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Viva en Villas del Edén, por Valentín Chantaca González - Cuentos
from Nudo Gordiano #7
Soy la última persona que queda en este lugar, la única necia que no se resigna. Mentiras, esto no es el Edén.
DEPARTAMENTOS DE LUJO CON ESTILO NEOURBANO Y ACABADOS ARTESANALES. ZONA CON GRAN POTENCIAL DE DESARROLLO, A 10 MINUTOS DE LA TERCERA SALIDA DEL PERIFÉRICO. APROVECHE AHORA O ARREPIÉNTASE PARA SIEMPRE. VIVA EN VILLAS DEL EDÉN, HABITE EL PARAÍSO PERDIDO.
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Dicen puras mentiras en ese cartel, ¿un paraíso aquí? Doña Juanita y el señor Rigoberto se fueron hace dos semanas, eran los otros que resistían. Éramos los aferrados. Al final se rindieron, no aguantaron las amenazas de esos tipos. Esos culeros vienen diario a gritar, traen tubos en las manos y hasta han sacado navajas. Debemos irnos por nuestro bien, es lo que dicen. Disque el dueño quiere recuperar sus terrenos, disque van a reconstruir y a modernizar. Puras mentiras dicen.
Me he quedado sola y quieta, como una estatua. Los que me rodeaban, mi familia y mis vecinos, solo son recuerdos. Son fantasmas. Ahora que me pongo a pensarlo, así la he pasado casi toda mi vida. Así, sola. Siempre por mi cuenta, siempre en la pobreza. ¿De verdad ha pasado tanto tiempo? Mi marido cumple trece años de difunto este diciembre y mis hijos se largaron hace un chingo para nunca volver. Bola de ingratos. Creí que estaba acostumbrada a mi suerte, pero este es otro tipo de soledad. Se siente diferente, no es nomás la angustia de un cuartucho vacío. Es un abandono, todos me olvidaron. Me dejaron sola.
Soy la última persona que queda, la única necia que se aferra. Apenas ayer me di cuenta, pero hasta los perros huyeron sin dejar rastro.
Cuando recién llegamos aquí era un lugar tranquilo y lejano, a la orilla de todo y de todos los demás. Pero ahora es distinto, ahora la ciudad se derrama sin control y su sombra negra nunca termina. Los edificios brotan a cada rato y cada vez más cerca. Se llenan de gente enseguida, como nidos de insectos.
Ellos llegan y nosotros nos vamos. Tenemos que irnos, nos obligan. Ellos y nosotros, por separado, siempre había sido así. Ese era el trato, ¿a poco no? Ellos están allá y nosotros nos quedamos aquí, así había sido siempre. Ellos trabajan en las oficinas y nosotros limpiamos vidrios en los semáforos. Por separado, ellos y nosotros. Ahora ellos quieren quedarse con todo, ni siquiera nos dejan nuestra miseria.
No hay que ser tan cabrón. Nosotros siempre hemos estado aquí, hemos soportado. Empezamos construyendo casas de cartón, después encontramos láminas que aguantaron la lluvia. Primero recogimos agua de los canales sucios y luego tuvimos
nuestras llaves. No era lo que queríamos, no era nuestro sueño. Pero era algo. Era un techo, eran nuestros hogares. Sufrimos y reímos, entre la mugre y las chinches. Tuvimos familias y les pasamos nuestros apellidos. Soportamos, nos ganamos este lugar.
Al menos eso creíamos, pero en el paraíso no hay espacio para los condenados. Ahí vienen esos culeros, clarito escucho sus pasos. Ahora no gritan, están callados. Sus pasos van y vienen, de un lado al otro. Quiero asomarme, pero tengo miedo de que me saquen a rastras. De repente huelo la peste a gasolina, pero ya no me importa. No me da miedo, culeros. Mi cuarto se llena de humo y me lloran los ojos. Siento el dolor del incendio, la venganza del fuego. No me iré, no importa lo que pase. Este es mi hogar.
Aproveche ahora o arrepiéntase para siempre. Puras mentiras. Esto no es el Edén, es el infierno.