BLOG LITERARIO
EL NOMBRE ES UN SECRETO
La importancia que tiene la escogencia de un nombre, al momento de darle vida a un personaje dentro de una obra literaria, repercute en la relación del modo en que actúa con la manera en que es llamado.
POR JACOBO
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VIVEROS GRANJA Escritor y profesor universitario.
ecuerdo que en un texto sagrado el nombre puede ser un misterio, un enigma difícil de traducir (pienso en la pregunta que le hace Moisés a Dios acerca de cómo llamarlo si le preguntan los hijos de Israel). Lo mismo sucede con los nombres que llevan los personajes en la literatura, de allí que sea clave para el escritor saber cómo llamar a cada uno. No se deja nada al azar en la escritura de un cuento o de una novela. Vamos a ver algunos ejemplos: Si en un texto literario leemos: “Apolo se sentó en su silla y empezó a contemplar el agua, de repente sintió que del recipiente salían imágenes del futuro”, observen que este personaje es un adivino que está conociendo lo que va a suceder a través de imágenes que brotan de las aguas, el lector deberá descubrir que su nombre no es gratuito, pues Apolo en la mitología griega es un dios asociado con el oráculo de Delfos, lugar al cual muchos acudieron para hacer sus consultas, cuyas respuestas no dejaban de ser más misteriosas. Según esta primera explicación, el escritor cuando tiene
claridad sobre el destino de su personaje, las características de este mismo y otros rasgos, puede pensar que el nombre que lleve se justifique por la vida que el autor le ha creado. A veces, hay una vía fácil al asignar un nombre a un personaje, y consiste en recordar alguno que la tradición lo ha convertido en el símbolo de cierta cualidad o defecto. Pensemos que en una novela debe aparecer un personaje que tenga en cierto momento que traicionar a alguien, al hablar del concepto de “traición” inmediatamente una gran cantidad de personas recordará la palabra “Judas”. Sin embargo, asignarle este nombre a un personaje, por el simple hecho de que cometerá una traición es un mecanismo poco admirable, pues la literatura no debería ser tan evidente, es por ello que el escritor buscará una estrategia que mantenga dicho nombre pero con una leve distancia, la cual obligará al lector a investigar por qué el traidor de nuestra novela se llama “Yehūdā”, y sólo entonces encontrará a qué equivale ese vocablo, es decir, a la palabra más conocida pero que habría que evitar: “Judas”. Desde el punto de vista del lector, ¿qué debemos tener en cuenta al tratar de justificar un nombre con el personaje que lo lleva? Considero que en todo ejercicio de interpretación se tiende a encontrar significados que el autor no pensó pero que desde nuestro conocimiento tienen sentido. El caso que les describo a continuación tiene que ver con ello, imaginemos que durante la lectura de un cuento uno de los personajes es pintor, y se llama Leonardo, según lo que estamos analizando en este artículo, muchos pensaríamos que se llama de esta forma como una alusión a Leonardo Da Vinci. Lo cual puede ser, pero además el escritor pudo haberle dado ese nombre porque así se llamaba un familiar que trabajaba en el dibujo y la pintura; o quizás es una referencia al nombre de otro personaje que también se dedica a las artes y pertenece a una obra literaria de otro autor.
REVISTA [38] MOMENTOS