from the sea de PJ Harvey. Le pone play, pero se da cuenta de que está activado el modo aleatorio y no entiende por qué, si los discos están pensados para escucharse en cierto modo, por lo que decide arreglarlo. —Era ese pinche disco. Qué azotado, Edgar. —Arturo suelta una última risa antes de volver a dejarse manosear la boca por las manos expertas de Edgar, que comienzan a recobrar el camino entre los labios resecos y esas encías que muestran la inevitable evidencia del descuido. —Veo algo de acumulación y un par de manchas negras, a pesar de que se notan tus malos hábitos de higiene, no es nada de qué preocuparse, son sólo principios de una melanosis gingival. Vamos a tener que hacer una intervención para quitar todo lo malo que hay aquí. —Edgar se quita los guantes y su lenguaje corporal parece señalar que la cita ha concluido—¿Te parece si regresas el próximo lunes para arreglarlo? —Perfecto, aquí estaré. —Excelente, vayamos con Tania para saber a qué hora nos sienta bien a todos la cita.

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—Espérate, Edgar, que no te he visto en más de 15 años. Cuéntame qué ha pasado en tu vida, ¿ya te casaste? —Arturo comienza a adoptar una posición más cómoda en la silla. —Qué crees que no, aún no hay quien caiga ¿eh? Pero, oye, tengo otra cita en 20 minutos y hay que limpiar todo esto… —Mentira, porque la señorita de la recepción me dijo cuando marqué que yo era la última cita. ¿Qué pasa, Edgarito? ¿Qué no te da gusto verme? —Arturo vuelve al tono adolescente con el que ambos están acostumbrados a interactuar, pues su objetivo siempre es incomodar a Edgar, quien ha comenzado a reír porque ha sido descubierto en una mentira tan tonta como las que se hacían en la preparatoria. —Bueno, verás que no he hecho mucho. Llevo cinco años con este consultorio y todo ha salido bien. Ando buscando cambiar de coche, porque hay un punto en la vida en el que la imagen empieza a ser importante. —Ah, qué Edgarito tan formal, siempre haciendo lo que tienes que hacer en la vida. Deberías alocarte de vez en cuando, ves que en la prepa te empedabas con una chela y te enamorabas de la morra más equis de toda la escuela. —Arturo nuevamente busca ofrecer una palmada de simulada hermandad. Esta vez Edgar parece vulnerable y poco le importa el golpeteo de Arturo. —Me cachaste, la verdad es que no es un paciente la persona que voy a ver sino a unos amigos que han venido de Torreón para salir a tomar algo. —Edgar comienza a guardar su equipo de trabajo y evita la mirada de su amigo de la juventud, que lo comienza a ver con incredulidad. —¿Tú? ¿Chupando en jueves? —Arturo sabe que le quieren tomar el pelo y no sabe si reírse o llegar al fondo del asunto, como es su costumbre. —¿Qué tiene? Vamos a ir a este bar en donde hay como música de los 80 y la gente está toda

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encimada pero dicen que se pone bien. —Edgar no puede hacerse para atrás, la farsa se ha extendido y lo único que queda es mentir, mentir hasta el final de las consecuencias, hasta el momento en el que la mentira cubra de dorado la lúgubre verdad que significaba para él el confesar que no tenía otra cosa mejor que hacer, más que regresar a casa, mirar una cursi película y comer un pedazo de pan seco con mayonesa. —Ah pues, mira, si quieres te paso a dejar. ¿Para dónde vas? —Arturo lo ha decidido, llegará al fondo de esto. —No te preocupes, yo tengo mi auto en el estacionamiento. —Cálmate, hombre, siempre tan tenso de todo. Anda, sirve que cuando salgas de tu fiesta no tendrás que lidiar con el alcoholímetro. Te pides un Uber y listo. Mañana vas a volver de cualquier modo al consultorio. Para cuando ambos se dirigen hacía la recepción, Arturo se da la vuelta rápidamente y se regresa para recoger su teléfono de pantalla rota que ahora está reproduciendo “You Said Something”, canción en la que una PJ Harvey nostálgica le canta a un amor que se encuentra lejos y que solo ha dejado lastimado a un corazón que duda volverá a sentirse bien, justo como Ka-ssan-dra hizo con Edgar. Los dos hombres se despiden de Tania. Arturo deja un sobre en el mostrador con dos billetes de 500. “Ahí me descuentas el cambio el lunes”. Tania como molesta por tal desfachatez de Arturo, voltea su mirada hacia Edgar, quien solo hace una mueca, nuevamente muy lejos de ser una sonrisa y se despide de ella. Ambos bajan las escaleras, esas estúpidas escaleras. En silencio, se aproximan al estacionamiento, Edgar paga con un par de billetes de 20 mal doblados y abordan un Cutlass Eurosport del 93. “Tan Arturo”, piensa Edgar mientras aborda el automóvil. —Date vuelta acá en la izquierda. —Edgar le señala como sabiendo hacia dónde dirigirse.


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No pienso detenerme

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TXT:: Pablo Pulido | Aaron Enríquez

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dgar y Arturo inician un viaje hacia un lugar inexistente. La humillación no es una opción, ¿cómo detener una mentira a esta altura de la situación? ¿Será mejor decir la verdad, aceptar que tu vida es la misma aburrida historia desde hace 35 años? ¿Qué has hecho para cambiar este plano tan predecible? ¿Ha valido la pena seguir las reglas? ¿Acaso Teresa, siendo la chica más aburrida de la prepa, se construyó una vida más interesante que la tuya? ¿No es frustrante ver a todos caminar hacia la fascinante montaña rusa de lo incierto, mientras tú te regocijas en tu fehaciente monotonía? —¿Y luego de aquí a dónde doy vuelta? ¿Me sigo derecho? —pregunta algo abrumado Arturo, quien ha comenzado a aburrirse de esta historia de la que no tiene duda es una farsa. El silencio comienza a abarcar cada centímetro cúbico del Cutlass Eurosport del 93, así que Arturo decide poner algo de música, porque si el camino será aburrido, al menos que lo sea con la música correcta. Conecta su celular maltratado, busca entre su biblioteca y teclea: B E A K, le sale un disco que parece titularse L.A. Playback. Al reproducirlo éste le revela que el crepúsculo tiene su propio soundtrack, porque desde las bocinas se extrae una batería casi robótica que se acompaña con un sintetizador hipnotizante, muy semejante a la mirada de Edgar, perdida entre las calles que reciben los últimos halos color naranja de un sol que se despide antes de que las cosas se vuelvan turbias. —¿Qué estamos escuchando? - Pregunta Edgar intrigado por los sonidos que han inundado el ambiente del Cutlass de Arturo. —¿Te acuerdas de B E A K?, recuerdo cuando éramos fans de Portishead y no parábamos de escucharlos todo el tiempo. —Sí, no mames. Es el proyecto de Geoff Barrow, ¿pero a poco sigue en activo? —No sé, yo tampoco había escuchado esto, pero seguro es algo nuevo. Mil veces preferible

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hacer cualquier otro proyecto, que esperar toda la vida a que tu tía la Gibbons se decida a escribir canciones nuevas. —Pendejo, Beth es una diosa y puede hacer lo que quiera. Aquí da vuelta a la derecha, vamos rumbo al centro. - Edgar interrumpe abruptamente la conversación cuando recuerda el camino a aquel bar por el que siempre pasa cuando va de regreso a su departamento. —No mames, estás peor que puto Waze, avisas a la mera hora. ¿Estás seguro de que sabes bien a dónde vamos? —Que sí, es un bar discreto, pero ahí les gusta ir a mis amigos porque tiene rockola. Te diría que te quedaras a echar una con nosotros, pero la verdad es que el plan es un poco en parejas, estos güeyes me trajeron una amiga que supone está mega sabrosa. Edgar hace crecer aún más su mentira sin misericordia consigo mismo. Si Arturo supiera que lleva meses sin tocar una mujer. La sola idea le resulta repulsiva por momentos, pero no le va a seguir dando motivos a su amigo para que note lo patética que es su vida. —No te preocupes, igual tengo que llegar temprano y no puedo beber hoy, tengo partido en las de rápido, pero se ve que tú tendrás una noche de lujo, campeón. Ese último tonito de sarcasmo barato es el que más le revienta al dentista, quien ahora siente un ligero piquete en la boca del estómago. – Bueno ya estamos aquí a la vuelta, déjame en la esquina, yo llego caminando. —Cómo crees amigo, yo sería incapaz. Damos toda la vuelta, no hay ningún problema. Brean Down era la canción que sonaba de fondo en ese momento. Lo suficientemente extraña para enrarecer aún más toda la situación. Tras una efusiva despedida por parte de su amigo, Edgar baja del auto inseguro y se dirige hacia la entrada del bar. Gira la cabeza para rectificar que Arturo sigue ahí, verificando que entre. Asiente con la cabeza y le levanta el pulgar izquierdo. Arturo le devuelve un guiño sarcástico y una sonrisa.


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TXT:: Alejandro González Castillo

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ras ser toqueteado por un tipo apestoso a sudor en la entrada del bar, Edgar cruza el umbral que, solía pensar, jamás atravesaría. Un sitio sórdido, una bodega con una bola disco en el centro del techo, una rockola en una esquina y un mingitorio franqueado por una cortina en la otra. Mesas regadas por todas partes, cartones de cerveza, charcos y humo de tabaco nublando el aire. ¿Qué hago aquí?, se pregunta, y cuando está a punto de salir corriendo considera la posibilidad de que Arturo esté afuera, esperándolo con una sonrisa, feliz tras descubrir la farsa. Resignado, toma aire y voltea hacia la barra, camina hacia ella y pide una cerveza, deja dos monedas de diez pesos a cambio y sorbe del líquido. Está tibio. ¿Qué podía esperar por veinte pesos sino este caldo amargo, a medio calentar?, se recrimina Edgar tras el primer trago. Y de inmediato decide andar hacia la rockola. Su plan: entretenerse frente a ella lo más que pueda para que nadie note que ha entrado solo a ese tugurio. Una vez frente al aparato, descubre que no sabe cómo usarlo. ¿Por qué las cosas son tan complicadas? Edgar recuerda de pronto las unidades de recarga de las estaciones del metrobús, esas máquinas de conflictos que retan a la lógica, cajas diseñadas para hacerle perder la paciencia a cualquiera. El hombre suspira otra vez. Voltea discretamente a su alrededor y se topa con entes derrumbados por el vicio. Borrachos inhalando cocaína ahí mismo, sin pena, sobre las mesas, sirviéndose gordas rayas a lo largo de las llaves que abren sus respectivas pocilgas.

Edgar piensa cómo lucirán las dentaduras de esas personas y un escalofrío le tensa la nuca, luego observa el envase que se está llevando a la boca y ora fugazmente, suelta un rezo ráfaga porque la cervecera lave afanosamente sus botellas, porque los protocolos de limpieza de esa empresa desconozcan la corrupción. Y luego medita: si toda esa gente supiera la cantidad de bacterias que una boca aloja, lo pensarían dos veces antes de besarse como lo hacen. Porque para Edgar, un beso es algo más que una comunión espiritual; se trata de un intercambio de saliva, un rose de mucosas, potencialmente mortal. Pero mientras esto recapacita, no puede evitar sentirse miserable. Porque en realidad nada desea más que hacer justo eso, embarrar sus labios contra los de alguien. Quien sea. Así, sin preámbulos. Así de tosco y puerco como los que lo rodean. Pero está solo, así que sorbe de nuevo mientras elige un disco en el aparato que la cara le ilumina. Lo que de las bocinas sale contrasta con el ambiente que ese antro posee. Un piano Rhodes acompañado de una guitarra acústica, afilados y delicados, ceden espacio a la voz de Chan Marshall. Es “Woman”, de Cat Power. Los parroquianos notan el cambio de velocidad; antes sonaba una ranchera, de manera que voltean a ver al responsable de tal atrocidad. Los esfuerzos de Edgar por pasar desapercibido se han ido tan lejos como el jugo de los limones que aplacan la peste del mingitorio. Con la cabeza gacha, el de la rockola encuentra a lo lejos una mesa vacía, justo al lado de una pareja muy seria, en silencio absoluto. Y allá va, al lado de ese par cuyo único punto de encuentro es el cigarro que se pasan, de boca a boca, de calada a calada. Un dúo aburrido, considera Edgar mientras se acomoda junto a ellos hasta que el hombre hace una señal puntual a su acompañante. Entonces, ambos se levantan de sus sillas. Al ponerse de pie, dos cosas llaman la atención de Edgar: las botas con punta de cabeza de víbora del sujeto y el vestido rojo de la mujer, una prenda que hace juego con sus botas de charol y de paso delinea sublimemente sus esplendorosas nalgas. Aquellos andan decididos hacia la salida, de aburridos no tienen nada; Edgar sabe que algo importante van a hacer, algo más importante que estar en ese bar que, milagrosamente, tiene perdida una canción de Cat Power acompañada por Lana Del Rey, sus voces edulcoradas se escuchan como un oasis entre corridos y boleros de rancho. No lo piensa mucho: se levanta también de su lugar y decide seguir a esa dupla. Quiere verles los dientes a esos dos, aunque sea sólo una vez.

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atPowe

Voy tras de sus dientes

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Lene Lovich

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Siempre supe que eras mi nĂşmero 2

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TXT:: Erika Rosette

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dgar pensó por un momento que le había perdido la pista a la pareja y sintió el pequeño escalofrío de quienes se ven a sí mismos solos y en medio de una situación incómoda. A mitad de la calle, fingiendo tener todo bajo control, peina la zona con la mirada entre los puestos de tacos y hot dogs; entre el tumulto de gente sin alma que va saliendo de los bares aledaños, entre los puestos que ofrecen cigarrillos, dulces, chicles y pastillas para el aliento. El rabillo de su ojo identifica el vestido rojo. La pareja está fumando en la fila para entrar al bar de enfrente. Sin dudarlo, Edgar se acerca para entrar detrás de ellos. Adentro todo se vuelve borroso, entre el tumulto y la cerveza tibia sigues persiguiendo a ese par de dentaduras que para este punto se han convertido en una obsesión juguetona. Observas con desdén la facilidad que tiene la gente de ese bar para bailar indiscriminadamente con quien se le dé la gana. El movimiento pulsante del bar te acerca casi ocasionalmente a la de rojo, que en ese momento se encuentra sola y de espaldas a ti. Su pareja, el de las botas de víbora, se fue a la barra en busca de más cerveza tibia. Es tu oportunidad para echarle un buen vistazo a esos enigmáticos dientes. Te acercas demasiado, como queriendo perrear una canción de Belinda. Cuando siente tu impetuosa presencia, la de rojo te suelta una mirada de odio y te aleja con ambas manos firmemente. A Hugo en realidad le vale madres la razón por la que la figura de rojo vio a Edgar con tanto odio, simplemente lo reconoció de lejos y fue testigo de toda la escena, por lo que no dudó en acercarse a rescatarlo de una posible escena. Se ve que lleva rato en aquel lugar oscuro, sofocante, con olor a humo y a orines. De pronto alza la mano como si hubiera más distancia de la que hay entre él y Edgar para abrazarlo efusivamente. Gran momento para que el Dj decida cambiar el ambiente, de Belinda a Lena Lovich en menos de un segundo.

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Siempre has pensado en el poder que tiene “Lucky number” para transformar los ambientes. Escucharla en ese momento hace que se te baje el estupor y que todo al rededor parezca incluso glamoroso, algo que difícilmente podrías haber imaginado cuando entraste. ¿Quién pensaría escuchar una canción de culto como esa en este lugar? Reconoces a Hugo, tu amigo desde la universidad y das gracias de que apareciera justo en este momento. Le ves la cara de pedo y tal vez esté un poco en ácido, pero ha llegado a rescatarte. Vuelves a echar un vistazo a la de rojo, quien ahora se le embarra sin empacho al de las botas de víbora. Ahí te das cuenta de que lo que perseguías no era los dientes, sino el rojo salvaje que te recordaba la boca de Kassandra, cuando te decía cosas sucias al oído. ¿Qué onda cabrón?, tú muy pinche galán ¿o qué?... Hugo se carcajea. Sigue teniendo la misma risa infantil de siempre, una risa que escapa de todo prejuicio y hace sentir cómodo a Edgar. Hugo cuenta que acaba de conocer a una güera maravillosa, guapa y voluptuosa a la que espera abordar en cuanto termine de hablar con un vato que acaba de llegar al bar. Edgar se muestra algo interesado en lo que dice, siente una especie de agradecimiento porque de no haber sido por él y su estruendosa entrada en medio de la escena de acoso, probablemente habría sido madreado por alguno de los valientes que miraban la escena o de plano estaría afuera, con el frío de la madrugada y un dolorcillo existencial por hacer una vez más el papel de pendejo en la fiesta. En el punto álgido de la plática, tras ponerse al tanto de todo lo que les ha pasado en los últimos tres meses, Hugo para en seco. Con un micrófono invisible, la voz de Uili Damage anuncia la llegada de Aníbal “El Muerto”: —El cuarto de seis hermanos, este comediante capitalino, orgullosamente oriundo de Tepito ha estado presente y activo en la escena de la nueva comedia mexicana, dando pasos firmes, cautos y efectivos, con paciencia y con una rutina resuelta, única.


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—Cómo estás mi querido Anibal, cuéntanos ¿Cómo descubriste el stand-up comedy? —Me gusta ver comedia. He visto a muchos argentinos, españoles, chilenos, porque como mi profesión de contador me deja mucho tiempo libre, veía muchos videos. Siempre pensé “¡qué fácil hacer eso! Cualquiera lo puede hacer… ¡Yo lo puedo hacer!”. Entonces busqué un taller, encontré el de Gus Proal y ahí descubrí que está bien difícil hacerlo. Edgar no tiene idea de qué significa eso exactamente, ni de qué hace ese personaje siendo entrevistado por el vocalista de Los Esquizitos en el pequeño espacio de madera arrinconado que hace de escenario, pero Hugo le cuenta que es un standupero local del que algo ha escuchado hablar y parece estar interesado en lo que está sucediendo en la tarima, así es que también se dispone a escuchar la entrevista. —Haces mucha comedia sobre Tepito. —Yo crecí en Tepito. Llegué de chico, del Centro Histórico. Fui muy bulleado, de perdida, tres o cuatro años, en lo que te ganas la identidad, el terreno… la pasé mal hasta que fui agarrando coraje y una vez que te defiendes ya las cosas cambian. —¿Cuál es tu chiste que más risa te da? —Es por temporadas, ahorita es el que digo que “voy caminando en la acera y me encuentro con cualquier chava que evidentemente está entrenada por las disciplinas de defensa personal que se han popularizado recientemente, como Jiu Jitsu, Capoeira… justo cuando paso junto a ella, muestra el reflejo de una persona muy entrenada que es: apretar su bolsa. Yo le digo, ‘señorita, no se preocupe, conmigo no pasa nada. Lo que sí sé es distinguir una bolsa verdadera de un clon’”. El otro es cuando digo “Yo soy de Tepito y me gusta mucho Tepito. Y esto lo descubrí cuando me fui a vivir a Ecatepec”.

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—¿Sí viviste en Ecatepec? —Cuando me casé. Mi comedia es toda honestidad. Yo no digo nada que no haya sido producto de una vivencia. Yo viví en Ecatepec y decía “está bien culero y lejos, yo estaba muy chido en Tepito”. Cuando termina la entrevista Edgar observa cómo la expresión de Hugo se va transformando en una mueca otra vez infantil, pero llena de decepción, la güera voluptuosa maravillosa a la que esperaba abordar, le planta un beso de lengua al “Muerto” segundos antes de que empiece su rutina. “¡Uta!, ya valió madres. Pues ni pedo, aquí el famoso no soy yo. Pinches viejas…”, sabes por lo que acabas de presenciar, que la razón que mantenía ahí a Hugo se ha esfumado, así que estás a punto de despedirte cuando otra vez, el entusiasmo de Hugo te vuelve a detener. ¿Entonces qué, pinche Edgar?, tengo una fiesta en Bosques a la que podemos llegar, ahí sí que estaremos chingón, bien atendidos y al full de energía. Edgar y Hugo salen del bar con entusiasmo renovado. Edgar piensa que tal vez le ha excitado la idea de musicalizar ciertas partes de su vida que no han sido, según él, lo suficientemente explotadas por su apatía congénita. Los ojos, el cabello, la naricita de Lene Lovich le han vuelto a la cabeza. De pronto ya no es un color rojo, ni unos dientes enigmáticos y le da gusto; se siente liberado. Piensa que en ese bar nadie habría elegido el número uno ni mucho menos el dos para tirarse a matar. Los números chingones y místicos para él son el 8, el 6, quizá un poco el 9, así que se siente especial, y está decidido a convertir sus abstractos pensamientos en algo más. Algo superior.


TXT:: Eduardo H.G.

Echo and the Labios como azĂşcar Bunnymen

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rimero una miada. Mientras esperan el Uber, Edgar y Hugo vacian sus vegijas sobre la lámina carcomida de un puesto de tortas gigantes. Se miran las vergas de reojo. ¿Cuánto han cambiado? ¿Por qué uno se aleja de las personas que quiere? ¿Mirarle la verga a Hugo lo hace puto? —Edgardo, ya me explotó el ajo. —¿Cuál ajo? —¿No te lo dije en el bar? Me chingué un ácido hace un rato. Ya no traigo, pero si tú quieres uno ahorita con mi Uberdíler, Petronilo, sin pedos. —¿Uber qué? —Petronilo, el Uber que viene, es díler, además de chofer. Está de huevos, ¿no? Te lleva como taxi normal y aparte te surte: ajos, perico, MDMA, metafenta y hasta piedra, si estás de antojo. —No le hago, pero tú dale. —Siempre de putito, ya se me había olvidado. —¿A dónde dices que vamos exactamente? —A una pari en Las Lomas. Una amiga de la agencia se muda a Londres con su novio, un boylondon que se la lleva de este cagadero. Amor a primera Visa. Es su despedida. Petronilo los recogió en un Nissan Versa. A Edgar le pareció que Petronilo era el doble perdido de Ian McCulloch, pero en versión prieta y un poco rechoncha. El Uberdíler les preguntó si querían escuchar algo en particular. Edgar se conectó y puso “Lips like sugar” de Echo & the Bunnymen. Con esa rola le había hecho el amor a Ka-ssan-dra por primera vez. K era menuda y avellanada, de

rizos rojizos como el fuego. Y, algo que flecharía a Edgar, tenía una sonrisa a la Uma Thurman. Labios como azucar, dientes perfectos. Compartían la edad, la música y el temperamento retraído. K era tierna, pero en la cama hervía como ninfeta poseída por diez millones de demonios. —Petronilo, ¿traes merchandising? —Sí ya te sa, para qué te la cu. —Dame un Grammy Latino y dos ajolotes. —Te los doy a la bajada Huguiño. Just when you think you’ve caught her/ She glides across the water/ She calls for you tonight/ To share this moonlight. La madrugada cae sobre Bosques con un vestido de niebla cachonda. Un halo de humedad cubre autos estacionados y el silencio de la zona residencial da la impresión de estar en otro país. Qué día tan extraño. Los incesantes recuerdos de K, Arturo, el vestido rojo, las botas de víbora… Hugo, que ahora va a su lado absorto, mirando las luces del alumbrado público como si fueran estrellas a su alcance. Edgar se ve asomado por las grietas de su propia rutina. ¿Qué significa todo esto? ¿Hugo siempre ha sido así? ¿Importa? ¿Qué estará haciendo K? ¿Siendo amada? ¿Penetrada? ¿Soñando que sueña? “Quién o por qué/ Uno es lo que es”, canta Ian en “Nocturnal Me” desde el estereo de Petronilo. Edgar y Hugo bajan del uber y tocan en el 869 de Tabachines. Ocho… seis… nueve…, se dice Edgar. Dentro, la despedida de Norma

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se desenvuelve con desparpajo. Grupos de amigos platican y beben en un jardin posterior, donde una estancia conecta con una sala interior. Hay una chimenea prendida y la decoración es minimalista. —Norma te presento a Edgar, un amigo de la universidad. —Mucho gusto, gracias por venir. Ella es Marla, mi amiga de la infancia, está medio loca pero es buen pedo. —Huguito, ¿trajiste eso? —Claro querida, ajitos y coca. Marla arrebata una de las bolsas de polvo blanco y sin más deposita su contenido en un frasquito de vidrio pequeño que guarda en su bolsa. —Siempre digo que, si lo vas a hacer, hay que hacerlo con estilo. Dice con un tono cínico que llama la atención de Edgar. Hugo destapa dos cervezas y le pasa una a Edgar. Luego desaparece con el pretexto de ir al baño. Edgar se queda solo con Marla, quien le ofrece un “jalón de greñas”. Éste no entiende exactamente a qué se refiere hasta que ve su ademán, metiendo la llave en el frasco y acercándoselo a su nariz. Sin pensarlo Edgar respira el polvo, quizá por el desparpajo con el que se lo han ofrecido. De inmediato se siente drogado y no sabe por qué. Flotando, comienza una charla con Marla, quien toma el control de la bocina y le pide que ponga una canción. Edgar teclea Echo and the Bunnymen y Marla suelta una carcajada de inmediato. —No mames qué chingón que quieras poner eso ahorita. Soy muy fan. Súbele y vamos a dar una vuelta por la casa.

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Ambos suben unas escaleras mientras suena una versión extraña de The Killing Moon, una que nunca habían escuchado ninguno de los dos. Marla se detiene en uno de los cuartos de un pasillo enorme. La puerta está entreabierta, dentro Hugo y Norma cogen sobre un sillón. Están desnudos, Hugo sostiene sus pantorrillas mientras la embiste con penetraciones pausadas. Voltea hacía la puerta y ve a la pareja husmeando. Hay un brillo en su mirada. Edgar y Marla bajan las escaleras y salen al jardín. —Pinche Hugo, se pasa de verga, comenta Edgar con tono excitado. Edgar piensa en la última vez que hizo el amor con K. La noche previa a la ruptura. Aquella vez también sonaba Echo, recuerda. La cargó parado y la sostuvo de las nalgas hasta que las piernas le aguantaron. Se besaron y se abrazaron hasta que el sueño se los comió. —Este lugar se está volviendo aburrido. Comenta Hugo, quien regresa con una sonrisa de satisfacción y una cerveza en la mano. Vámonos a otro lado. Conozco un lugar de esos en los que, si tocas la puerta correcta, te dejan entrar. Pasan cosas muy interesantes ahí. Edgar toma un gin tonic de una de las charolas de servicio y le da un largo trago. Marla lo de la mano y le da un fuerte apretón, lo ha elegido como acompañante para su siguiente travesura. Los tres salen casi corriendo en dirección al auto de ella.


hromatic

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TXT:: Jacobo Vรกzquez Lรณpez

Cuando decimos adiรณs

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na vez adentro del auto, Marla tras el volante y Edgar en el asiento del copiloto, los dos dan un último pericazo al frasco de polvo blanco. En las bocinas se escucha el soundtrack de la película “Drive”, donde Ryan Gosling interpreta a un solitario conductor a sueldo. La forma de conducir de Marla no se aleja mucho del personaje principal del filme de Nicolas Winding Refn, de cero a 100 en un arranque de película, nunca mejor aplicada la frase. Edgar vence a la fuerza de la gravedad y no permite que el frasco con el valioso polvo se le escape de las manos. Hugo en la parte de atrás lanza un grito que lleva la emoción del arrancón -Súbele al volúmen cabrónEdgar que nunca ha sido de los que sabe disimular su nerviosismo, tiene la mirada perdida así que prefiere subirle el volumen al estéreo. La música de Tick of the Clock de los Chromatics empieza a sonar, la atmósfera de suspenso de ese tema pareciera invocar a la tragedia. La forma temeraria de conducir de Marla se convierte en una clara provocación para los demás conductores, los más sensatos se hacen un lado, pero alguno acepta el reto y se unen a ella en tremendos arrancones en los ejes viales, ahora convertidos en pista de carreras. Mientras tanto, Tick of the Clock termina, y en el playlist aparece el más reciente sencillo los Chromatics, -esa rola me encanta- grita Marla mientras su pie se hunde en el acelerador. En las bocinas se escucha la voz de Ruth Radelet “Blue girl / Don’t hate the world / Your friends will never understand / What it’s like for us”. Entre la adrenalina y la música de fondo la morra conduce a alta velocidad “They never understand / Why we say goodbye”. -A poco no está increíble la rolaexclama Marla al mismo tiempo que acaricia el muslo de Edgar. Él siente un agradable escalofrío, que se mezcla con el subidón de la coca. - ¡Está poca madre!- contesta Edgar con un grito como si fuera el último de su vida. Justo en ese instante, Marla se percata que

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tiene el semáforo en rojo y frena intempestivamente. El cinturón de seguridad hace lo suyo y mantiene los cuerpos de Marla y Edgar pegados a sus asientos, en la parte de atrás del coche, Hugo reacciona a tiempo, se aferra al asiento de Edgar y grita con la voz entrecortada -¡No mames!- Mientras la tripulación se recupera del enfrenón, a lado se les empareja otro grupo en un auto deportivo, quizás vienen de regreso de una fiesta o están buscando dónde seguir, pero lo que sí es seguro es que la noche es muy joven aún para ellos. Marla lanza el reto de un arrancón con la mirada, el piloto del auto de al lado lo acepta con una sonrisa descuadrada. Los motores rugen y se desahogan una vez que el semáforo ha cambiado al color verde. -Ahora sí comienza la diversión- susurra Marla. La avenida está vacía, el coche de Marla y de los adolescentes son los únicos dueños. Edgar voltea a ver de reojo la aguja del velocímetro y se percata que han llegado a los 140kmph. En su cerebro se ha aparecido un rayo de cordura y consciencia, pero así como ha llegado se ha ido. Él ha decidido que será una noche para recordar toda la vida, siempre ha pensado que lo mejor de la vida es lo que llega sin haberse planeado. Justo en ese instante aparece en su memoria aquel recuerdo de una chica que conoció en una fiesta de la universidad un día que no tenía planeado salir. Llegó a esa fiesta por una invitación casual de un amigo de su calle -¿qué haces hoy? ¿no quieres venir a una fiesta?- Una vez dentro de la casa de su amigo, se sentó en la sala justo a lado de esta chica con la que una vez que intercambiaron miradas, no dejarían de platicar, y que le rompería el corazón esa misma noche al decirle que se iría a vivir a otra ciudad. Mientras Edgar se paseaba en sus pensamientos melancólicos, un resplandor y un ruido ensordecedor lo regresarían de nuevo a la realidad. Marla se había metido en un carril de contraflujo encontrándose de frente con un camión de carga al que de milagro pudo esquivar, sin embargo, la maniobra obligó al otro auto a dar un volantazo fatídico que los llevó a estamparse contra un poste. Cuando el coche de Marla se detuvo, y sus tres pasajeros pudieron recuperar el aliento, sin dudarlo Edgar bajó del coche para ver lo que había ocurrido con sus adversarios de carreras. El escenario era terrible, los cinco cuerpos de los chicos se esparcieron en pedazos por todo el pavimento.


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TXT:: Carlos A. RamĂ­rez

Nick Cave Nada es casualidad

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omas a Marla de la mano y la conduces de nuevo al auto. La sientes temblar. Tú mismo tiemblas como la porción de masa encefálica que aún palpitante y ensangrentada acaban de ver sobre la acera. Te odias porque en medio de tanta muerte, aquel despojo te recuerda a la gelatina de frutos rojos que te gusta tanto. Tratas de alejar aquella imagen pensando que no tiene nada de extraño. A fin de cuentas, es lo mismo de siempre, intentas convencerte: Eros y Tanatos unidos irremisiblemente. Pero la escena fue dantesca y, aunque no quieras reconocerlo, fascinante a la vez: piernas y brazos cercenados, aceite, grasa, dientes como los que arreglas todos los días. Una cabeza solitaria, atónita ante la orfandad de su cuerpo. Un caos de sangre y carne molida capaz de revolverle los intestinos a cualquiera. Solo hay algo en lo que no quieres pensar: esos jirones de cabello rojizo esparcidos en el suelo junto al combustible, el caucho y el metal retorcido. Debe haber miles de pelirrojas en la ciudad, te dices. Kassandra no puede ser la única. No era Kassandra. No. No. No. Una mujer que se llame Kassandra necesariamente tiene que ser pelirroja, recuerdas lo que pensaste cuando la conociste y lo mucho que se rió cuando, meses después, se lo confesaste. Su risa. Te duele el pecho cuando evocas su risa y sus dientes de nácar enmarcados por esos labios bellísimos. Recuerdas entonces aquellas vacaciones en Todos Santos, cuando después de cenar y beberse dos botellas de Tempranillo Santos Brujos en su habitación, se fueron quitando a besos la ropa y terminaron bailando desnudos la hermosa y trágica Henry Lee, de Nick Cave y PJ Harvey. Pensar en la tersura de la piel de Kassandra, y sobre todo en las pecas rojizas de su espalda, te produce una erección acerada. Depositas a Marla en el asiento de atrás, tiene los ojos entrecerrados y la quijada tensa. Los botones de la blusa, desabrochados, dejan ver sus tetas macizas. Sin pensarlo, deslizas tu mano derecha debajo de su brasier. Palpas

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envuelto de placer la rugosidad de sus pezones morenos, las redondeces rotundas de su carne prisionera. La escuchas suspirar. Sientes cómo su mano izquierda busca el bulto entre tus piernas. Enseguida una sonrisa curva sus labios. Es hermosa. Quizá más que Kassandra. Seguramente más que Kassandra. Pero no tiene ese fuego que te abrasaba hasta el delirio. Nadie lo tiene. Nadie lo tendrá jamás, comprendes apesadumbrado y escuchas a Edgar abrir la puerta del coche. Le pides que conduzca, Marla no se encuentra en condiciones. Notas como Hugo hunde con rabia el pie en el acelerador hacia un destino incierto. Gotas de lluvia caen sobre el parabrisas en el momento exacto en que las líneas de la carretera comienzan a desaparecer frente a tus ojos a una velocidad estúpida. Justo como las rayas de coca de hace un rato bajo tu nariz, piensas y una mueca grotesca, parecida a una sonrisa, se dibuja en tu cara. “Pon música”, escuchas decir a Marla desde el asiento de atrás un segundo antes de que su boca se trague entera tu erección. Las primeras notas de “Sad Waters” se desgranan con lentitud. And then I ran my tin-cup heart along/ The prison of her ribs /And with a toss of her curls/ That little girl goes wading in/ Rollin her dress up past her knee: Turning these waters into wine/ Then she platted all the wil, musita roncamente Nick Cave, el ángel maldito de Warracknabeal, Australia. Cuando giras la cabeza ves a Marla picotear con sus llaves su frasquito de vidrio lleno de coca. “Ah, Nick Cave. Chingon. Sigo en shock por los güeyes del otro coche”. Dice Hugo con las manos al volante. Notas en su tono ese adormecimiento de alma típico que te da la droga. ”El papá de ese güey también se murió en un accidente automovilístico, qué casualidad”. ¿no? En la noche nada es casualidad. Lo sabes. —Pónganse cómodos, que les voy a contar una historia. —como si el objetivo de la noche fuera aumentar la dosis de dramatismo, Edgar toma un suspiro y comienza a recitar lo que parece un manifiesto sobre una figura que idolatra desde la adolescencia.


NICK CAVE

El apocalipsis segĂşn

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TXT:: Juan Carlos Hidalgo

1:8 Yo soy el Alfa y la Omega, principio y fin, dice el Señor; el que es y que era y que ha de venir, el Todopoderoso. Y la voz que debe surgir será grave y profunda. La de un hombre en plena madurez que se enfrenta a la desolación. En julio de 2015 vino la muerte y lo miró a los ojos. Él tenía 58 años cuando Arthur –uno de sus hijos gemelos- se arrojó de un acantilado de más de 20 metros de altura. El chico murió y la familia quedó desolada. Nicholas Edward Cave –el hombre detrás del artista— se aferró a su esposa –Susie Bick— y su hijo sobreviviente –Earle—. Era imposible paliar el dolor. Tantos años haciendo canciones que sobrevolaban distintas formas de la muerte y en aquel instante la tenía revoloteando a su alrededor. El Alfa y el Omega a la mitad de la vida. No parece un dato menor que poco después se supiera que el adolescente había consumido una fuerte dosis de LSD. El amigo que lo acompañaba comentó que no encontraron información sobre la faceta oscura de esa droga. Arthur se puso violento y perdió el control. Nick no encontró otra salida que concentrarse en la composición de nuevas canciones. Se encontraba a la mitad de lo que sería su álbum número 16. Skeleton tree (2016) se reencauzó para filtrar la tragedia con mucha gallardía. Dave Simpson, crítico de The Guardian, apuntó: “hay belleza, empatía y amor que giran entre el adormecimiento desconcertado y la desgarradora profundidad”. 1:17 Cuando le vi, caí como muerto a sus pies. Y él puso su diestra sobre mí, diciéndome: No temas; yo soy el primero y el último.

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¿Por qué es importante y trascendente Nick Cave? Se dice que sus letras están hechas “con trazos de sangre, azufre y corazón”. Y esto es una verdad incontrovertible. Post punk. Blues ponzoñoso. Música chirriante. Elegías religiosas. Todo se entrevera en los rituales musicalizados por uno de los sumos sacerdotes del rock contemporáneo, aunque su sonido sea huidizo, desconcertante y retador. Poesía embriagada de pasión y muerte; fascinación por la maldad humana y el crimen; búsqueda de epifanías convertidas en canción. Un crooner trásfuga elevando una oración por las pulsiones humanas; un intérprete que cimbra con la fuerza de un terremoto. Mucho puede decirse de un prolongador de la estirpe de Baudelaire, pero nadie mejor que él para describir su arte mayor a partir de la ayuda que solicita a las musas una vez que se encuentra sobre el escenario y las luces están por encenderse: “Calíope, que ayuda con las baladas épicas; Euterpe, que ayuda con las canciones tristes; Erato, que ayuda con las canciones confesionales; Clío, que ayuda con los temas antiguos; Melpómene, que ayuda con las piezas supertrágicas; Polimnia, que ayuda con las canciones religiosas; Tersícore, que ayuda con los temas bailables; Talía, que ayuda con las canciones divertidas; y Urania, que ayuda cuando la cosas se pone sideral y psicodélica”. 1:18 Mas he aquí que vivo por los siglos de los siglos, amén. Y tengo las llaves de la muerte y del Hades. El pequeño pueblo de Warracknabeal (en el estado australiano de Victoria) no le fue el mejor lugar para crecer, y aunque cantaba en el coro de la catedral de Wangaratta, perteneciente a la Iglesia anglicana, tuvo muchos problemas en la escuela y lo tuvieron que enviar a un colegio en Melbourne durante 1970. Meses después su familia habría de alcanzarlo. Su padre era profesor de literatura y su madre bibliotecaria. Cuando arribaron a la ciudad lo encontraron siendo parte una vez más del coro y tocando el piano. Luego estudió pintura, armó su primera banda y comenzó a consumir


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heroína. Cuando tenía 19 años murió su padre en un accidente automovilístico, para ese entonces ya había conocido a Mick Harvey (quien lo acompañaría por muchos años) y juntos hacían versiones chatarreras de Bowie, Lou Reed, Alice Cooper y Roxy Music. En 1977 deciden dejar la escuela y componer temas originales adoptando el nombre de The Boys Next Door. Aquello duró tres años y le sirvió para ir probando las partes de ruido y su capacidad como histrión. A partir de 1980 crean The Birthday Party y se fueron primero a Londres y luego a Berlín. Aquí comienza propiamente la leyenda de Nick Cave y son firmados por el mítico sello 4AD (luego pasaría a Mute). Se van abriendo camino gracias a los estruendosos conciertos que ofrecen, pero el proyecto termina mal debido a una maraña de alcohol y drogas. Incluso cuenta que una cicatriz en su rostro se debe a un tajo que le dio su pareja de entonces, Anita Lane. Esa primera “fiesta” finaliza en 1984. 2:4 Pero tengo contra ti, que has dejado tu primer amor. From Her to Eternity (1984) fue un inmejorable debut para Nick Cave & The Bad Seeds y contó con una alineación legendaria: Blixa Bargeld (de Einstürzende Neubauten) estaba en la guitarra; mientras que del bajo se encargó Barry Adamson (que también haría carrera solo). El australiano Hugo Race sumaba otra guitarra. Anita Lane deja algunas letras como legado, pero la relación finaliza y posteriormente se involucra con Elisabeth Recker. La banda se convierte en insignia del Berlín retratado en la obra maestra de Wim Wenders, Las alas del deseo (87) (en la que aparecen tocando). Aquel periodo se extiende por cuatro álbumes más: The Firstborn Is Dead (85), Kicking Against the Pricks (86), Your Funeral... My Trial (86) y Tender Prey (88). El poder narrativo de Cave se va desarrollando y es palpable no sólo en las piezas sino en su primera novela: Y el asno vio al ángel (1989). Ese mismo año cae el muro y Nick deja Berlín Oeste para instalarse en Sao Paulo, Brasil. Buscaba un cambio radical que se plasmó en una nueva

relación; con Viviane Carneiro tendría un hijo llamado Luke (nacido en 1991, mismo año en que nació también Jethro, que tuvo con Beau Lazenby en Australia). La estancia paulista entrega uno de sus trabajos más memorables y logrados: The Good Son (1990) –menos ruido y furia y más intimista y reposado-. Prosigue con Henry´s dream (1992) y al año siguiente deja Brasil. Se instala en Inglaterra, registra en disco la gira y prepara Let Love In (1994), que le trae la consolidación –crítica y público lo aclaman con unanimidad–. El fantasma de la heroína lo sigue acompañando por estudios de grabación y escenarios –su vida se torna más turbulenta–. Por fortuna, desde entonces lo acompaña su paisano Warren Ellis (también de Vitoria), quien se convierte en su cómplice artístico y amigo incondicional hasta la fecha (su aporte con los instrumentos de cuerda es esencial). 3:16 Pero por cuanto eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca. La colección que ausculta el instinto criminal, Murder Ballads (1996), se convierte en una obra de culto inmediato y su concepción misma le trae romances con PJ Harvey y Kylie Minogue –que sumaron sus voces–. Su magnetismo interpretativo se potencia, sus imágenes se hacen más sofisticadas pero precisas. Se afirman como canciones que subliman la experiencia sensible. En The Boatman’s Call (1997) decide ser más confesional que nunca y el piano se convierte en su instrumento favorito. Pero los estragos de una vida tremendamente desordenada pasan factura. En respuesta, emprende una desintoxicación radical. Una vez limpio se casa en 1999 con Susie Bick. Entrega No More Shall We Part (2001) y luego

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y de imaginación para motivarme, y eso, la verdad, es bastante difícil de filmar. Buscar esos puntos de tensión es lo que precisamente intento con mis canciones”.

Nocturama (2003), que implica la partida de Blixa Bargeld. Mick Harvey queda como el único miembro original de The Bad Seeds, pero no paran. Siguen con el disco doble: Abattoir Blues/The Lyre of Orpheus (2004). 6:17 porque el gran día de su ira ha llegado; ¿y quién podrá sostenerse en pie? En 2005 compila sus B-Sides & Rarities (56 canciones en tres discos), eventualmente se presenta en solitario y se reinventa a través de Grinderman (con 3 de los Bad Seeds incluidos). Le apetece exaltar su parte más áspera y rugosa. Incluso el siguiente álbum –Dig, Lazarus, dig!!! (2008)– está muy influenciado de ese tipo de sonido. 9:21 y no se arrepintieron de sus homicidios, ni de sus hechicerías, ni de su fornicación, ni de sus hurtos. En 2009, aparece en español La muerte de Bunny Munro, una novela de corte sexual y con un protagonista muy guarro, lo que años después motivaría al periodista español Adrián de Alfonso (durante la promoción del disco Push The Sky Away (2013)) para tratar de establecer el peso de la fuerza erótica y carnal en las canciones de Nick: “En contra de lo que pueda parecer, no estoy tan interesado en el sexo en sí como en sus reverberaciones. Es un poco como la violencia. Sexo y violencia son constantes en mi escritura, efectivamente, pero lo que me interesa no es tanto el acto violento en sí, sino las vibraciones que ese acto transmite. Lo que le hace hacer a la gente. En el cine se ve muy claramente. A todos nos gusta el sexo, pero dime cuántas películas tienen escenas de cama que no sean profundamente aburridas. El acto sexual debe tener un elemento de fantasía

16:1 Oí una gran voz que decía desde el templo a los siete ángeles: Id y derramad sobre la tierra las siete copas de la ira de Dios. Nick Cave es un compositor prolífico; un creador con un pasado sacudido por los excesos y un hombre (residente de Brighton) que en la actualidad presume una disciplina propia de un ejecutivo (trabaja asistiendo a su oficina con rigor militar). ¿Por qué es que nos siguen atrapando sus temas? Jordi Bianciotto tiene una respuesta puntual acerca de la grandeza de lo que hace: “un engranaje de rock turbulento, alimentado de giros dramáticos con raíces en el góspel, letanías severas, enfática interpretación vocal y fondos melódicos… La fijación bíblica, el crimen y el castigo, el ojo por ojo, el diente por diente”. 19:14 Y los ejércitos celestiales, vestidos de lino finísimo, blanco y limpio, le seguían en caballos blancos. La complejidad del artista quedó plasmada en los documentales 20.000 días en la Tierra (Iain Forsyth y Jane Pollard, 2014) y One More Time With Feeling (2016), dirigido por Andrew Dominik, quien lo incluyó cantando una balada en El asesinato de Jesse James por el cobarde Bob Ford (2007). Con los años sabemos de su gran admiración por Leonard Cohen (que marcó sus inicios) y por Johnny Cash, con quien intercambió versiones memorables propias y ajenas. Se trata pues de un artista aferrado a sus obsesiones; tras de acudir a las musas, antes de tocar convoca también a los coros ángeles, como lo cuenta en La canción de la bolsa para el mareo (su bitácora de viajes publicada en 2015): “a los serafines, que nos mantienen sexys y espontáneos; los querubines, que nos impiden hacer cosas demasiado estúpidas; los tronos, que nos mantienen fuertes y viriles… los arcángeles, que tratan con los policías, y los ángeles comunes, que nos mantienen infantiles”. 20:1 Vi a un ángel que descendía del cielo, con la llave del abismo, y una gran cadena en la mano. Eso según el Apocalipsis… que no señala que ese ángel maldito se llama Nick Cave.

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avid Lynch Puedo ser tu Billy Pullman TXT:: Aaron Enríquez

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e todos los tragos amargos que se pueden tener durante la desafiante madrugada, el mejor es aquel que se siente cuando pasas saliva con la lengua entumecida y percibes el saborcito de la cocaína resbalando por tu garganta. En eso pensaba Marla cuando, tras haber dado un fugaz vistazo a los letreros de la carretera, Edgar se da cuenta de que están llegando a Tlaxcala. Llevan mucho tiempo conduciendo sin rumbo fijo y están en esa hora de la noche en la que los cristales se empañan a mayor velocidad. La oscuridad de la carretera, que Edgar había observado fijamente durante todo el camino, lo hizo sentirse como en una escena de Lost Highway, aquella vieja película de David Lynch. Pero él sabe perfectamente que está lejos de ser Bill Pullman y el rímel corrido en los ojos de Marla le confirman que ella no es Patricia Arquette. A lo lejos se observa una tintineante luz neón. La entrada al estacionamiento de un motelucho lúgubre promete momentáneamente un buen lugar para pasar el resto de la noche y no pensar en lo que había pasado hacía apenas un rato. Mientras se deciden a descender del vehículo, Marla continúa lidiando con sus llaves y el frasco de polvo blanco. Una vez que pisa el suelo del motel, se quita los zapatos para andar descalza. La imagen de Lost Highway comienza a perturbar la mente de Edgar, quien de repente tiene flashazos de él montado sobre el cuerpo de Marla tratando de estrangularla. Aún más perturbador resultó entrar sobre el pasillo del lobi para encontrarse con el pálido rostro del recepcionista, muy parecido al de Robert Blake en la película, o al menos es la impresión que le da al sugestionado Edgar. Su noche fue tan frenética, siniestra e inexplicable, que por momentos no duda que su demiurgo sea lyncheano. En el pasillo que los lleva al 407, escuchan las voces y el sonido de los vasos que denotan que alguien está teniendo una pequeña fiesta en otra de las habitaciones. La voz de Sky Ferreira cantando Your’re not the one llama inmediatamente la atención de Marla, quien corre presurosa hacia la puerta desde donde salen aquellos sonidos. Con sus zapatos en la mano, recarga la espalda sobre la puerta de la habitación para hacer un lip sync tan sugerente que provoca un cosquilleo inmediato en la entrepierna de Edgar.

-Street’s like a zoo /Through a city of lights / Love at first sight /Silent rays of blue / They slowly glide / Right down my spine Desafortunadamente para el dentista, el ventanal del fondo del pasillo muestra ya las primeras tonalidades purpura de la mañana. Ya no es tiempo para andarse con estos jugueteos, piensa mientras toma el brazo de Marla y la guía rumbo a la habitación que les corresponde. Nunca pensaste que el crepúsculo fuera la hora más anti-sexy del día. Pero la posición que ahora intenta mantener tu acompañante no te incita para nada a coronar la noche con ella. Te mueves un poco de lado a lado y logras zafarte de sus brazos y piernas. Además de los pequeños espasmos que le dan, no muestra demasiada resistencia. Por momentos se despierta para maldecir e intenta continuar inhalando el polvo que ha desaparecido prácticamente del frasco. Tu teléfono vibra y te levantas para contestar la llamada. Proviene de un número no reconocido así es que dudas en contestar. En el segundo intento piensas que tal vez sea algo importante y contestas. No logras reconocer la voz y te cuesta poner atención a lo que intenta comunicarte, hasta que escuchas la palabra accidente. Todo lo que la voz dice después te parece borroso, pero lo asocias a lo que acaban de pasar Marla y tú hace unas horas. Sigues intentando reconocer la voz, sin éxito. Los oídos te empiezan a zumbar como si fueras saliendo de un concierto. –Era el auto de Kassandra, murió instantáneamente.

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Smiths ?

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L

a bruma en la que te sume el alcohol se parece a la felicidad. La cocaína, si acaso, te acerca a la euforia. Tuviste que convencer a Marla de detenerse, que dejara de picotear la coca con las llaves. Toda la noche creíste que te hallabas ante una encrucijada; la llamada sólo te hace darte cuenta de que te mentías. Tomaste tu decisión desde que escuchaste las tres sílabas de su nombre, Ka-ssa-ndra. El resto fue pura espera: arrullar a Marla hasta que la inconsciencia venciera a los espasmos y los temblores. Verificar que se acostara de lado, que dejara de hablar, que por fin se desconectara de ti. Has estado en esa habitación demasiado tiempo. Tu aventura nocturna inició con una mentira, no debería resultarte extraño que termine del mismo modo. Al salir observas el coche de Marla, el mismo en el que horas antes jugabas a los arrancones mientras ambos se coqueteaban. Estará bien, te dices, pero abandonas la idea de llevarte su coche. No eres capaz de caer tan bajo. Te diriges al paradero y esperas el transporte a la Ciudad. Pasa de medio día cuando llegas al consultorio dental con la misma ropa puesta, impregnada del olor rancio del alcohol, el hotel y el autobús. Tania te recibe con una sonrisa cálida. Tú sólo le dices hola y pasas directamente a tu consultorio. Mojas tu cabello en el agua del lavabo, cubres tu ropa con una bata limpia, te perfumas más de lo habitual y te dispones a atender a la paciente que lleva casi 40 minutos esperando. Eres un profesional. La vida, sea como fuere, no es a estas alturas más que un procedimiento industrial que, una consulta tras otra, hace que todo se parezca a un juego, a un chiste. Toda esa perfección no significa nada. Buscabas un trabajo, lo conseguiste, pero ni eso ni tu aventura nocturna evitan que te sientas miserable. La paciente te sonríe. Le devuelves la sonrisa por cortesía con cierta incomodidad, ¿Por qué habrías de darle tu tiempo a personas a la que no les importa si vives o mueres?, ¿por qué habrías de importarle tú a ellas? La curiosidad por el destino de Kassandra te hizo huir de Marla pero al llegar a la ciudad, cuando tus pensamientos se habían enfriado, te fuiste directamente a tu consultorio, en vez de devolver la llamada, en vez de seguir indagando, en vez de permitir que tu destino terminara de =sacudirse. Pones algo de música en el reproductor y tu playlist arroja un viejo sencillo de The Smiths. La voz lastimera de Morrisey cavila de la misma forma que lo has hecho tú desde la madrugada: Two lovers entwined pass me by / and Heaven knows I’m miserable now. Tu joven paciente aprovecha la pausa que haces para hacer el primer comentario desde que entró al consultorio. —Es una linda canción —te dice—; me tranquiliza. Le sonríes mientas ella vuelve a abrir la boca. Seguro no ha puesto atención a la letra. Entonces piensas en lo que se ha convertido ese viejo espíritu rebelde y combativo de The Smiths

en esta época: Morrisey, la caricatura vegana, el rockstar cuyos berrinches siempre se cumplen; la música como un procedimiento industrial también, en el que las canciones ya no nos confrontan con la realidad, sino que nos sosiegan, nos hacen creernos un poco más cultos, un poco más completos, cuando en realidad sólo nos han entretenido. ¿También tú deberías resignarte a seguir prisionero de esa monotonía? Quizá la pregunta es otra. Quizá la vida sí puede ser como esa canción en que la alegría cotidiana sólo es un contraste para esa miseria que llevas dentro. Antes de que la canción termine, el volumen disminuye un par de ocasiones para dar paso a las fugaces campanas de notificación. El ansia te invade y te apresuras a terminar la limpieza rutinaria de la joven paciente. Cuando ella se va, revisas los mensajes. El primero proviene del número desconocido del que te marcaron en la mañana: “Estoy en tal y tal lado, en este momento tratan de identificar los cuerpos, ¿vas a venir?” El segundo mensaje es de Marla: “¿Dónde estás? ¿Por qué te fuiste?” Tras leerlo piensas lo mismo que ayer: no puedes quejarte de la rutina si no tienes planeado cambiarla, porque la rutina es también una forma de darle sentido al puto vacío. Podrías responder, podrías decirle la cruel noticia y prometer que irás por ella de inmediato para continuar con la cita más extraña de sus vidas. Pero la dejas en “visto”. Una parte de ti, sin embargo, no se resigna a mirar la rutina de frente, cada día, cada minuto, con aquel cinismo. Johnny Marr tampoco lo hacía, prefería contrapuntear con la guitarra cada miserable frase que salía de la boca de Morrisey. Sales de tu consultorio, aun con el teléfono en mano. Estás a punto de contestar alguno de los mensajes, no decides a quién. Tarareas el riff de Marr casi bailando. Tania sonríe al escucharte y las comisuras de tus labios reflejan su gesto. —Es una linda canción —te dice. Es increíble que hasta ahora notes lo mucho que se parece a Kassandra. !

TXT:: Rafael Tiburcio García

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