PORTAFOLIO 6 Director fundador: César Cansino; Director: Israel Covarrubias; Subdirector: Ricardo Moreno Botello; Enlace Editorial: Ariel Ruiz Mondragón; Editor literario: Hugo Diego; Jefe de Redacción: Enrique de Jesús Pimentel Consejo de Redacción Azul Aguiar, José Antonio Aguilar Rivera, Alejandro Anaya, Jaime del Arenal Fenochio, Israel Arroyo, María Luisa Bacarlett Pérez, Alfredo Echegollen Guzmán, Héctor Enrique Espinosa, Edgar Esquivel, Juan Sebastián Gatti, Armando González Torres, Conrado Hernández López, Ismael Ledesma Mateos, María de los Ángeles Mascott Sánchez, Miriam Medel, Brenda Mariana Méndez Gallardo, Beatriz Meyer, Edgar Morales Flores, Juan Manuel Ramírez Sáiz, Víctor Reynoso, Xavier Rodríguez Ledesma, Mauricio Saldaña Rodríguez, Roberto Sánchez, Ángel Sermeño, Federico Vázquez Calero, Silvestre Villegas Revueltas Comité Editorial Roderic Ai Camp, Antonio Annino, Roger Bartra, Judit Bokser, Javier ;Yehgk <Yjg[Y$ Ea_m]d ;YjZgf]dd$ ?]gj_]k ;gm^Ú_fYd$ Bgk 9flgfag Crespo, Helmut Dubiel, Víctor Farías, Néstor García Canclini, Aurora Gómez-Galvarriato Freer, Alfonso Hernández Valdez, Celso Lafer, Rigoberto Lanz, José Lazcarro Toquero, Claude Lefort, Steven Lukes, B]k»k EYjl±f%:YjZ]jg$ 9dÚg EYkljghYgdg$ B]Yf E]q]j$ Dgj]frg E]q]j$ Raymundo Mier, Esteban Molina, Leonardo Morlino, José Luis Orozco, Will G. Pansters, Ugo Pipitone, Gerardo Ramos Brito, Javier Roiz, Antolín Sánchez Cuervo, María Eugenia Sánchez Díaz de Rivera, Giovanni Sartori, Philippe C. Schmitter, Ilán Semo, Enrique Soto Eguibar, Bryan S. Turner, Gianni Vattimo, Danilo Zolo Diseño original: Armando Hatzacorsian ;gehgka[a¶f lahg_j¦Ú[Y q \aY_jYeY[a¶f2 Jacqueline Velázquez tel. 52 35 15 93 Versión Electrónica: México.com Publicidad y Relaciones Públicas: Armando Mena, tel. (55) 91 50 10 38. METAPOLÍTICA es una publicación bimestral editada por Cangato, S. A. de C. V. Redacción: Campeche 351-101, Col. Hipódromo Condesa, Deleg. Cuauhtémoc, México, 06100, D.F., MÉXICO, tels. (55) 91 50 10 36 y (55) 91 50 10 38, fax: 91 50 10 38. Correo-e: metapolitica@ gmail.com, metapolitica@prodigy.net.mx. Suscripciones: Miguel Escalona, tel. (55) 91 50 10 38. Suscripciones@metapolitica.com.mx. Todos los derechos de reproducción de los textos aquí publicados están reservados por METAPOLÍTICA. ISSN 1405-4558. ISSN (versión electrónica) 1605-0576. Número de reserva al título en \]j][`g \] Ymlgj2 ((*(/)'1/& F»e]jg \] []jlaÚ[Y\g \] da[alm\ \] l±lmdg2 )((/+& F»e]jg \] []jlaÚ[Y\g \] da[alm\ \] [gfl]fa\g2 /(-(& Publicación periódica autorizada por SEPOMEX. Registro postal IM090058 y PP09-0463. Impresión: CAMSAN Impresiones, S. A. de C. V. Distribución: CITEM y Arieli. El tiraje de este número es de 10,000 ejemplares. METAPOLÍTICA aparece en los siguientes índices: CLASE, CITAS LATINOAMERICANAS EN CIENCIAS SOCIALES (Centro de Información ;a]fl±Ú[Y q @meYf±kla[Y$ MF9E!3 AFAKL Afklalml] \] D Af^gjeYlagf K[a]flaÚim] ]l L][faim]!3 Kg[agdg_a[Yd 9ZkljY[lk$ Af[&3 H9AK HmZda[ Affairs Information Service) ; IBSS (Internacional Bibliography of the Social Science); IPSA (Internacional Political Science Abstract); MDJA;@ K Afl]jfY[agfYd H]jag\a[Ydk <aj][lgjq! q =:K;G Af^gjeYlagf Services. METAPOLÍTICA no se hace responsable por materiales no solicitados. Títulos y subtítulos de la redacción.
SOCIEDAD ABIERTA 17 LA RADICAL EXTRAÑEZA DE LA VIDA por Xavier Rodríguez Ledesma 20 IMÁGENES PARA UN NUEVO DISCURSO AMOROSO por Karla Paniagua 25 CONFESAR, PSICOANALIZAR Y TESTIMONIAR por Fernando M. González 29 EN CONTRA DE LA IDOLATRÍA PATERNALISTA DE LA LEY por Rafael Estrada Michel 33 RESPUESTA A UN DEBATE SENATORIAL por José Ramón López Rubí Calderón 37 IRAK, CINCO AÑOS DESPUÉS por María Cristina Rosas 42 BETTY BOOP, EL MECANISMO DEL PURITANISMO por Pável Granados 44 KITSCH Y TERCIOPELO ROJO por Santiago Ruiz Velasco Bazán 47 VÉRTIGO por Enrique Soto Eguibar
DEBATES Heréticos y disidentes
51 GEORGES BATAILLE. EROS Y ANOMIA por Edgar Morales 56 ROBERTO CALASSO. REVELADOR DE SECRETOS INICIÁTICOS por Ángel Sermeño 58 SALVADOR ELIZONDO. EL ESCÁNDALO DE LA PUREZA por Armando González Torres 61 HEGEL Y SCHELLING. HEREJÍAS DE LA MODERNIDAD por Edgar Rodríguez 68 NORMAN MAILER. UN MORALISTA DEMASIADO FRANCO por Jorge Flores-Oliver 71 PIER PAOLO PASOLINI. UN INCONFORMISTA OLVIDADO por Alfonso Berardinelli 74 VICTOR SERGE. LA TRAYECTORIA DE UN DISIDENTE por Claudio Albertani
SOCIEDAD SECRETA 79
POETAS BRASILEÑOS: DE LA INTERNET A LA IMPRENTA Y VICEVERSA por Jair Cortés (Selección, traducción, nota)
82
TRES PALABRAS. NOTAS ALREDEDOR DE LA POESÍA por Luis Jorge Boone
84
EL RUIDO QUE ENTORPECE LUZ SILENCIOSA por Laia Jufresa
87
SOBRE LA LUZ DEL CINEMATÓGRAFO por Jorge Antonio Pérez Escamilla
89
LUZ SILENCIOSA, PASO LENTO PERO SEGURO por Karla Olvera
90
UNA TEMPORADA FLOTANTE, El ala de la imbecilidad por Luigi Amara
92
LA SOMBRA DE LA ACCIÓN. APUNTES SOBRE LA PEREZA por Lobsang Castañeda
95
LA DESMESURA DE LO INHABITABLE por Gabriela Aguileta
97
OLAFUR ELIASSON O LAS PROVOCACIONES DEL TIEMPO QUE SE ENCARNA por Juan Carlos Reyna
IMPRENTA PÚBLICA 99 EL OFICIO DE EDITOR por Raúl Hernández Viveros 100 DAVID TOSCANA: “LA LITERATURA NO TIENE QUE VER CON LA GEOGRAFÍA” Entrevista realizada por Karla Avilés 102 CORMAC McCARTHY, LA CARRETERA, por Raúl Aníbal Sánchez 105 JUAN VILLORO, LOS CULPABLES, por Mauricio Salvador 107 ZIGMUNT BAUMAN, VIDA DE CONSUMO, por Víctor Hugo Martínez González 109 SILVIA GONZÁLEZ MARÍN, PRENSA Y PODER POLÍTICO. LA ELECCIÓN PRESIDENCIAL DE 1940 EN LA PRENSA MEXICANA, por Roberto Sánchez 110 SERGE PAUGAM, LAS FORMAS ELEMENTALES DE LA POBREZA, por Anna Pi i Murugó
Portada: ATA Bazaci, Block Studies, vector graphics, 2008.
PORTAFOLIO 6 LA REESTRUCTURACIÓN DEL ENTORNO. VISIONES SOBRE EL CONCEPTO DE ARQUITECTURA TIPOGRÁFICA DE ATA BOZACI “TOAST” Director fundador: César Cansino; Director: Israel Covarrubias; Subdirector: Ricardo Moreno Botello; Enlace Editorial: Ariel Ruiz Mondragón; Editor literario: Hugo Diego; Jefe de Redacción: Enrique de Jesús Pimentel Consejo de Redacción Azul Aguiar, José Antonio Aguilar Rivera, Alejandro Anaya, Jaime del Arenal Fenochio, Israel Arroyo, María Luisa Bacarlett Pérez, Alfredo Echegollen Guzmán, Héctor Enrique Espinosa, Edgar Esquivel, Juan Sebastián Gatti, Armando González Torres, Conrado Hernández López, Ismael Ledesma Mateos, María de los Ángeles Mascott Sánchez, Miriam Medel, Brenda Mariana Méndez Gallardo, Beatriz Meyer, Edgar Morales Flores, Juan Manuel Ramírez Sáiz, Víctor Reynoso, Xavier Rodríguez Ledesma, Mauricio Saldaña Rodríguez, Roberto Sánchez, Ángel Sermeño, Federico Vázquez Calero, Silvestre Villegas Revueltas Comité Editorial Roderic Ai Camp, Antonio Annino, Roger Bartra, Judit Bokser, Javier ;Yehgk <Yjg[Y$ Ea_m]d ;YjZgf]dd$ ?]gj_]k ;gm^Ú_fYd$ Bgk 9flgfag Crespo, Helmut Dubiel, Víctor Farías, Néstor García Canclini, Aurora Gómez-Galvarriato Freer, Alfonso Hernández Valdez, Celso Lafer, Rigoberto Lanz, José Lazcarro Toquero, Claude Lefort, Steven Lukes, B]k»k EYjl±f%:YjZ]jg$ 9dÚg EYkljghYgdg$ B]Yf E]q]j$ Dgj]frg E]q]j$ Raymundo Mier, Esteban Molina, Leonardo Morlino, José Luis Orozco, Will G. Pansters, Ugo Pipitone, Gerardo Ramos Brito, Javier Roiz, Antolín Sánchez Cuervo, María Eugenia Sánchez Díaz de Rivera, Giovanni Sartori, Philippe C. Schmitter, Ilán Semo, Enrique Soto Eguibar, Bryan S. Turner, Gianni Vattimo, Danilo Zolo Diseño original: Armando Hatzacorsian ;gehgka[a¶f lahg_j¦Ú[Y q \aY_jYeY[a¶f2 Jacqueline Velázquez tel. 52 35 15 93 Versión Electrónica: México.com Publicidad y Relaciones Públicas: Armando Mena, tel. (55) 91 50 10 38. METAPOLÍTICA es una publicación bimestral editada por Cangato, S. A. de C. V. Redacción: Campeche 351-101, Col. Hipódromo Condesa, Deleg. Cuauhtémoc, México, 06100, D.F., MÉXICO, tels. (55) 91 50 10 36 y (55) 91 50 10 38, fax: 91 50 10 38. Correo-e: metapolitica@ gmail.com, metapolitica@prodigy.net.mx. Suscripciones: Miguel Escalona, tel. (55) 91 50 10 38. Suscripciones@metapolitica.com.mx. Todos los derechos de reproducción de los textos aquí publicados están reservados por METAPOLÍTICA. ISSN 1405-4558. ISSN (versión electrónica) 1605-0576. Número de reserva al título en \]j][`g \] Ymlgj2 ((*(/)'1/& F»e]jg \] []jlaÚ[Y\g \] da[alm\ \] l±lmdg2 )((/+& F»e]jg \] []jlaÚ[Y\g \] da[alm\ \] [gfl]fa\g2 /(-(& Publicación periódica autorizada por SEPOMEX. Registro postal IM090058 y PP09-0463. Impresión: CAMSAN Impresiones, S. A. de C. V. Distribución: CITEM y Arieli. El tiraje de este número es de 10,000 ejemplares. METAPOLÍTICA aparece en los siguientes índices: CLASE, CITAS LATINOAMERICANAS EN CIENCIAS SOCIALES (Centro de Información ;a]fl±Ú[Y q @meYf±kla[Y$ MF9E!3 AFAKL Afklalml] \] D Af^gjeYlagf K[a]flaÚim] ]l L][faim]!3 Kg[agdg_a[Yd 9ZkljY[lk$ Af[&3 H9AK HmZda[ Affairs Information Service) ; IBSS (Internacional Bibliography of the Social Science); IPSA (Internacional Political Science Abstract); MDJA;@ K Afl]jfY[agfYd H]jag\a[Ydk <aj][lgjq! q =:K;G Af^gjeYlagf Services. METAPOLÍTICA no se hace responsable por materiales no solicitados. Títulos y subtítulos de la redacción.
SOCIEDAD ABIERTA 17 LA RADICAL EXTRAÑEZA DE LA VIDA por Xavier Rodríguez Ledesma 20 IMÁGENES PARA UN NUEVO DISCURSO AMOROSO por Karla Paniagua 25 CONFESAR, PSICOANALIZAR Y TESTIMONIAR por Fernando M. González 29 EN CONTRA DE LA IDOLATRÍA PATERNALISTA DE LA LEY por Rafael Estrada Michel 33 RESPUESTA A UN DEBATE SENATORIAL por José Ramón López Rubí Calderón 37 IRAK, CINCO AÑOS DESPUÉS por María Cristina Rosas 42 BETTY BOOP, EL MECANISMO DEL PURITANISMO por Pável Granados 44 KITSCH Y TERCIOPELO ROJO por Santiago Ruiz Velasco Bazán 47 VÉRTIGO por Enrique Soto Eguibar
DEBATES Heréticos y disidentes
51 GEORGES BATAILLE. EROS Y ANOMIA por Edgar Morales 56 ROBERTO CALASSO. REVELADOR DE SECRETOS INICIÁTICOS por Ángel Sermeño 58 SALVADOR ELIZONDO. EL ESCÁNDALO DE LA PUREZA por Armando González Torres 61 HEGEL Y SCHELLING. HEREJÍAS DE LA MODERNIDAD por Edgar Rodríguez 68 NORMAN MAILER. UN MORALISTA DEMASIADO FRANCO por Jorge Flores-Oliver 71 PIER PAOLO PASOLINI. UN INCONFORMISTA OLVIDADO por Alfonso Berardinelli 74 VICTOR SERGE. LA TRAYECTORIA DE UN DISIDENTE por Claudio Albertani
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POETAS BRASILEÑOS: DE LA INTERNET A LA IMPRENTA Y VICEVERSA por Jair Cortés (Selección, traducción, nota)
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TRES PALABRAS. NOTAS ALREDEDOR DE LA POESÍA por Luis Jorge Boone
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EL RUIDO QUE ENTORPECE LUZ SILENCIOSA por Laia Jufresa
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SOBRE LA LUZ DEL CINEMATÓGRAFO por Jorge Antonio Pérez Escamilla
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UNA TEMPORADA FLOTANTE, El ala de la imbecilidad por Luigi Amara
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LA SOMBRA DE LA ACCIÓN. APUNTES SOBRE LA PEREZA por Lobsang Castañeda
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LA DESMESURA DE LO INHABITABLE por Gabriela Aguileta
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OLAFUR ELIASSON O LAS PROVOCACIONES DEL TIEMPO QUE SE ENCARNA por Juan Carlos Reyna
IMPRENTA PÚBLICA 99 EL OFICIO DE EDITOR por Raúl Hernández Viveros 100 DAVID TOSCANA: “LA LITERATURA NO TIENE QUE VER CON LA GEOGRAFÍA” Entrevista realizada por Karla Avilés 102 CORMAC McCARTHY, LA CARRETERA, por Raúl Aníbal Sánchez 105 JUAN VILLORO, LOS CULPABLES, por Mauricio Salvador 107 ZIGMUNT BAUMAN, VIDA DE CONSUMO, por Víctor Hugo Martínez González 109 SILVIA GONZÁLEZ MARÍN, PRENSA Y PODER POLÍTICO. LA ELECCIÓN PRESIDENCIAL DE 1940 EN LA PRENSA MEXICANA, por Roberto Sánchez 110 SERGE PAUGAM, LAS FORMAS ELEMENTALES DE LA POBREZA, por Anna Pi i Murugó
Portada: ATA Bazaci, Block Studies, vector graphics, 2008.
Portafolio
LA REESTRUCTURACIÓN DEL ENTORNO. VISIONES SOBRE EL CONCEPTO DE ARQUITECTURA TIPOGRÁFICA DE ATA BOZACI “TOAST” Oswaldo Varillas y Alfredo Lèal
Black ink- illustrations by Ata “Toast” Bozaci 240 pages, hardcover, black and white, english/german 2007
Aire en lugar inesperado. Peter Sloterdijk
bros Urban Discipline, Graffiti Dictonary, Idea 285. En 2007 publicó Black Ink, una antología de su obra.
ta Bozaci “Toast” (Suiza, 1974) es cofundador y director de Atalier GmbH. Como diseñador ha realizado campañas para DaimlerCrysler, Union Bank of Switzwerland y McDonald’s Corporation. Como artista plástico ha participado en las exposiciones “Urban Discipline” (Hamburgo), “Art Bistro” (Laupen) y “Further Playgrounds” (Lahr), entre otras. Ha publicado en los li-
Hegel, en su Fenomenología del Espíritu, afirma que “todo depende de que lo verdadero no se aprehenda y se exprese como substancia, sino también y en la misma medida como sujeto”. ¿Cuál es, pues, la violencia inherente de introducir el sujeto en la substancia? En principio, ahuecarla. O bien, en un proceso eminentemente místicoeckhartiano, vaciarla con aire.
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METAPOLÍTICA
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ARQUITECTURA TIPOGRÁFICA l PORTAFOLIO
En cuanto al entorno, la arquitectura procede performativamente del mismo modo: genera zonas de vacío de manera tal que puedan ser ocupadas por el sujeto; históricamente, no sólo como un espacio ocupable sino también con connotaciones religiosas y políticas. Luego entonces, para regular la ocupación de las zonas de vacío de la arquitectura, el sujeto debe ceñirse a la organización misma del nuevo entorno, establecido por la propia arquitectura. En Occidente, a partir de la Ilustración, la arquitectura tiende a volverse utilitaria en respuesta a las necesidades de las sociedades disciplinarias. Utilitaria, mas regida por un determinado diagrama de las relaciones en la sociedad, como expone Foucault en Vigilar y castigar. La aparición del grafiti como respuesta que violenta la organización que impone el diagrama arquitectónico dominante es una consecuencia lógica. A este respecto, Ata Bozaci “Toast” afirma: “el grafiti no es sólo pintar muros, es también un idioma de libertad, la libertad que uno debe reclamar en nuestro cada vez más estrecho sistema. Para mí, esta es la razón detonante por la que pinto. Puedo pintar y escribir lo que pienso al mismo tiempo”.1 El grafiti cobra la dimensión de una interpelación por medio de la plástica, pero también por medio del lenguaje. Empero, ¿sería posible otorgarle esa dimensión suplementaria que actualiza la palabra por medio de la arquitectura? El concepto de arquitectura tipográfica de Bozaci fue concebido, según él mismo, “a partir de sucesiones lógicas”. En esta obra la arquitectura reconfigura el grafiti de manera tal que, infundiéndole un vacío —es decir, volviéndolo ocupable—, le otorga una tercera dimensión: ahueca la palabra y, por consiguiente, a la interpelación. “Para mí la tercera dimensión —afir-
ma— es un nivel que me proporciona las posibilidades para arrojar nueva luz sobre el concepto grafiti”. Las obras de Bozaci adquieren una nueva dimensión: la de consigna que interpela en tanto que es estructura, edificio ocupable. No es extraño, pues, que los títulos de sus obras sean del tipo “Church Orange” o “White Devil”, “dado que los desarrollos arquitectónicos más importantes han tenido lugar en la construcción de iglesias”. El autor está consciente de que sus obras, en tanto que edificios ocupables, no son sólo plástica o consigna lingüística, sino también “una fase más del desarrollo en la historia arquitectónica”. Asimismo, es aquí que el vacío cobra sentido en cuanto a la connotación mística-eckhartiana antes mencionada. Ahora bien, ¿cuáles son las condiciones que permitirían integrar la interpelación de la arquitectura tipográfica en el entorno? “La integración del grafiti en lo que respecta a las condiciones urbanísticas en nuestro entorno —apunta Bozaci— es cada vez más importante. Esta fusión de grafiti y arquitectura podría incluso ser lucrativa bajo ciertas condiciones, siempre y cuando se establezca una nueva relación, más accesible, para el consumidor promedio”. En este contexto, el grafiti, que antes fungía como respuesta violenta a la organización del diagrama arquitectónico, devendría en una nueva forma de diagrama, previamente incorporado al sistema que antaño atacaba. Es decir, establecería, a partir de sí, la reestructuración del entorno. Dejándonos, por consiguiente, una nueva pregunta: ¿qué violencia habríamos entonces de inducir para que el místico aire que insufla al sujeto en la estructura no se integrase a la dinámica de las sociedades de control?Q
Esta y todas las demás citas de Bozaci son parte de la entrevista “From ‘letter architecture’ to Black Ink: 12 questions for Ata Bozaci ‘Toast’”, realizada por Alfredo Lèal en diciembre de 2007 y traducida del inglés/alemán por Luis Mondragón Diego. 1
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Double face acrylic on paper with inkblot 2007 METAPOLÍTICA
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Block Studies vector graphics 2008 METAPOLÍTICA
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Toastbrain pencil on paper 1998 METAPOLÍTICA
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Block Studies vector graphics 2008 METAPOLÍTICA
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PORTAFOLIO l ARQUITECTURA TIPOGRÁFICA
Pyrochimp on a lantern vector graphic 2006 METAPOLÍTICA
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ARQUITECTURA TIPOGRÁFICA l PORTAFOLIO
Block Studies vector graphics 2008
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PORTAFOLIO l ARQUITECTURA TIPOGRÁFICA
Priest black vector graphic 2003 METAPOLÍTICA
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ARQUITECTURA TIPOGRÁFICA l PORTAFOLIO
Block Studies vector graphics 2008 METAPOLÍTICA
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Point of view private apartment of Gunter Sachs by Dare and Toast, Velden am Wörthersee (Austria) 2007 METAPOLÍTICA
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DIEZ AÑOS SIN OCTAVIO PAZ
LA
radical
EXTRAÑEZA DE LA VIDA Xavier Rodríguez Ledesma*
S
e cumplen diez años de la muerte de Octavio Paz. Su deseo de ser recordado fundamentalmente como poeta empieza a tomar forma paulatinamente. Alejada ya un poco de los conflictos y polémicas que ensombrecieron su claridad, hoy la obra política de Paz —particularmente su reflexión sobre la modernidad— amerita ser revalorada en sus justas y amplias dimensiones. Al situarla históricamente se decanta de manera natural un significativo fenómeno cultural constitutivo de una lamentable paradoja: a pesar de que la reflexión crítica (política y filosófica) de la obra paciana es altamente valorada en ciertos estrechos círculos intelectuales, ella continúa padeciendo el vasto ninguneo histórico que el ser producto de un autor nacido en un país de las afueras de la modernidad le imprimió. * Profesor-investigador en la Universidad Pedagógica Nacional. Su último libro es Abonando la utopía (México, Océano/Librerías Ganco Colorines/CONACULTA, 2006)
La obtención del premio Nobel de Literatura en 1990 no contradice la afirmación recién señalada, al
contrario. Haber ganado el máximo galardón mundial de las letras evidencia en toda su carga discriminatoria el hecho de que en el establishment académico-cultural las reflexiones de Paz sobre la modernidad (otredad, pluralidad, diversidad, tolerancia, tiempo, etcétera) sean completamente desdeñadas en las discusiones contemporáneas que abordan esos temas de moda sobre los cuales el poeta mexicano reflexionó desde los años cuarenta y hasta sus escritos finales con asombrosa lucidez.1 Al respecto Pascale Casanova (2001, p. 65) afirma: “El carácter irremediable y la violencia de la escisión entre el mundo legítimo y sus arrabales sólo son perceptibles para los escritores de las periferias que, teniendo que luchar muy concretamente para ‘encontrar la puerta de entrada’, como dice Octavio Paz, y para hacerse reconocer por el (o los) centro(s), son más lúcidos sobre la naturaleza y la forma de las relaciones de fuerza literarias”. 1
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SOCIEDAD ABIERTA l XAVIER RODRÍGUEZ LEDESMA Paz lo sabía y el asunto le enfadaba. Aunque en escasas ocasiones, él no dejó de lamentar que por ser un intelectual mexicano que escribía desde Latinoamérica, su voz carecía de la caja de resonancia reservada para los intelectuales europeos, quienes acaparaban las “pláticas familiares” sobre la razón de ser y la condición de las sociedades avanzadas, sus sociedades, no las nuestras. La otredad —noción hoy en boga en la reflexión social— fue sin duda el elemento que signó la totalidad de la obra de Octavio Paz. Él, más que nadie, lo tenía perfectamente claro, reconociendo y valorando a cabalidad los horizontes que dicha idea le impregnó a su reflexión. La otredad como astrolabio para surcar los mares de la crítica. La posibilidad de asumir este concepto como guía en la búsqueda de respuestas a las preguntas sobre quiénes somos y hacia dónde vamos es la clave de la crítica, cualquiera que sea su objeto de análisis. La crítica no se circunscribe al sentido amplio (social) de los fenómenos, sino que empieza en el más íntimo, particular y cercano: el yo primero, la mismidad del ser en su vida cotidiana que permea y es permeada por una infinita variedad de factores. Para Paz, la otredad “designa a la vida diaria, la de todos los días, en su radical extrañeza”. Se trata, por tanto, de la experiencia de “estar en el mundo”, es decir, “de estar aquí y ahora [...] La otredad es el manantial perenne de la poesía y, asimismo, de la novela y el teatro; es la vida misma” (Santi, 1997, p. 307). Desde el mirador constituido por la otredad, el mundo se ve y es distinto. Sólo desde ahí se puede tener una panorámica lo suficientemente amplia y rica para comprender que la duda, la interrogación, es la pócima de la cual debemos verter unas gotas sobre todo, absolutamente todo, lo que conforma nuestro universo, empezando en primerísimo lugar por el yo individual que cada uno de nosotros es y las certezas que ese yo ha construido. La riqueza de la crítica habita en muchos lugares más que tan sólo en aquellos institucionalmente reconocidos como tales, y uno de los principales deberes del espíritu intelectual es ser lo suficientemente flexible para reconocerlos y actuar en consecuencia. La otredad nos define. Nosotros somos los otros. Ya en El laberinto de la soledad Paz descubrió la otredad a sus lectores desvelando su existencia en nuestro presente. Al sostener que la historia de México ha sido una larga lucha por negar, ocultar y enmascarar a la otredad, él se adelantó medio siglo y señaló los derroteros por los cuales habríamos de caminar en las futuras (hoy METAPOLÍTICA
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contemporáneas) discusiones sobre multiculturalismo e interculturalismo. Décadas después, a finales de 1993, a punto de cumplir ochenta años, Octavio Paz publicó simultáneamente dos libros. Uno, Itinerario, es un acercamiento a un primer y somero balance de lo que podría ser su autobiografía intelectual, signada y definida por el descubrimiento y reconocimiento de la otredad. El segundo, La llama doble, cierra la pinza sobre el significado y la importancia de este concepto en la definición y comprensión del mundo a partir de la vida más inmediata del individuo. No basta con transformar al mundo, es necesario interpretarlo desde sus cimientos más particulares. Los hilos conductores de la reflexión paciana en La llama doble son ni más ni menos que el amor y el erotismo. El primero, ansia de completud, gran apuesta que nadie está seguro de ganar porque es un envite que depende de la libertad del otro. El segundo, “es ante todo y sobre todo sed de otredad” (Paz, 1996, p. 220). El amor, bisagra utilizada por el poeta para unir a las dos grandes nociones: libertad y otredad. Hacia el final de su vida Paz terminaba de trazar el círculo. Lo otro continuaba siendo el hueso duro de roer en que la razón se deja los dientes. Lo que había empezado con El laberinto de la soledad encontró un posible cierre en la reflexión sobre el amor y el erotismo pues ambos conceptos conllevan a la comprensión de la existencia del individuo siempre en función de la aparición y el respeto por el otro. Respeto en primerísimo lugar de su libertad. Nuestra ansia de completud depende del acuerdo con el otro, de asumir su libertad de aceptar o rechazar nuestra solicitud de reciprocidad. El otro requiere reconocimiento de su existencia y, fundamentalmente, aceptación de su libertad, sólo así puede constituirse en parte integrante del nosotros. La otredad encarnada en la pareja amorosa. Por ello es que el amor es la gran subversión moderna: El amor ha sido y es la gran subversión de Occidente. Como en el erotismo, el agente de la transformación es la imaginación. Sólo que, en el caso del amor, el cambio se despliega en relación contraria: no niega al otro ni lo reduce a sombra sino que es negación de la propia soberanía. Esta autonegación tiene una contrapartida: la aceptación del otro. Al revés de lo que ocurre en el dominio del libertinaje, las imágenes encarnan: el otro, la otra, no es una sombra sino una realidad carnal y espiritual. Puedo
LA RADICAL EXTRAÑEZA DE LA VIDA l SOCIEDAD ABIERTA tocarla pero también hablar con ella. Y puedo oírla —y más beberme sus palabras. Otra vez la transubstanciación: el cuerpo se vuelve voz, sentido; el alma es corporal. Todo amor es eucaristía (Paz, 1996, p. 288).
La otredad encarna en la pareja amorosa. El poeta Octavio Paz arribó una vez más a este puerto cuando ya contaba con ochenta años de edad. El periplo iniciado hacia finales de la década de los cuarenta del siglo pasado llegaba a su fin. La otredad lo había provisto para ser capaz de ver otras formas de nuestra historia tanto social como individual. La otredad, piedra de toque del pensamiento y la obra paciana. La otredad contemplada y registrada por el poeta varias décadas antes que filósofos y cientistas sociales. Al final de su vida Paz enfatizaba de nueva cuenta la necesidad urgente de historizar nuestras certezas, de asumir la existencia de infinidad de tiempos. Ahora el amor le servía a manera de vidrio polarizado para distinguir las huellas de la otredad, para poder reconocer la presencia de diversos tiempos y con
ello cuestionar, historizar, combatir la noción unilineal impuesta por la modernidad. Recién escrito lo anterior me apresuro a matizar: Paz no arribó a dicho puerto, sino más bien lo construyó como punto de partida y eterno retorno de toda su reflexión, pues constituyó el elemento aglutinador de su obra y sirvió, además, para otorgarle sentido y anclaje a conceptos como libertad, amor, crítica, tiempo. Paz lo sabía. Uno de sus poemas emblemáticos, Piedra de sol (1997, p. 231), nos ofrece algunos versos que habrían de servir (tendrían que hacerlo) de guía para nuestro imperecedero andar en busca de nosotros mismos: los otros todos que nosotros somos—, soy otro cuando soy, los actos míos son más míos si son también de todos, para que pueda ser he de ser otro, salir de mí, buscarme entre los otros, los otros que no son si yo no existo, los otros que me dan plena existencia. Q
REFERENCIAS Casanova, P. (2001), La república mundial de las letras, Barcelona, Anagrama. Santi, E. M. (1997), El acto de las palabras. Estudios y diálogos con Octavio Paz, México, FCE.
Paz, O. (1996), La llama doble, (Obras Completas), Tomo 10, 2a. ed., México, FCE. Paz, O. (1997), “Piedra de sol”, en Libertad bajo palabra, (Obras Completas), Tomo 11, 2a. ed., Mexico, FCE.
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IMÁGENES PARA UN NUEVO
discurso amoroso Karla Paniagua*
E
l perfil número 375 presenta a un caballero que aparenta unos 40 años. Viste jeans, camisa de manga larga, chamarra y sombrero texano. Posa sonriente junto a una camioneta roja. El plano americano nos permite ver una buena parte de su cuerpo, aunque no podemos apreciar sus rasgos faciales con detalle, menos aún porque usa lentes oscuros. Su postura corporal —erguido, acodado sobre el filo de la ventanilla, con la cadera ligeramente recargada sobre * Antropóloga social y comunicóloga. Profesora de la Universidad del Claustro de Sor Juana. Su último libro es El documental como crisol. Análisis de tres clásicos para la antropología de la imagen (México, CIESAS, 2007). METAPOLÍTICA
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la portezuela del piloto— parece decirnos: “esta hermosa camioneta roja es mía…o me gustaría que lo fuera”. Su media sonrisa permite suponer que valora de forma positiva esa posesión o aspiración, según el caso. No nos corresponde verificar si la camioneta en verdad le pertenece, pues la sola relación visual ya nos proporciona valiosa información sobre lo que identificamos como cierto, deseable y conveniente. Creada en 1995, la empresa española Match.com (con filiales en 240 países) ofrece un creciente universo de más de 15 millones de perfiles disponibles para consulta de sus suscriptores. Al igual que otras celestinas virtuales, Match permite que cualquier persona con acceso a Internet cree un expediente virtual con sus
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datos y fotografía, para que consulte los expedientes de otras personas, con distintas posibilidades de consulta y contacto dependiendo del tipo de servicio membresía que se adquiera. El análisis de los perfiles que los usuarios de Match.com publican con la finalidad de encontrar pareja con fines amorosos y/o sexuales (algunos de los usuarios también buscan amigos) sugiere que la información que los interesados manifiestan acerca de sí mismos y de las personas que desean conocer está mediada por la convención (después de todo, ¿qué no lo está?); por lo tanto constituye la expresión inacabada de un deseo colectivo, una suerte de confesión colectiva. También sugiere que la recurrencia en las representaciones tanto de los propios usuarios como de las personas que esperan conocer, indica la existencia de convenciones que los ha delineado. Finalmente, sugiere que al mirar con detenimiento una muestra de estos perfiles, podremos identificar un conjunto de atributos icónicos que se pueden vislumbrar como indicios de aquello que en cada cultura se entiende por “sujeto valioso y confiable”. Cuando una persona publica su perfil en Internet con la finalidad de encontrar pareja, tenderá a presentar las características (falsas o ciertas, eso es irrelevante) que considera la harán atractiva a los ojos de los candidatos. Por lo tanto, los perfiles pueden mirarse como un termómetro de lo que se considera valioso o atractivo en un contexto específico. Un análisis de este material capturará, por tanto, la “sensibilidad del momento” y las convenciones que median la forma en la que esta sensibilidad habrá de representarse. Los perfiles virtuales son expedientes en línea que ofrecen una gran variedad de información. Los usuarios ofrecen, además de datos relativos a sus características físicas, su nivel de escolaridad, sus gustos, sus creencias religiosas, su nivel de ingresos, una descripción “libre” de sí mismos (no se permiten alusiones sexuales ni palabras altisonantes), una descripción de la persona que buscan y una fotografía, si así lo desean. Tras previa suscripción al servicio de Match.com, entre otras modalidades, es posible conformar una pequeña muestra de perfiles de usuarios mexicanos, bajo la siguientes categorías: a) cercanía o lejanía del sujeto respecto al objetivo de la cámara, por lo tanto respecto al espectador; b) lugar representado en la fotografía; c) tipo de vestimenta; d) actividad representada; e) inclusión de marcadores de estatus: computadora, celular, vehículo, etcétera; f ) inclusión parcial o total de acom-
pañantes (hombres, mujeres o niños); g) marcado o no marcado de sonrisa y mirada a la cámara. Ello nos permite responder a las siguientes cuestiones: ¿qué es lo que estas fotografías nos dicen acerca de lo que en la cultura mexicana (en realidad, este complejo amasijo de culturas) se entiende por “hombre atractivo y confiable”?, ¿qué recursos visuales ponen en juego los usuarios para representar su potencial de circulación social?, ¿y todo ello, qué nos dice acerca de nuestras aspiraciones, nuestros deseos? El primer resultado puede parecer obvio, como las convenciones mismas, que están entre nosotros desde hace tanto tiempo que tendemos a experimentarlas como naturales. Más de la mitad de las fotografías presentan a sujetos en planos cercanos, que van del primer plano al plano medio (corte a la altura de los hombros). Esta tendencia indica una convención con respecto a la cercanía, quizá para mostrar claramente los atributos en el rostro del usuario y para representar el afán de empatía (acercamiento simbólico) con respecto a quien observa la foto. El uso de planos abiertos ocurrió en los casos en los que el entorno presentaba elementos que pueden interpretarse como signos de estatus: vehículos, lugar de trabajo, paisaje de viaje, etcétera. Es decir, la regla tácita que indica como deseable la cercanía de los rasgos faciales con respecto al objetivo de la cámara, conoce su excepción en aquellos casos en los que habrán de incluirse indicadores de estatus, tales como un monumento histórico (indicador de capacidad económica para viajar), un escritorio (indicador de solvencia y estabilidad financiera) o un medio de transporte (indicador de solvencia y masculinidad). Con respecto al lugar representado, las fotografías se reparten de forma más o menos homogénea entre los lugares de trabajo, los lugares de residencia, los lugares de viaje (monumentos, paisajes, aeropuertos, puertos, estaciones de trenes) y los lugares neutros. La ubicación se puede inferir por la inclusión de elementos relativos (carpetas, escritorio, computadora, persiana ejecutiva, cojines, armarios, cama, etcétera) que nos proporcionan pistas sobre el tipo de lugar en el cual se encuentra la persona. Estos resultados parecen indicar que la ocupación profesional, la posesión de una vivienda y la capacidad económica para viajar se consideran atributos importantes del concepto “hombre atractivo y confiable”; es importante no perder de vista que esto ocurre en el nivel de la representación y no necesariamente coincide con la realidad fuera de cuadro, aunque METAPOLÍTICA
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SOCIEDAD ABIERTA l KARLA PANIAGUA el dato es revelador del conocimiento de ciertos marcadores de estatus por parte de los usuarios y de su deseo de cumplir con esos marcadores. En el caso de los lugares neutros, algunas fotografías son tan cercanas al rostro y tan cerradas, que no es posible distinguir el lugar en el que se encuentra el sujeto. La regla tácita parece enfatizar en el rostro de la persona como prioridad; las excepciones se presentarían cuando se integran los elementos de estatus antes referidos. Si bien no se pretende concluir con una ecuación del concepto “hombre mexicano heterosexual atractivo y confiable”, es un hecho que los componentes identificados forman parte de la compleja matriz de sentido que compone y recompone este signo. Quizá, en alguna de sus subdivisiones infinitesimales, la combinación del lugar de trabajo o residencia, más el medio de transporte, más la capacidad financiera representada, más los atributos físicos, tengan un peso específico. Por ahora, lo tienen en tanto revelación de un deseo: estos sujetos acuden a estas formas de representación para encontrar una pareja amistosa, amorosa o sexual (o todas las anteriores). Por lo tanto, el contexto en el cual se ubican estos textos icónicos los dota del sentido irrenunciable de la confesión social y hace de la confiabilidad una característica crucial, pues ¿quién conocería en persona a un desconocido que no le inspira confianza? Los atributos de los sujetos no son azarosos, ni involuntarios, ni inconscientes (o al menos hemos de asumir eso al analizar la representación): los atributos están allí por alguna razón, antes que nada porque se valoran positivamente y porque en el contexto social de origen se aceptan como componentes del concepto “confiable”. Con respecto a la vestimenta representada, algunos de los usuarios utilizan un uniforme de trabajo, aunque la mayoría viste de forma casual o informal. Confieso que esperaba una mayor incidencia en la formalidad de la apariencia; sin embargo, las fotografías de la muestra revelan una mayor inclinación a lo que se entiende por natural o espontáneo. Es decir, en el contexto de la búsqueda de pareja, parecería ser más confiable la apariencia espontánea que la formal, quizá por vecindad con el concepto de transparencia u honestidad. Esta tendencia es congruente con la inclinación a presentar fotografías cercanas al rostro: el rostro es, por acuerdo social, el componente del cuerpo que revela con más “fidelidad” el interior de cada persona. Por lo tanto, se espera que el sujeto sea él mismo, que vista como lo haría al ser él mismo, que se comporte de forma honesta y natural… METAPOLÍTICA
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aunque, por supuesto, poco o nada hay de natural en este juego. ¿Qué están haciendo las personas que aparecen en las fotografías? La mayor parte de los sujetos a cuadro está posando para la foto. Después de todo, a lo largo de la vida aprendemos a disponer los gestos y el cuerpo para el momento del disparo. En la mayoría de las tomas, la pose no se puede apreciar de cuerpo completo, y en los casos de planos abiertos las variaciones incluyen códigos corporales como el pie sobre roca o tronco o las piernas abiertas. Los sujetos que no posan de forma explícita realizan actividades como teclear en la computadora, leer documentos (lo cual equivale al concepto “trabajar”, o mejor aún “trabajador”); practicar alguna actividad física como patear un balón, subir una colina, correr, caminar (“deporte” o “deportista”); sostener una sartén (“sabe cocinar”, es decir “tiene habilidades adicionales a lo esperado en función de su género”); abrazar a una persona (“es cariñoso”); bailar (“sociable”), etcétera. Todas estas son variantes de la pose convencional que resulta de quedarse quieto y mirar fijamente a la cámara, sólo que tienen un componente de acción que quizá acrecienta la confiabilidad de la imagen, es decir que tenemos evidencia de que las acciones contribuyen a la idea de “hombre atractivo y confiable”. Algunos de los usuarios incluyen a otra persona en la fotografía. El rango de edad y el sexo de los otros sujetos puede sugerir distintos tipos de relación (padres, hijos, sobrinos, amigos); en el caso de las mujeres acompañantes cuya edad representada es similar al sujeto de la fotografía, con frecuencia su rostro y su cuerpo aparecen recortados, aunque de cualquier modo se puede distinguir su silueta. Esto llama la atención, pues quizá es un índice del reconocimiento de la soltería como condición necesaria para conseguir pareja, al menos en términos conservadores. Al recortar a la mujer que originalmente posaba junto a ellos, los sujetos parecen decir “ella ya no está en mi vida, como ya no está en la foto: estoy disponible”. Es de llamar la atención cómo opera el pensamiento mágico en estos casos, al grado de la literalidad. Más de la mitad de las fotografías exploradas presentan a sujetos que miran a la cámara y sonríen. En este caso se observa una convención adquirida en el ámbito de la fotografía convencional, cuyos atributos pueden ser muy útiles para buscar pareja (además, no podemos tener certeza de que estas fotos hayan sido tomadas ex profeso para Match). La sonrisa y la mirada contribu-
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yen a sugerir confiabilidad, disposición, simpatía y pueden considerarse como marcadores de la función fática de la comunicación (Jakobson, 1975), es decir: la sonrisa y el contacto visual sugieren: “estoy aquí, atento y listo para iniciar un intercambio”. En el caso del uso de lentes oscuros (una minoría de fotografías de la muestra presentan a sujetos con gafas de sol), la composición puede sugerir “enigma”, “misterio” o simplemente “día soleado”. En cualquier caso llama mucho la atención la importancia que la dirección de la mirada tiene en lo que a las reglas del cortejo se refiere, convención que quizá los lectores puedan contrastar con su propia experiencia en esos menesteres. Los resultados presentados oscilan entre el plano descriptivo (denotativo) y el plano simbólico (connotativo), entre lo que se ve y lo que se infiere en función de lo visto (Barthes, 1977). En este punto, el análisis podría enriquecerse incorporando las funciones lingüísticas de anclaje y relevo, pues los textos libres y los sobrenombres que incluyen los usuarios pueden enriquecer los significados posibles de la imagen con base en el reforzamiento de lo que se ve (anclaje) o añadiendo información que no se aprecia en la foto (relevo), llevándonos a una historia complementaria. A continuación presento algunos ejemplos de cómo los sobrenombres (nicknames) seleccionados por los usuarios pueden enriquecer, trastocar, dislocar el sentido de la imagen. 1. PMauricio. Función de anclaje por nominación del sujeto a cuadro: equivale a “Yo soy Mauricio”. 2. Guero1973. Función de anclaje por reforzamiento un atributo que se valora como positivo (color de la piel), más el referente del año de nacimiento del sujeto. 3. Donmalhecho. Función de anclaje mediante reforzamiento de atributos físicos que se pretenden relativar a través del humor. 4. Siemprefiel_a_ti. Función de relevo mediante el reforzamiento de una conducta que el sujeto valora como deseable. Por su estructura, el texto interpela a la posible candidata. 5. Monchitoenmorelos. Función de relevo mediante precisión de apelativo informal y ubicación del sujeto en lugar de residencia. 6. Arquipaco. Función de relevo por énfasis en profesión del sujeto.
7. Amantefogoso21. Función de relevo por énfasis en un atributo que se considera atractivo. 8. Thordiosdeltrueno. Función de relevo por alusión a un héroe mítico con características que se consideran valiosas. Después de este breve ejercicio, queda claro que los componentes lingüísticos que acompañan la fotografía pueden también revelar deseos, aspiraciones y marcadores de estatus. Las personas que publican sus fotos en Match o en cualquier medio que sirva para buscar pareja, pondrán en juego las reglas que les son familiares. Las mismas reglas del cortejo que tarde, mal o nunca aprendimos a lo largo de la vida, se adaptan al nuevo medio pero conservan rasgos de origen: la mirada, la sonrisa, la utilería, son lineamientos heredados a Match de las reglas del cortejo antes adquiridas, que dejan sus huellas en la imagen: ¿qué nos dice esto sobre la cultura de origen? Entre muchas otras cosas, que los usuarios se incorporan a esta dinámica virtual con sus mejores armas, con aquello que consideran sus mejores atributos visuales, con elementos simbólicos complementarios (en caso de que lo primero resulte insuficiente), con demostraciones de su conocimiento sobre las convenciones vigentes en torno al cortejo, y eso sólo en lo que respecta a lo visual, pues quedaría en el tintero el complejo recurso de la palabra. ¿Y usted, qué piensa sobre todo esto?, ¿considera que sus posesiones, su capacidad para viajar por placer, forma de vestir, su trabajo, sus características físicas, hacen de usted una persona valiosa, interesante, deseable?, ¿cuando conoce a alguien que tiene alguna o varias de estas características, le evalúa de manera favorable? La respuesta genérica podría ser “lo importante es lo de adentro”, pero ¿acaso estos marcadores de posición social no son sensibles y por lo tanto decodificados de una u otra forma? Millones de fotografías que circulan en Internet constituyen la evidencia irrefutable de que aquello que podemos ver, importa. Por supuesto, la forma en la que los colores, las texturas, los escenarios y los objetos representados se combinan para originar a la persona atractiva, varían culturalmente. La fotografía pretende ser un anzuelo. Si tomamos este anzuelo y seguimos su curso en sentido inverso, encontraremos al sujeto que lo lanzó y a la sociedad en la cual habita este sujeto. Es en extremo importante enfatizar en lo siguiente: la relación entre la imagen, el sujeto y su entorno social METAPOLÍTICA
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SOCIEDAD ABIERTA l KARLA PANIAGUA no es transparente: la imagen cambia la realidad social, es siempre un referente valioso pero no directo, por lo tanto no podemos sacar conclusiones acerca de cómo podría comportarse la persona que aparece en la fotografía, ni cabría incurrir en la falacia del consenso (Díaz, 1991), riesgo que nos acecha al suponer que todos los sujetos que buscan pareja a través de Match actuarán en uno u otro sentido. La exploración de la imagen no aporta datos acerca de cómo habrán de ocurrir los encuentros cara a cara (de hecho, no tenemos garantía de que éstos ocurran), ni de su éxito, pues Match.com, como muchas otras herramientas para buscar pareja, espolean el encuentro persona-a-persona, pero el éxito de éste depende por entero de los usuarios. Es posible que este tipo de recurso virtual acelere el arduo proceso de búsqueda/encuentro y la exploración de la posible compatibilidad entre personas candidatas (proceso que puede resultar bastante engorroso debido a nuestras complejas
reglas de cortejo), pero, lograda la primera cita, cada sujeto se las tiene que arreglar como puede. La representación tampoco constituye evidencia de que los deseos de contacto humano expresados en las imágenes sean superficiales (ni profundos), o que las relaciones que llegasen a concretarse fracasarán o tendrán éxito de forma irremediable. ¿Entonces qué es lo que sí prueban? Constituyen una prueba del marco del deseo y la aspiración culturalmente mediado. Lo que estas imágenes nos dicen es que una gran cantidad de personas anhelan incorporarse a la dinámica de la circulación amorosa (aun en caso de que ya estén en ésta), que encuentran que esto es posible a través de, entre otros mecanismos, la visualización de dotes u atributos de confiabilidad; que lo que se considera valioso conforma un repertorio limitado de objetos, escenarios y códigos gestuales, con formas de representación también limitadas. Q
REFERENCIAS Barthes, R. (1977), Image, Music, Text, Noonday Press. Bell, P. (2001), “Content Analysis of Visual Images”, en T. Van Leeuween y C. Jewitt, Handbook of Visual Analysis, Londres, Sage. Díaz Cruz, R. (1991), “Los hacedores de mapas: antropología y epistemología. Una introducción”, Alteridades, núm. 1.
Jakobson, R. (1975), Ensayos de lingüística general, Barcelona, Seix Barral. Match, http://mx.match.com/ (Consultado del 2 de octubre al 13 de noviembre, 2007). Rose, G. (2001), Visual Methodologies, Londres, Sage. Rubio, L. (2006), Amor en la Web. Cómo encontrar pareja en Internet y conectar con nuevos amigos, Barcelona, Océano/Ambar.
Un renovado encuentro bimestral con la reflexión política y cultural, la creación plástica y la invención literaria. Campeche 351-101, Col. Hipódromo Condesa México, D.F., C.P. 06100 Teléfono: 91 50 10 36, fax: 91 50 10 38 Correos electrónicos: metapolitica@gmail.com, metapolitica@prodigy.net.mx Página electrónica: www.metapolitica.com.mx Blog: metapolitica.blogspot.com Suscripciones: 370 pesos un año Cuenta Santander Serfin 92000915703 a comnre de Cangato S.A de C.V. METAPOLÍTICA
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CONFESAR, PSICOANALIZAR Y
testimoniar Fernando M. González*
I
ntentar escuetamente dar cuenta de estas dos actividades —en las cuales se pone en juego algo del orden de la subjetividad1— implica, como mínimo, discriminar qué elementos centrales conforman a cada uno de esos dos universos diferentes que se constituyen a partir de diferentes dispositivos de palabra, de contexto y de concepciones de sujeto. Universos mediatizados por terceros que representan a las instituciones de referencia que los autorizan, o en las que se autorizan: la institución eclesiástica y la psicoanalítica. En ambas, se narran los sujetos y testimonian de sí mismos.
CONFESAR
La confesión cristiana ha sido utilizada, simultáneamente, como estrategia de poder, de subjetivación y de actos de verdad y de perdón, lo cual la vuelve una actividad multifacética. Al respecto, Michel Foucault pregunta: ¿Cómo fue posible que en la cultura occidental cristiana el gobierno de los hombres demande de la parte de aquellos que son dirigidos, además de actos de obediencia y de sumisión, actos de verdad? Actos que tienen la particularidad de que no solamente el sujeto es requeri
Profesor-investigador del Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM. Su último libro es Marcial Maciel, Los Legionarios de Cristo; testimonios y documentos inéditos (México, Tusquets, 2006). 1 Y, en el caso del psicoanálisis, el postulado de un espacio que no es propiamente el de la “subjetividad reflexiva”, y que se denomina inconsciente.
do de decir la verdad, sino de emitirla a propósito de sí mismo, de sus faltas, de sus deseos, del estado de su alma, etcétera. ¿Cómo se ha formado un tipo de dirección de los hombres en donde no sólo se requiere obedecer, sino manifestarse, enunciando eso que se es? (Foucault, 1989, pp. 123-124)
Este desdoblamiento que se les exige a los individuos no sólo pasa por confesar lo que previamente se ha codificado como pecado sino, además, por dar cuenta de los estados de su alma. En este punto la confesión se articula a la denominada dirección espiritual.2 Sin embargo, este dispositivo de palabra —que traduce “al hilo del lenguaje el mundo minúsculo de todos los días”— contiene la paradoja de que en el mismo momento en que el individuo emite sus faltas, éstas se anulan: El Occidente cristiano ha inventado esta sorprendente coacción que ha impuesto a todos y a cada uno la obligación de decirlo todo para borrarlo todo. […] Centenas de millones de hombres durante siglos han debido confesar el mal en primera persona, en un susurro obligatorio y fugitivo. (Foucault, 1990, pp. 188-189)
Confrontarse al mal que se ha hecho —o creído hacer— para, inmediatamente, sentirse aliviado por el Un artículo de Michel Foucault, titulado “El combate de la castidad”, da cuenta de este dispositivo utilizado —entre otros— por el monje Casiano para ayudar a sus monjes a manejar —entre otras cuestiones— la sexualidad. 2
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SOCIEDAD ABIERTA l FERNANDO M. GONZÁLEZ perdón otorgado por el confesor a nombre del Invisible que representa,3 no deja de ser llamativo. No obstante, habría que matizar esta afirmación. Si la relacionamos con la cuestión de la dirección espiritual a la que aludí, habría que añadir que si bien la confesión queda reducida a una palabra fugitiva, la dirección —en cambio— implica un tipo de seguimiento que ya no puede ser comprendido en una palabra que se difuminaría sin más al emitirse. Por otra parte, en ambos dispositivos se presupone a un sujeto que, si bien está habitado por el mal y la concupiscencia, puede —en un acto reflexivo— dar cuenta de lo que le sucede, sobre todo en la confesión. La dirección espiritual implica un proceso de discernimiento y desciframiento y, por lo tanto, una cierta opacidad que necesita de la ayuda del que funge como director espiritual. Sustancialmente, se trata de dominios cerrados, bien dibujados, en los cuales los actores saben a qué atenerse. No son éstos los únicos dispositivos de los que dispone esta bimilenaria y potente institución para ejercer el gobierno de los hombres; se le podría añadir, por ejemplo, el tipo de dispositivo denominado ejercicios espirituales, inventados por el jesuita Ignacio de Loyola. Ejercicios en los que se trata de constituir un discurso interrogativo que les otorga su “originalidad histórica” (R. Barthes). Debido a que […] más que cumplir la voluntad de Dios, Ignacio quiere encontrarla. [Buscando menos que hacer…] que la alternativa dramática, por la cual toda práctica se prepara y determina: ¿hacer esto o hacer aquello? (Barthes, 1971, pp. 52 y 54).
EL CRUCE ENTRE LA DIRECCIÓN ESPIRITUAL Y UN TIPO DE PSICOANÁLISIS
¿Qué pasa cuando los territorios se desdibujan o se traslapan, o incluso diferentes dispositivos de palabra entran en una relación de utilización y jerarquización, ya que no parten de los mismos supuestos básicos —tal como sucede, por ejemplo, entre la dirección espiritual y el psicoanálisis? Las cosas, obviamente, se complican. Entre otras razones, porque al introducirse lo que Foucault describe como “la cruz” de la psiquiatría del 3
Y de la Iglesia que lo administra. METAPOLÍTICA
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siglo XIX —a saber, la simulación—, toda una epistemología que se sostiene en las cosas claras y distintas, en una concepción positivista, y en la pura voluntad y deseo de cambio, se va a pique. Y por simulación yo no entiendo la manera en la cual un no loco podría hacerse pasar por loco, pues eso no pone jamás en cuestión el poder psiquiátrico […] pues después de todo eso sucede en todos los órdenes del saber, y en particular en la medicina. […] En cambio, la simulación que ha sido el problema histórico de la psiquiatría del siglo XIX, es interna a la locura, es decir, aquella que ejerce la locura con respecto a ella misma […] La manera en la cual un verdadero síntoma es una cierta manera de mentir, la manera en donde un falso síntoma es una forma de estar verdaderamente enfermo.
Con lo cual, el loco le arroja a la cara de su curador lo siguiente: […] No será en el momento en donde tu saber estará limitado que yo te engañaré —ya que sólo será simulación pura y simple—; es, al contrario, cuando tú quieras un día efectivamente tener poder sobre mí, será solamente aceptando el juego de verdad y mentira que yo te propongo. (Foucault, 2003, p. 132).
Esto nos lleva a la introducción de la noción de inconsciente, con la cual se intenta dar cuenta de este tipo de simulación que ya no puede ser reducida a una verdad alterada —pero restituible—, sino a la que parte “del signo como reversión y muerte de toda referencia” (Baudrillard, 1981, p. 16). Veamos, a partir de un ejemplo proporcionado por el fundador del convento de Santa María de la Resurrección —Cuernavaca, Morelos (1950)—, el monje benedictino Gregorio Lemercier, cómo dos dominios aparentemente se intersectan y pretenden utilizarse; pero, en realidad, permanecen ajenos el uno al otro y en una pugna sorda o estentórea. Según el lugar desde el que se miren las cosas. Cuenta el citado monje que, en la noche del 4 de octubre de 1960, de pronto, se vio invadido […] por una multitud de relámpagos de todos colores. Era un espectáculo sumamente bello. […] Este calidoscopio se detuvo sobre un rostro muy bello, de una gran bondad. En ese preciso momento, grité: “Dios mío, ¿Por qué no me
CONFESAR, PSICOANALIZAR Y TESTIMONIAR l SOCIEDAD ABIERTA hablas así? […] comencé a llorar con extrema violencia, invadido por la conciencia profunda de ser amado por Dios […] Eso duró varias horas. […] Al día siguiente, temiendo volverme loco […] fui a ver al presidente de la Asociación Psicoanalítica Mexicana. […] Entré a psicoanálisis […] el 8 de marzo (1961), se descubrió un cáncer en mi ojo izquierdo […] La larga ascesis del psicoanálisis me ha llevado a una vida espiritual que no habría podido alcanzar en treinta años de vida monástica (Lemercier, 1968, pp. 21-22).4
Se comprenderá que el monje Lemercier, en esta experiencia aterradoramente bella, no alucina lo que quiere sino lo que puede —determinado por el entrecruzamiento de un hecho somático, su psiquismo y su hábitus religioso—. La estructuración religiosa del espacio humano es descrita por Marcel Gauchet (1988, p. 201) como la doble experiencia: “[…] de lo invisible, en la extrañeza de un cuerpo que deja de pertenecernos y en el borramiento de sí en provecho de una verdad que habla en [nuestro] lugar”. Lemercier —ya cruzado por el conocimiento del psicoanálisis— duda de quien le “habla”, siente un dislocamiento del referente, que lo coloca en la delgada barrera en la que se entrecruzan la aparición y la alucinación, y el intento de reapropiación de una tecnología secularizada.
PSICOANALIZAR
Por lo tanto —añade Gauchet—, sólo es posible distanciarse de la locura en una sociedad que ha logrado “salir” de la religión,5 es decir:
pensada en una sociedad en la cual el lazo social ha desplazado —que no eliminado— el factor religioso, y ha entrado en un proceso de secularización. Sobre este tema, Silvia Bleichmar afirma: El gran aporte del psicoanálisis consiste en haber descubierto que existe un pensamiento que antecede al sujeto, que luego forma parte de un espacio que no es el de la subjetividad reflexiva. [Se trata de] un sujeto de inconsciente, vale decir, afectado por el inconsciente. [Por lo tanto, el psicoanálisis…] no tiene nada que ver con la introspección, porque lo que el sujeto está buscando está totalmente fuera del campo subjetivo. [Lo cual plantea el serio problema de dar cuenta de…] un pensamiento que no [es] pensado por alguien, que existe más allá del sujeto pensante, siendo al mismo tiempo parte del psiquismo (Bleichmar, 2007, pp. 4-5).
Es decir, un inconsciente que no deriva de ninguna revelación, aunque sí introduce una alteridad que se manifiesta y parasita —sin intencionalidad— en la medida en que —como ya señalé—, no hay sujeto del inconsciente, sino sólo “afectado por”. Por ejemplo, el delirio paranoico, los pensamientos obsesivos, etcétera. Aunada a esta propuesta radical que hermana sin ventaja de ninguno a los psicoanalistas y a sus analizantes —y más allá—, se instaura la noción de transferencia y de afectación del que funge como escucha e intérprete. Con lo que la barrera protectora entre el médico y el loco de la psiquiatría del siglo XIX se resignifica.
TESTIMONIAR
La alucinación no puede ser reconocida en un mundo en donde la aparición es común […] la alucinación se diferencia, como experiencia específica, en una sociedad en la cual la aparición deviene problemática. […] Su nacimiento data de 1814-1815. […] Eso que se ofrecía bajo el signo de la objetividad de lo invisible es reenviado a la subjetividad (Gauchet, 2003, pp. 194-195).
Es por esta razón que la noción de inconsciente —como alteridad secularizada— sólo es posible de ser En otro lugar, habla del psicoanálisis como herramienta “purificadora” de la fe. 5 Lo cual no quiere decir que ha eliminado la religión, sino que no la considera como el factor determinante. 4
Todo ello introduce elementos que tienden a volver más compleja la cuestión del testimonio, que tiende a aunarse al discurso de los diferentes tipos de victimizaciones —que van desde los crímenes contra la humanidad, abuso sexual, hasta sometimientos diversos. Desde el momento en que se presupone el inconsciente, las diferentes maneras de testimoniar no pueden aspirar a contar tal cual lo ocurrido. Además, el tomar en cuenta el deseo y las fantasías apunta a considerar los puntos en los cuales entran en intersección víctimas y verdugos, de diferentes maneras. Por ejemplo, en ciertos casos, se pueden dar casos de víctimas y cómplices, simultáneamente. Lo cual no quiere decir que la relación asimétrica y violenta en que se constituyó la relación desaparezca METAPOLÍTICA
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SOCIEDAD ABIERTA l FERNANDO M. GONZÁLEZ sin más. Como lo expresa una abusada por su padre: “Lo peor es la vergüenza […] La verdadera humillación. Aquella de haber participado, incluso a pesar de uno, en una cosa horrible que no se osaría hablarlo con nadie” (Solaire, 2002, p. 59). Esa humillación sufrida, tejida en el silencio, liga sorda e insidiosamente a la víctima con su victimario. Y la vuelve doblemente cómplice cuando no logra salir de la envolvente vergüenza de lo que no se “osa hablar con nadie”. En esa sórdida ventaja se apoya el victimario. El caso del exlegionario de Cristo Francisco González Párga, quien realiza un desgarrado examen de su relación con su abusador —el fundador de la citada congregación religiosa católica, Marcial Maciel—, resulta paradigmático del esfuerzo complementario que tiene que realizar el victimado para intentar salir del nudo ciego de la idealización de su abusador y de la culpa que lo atenaza. Dicho individuo se pregunta: “¿Qué me dolió más, lo que me hizo Maciel o mi respuesta a lo que me hizo? Al inclinarse por la segunda cuestión, se obliga a dar cuenta de su complicidad, fascinación e identificación con su agresor. Análisis que realiza con una honestidad y profundidad notables. En ese caso, el testimoniar para denunciar adquiere otra connotación, porque al igual que en la tragedia de Edipo, termina en parte por tornar el dedo contra sí mismo. Por otra parte, la articulación del testimonio y la víctima trae aparejado el peligro de confundir “autenti-
cidad y verdad” (Hartog, 2000, p. 14). En ese punto se cruzan desde perspectivas diferentes el historiador y el juez. Si para el juez el contexto sólo serviría como circunstancia que vendría del exterior y que serviría para atenuar o agravar la responsabilidad de un sujeto considerado sólo responsable de sus actos, para el historiador, es aquello que confiere a los actos su sentido. Lo cual no quería decir que produciría una verdad sino a lo más una verosimilitud. Sin embargo, cuando se introduce la noción jurídica de Crimen contra la humanidad, se transforman los datos de la cuestión, porque Pervierte la relación ordinaria del hecho al contexto y constriñe al juez y al historiador a considerarlos sobre un mismo plan. El contexto entra aquí en la definición de crimen. El historiador en la determinación del contexto, la responsabilidad colectiva en la responsabilidad individual, la profesión de historiador en el oficio de juez. […] El principio de la responsabilidad penal se estrella con la extrema complejidad de los datos constitutivos del crimen contra la humanidad (Thomas, 1998, pp. 34-35).
En fin, sólo puedo aludir a una serie de problemas que se abren a la investigación y a la discusión, cuando el paradigma psicoanalítico irrumpe en el campo de las ciencias sociales, el ámbito jurídico, la historia y el testimonio. Irrupción que, a su vez, comienza a recibir retroalimentación de historiadores y juristas. Q
REFERENCIAS Barthes, R. (1971), Sade, Fourier y Loyola, París, Editions du Seuil. Baudrillard, J. (1981), Simulacres et simulation, París, Éditions Galilee. Bleichmar, S. (2007), “Silvia Bleichmar: homenaje”, Actualidad Psicológica, Buenos Aires, octubre. Foucault, M. (1989), “Du gouvernement des vivants”, Résumé des course, 1970-1982 (conferences, essays et lessons du College de France), París. Foucault, M. (2003), Le pouvoir psyquiatrique, Course au Collage de France, 1973-1974, París, Gallimard/Seuil/Hautes Etudes. Foucault, M. (1990), La vida de los hombres infames, Madrid, Ediciones La Piqueta.
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Gauchet, M. (1988), “Essai de psychologie contemporaine”, Le Debat, núm. 100, París, Gallimard, mayo-agosto. Gauchet, M. (2003), La condition historique, París, Editions Stock. Hartog, F. (2000), “Le temoin et l’historien”, Gradivha, Revue d’Histoire d’Archives de l’Ánthropologie. Lemercier, G. (1968), Diálogos con Cristo. Monjes en psicoanálisis, Barcelona, Ediciones Península. Solaire, P. (2002), Le mur du silence. L´inceste entre analyse et vecu, París, Editions Privat. Thomas, Y. (1998), “La verité, le temps, le juge et l ´historien”, Le Debat, núm, 102, París, Gallimard, noviembre–diciembre.
EN CONTRA DE LA
idolatría
PATERNALISTA DE LA
ley
Rafael Estrada Michel* Sin dejo de sarcasmo, para mi padre
E
n las escuelas de Derecho lo que enseñamos los profesores es un lenguaje, el que tiene por objetivo principal separar a los abogados de la sociedad, creando una casta privilegiada, dueña de la palabra —en sentido derridiano— y habitante de un gueto inaccesible para el profano. No es extraño que la jerga legal desconcierte a cualquiera que no haya mantenido con ella un contacto continuo durante varios años. Se trata, como quería Camus, de crear un mundo aparte, con sus gravitaciones propias y sus reglas crípticas. Lógico: es ese mundo el que deja dinero y el que otorga prestigio. *Profesor-investigador en la Escuela Libre de Derecho. 1 A este respecto resulta muy interesante el volumen coordinado por Villarreal y Courtis (2007).
No extraña, en consecuencia, que la enseñanza clínica del Derecho resulte de difícil asimilación entre nosotros, pues no estamos acostumbrados a relacionarnos con la realidad del caso concreto.1 Nuestra pasión por la abstracción tiene por supuesto muchas explicaciones que se hunden en el inhóspito terreno de la historia de las mentalidades, sin descartar que pueda funcionar para explicar algún tipo colectivo de complejo paternofilial. No hay nada más concreto que el castigo autoritario, y por eso huimos de él en nuestras ensoñaciones de gaya ciencia y teoría jurídica. Que la represión se dé en la realidad material es lo que menos importa: la falacia idealista a la que somos tan propensos sostiene que basta con reformar los Códigos para modificar las circunstancias reales, y merced a ello, como sugería Paz, la mentira entre nosotros se eleva a rango constitucional. La verdad es que la paternidad mal entendida (y los odios que freudianamente genera) se manifiesta en casi METAPOLÍTICA
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SOCIEDAD ABIERTA l RAFAEL ESTRADA MICHEL todas las profesiones jurídicas. Resulta increíble el grado de sometimiento al que una persona no iniciada en lo “jurídico” (y me refiero incluso a profesionales expertos en otras áreas) puede llegar respecto de su abogado patrono, del fiscal que lo acusa o del juez que lo juzga. Ahogado en una marea de tecnicismos y conceptos farragosos, el cliente prefiere tenderse sobre la mesa de operaciones y, como José K, aguardar el veredicto que muy probablemente no pueda comprender ni siquiera en sus líneas más elementales. Algo semejante a lo que mi hijo de cuatro años debe sentir cuando lo condeno a “no jugar ni hacer ruido” en pleno fin de semana que he decidido dedicar a leer o a ver películas. La argumentación jurídica, instrumento indispensable para superar los agotados cauces de la idolatría de la ley, posee sin embargo un alto contenido de peligros evasores. El jurista puede comenzar a soñar con moldear la realidad a su autoritario gusto, y el combate dialéctico entre las partes inmiscuidas en un proceso puede perfectamente producir todas las consecuencias del mundo, salvo el acceso a una justicia medianamente razonable y bien cimentada en el terreno de las circunstancias humanas. Pero eso sí, desde el primer momento debe quedar claro que el abogado, gane o pierda, cobra. Para eso es que ha adquirido en propiedad una lengua no franca que dice hundir sus raíces en la antigüedad clásica grecorromana, en el fructuoso Bajomedioevo y en el liberalismo más puro, pero que no es más que el producto de un paleopositivismo voluntarista bastante moderno y paternal. Reflexiónese si exageramos contrastando nuestra actual situación con las obligaciones que primaban en un Estado autoritario y premoderno, pero que tenía la virtud de reconocer su paternalismo. Me refiero por supuesto a la Nueva España, en la que los operadores del Derecho tenían la obligación de conocer las lenguas indígenas para poder trabajar en pueblos de indios. Este reconocimiento del lenguaje hacia aquel que no posee una lengua dominante o coincidente con la nuestra es quizá paternal, pero sin duda trasciende los límites de la criptología jurídica contemporánea, a pesar de ser previo al modernísimo peritaje antropológico. Estamos hablando de disposiciones realistas, atentas a las circunstancias concretas y muy distintas a aquellas que permiten hoy en día que, desde su pedestal, el policía, fiscal o soldado en turno exija al parlante de alguna lengua indígena que reconozca, en español, que aquél es “su padre”. Hay de paternalismos a paternalismos. METAPOLÍTICA
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Tanto los reconocimientos novohispanos como el peritaje antropológico constituyen intentos entusiastas de acercamiento a las realidades, pero son insuficientes a la hora de hacer coincidir técnica con coyuntura, lenguaje con solución. Nótese la diferencia que entre los conceptos de “Justicia” mantenemos técnicos y legos: “Justicia social” es concepto virtualmente extinto entre los operadores de lo jurídico-político (preferimos hablar de “desarrollo social”, algo que el consenso de Washington parece llevar mejor, pues mientras que la Justicia es perentoria, el desarrollo suena a programa siempre aplazable). El pueblo llano no alcanza, no puede alcanzar a entender lo que está detrás de las veleidades conceptuales y lo que ellas implican en lo relativo al cambio de sus circunstancias. Y mucho menos puede saber bien a bien lo que el técnico quiere decir cuando habla de “sentencias conforme a Derecho”. ¿Basta con que sean sentencias dictadas de acuerdo con una ciega obediencia a la ley, diga ésta lo que diga, o se requiere de una cierta conexión con la prudencia, la equidad y el sentido común? Quién sabe. Que lo digan los dueños de la lengua. Por otro lado, es cierto también que, ante el inmenso freno al acceso efectivo a la justicia institucionalizada, el Tercer Estado busca fuentes alternativas de “Justicia” y considera perfectamente válido y eficaz clausurar una vía rápida para, por ejemplo, exigir la recontratación de un empleado por parte de una trasnacional, o reivindicar el “derecho” a utilizar el espacio público para vender mercancía sin que el Fisco tome la debida nota y realice las pertinentes retenciones. Surge aquí una paradoja grave: el texto de la ley nos aleja de la realidad concreta, pero un realismo jurídico rayano en el cinismo parece devenir inevitablemente en arbitrariedad ciudadana, administrativa, académica e incluso judicial si se piensa en los jueces que, so pretexto de una jurisprudencia que podría llamarse “de la liberación”, saltan por encima de los valores de la legislación para legitimar las aventuras populistas más alocadas. Así es que estamos ante una doble incomprensión, un diálogo de sordos que se suscita una y otra vez entre formalistas y realistas, en una sociedad que requiere urgentemente una dosis de Justicia por pequeña que sea. Piénsese, si no, en el reciente célebre caso de Lydia Cacho contra el gobernador de Puebla. Cuando varios ministros de la Suprema Corte hicieron referencia a las “violaciones graves” que, en su concepto, no se actualizaron en el asunto concreto, se abstuvieron de compartir con la República lo que debe entender-
LA IDOLATRÍA PATERNALISTA DE LA LEY l SOCIEDAD ABIERTA
se por “gravedad” tratándose de infracciones a los Derechos Humanos, propiciando que la realidad desnuda nos muestre desamparados frente a una ley (la expresión “graves” viene del texto constitucional) que en sí misma no dice nada sustancial. Es el sonido del silencio que se escucha en Pedro Páramo. Nuestro proverbial machismo juega en todo esto un rol no despreciable. Es precisamente el padre, Pedro Páramo, quien fija y elimina al gusto las reglas. El resto de los habitantes de Comala, incluyendo por supuesto a su hijo, ha de resignarse a poseer voces fantasmagóricas, incapaces de normativizar y de resolver problemas. Sólo Susana San Juan arrebata la palabra al cacique. Y lo hace a través del desamor. He aquí la esencia del discurso jurídico de la modernidad. Nada más alejado de, por ejemplo, San Francisco. El de Asís no pretende adueñarse de la palabra y, por lo tanto, renuncia a establecer la regla: no es padre, sino hermano de cuanto ha sido creado. Sólo el amor tiene sentido en él, nunca esa caricatura que hoy llamamos “Derecho”, como supo ver Simone Weil: Si se le dice a alguien capaz de escuchar: ‘lo que usted me hace no es justo’, se puede golpear y despertar, allí donde nace, al espíritu de atención y de amor. No sucede lo mismo con palabras como: ‘tengo derecho a…’, ‘usted no tiene derecho a…’; encierran una guerra latente y despiertan un espíritu de guerra. La noción de derecho, puesta en el centro de los conflictos sociales, hace imposible desde todo los ángulos cualquier matiz de caridad. (Weil, 2000, p. 28).
Es paternalista y autoritaria, en el peor de los significados de la expresión. Los espíritus pequeños se encierran en el lenguaje y, por lo tanto, son sólo capaces de opinar. En cambio, “cualquier espíritu que ha llegado a ser capaz de captar pensamientos inexpresables por la multitud de relaciones combinadas, aunque más rigurosos y más luminosos que los que expresa el lenguaje más preciso, cualquier espíritu que ha llegado a este punto vive ya en la verdad” (Weil, 2000, p. 33). El problema en nuestros tiempos de absolutismo jurídico (la feliz expresión es de Paolo Grossi [2007, pp. 104-115]) es que el poder soberano, propiedad de almas encanijadas, transforma sus opiniones en verdades legales. Se trata de un fundamentalismo digno de esa institución moderna que fue la Inquisición, actitud que confunde la verdad con “un
sistema totalmente establecido de opiniones, como hace la noción católica de ortodoxia”, mediante el cual “nos precipitamos nosotros mismos en las tinieblas” (Weil, 2000, p. 51), aunque el sistema de opiniones elegido pretenda ser laico, científico, democrático, aséptico y constitucional. La Constitución, las leyes que de ella emanan y lo que en ellas leen los oráculos de la Verdad (esta vez con mayúscula) pasa a ser nuestro Corán. Con un poquito de Freud que agreguemos a la ecuación se comprenderá por qué a los diputados constituyentes se les suele llamar “padres fundadores”. El lenguaje, que encierra y desvincula, suele ser utilizado por políticos y administradores de la cosa pública. Me explicaba no hace mucho un par de conocedores que estos personajes suelen enviarse mensajes ocultos en columnas periodísticas o incluso en conductas, modales, formas de vestir, maneras de saludar. La forma que adquiere el nudo de la corbata puede encerrar un recado de urgente desciframiento. Lamentaban informarme que buena parte de mis impuestos se va en sesudas labores de paranoica decodificación. Algo semejante pasa en el mundo de los abogados “triunfadores”, que con sus actitudes y modales envían el mensaje de que son los efectivos propietarios de una técnica inaccesible para el vulgo. Por eso no hay quien se atreva a acudir por su propia voz ante un tribunal, así se trate de lo más elemental: una demanda de alimentos, un amparo habeas corpus o un juicio ejecutivo mercantil para cobrar un pagaré. Los mortales estamos condenados a ser fili familias, aliene iuris perpetuos respecto del pater advocatus, el único que posee voz, el que puede hablar por los otros. No quiero ni pensar en lo que cobrará un abogado de amparo por un escrito en el que simplemente solicite al tribunal que le supla la deficiencia de la queja. Y encima, si pierde el asunto, siempre puede apelar al expediente de culpar por todo al juez, llamándolo corrupto y venal, acompañando la plañidera de complicadísimos tecnicismos que el cliente-hijo no tiene más remedio que aceptar como explicaciones válidas de lo que en realidad es incompetencia y banalidad. Las costosas plumas, los impecables coches, trajes, corbatas, mancuernillas y camisas con las iniciales bordadas, frecuentemente no hacen sino manifestar inseguridades técnicas e insuficiencias de conocimiento en el ejercicio de una profesión que desgraciadamente ha degenerado en la cínica reproducción de los lugares injustos y comunes. No es infrecuente la exigencia de ciertos grandes y elegantes despachos formulaMETAPOLÍTICA
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SOCIEDAD ABIERTA l RAFAEL ESTRADA MICHEL da a sus deslumbrados pasantes: “cambia tu coche, que aquí lo que cuenta es la imagen”. Otro tanto puede decirse de los jueces con sus togas (al menos en el caso de los ministros de la Corte) y su colocación física, siempre a la par de los otros poderes públicos, pero por encima del ciudadano y de los tribunales inferiores, en un templete de finísima madera. Aquí la cosa no puede analizarse trivialmente, pues juzgar no deja de ser un acto divino y, como quería Piero Calamandrei, para tan augusta función se requiere como mínimo un símbolo de supremacía. Mas los jueces y familiares inquisitoriales que pintó Goya no parecen estar haciendo justicia, sino más bien mofa de los sambenitados. Es importante el mensaje que envían las formalidades y las modas judiciales, por cuanto su análisis puede resolver el eterno cuestionamiento en torno a lo que en efecto son los jueces en un Estado moderno: ¿autómatas de la ley o autócratas de la decisión judicial? En cualquier caso aspiran a ser mirados como imparciales, etéreos, colocados por encima de las circunstancias y, lo que entraña enormes peligros, de la realidad. La imparcialidad y la objetividad son, sin duda, valores propios de una saludable práctica judicial, pero debe estarse siempre atento ante el riesgo de que se utilicen como pretextos para la reivindicación de la supremacía y del monopolio sobre el lenguaje. Entre nosotros, y no sólo respecto de los juzgadores, sigue siendo cierto aquello de Duncan Kennedy en el sentido de que la educación “jurídica” es un entrenamiento para la reproducción de las relaciones de jerarquía (Kennedy, 2004). El vociferante juez nazi es un extremo, pero de ninguna forma una desvirtuación del modelo moderno. Lo propio ocurrió con los procesos de salubridad pública jacobinos, con las pantomimas estalinianas y con las esquizofrénicas investigaciones macartistas: el juez como
representante de un espíritu soberano cuyo críptico lenguaje sólo él puede descifrar. Un sacerdote. Por eso la transparencia posee en el ámbito de la Jurisprudencia tan gran dificultad de arraigo. Un poder que motiva sus decisiones es menos potente, se humaniza, se hermana con sus semejantes, mientras que “los caminos del Señor son inescrutables”, razón por la cual la jerga judicial aspira a ser incomprensible. Es la forma de seguir actuando señorial y paternalmente, dado que un padre perverso no pretende convencer, sino imponer. Se le obedece a una voz, y punto. El teatro de la justicia es sede adecuada para la reproducción del modelo. Repárese en los tan de moda “juicios orales”, en los que la oralidad, en realidad, termina por ser lo de menos. Lo que se busca con la reforma es la creación de un juez de instrucción que sea sustituto de un Ministerio que nunca supo ser público. Pero no deben descartarse consecuencias desagradables, como la degradación absoluta del lenguaje jurídico y su conversión definitiva en guión propio de película hollywoodense. Eso, sin embargo, es otra historia. Lo cierto es que, aún en estas tierras tan propicias a la celebración de la maternidad, no hay madre que proteja frente al padre-juez, al padre-fiscal, al padre-abogado o al padre-policía. Nuestra madre no está aquí y de nada nos vale, en un separo de “la Judicial”, ser los más pequeños entre sus hijos: el Nican Mopohua se esfuma y su lugar lo ocupa un lenguaje legal que es puramente paterno: no tiene madre. ¡Cuán lejos estamos, en términos de análisis del lenguaje, del deseo expresado no hace mucho por el profesor Franco Bonsignori (2007)!: “La voz profunda de un pueblo, se dice a menudo, es aquella de sus poetas, narradores, artistas, músicos, filósofos, etcétera. ¿Por qué no puede ser aquella de sus sapientes juristas?” Q
REFERENCIAS Bonsignori, F. (2007), “Diritto como regole e come principi”, en A.A.V.V., La crisis de la ley, México, Escuela Libre de Derecho/ Universidad de Pisa. Grossi, P. (2007), L’Europa del Diritto, Roma-Bari, Editori Laterza. Kennedy, D. (2004), Legal Education and the Reproduction of Hierarchy: a Polemic against the System, Nueva York, New York University Press.
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Villarreal, M. y C. Courtis (coords.), (2007), Enseñanza clínica del derecho. Una alternativa a los métodos tradicionales de formación de abogados, México, ITAM/Open Society Institute. Weil, S. (2000), Escritos de Londres y últimas cartas, Madrid, Trotta.
RESPUESTA A UN
debate SENATORIAL
José Ramón López Rubí Calderón* Frente a la obra seria y meditada de reforma se presentan, como elementos de perturbación, dos impaciencias sociales que son muy difíciles de contener: la impaciencia por las reformas, aunque no haya paz, y la impaciencia por la paz, aunque no haya reformas. Luis Cabrera
E
l 10 de febrero de 2005, fue impedida en el Senado de la República una reforma institucional para la consolidación y mayor calidad democráticas: la restauración de la reelección consecutiva de los legisladores federales y locales. Durante el debate senatorial, la oposición antireeleccionista, con mayoría priista, repitió un discurso construido sobre la falsificación histórica, el encubrimiento político y la ignorancia democrática. Dicha oposición detuvo el arranque1 de la democratización (vía rendición de cuentas electoral) y fortalecimiento (vía carrera parlamentaria) de los congresos mexicanos, afirmando sin más que la reelección legislativa inmediata: 1) Está y debe seguir prohibida como imperativo histórico de la revolución democrática iniciada por Francisco I. Madero. Falso. En primer lugar, el movimiento maderista surgió como reacción al enquistamiento de Porfirio Díaz en la presidencia mediante mecanismos políticoelectorales antidemocráticos; en segundo, el Congreso Constituyente de 1917 estableció, por consiguiente, tanto la prohibición expresa a la reelección presidencial
(artículo 83) como el permiso tácito a la reelección ininterrumpida de diputados locales, diputados federales y senadores (artículos 51 y 58 originales, respectivamente) (Cfr., López Rubí Calderón, 2006). La reforma antireeleccionista en cuestión (que dio lugar al artículo 59 constitucional vigente hasta hoy) fue aprobada en 1933 a fin de avanzar la centralización del poder: debilitar a los grupos políticos locales bloqueando la permanencia de sus cuadros en el Congreso de la Unión y, después, ponerlos bajo la égida del liderazgo del Partido Nacional Revolucionario. Notablemente, la resultante rotación legislativa permanente terminó por subordinar a los legisladores (para entonces miembros de un solo partido) y convertir al Congreso en un instrumento del presidente en turno.2 La no reelección legislativa inmediata fue un agente histórico del presidencialismo mexicano autoritario. Nada más. 2) Obstruye la circulación del Congreso y, por tanto, cancela la movilidad política. Pero un Congreso en constante circulación sólo es un mecanismo de repartición de cuotas de poder entre grupos al interior de los partidos, no un auténtico y claro marco de oportunidad política para la “juventud”, como sostuvo el entonces senador priista David Jiménez González —que, de cualquier forma, no es ni debe ser la función de un Congreso. Asimismo, una reforma reeleccionista no significa que los diputados y senadores en funciones se reelijan Los datos no mienten: en la Cámara de Diputados, de 1917 a 1934 (antes de la no reelección) la Cámara presentó 45.3 por ciento de las iniciativas y el Ejecutivo 51.2 por ciento, en tanto que de 1934 a 1946 (después de la no reelección) los diputados sólo presentaron el 14 por ciento y el presidente el 83 por ciento; en el período 1917-1934 el 62.6 por ciento de las iniciativas presidenciales fue aprobado y en el periodo 1934-1946 el 97.1 por ciento. 2
*Director de la revista Estudios de Política y Sociedad. Coordinador del libro Política y Ciencia Política en Dieter Nohlen (BUAP, 2007). 1 La propuesta de reforma fijaba la posibilidad de reelección de los senadores para un período y de los diputados hasta para tres períodos.
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SOCIEDAD ABIERTA l JOSÉ RAMÓN LÓPEZ RUBÍ CALDERÓN automática y definitivamente, de una vez y para siempre, sino simplemente que cuentan con la posibilidad legal de competir electoralmente por su permanencia para períodos sucesivos. El escenario del enquistamiento de los legisladores y la petrificación del órgano legislativo como destino inevitable se origina en el conocimiento convencional de la experiencia estadounidense (después de la Segunda Guerra Mundial, tasas de 80-90 por ciento de reelección en cada proceso electoral y unos cuantos políticos con más de 30 años en un asiento), no en la comparación analítica de las experiencias de las democracias. Evidentemente, existen casos democráticos diferentes al de Estados Unidos. Tres ejemplos latinoamericanos: en Venezuela, de 1963 a 1993, el promedio de la tasa de no reelección inmediata fue de 56 por ciento; en Costa Rica, de 1920 a 1948, de 66 por ciento; y en Ecuador, de 1996 a 2003, de alrededor de 75 por ciento. Es decir, hay casos en los que la mayoría de los legisladores no se reelige de forma inmediata, como lo permite el texto constitucional, sea porque los votos no los favorecen, sea porque, anticipando la falta de apoyo de su partido o del electorado, no presentan su candidatura. El contexto hace la diferencia, como dice Dieter Nohlen. Nada justifica no dirigir la mirada a otros países y asimilar ex ante México a Estados Unidos. El contexto político-institucional mexicano difiere del estadounidense (sistema bipartidista, partidos muy descentralizados con elecciones primarias como mecanismo de selección de candidatos, modelo de competencia electoral centrado en el dinero y ausencia de representación proporcional), por lo que no es posible ver el futuro congresional de nuestro país en el pasado y el presente del vecino del norte. De hecho, ceteris paribus, un buen ejercicio comparativo entre ambos muestra y confirma que, precisamente por razones contextuales, no es posible que todos los efectos institucionales verificados en un caso se repliquen en el otro, más allá de que esté presente una misma institución. Entonces, con comicios democráticos en su organización y calificación (como lo son, sin duda, los federales), la suma de la creciente competitividad electoral dentro de un sistema multipartidista, las coyunturas político-económicas y sus efectos, así como eventuales errores político-parlamentarios, evitará que haya ganadores y perdedores vitalicios en las contiendas mexicanas por la reelección. A ello hay que agregar ya el trabajo informativo/crítico de los medios de comunicación y una novedad traída METAPOLÍTICA
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por la reciente reforma electoral: campañas menos largas, con menos dinero entre manos y con menor mediatización electrónica absoluta a favor de los ocupantes de cargos públicos. Como sea, al principio, lo improbable sería que quienes la busquen logren la reelección, dada la desconfianza que inspira en los ciudadanos mexicanos la figura del legislador, tal y como lo indican todas las encuestas: en mayor número, los votantes expresarían su descontento no reeligiendo (lo que ayudaría a reconstruir y aumentar paulatinamente la confianza ciudadana en el sistema representativo: al castigarse realmente la violación de la confianza depositada en los representantes se genera confianza en la representación). Acaso, tasas relativamente altas de reelección inmediata efectiva sólo se verían muchos años después de aprobada la reforma. Por lo demás, sin rotación legislativa permanente, el sistema electoral mixto (mayoría relativa más representación proporcional) conserva la capacidad de garantizar cierto grado de circulación legislativa y movilidad política. Basta con negar la posibilidad de reelección a los legisladores electos por el principio de representación proporcional (entiéndase diputados, porque el elemento proporcional debe ser eliminado del Senado). Aquel problema que, dicen, les preocupa tanto puede ser resuelto por los líderes partidistas renunciado a ser beneficiarios prácticamente gratuitos (“plurinominales”) de la reelección inmediata. 3) No es condición necesaria de la profesionalización y especialización legislativas. Según los antireeleccionistas mexicanos, un legislador federal puede profesionalizarse trasladándose de la Cámara de Diputados a la Cámara de Senadores y viceversa. Afirmación sin sustento histórico ni lógico-analítico. Únicamente 339 (6 por ciento) de los 5,314 diputados y senadores del periodo 19341997 han logrado el cruce (y, generalmente, una sola vez) (Campos, 2003). Además, dicho mecanismo traslativo no propicia la especialización legislativa gracias a las facultades exclusivas de las cámaras del Congreso de la Unión prescritas por los artículos 74 y 76 constitucionales. Si un legislador primero se dedica a la revisión de la cuenta pública y la modificación y aprobación del presupuesto de egresos (diputado), y después al análisis de la política exterior nacional y la firma de tratados internacionales (senador), ¿puede especializarse? La respuesta es una obviedad: no. En general, la literatura politológica comparada hace ver que todo límite a la reelección juega en contra de la
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profesionalización y especialización legislativas. Que, indiscutiblemente, son necesarias: la legislación es cosa seria, compleja y decisiva: reclama y merece un Congreso estable, sólido, vigoroso y capaz, tanto institucional como humanamente. No nos hagamos tontos: la idea del ciudadano sin más como legislador amateur intermitente es una mala idea; una idea impracticable, un despropósito. (¿Qué podría hacer ese ciudadano ante los problemas y retos técnico-políticos de la legislación, digamos, en materia de telecomunicaciones?). 4) Debilita a los partidos al indisciplinar a sus bancadas en el Congreso. La generación de indisciplina partidista no es un efecto estándar, obligado e invariable, mucho menos intencionado, de una (toda) reforma reeleccionista. Como ahí donde existen límites a la reelección no necesariamente existe la mayor disciplina individual. Por ejemplo, John Carey (2006, p. 186) ha demostrado que en Costa Rica la causa principal de la falta de cohesión en las votaciones de los legisladores de un partido es la presencia de dichos límites siendo presidencial el gobierno. En este sentido, y sobre el punto en específico, la indisciplina —o grado de disciplina— del legislador frente a su partido es una función (en sentido matemático) del contexto. Es un resultado dependiente no de una sola y aislada institución sino del trabajo conjunto y agregado de tres estructuras político-institucionales, a saber: el sistema de partidos, el sistema de gobierno y el sistema electoral (y el tipo de cada uno de éstos). De esta suerte, bajo un contexto parlamentario bipartidista y proporcional los resultados del trabajo de una institución X no serán iguales a los de un contexto presidencial multipartidista y de pluralidad. Y no hay que olvidar dos factores más: la vida interna de los partidos y las reglas de operación del poder Legislativo. Otra vez: el contexto hace la diferencia. El impacto de la reelección inmediata en la disciplina legislativa está dado por su contexto como institución. En el caso mexicano (presidencial), los partidos (tres principalísimos) podrían conjurar riesgos de desobediencia sistemática de sus bancadas, y continuar su fortalecimiento, a través del mantenimiento de la nominación partidista,3 la administración centralizada de Aunque a algunos no haya gustado su forma de decirlo, José Woldenberg está en lo correcto: las candidaturas independientes son, al final del día, una “baratija”: en los hechos político-electorales, su valor democrático es prácticamente nulo. 3
los recursos y el sistema electoral mixto en la Cámara de Diputados federal y los congresos locales. 5) No es el único mecanismo de rendición de cuentas entre representantes y representados. Aparentemente, el vector antidemocrático de la legislatura senatorial anterior creía que “rendir cuentas” es leer voluntariamente un informe final de actividades periódicas en una reunión de masas. En realidad, y de forma cabal, “rendir cuentas” es someterse a la obligación de informar y justificar regularmente acciones y omisiones para recibir una recompensa o castigo en consecuencia. La rendición de cuentas entre representantes y representados (electoral) no es una cuestión de buena voluntad sino de coerción institucional: los representantes “rinden cuentas” si y sólo si, como resultado de una regla formal, los representados poseen la capacidad de condicionar su futuro en el cargo premiando o castigando su pasado en él. “Reelección legislativa inmediata” es la denominación de esa regla. Así, es el único mecanismo (institucional) de rendición de cuentas electoral. 6) Es desaprobada por los ciudadanos. En efecto, actualmente, la mayoría de los ciudadanos de este país desaprueba la reelección legislativa inmediata. Pero ¿por qué? Porque a) asocia la palabra “reelección” con la continuidad irremediable de todos y cada uno de los diputados y senadores cuya superficialidad e irresponsabilidad desea desterrar, y b) el “velo de la ignorancia” le impide advertir que la “reelección legislativa inmediata” es un instrumento ciudadano que sirve, en tal caso, para no reelegir: castigar el mal trabajo de los legisladores/representantes negándoles el voto a su favor (lo que, a su vez, sabedores del riesgo, presionaría a sus sustitutos a trabajar mejor para que puedan seguir trabajando). Es claro que se está frente a una tendencia política: mal disfrazados de demócratas, los “representantes” que desprecian la rendición de cuentas abrazan una realmente antidemocrática modalidad del mandato imperativo: pretenden engañar y perjudicar a los ciudadanos alegando obediencia a preferencias producto de la desinformación. Ergo, no son realmente representativos. Por “representativos” también se entiende, o tiene que entenderse, junto a José María Maravall (2003, p. 46) que “si los votantes fueran una asamblea de ciudadanos que se gobernara a sí misma y contara con la misma información” que los políticos, apoyarían la medida en cuestión. METAPOLÍTICA
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SOCIEDAD ABIERTA l JOSÉ RAMÓN LÓPEZ RUBÍ CALDERÓN La ciudadanía debe y necesita saber que la institución de la reelección legislativa inmediata implica el paso de los representantes por el filtro de las urnas: conquistar la reelección depende de reconquistar la confianza y apoyo de los ciudadanos electores. 7) Haría caer a los diputados en la irresponsabilidad fiscal gracias a la presión de ganar los votos de sus distritos para reelegirse. A pesar de una careta sofisticada, este argumento no resiste el análisis. A mediano plazo, la expansión ineficiente del gasto público (ello es la irresponsabilidad fiscal) es económicamente nociva y, por tanto, no es electoralmente rentable. El desfase entre el gasto y el ingreso públicos, al financiarse con deuda, genera presión inflacionaria, incremento de las tasas de interés y caída de la inversión privada, todo lo cual, por su parte, frena el crecimiento económico. Más temprano que tarde, los efectos negativos de la manipulación del ciclo económico son registrados por el ciudadano de a pie tras la revisión de su bienestar y cobrados con el voto en contra de los culpables (o considerados como tales). Entre ellos, quienes puedan, deseen e intenten reelegirse. Podemos afirmar que la irresponsabilidad fiscal es un catalizador del voto económico retrospectivo. Y aún más: que la reelección legislativa inmediata, debido a que individualiza e imprime efectividad a dicho voto, no está lejos de ser en sí un inhibidor de la irresponsabilidad fiscal. Si, no obstante lo anterior, hubiese diputados de mayoría relativa empecinados en derramar dinero en sus distritos, el sistema mixto entraría nuevamente en acción: los diputados de representación proporcional, sin tentaciones y visibilidad electorales, y directamente relacionados con los “comités ejecutivos nacionales”, frenarían la iniciativa o impedirían su éxito pensando en la imagen y salud electorales de sus partidos y sus candidatos todos.
Sea como fuere, la preocupación no está justificada para la actualidad nacional. El presupuesto federal se negocia y aprueba en una Cámara de Diputados sin mayoría absoluta de un partido. Ningún actor, sea interno o externo, tiene el control del proceso. Y ¿cómo recogerían tan limpia y fácilmente “nuestros” diputados de mayoría relativa los beneficios político-electorales de una supuesta irresponsabilidad fiscal? Porque ellos, en tanto que legisladores, aprobarían el aumento de dinero a gastar, pero lo gastarían instancias administrativas, los gobiernos locales, que muy probablemente no pertenezcan mayoritariamente a su partido. No se olvide que aquí no existen, como las “Partidas Específicas” en Colombia y Costa Rica, asignaciones presupuestarias individuales o, lo que es igual, pedazos de presupuesto destinados a un representante para ser entregados personalmente a un grupo o sector de su distrito. En suma, como lo evidencia esta respuesta a los senadores antireeleccionistas de la pasada legislatura, no hay argumentos de peso contra la aprobación de la reelección legislativa inmediata, la cual, sin ser una solución perfecta o ideal, es una medida democráticamente justificada, útil y valiosa. Combatir la superficialidad, el cinismo y la cerrazón que contaminan el debate sobre las varias y variadas reformas institucionales que México necesita, tanto a nivel federal como local, es una tarea de gran relevancia pública democrática. Los actores políticos relevantes tienen que abrir los ojos: en este momento, reformas de base plural y visión pluralista pueden allanar el camino a la paz que, a mediano plazo, conviene a todos. Nota final: con sexenios, la reelección presidencial debe continuar prohibida. La única opción válida sería crear cuatrienios y abrir la posibilidad de reelección para un solo período inmediato posterior. Q
REFERENCIAS López Rubí Calderón, J. R. (2006), “La rotación legislativa permanente y el autoritarismo del México posrevolucionario”, Reflexión Política, núm. 16, segundo semestre. Campos, E. (2003), “Un Congreso sin congresistas. La no reelección consecutiva en el poder Legislativo mexicano, 1934-1997”, en F. Dworak, (coord.), El legislador a examen, FCE, México.
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Carey, J. (2006), Límites a la reelección y representación legislativa, México, CIDE. Maravall, J. M. (2003), El control de los políticos, Taurus, Madrid.
Irak,
CINCO AÑOS DESPUÉS María Cristina Rosas*
E
l 20 de marzo de 2003, Estados Unidos, acompañado por algunos de sus aliados, inició las hostilidades contra Irak. A un costo inicial que ha oscilado entre 9 mil y 13 mil millones de dólares mensuales,1 provocando la muerte de un millón 200 mil iraquíes (Opinión Research Business, 2007), más 4 mil 228 soldados de las fuerzas de la coalición (hasta principios de enero de 2008), se trata de un conflicto cuya solución se antoja cada vez más difícil. Aun cuando Estados Unidos tuvo una estrategia de “entrada” para contribuir al derrocamiento del régimen de Saddam Hussein —el que se produjo con notable rapidez—, no ha sido capaz de desarrollar una eficaz “salida” del atribulado país árabe. El vacío de poder generado por la caída de Hussein ha sido aprovechado por la insurgencia iraquí y por organizaciones como al-Qaeda para producir un escenario de inseguridad creciente para la población; una crisis humanitaria de gran envergadura, que incluye olas de miles de iraquíes que buscan asilo o refugio en países vecinos, además de los consabidos abusos en materia de derechos humanos que un escenario de guerra civil como el imperante potencia. La invasión estadounidense y el conflicto en marcha han producido un grave daño a la infraestructura del país —sin dejar de lado que, debido a conflictos previos como la Primera Guerra del Golfo y * Profesora-investigadora de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM. Su libro más reciente es China en el siglo XXI: ¿hacia una nueva bipolaridad? (México, UNAM, Australian Natural University, 2007). Correo electrónico: mcrosas@correo.unam.mx 1 Más las erogaciones necesarias para mantener el despliegue después de la invasión inicial, calculadas entre 6 mil y 9 mil millones de dólares mensuales; sin dejar de lado los recursos necesarios para llevar de vuelta a los soldados a Estados Unidos (que oscilan entre 5 mil y 7 mil millones de dólares por mes); y, más importante, la ocupación temporal de Irak demanda entre mil y 4 mil millones de dólares mensuales.
la Guerra Irán-Irak, más las sanciones amplias decretadas por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) a partir de 1991, la economía iraquí se encontraba sumamente mermada en el momento de la incursión de Estados Unidos—. Aun cuando se han dado algunos pasos a favor de un nuevo gobierno con la promulgación de la Constitución del 15 de octubre de 2005 y los comicios del 15 de diciembre del mismo año, las gestiones del presidente Jalal Talabani y sobre todo la del primer ministro Nouri Kamil al-Maliki, dependen de los equilibrios que se puedan establecer entre fuerzas políticas como el Supremo Consejo Islámico Iraquí, que es el principal partido político chiita, la Alianza Unida Iraquí y, por supuesto, Moqtada al-Sadr, quien controla, en los hechos, al principal bloque de legisladores en el parlamento. Dicho esto: ¿qué lecciones arroja la invasión de Estados Unidos sobre Irak a cinco años de su inicio?, ¿cuáles son los logros concretados en este tiempo, tanto para Irak como para la comunidad internacional?, ¿qué escenarios se vislumbran en Irak, la región, Estados Unidos y el mundo en los meses y años por venir?
LA (IR)RACIONALIDAD DE LA INVASIÓN ESTADOUNIDENSE
La decisión de efectuar una incursión bélica en Irak se vio influenciada por la política de seguridad adoptada por Estados Unidos tras los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001 (11-S). Como se recordará, Irak fue de los pocos países que ante esos lamentables acontecimientos no envió sus condolencias; es más: el régimen de Saddam Hussein afirmó que Estados Unidos se merecía los ataques que recibió, debido que Washington ha cometido numerosos crímenes contra la humanidad y que lo sucedido era una lección para todos los tiranos, METAPOLÍTICA
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SOCIEDAD ABIERTA l MARÍA CRISTINA ROSAS opresores y criminales (CNN, 2001). La respuesta estadounidense no se hizo esperar, y luego del inicio de las hostilidades contra Afganistán2 el 7 de octubre de 2001 —con lo que quedó formalmente inaugurada la guerra contra el terrorismo decretada por la administración de George W. Bush—, en su informe de gobierno del 29 de enero de 2002 el propio Bush introdujo la noción del eje del mal, refiriéndose a países que presumiblemente apoyan el terrorismo y/o poseen armas de destrucción en masa. Bush designó específicamente a Irak, Irán y Corea del Norte como los miembros de este eje del mal.3 Para justificar la guerra contra Bagdad, Estados Unidos argumentó la existencia de una relación entre Irak y el terrorismo internacional. Asimismo, insistió en que el régimen de Saddam Hussein desarrollaba armas de destrucción en masa. Otras razones para hacerle la guerra a Irak incluyeron consideraciones como el apoyo financiero del gobierno iraquí a palestinos suicidas, las violaciones a los derechos humanos perpetradas por Hussein, la necesidad de democratizar al país y, por supuesto, el acceso a los hidrocarburos iraquíes. La variedad de razonamientos para iniciar las hostilidades contra Irak, es una muestra de lo difícil que ha sido para Washington llevar a cabo esta guerra, sobre todo porque se le inscribió en la lógica de “acciones preventivas” que habrían podido justificarse ante la inminencia de un ataque contra Estados Unidos, sus intereses en el mundo o sus aliados por parte de Irak, escenario improbable debido al desgaste que el país árabe había vivido desde los años ochenta hasta el inicio del siglo XXI. Al igualar a Irak con la amenaza terrorista, Estados Unidos cometió un error estratégico dado que no definió prioridades y por ende distrajo —y lo sigue haciendo— recursos materiales y humanos que paradójicamente vulneran su seguridad. Por cuanto hace a las armas de destrucción en masa, si bien el régimen de Saddam Hussein comenzó a desarrollarlas desde hace un par de décadas, la mayor parte de ellas fueron destruidas tras la Guerra del Golfo de 1991; una vez que los estadounidenses ingresaron al territorio iraquí en 2003 y pudieron “buscar” las armas Aun cuando Washington dirigió su furia contra el gobierno afgano, es importante recordar que las autoridades talibanes de Afganistán deploraron los ataques terroristas contra Estados Unidos. 3 La inclusión de Irán no deja de llamar la atención. Cuando tuvieron lugar los ataques terroristas del 11-S, el entonces presidente iraní Mohammad Jatami afirmó que sentía tristeza y simpatía por las víctimas de estos ataques.
químicas, biológicas y/o nucleares que poseía Hussein, no tuvieron más remedio que reconocer que, en efecto, las capacidades iraquíes para elaborar esos pertrechos habían sido deshabilitadas de manera significativa en los años noventa. Al respecto, un informe de inteligencia militar presentado a mediados de 2006 por autoridades estadounidenses, reconoció que las fuerzas de la coalición desplegadas en Irak habían encontrado, desde la invasión hasta principios de 2006, 500 municiones con gas mostaza o sarín, pero que éstas habían sido producidas con anterioridad a 1991 —seguramente en el contexto de la guerra Irán-Irak—, por lo que en el momento de hallarlas estaban tan deterioradas que ya no planteaban peligro alguno.
LA POLITIZACIÓN Y MANIPULACIÓN DE LOS SERVICIOS DE INTELIGENCIA
Como se recordará, la Agencia Central de Inteligencia (CIA) desempeñó un importante papel en el desarrollo de la guerra contra Afganistán. Su director, George Tenet, se encontraba en el ojo de la tormenta debido a las fallas que los servicios de inteligencia tuvieron en términos de no anticipar los ataques del 11-S. Con todo, Tenet había logrado proporcionar información útil al presidente Bush en su cruzada contra los talibanes, y ello le permitió verter sus opiniones en torno al inicio de las hostilidades contra Irak. Así, el director de la CIA no encontró vínculos entre al-Qaeda y el régimen de Saddam Hussein, y se lo hizo saber al presidente Bush, lo cual, aparentemente no fue del agrado del vicepresidente Richard Cheney (Frontline, 2006). Así las cosas, Cheney, al lado del entonces secretario de Defensa Donald Rumsfeld, comisionaron un estudio alternativo, marginando a la CIA y a Tenet, en aras de “documentar” las pretensiones de Saddam Hussein. Fue en ese contexto, por ejemplo, que circularon versiones de que el gobierno iraquí pretendía adquirir plutonio de Níger. Ante ello, la CIA pidió al ex embajador Joseph Wilson realizar una investigación al respecto, encontrándose que la conexión entre Níger e Irak era inexistente.4 De
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Wilson enfrentó lo que muchos consideran represalias de parte de la administración Bush, particularmente del vicepresidente Cheney. Resulta que la identidad de la esposa de Wilson, que era agente encubierta de la CIA, fue revelada por el columnista Robert Novack. Revelar la identidad de los agentes es un delito federal, lo que llevó a una investigación efectuada por el Departamento de Justicia a fin de 4
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nueva cuenta Tenet se reunió con Bush para explicarle la situación, pero su informe fue hecho a un lado, y en lugar de ello continuaron los planes para iniciar las hostilidades contra el país árabe. Por si fuera poco, en 2005 el diario británico The Sunday Times dio a conocer un documento secreto conocido como el Downing Street memo en el que se documenta una reunión que sostuvieron el 23 de junio de 2002 las autoridades del gobierno británico con diversos expertos en inteligencia y defensa, a propósito de la manera en que Estados Unidos estaba generando las condiciones para hacerle la guerra a Irak. En este memo se analizó igualmente información de inteligencia de Estados Unidos, y los británicos concluyeron que Bush deseaba deponer a Saddam Hussein a través de una acción militar, justificándola sobre la base de la “cruzada contraterrorista” y de nuevo, las armas de destrucción en masa que presumiblemente obraban en su poder; pero —acusaban los británicos— la información de inteligencia y los hechos que pudieran servir como evidencia para apoyar esta iniciativa habían sido maquillados (The Sunday Times, 2005).5 Entre septiembre de 2002 y junio de 2003, el subsecretario de Defensa Paul Wolfowitz creó en el Pentágono una unidad de análisis de inteligencia denominada Oficina de Planes Especiales (OPE), encargada de reunir información, empleando métodos distintos de los que usa la CIA, para dar perspectivas al gobierno de Bush en torno a Irak. Esta unidad de inteligencia fue calificada por expertos de la CIA como una amenaza a la paz mundial, por poseer nociones preconcebidas a partir de las cuales se tomaron decisiones y se manipularon los datos y otras evidencias, ignorando los escenarios alternativos u otras opciones (Mackay, 2003). En suma, más que las armas de destrucción en masa, la guerra contra Irak fue el resultado de una manipulación de la información en masa por parte de los neoconservadores más prominentes de la administración Bush. Al respecto, el think tank Center for Public Integrity considera que tanto el presidente como el vicepresidente, los entonces secretario de Defensa Rumsfeld y la consejera de Seguridad Nacional Condoleezza Rice, determinar de dónde o de quién salió esa información. Curiosamente el jefe del staff de Cheney, Lewis Libby, fue encontrado culpable de perjurio en el caso de la esposa de Wilson. El presidente Bush le otorgó el perdón a Libby. Véase Wilson, (2005). 5 En el mismo memo se reconoce la inevitabilidad de que si Estados Unidos va a la guerra contra Irak, la Gran Bretaña tendría que emprender igualmente una acción militar en apoyo a Washington.
incurrieron en, por lo menos, 935 pronunciamientos falsos (perjurio) en el transcurso de los dos años que siguieron a los ataques terroristas del 11-S, en aras de permear la opinión pública a su favor y llevar a cabo, a toda costa, la guerra contra Irak (Lewis y ReadingSmith, 2008).
LOS SALDOS DE LA GUERRA CONTRA IRAK
El costo financiero de la guerra en Irak ha sido superior a los 474 mil millones de dólares, tan sólo para Estados Unidos.6 4 mil 228 soldados de las fuerzas de la coalición han perdido la vida, y de ellos, 3 mil 921 son estadounidenses. El 25 de diciembre de 2006 se confirmó que el número de soldados estadounidenses muertos en Irak superó el número de víctimas de los ataques terroristas del 11-S (Westfeld, 2006). La guerra fue controvertida desde el momento en que se le concibió y no ha dejado de recibir críticas. En Estados Unidos, cuando se llevaron a cabo los comicios legislativos de 2006, una encuesta realizada por Princeton Survey Research Associates International en noviembre, ante la pregunta de si Estados Unidos estaba haciendo lo correcto en Irak, de mil adultos interrogados, el 41 por ciento dijo que sí, el 54 por ciento dijo que no, y el 5 por ciento manifestó no estar seguro. Hacia septiembre de 2007, otra encuesta, esta vez realizada por la Associated Press, en la que se recabó la opinión de mil adultos, arrojó un índice de aprobación hacia el presidente Bush en la guerra contra Irak de apenas el 33 por ciento, frente al 65 por ciento que manifestó su disgusto. Para enero de 2008, otra encuesta, realizada por la NBC y el Wall Street Journal, refirió que sólo el 28 por ciento de los interrogados aprueba el manejo de la situación en Irak por parte de la administración Bush, y que el 67 por ciento la desaprueba, con un 5 por ciento adicional de personas que no están seguras. Los aliados de Estados Unidos que inicialmente participaron en la coalición presenciaron la cooperación de un buen número de países que creció en las etapas iniciales del conflicto, pero que se fueron retirando en el transcurso del mismo. En la primera fase, que abarcó del 20 de marzo al 1 de mayo de 2003, sólo cuatro países se involucraron en la invasión: Estados Unidos, con En el caso de la Gran Bretaña, el costo ha superado los 4.5 mil millones de libras esterlinas, o bien, 9 mil millones de dólares. 6
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SOCIEDAD ABIERTA l MARÍA CRISTINA ROSAS 250 mil soldados; la Gran Bretaña, con 45 mil soldados; Australia, con 2 mil soldados, y Polonia, con 194 sol-
dados. A la fecha, además de estas naciones participan en la coalición otros 17 países, la mayoría de los cuales mantienen una presencia simbólica en Irak. Por el contrario, las naciones que se retiraron de Irak son 19. Si bien es cierto que en este grupo de “desertores” también hay varios países que hicieron una aportación simbólica, no se deben pasar por alto los casos de Italia y de España, debido a la importancia del despliegue efectuado (con 3 mil 200 y mil 300 soldados, respectivamente) y el efecto que su salida de Irak tuvo para otras naciones que optaron por seguir su ejemplo. La coalición, y Estados Unidos en particular, se ha apoyado en fuerzas de seguridad privada y/o mercenarios, las cuales constituyen el segundo contingente más importante en Irak, por debajo de las estadounidenses, pero muy por arriba de las británicas. Se estima que las fuerzas de seguridad privada aportan 182 mil soldados, de los que aproximadamente entre 20 y 30 mil son mercenarios.7 La justificación para la permanencia de las tropas de la coalición es quedarse hasta que Irak cuente con fuerzas de seguridad propias. Al respecto, las autoridades estadounidenses afirman que los logros de la coalición incluyen aspectos como el hecho de que Irak se encuentra en paz con sus vecinos; que Irak hoy es un aliado en la guerra contra el terrorismo; que Irak cuenta ahora con un gobierno representativo que respeta los derechos humanos de todos los iraquíes y, finalmente, que Irak posee una fuerza de seguridad, capaz de garantizar el orden interno e impedir que los terroristas encuentren en el país un lugar de resguardo (Rosas, 2004). Pero, ¿qué tan apegada a la realidad es esta lista de “logros” de la coalición en Irak? La muerte de un millón 200 mil iraquíes como resultado del conflicto, no es indicio de que los derechos humanos de la población sean salvaguardados, ni de que las autoridades sean capaces de garantizar la seguridad. Baste mencionar que luego del
1 de mayo de 2003, cuando Estados Unidos proclamó el
fin de las grandes operaciones de combate, la rapiña, la violencia y el crimen se exacerbaron en todo el país. En mayo de 2004, la Associated Press documentaba que la tasa de muertes de civiles provocadas por la violencia —incluidos los homicidios y otros crímenes— daban como resultado estadístico la muerte de 76 personas por cada mil habitantes en Bagdad, en tanto en Bogotá, la proporción es de 39 por cada mil; en Nueva York de 7.5 y en Jordania, vecino de los iraquíes, de 2.5 (Cooney, 2004). La insurgencia iraquí, que consiste en diversos grupos que emplean la resistencia armada principalmente contra la coalición que lidera Estados Unidos y, en muchos casos, contra el nuevo gobierno instaurado tras la caída del régimen de Saddam Hussein, es otro factor de inestabilidad muy difícil de controlar. Además de los ataques contra las tropas de la coalición, son frecuentes las agresiones contra la policía y las fuerzas armadas del nuevo gobierno iraquí. A través de tácticas de combate asimétrico, la insurgencia contribuye a la inestabilidad en el país, donde los civiles son quienes más resultan afectados. La insurgencia se integra, entre otros grupos, por milicias chiitas, baathistas que apoyaban al régimen de Saddam Hussein —y que se componen, entre otros grupos, de oficiales de inteligencia—, nacionalistas sunitas, sunitas islámicos antichiitas, y algunos voluntarios extranjeros, muchos de ellos vinculados a al-Qaeda.8
CONSIDERACIONES FINALES
A cinco años del inicio de las hostilidades de Estados Unidos en Irak, el país árabe difícilmente se ha estabilizado. La caída del régimen de Saddam Hussein generó vacíos de poder que impactan la política interna iraquí y el escenario regional. Esta contienda ha tenido igualmente un efecto negativo en la guerra global contra el terror debido Uno de los casos más documentados ha sido el de Abu Musab alZaqawi, oriundo de Jordania, quien dio gran visibilidad a al-Qaeda en Irak. Su muerte, confirmada el 7 de junio de 2006, fue considerada por las autoridades estadounidenses como un acto de “decapitación” de al-Qaeda aun cuando la estructura de esta organización posibilita su funcionamiento y la consecución de los objetivos que persigue. Se considera que el sucesor de al-Zarqawi en Irak es Abu Ayyub al-Masri, de origen egipcio y de 39 años de edad, según los servicios de inteligencia estadounidenses. Al-Masri trabajó de manera muy cercana con al-Zarqawi en la concreción de bombazos suicidas dirigidos contra las fuerzas de la coalición y comunidades chiitas. 8
Un fenómeno predecible es la privatización de la seguridad en Irak, en la medida en que Estados Unidos se ve obligado a reducir sus tropas. De los 250 mil soldados que invadieron inicialmente el país, hoy Estados Unidos mantiene a 154 mil. De ahí la necesidad de reclutar mercenarios en diversas partes del mundo. Un periodista australiano documentó en 2004, el reclutamiento de soldados chilenos para prestar servicios de seguridad en Irak, con un sueldo mensual de 4 mil dólares, y para desarrollar la tarea de salvaguardar y proteger los pozos petroleros de los ataques de las fuerzas insurgentes (Franklin, 2004). 7
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a que abrió espacios a favor del terrorismo internacional en Irak, con ramificaciones regionales. Aspectos como la legalidad de la invasión estadounidense siguen siendo invocados, sin dejar de lado los límites que claramente tiene Estados Unidos para seguir manteniendo este gran esfuerzo bélico, no sólo en términos financieros sino, sobre todo, en la disponibilidad de personal. A Estados Unidos la guerra contra Irak le ha valido fuertes tensiones con sus aliados, al igual que un creciente cuestionamiento a su liderazgo y capacidad de dirigir al mundo por un sendero menos espinoso. Una encuesta efectuada por la BBC en enero de 2007 y que se llevó a cabo en 25 países donde se entrevistó a 26 mil personas, reveló que el 75 por ciento de los interrogados desaprueba la manera en que Estados Unidos actúa en Irak (BBC World Service, 2007). A nivel interno, para la administración Bush y los republicanos, seguramente la invasión del país árabe tendrá efectos demoledores en los comicios presidenciales de noviembre próximo. Al no contar con una estrategia de salida, Estados Unidos ha debido improvisar en condiciones cada vez más impredecibles que las que enfrentaba el 20 de marzo de 2003. Sin embargo, aun cuando los demócratas llegaran al poder, el proyecto histórico de Estados Unidos se mantendrá. Recuérdese que la precandidata a la presidencia por el Partido Demócrata, Hillary Clinton, en su condición de senadora por Nueva York, votó a favor de la guerra contra Irak, y en 2005 señaló que no considera que Estados Unidos deba salir de ese país de inmediato. Pese a ello, en febrero de
2007, en una memorable alocución ante el Congreso esta-
dounidense, señaló que si los legisladores no eran capaces de poner fin a esta contienda, hacia 2009, “como Presidenta, yo lo haré” (Associated Press, 2007). Por supuesto que una salida “precipitada” de las tropas estadounidenses implicaría reconocer que Washington se equivocó y que no fue capaz de cumplir con los objetivos que se trazó. Pero también es cierto que la insurgencia iraquí tendría menos argumentos para seguir maniobrando si Estados Unidos saliera del país. Con todo, se vislumbra cada vez más —y seguramente que será más factible una vez que la administración Bush y los neoconservadores se vayan de la Casa Blanca— la posibilidad del retiro estadounidense de Irak, y no sólo por las razones señaladas. Puesto que la economía del vecino país del norte no se encuentra en su mejor momento y la posibilidad de recesión es cada vez más factible, el éxito de cualquier candidatura demócrata en noviembre dependerá de una estrategia dirigida sobre todo a los temas cotidianos que más importan a los estadounidenses, restando visibilidad a la guerra en Irak. William Clinton ganó las elecciones presidenciales de 1992 gracias a que su plataforma política dio prioridad a los temas económicos y sociales, ridiculizando la atención que su antecesor, George Bush padre, le prodigó a los temas de la política exterior. Siguiendo ese ejemplo, Hillary Clinton podría aplicarle la misma dosis a los republicanos —y a George W. Bush—, y de paso, hacerle un gran favor al pueblo iraquí. Q
REFERENCIAS Associated Press (2007), Senate GOP Foils Debate on Iraq Surge, 23 de febrero. http://apnews.myway.com/article/20070202/D8N1QQR02.html BBC World Service (2007), World View of US Role Goes from Bad to Worse, London, BBC, 23 de enero. http://news.bbc.co.uk/1/shared/bsp/hi/pdfs/23_01_07_us_poll.pdf CNN (2001), Attacks Draw Mixed Response in Mideast, 12 de septiembre. http://archives.cnn.com/2001/WORLD/europe/09/12/mideast. reaction/index.html Cooney, D. (2004), “5 500 Iraqis Killed Morgue Records Show”, Associated Press, 23 de mayo. http://www.worldrevolution.org/ article/1377 Franklin, J. (2004), “US Hires Mercenaries for Iraq Role”, The Age, 6 de marzo. http://www.theage.com.au/articles/2004/03/05/1078464637030. html Lewis, C. y M. Reading-Smith (2008), False Pretenses, Center for Public Integrity, 23 de enero. http://www.publicintegrity.org/ WarCard/
Mackay, N. (2003), “Revealed: the Secret Cabal Which Spun for Blair”, The Sunday Herald, 8 de junio. Opinion Research Business (2007), More than 1 000 000 Iraqis Murdered, London, septiembre. Frontline (2006), The Dark Side, PBS, 20 de junio. http://www.pbs. org/wgbh/pages/frontline/darkside/ The Sunday Times (2005), “The Secret Downing Street memo”, 1 de mayo. http://www.timesonline.co.uk/tol/news/politics/election2005/article387390.ece Westfeld, A. (2006), “Military Deaths in Iraq Exceed September 11 toll of 2 973”, Newsday, 27 de diciembre. http://www.newsday.com/news/local/wire/newyork/ny-bc-ny--attacks-militaryd1227dec26,0,2054763.story?coll=ny-region-apnewyork Wilson, J. (2005), The Politics of Truth. A Diplomat’s Memoir: Inside the Lies that Led to War and Betrayed my Wife’s CIA Identity, New York, Basic Books.
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BETTY BOOP, EL MECANISMO DEL
puritanismo Pável Granados* (La serie de cartoons de Betty Boop fue censurada a mediados de los años treinta, con lo que la mayor parte de su fuerza creativa se redujo a evidentes y torpes mecanismos circulares. Salvo Minnie the moocher, me refiero a esa segunda etapa de Betty Boop en la que se intenta adaptar a este personaje a un ambiente mecánico. No sé en qué consistió la censura —más allá del visible ataque al erotismo del personaje— así es que me refiero a los elementos visibles en esta segunda etapa. Afortunadamente, los mejores cortos de Betty pueden verse en Youtube puesto que no tienen derechos; en cambio, los que están protegidos y sólo pueden comprarse son los que estuvieron en manos de la censura).
B
etty Boop vive sola. (Parece que hay unos padres de los que huye en una ocasión —en el corto Minnie the moocher—, aunque finalmente regresa, aun cuando ellos no aparecen nunca. Así es que se trata de una escapatoria sin escapatoria, por lo que carece de todo sentido.) Hay una relativa soledad ya que la humanidad se presenta hasta cierto punto en * Ensayista, crítico literario, locutor y editor. Recientemente apareció su libro Mi novia, la tristeza. La vida de Agustín Lara, en coautoría con Guadalupe Loaeza. Desde 2002, conduce en Radio Red el programa Amor perdido, donde presenta grabaciones históricas de la música mexicana del siglo xx. Blog://pavelgranados. blogspot.com METAPOLÍTICA
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ella, aunque sobresale el desapego por el exterior. Los hechos ocurren, pero Betty Boop parece no darse cuenta o actúa sin mostrar interés genuino por la vida. Todo está bien mientras sea mecánico, parece querer decir —aunque ella muestra cariño por un perro, Bimbo (a veces llamado “Pudgy”)—. Se trata de un proceso llevado a cabo por sus creadores: Betty fue originalmente un animal de orejas perrunas, pero los animadores, que vieron en ella una mirada vacía, la transformaron en una adolescente (16 años); y su novio, Bimbo, el perro enamorado de ella, en su mascota. Pero en algunos casos parece que existe el residuo de cierto bestialismo —nuevamente, en Minnie the moocher, los padres aparecen en un retrato como judíos y su hija se fuga con su novio, ¡un perro!— hasta que en los episodios más tardíos, Betty y Bimbo aparecen tajantemente separados y ninguno de ellos intenta dar “el salto de la especie”. La relación entre los dos parece quedar completamente neutralizada pues en ningún caso Bimbo muestra celos y, más bien, como mascota se contagia de la inconsciencia de su dueña. Se trata, sobre todo, de una atracción completamente subliminal y vacía de todo contenido: sobre el vínculo entre ambos no puede construirse nada, tampoco puede ser sostenido sobre este afecto mutuo. Si se trata de una metamorfosis —la del novio en perro—, es una que no conlleva ninguna tragedia, como
BETTY BOOP, EL MECANISMO DEL PURITANISMO l SOCIEDAD ABIERTA
si de todas formas la culminación erótica no tuviera ningún significado puesto que Betty Boop necesitaría de un espacio íntimo en el cual vaciar sus deseos. La censura es la fuerza exterior que manipula la forma en que los personajes existen, ya que el puritanismo llega hasta la intimidad más oculta para que nada impida la máxima productividad del individuo. Así es que los dos —Betty y Bimbo— continúan unidos de forma que sus sentimientos permanezcan fuertemente sublimados. Sin embargo, en ella no hay nada oculto, todo lo que se muestra es —y también lo único—. No podría voltearse como un calcetín y decir “aquí hay algo”; lo que muestra el personaje es lo que es, y lo-que-es es determinado por las relaciones exteriores. No hay intensidad en ellas, la libertad en que vive Bimbo es muestra de la superficialidad del afecto, pues la libertad, la cual sólo es posible conseguir gracias a la desatención de los demás, puede ser soportada si se rodea de una gruesa capa de superficialidad, y luego esa superficialidad es reintegrada a la vida diaria —aun cuando el individuo no se dé cuenta de todo el proceso de construcción de su propio vacío. Y no de otra forma creo que llega Betty Boop a su vida, no de otra forma encaja tan bien en el mundo mecánico que la rodea. Sólo por eso muestra tanta vida y alegría en el vacío en el que se encuentra. Afuera de ella —pues su erotismo inconsciente no lo es todo en la pantalla— hay un mundo, generalmente una amplia residencia moderna en la que puede ser libre, con papeles asignados a todas las cosas. Ella misma representa un papel asignado de antemano, la alegría determinada por la vida mecánica; por esta causa lo más interesante ocurre fuera de ella —nada podría pasar dentro de ella, en realidad— y por eso los personajes de estos cartoons actúan al margen de la protagonista: sería difícil intimar con ella ya que carece de intimidad. Y cuando un personaje responde a la seducción de la adolescente se enfrenta a un ¡no! sin llave de entrada e imposible de desarmar; así es que el “enamorado” —aunque en rigor no pueda ser llamado de esta manera— se aleja para sublimar de otra manera su erotismo, lo que vuelve la atracción de Betty en una fuerza repulsiva, un objeto de frustración permanente. Ella, por su parte, tiene un interés básico consistente en preservar el orden asignado a cada objeto —básicamente, en donde lo “natural” y lo “humano” insisten en destruirlo—. La rutina de ver cómo comienza un episodio se refuerza con la rutina desarrollada por la protagonista —ya sea sembrando, actuando en un teatro, limpiando su casa, sirviendo comida en una cafetería—,
la cual se ve amenazada por un elemento exterior a ella (nótese que las relaciones humanas están prácticamente eludidas: no se sabe quién contrata a Betty en ninguno de sus trabajos, en una ocasión es avisada sólo por un telegrama) que busca instaurar un orden desconocido y, por ello, temido. Betty intenta sembrar, pero los cuervos desentierran las semillas para devorarlas, así es que ella toma un disfraz de espantapájaros para causar terror en los invasores, los cuales se alejan asustados con la misma irracionalidad con la que habían invadido la casa de la joven. Todo está bien mientras ese espantapájaros continúe inanimado —no obstante que haya aparentado vida, su condición inerte está al servicio de Betty. Ella ni siquiera es conducida por un instinto maternal, por eso renuncia a cuidar niños y prefiere regresar a su trabajo en la cocina de una cafetería. Creo que los cartoons de Betty Boop, desde mediados de los treinta, evidencian la relación entre el mundo moral y el mundo mecánico, dos mundos que se desarrollan de forma paralela, y por eso la protagonista tiene como misión principal funcionar en su mundo; la sensualidad ha sido completamente vaciada de intención hasta convertirse en un caparazón, y atrás —me imagino— hay un mecanismo que ha funcionado de distintas maneras, pues Betty era más “humana” en sus inicios y más maquinizada al ser “humanizada” por la censura. Como si lo humano se definiera en función de su adaptación al mundo mecánico. La misma noción aparece en Modern Times (Chaplin, 1936), aun cuando la maquinización sea vista como un “descenso”; pero en Betty Boop ocurre que hay una conformidad con el mundo circular de la producción, la suerte nunca cambia como en las cintas de Chaplin, en las cuales, por otra parte, se muestra la realidad como una fina combinación de posibilidades en las cuales es posible hallar cierta felicidad. No así en la vida de estos enajenados toons; el mejor amigo de Betty es un “inventor” cuya meta es encausar la realidad hacia el orden. En Be Human (1936), un granjero que tortura a sus animales es encarcelado por “el inventor” y sometido a correr como un hamster para hacer funcionar una máquina que satisface las necesidades de unos animales hospedados en una granja. Se hace evidente el mecanismo que exprime la “inmoralidad” que despoja al hombre de su interioridad para ser arrojado nuevamente al mecanismo que pretende llenarlo de humanidad, siempre y cuando su espíritu no se desborde más allá de los precisos límites del puritanismo. Q METAPOLÍTICA
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Kitsch
Y TERCIOPELO ROJO Santiago Ruiz Velasco*
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l Restaurant Bar San Luis es rojo. Alfombra roja, luz roja, gabinetes rojos y cortinas de terciopelo rojo. El contraste se da sólo en los manteles blancos y la pista de madera. Hasta el uniforme de la orquesta es rojo, y el rostro del gerente cuando entramos y cuando nos fuimos, aunque su uniforme, como el de los meseros, es negro. Traje negro. Y el letrero que lo anuncia, afuera, es dorado. Sucio, pero dorado. (Se parece mucho al Kumbala de la Maldita Vecindad, salvando que en éste el anuncio era de neón). Todas las mesas, una vez que uno atraviesa la puerta y hasta donde acaba la pista (digamos a la mitad del local), están ocupadas por ficheras y algún caballero que les invita una copa después de que ellas aceptaron, por veinte pesos, bailar una pieza. O tres por cincuenta. Por supuesto es simulación y, parafraseando a Clement Greenberg (1939), es vicario: ofrece los efectos inmediatos de la seducción, sin demandar nada de los clientes salvo su dinero }ni siquiera su tiempo. Un señor de sesenta años puede imaginar que sedujo a una muchacha de veinte, mientras bailan. Aunque, si quiere irse del lugar con ella, sí la tendrá que seducir. Porque aunque pue
Distrito Federal,1983. Para no hablar de su extraña situación académica dice que es pasante de Lengua y Literaturas Hispánicas de la UNAM. Es tallerista en el taller de minificciones de Ficticia.com . “Kitsch y terciopelo rojo” fue leído en la pasada “Semana de las Letras” de la Universidad Iberoamericana, en una mesa sobre el kitsch y el arte. METAPOLÍTICA
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dan prostituirse afuera, aquí vienen a bailar, y pueden escoger con quién irse, o irse solas, que en una buena noche deben ganar bastante por bailar. Por eso una amiga se equivocaba cuando, al entrar, se escandalizó y dijo “está lleno de pirujas”, aunque pudiera tener razón. Las ficheras van vestidas de noche. Un vestido escotado y corto, pero vestido a fin de cuentas, muy distinto del “envuelta para regalo” de las pirujas de calle, top rosa y hot pants verdes que parecen de celofán, con maquillaje que les hace juego. Acá son negros o plateados, acordes con la elegancia del lugar. Greenberg (1939) de nuevo: Lo kitsch, usando como materia prima los simulacros rebajados y academizados de la cultura genuina, acepta y cultiva esta insensibilidad. Es la fuente de sus ganancias. Lo kitsch es mecánico y opera por fórmulas. Lo kitsch es experiencia vicaria y sensaciones falsas. Lo kitsch cambia según el estilo, pero permanece siempre lo mismo. Lo kitsch es el epítome de todo lo que es espurio en la vida de nuestros días. Lo kitsch pretende no demandar nada de sus clientes salvo su dinero, ni siquiera su tiempo.
Vemos, tomando esto como definición, que el bar de ficheras es kitsch: usando como materia prima los simulacros de la cultura genuina (en este caso, simulacros de la elegancia o el glamour o, dejémoslo más amplio, de la “vida social de la alta sociedad”, con sus vestidos de noche, con su terciopelo y sus meseros de
KITSCH Y TERCIOPELO ROJO l SOCIEDAD ABIERTA
traje, y una serie de lugares comunes que parecen sacados de una película de Mauricio Garcés) cultiva la insensibilidad (hacia tal cultura genuina). Es la fuente de sus ganancias. Es mecánico y opera por fórmulas (esas fórmulas de que hablábamos). Es experiencia vicaria y sensaciones falseadas (si en efecto pensamos que la verdadera elegancia está en otro lado). Cambia de acuerdo al estilo, pero sigue igual (se tocan cumbias y salsas y pasito duranguense, no el danzón del Kumbala, aunque no ha cambiado totalmente, lo que sería atribuible a que Mauricio Garcés sigue siendo el paradigma). Y pretende no demandar tiempo ni esfuerzo (estético sobre todo: te damos lo que te gusta) del cliente que pague. De donde habría que concluir que es el “epítome de lo espurio de la vida en nuestros días”, o al menos en nuestras noches. El bar de ficheras es un espacio simulado, pero un espacio que se tiene que simular para ser. Sólo en la reproducción tiene sentido: en la reproducción del lujo del terciopelo rojo, que no es más que re-producción de una imagen del lujo. Es decir, no es lujo falso, es recreación de un lugar común. Un lugar común que funciona, y hasta diría que es necesario para el funcionamiento del lugar. Si no se pareciera al Kumbala —al que nunca he visto—, no se podrían perpetuar las fórmulas sociales que lo habitan. Sin luz roja, las ficheras no serían glamorosas y el señor de sesenta años con su bigote bien recortado y cada pelo en su lugar no se acercaría a decir “me permite usted una pieza”. Con luz negra, no podrían tocar cumbia. Por eso el gerente estaba rojo con nosotros: no nos parecíamos al Kumbala. Veníamos muchos, y juntos y, sobre todo, con mujeres que no quisieron bailar cuando unos parroquianos las invitaron. Nos puso en la mesa más alejada y se encargó de que no interrumpiéramos el normal desarrollo de la noche. Al entrar en la sombra rojiza del San Luis uno ni de chiste piensa en el Moulin Rouge, pero de algún modo su estética se remonta a él. Es el prototipo de cabaret elegante (también el teatro Frú-Frú se le emparenta: con su nombre se montó un show allá, y hasta donde alcancé a saber, la palabra surge de un poema de Rimbaud1), y a través de una larga serie de reproducciones se llega a un lugar común: lo elegante es rojo. También, se dirá, la luz Después de escrito esto alcancé a saber más y resulta que “frú-frú” no se lo inventó Rimbaud, sino que es francés común y corriente, onomatopeya de frotar (dicen que del sonido que hacen las faldas al frotarse, pero a estas alturas ya no me consta nada). 1
roja es cariñosa, y con luz roja se ve menos sucio el piso. Pero lo mismo han de haber pensado los parisinos. El punto es que esta reflexión la hago siendo el de fuera. El que va y se encuentra cortinas rojas y una serie de simulacros que crean un ambiente en el que no quepo totalmente, aunque puedo estar y participar del juego. Mi forma de acercarme a una fichera no será la adecuada la primera vez, porque pienso que tiene algo de piruja, por seguir con el mismo término gracioso de mi amiga. Pero un poco siento que es como a quien no le gusta el fútbol y dice: ¿qué gracia le ven a corretear un balón? ¿Por qué tienen que simular elegancia el local y algún recato las ficheras? Porque no están simulando: así es el juego. A mí me parece kitsch porque yo lo veo como simulación, como producto de la reproducción de ciertos valores que le son ajenos, o que no tendrían por qué estar allí. Ellos no, ellos van a bailar.2 Se podría ir sólo a bailar, y uno aprendería quizá mejor que en una clase de baile en un salón de duela, luz blanca y espejo. Se podría ir nada más que a aprender a bailar pero no se va, porque hay algo de pecaminoso. Como que hay algo oculto, algo simulado (pero no, en realidad la gente ahí sólo baila). El simulacro es necesario para la existencia del salón de ficheras, como para todo juego, y no por ser simulacro deja de ser real y auténtico, en tanto no podría ser de otro modo. La experiencia que brinda no es la de cabaret elegante (y, en realidad, no lo pretende), sino la de salón de ficheras. Lo kitsch está en mis ojos. Ahora, esto iba de letras, y desde el principio tomé otra ruta. En letras, en español, el gran ejemplo de lo kitsch es, sin duda, Corín Tellado. Produce en masa, repite, se basa comúnmente en lugares comunes y apela al sentimentalismo fácil (en cine, un buen ejemplo me parecen justamente las películas de ficheras, con Andrés García y Sasha Montenegro, o con Lyn May haciendo de alma impoluta que se vio empujada al bajo mundo por alguna desgracia, esperando al caballero que la resBaudrillard (2002, pp. 29-33) habla de la seducción como “lo que se inscribe radicalmente contra [...] la producción”, llevar las cosas “al juego de las apariencias, a su intercambio simbólico”, y como “el dominio simbólico de las formas”. Las ficheras no venden, seducen. Son pura forma o, digamos, la forma domina totalmente a la persona. “Las mujeres toman siempre la forma del sueño que las contiene”, escribió Arreola. Nunca más cierto. 2
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SOCIEDAD ABIERTA l SANTIAGO RUIZ VELASCO cate —y por eso en el bar de ficheras los clientes tienen que ser caballeros—. Ya no me desvío). Corín Tellado es kitsch para nosotros, no para sus lectores. Borges, en su Poética, habla de Poe como “señor ripio”, maestro del sentimiento fácil (supongo que tendría en mente Annabell Lee). Sin embargo, Pierre Menard dice que bien podría prescindir del Quijote, pero nunca del verso “Ah, bear in mind this garden was enchanted”. Poe es kitsch para un Borges mayor, pero (en una lectura ingenua) para el más joven que escribió Ficciones es más admirable que Cervantes (en otra lectura, habría sido irónico, pero no es forzoso volver congruentes dos momentos lejanos de la misma vida; en otra de las conferencias de la Poética reniega de “El Inmortal”. Así que quedémonos, por ahora, con la lectura ingenua, que sirve más al punto). Si para la misma persona algo que fue creación admirable se volvió en algún punto kitsch, es claro que esta cualidad depende del observador. Pero aún manteniendo que a Borges Poe siempre le hubiera parecido tan mal poeta, no deja de ser una opinión personal, enfrentada con la de gran cantidad de gente de no poca cultura. En lo que a él le resulta sentimentalismo fácil, reproducción de fórmulas (la joven amante perdida) y demás, otros encuentran una monomanía que sale de la vida de Poe para meterse en su creación, algo perfectamente normal. Pero a Borges, Poe le resulta kitsch. A mí no. A mí Corín Tellado me resulta kitsch, a montones de lectores suyos no. Borges leyó más que yo, y yo espero haber leído más que los seguidores del Vanidades, del mismo modo en que he estado en lugares más refinados que el San Luis. Entonces, quizá es una cuestión de qué tanto se conoce y con qué tantas herramientas se cuenta para juzgar. Pero también me da la sospecha de que es una cuestión de clase disfrazada. (Y no tengo mayor forma de argumentarlo, sólo la duda). Iría por acá: Laura Riding (2001, p. 25) dice que “La mayoría de la gente lee poesía porque la hace sentir de
clase-alta, y la mayoría de la poesía está escrita por gente que se siente de clase-alta”. Es decir, se identifica el arte y el gusto con la posición social. La distinción entre buen gusto y mal gusto es, de cierta forma, la distinción entre los códigos de las clases altas y los de las bajas. “Qué tanto se conoce y con cuántas herramientas se cuenta” se referiría, en este sentido, sólo a una fracción de los códigos visibles, a la que ha generado más documentos porque ha podido pagarlos. A la que dicta la historia del arte. Hipótesis: en general, el buen gusto se ha dictado desde las clases altas; pero con la producción en serie y la reproducción en serie, la manifestación del gusto propio se hizo posible para quienes no pueden pagar que un pintor haga un retrato de su hija, pero le pueden pagar a un fotógrafo por el mismo servicio. Entonces aparecen las fotos de 15 años en vestido rosa plástico con montones de moños, los ángeles de plástico en los cementerios y la experiencia religiosa de Enrique Iglesias. El kitsch es el mal gusto hecho visible. (Es cuando Corín Tellado tuvo un mercado. O Poe, que también vivió en los periódicos). Pero, por supuesto, nadie quiere tener mal gusto, y de algún modo se sabe que el buen gusto se hace en París. Ergo, Mauricio Garcés quiere parecer parisino, Mauricio Garcés hace un montón de películas y establece una idea de elegancia kitsch, que consiste en parecer elegante. Pero ese parecer no sólo no es evidente para quienes lo usan, sino que no existe —ser elegante es ser muy fru frú—. Mauricio Garcés no parece, es, y si yo me acerco a él, me acerco al buen gusto. El sentimentalismo de Corín Tellado es tan real (tan francés), que mis sentimientos son más auténticos si se parecen a los que narra. Por lo tanto, suspiro a la menor provocación. Por lo tanto, para que todo sea música y pasión, los cortinajes del San Luis no podían ser sino de terciopelo rojo. Q
REFERENCIAS Baudrillard, J. (2002), Contraseñas, Barcelona, Anagrama. Greenberg, C. (1939), Avant-Garde and Kitsch, en http://www.sharecom.ca/greenberg/kitsch.html, (originalmente en Partisan Review).
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Riding, L. (2001), Anarchism is Not Enough, Los Angeles, University of California Press.
Vértigo Enrique Soto Eguibar* Cuando se padece vértigo sólo se desea un suelo firme en el que asentarse: ante el vértigo existencial se busca más la certeza que la verdad. Arregui y Rodríguez (1995)
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egún Aldous Huxley (2007), el mayor vértigo que puede experimentarse es el de moverse a gran velocidad en un automóvil (vale recordar que Huxley padecía una importante ceguera y se refiere al movimiento en automóvil a ¡120 km por hora!). El vértigo es dionisiaco, nos retorna a nuestros orígenes, nos hace caer a tierra, desorganiza la marcha, nubla la visión y finalmente cancela la percepción. El vértigo
Profesor Titular del Instituto de Fisiología de la Universidad Autónoma de Puebla. Correo electrónico: esoto@siu.buap.mx
nos hace saber de nuestra corporeidad, vivir el peso, experimentar la fuerza de lo telúrico en el cuerpo que se desploma. El vértigo es la sensación de que todo gira a nuestro alrededor, y se acompaña eventualmente de una caída o desfallecimiento. El vértigo se produce por alteraciones vestibulares, sobreestimulación por movimiento, por insuficiencia circulatoria cerebral u otras alteraciones metabólicas. En la niñez todos —creo— nos hemos divertido girando, girando, hasta marearnos: caminar trastabillando y tener la sensación de que todo gira a nuestro alrededor, de que la cabeza tiende a rotar como un tornillo, hasta finalmente precipitarnos al piso, para disfrutar la imposibilidad de ponernos de pie: la fuerza de gravedad que, como un imán jala el fierro, nos atrae y nos hace sentir la pesadez de la cabeza. Toda esta gama de experiencias subjetivas tienen su origen en la sobreestimulación que la rotación produce en el aparato vestibular. Este órgano sensorial forma parte del oído y tiene la función de sensar los movimientos de la cabeza y producir reflejos que permitan estabiMETAPOLÍTICA
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SOCIEDAD ABIERTA l ENRIQUE SOTO EGUIBAR lizar nuestra posición y mantener el equilibrio (Soto, Budelli y Holmgren, 1987). Produce, además, reflejos que permiten mantener la posición de los ojos (por eso cuando tenemos lesiones vestibulares, o estamos mareados, vemos doble) y produce información que el cerebro utiliza para la generación del esquema corporal, la definición del espacio peripersonal y la creación de esquemas de movimiento. Tal como ocurre en otras vías sensoriales, la sobreestimulación por movimiento produce ilusiones perceptuales intensas, en este caso la sensación de que giramos o de que todo gira a nuestro alrededor y que finalmente nos lleva a la pérdida del equilibrio, la visión borrosa, etcétera. Por ejemplo, en el sistema visual la sobreestimulación con luz intensa produce postimágenes poderosas que pueden durar varios segundos, y en el caso de la audición la sobreestimulación auditiva puede dejar lesiones crónicas con zumbido de oídos. El vértigo existencial es un desfallecer, es la sensación de que el piso se abre bajo nuestros pies; es el que se produce cuando los acontecimientos nos rebasan y prácticamente se cierran las puertas de la percepción. Entonces caemos en la oscuridad, en el horror esencial. Desfallecemos de amor, de tristeza, de emoción. Este vértigo existencial puede también, excepcionalmente, ser ascendente. Una espiral que asciende y nos abre a la inspiración visionaria, se produce bajo el influjo de algunas drogas. Como dice Nietzsche: “¿Habéis entendido esta palabra, oh hermanos míos? Estáis asustados: ¿sienten vértigo vuestros corazones? ¿Veis abrirse aquí para vosotros el abismo? ¿Os ladra aquí el perro infernal?” En El paraíso perdido de Milton, luego de que Adán consume la manzana que Eva le ha ofrecido, se lee: La tierra temblaba en tanto, alterada hasta en su más profundo seno, como acometida de un nuevo vértigo, y la naturaleza prorrumpió en un segundo gemido. Oscurecióse el firmamento, rugió sordamente el trueno, y el cielo vertió algunas tristes lágrimas al consumarse aquel pecado, que en su origen llevaba ya la muerte: mas nada de esto advirtió Adán, embebido en saborear el funesto fruto.
Volviendo a las experiencias más mundanas, desde el siglo XIX se conoce lo que se denominó mal de débarquement (Irwin, 1881), hoy conocida como enfermedad por movimiento o cinetosis. Irwin observó que existe una adaptación al movimiento pasivo (por ejemplo, el viaje en un barco), que puede ser suficientemente intensa METAPOLÍTICA
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como para persistir la sensación de vaivén aun en tierra. Muchos hemos experimentado este malestar por movimiento al viajar en automóvil, en avión o en tren, y sabemos que puede persistir por varios días, durante los cuales cualquier movimiento o giro brusco de la cabeza puede desencadenar vértigo y mareo. Constituye una de las más grandes molestias en los viajes transoceánicos en avión y, para atenuarlo, muchas personas se ven obligadas a medicarse con derivados de la nicotina y antihistamínicos. Durante el movimiento en vehículos se producen estímulos visuales, vestibulares y propioceptivos no naturales y conflictivos que generan la aparición de cinetosis. Lo que sucede es que al viajar en un avión o en un tren, por ejemplo, nuestro cerebro recibe información visual que le indica que nada se mueve (pensemos en la cabina del avión y su quietud); por otro lado el sistema vestibular informa al cerebro de un movimiento importante. Esta contradicción sensorial parece jugar un importante papel en el origen de la cinetosis. Quizá un referente empírico más cercano a todos nosotros es la sensación de pequeño vértigo que sentíamos cuando niños en los elevadores. Todos lo hemos experimentado: el elevador era toda una experiencia sensorial que en casos extremos producía un vértigo importante. ¿Por qué? Por un lado, el sistema visual informa al cerebro que nada se mueve: en el elevador todo está quieto. Por otro, el vestíbulo informa que estamos ascendiendo o descendiendo (un movimiento nada natural para el hombre) a gran velocidad. Se produce un conflicto sensorial que lleva a la sensación de vértigo. Cuando adultos dejamos de sentir molestia en los elevadores porque hemos aprendido a resolver el conflicto sensorial. La idea de conflicto sensorial está complejamente enraizada en nuestro sistema nervioso; de hecho, personalmente siempre he pensado que la única ventaja evolutiva de la conciencia autocognoscente es la resolución del conflicto sensorial. Brevemente, la comprensión del contexto es lo que permite la resolución del conflicto sensorial, y para tener una comprensión contextualizada se requiere de la autoconciencia que permite justamente ubicar al sujeto en su medio momento a momento, y con base en este análisis resolver las ambigüedades perceptuales. La pregunta, relacionada con la reflexión que he venido haciendo en artículos anteriores sobre al arte, el cerebro y los sentidos (Soto 2007; 2008), es: ¿existe en las artes alguna forma de expresión que aproveche estas experiencias cinéticas? Son escasas las obras de arte que apelan al movimiento; el arte cinético, a pesar de su denominación, invoca a los sentidos de la visión y audi-
VÉRTIGO l SOCIEDAD ABIERTA
ción. Tendría que aparecer una nueva forma de expresión artística basada en el movimiento del sujeto que permitiera enfocar el mensaje en el vestíbulo, considerando que éste es un órgano que está más bien dirigido al propio sujeto y no al medio. Cabe anotar que los parques de diversiones hacen amplio uso de este sistema sensorial: encontramos, así, diversos aparatos que giran a toda velocidad, nos ubican cabeza abajo, dan vueltas y aprovechan la capacidad del hombre para detectar el movimiento y producir con ello el vértigo. Recuerdo haber subido de pequeño al famoso látigo que existía en el Paseo Bravo, en Puebla. La sensación de que finalmente uno va a morir y que la experiencia es insalvable me dominó por completo. ¡Nunca más en la vida! Veía con verdadero horror al juego que se denominaba “el martillo” y a los que a él subían, y no sabía si admirarlos por su enorme valor o despreciarlos por su profunda insensibilidad. Como sea, son pocas las formas de expresión artística que se basen en mover al sujeto. En cambio, el movimiento de los sujetos es la base de los parques de diversión (que vendrían a ser algo así como museos de arte vestibular). Alexander Calder (el mismísimo fundador del arte cinético tal como lo conocemos hoy) realizó en 1972 la decoración de un avión Boeing 727 para la compañía aérea Braniff. Además, existe una colección de autos llamada BMW Art Cars. Son 15 autos pintados por artistas como Andy Warhol, David Hockney, Robert Rauschenberg y Alexander Calder, entre otros. Si bien estas obras no son precisamente la forma de arte
que yo propongo y que implica inducir una sensación de vértigo que en sí misma sea una experiencia estética, sí abren la posibilidad de buscar el vértigo huxleyano de la velocidad montado en un objeto artístico. Respecto a los autos, escribe David Hockney: “BMW me dio el auto y me quedé mirándolo, mirándolo; después, debo admitirlo, miré otros autos de artista. Al final pensé que probablemente podría mostrar el auto de forma que pudiera observarse por dentro”. Según se refiere en el sitio web (http://www.usautoparts.net/bmw/artcars/) que muestra estos automóviles pintados por artistas, Hockney finalmente pintó diversas partes del interior estilizadas (el múltiple, escapes estilizados y el conductor pueden apreciarse en diversas parte de la carrocería), todo sobre un fondo verde porque a decir de Hockney, “viajar en un auto significa experimentar el paisaje”. Total, la experiencia del vértigo es profunda y compleja, y nos afecta en lo más íntimo de nuestro ser, tanto en lo intelectual-espiritual como en lo orgánico, independientemente de su origen, ya sea por movimiento, alteraciones médicas o, más profundo aún, el debido al horror esencial que nos produce el existir y ser conscientes de la futilidad de nuestra existencia. Esta experiencia profunda, que nos arrastra y que ciertamente podemos experimentar ante algunas obras de arte, no ha sido aprovechada por los artistas para producirla de forma controlada. Diversos artistas han ido tras el movimiento, pero no han logrado el arte del vértigo. Finalmente, me quedo con el parque de diversiones. Q
REFERENCIAS Arregui, J. V. y C. Rodríguez (1995), Inventar la sexualidad, Ediciones Rialp. Irwin, J. A. (1881), “The Pathology of Sea-Sickness”, Lancet, núm. 2, pp. 907-909. Huxley, A. (2007), Moksha (compilado por Horowitz, M. y C. Palmer), Barcelona, Edhasa.
Soto, E., R. Budelli, y B. Holmgren, (1998), “Sistema Vestibular”, en J. Muñoz y X. García (eds.), Fisiología. Células órganos y sistemas, México, FCE, vol. V., pp. 173-183. Soto, E. (2007), “Arte y cerebro”, Metapolítica, núm. 56, pp. 33-37. Soto, E. (2008), “De Pitágoras a las redes neuronales”, Metapolítica, núm. 57, pp. 35-38.
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GEORGES BATAILLE.
Eros y anomia Edgar Morales*
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esde las postrimerías del paleolítico es irrefutable la presencia de lo que podemos llamar una “simboepidermis” en el ser humano, una naturaleza exomorfa que se monta sobre las condicionantes inmediatas del cuerpo. Esta simboepidermis opera como máscara estructural que funciona como escudo protector contra la intemperie de un entorno carente, en sí, de orientación simbólica. En tal conformación temprana de lo humano, los referentes primarios del “sentido” comienzan a ser problematizados, es decir, comienzan a ser afrontados como proyectos de trabajo espiritual, de apuntalamiento del mundo a través de significados que se presumen permanentes y “naturales”. A propósito de clarificar este asunto traigamos a las mientes Le suicide de Émil Durkheim: en esta obra se tipifican tres casuísticas básicas de la interrupción voluntaria de la vida: la primera y más extendida tiene su asiento en el carácter “egoísta” que considera insufrible todo tipo de pérdida (salud, estatus, posición económica…); la segunda se ubica en el carácter “sacrificial” de la persona que considera que su muerte propicia la remisión de una tragedia (considerada mayor a la de su propia muerte), y la tercera, la más atractiva desde la óptica del sociólogo francés, relativa a las situaciones de pérdida de cohesión subjetiva con el plexo social, en las que las fuerzas de las principales instancias de significación se someten a las fracturas de una actitud escéptica que actualiza un estado de anomia presocial, de desconfianza frente al horizonte de significados que hacen * Profesor de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Correo electrónico: edgarmo@servidor.unam.mx; blog: atopiablog.blogspot.com
posible el funcionamiento de la realidad. De esta última esfera se desprenden interesantes hipótesis de trabajo sociológico. Por ejemplo, la posibilidad de considerar a la sociedad como la realidad humana, “la realidad” fuera de la cual no hay posibilidad de producción y reproducción de significados. Vivir en sociedad implica ajustarse al andamiaje orientador que sustenta la gran muralla que separa-protege al clan de una “exterioridad” anómala, amorfa y disolvente. Quien se atreve a desanudar las cuerdas mentales que lo mantienen ubicado en el domo de los significados se somete al cauce de un río turbulento que termina en la insania, atravesando previamente por las estaciones del colapso racional, el descomprometimiento ético y la desorientación afectiva. Quisiera poner este escenario como horizonte de interpretación del fenómeno erótico según lo presenta Georges Bataille. En el libro Las lágrimas de Eros, el autor pretende defender, a través de un entablamento básico de la historia del erotismo, una noción de lo erótico como disidencia del orden establecido por una civilización fundada en las nociones de fin, utilidad, trabajo, cálculo y racionalidad. El hombre prehistórico, se nos comenta, ha dejado suficientes elementos que permiten reconstruir grosso modo su mentalidad, y esto se aplica por igual al erotismo. Bataille, por ejemplo, se centra en algunas especulaciones a partir de una escena rupestre hallada en las grutas de Lascaux, aquella en donde se presenta un bisonte herido de muerte (sus entrañas se desparraman a causa de una herida por flecha) frente a un hombre con cabeza de pájaro, cuyo falo erecto está claramente marcado y que puede ser interpretado como muerto por una embestida del bisonte. Esta escena es METAPOLÍTICA
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DEBATES l EDGAR MORALES coincidente, o al menos así lo cree el pensador francés, con la leyenda bíblica del pecado original, pues convergen en el mismo plano simbólico la conciencia de la genitalidad y de la muerte, la culpa, la tragedia y el trabajo.
EN LAS LIANAS DE UN MARXISMO HETERODOXO
Para Bataille todos los vestigios prehistóricos apuntan a una casuística laboral de la cultura humana. No hay hombre, tal como lo conocemos, sin fuerza de trabajo, sin concreción de esa fuerza en la manipulación-transformación del entorno, y en esto es completamente dócil al análisis hegeliano-marxista aprendido a través de Alexandre Kojève, y apuesta todo a la tesis de que “el trabajo es el fundamento del ser humano”; por la vía de la conciencia laboral se despegó la humanidad de la animalidad, entró a un mundo nuevo, el entorno dejó de ser ese espacio de percepciones ligadas a actitudes instintivas más o menos inmediatas, el hombre ya no vivió más en el mundo de la “inmanencia” animal, y desde entonces comenzó la habitación de una realidad compleja. Justo aquí entra nuestra lectura: el trabajo es esa segunda naturaleza que ha obligado al hombre a plegarse frente a un entorno que se ha convertido en horizonte de enigmas frente al cual despliega sus mejores armas culturales para asirlo, echa mano de todo cuanto esté tamizado por la persecución racional de fines, ya que es lo que le enseñó la actitud laboral al ser humano: obrar de acuerdo a un plan, una utilidad, un beneficio. Tales fines sólo son creíbles en el contexto de una lógica comunitaria que, al llegar al clímax de sus exigencias, sacrifica la vida interior en aras de la comunicación del homo faber, cuyo trabajo es la matriz del nomos, su pivote, desde el que se determinan las formas de lo inteligible, lo racional, lo humano. El trabajo nomizador emparejó toda actividad bajo el yugo de la conciencia de la utilidad, y esto se impuso por igual en el ámbito de la sexualidad. La fruición instintiva del animal permanecía en el cuerpo humano, pero éste se había separado significativamente de ese entorno bestial, se había hecho discontinuo y trascendente en relación a él. El conflicto se hizo patente cuando la exterioridad de la norma imponía a los cuerpos la acotación reproductiva, el fin de la multiplicación utilitaria del clan; la sexualidad se sometió al dominio de esa exterioridad, y con el paso del tiempo se acostumMETAPOLÍTICA
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bró a la metamorfosis sustitutiva del “sentir rico” por el “sentir útil”. Un orgasmo no beneficia al clan, un hijo sí (virtual cazador, recolector, guerrero). Esta ha sido la lógica histórica de la expulsión de la voluptuosidad del horizonte del nomos, voluptuosidad que permanece en los registros del cuerpo y que sobrevive en cada individuo, a pesar de la afrenta moral que conlleva. El único uso conveniente de la sexualidad es el que se somete al fin reproductivo; de ahí que toda acción sexual que esté desprovista de la inteligencia comunitaria está condenada por el derroche extático que conlleva, pues no incrementa la ganancia, no fortalece al clan, no acaece a la luz del nomos-realidad. El erotismo es la sombra de la sexualidad, su retorno simbólico a la inmediatez inconsciente, es una pérdida (de utilidad) y un exceso (de gasto). Así entendido se puede comulgar con Bataille cuando afirma que “el deseo ardiente se opone a la vida”, afirmación desconcertante prima facie, y es porque el deseo erótico, atrincherado en las sombras periféricas del nomos, es una amenaza a la norma que resguarda celosamente “la vida” (y sus consortes: la verdad, la razón, el bien, la belleza, la serenidad). Bataille no repara en matices cuando ubica al erotismo en el horizonte de “lo diabólico”, y si bien tal noción es deudora de la tradición cristiana, como bien acota Bataille, sirve para marcar lo erótico como dimensión contradictoria con “la vida”. El individuo que se entretiene más de la cuenta en la inutilidad del placer se expone a la seducción de las fuerzas disolventes de la existencia humana, corre el riesgo de dar la espalda a un mundo que lo ha constituido como fuerza laboral productiva y, por ende, de perder las convicciones sobre las que descansa el mundo racional, mismo que pierde, conforme avanza la fruición en la inutilidad, su poder de aglutinación en el anonimato colectivo en donde sólo hay lugar para una imagen monolítica de la realidad.
LA VOLUPTUOSIDAD DEL DELIRIO
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l erotismo es herético por antonomasia: opone el cuerpo del placer al cuerpo del trabajo, fustiga los cimientos mismos de la mente civilizada, golpea duro contra el perfil de la serenidad con los martillos de los gemidos en los que confluyen las risas agónicas y las lágrimas consonantes de la pequeña muerte. El plano mortuorio abre su manto para acoger
EROS Y ANOMIA l DEBATES
la conciencia erótica de la manera más trágica posible pues, a diferencia del animal desprovisto de conciencia de muerte, el hombre desfallece ante un mundo indiferente al deseo de la perpetuación del gozo. En el erotismo no hay salvación, pues mientras todo proyecto de redención implica la consagración de los artificios del colectivo y el deseo de permanencia en los significados, el erotismo es la fuga semántica, la renuncia al fin utilitario, la antípoda del trabajo. De ahí que la actividad erótica esté nimbada con la angustia que se instala en el momento mismo del abandono de los hábitos de orientación social, de significación del entorno, de construcción de “la vida”. Tal angustia revela cuán dependientes somos del nomos, cuán difícil es el retorno a la indiferencia, a la continuidad de la inmanencia, y nos coloca de frente a la sensación del absurdo, y es que somos a fin de cuentas (hemos llegado a ser sólo) conciencias en las que el nomos ha inoculado milenios de pavor a la carencia de sentido ontológico. El erotismo es una empresa de lo imposible, y esto vincula la voluptuosidad al delirio, al enloquecimiento de una razón excesiva que se ha vuelto contra sí misma a través de la conciencia de no saberse ella su propio fin. La razón batailleana es, de esta manera, la clausura del poder omnímodo de la norma, el desdibujo de un nomos que se sabe contingente y secundario, una razón con minúsculas que se ha separado de los afanes positivistas, razón casi contradictoria que termina por ser ubicada en el pabellón de las nimiedades. En su lugar irrumpe con violencia el deseo, pero no sólo en su clásica modalidad genital, sino en complicidad lúdica con todo aquello que libera al individuo de la tensión verticalizante del nomos social; el erotismo, como ámbito por excelencia del placer, encabeza una nueva conciencia, lúdica, violenta y compleja que se reapropia del cuerpo arrancándoselo al imperio utilitario. Lo imposible es el arrancamiento total, la devolución sin hipotecas, la vida en la muerte. Lo imposible es bifronte, es desideratum enloquecido de conjunción vital y mortuoria, dialéctica del deseo que se resuelve en muerte (“muero porque no muero”), plataforma de un éxtasis orgásmico que no es sino una petit mort, una temporal entrega a la inmanencia de los cuerpos, un olvido contingente, violencia espasmódica que conduce a la atopía de la locura. Por estas razones Bataille insiste en la demarcación por lágrimas, en su goteo trágico sobre las pieles del deseo, en la violencia que vierten sobre el curso cotidiano, pues de no ser así
no comportarían experiencias “al límite de lo posible”, experiencias ensordecidas por el estruendo de la caída en los múltiples abismos de la vida interna. Y es que en las lágrimas, como en las risas francas, Bataille encuentra una fuga significativa de la energía requerida por el nomos de la utilidad; se trata de excedencias que recuerdan nuestra pertenencia a una naturaleza en la que se dan los más enfebrecidos derroches de vitalidad y exhuberancia, fuerzas invertidas en el dispendio mayoritariamente improductivo. Las afecciones emocionales puestas en juego por la experiencia erótica son, de esta manera, registros de la inmanencia que grita en los cuerpos el imperativo de vivir los instantes como eternidades ilimitadas, como orgías desbordantes. Este es justo su peligro para el nomos: actualizar un vitalismo desbocado capaz de dinamitar los diques de los interdictos que presionan al individuo.
DISOLUCIÓN Y DISOLUTOS
Es claro que para Bataille todo interdicto es sello de la mentalidad laboral; por lo mismo su valor es relativo (al aspecto comunitario), y es la iluminación, por defecto, del camino de retorno a la inmanencia de la vida interior a través de su necesaria trasgresión. Por esta razón se debe desconfiar de la patologización a priori de todo intento de reversión de la norma, del afán adaptacionista de los discursos mayoritarios del psicoanálisis y la psiquiatría. Por el contrario, la trasgresión del interdicto debe ser leída como el triunfo parcial de la excedencia contra la parálisis de la subjetividad, tal como sucede en las fiestas sagradas en donde se fractura temporalmente el orden establecido y se permiten todo tipo de licencias. La convicción batailleana es que el interdicto está ahí justo para ser violado, el tabú vale en tanto preformación de la anomia de lo sagrado que irrumpe justo en su violación. Pero el violador no debe conformarse con la transgresión controlada de la fiesta: debe entregarse a la seducción de la desobediencia en tanto ésta lo dirige de regreso a sí mismo, debe someterse a la caída que representa la exposición al mal. Esto es particularmente violento en el caso del erotismo, campo de disolución progresiva y mortal, tal como lo vemos concretado en disolutos paradigmáticos como el Marqués de Sade, Gilles de Rais o Erzsébet Bàthory (o en personajes literarios como Justine, Simona, Madame Edwarda, y METAPOLÍTICA
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DEBATES l EDGAR MORALES un largo etcétera), sujetos donde confluyen voluptuosidades anómalas y todo tipo de excesos que marcan su máximo rechazo a la discontinuidad de la vida moral. “Se trata de introducir, dentro de un mundo fundado en la discontinuidad, toda la continuidad de la que este mundo es susceptible” (Bataille, 1997, p. 33), de arrancar al sujeto de “la vida” (es decir, del nomos que llamamos “vida”), aun cuando esto implique la más dolorosa trasformación, pues arrancar al ser de la discontinuidad es siempre lo más violento. Quien se adentra en este mundo debe ser capaz de ver más allá de las imposturas personalistas que hacen del otro un simulacro, un imperativo de negación del placer, y en sentido inverso debe abrir la posibilidad del escándalo, la conducción del otro a su propia muerte mediante el derrumbe de sus convicciones, o bien a una situación extrema a través del asesinato (como el mismo Bataille lo planeaba con su consciente amante en la temprana conformación de la sociedad secreta de los acéfalos). El amor erótico es “un movimiento de pérdida rápida, que se desliza aprisa hacia la tragedia, y que no se detiene más que con la muerte” (Bataille, 1997, p. 330), punto final cuya dicha debe ser necesariamente ininteligible, ingreso en la continuidad indiferente de la que ahora sólo podemos asir su aguda conciencia con los brazos del dolor, pues no hay otra opción aquí ahora, “no tenemos otra salida aparte de la conciencia” (Bataille, 2006, p. 108). Por esta razón, el erotismo batailleano no debe ser anclado en las playas genitales; sus alcances son mayores: apunta a una conciencia hipercompleja que hace explotar un misil sobre el orgasmo fisiológico para lanzarse hacia esa zona del deshacimiento donde se pierden las referencias a significados exclusivos, y donde los placeres devienen antípodas unísonas con el dolor, zona de vértigo donde coexisten todas las posibilidades. Esta es la llamada “experiencia interior”, experiencia al límite de la vida, fracturación del interdicto que abre las puertas a la autognosis de una intimidad “santa, sagrada y nimbada de angustia” (Bataille, 1991, p. 56). Pero se debe tener cuidado en su interpretación, ya que no se trata de una “experiencia mística”, tal como se le entiende usualmente, pues no posee adherencia doctrinal ni compulsión probatoria de validez moral; es, más bien, una experiencia de libertad soberana, de soledad frente a las tradiciones, comunión con una intimidad que ha dejado de ser tomada como “objeto”. De hecho es una experiencia análogamente inversa a la mística doctrinal; es decir, la experiencia de un Dios que se resuelve en METAPOLÍTICA
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nada, sin forma y sin modo, que hunde al sujeto hasta su disolución.
LA SOBERANÍA DE UN NUEVO MÍSTICO
Tales son las ideas centrales que atan a Bataille al regazo de la tradición mística, encuadre que le valió el escarnio de algunos intelectuales (es conocida la polémica que intentó levantar Sartre contra Bataille con el panfleto Un nuevo místico). Pero Bataille nunca se incomodó con el epíteto de “místico”. Al contrario, supo evidenciar en tales embates la ridiculez de los prejuicios dogmáticos sobre los que descansamos y la idiotez de las operaciones dicotómicas con las que simplificamos la realidad. Pero es un hecho: la comprensión del erotismo es inaccesible a quien desconozca la fenomenología del éxtasis reportada por la historia de las religiones, pues con ella el erotismo comparte la violencia contra la lógica de lo profano, el delirio ambiguo que se debate entre la sensación y la apatía, la seducción del silencio, la urgencia del sacrificio, el vaciamiento del “yo”. La experiencia interior busca llegar a su límite, rozar lo absoluto, poner en circulación la posibilidad del éxtasis superlativo en las entrañas del vaciamiento. Dicha experiencia sucede allende la piel desnuda incapaz de transfixión, pues el erotismo de los cuerpos debe ceder frente al erotismo sagrado, en palabras de Malcolm de Chazal (extraídas por Bataille): Cual un pez perseguido que bajo el efecto del miedo siente que “se vuelve agua”, así en la persecución mutua que es la voluptuosidad —miedo a la alegría, alegría del miedo— los cuerpos se licuan en las aguas del alma, y somos todo alma y muy poco cuerpo […], la voluptuosidad es pagana al comienzo y sagrada al final. El espasmo proviene del otro mundo (Bataille, 2004, p. 97).
Tal es la conciencia erótica, vida del espíritu que ha conseguido su soberanía no importando la dislocación del mundo, es la conciencia del excedente que se nos presenta como destino exhausto, aniquilación del cuerpo profano y ascenso de la materia embriagada de éxtasis, conciencia dialéctica del encanto festivo y del horror fúnebre, cólera ardiente de la cruel belleza de “lo irreal”. En esto consiste, si valen tales líneas como “descripción poética”, lo que Bataille entiende por soberanía: sacra indiferencia que renuncia al dominio del mundo, afirmación absoluta del escurridizo presente.
EROS Y ANOMIA l DEBATES
La soberanía erótica se afila contra los convencionalismos sexológicos y configura una ontología, una peculiar filosofía nocturna que invierte las valencias axiológicas de la razón occidental, construida con una conciencia “maldita”, la que retira de la muerte el dolor solar, que desintoxica la razón de los ansiolíticos de las terapias verbosas. Y si bien el estilo batailleano pareciera caer la mayoría de las veces en manierismos exagerados, y con ello exponerse al desmerecimiento “científico”, esto sucede en la medida del sometimiento al imperativo de una dramatización que marca la elección por la vía ardua. El bosquejo de la soberanía erótica a lo lejos parece ingenuamente salvaje, acostada en la simplicidad del afecto romántico, pero es más que eso: es la transfiguración de Dionisos como filósofo (no como simpático borracho de banqueta); es el umbral de una conciencia compleja capaz de usar críticamente la racionalidad contra los miembros esclerotizados del logos, pues “la razón es la única que tiene el poder de deshacer su obra” (Bataille, 1990, p. 60); es el advenimiento de la sensación de incompletud del pensamiento, insatisfacción antimoderna que somete todo al filo de la duda. El pensamiento batailleano es radical como pocos. Es la aplicación del mazo contra los cimientos de la cultura tout court, pues “es esencial para los hombres llegar a destruir este servilismo al que se aferraron, por el hecho de que edificaron su mundo, el mundo humano, mundo al cual estoy unido, del cual proviene mi existencia, pero que […] lleva con él una suerte de carga, algo infinitamente pesado que está en todas nuestras angustias y que de alguna manera hay que destruir”. Debemos aprender a deshumanizarnos, a abandonar la confianza en la acción habituada a la consecución de fines, pues si queremos la soberanía debemos derribar los modelos exclusivos de integración y leer con suspicacia el orden promovido por las instituciones secretoras de significados trascendentes. Por esta razón, como hemos mencionado, aquí no hay salvación, pero tampo-
co “perdición”, la orientación está ausente, los motores normativos están apagados y la anomia resultante es un monstruo vaciado de sentidos y voluntades. El imperio de la felicidad, pecera doméstica llena de virtudes, se opone al cumplimiento de la soberanía; es usual la defección trágica que pone freno al retorno a la inmanencia. Es el miedo la única sensación que puede vetar el derecho a la autoapropiación soberana; el terror de la inteligencia revela su enervación ante la disolución de los significados que cohesionan al colectivo }tal es la lógica del desprecio a los giros poéticos y a las prácticas eróticas condenadas a la inercia silente . La inutilidad de la poesía es la mentira de los cuerpos, es el desfiguro de la sobriedad, el escándalo de la salud. Al parecer no hay otra opción, ya que Bataille es consciente del artificio con que planeamos la fuga, no hay salida real, no al menos a través de la conciencia que nos mantiene humanos. Pero dicha “imposibilidad”, lejos de amilanar a nuestro autor, lo espolea para construir una conciencia iluminada por el negro sol que cubre, con el manto de la insignificancia, los puntos nimios y que hace refulgir la muerte imposeíble y desposeedora, pues “la decepción es el fondo, es la última verdad de la vida” (Bataille, 1988, p. 97). Si la decepción es la silueta final de la conciencia batailleana, se nos antoja decir que nuestra generación es el cumplimiento de tal propuesta, pero en forma pedestre. Hoy, medio siglo después, leemos a Bataille con la nostalgia del ciego, del mitógrafo; hemos perdido la capacidad de herejía, nuestros interdictos son tan precarios que hacen vacua toda rebelión, hemos adquirido la capacidad de serenarnos frente a las deyecciones más vulgares. Ya no duelen los rayos solares, el gemido del placer que antes estallaba en las bóvedas sacras ha sido absorbido por la ausencia de mitos (único mito inevitable). Aún así, aquel terror que sacudía a Bataille es el nuestro en los días en que se nos fractura de nuevo el subsuelo de la existencia. Q
REFERENCIAS Bataille, G. (1988), El Aleluya y otros textos, Madrid, Alianza. Bataille, G. (1990), L’expérience intérieure, París, Gallimard. Bataille, G. (1991), Teoría de la religión, Madrid, Taurus. Bataille, G. (1997), El erotismo, México, Tusquets.
Bataille, G. (2004), La felicidad, el erotismo y la literatura. Ensayos 1944–1961, Buenos Aires, Adriana Hidalgo Editores. Bataille, G. (2006), Les larmes d’Éros, París, Éditions 10/18.
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ROBERTO CALASSO. REVELADOR DE
secretos iniciáticos Ángel Sermeño*
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in duda alguna, Roberto Calasso es un autor no convencional, fuera de serie y, por lo tanto, pertenece a ese reducido género de pensadores inclasificables. Ello no ha impedido que sus lectores y críticos más exigentes lo hayan tratado de definir recurriendo y agotando una batería insuperable de maravillosos superlativos, entre los que se pueden citar a título de ilustración: “erudito y agudo”, “riguroso y sutil”, “refinado y sofisticado”, “narrador de maestría inigualable”, “claro y elegante”, poseedor de un estilo “entrecruzado y total”, capaz de “atravesar los géneros sin perder fidelidad a la fascinación y profundidad de su pensamiento ni a las características más puras de cada uno”. Forma y fondo, en efecto, van de la mano en la (de otra manera inabarcable e imposible) tarea intelectual del autor. Los temas que Calasso ha desarrollado a lo largo de su obra, a pesar de ser abordados desde una perspectiva de magistral levedad, son todos del orden de lo absoluto, es decir, de una genuina metafísica, metapolítica y metahistoria. De esta suerte, los contornos que delimitan el pensamiento de Calasso son de una ambición que raya en la desmesura, a saber: la presencia (y el olvido) de lo divino y de los dioses en el mundo; las relaciones “violentas e infieles” entre dioses y hombres; la naturaleza “líquida” y “femenina” del poder; la “posesión” o, lo que es igual, la constatación de que el verdadero conocimiento proviene de la locura; el “sacri*Profesor-investigador en la Universidad Autónoma de la Ciudad de México y profesor de sociología política en la Universidad Autónoma Metropolitana-Azcapotzalco. METAPOLÍTICA
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ficio” y el “simulacro” como fuentes del orden cósmico; el oscuro misterio del origen; “vivir en el torrente” y la “trampa de la legitimidad”; la sustitución del sacrificio por el “experimento”; la firma del pacto de la alianza entre las “buenas causas” y la “estupidez” que justifican siempre y ponen a la orden del día las “matanzas fraternas”. También, la tumultuosa historia de las “metamorfosis occidentales”, cuya clave hermenéutica obedece a una serie de “insurrecciones teológicas”; el inmenso (y complementario) corpus mitológico de Oriente y Occidente que explica la historia esencial de “lo humano”; en fin, lo más perdurable de la literatura moderna como el espacio en donde “los dioses paganos reaparecen en el mundo”. Una mirada del mundo como la articulada por Calasso de ninguna manera se agota en su sofisticación, erudición y exquisitez. Ante todo, posee un sentido prioritario: hacer comprensible el mundo y poder actuar sobre él. Pero dicho propósito no se persigue desde (ni como propone) la ingenua y miope racionalidad instrumental. Nada más alejado en las intenciones de este autor que el pretender avalar los sueños de control, dominación y transformación de la realidad postulados por la modernidad y su anhelo de transgresión del límite. En realidad, el pensamiento de Calasso es un pensamiento, si se me permite sugerirlo, antimoderno. Es decir, entendiendo por antimodernidad no un sentido ramplón de releer el mundo con ojos tradicionalistas, conservadores o reaccionarios; antes bien, como una mirada que atraviesa y comprende los verdaderos dilemas, paradojas y fuerzas (cósmicas y ancestrales) que gobiernan a la modernidad —o posmodernidad si el
REVELADOR DE SECRETOS INICIÁTICOS l DEBATES
lector lo prefiere. Progreso, control, secularidad y ciencia, entre otras categorías que prometen encapsular la identidad de la modernidad y sus promesas fallidas son desenmascaradas en sus ilusorios fundamentos por la mirada de Calasso. Una mirada crítica que va más allá de los datos y de los hechos, e incluso, de la dimensión temporal. Es decir, una mirada inactual que por ser tal se mueve en diversos planos, al punto de ser capaz de detenerse en lo verdaderamente importante, en lo verdaderamente permanente. Quizá una forma de ilustrar el talante crítico del pensamiento de Calasso es contrastar su comprensión de la política versus las lecturas contemporáneas emanadas de la academia y del pensamiento institucionalizado contemporáneo sobre dicho fenómeno. Es sabido que con frecuencia los empeños por dar una explicación “lógica y compacta” del mundo conducen a callejones sin salida y al conocimiento estéril. Por ello, las frecuentes definiciones al uso del ámbito y de la naturaleza de la política resultan tan planas y obtusas. Por ejemplo, repetir, como se hace hasta la saciedad, que la política es “un subconjunto de relaciones sociales caracterizadas por el conflicto sobre bienes (en donde las) decisiones colectivamente vinculantes son sancionadas por medio del poder” es no sólo incurrir en obviedades que desnudan un afán groseramente instrumental; es, ante todo, exhibir una ignorancia sobre la que se soporta la típica “beatería secular” de nuestro tiempo. ¡Qué diferencia con la alta concepción de la política existente en el pensamiento de Calasso! La política, por supuesto, aunque suene a lugar común, como arte. Naturalmente, se trata de un nuevo arte, de una “nueva estética de la política”. Del arte de vivir impasible en el torrente. De salir ileso de entre las tempestades. De poseer la anormal perspicacia de captar el curso de los tiempos: “Y allí ya estaba toda su inteligencia política. Olfatear los tiempos”. De entender que la función del político es fundamentalmente la de actuar como “un maestro de ceremonias pero en una época que ha extraviado el sentido de las ceremonias”. Es decir, la asunción del presupuesto de que ha advenido para el mundo un cambio de época en donde lo viejo aún vigente adquiere nuevos ropajes. Se trata de entender que al orden del mundo corresponde aún un sustrato sacrificial y que el poder conserva su origen sacramental, pero que el afán moderno de desconocer esta condición y, aún peor, de exacerbarla de manera oculta y secreta conduce a la fiebre experimental.
De ahí que no haya que llamarse a engaño. Existe, en primer lugar, “un hecho constante en la historia del universo: el derramamiento de sangre humana”. En segundo lugar, la política seguirá siendo lo que ha sido siempre: “la persistencia bajo la máscara de las grandes frases y de los grandes bailes, del antiguo e irreductible objeto de la política: la distribución entre los vencedores de los despojos de los vencidos”. Lo nuevo está, pues, entre otras cosas, en la intensidad: “Las disputas por el poder ya no se desarrollarían en un tablero donde las jugadas se suceden con ceremonial lentitud, sino dentro de una corriente más fuerte”. Y, también, en entender una consecuencia lógica de lo anterior: que se debe renunciar a la ilusión del control. Es decir, que “el sumo bien, el sol supersensible de la acción política ya no consiste en impedir o fomentar esas convulsiones, sino en mitigar el golpe”. La historia marcha como algo que actúa por sí solo. Así que al individuo, por más heroico, voluntarioso o titánico que se le conciba, le está permitido en general hacer poco. Sin embargo, corresponde a la política proporcionar condiciones de estabilidad a dicha marcha. Pero la construcción de un orden estable es por definición frágil y caduca. Depende de la convención que, por supuesto, requiere una permanente elaboración y reelaboración, más aún en las condiciones de la época moderna. “La transmisión del poder será ahora —no podrá no ser— una cadena de esas ficciones serpenteantes precarias, que, sin embargo, consiguen una vez más, por breve tiempo, capturar la esencia del poder”. Existe un fondo duro, antiguo, inamovible que resiste el paso del tiempo. Todo el pensamiento de Calasso es un esfuerzo por mostrarnos sus contornos y explicarnos la sabiduría que se requiere para su comprensión. Una de sus denuncias a los principios de la modernidad y sus pretensiones secularizadoras es, justamente, ocultar, ignorar y pretender transgredir ese sustrato de lo real. Si herejía es transgredir lo sagrado o lo divino, Calasso no es un hereje. Los herejes serían precisamente la legión de popes y de beatos seculares que pueblan y ofician en las academias, departamentos de investigación y universidades del mundo. Y sin embargo Calasso irrita y molesta a estas buenas conciencias tanto o más que el mejor de los herejes, pues desenmascara su ignorancia y sin concesiones nos advierte de las consecuencias de transgredir lo sagrado. Ese es uno de los principales beneficios que conlleva la iluminadora experiencia de la lectura de Calasso. Q METAPOLÍTICA
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SALVADOR ELIZONDO.
El escándalo de la pureza Armando González Torres*
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a noción del arte por el arte y del artista como una suerte de clérigo, que se profesó hacia finales del siglo XIX y principios del XX, es, acaso, la concepción más ambiciosa y abstracta del quehacer artístico. Representa la aspiración de autonomía de la esfera del arte con respecto a las esferas de la religión, el poder y la moral, y se corresponde con una serie de actitudes de rebeldía hacia las costumbres, independencia con respecto a los poderes políticos y económicos y máximo rigor en el dominio de los oficios artísticos. Por supuesto, son pocas las representaciones concretas de este arquetipo, pues para encarnar este ideal entre aristocrático y ascético se requiere de un conjunto de situaciones sociales (relativa libertad y democracia); situaciones prácticas (fortuna personal del artista o un mercado del arte y las letras relativamente desarrollado que permita su independencia) y rasgos de carácter (voluntad, tenacidad, manumisión). Con la muerte de Salvador Elizondo, acaecida hace dos años, se derrumbó uno de los últimos bastiones de este ideal de pureza y rigor estético que, atravesando el medio siglo XX, floreció en México por un par de décadas y que parece extinguirse paulatinamente. Siguiendo la impronta de resistencia de los Contemporáneos y de algunos miembros de promociones anteriores a la suya, como Octavio Paz, Salvador Elizondo y varios de sus compañeros de generación, entre ellos Juan García Ponce, Inés Arredondo, Sergio Pitol, José de la Colina o Juan Vicente Melo, terminaron de trastocar un modelo hegemónico de lo literario, vinculado fundamentalmente a un re*Ensayista y poeta. Su último libro es Eso que ilumina el mundo (México, Almadía, 2006). METAPOLÍTICA
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ferente nacionalista y a motivos políticos, históricos o sociológicos. A diferencia del realismo casi monotemático que, con sus excepciones, todavía privaba en la narrativa de la época, la generación de Elizondo comparte un afán renovador en materia de forma, una reivindicación de nuevos temas y tonos, una relectura crítica de la tradición doméstica y universal, y una concepción distintiva de la función del arte y del artista. En este conjunto de autores es posible encontrar, por un lado, una aguzada conciencia formal expresada en la pulcritud y experimentación en la escritura y, por el otro, una gama de preocupaciones (generadoras de una pequeña revolución cultural y de las costumbres) que retoma la experiencia interior y aborda tópicos poco frecuentados hasta entonces en la literatura mexicana, como la indagación erótica, las fronteras difusas entre lo normal y lo anormal o la dignidad de la trasgresión. Asimismo, se trata de una generación que, a través de una fecunda labor de crítica, edición, traducción y polémica, escudriña su pasado, rebasa definitivamente las fronteras provincianas (incluso con cierto desplante cosmopolita) y hace una depuración razonada de su propio canon. Estos rasgos comunes no implican que respondan a un programa literario, al contrario, constituyen un abanico de autores que, en sus profundas diferencias y contradicciones, se enriquecen en la discusión y el debate, aun en sus formas menos elegantes pero más divertidas, como la de la maledicencia. Por su voluntad de forma y su rechazo a esas ocupaciones subsidiarias de la literatura que Connolly llamaba “los enemigos de la promesa”; por su intransigente persecución de la pureza artística y por la ambición, densidad e influencia de su obra,
EL ESCÁNDALO DE LA PUREZA l DEBATES
que contiene al menos un clásico con todas sus letras, Salvador Elizondo destaca dentro de este conjunto de autores de por sí excepcional.
LA OBRA DE ELIZONDO
La producción de Elizondo, que de ninguna manera es copiosa —apenas ronda por la quincena de libros—, comprende tres discutidas novelas, algunos libros que pueden llamarse de cuentos, otros más de varia invención y escritura multiforme, una obra de teatro, una antología, una autobiografía “precoz” y un buen número de ensayos. A partir de esta obra concisa, Elizondo se multiplica, y lo mismo cultiva el cuento más o menos convencional como forma de exploración de las pulsiones más ocultas en Narda o el Verano; emprende una compleja gimnasia del estilo, la fantasía y el intelecto en El retrato de Zoe y otras mentiras y El grafógrafo; hace una fisiología del dolor y una filosofía del tiempo en Farabeuf ; intenta un ejercicio donde se confunden la narrativa policíaca, la especulación filosófica y la parodia, como en El hipogeo secreto; hace confluir la creación con la reflexión como en Cuaderno de escritura y Teoría del infierno o, inclusive, ensaya la evocación aparentemente más llana, directa y entrañable, como en Elsinore o en esa festiva pieza de ego-ficción que es la autobiografía. La irradiación e influencia de Elizondo no se limita a la creación literaria, se extiende a sus tareas como profesor, traductor de una genealogía fundamental de autores modernos, antólogo (su Museo poético es una de las antologías de la poesía mexicana más coherentes, exigentes y exquisitas), editor eventual de la irreverente Snob e, inclusive, personaje legendario de la vida literaria, famoso por su humor y su extravagancia. Pese a esta variedad de facetas y registros, la obra de Elizondo tiene una profunda unidad. A su obra la cohesiona un empeño de decantación, exploración y conocimiento artístico que prácticamente no tiene paralelo en la literatura mexicana. A partir de un acervo muy amplio de influencias que van, por mencionar algunas, desde la tradición francesa y anglosajona de la poesía pura hasta la antropología heterodoxa de George Bataille y Roger Callois pasando por James Joyce y Samuel Beckett, las vanguardias europeas de la posguerra y, de manera muy importante, la filosofía y la escritura china, Elizondo busca subvertir lo pragmático y anecdótico del lenguaje literario para indagar a través del sonido, la imagen o la
lógica meramente sintáctica en los potenciales de revelación y conocimiento de la literatura. Por eso, su escritura rebasa la clasificación de los géneros y en su prosa se sucede una verdadera correspondencia de las artes mediante la utilización profusa de recursos cinematográficos, como el montaje; pictóricos, como el dibujo, la coloración o el collage, o musicales, como el ritmo, la armonía y los procedimientos básicos de la composición. Como en pocos autores, en Elizondo la autonomía del arte literario se despliega, su obra se despoja deliberadamente de obligaciones de comunicación y emprende una deriva rítmica, analógica y visual que, en ciertos momentos, parece chocar con la idea misma de género, al grado de que el propio autor exclama: “¡Farabeuf no es novela! Quiero aclararlo: Novela es algo como Madame Bovary o Crimen y castigo. Éste nada más es un libro para leer”.
EL ESCÁNDALO DE LA PUREZA
Precisamente, por su sustrato filosófico, su esmerada factura y su densidad de significados, lo que por convención se denomina novela es la parte más celebrada y polémica de la obra de Elizondo. Efectivamente, en la escritura experimental de Salvador Elizondo, identificada como novela, particularmente en Farabeuf y El hipogeo secreto, no hay una realidad causal sino una realidad excepcional, en permanente construcción. Estos textos marcan un rechazo a lo lógico y fenoménico y realizan una reivindicación de lo espiritual, lo sagrado y lo mágico, pero también de lo aleatorio. Narrar, en estos casos, es despersonalizar y desubicar, y Elizondo juega con tramas indeterminadas y personajes en permanente configuración, que deambulan en paisajes insólitos y cambiantes. No hay entonces una situación narrativa, ni siquiera una conciencia que perciba unívocamente la alteración de planos temporales o la rotación de identidades: la realidad es un flujo de órdenes y desórdenes azarosos, y el “sentido” se crea en cada acto de recuerdo u olvido que modifica o adiciona dicho flujo. No es extraño que en este mundo vagamente narrativo, donde se duda continuamente de los procesos mentales, de las coordenadas espaciales y de todo lo que se conoce como realidad, haya una obsesión con la memoria sensorial del cuerpo a través de sus procesos límite: el sufrimiento y el éxtasis. Precisamente, Farabeuf es una fabulación mórbida, erótica y metafísica en la que, a partir del motivo de la METAPOLÍTICA
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DEBATES l ARMANDO GONZÁLEZ TORRES foto de un supliciado por el tormento de descuartizamiento y de dos protopersonajes en permanente mutación, el Dr. Farabeuf y una enfermera llamada Melanie, se emprende una intensa indagación en la naturaleza del recuerdo y, por ende, del amor, del tiempo y de la muerte. En Farabeuf se confunden el solaz y el suplicio, se mezclan los rituales arcaicos con las fantasías científicas y médicas, y el ritmo hipnótico de la prosa ora nos describe una intriga a veces inaprensible pero apasionante, ora nos enfrenta a las preguntas más angustiosas sobre la identidad y el deseo. La experiencia desestabilizadora de Elizondo se radicaliza en El Hipogeo secreto donde en una “trama”, urdida de manera tan caprichosa como cerebral, se despliega un ejercicio de desnarración y desconocimiento. En El Hipogeo… la escritura se despoja totalmente de la anécdota y los personajes, las palabras y los hechos en rebelión producen sus propias combinaciones desbocadas. En esta farsa textual, los personajes utilizan un lenguaje y una gestualidad solemne para emprender los actos más absurdos y, con una sintaxis casi de novela policial, intentan encadenar los acontecimientos delirantes. Por eso esta antinovela es agresiva, pues desubica y genera incertidumbre y, para el lector desprevenido, puede oscilar entre la revelación y la banalidad. A diferencia de sus antecesoras, Elsinore (1988) es una novela de formación que, con un estilo límpido y una anécdota sencilla, aborda el tópico del paso de la niñez a la adolescencia y de la tortuosa formación de las identidades. Más allá de su calidez, no puede dejar de advertirse en este ejercicio, que tiene un poco de guiño autobiográfico y otro poco de homenaje a sus autores dilectos, una apuesta estética por la reescritura de las tramas invariables de la literatura. La cuentística de Elizondo es otra aventura y en su práctica de este género se encuentra una suerte de estadística y muestrario de la técnica narrativa. En efecto, en Elizondo puede encontrarse una variedad ostentosa de recursos que encarnan en las más diversas voces y tonos. Esta riqueza proviene de una vasta cultura literaria, pero sobre todo de una curiosidad vital y un ánimo de desdoblamiento y experimentación. Es posible entonces encontrar al autor de cuentos convencionales donde las leyes del género se despliegan de manera limpia y exacta en territorios inquietantes plagados de rituales, conspiraciones y conjeturas paranoicas; al narrador dueño de un ocio exquisito que elige una nimiedad solamente para alardear de su oficio y demostrar, de paso, la relaMETAPOLÍTICA
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tividad de los enfoques; al autor burlesco cuyo humor certero y sanguinario podría ser tachado de sexista o racista por los censores de lo políticamente correcto o, el más frecuente, ese autor profundamente abstracto, concentrado en los problemas de la composición literaria y en las relaciones internas del texto. Tratándose de un narrador tan reconocido, puede caerse en la tentación de leer el resto de su obra como un conjunto de claves para interpretar el desarrollo de sus llamadas novelas. No es así en el caso de los que se denominan ensayos: Cuaderno de escritura, por ejemplo, es un fecundo híbrido de textos sobre literatura y percepción, ejercicios de estilo, apologías deslumbrantes de pintores y un puñado de aforismos sobre la razón y el conocimiento. Por su parte, Teoría del infierno, amén de un excepcional muestrario de sus inquietudes y adhesiones literarias, es un libro de pensamiento poderoso y original.
LA HERENCIA RADICAL
La desaparición de Salvador Elizondo marca el ocaso de una serie de preciados valores estéticos que alumbró por poco tiempo el horizonte de la literatura mexicana. Hoy, las exigencias del mercado, las formas emergentes de socialización y ascenso literario, así como la evolución del gusto de un público masivo conforman un ambiente inhóspito para el arraigo de ideales estéticos fuertes y premian a esos temperamentos literarios flexibles, capaces de atender el rumbo de la demanda o el sonido del aplauso. Ante el predominio de una experimentación emasculada e inercial o de un naturalismo burdo y complaciente es casi imposible asimilar una obra como la de Salvador Elizondo, en la que la técnica y el ánimo de exploración conforman una ética estricta y exigente. En este sentido, su empresa prodigiosa difícilmente formará una tradición, es decir, un paradigma asequible para el aspirante a escritor, que oriente sus lecturas, sus formas de interacción y su propia relación con el arte. Con todo, pese a las dificultades del presente para asimilar una herencia tan rica y compleja, hay razones para el optimismo, pues Elizondo, más allá de su magisterio formal, ejerció con sus libros, con su figura y con su ascetismo literario, un magisterio silencioso que contribuye a preservar, en una selecta escuela de amigos y lectores, el cultivo de la verdad y la belleza como una moral. Q
HEGEL Y SCHELLING. HEREJÍAS DE LA
modernidad Edgar Rodríguez* Hen kai pan Lessing
A
lgunas veces los estereotipos que intentan caracterizar épocas, pensamientos, acciones o declaraciones encierran una grave pobreza para designar aquello sobre lo que se busca dar claridad. De esta manera, no sólo se entorpece la comprensión de épocas históricas, perspectivas de pensadores o grandes figuras de la historia, sino que regularmente se contribuye a realizar campañas banales de desprestigio sin otorgarles el beneficio de su importancia. Así ha sucedido, por ejemplo, con la Edad Media, cuya riqueza y complejidad en materia de ciencia y filosofía han sido
Profesor-investigador en la Universidad Autónoma de la Ciudad de México. Su último libro es En busca del absoluto. Los escritos de juventud, prolegómenos al sistema hegeliano (México, Los libros de Homero, 2007).
explícitamente pasadas por alto bajo el yugo del oscurantismo, o con pensamientos como los de Heidegger y Ratzinger, entre muchos otros, a los que se intenta enviar, paradójicamente, al index secular de las sociedades liberales por sus filiaciones políticas, religiosas e ideológicas en general. Quizá esto no es algo nuevo: a lo largo de todas las épocas ha habido una frontal oposición entre lo nuevo y lo viejo para desacreditar a todo aquello que no estuviera al alcance de los últimos acontecimientos culturales, sociales, económicos o políticos (Habermas, 2000, pp. 266-267). Además, dependiendo de la posición teórica, ideológica e incluso política desde la que se caracterice un movimiento, acontecimiento o autor, éste puede perfilarse centralmente como teológico, ateo, hereje o mesiánico. ¡Qué mejor circunstancia para aplicar la circularidad hermenéutica al tan importante proyecto de la modernidad! Éste se ha visto envuelto en todo tipo de ejercicios de encasillamiento, ya sea de manera negativa a través de corrientes religiosas ortodoxas, o de manera positiva METAPOLÍTICA
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DEBATES l EDGAR RODRÍGUEZ vista por el pensamiento liberal. Nada mejor que él para intentar salir de las formas estereotipadas que, lejos de esclarecerlo, ayudan a hundirlo más en su propia incomprensión, sobre todo si lo leemos desde las dos herejías que constituyen su riqueza y complejidad: Hegel y Schelling. Herejías éstas que a su vez están ancladas en una aún mayor: la unidad sustancial desarrollada por Spinoza, en la que se establece una cercanía —que para algunos puede llegar a confundirse— entre Dios como fundamento de la existencia y las cosas individuales sólo a través de las cuales éste se hace manifiesto.1 Una de las épocas más importantes que es necesario abordar para tener una comprensión de la modernidad que dé luz sobre la manera en que se ha perfilado el siglo XX y se va perfilando el XXI —tanto en términos históricos como de pensamiento—,2 sin duda alguna, es la época del idealismo alemán. Pero él, heredero directo del panteísmo spinocista leído alarmantemente por las ortodoxias religiosas de finales del siglo XVIII como un inminente peligro cuyo único resultado podía ser fatalismo, ateísmo y nihilismo, tiene más de una vertiente de desarrollo e interpretación. Por un lado, tenemos uno de sus desarrollos en el sistema racional de Hegel, que culmina con una de las expresiones más acabadas en las que el absoluto puede realizarse en el mundo: la libertad como racionalidad de las instituciones del Estado-nación moderno. Por otro lado, está su momento crítico interior y primera amenaza de colapso que guiará el avance de buena parte del pensamiento del siglo XIX y algunas corrientes fragmentarias y marginales del XX,3 en la filosofía de Schelling de finales del siglo XVIII y primeros años del XIX, época en la que el autor comienza a alejarse de la filosofía de la subjetividad fichteana para dar un viraje hacia la filosofía de La identificación explícita de los autores con el panteísmo spinocista puede leerse claramente en la carta de Schelling dirigida a Hegel del 4 de febrero de 1795 (en Hegel, 1962, pp. 26-27). 2 Obviamente comprendemos, siguiendo en esto a Hegel, que la realidad fáctica corre pareja con la realidad del pensamiento codeterminándose una a otra hasta fundirse en horizontes de comprensión desde los que sería imposible hacer una crítica objetiva de la realidad más allá de toda representación. 3 Aunque es necesaria una fundamentación mayor y más profunda, nos parece que difícilmente podrían comprenderse los pensamientos críticos de la modernidad ilustrada provenientes del siglo XIX y parte del XX, como son los de Marx, Kierkegaard, Schopenhauer, Nietzsche, Freud, Heidegger y los pensadores de la primera Escuela de Frankfurt, entre otros, sin la primera vena crítica de la modernidad que representa el pensamiento de Schelling. 1
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la naturaleza y comenzar la empresa de comprensión de una voluntad cósmica que emerge de la naturaleza, y cumple su teleología en una libertad que escapa a la unilateralidad del autoposicionamiento del yo.4 Frente a la concepción ortodoxa, de raigambre platónica, que entendía a Dios como una entidad independiente del mundo fáctico, salvaguardado del devenir natural y carnal de éste, así como a la dicotomía de una sustancia pensante y otra material heredada de aquella concepción por el cartesianismo, el panteísmo spinocista ofreció una comprensión verdaderamente omniabarcante de la divinidad posibilitando, además, una correcta interpretación de la diferencia ontológica entre el ser como fundamento de la existencia y el ser como existente.5 Montado sobre este discurso, que abrió el camino al idealismo alemán para una concepción viva y dinámica de Dios, Hegel se aventuró a la empresa de comprender y comprehender el camino y la formación de la divinidad como absoluta a través de la serie de momentos determinantes de su ser, desde el momento más puro e indeterminado, como pensamiento, hasta sus expresiones espirituales más acabadas, pasando por las correspondientes figuras de la naturaleza, que son la mecánica, la física y la física orgánica. Pero la importancia del pensamiento de Hegel no reside sólo en la inmanencia de Dios en el mundo, con la que construye su sistema filosófico a partir de 1800 —época en la que deja sus ideales de juventud y se entrega a la elaboración de un sistema científico—6 y con la que invaluablemente nos ofrece una manera de pensar los problemas centrales de la metafísica directamente relacionados con los asuntos mundanos que acontecen en la vida social, económica y política, sino en el corazón lógico-racional desde el que deviene dicha inmanencia para implantarse en la naturaleza y, posteriormente, en la historia. Hegel demuestra la consistencia lógica con la que el ser en su estado más puro, como pensamiento, deviene Un excelente panorama de las etapas del pensamiento de Schelling se puede ver en el estudio introductorio de Leyte y Rühle a la obra de Schelling (1989, pp. 12-20). 5 Sobre la importancia que en este punto ha tenido el panteísmo de Spinoza en el ensayo sobre la libertad de Schelling, se puede consultar el trabajo de Heidegger (1996). Una discusión más amplia sobre la relación entre identidad y diferencia que se desprende de este punto, se encuentra en Heidegger (1990). 6 Así lo expresa el propio Hegel (1998, p. 433) en la conocida carta enviada a Schelling el 2 de noviembre de 1800. 4
HEGEL Y SCHELLING. HEREJÍAS DE LA MODERNIDAD l DEBATES
a través de una dinámica dialéctica en la que se va formando a sí mismo mediante una serie de mediaciones en las que al mismo tiempo se convierte negándose y superándose a sí para determinar, desde ella, la sustancialidad que atraviesa las formas de la naturaleza y, con la aparición del hombre, los momentos de la historia. La razón lógica, dice Hegel (1993, p. 63), “es lo sustancial o real, que contiene en sí todas las determinaciones abstractas, y constituye su unidad sólida, absolutamente concreta”. El sistema hegeliano trata de un recorrido lógico, en el que a la par que el ser, desde su estado puro, se va determinando a sí mismo a través de la interrelación de forma y contenido, se va configurando como una totalidad de formas racionales cada vez más claras, determinadas y controlables hasta que, hacia el final de la formación, la libertad se encuentra materializada en las estructuras institucionales del Estado en sus formas burocráticas y funcionales modernas. Aquí encontramos la primera forma herética de la modernidad. Desde el punto de vista reaccionario de los círculos políticos, religiosos y, en algunos casos, intelectuales, que dominaban la vida pública en los restos del Sacro Imperio Romano Germánico, la filosofía hegeliana resultaba una amenaza al statu quo del conocimiento, el saber y el orden social, al presentar el irremediable carácter no estático de la realidad, gracias a cuya dinámica interna se hace necesario negar cada uno de los momentos constitutivos de la misma, pero sobre todo al corazón racional que guía dicho movimiento.7 Esto, acompañado de la oposición hegeliana a la ortodoxia cristiana del momento, según la cual lo más alto no es susceptible de conocimiento racional, desde la idea no sólo de que lo divino sí puede ser conoComo se puede ver, en nuestra interpretación no aceptamos la comprensión de Hegel como el filósofo de la monarquía absoluta prusiana. Jacques D´Hont (2001, p. 26), en su biografía sobre Hegel, nos ofrece algunos datos a partir de los cuales podemos desembarazarnos de esta idea que aparece en más de uno de los intérpretes del pensador de Stuttgart. De una manera muy amena, D´Hont narra, al inicio de su biografía, el sepelio del filósofo enfatizando la ausencia de la derecha y los cuerpos de funcionarios encargados del orden político de Alemania: “En Berlín, dice el biógrafo, el poder no adoptaba la filosofía de Hegel, sino, por el contrario, precisamente la de sus adversarios teóricos y prácticos. El hegelianismo sólo tenía éxito en un exiguo ambiente de intelectuales, y las autoridades preparaban su contraofensiva también en este terreno. Lo reprobaban cada vez de forma más severa, atribuyéndole la responsabilidad de las doctrinas subversivas que tenían su origen en él y que se iban extendiendo”. 7
cido, sino desde la aseveración de que la única manera de conocerlo es a través del conocimiento filosófico y que éste necesariamente tiene una forma racional,8 hace de nuestro autor uno de los más grandes representantes de la herejía racionalista de la modernidad. Este papel herético del hegelianismo, a finales del siglo XVIII y principios del XIX, se hace autoevidente por sí mismo en las palabras con las que, en la introducción a una de sus obras más importantes, explica su idea de la lógica, según las cuales ésta tiene que ser concebida como el sistema de la razón pura, como el reino del pensamiento puro. Este reino es la verdad tal como está en sí y por sí, sin envoltura. Por eso puede afirmarse que dicho contenido es la representación de Dios, tal como está en su ser eterno, antes de la creación de la naturaleza y de un espíritu finito (Hegel, 1993, p. 66).
Pero al tiempo que Hegel juega este papel herético a finales del mundo premoderno y comienzos del moderno, su pensamiento representa la nueva teología de la modernidad, una teología de la summa razón. He aquí un movimiento dialéctico dentro del más alto exponente de la dialéctica. Desde el punto de vista contrario del que hemos hablado, no ortodoxo, Hegel aparece más bien como el teólogo racionalista de la modernidad al haber hecho de la idea de praxis, leída desde los referentes racionalistas de la modernidad ilustrada, el fundamento del mundo, lo verdadero —tanto lógico como natural, pero sobre todo espiritual—, el cual, en sus propias palabras, no sólo hay que entenderlo y expresarlo “como sustancia, sino entenderlo y expresarlo también como sujeto” (Hegel, 2006, p. 123). Hegel hace del mundo espiritual un mundo que de ninguna manera está escindido de su propio fundamento divino, sino que, siguiendo claramente la filosofía de Spinoza, este fundamento sólo puede ser a través de aquél, únicamente puede constituirse a sí mismo para llegar a ser lo que es a través de la historia: historia de la guerra, de la muerte, de la conquista, en fin, historia de la negatividad. Pero, en tanto que “la razón rige el mundo [y, por tanto] la historia universal ha transcurrido racionalmente” (Hegel, 2001, p. 43) esta historia negativa de guerra y conquista, de muerte y colonización, de sangre y lucha, sólo mediante la cual se manifiesta el fundamento divino en el mundo, está circunscrita a una teleología interna, a un hilo conductor 8
Estas ideas pueden verse desarrolladas por Hegel (2001). METAPOLÍTICA
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DEBATES l EDGAR RODRÍGUEZ necesario dirigido hacia la libertad. Sólo que se trata de una libertad que hacia el final del recorrido espiritual de aquel fundamento verdadero, sólo puede reconocerse dentro de las estructuras racionales que fungen como los pilares sobre los que está erigido el Estado-nación moderno. Con esto, Hegel puede comprender y realizar el espíritu político de la época, que se encuentra sintetizado en aquellas palabras que en Erfurt Napoleón dirigiera a Goethe: “La política es el destino” (citado en Heidegger, 1996, p. 1). De manera muy lejana a la posible interpretación de Hegel como un romántico, nos parece que, visto desde un sentido en sí mismo dialéctico, Hegel ha superado históricamente su propia herejía para aparecer como el guía espiritual de la modernidad, realizando de manera radical la perspectiva más racionalista de ésta, expresada en las ideas de progreso de la humanidad, linealidad histórica, formación y acumulación cultural, conformación de una totalidad racional, formación del Estado-nación y de la unidad nacional, entre muchas otras. Sin miedo a equivocarnos, podemos decir que es en Hegel en quien de una manera nítida se realiza el proyecto de la modernidad y es llevado hasta sus últimas consecuencias. De aquí justamente que los autores de los siglos XIX y XX que realizan una crítica explícita de la modernidad establezcan un diálogo con Hegel, ya sea a favor o en contra. Sin embargo, esto no significa que aquí se detengan ni el pensamiento ni la realidad. El probable vacío dejado por el hegelianismo tras la muerte de su autor hacia la tercera década del siglo XIX, lejos de paralizar la reflexión filosófica y política, abrió las posibilidades a una gama de pensadores para reconfigurar internamente a la propia filosofía y, en el caso concreto de Marx, delinear las formas de la política en las décadas posteriores. Quizá la clave para la comprensión de las corrientes nihilistas, fragmentarias y negativas —comprendidas todas ellas en términos estrictamente filosóficos— que han aparecido en el siglo XX, desde Heidegger y la dialéctica negativa de Adorno hasta Sloterdijk o la filosofía francesa contemporánea, esté en las décadas que se encuentran entre la muerte de Hegel y el nacimiento del siglo XX. En este intervalo de tiempo se dieron la serie de reconfiguraciones del pensamiento filosófico que de manera más importante representan los ataques más certeros a la comprensión racionalista de la realidad construida por la versión ilustrada de la modernidad. Kierkegaard, Marx, Nietzsche, Schopenhauer y Freud son nombres que difícilmente pueden ser pasados por METAPOLÍTICA
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alto para entender la dialéctica de la modernidad. Pero, a su vez, se trata de autores que difícilmente pueden comprenderse a cabalidad sin un pensamiento no posterior a la muerte de Hegel, sino contemporáneo de él, al que, tras la muerte de éste, Federico Guillermo IV de Prusia le encargaría la empresa de extirpar de raíz el dragón del hegelianismo: el pensamiento de Schelling. Como hemos mencionado, no hay un solo proyecto de la modernidad, aunque sí hay uno que ha resultado de mayor influencia en la vida social, política, económica y cultural de la sociedades; éste ha sido el proyecto racionalista de herencia hegeliana, que ha llegado a finales del siglo XX a través del pensamiento de Habermas. Queda otro proyecto de modernidad, que no puede desarrollarse sino críticamente con la modernidad misma. Se trata no de la versión ilustrada sino romántica de la modernidad. A ella pertenecen pensadores como Schlegel, Schiller, Goethe, Novalis, el Sturm und Drang en general y, sobre todo, Schelling. Schelling fue uno de los grandes pensadores del idealismo alemán, amigo de Hegel y de Hölderlin en su estancia en el Stift de Tubinga, joven entusiasmado, al igual que aquellos, tanto por los acontecimientos políticos de 1789, como por el principio lessinguiano de que el uno está en el todo y el todo está en el uno (Hen Kai Pan), deslumbrado por los desarrollos de la filosofía crítica kantiana, sobre todo en su versión fichteana, y espectador y heredero de la controversia sobre el panteísmo, en la que Jacobi hace pública la presencia de Spinoza en el tan afamado pensamiento de Lessing. Como Hegel y Hölderlin, Schelling es un moderno que cree que las universidades, las instituciones políticas del Estado y la vida social en general, deben superar el dogmatismo religioso que las cubre en los ducados de lo que posteriormente será Alemania, y estar guiadas por aquella razón pública enfáticamente desarrollada por Kant (1999) en su publicación de 1784, “Respuesta a la pregunta: ¿qué es la Ilustración?” A diferencia de su ambiente contemporáneo, en el que aún se seguía creyendo en la sumisión de los sujetos ante la presencia de la autoridad, así como en el carácter estrictamente dogmático con el que se debía vivir la religión a finales del siglo XVIII, Schelling nunca dejó de ser un moderno que apelara a la racionalidad como la forma que por excelencia debía guiar Basta revisar la correspondencia entre los amigos de Tubinga, en cuya correspondencia aparecen siempre, a modo de consignas entre ellos, sentencias que enuncian su compromiso a realizar el proyecto kantiano de construir una religión de la razón y, a partir de ella, una iglesia invisible. 9
HEREJÍAS DE LA MODERNIDAD l DEBATES
la conducta de los hombres.9 Como Hegel, Schelling va más allá de lo que para el momento era la herejía racionalista de la modernidad; pero, a diferencia de aquél, no la supera para realizarla completamente, sino todo lo contrario. Mientras que el hegelianismo se convierte en el nuevo legado racionalista de la modernidad y ofrece las certezas necesarias para creer en un mundo guiado, desde su fundamento, por la razón, la filosofía de Schelling abre una serie de veredas en la concepción racionalista de la modernidad enfatizando la voluntad y el ansia (Sehnsucht) originaria por encima del fundamento de la razón. Se trata de una voluntad que, como libertad, se encuentra inserta en la naturaleza y que se despliega a través del espíritu de los tiempos. Si bien todo el idealismo alemán se encuentra inserto en la búsqueda de conceptualizar un sistema de la libertad —empresa por demás difícil toda vez que al parecer esta relación parece contradictoria—, la manera de construir tal sistema entre los dos pensadores más importantes de dicho período de la historia del pensamiento, Hegel y Schelling, representa un abismo irreconciliable, cuya importancia va más allá de la existencia de dos filosofías diferentes, de autores diferentes, y consiste en dos maneras radicalmente distintas de comprender el quehacer filosófico. Pero en tanto que, de acuerdo con la concepción de la época, este quehacer no está de ninguna manera desligado de la realidad política, social, cultural, y científica, entonces estas dos maneras de construir un sistema de la libertad tendrán importantes repercusiones en la vida de las décadas y siglos posteriores. Si echamos un vistazo a los sistemas filosóficos de Hegel y Schelling, nos sorprende la semejanza en la comprensión del mundo, la manera como está construida su filosofía de la historia, la importancia que la dialéctica y la libertad tienen para el movimiento de la realidad, etcétera. Sin embargo, a pesar de toda cercanía hay un punto que los separa absolutamente: se trata del fundamento que representa el motor del devenir, gracias al cual este fundamento no sólo deja de ser lo que era en un principio, como mero fundamento, para convertirse en algo y dar lugar a la existencia, sino que posibilita el despliegue de la naturaleza y, posteriormente, de la historia de la humanidad. En el caso del sistema hegeliano, el principio y motor del devenir es lógico, siendo la racionalidad lo que constituye el corazón de la teleología de la naturaleza y del movimiento de la historia. Desde su desprendimiento como el ser más indeterminado, hasta la naturaleza
y la historia, dicho fundamento va adoptando formas contrarias a sí que posteriormente supera para adquirir otras nuevas, hasta que al final del recorrido su realización está compuesta por todos los momentos anteriores formando al absoluto como totalidad. La consecuencia de esto es que la realidad tiene una consistencia racional, pues el movimiento desde aquel desprendimiento fundacional hasta el acontecer de la modernidad en la historia, no está dado a la contingencia sino guiado siempre por la astucia de la razón. Qué mejor síntesis de tal comprensión que la de la conocida frase enunciada por Hegel (1999, p. 59) en el Prefacio a los Principios de la filosofía del derecho: “Lo que es racional es real, y lo que es real es racional”. En el caso de Schelling, el principio desde el que sucede el devenir no tiene una consistencia lógica, sino que se trata de una voluntad más bien caracterizada por un ansia constitutiva y primigenia del fundamento por llegar a ser algo, que por una lógica racional interna. En sus Lecciones muniquesas para la historia de la filosofía moderna, Schelling entiende que en el inicio lo único que puede haber es un sujeto absoluto entendido como una nada, lo cual no significa que sea una nada sino lo más indeterminado del ser. Entendido como el fundamento de la existencia, que antes del devenir se encuentra solo, siendo lo que es sin que haya absolutamente nada que le haga frente, este sujeto se autoobjetiva a sí mismo para salir de aquella nada constitutiva en la que se encuentra y convertirse en algo. Con este acto libre, el ser más indeterminado adquiere para sí mismo lugar en la existencia: de ser como nada pasa a ser algo, al ser como existencia. De aquí correrá el largo camino de la existencia como devenir a través de la naturaleza y la historia para que aquel fundamento llegue a reconocerse a sí mismo a través del entendimiento humano mediante distintas expresiones de la cultura. De alguna manera, el devenir del sistema en Hegel podría parecer similar al de Schelling, sólo que, en primer lugar, como hemos mencionado, el motor del devenir es lógico y, en segundo lugar, al parecer Hegel no explica convincentemente la necesidad del movimiento, sino que, en todo caso, parte de ella. Respecto a este punto, Hegel (2000, p. 219) menciona que La esencia es primeramente aparecer y mediación dentro de sí; en cuanto totalidad de la mediación su unidad consigo ha sido ahora sentada como la superación de la distinción y, con ello, de la mediación. Esta superación, por METAPOLÍTICA
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DEBATES l EDGAR RODRÍGUEZ tanto, es la reposición de la inmediatez o del ser, pero del ser en cuanto mediado por la superación de la mediación: [este ser es] la existencia.
A pesar de que para Hegel la verdadera ciencia es aquella que no parte de suposiciones, difícilmente se puede encontrar una justificación del motor del movimiento que guía las figuras lógicas desde las que se va determinando el ser como nada hasta las formas que adquiere en la naturaleza y los momentos de la historia. Como se puede ver en la cita anterior, la existencia es producto del movimiento interno de la esencia, en el que ella es puesta como mediación de sí y superada por sí misma. Sin embargo, queda sin conocerse el motivo primero que da origen a la necesidad de la superación de sí en la mediación, y la superación de la mediación para el regreso a sí. Si es correcto que en el sistema — desde su inicio en los momentos de la lógica— Hegel adolece de una justificación convincente de la necesidad lógico-racional del fundamento del ser, siendo que éste pasará a las figuras de la naturaleza y los momentos de la historia, entonces tanto las explicaciones lógicas de la naturaleza como, sobre todo, la teleología racional que guía el desenvolvimiento de la historia no nos ofrecerían una certeza confiable sobre la realidad. En esto radica el punto neurálgico de la herejía schellinguiana frente a la teología —y sobre todo a la teodicea— racional de Hegel. Para Schelling, lo que da lugar al origen del mundo es un acto espontáneo de la voluntad, que si bien poco a poco será llevado hacia el entendimiento, tornándose la oscuridad del fundamento hacia la luz, este entendimiento no le es constitutivo a dicho fundamento; se trata, dice el propio Schelling (1989, pp. 167, 169) de: lo carente de regla [que] subyace siempre en el fundamento, como si pudiera volver a brotar de nuevo, y en ningún lugar parece que el orden y la forma sean lo originario, sino como si se hubiera ordenado algo inicialmente sin regla. He aquí la inasible base de la realidad de las cosas, el resto que nunca se puede reducir, aquello que ni con el mayor esfuerzo se deja disolver en el entendimiento, sino que permanece eternamente en el fundamento. De esta ausencia de entendimiento es de la que nació propiamente el entendimiento. Sin esta oscuridad preliminar no hay realidad alguna para la criatura; las tinieblas son su necesario patrimonio.
Al contrario de la posible pregunta que podríamos hacernos sobre el origen de lo caótico en la naturaleza METAPOLÍTICA
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y la vida del espíritu, aquello que irrumpe al orden originario del cosmos, la verdadera pregunta reside en el origen del ordenamiento del mundo frente al caos constitutivo tanto de la realidad natural como del devenir de la historia espiritual. Con esta pregunta, Schelling no sólo representa un pensamiento herético respecto del punto de partida y desarrollo racional del hegelianismo, sino respecto a la modernidad en general. Sobre todo frente a la idea mecanicista de la naturaleza, expuesta por el pensamiento ilustrado desde Descartes, idea según la cual ésta, a diferencia de la subjetividad humana, no tiene libertad sino que está determinada enteramente por fuerzas mecánicas de choque y tiene una constitución meramente material y matemática, no espiritual, y carente de vida, Schelling —con clara influencia alquimista y mística de autores como Paracelso, Agripa, Boehme o Baader, entre otros— reivindica la idea de que la naturaleza es ya en sí misma libertad. Se trata de una libertad oculta en aquel fundamento exento de leyes, que al autoobjetivarse éste para dar pie a la existencia, convirtiéndose en lo ente a través de las primeras apariciones de la materia y la vida, pone en éstas aquella libertad que le es constitutiva. Libertad que, al aparecer la figura más acabada de la naturaleza (el hombre), será introducida por el fundamento a la historia a través de la posibilidad humana de dirigir sus actos tanto hacia el bien como hacia el mal. La posibilidad humana tanto para el bien como para el mal, que no es más que la verdadera característica ontológica de la libertad —en la cual la existencia del mal no es una mera carencia o deficiencia de bien— es lo que constituye el devenir de la historia. Al no ser el fundamento de la existencia ni orden ni racionalidad en potencia, que simplemente se va actualizando a lo largo del movimiento dialéctico, entonces no queda nada que nos asegure que el movimiento de la historia de la humanidad está guiado hacia el progreso, el bien o la libertad anclada en cierto tipo de estructuras institucionales y condiciones sociales. La libertad no es el punto de llegada, asegurado por un devenir histórico guiado por la astucia de la razón, sino el punto de partida de la ontología, cuyo resultado puede estar orientado tanto al progreso como a la barbarie. ¡Qué mejor que el siglo XX para confirmar la tesis schellinguiana! Con esta idea, Schelling abre paso para una comprensión de la realidad que, si bien no deja de ser sistemática, no compromete a la racionalidad con la realización de
HEREJÍAS DE LA MODERNIDAD l DEBATES
la civilización por encima de las voliciones, los deseos o en general la voluntad, sino que otorga debidamente a la naturaleza su capacidad creativa, pero sobre todo el lugar que le corresponde como el núcleo de libertad desde el cual se despliega la historia de la humanidad como historia de la revelación. He aquí las dos grandes herejías de la modernidad: Hegel y Schelling, ambos bebiendo de las aguas del spinocismo. El primero representa la herejía de la teología racional, la cual, a su vez, se convierte en la nue-
va teología de la summa razón que guiará el desarrollo de la versión ilustrada de la modernidad. El segundo representa la herejía a esta nueva teología que, leída tanto desde el propio hegelianismo como desde la historia de la metafísica, no es más que la realización, en la modernidad, del cristianismo (Pannenberg, 2002; 1999; Schaeffler, 2003). Esta herejía es la que ha abierto el camino, en los siglos XIX y XX, a buena parte del pensamiento filosófico que trabaja sobre el aspecto oscuro de la metafísica. Q
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NORMAN MAILER. UN
moralista
DEMASIADO FRANCO Jorge Flores-Oliver*
N
orman Kingsley Mailer charla con un reportero; juntos beben té helado en el restaurante llamado Dragonfly. De pronto, Sookie, la mesera, notablemente molesta, los interrumpe con un desvergonzado: “¡Chicos, disculpen, paren su fiesta!” Les anuncia que el almuerzo ha sido cancelado, “¿Estás feliz, Norman Mailer? ¡Cancelaron el almuerzo!”, y, burlonamente, les advierte que ello significa que no habrá más té helado, rebanadas de limón y, sobre todo, “¡no más sentarse en el café sin ordenar nada porque eres Norman Mailer y puedes hacerlo!” (el enojo de Sookie se debe a que el Dragonfly debe eliminar los almuerzos mientras sigan sin ser rentables). Luego, hojeando un ejemplar de algún libro de Mailer que hay sobre la mesa —¿Los tipos duros no bailan?, ¿Oswald?, ¿Los desnudos y los muertos?— extiende su mofa a su literatura —usa “grandes palabras”, le recrimina— hasta que Lorelai —la protagonista— se la lleva a la parte trasera del restaurante, donde Sookie reconoce que no es culpa de Mailer que las ventas estén tan bajas. Lo que sucede es que Sookie, además, ¡está embarazada! La escena arriba descrita pertenece al capítulo 6 de la temporada 5 de la serie Gilmore Girls, llamado “Norman Mailer, I’m pregnant!” (eventualmente, Sookie regresa a la mesa de Mailer a darle el anuncio al escritor quien, aún sorprendido, la felicita). En E! Entertainment Television —qué otro lugar para legitimar los acontecimientos de la cultura popular— consideran a la serie uno de los mejores “placeres culpables”. Alguien
Ilustrador y articulista. Escribe sobre cómics, grafiti, cultura urbana, underground, música y literatura. Blog: brutalblumpi.blogspot. com METAPOLÍTICA
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comentaba: “en la serie ha aparecido Norman Mailer”. Bueno, en E! saben quién es el escritor de Nueva Jersey, aunque quizá ignoren que alguna vez acuchilló por la espalda a su esposa Adele Morales. Mailer fue un escritor —empresario literario, se llamaba a sí mismo— de nuestros tiempos, un reportero que observa los entretejes de la sociedad sobre la que escribe, incluido el entretenimiento (es autor de The Faith of Graffiti, uno de los documentos más serios sobre el grafiti en Nueva York). “El tedio y el aburrimiento asesinan más existencias que la guerra”, decía. Abrió relatando su experiencia en la guerra y para el final aceptó hacer unos cuantos disparos en la guerra contra el tedio, desde la trinchera de una teleserie. A fin de cuentas, los acontecimientos diarios son de un absurdo tenaz. Sobre su escritura se ha comentado el hecho de que las orillas entre los géneros que manejaba eran borrosos, y de la misma manera se puede hablar de los acontecimientos vistos desde su postura de reportero/hombre de letras siempre alerta a lo que sucede en el contexto sociopolítico del mundo que le rodea, aunque, eso sí, negándose a pensar en la figura del escritor en términos políticos: “es lo mismo que pensar en alguien y empezar por el ano”. En Miami y el sitio de Chicago se puede comprobar esto. En dicha crónica, él, identificado como el cronista, analiza la figura de los precandidatos republicanos y sus seguidores desde el punto de vista de un televidente o, por lo menos, del asistente a un circo. De otra manera la absurda llegada de un elefante llamado Ana a la gala o la llegada de Nixon rodeado de las nixonettes y las nixonaires terminaría en una narración aburridísima, igual que la celebración misma, reportada por la prensa de esos años como insípida. Su descripción de
UN MORALISTA DEMASIADO FRANCO l DEBATES
Rockefeller en un momento se concentra en algo más que sus ideales políticos, particularmente en su voz a la Humphrey Bogart o Clark Gable. Él conocía el valor del espectáculo. Decía: “La única cosa que siempre nos promete la televisión es que, en el fondo, lo que vemos en ella no es real”. Mailer es un moralista, en el mejor sentido, como lo fue Dostoievski. Le tocó vivir los años álgidos de la contracultura norteamericana —el verano del amor— pero a una edad mayor: en 1967 contaba ya con 44 años y opinaba que los Rolling Stones eran unos fingidos, cuya audiencia era “una manada de muchachos de clase trabajadora muy ensordecidos, desorbitados y sexuados”. El contacto con la contracultura le permitió darse cuenta de los caminos equivocados que los jóvenes estaban tomando. Enumeraba lo que puede arruinar a un buen escritor. Apatía y cobardía figuraban entre los factores perniciosos, pero también carencia de un mínimo de fama, frustraciones, los excesos de halagos y, también, de droga, licor y sexo. “Me pareció que estábamos hipotecando el futuro con la marihuana” y la dejó, declaró recientemente a Rolling Stone. La masturbación le parecía una actividad miserable pero, por el contrario, una orgía le parecía una de las expresiones sexuales más altamente civilizadas que podía haber.
UN DRAMA DE SANGRE
Ya con la salud deteriorada, alcanzó a publicar una última obra, que ha levantado ámpulas: The Castle in the Forest (en español, El castillo en el bosque, Anagrama, 2007). En ella, la premisa es la juventud de Hitler, uno por el que en un momento determinado siente cierta empatía (Mailer salió a defender al vilipendiado Günter Grass luego de que diera a conocer su participación en la Waffen-SS cuando tenía 17 años, declarando que él mismo habría ido a parar a las juventudes nazis de haber estado en el lugar del escritor polaco); el mismo individuo que atrajo a las masas porque, según sus palabras, era capaz de darle al pueblo alemán lo que éste exigía a gritos, entre otras cosas, hacer picadillo a la gente. “Por cierto, al final no (la) hacía picadillo […] le tiraba gas”, remataba con un oscuro sentido del humor. En la novela, un personaje llamado Dieter —o “D.T.”, como sería de una manera americanizada—, quien al parecer pertenece a la Sección Especial IV-2ª de la SS aunque, para ser más precisos, labora para el me-
jor servicio de inteligencia del mundo: las huestes del Diablo, decide narrar lo que sabe y lo que vio sobre la infancia y la adolescencia temprana del futuro Führer. Este narrador recrea lo que él llama una ironía —y no una falsa leyenda, aclara— de Hitler. Una que satisface a Himmler. Debido a la sospecha de Heinrich “Heini” Himmler de un posible origen judío de Hitler, este agente especial es comisionado para realizar la investigación pertinente y, con conectes como los que posee, logra enterarse de que las especulaciones de Himmler no sólo son infundadas, sino que el verdadero origen del carismático Adi —como lo llama Mailer en su obra— es algo menos terrible: sólo es resultado de un doble incesto. Mejor ser hijo del incesto que judío. (Consideremos esto: en la escala de valores de los personajes, el bestialismo es menos grave que el adulterio, y sólo merece 500 padrenuestros y 500 avemarías, y “¡no se hace el amor con un caballo grande por tan poco!” Y el incesto lo es aún menos que el adulterio. Entonces, ¿qué son los judíos?). Resulta que Johann y Maria Anna, sus abuelos, son tío y sobrina carnales, como lo son Klara y Alois, sus padres.
COMO LA VIRGEN MARÍA
Johann Nepomuk Hiedler —apellido que luego se convierte en Hitler— ha preñado a Maria Anna Schicklgruber en un “acoplamiento apocalíptico”, con tan sólo recostarse en un pajar, a la manera de la virgen María, es decir, de manera inverosímil pero con alguien dispuesto a creer tal disparate, en este caso Himmler. El bastardo es Alois, a quien hacen pasar como hijo de Georg, hermano de Johann, pues éste es un hombre decente. El laberinto sanguíneo se puede seguir en las páginas del libro. Uno puede dibujar sus árboles genealógicos en papel o en la mente. Lo que resulta increíblemente interesante son las palabras del buen Himmler, feliz con tan desproporcionada historia: “Los genes agrarios [las itálicas son mías] de nuestro Führer, fortificados a lo largo de generaciones, han encontrado una metamorfosis triunfal en sus virtudes trascendentes”. Bueno, en esto tiene razón: la única mutación que ha sufrido Adi debido a las mezclas intrafamiliares es nacer con un solo testículo. El narrador de El castillo... pregunta: “¿hay algún alemán que no intente comprender [a Hitler]?” Sin embargo, Mailer sabía que explorar la vida de un personaje de tal magnitud podría representar una afrenta para un METAPOLÍTICA
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DEBATES l JORGE FLORES-OLIVER pueblo avergonzado. “[En Alemania] se prefiere barrer el pasado de Hitler bajo la alfombra [...] como una familia con un asesino entre sus miembros, sobre el que no se habla”, declaró en los días del lanzamiento de su libro. Para Mailer resultó más fructífero identificarse e incluso sentir compasión por su personaje que seguir el lugar común: tacharlo de cobarde. Del mismo tono era su opinión sobre, por ejemplo, Charles Manson. Y son ideas como esas las que le ganaron la etiqueta de autor explosivo, incluso contracultural. Cuando se supo la noticia de su muerte, el New York Times la anunció de la siguiente manera: “Norman Mailer, el combativo, controversial y a veces demasiado franco novelista, quien tuvo una presencia provocadora en las letras estadounidenses por más tiempo que ningún otro escritor de su generación, murió ayer [noviembre 10 de 2007] a los 84 años en Manhattan”. A veces demasiado franco. Una de sus ideas que sorprendieron al público proviene de una declaración que dio a Dick Cavett en su talk show. Pero nadie quedó más perpleja que su ex esposa Adele, pues el tema de la conversación era el asesinato. “Tampoco hubo entonces ninguna expresión de arrepentimiento, ni siquiera un atisbo, sólo su gélida prescindencia y, como siempre, su preocupación absoluta por sí mismo”, escribe la mujer en La última fiesta. Escenas de mi vida con Norman Mailer (Circe, 2000). ¿Pero qué dijo Mailer que estremeció tanto a Adele? Que él había experimentado el deseo de matar. Ni siquiera se refería al incidente sucedido con su esposa, hablaba en general. El escritor era demasiado franco en muchos temas, pero una de las enemistades más conocidas fue la que se ganó con las feministas. Ellas, al lanzarse como candidato para la alcaldía de Nueva York, lo llamaban “el cerdo más grande y reaccionario” (por su parte, Adele Morales tenía sueños en los que lo mutilaba y le hacía vudú: “éste, cariño, es por lo que me hiciste a mí; éste, por las niñas; y éste, por mi jodida alma”, exclamaba la mujer en sus sueños. Cada quien su guerra). A las feministas las desnudaba (figurativamente) con sus opiniones. Las consideraba acomodaticias y sin agallas.
EL MAL
El castillo en el bosque sirve también para apreciar la gran capacidad analítica del escritor, la manera en que
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desmenuzaba la situación política de su país. Cuando Paul Krassner lo entrevistó hace ya más de 40 años, su profecía rezaba que si la enfermedad en Estados Unidos seguía su avance, en algún momento la nación tendría su propio Hitler. En uno de sus últimos libros, ¿Por qué estamos en guerra? (Anagrama, 2003) —que, a diferencia de Why Are We in Vietnam? (Picador, 2000), una obra de ficción publicada en 1967, es un compilado de conversaciones más una conferencia dictada en el Club de la Commonwealth en San Francisco ese mismo año— redondeaba esa vieja idea de la siguiente manera: en efecto, Estados Unidos, en tiempos del 11-S, se encontraba ya en un estado muy parecido al de la Alemania nazi, y “el 11 de septiembre hizo algo equivalente con la sensación de seguridad de los estadounidenses”. El libro explora dos conceptos que han sido constantes en su obra: el bien y el mal. En 1963 aún se encontraba indagando al respecto: “Tengo la obsesión de averiguar cómo existe Dios. Si es un Dios esencial o un Dios existencial; si es Todopoderoso o si Él también es una criatura existencial combatida, que puede tener éxito o fracasar con su visión. Pienso que este tema se hará más perceptible mientras más novelas escriba”. Eventualmente, parece haber encontrado algo, y terminó reconociendo su creencia en Dios y su antítesis, el Diablo (el Maestro, en su último libro). “Me gusta creer en el Diablo, porque así me puedo explicar la existencia del Mal”, declaró un Mailer al que la muerte acechaba. Por eso es que, según lo que vio en 1968 en la Convención Nacional Republicana, para los elefantes conservadores, aquella “gente de buen corazón pero que nunca había experimentado emociones muy fuertes”, mirar a Estados Unidos en ruinas significaría que Dios había dejado de existir, un sentimiento que bien puede haber sentido el norteamericano promedio, fuera republicano o demócrata. Para él, el Bien y el Mal, Dios y el Diablo se encuentran al mismo nivel, siendo capaces de trabajar juntos, de llegar a acuerdos. Mailer relata lo sucedido la mañana en que las Torres Gemelas cayeron: mientras su hija observaba el horror desde la ventana del apartamento de él en Brooklyn Heights, él lo miraba desde su hogar en Provincetown a través de las transmisiones en real time de CNN. Un Mailer afectado exclamó: “Dioses y demonios invadían Estados Unidos procedentes de la pantalla del televisor”. Q
PIER PAOLO PASOLINI. UN
inconformista OLVIDADO* Alfonso Berardinelli**
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i siquiera sus detractores pueden negar la importancia excepcional, acaso la centralidad, de Pasolini en la cultura italiana de los años sesenta y setenta del siglo XX. Sin embargo, es difícil establecer cuál libro lo representa mejor, cuál es su obra maestra. Lo mejor de Pasolini está diseminado en toda su obra, en sus muchos libros, esparcidos por aquí y por allá en las miles de las páginas que ha escrito. Las hipótesis que se han hecho sobre su obra son diversas y varían obviamente según el gusto y los intereses de los críticos. En general, se reconoce que las novelas son la parte menos vigorosa de su obra, dado que escribiendo Pasolini siempre tiene la necesidad de expresarse con su voz y hablar de sí. Por ello, muchos ponen en primer lugar al poeta, quizá continúan con Le ceneri di Gramsci, su libro más representativo. La segunda mitad del siglo XX ha producido libros de mucho más valor y mucho mejores. Pero no tan importantes más allá del género de la poesía, no tan ambiciosos, ni capaces de llevar la poesía italiana fuera de su nicho natural, empujándola hacia el debate ideológico y en las polémicas periodísticas. El hecho innegable es que con sus libros publicados entre 1955 y 1960, Pasolini se presenta sobre el escenario como un irresistible personaje público y teatral:
Traducción del italiano de Israel Covarrubias. ** Crítico literario y ensayista italiano.
un protagonista escandaloso cuya obra es generalmente más un instrumento para alarmar a la opinión pública y desencadenar las reacciones de los intelectuales, literarios y políticos. En un contexto cultural, como el italiano, habitado casi siempre por óptimos profesionistas enfermos de prudencia, versiones modernas del prelado o del cortesano, Pasolini encarna inmediatamente la figura opuesta: el herético. Su necesidad de expresarse literariamente magnetizando la atención del público, su impulso para confesarse, para justificarse, para acusar, lo llevan, primero, a los límites del mundo literario y, después, fuera de él. Al final, sus instrumentos privilegiados de expresión lo serán con naturalidad el cine y el periodismo. La poesía de Pasolini rápidamente emigra hacia otros géneros. Sin duda alguna, Passione e ideologia y Descrizione di descrizioni muestran la genialidad de Pasolini en tanto crítico literario. Además, diría que por cuanto imperfecta, discontinua y poco profesional, su producción cinematográfica nos deja la imagen de un Pasolini más emocionante y accesible. Una película como Accattone es mucho mejor que una novela como Una vita violenta. En definitiva, si tuviera que escoger entre los poemarios de Le ceneri di Gramsci y los artículos de Lettere luterane y Descrizioni di descrizioni no tendría duda en inclinarme hacia éstos últimos. Los famosos y proverbiales poemarios pasolinianos de los años cincuenta hoy se leen con fatiga y disgusto, pecan de METAPOLÍTICA
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DEBATES l ALFONSO BERARDINELLI patetismo y retórica. Ya con Le ceneri di Gramsci, Pasolini es un poeta que habla no sólo a los literatos, sino a un público sin confines. El mejor éxito, la más perfecta y honesta continuación de aquellas construcciones poético-periodísticas de los años cincuenta son las Lettere Luterane. Las intuiciones poéticas y visionarias, dos decenios más tarde, son las mismas, elaboradas y profundizadas. Pero Pasolini no se sustrae ni siquiera un momento a las responsabilidades de la prosa y de la lógica: su hambre y sed de actualidad son abiertas y dramáticas. El escritor cada vez más va dejando atrás las máscaras estilísticas. Mira el mundo social como ningún otro lo mira y habla con la claridad cartesiana de quien desea absolutamente convencer y ser escuchado. A pesar de hacer continuamente programas de obras futuras, Pasolini logra cada vez menos, con los años, construir libros. Escribía, escribía. Pero casi siempre por un impulso inmediato, por autoconfirmación para atacar y para defenderse, como un perenne inculpado que enjuicia a sus jueces. Por ello, se repetía. Ha escrito y reescrito las mismas cosas en miles de modos, o mejor aún: usando los mismos adjetivos, el mismo léxico, los mismos expedientes sintácticos. Quizá la razón de la temporalidad experimental de aquello que publicaba se encontraba en su “desesperada vitalidad” que, por cuanto desesperada, lograba proyectarse en un futuro activo, es decir, con amor por la realidad. En un determinado punto, dicha vitalidad ha presagiado su propio fin. Cuando el amor por la realidad se agota y se vuelve imposible por la desaparición de su objeto (Italia en los años cincuenta y sesenta, los jóvenes proletarios y subproletarios), entonces el experimentalismo no tiene más sentido. En cambio, libros exagerados y provisorios como Empirismo eretico o Trasumanar e organizzar, ahora, sin ni siquiera proponérselo, sin esperar nada del futuro, son expresiones donde Pasolini encuentra una forma perfecta. Incluso, improvisando logrará escribir la que quizá sea su obra maestra: Lettere luterane. ¿Qué queda hoy del dramático y sorprendente caso de Pasolini? Sucede de nuevo que un escritor esencial para definir los límites y los peligros de la política sea juzgado extraño e inútil a la política. Razonamientos fundados sobre emociones personales y sobre experiencias directas, se arguye, quizá porque no cuenta el hecho de no tener un valor objetivo. Existen aún intelectuales que no toman seriamente a Orwell, Silone o Koestler, diciendo que sus experiencias personales de la política los volvieron anticomunistas, viscerales y obsesivos a pesar de que lo que han escrito es más auténtico de cuanto METAPOLÍTICA
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se lee en las decenas de miles de páginas producidas por los estudiosos de la política y por los representantes de los partidos. Pasolini no ha sido un crítico del marxismo y del estalinismo. Siempre buscó no provocar rupturas con el Partido Comunista Italiano (PCI). Exagerando, ha dicho que únicamente los jóvenes no contaminados por la “mutación antropológica” eran aquellos inscritos en el PCI, mientras que en los jóvenes marxistas del 68 veía una mezcla de lívido y resentimiento, aquel especial y típico sadomasoquismo potencialmente criminal, de burgueses en lucha por la sucesión que, por su parte, había caracterizado a los grupos nihilistas y revolucionario más coherentes desde la segunda mitad del siglo XIX. A pesar de no atacar frontalmente a los comunistas, Pasolini los juzga cómplices inconscientes del “genocidio” cultural sucedido de 1960 a 1975 con la primera y radical modernización capitalista en Italia. Aceptando a la Democracia Cristiana, el PCI busca realizar con ella un “compromiso histórico” precisamente en el momento en el cual, al contrario, los mayores líderes democratacristianos serían procesados por delitos políticos. Pasolini dice que sus ideas, aún esquemáticas, deberían ser traducidas en términos de economía política. Pide a otros intelectuales que lo ayuden a precisar sus hipótesis y sus propuestas. En realidad, no fue escuchado entonces ni después. ¿Quién ha tomado en consideración un libro como Lettere luterane?, ¿quizá Norberto Bobbio o Eugenio Scalfari?, ¿Giovanni Sartori o Rossana Rossanda?, ¿Luigi Pintor o Ernesto Galli Della Logia?, ¿Máximo D’Alema o Gianni Vattimo? En política, pareciera que los escritores únicamente interesan como mano de obra para reforzar facciones y divisiones. Si, en cambio, un escritor participa en el debate político con ideas no previstas, entonces sus palabras se vuelven letra muerta. Hace tiempo hablaba con un historiador y politólogo muy original, que no se declaraba ni de izquierda ni de derecha, y en un determinado momento, llegamos al problema de las resistencias de nuestra cultura, de nuestros escritores en particular, en las confrontaciones de la modernidad y el desarrollo. ¿Por qué es así? Se preguntaba perplejo y contrariado mi interlocutor. Quizá, le respondía, es sólo uno de los tantos signos de nuestra fragilidad nacional. La nuestra es una cultura que desde hace mucho tiempo no ha aceptado al mundo moderno. Al día siguiente me vino a la mente una cosa obvia. No existe país occidental moderno en el cual la cul-
UN INCONFORMISTA OLVIDADO l DEBATES
tura literaria y filosófica no haya juzgado mal el advenimiento de la modernidad burguesa y capitalista. Por si fuera poco, la mayor parte de las vanguardias (si se excluye el futurismo de Marinetti) ha sido anárquica y burlonamente antimoderna. Muchos de los máximos escritores ingleses, de Blake a Dickens, de Ruskin a Wilde, han sido críticos de la racionalidad burguesa y de la revolución industrial no menos que el trabajo de Goethe, Leopardi, Kierkegaard, Tolstoi. Más tarde, en pleno siglo XX, los críticos de la modernidad capitalista abundaron. Casi todos los escritores modernos son antimodernos: Lawrence, Pirandello, Valéry, Eliot, Kraus, Simone Weil, Heidegger, Kafka, Faulkner. Ningún país capitalista ha crecido sin la condena y la crítica (individualista, populista, conservadora o utópica) de sus mejores intelectuales. El mito del progreso ha sido rechazado por innumerables escritores, dado que no todas las innovaciones llevaban hacia un mejoramiento y, sobre todo, cuando cada mejoría estaba acompañada por pérdidas con frecuencia dramáticas para las generaciones que las sufrían. La monotemática obsesiva y el carácter testamentario de Lettere luterane han hecho olvidar que el libro es sólo el punto culminante de una larga serie de ataques a la modernización que en nuestra literatura se multiplicaron, sobre todo después de 1955. Gadda analiza en términos satíricos el desarrollo urbano caótico y la multiplicación de las necesidades inducidas. Montale observa la decadencia de la conversación, sustituida por las “mesas redondas” televisadas. Autores más jóvenes como Volponi, Giudici, Zanzotto, Parise, Bianciardini, describen el final de una Italia artesanal y rural y la difusión de un morbo social epidémico: la alienación urbana, industrial y empresarial. En los marxistas de enfoque humanista, lectores de Lukács, Sartre y Adorno, la crítica de la modernidad y de la idea de progreso se fusionan (escondiéndose) con la crítica del capitalismo tecnocrático. En realidad, la Italia de la cual hablaba Pasolini era aquella que estaba llena de sangre, un país de las masacres “de Estado” y de los atentados, de los servicios
secretos desviados y de los golpes de Estado anunciados, de los delitos políticos y de una nueva y feroz criminalidad de personas serias y normales. A causa y por culpa de una clase política incapaz y mezquina como lo era la democristiana (o clérigofascista, y a la cual Pasolini se refería como: “una nada ideológica de corte mafioso”), el desarrollo económico rápidamente se había disociado del progreso cultural y civil. Pasolini recupera con ímpetu, esquematizándolo, un tema predilecto de muchos críticos de la cultura, tanto conservadores como progresistas, de José Ortega y Gasset o Max Horkheimer hasta llegar a Ivan Illich. Sin embargo, la novedad era real y aún no descrita. Aquellos que viven en el Palacio de la política miran sólo a lo que sucede en su interior, creen que la Historia está ahí, no se dan cuenta que todo ha cambiado. Dice Pasolini: “La Italia de hoy se encuentra destruida exactamente como la de 1945. Inclusive, la destrucción es aún más grave”. Quien lo ha ocasionado, merece ser enjuiciado y, sin dicho juicio, jamás se podrá formar una conciencia pública adecuada. Para administrar una sociedad se necesita un honesto sentido cívico y un inteligente espíritu de servicio. Pero para poder decidir qué tipo de sociedad se quiere es necesaria otra cosa: una cultura, una visión del pasado y del futuro, una idea de la vida pública y privada, de las obligaciones y de los derechos. Pasolini habla con la persuasión y la autoridad moral de quien tiene la certeza de tener a su alrededor una clase intelectual y política no sólo vergonzosamente inadecuada en sus tareas, sino muy por debajo de un nivel decente de autoconciencia. Así, un escritor “solo, en medio del bosque: en una soledad real, elegida como bien”, asume un paquete de enormes responsabilidades. Está obligado a describir la condición real de una sociedad. Debe juzgar la cultura de los partidos políticos. Debe establecer las características y las necesidades del momento histórico. Debe imaginar y proponer qué es moral y políticamente necesario hacer. Es como si Pasolini debiera sostener en completa soledad una clase dirigente que no existe. Ese ha sido el escándalo: no Pasolini, sino Italia. Q
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VICTOR SERGE. LA TRAYECTORIA DE UN
disidente Claudio Albertani*
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l 5 de septiembre de 1941 dos viajeros aterrizaron en el aeropuerto Benito Juárez de la Ciudad de México. Ellos eran: el escritor Victor-Napoleón Lvovich Kibalchich, alias Victor Serge, y su hijo, Vladimir Kibalchich Russakov, quien pronto se daría a conocer como el pintor Vlady. Cargaban en su equipaje todas sus pertenencias: un par de pesados baúles repletos de manuscritos, acuarelas y dibujos, además de una maleta con ropa y unos cuantos objetos familiares rescatados a duras penas de múltiples exilios. Llegaban de Europa, tras una larga espera y muchos rodeos, vía Marsella, Casablanca, La Martinica, Ciudad Trujillo (Santo Domingo), La Habana y Mérida, Yucatán. Eran “individuos sin Estado ni nación”, marcados con el estigma de apátridas, “los parias de nuestro tiempo”, según la definición de Hannah Arendt. Entrecano, de estatura normal, no obstante recio y corpulento, Victor Serge aparentaba entonces un poco más de sus 51 años (había nacido el 30 de diciembre de 1890 en Bruselas). Una fuerza tranquila y dulce, una gran integridad, así como cierto cansancio, emanaban del profundo de sus ojos color ámbar. ¿Quién era ese hombre que cargaba en sus hombros la pesadumbre de muchas derrotas y esperanzas fallidas? Escritor ruso de idioma francés, novelista, poeta y Profesor-investigador en la Universidad Autónoma de la Ciudad de México. *
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ensayista, Victor Serge nació en el exilio, en Bruselas, el 31 de diciembre de 1890 de padres rusos, y murió, igualmente en el exilio, en la Ciudad de México el 17 de noviembre de 1947. Su vida se desenvolvió en la frontera de dos mundos: la Europa optimista e hipócrita de anteguerra y los sombríos imperios totalitarios de la primera mitad del siglo XX. Luchó con pasión contra ambos: militante a los 15 años, presidiario a los 22, participó en tres revoluciones: la española, la rusa y la alemana. Fue activo en cinco países más: Austria, Alemania, Bélgica, Francia y México. A pesar de su gran inteligencia y talento, nunca sucumbió a la tentación, tan común entre revolucionarios, de ser un líder. Autodidacta, empezó a ganarse la vida a los trece años; fue, sucesivamente, dibujante, fotógrafo ambulante, técnico de gas, tipógrafo, traductor y corrector de estilo. Una jornada laboral de diez horas, y un salario de hambre, no le impidieron alimentar su espíritu, estudiar y cultivar la amistad. Y es que, tal vez por tradición familiar, Victor disponía de un bien muy raro: la conciencia social. Empezó su militancia en las juventudes del Partido Obrero Belga, convirtiéndose muy pronto al anarcocomunismo de Pedro Kropotkin y Eliseo Reclus. “El anarquismo —escribió en un texto retrospectivo—, además de ser una doctrina de emancipación social, es una regla de conducta […] Su gran mérito es el de ser inseparable de la vida personal […] Nosotros lo considerábamos una reacción profundamente sana
LA TRAYECTORIA DE UN DISIDENTE l SOCIEDAD SECRETA
contra la corrupción del socialismo a finales del siglo XIX” (Serge, 1938). Todavía adolescente, viajó a París, donde se vinculó a grupos individualistas que pregonaban la guerra a muerte contra la sociedad: la llamada banda Bonnot. No compartía su estrategia, pero sí su indignación, y quedó atrapado en un trágico asunto de asaltantes románticos y vegetarianos. Era inocente, pero rehusó convertirse en delator y, únicamente por esto, purgó cinco años de prisión. Fue su primera condena, pero no sería la última. Liberado en 1917, pasó a España, donde —bajo la influencia del dirigente de la Confederación Nacional del Trabajo (CNT), Salvador Seguí1— evolucionó paulatinamente del individualismo al anarcosindicalismo. Fue en el periódico barcelonés Tierra y Libertad donde empezó a firmar sus artículos con el seudónimo que lo haría famoso: Victor Serge. Cuando se alumbró la lejana antorcha de la revolución rusa, Victor escuchó el llamado de sus ancestros. Participó, todavía, en la fallida insurrección de julio de 1917 en Barcelona y, después de una prolongada estancia en un campo de concentración francés, llegó a Petrogrado hacia enero de 1919. Allá, en aquel “mundo mortalmente helado” encontró —o creyó encontrar— sus raíces. “Salíamos de la nada, entramos en el dominio de la voluntad. Nos espera una país donde la vida vuelve a empezar de nuevo…”, escribió en las Memorias (Serge, 2002, pp. 69-70) A los pocos meses, en plena guerra civil, se adhirió al comunismo de Lenin y Trotsky como, en un primer momento, lo hicieron también otros anarquistas. Lo que sigue es historia: Victor Serge participó en la fundación de la Internacional Comunista, colaboró de cerca con su primer presidente, Gregori Zinoviev, y fue miembro del Consejo de Comisarios del Pueblo de la Comuna del Norte. Intentó servir lealmente al nuevo régimen sin renunciar a sus convicciones, buscando, más bien, conciliarlas con la necesidad de defender la revolución cercada por múltiples enemigos. Según el testimonio de Pierre Pascal (1982, pp. 18-19), cuñado de Serge, gran estudioso de la historia rusa y uno de los primeros comunistas franceses, nuestro autor saboreó los privilegios de la Seguí, apodado el “Noi del sucre” (1890-1923), legendario dirigente anarcosindicalista, fue asesinado en 1923 por guardias blancas. Con el nombre de “Darío”, es uno de los héroes de la novela de Serge Nacimiento de nuestra fuerza.
nueva clase superior, pero, aun exponiéndose a riesgos, siempre intervino a favor de tal o cual víctima de una injusticia o de una detención arbitraria. Combatiente, periodista, traductor, organizador de los servicios de información de la COMINTERN, agente clandestino en Alemania, Victor Serge vivió tanto el fracaso de la revolución europea, como la progresiva degeneración del régimen soviético. Conservó, en estas andanzas, una marcada sensibilidad libertaria y una gran independencia de pensamiento, lo cual, a la postre, le permitió formular críticas certeras y demoledoras al estalinismo. A partir de 1924 fue miembro de la oposición de izquierda (trotskista), lo cual marcó su destino como perseguido político cerrándole, poco a poco, todas las puertas como dirigente político y como intelectual. Se volcó hacia la literatura relativamente tarde, y no por amor al arte, sino porque “es preciso dejar un testimonio sobre este tiempo; el testigo pasa, pero puede suceder que el testimonio permanezca” (Serge, 2002, p. 373). Fue en 1928, mientras estaba en el hospital recuperándose de una grave enfermedad, cuando escribir se le reveló como una nueva razón para vivir. “De repente mi actividad anterior me pareció fútil e insuficiente. El impulso que recibí entonces —o, mejor dicho, que nació en mí— fue de un tal vigor que se ha mantenido hasta el día de hoy en las circunstancias más adversas”, apuntaría mucho tiempo después en su diario (Serge, 1985, p. 115). Si bien el ruso de Victor Serge era perfecto, optó por el francés, ya que en la URSS nunca le hubiesen publicado ni una línea. Detenido una primera vez en 1928, se mantuvo cinco años en la sombra, escribiendo en la soledad, afinando sus ideas y esperando en cualquier momento la llegada de la policía secreta. Concibo la literatura como un medio de expresión y de comunión entre los hombres: un medio particularmente poderoso a los ojos de quienes quieren transformar la sociedad. Decir lo que uno es, lo que uno quiere, lo que uno vivió, luchó, sufrió, conquistó. Para eso es necesario ser de entre los que luchan, sufren, caen, conquistan. Y entonces la literatura en sentido estricto no tiene en la vida más que un lugar bastante secundario (Serge, 1980, p. 13).
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En 1933, Serge fue deportado a Orenburg, antesala geográfica y política de Siberia. Muy pocos disidentes salían de la URSS, y todavía menos del cautiverio, pero METAPOLÍTICA
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SOCIEDAD SECRETA l CLAUDIO ALBERTANI el ruido de sus amigos anarcosindicalistas en Francia y las discretas gestiones de Romain Rolland con Stalin y Yagoda lograron lo imposible. El 12 de abril de 1936 —a unos cuantos meses de los procesos de Moscú— Serge, su esposa Liuba y sus dos hijos, Vlady y Jeannine, viajaron a Europa. A partir de ese momento, nuestro autor persiguió una idea obsesiva: narrar la tragedia de la revolución triunfante que se devora a sí misma: El acontecimiento más esperanzador, más grandioso de nuestro tiempo, parece volverse contra nosotros. ¿Qué nos queda del entusiasmo inolvidable de 1917? Muchos hombres de mi generación, que fueron comunistas desde el primer momento, no guardan otro sentimiento que el rencor (Serge, 1947).
Desbordado por su propia experiencia, incursionó en todos los géneros: memorias, novelas, epístolas, poemas, cuentos, ensayos y estudios históricos, sin contar cientos de artículos periodísticos. Pronto publicó Destino de una revolución, un texto que se acaba de volver a editar en Francia, y que es uno de los primeros estudios sobre el universo de los campos de concentración. En el ciclo Los Revolucionarios —título con que los editores franceses reunieron en un solo volumen cinco de sus novelas — narró con vigor épico los logros y desaciertos de los protagonistas de las grandes sublevaciones sociales que le tocó vivir: los presos en la Francia de la Bella Época —Los Hombres en la cárcel—, los insurrectos de Barcelona en 1917 —Nacimiento de nuestra fuerza—, los defensores de Petrogrado en 1919 —Ciudad ganada —, los viejos bolcheviques deportados en 1933-36 —Media noche en el siglo — y el drama de la fidelidad al partido en la época de las grandes purgas —El caso Tuláyev—, esta última, probablemente, su obra maestra. Es extraña la paradoja de un hombre que, siendo en primer lugar un revolucionario, vio hecho añicos el intento de “transformar la sociedad”, casi dio disculpas por atreverse a escribir novelas y acabó dejando una obra literaria admirable que rompe fronteras, donde “la ética llega a trocarse en estética”, como diría su hijo, el pintor Vlady. Una obra que escribió por los caminos del mundo, en condiciones materiales sumamente difíciles, repetidas veces despojado de lo poco que poseía, acosado por policías y dictadores, con la única e imperiosa pasión de hacer revivir seres humanos únicos y desconocidos. METAPOLÍTICA
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Victor Serge llegó a México, el último refugio de los proscritos, dejando atrás la peste negra y también la peste roja, gracias al apoyo de muchos amigos solidarios. Ellos eran: Varian Fry, un valiente norteamericano que, desde Marsella, arriesgaba su vida para salvar a los artistas e intelectuales amenazados por los nazis; Nancy y Dwight Macdonald, activistas de la izquierda neoyorquina; Max Eastman, antiguo colaborador de León Trotsky, y Frank Tannenbaum, gran historiador de la revolución mexicana y amigo del presidente Lázaro Cárdenas. Ex militante del sindicato anarquista Industrial Workers of the World, simpatizante magonista, Tannenbaum solicitó personalmente a su amigo, el presidente Lázaro Cárdenas, que Serge y su familia fueran admitidos en México en calidad de asilados políticos, aunque, por una serie de tropezones burocráticos, el trámite tardó casi un año. Al llegar al aeropuerto de la Ciudad de México, Vlady y Serge divisaron la silueta familiar del escritor Julián Gorkin (Julián Gómez García). Lo acompañaban el editor Bartolomeu Costa Amic (quien acababa de publicar un libro fundamental de Serge, Retrato de Stalin; libro, por cierto, que es urgente volver a editar) y el periodista Enrique Gironella (Eric Adroher i Pascual). Los tres eran miembros prominentes del Partido Obrero de Unificación Marxista (POUM), el partido comunista disidente de España, cuyo secretario general, Andreu Nin, gran amigo de Serge, recién había sido asesinado en Barcelona por agentes soviéticos. Ellos también eran refugiados políticos y sobrevivientes de otro drama sangriento: la revolución española. En los meses anteriores, habían ejercido una presión discreta, pero constante, ante las autoridades mexicanas para agilizar la llegada de sus amigos. Agotados por el viaje, padre e hijo transcurrieron su primera noche mexicana en el céntrico hotel Gillow, el que todavía existe en las inmediaciones de Isabel la Católica y Cinco de Mayo. Después de mucho tiempo, saboreaban al fin el gusto de dormir tranquilos. Les sorprendió agradablemente el clima de esperanza y confianza en el futuro que privaba en un México que todavía respiraba el gran entusiasmo generado por las reformas cardenistas. A pesar de ello, las tribulaciones de Serge no terminaban, ya que en Europa quedaban todavía su hija Jeannine, de apenas 5 años, su ex esposa Liuba —quien, demasiado frágil para una vida tan azarosa, se encontraba recluida en una clínica psiquiátrica— y su nue-
LA TRAYECTORIA DE UN DISIDENTE l SOCIEDAD SECRETA
va compañera, la futura arqueóloga Laurette Séjourné (Laura Valentini). A pesar de su enorme talento como escritor, poeta, historiador y periodista, Serge no logró hacerse de un buen trabajo en México. Sobrellevaba con dignidad una miseria inaudita, sin nunca quejarse. Ahorraba hasta en los timbres y escribía sus manuscritos en papel cebolla, el más barato; nunca frecuentó los cafés —muy populares entre los exiliados— sencillamente porque no se lo podía permitir, aunque de todos modos le hubiera faltado el tiempo. Con muchos esfuerzos alquiló un pequeño departamento en la calle Pedro Baranda; después compartió la vivienda con Julián Gorkin, en la calle Victoria, para finalmente establecerse en la calle Hermosillo de la colonia Roma. Eran, por demás, tiempos difíciles. Las historias de espías nazis que aterrizaban en regiones remotas de México para transmitir propaganda bélica clandestina contribuían a generalizar el sentimiento de que el país ya no podría sustraerse a la guerra que incendiaba el mundo. Titulares en ocho columnas registraban todos los días el avance aparentemente irresistible de las tropas alemanas en territorio soviético, un asunto al que nuestro autor consagró un libro, Hitler contra Stalin, publicado en aquel mismo 1941 por Costa Amic. El peligro le aguardaba. El país era un hervidero de ideologías encontradas donde actuaban impunemente no sólo los agentes del Eje, sino también los norteamericanos y, sobre todo, los soviéticos, quienes acababan de asesinar a León Trotsky. Por cierto, una de las primeras personas que Serge buscó en México fue Natalia Sedova, su viuda. Vlady recuerda que ese día vio llorar a su padre. En los años anteriores al crimen de Coyoacán, las relaciones entre los dos revolucionarios se habían vuelto difíciles porque, además de juzgar prematura la creación de la IV Internacional, Serge buscaba una explicación de la degeneración soviética en algunos errores de la vieja guardia bolchevique (por ejemplo, la creación de la policía secreta y la sangrienta represión de la revuelta de Cronstadt), algo que Trotsky, más rígido y dogmático en su apreciación de la historia, no podía tolerar. Otro elemento de desacuerdo tenía que ver con el POUM, con el que Trotsky había roto toda relación a raíz de la participación de este partido en el Frente Popular español. Nada de esto trascendió, sin embargo, en las relaciones entre Serge y Natalia, con quien Victor
siempre mantuvo una amistad entrañable, escribiendo con ella la primera biografía del “Viejo” —así le decían los íntimos a Trotsky. En marzo de 1942, después de muchas angustias, llegaron Laurette y Jeannine, de manera que Serge encontró algo de la tranquilidad que necesitaba. En cambio, y a pesar de muchos esfuerzos, nunca pudo rescatar a Liuba, quien, por un cruel azar del destino, le sobreviviría durante décadas, hundiéndose trágicamente en los abismos de la locura. Murió confinada en una clínica psiquiátrica, en Aix-en-Provence, en 1984. Los años de México fueron de gran soledad y mucha creatividad para Victor Serge. Escribía para el cajón, teniendo una clara conciencia del valor de su obra y sabiendo, al mismo tiempo, que los tiempos no eran maduros. Aun así, trabajaba sin concederse descanso, con furia y con una devoción mística. Logró, en unos cuantos años, una producción literaria asombrosa: Los últimos tiempos (hasta ahora inédito en México), Los años sin perdón, los Cuadernos (también inéditos), la Vida y muerte de León Trotsky, terminando sus Memorias (todas obras póstumas, salvo la primera), un libro clave para entender la primera mitad del siglo pasado, recientemente vuelto a editar por Siglo XXI bajo el título de Memorias de mundos perdidos (1901-1941). Redactó, además, un sinnúmero de cuentos, poemas, ensayos (mucho de ellos inéditos y todos de gran calidad), así como artículos para la prensa estadounidense y latinoamericana que le dieron un poco de alivio económico. Escribía sobre un gran número de temas: desde el México precolombino hasta el antisemitismo, pasando por estudios sobre la guerra en el Pacífico, el Japón imperial, la Alemania nazi, la resistencia en Europa, el régimen de Vichy… Serge no desligaba el trabajo artístico del trabajo político y se consideraba sólo secundariamente literato, aunque lo era primordialmente. Formaba parte de una emigración socialista variopinta y más bien desfavorecida que nunca dejó de mantener una firme protesta contra todos los despotismos, sin excepción. Una emigración que no consintió en denunciar ciertos campos de concentración silenciando otros... Junto a los compañeros del POUM, al socialista francés Marceaux Pivert (fundador en México del IFAL), al poeta francés Benjamin Peret, al ex comunista italiano Paul Chevalier (Leo Valiani), al escritor polaco Jean Malaquais (Vladimir Malacki), al alemán Gustav Regler, entre otros, Serge dio vida a Socialismo y Libertad, METAPOLÍTICA
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SOCIEDAD SECRETA l CLAUDIO ALBERTANI un grupo extremadamente interesante —aunque casi desconocido— animado por el deseo de reconstruir un gran movimiento socialista internacionalista, más allá de las antiguas divisiones entre anarquistas, socialistas y comunistas. Socialismo y Libertad publicó dos revistas de gran calidad teórica que abordaron la cuestión del totalitarismo sin caer, como lo hicieron otros, en la propaganda pronorteamericana y logrando cierta proyección continental e incluso europea: Análisis primero y Mundo después. El proyecto no prosperó, ya que fue sistemáticamente boicoteado por el grueso de la izquierda mexicana que, avasallada a las directivas de Moscú, no podía aceptar ninguna crítica al régimen de Stalin. Manipulados tras bambalinas por agentes soviéticos (ente los cuales destacaban intelectuales de renombre como Otto Katz, Leo Zuckermann —no confundir con el hijo, del mismo nombre y apellido, que es un periodista de segura fe neoliberal—, Paul Merker, Anna Seghers, Ludwig Renn y Vittorio Vidali), el Partido Comunista Mexicano y el periódico El Popular dirigido por Vicente Lombardo Toledano, emprendieron una campaña que miraba a la expulsión de Serge y sus compañeros bajo la acusación, evidentemente estrafalaria, de ser agentes del nazismo en México. El primero de abril de 1943, Serge escapó a un intento de asesinato cuando, al grito de “muera la quinta columna”, un centenar de estalinistas armados con puñales, matracas y pistolas asaltaron el local del Centro Cultural Ibero Mexicano donde iba a dictar una conferencia. Aun cuando no logró su objetivo principal, la campaña sí contribuyó al aislamiento del grupo. Serge tuvo muy pocos amigos en México. El más cercano fue Fritz Fraenkel, un psicoanalista austriaco, que había organizado en España el servicio sanitario de
las Brigadas Internacionales, volviéndose después un enemigo mortal del PC totalitario. Casi desconocido, este personaje ejerció una influencia profunda sobre Serge en los últimos años de su vida, empujándolo a estudiar la compleja relación entre socialismo y psicología que nuestro autor plasmaría en un texto del mismo título publicado en la revista Mundo. Entre los mexicanos habría que mencionar a Octavio Paz —quien lo cita a menudo en sus libros, siempre con una gran admiración, dándole el crédito de haberle abierto los ojos sobre el estalinismo—, pero la única persona con que entabló una auténtica amistad fue Ramón Denegri, antiguo magonista, amigo de Chicherín (el primer y legendario Secretario de Relaciones Exteriores de la URSS) y ex embajador de México ante la República Española. Denegri era un hombre de la revolución mexicana muy cercano a Cárdenas y a Mújica que había sido testigo de las maniobras de Stalin en la península ibérica, y mantenía una posición sumamente crítica con respecto al socialismo soviético. Serge murió el 17 de noviembre de 1947, en un taxi, solo; en el bolsillo traía un poema que no alcanzó a entregar a Vlady. Ataque cardiaco, según el reporte médico. ¿Envenenamiento? Probablemente no, ya que padecía del corazón, pero subsisten muchas dudas. No hubo autopsia y nunca se sabrá la verdad. Sea como fuere, a los pocos días, Ramón Denegri convocó a Vlady para decirle estas terribles palabras que todavía le pesan en el corazón: “Usted tiene que saber que a su padre lo mataron…” (Entrevista con Vlady, 2005). Victor Serge, escritor francés, belga de nacimiento, ruso de corazón, ciudadano del mundo por opción, descansa en el Panteón Español de la Ciudad de México. Su legado se eleva más allá de las nubes que oscurecen nuestro tiempo. Q
REFERENCIAS Albertani, C. (2005), Entrevista con Vlady, Cuernavaca, 17 de febrero. Pascal, P. (1982), Mon Journal de Russie, tomo III: Mon état d’ame Lausana, Ediciones L’Age d’Homme. Serge, V. (1938), “La Pensée Anarchiste”, Le Crapouillot, París, (número especial dedicado al anarquismo, coordinado por Victor Serge, Alexandre Croix y Jean Bernier), enero.
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Serge, V. (1947), “Treinta años después de la Revolución Rusa”, Révolution Proletarienne, núm. 309, París, noviembre. Serge, V. (1980), Les Révolutionnaires, París, Seuil. Serge, V. (1985), Carnets, Actes Sud. Serge, V. (2002), Memorias de mundos desparecidos, 1901-1941, México, Siglo XXI.
POETAS BRASILEÑOS:
DE LA
internet A LA imprenta Y VICEVERSA* Jair Cortés (Selección, traducción y nota)**
V
ertiginoso, es el adjetivo que define con certeza el tiempo que nos tocó presenciar: tiempo de cambios en los modos y canales de difusión de la obra artística y, en concreto, del poema. La internet revolucionó y multiplicó infinitamente las posibi*Nota: Me decido a mostrar aquí sólo las versiones en español; desearía que los lectores interesados encontraran éstos y más poemas, así como otros textos en portugués en los siguientes sitios, como una manera de establecer ese vínculo que va de lo impreso a lo virtual y a la inversa, tal y como sucedió en una primera parte de este proceso. Papel de Rascunho: www.papelderascunho.wordpress.com; Angélica Freitas nació en Pelotas en 1973. Escribe en “Tome uma xícara de chá” (http://loop.blogspot.com/); Daniela Ramos nació en Alegrete-RS en 1973. Garabatea en Caderno V (http://cadernocinco. blogger.com.br/); Pablo Araujo nació en Río de Janeiro en 1981. Se encuentra en fatal callejón sin salida: http://fatalbecosimsaida.blogspot.com); Thiago Ponce nació en Río de Janeiro en 1986. Publica sus escritos en www.thiagoponce.blogspot.com. ** Calpulalpan, Tlaxcala (1977). Poeta y traductor. Por su poemario Caza obtuvo el Premio Nacional de Literatura Efraín Huerta 2006.
lidades de nuevos lectores y destinos antes totalmente impensables para la idea de “promoción y distribución” de un texto literario. Ahora la aparición del blog ha eliminado casi por completo la figura del “editor” para dar paso al autor/editor que tiene a su cargo la responsabilidad total no sólo de la “publicación” en línea de su obra, sino del formato y el modelo de la página en la que ésta habrá de presentarse ante el cibernauta. También queda claro que no hay desplazamientos, sino pluralidad de posibilidades: la computadora no desplazó a la máquina de escribir, y ésta no desplazó a la pluma; hablamos de una “convivencia” de medios manuales, eléctricos y electrónicos, tal como hay una convivencia de formas de gobierno, de corrientes de pensamiento y, lamentable, de pobreza y riqueza en las formas de vida de toda sociedad contemporánea. La globalización no es tal porque simple y sencillamente no hay una homogeneización de las clases sociales. Hablamos de zonas o grados de globalización en un país como México, por METAPOLÍTICA
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SOCIEDAD SECRETA l JAIR CORTÉS ejemplo, en donde coexisten la alta marginación de las áreas rurales con la moderna vida citadina. Por otro lado la internet aparece ante nosotros como una señal que separa a una generación de otra. Nuevos autores florecen en la escena de la escritura y de la publicación de su obra, e irremediablemente se alejan de sus antecesores no por propuestas estéticas distintas, sino por los medios de difusión que utilizan. Estos autores provienen de diversas partes del mundo, se relacionan por encontrar en la creación de blogs una zona de debate, de publicación, de reflexión, que atrae cada vez más lectores y que funciona como una comunidad dentro de la aldea global. Partiendo de este punto presento algunos poemas de cuatro poetas jóvenes brasileños que han visto la luz, en un primer momento, en el blog www.papelderascunho.wordpress.com, y que, en una segunda instancia, algunos de ellos fueron recopilados en una plaquete impresa en Sao Paulo, Brasil, en el 2006: Poetas Jovens (No papel de rascunho), coordinada por la poeta Virna Teixeira, creadora, a su vez, del blog que menciono. Ella nos dice que estos poetas se reúnen “no por la proximidad geográfica, sino por la virtual”. Hay ciertas características que los acercan (además de las relacionadas con los medios electrónicos): el uso de un discurso multireferencial que se alimenta de otros idiomas (casi siempre el inglés o el francés) y de múltiples rasgos pertenecientes a culturas aparentemente lejanas a la de Brasil. Heredan de las vanguardias la supresión de los signos de puntuación y la alteración de la sintaxis, así como ciertos desplazamientos visuales, sin que esto signifique una conciencia por continuar el concretismo brasileño. Cosmopolitas, autores jóvenes que quieren comunicar su experiencia poética in situ. La poesía, lo sabemos desde siempre, echa raíces en cualquier tiempo y de cualquier forma. ANGÉLICA FREITAS LOVE ME tú en el bar de un hotel de quinta en parís oyendo polnareff con un daiquirí en la mano en la mesa una gerbera da un último suspiro, las cortinas de terciopelo ya eran, un garcon llama tu atención. tú METAPOLÍTICA
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perdida je suis fou de vous él ofrece otro trago y sonríe, tú piensas aquí no en cancún él se pregunta cuanto tiempo dura un garcon cinco euros, él enciende un gitanes que entonces vas a fumar distraída, como las de las clase alta de 500 holly golightlys. DANIELA RAMOS Browny Bunny: professional Motorcycle Racer Bud Clay heads from New Hampshire to California to race again. Along the way he meets some girls. corriendo corriendo recuerda el cielo no más aquel que veía el reloj otro (“es otro el dolor que duele”), él el que muere cada cinco años: marrón. Bud Clay perdió mas no su postura no fue la correcta mirando por la puerta y no corriendo en el momento necesario después se arrepintió (mucho) buscaba a daisy Why do you have to drink and take drugs? Mas encontraba violetas Espina dorsal sumergida en un líquido blanco y transparente. Blanca también es la pared, por detrás de todo.
DE LA INTERNET A LA IMPRENTA Y VICEVERSA l SOCIEDAD SECRETA
PABLO ARAUJO
THIAGO PONCE
cada poro —libro ancestral— del núcleo a la superficie del planeta contra nuestros globos oculares.
TODAVÍA perfume afianzando excepto soplo esbozado en la ventana la bella muchacha crecida de centelleante en días que no pasaron tonos de plumas cargadas por sonidos escribieron de la arena las curvas más veloces letras más capaces de aquellas trenzas siquiera arrugas gestos puertas siquiera fibras de resentimiento cerraron. Q
continentes girasoles océanos iguanas trabajan la sinfonía de magmas abisales, objetos desconocidos arrojados por un distante navegante, del cual nunca sabremos el nombre. entonces juegos y trampas lagrimales: circunavegación abrupta orquestar halcón acantilado rojo pubis en cuanto el inmenso eje de las estaciones y ciudades —repaginando cielo por cielo— no sabrá de la pintura de silicio bajo la piel como último olvido intencional. hace mucho la misma partitura al golpe de los siglos y cópulas, sin naipe ninguna de la primera tempestad —clave de cromosomas— que se abre y cierra entre nuestras embarcaciones. silencio enemigo en la órbita fiel a todos los puntos cardinales.
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Tres palabras. NOTAS ALREDEDOR DE LA POESÍA Luis Jorge Boone* PAUSAS
“Poetry makes nothing happen” (W. H. Auden): la poesía hace que la nada suceda. Que tenga cuerpo, que se muestre —esa nada que nos sostiene y da forma, igual que el aire sostiene el vuelo de las aves—. No detiene su desplazamiento la mezcla gaseosa de la atmósfera: lo posibilita. La nada no nos cancela: confiere realidad a nuestra existencia, la dota de perspectiva para mirarse. La nada refleja ese algo que somos. Metáfora del acto creativo: un hombre enciende una vela en una habitación en tinieblas y la débil luz de la llama no alcanza a iluminar el lugar donde se encuentra. La estrecha claridad es un reducto de conocimiento que vuelve sólida la noche reinante. La luz no vence a la oscuridad: le da límites que evidencian su ser invencible. Lo que no sabemos es mucho más de lo que nun* Monclova, 1977. Contemplando el desierto se preguntó: “Si un árbol cae y nadie lo escucha,/ ¿cae realmente?” En el 2007 obtuvo el Premio Nacional de Poesía Elías Nandino. Es autor de Galería de armas rotas (FETA, 2004). Correo electrónico: ljboone@hotmail.com METAPOLÍTICA
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ca llegaremos a conocer. Cada vez que conquistamos un ápice de esa zona de incertidumbre comprobamos nuestra desventaja, nuestra ciega condición humana. Light makes darkness happen. Word makes silence happen. “Happen” equivalente a suceder, ocurrir, tomar lugar, y sugiere en la frase de Auden que cargamos a la ausencia de significado. Sucede entonces que ésta se vuelve material, toma el lugar que el algo de la poesía deja a su nada.
LUZ
La oscuridad es falta de luz, ¿o es la luz ausencia de oscuridad? El frío es falta de calor, ¿o es el calor ausencia de frío? El silencio es el estado natural del universo: estuvo aquí antes de la humanidad y permanecerá después de que ésta se haya extinguido. Al emprender la escritura de un poema, el poeta norteamericano John Ashbery recrea en pequeña escala la irrupción de la voz de la conciencia humana en el
TRES PALABRAS l SOCIEDAD SECRETA
concierto universal. Sus textos —asaltos de la voluntad expresiva, irrupciones que la corriente de pensamiento protagoniza sobre la hoja en blanco— no empiezan ni terminan: brotan, para suspenderse enseguida. Sin límites claros ni estructuras razonadas, Ashbery no interrumpe su vida para escribir: aprovecha las interrupciones en su escritura para vivir. El torrente de la voz lírica podría registrarse a sí misma eternamente, pero hay treguas en su escritura (o la descripción que de ella se hace sobre el papel). Estos lapsos definen la parte visible de los poemas, un simulacro de su duración. El caos de la corriente de pensamiento es, sin embargo, más inagotable que eso. El antimétodo ashberyano coincide con Valéry: la escritura no se concluye, se abandona (aún más: no principia, se restablece). Brota del silencio que la encubre y la genera, para volver a él; emerge, y desaparece en su profundidad. Como un zigzagueante delfín retando los límites del mar que sustenta una larga migración, un solo movimiento vital e incesante.
PÉRDIDAS
“Un poema no es lo que el poeta se propuso ni lo que el lector concibe, ni su función queda por completo restringida a lo que el autor se proponía o a lo que realmente cumple cerca de los lectores” (T. S. Eliot). Siempre hay algo más: algo que no está estipulado pero aparece, algo no dicho que se comprende. Uno no se escribe los poemas que quiere, sino los que puede. Esa pérdida es la porosidad de la piedra del poema que permite que la existencia del otro trasmine en su corpus permitiendo, como el mineral ligero, que el agua —la mirada— tome forma en sus silencios. Si el poeta secuestra el poema para sí, para retratarse fielmente, sin riesgo de deformaciones (mutilándolo de
la posibilidad de la recreación), la escritura se vuelve una exclamación. Pierde su condición de objeto plural para reducirse a un monólogo autista, a descripción del espejo (que es uno) y no de la imagen (distinta siempre). El poeta no se muestra en el poema: se oculta en él. Su singularidad produce el poema, pero no lo esclaviza; le permite germinar, liberándolo de lastres que impidan el despliegue de sus frondas. El poeta entiende que el poema sólo fue suyo mientras lo escribía, y que después será de aquel que sorprenda en él su propia imagen, de quien pueda habitarlo, de quien lo necesite. La existencia del poema sucede a medio camino entre el autor y el lector. En ese espacio donde ambos son modificados por el otro, esa área de contacto que conforman las palabras y las ausencias, lo que el poema calla y dice. Circundar sin nombrar. Cortejar. La materia última de la que está hecha la poesía es inasible. Inaudible. Inenarrable. El poema acecha; transita alrededor del centro de las cosas sin tocarlo. A veces nombra directamente, pero sucede que la mercurial naturaleza de la poesía se sustrae del encuentro. Cuando llegan al blanco las flechas del poeta, el núcleo está ya en otro lugar. Siempre lo estuvo. Lo innombrable es la belleza, ese armónico instante que no puede ser definido. “La interrogación no tiene respuesta, o mejor dicho, es su propia respuesta” dice Jean-Paul Sartre. La pregunta es el motor de la búsqueda, y el movimiento que genera es su respuesta. Y, ¿qué es la poesía después de todo? Presiento que aquellos que se han sentido tentados a responder han terminado escribiéndola (invocándola), reconociendo en cada poema la revelación del mundo, la definición personal e incomunicable de la poesía. Es decir, de la belleza. Q
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EL RUIDO QUE ENTORPECE
Luz silenciosa Laia Jufresa* Desgraciadamente, hoy en día, la mayor parte de la gente cree que las películas se escriben solitas. Carlos Cuarón
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unca entendí de ópera. Lo intenté. Lo intenté desde la primera vez que mi abuela me llevó a Bellas Artes a ver La Traviata, y dejé de intentarlo cuando en la prepa me llevaron a ver no sé qué puesta donde, en pleno clímax amoroso de la historia, él cantaba un muy profundo “je t´aime”, al que ella respondía con un muy agudo “je t´adore”; cada uno vuelto hacia un lado distinto del escenario. Los personajes, claro, se amaban y adoraban. Los cantantes, además, cantaban muy bien. El problema era que nin*Ciudad de México, 1983. De niña quería ser bióloga marina. Actualmente, sin tanques de oxígeno, bucea por los mares de la literatura. http://desokupados.blogspot.com/ METAPOLÍTICA
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guna pareja de enamorados se habla así. Más allá de la incongruencia del diálogo (contestar un “yo te adoro” en vez de un “y yo a ti”), ¡los amantes miraban hacia lados opuestos! No estaban actuando. A nadie le importaba, porque no eran actores, eran cantantes, y muy buenos cantantes. Ese día encontré el argumento para no acompañar nunca más a mi abuela: no me digan que la ópera es el arte total, si la gente en escena no hace un mínimo esfuerzo de credibilidad dramática. Ella siempre me contestó con un “tú te lo pierdes”. Y muy probablemente, como suele, mi abuela tendría razón. Ayer fui a ver Luz Silenciosa, la tercera película de Carlos Reygadas. No me había gustado Japón y había desistido de ver Batalla en el Cielo porque meses antes de que saliera en cines leí el guión y lo encontré malísimo. Fui a ver Luz Silenciosa únicamente porque Pablo Soler Frost, al que estimo profundamente, escribió en el blog de Letras Libres un elogio que me inyectó una buena dosis de curiosidad. Respeto el texto de Pablo como respeto todo en él, pero no concuerdo.
EL RUIDO QUE ENTORPECE LUZ SILENCIOSA l SOCIEDAD SECRETA
Es muy probable que mi emotividad esté agringada, que mi entendimiento no abarque las sutilezas del cine de arte, que mi ojo cinematográfico carezca de comparativos estéticos o que, en adelante, se me tache de insensible. Pero a mí no me parece que Luz Silenciosa sea la obra maestra que se dice. Hablemos primero de lo innegable, de lo que no está a discusión: el trabajo de la imagen. La fotografía de Luz Silenciosa es contundente. El trabajo de Alexis Zabé merece los premios y el chapeau. Desde mi butaca anónima celebro con bombo su belleza inusual e inagotable. A esta película podríamos detenerla casi en cualquier escena, y la escena sería hermosa. Detenerse, efectivamente, es algo que Reygadas hace bien. Filma con pausa. Pero, más allá de si mi paciencia está o no echada a perder por Hollywood, hay también que decir que alargar los planos no necesariamente beneficia a la historia. No necesariamente le dimensiona la trama ni le profundiza el carácter. No es suficiente que una película sea bella; yo a una película le pido una historia. O, cuando menos, personajes. Dijo Alfonso Cuarón en defensa de Reygadas: “Algunos periodistas están sobre-narrativizados o son huevones”. Yo no soy periodista, aunque probablemente huevona sí. Lo que es seguro es que estoy sobre-narrativizada, y que no puedo dejar de pedirle a una película —a una película que se ofrece como una ficción— que narre. El guión de Luz Silenciosa se colgó de la belleza de la fotografía; no le encuentro casi ningún punto defendible, excepto quizás el final. No voy a contar el final porque podré ser huevona pero no soy una aguafiestas. El final es un buen final de cuento, para una novela demasiado larga. Cuando el personaje de Carmen canta “Si je t´aime, prends garde à toi!”, no hay más que añadir. La frase está cargada. El guión —perdónenme mi abuela y los puristas: ignoro cómo se llaman los guiones de las óperas— está logrado. Ningún diálogo en Luz Silenciosa, como tampoco en la ópera aquella cuyo título he olvidado, es tan redondo. Si en la comunidad de menonitas donde filmó Reygadas, se hablara español y hubiéramos oído —con el mismo tono acartonado del actor que no lo es— algunas de las frases que espeta, por ejemplo, el padre del personaje principal, quizás la crítica hubiera dudado unos segundos antes de declarar a la “obra maestra” libre de lugar común. ¿Cómo puedo decir “lugar común” al hablar de una película completamente innovadora en cuanto al lugar
en donde ocurre? Porque estoy hablando, atención, del guión, de la estructura narrativa, de los diálogos. Y los diálogos juegan un papel primordial en el otro gran error de esta cinta: la construcción de personajes. ¿Qué podemos decir de los personajes de Luz Silenciosa? Que son menonitas. ¿Qué más? ¿Algún tic, preferencia, rasgo alguno de personalidad? No. (Pero no seas insensible, no son actores, son, bueno, menonitas…) Hay que decir que los tres actores principales —no podría llamarlos de otro modo, si están en una película de ficción, representando a alguien, están actuando y por ende, a partir de ese momento son actores— alcanzan, a diferencia de todos los otros, algunos elogiables momentos de dramatismo. Es una lástima, creo, que los personajes no estuvieran a la altura de sus actuaciones. Los personajes son planos: todos miran sus destinos pasar o doblegándose, o casi sin fruncir. Para una película que pretende tratar el dolor que conlleva salirse de la estricta norma moral según la cual se vive, me resulta incongruente. O melodramático: está el dolor en su máxima expresión (el llanto tan bien actuado), mas no en sus sutilezas diarias, en las palabras involuntarias que arranca todo rencor, en, una vez más, los diálogos. La palabra “dolor” se dice muchas veces, sí, pero no se trata de eso la buena construcción de diálogos. Podrá decírseme que es una película sobre la “contención”. No estoy de acuerdo; me parece que la tensión que requería la trama no se alcanza, no flota, está forzada por largos silencios, planos eternizados y eventuales explosiones dignamente actuadas. Y que cuando las frases llegan son explicativas y antinaturales. O quizás yo no entendí nada porque no sé de menonitas y de cómo ellos —aun los que están justamente rompiendo su propia ética estricta— nunca explotan frente a otro; de cómo comunican —todos— con una claridad y una sencillez y una honestidad dignas de un terapeuta. Pero time lapse, pausa: no quisiera hacer una crítica infructífera y rotunda. Elijo no recurrir a la ironía. Repito que a esta película le celebro la belleza visual, la labor cuasi antropológica y así también el gran trabajo de equipo que implica llevar a término un largometraje. Pero no entiendo —no entiendo— cómo puede todo eso equivaler a decir que Luz Silenciosa es una obra maestra. Es mucho, pero no es suficiente: el guión falla. Si bien no hay comparación entre este trabajo y los sobrecargados copy-and-paste de un Arriaga, tampoco creo que podamos —y aceptémoslo, lo hacemos porque METAPOLÍTICA
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SOCIEDAD SECRETA l LAIA JUFRESA visualmente la película es intachable, y porque no entendemos ni media palabra del idioma plautdietsch— afirmar que los diálogos cuajan. No debiéramos pasar esto por alto. ¿Por qué tanta insistencia de mi parte?, ¿por qué no celebrar la película y basta?, ¿estoy jugando el sucio rol del periodista huevón?, ¿diría mi abuela que soy yo la que se está perdiendo de algo genial? Espero que no. Creo que no. Lo que quisiera señalar, lo que de verdad lamento, es que el cine mexicano sigue adoleciendo su carencia más profunda: la de un personaje central para el arte del cine, la del buen guionista. No estimo pretenciosa la película por su ritmo, ni por su lenguaje peculiar, ni por su escenografía. Todas éstas, por el contrario, me parecen ambiciones sanas y bien logradas. La encuentro pretenciosa en un solo renglón, el mismo renglón en el que me resultó insoportable aquella ópera: prescinde de un elemento clave y no lo acepta. La ópera prescindía de la actuación, esta película prescinde de guión. Y no lo acepta. Se regodea en su belleza, en su idioma extraño, en su mirada. La mirada de Reygadas es peculiar (goza de “un certain regard”, nombre de un festival donde seguramente fue o será celebrada), pero sus guiones se pretenden sutiles, cuando son sosos. En Luz Silenciosa la escasez de parlamentos no logra crear un mundo autónomo, autótrofo (que se nutriera de sus propios silencios), como sí se logra, por ejemplo, y majestuosamente, en Tuvalu (1999), de Veit Herlmer. Aquí la fragilidad de los diálogos más bien abre un hue-
co, un vacío de personajes que sólo puede llenar un espectador generoso. Y luego, cuando ya va acoplándose el público a ese mundo callado, aparece una frase melodramática, un llanto cargado, un cliché de telenovela: el dolor parafraseado. Para una película con ese final, que no me digan que el valor de su guión está en la contemplación o en el aspecto documental. No es verdad, la película se da como una ficción. Y en materia de ficción cojea. El reloj es la clave en Luz Silenciosa, y es una clave muy burda. Al igual que la última frase de Marianne: “Detener el tiempo es lo único que no podemos hacer”. Detener el tiempo es, creo, lo único que la película —como así también su “historia”— pretendía. No está, en mi opinión, logrado más allá de lo que dije ya: detén la imagen y habrá algo bello. Congela en cambio una de sus frases, intenta desentrañar qué personaje yace detrás del llanto o detrás de la sonrisa —¡tan natural y poco actuada!— de alguno de los niños, y no habrá casi nada. Habrá una cámara bien colocada y una iluminación perfecta. Más allá sólo una mirada externa y artificial: la mirada de todo el que no es menonita, asomándose, asombrándose. Pero eso último no es un logro de la película, es algo que los espectadores le colocamos. El mundo menonita podrá tener mucho de interesante, pero esta película no pretendía meramente retratarlo, y en eso se queda. Bella, sí, pero meramente. Y ese vacío de guión es, en mi opinión, el ruidito que entorpece la por demás placentera melodía de Luz Silenciosa. Q
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SOBRE LA LUZ DEL
cinematógrafo Jorge Antonio Pérez Escamilla*
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l planteamiento de Luz Silenciosa no se centra en el artificio como recurso artístico, sino en la metaforización. A diferencia de Japón o Batalla en el cielo, las dos primeras películas de Carlos Reygadas, en esta no hay tiempos muertos, ni una necesidad de recordarle al espectador que lo que está viendo es una película, un artificio. Paradójicamente, me parece es más cinematográfico el manejo y la construcción de la acción. La cámara modifica y en algún sentido deja fluir a los personajes. Los acompaña en sus tribulaciones. En el cine de Reygadas hay una influencia del cine de Kiarostami. Puede recordar un poco a la poesía que *Distrito Federal, 1980. Editor y director del Consejo Editorial e Investigación Literaria en La Cipra Editorial. Autor del poemario Enterradores (Verco Destierro/Atemporia, 2008). Miembro del grupo Teatro Ojo (www.teatroojo.blogspot.com).
hay en En dónde está la casa de mi amigo, El viento nos llevará, donde la mirada se conmueve en el encuentro del hombre ante su entorno abierto y sus propias dificultades. La misma Ten con sus planos cerrados enfocando únicamente a los actores, concentrándose en sus vidas y sus percepciones de éstas. Lo que me parece importante en relación a Kiarostami, además de sus planos y secuencias largas, de sus diálogos escuetos, es el establecimiento en paralelo de sus procesos de producción. Esto en un sentido amplio: generación de historia, financiamiento, referentes artísticos y conceptuales, modos de operación, vaya, incluso el crew de producción. Me parece no sólo sano, sino necesario el ejercicio. Esto no puede ser ajeno al punto donde se originan las imágenes. Hay reproches sobre el guión, sobre lo “redonda” que es o que no es la historia, pero, en este caso en particular, me parece que es más importante METAPOLÍTICA
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SOCIEDAD SECRETA l JORGE ANTONIO PÉREZ ESCAMILLA la visión del cineasta que la del escritor. La historia, su reflexión, pasa por la mirada, la imagen y la generación de perspectivas, más que por la efectividad de la fábula. El modo en que cierra la película da cuenta de ello. En ese sentido, no es sobre el dolor ni sobre la contención. Va hacia la necesidad de comprender, de entender y de liberar. Para ese cometido, y creo lo deja claro, le estorban e interfieren las historias cerradas y su rigidez. No va en busca de expiación ni perdón: junto con sus personajes va en busca de la comprensión. En la cinta defiende esa visión. Me parece que se trata de un trabajo mucho más maduro que los que le preceden. A veces lo que falta en la poesía es que quien la escribe no piensa poéticamente. No piensa en poesía, y se trata, cuando se escribe, no de un género, sino de una forma de pensamiento, de un espacio de pensamiento. Reygadas hace un tanto de eso con esta película. Hace al cine un espacio de reflexión que no se concentra en la catarsis, sino en la necesidad de acompañar un pensamiento, una situación, una emoción. Las opiniones sobre la cinta son tan encontradas que recuerdo mi propia experiencia con el último Hamlet que montara Juan José Gurrola en el teatro Carlos Lazo. Lo vi y en su momento me pareció una aberración. Un Daniel Giménez Cacho encarnando a Hamlet como una especie de travesti-superactor-salvadordelaescenahistérico-cocainómano. Una Nora Manec muy incómoda en su papel de Gertrudis. Rogelio Guerra como si estuviera en una pastorela. Una escenografía increí-
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blemente recargada y de un anacronismo patético. Pero el punto no era eso. El trabajo de Gurrola, o el mérito de esa obra, no pasaba por el gusto. Gurrola, como siempre, estaba en otro lado. Al final su dispositivo era una lectura dura y personal de lo que Hamlet implicaba para el teatro en ese momento del teatro mexicano, y del teatro en general. Desde ahí, su Hamlet pornográfico, excesivo y decadente, de cuatro horas de duración, con un costo de producción de alrededor de 3 millones de pesos, cobraba sentido. Por lo menos yo no podía dejar de pensar en su crítica asumiendo el cadáver de Polonio como perspectiva. No importaba si ese montaje me gustaba o no. Importaba su contundencia como aparato crítico de pensamiento. Con el que se podía dialogar. Desde ahí, más allá de sus seguidores, del Premio Nacional de Arte que debió o no aceptar, y del mismo Gurrola, era muy interesante. Contundente y pesado, lastimoso inclusive. Dolorosa su posición. El trabajo de Reygadas, más allá del gusto o no, me parece mucho más interesante, incluso importante, que la labor de sus tres famosos compadres y compatriotas, tanto en el contexto nacional y, más, en el contexto cinematográfico. Será también que hay personas a las que, como a mí, ya no interesan tanto las historias, ni las convincentes actuaciones. Que dentro del mundo literario preferimos la poesía sobre la narrativa. Es también un asunto de sensibilidades. Q
Luz silenciosa, PASO LENTO PERO SEGURO Karla Olvera* Ella, es como una flor que se abre a mi lado, siempre. Imaginé que una vez me ofrecía un tazón con leche. Shinkichi Takahashi
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o fue sólo un tazón, fueron jarras de peltre llenas de leche bronca las que ella le sirvió en el desayuno todas las mañanas. Platos de corn flakes con leche recién ordeñada cuando los gallos cantaban y el sol comenzaba a salir. Además le dio hijos y un amor discreto. Le fabricó jabón para que se bañara (uno que él adoraba porque a nadie le quedaba el jabón como a Esther). La película se abre cuadro in crescendo con un sublime amanecer, mientras Johan, Esther y sus hijos desayunan. La luz todo lo aclara y cuando ésta sale, resulta más difícil ocultar el dolor. El estoico Johan no puede más y le da rienda suelta a su sufrimiento en un caudal de lágrimas desesperadas y profundamente humanas. Luz silenciosa es una historia de introspección centrada en la lucha interna de un Johan casado que tiene una amante que lo hace descubrir los senderos más abrasivos del amor: los de la pasión. Marianne dista mucho de ser una femme fatale; es, por el contrario, una mujer bondadosa que se obliga a ser prudente y que sacrifica sus insaciables ganas de estar con Johan para no hacer sufrir a su familia. Todos los personajes pertenecen a la comunidad menonita y son por ende creyentes. * Pachuca, 1981. Su verdadero nombre es Karlatone. Para mayores informes, visite: //karlatone.vientopin.com.mx
Esa misma fe es la que arrastra tanto a Johan como a Marianne a los peores tormentos morales. Esther da la impresión de ser cada vez más pura, más víctima, más mártir durante el desarrollo de la película. Otro aspecto remarcable en esta cinta es el tratamiento del erotismo, muy a la manera de Pascale Ferran en Lady Chatterley (2006). Las escenas íntimas están provistas de un naturalismo hermoso en el que la luz juega un papel primordial. Vemos las gotas de sudor en la exquisita Marianne, las enrojecidas y redondas mejillas del blanquísimo Johan reproducir el color de las explosiones dentro de su pecho. Después del acto amoroso, tiene lugar uno de los primeros planos más bellos de toda la película: Johan, en absoluto trance de erotismo melancólico, entre embelesado y devastado. La luz es ese testigo discreto que a lo largo de la película todo lo revela y lo pone en bandeja de plata para ser contemplado. Los tempos, muy a lo Bergman, tienden a ser largos, aunados a imágenes muy limpias e intentando generar en el espectador tiempos de reflexión. En esta película la mayor parte de la acción no se da al exterior sino al interior de los personajes. El final, por otro lado, es un guiño al realismo mágico. Claro que hay historia y claro que hay narrativa. Si tuviéramos que convertir esta película en literatura, estaría narrada con la técnica del monólogo interior, lo cual posiblemente generaría que algunos lectores leyeran 40 páginas y sintieran que “no avanzan”, tal como le sucedió a Laia cuando miró esta película en la que las trayectorias de los personajes tienen rumbo a sí mismos. Luz silenciosa es una de las más hermosas películas que el cine mexicano ha producido y merece sin lugar a dudas ser vista. Q METAPOLÍTICA
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UNA TEMPORADA FLOTANTE
EL ALA DE LA
imbecilidad Luigi Amara* TITIRITERO DE SÍ MISMO
REVERSO BÍBLICO
a marioneta, las riendas del carruaje, la idea misma de trama, en cuanto metáforas sobre la conducción de la vida y el destino, son imágenes que al menos nos dan la satisfacción de sentir que contribuimos activamente a enredar la maraña.
Ahora el mundo parece empeñado en excavar una inmensa Letrina de Babel.
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EL PASO SIGUIENTE
FRAGILIDAD HUMANA
Aun en el infierno, resistiendo los peores tormentos, una basurita en el ojo puede bastar para torturarnos y mostrar nuestra fragilidad.
La convicción de que todo ya ha sucedido y que sin embargo todo puede suceder en cualquier momento. Un temblor que tal vez han sentido todos los hombres en todas las épocas, como si el presente fuera el borde de un desfiladero. Y uno estira el pie para dar el paso siguiente con total desvergüenza, como si nada.
Las convicciones se parecen al limo de las aguas quietas. No dejan pasar la luz.
LA OTRA COLUMNA VERTICAL
ESTAR EN LO MÁS ALTO
Una sensación de vacío a lo largo del esófago que nos recuerda de golpe que estamos de pie gracias a un hueco vertical.
Hay para quienes la voluntad de ascender se asemeja a cumplir el propósito de las ramas más altas de los árboles: en compensación, ofrecen a los que los elevan sombra y sosiego.
* Ciudad de México, 1971. Poeta, ensayista y editor. Tal vez escriba y lea porque esas son dos de las actividades más asequibles que permiten estar con uno mismo. Otra, más elemental, según dice un aforismo de Luigi, es el tedio, “un columpio exasperante cuya sombra se parece a la guillotina”. http://www.tumbona.blogspot.com METAPOLÍTICA
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CEGUERA Y FATUIDAD
NO PERDER EL ESTILO
Aun si hemos de hundirnos en el fango hay que hacerlo con estilo. La cloaca puede ser el reverso del pedestal.
EL ALA DE LA IMBECILIDAD l SOCIEDAD SECRETA NUEVO DARWINISMO
INSTANTÁNEA DE LA PROVOCACIÓN
La lucha por la existencia parece resumirse, en nuestro tiempo, a una adaptación a la vulgaridad.
La gota que derrama el vaso tiene muchas veces la forma de un escupitajo.
EL ATRACTIVO DEL SILENCIO
EQUILIBRIO SOCIAL
Una persona que calla se beneficia al menos del atractivo de la esfinge.
El desencanto de los imbéciles es siempre un alivio para los demás.
RESISTENCIA A LOS DESAFÍOS
CONSUELO EN EL VACÍO
Si no tuviéramos en tan baja consideración a la humanidad, interpretaríamos la estupidez como un desafío.
A fin de cuentas siempre queda el alivio de desaparecer. Apostar por ese momento en que los otros notarán la ausencia de un cuadro consabido en la pared, y el vacío se tornará deslumbrante.
SEGUNDAS OPORTUNIDADES
Toda estupidez que no desacreditamos a su debido tiempo suele crecer en la sombra y buscar una nueva oportunidad.
LA RECIPROCIDAD DEL PRÓJIMO
También el otro, cuando roza tu hombro al pasar junto a ti, piensa: ¡bah, el vulgo!
EL INSTRUMENTO ÚLTIMO
La cuerda floja ha de ser elevada a la altura de un instrumento musical, acaso el más elemental y decisivo, el único que prescinde del sonido para aprovechar los matices de una sensación única: la expectativa. Fuga sobre el alambre, o tal vez, Rondó sin red para la cuerda floja. El instrumento último, el que permite que la idea de “ejecución” se cargue de todos sus significados. Q
EL ALA DE LA IMBECILIDAD
El roce del ala de la imbecilidad se diría que ha tomado la forma de un asedio. Aquel instante de amenaza solitaria y repentina se ha convertido en el fastidio de una parvada quizá demasiado escandalosa.
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LA SOMBRA DE LA
acción. pereza APUNTES SOBRE LA
Lobsang Castañeda* Después de la de conservarse, la primera y más poderosa pasión del hombre es la de no hacer nada. J. J. Rousseau
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s probable que la quietud domine la violencia del ímpetu. Tal vez el reposo, entrañablemente ardiente pero con el semblante parco, mantenga frente al entusiasmo un lugar preponderante, rector, que le permita apreciar la vastedad de sus terrenos. Las más de las veces, según lo constatan las enseñanzas de los mayores, parece mejor la templanza que el arrojo, la serenidad que la acción, la calma que la turbulencia. Más que al movi* Ecatepec, 1980. Ha sido becario en ensayo de la Fundación para las Letras Mexicanas. METAPOLÍTICA
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miento, estamos acostumbrados —y toda costumbre no es sino un evento que ha perdido su dinamismo— a resaltar la tranquilidad, el sosiego, sobre todo cuando aquél es titubeante, inestable o intermitente. En efecto, cuántas veces, en medio del bullicio citadino, no hemos fantaseado con un paraje agreste en el cual descansar sin presión ni quehaceres; cuántas veces, sumergidos en la muchedumbre, no hemos añorado las bondades irrevocables del silencio; cuántas veces, forzados a dar y a fabricar, no hemos anhelado percibir sin cortapisas, retribuciones o encargos. Parece, pues, como si la vida contemplativa, como si la vida, por decirlo así, receptivo-lectora, se opusiera a la vida activa y como si esta oposición le otorgara un valor preeminente e ilimitado. Parece como si la creación fuera hoy una excentricidad y el disfrute pasivo de lo existente la “maniobra” natural del acontecer cotidiano. Parece, en
LA SOMBRA DE LA ACCIÓN. APUNTES SOBRE LA PEREZA l SOCIEDAD SECRETA
suma, como si el propio mundo se empeñara en celebrar la hechizante y cautivadora displicencia del espíritu. Sin duda, la sentencia de Oblómov —“¡Dios mío! ¡Me estorba la vida, me la encuentro por todas partes!”—, otrora una congoja peculiar, resulta ya moneda corriente, y la opinión al respecto de Claudio Magris es la fiel descripción de un estadio franqueado por la humanidad: “en el precipitado atosigamiento de los afanes y agobios ocasionales, que quema cada instante con el fin de alcanzar algún objetivo que hay que superar y abandonar apenas alcanzado, no se tiene nunca la impresión de vivir la propia vida, sino sólo de destruirla continuamente para obtener algo distinto”. Así, al menos figuradamente, el ocio y la pigricia luchan por delegarse nuestra incipiente creatividad, por invadir nuestras rudimentarias facultades autorales. Pero no a la manera de aquella utopía comunista que Paul Lafargue —yerno suicida de Marx— describiera en El derecho a la pereza. Es decir: no como un remedio terminante contra “la locura que se ha apoderado de las clases obreras”; ni como un antídoto para contrarrestar la perversión del “amor al trabajo”, causa y explicación de toda degeneración intelectual y deformación orgánica del individuo; ni como una cura capaz de erradicar la doble alienación del trabajador —aniquilarse a sí mismo con el sobretrabajo y vegetar en la más prolongada de las abstinencias—, descendiente ella misma de una diligencia capitalista cuyo mayor problema no es encontrar productores y multiplicar sus esfuerzos, sino “descubrir consumidores, excitar sus apetitos y crearles necesidades ficticias”. No. La quietud a la que apelo no tiene nada que ver con una “restitución viril” del proletariado ni con una “misión histórica” que pudiera equilibrar la competencia entre el hombre y la máquina. No tiene nada que ver con aquellas palabras desencantadas y quejosas de Lafargue al final de su diatriba: “¡Oh Pereza, ten piedad de nuestra dilatada miseria! ¡Oh Pereza, madre de las artes y de las nobles virtudes, sé el bálsamo de las angustias humanas!” Empero, tampoco se refiere a lo que Georg Simmel denomina “lo absoluto de la vida que sólo reposa sobre sí mismo” y que se deja ver como la guía de toda evolución superior o como una suerte de motor inmóvil que posibilita la fuerza y velocidad de nuestras actividades ulteriores. Ciertamente, se trata de reparar en el poder hipnótico de la quietud, pero no para hacer de ella la rueda impulsora de “los mayores logros del espíritu humano” sino para reconocer su sedentarismo aniquilador, su capacidad de enervar las pujanzas inventivas. De esta
manera, la definición simmeliana de la pereza como “el único denominador que es común a todos los poderes históricos, que acompaña a cada uno como su éxito o su sombra, que por sí solo constituye la unidad, largamente buscada, del principio constructor y del destructor” sería, con relación a lo que me interesa poner de manifiesto, una definición inexacta, ya que una auténtica mansedumbre procuraría indicar no que “todo está por decirse”, sino que todo ya ha sido dicho, que sólo nos resta descifrar, leer, las especulaciones de un mundo interpretado ad nauseam, las monsergas de una realidad saturada de palabras. De hecho, lo verdaderamente imperante al hablar de la inmovilidad sería registrar la magnitud de una preferencia, de una decisión, de un gusto: justamente la preferencia, decisión o gusto por la lectura, por la receptividad pasiva, aunque vaya en detrimento de los furores de la acción. He ahí la apología. La lectura sosegada o, mejor dicho, el sosiego de la lectura, el “sentarse a leer tranquilamente”, configura toda una gama de peripecias confortables dispuestas a trascender los ámbitos de la operatividad. Parece más fácil (y más cómodo y más seductor y más seguro) recibir que dar, adentrarse en el mundo a partir del consumo antes que arriesgarse a contribuir con algo que, a final de cuentas, no resultará más que una paráfrasis textual, un ente deforme, una parodia, acaso menos rutilante, de un discurso precursor. La posibilidad de la pereza —y junto a ella toda la masa indiscriminada de información que la motiva— se hace vigente en todos y cada uno de los momentos de la actividad como un fantasma, como un espectro, como una sombra invencible que torna inútiles los procesos creativos. Parecida a una túnica que cubre y embota nuestras intenciones y proyectos, se presenta en sociedad como una velada defensa del desempleo capaz de sustituir nuestras esperanzas por quimeras imposibles de asir. Parecida a un infección viral que se propaga de manera incontrolable, la quietud oscurece los “beneficios” propios de la ejercitación. Por ello es preferible “quedarse en cama”, pero no, como opinaba Chesterton, para aprovechar el blanco lienzo que ofrece el techo y dibujar con la ayuda de un lápiz gigante o una escoba empapada de pintura. Por el contrario —y esto es precisamente lo que intento señalar—, la quietud, cuando es verdadera quietud, ausencia total de empresa, no acepta provecho alguno y rehúye toda clase de razón instrumental, incluso cuando ésta no es conducida a través de un utensilio o herramienta directa. O sea: no es que el homo contemMETAPOLÍTICA
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SOCIEDAD SECRETA l LOBSANG CASTAÑEDA plativus, apoyándose en sus propios recursos, sustituya al homo activus; no es que, rodeándose de letargo y parálisis, el perezoso absorba los nutrientes del ambiente para después utilizarlos como mejor le convenga. Más bien, lo que se pondera en la quietud es la suspensión de todo provecho y de toda instrucción, la dislocación definitiva de la relación medio-fin que, por lo demás, parece ser invulnerable en la mayoría de las épocas de la vida humana. La pereza no rechaza ni engulle ni reclama, pues todas estas funciones la lastimarían, la dejarían maltrecha. Aunque suene redundante, la pereza no hace nada, no aprehende ni cultiva, no espera ni amordaza. Su quididad —si se me permite emplear un término altamente filosófico— radica en su categórica inutilidad. Ella es nada en el sentido más tajante de la expresión. Quizá sólo una manera de “pasar el tiempo” siempre y cuando este “pasar” no dependa de una meta, propósito o motivo mensurable. Bajo el signo de la inacción las preguntas esenciales del hombre adquieren un cariz distinto. Lo menesteroso ya no es lo que podemos hacer sino por qué debemos seguir haciendo, para qué continuar inventando. Así, ¿de qué sirve crear si es evidente que nos encontramos en una era en donde bien podríamos arreglárnoslas sin hacerlo?, ¿para qué más cuadros, más sinfonías, más libros?, ¿no se presenta ahora todo impulso creativo como una necedad perentoria?, ¿para qué seguir escribiendo si está comprobado que podemos mantenernos ocupados el resto de nuestras vidas leyendo lo que otros han escrito? Yendo todavía más lejos: ¿cuál sería la pertinencia efectiva de un ensayo como éste si no hace
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falta, si no sirve para nada, si seguramente sus premisas ya fueron explotadas en algún ensayo anterior? Parece como si estuviéramos condenados a la repetición, a la falta de originalidad, y esto nos aproximara más que nunca al reposo, a la posibilidad de la expectación desinteresada. Parece como si lo único propio de nuestro tiempo fueran el disfrute irracional de lo(s) hecho(s), la negligencia de lo indiferente y la pérdida total de los objetivos. Parece, pues, como si la invención debiera estar de una vez y para siempre consciente de la fragilidad de su sustento. No tengo respuestas para las preguntas surgidas de las consideraciones anteriores. Es más: si tuviera que decir (o decidir) cuál es la finalidad de este texto no sabría qué contestar. Tal vez, agobiado por la coherencia interna que me exigen las ideas atisbadas en las líneas precedentes, declararía lo siguiente: un ensayo sobre la quietud, sobre la sombra de la acción sería contraproducente, ya que no puede haber correspondencia directa entre el tema y su descripción, entre el objeto de estudio y su método. Ciertamente, se puede hablar de la tristeza escribiendo de manera triste, de la alegría escribiendo de manera alegre, de la rabia escribiendo con furia y animadversión. De la quietud, en cambio, no se puede hablar si no es dejando de hablar, de hacer, de intentarlo. Por ello invito al lector a “no hacer nada” una vez terminada la lectura de estas líneas, a presenciar en todo su esplendor la inutilidad de la inventiva. Después de todo, el propio Dios se entregó a la pereza, a la ociosidad, al descanso luego de seis días de intenso trabajo. Q
LA DESMESURA DE LO
inhabitable Gabriela Aguileta UNA MANDARINA A PUNTO DE ESTALLAR, DEMASIADAS MANZANAS. PRIMER SALTO AL VACÍO
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i mandarina está a punto de estallar. La sostengo entre los dedos de una mano y recorro la superficie rugosa —puro gozo táctil— hasta que me topo con su ombligo; entonces descorcho el botón que conjura su espantoso secreto: el corazón de la mandarina está lleno de vacío. Horror. Miro ese desierto interior, hasta ese instante ausente del mundo. Me asomo justo antes del cataclismo del desgajamiento e inhalo el perfume de la respiración cítrica antes de su último aliento. Cierro los ojos y salto. Hay un poema conocido de Henri Michaux que plantea una operación singular: meterse en una manzana. La peripecia es descrita así: “Je mets une pomme sur ma table. Puis je me mets dans cette pomme. Quelle tranquillité!” Pierde mucha gracia decir: pongo una manzana en la mesa, luego me meto en la manzana y entonces encuentro una gran tranquilidad, pero al fin de cuentas es de esto de lo que quiero hablar aquí.
Lo primero es decir que me inquieta sobremanera esta maroma surrealista. Me inquieta porque me anima a repetir la experiencia. Quiero ponerla a prueba, digamos, a modo de ensayo y error. Sé bien que esto suena a necedad pero estoy segura de que no es una tarea inútil buscarse un lugar a la medida de los propios nervios que, entre un gran desasosiego, pudiera servir de vía de escape. Como cuando la pantera rosa necesita una salida, entonces dibuja una puerta en el aire, la abre, traspasa el umbral y la cierra detrás suyo. Aparecer en un lugar, desaparecer, reaparecer en otro lugar. Los magos nos han engañado demasiado tiempo; más que un acto de desaparición lo que busco es un desplazamiento. Comienzo por la mandarina, en vista de que la manzana ya está muy manoseada: desde Adán y Eva, pasando por Newton, Descartes, el arquero Tell y hasta Blanca Nieves. La manzana de Michaux era un habitáculo hecho a la medida de sus nervios, mientras que mi pobre mandarina a punto de estallar pierde la vida entre mis dedos. ¡Qué intranquilidad! El vacío corazón de la mandarina es inmensamente inhabitable. METAPOLÍTICA
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SOCIEDAD SECRETA l GABRIELA AGUILETA LAS ESTEPAS SUBPOLARES SUECAS, ANIMALES DE PAPEL Y EL SEGUNDO SALTO AL VACÍO
¡Qué largo país es Suecia! Y que vacío también, porque para suerte de todo mundo ha sabido conservarse inhabitado hasta nuestros días. Digo que es una suerte porque donde hay un vacío caben muchas cosas –ese ánimo perverso de querer llenarlo todo. Este principio cuasi termodinámico también debería poder someterse a una prueba: inventemos la estepa subpolar sueca. Sin humanos, por favor. Como en un escenario de papel, podríamos recortar algunos animales y colgarlos de un hilo, o doblarles una pestaña para que se recarguen por sí solos sobre el piso; como sea pero que estén ahí: osos, alces, glotones, renos, armiños, búhos, mosquitos, incluso las peligrosas garrapatas chupasangre, qué más da. De pronto aparece una vaca Holstein recortada como un collage de piezas blancas y negras contra el telón de fondo verde. —¡Qué hace una vaca lechera aquí! ¡Afuera con ella!— se desgañitan los ecologistas rabiosos, quienes saben que una sola vaca equivale a no sé cuántas hectáreas destruídas del Amazonas. La pobre vaca Holstein se despide cabizbaja y lanza un beso a su público átonito. —¡Qué regrese la vaca! — gritan los empresarios de la hamburguesa. —¡De ninguna manera! —se oponen los verdes. Entre tanto nadie ha notado que se ha puesto a nevar en la muy nórdica estepa sueca. La nieve absorbe el ruido, lo absorbe todo en realidad. Es el equivalente en la Tierra de un agujero negro, succionándo la materia y el tiempo a su paso. Crecen las montañas blancas: todo ha quedado sepultado bajo el colosal silencio. Los animales de papel hibernan plácidamente. A la tesis de que “donde hay un gran vacío caben muchas cosas”, podríamos responder que donde hay un gran vacío cabe mucho vacío. ¡Qué contundencia, cuánta inhabilitabilidad! ESPACIO CRÁNEOENCEFÁLICO, PESADILLAS Y EL TERCER SALTO AL VACÍO
Sigo en busca de un espacio vacío, realmente vacío, que sea habitable. Quizá sea la maldición de los científicos,
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la razón por la que no lo encuentro. Ya lo decía Maurice Merleau-Ponty: “La ciencia manipula las cosas y renuncia a habitarlas”. He perdido la vía de entrada, el puente que permite el desplazamiento de uno a otro plano. ¿Cómo llegar al vacío habitable? Habrá que meterse de nuevo en la manzana: estoy en una casa que parece no tener fin. Hay escaleras que parten en todas direcciones, puertas, pasajes, ventanas y habitaciones imposibles de contar. No veo un solo espejo y no hay nadie más. Cómo saber que estoy presente en el lugar sin que nada o nadie lo confirme. No hay muebles y mis pasos resuenan en toda la estructura. Clap. Clap. Clap. Subo algunas escaleras, descanso un poco, sigo subiendo por mucho tiempo hasta que al final parece que he llegado al último piso. Es un salón inmenso, de ladrillos blancos, abovedado. Al fondo veo dos amplios ventanales, separados por una columna delgada. Sé que debo asomarme, es el propósito de la subida. Avanzo acompañada del sonido hueco de mis pasos y cuando llego a los ventanales lo sé de golpe: son las órbitas oculares de mi esqueleto. Nada puede habitar ese vacío de muerte.
LIBROS QUE SON UN BIG-BANG, LIBROS QUE SON UN HOYO NEGRO Y CUARTO SALTO AL VACÍO
Los lectores lo saben bien: hay libros que son una aspiradora que se traga todo, incluso al lector. Del lado opuesto están los libros que lo llenan todo con una explosión irreprimible. Contienen maquinarias, como diría Walter Benjamin en el siglo XIX, de crear fantasmagorías. Sería inútil dar una lista aquí de cada caso, porque además esa clasificación es de lo más subjetiva. Con frecuencia, si no es que siempre, el vacío total y el lleno más absoluto se encuentran. Los extremos terminan tocándose y confundiéndose. No sé si me es posible llegar a esa zona, que quizá esté delimitada por una barrera infranqueable, y también quizá así sea mejor. Intuyo que las operaciones metafísicas de llenar y vaciar son quizá la misma, dependiendo de qué lado del espejo las veamos. Y es esta misma idea la que me consuela. Ahora puedo regresar a la mandarina a punto de estallar, a la nieve cuyo silencio es descomunal y a la naturalidad de la muerte y encontrar un reposo profundo, duradero. Q
Olafur Eliasson O LAS PROVOCACIONES DEL TIEMPO QUE SE ENCARNA Juan Carlos Reyna*
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lafur Eliasson es todo lo contrario a un estilista: no puede haber estilo donde existe lo perecedero. Su obra se regodea en la temporalidad de lo agotable: el espacio museográfico, la espectacularidad de la percepción artística y la naturaleza orgánica del arte instalación. En Take your time (2008), su exhibición recién montada en el Museo de Arte Moderno de San Francisco (SFMOMA), el artista danés nacido en 1967 nos revela cierta geometría del desapego. La retrospectiva reúne obra, aunque no de la monumentalidad típica del artista, sí de la que apechuga ante el vértigo capaz de materializar lo imposible: encarnar el tiempo de lo escurridizo, el tiempo de la inestable percepción del arteespectáculo. Una de las propuestas curatoriales es la de reproducir, en espíritu, el estudio de Eliasson. La propuesta se antoja más un remedo que una paráfrasis, pues lo que se exhibe es la incapacidad de concentrar el quehacer artístico en los límites de la espacialidad. Take your time revela las deslegaciones del sitio museográfico, caballito de batalla del arte-instalación: su renuncia a ser un escaparate ajeno a las mutaciones del presente, su desistimiento a convertirse en un mausoleo de artificios, su abandono al indeterminismo chacotero de la obra conceptual. No es precisamente Duchamp y su urinario quien resquebraja la mojigatería atemporal del museo moderno. El minimalismo, en su vaporoso desafío a la circunspección del arte de vanguardia, desplaza el signi*Tijuana, 1980. Grafómano, músico, tarólogo y crítico de la cultura organizada.
ficado de la obra fuera de sí. Con lo anterior, el espacio de exhibición consigue el protagonismo inusitado del que goza en la actualidad. Su implicación convencional, la de ser una pinacoteca apartada del paso de la historia, es sustituida por un hermetismo aparatoso, una preponderancia vernácula en las interpretaciones de sus piezas. Y lo inesperado luego es inminente: el museo se convierte en La Obra En Sí. El hedonismo multisensorial en el que se regodea Eliasson también es una afrenta a éste, el inusitado resultado de la concepción minimalista. Por una parte sí, el museo renuncia a su dimensión ideológica, a su objetividad embabucadora reservada a su institucionalidad abstracta. Pero, por otra, oh tragedia impostergable, sus limitaciones se revelan al volcar toda la experiencia museográfica en el cuerpo del espectador. La curaduría de Take your time (administrada por Madeleine Grynsztejn) es, en este sentido, una coreografía de estímulos condicionados por la ilusión del museo-que-reproduce-el-taller-del-artista. El espectáculo, por ende, se convierte en un hedonismo experimental de sensibilidades exquisitas, de una estética de lo sublime encarnado. La instalación Ventilator (1997), un abanico eléctrico suspendido en la entrada del museo, se mece violentamente y sin control de un extremo a otro de la sala. En esta pieza, “coreografía” es un sustantivo que me permite especificar la negociación entre azar y percepción de la asistencia, obligados hedonistas que se pasean por los vericuetos sofisticadamente dispuestos en el SFMOMA. En un ensayo breve que publica en Cabinet Magazine, el verano de 2001, Eliasson reflexiona en torno a la más célebre de sus piezas: el inmenso sol artificial METAPOLÍTICA
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SOCIEDAD SECRETA l JUAN CARLOS REYNA que montó ese mismo año en Holanda y dos años después en el vestíbulo del Tate Modern, en Inglaterra (The Weather Project, 2003). Haciendo suya la concepción de Husserl sobre el paso de la historia, advierte que su presente abarca desde la memoria del último recuerdo hasta la expectativa de los futuros inminentes. Ello no evita que la receptividad del público se defina por el tiempo que éste pasa ante la pieza —quiero decir, que pasa en la obra—. El tiempo, flujo seminal que se hila de un contexto memorioso a otro, termina convirtiéndose en una superficie que se expande en la relación de un individuo con el otro. El tiempo del artista más el tiempo del espectador: concomitancia que yuxtapone de manera natural la liviandad de la historia, la volatilidad del espacio, la ilusión de lo estético. Esta delicada agilidad se opone a las obras de Robert Irwin y James Turrell, a las que Eliasson solía deber bastante. En su interactividad sobreentendida, ambos artistas hacen de la pieza un espacio atemporal inverosímil, acorde a la pinacoteca moderna. Eliasson, por el contrario, ofrece una experiencia casi meteorológica. Take your time es un título perfectamente acorde para entender la retrospectiva de un artista conciente de lo escurridizo que se ha vuelto el arte a estas alturas de la historia. Del “aquí y ahora” al “allá y ahora”, el tiempo de la obra se extiende conforme el público se moviliza a lo largo y ancho del museo. Es preciso “tomarnos nuestro tiempo” para encarar la obra, su conjunto, como si fuese un eje espacio-temporal. Como si fuese, vamos, un fenómeno climático. No es extraño que las piezas más emblemáticas de Eliasson reproduzcan maravillas naturales. Beauty (1993), conmovedora brizna de lluvia que cae bajo un sistema de iluminación sutil, revela un arco iris que se atisba en perspectivas infinitas. Conforme uno se desplaza por la sala, el azaroso desenlace de colores sobrecoge remilgoso. Pero el espectáculo de la apreciación rebasa el hedonismo lúbrico: las piezas se revelan Deus Ex Machina en su evidencia de tuberías, cables y conectores a conciencia. No hay truco en la reproducción de estos fenómenos, sino la obviedad de la construcción aestética. Ardid que nos obliga, por supuesto, al metadiscurso más capcioso. 360 degrees for all colors (2002), inmensa superficie curva sobre la que se degrada todo el prisma luminoso, constriñe
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a la obligada reflexión. Su abrumante tamaño provoca el cuestionamiento de la demanda que el artista exige a la asistencia. A esa necesidad de desplazarse por la sala, a esa necesidad de complementar el acto creativo individual, el espectador tiene que sumar la necesidad de interrogarse en su estar frente y detrás de escena: en su cualidad ética de estar y pensarse frente a “lo otro”: la naturaleza. Moss wall (1994) es un revestimiento de musgo ártico que se propaga como paisaje a lo largo de una de las galerías del museo. Al cotejar esta pieza con otra en el SFMOMA, la imponente Gutter Corner Splash: Night Shift (1995), reparamos en la deontología orgánica en el trabajo de Eliasson. Richard Serra recurre a un minimalismo sempiterno, pesado y corpulento en Gutter…, como es costumbre en su obra. El danés elige un material vivo y, por ende, caduco: consciente de la temporalidad de lo natural, Eliasson opta por la ligereza de saberse finito, perecedero. “Environment” es un término al que Allan Kaprow recurrió en 1958 para referirse a sus piezas multimedia. “Environment”, también, es un término mejor acomodado a la obra de Eliasson que el sustantivo setentero “arte instalación”. Ambiente, entorno o, todavía más exacto, ecosistema de mampostería obvia para el discurso detrás de cámara: para la diatriba previa a la nerviosidad de nuestros sentidos. ¿Ejercicio hiperestésico por el que experimentamos nuestro alrededor? Todo lo contrario. Su obra (su tecnología) consiste en invertir este precepto y dar sentido a ese fenómeno meteorológico que es la experiencia de lo movedizo. La discusión filosófica posmodernista es básicamente la discusión del vértigo: ante el fracaso del modernismo, una oscuridad de sentidos estruja la percepción de lo otro. El reto del artista es asumir las consecuencias más perturbadoras de esta incertidumbre y, por ende, la ausencia del estilo. Prescindir del estilo es prescindir de la fantasía individualista del artista, desentenderse de la idea de un yo que se impone a la percepción del espectador. “¿Cómo, al observar la pieza, puedo hacer sentido?”, advierte el artista en el catálogo de la exhibición. Su intención afirmativa justifica la portentosa espectacularidad de buena parte de la obra. No hay temor a la seducción de los sentidos: es imposible estancarnos en el embeleso cuando, como también plantea Olafur, “nos observamos a nosotros mismos observar”. Q
EL OFICIO DE
editor
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Raúl Hernández Viveros
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omo todo en la vida, si no existe la pasión y respeto por las cosas que hacemos cotidianamente, por supuesto que nunca las vamos a recordar siquiera. Sin embargo, desde hace varias décadas siempre me involucré dentro del espacio de la labor editorial. Ahora quiero recurrir a las enseñanzas de Sergio Galindo, y más tarde hacia el deslumbramiento con Sergio Pitol, cuando estuvo al frente del Departamento Editorial y de La Palabra y el Hombre: entonces pude percibir los cimientos del oficio de editor. Por lo cual ahora, al tener en mis manos una edición casi perfecta, tengo la sensación de rendir culto y pleitesía a la labor editorial. Recientemente salió a la luz pública una versión de Cuentos para antes de hacer el amor, de Marco Tulio Aguilera Garramuño, quién tam*Compartimos con los lectores de Metapolítica esta reflexión que apareció el pasado 29 de enero en el Diario de Xalapa.
bién aprendió con nosotros, bajo el respaldo de la Universidad Veracruzana, el oficio de editor, al grado que tuvo a su cargo la fundación y dirección de la primera época de La Ciencia y el Hombre. Durante algunos años, creo que suficientes, he visto la construcción del universo literario de Aguilera Garramuño. Si tuviese que describirlo, harían falta cuartillas, porque en verdad se trata de años y años de esfuerzo, dedicación y entrega total a cada una de sus piezas narrativas. No obstante, la aparición de Marco Tulio en tierras veracruzanas significó la lectura de su primera novela, Breve historia de todas las cosas, y de libros de ensayos como La cuadratura del huevo. Recuerdo las tantas ediciones de su libro de relatos Cuentos para después de hacer el amor; en estos días lo leo y contemplo una extraordinaria continuidad obsesiva sin escrúpulos, que puede ser el objeto de seguimiento en cualquier protocolo de investigación literaria. Pero
debo centrar la importancia de esta obra, realizada por Ediciones de Educación y Cultura, de Puebla. Se trata de una hermosa publicación hecha con pasión y amor por este tipo de libros. Pocas veces en el panorama editorial de México y América Latina encontramos este tipo de impresiones. Desde la portada delicada, en pasta dura y rústica, hasta el papel, digno de sus páginas interiores. El diseño y formato idénticos a los mejores libros de España. El intenso trabajo de Marco Tulio Aguilera Garramuño, que obtiene su recompensa con esta implacable edición realizada fuera de la Ciudad de México, deslumbra en la búsqueda de la perfección que desdeña todo tipo de reconocimientos oficialistas. George Steiner sentenció que “en el porvenir la poesía, la ficción y el discurso filosófico de calidad serán publicados no por los grandes conglomerados de la edición y de la distribución de masas, sino por pequeñas editoriales”. Q METAPOLÍTICA
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David Toscana: “LA LITERATURA NO TIENE QUE VER CON LA GEOGRAFÍA” Entrevista realizada por Karla Avilés
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avid Toscana (Monterrey, 1961) es considerado uno de los narradores más importantes y reconocidos en la literatura mexicana contemporánea. Ha publicado un libro de cuentos, Lontananza, y seis novelas: Duelo por Miguel Pruneda, El último lector, Las bicicletas, El ejército iluminado, Estación Tula y Santa María del circo. Las dos últimas han sido traducidas al inglés, alemán, francés y griego, entre otros. David Toscana se inicia como novelista en 1992, época en la que es testigo de una serie de cambios sociales que contribuyen a forjar en él una mirada crítica y una conciencia estética. Toscana es un autor de la generación de jóvenes escritores latinoamericanos nacidos en los sesenta. Karla Avilés: Siendo un autor regiomontano y teniendo una enorme influencia de la cultura norteamericana, ¿de qué manera David Toscana logra ser más universal que regionalista? David Toscana: Lo que trato de hacer es muy regional: hablar de mi barrio, de mis alrededores y del desierto que está por ahí, de mi imaginación. Y a través de lo local, cuando lo tratas con emociones universales, se puede acceder a lo universal, porque la literatura no tiene mucho que ver METAPOLÍTICA
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con la geografía sino con lo que está adentro del ser humano. Entonces eso que está adentro da lo mismo si estamos en un país o si estamos en un cerro desértico del norte de México. —¿Consideras que tu modo de escribir ha influido en la manera de escribir de otros autores mexicanos contemporáneos? —Sería demasiado ego decir que sí, pero lo cierto es que más bien tengo que decir que no he leído escritores de la siguiente generación y no puedo sentir que yo esté ahí presente. Generalmente, la capacidad de influir de cualquier autor es posterior, siempre se dice que las generaciones que vienen atrás tratan de matar al que está arriba. Creo que se sentiría insultado cualquier escritor nacido en los setenta si alguien le dijera que escribe como Toscana. —¿Lees a los contemporáneos?, ¿qué escritores te gustan? —Sí los leo, pero no soy un gran lector de contemporáneos, no sé si cuando dices contemporáneos te refieras a los mexicanos o en general. De México me gustan Lola Parra, Mario Bellatin, Xavier Velasco (creo que él tiene una prosa muy fuerte).
Si nos vamos al resto del mundo, considerando contemporáneos autores vivos, debo decir que son pocos; hay uno que me gusta mucho, que siempre por todos lados digo que hay que leerlo: Ismail Kadaré. Es un escritor de Albania que puede considerarse contemporáneo, quizás unos 30 años más que yo. —Los personajes de tus novelas establecen analogías con el macromundo; desde esta perspectiva, ¿consideras que México es El Ejército Iluminado? —No, pero sí me gustaría que fuera. Me gustaría que el mexicano tuviera más inclinación hacia el heroísmo, hacia la lucha, hacia los sueños, y no hacia el conformismo, la apatía y el respeto al estado de escalafones sociales que hay en México. Sí me hubiera gustado que esta novela (El ejército iluminado) despertase dos conciencias. Pero lo cierto es que la literatura resulta totalmente inofensiva en un país que no lee. —¿Por qué eliges normalmente personajes freaks susceptibles a la burla y a la tragedia? —En parte porque prefiero ver al mundo a través de unos ojos distintos, con un cristal un poco empañado o desfigurado pero, sobre todo,
LA LITERATURA NO TIENE QUE VER CON LA GEOGRAFÍA l IMPRENTA PÚBLICA
porque siento que esos personajes me dan la libertad de tratar las palabras como ellos las quieren tratar: sin respeto a la lógica y, más bien, con respeto a la belleza. —¿Qué regiones del alma humana has intentado trabajar en tus novelas y por qué? —No me concreto a una región del alma. No lo pienso en ese sentido y, de hecho, en distintas novelas he querido ver distintas cosas; pero si me pones a pensar rápidamente, creo que la región del alma que tiende puentes con la muerte ha sido la que más recurrentemente he tratado. Pero el alma humana tiene muchas facetas y me gustaría pensar que he picoteado un poco de varias. —¿Por qué un circo como espacio en Santa María del Circo? —Tú hablabas de freaks. Hace tiempo, pasando por un desierto del norte, se me ocurrió simplemente esta pregunta: ¿qué pasaría si en un pueblo abandonado en el desierto del norte llegara un circo? Entonces, me hice la pregunta a partir de un circo (me la podría haber hecho con un grupo de rock, porque decía mi editor que los circos no venden). Entonces se me ocurrió lo del circo especialmente por la capacidad que tiene de tener estos fenómenos. —¿Es la vida desolada, triste y dura que se vive en un circo, el reflejo de la sociedad contemporánea?
—Sí, es casi evidente que la novela representa una alegoría de la sociedad, tan evidente que los mismos personajes lo dicen: “vamos a fundar una sociedad”. Tratan de ser gente útil, pero bueno, resulta lo que resulta. Pero sí, en esta novela, por más que yo diga que lo que quiero es hablar de cirqueros, es inevitable que los cirqueros se conviertan en símbolos de otras cosas. —En El Último Lector, ¿por qué Santa María del Circo se va a las tinieblas? —A lo mejor es mala novela, no lo sé; tal vez al bibliotecario no le gustó (risas). —¿Cuáles son tus ideas estéticas respecto a la novela? —Son muchas; nos podemos quedar aquí dos horas, pero quizá no tengas tanta paciencia. La idea sobre la novela, aunque parezca de pronto muy obvia, es que una novela está hecha de palabras. Hay que tratar las palabras como nuestro objeto de arte. Pues las palabras no sólo son la herramienta para contar una historia, sino lo que forma y hace que una novela sea bella o sea un fracaso. Eso se ve claro en las artes plásticas. Vemos quién sabe pintar y quién no. Pero en las palabras cuesta más trabajo, dan cuenta de la mala prosa. Las palabras tienen que estar ahí, latiendo, tiene que haber juegos con las palabras, que éstas sean intensas. La adjetivación, el ritmo, todo lo que hace que las palabras sean más
que una herramienta. Lo segundo tiene que ver con la posibilidad de comunicarse espiritualmente con alguien. Repito: las historias están ahí, pero quieren que la novela nos diga mucho más que la mera historia, que signifique algo, que nos haga reflexionar y que, al mismo tiempo, nos esté haciendo bailar en la razón y la emoción. Para acercarse a una novela nos falta inteligencia, pero hace falta también mucha sensibilidad. Entonces, la lectura tiene que apelar a esas dos cosas; la inteligencia necesita percibir un montón de sutilezas. Tú hablas del alma humana y demás significados que pueda tener la novela más allá de lo que dice y, por supuesto, también la capacidad de conmoverse por los personajes, las situaciones, las palabras, la muerte, la vida, los fracasos, etcétera. Es importante seguir leyendo las novelas como algo emocional. Hay algunas muy bien pensadas, muy inteligentes, pero poco emocionales, y a mí me gusta como lector que tengan esas dos cosas. Un escritor sincero tiene que decir que sus novelas le gustan mucho porque las está haciendo tal y como a él le gusta. Entonces, las imitaciones serían porque el talento no nos da para más. Lo que escribimos lo dejamos porque nos gusta, y lo que tachamos lo tachamos porque no nos gusta. Y al final, cuando nos decidimos por todo ese conglomerado de palabras, es porque nos gusta. Sé que suena mal, pero me gustan mis novelas. Q
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Canibalismo
Y POSMODERNIDAD
Raúl Aníbal Sánchez [Cormac McCarthy, La carretera, Madrid, Grijalbo Mondadori, 2007.]
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ormac McCarthy es tal vez el prosista norteamericano con la personalidad más magnética de los últimos tiempos desde Hemingway. Vive debajo de una torre petrolera abandonada, y no concede entrevistas ni se deja ver por las calles; las películas basadas en sus novelas ganan Óscares y sus lectores son obsesivos fanáticos que se creen indignos de pisar el suelo por el que McCarthy pasa; los académicos que le son adeptos lo defenderían hasta la muerte (como un grupo de guardias suizos a Clemente VII) y hay, incluso, quien dice que se le ha visto pelear con un oso grizzli a mano limpia y cuerpo a cuerpo. Ha escrito muy bella prosa *Presumiblemente nació hace 23 años. Ha confesado que le gustan las cosas malas de la vida, las ensaladas en lata, los besos a personas desconocidas en las fiestas y la sensación de la resaca al día siguiente. blog: www.raulanibal.blogspot.com. METAPOLÍTICA
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en un tono que podríamos llamar bíblico, mítico o primordial, con un aborrecimiento instintivo por la puntuación; frases gigantescas que comienzan con una mayúscula y terminan con un punto, sin nada de por medio más que la conjunción “y”. Un estilo que otra vez recuerda a Hemingway, sólo que McCarthy es más dado a la reflexión filosófica sobre Dios y la naturaleza del mal, lo cual vuelve a sus libros en general angustiantes y sobrecogedores a la hora de leer y a veces ridículos a la hora de describir el transcurso de las acciones sin importancia (actos como comer o ir al baño), pero imponentes en las escenas de acción. Sus libros, de tener poros, exhumarían el acre olor de la virilidad por todos los costados. Todos sus personajes son hombres entregados a una gran tarea que nadie más podría realizar, y su atractivo consiste en ver cómo estos seres tan machos se abocan a ellas en medio de diálogos espartanos cada veinte páginas y baños de sangre sin parar. La mitad femenina del mundo es inexistente para McCarthy: es en automático despojada de cualquier sentimiento de grandeza, cualquier duda filosófica, cualquier pensamiento sobre
el mal, Dios, la salvación o el fin del mundo, y La carretera no es la excepción. En La carretera nos encontramos con que han pasado diez años desde el fin del mundo civilizado debido a un suceso inexplicable: rayos y fuegos en el cielo, que han dejado piras incombustibles a lo largo del mundo (¿el calentamiento global?, ¿bombas nucleares?, ¿la mano de Dios?) destruyendo las ciudades, los animales y las plantas. Sólo sobreviven bandas desposeídas de seres humanos que han hecho del canibalismo una forma de supervivencia. Un hombre y su hijo, ambos sin nombre, cuya madre convenientemente se suicida al no poder soportar el hambre (o, mejor dicho, el mundo de McCarthy), incapaces de sobrevivir otro invierno se encaminan hacia el sur en busca de las costas templadas del golfo. El trayecto fatigoso, sólo aliviado por ocasionales refugios olvidados que guarecen poca comida, sirve para mostrar imágenes del mundo devastado y la barbarie a la que la humanidad ha quedado reducida: caravanas de crueles dioses de la guerra armados con camionetas, hachas y martillos, transportando
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esclavos como ganado; bebés rostizados y escaramuzas con caníbales de ojos inyectados. Asimismo, la relación padre-hijo se estrecha a lo largo del camino, entre diálogos escuetos y el pensamiento pesimista del padre, que carga una pistola con dos balas “para escapar de un destino peor que la muerte”, sabiendo que mantiene vivo a su hijo en un mundo sin esperanza porque simplemente no podría quedarse solo. En algún momento del libro, el padre comienza a pensar que su hijo, concebido antes del holocausto y nacido un poco después, es en realidad el nuevo Mesías que viene a redimir un mundo devastado. Hay más referencias bíblicas, como el personaje de Ely, que hace alusión a Elías, el profeta que volverá el día del Juicio Final. En una de las conversaciones más largas del libro, el padre conversa con Ely sobre ser el último hombre sobre la tierra y que nadie nunca lo sabrá: —No haría ninguna diferencia -dijo Ely. —Cuando mueres es lo mismo que si todos los demás lo hicieran. —Supongo que Dios tendría que saberlo. ¿No es así? —preguntó el hombre. —No hay Dios. -dijo Ely. —¿No? —No hay Dios y nosotros somos sus profetas.
McCarthy explota todos los clichés del género posapocalíptico, tanto estética como argumentalmente, con toda intención pero sin buenos resultados. El libro corre para ser la novela más popular de su autoría, más popular incluso que All the Pretty Horses, con un constante halago de la crítica literaria
norteamericana que yo no atino a comprender. Las reflexiones sobre la naturaleza de la barbarie en el hombre y el melodrama de la relación padre-hijo, basada en una mentira que inventa el padre sobre “ser los chicos buenos” y “los portadores del fuego”, son cosas que otros escritores de ciencia ficción y ficción fantástica llevan haciendo por más de treinta años, con sus respectivos aciertos y desaciertos. Las escenas de mayor plasticidad, donde se demuestra todo el talento de McCarthy, son rematadas por diálogos cursis y precipitados que los críticos no le hubieran perdonado a ningún escritor de best sellers tradicional. Así, cuando contemplan desde lejos la caravana de guerreros motorizados que es el epítome de todo lo que el Apocalipsis ha traído al mundo (y que recuerda con inquietud a los comanches de Blood Meridian), todos vistiendo máscaras y pañuelos rojos alrededor del cuello, seguidos por una falange de lanceros y más atrás esclavos y esclavas (algunas embarazadas) atados unos a otros con collares para perros, el diálogo entre el padre y el hijo que sigue baja por completo la impresión de la escena: Y el niño preguntó, —¿Eran esos los tipos malos? —Sí, esos eran los tipos malos. —Hay muchos de ellos, esos tipos malos. —Sí son muchos. Pero ya se han ido.
O después de descubrir una casa donde una banda de caníbales embosca y captura a los viajeros desprevenidos en la carretera y los mantienen encadenados para alimentarse más tarde de ellos. A un
hombre le han cortado una pierna a la altura de la cadera; se la han cauterizado con fuego y sorprendentemente aún vive. Algunos caníbales regresan a la casa, y el padre y el hijo logran escapar a duras penas. Cuando se encuentran escondidos y temerosos, el padre le promete a su hijo que todo va a salir bien: El niño preguntó: —¿Nunca nos comeremos a nadie, verdad? —No. Por supuesto que no. —¿Aunque estemos hambrientos? —Estamos hambrientos ahora mismo. —Habías dicho que no. —Dije que no estábamos muriendo de hambre. No dije que no estuviéramos hambrientos. —Pero no lo haremos. —No. No lo haremos. —Sin importar lo que suceda —Sin importar lo que suceda. —Porque somos los chicos buenos. —Sí. —Y nosotros cargamos el fuego. —Y nosotros cargamos el fuego. Sí.
Esta clase de diálogos son las cosas que hoy en día se le celebran más a McCarthy. Su aparente falta de expresividad que, en realidad, revela complejas situaciones de la vida interior: la íntima complicidad de un padre y su hijo frente al fin de los tiempos, la supervivencia de una estructura moral compartida sobreviviente al holocausto y la necesidad. Pero es cierto, también, que hay que ser un lector entusiasmado y meticuloso para lograr sentir esa idea con la fuerza con la que los reseñistas norteamericanos la han podido sentir. Aunque en apariencia su sencillez deriva METAPOLÍTICA
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IMPRENTA PÚBLICA l RAÚL ANÍBAL SÁNCHEZ del hecho de que se está tratando de un niño de diez años y el padre intenta suavizar la situación lo más posible, en realidad se antoja como una falta absoluta de conocimiento de la mente infantil. Así, el niño de McCarthy es, tal vez por ser varón, como los hombres adultos de McCarthy pero sin el pesimismo que los caracteriza: es noble y difícil de impresionar, nunca sujeto al terror y agotamiento psíquico de la destrucción y la muerte, abocado a una misión de la que no piensa en echarse atrás. El niño de McCarthy es un vaquero miniatura que ante la sangre, el destripamiento, la hambruna, la peste y el invierno nuclear
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es incapaz de sentirse desesperado. Por supuesto, esto tiene su explicación al final, cuando descubrimos que de hecho el niño sí es el Mesías. De ese modo, cuando atrapan a un hombre que les ha robado sus pertenencias, el padre lo deja desnudo para morir congelado en la carretera, y el niño, que es de los chicos buenos, exige que le ayuden. Vemos que cuando menos el niño de McCarthy, a diferencia de sus mujeres, es también capaz de compasión. La crueldad festiva de la naturaleza humana, el horror estético del mundo aniquilado, el armamento ciberpunk, la divinidad oculta en la desesperación, lo fácil de derrum-
bar con una catástrofe la sociedad y la civilización, la celebración de vísceras y carne chamuscada. Clive Barker, Phillip K. Dick, George Romero y Stephen King ya lo hicieron tiempo atrás, con una mano atada a la espalda, algunas veces peor y otras mejor. ¿Qué es lo que entusiasma tanto a la crítica de esta nueva novela de McCarthy? Es verdad que el estilo de algunas partes de su narración es subyugante, pero en igual número existen los momentos desafortunados. Uno se llega a preguntar qué pasaría con este mundo si Stephen King no usara comas, y cuántos académicos celosos conseguiría para su escolta personal. Q
EQUÍVOCOS CON IMPORTANCIA Mauricio Salvador* [Juan Villoro, Los culpables, México, Almadía, 2006.]
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urioso cuando somos víctimas de nuestras propias ironías. En el último cuento de Los culpables, “Amigos mexicanos”, un periodista llamado Katzenberg regresa a México para escribir sobre el país luego de que años antes escribiera el “enésimo reportaje sobre Frida Kahlo”. El reportaje se tituló “Eruptions, Frida and the Volcano”, y fue un éxito. Katzenberg, nos dice el narrador, se entrevistó con profesores de estudios culturales en Brown, Princeton y Duke. “Había hecho su tarea. El siguiente paso consistía en establecer un contacto fragoroso con el verdadero país de Frida. Me contrató como su contacto hacia lo genuino. Pero me costó trabajo satisfacer su apetito de autenticidad” (p. 81). Inmerso en esa necesidad del periodista extranjero, el narrador confiesa haberlo atiborrado de “lugares comunes y cursilerías vernáculas”. Y agrega: “Pero la culpa fue suya: quería ver iguanas en las calles”. Sin embargo, al publicarse el artículo el narrador se ofende porque Katzenberg transcribiera “sin comillas ni escrúpulos todo lo que yo había dicho. Su crónica era un despojo de mis ideas”. *Mauricio Salvador nació en la ciudad de México en 1979. Escribe en el blog The Art of Fiction. Forma parte del equipo editorial de HermanoCerdo.
¿Cuáles ideas?, se pregunta uno. ¿Los lugares comunes y las cursilerías vernáculas o, “algo que dije de la salsa verde y el dolorido cromatismo de los mexicanos”? Cualquier autor con semejante sentido de la dignidad preferiría no ver su nombre asociado a tantos lugares comunes. El narrador, sin embargo, se siente ultrajado y nos dice —con candidez— que eso sólo demuestra que los norteamericanos se aprovechan de los mexicanos. No se siente ofendido porque Katzenberg haya escrito un artículo lleno de cursilerías vernáculas sobre México, sino porque no le dio el debido crédito. Como dice: “Por la mitad de precio podían haberme pedido la crónica a mí”. Curiosamente es esta moral la que recorre cada uno de los cuentos. Al tratar los exotismos mexicanos —al querer mostrarnos nuestra absurda complejidad—, la ironía de Villoro, paradójicamente, muestra un mecanismo tan repetitivo y artificial que resulta sorprendente que semejantes exotismos resulten tan monótonos y gastados, porque el único movimiento del libro es ironizar sobre las cursilerías vernáculas añadiéndoles un toque todavía más exótico, como si eso fuera suficiente para dotar de profundidad o complejidad a las historias: un mariachi que no sabe montar a caballo y al que le gustan las albinas (y que ve en entredicho su masculinidad); un judicial que ve películas de Buñuel; un trailero metido a guionista de cine; un limpiavidrios con aspiraciones intelectuales; un periodista gringo que busca (pese a haber sido asesora-
do por estudiosos de Brown, Princeton y Duke) el México verdadero; un trío de amigos que viajan con una iguana; y esbozos de mujeres que aparecen con estudiada oportunidad para establecer relaciones inestables con hombres inestables. Pero sigamos con “Amigos mexicanos”, en el que parece caber la creencia de que la profundidad o complejidad de un personaje puede radicar en hacerlo más grande que la vida. Los autores que así lo han hecho han medido cuidadosamente sus efectos. Uno recuerda, por ejemplo, a los personajes de Bellow —greater than life— como Valentin Gerbasch o Henderson. Pero su complejidad como personajes no se basa en hechos puramente factuales ni en datos espontáneos salidos de la mano de un narrador dadivoso. Así es como el narrador de “Amigos mexicanos” nos muestra a Gonzalo Erdiozábal: Gonzalo parece un moro altivo del Hollywood de los cuarenta. Transmite la apostura superdigna de un sultán que ha perdido sus camellos y no piensa recuperarlos. Esto es lo que pensamos en México. En Europa parece muy mexicano. Durante cuatro años de la década de los ochenta se hizo reverenciar en Austria como Xochipili, supuesto descendiente del emperador Moctezuma. Cada mañana, llegaba al Museo Etnográfico de Viena disfrazado de danzante azteca, encendía incienso de copal y pedía firmas para recuperar el penacho de Moctezuma, cuyas plumas de quetzal languidecían en una vitrina. METAPOLÍTICA
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IMPRENTA PÚBLICA l MAURICIO SALVADOR Y un poco más adelante: Llamé a Gonzalo Erdiozábal para pedirle que se ocupara del guión. No escribe pero su biografía parece un documental sobre sincretismo. Antes de viajar a Viena, fue un aguerrido actor de teatro universitario (recitó los monólogos de Hamlet sumido en un pantano inolvidable), estuvo en un proyecto de cría de camarón de agua dulce en el Río Pánuco, dejó a una mujer con dos hijas en Saltillo, financió un video sobre la mariposa monarca y abrió un portal de internet para darle voz a las 62 comunidades indígenas del país. Además, Gonzalo es un triunfo de la razón práctica: arregla motores que no conoce y encuentra en mi despensa sorpresivos ingredientes para hacer guisos sabrosos. Su energía de pionero y su sed de hobbies tienen algo hartante, pero en momentos de quiebra resulta indispensable.
De semejantes atributos uno esperaría una personalidad compleja (no en balde se deja a una mujer con dos hijas y se abre un portal de internet para darle voz a las 62 comunidades indígenas del país). Y aquí es donde surge la contradicción del libro, pues la temática (el exotismo, los clichés mexicanos, la visión que se tiene de los mexicanos en el extranjero) se transformó en tratamiento artístico; peor aún, las cursilerías vernáculas (el objetivo de la ironía) se transformaron en atributos interiores de los personajes. Así, no sorprende que la voz de personajes tan extravagantes sea tan uniforme e inmisericordemente monótona. Esta confusión entre temática y tratamiento artístico se extiende al uso de las metáforas: Desvié la vista a la computadora, tapizada de papelitos en los que METAPOLÍTICA
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anoto “ideas”. El aparato ya parece un doméstico Xipe Totec. Cada “idea” representa una capa de piel de Nuestro Señor el Desollado. En vez de escribir el guión sobre el sincretismo por el que ya había cobrado un anticipo, estaba construyendo un monumento al tema.
La imaginación posmoderna habría encontrado innumerables metáforas e interpretaciones para un montón de post-its pegados a una computadora, pero esta metáfora es tan forzada e inverosímil que no por nada el narrador se ve obligado a explicárnosla: A estas alturas puedo escuchar a ciertos lectores gritándome: “¡Pero es que no comprendes! Precisamente esa es la ironía del libro. ¿No ves qué absurdo, qué irónico? ¿No ves qué descabellado el hecho de que una computadora parezca, entre todas las cosas del mundo, una estatua de Xipe Totec? ¡Sólo en México! No entiendes un carajo”.
El resto de los cuentos adolece de esa contradicción. Y en general, Villoro parece poner en la mesa viejas preguntas que desde siempre han estado en el corazón de la narrativa mexicana: ¿qué es lo mexicano?, o ¿cómo debemos hablar de lo mexicano? Y luego, ¿escribir “sobre” México o “en” México? O cómo eludir, precisamente, las cursilerías vernáculas cuando se aborda la ficción con un tratamiento realista. ¿Cómo escapar de ello o cómo aprehenderlo? Las notas de prensa y la cuarta de forros dicen que Villoro ha renovado su estilo “a fin de explorar registros orales de los impredecibles y complejos sujetos que pueden ser los mexicanos”. Ciertamente la prosa es rápida, empeñada en mostrarnos
esencias de los personajes (aunque fracase) y también es cierto que la prosa de Villoro encuentra momentos gracias a los cuales podemos hacernos una idea de sus futuros cuentos o libros de ficción; prosa en la que logra la síntesis y la fuerza de imágenes sin necesidad de explicaciones o tautologías: Odio las manchas. Inhalé demasiado cemento en la preparatoria y una noche entendí que las manchas eran arañas metidas en mi piel. Quise sacarlas con un cuchillo. Mi padre me salvó pateándome la cara. También me rompió la quijada. Me la cosieron con un alambre y pasé semanas comiendo sopa con un popote. Dejar el cemento no es fácil. Amaneces con las uñas llenas de cal de tanto arañar las paredes. “Sólo te alivias con el dolor”, me dijo mi padre. Es cierto. Su patada me dio un rumbo nuevo. No volví a la prepa donde un maestro nos decía: “Estudien muchachos, o van a acabar de periodistas”. Yo quería hundirme como periodista. En vez de eso, ascendí en un andamio como limpiavidrios.
El problema, para ciertos lectores, será lidiar con la promoción del libro, con los premios, con las notas de prensa, con la misma cuarta de forros que nos promete el cielo y la tierra: “Un libro que termina por leerse una y otra vez, siempre con mayor admiración”. Al final me queda la sensación de que este libro se escribió para gente como Katzenberg, para aquellos que buscan el México verdadero o desean ver iguanas en las calles. Como el narrador de “Amigos Mexicanos” uno podría decir: pero la culpa es de ellos, querían ver iguanas en las calles. Y es lo que ofrece, a final de cuentas, este libro: un montón de iguanas en las calles. Q
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HOMO ELIGENS
HOMO CONSUMENS Víctor Hugo Martínez González*
[Zigmunt Bauman, Vida de Consumo, México, FCE, 2007.]
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eis de la mañana, lunes, calle Preciados, metro Callao, Madrid. Caos ante unas puertas que resistirán la histeria colectiva hasta las nueve. Las puertas del deseo son las del Corte Inglés u otra galería administrando la debilidad humana por las rebajas de enero. Las ofertas madrileñas, canta Sabina pasmado por estos *Profesor-investigador de la Facultad de Ciencias Políticas de la UNAM y de la Universidad Iberoamericana. Su último libro es Fisiones y fusiones, divorcios y reconciliaciones. La dirigencia del Partido de la Revolución Democrática (PRD) 1989-2004 (México, Plaza y Valdés/Centro de Estudios Políticos y Sociales de Monterrey, A. C./Facultad de Ciencias Políticas y Sociales y Facultad de Contaduría de la UNAM/FLACSO, 2005).
consumidores, incluyen la adquisición de pareja, pero eso sí, sin que la sinceridad haga parte del contrato. Telediario, mismo lunes por la tarde, la sondeocracia revela una “verdad”: nadie con tres dedos de frente es ajeno al furor que separa a consumidores aplicados de “pringados” lamentables. Entre ser testigos y protagonistas de la fiesta, qué mejor que ejercer de primeros actores, sin importar, según informes del telediario nocturno, que la mayoría de consumidores confiese endeudarse de una vez para todo el año con productos innecesarios. ¿Desengaño consumista? De ningún modo, más bien una insatisfacción calculada, porque ése, explica Bauman en su más reciente libro, es el espíritu del consumismo. “La sociedad de consumo medra en tanto y cuanto logre que la no satisfacción de sus miembros sea perpetua […] lo que comienza como un esfuerzo para cubrir una necesidad debe conducir a la compulsión o a la adicción” (p. 71). Lo decía antes Wilde: en la vida humana hay dos tragedias: una es no
conseguir lo que se quiere, y la otra es conseguirlo. Y conseguirlo rápido (el abrigo, la corbata, el best-seller más efímero, etcétera), para después jubilarlo, constituye “el síndrome consumista de la velocidad, el exceso y el desperdicio” (p. 120). Dividido en cuatro capítulos (“Consumismo versus consumo”, “Una sociedad de consumidores”, “Cultura consumista”, “Daños colaterales del consumismo”), el ensayo de Bauman es un espejo de las más recientes (de)generaciones del inconsciente consumista. Ya muchos habían subrayado la seducción social de la industria del consumo. En Vida de consumo los guiños a Adorno o Marcuse son por ello evidentes; también a Giddens, o a cualquiera otro que estimara las cerezas y faroles de la modernidad. Que el consumo enajena y coloniza la vida, rememora, por supuesto, a Marx y Habermas. El análisis del amor como una perla en catálogos en red, abreva, asimismo, de una obra anterior del propio Bauman (Amor líquido). Pero en tiempos de METAPOLÍTICA
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IMPRENTA PÚBLICA l VÍCTOR HUGO MARTÍNEZ GONZÁLEZ consumo fugaz, donde no hay producto sin sucedáneo que excite el deseo insaciable, reflexionar sobre lo ya dicho, (re)pensarlo y apostar a una (re)creación que reconozca una herencia crítica de pensamiento, es una labor académica pertinente. Con esa idea, Bauman ofrece un ensayo reflexivo sobre ciertas costumbres sociales que, definidas por su celeridad, hacen valioso el esfuerzo de dimensionar sus causas, procesos y efectos. Consumismo, afirma Bauman, refiere a un tipo de acuerdo social que resulta de la reconversión de los deseos, ganas o anhelos humanos en la principal fuerza del impulso y de operaciones de la sociedad, una fuerza que coordina la reproducción sistémica, la integración social, la estratificación social y la formación del individuo humano, así como también desempeña un papel preponderante en los procesos individuales y grupales de autoidentificación, y en la selección y consecución de políticas de vida individuales (p. 47). Consumismo, luego, como cemento de una sociedad cercada por un proyecto de individualización neoconservadora. Tras la posguerra, como Inglehart publicase desde 1971, la sociedad asiste a un posmodernismo en el que los estilos de vida y autorrealización individuales destacan como el móvil de los ciudadanos. La vida feliz, afirma Bauman recogiendo esa hipótesis, es el valor supremo de una sociedad de consumidores decididos a realizar públicamente sus apetencias (p. 67). Posesos de ese sueño, nada extraño,
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individuos antes discretos recorren sus fronteras vitales aun a costa de convertirse ellos mismos en objetos de consumo para otros. “En la sociedad de consumo nadie puede convertirse en sujeto sin antes convertirse en producto” (p. 25). Es así, propone Bauman, que “un fetichismo de la subjetividad” (esa autoliberación por la que, diría Villoro en una de sus crónicas, la tía Juanita de 76 años baila hawaiano) monta las bases de la sociedad consumista. Creado y explotado impíamente por la industria del consumo, tal fetichismo perfeccionaría la trampa: individuos que defendiendo de modo vehemente su derecho a elegir libremente en pos de su felicidad (homo eligens), estarían, so riesgo de sufrir el desprestigio social del noconsumidor, privados de advertir la cláusula represiva del convenio: la libertad no incluye la libertad de modificar en un ápice las opciones disponibles de consumo, por cuanto “todas las posibilidades realistas y aconsejables han sido preseleccionadas, preescritas y prescritas” (p. 118). El orden contemporáneo, escribía también recientemente Vallespín, hace gala de un poder y control inflexibles paradójicamente impuestos en una sociedad más democrática. Homo eligens y homo consumens son, de este modo, reflejos de la fase líquida de la modernidad (p. 97), en la que, enraizados y legitimados culturalmente, los actuales hábitos sociales de consumo estarían jugando a favor no de la felicidad, sino de la tensión aprontada por las prácticas más dañinas: a) elecciones desprovistas de discernimiento entre fines de vida y medios adecuados
para alcanzarlos (p. 77); b) un criterio de inclusión/exclusión social fundado en la excelencia/ineptitud de rendimiento consumista (p. 78); c) una distribución de la estima o estigma social a partir también de la cuantía o carestía consumista (p. 78); d) la validación moral de la deuda impaga como una buena y razonable estrategia de vida (p. 110); e) la transformación de la vida en un bien de consumo, escenario en el que el producto que se promociona y vende es uno mismo (p. 162); f ) la génesis de una infraclase social formada por “consumidores fallidos”, esto es, gente sin valor de mercado ni capacidad de alcanzar el disputado valor de consumidor y, al mismo tiempo, de objeto a consumir y desecharse (p. 168). En tiempos marrulleros, la infinita búsqueda de conocimiento del hombre que Tarkovski se ocupara de filmar como la fuente de su ansiedad, desgracia y pena, es manipulada de forma vulgar por una industria que refunda las relaciones interhumanas a imagen y semejanza de las transacciones que se establecen entre consumidores y objetos de consumo. Elegir y desoír alguna normatividad que reclame no hacerlo; consumir y aspirar también a ser merecedor del consumo de otros; profesar, no bien la temporada de rebajas de inicio, el principio de “debo, luego existo”, instituyen, a decir de Bauman, el “yugo hedonista” de la pedagogía consumista. “Te puedo dar todo, excepto entusiasmo” (Sabina). Y, claro, si la franqueza, para no sufrir desengaños ni devoluciones, no era parte del anzuelo. Q
PRENSA Y VIDA PÚBLICA EN MÉXICO Roberto Sánchez [Silvia González Marín, Prensa y poder político. La elección presidencial de 1940 en la prensa mexicana, México, Siglo XXI/Instituto de Investigaciones Bibliográficas de la UNAM, 2006.]
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sta obra es un estudio interdisciplinario que relaciona las humanidades y el proceder científico, representados por la historia y los estudios de la comunicación de masas, respectivamente. Podemos asegurar que este conjunto de hechos ocurridos en el proceso de la sucesión presidencial del año de 1940 en México, es una lección de historia, de política y de periodismo. Para comenzar, la autora se propone: “identificar el tránsito y el peso democrático e institucional de las elecciones en el presente”. Por ello, considera a la prensa como una “caja de resonancia, testigo y partícipe para recuperar los escenarios del proceso, el discurso electoral e ideológico y definir el papel que juegan estas publicaciones”. Dicho de otro modo, es una forma de presentar a la prensa — desde la metodología de la historia— como un actor o parte activa del escenario político. Para otorgarle este lugar, reseña los elementos fundamentales del sistema político mexicano en función de la disputa por la Presidencia de la República, junto a las representaciones nacionales que encarnan los diputados y los senadores, así como las fuerzas políticas institucionales, empezando por los partidos políticos y los
actores individuales. En este sentido, dentro de los capítulos se diferencia claramente la actuación de los actores políticos, se presentan sus acciones como parte de un grupo o bloque, que puede ser hegemónico o no, protogubernamental o antigubernamental, etcétera. Este es el rango de la actuación pública donde —dice González Marín— la prensa de la época juega un papel decisivo como generador de incertidumbre, ya que, para reducirla, produce una información que restablece los planos de entendimiento y las relaciones necesarias entre los distintos actores e instituciones involucrados. En materia política, recupera el texto periodístico en tanto actividad humana, sus alcances y límites, sus acciones y discursos, pero sobre todo con el relato de cómo se va seleccionando deliberadamente una vida en común. En resumidas cuentas, nos muestra el proceso gradual de la consolidación del Estado mexicano a mediados del siglo XX, en un contexto signado por las crecientes presiones económicas y políticas, tanto locales como internacionales. A título ilustrativo, tenemos el caso del doble discurso de la prensa, que refuerza tendencias o actores cuando sostiene que en el proceso electoral de 1940, la actuación del presidente Cárdenas frente a los embates de la prensa fue aparentemente de respeto a la libertad de expresión. Es decir, no la dejó tan libre al crear la empresa monopólica PIPSA, para la compra-venta de papel, la que desempeñará funciones de control y
censura en los siguientes sexenios. La obra, al impulsarnos a repensar la política, nos lleva a reflexionar sobre uno de los aspectos más álgidos en los últimos tiempos en México: la comunicación política y su impacto en la arena pública. Es decir, seleccionar el tema de la elección presidencial vinculada al relato periodístico es una prueba de congruencia teórica y, a su vez, empírica, para demostrar que el binomio informar y gobernar resultan tener una relación simbiótica, compleja, ríspida, controversial y en constante revisión de las leyes de la historia y de la política. González Marín propone una manera de construir nuevos esquemas y categorías de conocimiento para permitir la comprensión del curso de los acontecimientos, tanto cronológicos como de tendencia. De igual modo, ofrece una clasificación de la prensa inscrita en el binomio ideológico derecha-izquierda. Finalmente, da cuenta de la sociedad mexicana y su constitución posteriores a la revolución mexicana y su tránsito hacia una exitosa institucionalización política. En los capítulos finales queda claro que el problema de la representación política democrática no es un asunto inscrito en la relación dominantes-dominados, sino de una sociedad que no reflexiona en colectivo, sino a través de procesos autoritarios y verticales. Este libro es una lectura obligada para entender las tensiones políticas como parte constitutiva de los procesos de transición, cambio y estabilidad en los Estados contemporáneos. Q METAPOLÍTICA
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Anna Pi i Murugó [Serge Paugam, Las formas elementales de la pobreza, Madrid, Alianza Editorial, 2007.]
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ste libro, publicado en francés en el año 2005, constituye un trabajo de investigación de diez años. Un análisis de política comparada realizado con base en diversas cuestiones que inician el texto: ¿qué tienen en común la pobreza entre los distintos países de Europa, la pobreza de los barrios conflictivos de nuestras ciudades y la de las zonas rurales, la pobreza de los años sesenta y la actual?, ¿de quién y de qué hablamos realmente cuando nos referimos a pobreza en nuestras sociedades desarrolladas y democráticas? Paugam es un reconocido investigador que ha dedicado una decena de libros al estudio de la desigualMETAPOLÍTICA
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dad y de la vida en precario. En este volumen continúa el trabajo de dos obras publicadas a principios de los años noventa: La disqualification social y La Societé française et ses pauvres. El autor y un grupo de investigadores sociales en una docena de países de Europa, han tratado de concretar quiénes son los pobres de nuestra sociedad, y para ello hicieron algunas preguntas a la gente: “¿Usted conoce a gente pobre?, ¿cuántos pobres conoce en su barrio, en su portal, en su calle?, ¿se considera usted un pobre?” Entre el 15 y el 60 por ciento de los encuestados, según los países, contestó que no conocía gente pobre. Paugam explica este increíble resultado por el hecho de que el pobre tiende a volverse invisible por voluntad propia y también porque el entorno le asigna ese papel. La pobreza, afirma Paugam, adopta diferentes formas en cada sociedad, dependiendo de su historia y
su desarrollo. Por este motivo, el texto constituye una reflexión que engloba todos los elementos de esta cuestión social. Con este supuesto define y crea una tipología de las formas elementales de la pobreza, calificadas de la siguiente manera: pobreza integrada, pobreza marginal y pobreza descalificadora. De esa forma Paugam constata que las ideas sobre las causas de la pobreza se ordenan siempre en torno a dos explicaciones opuestas: el pobre es pobre porque es vago y no hace nada por remediar su estado, o bien es pobre porque la sociedad es injusta. Los gobiernos que se decantan por la primera idea generan ayudas mínimas o inexistentes para el “excluido”. Los gobiernos que siguen la segunda, convierten la atención a la fragilidad social en asistencialismo. Las respuestas o soluciones en ambos casos no son suficientes. Otro aspecto que se aborda en el texto es que en la actualidad se pro-
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duce un proceso de monetarización de la pobreza y de los pobres. Así, la sociedad les ayuda, principalmente, con dinero; pero la ausencia o pobreza no se reduce únicamente dinero, sino también es importante la presencia de amigos, de una familia fuerte, de formación, de hogar, de ilusiones, etcétera. A ello hay que añadir que a partir del momento en que la colectividad se hace cargo del pobre, éste no puede pretender otro estatus social que el de asistido, con todas sus implicaciones negativas y excluyentes. Estos temas se analizan con detalle en el libro. Según Paugam, el análisis sociológico de la pobreza se debe basar en cómo cada sociedad define y otorga un estatus social distinto a sus pobres y cuándo decide ayudarlos. El objeto de estudio sociológico por excelencia en este texto no es cómo medir la pobreza o determinar el número de pobres de cada país, sino la relación de asistencia —y por tanto interdependencia— entre ellos y la sociedad de la que forman parte. Esta perspectiva analítica equivale a hacer un estudio comparado de los mecanismos de designación de los pobres en las distintas sociedades, estudiar las representaciones sociales que están en su origen y que las legitiman, además de analizar la relación que los pobres establecen con el sistema de ayudas. El libro presenta principalmente datos sobre Europa, puesto que se basa en gran parte en los programas europeos de atención a la pobreza. Pese a ello, el propio autor argumenta que el texto puede ser útil para investigadores fuera del ámbito europeo; consideramos que ello vale también para el México actual, donde ese problema y su análisis están en pleno debate. Este estudio —en el que los ejes teóricos son dados por tres autores
que el autor cita frecuentemente: Simmel, Tocqueville y Marx— constituye una profunda investigación de las representaciones sociales del fenómeno de la pobreza y de la elaboración social de las categorías que consideran a los pobres, además de las formas institucionales de intervención social en estas poblaciones que traducen, al mismo tiempo, la percepción social de la pobreza y la importancia que las sociedades dan a esta cuestión y la forma en que quieren tratarla. Por su parte, otra cara del problema que es abordada es la familia, que parte de ser considerada una cuestión de supervivencia, ya que la pobreza integrada es una forma de pobreza cuyos efectos se amortiguan en parte gracias a la familia. Además de que la permanencia en ella, antes de fundar un hogar propio, se alarga en extremo en diversos los países del sur de Europa, para solucionar temporalmente su pobreza, al tiempo de destacar la tradición de la solidaridad familiar, que es mayor en unos países que en otros. La pobreza también tiene un fundamento religioso en países y regiones de tradición rural poco desarrollados económicamente. La economía informal también es otro punto que se analiza en este texto y que conduce al fenómeno del sistema clientelista que suele estructurar la asistencia pública. Dentro de la economía informal cabe distinguir entre la economía doméstica o comunitaria, el trabajo negro y la economía criminal. El modo de intervención debe ser considerado y analizado, ya que debe ser consecuente; además, propone a los ayuntamientos como mejor instancia, por ser la más próxima a la población pobre, aunque también se
detectan irregularidades y sistemas excesivamente burocráticos. Asimismo, el carácter descentralizado de la acción social hace difícil tener una visión global del problema de la pobreza, que suele confundirse con la cuestión más general de las desigualdades territoriales en el desarrollo económico y social. También en este texto se muestra que los programas de inserción y acompañamiento social que se han generalizado tanto en Estados Unidos como en los países europeos, tienen una eficacia limitada y que hay un riesgo general a que esta ayuda sea, para muchos, permanente y descalificadora. Por este motivo, el autor propone dedicarse a estudiar prioritariamente la pobreza no como tal, ni a un segmento concreto de la población, sino a la organización del todo al que pertenecen los pobres como las otras capas sociales. Esa orientación metodológica invita a estudiar la red de interdependencias entre los pobres y el resto de la sociedad en una configuración amplia que puede abarcar toda una nación. Para lograrlo, es necesario estudiar al mismo tiempo las representaciones sociales de la pobreza —origen de debates y de políticas dirigidas a las poblaciones consideradas desfavorecidas— y las experiencias de la pobreza de las personas consideradas pobres. Esto ha permitido definir la pobreza integrada, en la que la situación de los pobres es habitual y remite a un problema generalizado de una región o de una localidad determinada, donde los pobres forman un grupo social amplio a los que no se estigmatiza en demasía. La pobreza marginal se refiere a una configuración social diferente en la que aquellos a los que llamamos METAPOLÍTICA
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IMPRENTA PÚBLICA l ANNA PI I MURUGÓ pobres no forman un vasto conjunto social; estos pobres se consideran con frecuencia inadaptados al mundo moderno y son inevitablemente estigmatizados. La pobreza descalificadora traduce una configuración social en la que aquellos que se denominan pobres se los expulsa en su mayoría de la órbita productiva y son estigmatizados de manera clara. Este libro merece una lectura sosegada y una toma de postura, ya que ser pobre, calificarse o calificar como tal lleva a la descalifica-
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ción social. Para México este texto aporta nuevas e interesantes perspectivas para el análisis del problema en el país y, asimismo, de las políticas y acciones públicas y privadas de combate a la pobreza. El crecimiento económico, sin olvidar por supuesto el decrecimiento económico, siempre va acompañado de un desarrollo no menos importante de la protección social. El Movimiento ATD Cuarto Mundo, con la noción de exclusión social, es importante recordarlo, hizo su
aparición a mediados de los años sesenta en referencia a los olvidados del desarrollo en los países europeos de mayor desarrollo económico. En ese entonces, la noción de exclusión no designaba el fenómeno de deterioro del mercado de trabajo y de debilitamiento de los lazos sociales, sino más bien la supervivencia visible y vergonzosa de una población mantenida al margen del progreso económico. Estos cambios deben considerarse, y no podemos obviar su análisis. Q