Revista Mundo No 30 - Historias íntimas

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SANDRA PÉREZ LIBERMAN. Bogotá, 1969. Obtiene el diploma en Bellas Artes, Cum Laude y Honores. Brandeis University, Waltham, Mass. En 1999 fue merecedora del premio Deborah Josepha Cohen Memorial Award, Waltham, Mass. Su obra ha estado presente en la Subasta Christie’s South Kensington Colombian art – Londres, Gran Feria de Arte – Bogotá, Subasta en la Embajada de Venezuela – Bogotá y Subasta Uniandes con asesoría de Christie’s New York – Bogotá (1998) entre otras. Entre 1994 y 2006 ha participado en varias exposiciones individuales y colectivas en Bogotá, Miami, Long Beach, Boston y Madrid.

FERNANDO PAREJA. Popayán, 1979. LEIDY CHÁVEZ. Popayán, 1984. Artistas plásticos de la Universidad del Cauca – Popayán. Han participado de manera individual y colectiva en varias exposiciones en Popayán, Cali, Bogotá y Medellín. En 2007 su trabajo recibió Mención de honor en el III Concurso de artes plásticas– Alianza Colombo Francesa, Bogotá.

ANA MOSSERI HOYOS. Bogotá, 1969. Cursó estudios en Central Saint Martins College of Art and Design – Londres, en Parsons School of Design y en New York University – Nueva York, en la Universidad de Los Andes – Bogotá y en la Fundación Ortega y Gasset – Toledo en distintas disciplinas siempre relacionadas con el arte y las humanidades. Ha realizado múltiples exposiciones individuales y colectivas. Su obra ha sido registrada ampliamente en diversas publicaciones.

ANDREA REY. Bucaramanga, 1980. Maestra en Bellas Artes de la Universidad Industrial de Santander. Ha participado en exposiciones en Bucaramanga y Bogotá entre 2005 y 2006. Merecedora de premios y distinciones como la Pasantía Nacional en Artes Visuales otorgado por el Ministerio de Cultura. Ha trabajado colectivamente en proyectos artísticos y didácticos que involucran a la comunidad.

EVA MARÍA CELÍN. Bogotá, 1980. Maestra en Artes Plásticas de la Universidad Nacional de Colombia. Dentro de sus exposiciones colectivas se encuentran: ArtBO 2006 – Galería Entrearte, Salón Premio Fernando Botero – Fundación de Jóvenes Artistas Colombianos (2006), Solidarte – Galería El Museo, Popular Pop – Galería Entrearte, ArtBO 2007– Galería Entrearte (2007). Ha participado como miembro del jurado del Primer concurso de Arte Joven de Colsanitas (2008). En el año 2006 fue ganadora del Salón Premio Fernando Botero.

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MAURICIO RUÍZ DUARTE. Bogotá, 1972. Maestro en Bellas Artes de la Universidad Jorge Tadeo Lozano. Ha participado en varias exposiciones en Bogotá, en el VIII Salón regional de Artistas, Estación de la Sabana, Zona 9, Bogotá (1998); Primeros Premios Salones Nacionales MAMBO Ministerio de Cultura (1999) y el Salón Premio Botero 2008, Fundación Jóvenes Artistas Colombianos (2008). Actualmente es el director de la Galería de Arte Mauricio Ruíz en Bogotá.


ANA MARIA SALAS. Bogotá, 1980. Estudió Cine y Televisión en la Universidad Nacional de Colombia entre 1998 y 2002. En la Universidad de París 8 realizó una Maestría en Filosofía (2005) y un Master de Estudios Cinematográficos y Audiovisuales con especialidad Realización y Creación (2008). La revista Gritos y Susurros del departamento de Cine y Televisión de la Universidad Nacional de Colombia publicó su artículo de crítica cinematográfica “Efecto social de dos experiencias de Jean Rouch a través de su relación con el psicoanálisis” (2003). Actualmente trabaja en París como asistente y colaboradora del compositor Nicolas Frize en su estructura Les Musiques de la Boulangère.

ANGÉLICA MARIA ZORRILLA. Cali, 1980. Maestra en Artes Visuales con énfasis en expresión gráfica de la Universidad Javeriana. Actualmente es becaria de la Maestría en Artes Plásticas y Visuales de la Universidad de Colombia. Ha participado en el Salón de la Fotografía en Colombia – Corferias, 1998, en el Primer Salón Javeriano – Museo de Arte Contemporáneo (2001) y en varias exposiciones colectivas en Bogotá. Ha expuesto sus libros de artista durante tres años consecutivos en la Feria Internacional del Libro de Bogotá – Corferias (2006–2008).

ADRIANA DUQUE. Manizales, 1968. Maestra en Artes Plásticas de la Universidad de Caldas. En 2001 realizó el curso de especialización en fotografía digital en el Instituto Grisart de Barcelona en España. Desde 2001 ha participado en diversas exposiciones en Bogotá, New York, Miami, Santo Domingo y Taipei (Taiwán). Entre sus distinciones más importantes se encuentran: II Premio Colombo Suizo de Fotografía.(2006), Primer Premio Salón Regional de Artistas. Museo de Arte de Pereira (2002), Primer Premio Ciclo de Fotografía Alianza Francesa, Bogotá (2001) y Primer Premio XVII Salón Arturo & Rebeca Rabinovich. Museo de Arte Moderno de Medellín (1997).

GABRIEL ANTOLINEZ. Bogotá, 1980. Maestro en Artes Plásticas de la Universidad Nacional de Colombia. Ha participado en exposiciones individuales y colectivas en Bogotá y Miami. Ha sido merecedor de varias distinciones entre las que se cuentan la Primera Mención en el II Salón de Fotografía y Moda, Bogotá (2001) y mejor puntaje del jurado en la exposición Fotógrafos Jóvenes Fotosemana (2002), entre otros. Recientemente ganó el premio Nuevas Propuestas de la Alianza Colombo Francesa consistente en una residencia de estudios en Francia.

CATALINA JARAMILLO QUIJANO. Medellín, 1981. Comunicadora social de la Universidad de Antioquia. Realizó estudios en Artes Plásticas en Universidad Nacional de Colombia de Medellín. Diseñadora editorial de la Universidad Nacional Autónoma de México. Maestra en Artes Plásticas con profundización en nuevos medios de la Universidad Nacional de Colombia, Bogotá. Ha participado en exposiciones en ciudad de México y en Bogotá. Ganó el Primer Premio del Salón Cano de la Universidad Nacional de Colombia, Bogotá (2007).

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“No había abierto los ojos hasta ese momento. Pero sentía que estaba tendido de espaldas y sin ataduras. Extendí la mano y pesadamente cayó sobre algo húmedo y duro. Durante algunos minutos la dejé descansar así, haciendo esfuerzos por adivinar dónde podía encontrarme y lo que había sido de mí. Sentía una gran impaciencia por hacer uso de mis ojos, pero no me atreví. Tenía miedo de la primera mirada sobre las cosas que me rodeaban. No es que me aterrorizara contemplar cosas horribles, sino que me aterraba la idea de no ver nada.” Edgar Alan Poe, El Pozo y el Péndulo

LA INTIMIDAD HACIA ADENTRO El término “intimidad” se han relacionado de maneras diversas y en momentos distintos de la historia, con las prácticas artísticas. Se ha tipificado en muchos casos como “un carácter” dentro de una obra o corriente y sus referencias de sentido apuntan tanto a los rasgos de la subjetividad humana como a los fundamentos de la vida doméstica. Por esa razón, la intimidad se ha asociado en el campo del arte con nociones como la sinceridad, la expresividad o la autobiografía, tanto como con una serie de géneros artísticos e incluso temáticas, que sitúan diferentes hechos o situaciones en contextos familiares o cotidianos. Si bien las ideas anteriormente expresadas parecen aludir a un tipo de actividad artística anterior a la modernidad, un breve y somero rastreo de los usos sociales del mencionado “carácter” íntimo dentro del arte moderno, mostraría que tuvo una vigencia inusitada dentro de sus diferentes corrientes. Basta en principio examinar la persistencia del género de la naturaleza muerta así como el de los “interiores” en distintas vanguardias históricas –el cubismo o el fauvismo, por ejemplo– pero luego es necesario prestar atención al papel de la inmediatez y la espontaneidad, en la gestualidad pictórica del arte de orientación expresiva que prácticamente atravesó todo el siglo XX, comenzando con el expresionismo alemán, pasando por el Expresionismo abstracto y por el grupo Cobra y por supuesto llegando hasta el Neoexpresionismo de la década de los ochenta, ya vinculado con el posmodernismo. Es por ésto que el término mítico de la “expresión”, con su impresionante éxito dentro de la apropiación cultural de la modernidad por parte de las sucesivas generaciones, funcionaría como el emblema que nos deja ver que la noción de la intimidad aún está lejos de aislarse del discurso artístico. En el arte posterior al modernismo sigue manteniéndose vigente la asociación del arte con algún tipo de objeto o bien material cuyos usos específicos ocurren en el campo privado, ya sea porque involucran la apreciación sensible o porque se enlacen a los principios de acumulación propios de la lógica del capital. Aún cuando muchos artistas intenten desafiar dicha lógica, su posición está lejos de considerarse hegemónica. La acepción de lo íntimo como privado encierra una curiosa paradoja, porque implícitamente regula el flujo de información que se moviliza hacia la esfera de lo público. Si se considera que lo íntimo es privado y se enlaza con ésto la función de la autoría, puede llegar a requerirse tal preservación de la información privada sobre el autor que sería factible desencadenar el anonimato (como tantas veces ha ocurrido). En ese sentido la historia íntima que construiría en una obra de este tipo en relación con su proceso de creación existiría solo como ficción. El eje conceptual de la exhibición Historias íntimas, sugerido por Carlos Salas, apunta a revisar la relevancia del carácter individual y en muchos casos privado, que comprometen las prácticas de creación artística. En el contexto contemporáneo se han empleado diferentes términos para indagar acerca de los fundamentos y principios de está situación, tales como la noción de “mitologías personales” que introdujo Harald Szeemann en su de por sí mítica Documenta V, en 1972. Esta manera de pensar lo íntimo esta haciendo hincapié en que la estructura del autor es claramente dependiente de la estructura

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Catalina Jaramillo Quijano / Dibujo


del sujeto, con todas sus implicaciones sociales, culturales y políticas. Desde entonces hemos visto acuñarse, con cierta periodicidad, conceptos que se preguntan acerca del lugar del sujeto dentro del trabajo artístico o que se inquietan ante la manera como la subjetividad determina lo real o por la forma en que el mundo social estructura el campo del sujeto. Tal fue el caso del capítulo “arqueologías personales” que sirvió como uno de los ejes estructurantes del 36 Salón Anual de Artistas Colombianos realizado en 1996. LA INTIMIDAD HACIA FUERA Al establecer una sencilla conversación, por e–mail con los jóvenes artistas que participan en esta muestra, se movilizaron algunos de los sentidos más arraigados al término en cuestión, como el espacio cotidiano, la historia personal o el espacio subjetivo, pero también se hicieron presentes diversas interpretaciones que parecen revelar algunas de sus paradojas, como las vivencias compartidas o experiencias comunes, los procesos de identificación cultural o el carácter público que entraña lo íntimo. Si se pensara el carácter privado del proceso creativo desde una sola de sus dimensiones: el oficio; para algunos de los artistas que participan en Historias íntimas se necesitaría desglosarlo en las situaciones que se desencadenan, por la presencia de los materiales empleados o por los procedimientos que transforman dichos materiales. Aún así, sería necesario continuar el proceso de multiplicación considerando la variable que se desprende de las problemáticas con que los materiales y procedimientos se conectan, y que establecería su lugar dentro de la subjetividad. Haciendo una alusión genérica a esas problemáticas habría que nombrar al menos la memoria, el afecto, la sensibilidad, el deseo y el cuerpo. Cada una de ellas, a su vez se abre en por lo menos dos sentidos interpretativos que comprometen el orden del sujeto y el campo social, expresados como un adentro y un afuera en cada caso. Tomando en cuenta la manera como estos artistas plantean un cuestionamiento a las dualidades que se asocian innegablemente con la intimidad en términos de un adentro y un afuera, se podría pensar que están explorando la más radical paradoja que encierra el término y que fue nombrada por Jacques Lacan mediante el neologismo “extimidad”, concepto desarrollado, o mas bien descifrado, posteriormente por Jacques Alain Miller. La “extimidad” en Lacan claramente proviene de sus preguntas acerca del objeto del deseo así como por el objeto que causa el deseo. El objeto del deseo está más allá del deseo, pero lo que causa que deseemos tal objeto, está más acá de él. En esa distancia paradójica entre el sujeto y su objeto es que emerge la “extimidad”. La experiencia subjetiva de atracción y rechazo de la que parece provenir el neologismo de Lacan, se sustenta con cierta legibilidad en las reflexiones que hizo Sigmund Freud acerca de lo siniestro, que se hacen pertinentes para este texto en la medida en que lo la experiencia de “lo siniestro” compromete seriamente el concepto de lo íntimo.

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Gabriel Antolinez / Final feliz

El texto “lo siniestro” fue el único análisis dentro de todo el trabajo de Freud, que se podría ubicar dentro del campo estético. Para Freud lo estético no se ocupa de lo bello sino que se fundamenta en estudiar las cualidades de la sensibilidad humana y sus respectivos impulsos emocionales. Para esclarecer el significado de “lo siniestro” –unheimlich en alemán–, es necesario decir que su raíz etimológica implica en principio una valoración como algo no–familiar, Por ese motivo Freud emprendió un minucioso análisis semántico sobre los sentidos que había ido acumulando el término que le dio origen: lo familiar y fue así como encontró dos grupos de acepciones de sentido contrapuestas entre si. En la mayor parte de ellas la palabra familiar se entiende como algo conocido o cercano, incluso cotidiano. Sin embargo en otro grupo de acepciones también llegó a interpretarse como algo misterioso o disimulado, es decir radicalmente privado. Por ese motivo lo familiar podría ser algo que debería haberse mantenido oculto o permanecido en secreto, pero que se manifestó. Entonces, la emoción estética de “lo siniestro” estaría definida por Freud como un suceso reprimido que retorna involuntariamente en el sujeto. Su núcleo radicaría en alguna vivencia enteramente familiar que se volvió extraña al asociarse a un evento traumático. Recordar involuntariamente esa experiencia familiar desencadena la angustia o incertidumbre intelectual porque trae consigo, inconscientemente, el trauma reprimido. Mucho del arte que se asocia tranquilamente al espacio doméstico, privado o íntimo, termina acarreando sentidos inquietantes porque llega a generar identificaciones de carácter siniestro en los espectadores. La “extimidad” sería entonces una imagen simultánea del adentro y el afuera o algo que se experimenta a la vez como lo más propio y lo más extraño. Señala, cómo una experiencia íntima se fractura por su carácter incompleto de modo que evidencia que lo íntimo del sujeto se encuentra vacilante, realmente en su exterior. A pesar de las diferencias de medios, enfoques y expectativas que alimentan el trabajo de los artistas que participan en Historias íntimas, todos tienen en común una visión paradójica y compleja del lugar de lo íntimo dentro del trabajo artístico. Aunque para unos este lugar esté más cerca del trabajo del artista y para otros de la función del espectador, comparten la inquietud de que el sentido del arte se establece en gran medida desde afuera. Comenzaba este texto con un epígrafe extraído del cuento “El pozo y el péndulo” de Edgar Alan Poe, porque evidencia una experiencia íntima que podría describirse más rigurosamente como siniestra o “extima”, (es decir relativa a la extimidad), según los argumentos esbozados en el párrafo anterior. De igual manera a lo que le ocurre al personaje de esa narración de Poe, cuya experiencia corporal se afirma desde su exterioridad, para los artistas que conforman Historias íntimas, la intimidad se elabora en la vacilación. Es algo que parece estar a la vez en lo interno y en lo externo. Esa incertidumbre que sirve de trasfondo a las historias que proponen es lo que podría llevarlos de la intimidad a la extimidad.

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Fotografías tomadas del video Frente al espejo: III parte, Reflejos / Diario íntimo oct. 2002 – jun. 2005

mediados de 2002 decidí viajar a París con mi madre, que iba durante seis meses a trabajar. Al cabo de ese tiempo volvería con ella y me dedicaría a realizar la película (aún incierta) con la cual me graduaría de mis estudios de cine en Bogotá. Antes de irme, mi padre me regaló una pequeña cámara de video handycam. Una vez en París, el deseo de quedarme más de seis meses se fue imponiendo en mí. Hice lo posible para inscribirme en una universidad. En noviembre de 2002 supe finalmente que había sido admitida en filosofía. Podría entonces quedarme más tiempo en París. Pero abandonaba al mismo tiempo mis estudios de cine en Bogotá. Años después caí en cuenta de que fue en ese mismo período que empecé a grabar mi primer diario en video. Con este mismo diario editado (Frente al espejo) me gradúo hoy de estudios de cine en París. El día en que tomé la cámara para comenzar el diario, lo primero que hice fue grabar solamente mi voz diciendo la fecha sobre una imagen negra (dejando la cámara tapada). Luego llegó la imagen: dos pares de zapatos bien puestos sobre un pequeño tapete en una esquina de nuestra casa provisional de París. Era una imagen de lo cotidiano, que no pretendía decir algo específico.

“"Hoy, por fortuna, es 22 de febrero del 2003."

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Silencio


Fue un gesto para mi misma, pues se trataba de un verdadero diario íntimo, que no pensaba mostrar, y también un gesto espontáneo, intuitivo, no reflexionado, sin intención particular. El gesto se dio en aquel momento. Ahora entiendo esa imagen como un comentario visual del día que estaba viviendo. Así entiendo igualmente todas las otras imágenes grabadas posteriormente, como comentarios sintéticos (siempre cortos –segundos o pocos minutos–) de lo que vivía el día o el momento en que grababa, precedidos de mi voz diciendo la fecha de cada día sobre negro. Hoy sigo grabando de la misma manera mi diario, que se ha vuelto una práctica esencial en mi vida. La decisión de hacer un diario en video implicó el preguntarme sobre su especificidad con respecto a los diarios escritos (que escribo regularmente y desde la infancia). Desde el principio asumí esta práctica como una exploración constante del lenguaje audiovisual, con la cual busco expresar el sentimiento, la sensación particular, el estado de ánimo en el cual me encuentro en el momento en que grabo, con la imagen, el sonido directo, los movimientos de cámara, lo que se ve y lo que no se ve en la imagen. Siempre he querido evitar la palabra, el relato hablado. No hay una razón pensada, reflexionada racionalmente, ni una escritura, que me guíen en el momento de tomar la cámara para filmar. Así, la preocupación por crear narración no tiene lugar cuando grabo –viene después, en el momento de la edición–. Los elementos que aparecen en el diario son todos aquellos que están a disposición en la vida cotidiana; objetos personales, de la casa, fotos colgadas en los muros, rayos del sol sobre el piso, la lluvia, el cielo a través de la ventana, las personas que me rodean… Hay un ejercicio de síntesis en esa exploración, pues grabo muy poco, trato de captar imágenes que condensen el ambiente exterior o mi ambiente interior. La exigencia de una imagen sintética y condensada hace necesario un ejercicio de la mirada. Paralelamente al ejercicio de la mirada, sucede que la vida transcurre y en ciertos momentos percibo algo como una pausa, un reposo del mundo y mío; el espíritu parece posarse, detenerse un instante y alejándose de la velocidad, de la dispersión del día a día, aproximándose a un estado contemplativo, acoger el mundo que me rodea. Se podría incluso decir que ese reposo del espíritu permite al fin una mirada, ser espectador de la vida momentáneamente en un canto de pájaros, en un gato, la ventana de un vecino, un reflejo…

diario escrito diario escrito

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Luego se trata de intentar grabar como miro. La contemplación es entonces en este caso activa, pues se da con la acción de grabar. La imagen captada por la cámara cada día es un presente vivido, y es también un presente en la medida en que yo estoy presente en el momento en que filmo. Es un momento de presencia intensa, en el que estoy ahí, en ese instante, conmigo misma y con el mundo. Así, el diario está exclusivamente compuesto de presentes. Éstos se vuelven posibles, probables, por el hecho de hacer un diario, que es un elemento de un modo de vida particular. Incluso si no grabo todos los días, pues nunca me obligo a hacerlo, la práctica del diario es constante, cotidiana. Paralelamente a la práctica concreta, es decir al hecho de grabar, a la exploración con la cámara, existe toda una elaboración mental que es a veces conciente, pero que se desarrolla la mayor parte del tiempo en un lugar profundo del pensamiento alejado de la conciencia. El hacer el diario siempre está presente, así no grabe (durante un día o varios meses). La vida íntima, la intimidad, que no está para mi ligada a la prohibición, a la censura, al secreto, sino que entiendo como una riqueza interior que se encuentra en el fondo de nosotros, me da los elementos para una mirada subjetiva, propia. Esta mirada me permite apropiarme del mundo, construir un mundo que me sea propio. Así, me construyo al mismo tiempo un lugar en el mundo, poniéndome en relación con él de una manera particular. Mi vida es el material de trabajo, de experimentación audiovisual. Es el pretexto para trabajar audiovisualmente, y no el objetivo. El fin del diario no es hablar de mi vida, ni contarla. No creo tener ningún interés exhibicionista en contar mi vida íntima públicamente. Lo que me interesa, es poder compartir sensaciones, percepciones, estados de la intimidad con los espectadores. El carácter elíptico del diario, hecho de fragmentos de momentos de cada día, permite al espectador crearse su propia historia. Los silencios entre cada fragmento son como espacios en los que cada espectador aloja su historia, probablemente ligada con su propia vida. Mi vida, materia prima con la cual trabajo, es al mismo tiempo soberana. El diario sigue la vida, capta momentos de su transcurrir, no la dirige, ni la fuerza. La vida es la materia de trabajo del diario. El diario, inversamente y como dando a su vez, es un rico material para trabajar mi vida. A.M.S.

diario escrito

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SOBRE EL DIARIO ÍNTIMO DE ANA MARÍA SALAS Diálogo entre Ana María Salas y Amparo Vega (su madre y personaje importante del diario)

Ana María Salas: Me doy cuenta de que en realidad el diario video es una elaboración intuitiva y práctica de la inquietud sobre la manera de vivir. Esta inquietud tuvo luego un espacio de desarrollo más reflexivo, que fue la tesis de filosofía que terminé en el 2005. Amparo Vega: Sí, pienso que muchos elementos de tu tesis de filosofía hablan de la forma como haces el diario. Temas como «las acciones que se ejercen de sí sobre sí» y por las cuales «uno se encarga de uno, se transforma y se configura», y la relación privilegiada consigo mismo, por decir solo dos, están presentes en la práctica del diario, según lo que dices de ella. A.M.S.: Así es. El diario es un lugar donde se establece una relación privilegiada conmigo misma. Por un lado, porque es una ocasión para consagrarme un momento a mi misma. La práctica del diario es un comienzo de un modo de vida en el cual me permito momentos de reposo y de intimidad conmigo misma para acordarme que estoy viva, para sentir y ser conciente del tiempo que transcurre. Por otro lado, al ver las imágenes unas detrás de otras, sobre todo en la fase de edición, pero también cuando miro lo que hay en el cassette antes o después de grabar, me siento releyendo un diario escrito, estas imágenes espontáneas, abstractas, sin sentido claro, comienzan a dialogar entre sí y a crear sentidos que no habría sospechado cuando las grababa. Este diálogo de imágenes me habla de mi y de cómo vivo, siento y pienso mi vida. Se establece entonces un diálogo intenso entre el diario y yo, a partir del cual puedo configurar y transformar mi vida, y a través de ella, a mí misma. A.V.: Hablas de un modo de vida; el título de tu tesis es: Entre lo íntimo y lo político. Búsqueda de un estilo de vida. A.M.S.: Para mí estudiar filosofía no tenía sentido si no podía aplicar prácticamente en mi vida cotidiana lo que aprendiera y pensara. El proceso de elaboración de la tesis fue en parte la búsqueda de un estilo de vida. Hoy pienso que ya había comenzado esta búsqueda de otra manera con el diario. La primera parte del título de la tesis, Entre lo íntimo y lo político, hacía referencia a la posición en la cual me sentía en el período en que hice la tesis. Me sentía encerrada en una intimidad –sin embargo muy rica–, con una preocupación hacia el afuera y un deseo de acción política frustrados por el sentimiento de impotencia. La intimidad era repre-

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“"De pronto me hace falta llorar un poquito. Hace rato no lloro." diario escrito

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sentada con la imagen de la casa, y el exterior, ligado a lo político, con la de la calle. La imagen que representaba mi posición era la de una mujer mirando por la ventana. Mi primer diario (hecho sobre todo antes de la tesis de filosofía y un poco mientras la hacía), que llamé Frente al espejo –del cual expongo en Mundo su tercera parte: Reflejos–, sale pocas veces de la casa, explora lo íntimo y la relación conmigo misma. El paso de lo íntimo a lo político es explorado en un segundo diario (comenzado después de la tesis y actualmente en la última fase de edición), que llamé Detrás de la ventana. A.V.: Así que hay varias relaciones entre el diario o los diarios y la tesis. A.M.S.: Lo que me parece curioso, es que al ver mi primer diario, que para mí se queda completamente en lo íntimo, no sale a lo político, me dijiste que veías en muchas imágenes lo público, que se acerca a lo político. ¿En dónde ves lo público? A.V.: Veo lo público detrás de, en cada imagen. Como un trasfondo. Tú estás, o mejor cada imagen tuya está en el mundo, en ese fondo. Nunca estás sola en los presentes que grabas; a pesar de ser imágenes privadas, tuyas y sobre ti, se percibe el mundo exterior, que es el mundo común, compartido por todos. Se percibe un mundo entero. A.M.S.: Es entonces como si el mundo exterior dejara huellas en mi mundo interior, íntimo, y que esas huellas del mundo que está afuera estuvieran dentro de la casa… E inversamente cuando me apropio el mundo con la mirada, integro el mundo exterior a mi intimidad, lo vuelvo mi mundo… A.V.: Y así cada fragmento, cada imagen que compone el diario, es como un universo completo… A.M.S.: Quisiera que habláramos de una pregunta que me acompaña desde hace años. Lyotard, en un artículo sobre 1984 de George Orwell, dice que al escribir un diario (íntimo), Winston, el protagonista, hace un acto de resistencia. Esto plantea la pregunta de un posible carácter político de lo íntimo, y especialmente de la práctica del diario. A.V.: Para Lyotard, la recuperación del tiempo para si mismo, del tiempo de la libertad, “donde cada uno es su propio amo” y “escapa a todo control”, es propiamente una segunda existencia, hecha de “pequeños paréntesis vividos”, que constituye la existencia verdadera y que tiene valor no solo en el plano de lo íntimo sino también en el de lo político. El derecho a esa segunda existencia es en efecto para Lyotard el derecho absoluto y

"Dificultad para respirar, desorden. Pero ya mejorando, mejorando." diario escrito

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"Rencor tengo miedo de que seas amor..." música, Carlos Gardel


el principio de los derechos humanos, es decir que en ella se fundan todos los demás derechos. El respeto a este derecho –podemos decir “a la intimidad libre”–, es la base para el resto de los derechos. Lyotard relaciona entonces directamente lo íntimo con lo político, lo primero como base de lo segundo, cuando el tiempo propio que es como una condición de la existencia verdadera, se toma y exige como el principio de lo político: cada uno debe tener derecho a él. Y yo veo que ésto se relaciona con tu diario íntimo... A.M.S.: Este tema de la libertad me parece esencial. Para mí en la práctica del diario hay una enorme libertad, primero en cuanto práctica audiovisual, pues me dejo una gran libertad en cuanto a lo que grabo y también a la decisión de grabar o no grabar (ha habido épocas de varios meses en las que dejo de grabar por completo). Uno de los pocos principios que me doy es grabar lo mínimo, y en lo posible solo un momento del día (y no siempre lo cumplo). No es una escritura previa, ni una decisión racional la que dice qué se graba ni cuándo, sino la percepción. Cuando veo algo que se presenta a mí como una imagen, tomo la decisión de grabar. Considero el diario como una forma libre en la que me permito hacer lo que intuyo en el momento en que lo intuyo. Digamos que el diario es un lugar de libertad, en donde practico la libertad haciendo video. Y la libertad, como tantas otras cosas, si no son todas, se ejercita. Cuando tienes un lugar en el que ejercitas la libertad, tiendes a querer ejercitarla más allá de ese lugar, en otros lugares de tu vida. Hay que crearse esos lugares de libertad para poder ejercitarla. No hay que dejar dormir la libertad, la posibilidad de libertad, el ejercicio de la libertad porque si no, agoniza en uno, se pierde. A.V.: Me parece importante lo que dices sobre el lugar: crear el lugar –y el tiempo– para la libertad. Que luego puede ejercitarse en otros lugares. Crearse los lugares de libertad, eso sería una bonita resistencia... política! A.M.S.: Por fin entiendo por qué para Lyotard en 1984 el diario de Winston era un acto político! Porque apropiándose de su tiempo, recuperando un espacio, un lugar propios, para escribir un diario en el que se permitía decir lo que no se permitía siquiera pensar en la sociedad de 1984, se creaba un lugar de libertad, que es siempre un lugar de de resistencia, en esa sociedad que pretendía controlar cada uno de sus pensamientos, o en las nuestras, que tienden igualmente al control. A.V.: Creo que hemos atado algunos cabos...

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"Hoy es 22 de agoto del 2003. Y no tengo sida"

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20 C贸mo debo comportarme / Libro intervenido / 2007


Manual de introducción: Los pájaros se quejan al menos cantan / Ingeniería de papel / 2008

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onfío en una especie de instinto infantil, me sugiero a mí misma recordar lo primordial, ese lugar en el que me detuve alguna vez y del que no puedo dar cuenta ahora. Tomo notas, fotografías reales, porque las del pensamiento no permanecen; memoria y dolor me acompañan, por tanto prefiero olvido y felicidad. Atiendo a las pequeñas tareas, esas estarán allí cuando no pueda pensar más en un subterfugio y así traigo a mi memoria lo que tanto me esforcé por olvidar. Me aferro a pobres manifestaciones de verdades: notas, dibujos, diarios, sueños y cartas… intentos de felicidad. Hay en mí una insensible. Me conmuevo con canciones sobre inviernos largos y me echo a dormir sin vergüenza esperando que la vida haga de sí misma una cosa placentera. Por momentos me veo como una gran ocurrencia: una reunión de examigos o examantes para nada conveniente, una irrefrenable y orgiástica visita, la batalla contra la acumulación de platos sucios en el lavadero; las risas pregrabadas no parecen entonces tan extrañas y me acostumbro a una vida anestesiada. Recurro entonces a la observación, la preocupación atenta del ornitólogo. Entiendo mi yo pasado y mi yo presente como incompatibles, no pueden convivir en una autobiografía en simultáneo, van de lo factual novelado a la ficción razonable. Hace un tiempo tuve una temporada de certezas, sabía mis necesidades y me aferré a ellas. Tengo una notable predisposición a buscar tranquilidad en los lugares equivocados, puedo viajar cinco mil kilómetros para que alguien me diga que todo está bien con una mirada enternecedora y creíble, sensata y comprometida. A pesar de ello, conservo mi optimismo y confío en lo valioso puesto al descuido deliberadamente, tal vez hoy pueda encontrar esos zapatos perfectos y hacer de mi semana la cosa más divertida; hoy puede ser ese día, pero las tiendas de zapatos están cerradas y no tendría nada que haga juego con unos zapatos perfectos, soy hija de la resignación y la sumisión en una época de inconformismo. Hay días buenos y me regocijo cuando veo que no son tan escasos ahora, pero todavía dependen de cosas pequeñas: el ambientador con olor a vainilla, un peinado increíble y sin viento, un sueño con trenes, sol a las cinco de la tarde, el citófono en la noche; es mi manera de llevar el realismo al extremo, la felicidad implacable del día a día. Alguna vida tocada por la tragedia en la medida justa es bella y afortunada, conocer un poco el dolor hace más agradable cualquier encuentro con el placer, de otra manera es un estado permanente de zozobra. Me reconfortan momentos gratuitos y fugaces: el paisaje olvidado y vuelto a recordar de la infancia, la primera casa, el recorrido a pie hasta la avenida, a esos instantes se reduce la felicidad; mi felicidad es escepticismo y a la vez desconsuelo de quien no recuerda el olor de su uniforme de colegio –el mejor olor del mundo. Pienso en lo falso de mis compromisos, quiero una vida bonita y sofisticada, un beso de despedida y otro de bienvenida todos los días en la puerta, acompañado del gesto recriminatorio de la obligación. Las mañanas son difíciles, apenas abro los ojos siento desconfianza del nuevo día; entiendo que no puedo seguir así y me enrollo en las cobijas. Mientras más tarde me levante más corto será todo, un café con leche –porque sin leche me da náuseas– y otra vez a la cama, 30 minutos de televisión para despertarme por completo –mejor si es un programa sobre cómo viven los multimillonarios en alguna isla mediterránea–. Desayuno en la cama, no muy convencida de que sea la mejor comida del día. Pedacitos de pan sobre la almohada y un charquito circular en la mesa de noche. La tranquilidad me ha abandonado, creo que empezó a ser así desde el día en que cumplí cinco años y nadie me regaló algo que de verdad me gustara. Me levanto dispuesta a mejorarlo todo, un gesto que me exima, dibujaré. Dibujo y leo, dibujo y escribo. Dibujo y pienso –no es un buen dibujo–. Mi paliativo diario se ha convertido en una lista de deseos, una lista de intolerancias, anotaciones que me inscriben dentro de algo, quiero ser parte de algo. A veces también dibujo lo que veo o recuerdo, en ellos no hay abstracciones, son líneas y puntos auténticos, veraces, una anamnesis profunda. El recuerdo en la punta del lápiz, real o no, y la virtualidad me acompaña todo el tiempo y siempre está el afán tácito de hacerlo todo bien. Miro por la ventana de mi cuarto, hay un edificio pequeño justo al frente del mío, es de ventanas grandes y de gente sin cortinas. En el tercer piso se centra mi atención, alguien se asoma y comenta algo, es una mujer que se apoya en la ventana con una mano en la

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Saca la cabeza y respira / Impresión plotter, láser y dibujo / 2007

cintura, alguien viene por detrás y la abraza, miran al unísono lo que parece ser una nube con forma de boxeador, o yo pienso : “ven la nube con forma de boxeador”, pero pueden estar viendo también algún incendio; se ven aburridos, miran a ninguna parte y la mujer se cruza de brazos, incómoda por no poder participar ella también del atardecer y de todo lo grandioso donde no está incluida, del milagro de la vida. Todo lo que digo tiene el complicado tono de una declaración, de un manifiesto. El abrazo en la ventana se deshace y me entristece pensar que en esta ciudad no es permitido mirar a las nubes sin preguntarse ¿No podrían ser mejores? Son casi las cuatro de la tarde, me volteo al sentir una presencia detrás, le toco la cabeza y le digo con cariño “no mires Mermelada” y se viene conmigo ronroneando. Al rato me corto las uñas y como gomitas. A veces no me siento bien, las náuseas no me abandonan y debo concentrarme para no salir corriendo. ¿Por qué la preocupación viene acompañada de arcadas? Una vez di vueltas y vueltas y vueltas vueltas vueltas, fue cuando no supe qué más hacer y el mareo permaneció conmigo. Debo salir. No pertenezco a ningún lugar, excepto al lugar dónde se posan mis pensamientos, donde se dirige siempre, impetuosa, mi mente. Eso no quiere decir que no me sienta a gusto en ciertas esferas reales; igual, a donde vaya, mi cabeza me sigue. De paseo por la calle me concentro en no mirar a nadie y en esperar que nadie lo haga conmigo, puede ser un pensamiento triste, pero no me trae los inconvenientes de las relaciones humanas. El cielo está bonito, me conmueven los reflejos en los vidrios, es un día de esos, en el que dan ganas de llevarte a todos los perros callejeros a tu casa. Camino y miro al frente, en este sentido no discrimino, todo es susceptible de ser visto. Es un día increíble, juro que podría hablarle al primero que me vea con aprobación, nadie lo hace pero así también está bien; mi vida no va tan mal después de todo y no necesito el consentimiento de un desconocido. El mundo es indiferente, así quieto es perfecto también. Mi intervención en él pone en su lugar mi torpeza. Estoico es perfecto, como decía. Si depende de mí, de mi voluntad: están por un lado todas las posibilidades dadas de felicidad. Este es un hecho alentador que hay que asumir en silencio y más si tengo claro que el bienestar es una decisión, por eso debe ser conciliado e interno el lugar donde pongo mi felicidad. ¿Y qué es lo interno? Me permito escoger mi lugar, implica que el hecho inminente de la muerte debe considerarse como positivo, positiva acción del tiempo no ir en contra tratando de hacer muchos planes, de mantener quieto lo inquieto, lo que corre como mi gata. Ahora, aquí, es mucho más difícil y el tiempo no da sino para intentar ser menos desdichada; escribo para llamar al sueño, tal vez si duermo despierte automáticamente en la casa de mi primer amor, el que tuve a los cuatro años, tal vez con él hubiera sido feliz; pero tal vez sólo llegue a medio camino entre ese lugar indeterminado y el lugar en el que estoy ahora, o sea ningún lugar. Fue una tarde linda la de hoy, caminé con el sol de las cinco, el mejor sol, tenía esa increíble sensación de desapego. Al llegar escribí sobre el camino recorrido para no olvidarlo pues en un momento ese camino no existirá más; mi implacable memoria no me permite quedármelo, un palimpsesto recuerdo se posa sobre otro y lo doblega. De ahí mi felicidad, no recuerdo nada casi voluntariamente, y mis notas no son fiables, mis recuerdos están adornados de más, todo luce siempre muy bien allí, es un buen lugar para estar. La soledad me hace alucinar un poco y quiero desesperadamente ataviar mi existencia, la

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soledad se convierte entonces en un pensamiento constante y abrumador, la reclusión me deja una sensación de malestar, de levedad; hago incautos esfuerzos por manifestarme, me pregunto acerca de lo verdadero en la vida, así que busco una manera de evidenciar la mía propia, dejar un vestigio, para eso escribo. El arte tiene una estrecha relación con lo verdadero, la obra de arte no se interpreta a sí misma así que no tiene posibilidad de engaño, no ocurre lo mismo con la palabra, en ella hay intenciones, una necesidad de manifestarse, hay un desocultamiento. Todas las cortinas cerradas, la seguridad viene de allí, las abro de vez en cuando para hacerme creer que lo he superado todo, que he alcanzado la normalidad en mi vida. Subo la persiana de mi cuarto, la luz cae directamente sobre la cama destendida y siento un poco de vergüenza. Mejor la cierro otra vez, no lo he superado todavía, no vaya a ser que se enteren los vecinos. Anoto: Tenía cuatro años, la directora del colegio no quería recibirme, mi mamá la convenció para que me hiciera un examen, no recuerdo bien en que consistía, sólo que al final debía hacer un dibujo, me tomé mi tiempo y lo hice lo mejor que pude, cuando la directora lo vio no supo qué era y me pidió una explicación, lo miré bien y era un establo con una oveja, pero si lo volteaba era una familia, así que dije que era un establo pues me pareció más apropiado para impresionar a una señora poco impresionable (una familia la hace cualquiera). Cuando era niña creía que todas las sensaciones físicas y anímicas tenían un nombre. Recuerdo que después de bañarme, al momento de vestirme, me sentía incómoda, pensaba en la desnudez y me daba un vacío en el estómago, le preguntaba siempre a mi madre cómo se llamaba aquello y ella siempre decía: vergüenza; pero no, era algo distinto y no tenía nombre, trataba de definirlo lo mejor posible sin nombrarlo, quise ser fiel a las palabras. Hoy tuve una de esas impresiones sin nombre, estaba en la cocina preparando café, todo estaba ordenado, los platos en su lugar, música de fondo, el olor a café, mis pies cabían en una baldosa y muchas imágenes rondaban en mi cabeza; pensé en ese momento y me sentí afortunada. Imaginé mi cuarto sin mí, libros a medio leer, cartas guardadas en cajones (¿todas las cartas son de amor?), las flores rosa del papel tapiz, la cama de niña y mis libros terminados (gritito de emoción). Me apaño de la idea de mí misma, me apaño de mí, una visión impresionista. Me sentí bien, recorrí la casa, en felicidad estática; es un sentimiento sin nombre, el que me sienta satisfecha y pueda dibujar y escribir sin ningún autorreproche, sin sentirme indigna del placer de crear. Dibujos sin sujeto, sensaciones sin nombre, es casi irreal, podría llamarlo la edad adulta. Viví gran parte de mi vida en una casa en medio de un bosque, en un bosque en medio de la ciudad, a través de los árboles veía el humo de las chimeneas industriales; en ese entonces entendía, porque lo entendía todo, y sabía lo que hay que saber; a veces sueño que sigo ahí, y para mi asombro todos los bosques son ese, todas las casas son esa; así como todos mis grandes amores son uno sólo. Creo que los libros son así, uno y todos, tienen la emoción de una fotografía velada por la acción del recuerdo. Cuando veo que ya todo está allí siento algo irreparable, nada de arrepentimientos tardíos. En el libro abierto, alguien se desplaza. Está allí y es una prueba de que existo y pienso y siento y me muevo. He terminado, he sabido terminar. C.J.Q.

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Mujer con copa / Mixta sobre lámina de acrílico / 2008

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Mujer comiendo / Mixta sobre lámina de acrílico / 2008


Mujer con flores / Mixta sobre lámina de acrílico / 2008

25 Mujer con sombrero / Mixta sobre lámina de acrílico / 2008


“A todo el mundo le da miedo la intimidad, aunque no sea consciente de ello. La intimidad significa quedarse al descubierto ante un desconocido, y todos somos desconocidos, nadie conoce a nadie. Somos desconocidos incluso para nosotros mismos, porque no sabemos quienes somos.” Mujer con pipa / Mixta sobre lámina de acrílico / 2008

Osho

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as escenas que uno verdaderamente desea pintar tienen que ver con la historia íntima de nosotros mismos, los pintores. Creo que la mejor parte de acumular trabajos plásticos y el proceso por el que estos son llevados a cabo, es mirar hacia atrás y darse cuenta de que hay elementos constantes que permanecen y que vistos en retrospectiva son un reflejo de nuestros intereses, de nuestro interior. Trabajar en una obra es como materializar en varios objetos la historia de nuestra vida, que a su vez está determinada por objetos que vamos encontrando y que refieren innumerables historias. De esta manera, mi mundo plástico se va creando a partir de otras obras que a su vez van construyendo mi historia, ya sean las canciones de Billie Holiday o de Diomedes Díaz, los poemas de Jacques Prévert, la película María Antonieta o la película La Insoportable Levedad del Ser. Lo interesante es mirar de forma retrospectiva que tanto de las impresiones visuales de un artista, mezcladas con sus recuerdos, ideales y sentimientos terminan siendo el material para crear una serie de objetos que llamamos obra y que representan un fragmento de su propia historia íntima. Hice una serie de cuadros que tomé de una película estadounidense estrenada hace poco más de un año: María Antonieta, de Sofía Coppola. Me impactó la dirección de arte y la fotografía. Imágenes de zapatos, telas, flores, sombreros, abanicos, aretes, collares, vestidos, pasteles, galletas, postres y ponqués, eran demasiado para una mujer. Así fue como pensé en escoger algunas imágenes para luego pintarlas. Me imaginé en la “pajarera” o en la calle 53 –lugares de Bogotá que me encantan– escogiendo escarchas de colores, piedras semipreciosas, plumas, encajes, lentejuelas y mostacillas para introducir en mis láminas de acrílico. Ésto me daba la oportunidad de volver a hacer collage, mi técnica preferida. Con esta serie de cuadros pretendía hacer un paralelo entre los objetos que son representados en las escenas de la película y los materiales reales con los que dichos objetos son confeccionados desde hace siglos. Me pareció importante mostrar que en el retrato se puede apreciar cómo los objetos de una persona logran describirla ¿Cómo negar que

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Julieth con flores negras / Mixta sobre lámina de acrílico / 2008

nuestra historia íntima está estrechamente ligada a los objetos que usamos a diario? Frente a lo perdidos que nos podemos sentir al no encontrar nuestra auténtica intimidad construimos a menudo nuestra identidad a partir de los objetos que poseemos: cómo nos vestimos, qué coleccionamos, cómo adornamos nuestro espacio vital. La intimidad está relacionada en un momento dado con los pensamientos que tenemos. Las personas, salvo algunas afortunadas excepciones, siempre están pensando entratar de mejorar, perfeccionando mentalmente sus vidas. En el retrato pintado el único vislumbre de ésto es la mirada. Nuestra historia íntima, por definición, pertenece al interior, lo que se proyecta de ésta, lo que está en el exterior es solo un sombrío y distorsionado reflejo. Mas este reflejo si quiere ser trascendido gracias a un retrato, es preciso observarlo en los ojos. Me parece increíble cómo al pintar dos líneas curvas que se encuentran de frente, un círculo oscuro entre ella, dos minipuntos blancos (éstos son opcionales) obtienes una mirada. Los misterios en los que se sumerge el ser humano, sus frustraciones, sentimientos, pensamientos y emociones, se materializan en el retrato para abrirse a la interpretación de quienes lo observarán posteriormente. La mirada de la persona retratada se vuelve un puente entre su historia íntima y el interior del espectador. En el caso de mis retratos no importa que sea María Antonieta o la actriz que la interpreta, lo que importa es que el espectador se sienta acompañado e identificado con ellos. Reconocerse en las imágenes de otros seres humanos y acercarse a lo que sienten los otros. Ésto es lo que me parece que representa el interés que se tiene en los retratos, el ansia que se despierta al tratar de buscar el alma de las personas y saber si los otros son o no, como nosotros. La pintura es un proceso en el que me reconozco y en el que creo que el espectador puede buscar también algo de sí mismo. Los retratos son sistemas de identificación entre la persona que retrata, el retratado y quien lo observa en el ejercicio eterno en el que permanecemos los seres humanos: la búsqueda de saber quienes somos.

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Enrique Polanco / Pato laqueado / Témpera sobre papel / 1986

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Hay varias nociones que yo asocio en mi vida a la noción de lo íntimo, concepto difícil de definir y que uno reconoce a lo largo de varias experiencias propias. Para mi, lo íntimo está directamente relacionado con varios conceptos que no necesariamente corresponden con lo que otras personas entienden por íntimo. Individualidad: Lo íntimo es aquello que está en lo profundo de cada persona, en su interior, por definición. Yo confió en que si cada persona realmente busca quien es, va a encontrar que es un ser único, esto significa que si en un encuentro entre dos o más personas hay verdadera intimidad; significa que estás viendo algo que solo se muestra a pocos, es muy distinta la parte de ti que muestras en intimidad a la que dejas ver en público. Por ejemplo, para transmitir la esencia de cada persona, es muy importante para mi trabajar los gestos en los retratos y dentro de los retratos en los ojos de los personajes en cuestión. En los seres humanos lo que más distingue a unos de otros son los ojos, y ésto nos hace pensar en la singularidad de su interior. Poesía: La intimidad está muy relacionada en mi interior con la poesía. Es un estado en el que lo literal es demasiado pesado para definir el momento. Creo que la intimidad es un estado sutil, que implica ser descrito con cierta lírica, la prosa es demasiado “matérica” y le resta la claridad de lo auténtico. La intimidad, por estar en el interior, que pocos conocemos, se hace difícil de entender, es más un asunto de percibir y sentir, creo que merece estar asociada con la ensoñación más que con lo concreto. Muchas veces en mi trabajo, en mis cuadros, mezclo texto a la imagen. Escojo algún poema o cita que me gusta y que, no se si para bien o para mal, guían la interpretación de la imagen en sí. La noche: En mi mundo de ensoñación la intimidad está ligada a la noche, me gusta más que el día, ésta es para estar consigo mismo. Es un momento para retirarse que permite reconocerse…Y dentro de los ambientes de noche me gustan mucho los lugares que tienen luces bajas y que son cálidos. Para mi, la intimidad está rodeada de calidez. Esta es una característica de la intimidad totalmente subjetiva. Cuando pienso en intimidad visualizo un espacio acogedor, cálido, con una luz y colores determinados. En la pintura, es para mi una de las partes más satisfactorias de trabajar y es la utilización de luces y colores determinados que ayudan a recrear la atmósfera que tengo en mente. El tiempo tiene que ver con la intimidad o más precisamente la intimidad se encuentra en el no tiempo. La intimidad ocurre en esos momentos en que sientes que el tiempo se detiene… hay algo de eternidad en ella. Es decir que ese momento se vive en profundidad, lo íntimo se acompaña de un sentimiento o sensación concentrados que no se desarrolla en mucho tiempo, es más bien puntual, de forma tal que pareciera que el tiempo no existe. Mi forma de trabajo, la pintura, se presta para transmitir instantes que se vuelven eternos. Yo baso mis pinturas en la fotografía, que ya de hecho son fragmentos congelados de x persona, pero cuando se vuelve pintura, además de esa captura del instante, me permito añadir gracias a otros medios los componentes de las otras acepciones. Hay dos conceptos más que yo asocio con la intimidad pero que no se reflejan aún en mi trabajo al menos de forma consciente. De hecho aunque todo esto revolotea dentro de mí constantemente, a la hora de trabajar lo hago de forma más intuitiva que intelectual. La vivencia de la intimidad ocurre cuando estás consciente. Es un estado especial y como tal depende de qué tanto se viva esta experiencia con la consciencia de que se está en el presente. Vivirla de forma adecuada implica estar atento, con todos los sentidos puestos en esta situación; sin perderse la oportunidad de sentir la unidad y autenticidad. Unidad: Cuando pienso en intimidad hay unidad. Si es una escena de una sola persona, cuando está en intimidad todos sus aspectos están en sincronía. No está dividido por dentro. Lo que siente y piensa van de la mano. Si hay intimidad entre una pareja significa que ambos están complementándose para formar una unidad. La noción de intimidad que entiendo no admite que dos personas que se encuentren estén actuando, hay una comunicación interna entre dos y no una necesidad de mostrar estrictamente lo que se espera de esta persona. Casi nunca conocemos la historia íntima de nadie, ni siquiera de las personas que tenemos más cerca. Lo que uno conoce de las personas es la “historia oficial”. Y es que conocer la intimidad de alguien resulta prácticamente conocer a dicha persona sin máscaras, en toda su complejidad. Creo que este es un terreno de lo indecible, es tan difícil de comprender que reexplicarlo sería empresa complicada. Sin embargo, si hay realmente un deseo por comprender ésto, se debe hacer a través de las artes plásticas que convienen a la poética, el mundo imaginario y lo sutil. El arte, es a mi manera de ver la materialización en un objeto o una serie de objetos de aquello que nos cuesta decir, o bien la potenciación de eso que simplemente dicho omite lo esencial.


La construcción de la historia íntima en una serie de pinturas no es realmente la construcción de una historia sino la elección de los momentos más significativos de una historia. Creo que en un solo cuadro nunca hay una historia íntima, solo un fragmento, un instante de un momento que pasó en el “mundo imaginario” del artista. Sin embargo, como dije anteriormente, para mí lo íntimo está muy relacionado con la eternidad de un instante vivido muy conscientemente. Muchos de los momentos por los que pasamos en la vida; casi todos de hecho, transcurren en la inconsciencia… por lo general como seres humanos estamos pensando en mil cosas menos exactamente en lo que estamos haciendo y es por esto que la construcción de historia para mi es irrelevante. Para mi es más importante un buen momento íntimo vivido de forma consciente, que una cadena de hechos aislados. Yo siento que la pintura es una ventana a través de la cual un transeúnte ve lo que pasa en el interior de una casa, pero solo ve un instante. Si ese instante está realmente cargado de intimidad, que de hecho está definida por los aspectos antes mencionados, el personaje en cuestión, quien observa, es quien construye la historia faltante. Este transeúnte es el espectador, él construye la historia íntima a partir de la imagen que el pintor le regala y a partir de su propio mundo interior. Y si esta imagen de verdad lo cautiva ella entra a ser parte de su intimidad. Tuve en mi cuarto por más o menos dos años un cuadro llamado “pato laqueado” del pintor peruano: Enrique Polanco. Este cuadro, que admiro profundamente, más que una historia me hacía pensar a menudo en las circunstancias de la situación que presenta. En la imagen hay tres personajes, todos muy extraños: una mujer que sirve un pato horneado a dos hombres que se encuentran sentados a la mesa, comiendo mientras mantienen una conversación. De tanto mirar este cuadro siempre me preguntaba quiénes podrían ser estas personas y de qué hablaban. Por lo general lo que imagino es que ellos son unos mafiosos que hablan de un asunto muy serio y que la mujer que les sirve el pato es cómplice de uno de ellos, basándome en las miradas que el pintor dio a cada personaje. Esto por un lado, sin embargo lo que más me cautiva de este cuadro y que siempre ha despertado mi curiosidad son las dos imágenes que se encuentran en el tercer plano. Al lado izquierdo de la pintura hay una imagen en la que vemos a dos personajes, apenas boceteados, que descansan a la sombra de un árbol y al lado derecho, situación paradójica, una escena nocturna en la que una palmera está rodeada de nieve que cae. Unos días pienso que una es la ventana y la otra un cuadro; otras veces lo contrario y es que esta escenografía ambigua cambia de forma radical un elemento al que yo suelo dar gran importancia: la atmósfera de la escena. En realidad no es relevante queé pasa y qué no en la escena que observo, lo hermoso de este cuadro es que siempre es agradable mirarlo y entrar por un rato en el mundo imaginario de quien lo pintó. Por la naturaleza de la imaginación, que se encuentra en continuo movimiento, no se puede hablar de la construcción de una historia única a partir del cuadro; más que eso se puede decir que se abren varias posibilidades para recrear historias. Éstas dependen en gran medida de la historia y mundo imaginario del espectador quien tiene la opción de interpretar a su gusto y completar las circunstancias de la imagen como lo desee. Lo que me interesa, o mejor aún, lo que me gusta de esta obra es que deja abierta, más que la posibilidad de interpretar, la posibilidad de imaginar. Cuando pienso en tener una colección de obras de arte, me emociona pensar en obras cuyos contenidos sean afines a mi historia personal. Lo interesante de coleccionar novelas, poemas, música, películas, obras de arte, etc… es, a mi manera de ver, almacenar su capacidad evocadora para enriquecer a todo nivel nuestra vida.

Sabina con sombrero hongo / Mixta sobre lámina de acrílico / 2008

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Mauricio Ruiz

Pruebas de supervivencia

Pruebas de supervivencia / Recortes de fotografías sobre lámina de acrílico / 2008

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uando caen en mis manos tiras de imágenes fotográficas que han sido desechadas en un almacén cualquiera, las observo detenidamente y al hacerlo llegan a mi mente con toda claridad, como si las viera, imágenes que conservo en mi memoria. Las imágenes que “veo” son entre muchas: fragmentos de vegetación, mis sobrinas, recuerdos de momentos de entretenimiento como tomar una cerveza junto a una piscina en alguna ciudad de Colombia; veo texturas de ropa, veo texturas de paredes, ladrillos. En las imágenes “veo” colores, sabores de dulces como las melcochas que regalan en los restaurantes, imágenes todas que si las buscamos las encontramos al observar esas tiras de fotos restantes de los cortes. Todas esas imágenes que surgen de mi memoria se fusionan con las de las noticias cotidianas de mi país: Veo las imágenes de los secuestrados, la imagen de los militares, los políticos y veo esas cosas cotidianas que creo que viven estas personas, las cosas que tienen, como comen, que ven a su alrededor, qué les gusta hacer en su tiempo libre, quién los cuida, preguntarse si hacen deporte o descansan. La imagen mental se vuelve parte mía y así, lo que otros viven lo vivo yo.

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Esas imágenes se apoderan de mis propias cosas y las utiliza a su manera. Todas puestas una al lado de la otra forman ese horizonte que nos hace prisioneros de una realidad. Con esta obra intento recuperar el más antiguo y humanista de los sentidos del arte: negarse a la caducidad del instante y a la intensidad del evento. Es así como Pruebas de Supervivencia viene a constituirse en una resistencia al olvido, al que nos constriñe inexorablemente la repetición vacía y sin sentido de una imagen atroz y ajena. Aquí se trata de arrancar al observador de ese foco de luz lánguido que representa la mirada perpleja y desesperanzada de un cautivo, de manera que el interés se concentre en un instante posterior de la angustia; ya no el de la pura existencia, sino el de saber cuál es la asfixiante rutina que circunda sus días, o la monótona vegetación que “veo” en las tiras de unas fotografías. Las secciones discontinuas de colores permiten al observador la construcción de una imagen que pueda evocar un momento de la vida cotidiana de los 750 cautivos: los colores de un plátano con café al desayuno, la densidad del verde que los encierra y protege, el azul claro de un resquicio de cielo o de una quebrada para el baño matutino. Finalmente su particular disposición horizontal simboliza la infinitud de una esperanza entrañable pero aún distante. M.R.

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“Solo dando a vestir a los demás un cuerpo que nos pertenece, podemos continuar viéndolo en su exterioridad indumentaria” Mario Perniola

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entro de mí trabajo lo íntimo se evidencia básicamente en dos aspectos: en el primero se opone a lo público y en el segundo debe entenderse como lo trascendente en contraposición a lo efímero. En los temas que revelan un interés por abordar el recuerdo personal, el erotismo, el auto–reconocimiento mental y corporal desde la identidad femenina. En el uso de materiales cargados de historias que escucho, cuando presto atención a los sonidos que produce cada elemento, cuando lo manipulo y descubro las posibilidades que me brinda con sus características intrínsecas (textura, color, procedencia, volumen, disposición, plasticidad, etc.) En los procedimientos que utilizo que suelen funcionar como rituales minuciosos que comprenden tanto el proceso mismo, como el sentido que le otorgo y que resulta en una especie de curación que incide en mi esfera privada. En ocasiones he recorrido lugares dentro de mi geografía interna, aquellos en donde reconozco lo íntimo como estímulo creativo, que conjugo con el hecho artístico para hacer público parte de mi mundo interior. Esa mirada introspectiva ha nutrido mis procesos de creación, por eso en mi obra se tejen materiales comunes como telas (blondas, encajes, velos, terciopelo, ropa usada), accesorios –empleados convencionalmente en la decoración de prendas femeninas–, hilos, uñas, cabello residual, etc. Materiales que me permiten establecer relaciones de tipo simbólico, siendo éstos no sólo una opción en cuanto a lo plástico sino convirtiéndose en mecanismos psicológicos, a través de los cuales descubro la capacidad testimonial en la sustancia de las cosas. La forma en como lo íntimo se vuelve parte de mi trabajo configura una especie de autobiografía visual no explicita, que funciona como una recopilación de mi historia privada, relacionada con mis móviles afectivos y experiencias en general asumidas desde el hecho de ser mujer; suceso que se ha alimentado con vivencias externas, pues en algunos trabajos las historias de otras mujeres se incorporan, de igual manera como se cosen las prendas que han tocado su piel y mi piel o se enhebra el cabello que se ha desprendido de su cuerpo o del mío. Posiblemente, el mecanismo de la imaginación se presenta valioso sutilmente dentro de los procesos de creación, cuando intento transformar esos recuerdos –pensamientos, dolores, placeres, situaciones, etc.– que hacen parte de mi escenario íntimo en una “ficción”; la cual materializa los productos mentales en elementos nacidos de la facultad que sólo da la fantasía, para poder ver en una orquídea seca la silueta de un ave o en un fragmento de tela un poco de mi interior. No existe en mi trabajo un interés de manera terminante por la construcción cultural de lo femenino. Aunque si indago lo anterior en busca de lo existente o lo determinado como feminidad, aquello que expone la idea general sobre ser mujer y las consideraciones de cómo serlo. Lo que sucede entonces es una exploración desde mi condición femenina; de mi situación vital, de los acontecimientos del pasado y las relaciones que establezco, entre muchas otras cosas que inciden sobre mi, sin ignorar el poder de las voces de las mujeres que me rodean; con esto trato de entender lo que soy, de no olvidar lo que fui y de imaginar lo que seré. A.R.

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Umbral Abierto / Fotograf铆a (impresi贸n digital) / 2007


Vísteme / Técnica Mixta (cabello, encaje y dibujo) / 2006

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Hay ciertas fuerzas que encuentro en los materiales, ya sea por su naturaleza, por la forma de ser usados, la historia que llevan consigo o posiblemente por compartir sus largas o cortas jornadas con los seres del mundo. En mi obra denominada Vísteme la tela se descubre en su contacto con el cuerpo, se acoge la costura como procedimiento para la creación de piezas que hacen alusiones a la intimidad de la piel en su habitual cercanía con la vestimenta. Poseo una conciencia de cómo el paso del tiempo deja en las cosas un velo que detiene de forma indefinida cierta información. Tomo ésto como punto de partida en mis trabajos en donde es significativo lo que deseo expresar y con igual atención reflexiono los materiales a través de los cuales me comunico. En Vísteme se manifiesta la estética del diseño original de cada uno de los encajes procedentes de ropa interior femenina. Enhebro cabello y con él bordo los dibujos de flores y líneas curvas con el cuidado que tendría al suturar la piel, ya que cada pieza por asociación es pubis que se convierte en tela. Así, cuerpo y objeto se fusionan de una manera sutil como la del erotismo evocando la piel que insinúa un develamiento y plantea una acción: “vísteme despacio que estoy de prisa” –texto bordado con cabello en donde se plasma el tránsito entre vestido y desnudez–. Este trabajo se revela en el espacio desde la distancia con una mirada que contempla pequeños elementos que parecen camuflarse con la pared. En la cercanía se sigue la invitación a detenerse en el detalle y a pensar en el tiempo del contacto íntimo con cada pieza para lograr el objetivo en el bordado meticuloso.

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El ponqué / Óleo sobre tela / 2007

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i trabajo parte de lo cotidiano, se basa en los personajes que me rodean y las historias que protagonizan, en lo íntimo y en lo familiar porque es un espejo de mi vida privada. Nunca me salgo del entorno familiar, de lo más próximo. Las historias no son inventadas sino reales, como lo son los personajes y los objetos que hacen parte de estas obras. Yo trabajo series. Cada serie narra una historia, un instante de mi vida y de la vida de las personas que me rodean. Mi intimidad se vuelve pública en cada obra. Al compartir estas historias con el espectador, se hace visible una parte de mi vida privada. La narrativa lo envuelve dentro del instante de vida que estoy develando. Las obras que realizo se relacionan tanto con mi intimidad como con la de cualquiera de los personajes que hacen parte de las obras. No es una intimidad propia, privada, sino pública. Incluso las situaciones cotidianas reflejadas en estas historias le pueden ser familiares a cualquiera. A.M.


Obras pertenecientes a las distintas series que conforman El cumpleaĂąos de Ana / Ă“leo sobre tela / 2007

Ana estaba muy feliz porque iba a celebrar su cumpleaĂąos. Bailaba, saltaba y alzaba a su hermanita Helena. Las dos esperaban ansiosas la hora de la fiesta.

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Obras pertenecientes a las distintas series que conforman El cumpleaños de Ana / Óleo sobre tela / 2007

Ana y Helena se pusieron sus vestidos rojos, desde que se levantaron. Ana se miró al espejo haciendo toda clase de gestos, mientras esperaba a su mamá quien salía desde muy temprano a recoger el ponqué. Ana vió el ponqué y quedó muy orgullosa. Había también dos piñatas. Las sorpresas eran unos marranos de barro y unas cajitas lle40


Obras pertenecientes a las distintas series que conforman El cumpleaños de Ana / Óleo sobre tela / 2007

nas de dulces. Cuando llegaron los invitados Ana los llevó a pintar los marranos. Después se hicieron las rifas, Manuela se ganó la bufanda roja. Isabela la vajilla y José María el balón. María Paulina y Lorenza estaban tristes porque no ganaron. Le reclamaron a Manuela que estaba muy orgullosa de su premio. 41


42 Obras pertenecientes a las distintas series que conforman El cumpleaĂąos de Ana / Ă“leo sobre tela / 2007


Ana y el ponqué / Óleo sobre tela / 2007

Los niños se reunieron alrededor de la mesa para cantarle "Feliz Cumpleaños" a Ana. Valentina y Martín se hicieron a su lado. Finalmente llegó la hora de partir el ponqué. A cada uno se le repartió su pedazo y a todos les pareció delicioso. Ana le dió las figuritas a sus mejores amigos. Al final de la fiesta, la mamá de Ana repartió las sorpresas y los niños se fueron para sus casas muy contentos. Ana quedó muy satisfecha de haber tenido una fiesta de cumpleaños tan especial. 43


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Té / Etiquetas de té, ansiedad, tinta y lápiz / 2008


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Nombro nombre propios, acciones pasajeras y reiteradas emociones de extrañeza. Yo me rindo, no me resigno. Me rindo cuentas que llevo contando hace tiempo del uno al cero, cuentas de número y de cadenita colgada al cuello como regalo, adorno y ornamento. Rendida rendición consagrada al embellecimiento o al ahogo si con ella aprieto mi cuello y la hago una horca diminuta para rendirme al sujetar, para ser sujeto jugando con juego de palabras y juegos de manos y anhelos. Rindo con la media injusta, aleatoria, intrusa, doy lo que toca: estas manos y la inercia de una mirada que se queda tan sólo en la enunciación de la fuerza. Rindan mis actos los hechos manifiestos, los también tácitos sujetos, personas sobre las que actúa el verbo, pieles de aquellos otros cuerpos y entendimientos; el tacto sigue por eso queda la piel con sus manos (mano izquierda de inventario, mano derecha de consuelo), y estos dedos en extensión escriben. Rinden los sonidos no emitidos, los fortuitos, los aparecidos en conjunción con el suceso, profusos silencios; patetismo del sí mismo que se deja oír cuando se choca encerrado entre las orejas, cuando letra a letra dicta esta súplica de ausencia, rima pobre y como pobre también maldita. Minuto a minuto, el tiempo pasa lento si me propongo verlo pasar y gira sobre un sólo eje o palpita titilando como una lucecita en la distancia que aparece y permanece hasta volverse a ir; tiempo ánima, cañón vacío para ser recorrido y alma sólida que pretende la gloria. Me rindo con las manos en alto, alistada para el fusil que señalando dará la última muerte, esa presente siempre y anunciada con antelación, deseo último de toda condena o simple querella de víspera venidera: blanco y negro, el mundo se ve a color. A.M.Z.


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Té (detalle) / Etiquetas de té, ansiedad, tinta y lápiz / 2008


Por LUZ ADRIANA HOYOS

“El retrato al óleo instala su tema en la eternidad del arte, al margen del tiempo. En cambio, las fotografías conservan los instantes.” Anne Martin–Fugier

Sin título, de la serie De cuento en cuento / Impresión digital / 2005

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s precisamente en la conversación entre pintura y fotografía donde se puede intentar describir la obra de la fotógrafa Adriana Duque: “Siempre he sentido una fascinación especial por la pintura clásica. Cuando concibo una imagen fotográfica no puedo evitar invocar esos aspectos de la pintura que tanto me interesan: los cromatismos, la actitud de los personajes, la incidencia de la luz, la composición. Más que fotografías intento componer cuadros fotográficos”. Nada mejor que sus palabras para tratar de comprender sus historias, tan íntimas como las de cualquier artista, pero sin embargo, tan cercanas a la representación de una sociedad como la colombiana. Sus imágenes traen a la memoria galerías de fotos de nuestros antepasados guardadas cuidadosamente en los álbumes familiares. La “fotografía de familia”, género que se popularizó durante la segunda mitad del siglo XIX en Europa cobra su importancia gracias a la necesidad de materializar y conservar los recuerdos. La familia se representa a sí misma como institución. A través de las fotografías impone su modelo ideal de unidad, del todo, del “ser moral”, además de representaciones, son también los instrumentos de una memoria, la preocupación por la cual se intensifica en el curso de un siglo evolucionista que inscribe su transcurso en el encadenamiento de las generaciones1. Los “cuadros fotográficos” de Adriana Duque actúan como un espejo, podemos ver en ellas un reflejo cercano a nuestra sociedad. La mirada de una artista se constituye también en la mirada de una época, aunque esta afirmación puede llegar a ser contradictoria, pues no se puede dejar de lado que las historias que un artista quiere contar son el reflejo de su propia historia, de su ojo de artista. Es decir, la obra de Adriana Duque nos parece cercana, pero al igual la encontramos tremendamente íntima. La artista afirma que sus personajes siempre están contando la historia que ella quiere que cuenten y que la interpretación de ésta depende de quien la esté “leyendo”. Cabe mencionar a la historiadora de arte Svetlana Alpers en su análisis de la pintura holandesa del siglo XVII. Alpers muestra un panorama del arte holandés del siglo XVII con una mirada muy particular cuyo interés no está en escudriñar la obra como material artístico sino en remitirse a la mirada de la época y explicar las condiciones de su representación. El sentido de la vista es privilegiado en una Holanda reformada (protestante), la vista es sinónimo de conocimiento. La creación del microscopio y el uso del telescopio no están apartados de la creación artística, del oficio de “dibujar” la realidad, estos inventos del hombre escudriñan los detalles más ínfimos de la naturaleza para que la sociedad no tenga que acudir a los misterios, a la magia y a los milagros cristianos para explicar el mundo. En este estudio Alpers concluye que la realidad está representada como un espejo, es decir la imagen retiniana (invertida) alude a la imagen que vemos en un espejo, en este sentido cada ojo vería distinto y el artista en su interpretación de la realidad está mirando de manera particular. De esta manera cabe preguntarse si esta rea-


Eloísa, de la serie Collectibles / Impresión digital / 2007

REPRESENTACIONES E IMAGINARIOS SOCIALES: EL LUGAR DE LA TRADICIÓN Y LA IMAGEN DE LO FEMENINO. Mis personajes son seres equivalentes a mi misma, a mi propia familia o a los habitantes inmemoriales de los cuentos de hadas. Los actores o seudo–actores que representan estos personajes son personas anónimas que ubico por medio de un proceso de casting. Estos personajes, son disímiles, representan diversas categorías de mi historia personal, de mi psiquis. Una niña–princesa, un abuelo arquetípico, un ogro, una mamá oso, una muñeca humanizada, un príncipe conejo. Todos son esencialmente cómplices de una historia íntima. Creo que mis personajes representan cierto grado de frustración e inadaptación a un “Statu quo” que no parece cumplir con ciertas expectativas, que no se sujeta a un interpuesto paradigma de “mundo ideal”. (Adriana Duque) No se puede apreciar una fotografía de Adriana Duque sin remitirse a la pintura y a la misma historia del arte occidental, esta es su fascinación y como ella misma lo dice no puede evitarlo. Pero al mirar su obra también se puede encontrar una relación con la pintura colombiana del siglo XIX. Haciendo un recuento se puede decir que la pintura colombiana de finales del siglo XIX y comienzos del XX, así como también la fotografía, dan cuenta del conjunto de gustos que distinguían a la sociedad burguesa caracterizada por una necesidad de personalización, que se evidenció en el retrato como una herramienta de legitimación que mostraba personajes ilustres del país. Esta burguesía urbana legitimaba la cultura, el ejercicio y el estudio de las artes, y la práctica de las buenas maneras, con estas características las clases altas ejercían una distinción frente a los habitantes del campo. El sentido estético privilegia una clase y de esta manera impone un rasgo de distinción. La estética se va a constituir en una expresión distintiva de una posición privilegiada en el espacio social, cuyo valor distintivo se determina objetivamente en la relación con expresiones engendradas a partir de condiciones diferentes. El gusto es la característica esencial por la cual se va a manifestar la diferencia, y se va a hacer clasificable una persona de otra, un grupo de otro2. Adriana Duque está representando diferencias, sus fotografías muestran clases sociales, personajes arquetípicos, toda una historia íntima que refleja la historia misma de una sociedad arraigada en las tradiciones, aspecto que se puede evidenciar en la serie Sagrada Familia que muestra de manera evidente las jerarquías familiares, la dominación patriarcal, los lugares de lo femenino y lo masculino: ¿Cuáles son esos comportamientos que privilegia la sociedad colombiana? ¿Cuál es el papel ideal que

Sofía, de la serie Collectibles / Impresión digital / 2007

lidad representada está mostrando el mundo tal cual es, o si lo que pretende es mostrar una mirada o discurso del pensamiento de un artista. Es decir, ¿Qué tan real es la imagen que se está mostrando? Este interrogante permite acercarse al pensamiento de Hayden White, desde el discurso visual que puede producir la sociedad de nuestra época. En este sentido, la obra de Adriana Duque refleja un discurso a partir de su mirada particular ubicada en nuestra época, aunque a través de la lente fotográfica nos puede mostrar una versión detallada de un paisaje tal y como se presenta, lo que realmente nos está mostrando es la mirada de su “ojo atento” ese que tienen los artistas por medio del cual interpretan su propia realidad tomando como modelo lo que están viendo pero de una manera selectiva. En el caso de Adriana podría ser el lugar de su infancia esa que “oscila incontrolablemente entre lo urbano y lo rural. El campo es el lugar de mis abuelos, de mis juegos, es el bosque encantado en el que sería posible encontrarse con un príncipe conejo o una Alicia diminuta”.

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Sin título, de la serie De cuento en cuento / Impresión digital / 2005

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debe jugar cada miembro de la familia? ¿En qué lugar están representados el hombre y la mujer? ¿Cuál es ese lastre moral que significa la familia como institución? Otro discurso importante en la obra de Adriana Duque será la representación de la infancia, claro está desde un punto de vista muy femenino, en Desórdenes del sueño y De cuento en cuento representan a las niñas como princesas, esas de los cuentos de hadas con los que crecimos las mujeres, pero insertas en una realidad que se vuelve cruda, perversa y para la que se hace necesaria la fantasía: “la realidad es el lugar de la fantasía. Cuando un niño juega, no quiere parar de jugar”. Es importante remitirse a las nociones de la representación planteadas por Roger Chartier y Henri Lefebvre para entender la importancia que tienen en la construcción de imaginarios sociales. El estudio de la representación da cuenta de cómo las imágenes se convierten en símbolos que van a formar una imagen en la conciencia de las personas, y de cómo ésta contribuye a la conformación de los imaginarios sociales y a la generalización de conceptos sobre los diferentes grupos sociales. El teórico Roger Chartier, habla sobre el poder de la representación y de su doble función. En primera instancia toda representación trae al presente lo que está ausente y en segunda instancia se exhibe esa presencia como imagen en relación al sujeto que mira. Se establece una doble relación desde el punto de vista filosófico, no hay sujeto sin objeto, ni objeto sin sujeto. De esta manera la representación evidencia su poder, el sujeto sólo se representa a través del objeto, en términos de objeto, lo ausente se presentifica y al mismo tiempo se sucede un fenómeno de autorrepresentación que establece el sujeto de la mirada en el afecto y el sentido3. Henri Lefebvre plantea que la representación posee características de movimiento y estabilidad. Aunque se distingue, fluctúa entre los recuerdos, mitos, relatos, imaginarios y se incorpora de manera sólida en espacios, personas o instituciones4. Al ser un elemento que se desplaza y fluctúa, la representación se convierte en sustitución. No es ni falsa ni verdadera pero posee poderes que la vuelven sólida en la práctica social. En este punto la representación se relaciona con el imaginario. Las representaciones convierten los imaginarios en un saber que se dice real, hacen parte del inconsciente colectivo “lo posible lo virtual, lo futuro no se representan sino a través de lo imaginario”5. Es a través de la mediación de imágenes que se relaciona esa conciencia subjetiva con lo real. Lefebvre se acerca al pensamiento de Hegel en el cual las representaciones van a presentarse como mediaciones, la multiplicación de las mediaciones y de los mediadores desaparecen los “contornos”. Es de esta manera como se empiezan a construir los imaginarios. Las representaciones convierten los imaginarios en un saber que se dice real, hacen parte del inconsciente colectivo. El concepto de la mediación fue multiplicado por la iglesia católica, con la necesidad de construir representaciones que estuvieran entre lo divino y la naturaleza, entre el cuerpo y el no cuerpo. De esta manera se construye la imagen de Cristo como mediador entre el mundo de los hombres y su Padre, la Virgen María intercede ante Cristo por los humanos y el Espíritu Santo habla a través de los santos y profetas. Con base en esta teoría se va a crear el lugar de lo femenino como mediación. Lefebvre plantea que la mujer o más especialmente lo femenino se ha representado como una


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PERROT, Michelle. La vida en familia. En: Historia de la vida privada. Tomo 4.Taurus. Madrid. 2001. BORDIEU, Pierre. La distinción. Taurus. Mexico. 2002. CHARTIER, Roger. Entre poder y Placer. Cátedra. Madrid.2000. LEFEBVRE, Henri. La presencia y la ausencia. Contribución a la teoría de las representaciones. Fondo de Cultura Económica. México, D.F. 1983 Ibid. LEFEBRE, Henri. 1983.

Familia 1, de la serie Sagrada Familia / Impresión digital / 2007 Familia 2, de la serie Sagrada Familia / Impresión digital / 2007

mediación. A este respecto asegura que la mujer ha tenido una función social y política que concuerda con su papel metafísico y místico: es la que intercede. De esta manera el lugar de su representación está entre lo humano y lo divino, es una mediadora y constituye el vínculo entre el hombre y el mundo. La construcción de lo femenino y su ideal es espiritualizado. La mujer es belleza, poder, eternidad, fertilidad, es la diosa madre, la madre tierra, la madre naturaleza. En la pintura colombiana del siglo XIX, la mujer debe tener las cualidades de la Virgen Madre: la inmaculada concepción, la sumisión y el sufrimiento. La mujer burguesa perteneciente al “bello sexo” se convirtió en seguidora de la tradición y comprometida con la construcción de la unidad nacional, la sociedad a la que pertenecía construyó sus propias representaciones y las convirtió en imaginarios. La representación de la mujer en este contexto permite entonces conocer una de las herramientas con las cuales la sociedad integró a la mujer como instrumento de cohesión de la unidad familiar, su papel era el de mantener la tradición y los valores. Estas mujeres van a posar como elemento de distinción de una clase burguesa que va a cimentar unos gustos acordes con la época como la postura, el vestido, los adornos, así como también el resumen de maneras de comportarse de una mujer, lo que se evidencia en los espacios en que se representa la mujer ligados al ámbito doméstico. La mujer es el centro del hogar y en ella se recarga todo un lastre moral centro mismo de la sociedad y de la familia. Teniendo en cuenta el papel de lo femenino como mediación, la obra de Adriana Duque no está lejana a estos conceptos. Su obra, está reforzando esos imaginarios sociales impuestos pero a través de una mirada contemporánea que no puede alejarse del peso de la tradición, y que se vuelve paradójica, pues mientras el concepto de lo tradicional prevalece en sus fotografías al mismo tiempo está siendo criticado y desenmascarado por medio de su ojo crítico. Roland Barthes afirma que en la fotografía existen elementos retóricos, y éstos funcionan como mensaje a través del estilo del fotógrafo que le imprime un lenguaje y en este universo de símbolos que puede llegar a plantear es donde está la esencia de la fotografía y lo que contribuye a su fascinación. El instante capturado también captura el alma de las personas. La obra de Duque entrelaza fotografía y pintura, memoria y representación de símbolos e imaginarios que se convierten en un reflejo. Allí nos podemos mirar, podemos abrir la caja de recuerdos o secretos guardados en el más profundo lugar de nuestra psiquis. Sus imágenes son un universo que no resulta tan distante ni desconocido, alude a nuestros propios sueños y juegos infantiles como también a la “casa”, al hogar que guardamos no sólo en los álbumes sino en la mente que recuerda instantes congelados de generaciones, de antepasados. Una historia en esencia, particular, íntima pero también una historia en colectivo, un lenguaje que nos habla cercanamente.

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Blanca, de la serie De cuento en cuento / Impresi贸n digital / 2005

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Sin título, de la serie Pink Dream / Impresión digital / 2008

Mi modo de elaboración de imágenes es “introspectivo”; No me interesa registrar personajes que existen en un espacio y tiempo reales, sino más bien recomponer una presencia, esencialmente subjetiva, que vive suspendida en algún estrato de mi propia historia. Lo íntimo, desde mi perspectiva, se anuncia en los continuos actos premeditados de exhibición y ocultamiento que celebro con la complicidad de mis seudo actores. Cuando lo íntimo se expone las historias se configuran de manera espontánea, algo originalmente secreto o privado de pronto reclama ser espiado y lanzado al banquete público. Podría decirse que la naturaleza de la historia es a la vez exhibicionista y “voyerista”, el arte también plantea esta doble condición. Pienso que más que producirse la doble condición voyeur–exhibicionista en el espectador, se cumpliría en una dimensión compartida por el artista, la obra y el espectador. El artista produce una imagen esencialmente subjetiva, plena de elementos inherentes a su propia intimidad y lo hace sin perder de vista la perspectiva de un posterior acto expositivo. El artista avala la exhibición institucionalizada de su propia desnudez. De otro lado, en la obra, en mi obra en particular, los personajes son puestos en medio de la escena como objetos perturbadores destinados a ser observados, espiados, pero simultáneamente éstos asumen la función de observadores, de interpeladores. El juego de miradas propicia esta reciprocidad, sin la cual toda perversidad sería imposible. El espectador es el voyeur necesario en esta historia... Cuando el espectador se enfrenta al universo subjetivo del artista intenta descifrar un contenido oculto, secreto y ciertamente ajeno, pero lo hace mediado por sus propias fantasías. Quizás el destino del fisgón sea encontrarse a sí mismo al otro lado del pequeño orificio abierto en la pared. A.D.

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54 A veces las cosas se salen de mis manos / AcrĂ­lico sobre tela / 2007


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reo que para todos los artistas el hecho de extraer de su subconsciente un concepto para crearlo, plasmarlo y luego publicarlo, plantea dar ese paso de lo privado a lo público. Por supuesto que no siempre el concepto de la obra en sí habla de lo íntimo. En mi caso si. La forma de trabajo me lleva a tratar de definir una búsqueda de lo que soy como individuo y a su vez reconstruye lo que es el mundo y nuestras vidas. Así, aunque la obra es intimista, trasciende a lo universal. Para mi la pintura es un alivio, es el lugar en donde descargo tanta congestión de información e interacciones diarias. Estas telas que reproduzco, en un acto casi obsesivo, en su proceso intentan descifrar el sentido de lo que somos. Son telas que requieren de mucho tiempo y paciencia en donde los elementos, o el patrón se repite una y otra vez como en un acto de cuestionamiento constante. Una vez terminadas se disipa la complejidad de cómo se creó y lo remplaza un sentido de unidad y continuidad. Además, después de ser reproducidas, pintadas, borradas, lijadas y vueltas a pintar en una construcción/deconstrucción, se percibe un espacio físico y real que a su vez conlleva una atmósfera muy familiar. Los espacios creados se muestran enigmáticos y surreales, funcionan como vehículos de transporte. Las telas de los fondos de mis pinturas dan una noción de ser parte de algo más –casi como un pedazo de tela que se cortó de un rollo que a su vez venía de una producción más grande– igual que la relación del individuo con el mundo exterior, de la humanidad con el universo. El ser parte de un todo. Acompañando los espacios, aparece mi imagen que cuestiona mi presencia en esos espacios o en el espacio real. Casi como en un performance que invita al espectador a que me acompañe en la búsqueda. La idea de la introspección está completamente ligada al procedimiento de la creación de la obra, cada obra es una consecuencia de la anterior. En realidad no creo que uno esté tan consciente de esta introspección o del “cuestionamiento constante” que trae día a día la pintura. El artista está ocupado y sumergido en la obra buscando lograr una composición en donde los elementos se encuentran para completar una obra que funcione en su totalidad. Que exista por sí sola. El manejo del espacio, el tiempo, el juego con la perspectiva, la luz, la sombra, lo físico y lo tangible, lo espiritual y misterioso conforman una alquimia que procura definir todo el esfuerzo de la creación. Cuando termino una obra, pese a que el sentido de crecimiento y evolución es inmenso, se procede al siguiente lienzo, éste se convierte en el receptor que transmite lo que soy y lo que somos. No creo que el concepto se deje quieto en ningún momento. Tal vez se aleja de la obra por un tiempo para después volver a expresarse ya en una forma distinta. Reflexionando un poco en el trayecto de mi obra, podría decir que muchos de los conceptos que están ligados a nuestras vidas persisten: lo teatral, las dualidades, el reflejo, la luz, la oscuridad, el autorretrato, el paso del tiempo, la continuidad, la búsqueda. Parece increíble saber que después de tanto tiempo uno sigue planteando las mismas preguntas. Llego a la conclusión que lo importante es que sigamos preguntándonos para continuar evolucionando. S.P.L.

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Hueco / AcrĂ­lico sobre tela / 2007


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Hueco / AcrĂ­lico sobre tela / 2007


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Presencia / Mixta sobre madera / 2007


Final feliz / Fotografía / 2001

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i trabajo parte de un acercamiento intuitivo a los materiales y a los sistemas de construcción. A través de piezas que interactúan con la arquitectura, se transforman mientras son exhibidas y yuxtaponen atributos de categorías diversas (lo natural, lo artificial, lo vivo, lo inerte, lo animal, lo mineral, lo vegetal, lo orgánico, lo inorgánico). Reflexiono plásticamente sobre el comportamiento de la materia (su constante fluir de una forma a otra) y sobre la imposibilidad fáctica del aislamiento del entorno. Mis trabajos exploran fenómenos de causalidad, interferencia, concomitancia, codependecia y continuidad entre los materiales y el espacio que los acoge. Las construcciones discursivas son, en mi obra, una consecuencia del contacto y la experimentación directa con los materiales, de un trabajo en el que la experiencia sensorial, el gusto y la intuición no riñen con la racionalidad –ni se subordinan a ella– sino que se acompañan y fusionan en el hacer. Mi obra se aproxima a los problemas de la escultura y a su relación con el dibujo a través de piezas tridimensionales, de fotografía y de video. Estos dos últimos medios son abordados como soportes que permiten compartir, a través de su registro, experiencias escultóricas que difícilmente podrían llevarse a cabo en ámbitos expositivos. Los materiales que utilizo son diversos: aire comprimido, agua, lana, telas, pieles, icopor, hilo de bordar, bolsa plástica, flecos, papel, hojilla dorada, placas de cobre. Muchos de ellos provienen de la decoración, la moda y las manualidades. La sensualidad y el poder de seducción propios de estos ámbitos son una influencia fuerte en mi trabajo. G.A.


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Nata dorada / Intervención efímera en espacios arquitectónicos. Diversos materiales / 2004–2006


Sin título / Grafito, lápices de color, y marcadores sobre cartulina / Conjunto de 9 dibujos / 2003–2004

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“La esfera privada es el lugar donde “el uno” toma conciencia de su existencia frente a “los muchos”, el nido donde el individuo tiende a desarrollar sus potencialidades, lejos del ruido de la colectividad” Helena Béjar

3D Flips / Óleo y plastilina con tornamesa / 2007

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o íntimo ha estado inmerso de alguna manera en el proceso de creación, en el taller, en todos esos elementos ocultos en la casa, así como lo adquirido cuando se trabaja afuera en la calle, porque lo íntimo también involucra lo externo por supuesto. Pero cuando se aborda en una obra, el carácter íntimo cambia también, porque ya se está exhibiendo. Por eso también influye la manera en como se muestra la obra, si la intención es el no perder totalmente esa condición íntima en contraste con el público que la mira. De modo que lo íntimo podría hallarse en los métodos de trabajo, la toma de fotografías, los dibujos y esos apuntes en las libretas, que conforman esos diarios que son solo nuestros y que identifican algo que se guarda para sí mismo. De todo este material, en ocasiones se evidencian algunos de estos elementos para conformar una obra. No todos nuestros trabajos están identificados en el contexto de lo íntimo, pero si hablamos de algunas obras que sugieren esta condición, podríamos rescatar que surgen de esa experiencia que hemos compartido juntos siendo un dúo por así decirlo, que en ocasiones trabaja con relación a nuestra convivencia. Como nuestros encuentros en actos espontáneos, los cuales se han grabado, dibujado o fotografiado y que hemos involucrado en la obra. Como reciclando ese evento fragmentado de un diario solamente nuestro, en el cual se decide sugerir algo acerca de éste. Cuando hablamos del reciclaje, nos referimos al reconstruir esos apuntes de las libretas, o esos dibujos escritos sobre un papel, que es parte de nuestra rutina, ya que como en muchos casos, fragmentos de diarios son sugeridos en las obras. Y sugerir, más que evidenciar, conlleva a que la visión del espectador procure una condición voyerista, de manera que no sea violentada más allá por su exhibición; ese carácter tal vez “íntimo” compartido por nosotros, involucrándo no solamente a nosotros sino además, generando un acto reflejo en quien las mire. F.P. – L.Ch.


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Sin tĂ­tulo / Ă“leo y plastilina sobre yeso / 2006


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EL MÉTODO A modo de diario, hemos trabajado juntos acumulando actos espontáneos (Fig.1), capturando los instantes más sensibles a nuestros intereses a través de breves apuntes, fotografías y dibujos o narrando una historia, para luego retomar lo esencial y transformarlo en una nueva obra. Así conseguimos mayor libertad en el momento de expresarnos. Sin conformarnos con una técnica o temática definida que nos mantenga alejados de otros estímulos que inevitablemente nos atraen. Somos devoradores de imágenes, con una atracción especial hacia esos cuerpos íntimos como exhibicionistas, emergentes de encuentros fortuitos que atraen y envilecen nuestras miradas. Esos cuerpos construyen y reconstruyen inesperadamente una identidad, de acuerdo a algún contexto, tiempo o situación. EL CONTEXTO: Lo íntimo y lo público Generamos diálogos entre lo íntimo y lo público a partir de nuestra experiencia, y la relacionamos con el resto de la gente, como un acto reflejo en el que las personas podrían sentirse identificadas, con estos instantes, –somos conducidos casi naturalmente a vernos en cada cosa que vemos–. En el contexto íntimo, los cuerpos se manifiestan en comportamientos menos razonables. Escapa a las prohibiciones del mismo sin restricciones sociales. El ser humano íntimamente solitario, se establece en sus propios comportamientos, sugeridos por sus sensaciones, ignora lo externo y complace su ser. Es realmente libre de ser quien quiere ser de verdad, sin actuaciones, pudores ni preocupaciones externas. Lo íntimo radica en ese instante privado a miradas y acusaciones, por lo cual no se comporta, sino que se porta en su más secreta identidad (Fig.2). El cuerpo habita un espacio que a partir del contexto, conlleva a diferentes tipos de comportamientos. En lo público, –no existe nada natural en el modo como los seres humanos utilizan sus cuerpos, ya sea en su postura, su movimiento o cualquier otra técnica corporal; todo ello es moldeado culturalmente– en lo íntimo, no hay cine más bello y real que cuando observamos a alguien en su soledad, sin que éste se entere de que lo estamos contemplando. En el arte, cada medio complementa o amplia nuestra propuesta. Por ejemplo, en la animación se aborda lo que con la escultura no logramos expresar, cada medio tiene su propia condición (Fig.3). El cambio es fundamental, por esto se hace necesaria la experimentación con los medios expresivos. Apoderarnos del dibujo, saltar a la fotografía o a la animación y evocar toda una unidad a partir de eso. Es de esta manera que podemos calmar nuestro deseo caprichoso y cesar esa sed de ideas que surgen inesperadamente. Todo ese desbordante mundo de estímulos que ofrece la televisión, el internet, la radio, el cine, las fotografías, las revistas, la ciudad, las personas, nuestra propia vida, es tal vez la razón que nos incita a expresar nuestras ideas en diversos medios. OTRAS OBRAS La red ofrece gran cantidad de imágenes listas para su apropiación, de las cuales podemos aportar a su re–construcción, modificándolas con diversos medios digitales para transformar su identidad, mutando sus lecturas según nuestra intención. De esta manera se confronta la imagen fotográfica como medio documental en contraposición con el trucaje digital (Fig.4). En las calles, la apariencia y los actos de los cuerpos de los transeúntes son fotografiados, dibujados y comentados. Nuestros cuerpos son involucrados con dichos registros sin la intención de crear pinturas en píxeles. Así, recreamos escenas en que el espectador puede encontrar sus propias reflexiones y tal vez se puede sentir identificado frente a las imágenes configuradas. Lo íntimo que nosotros dos compartimos es revelado en los espectáculos que vemos en las calles, en esas personas incautas al juego que generamos con su propia imagen y su identidad (Fig.5). CONTEXTO PÚBLICO Esta propuesta involucra al espectador en la reconstrucción de imágenes adquiridas por nosotros y expuestas a partir de medios digitales interactivos que le permitan experimentar un proceso de juego de reinvención de la imagen. De esta manera se generan diversos diálogos a partir de la apariencia y del lenguaje del retrato que conllevan a múltiples interpretaciones de identidad. Esta obra interactiva (Fig.6) permite crear nuevos y variados retratos de seres inexistentes, a partir de la diversidad de rasgos de habitantes reales que surgen en la región, en una interacción con actos inesperados y azarosos, que incitan al juego hasta el cansancio.

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Ofrenda de figurillas / Ă“leo sobre plastilina, yeso y aluminio / 2007


68 Kinora / Animación con foto–flips / 2006


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En busca de intimidad

Catalina Jaramillo Quijano / Dibujo

Por GUILLERMO VARGAS QUISOBONI

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s poco lo que una enciclopedia dice de la intimidad. Si buscamos definiciones exhaustivas, fundamentos epistemológicos para hablar de ella, la tarea implica superar toda visión clínica sobre el cuerpo humano. Un gesto prudente es evitar caer en sus resonancias genitales, admitir que lo íntimo se sitúa, no en la penetración o en el erotismo, sino en un lugar que cada cual construye para hallar refugio, un lugar cuyas puertas pueden abrirse a los demás, pero que es inabarcable para los otros y hasta para sí mismos. Por mucho que se las diga o se las escuche, las historias íntimas pueden respetar las fronteras de la intimidad. En lugar de buscar una definición rigurosa, puede resultar provechoso contornear su significado, expandir nuestra búsqueda de la intimidad hacia un pequeño sistema de nociones que prometan decirla sin entregarla, para evitar caer en la tentación de la definición mediante oposiciones binarias. Consideremos para comenzar la idea del secreto, para indagar qué nos sugiere sobre lo íntimo. Un secreto no corresponde a un saber inaccesible, sino a un saber sagrado. El secreto no pertenece a un individuo, único y desnudo, en la medida en que éste pueda ilustrar un aspecto del entramado simbólico de la vida en comunidad, ahí donde el secreto tiende a ser difundido entre un pequeño grupo elegido y que para el resto se mantiene desconocido. Las condiciones para conocer el secreto varían de una comunidad a otra. Solamente entre quienes lo conocen, sabios, magos, brujos, chamanes, dioses, espíritus, padres, tíos o amigos, se puede decidir cómo, cuándo y a quién puede ser revelado. Saber un secreto es una marca del estatus de un individuo dentro de una comunidad y por eso también es sinónimo de poder. Si el secreto se divulga, en un acto no orquestado por sus conocedores privilegiados, las jerarquías de la comunidad tambalean y el contrato entre saber y poder se desfigura. A finales del siglo XIX, la publicación del cómic Yellow kid en la prensa norteamericana como estrategia para popularizar la información periodística causó una revolución en el manejo de la información de la sociedad occidental, cuna del amarillismo contemporáneo. Imposible no advertir que la sola información escrita no afectaba las jerarquías, en cuanto los letrados eran la elite misma. La gran ruptura fue entonces provocada por el uso de imágenes que podían comunicar con los iletrados. Es posible que la unión entre los periodistas y los dibujantes de tiras cómicas haya afectado a las elites, creando un nuevo escenario para ejercicio del poder. En una época en que el arte buscaba deslindarse del poder, sin reclamarlo para sí, estos dibujantes también rompieron con las nuevas reglas del arte. Quizá esto explique por qué actualmente no son unánimemente considerados como artistas. Lo cierto es que sus obras despiertan hoy la curiosidad de

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coleccionistas, y el debate sobre el estatus artístico de los autores de tiras cómicas tiene en ellos a defensores apasionados. Divulgar un secreto es sinónimo de transgredir las fronteras entre lo privado y lo público. Por ello, un segundo paralelo de la intimidad puede ser trazado en torno a la definición misma de lo privado. Y más precisamente, a la noción de propiedad privada. En la larga e inabarcable historia de la humanidad, en todos los puntos cardinales de la geografía del planeta tierra, norte, sur, oriente y occidente, en la economía de los ricos y de los pobres, en la mitología griega y el derecho romano, en las páginas de Marx y de Engels, en los relatos orales de un abuelo Huitoto y hasta en una vulgar factura de supermercado existen elementos para pensar en el sentido de lo privado. Lo privado no es algo exclusivo, sino algo que puede pertenecer a cualquiera en un momento determinado. En general se sabe que un propietario puede decidir si vender o intercambiar sus bienes, e incluso puede ocurrir que alguien se los arrebate a la fuerza, de modo que, en cualquier momento, para bien o para mal, un propietario puede dejar de serlo. Todo objeto que sea susceptible de circular entre diferentes manos puede ser una propiedad privada, más aún cuando ese espacio en el cual circula, el mercado hacia el cuál se dirigen tarde o temprano todos los bienes dentro de una economía capitalista, busca que haya cada día más propietarios, y por ello cada día aumenta la producción de bienes que circulan en el mercado. Si hay algún privilegio de tener propiedad privada, éste no se funda en el prestigio inherente a los objetos posesos. El privilegio recae sobre sus poseedores de turno, si logran preservar y acumular bienes de los cuales muchos carezcan y desearían tener. Al final de cuentas, lo privado funciona más como antónimo de la intimidad. Parecería injustificado recurrir directamente a la noción de lo público para hablar sobre la intimidad. Pero en lo prohibido, que también es sinónimo de íntimo, me parece encontrar una fórmula indirecta para hacerlo. Pienso en aquellas acciones sobre las cuales recae una serie de prohibiciones cotidianas, como fumar en espacios cerrados, cruzar una calle mientras la luz roja del semáforo está encendida, involucrar a menores de edad en la pornografía o la prostitución, el matrimonio entre parejas del mismo sexo, el consumo de drogas no prescritas por la medicina o las relaciones incestuosas. En una ciudad, las prohibiciones definen las condiciones mínimas que rigen la vida en un espacio público. En la teoría de la arquitectura de Alberti, el espacio público era concebido como un lugar de contacto, pero tras la revolución industrial, los nuevos modelos del urbanismo lo definieron como una zona de tránsito, como en el caso del Barón Haussmann o del ingeniero Ildefonso Cerdà. Por eso, a finales del siglo XIX, las prohibiciones urbanas creaban sentidos de circulación y lugares de encuentro, con lo cual sus habitantes ya no podían encontrarse libremente, sino atravesar los caminos acondicionados para cada caso, o improvisar como antes, pero exponiéndose a convertirse en infractores ante la ley. Las prohibiciones fueron concebidas para organizar los espacios comunes como una serie de reglas de conducta que entonces condicionaban y siguen condicionando a quien quiera los ocupe. A quienes desconozcan tales conductas, les aguarda la amenaza de una doble expulsión, física y simbólica: a los pecadores la excomunión, a los conspiradores el destierro, a los extranjeros la repatriación. Parecería sensato presumir que donde quiera que seamos libres para ser y para estar se encuentra la intimidad. Pero hay un capítulo más, en razón del cual, ni siquiera estando solos, en un espacio privado, somos completamente libres, y el psicoanálisis define esto como el resultado de una represión ejercida por el inconsciente, un algo en nuestra biografía que comprendemos poco o nada y al cual no sabemos referirnos cuando relatamos nuestra historia. La historia personal, que nos hace únicos, debería ser nuestro bien mejor cuidado. Pero en ella hay secretos a los cuales no accedemos sin la autorización de sus conocedores privilegiados. Y hay también zonas privadas que no están en nuestras manos, e incluso zonas públicas donde rigen prohibiciones que, por más que pretenden organizar nuestra estancia con nosotros mismos, también puede convertirnos en infractores de nosotros mismos. Es en esta historia y no en los libros que ha de hallarse la intimidad. Pero dejemos aquí constancia de algunas preguntas que se desprenden de este recorrido semántico, y que podemos formularnos a nosotros mismos: ¿Quién, cómo y cuándo nos revelará nuestros secretos? ¿Qué precio pagamos para adquirir, reunir y conservar una propiedad privada? ¿Tenemos las prohibiciones apropiadas para nuestro espacio público? Dudo que estas preguntas sean suficientes, o que hallarles respuesta baste para declarar el final de nuestra búsqueda. Quizá la única medida que nos dejaría cantar el hallazgo de la intimidad es hacer nuestro aquello que nos haga sentir libres. Y en eso la libertad y la intimidad permanecen siempre juntas, negándose a cualquiera que no haga nada por buscarles.

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S谩bado 11:00:01 am, de la serie Des贸rdenes del sue帽o / Impresi贸n digital / 2007

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