MVN 187 - Sleaford Mods - marzo 2021

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EDICIÓN

187

SLEAFORD MODS

Punk de laptop para sacudir el mop top

$52.00

+Slowthai

Rimas y vibras más allá del grime

+ Arlo Parks

Rayos soulares colapsados

+Goat Girl

Del conjuro al orgullo británico


COFUNDADOR CECILIA VELASCO MARTÍNEZ ceci@marvin.com.mx DIRECCIÓN COMERCIAL Y RP DELHY SEGURA delhy@marvin.com.mx CLÉMENT SORIA soria.clement@gmail.com PROGRAMACIÓN WEB AURELIO VARGAS joseaureliovasan@gmail.com MARVIN TV PEDRO VELASCO pv.lphant@gmail.com DISTRIBUCIÓN EDUARDO CORTÁZAR ROSAS REPRESENTANTES EN LA REPÚBLICA TOLUCA EDUARDO URIBE MORALES aliasdg@gmail.com PUEBLA JOSÉ ANTONIO FLORES CABRERA joseantonio@marvin.com.mx PACHUCA ALFREDO GARCÍA r.u.d.o@hotmail.com

EDITOR ALEJANDRO GONZÁLEZ CASTILLO alejandrogc@marvin.com.mx COORDINADOR HOMERO NÚÑEZ homero@marvin.com.mx DIRECCIÓN DE ARTE HÉCTOR MONTES DE OCA diseno@marvin.com.mx NARRATIVA DIBUJADA Y CÓMIC ÓSCAR G. HERNÁNDEZ oscarghx@marvin.com.mx REDACTORES WEB KARINA CASTILLO MISAEL HIRAM COMMUNITY MANAGER PAMELA PÉREZ COLABORAN EN ESTE NÚMERO Aarón Enríquez, Aldo Mejía, Alejandro Mancilla, Carlos A. Ramírez, César O González, David Cortés, Esmena Valdés, Esteban Cisneros, Anahí Hernández, Juan Carlos Hidalgo, Misael Hiram, Rocío Valdez.

DIRECTORIO

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Cozumel #61- PB. Col. Roma Norte CP 06700. México DF. Tel. (55)1998 0808 (55)1998 1818 Contacto: contacto@marvin.com.mx Suscripciones: suscripcion@marvin.com.mx

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Título de la publicación: Marvin Música • Cine • Arte Editor Responsable Cecilia Velasco Martínez. Edición 187 correspondiente a: MARZO 2021. Prohibida la reproducción parcial o total por cualquier medio físico o electrónico sin el permiso expreso de los editores. Los contenidos de artículos y colaboraciones firmados son responsabilidad exclusiva de sus autores y no reflejan necesariamente la opinión de los editores. Certificado de Licitud de Título y Contenido: 15372. Certificado Reserva de Derechos al uso Exclusivo del Título: 04-2019-012816402300-102. MARVIN es una Marca Registrada.


EDICIÓN

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MODA / Fleet Ilya. El erotismo como estilo de vida ARTE / Ben Rivers y su arte profundamente humano

ARLO PARKS / El dolor no durará por siempre DJANGO DJANGO / Planes de escape para tiempos sofocantes GOAT GIRL / Del afertpunk al badibaba con crack La distopia de / STEVEN WILSON MOGWAI / Deja de pensar en las palabras

SLEAFORD MODS / Palabras como nudillos SLOWTHAI /Grime punk, directo y callejero

CONTENIDO

REPORT

CENTRAL

LOUDSPEAKER

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MARZO 2021

ESOS JODIDOS BRITÁNICOS / (o cómo aprendí a dejar de preocuparme y admitir que amo el pop británico) IRVINE WELSH /Ese punk cruel y socarrón de la literatura inglesa EL BREXIT VS. LA INDUSTRIA MUSICAL / Una escopeta de doble cañón MASTER CLASS IN SITU DANNY BOYLE / Un transgresor desprejuiciado EXTASIS POR SORBOS / En una pocilga londinense CÓMIC Y NARRATIVA DIBUJADA La visión crítica de POSSY SIMMONDS ANA HERNÁNDEZ GALAVIZ


EDITORIAL

L

as del Reino Unido son coordenadas soñadas para los amantes de la música pop. El pelaje sonoro que éstas poseen es tan diverso que prácticamente ningún melómano podría pasearse por aquellos lares sin expeler algún suspiro mientras en los audífonos desfilan las tonadas que, durante décadas, han resonado en los oídos del planeta entero. Las voces concentradas en este número de Marvin, dedicado enteramente a lo que ocurre en esa parte del mundo, se contraponen al tiempo que acordes se leen. Van de la raigambre punk de los dueños de la portada, los afilados Sleaford Mods, seguidos por Slowthai y Goat Girl; pasando por el genio de clásicos modernos como Steven Wilson y Mogwai; a dejar lejos de la sombra a visionarios como la muy joven Arlo Parks y los psicodélicos Django Django. Reafirmando el deseo de ejercer el periodismo en diversos niveles, la sección Report incluye crónicas y ensayos referentes a la cultura británica. En lo concerniente al cómic, abordamos la obra de Posy Simmonds, una de las artistas inglesas más reconocidas en su nicho. En esa ruta, honramos la labor literaria de Irvine Welsh y las capacidades oculares del cineasta Danny Boyle, pareja indivisible cuando de fotógrafos de la realidad británica posmoderna se charla. También tenemos arte experimental de la mano de Ben Rivers, moda e ilustración. Gozamos haciendo este número y justo sería que tú, lector, hicieras lo mismo. MVN 187 es inglesa. Gocemos el camino. Alejandro González Castillo


Alejandro Mancilla Le gustan cosas tan dispares como ELO y Belafonte Sensacional, por más que le busca no le halla la gracia ni a Queen ni a Rosalía (aunque ya empieza a hacerlo con Bad Bunny). Cumplió el sueño de caminar sobre Abbey Road y su beatle favorito es Pete Best.

Carlos A. Ramírez

Le gusta mirar películas de zombies mientras come hamburguesas y papas fritas con mucha cátsup. Extraña los tacos de tripa.

David Cortés

Escritor, periodista, melómano, escucha insaciable de rock mexicano y del mundo. Tiene la sospecha de que detrás de una buena canción, libro o película, siempre hay una historia de amor.

Esteban Cisneros

Panza verde, escritor, músico de tres acordes, fundador del proyecto editorial La Trampa del Bulevar. Edita fanzines sobre música y literatura y ha colaborado escribiendo de música y cine con periódicos, revistas de circulación nacional, otros fanzines y revistas digitales.

Misael Hiram

Nació y creció en el Estado de México. Toma fotografías en conciertos, ve mucho cine y desde que se levanta hasta que se duerme escucha música. Fan de las harinas, recientemente se asume como Señor de las Plantas.

Aldo Mejía Periodista de cultura, política y seguridad egresado de la FES Acatlán. Estudioso de la contracultura y la narcocultura, así como de la relación entre ambas. Escritor en ciernes de crónica, cuento y ensayo. Detective salvaje.

Anahí Hernández

Artista por la FAD con estudios en Diseño de experiencias editoriales, coordinó la vinculación educativa en TACO AC y es fundadora de Atópica Editorial, donde edita libros de artista, fanzines y el Almanaque de Narrativa Gráfica MX.

César O. González

Lo primero que hizo cuando pudo tomar decisiones fue sentarse ante una batería. De concierto en concierto desde adolescente y, con los años, cada vez mas apasionado por la Economía.

Esmena Valdés

Poeta, guionista y directora creativa mexico-cubana. Aficionada de la música, el cine y lo experimental.

Juan Carlos Hidalgo

COLABORADORES

Aarón Enríquez

Voyerista pop de la Narvarte. Salvaje y fresh. Periodismo, ocasional. Narrador de fracasos.

Embajador de Tuzolandia por el mundo. Su novela más reciente es Ya no más canciones de amor (Ed. Gato Blanco). En Marvin, coordina las colecciones Rock para leer y Tinta sonora. Forma parte de la Red de Periodistas Musicales de Iberoamérica (REDPEM). Su libro más reciente se titula Una ópera egipcia, poemario a partir de un álbum de Los Planetas.

Rocío Valdez

Estudió Publicidad y Comunicación en el ITESO. Es productora en Mango Films, amante del té, los scones y de escribir reflexiones que nadie lee.


FLEET ILYA MODA

El erotismo como estilo de vida

MARZO 2021

TXT:: Esmena Valdés

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Fleet Ilya es una marca británica fundada en 2006 por la pareja Ilya Fleet y Resha Sharma. Con base en Londres, la dupla materializa el espíritu erótico, asumiéndolo como una parte intrínseca del alma, de la libido y de sus necesidades. Se trata de una exploración de las posibilidades del cuero dentro de una estética de alta costura y fantasía subversiva. Ilya se formó como fabricante de sillas de montar y Resha estudió diseño gráfico. Comenzaron a trabajar en el mundo de la moda con una colaboración para AW08, creando piezas conceptuales de pasarela, y finalmente lanzaron su propia línea. Para este dúo, el impulso creativo siempre fue un tipo de obsesión donde la codicia no es sinónimo de posesión, sino de creación. La pareja comenzó con un simple brazalete y evolucionó hasta concretar diseños más desafiantes. En el interior de su tienda hay montadas exposiciones de piezas así como fotografías de campaña; además, se proyectan películas. Una oportunidad única para que sus visitantes se encuentren cara a cara con los materiales y los artículos. Una exploración sensorial, una tierra imaginaria con objetos e instalaciones extraordinarios. Los diseños están hechos a mano por artesanos del cuero, se producen entre 10 y 15 piezas por colección, (afortunados los que poseen una) en donde los métodos tradicionales se encuentran con técnicas progresivas. La firma rompe tabúes, une formación clásica con imaginación y visión artística. Sus piezas van desde arneses en forma de corsé y cierres de cintura, hasta extravagantes máscaras y tocados. Las creaciones, tanto para hombres como para mujeres, se engloban en tres líneas: clásica, conceptual y sobria. La línea clásica de bolsos, cinturones y puños se basa en el espíritu de la artesanía de alta gama. Con la mirada puesta en lo invisible, sus piezas conceptuales son accesorios de alta costura. La línea de contención es simplemente el epítome del bondage de lujo. Su propuesta enfatiza una diferencia entre la lencería convencional y el erotismo; al mezclarlos, se lleva el concepto a lo “post-fetiche”, desde blazers hasta vestidos con un toque exótico que guarda equilibrio con lo formal, sobrio. Hablamos, en pocas palabras, de moda, erotismo y funcionalidad. Y es que no se trata de artículos desechables; existe una responsabilidad social: longevidad de producto, la posibilidad del legado generacional. Así, la funcionalidad original se desvanece. Quizá pensar en usar algunas de estas prendas resultaría extraño al principio, pues podría relacionarse con lo “pervertido”, lo “anormal” o lo “clandestino”, pero una vez que se intenta, se comprende la importancia de estar abiertos a las alternativas. Ilya y Resha tienen mucho por explorar, por celebrar con el cuerpo como una oda a la sexualidad, al deseo y a la revolución de las expresiones individuales.


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BEN RIVERS ARTE MARZO 2021

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Ben Rivers y su arte profundamente humano TXT:: Alejandro González Castillo


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Con base de operaciones en Londres, Ben Rivers se asoma como uno de los artistas más propositivos dentro del arte audiovisual contemporáneo. Su carrera lo avala. Ha sido visionario si se considera que su trabajo se planta en la frontera que existe entre documental y ficción, pero también debido al esqueleto que bajo sus argumentos narrativos se encuentra: un imaginario donde la atemporalidad se erige como definitoria, en cierta medida debido a las características de su formato favorito (16 mm). Ben estudió Bellas Artes en la Falmouth School of Art. Arrancó enfocándose en la Escultura, aunque pronto la Fotografía lo llamaría para finalmente empuñar una cámara super 8 y desde entonces perfilar su futuro. De su oficio, se sabe que prefiere ejercerlo a solas; incluso revela sus películas en casa, tras extraerlas de una vieja Bolex de cuerda, a oscuras sobre el fregadero de su cocina para luego montar el sonido también en solitario. Un ermitaño sistema de trabajo que se palpa en los resultados de su obra, donde la condición de nuestra especie pareciera elevarse una vez que el ser humano, precisamente, consigue “desprenderse” de las ataduras que a nivel social se autoimpone. El suyo es un universo distante, quizá marginal, aunque profundamente empático. Por ejemplo, en Now, at last!, Rivers se dedica a observar a un oso perezoso a lo largo de dos episodios perfectamente definidos: el primero, a blanco y negro; el segundo, con la aplicación filtros. Pasa así del sonido ambiental a solicitar el apoyo de los Righteous Brothers y su catastrófica “Unchained melody”. En contraste, en Look then below, el inglés recurre a la ficción para predecir el arribo de un mundo rebasado por la destrucción ambiental. Una suerte de novela narrada con lobreguez, entre cavernas y luces de neón. Ambos casos, muestras rotundas de que al artista le preocupa la forma en que nos integramos a nuestro hábitat. Look then below formará parte del Festival Internacional de Cine UNAM (FIC UNAM), el cual tendrá lugar del 18 al 28 de marzo vía virtual (toda la programación en www.ficunam.unam.mx). Una excelente oportunidad para acercarse al trabajo de Rivers, un hombre que tras la cámara ha encontrado una manera de replantearse los alcances y límites del observador, pues dirige la mirada a esos puntos oscuros que como sociedad buscamos ignorar; desatiende el ritmo salvaje de la modernidad para extraviarse en los detalles que la naturaleza nos obsequia. Algo que todos, si lo buscáramos, experimentaríamos a diario. Profundamente humanos, al fin y al cabo.


LOUDSPEAKER

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TXT:: Juan Carlos Hidalgo FOT:: Chris Almeida

La participación de la californiana provocó un estallido que se fue amplificando; más tarde nos sorprendería al dar a conocer un poco acerca de su proceso de creación: “Gorman leyó a Winston Churchill, para ayudar a comprender la retórica del poder; a Walt Whitman, para inspirarse; y al activista abolicionista Frederick Douglas para hablar del país con el que sueña”. Aquello fue un acierto que pensé que podía quedarse en un caso aislado, pero pronto (apenas 9 días después) vendría la acometida de otra joven poeta -¡todavía menor!-. La inglesa Arlo Parks publicaba su disco debut bajo el apelativo de Collapsed in sunbeams (Transgressive, 2021), y lo hizo abriendo con una pieza de spoken word de apenas 55 segundos que cierra diciendo: “We’re all learning to trust our bodies, making peace with our own distortions / You shouldn’t be afraid to cry in front of me. I promise”. Anaïs Oluwatoyin Estelle Marinho tiene 20 años y nació en Londres (en el rumbo de Hammersmith); ella misma encarna la diversidad cultural al asomarse como una mezcla entre nigeriana, francesa y de la República de Chad. La chica decidió crear el alter ego de Arlo Parks tomando como referencias lo hecho por King Krule y Frank Ocean al crear los suyos. Para canalizar su discurso no apostó por la furia del grime o lo crepitante del dubstep, sino que se decantó por los sonidos más clásicos del soul y el r&b. Curiosa manera de comunicarse con la gente de su edad. La historia de Arlo Parks parece que estará siempre marcada por el título de su primer EP, que lleva el simbólico nombre de Super sad generation (2019) y en el que comenzó con esa saga de canciones que hacen las veces de un tónico ante la devastación emocional, el miedo y la soledad. Sorprende que desde el primer momento la intención de la artista fuera ofrecer compañía, establecer un diálogo entre personas, como si fuese un encuentro cara a cara. Tras de Sophie (2019), un segundo EP que dejó claro su ritmo de trabajo, comenzó a ganarse un lugar como una especie de vocera de la Generación Z que le ha allanado el camino, aunque no se trate de una etiqueta fácil de llevar. A ello hay que sumar que abiertamente se pronunció bisexual y muy comprometida con las enfermedades emocionales, por lo que colabora activamente con la asociación Mental Health Charity. Collapsed in sunbeams es tanto una crónica personal como su manera de crear un bálsa-

mo para confortar el alma. Musicalmente, se nota que la autora creció escuchando a Otis Redding y Nina Simone, pero lo que en su más reciente álbum ofrece se queda en una zona intermedia entre Amy Winehouse y Blood Orange; se dice que se acerca al neo soul, pero acá no hay nada del futurismo a lo Janelle Monae sino un aliento muy vintage que crece cuando se acerca a las maneras minimalistas de The XX y a los mejores momentos del trip hop (en “Portra 400”). Al final, se destaca por la belleza que desprenden sus temas y esa estupenda manera de interpretar. El empujón definitivo se lo ha dado en el estudio el músico y productor noeyorquino Gianluca Buccellati, quien ha colaborado con otras voces femeninas como Tei Shi y Hazel English. Su aportación ha sido definitiva para detallar a una pieza tan llegadora como “Hurt”, que transcurre lentamente para exponer un mensaje dirigido a una generación que casi no sabe esperar: “No dolerá tanto para siempre”. El otro punto de inflexión del álbum lo ofrece “Eugene”, uno de los sencillos de adelanto, en el que da cuenta de la incomodidad de una bisexual al enamorarse de su mejor amiga heterosexual y ser devorada por los celos que provoca su novio. En suma, Collapsed in sunbeams es como una colección de asuntos generacionales a través de una sensibilidad muy centennial plasmada en las letras y acompañada de una música tomada de una tradición muy ilustre. Se trata de canciones que hacen lo suyo para enfrentar la tristeza y la depresión, tal como se evidencia en “Black dog”; o para dar cuenta de que todavía no se erradica la intolerancia en ciertos sectores sociales ante los romances entre gays, como se expone en “Green eyes” (co-escrita con Clairo). Justo en ese tema se da cuenta de que ir de la mano por la calle todavía provoca a los conservadores. Al final, toda la solidaridad que mueve al disco se concentra en “Hope”, al ofrecer compañía incondicional. Admiradora también de Kendrick Lamar y Sufjan Stevens, la inglesa ha sabido confeccionar una colección de canciones sedosas y elegantes que además exaltan sus habilidades narrativas, pues engarza citas de Sylvia Plath, Zadie Smith y la legendaria serie lyncheana Twin Peaks. El resultado hace las veces de un puñado de crónicas muy puntuales de la Inglaterra de hoy día, una tierra en la que tristemente muchas personas siguen siendo muy vulnerables y acosadas. Collapsed in sunbeams, un álbum que asemeja una inspirada selfie musical.

ARLO PARKS “No pueden escapar de su historia más de lo que uno puede escapar de su sombra”. Zadie Smith Hay frases que consolidan su precisión y se convierten casi en mantras para explicar estos días aciagos: “Espera lo inesperado”. Y no sólo en sentido negativo -que actualmente parece arrasar con todo-, porque se dan ciertos chispazos que hacen las veces de buenos augurios. Quién hubiera pensado que la mañana del 20 de enero aparecería una chica afroamericana de apenas 22 años para leer su poema “The hill we climb” durante la toma de posesión de Joe Biden. ¡Poesía durante uno de los eventos políticos más importantes a nivel global!

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LOUDSPEAKER

EL DOLOR NO DURARÁ POR SIEMPRE


DJANGO DJANGO PLANES DE ESCAPE PARA TIEMPOS SOFOCANTES

TXT:: Misael Hiram

En entrevista, David Maclean comparte sus fantasías de escape para estos días tórridos, aunque también revela su comportamiento a la hora de entrar al estudio de grabación y las menudencias que conforman el nuevo plato del combo donde se desempeña como baterista y productor. Glowing in the dark simboliza crecer en la oscuridad justo cuando el mundo pasa por momentos difíciles. ¿Cómo fue este nuevo viaje para Django Django? Fue justo después de que la pandemia empezó que ya teníamos el disco en proceso, así que entonces arrancamos con las mezclas. Todo se llevo a cabo durante el confinamiento, justo después de haber vuelto de México. Grabar la continuación de Marble skies durante el encierro lo hizo todo diferente; necesitábamos algo distinto.

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El álbum incita a seguir tus sueños y dejar las limitaciones atrás. ¿En el escape se puede encontrar la esperanza? Creo que sí, justo antes de la pandemia y todo lo que está pasando, el mundo ya estaba un poco loco. Nuestro estudio se halla en una zona muy industrial de Londres y eso nos inspiró a escribir canciones sobre escapar, viajar con tu mente y pensar en cosas distintas. Ahora que lo considero, hacemos justo eso al momento de crear nuestra música; pensar sobre otras personas o situaciones, cosas que nos hagan salir de nuestro propio ambiente. El álbum abre con “Spirals”. Ahí abordan el tema del ADN y el cómo todos estamos conectados. Se siente la unión entre ustedes como músicos. ¿Será éste su álbum más confidente hasta el momento? No lo sé, obtuvimos más seguridad para escribir nuestras canciones y en lo personal

gané mayor confianza como productor, pero supongo que mientras más entras a una sala a grabar, es decir, conforme lo haces con mayor frecuencia, aprendes más; es algo que hace que constantemente estés abriéndote frente al resto. Así pasó cuando hicimos el primer disco; no sabíamos lo que estábamos haciendo, cada quien estaba por su cuenta, pero con el tiempo nos fuimos abriendo. ¿Tiene sentido eso? Para “Waking up” Charlotte Gainsbourg salió a relucir agregando todo su glamur. ¿Cómo fue darle vida a esta canción junto a ella? Cuando escuchamos por primera vez el demo de ese tema nos la imaginamos cantándolo. Finalmente ella grabó su parte en París, así que realmente yo no hice más que la mezcla del tema en el estudio; jamás estuve con ella. Y lo hizo increíble, fue genial. Charlotte saldrá en el video correspondiente. “Free from gravity” es un anhelo agridulce por escapar de todo lo que está pasando. Si pudieras huir, ¿adónde irías? Esa canción habla sobre escapar del planeta e ir a otro mundo, pero si pensara en escapar de, por ejemplo, Londres, yo creo que me iría a una playa o un bosque. A viajar y probar diferente comida. Me gusta mucho la Ciudad de México, así que ese será uno de los primeros destinos a los que iré cuando todo esto pase. Grabaron el disco en su estudio en Londres, ¿se veían todos juntos al mismo tiempo, por separado, hubo grabaciones a la distancia? No estuvimos tanto tiempo juntos al momento de grabarlo porque Tommy vive en Escocia y pues cuando se pudo nos reunimos; sino que nos enviábamos el trabajo por correo.

Aunque algunas canciones como “Spirals”, “Headrush” y “Kick the devil out” sí las pudimos grabar todos juntos. Justo sobre los temas a distancia, ¿han pensado en presentar este disco vía livestream?, ¿cuál es su postura al respecto? Lo estuvimos hablando en su momento, pero cada que nos queremos reunir a practicar es complicado, nos quedamos atorados porque siguen los confinamientos, no podemos viajar. Sé que tenemos que empezar a pensar pronto sobre cómo presentaremos estas canciones. Será algo de lo que hablaremos luego. Me gustaría saber si a lo largo de este disco tuvieron un verdadero momento a la “glowing in the dark”. Creo que todos en nuestras vidas personales hemos tenido nuestros buenos y malos momentos. Esa cosa sobre “glowing in the dark”, de encontrar la luz, es una forma de seguir, día con día, de tratar de ver más allá del túnel, donde todo estará bien. La vida es así, como un subibaja; sólo buscamos hallar la luz y estar lo más cerca de ella. ¿Cuál era su forma de celebrar una vez que publicaban un disco y cómo ha cambiado eso ahora? Personalmente iba a un club y hacía un DJ set, pero eso no se puede hacer en este momento, así que hice uno online. Sé que no es lo mismo que presenciarlo en directo, pero está en Youtube. Retomando la parte inicial de la entrevista, ¿tras cuál sueño estás actualmente? Quizá ir de vuelta a Escocia. Superar toda esta pandemia. Estar de nuevo en la carretera y tocar. Regresar a México, comer delicioso y beber de sus asombrosas cervezas.


Dicen que la noche es más oscura justo antes del amanecer; mientras la luz significa esperanza, pues a veces marca el final de un camino largo, frío y lúgubre. El disco más reciente de Django Django nos enseña a crecer en estos momentos negros, nos inspira a soñar y pensar fuera del molde. Glowing in the dark significa una nueva etapa en la carrera de la banda; un álbum concebido en tiempos pandémicos para adaptarse de forma esplendida a nuestra nueva realidad. 13 canciones que se traducen en un disparo de salida para correr tras nuestros sueños.

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GOAT GIRL

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DEL AFERTPUNK AL BADIBABA CON CRACK TXT:: Alejandro Mancilla

¿Qué significa “Badibaba”? Suena como a conjuro. Suena así pero en realidad viene de una melodía que comencé a tararear en mi mente y luego, cuando quise agregarle letra, ya no sonó igual, así que dejamos así la canción, sin significado. Me gusta que pienses que parece una palabra de hechizos, pero el tema habla sobre el medio ambiente y la conservación del planeta. En algún momento de esa composición dices “leave the silence underground”, ¿qué te hace sentir triste en estos tiempos? Muchas cosas me dan tristeza; por ejemplo, ir a una ciudad nueva y no conectar con nadie. ¿Y qué te hace feliz? Este disco. Es un gran logro que quizás nos haga pasar al siguiente nivel. Es difícil ahora, pero trato de conectar conmigo misma. Hago yoga, leo, salgo a correr. Esas cosas me hacen feliz. ¿El segundo disco es el más difícil para un artista? Genera más responsabilidad, porque ahora no es lo mismo que cuando Clottie escribía canciones en su cuarto, a los 15 años de edad. Actualmente contamos con un público que espera cosas, y un sello discográfico atrás.

¿De dónde vienen las canciones de On all fours? Suenan a un lugar diferente que las del primer disco. Sí, en particular “Once again” y “The crack” vienen de un proceso muy colaborativo por parte del grupo. Por lo general muchas de las ideas nacen de Clottie, ella hace las melodías y llega con algunas letras y luego cada quien les agrega su instrumento; pero en esta ocasión todas colaboramos. Esta edición de Marvin está dedicada al Reino Unido, tú eres del sur de Inglaterra, ¿verdad? Podrías describirnos la vida en esa zona. Las demás chicas del grupo sí son del sur, pero yo soy de East London. Es una zona muy concurrida, normalmente hay mucha gente de Bangladesh. Encuentras bastantes nubes en el cielo, edificios muy altos y artistas callejeros haciendo hip hop. En cierta parte hay muchos pubs y clubes de música. ¿Existe un orgullo británico, tú lo sientes? Es difícil tener ese sentimiento, por el colonialismo, cuando descubres que gente inglesa ha hecho en el pasado cosas atroces. Las colonias inglesas fueron pura maldad. Lo que sí me hace sentir orgullo son algunos elementos de nuestra cultura, por ejemplo la música británica, toda esa herencia me hace sentir bien. Creo que estoy muy orgullosa de muchas cosas, pero personalmente no me siento orgullosa de ser inglesa. Muchos críticos dicen que la música pop los estadounidenses la inventan mientras los británicos la perfeccionan, ¿qué opinas? Uh, no sé, me parece extraño. Creo que hay muchos músicos americanos que lo hacen muy bien. Creo que tanto Estados Unidos como Inglaterra están en constante intercambio de influencias en la música y no es que uno sea mejor que el otro. La inspiración es mutua. A mí me gusta mucho el hip hop de allá. ¿Cómo has sentido el encierro? Difícil. Lo más complicado ha sido no poder socializar y seguir manteniendo la cordura. Lo que más extraño es tocar música como antes. Vi que Goat Girl ya tiene planes para salir de tour en septiembre de este año. Espero que ocurra, estamos expectantes y emocionadas, creo que estamos muy cerca, debemos ser pacientes. Pero si no pasa, pues también estoy bien. En México somos muy fans de lo británico… Creo que estamos correspondidos. Espero que podamos ir pronto. Nunca he estado en México, pero lo amo, me encanta su cultura y de la comida ya hablamos. Y dime, sobre esa vieja batalla del britpop, Oasis contra Blur, ¿de qué equipo eres? ¿Tengo que escoger uno? Uh, creo que Blur.

Durante un viaje en 2017 hacia Londres, a través del tren interoceánico que conecta a Francia con Inglaterra, platiqué con una chica británica que ahogaba sus penas de amor con una anforita de whisky filtrada de contrabando. En algún punto del trayecto me comentó: “¿Entonces eres de México? Me encanta Antonio Banderas… ¿que es español? Bueno, me gusta Ricky Martin, ése sí es mexicano, ¿verdad?, ¿no? Me rindo. ¿A ti qué te gusta?... ¿Los Smiths? No son lo mío, yo escucho a Robbie Williams”. Aquella accidentada plática me hizo comprobar dos cosas importantes sobre la cultura inglesa y sus alcances.

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LOUDSPEAKER

A los mexicanos nos gusta mucho el britpop (somos de esos países donde más se escuchan a The Beatles o a Blur); ahí mi primera conclusión. La segunda, la corroboré recientemente, justo después de platicar con L.E.D. (Ellie Rose), vocalista del grupo británico Goat Girl: que las chicas indie, al contrario de las rubias extrañas en vagones nocturnos, sí saben lo que dicen. Y es que Rose sí tiene buenas referencias de México y — no obstante el nombre del grupo en el cual milita— no está “más loca que una cabra”, como su compatriota del tren. “Lo que más extraño hacer por culpa de la pandemia es cocinar para mis amigos. Me sé varias recetas mexicanas”. ¿Cómo cuáles? Le pregunto a Ellie tras escucharla hablar de gastronomía, temiendo que, como la güera del Eurotunel, me salga con referencias fuera de contexto, como la paella o los hot dogs; “Enchiladas, guacamole y quesadillas”, me contesta. Así comenzamos a platicar de On all fours, el disco que la banda de chicas que lidera acaba de lanzar. Un álbum que viene acompañado de enigmáticos temas, como el single “Badibaba”. El combo femenino, integrado, además de L.E.D., por Rosy Bones, Holy Hole y Clottie Cream, sorprendió al mundo con su “innata habilidad para expresar las preocupaciones socio-políticas de su generación” (como lo definió un crítico de la revista británica DIY). Ahora, la mesa está puesta para que su sonido afterpunk “heredado de otra era” (como las mismas autoras han afirmado), se haga de más adeptos (y ya perdí la cuenta en qué revival vamos).


LA DISTOPIA DE

STEVEN WILSON TXT:: David Cortés

Es temprano en la CDMX, pero en Inglaterra ya es hora de comer. Eso no parece importarle a Steven Wilson, conocido por sus correrías al frente de Porcupine Tree, quien ahora nos atiende por videollamada, aunque durante el tiempo de la charla mantenga apagada su cámara. No obstante, cuando el guitarrista comienza a hablar su voz es clara, afable y, sí, lo primero que dice es acerca de cómo la pandemia ha afectado el trabajo y el lanzamiento de The future bites, su más reciente producción.

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“Es un momento muy extraño para lanzar un álbum —dice—, no puedo hacer trabajo promocional, ni TV ni firmas, así que ahora estoy haciéndolo todo en línea. Es una manera muy surrealista”. The future bites estaba listo en diciembre de 2019, pero su lanzamiento se postergó a la espera de encontrar un momento más adecuado. Comenta Wilson: “Debió haber salido en junio, pero lo pospusimos porque no creímos, nadie podía realmente imaginarlo, que ahora mismo estaríamos viviendo en medio de esta pandemia. Esperé un año y ya no lo pude detener más; ahora aparece en un momento muy relevante, por lo que está sucediendo. Este es el momento correcto para lanzarlo”. El disco habla, entre otras cosas, de una corporación muy poderosa que en 2037 será la única proveedora de todo lo necesario para los seres humanos, diversión incluida. Es una crítica al consumismo y a la influencia que las empresas han ganado, al grado de tornarse más fuertes que los gobiernos de algunos países. Pero su autor niega que se trate de un disco conceptual: “Me gusta tener siempre temas que puedan correr a lo largo de más de una canción, así que hay un par de ellos que flotan en la obra: el consumismo y el cambio del yo en la era de las redes sociales, internet y esas cosas. Todo esto salta en la mayoría de las canciones, pero no estoy tratando de contar una historia”. Aunque el tono del también cantante es neutro a lo largo de la conversación, hay instantes en donde hace una pausa más larga para sopesar sus pensamientos antes de dar la respuesta. Cuando le digo que no parece muy contento con el estado actual del mundo y le pregunto si cree que a la humanidad se le hizo una promesa y ésta fracasó, se toma más tiempo del normal: “No creo que fuera una promesa, lo que sucedió es que internet se inventó y esto ha cambiado la senda de la evolución humana en un periodo de tiempo muy corto”.

El músico toma aire y prosigue: “En 25 años, la manera en que nos comportamos y relacionamos con el mundo, en que nos comprometemos con otros seres humanos, con todo, ha cambiado más allá de lo reconocible. Es divertido porque solía leer historias de ciencia ficción cuando era niño y las amaba porque sucedían en el siglo XXI; hablaban de la invención de una tecnología que esclavizaría a los seres humanos y lo único en lo que se equivocaron fue en que no pudieron haber imaginado que no habría robots a nuestro alrededor, pero estamos viviendo en una era donde esencialmente nos hemos esclavizado por la tecnología que hemos creado”. Oye, le digo entonces, ¿estás haciendo una crítica a la bestia desde su interior a pesar de ser uno de los privilegiados al estar firmado por un sello multinacional? Otra vez el músico se toma una pausa: “Me encanta comprar, a la mayoría de la gente le gusta hacerlo, es divertido. La idea detrás de ese video (“The future bites”) es que una compañía como Amazon puede un día volverse tan poderosa, en un futuro no distante, que esencialmente todo mundo le compre lo necesario y si ese fuera el caso, se alcanzaría a profetizar que la civilización podría comenzar a fracturarse. Y es una fantástica distopía, pero al mismo tiempo posible; estoy fascinado por eso y también un poco atemorizado”. Yo también, le digo, y ambos reímos. Hace 12 años Wilson hizo a un lado su trabajo con Porcupine Tree para enzarzarse en una carrera en solitario que comenzó con Insurgente, placa donde los impulsos progresivos se mantenían y hacían difícil trazar la frontera entre su banda y el solista. Desde entonces su música se ha transformado, luego de The raven that refused to sing (and other stories), considerado como su punto creativo más alto, el condimento pop existente en su obra comenzó a dominar y de allí derivó a su actual tendencia, más inclinada a lo electrónico.

Sobre su más reciente álbum, The future bites, donde se percibe un cambio radical, Steven refiere que se trata un movimiento natural: “Siempre he creído que un artista, de cualquier ámbito, con una carrera larga, tiene la habilidad de reinventarse y evolucionar. Me gustan muchos tipos de música y no entiendo eso de trabajar en una sola línea. Moverme de una cosa a otra me inspira. Mis héroes, cuando estaba creciendo, eran esa clase de artistas, no solo músicos; directores como Stanley Kubrick o músicos como David Bowie que siempre redefinían lo que eran y hacían. No hacer lo que esperan que hagas, crear algo diferente, sorprender a la audiencia, tratar de llevarla contigo, eso para mí es la esencia de un verdadero artista”. The future bites está coproducido por David Kosten (Bat For Lashes, Everything Everything): “Lo que me encanta de su enfoque es que busca un sonido en donde te puedes dar cuenta de que hay un total entendimiento de toda la historia de la música, pero al mismo tiempo suena fresco, contemporáneo y diferente. Deseaba que sonara a un disco actual y David hizo un gran trabajo. No quiero decir que no puedas escuchar rastros de mi pasado en The futrure bites, nadie puede negar su pasado, pero la impresión que deseaba que se llevara quien lo escuche es de que es una obra fresca, del ahora, y David fue la mejor opción para conseguirlo”. Nuevo productor, una tendencia sonora distinta y una banda diferente, pero no obstante es la placa más individual de Wilson en años: “Es el disco más solitario que he hecho por un largo tiempo. Esencialmente soy yo y estoy orgulloso de ello, de hacer un álbum donde soy el músico principal que es algo que no había hecho en un rato. En los últimos dos o tres discos estaban estos músicos increíbles trabajando conmigo pero ahora quise hacerlo diferente”, concluye.


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TXT:: Aldo Mejía

El grupo originario de Gasglow entró al estudio de grabación el año pasado, en plena pandemia, para grabar su décimo disco: As the love continues. En ese sentido, al platicar con su guitarrista Stuart Braithwaite, queda al descubierto cómo la banda llevó el proceso de grabación luego 25 años de la salida de su primer sencillo.

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“Aunque da tristeza no poder ofrecer conciertos por el momento, creo que es bueno compartir música, sobre todo cuando las personas están atravesando por un momento tan difícil. Quizás podamos hacerles pasar por un rato más agradable con nuestro trabajo”, cuenta el guitarrista con una amplia sonrisa, además de mostrarse emocionado por saber qué piensan los fans de las once canciones que él y sus colegas en la banda escribieron para este nuevo álbum. Cuando se le pregunta si se retaron a sí mismos en la grabación, Stuart responde con un rotundo sí. “En cada disco hay algo diferente, pero la situación actual del mundo nos rebasó y nos puso a prueba. Para empezar, teníamos planeado viajar a Estados Unidos para grabar As the love continues, pero simplemente no se dieron las condiciones y tuvimos que trabajar con David Fridmann, nuestro productor, a la distancia”. Más allá de las excepcionales condiciones que se viven hoy día, el propio Fridmann desafió a los músicos a hacer algo diferente, según explica Braithwaite; experimentaron con sonidos, ritmos y melodías, tanto grupal como individualmente, y aunque algunos resultados no fueron del todo buenos inicialmente, se las arreglaron para mantener atractivo el proyecto. Stuart platica que, por ejemplo, él está en una búsqueda constante de nuevos sonidos en la guitarra, un reto imperecedero, una práctica que lo mantiene inspirado. ¿Todavía tienes la capacidad de sorprenderte a ti mismo cuando surge una idea que funciona?, le pregunto. “Por supuesto, cuando Dave estaba mezclando el álbum nos enviaba avances y escuchar lo que hacía con lo que habíamos grabado hasta el momento era impresionante”, recuerda el músico con emoción. Luego continúa: “Aprovechamos y valoramos el proceso porque no había nada más qué hacer. Nadie estaba involucrado en otro proyecto así que nadie se contuvo en cuanto a las ideas. Y todo el tiempo me sorprendo, no sólo con lo que hago yo, sino con lo que hacen los demás”. Le cuento sin miramientos que la canción que más llamó mi atención fue “Midnight flit”, un track que va de menos a más con sorprendente rapidez y en donde convergen cajas de ritmos con un imponente arreglo de violines para en su apogeo pintar un impresionante paisaje sonoro. El tema, además, cuenta con

la participación de Atticus Ross, quien, me dice Stuart, es el responsable de los arreglos de cuerdas. “Estoy de acuerdo contigo, me encanta cómo resultó esa canción porque es un gran muro de sonidos y matices. Nosotros teníamos un montón de ideas y Ross logró encaminar la composición. Es una canción un tanto rara dentro de nuestro catálogo, resalta de forma positiva, y es por eso que espero con ansias a que más gente la escuche y la aprecie”. Esta vez Mogwai incluyó tres canciones con líneas vocales, “Ritchie Sacramento”, “Fuck off money” y “Supposedly, we were nightmares”. Aunque sólo la primera las presume de forma tradicional; las otras dos pasaron por efectos de pedal. “En el caso de ‘Ritchie Sacramento‘, creo que la composición lo pedía por la estructura y el estilo que posee; es un poco raro esto, pero nos parecía obvio”, ahonda Braithwaite; “en las otras dos sólo estábamos intentando algo que sonara cool y divertido con un pedal. Barry es igual que yo y seguro que sólo estaba buscando entre varias opciones hasta encontrar algo que funcionara”. Luego remata: “Es como darle un extra y no agregarlas sin motivo aparente”, explicando acerca de cuándo él y su compañeros creen preciso incluir voces . Hoy en día, Stuart y sus compañeros, Barry Burns, Dominic Aitchison y Martin Bulloch, siguen eligiendo los nombres de sus canciones de forma aleatoria. “Oh sí, los títulos siguen siendo un sinsentido. No son serios, pero no diría que son bromas. Rayan en lo surreal y en lo extraño, pero me gusta porque así dejas de pensar en las palabras por un momento para concentrarte en la música y al final los títulos se resignifican, terminas por asociarlos con nuestra música”, continúa Stuart. Hace veinticinco años que los escoceces lanzaron “Tuner / Lower”, el primer sencillo de su carrera, y desde entonces se han mantenido activos en el estudio, en giras y proyectos alternos. Stuart toma un momento para calcular que ahora tienen más del doble de la edad con la que empezaron y no niega que le parece increíble seguir haciendo música; más aún, seguir siendo amigos. “Ha sido un viaje muy loco, y estoy muy feliz de seguir aquí”, me dice con una sonrisa franca. Is Blur still a shite?, le pregunto a Braithwaite para terminar; “Ya ni me importa”, responde, y nos despedimos entre carcajadas.


MOGWAI

DEJA DE PENSAR EN LAS PALABRAS

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TXT:: Alejandro González Castillo FOT:: Alasdair McLellan

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“Sin duda, absoluta y definitivamente, la más grande banda de rock & roll”. Así lo dijo el mismísimo Iggy Pop en su programa de radio para la BBC, refiriéndose, por supuesto, a Sleaford Mods. Y claro, el señor puede decir lo que se le venga en gana, aunque habría que subrayar un detalle al respecto: el dúo de marras no hace rock. O, un segundo, ¿será que sí? ¿Acaso con ese par de ingleses el cliché de que el rock es, antes y después de todo, una actitud, alcanza su justa dimensión? De ese grado es la importancia de lo que Jason Williamson y Andrew Fearn hacen, ahí la clase de discusiones que a su alrededor se generan: ¿Es que en pleno siglo XXI podemos seguir hablando de rock? Sí, sí es posible. Basta ver una de las múltiples presentaciones que en la red existen de estos mods de Sleaford para certificarlo. De entrada se echa la cabeza hacia atrás. Porque uno se encuentra con dos tipos abrevando de los modos del hip hop sin en realidad aprovecharlos del todo. Es decir, se conservan las formas clásicas, un MC acompañado de una suerte de DJ; aunque sin tornamesas ni manoteos a la vista. La de la pareja es una lectura libre, desparpajada, de lo escrito por Public Enemy y Wu-Tang Clan, por mencionar dos nombres; pero sin ánimo alguno de imitar con descaro, sino de ejercer una apropiación respetuosa. De alguna forma es así como se encuentra cierto seguimiento a lo que los Yardbirds o los Rolling Stones hicieron tras escuchar a Muddy Waters o Sonny Boy Williamson II hace décadas. Acompañado apenas de una laptop, Andrew suele salir a escena cargando un trago para dedicarse a beber y presionar stop y play a las pistas que en su computadora guarda, todo mientras se balancea con las manos en los bolsillos y su nuca se tensa a cada golpe de tambor. Las suyas son bases rítmicas, fundamentalmente, acompañadas de pronto por alguna armonía o melodía primitivas. Lo-fi dirían algunos. Pareciera que las únicas herramientas que Fearn poseyera fuesen una caja de galletas, un juego de palillos chinos, un teclado portatil de los años ochenta y un bajo destartalado. Lo esencial para que den ganas de agarrarse a codazos apenas nace el primer compás. Por su lado, Jason empuña el micrófono para en él descargar todas las frustraciones que ha ido acumulando desde los días en que trabajaba en un matadero de pollos. Con la extremidad que le queda libre, se aplica a sí mismo manita de puerco para después sacudirse la caspa de la nuca y cersiorarse de que sus fosas nasales sigan en su lugar. Su pulso es frenético, pareciera que le resulta complicado contener sus temblores mientras las venas del cuello se le hinchan y el verbo fluye agreste. Podría decirse que John Lydon y su PiL encuentran en Williamson un digno sucesor; sin embargo muy probablemente tanto el de la anarquía en Reino Unido como el de “Moptop” recularían al escuchar esto. Punkarras, después de todo. Porque si algo sudan los Sleaford Mods, más allá de esa especie de rap clorado, es espíritu punk. Polémico es su discurso disidente, crítico con el sistema político que padecen y el nacionalismo como paliativo ante la podredumbre social. No se trata de verborrea lo que expelen, sin embargo. Jason no es el clásico nene de mejillas rosadas que le juega al héroe de la clase trabajadora; sabe de primera mano lo que es curtirse las manos en jornadas laborales abusivas. Además, se supo marginado desde muy joven, manipulado por un entorno que, escondiendo la mano, lo empujaba a la inacción. Por fortuna, desde tem-

prano la música cobró un papel determinante en la vida de quien jamás bajó los brazos hasta alcanzar sus objetivos. The Stones Roses serían fundamentales en tal consumación, y eso es imperioso apuntarlo. Para llegar a la meta, Jason laboró preparando comida rápida y también como guardia de seguridad. Entendió lo que era rajarse la espalda trabajando ocho horas seguidas luego de ser expulsado de la escuela al ser atrapado en los sanitarios, haciéndole un piercing a un compañero. Intentó ser actor y terminó comprándose una guitarra para mudarse de Grantham, Lincolnshire, a Londres, donde viviría en tiempo real la escalada del britpop. Inmerso en un ambiente de pasarela e incapacitado para pagar las altas rentas, cambió de residencia; en Nottingham colaboró con Spiritualized y Bent para en 2006, por fin, darle vida a Sleaford Mods. Tres años más tarde conocería a Andrew y 12 meses después se aliarian para patentar el sonido y actitud que hoy los define. Pese a su pinta desgarbada, de buscapleitos insasiable, Jason asume que acaso dos veces se ha visto obligado a usar los puños para defenderse. En realidad, sus palabras son como nudillos. Y con eso le ha bastado hasta ahora para amansar hocicos. Al otro lado de la pantalla, ocasionalmente soba sus armas de combate mientras cuenta lo complicado que le resultó vivir la separación de sus padres y lo iluso que fue al creer que en el mundo de la música la disciplina podía ausentarse. Sobrio, directo, cómodo en la estancia de su hogar en Nottingham, comenta que afuera la nieve doma el paisaje mientras habla del más reciente álbum que al lado de su compañero ha editado, Spare ribs, una obra ciertamente carnosa si se le compara con lo pegado al hueso que estuvo lo previo (English tapas, por ejemplo) y en donde incluso comparte voces con un par de féminas: Billy Nomates y Amy Taylor. ¿Cómo se compone tu dieta musical básica, Jason? The Jam, The Sex Pistols, Public Enemy, The Stone Roses, LL Cool J y todo lo que tenga que ver con Motown. Ah, y The Meteors. ¿Qué tan importante es el punk hoy día en tu vida? Cuando tenía 10 u once años de edad el punk fue importante, totalmente. Digamos que fui un punk entonces. Pero luego vino la onda mod y su música, después el Motown y más tarde el hip hop llegó a mí, cuando andaba por los 16 años de edad. Y soy una mezcla de todo eso, finalmente. Pese a no usar el atuendo clásico, ¿te asumirías como un mod? No me considero un mod, no del todo; aunque sigue gustándome lo que tenga qué ver con el tema. A veces me arreglo así, como dices, estilo clásico; tomo algunos elementos, mejor dicho. Sigo comprando ropa del estilo y me gusta vestirme correctamente, pero no me llamaría mí mismo un mod. Se te relaciona constantemente con la palabra punk. ¿Halago o molestia? Es un halago que me relacionen con la filosofía punk, totalmente. Porque me sigue gustando el punk, por supuesto. No es que escuche demasiado de él últimamente, pero cuando lo hago vaya que lo disfruto. En realidad trato de cambiar constantemente, atender cosas nuevas, de lo contrario empiezo a aburrirme.


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ES TAREA COMPLICADA TRADUCIR EN PALABRAS LAS SENSACIONES QUE LA MÚSICA GENERA. VERBALIZAR LA EXPERIENCIA AUDITIVA, CONSTRUIR ESCENAS PARA COMUNICAR LA BASTEDAD SONORA, NO ES SIMPLE. CON TALES INTENCIONES, EN EL CAMINO SE HAN COMETIDO DESPROPÓSITOS CON REGULAR FRECUENCIA. AQUÍ UNO RESPECTO A LO QUE HACEN LOS SLEAFORD MODS APENAS ENCIENDEN SU LAPTOP Y ACTIVAN EL MICRÓFONO: SUENAN COMO SI UN TORNILLO OXIDADO TE TREPANARA EL CRÁNEO. EL INTENTO SE HACE: ADVERTIR QUE LA MÚSICA QUE JASON WILLIAMSON Y ANDREW FEARN PROCURAN JAMÁS AMENAZA; VA DIRECTO A LA ACCIÓN.


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23 PALABRAS COMO NUDILLOS


Ese detalle se nota en el nuevo disco de Sleaford Mods, Spare ribs. Un álbum introspectivo y acolchado si se le compara con sus predecesores. Sí, se trata de un disco introspectivo. Está muy enfocado en retratar el modo en el que me sentía cuando era niño, además de dejar claro cómo he ido reaccionando actualmente ante la pandemia. En ese sentido, particularmente me he sentido en muchas ocasiones triste, y esto ha sido producto de una sensación de impotencia, eso creo. Aunque fundamentalmente he tenido que cargar con mucha frustración y también con coraje, desde siempre. Ahora todo es demasiado, con esto del virus. Vivo en un estado de confusión. Y así suena este disco. Espero que al escucharlo algunas personas se sientan mejor porque hicimos este álbum como los anteriores: lo mejor que pudimos. Ojala la gente lo sienta así. Evidentemente el coraje es una fuente de inspiración fundamental para ti, ¿no se te da escribir cuando te sientes pleno, feliz? Sí. La mayoría de las veces escribo cuando me siento enojado. Y aunque también busco espacio cuando quiero divertirme, reírme haciendo bromas, me parece que al crear canciones sobre cosas positivas podría conformarse una especie de falacia; es decir, el optimismo, para mí, difícilmente podría considerarse un reflejo certero de la realidad. Con la rabia y la confusión es distinto. Así me la vivo, fundamentalmente. Frustrado y confundido. Impotente. Es la clase de cosas de las que he hablado desde que salió el primer álbum de Sleaford Mods, y honestamente no creo que eso vaya a cambiar.

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¿Consideras a la creación musical como un acto político? No sé si sea un acto político lo que hago. Para algunos podría parecerlo, aunque para otros no. Además, aunque hay quienes intentan hacer de sus canciones un manifiesto político, regularmente no consiguen conectar con la esencia del asunto. Porque varios lo hacen por pose, dicen algo cuando están en el estrado pero al darse la vuelta incluso sostienen una buena relación con la misma clase política que critican. En mi caso, sólo soy un ser humano que está al tanto de los mensajes que todos recibimos, y al escucharlos no tengo otra opción que dejar salir lo que pienso al respecto. En realidad todo lo que hacemos es un acto político, sólo hay diferentes niveles para conectarnos con la realidad que vivimos. Generalmente no concuerdo con quienes arrojan un manifiesto político con su música, pero, como te contaba, hay niveles. Hay niveles, cierto. Cada determinado tiempo, por ejemplo, la gente argumenta que un nuevo Joe Strummer anda por las calles invitando a la rebelión y que con él el punk retomara la ruta. A cada rato la gente habla de que un nuevo Joe Strummer ha nacido, es verdad. Llegan a hartar, a mí me cansan. Son pendejadas. O sea, no habrá otro The Clash ni existirá otro Joe Strummer. Joe está muerto, y ya. No, no, no. Por favor, ni digan más idioteces. ¿Para compenetrarse con Sleaford Mods es determinante entender con cabalidad tu discurso? ¿De qué manera el público mexicano podría conectar con tu temario a sabiendas de que el idioma significa una barrera?

Hay muchas formas de conectar con la gente. Hablando de nuestra música, existe el ritmo, la emoción, la voz. Y el performance. Nuestra música ya conectaba con la gente incluso antes de que la interpretáramos en inglés. Lo que hacemos es accesible, en realidad; no importa tanto que no se comprenda lo que estoy diciendo. Como seres humanos podemos conectarnos de manera universal con ciertos elementos. Si nos escuchas y te dan ganas de bailar, con eso basta para generar un grado de conexión muy profundo. Definitivamente. La relación que mantienes con Andrew en escena es fría. Cuesta trabajo intuir si son amigos o compañeros de trabajo, o ni siquiera eso. Es un poco loco lo que hacemos en el escenario, ¿verdad? Pero funciona. Si lo escribieras, en el papel no funcionaría, pero en la realidad sí. En la práctica es otra cosa. Andrew y yo trabajamos juntos y al mismo tiempo somos amigos. Las dos cosas. Lo importante aquí es que tenemos claro qué tipo de relación sostenemos. Es decir, finalmente tenemos un trabajo, un trabajo donde nos dedicamos a hacer música y sabemos qué es lo que cada quien tiene qué hacer para que las cosas sigan funcionando. Llama la atención que eludes todos los clichés a los que los MC´s estadounidenses recurren. No manoteas como ellos, para empezar. Eludo esos clichés. Aunque las aprecio, esas prácticas. Sin embargo es algo que no podría reproducir, porque sería deshonesto. Yo no pertenezco a esa cultura, a esa comunidad, ¿me entiendes? Sería forzado pretender hacer algo así, no me saldría de forma natural. Uno de los puntos más altos a nivel mediático para la música inglesa fue el britpop. A la distancia, ¿qué opinas de todo lo que ello significó? Fue lamentable. Todo eso fue muy malo para el país. Mientras duró, no sé, alrededor de diez años, la gente se la vivió buscando en el pasado cuando había que mirar hacia el futuro. Un sinsentido patriótico es lo que pasamos, algo que prevalece todavía. Un montón de clichés y estereotipos que siguen sosteniéndose. Todos esos fueron músicos que lograron proyectar cierta identidad de la clase obrera en su música, pero en realidad no pertenecían a ella. Todo ese nacionalismo amañado me recordaba los museos. Así era aquello, como ir al museo. En ese sentido, ¿lo que hace Sleaford Mods pretende operar como contrapeso? Nosotros nada más hacemos lo que tenemos que hacer. No pretendemos hacer ninguna clase de contrapeso. Pero al final soy inglés, y no me veo reflejado en muchas de las cosas que ocurren a mi alrededor. No te enorgullece ser inglés. Para nada me enorgullece. Ese tipo de identidad no me dice nada. Nuestra reputación está por los suelos y nuestro pasado lo avala. Somos una nación corrupta. La verdad es que me apena ser inglés. Para acabar, ¿algo qué decir sobre Idles, tus paisanos? Sin comentarios (se pasa el índice por el cuello, como si fuese una navaja).



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TXT:: Aarón Enríquez

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27 GRIME PUNK, DIRECTO Y CALLEJERO


En la primera década del nuevo milenio, el disco al que correspondió cambiar dramáticamente el juego del hip hop inglés fue Original pirate material (Locked On Records, 2002), la primera placa de The Streets, proyecto musical de Mike Skinner, hoy convertido en ícono generacional. La llegada de este trabajo y su trascendencia en la línea del tiempo de la música popular británica es un tema que se sigue estudiando, principalmente por el aporte que éste tuvo para la evolución del UK garage, el género que dominaba las pistas de baile y la escena raver de Inglaterra en ese momento y que ha servido de base para la creación de dos de los ritmos que han controlado la música electrónica y el, hoy en día, influyente rap inglés en los últimos tiempos: el dubstep y el grime. “You rain down curses, but I’m waving your hearses / Driving by streets riding high with the beats in the sky / All stare, eyes glazed, garage burnt down”, rapea premonitoriamente Skinner en “Turn the page”, track con el que abre el disco. Hasta ese momento nada era tan inglés en el escenario del rap británico como lo fueron esos primeros versos de Skinner. Su forma de entregar rimas se alejó inmediatamente de las formas copiadas del rap estadounidense y lo llevaron al patio trasero de la working class británica de la época. Su intención era clara: acabar con todo lo que se había convertido el UK garage, el bluff, el tufo aspiracional y la pose que estaba pululando en las pistas de baile a principios del nuevo milenio, para regresar la música a la calle. Con tal de lograrlo, Skinner usó todas sus habilidades. Una influencia innegablemente punk y un humor cínico que aprovechaba magistralmente para hablar de las cosas con las que cualquier joven de clase trabajadora en Inglaterra podía identificarse: alcohol, relaciones amorosas fallidas,

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videojuegos, pubs, sexo, drogas y programas sociales para desempleados. Un retrato ligero, ingenioso y musicalmente visionario del Reino Unido de principios de los dosmiles. Por su parte, Tyron Frampton, artísticamente llamado Slowthai, cayó al escenario musical de Inglaterra en un momento particularmente interesante, con el rap siendo visiblemente dominado por el grime. Su primer golpe fue certero, con una claridad que de inmediato colocó el foco en su persona: el álbum Nothing great about Britain, (Method, 2019). Un concentrado de canciones que relata la visión de un joven originario de Northampton, una ciudad pequeña al norte de Londres en donde nunca pasa nada, excepto la vida misma. En dicho disco, Slowthai parece haber aprendido muy bien la lección que le regalara Mike Skinner 17 años atrás; hablarle a los ojos a una generación extraviada en el mar de propuestas que le llegaban como sugerencias de la semana en Spotify. A un año de que diera inicio la pandemia y con el contexto social y político de Inglaterra de ese momento, el de Northampton supo identificar a sus enemigos (principalmente a Boris Johnson, primer ministro inglés), asumió el enojo que crecía cada vez más sobre su vientre y escupió contra todos. Habló así desde la entraña de su miserable vida sobre la ausencia de futuro, sus depresiones y el incesable uso de sustancias para calmar su ansiedad y olvidar la mierda del mundo. Salvaje, desenfadado y espontáneo, ese debut discográfico tiene al grime como uno de sus ejes; no se sostiene solamente sobre él. En realidad el juego de ritmos, el hardcore, el punk y el desenfreno en los beats van más allá dentro del espectro de los sonidos que se repiten en la escena del hip hop británico.


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CADA DETERMINADO TIEMPO SURGE UN ÁLBUM QUE DINAMITA EL ESCENARIO MUSICAL DEL REINO UNIDO Y SE CONVIERTE EN LA VOZ QUE REPRESENTA A TODA UNA GENERACIÓN. DESDE EL SURGIMIENTO DE LOS BEATLES, TODO INDICA QUE ESE CICLO ESTÁ DESTINADO A REPETIRSE HASTA EL FINAL DE LOS TIEMPOS ALLÁ, EN LA MECA DE LA MÚSICA POPULAR. TYRON KAYMONE FRAMPTON, MEJOR CONOCIDO COMO SLOWTHAI, FORMA PARTE DE ESA ÉLITE DE EXPLOSIVOS CREADORES.


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un monstruo del rap estadounidense. Todo desencadenó en un desafortunado zafarrancho en los NME Awards, en donde el abuso de sustancias y su actitud punk lo llevaron a retar a golpes a uno de los asistentes en primera fila y a tener una especie de sketch de mal gusto con la presentadora y comediante Katherine Ryan. Fin del episodio dos. Bienvenido a la era de la cancelación. Tyron es el nombre del recién estrenado nuevo álbum de Slowthai. Un trabajo dividido en dos partes que tiene nombres como Kenny Beats, Kwes Darko, Mount Kimbie, JD. Reid, Kelvin Krash y el propio Tyron como productores. Hay colaboraciones con Denzel Curry, A$AP Rocky, el mismo Skepta y Mount Kimbie. Fue hecho, claro, durante la pandemia, después de que Slowthai estuviera en la tormenta de las redes por su presentación en los NME Awards. Es un álbum contrario a su debut, pues en aquél su mirada estaba fuera del mundo; en esta ocasión se mira hacia dentro. Los resultados posiblemente no alcancen las proporciones de su predecesor, sin embargo, en Tyron hay una exploración que marca al artista. Es un álbum cuya esencia musical es grime por los tiempos en los que está hecho, pero que explora mucho más allá. Hay trap sombrío, quizá por la presencia de A$AP Rocky; hay hardcore, hay punk y también beats suaves, casi baladas. Encima de todo, la nueva entrega de Slowthai posee una urgencia por decir las cosas con simpleza, sin capas. Y justo es eso lo que Frampton comparte directamente con Mike Skinner. Probablemente no tenga la intención consciente de llevar al grime a otra escala, como en su momento lo hizo Skinner con el UK garage, pero lo está logrando y eso ya es mucho decir.

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Nothing great about Britain se convirtió en un clásico instantáneo principalmente porque habla auténticamente con el lenguaje que necesita escuchar esta generación. Relata todo el peso que tiene la política y el momento social actual en Gran Bretaña, sin mayores pretensiones. Es lo que es, no más. Y es justamente por ese halo de autenticidad que Frampton rompe con el momento actual de la música en Inglaterra, sobresaturada de grime. La gran joya del rap inglés ha pasado por varios momentos en su línea de tiempo evolutiva. La influencia del UK garage, el r&b, el dancehall y otros, lo llevaron a ser el más puro reflejo de lo que sucedía al interior de los barrios pobres de Londres. La vida de la calle mezclada con el complejo desarrollo interracial en la sociedad británica de la época moderna. Un sonido sórdido y oscuro que poco a poco fue ganando terreno lejos de la marginalidad. Desde Dizzee Rascal y Kano, hasta Skepta, Boy Better Know, Devlin y Stormzy, el grime, como sucede con todos los ritmos que transforman el mundo, ha abandonado su marginalidad para convertirse en el que domina las listas de reproducción. Hoy es el dueño de la pista de baile. Eso lo centra en la discusión eterna de la pérdida de autenticidad. Aunque ese tema es para otra entrega. El multi nominado primer álbum de Slowthai (no ganó el Mercury Prize porque se lo llevó el Psychodrama de Dave), lo colocó no solamente en el ojo de la industria, sino en la maraña de opiniones que desatan las redes sociales. Por un lado Skepta lo adoptó como hermano menor y le llegaron invitaciones para colaborar con Damon Albarn (Gorillaz); pero también salió en el disco de Tyler The Creator y se empezó a juntar con gente como A$AP Rocky,


Esos jodidos británicos

(o cómo aprendí a dejar de preocuparme para admitir que amo el pop británico)


TXT:: Esteban Cisneros

¿

Qué hay en el pop de la Gran Bretaña (del Reino Unido todo) que me ha llamado tanto? ¿Por qué lo considero bueno, imprescindible incluso? Aventuraré algunas hipótesis al calor -o, mejor dicho, al necesarísimo fresco- de una Newcastle Brown Ale o dos. Lo que sigue es completamente empírico, una especie de divertimento en solitario porque seguimos confinados. De otro modo, habría sido un feliz tema de cogorza de sábado por la noche con amigos, con música sonando feroz. Vamos allá. Mi fascinación por lo británico comienza, sin discusión, con los Beatles. Mi primera experiencia musical cambiavidas fue escuchándolos, asombrado, dándome cuenta por vez primera (y sin saber ponerlo en palabras) del concepto posibilidad. Y, por supuesto, uno va a aprendiéndose la cantaleta: esos ingleses de Liverpool. Ya luego te das cuenta de que los Beatles sólo tenían un verdadero englishman: Harrison. ¿Los otros? Lennon, McCartney, Starkey: nombres irlandeses. Es una cuestión de todo un reino, no de un país. También cuenta que mi educación en la apreciación musical comenzó en la segunda mitad de los años 90 del siglo pasado. Soy viejo. ¿Qué con eso? En todos lados se hablaba de britpop, de las antologías de los Beatles, de las escandalosas películas de drogotas escoceses. Reader’s Digest vendía colecciones de CD’s de la invasión británica y la MTV destacaba la inglesidad del momento, en contraste con la gallarda mugre de Seattle de unos años atrás. En los casetes que grababa de la radio o de la tele en VHS, había un exceso de Oasis y Blur, un mucho de Spice Girls y Rolling Stones, bastante de Pulp y Fatboy Slim, y hasta alcanzaba para un poco de Elastica y Supergrass. No era difícil convencerse de que había algo en las islas aquellas, ¿o sí? Pero, más allá de la propaganda imperial y de que esos ingleses conocen al dedillo los tejemanejes de la hegemonía (son conquistadores de prosapia, lo dice la Historia), ¿qué hay en el pop británico -por ponerle un nombre, aunque excluya a una isla con él- que resulta tan atractivo? Hay en lo británico una usanza de romantizar; allá les encanta mirarse al espejo y exagerar hazañas, contar historias y vestirse. Disfrazarse. La excentricidad no sólo está permitida, es incentivada. Han sabido convertirse en un estereotipo positivo -¿para tapar, tal vez, los defectos?- y les hemos comprado el kit completo. Su preocupación por la est ética (acaso milenaria) los pone en un lugar especial en el pop, el gran fenómeno de la inmediatez, porque las apariencias son todo. Y no se trata -al menos no solamente- de engañar, sino de cautivar para después hacer llegar el mensaje. Para un chaval suburbano en un mundo gris, esto era total.

Con todo, son profundamente tradicionales; supongo que es parte de su educación o de su carácter o de la configuración de sus ciudades y sociedades. De ahí que también el clasismo sea tremendo y que muchos otros vicios se manifiesten como caránganos. Es una contradicción que, sin embargo, parece reconciliarse en la música. La tradición les permite tener una raíz, un punto de fuga; se expanden en la experimentación, pero tienen un centro gravitacional al que obedecen. ¿Es parte de su carácter insular? Y ya que estamos en los dominios de la geografía, no ignoremos que se encuentran de paso entre Europa continental y América, rodeados de esos océanos que han servido de tinta para la Historia. Su instinto (¿imperial, de nuevo?) les hace tomar lo mejor de otros lados. Y es que, a pesar de todo, la Gran Bretaña es multicultural y, al menos hasta los últimos exabruptos políticos, daba la impresión de que se reconocía como tal. La negritud que entró por sus puertos, por importaciones o inmigración, se hizo parte de su sangre: las músicas del siglo XX surgen a partir de estos cruces. La sangre esclava venció, de cierta forma, y fue inevitable adoptar sus cadencias. Sigamos centrándonos en la era pop. Comenzó con una economía de posguerra que a los ingleses favoreció y que, a pesar de los tambaleos del siglo, se mantuvo. Es un reino que conoce el valor de los bienes culturales; no es coincidencia que los políticos se hayan acercado (ventajosamente) a los músicos. ¿Dos ejemplos? Harold Wilson en los años 60 y Tony Blair en los 90. No me extenderé mucho aquí, pero dejo el tema sobre la mesa. Los británicos saben que hay una cierta seguridad en la creación. El músico se tiene confianza. Brinca con red, siempre, hasta en los casos en apariencia más extremos. Hay todo un aparato que se construyó a través de los años, con distintas injerencias, que incluye la producción, el control de calidad, la administración de talento y de recursos, la distribución, la organización… Se hace música y existen las condiciones para ello. Si le añadimos la cuestión de su clima, concluimos que resulta necesario ocuparse en algo, de preferencia bajo techo, o se morirá de aburrimiento (o de un cataclísmico resfriado). ¿Y el idioma? Se ha abierto paso como la lengua internacional y comercial. Hay que conceder que el inglés es económico, pero elocuente. O elocuente, pero económico. Y el pop lo usa con conocimiento de causa e intenta decirlo todo. ¿Cuántas veces no llenamos cuadernos o enviamos mensajes de texto con letras de canciones en inglés? Decían todo lo que no nos atrevíamos a decir. Luego hasta determinó lo que decíamos y pensábamos. No olvidemos que las provincias (para no usar el terrible singular que se usa en México) tienen mucho juego y han logrado desarrollar sonidos propios: Merseybeat, Bristol, Madchester, Sheffield, las Midlands, Birmingham, Cambridge, Wigan… Y, claro, Escocia, que juega en una liga aparte, con su inmensa producción de música pop en cantidad y calidad. La producción de la música se descentralizó desde los años 60 y la cuestión de la identidad es esencial. ¿No es algo que nos ha obsesionado, como buenos nuevomundinos, de este lado del charco, la identidad? La definición, el decir “esto soy y así voy” y, además, crear algo con ello. Por si fuese mucho, en esa isla se bebe y cuánto. Hay toda una cultura detrás de ello y se cuela al pop. De la desinhibición a la violencia, el bebercio británico es importante en sus procesos de creación. Es parte de su carácter. Y eso me lleva a pensar que piensan en colectivo. No es coincidencia que el reino haya dado al pop montones de grupos que cambiaron el juego. Sí, grupos. La cuestión gregaria, familiar, pandillezca. En cada década pop han sido bien representados. Pero, para eso, primero bien distribuidos. Hay confianza en el producto de parte de todos. Y, no falta, tienen una prensa cuya tradición es larga. A medio camino entre el tabloide y el periodismo de análisis, los británicos han formado una institución que no informa nada más, sino que polemiza, ensalza, destrona, fastidia. Y que sirve de referencia para el consumidor no sólo nacional, sino de todo el mundo. No puedo sino admitir una admiración por esa música y esa cultura. El pop de aquellas latitudes fue tan grande y dominante durante casi medio siglo y, aún hoy que parece que se redefinen los estándares de la música masiva, vive de las rentas. Cómo no. Seguro que hay más razones. Seguro, también, que he rizado el rizo con alguna. Porque, ay, tal vez es que quiero racionalizar un gusto que es, a veces, es demasiado visceral como para poder explicarlo. Y, en otras, un gusto adquirido del que es inevitable no preciarse a veces. Más después de haber gastado media vida y todo un presupuesto en esa música. De algo estoy seguro: esta noche tengo una cita con esos discos y esas canciones. Y la voy a pasar perfecto.

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El otro día hice un inventario. Discos tengo, muchos. ¿Emepetrés? Gigas y gigas de archivos; así soy, qué le vamos a hacer. Casetes, cedés. No cuento el streaming aquí porque no sé cómo inventariarlo, tampoco es que sea tan esnob. Eso creo. Pero divago. La intención era comprobarme que no era un anglófilo ni nada parecido. ¡Gran fracaso! Aunque no fue sorprendente: tengo y escucho una cantidad desproporcionada de música británica.


Irvine Welsh Ese punk cruel y socarrón de la literatura inglesa


En 1993 fue publicada una inusual novela que conmocionó el mundillo literario del Reino Unido. Trainspotting era su título y narraba la historia de una pandilla de outsiders adictos a la heroína que gastaban sus días entre pubs, picaderos y hurtos de poca monta en su natal Leith, Escocia.

TXT:: Carlos A. Ramírez

“Merece vender más ejemplares que la Biblia” El éxito de Trainspotting, ha contado en múltiples entrevistas, ni siquiera el propio Welsh se lo esperaba. Pero el año mismo de su publicación vendió alrededor de medio millón de ejemplares y consiguió unificar favorablemente a la crítica. Incluso Rebel Inc., la irreverente revista literaria escocesa que previamente había publicado una charla entre Kevin Williamson, su fundador, y Welsh, mientras ambos estaban bajo los efectos del MDMA, aseveró que merecía “vender más ejemplares que la Biblia”. Lo cierto es que aquella pandilla de inadaptados que hablaban con un slang incomprensible acerca de futbol, sexo, cine, rock and roll y drogas duras, convencidos de que el no future aullado por los Pistols poco más de una década atrás era su destino manifiesto, acercaron a la literatura a miles de personas que antes de Trainspotting jamás se hubieran imaginado leyendo un libro. Albañiles, ladrones y heroinómanos que comenzaron a construir un auténtico culto alrededor de la novela. No es casualidad que, el año de su lanzamiento, la obra se convirtiera en el libro más robado en las librerías del Reino Unido. Con eso, a nadie le extrañó que, tres años después, el entonces niño prodigio del cine británico, Danny Boyle, filmara la versión cinematográfica de Trainspotting, una película llena de momentos memorables que catapultó a Welsh a la categoría de rockstar de la literatura y expandió el culto por Renton, Sick Boy, Spud y Begbie a nivel global. Por supuesto, no cometeremos aquí el error de comparar una novela con una película, sin embargo es indispensable mencionar que

más allá de lo consabido, el Trainspotting literario es un viaje completamente distinto al cinematográfico. Porque, sin duda, el elemento más deslumbrante del estilo de Welsh es la transcripción fonética del habla de la clase obrera y los junkies de los bajos fondos británicos, algo imposible de traducir al celuloide. No hay que olvidar que incluso en el Reino Unido la primera edición de la novela tenía incluido un glosario al final, para que los lectores “normales” pudieran comprender el idiolecto de los personajes. Algo similar a lo que había hecho Anthony Burgess en 1962, añadiendo al final de su A clockwork orange un diccionario de la jerga Nadsat adolescente, utilizada por el protagonista de la novela, Alex de Large, y su pandilla de drugos ultraviolentos. En ese mismo sentido hay que recalcar, también, que en Latinoamérica a toda la obra de Welsh le siguen haciendo falta traducciones locales que le hagan justicia. Algo que sus legiones de lectores, hasta hoy condenados a leerla en Anagramés, ese idioma que la editorial barcelonesa Anagrama da por hecho que compartimos todos los hispanoparlantes del globo, sabríamos apreciar y sin duda nos merecemos. Un universo sórdido pero divertido De cualquier forma, Trainspotting sólo fue el comienzo de una prolífica carrera que continuaría en 1994 con el libro de relatos Acid house, también llevado al cine, y que al día de hoy alcanza alrededor de 20 obras entre novelas, compilados de relatos cortos y obras de teatro, en donde Welsh como un dios cruel, implacable y socarrón, le ha dado forma a un universo sórdido y desesperanzado pero a la vez impregnado de humor y placeres carnales y/o artificiales en donde sus personajes tratan de sobrevivir de la mejor manera posible. Un orbe literario en el cual todo y todos están conectados, por lo que es de lo más común encontrarte a cualquiera de los cinco bribones de Trainspotting en las novelas y relatos en las que no son precisamente protagonistas. Sin mencionar, por supuesto, la pentalogía donde estos, sus engendros más célebres, como si se tratara de una especie de Viejo y Nuevo Testamento, se desmadran a sus anchas: Trainspotting (1993), Porno (2002), Skagboys (2012), The blade artist (2017) y Dead men´s trousers (2018), tras la cual parece ser que, finalmente, el escocés las dejará descansar… en paz. Algo que, de ser cierto, no tendrá muy contenta a una horda de lectores que a lo largo de los años se ha visto reflejada en estos hijos de la clase obrera quienes han conseguido sobrevivir lo mismo al vacío de la vida moderna que al Sida, las agujas y la Dama de Hierro, cobijados por la pluma furiosa e implacable de uno de los autores imprescindibles de la literatura inglesa de los últimos 30 años.

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u autor se llamaba Irvine Welsh, tenía 35 años y, como sus personajes, era oriundo de Leith y había sido adicto a la heroína. Es decir, sabía bien de lo que hablaba. Hijo de un rudo cargador de muelle y una mesera, Welsh conocía a la perfección los pormenores de la vida de la clase obrera. Había abandonado la escuela a los dieciséis años de edad para desempeñar distintos oficios hasta que, a finales de la década de 1970, la oleada turbulenta del movimiento punk lo arrastró a un Londres que bullía al ritmo de los Sex Pistols y The Clash. Ahí intentó hacer carrera como guitarrista y cantante de un grupo de punk que fracasó rotundamente, al tiempo que él se iba hundiendo en el pantano de las drogas duras del que consiguió escapar para regresar a Escocia, graduarse de la Universidad y combinar su trabajo de burócrata con el de DJ especialista en mezclar a Joy Division y New Order con los artistas emergentes del house electrónico de la época. Todo mientras terminaba de escribir la novela que llevaba tomando forma en su cabeza desde hacía más de 10 años.


El Brexit vs. la industria musical:

Una escopeta de doble cañón


TXT:: César O. González

tocar en el Reino Unido; porque también para ellos aparecerán costos extras que tendrán que cubrir, haciendo menos atractivo llevar su música de un lado a otro. “Artistas como Simple Minds, The Cure, Depeche Mode, Iron Maiden, y, sí, Marillion, se beneficiaron enormemente de nuestra capacidad para hacer giras libremente en la UE y, como resultado, generamos millones de libras de ingresos para el Reino Unido. ¿Cómo irrumpirán en el mercado de la UE los nuevos Franz Ferdinand, The 1975, Blur u Oasis? ¿Desde dónde va a reemplazar el gobierno del Reino Unido esos posibles ingresos fiscales futuros de las bandas exitosas? ¿Le importa? Ciertamente no lo parece, especialmente para las bandas no corporativas”, comenta Fish en una parte del comunicado Los conciertos en Europa son un mercado que mueve miles de millones de dólares. En 2019, antes de la pandemia, tan sólo en el Reino Unido se obtuvieron ingresos por 1.5 mil millones de dólares; en Alemania por 1.3 mil millones de dólares; en Francia por alrededor de 500 millones y en España por 400 millones de dólares. Los conciertos representan una cuarta parte de los ingresos de la industria musical británica, una de las industrias de entretenimiento más grandes del mundo. Es tal su magnitud, que una reducción en esta actividad económica podría impactar de manera notoria el PIB. Pero la situación no acaba con el artista, los consumidores de música en directo también se verán afectados. Para ellos será más difícil tener en sus ciudades a los artistas que quieren ver y escuchar, las giras se tendrán que planear mejor para bajar costos y serán más espaciadas para que pueda ser un buen negocio. No sólo pasará más tiempo para poder ver a nuestros grupos favoritos sino que también saldrá más caro solventar lo que esto conlleve. Así, dado que las cifras para llevar a cabo un show aumentarán, es altamente probable que el asunto se vea reflejado en el precio de cada boleto, haciendo aún más complicado para algunas personas disfrutar la cantidad de conciertos que acostumbraban. A finales del Siglo XIX Frédéric Bastiat, un economista francés, le decía a los políticos que al momento de tomar una decisión se fijaran tanto en lo que se ve como en lo que no se ve. No sólo hay que tomar en cuenta el efecto inmediato de una decisión sino también las consecuencias que puedan aparecer en el camino. El Brexit y los resultados que estamos viendo son un buen ejemplo de lo que refería Bastiat. Pero eso también aplica para los ciudadanos cuando tenemos que tomar una decisión, pues hay casos como el de Roger Daltrey (The Who), en su momento un promotor del Brexit, quien ahora muestra su descontento con las nuevas reglas. Muchos dirán que si el de “My generation” se hubiese detenido a pensar que al salir de la Unión Europea iba a pagar más impuestos y esto le imposibilitaría trabajar como antes, hubiese tomado una posición distinta. Al respecto, Fish pone el dedo en la llaga con claridad: “Algunos han acusado a la industria de la música de no enfrentarse a la realidad después de que el Brexit fuera determinado por la votación en Reino Unido. Eso definitivamente no es cierto. Hemos estado tratando de leer entre líneas y disipar el humo durante mucho tiempo. Estamos en una industria que tiene que adaptarse continuamente a factores externos, a veces a diario, mientras que en las giras estamos acostumbrados a retos extraños. Pararnos en seco con una escopeta de dos cañones no estaba en la ecuación. Y todo esto durante una pandemia que ha paralizado la industria de la música y ha dejado sin trabajo a miles por tiempo indefinido…Nosotros, el negocio de la música y la industria del Reino Unido, nos encontramos actualmente en un estado peligroso… Nos merecemos algo mejor que esto por parte de nuestro gobierno electo. Necesitamos un replanteamiento, y lo necesitamos más temprano que tarde, ya que nuestro futuro está en peligro”.

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a historia empieza por allá de 1973, cuando el Reino Unido se une a la Comunidad Económica Europea. ¿El objetivo? Lograr una integración económica, un lugar en donde se tuviera un mercado común y se hiciera más fácil el intercambio de bienes y servicios entre sus miembros. A primera vista un trato jugoso para todos los implicados. Sin embargo, a la larga pondría en jaque a una de las industrias de entretenmiento más poderosas del planeta. Aquella historia que arrancó a principios de los años setenta, derivó en lo que hoy conocemos como la Unión Europea, que no es más que un grupo de países en donde se permite que los bienes, los servicios, el capital y las personas puedan circular libremente por todas las fronteras de los países que lo conforman, sin mayor problema. Esto trae grandes ventajas, por ejemplo: puedes vivir en donde quieras, puedes vacacionar en cualquier lugar de la Unión sin tener que pasar por migración y, sobre todo, puedes trabajar en donde te dé la gana. Es como si vivieras y trabajaras hoy en la CDMX y mañana decidieras hacerlo en Querétaro; nada ni nadie te obliga a quedarte. No existe algo que te impida llegar a cualquier otra ciudad. Uno pensaría que pocos pondrían objeción a eso pero resulta que no. Desde su planteamiento, muchas personas en el Reino Unido, por distintas razones, estuvieron descontentas con esa opción y pensaron que lo mejor era, apenas se concretaran los planes, salirse de la Unión Europea para vivir aparte de ésta. A dicho fenómeno se le conoció como Brexit y dio como resultado que en 2016 se decidiera la salida del Reino Unido de la Unión Europea, proceso que concluyó el 31 de enero de 2021. Como al momento de retirarse se pierden los beneficios de ser un estado miembro de la Unión, durante el tiempo de transición se tienen que hacer diversos acuerdos entre los países para reglamentar cómo será el intercambio de bienes y servicios y cómo se organizará la movilidad de las personas. Estas decisiones impactan de distintas maneras en varios sectores económicos. La música, hay que señalar, no queda exenta de ello. Los problemas que aparecen después de las negociaciones y que tienen muy preocupados a los músicos ingleses son varios, pero todos terminan en lo mismo: el impacto que reciben sus bolsillos. Porque ahora los creadores tienen que lidiar con las reglas de cada país, hacer trámites en cada uno de ellos y, por supuesto, pagar impuestos y permisos. Si quisieran hacer una gira por la zona euro, tendrían que hacer 27 trámites distintos y eso eleva los costos, incluyendo una enorme pérdida de tiempo. El aumento de esos números golpea sus carteras. Aproximadamente la mitad de los ingresos de un artista británico proviene de sus presentaciones en vivo y de las giras que realizan, hablamos de un elemento crucial para su subsistencia. Uno de los artistas que ha levantado la voz respecto al tema es el escocés Fish, cuyo nombre de pila es Derek William Dick y alguna vez se desempeñara como frontman de la banda de rock progresivo Marillion: “Estos nuevos impuestos ascenderán a decenas de miles de libras de ingresos perdidos, lo que afectará aún más nuestra capacidad para financiar cualquier gira en la UE”, expresa el artista en un comunicado publicado en sus redes sociales que trascendió hasta llegar a medios británicos especializados en el tema. Bajo las nuevas reglas, se necesitará un permiso de trabajo por cada músico y cada persona que trabaje en el show. Esto en cada país al que se quiera ingresar, pero también se cobrará por su equipo; por cada instrumento musical o amplificador se cobrará una cuota, algo a lo que han llamado carnets; esto sin hablar de que no se podrá estar de gira por más de tres meses en periodos de 180 días, entre otras nuevas reglas. Lo dicho para los músicos británicos que quieran salir, pero algo similar pasará con los músicos europeos que quieran


Master class in situ


TXT:: Alicia Martínez

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ciendo de todas las capas de ropa que traíamos encima hasta terminar sudando. Ningún tema de los Beatles sonó, pero a Álvaro pareció no importarle. Terminamos yéndonos pasadas las dos de la mañana, cuando la lluvia paró. Con hambre, corrimos a buscar algo para comer y encontramos un local de pizzas abierto. Mientras esperábamos nuestro pedido, descubrí una cara de los ingleses que desconocía. Dicen que los mexicanos llevamos la fiesta a extremos difíciles de equiparar, pero, créanme, quienes dicen eso jamás han estado en Liverpool al filo de la madrugada. La cantidad de improperios que vi mientras mordía mi rebanada de salami, gorda y apetitosa, en verdad me sorprendió. Llamaron mi atención especialmente las chicas. Qué desparpajo. Se deshacían de sus tacones, vomitando las raíces de los postes, eructando, buscando un taxi confundidas, con el pelo hecho marañas. Y el maquillaje, horas antes perfecto, se les escurría de las mejillas, parecía que estaban derritiéndose. Todo eso me fascinó. Extrañamente así fue. Porque nadie se metía con ellas, porque nadie estaba rondándolas para sacar provecho. Con esto no quiero decir que así sea siempre. Simplemente platico lo que viví y percibí esa noche. Una noche supongo que cotidiana, allá, en Liverpool, mientras me perdía en una de sus calles más populosas. Al otro día, las mismas avenidas cuyos suelos presumían cuerpos abatidos por el alcohol a cada cinco pasos, estaban más limpias que la mesa donde desayuna la reina. Descansados, Álvaro y yo anduvimos hasta encontrar un café donde nos sentamos a tomar el sol mientras mordíamos un sándwich y planeábamos las compras del día; teníamos muchos encargos relacionados con el equipo de fútbol de la ciudad. Fue esa mañana que finalmente me encontré con la imagen los Beatles por todas partes. Tenía que pasar. Álvaro estaba feliz, decía que podía visitar esa tierra cada año y que viviría de la experiencia con la misma emoción de la primera vez. De pronto sacaba datos, señalaba lugares emblemáticos y se apasionaba. Entonces yo pensaba: bueno, ¿éste por qué se lo toma tan en serio? Pero eso ocurrió esporádicamente; según yo, la master class que me temí jamás llegó. Con el paso de los años le he ido agarrando gusto a los Beatles. Esa canción que le puse a Álvaro, por ejemplo, la que conté al principio y que hallé extraña al guglearla, ahora me encanta. Se llama “And your bird can sing”. La saco al cuento porque Álvaro y yo terminamos un año después de aquel viaje. Y a veces, todavía, muy de vez en cuando, me lo imagino haciendo lo que con frecuencia hacía cuando sonaban los Beatles: tocando una guitarra imaginaria, rascando el aire. Volteo entonces a mi alrededor para encontrarlo y sonrío, porque lo escucho clarito cantarme sobre el hombro: “Look in my direction, I´ll be around, I´ll be around”.

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unca había conocido a alguien como él. En verdad, se las sabía todas. Una vez, nada más por molestar, gugleé el título más extraño que encontré y se lo solté sin avisar, pidiéndole que cantara. Para mí sorpresa no sólo se sabía la tonada completa de la “rareza” que le lancé, sino que la dominaba en perfecto inglés. Álvaro era fan de los Beatles, el fan más recalcitrante que haya conocido jamás. Y quería que fuéramos juntos a Liverpool, la tierra de sus ídolos. Nunca estuve segura de que fuera buena idea. No es que no quisiera acompañarlo; me daba miedo que el viaje se convirtiera en una sesión interminable de historia de los Beatles, con fechas y detalles a toda hora incluidos. Una agotadora master class in situ. Tomamos la decisión de concretar la visita en Londres; o mejor dicho: sin avisarme, Álvaro compró boletos para Liverpool aprovechándose de que teníamos tres días libres antes de llegar a Madrid, donde nos esperaba la familia de una amiga de la Universidad para darnos alojo. Llegamos al puerto de noche. Hacía frío. Caminábamos buscando el sitio donde dormiríamos cuando empezó a llover. Una lluvia molesta. Medio perdidos, con los mapas del teléfono extraviados, dimos vuelta en una callejuela donde, alcanzaba a verse, algunos bares dejaban salir música a buen volumen, así como luces que iluminaban la oscuridad; la idea era tomar algo en uno de esos sitios y esperar a que el agua amainara. Ahora que lo recuerdo, creo que fue una treta, un plan perfectamente trazado por Álvaro. Porque esa calle, casualmente, terminó siendo la más importante de toda la ciudad. Justo donde se encuentra The Cavern. Supe del lugar, por supuesto, gracias a Álvaro. Llegó a hablarme de un sitio bajo tierra donde los Beatles tocaban antes de ser famosos. Intentamos entrar a La Cueva, aunque dada la hora y el día, era sábado, no logramos pasar de la puerta. Anduvimos con las rueditas de nuestras maletas brincoteando en el pavimento hasta que encontramos un sitio que, el tipo que cuidaba sus puertas nos dijo, tenía mesas disponibles. Bajamos unas escaleras y dimos con un bar acondicionado en un sótano. Todos bebían de pie, apoyando sus vasos en barriles de madera inmensos. Era una noche de música soul. Pero la dinámica musical cambió cuando alrededor de la medianoche irrumpió en el antro un contingente que venía de presenciar un concierto de los Specials. Entonces todo cambio. Orillado por la marabunta, el DJ echó mano de YouTube y con su laptop se dedicó a tocar ska y ritmos afines como si al siguiente día todos partiéramos directo a Jamaica. Álvaro y yo nos dejamos llevar y nos integramos a la fiesta a pesar de no portar la ropa adecuada (todos iban perfectamente ataviados, parecían sacados de una película). En realidad la situación era bastante extraña: encontrarme en la tierra de los Beatles bailando canciones de The Paragons en un sótano, en medio de un montón de rude boys que chocaban tarros sin dejar de practicar skanking. Algunos de ellos nos invitaron pintas de Guinness; se sorprendían al acercarse a nosotros, cuando Álvaro y yo les contábamos que éramos mexicanos y notaban que ni siquiera habíamos dejado nuestras maletas en el hotel. Bailamos mucho esa noche. Nos fuimos desha-


Danny Boyle

Un transgresor desprejuiciado


TXT:: Carlos A. Ramírez

Trainspotting y la celebridad mundial Sin embargo, a pesar del gran éxito a nivel artístico y comercial de Shallow grave, lo que vino a continuación sobrepasaría todas las expectativas. En 1996, Boyle estrenó Trainspotting, la adaptación cinematográfica de la primera novela de Irvine Welsh, una deslumbrante tragicomedia acerca de una pandilla de heroinómanos escoceses, en donde dio rienda suelta a su obsesión por el caos, la traición y las situaciones extremas. Estelarizado por Ewan McGregor y Robert Carlyle, el filme, alucinado, surrealista, punk y pletórico de extraordinarios detalles técnicos, se convirtió rápidamente en un fenómeno de la cultura pop que consiguió expandir el culto que ya tenía la novela en el Reino Unido, a todo el planeta. Asimismo, escrito por el guionista John Hodge y producido por Andrew Macdonald, fue incluido por el British Film Institute entre las 10 películas británicas más grandiosas del siglo XX y convirtió a Boyle y a los protagonistas en auténticas celebridades a nivel mundial. Dos décadas más tarde, en 2017, de nuevo con John Hodge como guionista, se filmaría T2: Trainspotting, una adaptación libre de Porno, la novela donde Welsh retoma a Renton, Spud, Sick Boy y Begbie, la cual a pesar de algunos venturosos aciertos, estuvo muy lejos de su antecesora. Revitalizando el horror En 1997, ya cobijado por la celebridad, Boyle filmó A life less ordinary y tres años después, en 2000, la injustamente infravalorada The beach, la cual, a pesar de ser estelarizada por Leonardo Dicaprio resultó un fracaso en taquilla. Paradójicamente, serían otros zombies los que traerían de vuelta a la vida al director británico, quien en 2002 revitalizó el cine de horror zombie con 28 days later, un espeluznante carnaval gore que cimbró las bases mismas del género unificando la crítica a su favor. Como todas sus cintas mejor logradas, 28 days later contiene escenas icónicas, que se han instalado en la memoria cinéfila de las últimas décadas. En este

caso la poderosa y desoladora imagen de un hombre solitario caminando desorientado por las calles de un majestuoso Londres que parece deshabitado. Sin embargo, su consagración absoluta llegaría hasta 2008 con Slumdog millionaire, cinta basada en la novela ¿Quiere ser millonario?, del escritor indio Vikas Swarup, la cual narra la historia de un adolescente de escasos recursos que logra llegar a la pregunta final de la versión india del programa ¿Quién quiere ser millonario?, en donde es acusado de hacer trampa. Es probable que ésta sea la cinta más convencional en la filmografía de Boyle. Un trabajo en donde quedó de manifiesto su versatilidad y su disponibilidad para abordar cualquier tema, así sea una historia cuyo leit motiv sea el amor, con tal de manufacturar una gran película. Slumdog millonaire, pese a haber despertado gran indignación en la India, en donde se le acusó de retratar “pornográficamente” la pobreza del país, ganó ocho premios, de los diez a los que estaba nominada, incluido el de mejor director, en la edición 81 de la ceremonia de los Oscares, convirtiéndose en uno de los filmes más premiados en la historia de la Academia. Un estilo único Hasta la fecha, Boyle ha dirigido 16 películas entre las que destacan, además de las ya mencionadas, Millions (2004), 127 hours (2010) y Yesterday (2019), en la cual un cantante después de sufrir el shock de ser atropellado por un autobús, descubre que nadie en el mundo recuerda a los Beatles y junto con ellos han desaparecido otros iconos de la cultura pop como Coca Cola, Harry Potter y la banda de los hermanos Gallagher, Oasis. Una carrera sobresaliente en donde el inglés ha transitado con fortuna por géneros como la comedia negra, el horror zombie y el thriller, desarrollando un estilo innovador y arriesgado, en donde a través de una utilización brillante de elementos como el time-lapse, la cámara libre, la combinación de formatos, las secuencias surrealistas y la ubicación de la cámara en ángulos imposibles, ha conseguido contar historias inolvidables de sujetos física y/o emocionalmente rotos enfrentados a situaciones límite. Todo esto aunado, por supuesto, a un extraordinario uso de soundtracks que en más de una ocasión han trascendido el celuloide para convertirse en auténticos referentes musicales de una época. Un Oscar por Mejor banda sonora y otro por Mejor canción original, en 2008, tendrían que bastar para confirmar lo anterior pero sin duda, los momentos favoritos de muchos, incluido quien esto escribe, son el buceo de Renton en un mar de mierda mientras suena “Deep blue”, de Brian Eno; la frenética persecución policíaca con “Lust for life”, de Iggy Pop, de fondo y la sobredosis de heroína del mismo Renton, a ritmo de “Perfect day”, del enorme Lou Reed, en Trainspotting. Ejemplos quintaesenciales del uso de la música como un elemento narrativo más del cine.

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REPORT

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in duda, el cineasta británico Danny Boyle, ganador del Oscar en 2008 por su cinta Slumdog millonaire, es en la actualidad uno de los directores de cine más reputados a nivel mundial. Sin embargo, también es cierto que, en esencia, sigue siendo un transgresor. Un provocador que no se tentó nunca el corazón para poner a su protagonista a sumergirse en el retrete nauseabundo de un rasposo pub escocés para tratar de recuperar un supositorio de heroína (Trainspotting, 1993) o peor aún: a deambular, solo y confundido, en una imponente y solitaria Londres que de la noche a la mañana parece haberse quedado inexplicablemente vacía (28 days later, 2002). Nacido el 20 de octubre de 1956, en Manchester, Inglaterra, Boyle, después de abandonar, por fortuna, la idea de ser sacerdote, dirigió algunas películas y miniseries para televisión, antes de rodar su primera producción cinematográfica, Shallow grave (1994), la cual de inmediato atrajo la atención llegando a ser comparada con Perros de reserva, del entonces novel Quentin Tarantino.


Éxtasis por sorbos

en una pocilga londinense


Si bien nuestro pasado no nos define, sí nos construye. Somos la suma de todos los días que ya se acabaron, de nuestras derrotas y victorias. De los recuerdos que nos hacen resoplar poquito mientras sonreímos. Somos también eso que nos urge olvidar.

TXT:: Rocío Valdez

momento cerré los ojos. Empecé a sentir la frecuencia de hondas de la música vibrar bajo mis pies. Entré en trance y fue como si todo lo que estaba a mi alrededor hubiera desaparecido; sólo estábamos la música y yo. Segundos después, apenas yo. Mi mente, sin que yo le diera instrucciones, pensó en las personas que más quiero y lo agradecida que estaba con ellas. También pensé en la comida que me gustaba, en mis lugares favoritos y en mis momentos más felices. En fin, fue un viaje a todos mis happy places. Cuando sentía que me estaba despegando mucho de la realidad, abría los ojos y me obligaba a estar en el presente. Entonces veía a mis amigos, sudados hasta los codos, brincando, abrazándose. Yo no deseaba compartir mis pensamientos con nadie, y mucho menos bailar como si mañana se terminara el mundo. Estaba en una especie de meditación y sólo quería volver ella. El mundo está lleno de drogas: el porno, los cigarros, el alcohol, el azúcar… La situación legal de cada producto es la que dicta si es socialmente aceptable o no. Y no creo que esta dinámica nos esté funcionando como sociedad. No creería que generarle miedo a las drogas sea la manera de tratar el tema. Yo creo que nuestro cuerpo es nuestra herramienta de vida y tenemos que cuidarla; tomar agua, procurar alimentos no procesados, estirar, hacer ejercicio y dormir. Pero también creo que hay que sacarle provecho al cuerpo, porque hay más de una manera de conocer la realidad. Antes de tomar cualquier decisión, recomendaría conocernos a nosotros mismos e identificar qué es lo que nos lleva a consumir. La opinión que no me pidieron es ésta: hacerlo siempre en confianza, con precaución y mucho cuidado. Invariablemente cuando intentamos algo nuevo nos conocemos más. Y reconocernos a nosotros mismos es darnos fuerza, autenticidad y seguridad. Nos hacemos mejores, más conscientes, más nosotros. Gracias a Londres entendí que mi visión del mundo era muy pequeña y que, a pesar de todo aquello que desconocía, los juicios que emitiría a partir de ese momento serían solamente míos. Mientras escribo esto me doy cuenta de que, justo ahí, comencé a desaprender. Nuestro pasado nos construye, es lo que nos trajo hasta dónde estamos hoy. Y hoy, justo ahora, en estos momentos, estamos decidiendo cómo enfrentaremos los días que están por venir.

43 REPORT

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rrancaba el año en el que Peña Nieto sería presidente y Jenni Rivera fallecería en un trágico accidente aéreo. Yo, con la preparatoria apenas terminada, las maletas cargadas de ropa térmica y toda la inocencia (era más bien ignorancia, pero le cambié el nombre para no ser tan dura conmigo misma, ¿ok?) que puede caber en una adolescente sobreprotegida, abordé un avión con destino a Inglaterra. En cuestión de horas, cambié el hogar católico y conservador en el que había pasado 19 años, por una libertad casi absoluta. A los pocos días, muy a pesar de mi despiste, todo comenzó a volverse familiar, empecé a entender cómo funcionaba el metro, dónde había comida al alcance de mi presupuesto y cómo vivir con 10 roomies en un piso para tres personas. Después de perder mil batallas intentando hacerle entender a esa decena que no todo lo que es cóncavo es cenicero, tuve que asimilar que viviría en una pocilga los siguientes meses de mi vida. Recuerdo las calles de Londres grises y húmedas, limpias y simétricas. El underground rápido, ruidoso y confuso. A pesar de tener los pies helados, disfrutaba salir a pasear por las mojadas calles británicas. Siempre estaba sola, mis horarios eran los únicos que empataban con los del resto del país. Mis amigos dormían de día porque las noches estaban destinadas a la fiesta y los estimulantes. Al principio estaba negada drogarme. Nunca antes había visto un porro y de pronto tenía frente a mí un coctel de estimulantes fuertes de verdad. Parece tonto, pero fue realmente complicado asimilarlo. Al pasar las semanas y ver que en mis compañeros de cuarto no se notaban consecuencias graves tras el consumo, el prejuicio se me deslavó un poquito y le abrió el camino el curioseo. Mi estancia en Londres tenía, de entrada, un objetivo: ahorrar hasta el último centavo para poder conocer tantos países europeos como pudiera. Por eso comprar drogas era como desviarme de mi meta. Así pasaron varias semanas, pero entre la presión social y la curiosidad, sucumbí. La primera vez que probé el éxtasis tenía muchísimo miedo. Envalentonada por mis amigos, tomé una botella de agua, vacié el contenido de la bolsita y bebí hasta la última gota. Al cabo de media hora comencé a sentir algo muy suave en la parte superior de la espalda, tardé en entender que era mi cabello rozándome la piel. Era como si decenas de plumas estuvieran subiendo y bajando por mi cuerpo. Y a partir de ese


POSY SIMMONDS LA VISIÓN CRÍTICA DE

CÓMIC Y NARRATIVA DIBUJADA

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TXT:: Oscar G. Hernández

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s Posy Simmonds una autora esencial si de inglesas se habla. Prolífica, con una producción que data desde los años 70, a pesar de su largo trayecto fue hasta finales de la década pasada que el mundo descubrió a una narradora gráfica que ha publicado en diversos e importantes medios británicos. Sus primeros cartones aparecieron en 1969 para The Sun, aunque pasaría por The Times y Cosmopolitan para finalmente quedarse en The Guardian por ya casi 50 años. Gracias al creciente impulso de dar valor a la obra de las mujeres artistas, su figura se ha convertido en referente y símbolo para las autoras de cómic alrededor del mundo. La narrativa gráfica de Simmonds es de una sátira más que elegante, gestada a través de sus tiras en la prensa. Su práctica la llevo a desarrollar una enorme capacidad de síntesis y observación para, en apenas unas cuantas viñetas, colocar pensamientos y críticas agudas respecto a la sociedad de clase media británica que tan bien conoció. Sin embargo, Posy expandiría su trabajo más allá del comic strip para llevarlo a diversos libros (algunos infantiles), e incluso una de sus obras sería adaptada al cine de animación para ser nominada a los premios Oscar. En 1999 apareció su primera novela gráfica, Gemma Bovary, con la cual adquirió visibilidad internacional; aunque fue con su siguiente novela de largo aliento, titulada Tamara Drewe, con la que finalmente obtuvo el aplauso global, pues la obra fue llevada al cine para no sólo ganar diversos e importantes premios, sino para que su autora fuese llamada por la reina Elizabeth II y así ser nombrada, nada menos, Member of the Order of the Bristish Empire. En realidad la figura de Simmonds se ha convertido poco a poco en un referente de la resistencia femenina debido no únicamente a su manera de retratar la sociedad clasemediera, sino a que en dicha fotografía muestra un ambiente regido por el yugo masculino. Con el paso de los años, el descubrimiento de sus piezas por parte de nuevas generaciones ha hecho que sus comics strips sean compartidos en redes para de esa manera señalar cómo muchas problemáticas sobre el machismo han sido abordadas por la inglesa desde hace muchas décadas.

Respecto a Tamara Drewe, ahí encontramos una estructura de novela gráfica que amplifica las fórmulas utilizadas en su obra anterior, entre las cuales encontramos los globos de pensamiento traslados a narrativas en viñetas dentro de viñetas; un recurso que causa un efecto espejo de escenas únicas. Simmonds sabe que el cómic no sólo se reduce al dibujo, de modo que no titubea cuando utiliza cientos de caracteres para crear textos que se integran a páginas cargadas de paneles para de esa manera jugar con el ritmo de lectura y contribuir a la explosión gradual del relato. En este caso en particular, el cuidado de la narrativa en cada capítulo es meticuloso debido a que, de inicio, era una serie para The Guardian . La maestría que la firmante ha obtenido con su trazo a lo largo de los años le confiere un toque clásico que, trasladado a estilos contemporáneos, consigue que el lector que se acerque a su obra perciba una extraña pero agradable confusión. Esto es particularmente visible en Tamara Drewe, donde se esboza contundentemente el mundo literario inglés, con la vida de burgueses bohemios donde escritores, periodistas y académicos retirados en hermosas casas de campo romantizan la tarea de escribir. Es así como la autora contrasta aquel mundo de alta cultura con el de la vida campirana, a través de las vacas, los huertos, la rutina y el aburrimiento de los nacidos y crecidos en el campo. De este modo construye una trama, a partir de dichos elementos demuestra que al final los humanos son sólo eso, seres que viven llenos de engaños, ansiedades y pasiones, independientemente de que sean muy letrados, muy famosos o muy ricos. La dibujante conoce la profundidad de los mass media, domina a la perfección sus efectos y comportamientos, de ahí que los cruce con la tragedia de lo que a primera vista parecería una vida placentera a la hora del retiro. En Tamara Drewe las protagonistas logran reconciliarse gracias a una identidad que les une más allá de la tragedia, del engaño y del dolor. Finalmente hablamos de la clase de libros que logran una sensación de paz verdadera, de los que dejan claro que los avatares de la vida cotidiana siempre terminarán por pasar, por alejarse. Posy Simmonds, a sus 74 años de edad, se ha convertido en una de las firmas más importantes del noveno arte, y ha inspirado a muchas autoras a seguir su camino.


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ANAHI HERNÁNDEZ GALAVIZ CÓMIC Y NARRATIVA DIBUJADA

46 Artista por la FAD con estudios en Diseño de Experiencias Editoriales, coordinó Casa Galería y dirigió el área de vinculación educativa en TACO A.C. Es fundadora de Atópica Editorial, en donde edita libros, fanzines y el Almanaque de Narrativa Gráfica MX. Actualmente trabaja en una novela gráfica experimental sobre muerte e introspección.


Instagram: @anahi_h_galaviz18 @atopica_editorial @alamanaque_ngm


Rosario Morales Reyes Instagram: @ross_illustration


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...ya casi es el cumple



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